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Paco el chato
Paco el chato vivía en un rancho. Al cumplir seis años Paco debía
entrar a la escuela.
Para eso su papá lo llevó a la ciudad, donde vivía su abuelita. Al llegar
a la escuela, el primer día de clases, la abuelita le dijo: - A la salida
me esperas en la puerta.
Paco esperó un rato, después empezó a caminar y se perdió. Paco se
asustó y empezó a llorar. Un policía le preguntó su nombre, su apellido
y su dirección.
Paco no sabía ni su apellido ni su dirección. El policía llevó a Paco a la
estación de radio para que avisaran que ahí estaba. La abuelita de
Paco oyó el aviso y fue a buscarlo. Paco se alegró y prometió aprender
su nombre completo y dirección.
Saltan y Saltan
Saltan y saltan y vuelven a saltar los siete enanitos en el pajar. Saltan
y saltan y vuelven a saltar, al bosque encantado quieren llegar.
Uno se cansa y se queda atrasito, otro se enferma y se va despacito.
Saltan y saltan y vuelven a saltar los cinco enanitos que quedan nomás.
Otro se pierde por el camino. y otro se sienta a comer pepino.
Saltan y saltan y vuelven a saltar los tres enanitos que quedan nomás.
Otro se pasma y se queda dormido, otro se tropieza y está mal
herido. Saltan y saltan y vuelven a saltar, un solo enanito al bosque va
a llegar.
La reina Enanita lo estaba esperando y la boda en grande se está
celebrando.
Los animales cantores
Estaba la rana muy cerca del agua, cuando contenta se puso a cantar, vino la
garza y la hizo callar.
Estaba la garza muy cerca del agua, cuando contenta se puso a cantar, vino la
zorra y la hizo callar.
Estaba la zorra muy cerca del agua, cuando contenta se puso a cantar vino el
osito y la hizo callar.
Estaba el osito muy cerca del agua, cuando contento se puso a cantar, vino el
leopardo y lo hizo callar.
Estaba el leopardo muy cerca del agua, cuando contento se puso a cantar, vino el
gorila y lo hizo callar.
Estaba el gorila muy cerca del agua, cuando contento se puso a cantar, entonces
ni el diablo lo hizo callar.
Los colores.
Blanco, amarillo, verde,
rojo, violeta y azul.
Los colores de este mundo
que siempre viste brillar,
si tú no sabes su nombre,
canta y lo aprenderás.
Blanca es la espuma del mar,
las nubes que vuelan,
es la nieve y el azahar.
Amarillo el Sol da su luz,
los campos dorados
que duermen en su quietud.
Blanco, amarillo verde,
rojo, violeta y azul.
Los colores de este mundo
que siempre viste brillar,
si tú no sabes su nombre,
canta y lo aprenderás.
Verde es la vegetación,
es la hierba que da al campo
su color y resplandor.
Roja es la fresa silvestre,
son las amapolas
y el color del corazón.
Blanco, amarillo, verde,
rojo, violeta y azul.
Los colores de este mundo
que siempre viste brillar,
si tú no sabes su nombre,
canta y lo aprenderás.
Violeta, nombre de una flor,
nombre de perfume,
dulce nombre de color.
Azul es el color del mar,
de lagos y ríos
y del espacio estelar.
El día y la noche
El día y la noche parecen un niño y una niña que juegan a
perseguirse: primero es de día y luego de noche y luego de día y
luego de noche... y siempre así. En esta lectura vamos a ver por qué.
Mira el cielo, obsérvalo. ¿Qué ves? ¿Lo puedes tocar? ¿Quisieras
subir y llegar muy alto?
Aunque parezca un techo, el cielo es un espacio enorme. Allí viven el
Sol, la Luna, las estrellas, los planetas y los cometas. El lugar donde
vivimos es un planeta que tiene la forma de una inmensa esfera.
Tiene dos nombres. Se llama Tierra, y también se llama mundo.
Como la Tierra es una esfera que gira, el Sol ilumina primero un
lado y después el otro. Esto produce el día y la noche. En este
momento, ¿es de día o de noche? Muy bien, es de día. ¿Cómo lo
sabemos? Porque hay luz, porque ahora estamos en esa parte de la
Tierra que recibe la luz del Sol. A mí, en la noche me dan ganas de
que me cuenten cuentos. ¿Y a ustedes?
Flor chiquita
Flor
chiquita
se esconde
en el monte.
Cuando paso
tú te me escondes,
cuando me mandas a cortar
flores
desde el monte me estás viendo.
Flor
chiquita,
pido soñar con
esta flor bonita.
Flor, no te escondas.
Flor, no te escondas.
Huele esta flor
huele esta rosa.
Los duendes de la tienda.
La tienda de don Manuel era
la más surtida del pueblo.
Don Manuel vivía atrás de su
tienda, todas las noches la
cerraba con tres candados y
se iba a su casa. Una noche,
don Manuel y su familia
oyeron ruidos que venían de
la tienda.“¿Serán ratas?
Mañana pongo trampas”,
pensó don Manuel.
Al otro día, cuando abrió la tienda, encontró todo patas para arriba. Aquello
era un verdadero desastre. La mercancía de los mostradores estaba tirada en
el suelo, los sacos de maíz y frijol despanzurrados, los tomates apachurrados.
Esa noche, don Manuel estuvo muy atento a cualquier cosa que se oyera.
Ya muy tarde, después de la medianoche, se oyó un ruidero bárbaro.
Don Manuel y su familia fueron a ver qué sucedía en la tienda. Cuando abrieron
la puerta se llevaron una gran sorpresa. Adentro había un montón de duendes
haciendo travesuras. Luchar contra los duendes era inútil. Lo único que podrían
hacer era cambiarse a otra casa. Don Manuel y su familia empacaron todas sus
cosas y las de la tienda. Subieron los bultos
a una carreta y se fueron a buscar otra
casa en otro pueblo. Ya iban en el camino,
cuando la esposa de don Manuel se acordó
que había dejado la escoba en la tienda. El
más pequeño de sus hijos se ofreció a ir por
ella. “No te preocupes, aquí la traigo”, dijo
un duende que llegó corriendo. Y en seguida se oyeron risitas adentro de la
carreta.
Las mentiras
Dicen que las mentiras son una mala costumbre. ¿Será? La verdad es que son
muy divertidas, como las de estos versos que nos contó un día doña María del
Refugio Verdín, en el rancho de San Sebastián El Álamo, municipio de
Encarnación de Díaz.
Yo iba por un caminito
y me encontré un duraznito
cargadito de guayabas.
Le tiré muchas pedradas
y cayeron tejocotes.
Vino el dueño de las uvas
me aventó un zapatazo.
¡Jesús, María y José!,
me pegaron en un pie,
me amarraron las muelas.
Renuncio a las ciruelas
que ni siquiera probé.
El coco coco cocotero
En medio de la selva estaba tirado un tronco de cocotero.
Hacía varios días que el huracán lo había derribado, y allí se quedó calladito
entre las yerbas. Tenía miedo de que vinieran los hombres con sus hachas a
hacerlo pedacitos. El tronco se sentía resbaloso y húmedo y eso le gustaba
muchísimo. Y pensó: ¡Qué bueno! Aquí puedo esconderme sin que los hombres
me vean. Y se acomodó entre el agua fangosa, calientita.
Una calurosa mañana se oyeron pisadas sobre la hojarasca.
El tronco tembló de miedo y tan grande fue su temblor que empezó a rodar
hasta llegar a un pantano que estaba cerca.
Sólo cuando las pisadas de los hombres se alejaron, el tronco se atrevió a
mirar para afuera. Estaba tan bien ahí en lo húmedo y hacía tanto calor en la
selva que decidió quedarse adentro un poco de tiempo. Durante el día
escuchaba el glu-glu-glu-glu de los animalitos que vivían en el agua.
¡Cuántas cosas desconocidas iba descubriendo! De noche veía luces verdes y
rojas, azules y amarillas que iban y venían. Y empezó a ponerse verdoso. La
lama del agua iba quedándose entre sus escamas de árbol. Una mañana se dio
cuenta de que respiraba y que iban naciéndole cuatro retoños, dos a cada lado
del cuerpo. ¡Creo que me estoy convirtiendo en animal!
¡Coco…coco…coco! gritó muy contento, aunque con bastante trabajo.
Mmmm… buscaré un nombre que recuerde de dónde vengo…
¡Me llamaré cocodrilo! ¿Cómo la ven?
Un hombre cualquiera y los pepinos.
Una vez, un hombre cualquiera fue a recoger pepinos a un huerto. Y mientras
se arrastraba hacia los pepinos pensaba: “Si alcanzo a recoger un cesto entero
de pepinos, lo vendo y con ese dinero me compro una gallinita. La gallina me va
a dar huevos, los va a empollar y me van a nacer
muchos pollitos. Alimento bien a los pollitos, los
vendo y me compro una lechoncita, la engordo y
cuando sea marrana me va a parir lechones.
Vendo los lechoncitos y me compro una yegüita que
me va a parir potranquitos. Alimento bien a los
potrancos, los vendo y compro una casa y hago una
huerta. Cultivo la huerta y siembro pepinos, no me los voy
a dejar robar. Voy a contratar guardianes, los voy a
poner a cuidarme los pepinos y yo mismo, de vez en
cuando, me voy a dar una vueltica por el huerto para
gritarles: “¡Hey, ustedes, vigilen con más atención!”…
El hombre se había concentrado tanto en sus cuentas, que se le olvidó del todo
que estaba en un huerto ajeno y no se percató de haber gritado con toda su
alma. Los guardianes oyeron su llamado de atención y, obedientes, se pusieron
alerta, encontraron al ladrón y le dieron una paliza.
El elefante y su hijo.
El elefante y su hijo pasaban la tarde
en casa.
El elefantito tarareaba una canción.
–¿No puedes estar callado? –dijo el papá
elefante–. Papá intenta leer el periódico
y no puede escuchar la canción al mismo
tiempo que lee el periódico.
–¿Por qué no? –preguntó el elefantito.
–Porque papá no puede pensar en dos
cosas a la vez, por eso –respondió el
padre elefante.
El elefantito dejó de cantar. Se sentó en silencio. Papá elefante encendió un
cigarro y se puso a leer.
Al cabo de un rato el elefantito le preguntó:
–Papá, ¿sigues sin poder pensar en dos cosas a la vez?
–Si, hijo –respondió el elefante–. Así es.
–Entonces –dijo el elefantito–. Deberías dejar de pensar en el periódico para
pensar en la pantufla de tu pie izquierdo.
–Pero hijo… –dijo el elefante–. El periódico de papá es mucho más interesante e
ilustrativo que la pantufla de su pie izquierdo.
–Puede que sí –dijo elefantito–, pero tu
periódico no se ha incendiado con la ceniza
del cigarro. En cambio, la pantufla de tu pie
izquierdo, sí. Papá elefante corrió a sumergir
en agua su pantufla. Muy suavecito, el
elefantito empezó a tatarear de nuevo.
No siempre el saber puede suplir la
observación directa.
Un amigo.
Tener un amigo es
maravilloso. Es como
levantarse y sentir que brilla
el Sol.
Un amigo es alguien con quien
puedes pasar un rato hermoso.
Pero un amigo es más que eso.
Es alguien que piensa en ti
cuando estás lejos. Alguien
que cruza los dedos cuando
tienes que hacer algo difícil.
Nunca estás del todo solo
cuando tienes un amigo. Un amigo escucha lo que dices y también trata de
entender lo que quieres decir. Pero un amigo no siempre está de acuerdo
contigo. A veces te contradice para que pienses con cuidado.
Un amigo te quiere aunque te hayas equivocado.
Un amigo te impulsa a hacer cosas nuevas, cosas que tú nunca hubieras
imaginado.
Amigo es una palabra hermosa. ¡Es casi la mejor palabra!
Todos pueden ser amigos de alguien. Pero es necesario que tengas el corazón
abierto para ver cuando alguien quiere ser tu amigo.
