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Amílcar Romero




¡La hora, referí!
La realidad en la Rosada, tarjeta roja a la prensa




                       Ediciones de la Abeja Africana




 Santa María de los Buenos Aires, Provincias Unidas del Sud, 2010
Queda rigurosamente prohibida, sin expresa autorización escrita de los
titulares del copyright, bajo las sanciones establecidas por la legisla-
ción vigente, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier
medio o procedimiento, comprendidos la fotocopia y los procedimientos
informáticos.




R.N.P.I. e ISBN, registrados legalmente.
A Joaquincito Hinostroza Belmont, in memorian.
El árbitro es la viva combustión del fútbol.
[…] Sin el árbitro puede regir sin restricciones el principio del placer [y]
                    con el árbitro el fútbol entrega en placer lo que cobra
                                              en confirmación de realidad.
                   […] Por su misma textura religiosa y judicial el árbitro
                                            es litúrgicamente inaplaudible.
                                                          VICENTE VERDU

             Lo primero que aprende un jugador extranjero en cualquier
            país es a llamar hijo de puta al árbitro en el idioma del país.
                                         MANUEL VAZQUEZ MONTALBAN

        Si yo fuera gobierno, lo primero que haría sería meterme preso.
                  GUSTAVO El Cuchi LEGUIZAMON, circa abril 2 de 1982,
                      al pasar frente a la Casa Rosada iluminada a giorno.
1
    CASI UN Mundial exacto bajo el actual calendario vigente, el miér-
    coles 2 de agosto del 2006, más o menos a media mañana, para
    dar cumplimiento a las inflexibles informalidades oficiales, se re-
    gistró en el país un hecho tan inédito como histórico. Y no debi-
damente destacado. Incluso hasta totalmente inadvertido, a pesar de
su condensación y ramificaciones: la realidad, sobre todo en sus mani-
festaciones del espacio sagrado de la cancha y el tiempo hechicero
de la competencia, según clásicos de las ciencias sociales y literarios
que se volverán a citar casi hasta el aburrimiento, irrumpía por prime-
ra vez en la sede física de la historia nacional como es la Casa Rosa-
da, edificio donde para el vulgo tiene domicilio fijo y desde donde se de-
bería administrar el Poder.

      Desde el punto de vista sociocultural no era moco de pavo. Y no
iba a tardar de demostrarlo con creces. Calificar que se desató una re-
tahíla de catástrofes es caer sin más en los delirios sobreactuados que
caracterizan a los argentinos, pero el kirtchnerismo va a pisar una
cáscara de banana y entrar a dar costalazo tras costalazo, rutina que
tendrá su primera escala en las elecciones de fines del 2008, cuando un
multimillonario nacido en Colombia, inflado a televisión, lo acostó con
ropa y todo nada menos que en la provincia de Buenos Aires, un ba-
luarte donde el El Pingüino se había atrincherado tras no precisamente
lo mejorcito del caudillaje peronista sino también con la insólita presen-
cia de la actriz y cantante Nacha Guevara, una ex izquierdosa estriden-
te de Café Concert de los ‘70 que estaba haciendo roncha con el rutilan-
te éxito de una nueva puesta de la ópera Evita. La continuación fue
cuando otra vez descreyendo de lo científico, obnubilados por un vienti-
to circunstancial de cola, dando por descontado que de Sudáfrica se
traían la tercer copa y con ella la reelección en el 2011, fletaron por iz-
quierda unos 300 barrabravas con el fin de irlos iniciando en el difícil


                                    9
oficio del liderazgo social y en el momento de estarse escribiendo estos
bytes el cuerpo de un perteneciente al destacamento Lomas de La 12
sigue en el refrigerador de una clínica de Ciudad del Cabo, literalmente
macabro sin que nadie cargue con el muerto de las cuentas en efectivo
por los servicios de reanimación que se le prestaron y el traslado aéreo
en bodega, luego de un quítame de allí estas pajas después del indigesto
4 a 0 con que tuvieron a bien obsequiarnos los alemanes y despertarnos
de la temulencia delirante que nos lleva no a confundir, sino a mimeti-
zar lo imponderable que puede llegar a suceder en una cancha de fútbol
durante 90’ con la historia.
Luis Forlenza, que llevaba a cuestas 57 encima de ser argentino e hin-
cha de Boca, tuvo su heroica segunda muerte en el mutis por el foro
oficial y mediático. Para colmo, justo que la única que lo quería tanto,
cajera en un supermercado por Villa Ballester, tocaba cuanto timbre
tenía a mano para repatriarlo envasado en la bodega de un avión o, de
últimas, incinerarlo en aquel extremo sur africano que suena a Drake o
Moby Dick porque las autoridades le habían puesto plazo para los ser-
vicios sociales gratis y el único que tenían era mandarlo al montón poco
recomendable de una tumba NN.

       El embrión de este trabajo surgió cuando me llegó el pedido de
elaborar un panorama lo más amplio posible sobre el arbitraje en gene-
ral, muy particularmente el poco saludable destino de cuanta discon-
formidad ande suelta por un estadio. De pronto, colectado más o menos
el suficiente material, a la hora de darle un orden y pretender darle una
coherencia que no cayera en un fixture de lo zafio, aparece no sólo el
episodio de Horacio Elizondo ingresando a la Casa Rosada sino que se
empiezan a alinear, tras él, una serie sugestiva de hechos de toda índole
que porfiaban en pintar otro itinerario para el relato. El tamiz cultural
de los hechos, con el significado que tuvo desde siempre la intervención
del árbitro, comenzó a mostrar los alcances maravillosos del juego y pa-
ra colmo el jocoso presidente de la república sacándole tarjeta roja a la
prensa no había manera de sacarle un sesgo entre lo burlesco y lo gro-
tesco.

      En esta primera parte por lo menos se va a hacer el intento de ver
el suceso desde el marco teórico de toda la riqueza infinita que tiene lo
lúdico, la presencia ineludible de lo legal para que pase al estadio de la
competencia organizada, de lo deportivo, los inevitables entrecruces y
confusiones con lo real, porque a partir de allí, en la segunda y tercera
parte, se va a hilvanar un mixing donde quizá el único elemento común
y aglutinador sea el banderín solferino en algo de que seguimos y segui-
remos con el alma en orsai, che, bandoneón, sean eternos los laureles


                                   10
y también un urbi et orbi ya que estamos y es el mismo precio. La ve-
nida a pique de lo que por fin parecía la salida definitiva del pozo, así
repasada, no deja de causar cierto repelús, cuando no terror liso y lla-
no. La atomización sigue siendo la característica dominante. El grado
de agresión en las relaciones interpersonales, un considerable por cier-
to aumento en los delitos de todo tipo, pero por sobre todo un franco
terrorismo informativo a cargo de los medios masivos de comunica-
ción, sobre todo en los adversos a la actual administración, los récords
en el autoexterminio argentino nuestro de cada día en calles, rutas y
autopistas, plantea una patología colectiva que lejos de preocupar
provoca hasta cierto solazamiento. Otra originalidad argentina, no se
puede negar. Con el gobierno por momentos a punto de huir o que se lo
lleve el viento, con las mismas faltas de explicaciones y velocidad, tuvo
un repunte que tiene lo suyo: se basa más en el desperdigamiento y
desorientación de los opositores que en los aciertos oficiales. Una buena
recaudación fiscal, aumento en el consumo, rachas de otro viento de
cola como en el 2003 acompañado por un desmedido gasto público,
sobre todo en una asquerosa publicidad masiva oficial, con la macha-
cona presencia casi a diario de las alocuciones presidenciales y el estre-
no de tics producto de la creatividad de los asesores de imagen, se
contrapone al aumento de la mortalidad infantil, sectores debajo de la
línea de la pobreza y en este mismo rubro, a pesar de que se lo festeje
con perversidad, en el primer semestre del 2010 el patentamiento de
600 mil flamantes 0km. Todo acompañado por unos meteoritos de todo
tipo, inéditos, arrasadores. Sin contar con el meritorio e inédito touche
de que el Jefe de Gabinete que cumple la función de batidore líbero
de salirle con los tapones de punta a cuanta idea intrusa intente acer-
carse a la Primera Dama fue elegido vicepresidente de un club de
primera división, el decano sobreviviente, de manera de encarnar de to-
das maneras la fusión Estado/Fútbol con vistas a hacer baza para lo-
grar de todas formas afianzarse en las elecciones del 2011, habida
cuenta que además se juega la Copa América, una oportunidad a la
que pintan calva para recuperarse en algo del trastazo a nivel mundial
sufrido en Sudáfrica y donde para nada casualmente como sede central
fue nominado el Estadio Unico de La Plata, distrito de donde es oriun-
da la doctora Cristina Elizabet Fernández. Detenerse en los entreme-
ses de la afición por el Twitter o la desvergüenza de dibujar los núme-
ros de la inflación y su correlato de compatriotas que se hunden en la
pobreza y la indigencia excede con comodidad cualquier límite de la
desfachatez y la impudicia.

     Ahora acaba de pasar otro Mundial, decíamos recién, un poco
más arriba. En el ínterin, el Estado benefactor compró el fútbol, superó


                                   11
varios de sus límites anteriores al fletar todavía con algunos rubores
barrabravas trasatlánticas y también hacerlas propias, cosa de tenerlas
a mano para algún mandado u otras tareas domésticas que puedan di-
simularse en el proclamado envase de la inclusión, en un mundo cada
vez más excluyente por definición y que los tiene como vergonzante
mascarón de proa con variantes maquilladas de asistencialismo neoli-
beral. Y, sobre todo, un poco más blanqueadas. Porque no se las puede
blanquear del todo en algo que no está analizado y menos estudiado,
quizá develado sea el término más exacto, y que parece depender más
de la milenaria naturaleza del fútbol que de estos personajes de com-
parsa. Para colmo, en un fenómeno que más allá de lo grotesco y risue-
ño se le debería prestar un poco de mayor atención, con tal de salir en
la foto de dirigentes sociales que tenía como objetivo la ONG armada
desde arriba, idéntico a 1958, cuando los peronistas ya devenidos a li-
berales de entonces, Alberto Jacinto Armando, Antonio Vespucio Li-
berti y Valentín Suárez, instrumentaron a las barras bravas originales
como modelo social a seguir, en un hecho inédito en el mundo, ahora
proponen camuflar un clon de inserción como acomodadores del públi-
co y de esa forma mostrar la sociabilidad de sus almas y del rol social
que pueden llegar a cumplir, claro que siempre en los márgenes y cerca
de la cocina, cosa de tener a mano rebañar las sobras.

       Cuatro años han transcurrido. La urdimbre de hechos, la acelera-
ción de los tiempos y la fragilidad estructural del país, dejan toda la
sensación de que han sido cuatro siglos. En realidad, no sería nada raro
constatar que fueron quizá no cuatro siglos, una magnificencia típica de
argentinos, pero nunca jamás la bicoca de cuatro años a la vieja usanza
de doce meses cada uno. El suceso del puntapié inicial tuvo a bien
ocurrir cuando el rutilante árbitro internacional Horacio Elizondo, que
acababa de consagrarse in eternum en el de Alemania 2006, fue reci-
bido en audiencia especial por el entonces presidente monoplaza
Néstor Kirchner, algo que ya se anunció va a ser tomado aquí como ar-
bitrario punto de arranque, para decirlo de alguna manera. Como es
más que obvio, todo lo pasajero y rutinario de semejante ritual aparen-
temente repetido y aburrido hasta el hartazgo resultó eternizado tec-
nológicamente por cámaras fotográficas digitales y la infaltable tevé co-
mo es debido. Aunque está bien asentada esa “homología estructural
entre la arena política y el terreno de juego deportivo”, al decir de
Jean Marie Brohm1, con mucha más razón con los tiempos que corren



1
 Citado por Verdú, Vicente, en El fútbol, mito, rito y símbolos, Alianza Editorial, Madrid, 1980, 206
págs.


                                                   12
bajo la hiperfutbolización de todo lo real2, hoy más que nunca la glo-
ria deportiva ostenta ese halo de eternidad de que careció siempre jus-
tamente el Poder y la brecha entre la masa de representados y los que
pretenden representarla es cada día mayor, en sinfónico acorde con la
indiferencia por lo público, una jibarización de la conciencia social que
se rellena con consumo de alta gama sobre cuatro ruedas o paco,
según lo que los ingresos pongan más a mano.

