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El empirismo. Si no lo veo, no lo creo.
El empirismo antes de Hume. John Locke1
(Dr. van der Linder)
John Locke fue, junto a Newton, el gran artífce de la ilustración británica. Evidentemente
Locke no es un ilustrado, pues vivió el siglo XVII, y no el XVIII, pero establecerá las bases
flosófcas que permitieron la fuerza de la ilustración, más allá incluso de su Inglaterra natal. Y es
que nuestro autor llevará su pensamiento empirista hacia el pensamiento político y ético, campo en
el que se sentía mucho más a gusto, y por el que se tuvo que exiliar hacia Holanda, escondiéndose
bajo el pseudónimo de Dr. van der Linder.
Os equivocaríais si contraponéis el empirismo al racionalismo en el sentido de que la primera
sea una corriente flosófca que no funcione siguiendo los dictámenes de la razón, y de hecho,
Locke, precisamente, fue tan racional que desarrolló sus ideas políticas a partir de los presupuestos
epistemológicos; y luego Hume llevará la razón empírica hasta sus últimas consecuencias, sin miedo
a lo que se diera por ello. El empirismo no niega la razón como el camino del conocer, lo que le
niega es que sea ilimitada y pretenderá establecer cuáles son esos límites. La pregunta con la que
Locke comienza su pensamiento no es nada nueva. ¿Cuáles son los límites de nuestro conocimiento, qué
podemos saber a ciencia cierta, qué es sólo probable y qué es imposible de saber? Esa era la misma pregunta que
habían desarrollado los racionalistas y que provenía desde Grecia.
Para Locke no hay ideas innatas, esto no es más que una fe que los racionalistas establecían.
Para Locke no ganamos nada estrujándonos los sesos intentando vanamente descifrar los conceptos
de sustancia, de esencia, y otros por el estilo; sencillamente, el conocimiento que necesitamos para
vivir es del todo accesible.
Admite las ideas facticias y adventicias de las que hablaba Descartes, aunque él hablará de
ideas simples, aquellas que el mundo exterior genera directamente en mi mente, e ideas complejas,
aquellas que genera mi mente al relacionar las ideas simples. Para Locke no hay duda de la
existencia del mundo exterior, si no fuera real, sencillamente, no generaría en nosotros idea simple
alguna, con lo que tampoco serían posibles las ideas complejas, y lo cierto es que tenemos tanto
ideas simples como complejas. Pero niega rotundamente toda idea innata, el ser humano nace como
1 John Locke nació en Wrington (Reino Unido), el 29 de agosto de 1632; murió en Oates (Reino Unido), el 28 de
octubre de 1704. Está considerado, junto a Hume, el gran flósofo británico. Pero, a diferencia de su compatriota,
Locke era poco ambicioso, hasta tal punto que su epitafo (escrito por él mismo) reza así: Junto a este lugar yace John
Locke […] conforme a su modesto destino […]. Sus virtudes, si alguna tuvo, son demasiado pequeñas para honrarle o para serviros de
ejemplo. Que sus vicios sean enterrados con él.
una tabula rasa, siguiendo la idea aristotélica, y que él llevo a límites políticos, pues sacó conclusiones
éticas de este posicionamiento epistemológico al afrmar que esta igualdad sin ideas innatas era,
también, un ejemplo de igualdad de todos ante la libertad, la justicia, la verdad. Todos los seres
humanos nacen iguales, en defnitiva.
No existe ninguna idea moral innata, será la razón la que nos permita distinguir el bien del
mal a partir de la información que los sentidos nos ofrecerán y que nos permite construirnos un
conocimiento del mundo. Y, fnalmente, tampoco existe la idea innata de Dios. Para Locke no hay
duda de que Dios existe, pero su conocimiento es accesible también mediante la razón y ninguna
religión o secta debe obligarnos a “creer” conceptos que mi razón no puede conocer. En defnitiva,
la religión debe construirse bajo los límites de la razón, o lo que es lo mismo, está planteando
abiertamente el deísmo2
. No es de extrañar que habiéndose opuesto al rey católico Jacobo II tuviera
que exiliarse de Inglaterra cuando llegó al trono.
A partir de esas ideas Locke comienza a desarrollar fuertemente el concepto de tolerancia,
pues la razón no nos permite ir contra aquellos que sostienen una fe diferente a la nuestra, pues no
es la fe la base sobre la que hemos de construir nuestros valores de convivencia, sino sobre la razón3
.
Locke defenderá el estado natural, no se sabe si como fcción o como realidad efectiva que
pensó se dio en un mundo antiguo. El estado natural muestra a todos los hombres igual y la
necesidad de llegar a acuerdos entre ellos para establecer la convivencia, acuerdos que la razón
acaba sancionando como ley, y que siguiendo esa idea flosófca, se conoce como Contrato social.
Es decir, los seres humanos establecen acuerdos entre pares que permitan el desarrollo de sus
derechos naturales, aquellos que poseen en virtud de que son capaces de comprenderse a sí mismos
en el mundo antes de ningún contrato. Conclusión, la monarquía absoluta va en contra del natural
desarrollo racional de los seres humanos, y debe ser el pueblo, único soberano, quien decida si el
gobierno ha cumplido con los acuerdos del contrato, en caso de que no sea así, los ciudadanos no
están obligados a mantener la obediencia, y de esa manera nuestro Locke está legitimando la
desobediencia civil.
La libertad, la propiedad privada, la igualdad de todos ante la ley4
, la tolerancia religiosa y el
sometimiento del poder ejecutivo al arbitraje popular convirtieron a John Locke en un clásico de las
democracias modernas. Quizá ahora nos parezcan ideas muy simples y evidentes, pero hay que
pensar que si nos parecen simples y evidentes es porque Locke las presentó ahí, cuando no eran ni
simples ni evidentes.
2 El deísmo es un posicionamiento típicamente ilustrado que defende la religión en los límites de la razón, y que no
haya ningún principio religioso que la razón no pueda comprender. Lo veremos más detenidamente en el tema de
La ilustración.
3 Mantendrá, sin embargo, un poso arcaico al negarse a llevar la tolerancia hacia los ateos, a los que designa
directamente como elementos malignos.
4 Incluso la libertad política, legal, económica, y formal de la mujer y del hombre.
El empirismo de David Hume.
(Si fuera posible amarrar, tenerlo siempre cerca, poderlo controlar...)
David Hume nació en la escocesa ciudad de Edimburgo en 1711, lo cual signifca, ni más ni
menos, que vivió de pleno el siglo XVIII, el siglo de la Ilustración, y representó muy bien, quizá
como nadie, los ideales de la misma, aunque no lo hiciese, ni en la bulliciosa y culta París, ni bajo el
auspicio del paraguas de la cultura que desarrollaba la Enciclopedia, sino de una forma mucho más
modesta, pero ciertamente no menos importante para el devenir del pensamiento posterior5
.
En fn, nuestro querido David nació como el benjamín de tres hermanos (dos chicos y una
chica) de una familia noble pero no rica. Al morir el padre siendo David un niño de dos años, el
hermano mayor heredó título y tierras, siguiendo la tradición, mientras que destinaron a nuestro
amigo a la carrera de leyes para proteger los intereses familiares y defender el nombre de la familia
en los ambientes del poder. Y todo eso a pesar de los deseos de nuestro flósofo de dedicarse a la
literatura, y como efectivamente consiguió hacer tras sacarse el título en leyes y trabajar de abogado
en Bristol. Tenía entonces David Hume 21 años, y estaba perdidamente enamorado de la mujer de
un diplomático al que destinaron a Francia, así que mira tú por donde el flósofo rompe con su
trabajo en la abogacía y se marcha a Francia, cerca del prestigioso colegio de La Flèche donde
había estudiado Descartes. No obstante todos sabéis que el amor no da de comer, así que Hume se
dedicó a su verdadera pasión, las letras, y de esa pasión (también amorosa, por qué no decirlo así)
nació el magnífco Tratado sobre la naturaleza humana, libro por el que Hume pensaba que ganaría
fama y fortuna (lo cual por otro lado también era una necesidad si deseaba conquistar a su amada,
quien no se iba a ir con un escritor y abogado de tres al cuarto); sin embargo, ocurrió que el libro
fue bien recibido entre los ambientes intelectuales, donde obtuvo buenas críticas, pero no consiguió
ser un Best Seller, como lo habían sido las obras de Descartes, o de Locke, por ejemplo, y de esa
forma, mientras la flosofía recibía uno de los legados más inteligentes, el corazón de David quedó
destrozado y no mucho después regresó a Inglaterra. Como él mismo dijo: Mi obra nació muerta
aún antes de ser conocida entre el público. Hume es un poco exagerado en ese sentido, es verdad
que la obra no caló hondo, pero no es menos verdad que fue leída por los más importantes
pensadores de la época, así como en las universidades. El problema radicaba en que las
conclusiones de Hume son las consecuencias últimas del empirismo, y eso era algo muy difícil de
5 De hecho no resultaría erróneo afrmar que todo pensamiento anglosajón posterior tiene sus raíces últimas en el
pensamiento de este bonachón perdidamente enamorado de una mujer, pero dejemos eso para un poco más
adelante.
admitir.