Un amigo es alguien con quien puedes pasar un rato hermoso, que piensa en ti,
que te escucha y te dice cuándo te equivocas, que te enseña cosas nuevas y
siempre tiene tiempo para ti.
¡Alguien en quien puedes confiar!
¿Quién es tu amigo?
La pulga y el camello.
Montada una pulga sobre la carga que llevaba un camello, presumía
que era más que él, porque iba encima. Después de un rato, por fin
saltó al suelo diciéndole.
–Amigo mío, reconozco que peso
muchísimo y como te tengo
lástima, acabo de bajarme.
–De nada me sirve –respondió el
camello– el favor que crees
haberme hecho, pues el peso de
tu cuerpo no quita ni añade
nada, en lo más mínimo, al peso de mi carga.
Moraleja. Hay muchos ridículos que suponen que lo que son o lo que
hacen es muy importante, cuando en realidad no tiene ninguna
importancia.
¡Ay señora mi vecina!
¡Ay señora mi vecina,
se me murió la gallina!
Con su cresta colorada
pues, señora mi vecina,
se me murió la gallina,
domingo de madrugada;
Sí, señora mi vecina,
ay, señora, mi vecina
domingo de madrugada.
¡Míreme usted como sudo,
con el corral enlutado,
y el traje amarillo entero,
ya no la veré ataviada
paseando en el gallinero
y el gallo viudo!
¡Míreme usted cómo lloro,
con el pecho destrozado
y el gallo a coro!
¡Ay señora mi vecina,
cómo no voy a llorar,
si se murió mi gallina!
El señor don gato.
Estaba un gato sentado
en una sillita de palo
con el zapato picado
y el sombrero a la francesa.
Llegaron cartas de España
que si quería ser casado
con una gata morisca
de copete colorado.
El gatito, de contento,
se subió por un tejado
y se rompió tres costillas.
a las doce de la noche
ya el gatito había expirado.
Ya murió señor don gato,
ya lo llevan a enterrar
entre cuatro zopilotes
y un ratón de sacristán.
Ton, tolón,
muerto lo llevan en un cajón;
como el cajón es de palo,
muerto lo llevan en un caballo;
como el caballo es torsillo,
muerto lo llevan en un castillo;
como el castillo es de fuego,
muerto lo llevan en un borrego;
como el borrego es de lana,
muerto lo llevan en una cama;
como la cama es de aceite,
muerto lo llevan a San Vicente;
San Vicente está cerrado,
sale el diablo a repicar
y les da de merendar
guajolotes en conserva
y lagartijas en pipián.
La mosca vanidosa
Una hormiga y una mosca
discutían sobre cuál de las dos
valía más. La mosca decía:
–¿Cómo puedes soñar siquiera
en compararte conmigo? ¿No
ves, acaso, cómo vuelo y
cuánto hago? Me meto en todas
partes, incluso en los palacios y
en las mansiones de los más
ricos; saboreo los alimentos
antes que sus propios dueños;
me poso en la cabeza del rey y
beso las flores más bellas y a las más hermosas muchachas. Me
desplazo por el aire sin ningún esfuerzo y gozo sin
preocupaciones de todo lo mejor que hay en el mundo. ¿Quieres
decirme de qué cosa semejante puedes disfrutar tú, hormiguita
miserable?
–Es verdad –respondió la hormiga– que es una gran cosa poder
asistir a los banquetes más elegantes; pero siempre que sea
porque te invitaron, no como intruso. Sí. Ciertamente frecuentas
los palacios y las mansiones reales, pero tienes que hacerlo a
escondidas, pues en cuanto te ven, siempre te quieren espantar,
o aplastar. Hablas majaderamente del rey y de las muchachas,
sin el menor respeto. No te esfuerces en convencerme: todo eso
es verdad. Sin
embargo, cuando
llega a pasarte
cualquier cosa, no
sirves para nada.
Llega el invierno y yo
tengo asegurada mi
comida. Tú, en
cambio, vas a posarte
sobre la pared donde
muere el último rayo de sol… y te mueres de frío. Yo entro en mi
casa, bien provista de todo, y allí estoy calientita, sana y salva…
¿Por qué no me contestas ahora?
Como la mosca no supo qué contestar, dio dos o tres vueltas
volando y se marchó por la ventana.
La tortuga y los patos
Los patos levantaron el vuelo, llevando a Doña Tortuga prendida de la vara fuertemente
con la boca. Se levantaron por el aire y
Doña Tortuga miraba encantada todo lo
que iba pasando bajo sus ojos. Con la boca
bien apretada, se balanceaba por encima de
los árboles. Los demás animales, al verla
pasar, no salían de su asombro.
El cerdo, el burro, el chivo, el perro,
comentaban en voz alta aquella maravillosa
proeza:
–¡Doña Tortuga es la reina de las tortugas!
–decían–. ¡Elevarse por los aires con su
casa a cuestas! ¡Qué maravilla!
–¡Doña Tortuga es la emperatriz de las
tortugas! Doña Tortuga los oía y se llenaba
de orgullo. Tanto, que olvidó que tenía que tener la boca cerrada y gritó:
–¡Sí, soy la reina de las tortugas y me voy a otros países porque aquí no hay nada que
merezca ser visto por mí!
Bueno, eso fue lo que quiso decir, porque apenas abrió la boca, empezó a caer por el aire,
dando vueltas, y no tuvo tiempo de pronunciar una sola palabra. Lo único que se le oyó
fue: AAhhhhhhhhhhhhhhhhh… ¡Patapáfate!…
Doña Tortuga cayó en mitad de la laguna. Cayó y rebotó. ¡Menos mal que sabía nadar!
Muy agitada, llegó por fin a la orilla. Sus amigos los patos se alejaban, a todo volar, rumbo
a los lejanos países del Oriente y Doña
Tortuga apenas tuvo tiempo para
hacerles adiós con la pata.
Los otros animales se acercaron a
socorrerla y la acompañaron hasta su
casa. Doña Tortuga se sintió muy triste,
y al otro día, para distraerse y olvidar su
pena, salió a dar una vuelta por los
alrededores.
¡Pobre tortuga! Y ¿qué podemos
aprender de lo que le pasó?
El campesino y los pasteles
Una vez fue un campesino a la ciudad. Y se encontró con un grave problema. Solamente
tenía veinte pesos, y le estaba doliendo una muela. El campesino pensaba: ” Si me saco la
muela y pago al dentista, no puedo
comer; si lo gasto en comer, me
seguirá doliendo la muela.”
Estaba el buen hombre con estos
pensamientos cuando fue a pararse
enfrente de una pastelería. Allí se
quedó largo tiempo mirando
embobado los pasteles, hasta que
pasaron por allí dos muchachos y le
dijeron para burlarse:
–¿Cuántos pasteles te atreverías a
comer en una comida?
–¡Hombre, me comería quinientos!
–¡Quinientos! ¡Dios nos libre!
–Pues de qué poco se asustan ustedes
–y de esta forma comenzaron a
discutir, ellos diciendo que no y él insistiendo que sí.
–¿Qué apuestas? –dijeron los muchachos.
–Pues… si no me los como, me dejo sacar esta muela –y el campesino señaló la que le
dolía.
Los muchachos aceptaron alegres la apuesta.
El hombre comenzó a comer y, cuando ya no tenía más hambre, dijo:
–He perdido, señores.
Entonces llamaron a un dentista y le sacaron la muela.
Los muchachos se reían diciendo:
–Miren a ese tonto, que por hartarse de pasteles deja que le saquen una muela.
Entonces les respondió el campesino:
–Más tontos son ustedes, porque gracias a esta apuesta he matado el hambre y, además, me
han sacado una muela que me había dolido toda la semana.
Los veinte ratones
Por los callejones
pasa una ratita
con veinte ratones,
unos sin colita
y otros muy colones,
uno sin orejas
y otros orejones,
unos sin patitas
y otros muy patones,
unos sin ojitos
y otros muy ojones,
unos sin narices
y otros narigones,
unos sin Hociquito
y otros muy chipones…
Trabalenguas
Me han dicho un dicho
que han dicho que he dicho yo;
ese dicho está mal dicho,
pues si lo hubiera dicho yo,
estaría mejor dicho
el dicho que han dicho
que he dicho yo.
Una pícara pájara
pica en la típica jícara;
en la típica jícara,
pica una pícara pájara.
En el juncal con don Joaquín
juncos juntaba Julián;
juntase Juana a las dos
y entonces, juncos juntaron
Juana, Joaquín y Julián.
El cielo está enladrillado.
¿Quién lo desenladrillará?
El que lo desenladrille
buen desenladrillador será.
María Chuchena techaba su choza,
y un techador que por ahí pasaba le dijo:
–María Chuchena, ¿techas tu choza o techas la ajena?
–Ni techo mi choza, ni techo la ajena,
que techo la choza de María Chuchena.
El pájaro carpintero y el tucán
Pues dicen los que lo vieron que hace
mucho tiempo estaba el pájaro carpintero
picoteando intensamente un hueco en lo
alto de un árbol.
Trabajaba con mucha prisa, porque quería
poner un huevo en un lugar seguro– Con su
fuerte pico golpeaba –toc, toc, toc–, una y
otra vez, rítmicamente, la corteza del
tronco, que retumbaba en toda la selva
como si fuera un tambor.
De pronto llegó volando el tucán, con sus
preciosas plumas de colores y su enorme
pico grueso y largo como su propio cuerpo,
y se posó al lado del pájaro carpintero. Venía a ver cómo éste hacía su nido,
pues había escuchado decir que era el mejor constructor de nidos de toda la
selva.
El tucán le preguntó:–¿Es cierto que haces los mejores nidos?
–Pues eso dicen y es verdad: mira cómo los hago –respondió el pájaro
carpintero –toc, toc, toc–, sin dejar de golpear el tronco con el pico.
El tucán, que a pesar de tener un gran pico no sabía hacer huecos y tenía que
vivir al aire libre, dijo: –Pájaro carpintero, a mí me gustaría tener una casa
como la suya, para poner los huevos y vivir tranquilo.
El pájaro entonces tuvo una idea:
–Mira, compadre, ¿por qué no hacemos un trato? Tú me regalas las plumas de
colores que tienes en la cabeza y que me gustan mucho, y, a cambio, yo te
regalo mi casa para poner tus huevos y criar a tus hijos. ¿Te parece bien? Al
tucán le pareció muy buena idea y aceptó el cambio. –Ea, hagámoslo ya. Así que
el tucán le entregó las plumas multicolores de su cresta al pájaro carpintero, y
éste a cambio le cedió su nido. A partir de aquel día se hicieron, además muy
buenos amigos. Y, desde entonces, los pájaros carpinteros golpean
alegremente con su pico en los árboles y mueven con orgullo la cabeza, donde
se ve un hermoso penacho de plumas rojas y amarillas.
Y también desde entonces los tucanes y sus familiares, los pájaros tabaqueros,
siempre tienen un lugar donde resguardarse de las intensas lluvias tropicales
de la selva.
Cajitas frutales
Para guardar
el bigote de un ratón,
la cáscara de un piñón.
Para guardar
todas las horas del día
la cáscara de sandía.
Para guardar
las burbujitas de un pez,
la cáscara de una nuez.
Para guardar
de todo un poco,
una cáscara de coco.
La camella bailarina
La camella no pensaba en otra cosa que en
ser bailarina de ballet.
–Para que todos mis movimientos sean un
ejemplo de gracia y belleza –decía la
camella–. Ése es mi único deseo.
Practicaba una vez y otra sus piruetas, sus
relevés y sus arabescos. Repetía las cinco
posiciones básicas cien veces al día. Ensayó
muchos meses bajo el sol abrasador del
desierto. Tenía los pies destrozados y el
cuerpo dolorido por la fatiga, pero ni una
sola vez pensó en desistir.
Por fin, se dijo: “Ahora soy bailarina.”