       En aquel entonces ya no fue necesario que transcurriera mucho
para que los remezones de semejante temeridad y osadía, camuflada
tras el envase de un huero acto oficial de segunda más, se entraran a
hacer sentir. Ese Horacio Elizondo, oriundo de Quilmes, 43 años enton-
ces, poeta en sus ratos libres, con unos 5,5 miles de dólares mensuales
promedio de ingreso, a la altura de un ministro de la Corte Suprema de
la Nación, más los 40 mil que se acababa de embolsar por su actuación
en Alemania, ingresó al santuario presuntamente republicano muy lejos
de los madrugones infantiles cuando era canillita o la marcando los
movimientos de la gimnasia sueca como profesor de Educación Física.
En suma, se lo dejó compartir por un ratitito el más alto peldaño social.
Cuatro años atrás, para el realizado en Corea y Japón, lo habían dejado
con la ñata contra el vidrio. Pero a poco de tanto ditirambo reparador y
cuando todavía no se había disipado la humareda de los fuegos de arti-
ficio, se desataría una retahíla de sucesos dignos por lo menos de con-
signarse. El del domingo 12 de noviembre, siempre en el 2006, si se
quiere, fue apenitas anecdótico, consumista. Le tocó en suerte dirigir el
traqueteado clásico de Avellaneda e inaugurar el nuevo modelo de las
remeras Kappa, en la espalda estampada la fecha y el partido, un
quiosquito más para la angurria marketinera y tratar de hacer creer que
el mundo no se ha vuelto tan efímero e intrascendente. Eso sí, no al-
canzó a traspirarla los 90 minutos reglamentarios porque a los ’19 ST
tuvo que suspenderlo, a tanto llegó la rosca que se armó. Y no habían
pasado dos años que los precios internacionales y el rendimiento de la
nueva diva para paliarle el hambre a buena parte de la humanidad hizo
que al entonces Poder Ejecutivo, ya en plenas funciones su revolucio-
nario formato de dos plazas, se le ocurriera, amén del 35% que ya le re-
tenía a los productores de todo pelaje de la soja, auparse a las oscila-
ciones que parecían haber entrado en alza como un cohete de la NASA
para que quedara al descubierto que el endeble andamiaje social argen-
tino sigue atado con alambre y flamea hasta con un estornudo de libé-
lula. En medio de continuos movimientos de réplica, algunos insistieron
en que tuvo que intervenir hasta el presidente brasileño Lula da Silva,
2
 BROMBERGER, Christian. Significación de la pasión popular por los clubes de fútbol. Libros del
Rojas, Deporte y Sociedad, Buenos Aires, noviembre 2001, 57 págs.


                                               13
otro futbolero irredento, teléfono directo de por medio, para que el ma-
trimonio Kirchner no pegara un portazo y se volviera para sus propie-
dades hoteleras de El Calafate a enfriarse un poco y seguir bebiéndose
los vientos, amén de no perder para nada la saludable costumbre de
multiplicar los panes casi de manera milagrosa, matizado, al decir de
una señora paqueta que supo alternar la guerrilla montonera, que en
un momento voló un trompazo en el más ortodoxo exilo matrimonial de
alguien que en ejercicio de la primera magistratura no encuentra obstá-
culos en perseguir colaboradores caídos en desgracia a patadas en el
culo, alrededor de una mesa. Nada si se lo compara con la audacia des-
enfrenada del año siguiente, cuando todavía enredado con las Babas
del Diablo que hay entre las plantas del parque de la residencia de Oli-
vos, adelantaron seis meses las elecciones legislativas nacionales por
los reveses sufridos en sendos comicios de Misiones y Catamarca, y las
convirtieron en un plebiscito de alcance nacional entre dos modelos
de vidrio, y hasta el mismo Kirchner tuvo que salir a la cancha como
candidato a diputado y sin ningún escrúpulo, al mejor estilo del Osval-
do Zubeldía con el reglamento bajo el brazo, sacar de la galera unos
pomposamente bautizados candidatos testimoniales, ya sean gober-
nadores o intendentes del GBA en ejercicio, con tal que la divinidad de
la Diosa de las Encuestas los volviera potables con la más que peligro-
sa alternativa de proceder a una estafa política sin precedentes, ya que
los candidatos elegidos en ningún momento se comprometieron a asu-
mir si resultaban elegidos y encima se creaba un impasse de casi seis
meses hasta el 10 de diciembre, fecha de la asunción oficial y los jura-
mentos/promesas formales de los nuevos legisladores. Como ya era ob-
vio entonces presumirlo y ahora recordarlo, ninguno cumplió con lo que
públicamente había prometido y todo siguió como si nada, Dios prove-
erá.

       El de agosto del 2006 del cual parte este trabajo, esto es, Elizondo
entrando por Balcarce 50, amén de inédito, fue un hecho que por lo
menos lució tan inusitado como rodeado por un extraño halo, sin mos-
trar todavía para nada lo que constitución genética se traía bajo el pon-
cho. Cuesta creer que algo que luce tan trivial y anodino pueda conte-
ner semejante maraña. Para zafar con alguna elegancia de nuestras
clásica desmesuras y tropicalismos, se trató de la primera vez que a un
árbitro de fútbol -execrable demiurgo3 que es el único capaz en un es-
tadio de tener menos hinchada que la policía- se le franqueaba el acceso
a semejantes instancias de la pirámide social en un país donde desde

3
  Para la Real Academia, en su versión electrónica, el término proviene del griego y significa creador. En
su acepción filosófica platónica y alejandrina, Dios creador, y para los gnósticos, también en el mismo
ámbito del pensamiento humano, remite al alma universal, al principio activo del mundo.


                                                   14
siempre, aunque muy particularmente a partir de 1930, el fútbol es una
cuestión de Estado. Para colmo, justamente en ese momento en que
los estrategas de entrecasa se devanaban los sesos para quedarse in
eternum como una monarquía casera pero manteniendo ciertos atuen-
dos republicanos. Con la infalible ligereza y liviandad del periodismo ac-
tual, aunque pertenecientes al mismo multimedio y confeccionados en
el mismo edificio, cuando todavía no habían entrado en desgracia y ser-
ían declarados Enemigos Públicos Nº 1, es de esperar que no con la
cobertura del mismo cronista, el acontecimiento duró sólo “algunos
minutos” para Clarín y “casi una hora” para el deportivo Olé, dando
así pruebas contundentes de la vigencia total de la libertad de expresión
de que se disfruta y el apego a normativas sólidas y respetadas en cual-
quier terreno con respecto a la exactitud de los datos en la información
pública.

       Si no se toman reparos en los disparates y dislates del mismo te-
nor vigentes para desinformar en cualquier materia, en todo momento,
con total alevosía e impunidad, se podría decir que lo recién expuesto
no pasa de la categoría de acotación frívola o desdeñosa, porque el mo-
tivo aparentemente de fondo fue que las cucardas del insólito e inédito
visitante solamente consistían en haber dirigido no sólo cinco partidos
en el Mundial Alemania 2006, entre los que se encontraban nada me-
nos que el de apertura y la final, una distinción por cierto nunca dada,
sino haberse dado el lujo de ni siquiera haber tenido una vacilación al
expulsar a una gloria en su despedida del césped, con los cortos, siem-
pre acariciando sensual y eróticamente a la pelota, como Zinedine Zida-
ne, el Gran Zizou, de origen argelino y oriundo nada menos que del ba-
rrio Le Castelet de Marsella, al lado del cual Ciudad Oculta o Fuerte
Apache son monasterios trapenses, vistiendo la casaca de una de las
ocho potencias que regentean el mundo y cuando restaban solamente
diez minutos para sus tres pitazos finales y la eternidad inigualable de
los estadios no sólo lo estaría aguardando para acogerlo en su seno pa-
ra siempre sino, como bien evitó hacer mención la mezcla rara de secta
y pandemia que constituyen los periodistas deportivos, con el tremendo
y preciso cabezazo en el medio del plexo a su marcador, el italiano Mar-
co Materazzi, planchándolo de espaldas a todo lo largo, Zizou le dio in-
greso oficial a la Guerra Santa al fútbol y de ahí ya no la mueve más
nadie porque entre otras cosas es una arena y un proscenio que le ca-
en como anillo al dedo desde donde se lo mire.

      Es decir, de movida la cosa no tendría que haber lucido tan sim-
plota y formal como había querido ser presentada. Hay que entender de
una vez que las ramificaciones, arboladuras, deltas y alcances del fútbol


                                   15
se hunden en el fondo de la historia. Además, la cultura tiene su autar-
quía y entre nos, rebalsando el vaso y siempre dando la nota, las lectu-
ras sobre esta performance y la internita que tienen los árbitros loca-
les, más los consabidos e interminables enmarañamientos de lo contin-
gente nacional y popular aportan su no poco, y Amílcar Sandanella, por
ese entonces secretario adjunto de la Asociación Argentina de Arbitros
(AAA, de aquí en adelante), es un cordobés que carga munición gruesa,
ya conoce lo que es quedar colgado de la brocha por hablar en un país
donde siempre el silencio es salud, no sólo en épocas de López Rega, y
tuvo a bien rememorar con el humor que caracteriza a los de La Docta
lo sucedido a la hora de ver a quién le tocaba este billete premiado:

      -Cuando lo designaron a Horacio Elizondo para dirigir la final del
Mundial, [el presidente de la AFA Julio Humberto] Grondona y [el del
Colegio de Arbitros Jorge] Romo sacaban la cabeza para que también
les colgaran la medalla, cuando ellos siempre combatieron a los árbi-
tros, no hicieron otra cosa que joderles la vida y perjudicarlos –
rememoró, achairando la de pasar a degüello-. Y después resultó que
pusieron la cabecita. El viejo Alejandro Busca todavía estará cagándose
de risa en el Cielo porque el verdadero hacedor de Elizondo fue él.4

      Sobre otras instancias decisivas en torno a este acontecimiento
cada cuatro años que hace crujir la croqueta a varios millones de seres
en todo el planeta y moviliza varios miles de millones de dólares, sin
contar las verdaderas implicancias culturales de fondo, también tenía
un recordatorio bien surtido en torno a lo sucedido con motivo de los
anteriores:

      -En una oportunidad, cuando Juan Carlos Biscay estaba por ser
internacional, subieron por la escalera al Comité Ejecutivo su nombre a
propuesta de la Escuela de Arbitros, pero por el ascensor bajó una nota
del mismo Comité para que la designación le fuera otorgada a Juan
Carlos Crespi –ilustró Sandanella sobre Francia 98-. Para el siguiente,
todo el mundo sabía que iba a ir Horacio Elizondo, pero no fue a Corea-
Japón y la designación terminó siendo política.

       El designado fue Angel Sánchez. El cordobés le puso de este modo
los tres pitazos finales a un tema si se quiere de cotillón:




4
 Salvo expresa indicación en contrario, todas las entrevistas fueron realizadas por Marcelo Massarino con
vistas a otra edición de este trabajo y acá se van a utilizar sólo las partes que se entienden más acordes.


                                                   16
-Y así es con todo –concluyó, matándose de risa y recordando que
cuando estaba en actividad “una vez me cagaron por abrir la boca,
así que ahora no me importa nada, dale nomás.”