Descartes había intentado fundamentar la ciencia, darle validez universal al conocimiento
científco de su época, ese es su propósito al crear una nueva metafísica. Al hacerlo estaba pensando
en la ciencia de su época, es decir, la de Galileo. Por ello le dio una importancia fundamental a la
matemática, porque al igual que este, Descartes pensaba que el universo está escrito en lenguaje
matemático, hay que conocer su idioma para poder entenderlo.
Hume va a intentar lo mismo, fundamentar el conocimiento científco, pero al hacerlo tiene
en mente una ciencia diferente, pues tiene ante sí los logros de la física de Newton, lo que hace que
fje su vista en el mundo de la experiencia, en los hechos. Los empiristas, con Hume a la cabeza, no
criticaban que la razón fuese la facultad superior del conocimiento, discrepan de los racionalistas al
afrmar que su poder no es ilimitado, pues necesita de la única fuente de información que alcanza el
ser humano, la experiencia sensible.
Al intentar fundamentar la ciencia Hume se propone contestar a unas preguntas
fundamentales que aclaren nuestra capacidad de conocer: ¿cuál es el origen y cuál el límite del
conocimiento humano? ¿Con qué materiales cuenta nuestro conocer? ¿Qué usos podemos hacer de
esos materiales? ¿Qué consecuencias se derivan de ese análisis? De esta manera podremos saber qué
operaciones de nuestro entendimiento son legítimas y cuales no lo son. En el fondo el propósito de
Hume no se aleja demasiado del de Descartes, pero la ciencia que intentan fundamentar, y sus
logros, son muy diferentes. La matematización de Galileo y Descartes les llevan a defender un
método deductivo en nuestros procesos de conocer; para Hume, como para Newton, la matemática
es un apoyo al conocimiento de los hechos, pero no es un conocimiento, hay que experimentar,
tomar datos, son empiristas, lo que les lleva a defender un método inductivo en el conocimiento
humano. Ahí es donde surgen las grandes divergencias entre el racionalismo de Descartes y el
empirismo de Hume; el método deductivo permite un desarrollo ilimitado de la razón, mientras que
el método inductivo ata al investigador a los datos que obtiene de la experiencia. Por eso Hume y
los empiristas acusaban a los racionalistas de dogmáticos.
Todo el pensamiento empirista de Hume se halla en sus dos principales obras: Investigación
sobre el entendimiento humano, y sobre todo en el Tratado de la naturaleza humana. El primero de ellos no es
más que un resumen del segundo, mas fácil de leer, que escribió ante la escasa venta del Tratado.
La pasión de Hume por Newton no debe sorprendernos tanto si pensamos que la
universidad de Edimburgo, donde estudió Hume, fue la segunda del mundo en explicar las teorías
newtonianas, después de la de Cambridge, claro está, que es donde daba clases Newton. La idea
newtoniana radica en que el estado natural es tanto el reposo como el movimiento. Si esto es así no
hace falta una causa primera. Algo que Hume dejó muy claro. Lo que necesita explicación es el
cambio, (del reposo al movimiento o cambio en el movimiento), y la única posibilidad de descubrir
la relación de causación es a posteriori, esto quiere decir que no hay nada incorporado causalmente
en su esencia que provoque necesidad en el fenómeno del poder causal. ¿Se ha entendido esto que
he dicho? Supongo que no, porque ni yo mismo lo he entendido, así que intentemos ser un poco
más claros. Es fácil de entender, eso sí, que con la idea newtoniana ya no es necesaria una causa
primera, pues la causa primera ha de explicar cómo y por qué comienza el movimiento, pero
Newton está diciendo que el movimiento puede ser el estado natural de un cuerpo, de tal forma que
no tenga que haber comenzado a moverse en algún momento por alguna causa. Ahora bien, hemos
de explicar cómo se produce el cambio del reposo al movimiento, o viceversa, puesto que ya hemos
dicho que ambos son estados naturales de los cuerpos. Ahora bien, piensa Hume, no hay nada en
los cuerpos (en el Ser dirían los griegos) que les lleva al cambio, así, sin más, por lo que si hay un
cambio este debe estar provocado por algo externo, lo cual signifca que el estudio de los cuerpos (de
la Sustancia, del Ser) no me llevará a comprender los cambios, debo estudiar la realidad que afecta
a los cuerpos (la Sustancia, el Ser), y este estudio sólo puedo hacerlo a través de la información que
los sentidos me dan.
¿Cuál es la concepción de la flosofía que tiene Hume? Siempre se declara como flósofo del
sentido común6
. La flosofía tiene que limpiar al sentido común del vulgo de sus innumerables fallos.
Hagamos un recorrido epistemológico acompañando al flósofo para entender su empirismo: Hume
denomina a todos los contenidos mentales percepciones, y las hay de dos tipos: Impresiones e
Ideas. Se distinguen entre sí por la intensidad con que se dan. Esto quiere decir que en el fondo,
impresiones e ideas son lo mismo, tan solo que unas son más claras que las otras. Las impresiones se
sienten o experimentan, las ideas se imaginan o se piensan. De esa manera, el dolor que sentimos en
un momento dado es una impresión, el recuerdo de ese dolor es una idea. La gracia del asunto está
en que todas las ideas, todas, se derivan directa o indirectamente de una impresión, con lo que no
son el origen mismo del conocimiento. La impresión es el origen de todo el proceso, y puesto que
una impresión es experimentada, la experiencia se convierte en el límite de todo lo que podemos
conocer. Si no hay impresión no hay experiencia, o al revés, y si esto no se da, no puede haber
conocimiento. La realidad de los objetos es una creencia si por tal entendemos su realidad
permanente en el tiempo, al margen de que tengamos experiencia de ellos o no. Sólo cuando
tenemos experiencia de algo podemos afrmar que ese algo existe, el resto es costumbre. Tanto las
impresiones como las ideas pueden ser simples o complejas. Las ideas simples se derivan
directamente de una impresión simple, como el caso del dolor y su recuerdo, pero las ideas
complejas no se derivan de impresiones complejas necesariamente, sino que la mayor parte de las
veces las forma la imaginación a partir de las ideas simples que posee; y lo hace siguiendo unas
reglas determinadas: Semejanza; Contigüidad en el espacio y/o en el tiempo;
6 A partir del pensamiento de Hume surgirá toda una corriente flosófca que se desarrollará durante el siglo XVIII y
XIX denominada Filosofía del sentido común que infuirá poderosamente en las ideas políticas contemporáneas.
Causalidad. Para saber si una idea compleja determinada es un conocimiento valido de la
realidad, o no es más que una mera fantasía especulativa de la razón, hemos de analizarla y
comprobar si las ideas simples de las que está compuesta se corresponden con impresiones simples.
A la vez hemos de analizar el uso que se ha hecho de las reglas.
Al ser la esencia de la mente tan desconocida para nosotros como la de los
cuerpos externos, igualmente debe ser imposible que nos formemos noción alguna de
sus capacidades y cualidades sino mediante experimentos cuidadosos y exactos, así
como por la observación de los efectos particulares que resulten de sus distintas
circunstancias y situaciones. Y aunque debamos esforzarnos por hacer nuestros
principios tan generales como sea posible, planifcando nuestros experimentos hasta el
último extremo y explicando todos los efectos a partir del menor número posible de
causas —y de las más simples—, es con todo cierto que no podemos ir más allá de la
experiencia; toda hipótesis que pretenda descubrir las últimas cualidades originarias de
la naturaleza humana deberá rechazarse desde el principio como presuntuosa y
quimérica.
