1. 1.1. Carisma Congregacional
La Madre Bernarda en su espíritu misionero, nos dejó como legado incluir a todos en la extensión del
Reino, mediante la práctica de las obras de misericordia, atendiendo así a toda clase de necesidades
espirituales y corporales en todas las etapas del ser humano. La familia como núcleo de la sociedad y
seno de la gestación humana, es el lugar privilegiado para el amor y cimentar los valores del Evangelio.
No hay nada capaz de hacer la vida de familia tan dulce y tan atrayente, como el sincero, fiel y cordial
amor mutuo. Este amor ha de manifestarse continua, activa y generosamente; ha de ser un dinamismo
no interrumpido. (Cf. Carta N. 69 SMB)
Recordemos que nuestra principal tarea consiste en aceptar y amar. Jamás debemos juzgar ni criticar.
Este es el mensaje para todas nuestras familias. Empeñémonos diligentemente por implantar un
ambiente de sincera cordialidad. (Cf. Cta. 98 SMB).
Qué hermoso y grandioso aspecto ofrece una familia donde cada miembro contribuye generosamente
al bien común. Gran parte de las dificultades y disgustos desaparecen, se fomenta el recíproco amor y
comprensión y la unción en la oración. (Cf. Cta. 83 SMB).
Desunión y frialdad vividas en familia producen escándalo y rechazo por parte de los demás, y su
influjo destructor se prolonga a través de los años a pesar de sinceros esfuerzos. (Cf. Cta. 48 SMB).
Entre los vicios que dañan la vida familiar se encuentra el orgullo; La Madre Bernarda lo compara con
“yerbas dañinas o pequeño gusano que se mete en todas las plantas y le chupa la savia vital y en poco
tiempo les devora el corazón, matándolas”. El ámbito de la familia no está exento de esta realidad,
dándose actitudes negativas causadas por el orgullo para lo cual recomienda arrancarlas sin temor y
piedad y así impedir que el mutuo amor y la bendición de Dios en la familia sean destruidos.
La gratitud es una cualidad grande y hermosa que debería resplandecer con brillo siempre creciente,
en todas las familias, seamos agradecidos y que nuestra gratitud se manifieste igualmente en palabras
y obras. (Cf. Cta. 94).
“… y manifieste confiadamente el uno al otro su necesidad, porque si una madre alimenta y ama a su
hijo carnal, con cuánta mayor solicitud debe cada uno amar y alimentar a su hermano espiritual”. (Cf.
RB 6, 8).
En Espíritu y Misión, retomando a Puebla nos dice:
“La comunidad familiar está desintegrada a causa del deterioro de los valores fundamentales de la
familia y ya no se da una participación corresponsable de sus miembros”. (E.M. 252).
“Promover en el seno de las familias y en los grupos un profundo espíritu de comunión entre sus
miembros con actitudes de apertura y generoso servicio mutuo y procurar así la realización de la Buena
Nueva en cada uno de los hogares”. (E.M. No. 261).
“Comienza a surgir un nuevo humanismo en el que el hombre se define por su responsabilidad con la
historia y sus hermanos (Cf. GS 55), una búsqueda sincera de autenticidad y de nuevos valores de
convivencia, tanto en la familia como en los diferentes grupos humanos y el surgimiento de
movimientos que favorecen el desarrollo de la persona a partir de sus riquezas personales”. (E.M.
256).