       Como en estos casos se ha hecho ritual que algo hay que hacer y
la eliminación de la representación argentina propiamente futbolera en
ese magnánimo certamen estuvo envuelta por alguno de los raros tufi-
llos de costumbre, ya no conmueve a nadie lo de campeones morales o
perseguidos por conjuras celestiales que incluyen, en primer término, a
árbitros corruptos, como sucedió con la fantochada patriotera de 1966 y
ha quedado instalada, abulonada, pero necesitaba urgente de un centro
de atención, sea el que sea. Y el petit acontecimiento nacional del pres-
tigiado hombre de negro en el cenit de la fama y las miras mediáticas
también estuvo comprendido, más que ningún otro motivo, dentro de
esa comezón clásica que no deja de acometer a los hombres del Poder
precisamente porque lo son y cada vez quieren más y más, como en el
bolero, siempre un poquito más, impulso incontrolable que los lleva a
saber como nadie lo efímero que es, lo lejos que queda de la realidad
concreta, y que siempre han exhibido una inocultable envidia por la po-
tencial posteridad que parece albergar desde el fondo de la historia
humana la gloria deportiva en cualquier disciplina y en cualquier épo-
ca. Por otro lado, la hiperfutbolización de la vida actual en todos sus
rubros es una urticaria no exclusivamente argentina5, aunque nos due-
la y aquí se la ponga en práctica hasta la saturación, llegando a im-
pregnar el habla cotidiana con tropos para todos los gustos como la
metáfora tanguera que desde 1947 nos fotografió que estamos empeci-
nados en vivir con el alma en orsai6, banderín solferino siempre en al-
to. Ahora, la cereza de este postre es la institucionalización vigente
que los que pasan a tener renombre, prestigio, ser referentes de algo, fi-
guras destacadas de cualquier actividad, no ser unos NN estadísticos,
como si se tratara de algo infecto contagioso, tienen que amucharse de
cualquier modo, en cualquier parte, sobre todo para exhibirse como la
casta de los excepcionales ante los masificados y mantener la relevan-
cia a toda costa, preferiblemente ante las lucecitas rojas de las cámaras
de tevé, así que vayamos con lo que tenemos, es lo que hay. A falta de
otro 10 imparable bien vale un soplapitos insólitamente incuestionado:



5
 Bromberger, Ch. Obra ya citada.
6
 Romero, Amílcar. Fútbol SA – Juego, Industria del Espectáculo y Cultura de Masas. Ediciones de la
Abeja Africana, Buenos Aires, noviembre 2005, 182 págs. El trabajo sobre el tema en particular, también
con el titulo El Alma en Orsai – Deportivización y lenguaje de la vida cotidiana, apareció en Informes
del Sur N° 52, de las Ediciones BP, Buenos Aires, mayo del 2005, 24 págs. Ir a la bitácora con el trabajo
completo .


                                                   17
-Hablamos del mundial, recibí las felicitaciones del caso y comen-
tamos la marcha del país –respondió Horacio Elizondo cuando en la
punzante requisitoria posterior le hicieron la zancadilla de práctica, le-
vemente corruptita, si no se llevaba por lo menos un sondeo para un
puestito electoral con vistas al 2007, dada la vigorosa transversaliza-
ción que a todo trance se pretendía llevar a cabo hasta que el viento
cambiara, barajar y dar de nuevo-. Fue una reunión amena y agradable.
Una satisfacción para mí ser recibido por el presidente.

       Por supuesto, dentro de la liturgia imperante en estos casos, no
constituyó novedad que el invitado dejara como ofrendas sagradas su
vestimenta negra y las tarjetas amarilla y roja que supuesta y necesa-
riamente fueron las mismas que usó en el último partido, estas últimas
firmadas de puño y letra, cosa de darles una autenticidad inmaculada y
más que eso, sacra. Para redondear el fetichismo, Olé dejó testimonia-
do que el hincha del Racing Club de Avellaneda –a pesar de haber naci-
do en Río Gallegos- que ocupa el sillón de Rivadavia “atesorará desde
hoy la tarjeta roja que expulsó al astro francés Zinedine Zidane en
la final del Mundial, con el autógrafo de Horacio Elizondo incluido.”
Completando las monigotadas de práctica, en una de esas con la inten-
ción de darle algo de contenido a estos insulsos y repetidos ritos cere-
moniales, el doctor Kirchner, con esa cintura de que hace gala para las
sutilezas y las tormentosas relaciones que tiene sobre todo con la pren-
sa nacional, no encontró nada mejor que posar para las fotografías que
mostrándoles la roja a los cronistas presentes, con las correspondientes
y siempre espontáneas sonrisas de acrílico de los funcionarios adictos
full time presentes.

      Está documentado. Se utilizó como ilustración obligada y obvia
para la tapa de este trabajo. Si es que después no se dio cuenta solo o
se lo soplaron, todavía se debe estar lamentando. Y lo va a lamentar
siempre. Con lo viejo, venerable e instaurado en la historia no se jo-
de. El desatino, desconocimiento y sobre todo el desprecio cultural que
contuvo ese acto aparentemente intrascendente le iban a pasar la factu-
ra por triplicado más una indexación al borde de la usura que él maneja
al dedillo por ancestros heredados. A todo esto, a nadie se le ocurrió
preguntarle si lo de la graciosa tarjetita fue por tratarse del recurso del
último hombre. Ahí sí la parodia se podría haber venido estrepitosa-
mente al suelo. Por otro lado, el hecho quiso aparecer como que al me-
nos por el momento esa presencia podía llegar a constituir el techo
máximo del inusitado protagonismo público logrado en los últimos
tiempos por estos personajes siempre desdeñados, despreciados, despo-
tricados, hasta exóticos o extraños, puteables hasta la vergüenza ajena,


                                    18
metidos presos cuando no ajusticiados sumariamente por asuntos del
negocio de las apuestas, como ha sucedido en Colombia. En una pala-
bra, que por hache o por be históricamente han despertado cualquier
cosa menos las simpatías populares.

      Ahora, por la vastedad, implicancias, relaciones, equívocos y mu-
chas facetas más se trata de un tema casi que orilla lo tabú, al borde
mismo de lo mufa si es que ya no tiene una adentro para más de uno,
cuyo tratamiento con cierto rigor y seriedad exige por lo menos una
aproximación lenta, lo más metódica y desprejuiciada posible, primero
que nada desbrozando y desmalezando lo superfluo y aparentemente
intrascendente con que está camuflado, tratando de que ninguna de
sus implicancias quede fuera de foco y menos de cuadro:

       -Un árbitro es la ley, el reglamento en movimiento, los límites –
precisó la psicóloga y deportóloga Liliana Grabin, titular de la cátedra
respectiva en la Facultad de Psicología la UBA, al autor de este trabajo,
en el primer piso de una confitería de Villa Crespo, en medio de la furia
ensordecedora del televisor puesto con el partido en vivo y en directo en
alguna parte del planeta a pesar de ser el atardecer de un día laborable-
. Es la frustración, el aguafiestas definido por Johan Huizinga. Por eso
nunca ha podido ni va a poder arrancar manifestaciones de afecto.

      El ex referí internacional Juan Carlos Biscay no se anduvo con
remilgos para explicar la regla de oro que aplicó durante toda su carre-
ra:

      -Que el balde de mierda propio estuviera vacío a la hora de jugar
y que el que el hincha lleva a la tribuna no me salpicara.

        Más gráfico y sintético no se podía ser.

      Para colmo, no faltó el que aportó el sesgo de lo perentorio que a
diario nos acosa sin clemencia, amenazando, como cada vez que una
pelota se pone en movimiento, que el quilombo7 puede ser inminente
en cualquier instante:

7
  Para la Real Academia Española, a la cual por suerte, en los últimos años también le llegó su perestroi-
ka, se trata de un vocablo de origen africano, un venezolanismo que originalmente nominaba a chozas y
cabañas campestres y que en Chile y a ambas orillas del Mar Dulce, ya en el siglo XIX, se lo adjudicaron
a prostíbulos y lupanares por funcionar en lugares de similar construcción. De allí que prejuiciosamente le
haya quedado el mote de mala palabra y/o vulgaridad de muy mal gusto. Pero en una tercera acepción,
que es la más difundida popularmente y con la que se lo usa en las canchas de fútbol, es lío, barullo, gres-
ca, desorden. En la edición impresa, la RAE agrega que se lo utiliza normalmente para referirse a aquellos
lugares donde se alteran los valores morales.


                                                    19
-El árbitro, en alguna medida, en un país donde no hay justicia,
representa el poder –sacudió a quemarropa el peronista Ricardo Cala-
bria.

        ¡Eeepa! ¡La impertinencia que faltaba!

      Sin embargo, no fue el único. Cada uno a su momento, con la
mesura y discreción que dan los años de circo y de saber con los bueyes
con que se ara, que ese rol social y escenificado puede llegar a estar
imbuido de un rol justiciero a ultranza brota instintivamente, casi por
acto reflejo, rebalsando incluso las líneas de cal donde ejercen una mo-
narquía casi omnímoda:

       -Llevar la falta de justicia en un país al marco deportivo o que
una sanción técnica signifique un acto de justicia es una ridiculez –salió
con los tapones de punta Angel Sánchez, poniendo la antinomia esen-
cial e infaltable en la controversia insalvable que es uno de los atracti-
vos medulares del cosmos futbolero-. Algunos lo utilizaron y ese es el
tema. Es más, lo llevó a [Javier] Castrilli a ocupar un cargo en la segu-
ridad del fútbol producto de su imagen8.

        Después agregó para redondear la idea:

      -Yo nunca impartí justicia. Simplemente apliqué las reglas de un
deporte que en sí mismas a veces son injustas, porque castiga de la
misma manera a un futbolista que pega una patada que a uno que fes-
teja un gol y se levanta la camiseta, cosa que me parece una idiotez.
Entonces no se puede hablar de justicia sino de aplicación de reglas
muchas veces discutibles más que por ellas mismas, por la falta de li-
bertad de los árbitros.

       Juan Carlos Biscay, en cambio, otra vez mostró que lo suyo no
son las metáforas abstrusas o subterfugios, retornando a sus épocas de
futbolista, antes de ser árbitro, y donde le pegaba a todo lo que se mov-
ía, incluso a los que se convertirían en ex colegas:



8
 Justamente al principio de la administración de Néstor Kirchner, a pesar de sus simpatías derechosas ne-
oliberales y de venir de colaborar con la gestión bonaerense de Carlos Ruckauft, (a) Rucucu, en su mo-
mento ladero de López Rega y el que embajador llevó en Italia 90, acompándolos en pesona y pagando
con fondos públicos, a todos los barras compatriotas que no habían podido entrar y que vieran la final
con Alemania, la del famoso penal inventado por el mexicano y donde después, festejando el título, el
gran Franz Beckenbauer, DT teutón, con toda la euforia del mundo vivó por un IVº Reich…


                                                   20
-En un país donde la justicia no es independiente, ¿cómo le va a
la Justicia en este país? No le va muy bien.

         Ricardo Calabria también machacó en caliente sobre el mismo
clavo:

         -Si hay algo que falta en este país es justicia –reafirmó.

       Roberto Ruscio puso una viñeta de su coleto que es como un friso
con filigranas y arabescos de la Argentina misma:

     -Una vez fui a dirigir a Entre Ríos y el policía a cargo de la seguri-
dad me dijo: “¿Vos hacés quilombo en la cancha y ahora te tenemos
que sacar nosotros?”

       Toda una situación repetida, habitué, manida, que no sale en los
diarios ni figura en siempre la almidonada textura de los comunicados
oficiales. Ruscio completó así su particular visión del Camino al Gólgota
de los que tienen como única arma y herramienta un silbato:

       -Después quedás en manos de la Seguridad, que te digan cuándo
salir y que tengan la buena intención de cuidarte y que no te manden al
matadero.

     Textual. A continuación tuvo la gentileza de abrochar todo con
una breve e intensa cátedra de sociología e historia nacional práctica:

      -En el interior, cuando iba a dirigir el Regional, como la policía
comparte todos los días con la gente que en una de esas tienen que re-
primir, ahí tenés menos seguridad.

     Angel Sánchez, otro día, en otro lugar, coincidía casi milimétrica-
mente en meter la pelota junto al mismo palo:

      -Los arbitrajes en el fútbol del interior fueron muy importantes
para mí. Los policías que eran del pueblo no tocaban a nadie porque al
otro día se encontraban con los hinchas en el banco, en el supermerca-
do o en la calle.

      De la despersonalización de las megalópolis a la sobrevivencia en
aglutinamientos urbanos pequeños que todavía mantienen a rajatabla
características semifolk, digamos, una vida medio en chancletas, ma-
teada en la vereda con la silla petisa, la tarjeta de crédito virtual desde


                                       21
siempre a cargo del almacenero que a su vez es hijo del que surtió a tus
viejos durante toda la vida, ¿cómo se le va a ir a pegar o encanar, en-
cima por un partido de fútbol de mierda donde el que tiene razón es el
vecino porque abajo del uniforme tienen puesta la camiseta localista por
más que juren y rejuren un profesionalismo impoluto a cal y canto, aca-
tamiento a la ley hasta que las velas no ardan y la mar en coche?