Por ejemplo, el flosófco concepto de Sustancia, no es para Hume más que una idea compleja
que no se corresponde con ninguna impresión compleja, sino que la imaginación ha construido tal
idea a partir de ideas simples que poseía. Al desmontar el concepto de Sustancia Hume pone en
evidencia todo el programa racionalista y su especulación, pues quedan destruidos los conceptos de
Res Cogitans, Res Extensa y Res Infnita. Como vemos, los límites impuestos por Hume al conocimiento
pronto comienzan a dar sus frutos en una crítica a la especulación racional, y se comienzan a
entrever conclusiones mucho más fuertes. Pero no adelantemos acontecimientos.
Si hubiera alguna impresión que originara la idea del Yo, esa impresión debería
permanecer invariablemente idéntica durante toda nuestra vida, pues se supone que el
Yo existe de ese modo. Pero no existe ninguna impresión que sea constante e invariable.
[...] En lo que a mi respecta, siempre que penetro más íntimamente en lo que llamo mí
mismo tropiezo en todo momento con una u otra percepción particular, sea de calor o
de frío, de luz o sombra, de amor u odio, de dolor o placer. Nunca puedo atraparme a
mí mismo en ningún caso sin una percepción, y nunca puedo observar otra cosa que la
percepción. [...] La mente es una especie de teatro en el que distintas percepciones se
presentan de forma sucesiva, pasan, vuelven a pasar, se desvanecen y mezclan en una
variedad infnita de posturas y situaciones, No existe en ella con propiedad ni
simplicidad en un tiempo, ni identidad a lo largo de momentos diferentes, sea cual sea la
inclinación natural que nos lleve a imaginar esa simplicidad e identidad. La
comparación del teatro no debe confundirnos; son solamente las percepciones las que
constituyen la mente, de modo que no tenemos ni la noción más remota del lugar en que
se representan estas escenas, ni tampoco de los materiales de que están compuestas.
Nuestro conocimiento científco se expresa mediante proposiciones científcas, estas, por lo
tanto, deben mostrar los tipos de conocimiento científco que nos podemos encontrar. Por ello,
Hume, al igual que ya había hecho el racionalista Leibniz, se embarca en una flosofía del lenguaje
para analizar las proposiciones científcas, que se dividen en dos grupos: Relaciones de Ideas y
Cuestiones de Hecho. Las relaciones de ideas son producto de un mero análisis racional, y son
necesariamente verdaderas. Son lo que Kant denominará Juicios analíticos. Las Cuestiones de
hecho no son necesariamente verdaderas pues se fundamentan en la experiencia, y no en la razón;
son lo que Kant denominará Juicios Sintéticos. La novedad de Hume con respecto a Leibniz
consiste en que para el racionalista, en una mente infnita como la de Dios, las cuestiones de hecho
se reducían a relaciones de ideas, (aunque no las llamaba así); para Hume esto es absolutamente
imposible, con lo que entre Razón y Experiencia queda abierto un abismo infranqueable.
Al margen quedan las proposiciones metafísicas, aquellas como Dios existe o El alma es inmortal,
que no son de ninguno de los dos tipos anteriores, y que por lo tanto, están al margen del
conocimiento humano, no sirviendo más que para engañar. Por eso Hume llegó a hacer la
afrmación: todos los libros de metafísica deberían ser arrojados a la hoguera.
A partir de aquí Hume ya tiene todos los elementos para acabar su análisis y llevar el
empirismo hasta sus últimas consecuencias en su crítica de la causalidad.
Para Hume la causalidad, ya lo hemos dicho, es una regla mediante la cual la mente conecta
las ideas simples para conseguir ideas complejas. Ahora bien, puesto que todo nuestro conocimiento
tiene su origen y su límite en la experiencia hay que analizar si tenemos experiencia de dicha
causalidad, pues de hecho es la forma que toman todas las leyes científcas: Las mismas causas provocan
los mismos efectos, con lo que no habría que volver a experimentar la causa. Pero Hume explica que el
principio de causalidad consiste en la percepción de dos impresiones independientes que se dan
seguidas en el espacio y en el tiempo. Llamamos causalidad a la conexión que existe entre ambas, y
esta conexión, afrma Hume, no se fundamenta en la razón, por lo que es imposible un análisis
lógico, (es decir, no es una relación de ideas); pero tampoco se fundamenta en la experiencia, pues
no percibimos la conexión, tan solo percibimos dos impresiones consecutivas. Sólo queda, por lo
tanto, una fundamentación psicológica, la costumbre.
Toda creencia en una cuestión de hecho o existencia reales deriva meramente de
algún objeto presente a la memoria o a los sentidos y de una conjunción habitual entre
este y algún objeto. O, en otras palabras: habiéndose encontrado muchos casos, que dos
clases cualesquiera de objetos, llama y calor, nieve y frío han estado siempre unidos; si
llama o nieve se presentaran nuevamente a los sentidos, la mente sería llevada por
costumbre a esperar calor y frío, y a creer que tal cualidad realmente existe y que se
manifestará tras un mayor acercamiento nuestro. Esta creencia es el resultado forzoso
de colocar la mente en tal situación. Se trata de una operación del alma tan inevitable
cuando estamos así situados como sentir la pasión de amor cuando sentimos benefcio o
la de odio cuando se nos perjudica. Todas estas operaciones son una clase de instinto
natural que ningún razonamiento o proceso de pensamiento o comprensión puede
producir o evitar.
Esta crítica a la causalidad le permite a Hume eliminar el absolutismo científco de intentar
dar explicaciones últimas y defnitivas de la realidad, así como las pretensiones metafísicas de
explicar la comprensión total de la realidad, sea mediante Dios o sea mediante otros conceptos. El
problema es que también elimina la posibilidad de fundamentar una ciencia en conocimientos
necesarios y universales. Intentando fundamentar la ciencia newtoniana Hume la estaba
aniquilando.
Ahí es nada, la consecuencia de todo este análisis, (precisamente esa consecuencia que no
gustó cuando su obra fue leída en las universidades) es un escepticismo radical, pues todo el
conocimiento científco se está apoyando, según Hume, en una creencia, en una costumbre, en una
cuestión psicológica. Las únicas certezas que son posibles en el pensamiento de Hume son las
descripciones de mis impresiones y su relación con mis ideas, por un lado, y por otro, aquellas que
aparecen en las relaciones cuantitativas de las matemáticas. Pero, claro, con eso, la ciencia de
Newton, que Hume quería defender, no era posible.
La solución dada por Hume consiste en que la fundamentación es puramente psicológica,
algo que tan sólo quiere decir que nosotros, nuestra mente, está constituida así por naturaleza.
Nuestra mente está formada de tal forma que realiza las inferencias y le da la fundamentación en la
experiencia que recibe. El hecho de que estamos hechos así no niega el conocimiento ni la
causalidad, tan sólo dice cómo conocemos y cuáles son los límites de este conocimiento.
Hume regresó a Escocia en el año del señor de 17407
, y ya en Gran Bretaña decidió
reescribir el Tratado después de comprobar el dinero y fama que le había traído un libro suyo
titulado Ensayos sobre moral y política; accedió pues a hacer el Tratado más accesible y surgieron así la
Investigación sobre el entendimiento humano, primero, y la Investigación sobre los principios de la moral, después.
Evidentemente, las conclusiones a las que llega Hume han de tener su eco en los campos de
la ética y la religión, donde Descartes había preferido no entrar. Pero Hume pertenece ya al siglo
7 Mira tú por donde que casualmente su amada había regresado igualmente, siguiendo a su marido, claro está, que
había sido destinado a un nuevo puesto en Gran Bretaña. En el fondo, pobre Hume, tan enamorado, y siempre de
la misma, en una época en la que era típico y tópico que las mujeres tuvieran sus amantes, fue él a enamorarse de
una que era fel a su marido y no gustaba de juguetear con un amante flósofo. Hume, no obstante, no cejó en su
empeño.