Anunció un recital y bailó ante un grupo de
camellos amigos y de críticos. Cuando terminó su actuación, se deshizo en una
reverencia. No hubo aplausos. –Debo decirle con toda franqueza –dijo un
miembro del público–, como crítico y como portavoz de este grupo, que es
usted cachetuda y jorobada, grandota y desmañada. No es usted, como el
resto de nosotros, otra cosa que un camello. Nunca ha sido ni será una
bailarina de ballet. Entre risitas y burlas, la concurrencia se disolvió por las
arenas del desierto. ¡Qué equivocados están! –se dijo la camella–. He trabajado
duro. No cabe duda de que soy una magnífica bailarina. Bailaré y bailaré, sólo
para mí. Así lo hizo, y disfrutó muchos años.
Quien se quiere a sí mismo es feliz.
Coplas
Una polla pinta
y una colorada
ponen sus huevitos
en la madrugada.
Y de rama en rama
y de flor en flor
canta un pajarito
rendido de amor.
Paloma blanca, piquito de oro
que con tus alas, volando vas.
pasan los montes, pasan los ríos
pasan las olas del ancho mar.
Soy caracol, ¡caracoles!
casa no compró ni vendo,
con orgullo voy y vengo
deslizándome entre flores!
Pobrecito gato
no hallaba qué hacer:
agarró una rata
y se la empezó a comer.
Préstame tu gato prieto
para ponerle calzones,
me lo llevaré a mi casa
para que coma ratones.
Ricitos de oro y los tres ositos
Cierto día, una niña a la que por su hermosa cabellera
rubia le llamaban Ricitos de oro, fue a dar un paseo
por el bosque que había junto a su pueblo.
Estaba cantando alegremente y recogiendo florecillas
cuando, de pronto, se puso a llover. Echó a correr,
buscando cobijo, y vio a lo lejos una acogedora casita
en medio del bosque, hacia la que se dirigió. Al llegar
gritó y llamó a la puerta, pero nadie salió a abrir.
Ricitos de Oro probó a girar el picaporte y la puerta
se abrió la puerta: no estaba cerrada con llave.
La niña entró y vio una mesa con tres platos humeantes; uno grande, otro
mediano y otro pequeño. Frente a cada plato había una silla cuyo tamaño se
correspondía con el plato: la primera silla era grande,
la segunda mediana y la tercera pequeña.
Ricitos de oro tenía tanta hambre que se acercó a la
mesa y, al ver que los platos estaban llenos de
gachas, empezó a comer del plato pequeño. Cuando
terminó se comió las gachas del plato mediano y
finalmente se sentó en la silla grande y vació el
tercer plato.
–¡Qué buenas estaban!, –exclamó la niña–. Pero ahora me ha dado sueño…
Subió unas escaleras y llegó a una habitación en la que había tres camas; una
grande otra mediana y otra pequeña. Se tumbó en la
cama pequeña y se quedó dormida.
Al rato llegaron los dueños de la casa, que eran una
familia de osos: papá oso, mamá osa y su hijo osito.
–¡Se han comido la sopa! –exclamaron los osos.
Subieron corriendo a la habitación y, al ver a Ricitos
de oro dormida, dijeron:
–¡Qué niña tan linda!
Ricitos de Oro despertó. Como sabía cocinar bien, les hizo un gran pastel para
compensar la sopa que se había comido, y desde aquel día fue muy amiga de la
simpática familia de osos.
Coplas
Mono
Entre las ramas navega
buscando su comida, y brinca entre las lianas
durante toda su vida. La cola le sirve para colgarse de los árboles y tener las manos
libres para comer frutas mientras se balancea en las ramas.
Y cuando están dormidos en los árboles, se convierte en una cuerda de seguridad.
Cuando juegan, se agarran de la cola unos con otros. También la usan para dar
volteretas. El mono vive en la selva, donde hay lianas. Es peludo, muy inteligente y
juguetón. La cola es como una tercera mano.
La abeja haragana
Había una vez en una colmena una abeja que no quería trabajar. Es decir, recorría los
árboles uno por uno para tomar el jugo de las flores; pero en vez de conservarlo para
convertirlo en miel, se lo tomaba del todo.
Era, pues, una abeja haragana.
Todas las mañanas, apenas el sol
calentaba el aire, la abejita se asomaba
a la puerta de la colmena, veía que hacía
buen tiempo, se peinaba con las patas,
como hacen las moscas, y echaba
entonces a volar, muy contenta del lindo
día. Zumbaba muerta de gusto de flor en
flor, entraba en la colmena, volvía a salir
y así se la pasaba todo el día, mientras las otras abejas se mataban trabajando para
llenar la colmena de miel, porque la miel es el alimento de las abejas recién nacidas.
Como las abejas son muy serias, comenzaron a disgustarse con el proceder de la
hermana haragana. En la puerta de las colmenas hay siempre unas cuantas abejas que
están de guardia, para cuidar que no entren bichos en la colmena. Estas abejas suelen
ser muy viejas, con gran experiencia de la vida, tienen el lomo pelado porque han
perdido los pelos de tanto rozar contra la puerta de la colmena.
Un día, pues, detuvieron a la abeja haragana cuando iba a entrar, diciéndole: –
Compañera: es necesario que trabajes, porque todas las abejas debemos trabajar.
La abejita contestó: –¡Yo ando todo el día volando, y me canso mucho!
–No es cuestión de que te canses mucho –le respondieron– sino de que trabajes un
poco. Es la primera advertencia que te hacemos. Y diciendo así la dejaron pasar. Pero
la abeja haragana no se corregía. De modo que a la tarde siguiente las abejas que
estaban de guardia dijeron: –Hay que trabajar, hermana. Y ella respondió en seguida –
¡Uno de estos días lo voy a hacer!
El hombre feliz
Había una vez un rey viejo y enfermo. Sabía
que su muerte estaba próxima, pero como
era tan poderoso se resistía a creer que la
muerte pudiera llevárselo. Mandó reunir a
los mejores médicos de su reino y cuando
vio que eran incapaces de curarlo, ordenó
venir a otros tantos de tierras muy lejanas.
Pero no sirvió de nada: se estaba muriendo
de puro viejo y contra eso, le dijeron, no
había cura posible.
Entonces el rey supo de un sabio que vivía muy lejos y que tenía respuesta para todo.
Al punto, envió a sus mensajeros a preguntar a aquel hombre qué era lo que podía
curarlo. Los mensajeros regresaron y dijeron: ―Su Majestad tiene que encontrar un
hombre que no le pida nada a la vida, tomar su camisa y ponérsela. Si lo hace, se
curará. El viejo rey se puso muy contento y envió a sus consejeros a que buscaran por
todo el reino a aquel hombre. Mientras los consejeros se iban adentrando en tierras
cada vez más lejanas, el viejo rey se debilitaba más y más. Una noche los consejeros
escucharon hablar en voz alta a un hombre de rostro alegre y sano con una jarra de
cerveza en la mano, que se encontraba en una esquina de la taberna donde se alojaban.
Tenía aspecto de ser muy pobre, pues llevaba una chaqueta remendada y unos
pantalones desgastados ya por el uso. De repente, golpeó la mesa con el puño y
exclamó en voz alta: ―¡Yo no le pido nada más a la vida! Cuando los consejeros
escucharon estas palabras, se acercaron a él y le suplicaron que fuera con ellos para
salvar al rey. ―¡Te hará más rico que lo que jamás hayas podido soñar! ―le
prometieron. ―Pero si ya soy lo bastante rico ―dijo feliz el hombre―. Tengo todo lo
que puedo necesitar. Nadie pudo convencerle y los consejeros empezaron a
desesperarse y optaron por ir rellenando con cerveza la copa del hombre varias veces
hasta que éste cayó en un profundo sueño. Entonces, lo metieron en su carruaje y lo
condujeron rápidamente hasta el palacio del rey. El anciano rey, muy debilitado,
levantó una mano: ―¡Dadme su camisa! ―ordenó―. Me la pondré y así volveré a
encontrarme del todo bien. ―¡Oh, Majestad! ―exclamaron los consejeros―. Parece
que este loco feliz no lleva puesta camisa alguna... Entonces, el anciano rey dejó
escapar un largo y conmovedor gemido y murió. Tan sólo entonces los consejeros
entendieron el significado último de las palabras del sabio: no hay en el mundo
persona alguna que tenga todo lo que desea, y ni siquiera los reyes pueden vivir para
siempre.
Cómo corregir a una maestra malvada
Aunque no lo crean, las maestras y los maestros somos seres humanos. A
veces estamos un poquito gruñones, pero, casi
siempre, lo que hace falta para descubrir que
no somos tan terribles es un poco de tiempo
¡para conocernos mejor!
13 de septiembre, miércoles
Tengo un problema. Tengo un problema desde el
lunes pasado. Y ya es miércoles. Este es mi
problema: no me gusta la nueva maestra. Se ríe
poco, lanza miradas feroces y además, su bata es
de color gris.
14 de septiembre, jueves
A veces siento ganas de llorar, pero no quiero
empezar porque me entra aire por la boca. No
conviene que te entre aire por la boca: produce
hipo o dolor de tripa.
Mi corazón se está volviendo del color de la bata de la maestra.
15 de septiembre, viernes
Pablo me ha contado un secreto: anoche se hizo pipí en la cama. No le había
pasado desde que tenía tres años...
Le dije: ―No te preocupes, Pablo. Yo una vez soñé que estaba en el excusado y
mojé la cama.
Pero en realidad lo que pensé fue esto otro: ―No me extraña que te hayas
hecho pipí, ¡con la mirada que te echó ayer la maestra!
16 de septiembre, sábado
Siento pena por Pablo. Siento pena por mí misma. Creo que escribiré un poema.
18 de septiembre, lunes
Que sorpresa me llevé hoy: la maestra nos dio una clase divertida; todo el
grupo estaba sorprendido de lo contenta que estaba. Creo que necesito
conocerla mejor, porque no es tan gruñona como yo creía.
¿Cómo salir de este problema, cómo corregir a una maestra que no es la mejor
de las maestras posibles? Los que quieran saberlo van a tener que leer este
libro. Luego se los presto.
Me gustaría tener
Me gustaría tener
algo difícil de creer,
algo que nunca, nunca,
o bueno... casi nunca
se puede ver.
Algo como...
un loro con reloj de oro.
Me gustaría tener
algo difícil de creer,
algo que nunca, nunca,
o bueno... casi nunca
se puede ver.
Algo como...
dos jirafas leyendo con gafas.
Me gustaría tener
algo difícil de creer,
algo que nunca, nunca,
o bueno... casi nunca
se puede ver.
Algo como...
cuatro ratones comprando pantalones.
Me gustaría tener
algo difícil de creer,
algo que nunca, nunca,o bueno... casi nunca
se puede ver.
Algo como...
cinco pumas escribiendo con plumas.
Me gustaría tener
algo difícil de creer,
algo que nunca, nunca,
o bueno... casi nunca
se puede ver. Algo como...
siete cocodrilos bordando con hilo.
Pato va en bici
Un día, el Pato, al ver la bicicleta que un niño había dejado, tuvo una idea:
―Seguro que yo sabría andar en una bici―. Se acercó a ella, montó, y empezó a
pedalear. Primero iba muy despacio, y se tambaleaba bastante, pero ¡era
divertido!
El pato pasó en bici por delante de la Vaca y la
saludó. ―¡Hola, Vaca! –dijo al Pato. –Muuu –
contestó la Vaca. Pero en realidad pensó: ―
¿Un pato en una bici? ¡Jamás se ha visto!―
Luego pasó por delante de la Oveja. – ¡Hola,
Oveja!– dijo el Pato. –Beeee –contestó la
Oveja. Pero en realidad pensó: ―Si no va con
cuidado, se va a lastimar.― El Pato cada vez
manejaba mejor. Pasó por delante del Perro.