        El ex árbitro mantuvo el relato como si se tratara de un trámite:

      -Un partido que se suspendió y después lo fui a completar, al
terminar y salir de la cancha, no había un solo policía, ni uno, y yo con
el coche en la comisaría…

       Si alguno quiere experimentar lo que es la soledad en vivo y en di-
recto, no guitarreos existenciales y literarios, puede convencerse
haciendo un trabajo práctico como ése. Ruscio no cortó el hilo de su re-
lato casi monocorde:

      -Me tuvo que llevar un dirigente –explicó-. Después me enteré que
la policía me lo hizo porque yo había informado sobre algunas anomal-
ías cometidas en el operativo del anterior para mantener la seguridad.

       Sin exagerar, el remate tuvo su cuota de sincera ferocidad y esca-
lofriante impacto, más que nada por la sencillez y contundencia:

      -Lo que sucede es que en la conducción de la Seguridad tenés a
tipos que piensan así.

       Aquí es donde surge claro que cuando sucede algo tan impensado
y grave, por la parafernalia con que suele explayarse la violencia nues-
tra de cada día, lo de los políticos y gobernantes no son explicaciones,
sino gárgaras, pelotazos a la tribuna, cualquier cosa en un país no sólo
con una cultura futbolizada al mango, sino con un pueblo que vive de
fútbol (no del fútbol, que no es lo mismo, tal como sentenciara El 109),
y como si fuera poco 180 mil millones de dólares de deuda externa, mi-
les de desaparecidos sin explicación valedera a la vista y que para rema-
tarla está condenado al éxito10.

9
  Durante el reportaje concedido al matemático y periodista deportivo Adrián Paenza para Canal 13, por
el que estaba contratado con exclusividad por más de 300 mil dólares, luego de comprobarse el uso de un
cóctel de efedrina en el partido contra Nigeria, Mundial 94 en EE.UU. Los responsables del suministro
fueron exhumados y lo acompañaron como cuerpo técnico en su perfomance como entrenador en el Mun-
dial 2010 de Sudáfrica.
10
   La afirmación fue hecha en marzo del 2002, cuando ya transitoriamente en el sillón de Rivadavia, el
doctor Eduardo Duhalde, hincha de Banfield, la institución oficialmente más sancionada por corrupción


                                                  22
¿No será un poquito mucho?



       Vivimos en un burgo salvaje donde la realidad es tan tirana como
implacable y abrasiva, porque ya han pasado páginas y páginas sin sa-
lir de un episodio tomado como baladí y todavía ni señales de poder si-
quiera intentar abordar lo importante de fondo en un país que, como
apuntara Mafalda, “lo urgente siempre mata a lo importante”. Por-
que no se habían apagado los ecos del petit acontecimiento aparente-
mente rutinario e intrascendente en Balcarce 50, dejando ingresar a la
realidad por primera vez en la historia como si formara parte del per-
sonal de maestranza, ni siquiera con rango de granadero raso y tieso,
todos creían que no daba para más que para algún comentario cholulo
e insípido, a lo sumo algún chiste del nunca bien ponderado y repentis-
ta ingenio popular, cuando a la tele se le ocurrió meter el hocico y pun-
guearle también algo de celebridad y carisma en formato video, la vida
por el raiting, de paso sondearle la llegada en la masa que podía llegar
a tener un árbitro ya a esa altura requerido desde México, Italia y Al
Qatar, mosca del color y la cantidad que quisiera, cuando en uno de
esos programas contagiados de realitis producidos con unas pocas mo-
nedas de costo, tipo propina en semáforo por lavada de parabrisas o
exhibición de malabarismo, la publicidad con la promesa cierta de
amenazar en los adelantos de una develación nunca vista, conmovedo-
ra, un testimonio jamás mostrado por sus protagonistas reales en vivo y
en directo, cuando en realidad siempre se trata de una cotidianeidad
que hace ratos vive mucho más que en pelotas y al aire libre, pero con
lo cual igual tentaron y convencieron al bueno de Horacio Elizondo para
lo que podía llegar a ser una presunta obra de bien, nacional y popular,
como iba a ser dirigir la final de Fútbol Villero -en realidad Papy
Fútbol, porque eran 7 contra 7-, entre los representativos Fuerte Apa-
che y Ciudad Oculta, en el mundialista de los primeros, una urbani-
zación que lleva el pomposo nombre oficial de Ejército de los Andes,
cuna de héroes nacionales como Carlitos Tevez, cuidada directamente
por la Gendarmería Nacional con armamento de guerra a la vista sin es-
taciones intermedias, aislada como ghetto y tratada peor, para colmo
de noche, y como tuvieron suerte llovió tal cual se hubieran roto varios

en toda la historia del fútbol argentino, salió al cruce de un dictamen de la infausta Corte Suprema am-
pliada, de mayoría automática, en torno al dichoso corralito. El momento flameante que vivía el país y
las característica de lo aseverado tuvieron la repercusión suficiente como para que fuera recogido hasta
por la edición castellana online del Diario del Pueblo, que no es otro que el Remín Ribao de Pekín,
donde el cronista chino acota por su cuenta que se trata de la adaptación de lo expresado por un famoso
filósofo brasileño (¡!) al que no identifica y del que nadie tiene idea, salvo los chinos...



                                                   23
caños en todo ese sector del cielo. Así que en las plateas bajas le tuvie-
ron que dar al aliento y a la birra de parado, una nube densa y fragante
que parecía Chernobyl y era producto de puros porros con yerba de la
buena que se disipaba algo por la cortina de agua, por lo que los únicos
privilegiados fueron los que lo vieron desde los monoblocks, a resguardo
de toda inclemencia, salvo los de los pisos más altos porque por la dis-
tancia y la iluminación berreta tuvieron que enterarse a través de las
múltiples trasmisiones espontáneas vía celular y nada de entrar en de-
talle por el origen de un chiche electrónico policlasista que se ha
vuelto tan vital como el calzado o la leche en polvo para los más chiqui-
tos y quién paga las cuentas que por encima de todo en una democracia
lo que hay que respetar es la privacidad, máxime en un aspecto tan
sensible como es justamente la propiedad privada11.

      En un lugar así, sin menospreciar ni encarnizarse con algunos en
particular, entre Dios y el célebre árbitro argentino la única diferencia
era que el primero no usaba ropa deportiva ni lo esponsoreaba nadie.

        Hasta ahora, por lo menos.

       El evento, con perdón de la expresión, en vivo y en directo, tuvo
lugar el viernes 1º de setiembre a las 21:30, y se lo retransmitió en di-
ferido y pésimamente editado, por momentos pareció que tarasconeado,
total era villero, la semana siguiente en el programa Blog que conducía
Daniel Tognetti en el Canal 9, todo bullente en el caldo de cultivo de lo
que Bromberger en el trabajo ya citado llamó macdonalización de la
cultura, y que entre nosotros, para variar, tiene dos corrientes alterna-
tivas como son la tinelización y la pergolinización, ambas hijas de un
mismo padre, la sofovichización, todos hijos putativos del Proceso y
reflotamiento triunfal con el menemismo.

      Al término del encuentro, con solamente apenas tres amarillas,
ninguna irregularidad digna de mención, justo y ajustado triunfo local
por 2 a 1, las cámaras encendidas dieron mayor motivación y rienda
suelta para exteriorizarle todo el afecto a semejante figura transnacio-
nal, un verdadero orgullo para todo aquel que se sienta argentino has-

11
  En una población estimada en los 38 millones de ciudadanos, ya próximos a cumplir la primera década
en el siglo XXI y el segundo centenario de la independencia formal, información dada a conocer -y que
hay que tomar con pinzas- estima en 39 millones la cantidad de aparatejos de todos los colores, precios y
tamaños que andan circulando en manos, oídos y bocas sin ningún tipo de discriminación, y donde buena
parte de los cuales son reciclados y forma parte de una bastante suculenta rama del Delito Organizado,
con las autoridades respectivas siempre mirando prudentemente para otro lado u ocupadas en menesteres
más importantes, sobrecargadas en tareas vitales como acarrear papeles de un lado a otro, sin destino. En
momentos de corregir este trabajo, en el último año se han vendido 500 mil celulares más.


                                                   24
ta la muerte, así que se mandaron en lo que tan discutido durante un
partido como es un tumulto, una figura reglamentaria que no todos los
árbitros aceptan, y como la cabra al monte tira, en el remolino y soba-
jeo, la clásica media vuelta con el pulgar y el índice en media luna, mo-
vimiento perfectamente calibrado y practicado, al internacional e inma-
culado Elizondo le hicieron nada menos el cronómetro con que había
dirigido la final en Berlín.

      En una sociedad como la neoliberal, en que nada tiene desperdi-
cio porque ya es un desperdicio en sí, las cámaras al hombro no se lo
perdieron a un Horacio Elizondo alejándose por un pasillo interno de la
renombrada urbanización, un laberinto digno de H. P. Lovercraft, to-
talmente chivo, y protestando en un tono como para que lo escucharan
hasta del edificio central de la Gendarmería, en Puerto Nuevo:

      -¡Hijos de puta! Les vengo a hacer un favor y me pagan así. –A pa-
so vivo, el bolso colgándole de la mano derecha, sin cambiarse, con las
pilchas traspiradas y mojadas por la lluvia con que había dirigido. -
¡Váyanse a la mierda!

       Lo que pasó seguido no salió en cámara: los de la producción que
lo corrieron y convencieron que con la Traffic los esperara en la prime-
ra YPF afuera de Fuerte Apache, a unas dos cuadras de ahí, que ellos
iban a tratar de arreglar el desaguisado de algún modo. Hablando la
gente siempre se entiende, sobre todo en la Argentina. Allí cada uno co-
noce las especialidades, una cosa así no pasa desapercibida para na-
die, había que devolverlo, estaba en juego el verdadero prestigio de un
barrio martirizado por todos lados, las cámaras de tevé encendidas y
encima a quién le habían hecho el bobo, a una figura así no se la cho-
rea, están vacunadas, justamente por ese motivo perdía todo valor, era
una merca que quemaba los dedos y no se la podían mostrar ni a la
novia, menos que menos pensar meterla en el reduche.

       Las negociaciones no fueron fáciles. Llevaron su tiempo. Nada de
argumentos moralistas y otras pelotudeces. Por supuesto, aparte de que
si no echaban pie atrás no sería raro que intercediera hasta el mismí-
simo gobierno dada su angurria de protagonismo al estilo Llanero Soli-
tario, seguro que con el periodismo sacrosanto a la cabeza, y había que
dar por descontado que se armaría un despelote de padre y señor mío
por el afano de un reloj cuyo único valor, por encima del de la mercanc-
ía en sí, residía en haber estado en la muñeca izquierda del árbitro que
dirigió una final entre un equipo al que le echaron el mejor porque le
recordaron que tiene una hermana acusada por lo menos de estar cerca


                                   25
de todo el mambo islámico y todas las connotaciones que eso tiene, más
lo que supimos que todo eso significa en los Años Negros, cualquier sa-
lida de la norma estandarizada ya es terrorismo, subversión o por ahí
cerca, y en la vereda de enfrente, los bambinos de teta que se llevaron el
título mundial gracias al dudoso regalito del referí gallego en forma de
penal casi sobre la hora en el partido contra Australia, pero cuando
arribaron al Leonardo Da Vinci de vuelta con el preciado trofeo los esta-
ban esperando los carabinieri para portarlos en galera al estar varios
de ellos metidos hasta la testa en el arreglo de partidos bajo cuerda y
hacerse unos millones de euros con el totocalcio, sin contar los diri-
gentes y clubes enteros recubiertos de gloria y a partir de ese momento
de merda de la más fragante, más algún que otro árbitro, claro, para
completar el álbum de figuritas.

      ¿Por qué les iban a decir rochos? ¿Por ser pobres, marginales, de
una casta inferior? ¿Cuándo Carlitos Tevez, cuyo tío había estado pre-
sente y todo durante el partido, crédito del barrio, vocalista del conjunto
de cumbia villera que dirige un hermano, jamás ha ido a menos ni por
un kilo de guita y dejenlón y van a ver que del Zizou ése, un tiempito
más y no se acuerda ni la madre, primero al paulista Corintias del pre-
sidente Lula y después a los Manchester ingleses, todo de la mano de la
Mafia Rusa?