XVIII, es un ilustrado, y por lo tanto, ha comenzado a perder el miedo a las represalias8
, así que, se
lanza sin ambages a la investigación racional de los principios sobre los que fundamentamos, no ya
nuestro conocimiento de las ciencias empíricas, sino nuestros conocimientos en los campos de la
moral y la religión. Leamos brevemente a Hume:
Aunque la razón basta, cuando está plenamente desarrollada y perfeccionada,
para instruirnos de las tendencias dañosas o útiles de las cualidades y de las acciones, no
basta, por sí misma, para producir la censura o la aprobación moral. La utilidad no es
más que una tendencia indiferente, sentiríamos la misma indiferencia por los miedos, es
preciso necesariamente que un sentimiento se manifeste aquí, para hacernos preferir las
tendencias útiles a las tendencias dañinas. Ese sentimiento no puede ser más que una
simpatía por la felicidad de los hombres o un eco de su desdicha, puesto que éstos son
los diferentes fnes que la virtud y el vicio tienen tendencia a promover. Así pues, la
razón nos instruye acerca de las diversas tendencias de las acciones y la humanidad hace
una distinción a favor de las tendencias útiles y benefciosas.
El texto es bastante sencillo de comprender, reconozcámoslo. ¿Qué nos dice Hume? Pues
que no podemos construir una ética a partir de principios racionales absolutos, que la razón, por sí
sola, no puede construir la ética, no puede ofrecernos los principios morales sobre los que construir
nuestra vida. Ahora bien, fuera de la razón aparecen elementos que Hume piensa son comunes a
todos los seres humanos; por un lado, un principio de utilidad por el que todos nos guiaríamos, de
tal forma que buscamos siempre lo que es más útil para nosotros, para los nuestros, y para la
humanidad; y por otro lado, unos sentimientos de Simpatía, que usa en su sentido original del
término griego, es decir, como 'padecer con', 'sentir con el otro'. Seguramente todos, desde nuestros
ojos del siglo XXI, veamos a Hume, en este punto, como un confado en la bondad humana, como
un buenazo que ve el mundo con un infnito optimismo en los sentimientos humanos, hasta tal
punto, que está convencido que de ellos nace toda la concepción ética del mundo. Sin embargo no
le podemos negar su análisis racional, el llevar este análisis hasta sus últimas consecuencias, y quizá
que, en el fondo, tiene razón, y si la humanidad no consigue caminar por la vereda del bien más
que por la del mal y las desdichas, sea precisamente porque no podemos construir un conocimiento
racional en torno a lo que más nos interesa, como sí lo podemos construir con respecto al mundo
externo que tenemos ante nosotros.
Y en religión, pues lo mismo. Hume no para su análisis racional por el hecho de enfrentarse
a temas religiosos y comenzará a tratar el tema de forma natural, como si se tratase de un producto
8 Sin embargo, hay que decir que represalias las seguía habiendo, aunque no tan drásticas como en la época de
Descartes, y todavía menos tratándose de un inglés. En Inglaterra el catolicismo no tenía el poder, e ir en contra de
la iglesia católica no estaba mal visto. El ataque de Hume va a ir contra toda concepción religiosa, y eso ya es gallo
de otro cantar. Todo acabó en la imposibilidad que tuvo nuestro amigo de conseguir una cátedra universitaria que
sin sus ideas religiosas hubiera tenido sin lugar a dudas.
más de la realidad, y no como fenómenos (los religiosos) gobernados por causas que están más allá
de la racionalidad humana9
, y así en 1757 escribió una Historia natural de la religión, y en 1779 se
publicó póstumamente una obra titulada Diálogos sobre la religión natural. En esta última obra Hume se
cuestiona la pretendida necesidad de un Dios todopoderoso que haya producido el mundo, le de
una fnalidad al mismo. Su argumentación racional resultó tan fna que es difícil sustraerse a ella,
salvo por obtusas mentes que, incluso en la actualidad, en una ilusión promueven doctrinas del
“diseño inteligente” (nuevo nombre que dan al creacionismo sabiendo que ese ya no vende) para
explicar nuestro lugar en este planeta.
Hume, sin embargo, no se ganaba la vida como flósofo, pues ni el Tratado (que ya hemos
dicho había sido recibido con frialdad), ni sus obras de ética o religión le llevaban a la fama y al
estrellato. No ocurría lo mismo con su trabajo y sus obras como historiador10
, que le permitieron
entrar en la vida diplomática y viajar por toda Europa11
. Esta vida le llevará a París, donde entrará
en contacto con los ilustrados franceses y trabó amistad con el afamado Rousseau12
. Se llevó a su
amigo a su Escocia natal13
para ayudarle; sin embargo, el mal carácter de Rousseau acabó por
entorpecer la relación14
y el ginebrino regresó a Francia. Y Hume volvió a dar una lección de
humanidad y caballerosidad británica.
Diez años después de estos sucesos David Hume murió un 25 de agosto de 1776 después de
que se le diagnosticaran una graves febres intestinales, con lo que le dio tiempo a invitar a cenar a
sus amigos y despedirse de ellos. Durante los últimos días escribió unas cartas15
de despedida y una
autobiografía que en la actualidad se publica como prólogo de su Tratado.
Tras su muerte este pensador escocés nos dejó un pensamiento que es, en ocasiones difícil de
leer, como en el Tratado o en la Investigación, mientras que en otras resulta grato, y fácilmente
comprensible, como en los Diálogos sobre la religión natural. Nos mostró que no tuvo miedo a nada ni a
9 Este es un posicionamiento típicamente ilustrado.
10 De hecho hasta bien entrados en el siglo XIX, Hume será más reconocido como historiador de Inglaterra que como
flósofo. En el siglo XIX todo cambiará cuando la flosofía anglosajona se comience a construir, toda ella, sobre la
base del pensamiento de nuestro amigo escocés.
11 Siguiendo, por otro lado, nuevamente a su amada, de quien jamás se olvidó.
12 Jean-Jacques Rousseau nació en Ginebra (Suiza), el 28 de junio de 1712; murió en Ermenonville (Francia), el 2 de
julio de 1778. Es uno de los grandes representantes de la ilustración, y al margen de esa época, fue, es, y será siempre
uno de los grandes representantes de una historia aparte de la flosofía en la que sólo están aquellos que escriben
unas cosas y hacen otras. Gran defensor de la libertad, de la igualdad, y de la fraternidad en sus obras, en su vida
real era mal amigo de sus amigos, mal amante (jamás quiso desposarse con su pareja, con lo que eso representaba
para ella), y mal padre de sus varios hijos, a quienes internaba en una escuela para verlos únicamente durante los
cortos meses del verano. En fn, que me cae mal.
13 Jean-Jacques Rousseau estaba siendo perseguido por las autoridades francesas y ginebrinas.
14 De hecho Rousseau llegó a acusar a Hume de homosexualidad por no conocerle ninguna amante, pues el
ginebrino, al contrario que el escocés, era un hombre mucho más dado a los líos de faldas que al amor que David
profesaba por esa esposa devota de su marido que ya comienza a caernos mal. Y es que, sinceramente, ¿no hubiese
sido mucho más hermoso que, al menos en una ocasión, Hume hubiese podido abrazar a su amada, hacer el amor
con ella, y contarle todo el periplo de vida tras sus pasos? No obstante, ¡ay!, no pudo ser, y Hume, al igual que le
ocurrió al Vizconde Valmont con Mme. de Tourvel en Las amistades peligrosas, no pudo estar con su verdadero amor
ni en la muerte.
15 Se sabe que al menos una de ellas estaba destinada para quien ya todos sabemos. ¿Lloró por Hume? ¿Se conmovió?
nadie, no le frenaron los resultados de sus investigaciones racionales (como sí habían frenado a
Descartes), y frente a los ilustrados franceses, mucho más iracundos, histriónicos, y conspicuos que
Hume, presentó un pensamiento que llegaba a negar la religión revelada, algo que Voltaire, por
ejemplo, con todo su anticlericalismo, jamás hizo pues era creyente en un dios racional, pero
creyente a fn de cuentas. Todo ello le hizo peligroso para el mundo establecido, seguramente
mucho más que los philosophes franceses, pero nunca vivió la ilustración francesa, desde la que se
fraguaban los futuros cambios en el mundo.
Dejemos que sea un poema de amor, que dedicaremos a David Hume para su amada, quien
cierre estos estudios de razón, fe en el ser humano, y amor:
Como se cada beijo
fora de despedida,
minha Cloe, beijemo-nos, amando.
Talvez que já nos toque
no ombro a mão, que chama
a barca que não vem senao vazia;
e que nos mesmo feixe
ata o que mútuos fomos
e a alheia soma universal da vida.