―¡Hola, Perro! –dijo el Pato. –Guau –contestó el
Perro. Pero en realidad pensó: ―¡Vaya
travesura!― Luego el Pato pasó por delante del
Gato. ―¡Hola, Gato! ―dijo el Pato. –Miau –contestó el Gato. Pero en realidad
pensó: ―¡Qué manera de perder el tiempo!― El Pato pedaleaba cada vez más
rápido. Pasó por delante del Caballo.
¡Hola, Caballo! –dijo el Pato. –Hiii –contestó el Caballo. Pero en realidad pensó:
― ¡Todavía no eres tan rápido como yo!― El Pato hizo sonar el timbre al
acercarse a la Gallina.― ¡Hola, Gallina! –dijo el Pato. –Coc, coc –contestó la
Gallina. Pero en realidad pensó: ―¡Fíjate por dónde vas, Pato!―. Luego el Pato
encontró a la Cabra. –¡Hola, Cabra! –dijo el Pato. –Baaa– contestó la Cabra. Pero
en realidad pensó: ―Me encantaría comerme esta bici.― El pato pasó por
delante de los Cerdos. –¡Hola, Cerdos! –dijo el Pato. –Oinc oinc –contestaron los
Cerdos. Pero en realidad pensaron: ―Este Pato es un presumido―. Luego el
Pato pedaleó sin manos ante el Ratón. ―¡Hola, Ratón! –dijo el Pato. –Yic yic –
contestó el Ratón. Pero en realidad pensó: ―Me gustaría poder ir en bici como
Pato.― De pronto, llegó un grupo de niños y niñas en bicicleta. Venían tan de
prisa que no vieron al Pato. Dejaron sus bicicletas cerca de la casa y entraron.
¡Había bicis para todos! Los animales iban y venían sin parar por el corral.
―¡Qué divertido!―, decían. ―¡Qué idea tan genial, pato!―. Luego, dejaron las
bicis en su sitio. Y nadie supo que esa tarde una vaca, una oveja, un perro, un
gato, un caballo, una gallina, una cabra, dos cerdos, un ratón y un pato
estuvieron montando en bici.
Los trabalenguas
Chango chino chiflado,
que chiflas a tu china changa,
ya no chifles a tu china changa,
chango chino chiflado.
Una cabra ética
palética, palán palamética,
tuvo sus cabritos éticos
paléticos, palán palaméticos.
Si la cabra no hubiera sido ética
palética, palán palamética,
sus cabritos no habrían sido éticos
paléticos, palán palaméticos.
De Guadalajara vengo,
jarras traigo,jarrasvendo,
a medio doy cada jarra.
¡Qué jarras tan caras vendo!
En medio de una laguna de agua,
estaba una Záncara zancajara grande,
con cinco záncaros zancajitos chiquitos.
Por agarrar la záncara zancajara grande,
agarrélos cinco záncaros zancajitos chiquitos.
Vaca Blanca
Vaca Manchaera de todas las vacas la más
hermosa.
Al igual que las demás tenía manchas, sólo que las
suyas no eran comunes. Tenían forma de nube,
estrella y pez.
Vaca Manchasoñaba con viajar, conocer más
lugares y hacer nuevos amigos.
Un buen día, aburrida de lo mismo, caminó hacia
otros pastizales. Y allí fue donde lo vio.
Estacionado afuera de la granja de don Alonso, había un pequeño coche
amarillo con un letrero de "Se vende".
Vaca Manchaimaginó en un segundo todos los lugares que podría conocer
viajando en él... pero para qué ilusionarsesi no tenía dinero con qué
comprarlo... a menos que... ¡vendiera sus manchas!
Y eso hizo. Una se la vendió al cielo, otra fue para su amiga la noche y la
última, la que tenía forma de pez...se la quedó el río. Al día siguiente muy
temprano, se fue con don Alonso y compró el coche.
Luego hizo su maleta, se despidió de sus amigas...e inició su viaje.
Ya no era más Vaca Mancha, ahora se llamaría Vaca Blanca y estaba muy
contenta con su nueva vida.
Supermamá
¡Supermamá está en todas partes!
Meciéndose, volando, nadando,
paseando.
¡Todas las mamás cuidan a sus bebés!
Los monos en los árboles. Las
golondrinas en sus nidos. Las orcas en el
océano.
Supermamá viene en todas las formas y
tamaños, puede tener muchas patas o
estar llena de pelo, tener una cola o
¡incluso escamas! Los peces nodriza
anidan y cuidan a sus bebés dentro de la
boca.
Llamamos mamá a la persona en cuyo
seno nacimos. También a la persona que
nos ha querido y cuidado. ¡Supermamá tiene bebés! Algunas mamás ponen
huevos y otras llevan a sus bebés dentro de su cuerpo hasta que nacen. Las
mamás víboras se enrollan en sus huevos. Las mamás gatos pueden tener
muchos bebés al mismo tiempo. ¡Supermamá es valiente! Si amenazan a sus
bebés, ¡arañará!, ¡luchará!, ¡ladrará!, ¡morderá! La tiranosaura rex era
también una buena mamá. Probablemente cargaba a sus bebés en la boca.
¡Supermamá lo sabe todo! Sabe exactamente lo que le gusta comer a su
bebé. ¿Gusanos, escarabajos o galletas? Y tu mamá, ¿qué tipo de
supermamá es?
la borreguita negra
Había un pastor que vivía en las
montañas. Tenía un perro, Polo, que
vigilaba a los borregos mientras el pastor
tejía, sentado en una roca cubierta de
musgo. El pastor tejía calcetas, bufandas,
suéteres y cobijas de lana, y los vendía en
el pueblo. Cuando notaba que una oveja se alejaba, sacaba un silbato y daba
un chiflido. Era la señal para que Polo corriera tras la oveja y la llevara con las
otras. Polo se sentía muy importante. El pastor las iba contando cuando
entraban al corral. Todos eran blancos, menos una, la borreguita negra.
Cuando Polo ladraba ―Vuelta a la derecha‖, todos hacían lo que se les
ordenaba. Todos menos una. La negrita daba vuelta a la izquierda cuando
debía dar vuelta a la derecha. –Esta oveja negra no me obedece –se quejaba
Polo con el pastor–, y piensa demasiado. Las
borreguitas no necesitan pensar. ¡Yo pienso por
ellas! La ovejita negra soñaba con ser como las
otras. –¿Podrías tejerme una chaquetita blanca?
–le dijo al pastor. –Claro que no –contestó el
pastor–, tú eres una borreguita muy especial.
Una tarde, estalló una tormenta terrible, con
granizo, rayos, nieve y viento. –¡Corre, Polo! –
exclamó el pastor– Por los borregos no te preocupes; ellos tienen sus abrigos
de lana. El pastor corrió con Polo a su cabaña, y prendió fuego para secar su
ropa. Mientras tanto, los borregos se estaban poniendo nerviosos. –¿Dónde
está Polo? –balaban.–¿Quéhacemos? –Tenemos que buscar un refugio –dijo
la borreguita negra–. ¡Síganme! Yo sé dónde hay una cueva. Cuando
amanezcayo buscaréal pastor. A la mañana siguiente ya no estaba nevando,
pero todo estaba cubierto de nieve. El pastor y Polo se asomaron y vieron
una mancha negra en la cima de la colonia. –¡Polo! –gritó el pastor–.
¡Nuestra borreguita negra! –y fueron corriendo hacia ella. Bajo la saliente de
la roca encontraron a todo el rebaño. ¡Cómo se alegraron! –¡Mi borreguita
negra! Si no fuera por ti no habría hallado mi rebaño. Siempre dije que tú
eras muy especial –le dijo.
Una madre emotiva
No se nota a simple vista.Se ve y funciona como la
mayoría de las madres, pero la mía es diferente... es
una madre EMOTIVA. Ella hace las cosas q ue hacen
las mamás: te da de comer, te abraza. Al atravesar las
calles, no suelta tu mano. En las noches, te cuenta un
cuento y te tapa. Pero algo pasa de repente. Es una
cosa muy rara. Cuando menos te lo esperas, abre
grandes los ojos y se le van llenado de agua. Le tiembla un poco la boca
hasta que... ¡GUAAAAA! ¡Empieza a llorar! Llora y llora y después de un rato
se le pasa. Ella no llora, como yo, cuando se pega o se
raspa las rodillas. Ella llora cuando escucha música o
cuando le dan regalos. Papi le dice que llora porque
es muy emotiva. Cuando yo nací, mami se emocionó
tanto que para atenderla, el doctor y la enfermera
usaron los trajes de buzo que llevaba papi por si
acaso. Todavía los guardan, porque saben que algún
día yo podría tener un hermanito. La primera vez que
fui a la escuela, mami tomó del frutero la manzana
más linda y la puso en una bolsa. Me peinó con mucha vaselina y me revisó
detrás de las orejas para que fuera bien limpio. Caminamos hasta la entrada
con toda naturalidad, pero cuando me iba a despedir...¡ay!, cuando me iba a
despedir...¡empezó a llorar tan fuerte que parecía que estábamos en plena
tormenta! Papi, que sabe resolver esos problemas, comenzó a repartir
paraguas de colores. Así, los demás niños pudieron llegar secos a la entrada y
las mamás se pusieron contentas porque estrenaron paraguas. La maestra
dijo entonces: "¡Veo que usted es una persona emotiva!" A principios del
verano empezó la olimpiada de la escuela. Había competencias de carreras,
salto de altura, futbol y tiro al blanco. ¡Corrí rapidísimo! Brinqué altísimo...
pateé durísimo... Al final me dieron una medalla. Estaba tan contento que
corría ponérsela a papi, que sabecomponer las cosas. ¡Entonces sí pasó algo
tremendo! Abrió muy grandes los ojos y se le llenaron de agua. Le empezó a
temblar la boca y de repente... ¡GUAAAA! ¡Papi se puso a llorar! ¡Y mami no
estaba preparada para enfrentar esa situación! Entonces pensamos que la
nuestra, toda, es una familia muy emotiva. Y sólo hay una cosa que se puede
hacer con una familia toda muy emotiva... ¡Completarla corriendo a comprar
el perro más llorón que tengan en la tienda!
Clic, clau, muuu. Las vacas mecanógrafas
El granjero Brown no sabe qué hacer.A sus vacas les
gusta escribir a máquina. Todo el día las escucha:
Clic, clac, muuu.
Clic, clac, muuu.
Al principio no podía creer lo que oía.
Clic, clac, muuu.
Clic, clac, muuu.
Luego no pudo creer lo que veían sus ojos.
Querido granjero Brown: Nos estamos congelando.
Nos gustaría tener algunos cobertores eléctricos.
Atentamente, Las Vacas.
Ya era el colmo que las vacas hubieran encontrado la vieja máquina de escribir en el
granero y ¡ahora querían cobertores eléctricos! "De ningún modo", dijo el Granjero
Brown.
"Nada de cobertores eléctricos."
Entonces las vacas se pusieron en huelga.
Pegaron una nota en el granero.
Cerrado.
Los sentimos.
Hoy no habrá leche.
"¡Hoy no habrá leche!", gritó el Granjero Brown. Al fondo, escuchó a las vacas muy
ocupadas mecanografiando:
Clic, clac, muuu.
Clic, clac, muuu.
Clic, clac, muuu.
Al día siguiente, encontró otra nota:
Querido Granjero Brown:
Las gallinas también tienen frío. Necesitamos los cobertores eléctricos.
Atentamente,
Las Vacas
Las vacas cada día estaban más impacientes con el granjero y dejaron otra nueva nota en
la puerta del granero.
Cerrado
No hay leche.
No hay huevos.
"¡No hay huevos!", gritó el Granjero Brown. Al fondo, escuchaba cómo tecleaban.
Clic, clac, muuu.
Clic, clac, muuu.
Clic, clac, muuu.
"¡Vacas mecanógrafas, gallinas en huelga! ¿A quién se le ocurre semejante cosa? ¡¿Cómo
puedo manejar una granja sin leche y sin huevos?!" El Granjero Brown estaba furioso.