       Bueno, la cosa fue que al final, con esfuerzo, algún empujón, va-
rias puteadas, hasta alguna mano para espantar una mosca a pesar de
la lluvia y lo que sea, lo que primó fue la racionalidad aunque a muchas
les pueda parecer mentira si no toma en cuenta que el reinado de lo ra-
cional era el motivo por el cual estaba lloviendo a lo loco. Así que con la
misma velocidad y cualidad NN con que había desaparecido, reapareció
de la nada a donde se había mudado. Y mucho antes de los tres días
que le llevó a Dios hacerlo con su Hijo. Algunos del canal le alcanzaron
a la estrella Horacio Elizondo en el lugar convenido un objeto tan pre-
ciado no tanto por su valor en sí, que lo tiene, por cierto, como por el
otro, indudablemente mayor y que no cotiza en Bolsa, ahora sí todo
convenientemente grabado en video para que quedara constancia que
en el país, por más que después rezonguen plañideramente los Blum-
berg & Co., hay de lo que se quiera y necesita, pero tienen corazón y
sentimientos y obran siempre de buena fe, no con mala leche.

      -El episodio del reloj podría haber sucedido en cualquier lado –
dijo formalmente el hombre súbitamente encumbrado a nivel global,
merced al fútbol justamente, en su momento activista sindical entre sus
pares y hasta presidente de la AAA, ya calmado, a la gente de Olé que


                                    26
había ido a hacer la cobertura y que se publicó recién el martes 5, cua-
tro días después, apagados los ecos de la fecha correspondiente del ful-
bo de en serio, es decir, del que da guita y maman-. Y también de eso
saco una conclusión muy positiva. Porque, reconozco, me dio mucha
bronca cuando me lo quitaron, pero rescato el hecho de que me lo de-
volvieron enseguida. A la gente le dio mucha vergüenza y su reacción
fue de una enorme dignidad y honestidad.

      Para completar una tele bazofia a tutti faltó el apretón de ma-
nos y hasta el abrazo conciliador entre el victimario y la víctima, pero ya
hubiera sido como mucho. Y en cuanto a Horacio Elizondo, no será un
estadista, pero el hombre demostró que su cintura tiene para enviar un
balsámico discurso público y no incendiarse con una potencial clientela
como es la marginalidad creciente en forma cariocinética e inevitable-
mente rumbeando para el fútbol, sobre todo vía cable, porque no hay
peor ocupación estresante y alienante que la desocupación plena ni
elemento más pernicioso y disolvente que el aburrimiento12.




       La cantidad y calidad de lo metafórico que pueda tener que el doc-
tor Néstor Kirchner, al invitar al árbitro internacional Horacio Elizondo,
dejó entrar por primera vez a la realidad a la Rosada por lo que arrastra
y condensa simbólicamente este tipo de personaje social, más el mo-
mento que vivía el país, un cumpa que ya colgó el pito encima le sacu-
dió de sobrepique que donde no hay justicia los de negro son el poder,
bueno, puede correr por el paladar de cada uno semejante evaluación y
mejor atenerse y constatar los hechos. Ahora, si es que se puede, tratar
de dejar las minucias y abordar de una vez la sustancial para tratar de
ver la dimensión que tuvo latente lo sucedido el 2 de agosto del 2006 en
la Casa Rosada. Pero no: se le había roto el cuerito al grifo y no había
manera de parar el chorro. Más en un país que vive de fútbol (no del
fútbol, sino de fútbol, como le dijo El 10 al matemático Adrián Paenza
cuando le “cortaron las piernas” en el Mundial 94 por el cóctel de
efedrina que para algunos fue nada más que una conjura en la que in-
tervino hasta la CIA), esa realidad simbólica, virtual o como se la quiera
apedillar, a poco más de un mes de haber sido introducida, como si fue-
ra poco se aprestaba además a ponerle un pelotazo en el poste que le

12
  Verdú, V. Ob. Cit. Con respecto a la vieja controversia, sobre todo a principios del siglo XX y a cargo
de todos los matices de la izquierda, en cuanto a que el mayor peligro que representaba el fútbol era entre-
tener y desviar a la clase obrera de su función liberadora universal, este autor español apunta certeramente
en la relación poder/deporte que “la temida realidad es que las masas serían más peligrosas no por su
actividad, que podría cambiar de rumbo, sino por su capacidad de indiferencia y su oquedad devas-
tadora.”


                                                    27
quitó el aliento a varios, incluso a los dos granaderos que como esta-
tuas estaban de guardia en la entrada principal de Balcarce 50.

       Fue el domingo 10 de setiembre, en el entretiempo de un partido
televisado que pudo ver todo el país. El escenario fue el Estadio Unico
de La Plata para 40 mil espectadores, que mandó a hacer el mismísimo
Eduardo Duhalde cuando era gobernador y así tratar de recuperar los
espacios verdes donde levantaron en su momento de prestado sus can-
chas Estudiantes y Gimnasia y Esgrima, en un país con un Estado en
toda época siempre pródigo, benéfico y dadivoso, en primer lugar si se
trata de tirar manteca al techo en cuanto potlach13 haya, y ni qué
hablar si es futbolero. Los despelotes fueron magnánimos. Se entraron
a levantar tribunas de hormigón y de prepo, hubo piquetes de gente pa-
queta por la prepotencia oficial de quererlos despojar de la historia (sic)
y al final salomónicamente a la argentina acordaron jugar ahí solamen-
te los partidos contra los grandes por una obvia razón de borderó.
Bien. Como en esa magna fecha los triperos de Gimnasia y Esgrima se
la tenían que ver nada menos que con Boca Juniors, iban ganando 1 a
0 en el primer tiempo, se podían trenzar en la punta y el sargento de
Ejército Daniel Giménez, a cargo del arbitraje, dale con sacarle amari-
llas a los locales por cada patadón cariñoso a un contrario, llegando el
colmo de echarle al DT por protestar, con lo que eso podía significar pa-
ra el padre, atravesando un momento muy serio de salud, por lo que
antes que terminaran los primeros 45 minutos, el presidente de los lo-
cales, señor Juan José Muñoz, (a) El Tuerto, a pesar de que cuenta con
los dos globos oculares aunque parapetados atrás de gruesos lentes de
aumento, acompañado de tres miembros de la comisión, lo esperaron
en el vestuario al militar en actividad, que vive en el Chaco y viajaba to-
dos los fines de semana en avión para dirigir, cosa de proceder en esos
15 minutos reglamentariamente dedicados al descanso a lo que el vul-
gar lenguaje callejero denomina apretada y que en la Argentina es tan o
más común que los buenos días, sobre todo en el fútbol, donde forma
parte de los elementos indispensables y habituales, tipo canilleras, me-
dias o las vendas para los tobillos, y le dijo como si se le preguntara si
la gaseosa la quería con o sin pajita:

13
   El término es muy poco usado, reproducido incluso con diferentes grafías, y alude a una costumbre ri-
tual de los aborígenes de América del Norte para agasajar a sus huéspedes de manera tan exuberante co-
mo fanfarrona y exhibicionista. El primero en tratarlo e incorporarlo a las ciencias sociales fue Johan
Huizinga en su clásico Homo ludens y luego de manera impecable por Mario Vargas Llosa en El hooli-
gan civilizado, en La Nación, 25/6/98, pág. 19. El significado que ha quedado entre nosotros, los suda-
cas, le apunta de manera generalizada a los nuevos ricos y más que nada a los gobernantes que hacen
rimbombantes gastos en obras públicas tan caras como inútiles para perpetuarse en el poder mientras las
necesidades mínimas del pueblo en general, cuyos efectos no se ven, como la salud pública o la educa-
ción, quedan a la deriva. En este sentido, todo el fútbol, el argentino en particular, es un potlach desde
donde se lo mire, empezando por los estadios y siguiendo por los contratos de jugadores y DTs.


                                                    28
-Cuando salgas a la calle te vamos a matar.

        Una versión. Y seguramente antojadiza. No sería nada raro.

       Pero el partido efectivamente fue suspendido y el sargento Gimé-
nez, custodiado más o menos como Bush en una visita de cortesía a
Bagdad, procedió a formalizar la correspondiente denuncia policial. A
partir de allí comenzó el surtidor de pronunciamientos de todo tipo. En
su mayoría, si era correcto o no proceder a la suspensión, sobre todo
sin avisarle a la gente, porque los de Boca se fueron sin el anuncio ofi-
cial por los parlantes, sólo alertados por las radios portátiles.

      -Esto depende de cada uno –respondió Ricardo Calabria consul-
tado sobre el particular-. Tengo algunas historias en las que intercam-
bié golpes antes y después de un partido. Y después lo dirigí como si es-
tuviera en el patio de mi casa. Pero no es lo correcto porque tiene que
haber una legislación. Por ejemplo, tomando lo que hizo [el sargento
Daniel] Giménez, yo hace veinte años ni loco suspendo el juego. Aparte,
lo hubiera corrido del vestuario al presidente de Gimnasia como lo hice
con más de uno. Pero hoy, en esta situación, no podés decir que estuvo
mal porque no sé si él está preparado para enfrentar esa situación y se-
guir con normalidad.

      Aunque no del todo porque todavía el asunto tuvo una vuelta más
de tuerca:

      -Igual a [el sargento Daniel] Giménez lo tomo con pinzas, porque
cuando tuvo que hacer el minuto de silencio mintió –agregó Calabria, ya
en tiempo de descuento, recordando un episodio entonces también re-
ciente y no cicatrizado-. Dijo que no sabía nada y lo tenía escrito en el
nombramiento14.

      Como la pelota que es un esfera perfecta y está impregnada de
algún elemento demoníaco15 para que gire ad infinitum sin dejarse de-
tener o dominar, la currícula de los protagonistas era por demás sucu-
lenta y como sucede siempre en la Argentina, cualquier hecho entra a
echar guías como planta de zapallo y a los diez minutos se está a varios

14
  Es un trámite burocrático que sucede el martes anterior al partido.
15
  La entrada del demonio a la cancha no es una licencia o un recurso poco feliz. Está registrado históri-
camente en la Enciclopedia Británica que era tal la atracción, la fascinación del balón no tan perfecto
cuando ya la industrialización daba sus primeros vagidos, amén de los golpes, heridas y muertes para
hacerse de él y retenerlo, que popularmente y no tan popularmente en las islas se daba como un hecho
que estaba poseído por el Demonio.


                                                    29
kilómetros luz del hecho y su posible significado, ni hablar de motivos
ni razones. En suma, el sargento Giménez, a pesar de haber sido anoti-
ciado formalmente, fue el único árbitro que el domingo 25 de marzo del
1996, por cumplirse el 20º aniversario del hasta ahora último golpe de
estado, en el Chateu Carreras de Córdoba no procedió a efectuar el
minuto de silencio establecido en homenaje a los compatriotas des-
aparecidos, torturados, aniquilados, por la última dictadura militar.

      Pero a los pocos días se retractó y lo más hombre y los más pan-
cho dijo que no se había olvidado nada. Le había dado bronca que el
minuto de silencio fuera nada más que por los subversivos y no por los
nobles uniformados caídos en el sacrosanto combate de cobrar en boti-
nes de guerra, llevarse chicos, tirar prisioneros dopados sobre el mar
desde los aviones, torturar, enterrar masivamente en tumbas NN y
habilitar una veintena de campos de concentración. En la vida hay que
ser equitativos y el que tenía el pito era él, qué joder.

      Ni lo apercibieron. Menos que menos en el cuartel donde presta
servicio.

      Del lado de los platenses agresores, dejando de lado que el mismí-
simo eternizado presidente de la AFA y su hermano menor tienen
récords en materia de sanciones disciplinarias por cosas por el estilo, el
que llevó lo que se puede decir la voz cantante, como no podía ser de
otro modo, fue el presidente tripero, Juan José El Tuerto Muñoz, quizá
el hecho más explicable públicamente de su existencia aunque y al-
guien quiera ver en eso alguna contradicción, desfasaje o anomalía. Lo
de la tortedad viene a ser como una licencia poética o porque directa-
mente a alguien se le ocurrió enchufárselo y después a nadie se le ocu-
rrió enmendarlo, algo bastante frecuente en un país condenado al éxi-
to. El resto de su currícula, en cambio, sí entra en los rascaderos de
cabeza varios como sucede siempre con la milagrería peronista, muy
por encima de las casualidades recurrentes y otras pavadas por el esti-
lo.