Como si cada beso
fuera de despedida
Cloe mía, besémonos, amando.
Quizás que ya nos toque
en el hombro la mano que llama
a la barca que no viene sino vacía;
y que en el mismo haz
ata lo que mutuos fuimos
y la ajena suma universal de la vida.
Fernando Pessoa, como Ricardo Reis.

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  • 1. El empirismo. Si no lo veo, no lo creo. El empirismo antes de Hume. John Locke1 (Dr. van der Linder) John Locke fue, junto a Newton, el gran artífce de la ilustración británica. Evidentemente Locke no es un ilustrado, pues vivió el siglo XVII, y no el XVIII, pero establecerá las bases flosófcas que permitieron la fuerza de la ilustración, más allá incluso de su Inglaterra natal. Y es que nuestro autor llevará su pensamiento empirista hacia el pensamiento político y ético, campo en el que se sentía mucho más a gusto, y por el que se tuvo que exiliar hacia Holanda, escondiéndose bajo el pseudónimo de Dr. van der Linder. Os equivocaríais si contraponéis el empirismo al racionalismo en el sentido de que la primera sea una corriente flosófca que no funcione siguiendo los dictámenes de la razón, y de hecho, Locke, precisamente, fue tan racional que desarrolló sus ideas políticas a partir de los presupuestos epistemológicos; y luego Hume llevará la razón empírica hasta sus últimas consecuencias, sin miedo a lo que se diera por ello. El empirismo no niega la razón como el camino del conocer, lo que le niega es que sea ilimitada y pretenderá establecer cuáles son esos límites. La pregunta con la que Locke comienza su pensamiento no es nada nueva. ¿Cuáles son los límites de nuestro conocimiento, qué podemos saber a ciencia cierta, qué es sólo probable y qué es imposible de saber? Esa era la misma pregunta que habían desarrollado los racionalistas y que provenía desde Grecia. Para Locke no hay ideas innatas, esto no es más que una fe que los racionalistas establecían. Para Locke no ganamos nada estrujándonos los sesos intentando vanamente descifrar los conceptos de sustancia, de esencia, y otros por el estilo; sencillamente, el conocimiento que necesitamos para vivir es del todo accesible. Admite las ideas facticias y adventicias de las que hablaba Descartes, aunque él hablará de ideas simples, aquellas que el mundo exterior genera directamente en mi mente, e ideas complejas, aquellas que genera mi mente al relacionar las ideas simples. Para Locke no hay duda de la existencia del mundo exterior, si no fuera real, sencillamente, no generaría en nosotros idea simple alguna, con lo que tampoco serían posibles las ideas complejas, y lo cierto es que tenemos tanto ideas simples como complejas. Pero niega rotundamente toda idea innata, el ser humano nace como 1 John Locke nació en Wrington (Reino Unido), el 29 de agosto de 1632; murió en Oates (Reino Unido), el 28 de octubre de 1704. Está considerado, junto a Hume, el gran flósofo británico. Pero, a diferencia de su compatriota, Locke era poco ambicioso, hasta tal punto que su epitafo (escrito por él mismo) reza así: Junto a este lugar yace John Locke […] conforme a su modesto destino […]. Sus virtudes, si alguna tuvo, son demasiado pequeñas para honrarle o para serviros de ejemplo. Que sus vicios sean enterrados con él.
  • 2. una tabula rasa, siguiendo la idea aristotélica, y que él llevo a límites políticos, pues sacó conclusiones éticas de este posicionamiento epistemológico al afrmar que esta igualdad sin ideas innatas era, también, un ejemplo de igualdad de todos ante la libertad, la justicia, la verdad. Todos los seres humanos nacen iguales, en defnitiva. No existe ninguna idea moral innata, será la razón la que nos permita distinguir el bien del mal a partir de la información que los sentidos nos ofrecerán y que nos permite construirnos un conocimiento del mundo. Y, fnalmente, tampoco existe la idea innata de Dios. Para Locke no hay duda de que Dios existe, pero su conocimiento es accesible también mediante la razón y ninguna religión o secta debe obligarnos a “creer” conceptos que mi razón no puede conocer. En defnitiva, la religión debe construirse bajo los límites de la razón, o lo que es lo mismo, está planteando abiertamente el deísmo2 . No es de extrañar que habiéndose opuesto al rey católico Jacobo II tuviera que exiliarse de Inglaterra cuando llegó al trono. A partir de esas ideas Locke comienza a desarrollar fuertemente el concepto de tolerancia, pues la razón no nos permite ir contra aquellos que sostienen una fe diferente a la nuestra, pues no es la fe la base sobre la que hemos de construir nuestros valores de convivencia, sino sobre la razón3 . Locke defenderá el estado natural, no se sabe si como fcción o como realidad efectiva que pensó se dio en un mundo antiguo. El estado natural muestra a todos los hombres igual y la necesidad de llegar a acuerdos entre ellos para establecer la convivencia, acuerdos que la razón acaba sancionando como ley, y que siguiendo esa idea flosófca, se conoce como Contrato social. Es decir, los seres humanos establecen acuerdos entre pares que permitan el desarrollo de sus derechos naturales, aquellos que poseen en virtud de que son capaces de comprenderse a sí mismos en el mundo antes de ningún contrato. Conclusión, la monarquía absoluta va en contra del natural desarrollo racional de los seres humanos, y debe ser el pueblo, único soberano, quien decida si el gobierno ha cumplido con los acuerdos del contrato, en caso de que no sea así, los ciudadanos no están obligados a mantener la obediencia, y de esa manera nuestro Locke está legitimando la desobediencia civil. La libertad, la propiedad privada, la igualdad de todos ante la ley4 , la tolerancia religiosa y el sometimiento del poder ejecutivo al arbitraje popular convirtieron a John Locke en un clásico de las democracias modernas. Quizá ahora nos parezcan ideas muy simples y evidentes, pero hay que pensar que si nos parecen simples y evidentes es porque Locke las presentó ahí, cuando no eran ni simples ni evidentes. 2 El deísmo es un posicionamiento típicamente ilustrado que defende la religión en los límites de la razón, y que no haya ningún principio religioso que la razón no pueda comprender. Lo veremos más detenidamente en el tema de La ilustración. 3 Mantendrá, sin embargo, un poso arcaico al negarse a llevar la tolerancia hacia los ateos, a los que designa directamente como elementos malignos. 4 Incluso la libertad política, legal, económica, y formal de la mujer y del hombre.
  • 3. El empirismo de David Hume. (Si fuera posible amarrar, tenerlo siempre cerca, poderlo controlar...) David Hume nació en la escocesa ciudad de Edimburgo en 1711, lo cual signifca, ni más ni menos, que vivió de pleno el siglo XVIII, el siglo de la Ilustración, y representó muy bien, quizá como nadie, los ideales de la misma, aunque no lo hiciese, ni en la bulliciosa y culta París, ni bajo el auspicio del paraguas de la cultura que desarrollaba la Enciclopedia, sino de una forma mucho más modesta, pero ciertamente no menos importante para el devenir del pensamiento posterior5 . En fn, nuestro querido David nació como el benjamín de tres hermanos (dos chicos y una chica) de una familia noble pero no rica. Al morir el padre siendo David un niño de dos años, el hermano mayor heredó título y tierras, siguiendo la tradición, mientras que destinaron a nuestro amigo a la carrera de leyes para proteger los intereses familiares y defender el nombre de la familia en los ambientes del poder. Y todo eso a pesar de los deseos de nuestro flósofo de dedicarse a la literatura, y como efectivamente consiguió hacer tras sacarse el título en leyes y trabajar de abogado en Bristol. Tenía entonces David Hume 21 años, y estaba perdidamente enamorado de la mujer de un diplomático al que destinaron a Francia, así que mira tú por donde el flósofo rompe con su trabajo en la abogacía y se marcha a Francia, cerca del prestigioso colegio de La Flèche donde había estudiado Descartes. No obstante todos sabéis que el amor no da de comer, así que Hume se dedicó a su verdadera pasión, las letras, y de esa pasión (también amorosa, por qué no decirlo así) nació el magnífco Tratado sobre la naturaleza humana, libro por el que Hume pensaba que ganaría fama y fortuna (lo cual por otro lado también era una necesidad si deseaba conquistar a su amada, quien no se iba a ir con un escritor y abogado de tres al cuarto); sin embargo, ocurrió que el libro fue bien recibido entre los ambientes intelectuales, donde obtuvo buenas críticas, pero no consiguió ser un Best Seller, como lo habían sido las obras de Descartes, o de Locke, por ejemplo, y de esa forma, mientras la flosofía recibía uno de los legados más inteligentes, el corazón de David quedó destrozado y no mucho después regresó a Inglaterra. Como él mismo dijo: Mi obra nació muerta aún antes de ser conocida entre el público. Hume es un poco exagerado en ese sentido, es verdad que la obra no caló hondo, pero no es menos verdad que fue leída por los más importantes pensadores de la época, así como en las universidades. El problema radicaba en que las conclusiones de Hume son las consecuencias últimas del empirismo, y eso era algo muy difícil de 5 De hecho no resultaría erróneo afrmar que todo pensamiento anglosajón posterior tiene sus raíces últimas en el pensamiento de este bonachón perdidamente enamorado de una mujer, pero dejemos eso para un poco más adelante.
