2. Cada grupo de tres integrantes tuvo la consigna de escribir los capítulos para una
novela destinada a primer ciclo y que previamente había sido planificada por el
grupo y las docentes (argumento, personajes, etc.)
Al finalizar el momento de escritura de cada capítulo se realizó lectura en voz alta y
una votación para elegir cual de los capítulos formaría parte de la versión final de
la novela, pero dado que a veces la elección resultaba difícil se decidió fusionar
dos o más capítulos tomando lo mejor de cada uno
5. El grito de mamá quedó flotando
en el comedor como el olor a
empanadas de jamón y queso
que salía del horno.
6. ¡¿Cómo podes ser tan desordenado?!
Ya cumpliste siete y hay que repetirte
todos los días que ordenes tu
habitación!?
Hasta que no acomodes todo este
lío…¡NADA DE COMPU…NADA DE
TELE…NADA DE PLAY!
7. Furioso subí las escaleras hasta mi
cuarto, abrí la puerta y la cerré de un
golpe.
8. Lolita, mi perrita, que dormía
despatarrada sobre la cama, saltó y se
escondió entre medias olorosas y
remeras sudadas.
9. Desganado empecé a tirar mis cosas
dentro del armario y cuando no quedó
nada en el piso, lo cerré.
10. -¡Toc, toc!-alguien golpeó la puerta. No tenía
ganas de recibir visitas molestas.
-¡Toc, toc!-espié por la cerradura. No había
nadie.
-¡Grrr!¡Wo-wo!-de repente Lolita empezó a
ladrarle al armario. Entonces me di cuenta
que los golpes venían de ahí.
11. Aterrado, caminé hacia él y apoyé la
oreja en la puerta. Como seguía
escuchando ruidos tomé coraje y la
abrí de un tirón.
12. Cuando lo ví no lo podía creer. Sus ojos rojos me
miraban fijamente y de su boca abierta salía un
olor nauseabundo.
13. Todo comenzó a nublarse a mi alrededor. Las
piernas me temblaban y mi corazón latía como
loco. Él salió del armario y en ese momento me
desmayé.
15. Cuando abrí los ojos, la abuela Chola estaba
parada delante de mí gritándome. Tenía las
mismas chancletas rojas con flores de siempre,
que dejaban ver sus enormes juanetes y que
combinaban con su viejo vestido.
16. Noté algo raro en su cara y en su manera de
hablar. Sus labios estaban hundidos y su boca
arrugadita. Entonces me preguntó:
¿Vos me sacaste la
dentadura postiza?
Le respondí que no sabía de que me estaba
hablando y ella enojada se fue protestando.
17. Me paré confundido, me refregué los ojos y miré
a mi alrededor pensando que todo había sido un
sueño, el monstruo del armario no podía ser
real. Me sentía aliviado y me senté en la cama
con Lolita.
18. De repente escuché un fuerte rechinar de
dientes que provenía debajo de la cama. Me
agaché y… allí estaba “el monstruo del armario”
masticándose mis botines. Me sonrió y descubrí
algo espantoso…¡TENÍA LOS DIENTES DE LA
ABUELA!
20. Para mi sorpresa, no sólo yo me asusté del
monstruo, sino que él también se asustó de mí
y, al mismo tiempo, pegamos un grito de
horror, el mío acompañado de dolor porque
encima me ligué un botinazo en medio de la
cabeza.
21. A punto de llorar le pregunté-¿y vos quién
sos?¿de dónde venís? De pronto salió y
comenzó a cantar con voz de rockero viejo:
“Yo soy Sucius
y vengo de tu placard
me armé de tu ropa sucia,
y de lo que no lograste ordenar”
22. Lo observé con atención y me resultó
familiar, porque tenía puesto mi sweater
viejo, las piernas eran varios pares de medias
sucias y los pies dos cuadernos que me habían
quedado de primer grado.
23. De ellos se asomaban sus largas uñas hechas de
lápices y tapitas de lapiceras.
24. Como cabeza tenía mi pelota de fútbol
embarrada y sus ojos torcidos eran las tapitas
rojas de gaseosas que se amontonaban en el
fondo de mi mochila.
25. Lo dejé cantando sólo y salí disparado al cuarto
de mi hermana, quería que lo viera pero al
entrar Guada no estaba allí…
Sucius estaba sentado frente a la computadora.
26. -¿Qué estás haciendo?- le pregunté
-¡Chateo con mis nuevas amigas!
-¡¿Qué hacés hablando con las amigas de mi
hermana?!¡Guada me va a matar!
Le ordené que apagara la compu y me
devolviera los dientes de la abuela Chola.
27. De repente, saltó a la mesa y se escondió detrás
del monitor.
Enojado, me senté en la silla e intenté eliminar
los mensajes que Sucius había escrito a las
amigas de Guada pero…ya era muy
tarde, Guada estaba parada en la puerta.