       Para ponerse a tono con la globalización imperante se puede co-
menzar diciendo que Jota Jota o El Loco, como también le dicen en los
corrillos platenses, es un self made man, una clara muestra de las
ventajas sin igual que tiene la movilidad social en el sistema capitalis-
ta, para utilizar lo más socorrido y rancio de la jerga imperante en las
ciencias sociales. Claro que todo eso en la Argentina, obviamente nacio-
nal y popular. Y más precisamente en La Plata. Cincuentón, algo calvo y
gruesos anteojos, sus comienzos fueron de verdulero, de allí pasó a ser


                                   30
un trabajador del lápiz, como se autodenominan los levantadores de
quiniela, también capitalista de juego y la llegada de los cumpa, en
1986, a la gobernación del primer estado argentino, de la mano del re-
novador Antonio Cafiero, (a) Cafierito, como lo llamaba el General, lo
encontraron tan bien plantado, estaba tan en estado que podía correr
varios Dardo Rocha con la colita parada. Tanto fue así que cuando un
trienio después dio comienzo la Segunda Década Infame en el terreno
político él empezó a ocupar un puesto no muy fácil de definir, más bien
resbaloso, que en fútbol se lo podría llamar batidore líbero por la mul-
tifunción, pero el caso es que para no meterse en Honduras y salir por
Guatepeor, desde el vamos se trató de un ámbito no muy específico del
rubro existente en el laberinto que se forma por entre mutuales, gre-
mios y esas cosas, y donde por lo común hay montañas de guita inver-
samente proporcionales a las preguntas y explicaciones y dispuestas a
irse con el primero que las manotee. Resumamos: en el slang imperan-
te en la política criolla de pura cepa se les llama cajas, así, a secas. En
el camino queda una asesoría para Aníbal Fernández cuando era jefe de
gabinete e integración de cúpulas empresariales varias. Resumen: luce
y lo presentan como empresario millonario. ¿Queda claro ahora?

       Las vueltas que tiene la vida y esas cosas lo llevaron a conocer,
desde mucho antes, en la capital bonaerense, a una familia Fernández,
pero nada que ver con el recién nombrado porque en la guía también
forman legión. Agregado al apellido suyo no dice mucho en cuanto a
prosapias y linajes rancios, pero hizo buenas migas con Ofelia Wilhelm
de Fernández, la dueña de casa, y una de las hijas era una flaquita muy
linda, inteligente la piba, más brava que una gata recién parida, es cier-
to, y que en los años de plomo andaba merodeando por donde frecuen-
taban los montos, la Jotapé, la Tendencia y esas cosas tan típicas de
los pibes de entonces, todos medios zurditos que querían hacer la revo-
lución y entraron a hacer cagadas, el Viejo los rajó de la Plaza, la roja sí,
pero no la bandera sino la tarjeta, la misma que el marido le sacaría a
la prensa el aciago día de agosto del 2006, los expulsó per secula secu-
lorum, y todos saben la que se vino porque todos supieron todo desde
siempre y miraron para otro lado al mejor estilo selección argentina por
primera vez campeona del mundo. La política la ganó a tal punto que
hasta se puso de novia con un muchachito flaco y alto como el mapa de
Chile, del sur, de donde casi se acaba el mapa, que también estudiaba
Derecho y que justamente tenía madre chilena. Al final habían termina-
do casándose y yéndose a vivir para allá, en el medio de esos desiertos
que lo único que tienen no está a la vista o despeina: petróleo y viento,
pero por las diagonales y terrenos aledaños estaba empezando la dego-



                                     31
llatina       y       el       sur        prometía        como        una
California de entrecasa.

       Por supuesto, los Fernández, todos triperos de ley, la señora Ofe-
lia Wilhelm muchos años con un puesto de chorizos a la genovesa deba-
jo de los tablones sobre los que se paraba la brava según algunos, fun-
cionaria del Ministerio de Economía bonaerense si se sigue versiones
familiares o gremialista de un sector de los empleados públicos provin-
ciales al tenor de otros, vaya uno a saber ahora, lo único cierto que hay
en el país en el fútbol, así que lo que inte-resa es que cuando el club en
la mitad de la primera década del siglo XXI se empezó a venir seriamen-
te en falsa escuadra, varias veces a doña Ofelia le habían ofrecido me-
terse de lleno para que hiciera pesar sus nuevas relaciones pero por sus
obligaciones no podía, le daba no sé qué, hasta que la cosa se puso tan
negra que a las mujeres -no importa si madres, esposas o novias- se las
puede podrá dejar en banda y sin un mango, que se vayan con el sode-
ro, si quieren, pero jamás a Gimnasia, eso nunca, El Lobo es un sen-
timiento, más grande que la vieja es, así que la fue a ver a la Ofelia y
decidieron encarar una lista interna y tirarse a agarrar la manija del
club. Ella aceptó chocha porque por algo era sindicalista del más rancio
cuño peronista y madre de la flaquita que había salido política hasta
para pintarse los labios, nada menos que la revista Forbes la registraba
entre las quince mujeres más poderosas del mundo, pero cuando ésta
se enteró puso el grito en el cielo, cómo no podía entender con los años
que llevaba vividos que el que había sido novio ahora no sólo era el es-
poso y el padre de sus nietos si no el presidente de la República, ella
aspiraba a ser la Primera Ciudadana, más que la Primera Dama que
ya era como lo habían sido tantas que de damas no tuvieron nada, y en
una de esas las obligaciones la llevaban también a calzarse por un
tiempito la banda y agarrar el bastón, como ya estaban barajando el
naipe y sucedería, quedarse con la banda nada menos que dieciséis
años, haciendo los relevos de las reelecciones como los líberos en el
fútbol, algo que le hace cosquillear el alma a cualquiera, y ella, la auto-
ra de sus días, a esos años, queriéndose meter en el fútbol y encima
como segundona del Tuerto, más peligroso que piraña en bidé y peor
que buscapié en misa, ni loca, vieja, ni loca, estás mal medicada, mami,
seguimos Fernández, claro, por supuesto, pero de otra manera, a ver si
nos entendemos, y él está más Muñoz que nunca.

      La advertencia no llegó a tiempo. El domingo 10 de diciembre
del 2007, bien de mañanita, día en que su marido le iba a hacer entre-
ga en patriótica ceremonia de los símbolos del poder, como son la ban-
da y el bastón, y ya le habían tirado un muerto en la base de la Prefec-


                                     32
tura Naval Argentina en el Delta, un condenado a cadena perpetua de
la fuerza bastante sui géneris por las franquicias que gozaba, envene-
nado por voluntad propia, inducido o disimulada la pócima en la para
nada metafórica Ultima Cena, la cosa es que no iba a llegar a declarar
nunca, en una de esas se quebraba en uno de los tantos juicios que
quedan pendientes por violación de los derechos humanos, tarea be-
nemérita en la que él había participado con ahínco en su momento.

       A todo esto, tripero a muerte, el notorio desaire no lo arredró. A
un ser formado en la Universidad de la Calle, con varios doctorados en
albañales y barriales, no lo asustan sombras ni bultos que se menean.
El señor Muñoz no tuvo más remedio que entrar a buscar otro compa-
ñero de fórmula para que le hiciera de copiloto o kamikaze, según se
quisiera mirar. La gente cambia con el tiempo. Lo único que no cambia
en la vida es el amor por la divisa futbolera. No es un tipo de andarse
con chiquitas. A fines del 2004, cuando asumió la conducción del club
que era hincha nada menos que René Favaloro, lo primero que hizo fue
echar a catorce jugadores del plantel, entre los que estaba el melli Gus-
tavo Barros Schelotto. Santo remedio. Tres años después lo iban a ir a
él, pero la cosa es así, la vida da y quita.

      Ahora, cuando se le enfrió un poco la pensadora y más o menos
alcanzó a vislumbrar que había hecho una cagada más grande que el
Museo de Ciencias Naturales Florencio Ameghino que con su tropilla
de dinosaurios originales es orgullo de la ciudad y el país, ya como que
también era un poco tarde. Razón tenía el General cuando decía…

      ¿Qué había dicho el General?

       Lo que sea, pero lo habían dejado solo, Felipe Solá y León Arsla-
nián habían gastado los celulares llamando a canas y jueces, apoyándo-
lo al milico con la cabeza con menos pelo que bola de billar y el imperio
de la Ley, hay que erradicar a la violencia de los inadaptados y que
vuelvan las familias con los biberones a las canchas cuando nunca han
ido ni equivocados, pero a la gente común les encanta los lugares co-
munes, viven de ellos, despegándose porque iba a haber elecciones y es-
taba todos los días el ingeniero Blumberg con la cantinela de la insegu-
ridad que los tiene locos, como si fuera el único padre huérfano de este
país, aunque sí sea el único ingeniero sin título, hasta en la boleta del
cuarto oscuro decía ingeniero Juan Carlos Blumberg en el país farses-
co, pero sea como sea lo dejaron solo al Tuerto.

      Bueno, es una manera de decir.


                                   33
Lo que pasa es que los que no conocen a fondo a la Argentina se
dejan llevar por el surtidor de boludeces que siempre se dicen en calien-
te. En su reunión del martes 3 de octubre, presidido por el propio Julio
Humberto Grondona, el organismo le aplicó al señor Muñoz seis meses
de suspensión durante los cuales no podía integrarlo. Sanata para la gi-
lada. Un día antes, después de presentar el descargo, el aparentemente
condenado sin remedio a la silla eléctrica, con suerte y viento a favor a
una suave perpetua con accesorias, se despachó tranquilo con los pe-
riodistas acreditados en el Ministerio de la Pelota:

       -La sanción no me quita el sueño –alardeó recobrando su real es-
tilo, lo más pancho, adelantando que el colorín, colorado ya estaba
terminado.
      Una bicoca por donde se lo enfoque. Y todavía faltaba la reculada,
el empate, el único resultado posible en un país condenado al éxito.
En diciembre de 1969, cuando todavía le faltaba una década para eter-
nizarse en el cargo, Julio Humberto Grondona era apenas presidente
del Arsenal Fútbol Club, al que fundó en 1956 y del que también fue su
primer jefe de las barras fuertes de entonces, ya listas para embrave-
cerse, profesionalizarse y comer de la mano, siempre caliente como mo-
no con tricota, agredió al árbitro José Filacchione. En ese entonces le
dieron un año y medio no conmutable. Ya cambiado de caballo, en la
presidencia de Independiente y con la mira telescópica puesta en Via-
monte al 1300 como próxima escala técnica, el 11 de marzo de 1977 el
árbitro Aldo Ottone suspendió el partido que Los Diablos Rojos iguala-
ban 1 a 1 con All Boys porque un proyectil impactó a uno de sus líneas.
Grondona, siempre ígneo y pacifista a ultranza, lo fue a prepotear al so-
plapitos al vestuario y le bajaron un año por la nuca.
      Alcanzado ya el virreynato del Ministerio de la Pelota tampoco
iba a ser un inconveniente para dejar bien en claro cuál es la metodo-
logía y la escala de valores vigentes a todo trance. La participación ar-
gentina en la Copa América 1995 tuvo un inesperado traspié cuando
su par norteamericana la goleó sin piedad en Paysandú y después, a
pesar del triunfo contra Chile, la nota estuvo puesta cuando barras ar-
gentinas de Primera B que tenían cuentas pendientes no encontraron
nada mejor que dirimirlas en un lugar donde la policía tenía los brazos
laxos, hacía más de un cuarto de siglo que no había un homicidio y el
último, para colmo, había sido pasional, un marido cornudo que había
tenido a bien enterarse de lo que nunca se había querido enterar, así
que el campo fue orégano para apuñalarse a gusto y tener todo el tiem-
po del mundo para cruzar el puente, la provincia de Entre Ríos, el Zára-