  • 4. admitir. Descartes había intentado fundamentar la ciencia, darle validez universal al conocimiento científco de su época, ese es su propósito al crear una nueva metafísica. Al hacerlo estaba pensando en la ciencia de su época, es decir, la de Galileo. Por ello le dio una importancia fundamental a la matemática, porque al igual que este, Descartes pensaba que el universo está escrito en lenguaje matemático, hay que conocer su idioma para poder entenderlo. Hume va a intentar lo mismo, fundamentar el conocimiento científco, pero al hacerlo tiene en mente una ciencia diferente, pues tiene ante sí los logros de la física de Newton, lo que hace que fje su vista en el mundo de la experiencia, en los hechos. Los empiristas, con Hume a la cabeza, no criticaban que la razón fuese la facultad superior del conocimiento, discrepan de los racionalistas al afrmar que su poder no es ilimitado, pues necesita de la única fuente de información que alcanza el ser humano, la experiencia sensible. Al intentar fundamentar la ciencia Hume se propone contestar a unas preguntas fundamentales que aclaren nuestra capacidad de conocer: ¿cuál es el origen y cuál el límite del conocimiento humano? ¿Con qué materiales cuenta nuestro conocer? ¿Qué usos podemos hacer de esos materiales? ¿Qué consecuencias se derivan de ese análisis? De esta manera podremos saber qué operaciones de nuestro entendimiento son legítimas y cuales no lo son. En el fondo el propósito de Hume no se aleja demasiado del de Descartes, pero la ciencia que intentan fundamentar, y sus logros, son muy diferentes. La matematización de Galileo y Descartes les llevan a defender un método deductivo en nuestros procesos de conocer; para Hume, como para Newton, la matemática es un apoyo al conocimiento de los hechos, pero no es un conocimiento, hay que experimentar, tomar datos, son empiristas, lo que les lleva a defender un método inductivo en el conocimiento humano. Ahí es donde surgen las grandes divergencias entre el racionalismo de Descartes y el empirismo de Hume; el método deductivo permite un desarrollo ilimitado de la razón, mientras que el método inductivo ata al investigador a los datos que obtiene de la experiencia. Por eso Hume y los empiristas acusaban a los racionalistas de dogmáticos. Todo el pensamiento empirista de Hume se halla en sus dos principales obras: Investigación sobre el entendimiento humano, y sobre todo en el Tratado de la naturaleza humana. El primero de ellos no es más que un resumen del segundo, mas fácil de leer, que escribió ante la escasa venta del Tratado. La pasión de Hume por Newton no debe sorprendernos tanto si pensamos que la universidad de Edimburgo, donde estudió Hume, fue la segunda del mundo en explicar las teorías newtonianas, después de la de Cambridge, claro está, que es donde daba clases Newton. La idea newtoniana radica en que el estado natural es tanto el reposo como el movimiento. Si esto es así no hace falta una causa primera. Algo que Hume dejó muy claro. Lo que necesita explicación es el cambio, (del reposo al movimiento o cambio en el movimiento), y la única posibilidad de descubrir
  • 5. la relación de causación es a posteriori, esto quiere decir que no hay nada incorporado causalmente en su esencia que provoque necesidad en el fenómeno del poder causal. ¿Se ha entendido esto que he dicho? Supongo que no, porque ni yo mismo lo he entendido, así que intentemos ser un poco más claros. Es fácil de entender, eso sí, que con la idea newtoniana ya no es necesaria una causa primera, pues la causa primera ha de explicar cómo y por qué comienza el movimiento, pero Newton está diciendo que el movimiento puede ser el estado natural de un cuerpo, de tal forma que no tenga que haber comenzado a moverse en algún momento por alguna causa. Ahora bien, hemos de explicar cómo se produce el cambio del reposo al movimiento, o viceversa, puesto que ya hemos dicho que ambos son estados naturales de los cuerpos. Ahora bien, piensa Hume, no hay nada en los cuerpos (en el Ser dirían los griegos) que les lleva al cambio, así, sin más, por lo que si hay un cambio este debe estar provocado por algo externo, lo cual signifca que el estudio de los cuerpos (de la Sustancia, del Ser) no me llevará a comprender los cambios, debo estudiar la realidad que afecta a los cuerpos (la Sustancia, el Ser), y este estudio sólo puedo hacerlo a través de la información que los sentidos me dan. ¿Cuál es la concepción de la flosofía que tiene Hume? Siempre se declara como flósofo del sentido común6 . La flosofía tiene que limpiar al sentido común del vulgo de sus innumerables fallos. Hagamos un recorrido epistemológico acompañando al flósofo para entender su empirismo: Hume denomina a todos los contenidos mentales percepciones, y las hay de dos tipos: Impresiones e Ideas. Se distinguen entre sí por la intensidad con que se dan. Esto quiere decir que en el fondo, impresiones e ideas son lo mismo, tan solo que unas son más claras que las otras. Las impresiones se sienten o experimentan, las ideas se imaginan o se piensan. De esa manera, el dolor que sentimos en un momento dado es una impresión, el recuerdo de ese dolor es una idea. La gracia del asunto está en que todas las ideas, todas, se derivan directa o indirectamente de una impresión, con lo que no son el origen mismo del conocimiento. La impresión es el origen de todo el proceso, y puesto que una impresión es experimentada, la experiencia se convierte en el límite de todo lo que podemos conocer. Si no hay impresión no hay experiencia, o al revés, y si esto no se da, no puede haber conocimiento. La realidad de los objetos es una creencia si por tal entendemos su realidad permanente en el tiempo, al margen de que tengamos experiencia de ellos o no. Sólo cuando tenemos experiencia de algo podemos afrmar que ese algo existe, el resto es costumbre. Tanto las impresiones como las ideas pueden ser simples o complejas. Las ideas simples se derivan directamente de una impresión simple, como el caso del dolor y su recuerdo, pero las ideas complejas no se derivan de impresiones complejas necesariamente, sino que la mayor parte de las veces las forma la imaginación a partir de las ideas simples que posee; y lo hace siguiendo unas reglas determinadas: Semejanza; Contigüidad en el espacio y/o en el tiempo; 6 A partir del pensamiento de Hume surgirá toda una corriente flosófca que se desarrollará durante el siglo XVIII y XIX denominada Filosofía del sentido común que infuirá poderosamente en las ideas políticas contemporáneas.