El Granjero Brown sacó su propia máquina de escribir.
Queridas Vacas y Gallinas:
No habrá cobertores eléctricos. Ustedes son vacas y gallinas. Exijo leche y huevos.
Atentamente,
El Granjero Brown.
Como el pato se mantenía en terreno neutral, fue el encargado de llevar el ultimátum a
las vacas.
Temprano por la mañana, el pato tocó a la puerta. Llevaba una nota para el Granjero
Brown:
Querido Granjero Brown:
Te cambiamos nuestra máquina de escribir por los cobertores eléctricos. Puedes dejarlos
en la puerta del granero y enviaremos la máquina con el pato.
Atentamente,
Las Vacas.
Al Granjero Brown le pareció un buen trato. Dejó los cobertores cerca de la puerta del
granero y esperó a que el pato le trajera la máquina de escribir.

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Cuentos primero

  • 1. Paco el chato Paco el chato vivía en un rancho. Al cumplir seis años Paco debía entrar a la escuela. Para eso su papá lo llevó a la ciudad, donde vivía su abuelita. Al llegar a la escuela, el primer día de clases, la abuelita le dijo: - A la salida me esperas en la puerta. Paco esperó un rato, después empezó a caminar y se perdió. Paco se asustó y empezó a llorar. Un policía le preguntó su nombre, su apellido y su dirección. Paco no sabía ni su apellido ni su dirección. El policía llevó a Paco a la estación de radio para que avisaran que ahí estaba. La abuelita de Paco oyó el aviso y fue a buscarlo. Paco se alegró y prometió aprender su nombre completo y dirección.
  • 2. Saltan y Saltan Saltan y saltan y vuelven a saltar los siete enanitos en el pajar. Saltan y saltan y vuelven a saltar, al bosque encantado quieren llegar. Uno se cansa y se queda atrasito, otro se enferma y se va despacito. Saltan y saltan y vuelven a saltar los cinco enanitos que quedan nomás. Otro se pierde por el camino. y otro se sienta a comer pepino. Saltan y saltan y vuelven a saltar los tres enanitos que quedan nomás.
  • 3. Otro se pasma y se queda dormido, otro se tropieza y está mal herido. Saltan y saltan y vuelven a saltar, un solo enanito al bosque va a llegar. La reina Enanita lo estaba esperando y la boda en grande se está celebrando.
  • 4. Los animales cantores Estaba la rana muy cerca del agua, cuando contenta se puso a cantar, vino la garza y la hizo callar. Estaba la garza muy cerca del agua, cuando contenta se puso a cantar, vino la zorra y la hizo callar. Estaba la zorra muy cerca del agua, cuando contenta se puso a cantar vino el osito y la hizo callar.
  • 5. Estaba el osito muy cerca del agua, cuando contento se puso a cantar, vino el leopardo y lo hizo callar. Estaba el leopardo muy cerca del agua, cuando contento se puso a cantar, vino el gorila y lo hizo callar. Estaba el gorila muy cerca del agua, cuando contento se puso a cantar, entonces ni el diablo lo hizo callar.
  • 6. Los colores. Blanco, amarillo, verde, rojo, violeta y azul. Los colores de este mundo que siempre viste brillar, si tú no sabes su nombre, canta y lo aprenderás. Blanca es la espuma del mar, las nubes que vuelan, es la nieve y el azahar. Amarillo el Sol da su luz, los campos dorados que duermen en su quietud. Blanco, amarillo verde, rojo, violeta y azul. Los colores de este mundo que siempre viste brillar, si tú no sabes su nombre, canta y lo aprenderás. Verde es la vegetación, es la hierba que da al campo su color y resplandor. Roja es la fresa silvestre, son las amapolas y el color del corazón. Blanco, amarillo, verde, rojo, violeta y azul. Los colores de este mundo que siempre viste brillar, si tú no sabes su nombre, canta y lo aprenderás. Violeta, nombre de una flor, nombre de perfume, dulce nombre de color. Azul es el color del mar, de lagos y ríos y del espacio estelar.
  • 7. El día y la noche El día y la noche parecen un niño y una niña que juegan a perseguirse: primero es de día y luego de noche y luego de día y luego de noche... y siempre así. En esta lectura vamos a ver por qué. Mira el cielo, obsérvalo. ¿Qué ves? ¿Lo puedes tocar? ¿Quisieras subir y llegar muy alto? Aunque parezca un techo, el cielo es un espacio enorme. Allí viven el Sol, la Luna, las estrellas, los planetas y los cometas. El lugar donde vivimos es un planeta que tiene la forma de una inmensa esfera. Tiene dos nombres. Se llama Tierra, y también se llama mundo. Como la Tierra es una esfera que gira, el Sol ilumina primero un lado y después el otro. Esto produce el día y la noche. En este momento, ¿es de día o de noche? Muy bien, es de día. ¿Cómo lo sabemos? Porque hay luz, porque ahora estamos en esa parte de la Tierra que recibe la luz del Sol. A mí, en la noche me dan ganas de que me cuenten cuentos. ¿Y a ustedes?
  • 8. Flor chiquita Flor chiquita se esconde en el monte. Cuando paso tú te me escondes, cuando me mandas a cortar flores desde el monte me estás viendo. Flor chiquita, pido soñar con esta flor bonita. Flor, no te escondas. Flor, no te escondas. Huele esta flor huele esta rosa.
  • 9. Los duendes de la tienda. La tienda de don Manuel era la más surtida del pueblo. Don Manuel vivía atrás de su tienda, todas las noches la cerraba con tres candados y se iba a su casa. Una noche, don Manuel y su familia oyeron ruidos que venían de la tienda.“¿Serán ratas? Mañana pongo trampas”, pensó don Manuel. Al otro día, cuando abrió la tienda, encontró todo patas para arriba. Aquello era un verdadero desastre. La mercancía de los mostradores estaba tirada en el suelo, los sacos de maíz y frijol despanzurrados, los tomates apachurrados. Esa noche, don Manuel estuvo muy atento a cualquier cosa que se oyera. Ya muy tarde, después de la medianoche, se oyó un ruidero bárbaro. Don Manuel y su familia fueron a ver qué sucedía en la tienda. Cuando abrieron la puerta se llevaron una gran sorpresa. Adentro había un montón de duendes haciendo travesuras. Luchar contra los duendes era inútil. Lo único que podrían hacer era cambiarse a otra casa. Don Manuel y su familia empacaron todas sus cosas y las de la tienda. Subieron los bultos a una carreta y se fueron a buscar otra casa en otro pueblo. Ya iban en el camino, cuando la esposa de don Manuel se acordó que había dejado la escoba en la tienda. El más pequeño de sus hijos se ofreció a ir por ella. “No te preocupes, aquí la traigo”, dijo un duende que llegó corriendo. Y en seguida se oyeron risitas adentro de la carreta.
  • 10. Las mentiras Dicen que las mentiras son una mala costumbre. ¿Será? La verdad es que son muy divertidas, como las de estos versos que nos contó un día doña María del Refugio Verdín, en el rancho de San Sebastián El Álamo, municipio de Encarnación de Díaz. Yo iba por un caminito y me encontré un duraznito cargadito de guayabas. Le tiré muchas pedradas y cayeron tejocotes. Vino el dueño de las uvas me aventó un zapatazo. ¡Jesús, María y José!, me pegaron en un pie, me amarraron las muelas. Renuncio a las ciruelas que ni siquiera probé.
  • 11. El coco coco cocotero En medio de la selva estaba tirado un tronco de cocotero. Hacía varios días que el huracán lo había derribado, y allí se quedó calladito entre las yerbas. Tenía miedo de que vinieran los hombres con sus hachas a hacerlo pedacitos. El tronco se sentía resbaloso y húmedo y eso le gustaba muchísimo. Y pensó: ¡Qué bueno! Aquí puedo esconderme sin que los hombres me vean. Y se acomodó entre el agua fangosa, calientita. Una calurosa mañana se oyeron pisadas sobre la hojarasca. El tronco tembló de miedo y tan grande fue su temblor que empezó a rodar hasta llegar a un pantano que estaba cerca. Sólo cuando las pisadas de los hombres se alejaron, el tronco se atrevió a mirar para afuera. Estaba tan bien ahí en lo húmedo y hacía tanto calor en la selva que decidió quedarse adentro un poco de tiempo. Durante el día escuchaba el glu-glu-glu-glu de los animalitos que vivían en el agua. ¡Cuántas cosas desconocidas iba descubriendo! De noche veía luces verdes y rojas, azules y amarillas que iban y venían. Y empezó a ponerse verdoso. La lama del agua iba quedándose entre sus escamas de árbol. Una mañana se dio cuenta de que respiraba y que iban naciéndole cuatro retoños, dos a cada lado del cuerpo. ¡Creo que me estoy convirtiendo en animal! ¡Coco…coco…coco! gritó muy contento, aunque con bastante trabajo. Mmmm… buscaré un nombre que recuerde de dónde vengo… ¡Me llamaré cocodrilo! ¿Cómo la ven?
  • 12. Un hombre cualquiera y los pepinos. Una vez, un hombre cualquiera fue a recoger pepinos a un huerto. Y mientras se arrastraba hacia los pepinos pensaba: “Si alcanzo a recoger un cesto entero de pepinos, lo vendo y con ese dinero me compro una gallinita. La gallina me va a dar huevos, los va a empollar y me van a nacer muchos pollitos. Alimento bien a los pollitos, los vendo y me compro una lechoncita, la engordo y cuando sea marrana me va a parir lechones. Vendo los lechoncitos y me compro una yegüita que me va a parir potranquitos. Alimento bien a los potrancos, los vendo y compro una casa y hago una huerta. Cultivo la huerta y siembro pepinos, no me los voy a dejar robar. Voy a contratar guardianes, los voy a poner a cuidarme los pepinos y yo mismo, de vez en cuando, me voy a dar una vueltica por el huerto para gritarles: “¡Hey, ustedes, vigilen con más atención!”… El hombre se había concentrado tanto en sus cuentas, que se le olvidó del todo que estaba en un huerto ajeno y no se percató de haber gritado con toda su alma. Los guardianes oyeron su llamado de atención y, obedientes, se pusieron alerta, encontraron al ladrón y le dieron una paliza.
  • 13. El elefante y su hijo. El elefante y su hijo pasaban la tarde en casa. El elefantito tarareaba una canción. –¿No puedes estar callado? –dijo el papá elefante–. Papá intenta leer el periódico y no puede escuchar la canción al mismo tiempo que lee el periódico. –¿Por qué no? –preguntó el elefantito. –Porque papá no puede pensar en dos cosas a la vez, por eso –respondió el padre elefante. El elefantito dejó de cantar. Se sentó en silencio. Papá elefante encendió un cigarro y se puso a leer. Al cabo de un rato el elefantito le preguntó: –Papá, ¿sigues sin poder pensar en dos cosas a la vez? –Si, hijo –respondió el elefante–. Así es. –Entonces –dijo el elefantito–. Deberías dejar de pensar en el periódico para pensar en la pantufla de tu pie izquierdo. –Pero hijo… –dijo el elefante–. El periódico de papá es mucho más interesante e ilustrativo que la pantufla de su pie izquierdo. –Puede que sí –dijo elefantito–, pero tu periódico no se ha incendiado con la ceniza del cigarro. En cambio, la pantufla de tu pie izquierdo, sí. Papá elefante corrió a sumergir en agua su pantufla. Muy suavecito, el elefantito empezó a tatarear de nuevo. No siempre el saber puede suplir la observación directa.
