2. TÓMATE T TIEMP
U O…
Es el segundo día del año y ha amanecido radiante con un sol magnífico
y no demasiado frío. Mientras me desperezaba esta mañana he pasado
un rato asomada a la terraza. En el jardín frente a mi ventana hay un ar-
busto de madreselva, ya casi un árbol, que florece con los fríos del in-
vierno. Con los últimos días de temperatura más bien suave, atípica en
estas fechas por estas tierras, el arbusto está repleto de pequeños capu-
llos que están a punto de estallar y llenar de un olor fragante las maña-
nas soleadas.
Mientras observaba, ha acertado a posarse en una rama muy cercana a
mi ventana un pequeño pajarito, que parecía regordete al tener sus
plumas infladas para protegerse. Con mucha calma ha observado a su
alrededor, y cuando se ha cerciorado de que podía estar tranquilo, se ha
puesto a acicalarse con toda parsimonia. Eso sí, con los sentidos alerta a
cualquier movimiento que se produjese alrededor.
He estado más de diez minutos observándolo. Pluma a pluma, milímetro
a milímetro, iba sacudiendo todo su pequeño cuerpo con el pico, volte-
ando a veces la cabeza en esa postura imposible que sólo pueden practi-
car los pájaros, como si tuvieran el cuello de goma. Todo ello con tran-
quilidad, pero sin parar un solo segundo y comprobando que todo iba
estando en orden.
Yo estaba absorta viéndolo. No entiendo mucho de pájaros. Primero
pensé que era un gorrión, pero al darle los rayos del sol mientras movía
sus plumas, se podía ver un cierto tono verdoso en su plumaje que lo
convertía en un pajarillo precioso y original. Al menos a mí me lo parecía
en ese momento en el que me estaba entrometiendo por completo en
su momento de intimidad.
3. Ya estaba a punto de dejarle cuando he visto que se ha parado, ha vuel-
to a mirar atentamente a su alrededor y ha comenzado a saltar de una
rama a otra toqueteando con su pico los capullos y deteniéndose un po-
co más en las escasas flores abiertas. Y con la misma meticulosidad con
la que se ha tomado su tiempo para ponerse a sí mismo en condiciones,
se ha puesto a trabajar laboriosamente en su tarea libando las flores que
el sol iba abriendo.
Toda esta escena me ha hecho pensar en cómo nos tomamos el final del
año, en el que parece que queremos dejar cerrado y hecho todo lo que
no nos ha dado tiempo a hacer durante los doce meses pasados. Y tam-
bién en cómo solemos precipitarnos en las primeras semanas del año
que comienza, intentando lograr lo antes posible esos propósitos, a ve-
ces imposibles, que nos hemos puesto por delante para lograr lo que
deberíamos haber comenzado a abordar hace ya tiempo.
Y mi conclusión a esta pequeña observación matutina es que quizá lo
más sensato sea tomarnos un tiempo, conectar con nuestra brújula in-
terior, y comenzar de una vez a establecernos retos "vitales", que tengan
su continuidad independientemente del año que acaba o comienza. Re-
tos que sepamos adaptar a nuestra propia evolución y con los que ilu-
sionarnos en cada etapa de nuestro propio camino.
Creo que me tomaré mi tiempo antes de comenzar... para luego abordar
seriamente los retos que me ilusionan...
“Tómate tu tiempo”
Por M.Paz Pérez-Campanero
Enero 2011