                                   34
te-Brazo Largo, Panamericana, General Paz y llegar lo más chotos de
vuelta a casa. Semejante desaguisado hizo que a Argentina, entre otras
restricciones más bien vergonzosas y poco estimulantes para la dichosa
imagen, fuera prácticamente deportada a jugar un partido decisivo, na-
da menos que contra Brasil, al norte uruguayo, en Rivera, cerca de la
frontera con ese país, de manera que tuvieran más acceso los macacos
(“en el buen sentido de la palabra”, como aclaró enterrándose un mo-
vilero de ATC) para meter público de ellos. Fue en la noche del 17 de
junio, en el estadio Atilio Paiva Olivera. El gol del empate en dos de los
verdeamarilho, logrado por el delantero Tulio, fue de una asquerosa
nulidad que vio todo el mundo menos el árbitro peruano Alberto Tejada
Noriega, 38 años, un médico urólogo especializado en reproducción y
fertilidad, encima con una especialización en Tokio, que terminaba de
despuntar su vocación al respecto por los pitos humanos de esa mane-
ra, más la no escasa colaboración del línea boliviano Humberto Ciriaco
Aliaga Acuña. La tevé fue implacable para mostrar que ahí no se trataba
de chovinismos ni de nada por el estilo: no sólo la bajó alevosamente
con el brazo, sino que la posición en orsai anterior era casi de una
cuadra, todo groseramente obvio y sublevante por el descarado saqueo.
Eso fue lo que permitió ir a los penales, los otros patearon con más
puntería y nos, los argies o más modernamente argentos, a armar las
valijas para volver anticipado a casita, tal cual había pasado con los ba-
rras asesinos. Pero si algo debe caracterizar a un dirigente es estar
siempre al frente de sus dirigidos, dar el presente con el ejemplo, que
fue lo que hizo don Julio: irlo a buscar al propio vestuario al que se
había escudado en la muletilla “y a mí qué me importa que me haya
equivocado, si yo soy doctor”, tal cual, para colmo en boca de un du-
cho y experimentado pitólogo, tanto en el de plástico con el garbanzo
como en el otro, el natural de fábrica, y punta descapotable. A todo es-
to, ya había habido quilombos varios en el rancio palco oficial, donde
los pulcros y triunfalistas brasileños, sobre todo un dirigente que era el
yerno del todopoderoso Joao Havelange, encima protector de Grondona
y socios en negocios varios que derivan de la cúpula de la FIFA, a grito
pelado les recordaba a sus pares argentinos qué tanto quejarse en ese
momento, por qué se habían callado cuando el 6 a 0 a Perú en Rosario,
Mundial 78, o de la Mano de Dios contra los ingleses en México 86. Las
respuestas argentinas no se reproducen por lo obvias, en qué parte del
cuerpo se ponían las dos manos para menear bien el bulto y todo el
sentimiento estrictamente fraternal que dejaron para reafirmar una vez
más que si algo tiene el deporte de bueno es cómo une a los pueblos.
      Pero no va que don Julio se encuentra con que el doctor soplapi-
tos y sus colaboradores estaban bajo siete llaves en los camarines y
según testimonió El Gráfico, el hombre de Sarandí y zonas de influen-


                                   35
cia estaba “poseído por el demoníaco sentimiento de la ira”, sic.
Camino a su objetivo, para colmo, ya se había cruzado con Roberto Goi-
cochea, un ex árbitro internacional argentino, integrante en ese mo-
mento del Comité Arbitral de la Confederación Sudamericana de
Fútbol, junto al paraguayo Carlos Alarcón y al brasileño Abilio
D’Almeida, un tipo sereno correcto y sereno que hasta intentó poner
paños fríos porque conocía de sobra a ese torbellino enfurecido que
avanzaba con un solo objetivo muy claro.
      -¡Salí de acá! –escucharon todos los que quisieron escuchar-. Us-
tedes manejan el referato como patrones de estancia. ¡Hacen lo que se
les canta!
      ¿Patrones de estancia, dijo? ¿Hacer lo que se les canta? ¿De quién
estaba hablando? Le pasó por arriba y le entró a dar a la puerta con
puntinazos de su brilloso y finísimo calzado a medida:
       -¡Abrí, hijo de puta!–. La abolló toda como para dejar en claro qué
le iba a hacer y cómo lo iba a dejar si lo podía agarrar personalmente de
chanfle, con tres dedos, a dos manos, como fuera. -¡Sos un ladrón igual
que tu padre, la puta que te parió!
       La cariñosa alusión era para don Alberto Tejada Burga, por en-
tonces ya septuagenario, que también en su momento había sido árbi-
tro internacional. El paraguayo Carlos Alarcón, ante el cariz que habían
tomado los acontecimientos, como acostumbra a decir la más suculenta
crónica policial, puso una prudente distancia del terreno de los hechos,
y una vez bien acantonado en el palco oficial de vuelta, ante cámaras y
grabadores engoló la voz de la formalidad y el deber ser:
       -La actitud de Grondona fue lamentable –dijo de lo más compues-
to-. Los gritos que profirió mientras pateaba la puerta, eran increíbles.
No actuó como le corresponde a un dirigente. Además, él sabe bien que
el que pierde siempre le echa la culpa al árbitro porque es el camino
más corto y fácil. Nosotros a Tejada lo seguimos teniendo en el mejor
concepto, como juez y como hombre. No lo vamos a crucificar por un
error, si es que existió.
       Tantas precauciones fueron pocas porque el guaraní, al día si-
guiente, se encontró con el patrón de estancia argentino en el aeropuer-
to y quedó demudado, tanto él como su señora esposa nunca habían
escuchado tanta cantidad de puteadas juntas en tan poco tiempo, más
una mirada furibunda, con los ojos y el rostro inyectados en sangre.
Efectivamente comprobó que tenía un insistente comportamiento que
en lo formal no se correspondía con un dirigente y que también se pue-
de ser un guaraní de ley y mejor quedarse en el mazo para volver al
hogar lo más enterito y lo menos machucado posible. Además, tantos


                                   36
fruncimientos iban a ser en vano porque pasado el partido el otro línea,
el que marcaba el ataque argentino, le dijo al eficaz urólogo y fertilizador
Tejada que él había visto todo y al ser interrogado de por qué no levantó
el banderín y avisó, la respuesta fue que no lo consideró conveniente
por no ser su campo, ya que por aquel entonces no regía el concepto ac-
tual de equipo o terna arbitral como explicó Carlos Coradina en una
charla para este trabajo, conectados por la dichosa cucaracha con
audífonos y micrófonos.
       El operativo uruguayo para sacar a Tejada, tanto del estadio como
de Rivera y del país, no se sabe si fue supervisado por la CIA, pero por
las características que exhibió se lo hubiera tenido merecido. Hasta lo
cambiaron de hotel en Montevideo y en el que durmió lo hizo con nom-
bre falso. Las gambetas primeras fueron para conseguir una combina-
ción que ni escala técnica hiciera en el aeropuerto Ministro Pistarini de
Ezeiza porque todos coincidían en que si eso llegaba a suceder había
que pensar por lo menos en un destino de terapia intensiva y con resul-
tado final no tanto dudoso como penoso y letal.




       Una vez a salvo en el aeropuerto Chavez, en la ciudad de los Vi-
rreyes, unos días después el perfeccionado en Tokio por cuestiones uri-
narias había amainado y aceptó a tener una entrevista con el corres-
ponsal de El Gráfico, recién el viernes 21 de julio, en la que estuvo casi
contrito y muy dispuesto a aceptar todo dentro del concepto de la soco-
rrida, vapuleada y tan industrializada falibilidad humana, cuando llegó
el momento de apestillarlo para que detallara cuándo se había dado
cuenta de semejante cagadón:


      -Al regresar al hotel, vi las imágenes y me quise morir. Tuve ganas
de darme la cabeza contra la pared. Pero frente a lo sucedido, lo irreme-
diable, opté por dar vuelta la hoja y mantener mi vista al frente.

      ¡Esos son machos! Sobre todo si por ahí tienen alguna boletita
impaga y que el que esté libre de pecado que tire la primera piedra, no
jodan tanto:

       -No le pido a la agente que olvide, porque el gol de Maradona del
’86 sigue siendo cosa presente y sé que estoy casi en la misma situación
–sacó a relucir la Mano de Dios, pero ni una palabra de la media doce-
na en Rosario, en 1978, a un costo de 250 mil dólares y un cargamento


                                    37
de trigo puesto FOB en El Callao-. Sólo pido que me comprendan. Yo
no tengo dolor alguno porque simplemente no tuve mala fe. Fue un
error por omisión, y nada más.
      Una simple apostilla. El mencionado corresponsal no era otro que
el uruguayo que ya había pasado por Argentina y había sido también
enviado especial por la misma publicación en 1964, cuando otro su-
puesto error de un árbitro compatriota suyo dio lugar a la que es más
que probablemente la mayor masacre en un estadio de fútbol de todo el
mundo, y cuyo recuerdo, atracción fatal o alternativas profesionales
mucho mejores, no se sabe, lo llevaron después a radicarse definitiva-
mente en la capital de los 500 balcones.16
       No pasó nada. La gremial de los dueños de estancias con ganado
de dos pies se entienden como tales. No hay por qué andar mezclando
la hacienda. A la final en el Centenario de Montevideo llegó Brasil frente
a los dueños de casa, Maracanazo siempre mediante, y estaba estipula-
do que el referí fuera nada que menos que Javier Alberto Castrilli, un
verdadero buscapié en misa que podía entrar a revolear tarjetas rojas
para cualquier lado, y en una de esas todas para los de la verdeama-
rilho, por lo que dada su condición de por lo menos patrón de ferretería
en Sarandí dio la orden directamente de cortarle el pito y evitar todo ti-
po de suspicacias y que no siguieran creyendo que, como en el ‘78, con
los peruanos en Rosario, podían quedarse con la ñata contra el vidrio
por una vendeta argentina, nada más lejos de nuestro espíritu amplio y
generoso. La explicación amistosa que se dio, a media voz, porque to-
davía andaban bien las relaciones entre ellos, fue que “a Javier hay
que cuidarlo para que llegue bien al Mundial de Francia ‘98”, como
efectivamente se dio. La astucia de las grandes jugadas en combinación
con los grandes negocios, un poco de política menuda y hasta el próxi-
mo quilombo que ya veremos cómo sigue.
      Además, el mismo Tulio, con todo el arco para él, tiró afuera un
gol hecho. Ganaron los botijas dueños de casa y todos contentos.
      Los efectos de la entrada de la realidad a la Casa Rosada, para
colmo encarnada en otro semejante personaje armado de un silbato se
entraban a hacer sentir. Y todavía faltaba lo mejor, en escalada. Ya se
advirtió que es un tema embrollado y un anecdotario tan surtido como
frondoso donde la normalidad, si es que la hay en alguna instancia,
constituye una excepción. En cualquier descuido se muerde la banqui-
na y se va a parar a cualquier lado. Se lo había dejado totalmente solo
hasta el entonces presidente de los triperos, José Luis Muñoz, (a) El

16
  Los principales datos sobre los incidentes fueron sacados de El Gráfico, Nº 3955, 25 de julio de 1995.
Y el corresponsal mencionado era el que firmaba con el seudónimo de El Veco.