  • 14. Un amigo. Tener un amigo es maravilloso. Es como levantarse y sentir que brilla el Sol. Un amigo es alguien con quien puedes pasar un rato hermoso. Pero un amigo es más que eso. Es alguien que piensa en ti cuando estás lejos. Alguien que cruza los dedos cuando tienes que hacer algo difícil. Nunca estás del todo solo cuando tienes un amigo. Un amigo escucha lo que dices y también trata de entender lo que quieres decir. Pero un amigo no siempre está de acuerdo contigo. A veces te contradice para que pienses con cuidado. Un amigo te quiere aunque te hayas equivocado. Un amigo te impulsa a hacer cosas nuevas, cosas que tú nunca hubieras imaginado. Amigo es una palabra hermosa. ¡Es casi la mejor palabra! Todos pueden ser amigos de alguien. Pero es necesario que tengas el corazón abierto para ver cuando alguien quiere ser tu amigo. Un amigo es alguien con quien puedes pasar un rato hermoso, que piensa en ti, que te escucha y te dice cuándo te equivocas, que te enseña cosas nuevas y siempre tiene tiempo para ti. ¡Alguien en quien puedes confiar! ¿Quién es tu amigo?
  • 15. La pulga y el camello. Montada una pulga sobre la carga que llevaba un camello, presumía que era más que él, porque iba encima. Después de un rato, por fin saltó al suelo diciéndole. –Amigo mío, reconozco que peso muchísimo y como te tengo lástima, acabo de bajarme. –De nada me sirve –respondió el camello– el favor que crees haberme hecho, pues el peso de tu cuerpo no quita ni añade nada, en lo más mínimo, al peso de mi carga. Moraleja. Hay muchos ridículos que suponen que lo que son o lo que hacen es muy importante, cuando en realidad no tiene ninguna importancia.
  • 16. ¡Ay señora mi vecina! ¡Ay señora mi vecina, se me murió la gallina! Con su cresta colorada pues, señora mi vecina, se me murió la gallina, domingo de madrugada; Sí, señora mi vecina, ay, señora, mi vecina domingo de madrugada. ¡Míreme usted como sudo, con el corral enlutado, y el traje amarillo entero, ya no la veré ataviada paseando en el gallinero y el gallo viudo! ¡Míreme usted cómo lloro, con el pecho destrozado y el gallo a coro! ¡Ay señora mi vecina, cómo no voy a llorar, si se murió mi gallina!
  • 17. El señor don gato. Estaba un gato sentado en una sillita de palo con el zapato picado y el sombrero a la francesa. Llegaron cartas de España que si quería ser casado con una gata morisca de copete colorado. El gatito, de contento, se subió por un tejado y se rompió tres costillas. a las doce de la noche ya el gatito había expirado. Ya murió señor don gato, ya lo llevan a enterrar entre cuatro zopilotes y un ratón de sacristán. Ton, tolón, muerto lo llevan en un cajón; como el cajón es de palo, muerto lo llevan en un caballo; como el caballo es torsillo, muerto lo llevan en un castillo; como el castillo es de fuego, muerto lo llevan en un borrego; como el borrego es de lana, muerto lo llevan en una cama; como la cama es de aceite, muerto lo llevan a San Vicente; San Vicente está cerrado, sale el diablo a repicar y les da de merendar guajolotes en conserva y lagartijas en pipián.
  • 18. La mosca vanidosa Una hormiga y una mosca discutían sobre cuál de las dos valía más. La mosca decía: –¿Cómo puedes soñar siquiera en compararte conmigo? ¿No ves, acaso, cómo vuelo y cuánto hago? Me meto en todas partes, incluso en los palacios y en las mansiones de los más ricos; saboreo los alimentos antes que sus propios dueños; me poso en la cabeza del rey y beso las flores más bellas y a las más hermosas muchachas. Me desplazo por el aire sin ningún esfuerzo y gozo sin preocupaciones de todo lo mejor que hay en el mundo. ¿Quieres decirme de qué cosa semejante puedes disfrutar tú, hormiguita miserable? –Es verdad –respondió la hormiga– que es una gran cosa poder asistir a los banquetes más elegantes; pero siempre que sea porque te invitaron, no como intruso. Sí. Ciertamente frecuentas los palacios y las mansiones reales, pero tienes que hacerlo a escondidas, pues en cuanto te ven, siempre te quieren espantar, o aplastar. Hablas majaderamente del rey y de las muchachas, sin el menor respeto. No te esfuerces en convencerme: todo eso es verdad. Sin embargo, cuando llega a pasarte cualquier cosa, no sirves para nada. Llega el invierno y yo tengo asegurada mi comida. Tú, en cambio, vas a posarte sobre la pared donde muere el último rayo de sol… y te mueres de frío. Yo entro en mi casa, bien provista de todo, y allí estoy calientita, sana y salva… ¿Por qué no me contestas ahora? Como la mosca no supo qué contestar, dio dos o tres vueltas volando y se marchó por la ventana.
  • 19. La tortuga y los patos Los patos levantaron el vuelo, llevando a Doña Tortuga prendida de la vara fuertemente con la boca. Se levantaron por el aire y Doña Tortuga miraba encantada todo lo que iba pasando bajo sus ojos. Con la boca bien apretada, se balanceaba por encima de los árboles. Los demás animales, al verla pasar, no salían de su asombro. El cerdo, el burro, el chivo, el perro, comentaban en voz alta aquella maravillosa proeza: –¡Doña Tortuga es la reina de las tortugas! –decían–. ¡Elevarse por los aires con su casa a cuestas! ¡Qué maravilla! –¡Doña Tortuga es la emperatriz de las tortugas! Doña Tortuga los oía y se llenaba de orgullo. Tanto, que olvidó que tenía que tener la boca cerrada y gritó: –¡Sí, soy la reina de las tortugas y me voy a otros países porque aquí no hay nada que merezca ser visto por mí! Bueno, eso fue lo que quiso decir, porque apenas abrió la boca, empezó a caer por el aire, dando vueltas, y no tuvo tiempo de pronunciar una sola palabra. Lo único que se le oyó fue: AAhhhhhhhhhhhhhhhhh… ¡Patapáfate!… Doña Tortuga cayó en mitad de la laguna. Cayó y rebotó. ¡Menos mal que sabía nadar! Muy agitada, llegó por fin a la orilla. Sus amigos los patos se alejaban, a todo volar, rumbo a los lejanos países del Oriente y Doña Tortuga apenas tuvo tiempo para hacerles adiós con la pata. Los otros animales se acercaron a socorrerla y la acompañaron hasta su casa. Doña Tortuga se sintió muy triste, y al otro día, para distraerse y olvidar su pena, salió a dar una vuelta por los alrededores. ¡Pobre tortuga! Y ¿qué podemos aprender de lo que le pasó?
  • 20. El campesino y los pasteles Una vez fue un campesino a la ciudad. Y se encontró con un grave problema. Solamente tenía veinte pesos, y le estaba doliendo una muela. El campesino pensaba: ” Si me saco la muela y pago al dentista, no puedo comer; si lo gasto en comer, me seguirá doliendo la muela.” Estaba el buen hombre con estos pensamientos cuando fue a pararse enfrente de una pastelería. Allí se quedó largo tiempo mirando embobado los pasteles, hasta que pasaron por allí dos muchachos y le dijeron para burlarse: –¿Cuántos pasteles te atreverías a comer en una comida? –¡Hombre, me comería quinientos! –¡Quinientos! ¡Dios nos libre! –Pues de qué poco se asustan ustedes –y de esta forma comenzaron a discutir, ellos diciendo que no y él insistiendo que sí. –¿Qué apuestas? –dijeron los muchachos. –Pues… si no me los como, me dejo sacar esta muela –y el campesino señaló la que le dolía. Los muchachos aceptaron alegres la apuesta. El hombre comenzó a comer y, cuando ya no tenía más hambre, dijo: –He perdido, señores. Entonces llamaron a un dentista y le sacaron la muela. Los muchachos se reían diciendo: –Miren a ese tonto, que por hartarse de pasteles deja que le saquen una muela. Entonces les respondió el campesino: –Más tontos son ustedes, porque gracias a esta apuesta he matado el hambre y, además, me han sacado una muela que me había dolido toda la semana.
  • 21. Los veinte ratones Por los callejones pasa una ratita con veinte ratones, unos sin colita y otros muy colones, uno sin orejas y otros orejones, unos sin patitas y otros muy patones, unos sin ojitos y otros muy ojones, unos sin narices y otros narigones, unos sin Hociquito y otros muy chipones…
  • 22. Trabalenguas Me han dicho un dicho que han dicho que he dicho yo; ese dicho está mal dicho, pues si lo hubiera dicho yo, estaría mejor dicho el dicho que han dicho que he dicho yo. Una pícara pájara pica en la típica jícara; en la típica jícara, pica una pícara pájara. En el juncal con don Joaquín juncos juntaba Julián; juntase Juana a las dos y entonces, juncos juntaron Juana, Joaquín y Julián. El cielo está enladrillado. ¿Quién lo desenladrillará? El que lo desenladrille buen desenladrillador será. María Chuchena techaba su choza, y un techador que por ahí pasaba le dijo: –María Chuchena, ¿techas tu choza o techas la ajena? –Ni techo mi choza, ni techo la ajena, que techo la choza de María Chuchena.
  • 23. El pájaro carpintero y el tucán Pues dicen los que lo vieron que hace mucho tiempo estaba el pájaro carpintero picoteando intensamente un hueco en lo alto de un árbol. Trabajaba con mucha prisa, porque quería poner un huevo en un lugar seguro– Con su fuerte pico golpeaba –toc, toc, toc–, una y otra vez, rítmicamente, la corteza del tronco, que retumbaba en toda la selva como si fuera un tambor. De pronto llegó volando el tucán, con sus preciosas plumas de colores y su enorme pico grueso y largo como su propio cuerpo, y se posó al lado del pájaro carpintero. Venía a ver cómo éste hacía su nido, pues había escuchado decir que era el mejor constructor de nidos de toda la selva. El tucán le preguntó:–¿Es cierto que haces los mejores nidos? –Pues eso dicen y es verdad: mira cómo los hago –respondió el pájaro carpintero –toc, toc, toc–, sin dejar de golpear el tronco con el pico. El tucán, que a pesar de tener un gran pico no sabía hacer huecos y tenía que vivir al aire libre, dijo: –Pájaro carpintero, a mí me gustaría tener una casa como la suya, para poner los huevos y vivir tranquilo. El pájaro entonces tuvo una idea: –Mira, compadre, ¿por qué no hacemos un trato? Tú me regalas las plumas de colores que tienes en la cabeza y que me gustan mucho, y, a cambio, yo te regalo mi casa para poner tus huevos y criar a tus hijos. ¿Te parece bien? Al tucán le pareció muy buena idea y aceptó el cambio. –Ea, hagámoslo ya. Así que el tucán le entregó las plumas multicolores de su cresta al pájaro carpintero, y éste a cambio le cedió su nido. A partir de aquel día se hicieron, además muy buenos amigos. Y, desde entonces, los pájaros carpinteros golpean alegremente con su pico en los árboles y mueven con orgullo la cabeza, donde se ve un hermoso penacho de plumas rojas y amarillas. Y también desde entonces los tucanes y sus familiares, los pájaros tabaqueros, siempre tienen un lugar donde resguardarse de las intensas lluvias tropicales de la selva.
  • 24. Cajitas frutales Para guardar el bigote de un ratón, la cáscara de un piñón. Para guardar todas las horas del día la cáscara de sandía. Para guardar las burbujitas de un pez, la cáscara de una nuez. Para guardar de todo un poco, una cáscara de coco.
