Emilio Botín escribe una carta a los indignados expresando su frustración con su falta de lucha a pesar de las dificultades económicas. Aunque él también ha sido afectado por la crisis y ahora solo puede comer queso podrido, carne seca y beber vino antiguo, y su coche no tiene techo y su bañera está al aire libre, él continúa luchando.