  • 6. Causalidad. Para saber si una idea compleja determinada es un conocimiento valido de la realidad, o no es más que una mera fantasía especulativa de la razón, hemos de analizarla y comprobar si las ideas simples de las que está compuesta se corresponden con impresiones simples. A la vez hemos de analizar el uso que se ha hecho de las reglas. Al ser la esencia de la mente tan desconocida para nosotros como la de los cuerpos externos, igualmente debe ser imposible que nos formemos noción alguna de sus capacidades y cualidades sino mediante experimentos cuidadosos y exactos, así como por la observación de los efectos particulares que resulten de sus distintas circunstancias y situaciones. Y aunque debamos esforzarnos por hacer nuestros principios tan generales como sea posible, planifcando nuestros experimentos hasta el último extremo y explicando todos los efectos a partir del menor número posible de causas —y de las más simples—, es con todo cierto que no podemos ir más allá de la experiencia; toda hipótesis que pretenda descubrir las últimas cualidades originarias de la naturaleza humana deberá rechazarse desde el principio como presuntuosa y quimérica. Por ejemplo, el flosófco concepto de Sustancia, no es para Hume más que una idea compleja que no se corresponde con ninguna impresión compleja, sino que la imaginación ha construido tal idea a partir de ideas simples que poseía. Al desmontar el concepto de Sustancia Hume pone en evidencia todo el programa racionalista y su especulación, pues quedan destruidos los conceptos de Res Cogitans, Res Extensa y Res Infnita. Como vemos, los límites impuestos por Hume al conocimiento pronto comienzan a dar sus frutos en una crítica a la especulación racional, y se comienzan a entrever conclusiones mucho más fuertes. Pero no adelantemos acontecimientos. Si hubiera alguna impresión que originara la idea del Yo, esa impresión debería permanecer invariablemente idéntica durante toda nuestra vida, pues se supone que el Yo existe de ese modo. Pero no existe ninguna impresión que sea constante e invariable. [...] En lo que a mi respecta, siempre que penetro más íntimamente en lo que llamo mí mismo tropiezo en todo momento con una u otra percepción particular, sea de calor o de frío, de luz o sombra, de amor u odio, de dolor o placer. Nunca puedo atraparme a mí mismo en ningún caso sin una percepción, y nunca puedo observar otra cosa que la percepción. [...] La mente es una especie de teatro en el que distintas percepciones se presentan de forma sucesiva, pasan, vuelven a pasar, se desvanecen y mezclan en una variedad infnita de posturas y situaciones, No existe en ella con propiedad ni simplicidad en un tiempo, ni identidad a lo largo de momentos diferentes, sea cual sea la inclinación natural que nos lleve a imaginar esa simplicidad e identidad. La
  • 7. comparación del teatro no debe confundirnos; son solamente las percepciones las que constituyen la mente, de modo que no tenemos ni la noción más remota del lugar en que se representan estas escenas, ni tampoco de los materiales de que están compuestas. Nuestro conocimiento científco se expresa mediante proposiciones científcas, estas, por lo tanto, deben mostrar los tipos de conocimiento científco que nos podemos encontrar. Por ello, Hume, al igual que ya había hecho el racionalista Leibniz, se embarca en una flosofía del lenguaje para analizar las proposiciones científcas, que se dividen en dos grupos: Relaciones de Ideas y Cuestiones de Hecho. Las relaciones de ideas son producto de un mero análisis racional, y son necesariamente verdaderas. Son lo que Kant denominará Juicios analíticos. Las Cuestiones de hecho no son necesariamente verdaderas pues se fundamentan en la experiencia, y no en la razón; son lo que Kant denominará Juicios Sintéticos. La novedad de Hume con respecto a Leibniz consiste en que para el racionalista, en una mente infnita como la de Dios, las cuestiones de hecho se reducían a relaciones de ideas, (aunque no las llamaba así); para Hume esto es absolutamente imposible, con lo que entre Razón y Experiencia queda abierto un abismo infranqueable. Al margen quedan las proposiciones metafísicas, aquellas como Dios existe o El alma es inmortal, que no son de ninguno de los dos tipos anteriores, y que por lo tanto, están al margen del conocimiento humano, no sirviendo más que para engañar. Por eso Hume llegó a hacer la afrmación: todos los libros de metafísica deberían ser arrojados a la hoguera. A partir de aquí Hume ya tiene todos los elementos para acabar su análisis y llevar el empirismo hasta sus últimas consecuencias en su crítica de la causalidad. Para Hume la causalidad, ya lo hemos dicho, es una regla mediante la cual la mente conecta las ideas simples para conseguir ideas complejas. Ahora bien, puesto que todo nuestro conocimiento tiene su origen y su límite en la experiencia hay que analizar si tenemos experiencia de dicha causalidad, pues de hecho es la forma que toman todas las leyes científcas: Las mismas causas provocan los mismos efectos, con lo que no habría que volver a experimentar la causa. Pero Hume explica que el principio de causalidad consiste en la percepción de dos impresiones independientes que se dan seguidas en el espacio y en el tiempo. Llamamos causalidad a la conexión que existe entre ambas, y esta conexión, afrma Hume, no se fundamenta en la razón, por lo que es imposible un análisis lógico, (es decir, no es una relación de ideas); pero tampoco se fundamenta en la experiencia, pues no percibimos la conexión, tan solo percibimos dos impresiones consecutivas. Sólo queda, por lo tanto, una fundamentación psicológica, la costumbre. Toda creencia en una cuestión de hecho o existencia reales deriva meramente de algún objeto presente a la memoria o a los sentidos y de una conjunción habitual entre este y algún objeto. O, en otras palabras: habiéndose encontrado muchos casos, que dos clases cualesquiera de objetos, llama y calor, nieve y frío han estado siempre unidos; si
  • 8. llama o nieve se presentaran nuevamente a los sentidos, la mente sería llevada por costumbre a esperar calor y frío, y a creer que tal cualidad realmente existe y que se manifestará tras un mayor acercamiento nuestro. Esta creencia es el resultado forzoso de colocar la mente en tal situación. Se trata de una operación del alma tan inevitable cuando estamos así situados como sentir la pasión de amor cuando sentimos benefcio o la de odio cuando se nos perjudica. Todas estas operaciones son una clase de instinto natural que ningún razonamiento o proceso de pensamiento o comprensión puede producir o evitar. Esta crítica a la causalidad le permite a Hume eliminar el absolutismo científco de intentar dar explicaciones últimas y defnitivas de la realidad, así como las pretensiones metafísicas de explicar la comprensión total de la realidad, sea mediante Dios o sea mediante otros conceptos. El problema es que también elimina la posibilidad de fundamentar una ciencia en conocimientos necesarios y universales. Intentando fundamentar la ciencia newtoniana Hume la estaba aniquilando. Ahí es nada, la consecuencia de todo este análisis, (precisamente esa consecuencia que no gustó cuando su obra fue leída en las universidades) es un escepticismo radical, pues todo el conocimiento científco se está apoyando, según Hume, en una creencia, en una costumbre, en una cuestión psicológica. Las únicas certezas que son posibles en el pensamiento de Hume son las descripciones de mis impresiones y su relación con mis ideas, por un lado, y por otro, aquellas que aparecen en las relaciones cuantitativas de las matemáticas. Pero, claro, con eso, la ciencia de Newton, que Hume quería defender, no era posible. La solución dada por Hume consiste en que la fundamentación es puramente psicológica, algo que tan sólo quiere decir que nosotros, nuestra mente, está constituida así por naturaleza. Nuestra mente está formada de tal forma que realiza las inferencias y le da la fundamentación en la experiencia que recibe. El hecho de que estamos hechos así no niega el conocimiento ni la causalidad, tan sólo dice cómo conocemos y cuáles son los límites de este conocimiento. Hume regresó a Escocia en el año del señor de 17407 , y ya en Gran Bretaña decidió reescribir el Tratado después de comprobar el dinero y fama que le había traído un libro suyo titulado Ensayos sobre moral y política; accedió pues a hacer el Tratado más accesible y surgieron así la Investigación sobre el entendimiento humano, primero, y la Investigación sobre los principios de la moral, después. Evidentemente, las conclusiones a las que llega Hume han de tener su eco en los campos de la ética y la religión, donde Descartes había preferido no entrar. Pero Hume pertenece ya al siglo 7 Mira tú por donde que casualmente su amada había regresado igualmente, siguiendo a su marido, claro está, que había sido destinado a un nuevo puesto en Gran Bretaña. En el fondo, pobre Hume, tan enamorado, y siempre de la misma, en una época en la que era típico y tópico que las mujeres tuvieran sus amantes, fue él a enamorarse de una que era fel a su marido y no gustaba de juguetear con un amante flósofo. Hume, no obstante, no cejó en su empeño.