  • 25. La camella bailarina La camella no pensaba en otra cosa que en ser bailarina de ballet. –Para que todos mis movimientos sean un ejemplo de gracia y belleza –decía la camella–. Ése es mi único deseo. Practicaba una vez y otra sus piruetas, sus relevés y sus arabescos. Repetía las cinco posiciones básicas cien veces al día. Ensayó muchos meses bajo el sol abrasador del desierto. Tenía los pies destrozados y el cuerpo dolorido por la fatiga, pero ni una sola vez pensó en desistir. Por fin, se dijo: “Ahora soy bailarina.” Anunció un recital y bailó ante un grupo de camellos amigos y de críticos. Cuando terminó su actuación, se deshizo en una reverencia. No hubo aplausos. –Debo decirle con toda franqueza –dijo un miembro del público–, como crítico y como portavoz de este grupo, que es usted cachetuda y jorobada, grandota y desmañada. No es usted, como el resto de nosotros, otra cosa que un camello. Nunca ha sido ni será una bailarina de ballet. Entre risitas y burlas, la concurrencia se disolvió por las arenas del desierto. ¡Qué equivocados están! –se dijo la camella–. He trabajado duro. No cabe duda de que soy una magnífica bailarina. Bailaré y bailaré, sólo para mí. Así lo hizo, y disfrutó muchos años. Quien se quiere a sí mismo es feliz.
  • 26. Coplas Una polla pinta y una colorada ponen sus huevitos en la madrugada. Y de rama en rama y de flor en flor canta un pajarito rendido de amor. Paloma blanca, piquito de oro que con tus alas, volando vas. pasan los montes, pasan los ríos pasan las olas del ancho mar. Soy caracol, ¡caracoles! casa no compró ni vendo, con orgullo voy y vengo deslizándome entre flores! Pobrecito gato no hallaba qué hacer: agarró una rata y se la empezó a comer. Préstame tu gato prieto para ponerle calzones, me lo llevaré a mi casa para que coma ratones.
  • 27. Ricitos de oro y los tres ositos Cierto día, una niña a la que por su hermosa cabellera rubia le llamaban Ricitos de oro, fue a dar un paseo por el bosque que había junto a su pueblo. Estaba cantando alegremente y recogiendo florecillas cuando, de pronto, se puso a llover. Echó a correr, buscando cobijo, y vio a lo lejos una acogedora casita en medio del bosque, hacia la que se dirigió. Al llegar gritó y llamó a la puerta, pero nadie salió a abrir. Ricitos de Oro probó a girar el picaporte y la puerta se abrió la puerta: no estaba cerrada con llave. La niña entró y vio una mesa con tres platos humeantes; uno grande, otro mediano y otro pequeño. Frente a cada plato había una silla cuyo tamaño se correspondía con el plato: la primera silla era grande, la segunda mediana y la tercera pequeña. Ricitos de oro tenía tanta hambre que se acercó a la mesa y, al ver que los platos estaban llenos de gachas, empezó a comer del plato pequeño. Cuando terminó se comió las gachas del plato mediano y finalmente se sentó en la silla grande y vació el tercer plato. –¡Qué buenas estaban!, –exclamó la niña–. Pero ahora me ha dado sueño… Subió unas escaleras y llegó a una habitación en la que había tres camas; una grande otra mediana y otra pequeña. Se tumbó en la cama pequeña y se quedó dormida. Al rato llegaron los dueños de la casa, que eran una familia de osos: papá oso, mamá osa y su hijo osito. –¡Se han comido la sopa! –exclamaron los osos. Subieron corriendo a la habitación y, al ver a Ricitos de oro dormida, dijeron: –¡Qué niña tan linda! Ricitos de Oro despertó. Como sabía cocinar bien, les hizo un gran pastel para compensar la sopa que se había comido, y desde aquel día fue muy amiga de la simpática familia de osos.
  • 29. Mono Entre las ramas navega buscando su comida, y brinca entre las lianas durante toda su vida. La cola le sirve para colgarse de los árboles y tener las manos libres para comer frutas mientras se balancea en las ramas. Y cuando están dormidos en los árboles, se convierte en una cuerda de seguridad. Cuando juegan, se agarran de la cola unos con otros. También la usan para dar volteretas. El mono vive en la selva, donde hay lianas. Es peludo, muy inteligente y juguetón. La cola es como una tercera mano.
  • 30. La abeja haragana Había una vez en una colmena una abeja que no quería trabajar. Es decir, recorría los árboles uno por uno para tomar el jugo de las flores; pero en vez de conservarlo para convertirlo en miel, se lo tomaba del todo. Era, pues, una abeja haragana. Todas las mañanas, apenas el sol calentaba el aire, la abejita se asomaba a la puerta de la colmena, veía que hacía buen tiempo, se peinaba con las patas, como hacen las moscas, y echaba entonces a volar, muy contenta del lindo día. Zumbaba muerta de gusto de flor en flor, entraba en la colmena, volvía a salir y así se la pasaba todo el día, mientras las otras abejas se mataban trabajando para llenar la colmena de miel, porque la miel es el alimento de las abejas recién nacidas. Como las abejas son muy serias, comenzaron a disgustarse con el proceder de la hermana haragana. En la puerta de las colmenas hay siempre unas cuantas abejas que están de guardia, para cuidar que no entren bichos en la colmena. Estas abejas suelen ser muy viejas, con gran experiencia de la vida, tienen el lomo pelado porque han perdido los pelos de tanto rozar contra la puerta de la colmena. Un día, pues, detuvieron a la abeja haragana cuando iba a entrar, diciéndole: – Compañera: es necesario que trabajes, porque todas las abejas debemos trabajar. La abejita contestó: –¡Yo ando todo el día volando, y me canso mucho! –No es cuestión de que te canses mucho –le respondieron– sino de que trabajes un poco. Es la primera advertencia que te hacemos. Y diciendo así la dejaron pasar. Pero la abeja haragana no se corregía. De modo que a la tarde siguiente las abejas que estaban de guardia dijeron: –Hay que trabajar, hermana. Y ella respondió en seguida – ¡Uno de estos días lo voy a hacer!
  • 31. El hombre feliz Había una vez un rey viejo y enfermo. Sabía que su muerte estaba próxima, pero como era tan poderoso se resistía a creer que la muerte pudiera llevárselo. Mandó reunir a los mejores médicos de su reino y cuando vio que eran incapaces de curarlo, ordenó venir a otros tantos de tierras muy lejanas. Pero no sirvió de nada: se estaba muriendo de puro viejo y contra eso, le dijeron, no había cura posible. Entonces el rey supo de un sabio que vivía muy lejos y que tenía respuesta para todo. Al punto, envió a sus mensajeros a preguntar a aquel hombre qué era lo que podía curarlo. Los mensajeros regresaron y dijeron: ―Su Majestad tiene que encontrar un hombre que no le pida nada a la vida, tomar su camisa y ponérsela. Si lo hace, se curará. El viejo rey se puso muy contento y envió a sus consejeros a que buscaran por todo el reino a aquel hombre. Mientras los consejeros se iban adentrando en tierras cada vez más lejanas, el viejo rey se debilitaba más y más. Una noche los consejeros escucharon hablar en voz alta a un hombre de rostro alegre y sano con una jarra de cerveza en la mano, que se encontraba en una esquina de la taberna donde se alojaban. Tenía aspecto de ser muy pobre, pues llevaba una chaqueta remendada y unos pantalones desgastados ya por el uso. De repente, golpeó la mesa con el puño y exclamó en voz alta: ―¡Yo no le pido nada más a la vida! Cuando los consejeros escucharon estas palabras, se acercaron a él y le suplicaron que fuera con ellos para salvar al rey. ―¡Te hará más rico que lo que jamás hayas podido soñar! ―le prometieron. ―Pero si ya soy lo bastante rico ―dijo feliz el hombre―. Tengo todo lo que puedo necesitar. Nadie pudo convencerle y los consejeros empezaron a desesperarse y optaron por ir rellenando con cerveza la copa del hombre varias veces hasta que éste cayó en un profundo sueño. Entonces, lo metieron en su carruaje y lo condujeron rápidamente hasta el palacio del rey. El anciano rey, muy debilitado, levantó una mano: ―¡Dadme su camisa! ―ordenó―. Me la pondré y así volveré a encontrarme del todo bien. ―¡Oh, Majestad! ―exclamaron los consejeros―. Parece que este loco feliz no lleva puesta camisa alguna... Entonces, el anciano rey dejó escapar un largo y conmovedor gemido y murió. Tan sólo entonces los consejeros entendieron el significado último de las palabras del sabio: no hay en el mundo persona alguna que tenga todo lo que desea, y ni siquiera los reyes pueden vivir para siempre.
  • 32. Cómo corregir a una maestra malvada Aunque no lo crean, las maestras y los maestros somos seres humanos. A veces estamos un poquito gruñones, pero, casi siempre, lo que hace falta para descubrir que no somos tan terribles es un poco de tiempo ¡para conocernos mejor! 13 de septiembre, miércoles Tengo un problema. Tengo un problema desde el lunes pasado. Y ya es miércoles. Este es mi problema: no me gusta la nueva maestra. Se ríe poco, lanza miradas feroces y además, su bata es de color gris. 14 de septiembre, jueves A veces siento ganas de llorar, pero no quiero empezar porque me entra aire por la boca. No conviene que te entre aire por la boca: produce hipo o dolor de tripa. Mi corazón se está volviendo del color de la bata de la maestra. 15 de septiembre, viernes Pablo me ha contado un secreto: anoche se hizo pipí en la cama. No le había pasado desde que tenía tres años... Le dije: ―No te preocupes, Pablo. Yo una vez soñé que estaba en el excusado y mojé la cama. Pero en realidad lo que pensé fue esto otro: ―No me extraña que te hayas hecho pipí, ¡con la mirada que te echó ayer la maestra! 16 de septiembre, sábado Siento pena por Pablo. Siento pena por mí misma. Creo que escribiré un poema. 18 de septiembre, lunes Que sorpresa me llevé hoy: la maestra nos dio una clase divertida; todo el grupo estaba sorprendido de lo contenta que estaba. Creo que necesito conocerla mejor, porque no es tan gruñona como yo creía. ¿Cómo salir de este problema, cómo corregir a una maestra que no es la mejor de las maestras posibles? Los que quieran saberlo van a tener que leer este libro. Luego se los presto.
  • 33. Me gustaría tener Me gustaría tener algo difícil de creer, algo que nunca, nunca, o bueno... casi nunca se puede ver. Algo como... un loro con reloj de oro. Me gustaría tener algo difícil de creer, algo que nunca, nunca, o bueno... casi nunca se puede ver. Algo como... dos jirafas leyendo con gafas. Me gustaría tener algo difícil de creer, algo que nunca, nunca, o bueno... casi nunca se puede ver. Algo como... cuatro ratones comprando pantalones. Me gustaría tener algo difícil de creer, algo que nunca, nunca,o bueno... casi nunca se puede ver. Algo como... cinco pumas escribiendo con plumas. Me gustaría tener algo difícil de creer, algo que nunca, nunca, o bueno... casi nunca se puede ver. Algo como... siete cocodrilos bordando con hilo.