28. ¡FELIPEEEEEEEEEE!¡¿Pero
qué haces revisando mis
mensajes?!¡¿Estás loco? Pero, pero,
pero…es que había
un monstruo y…
¡¿Un
monstruo?!AJAJAJA
Dejá de decir tonterías
y salí de mi cuarto
o…¿querés que le diga a
mamá? Pero, pero…es
cierto
29. Cuando cerré la puerta del cuarto de Guada
escuché sus carcajadas, se estaba riendo de
mí. Pero yo estaba convencido de que ese
monstruo era real.
30.
31. Al mediodía mi mamá había hecho su famosa
tarta de jamón y queso, que a Guada y a mí
nos gustaba tanto.
32. Aún estaba aterrado por Sucius, el monstruo del
armario. De repente, la abuela Chola gritó:
¡FELIPEEE! ¿Encontraste
mis dientes o en realidad
me los estás escondiendo?
33. ¡Yo no te los
¡Ya me cansé! No escondí, los agarró
vas a comer esa Sucius, el
riquísima tarta monstruo que vive
hasta que me en mi placard!
devuelvas mis
dientes!
¡Tonterías! No hay ¡Ya te dije que yo
tal monstruo no fui!
llamado Sucius en la
vida real. Tenes que
dejar de ver
caricaturas.
34. Me fui enojado a mi cuarto dando pisotones.
Cuando llegué di un portazo tan fuerte que
retumbó toda la casa. Me acosté en la cama a
pensar en Sucius…
35. Escuché su risa otra vez, y recé para que no
estuviese debajo de la cama. Pero no tuvo
casa, allí lo encontré. Estaba poniéndose un
pantalón roto de fútbol y se reía cruelmente.
36. Llamé a mi mamá para que lo viera pero cuando
llegó, Sucius se desarmó por toda la
habitación. Otra vez caí en su trampa.
42. No hace falta decir que después de la caída en el
tacho del lavadero, me castigaron otra vez.
Esa noche, preparé la mochila para el cole y me
acosté temprano.
43. A la mañana siguiente, agarré mi mochila y me
pareció mas pesada de lo habitual, pero como
estaba tan apurado, no me importó y me fui a
la escuela sin saber que mi día sería una
verdadera pesadilla.
44. Cuando entré al aula, la seño me pidió la tarea.
Abrí la mochila para buscarla y Sucius estaba
allí comiéndosela.
45. Espantado le expliqué a la maestra que un
monstruo se la había devorado.
Enojadísima, abrió mi mochila y me gritó:
¡QUÉ ASCO! ¡ACÁ SOLO
HAY ROPA SUCIA Y
APESTOSA!
Sucius me había tenido otra trampa.
46. Cuando me pidió el cuaderno de comunicaciones,
tampoco pude dárselo porque estaba en la panza
del malvado monstruito.
47. En una hoja la seño me escribió a mis padres
que en toda la semana no tendría recreo por
haberle mentido.
48. Volví a casa triste y desilusionado. La seño
tampoco me había creído y Sucius seguía
siendo un problema en mi vida.
50. El día siguiente que era un feriado, vino mi papá
de Nueva Zelanda con muchísimos regalos.
Me había traído juguetes y ropa nueva.
Supuse que a Sucius le gustarían pero como
no quería que los tocara, los escondí.
51. A la hora de comer, mi mamá conversó con mi
papá sobre mi comportamiento durante su
ausencia, pero él no se enojó. Cuando terminó
de almorzar fue a mi cuarto y revisó el lugar.
52. Al salir, vi a Sucius colgado de su espalda. Le
pegué y se cayó al piso. Lo agarré pero se
desarmó.
53. Felipe, ¿Por qué
me pegaste?
Es que… había…
eh… eh… ¡un mos…
mosquito!
Volví a entrar corriendo a mi habitación para
que no me retaran de vuelta.
54. Cuando abrí el cajón del armario encontré a
Sucius con todos los regalos que me había
traído papá.
55. Me puse tan furioso que agarré mi raqueta de
tenis, le pegué en la cabeza y quedó
noqueado. Luego lo metí en mi baúl de
madera y lo encerré con llave.
56. Agotado, me tiré a mi cama y comencé a
escuchar la voz ronca de Sucius cantando una
canción que decía asi:
“Para hacerme desaparecer,
algo tenés que entender,
toda la ropa a lavar,
o de lo contrario al placard”
57. Estaba tan cansado que fue para mí una canción
de cuna y casi sin darme cuenta, me quedé
dormido.
58.
59. Cuando me desperté, comprendí lo que tenía
que hacer para que la vida resultara más fácil
para los dos, debía ordenar mi cuarto como
quería Sucius, de punta a punta. Ni una pizca
de polvillo y nada en el piso.
60. Abrí el baúl para que Sucius viera como
ordenaba. Mientras yo doblaba la ropa, él
lentamente fue desarmándose.
61. Primero le desaparecieron los brazos, después
las piernas, el cuerpo y antes de que
desapareciera por completo me dijo con una
sonrisa:
¡Chau amigo! Espero que
hayas aprendido tu lección
o si no tendré con vos una
nueva misión.