  • 9. XVIII, es un ilustrado, y por lo tanto, ha comenzado a perder el miedo a las represalias8 , así que, se lanza sin ambages a la investigación racional de los principios sobre los que fundamentamos, no ya nuestro conocimiento de las ciencias empíricas, sino nuestros conocimientos en los campos de la moral y la religión. Leamos brevemente a Hume: Aunque la razón basta, cuando está plenamente desarrollada y perfeccionada, para instruirnos de las tendencias dañosas o útiles de las cualidades y de las acciones, no basta, por sí misma, para producir la censura o la aprobación moral. La utilidad no es más que una tendencia indiferente, sentiríamos la misma indiferencia por los miedos, es preciso necesariamente que un sentimiento se manifeste aquí, para hacernos preferir las tendencias útiles a las tendencias dañinas. Ese sentimiento no puede ser más que una simpatía por la felicidad de los hombres o un eco de su desdicha, puesto que éstos son los diferentes fnes que la virtud y el vicio tienen tendencia a promover. Así pues, la razón nos instruye acerca de las diversas tendencias de las acciones y la humanidad hace una distinción a favor de las tendencias útiles y benefciosas. El texto es bastante sencillo de comprender, reconozcámoslo. ¿Qué nos dice Hume? Pues que no podemos construir una ética a partir de principios racionales absolutos, que la razón, por sí sola, no puede construir la ética, no puede ofrecernos los principios morales sobre los que construir nuestra vida. Ahora bien, fuera de la razón aparecen elementos que Hume piensa son comunes a todos los seres humanos; por un lado, un principio de utilidad por el que todos nos guiaríamos, de tal forma que buscamos siempre lo que es más útil para nosotros, para los nuestros, y para la humanidad; y por otro lado, unos sentimientos de Simpatía, que usa en su sentido original del término griego, es decir, como 'padecer con', 'sentir con el otro'. Seguramente todos, desde nuestros ojos del siglo XXI, veamos a Hume, en este punto, como un confado en la bondad humana, como un buenazo que ve el mundo con un infnito optimismo en los sentimientos humanos, hasta tal punto, que está convencido que de ellos nace toda la concepción ética del mundo. Sin embargo no le podemos negar su análisis racional, el llevar este análisis hasta sus últimas consecuencias, y quizá que, en el fondo, tiene razón, y si la humanidad no consigue caminar por la vereda del bien más que por la del mal y las desdichas, sea precisamente porque no podemos construir un conocimiento racional en torno a lo que más nos interesa, como sí lo podemos construir con respecto al mundo externo que tenemos ante nosotros. Y en religión, pues lo mismo. Hume no para su análisis racional por el hecho de enfrentarse a temas religiosos y comenzará a tratar el tema de forma natural, como si se tratase de un producto 8 Sin embargo, hay que decir que represalias las seguía habiendo, aunque no tan drásticas como en la época de Descartes, y todavía menos tratándose de un inglés. En Inglaterra el catolicismo no tenía el poder, e ir en contra de la iglesia católica no estaba mal visto. El ataque de Hume va a ir contra toda concepción religiosa, y eso ya es gallo de otro cantar. Todo acabó en la imposibilidad que tuvo nuestro amigo de conseguir una cátedra universitaria que sin sus ideas religiosas hubiera tenido sin lugar a dudas.
  • 10. más de la realidad, y no como fenómenos (los religiosos) gobernados por causas que están más allá de la racionalidad humana9 , y así en 1757 escribió una Historia natural de la religión, y en 1779 se publicó póstumamente una obra titulada Diálogos sobre la religión natural. En esta última obra Hume se cuestiona la pretendida necesidad de un Dios todopoderoso que haya producido el mundo, le de una fnalidad al mismo. Su argumentación racional resultó tan fna que es difícil sustraerse a ella, salvo por obtusas mentes que, incluso en la actualidad, en una ilusión promueven doctrinas del “diseño inteligente” (nuevo nombre que dan al creacionismo sabiendo que ese ya no vende) para explicar nuestro lugar en este planeta. Hume, sin embargo, no se ganaba la vida como flósofo, pues ni el Tratado (que ya hemos dicho había sido recibido con frialdad), ni sus obras de ética o religión le llevaban a la fama y al estrellato. No ocurría lo mismo con su trabajo y sus obras como historiador10 , que le permitieron entrar en la vida diplomática y viajar por toda Europa11 . Esta vida le llevará a París, donde entrará en contacto con los ilustrados franceses y trabó amistad con el afamado Rousseau12 . Se llevó a su amigo a su Escocia natal13 para ayudarle; sin embargo, el mal carácter de Rousseau acabó por entorpecer la relación14 y el ginebrino regresó a Francia. Y Hume volvió a dar una lección de humanidad y caballerosidad británica. Diez años después de estos sucesos David Hume murió un 25 de agosto de 1776 después de que se le diagnosticaran una graves febres intestinales, con lo que le dio tiempo a invitar a cenar a sus amigos y despedirse de ellos. Durante los últimos días escribió unas cartas15 de despedida y una autobiografía que en la actualidad se publica como prólogo de su Tratado. Tras su muerte este pensador escocés nos dejó un pensamiento que es, en ocasiones difícil de leer, como en el Tratado o en la Investigación, mientras que en otras resulta grato, y fácilmente comprensible, como en los Diálogos sobre la religión natural. Nos mostró que no tuvo miedo a nada ni a 9 Este es un posicionamiento típicamente ilustrado. 10 De hecho hasta bien entrados en el siglo XIX, Hume será más reconocido como historiador de Inglaterra que como flósofo. En el siglo XIX todo cambiará cuando la flosofía anglosajona se comience a construir, toda ella, sobre la base del pensamiento de nuestro amigo escocés. 11 Siguiendo, por otro lado, nuevamente a su amada, de quien jamás se olvidó. 12 Jean-Jacques Rousseau nació en Ginebra (Suiza), el 28 de junio de 1712; murió en Ermenonville (Francia), el 2 de julio de 1778. Es uno de los grandes representantes de la ilustración, y al margen de esa época, fue, es, y será siempre uno de los grandes representantes de una historia aparte de la flosofía en la que sólo están aquellos que escriben unas cosas y hacen otras. Gran defensor de la libertad, de la igualdad, y de la fraternidad en sus obras, en su vida real era mal amigo de sus amigos, mal amante (jamás quiso desposarse con su pareja, con lo que eso representaba para ella), y mal padre de sus varios hijos, a quienes internaba en una escuela para verlos únicamente durante los cortos meses del verano. En fn, que me cae mal. 13 Jean-Jacques Rousseau estaba siendo perseguido por las autoridades francesas y ginebrinas. 14 De hecho Rousseau llegó a acusar a Hume de homosexualidad por no conocerle ninguna amante, pues el ginebrino, al contrario que el escocés, era un hombre mucho más dado a los líos de faldas que al amor que David profesaba por esa esposa devota de su marido que ya comienza a caernos mal. Y es que, sinceramente, ¿no hubiese sido mucho más hermoso que, al menos en una ocasión, Hume hubiese podido abrazar a su amada, hacer el amor con ella, y contarle todo el periplo de vida tras sus pasos? No obstante, ¡ay!, no pudo ser, y Hume, al igual que le ocurrió al Vizconde Valmont con Mme. de Tourvel en Las amistades peligrosas, no pudo estar con su verdadero amor ni en la muerte. 15 Se sabe que al menos una de ellas estaba destinada para quien ya todos sabemos. ¿Lloró por Hume? ¿Se conmovió?
  • 11. nadie, no le frenaron los resultados de sus investigaciones racionales (como sí habían frenado a Descartes), y frente a los ilustrados franceses, mucho más iracundos, histriónicos, y conspicuos que Hume, presentó un pensamiento que llegaba a negar la religión revelada, algo que Voltaire, por ejemplo, con todo su anticlericalismo, jamás hizo pues era creyente en un dios racional, pero creyente a fn de cuentas. Todo ello le hizo peligroso para el mundo establecido, seguramente mucho más que los philosophes franceses, pero nunca vivió la ilustración francesa, desde la que se fraguaban los futuros cambios en el mundo. Dejemos que sea un poema de amor, que dedicaremos a David Hume para su amada, quien cierre estos estudios de razón, fe en el ser humano, y amor: Como se cada beijo fora de despedida, minha Cloe, beijemo-nos, amando. Talvez que já nos toque no ombro a mão, que chama a barca que não vem senao vazia; e que nos mesmo feixe ata o que mútuos fomos e a alheia soma universal da vida. Como si cada beso fuera de despedida Cloe mía, besémonos, amando. Quizás que ya nos toque en el hombro la mano que llama a la barca que no viene sino vacía; y que en el mismo haz ata lo que mutuos fuimos y la ajena suma universal de la vida. Fernando Pessoa, como Ricardo Reis.