  • 34. Pato va en bici Un día, el Pato, al ver la bicicleta que un niño había dejado, tuvo una idea: ―Seguro que yo sabría andar en una bici―. Se acercó a ella, montó, y empezó a pedalear. Primero iba muy despacio, y se tambaleaba bastante, pero ¡era divertido! El pato pasó en bici por delante de la Vaca y la saludó. ―¡Hola, Vaca! –dijo al Pato. –Muuu – contestó la Vaca. Pero en realidad pensó: ― ¿Un pato en una bici? ¡Jamás se ha visto!― Luego pasó por delante de la Oveja. – ¡Hola, Oveja!– dijo el Pato. –Beeee –contestó la Oveja. Pero en realidad pensó: ―Si no va con cuidado, se va a lastimar.― El Pato cada vez manejaba mejor. Pasó por delante del Perro. ―¡Hola, Perro! –dijo el Pato. –Guau –contestó el Perro. Pero en realidad pensó: ―¡Vaya travesura!― Luego el Pato pasó por delante del Gato. ―¡Hola, Gato! ―dijo el Pato. –Miau –contestó el Gato. Pero en realidad pensó: ―¡Qué manera de perder el tiempo!― El Pato pedaleaba cada vez más rápido. Pasó por delante del Caballo. ¡Hola, Caballo! –dijo el Pato. –Hiii –contestó el Caballo. Pero en realidad pensó: ― ¡Todavía no eres tan rápido como yo!― El Pato hizo sonar el timbre al acercarse a la Gallina.― ¡Hola, Gallina! –dijo el Pato. –Coc, coc –contestó la Gallina. Pero en realidad pensó: ―¡Fíjate por dónde vas, Pato!―. Luego el Pato encontró a la Cabra. –¡Hola, Cabra! –dijo el Pato. –Baaa– contestó la Cabra. Pero en realidad pensó: ―Me encantaría comerme esta bici.― El pato pasó por delante de los Cerdos. –¡Hola, Cerdos! –dijo el Pato. –Oinc oinc –contestaron los Cerdos. Pero en realidad pensaron: ―Este Pato es un presumido―. Luego el Pato pedaleó sin manos ante el Ratón. ―¡Hola, Ratón! –dijo el Pato. –Yic yic – contestó el Ratón. Pero en realidad pensó: ―Me gustaría poder ir en bici como Pato.― De pronto, llegó un grupo de niños y niñas en bicicleta. Venían tan de prisa que no vieron al Pato. Dejaron sus bicicletas cerca de la casa y entraron. ¡Había bicis para todos! Los animales iban y venían sin parar por el corral. ―¡Qué divertido!―, decían. ―¡Qué idea tan genial, pato!―. Luego, dejaron las bicis en su sitio. Y nadie supo que esa tarde una vaca, una oveja, un perro, un gato, un caballo, una gallina, una cabra, dos cerdos, un ratón y un pato estuvieron montando en bici.
  • 35. Los trabalenguas Chango chino chiflado, que chiflas a tu china changa, ya no chifles a tu china changa, chango chino chiflado. Una cabra ética palética, palán palamética, tuvo sus cabritos éticos paléticos, palán palaméticos. Si la cabra no hubiera sido ética palética, palán palamética, sus cabritos no habrían sido éticos paléticos, palán palaméticos. De Guadalajara vengo, jarras traigo,jarrasvendo, a medio doy cada jarra. ¡Qué jarras tan caras vendo! En medio de una laguna de agua, estaba una Záncara zancajara grande, con cinco záncaros zancajitos chiquitos. Por agarrar la záncara zancajara grande, agarrélos cinco záncaros zancajitos chiquitos.
  • 36. Vaca Blanca Vaca Manchaera de todas las vacas la más hermosa. Al igual que las demás tenía manchas, sólo que las suyas no eran comunes. Tenían forma de nube, estrella y pez. Vaca Manchasoñaba con viajar, conocer más lugares y hacer nuevos amigos. Un buen día, aburrida de lo mismo, caminó hacia otros pastizales. Y allí fue donde lo vio. Estacionado afuera de la granja de don Alonso, había un pequeño coche amarillo con un letrero de "Se vende". Vaca Manchaimaginó en un segundo todos los lugares que podría conocer viajando en él... pero para qué ilusionarsesi no tenía dinero con qué comprarlo... a menos que... ¡vendiera sus manchas! Y eso hizo. Una se la vendió al cielo, otra fue para su amiga la noche y la última, la que tenía forma de pez...se la quedó el río. Al día siguiente muy temprano, se fue con don Alonso y compró el coche. Luego hizo su maleta, se despidió de sus amigas...e inició su viaje. Ya no era más Vaca Mancha, ahora se llamaría Vaca Blanca y estaba muy contenta con su nueva vida.
  • 37. Supermamá ¡Supermamá está en todas partes! Meciéndose, volando, nadando, paseando. ¡Todas las mamás cuidan a sus bebés! Los monos en los árboles. Las golondrinas en sus nidos. Las orcas en el océano. Supermamá viene en todas las formas y tamaños, puede tener muchas patas o estar llena de pelo, tener una cola o ¡incluso escamas! Los peces nodriza anidan y cuidan a sus bebés dentro de la boca. Llamamos mamá a la persona en cuyo seno nacimos. También a la persona que nos ha querido y cuidado. ¡Supermamá tiene bebés! Algunas mamás ponen huevos y otras llevan a sus bebés dentro de su cuerpo hasta que nacen. Las mamás víboras se enrollan en sus huevos. Las mamás gatos pueden tener muchos bebés al mismo tiempo. ¡Supermamá es valiente! Si amenazan a sus bebés, ¡arañará!, ¡luchará!, ¡ladrará!, ¡morderá! La tiranosaura rex era también una buena mamá. Probablemente cargaba a sus bebés en la boca. ¡Supermamá lo sabe todo! Sabe exactamente lo que le gusta comer a su bebé. ¿Gusanos, escarabajos o galletas? Y tu mamá, ¿qué tipo de supermamá es?
  • 38. la borreguita negra Había un pastor que vivía en las montañas. Tenía un perro, Polo, que vigilaba a los borregos mientras el pastor tejía, sentado en una roca cubierta de musgo. El pastor tejía calcetas, bufandas, suéteres y cobijas de lana, y los vendía en el pueblo. Cuando notaba que una oveja se alejaba, sacaba un silbato y daba un chiflido. Era la señal para que Polo corriera tras la oveja y la llevara con las otras. Polo se sentía muy importante. El pastor las iba contando cuando entraban al corral. Todos eran blancos, menos una, la borreguita negra. Cuando Polo ladraba ―Vuelta a la derecha‖, todos hacían lo que se les ordenaba. Todos menos una. La negrita daba vuelta a la izquierda cuando debía dar vuelta a la derecha. –Esta oveja negra no me obedece –se quejaba Polo con el pastor–, y piensa demasiado. Las borreguitas no necesitan pensar. ¡Yo pienso por ellas! La ovejita negra soñaba con ser como las otras. –¿Podrías tejerme una chaquetita blanca? –le dijo al pastor. –Claro que no –contestó el pastor–, tú eres una borreguita muy especial. Una tarde, estalló una tormenta terrible, con granizo, rayos, nieve y viento. –¡Corre, Polo! – exclamó el pastor– Por los borregos no te preocupes; ellos tienen sus abrigos de lana. El pastor corrió con Polo a su cabaña, y prendió fuego para secar su ropa. Mientras tanto, los borregos se estaban poniendo nerviosos. –¿Dónde está Polo? –balaban.–¿Quéhacemos? –Tenemos que buscar un refugio –dijo la borreguita negra–. ¡Síganme! Yo sé dónde hay una cueva. Cuando amanezcayo buscaréal pastor. A la mañana siguiente ya no estaba nevando, pero todo estaba cubierto de nieve. El pastor y Polo se asomaron y vieron una mancha negra en la cima de la colonia. –¡Polo! –gritó el pastor–. ¡Nuestra borreguita negra! –y fueron corriendo hacia ella. Bajo la saliente de la roca encontraron a todo el rebaño. ¡Cómo se alegraron! –¡Mi borreguita negra! Si no fuera por ti no habría hallado mi rebaño. Siempre dije que tú eras muy especial –le dijo.
  • 39. Una madre emotiva No se nota a simple vista.Se ve y funciona como la mayoría de las madres, pero la mía es diferente... es una madre EMOTIVA. Ella hace las cosas q ue hacen las mamás: te da de comer, te abraza. Al atravesar las calles, no suelta tu mano. En las noches, te cuenta un cuento y te tapa. Pero algo pasa de repente. Es una cosa muy rara. Cuando menos te lo esperas, abre grandes los ojos y se le van llenado de agua. Le tiembla un poco la boca hasta que... ¡GUAAAAA! ¡Empieza a llorar! Llora y llora y después de un rato se le pasa. Ella no llora, como yo, cuando se pega o se raspa las rodillas. Ella llora cuando escucha música o cuando le dan regalos. Papi le dice que llora porque es muy emotiva. Cuando yo nací, mami se emocionó tanto que para atenderla, el doctor y la enfermera usaron los trajes de buzo que llevaba papi por si acaso. Todavía los guardan, porque saben que algún día yo podría tener un hermanito. La primera vez que fui a la escuela, mami tomó del frutero la manzana más linda y la puso en una bolsa. Me peinó con mucha vaselina y me revisó detrás de las orejas para que fuera bien limpio. Caminamos hasta la entrada con toda naturalidad, pero cuando me iba a despedir...¡ay!, cuando me iba a despedir...¡empezó a llorar tan fuerte que parecía que estábamos en plena tormenta! Papi, que sabe resolver esos problemas, comenzó a repartir paraguas de colores. Así, los demás niños pudieron llegar secos a la entrada y las mamás se pusieron contentas porque estrenaron paraguas. La maestra dijo entonces: "¡Veo que usted es una persona emotiva!" A principios del verano empezó la olimpiada de la escuela. Había competencias de carreras, salto de altura, futbol y tiro al blanco. ¡Corrí rapidísimo! Brinqué altísimo... pateé durísimo... Al final me dieron una medalla. Estaba tan contento que corría ponérsela a papi, que sabecomponer las cosas. ¡Entonces sí pasó algo tremendo! Abrió muy grandes los ojos y se le llenaron de agua. Le empezó a temblar la boca y de repente... ¡GUAAAA! ¡Papi se puso a llorar! ¡Y mami no estaba preparada para enfrentar esa situación! Entonces pensamos que la nuestra, toda, es una familia muy emotiva. Y sólo hay una cosa que se puede hacer con una familia toda muy emotiva... ¡Completarla corriendo a comprar el perro más llorón que tengan en la tienda!
  • 40. Clic, clau, muuu. Las vacas mecanógrafas El granjero Brown no sabe qué hacer.A sus vacas les gusta escribir a máquina. Todo el día las escucha: Clic, clac, muuu. Clic, clac, muuu. Al principio no podía creer lo que oía. Clic, clac, muuu. Clic, clac, muuu. Luego no pudo creer lo que veían sus ojos. Querido granjero Brown: Nos estamos congelando. Nos gustaría tener algunos cobertores eléctricos. Atentamente, Las Vacas. Ya era el colmo que las vacas hubieran encontrado la vieja máquina de escribir en el granero y ¡ahora querían cobertores eléctricos! "De ningún modo", dijo el Granjero Brown. "Nada de cobertores eléctricos." Entonces las vacas se pusieron en huelga. Pegaron una nota en el granero. Cerrado. Los sentimos. Hoy no habrá leche. "¡Hoy no habrá leche!", gritó el Granjero Brown. Al fondo, escuchó a las vacas muy ocupadas mecanografiando: Clic, clac, muuu. Clic, clac, muuu. Clic, clac, muuu. Al día siguiente, encontró otra nota: Querido Granjero Brown: Las gallinas también tienen frío. Necesitamos los cobertores eléctricos. Atentamente, Las Vacas Las vacas cada día estaban más impacientes con el granjero y dejaron otra nueva nota en la puerta del granero. Cerrado No hay leche. No hay huevos. "¡No hay huevos!", gritó el Granjero Brown. Al fondo, escuchaba cómo tecleaban. Clic, clac, muuu. Clic, clac, muuu. Clic, clac, muuu. "¡Vacas mecanógrafas, gallinas en huelga! ¿A quién se le ocurre semejante cosa? ¡¿Cómo puedo manejar una granja sin leche y sin huevos?!" El Granjero Brown estaba furioso. El Granjero Brown sacó su propia máquina de escribir.
  • 41. Queridas Vacas y Gallinas: No habrá cobertores eléctricos. Ustedes son vacas y gallinas. Exijo leche y huevos. Atentamente, El Granjero Brown. Como el pato se mantenía en terreno neutral, fue el encargado de llevar el ultimátum a las vacas. Temprano por la mañana, el pato tocó a la puerta. Llevaba una nota para el Granjero Brown: Querido Granjero Brown: Te cambiamos nuestra máquina de escribir por los cobertores eléctricos. Puedes dejarlos en la puerta del granero y enviaremos la máquina con el pato. Atentamente, Las Vacas. Al Granjero Brown le pareció un buen trato. Dejó los cobertores cerca de la puerta del granero y esperó a que el pato le trajera la máquina de escribir.