                                                   38
Tuerto con dos ojos, y que podrá ser medio loco, como dicen varios en
La Plata, pero no masca lauchas. Por algo, como se verá después, a los
pichones de árbitros en la AFA les recomiendan desde chiquititos que
hay que mirar la camiseta antes de tocar pito, nene, no te lo olvides
nunca, ¿eh? Si no, como botón de muestra, no habían pasado venticua-
tro horas con el sancionado arrastrando su pesada cruz que Olé se hac-
ía eco de las sentidas declaraciones del secretario del club, Carlos
Giménez, hombre del riñón de Muñoz, a radio La Redonda:
      -Este es un hecho habitual que pasa en todas las canchas –
caracterizó para poner las cosas en su justo orden, omitiendo, como es
lógico la de Arsenal, All Boys y Rivera en la ROU-. Pero yo tengo muy
buena memoria y me acuerdo de petardos en los vestuarios o del técni-
co campeón del fútbol argentino haciéndole una cruz al árbitro. Si se
sancionara como se ha pedido por los medios, algunos deberían jugar
en la C.
       Ahora, a la hora de dar explicaciones científicas sobre el meollo de
la sanción y la ceguera, sordera y mudez de la Diosa Temis de uso ofi-
cial y exclusivo en la AFA, tampoco se anduvo con remilgos:
      -A Muñoz se lo apunta por su personalidad –puntualizó, sin en-
trar en detalles conventilleros como que es carne y uña con la suegra
del presidente de la República-. Pero se dio la casualidad que estaba
negociando contratos muy importantes de la AFA con la tevé.
       ¿Y por qué no lo dijeron desde el vamos? ¿Saben la cantidad de
pavadas que nos hubiéramos ahorrado? Encima el martes 7 de noviem-
bre de aquel año el Poder Judicial bonaerense, de frondosa reputación
en todos los fueros, limpiaba de polvo y paja al Tuerto, más impoluto
que bebé de probeta, que pasó enseguida del mote familiar medio des-
valorizante al trato de Señor Presidente, asegurando que encima nunca
hubo intimidación ni cosa que se le pareciera, justo 48 horas antes de
tener que jugar el ST pendiente y las cosas tan cambiadas en la tabla
que los zeneizes casi podían empezar a dar la vuelta olímpica por anti-
cipado. Daniel Pasarella desde la dirección técnica de River ya .había
anunciado que eso no era un campeonato serio ni nada que se parecie-
ra, pero creer o reventar, los pinchas estaban todos con las velas pren-
didas para que ganaran los odiados triperos y así también mordisquear
algo ellos por las alturas.

      Boca tuvo la recuperación por fin tan anunciada al día siguiente,
miércoles 8, plin, caja, 4 a 1 y a cobrar. Hubo momentos, en los dos
tiempos, de 22’ y 23’, en que no se sabían cuántos y cuáles eran los
bosteros porque los mejores centros al área tripera los tiraban los pro-
pios jugadores mens sana.


                                    39
¿Qué ¿Entonces fueron a menos en serio?

       De eso ni se habla. En todo caso, no motivados lo conveniente-
mente que exigen las circunstancias, con todo el quilombo que arman
los MCM (Medios de Confusión Masiva) con tal de tenerla más larga
que el de al lado, y encima carecieron de la mentalización suficiente.
Lo de quedar judicialmente limpio de polvo y paja por la denuncia del
pelado Giménez justo el mismo día es una lamentable coincidencia.
Como también que al legendario Loco Fierro, dado de baja con dieci-
nueve (19) tiros por la espalda, en Rosario, donde el último jefe de polic-
ía del Lole Reuteman era integrante de la barra canalla, y al acribillado
lo despidiera oficialmente un juez federal “como gimnasista, no como
hombre”, en la Capital Nacional del Capitán Capucha, y el comisario
Miguel Etchecolatz, uno de cuyos testigos de cargos, el anciano militan-
te Julio López (76) se fuera de paseo y se ha olvidado de volver, unos
cuarenta días después de haber dejado entrar a la realidad a la Casa
Rosada por primera vez en la historia, es todo mera casualidad o, si
se quiere, tomémoslo como la forma caprichosa que a veces tiene lo co-
tidiano de manifestarse y divertirnos un poco la vida podría ser así.

      Pero nada más. Las fuentes bien informadas de siempre, a través
de Radio Pasillo, afirmaron en posición de firme que el apriete existió
en los términos establecidos hasta que en medio de la discusión salió a
relucir que no les convenía hacer eso porque River les había prometido
1,5 mil dólares a cada uno de los jugadores por empatar y el doble si le
ganaban a Boca. Ante tal insospechado giro, las pasiones serán las pa-
siones y el fulbo es un sentimiento que no pueden parar, pero hay
que ser realista con los tiempos que vivimos, en que no hay principios
ni para ir al baño, semejante impensada fuente de ingresos servida en
bandeja les hizo ahí nomás contraofertar que retiraban la amenaza a
cambio de 2 lucas verdes por barba por el resultado en el alargue y el
resultado fue que se pudrió todo, porque a los Millonarios de tales ya
les queda solamente la etiqueta percudida, así que todo otra vez a Fojas
0, que ganaran los bosteros y encima que todo el mundo se diera cuen-
ta que eso no era juego, ni fútbol ni nada serio que se le parezca.

      Por otro lado, está la perra casualidad, y el señor Muñoz no tuvo
empacho en aceptarle cara a cara a un cronista de Clarín que sí, que
uno de los más notorios capitostes de la barra tripera había sido em-
pleado suyo en una constructora, “como correo [sic], y ahora recibe
ingresos [sic el plural] por el alquiler de una pizzería.” Punto seguido.



                                    40
Un respiro, un poquito de agua mineral por la boca reseca y siempre a
quemarropa lo que sigue, sin solución de continuidad:

      -En mi empresa presentó su renuncia hace sesenta días y ahora
no sé a qué se dedica.

      Más claro, el agua mineral. Un segundo antes lo dejaba con más
de un ingreso como rentista de un comercio que se dedica a la manu-
factura, cocción y entrega de pizzas, en una de esas hasta con delibery
y todo, pero en un santiamén no sabe a qué se dedica, salvo que pre-
sentó casualmente la renuncia el día que se armó el resonante qui-
lombo de la presunta apretada al zumbo que también es referí.

      Otra vez vigente y arrasador el Reino de las Casualidades Recu-
rrentes en un país condenado al éxito. Lo de barrabravas conchaba-
dos como supuestos empleados de los dirigentes, aunque figuren legal-
mente en plantilla, les hagan aportes jubilatorios y demás, pero para
que trabajen de barra, de parapoliciales en el club que durante la se-
mana es un SA como cualquiera, en el fútbol argentino es más viejo que
doblar esquinas. Porque también a punto seguido de la renuncia justa
para pasar una décima de segundo antes que caiga la guillotina, el re-
mate consabido:

      -En Gimnasia no tenemos barras –dijo, contento, El Tuerto con
dos ojos, después de haber festejado su ocurrencia casi con infantil
alegría y agregar tras cartón:

      -¿Viste qué lindo cirquito me armaron frente a la fiscalía? –en
alusión a cuando tuvo que ir a declarar por la denuncia presentada por
el Bicho Verde con residencia en el Chaco-. Vi algo que no podía creer:
un muchacho con una cámara que se hacía pasar por fotógrafo [y] en
medio del caso me gritaba Muñoz, andate. Había gente rara allí.”17

      Menos fútbol, fue un partido en que sucedió de todo y se dijo to-
davía más. Como siempre, de nunca acabar. Bien a la Argentina. Por-
que ya era el 14 de noviembre y otra vez el secretario Carlos Giménez,
haciendo de vocero oficioso, que claro que Los Muchachos habían ido
la noche anterior, como fueron a apoyarlos después de la goleada que se
tuvieron que comer a mano de los pinchas, con bombos y qué sé yo,
por ahí nunca falta el buey corneta que les pueda haber dicho “Mañana
no hay que ganar”, pero nada más, sin ninguna intención retorcida,

17
     Clarín Deportes, edición del sábado 11 de noviembre del 2006, pág. 71 y ss.


                                                     41
extorsión organizada, apriete a gran nivel u otros sobredimensiona-
mientos a los que son tan afectos los hombres de prensa para saciar el
apetito creciente de su clientela. Nada de eso: había sido dicho al pasar,
hasta se podría decir que en tren de joda.

      -La barra de Gimnasia, al lado de las otras, son carmelitas des-
calzas –dijo con absoluta seriedad para Clarín.com.

      ¿No era que según su presidente el club no tenía de esos “delin-
cuentes disfrazados de hinchas”. A veces causa más que extrañeza
que en la Argentina nadie perciba toda la inmensa y diáfana sencillez
que encubren estos hechos.

       A esta altura esto ya lucía como un derrame de petróleo en el oc-
éano. Pero el bochinche Gobierno/Clarín aún no había estallado y la
obediencia debida de los periodistas deportivos los hizo olvidar casi in-
mediatamente de los viejos lazos de amistad entre las suegra del presi-
dente de la república y madre de una senadora nacional con un perso-
naje que calificarlo de peculiar no da una idea acabada, pero ayuda. Sin
embargo, no se puede hacer pie del todo y comenzar con un ordena-
miento del tema que aspira a vertebrar este trabajo, como es la entrada
de la realidad en la casa gobierno, con todo lo que eso va a conllevar a
la rastra y cuyo croquis se intentó en las primeras líneas. Pero las se-
cuelas fueron una atrás de otra, como cachetadas de loco. A comienzos
de octubre, siempre en el 2006, unos duritos andaban jodiendo con
una huelga en el Hospital Francés, revolviendo caca con vaya a saber-
se qué cosas de sueldos atrasados y aumentos, mejor atención a los so-
cios y el nosocomio para la comunidad, al grito de

                       Y ya lo ve, y ya lo ve,
                       es la gloriosa Jotapé,

así que el martes 10 de octubre hicieron su triunfal reaparición, sin im-
portarles un catzo las cámaras de tevé y otras almóndigas, meta piña y
palo, qué sindicalismo, reivindicaciones populares ni qué carajo, como
si EE.UU. llegó a ser lo que es por los zurditos, si justamente los barrió
a todos y los tiró para que flotaran en el Hudson, para adornar la Esta-
tua de la Libertad, gracias a The Syndicate, como les decían a los mo-
nitos de Capone, Scarface & Co., algún que otro fierro de los pesados
en la cintura, dejándolo ver para que no se les ocurriera hacerse los lo-
quitos, nada menos que un funcionario oficial de la talla de Sergio
Muhamad, (a) La Tuta, de la comisión de Chacarita Juniors y en los ra-
tos libres dándole apoyo logístico a los chicos de la barra, otros de la de

                                    42
Nueva Chicago (léase: UOM y 62 Organizaciones de Villa Lugano), co-
mo chanchos con la cana, incluso desde su gordura monumental, amis-
toso, chacotero, con un solo dedo la mole de La Tuta, que es más o me-
nos del tamaño de una de las torres de Lugano I o tal vez Lugano II, le
voló a la mierda la gorra a un suboficial de la Federica y el chabón has-
ta se asustó, si era todo joda, papi, somos extraoficiales o paraoficia-
les en serio, entendé. ¿Somos o no somos la misma cosa? ¿Eh? Lo im-
pensado e incontrolable es que este hecho iba a tener inusitadas reper-
cusiones en el 2008, en el llamado Triple Asesinato de General Rodrí-
guez, y el súbito descubrimiento que el país tenía efedrina hasta abajo
de las alfombras, cuando de La Mano del Diez y especial cuerpo técni-
co que lo secundaba para recauchutarlo de alguna manera arguyeron el
discepoleano atropello a la razón que como no eran muy duchos en ma-
teria del inglés, en el display de la farmacia habían cogido el frasco
equivocado. Una década después la importancia de la efedrina, una
droga de origen vegetal normalmente usada en la industria farmacéuti-
ca en la elaboración de algunos antitusígenos derivó hacia aplicaciones
más provechosas, sobre todo exportándola a México, con todo lo que
eso significa para el nada amateur y deportivo aparato del Estado. Y la
situación se puso más que incómoda apenas por unos momentos cuan-
do la principal figura de las víctimas, todos con el status de empresa-
rios, apareció con varios centenares de cheques voladores, entre otras
lindezas, pero justamente los únicos con fondos más que considerables
habían sido para la campaña electoral del Frente para la Victoria y la
candidatura de Cristina Elizabet Fernández de Kirchner, amén de ser
proveedor del Hospital Francés de medicamentos oncológicos y contra
el SIDA en plena intervención. El cajero oficial resultó un funcionario
nada menos que del Ministerio de Salud Pública cuando más que la es-
tridencia informativa acerca del narcotráfico y los dichosos carteles
mexicanos apuntaban hacia un negocio tan o más sucio, integrante del
trío del Delito Organizado, como es la venta de medicación vencida,
adulteración de troqueles y otras maniobras con los medicamentos, to-
do con el beneplácito de las obras sociales correspondientes. Después,
como coletazo, tres cadáveres de jóvenes acribillados con un periplo fi-
nal que empieza en Quilmes y termina en General Rodríguez.

      Fue una catarata. Parecía una gala especialmente programada.
Los móviles de la tevé no daban abasto. El traslado de los restos muti-
lados del General al mausoleo especialmente levantado en San Vicente,
el martes 17 de octubre del 2006, el Día de la Lealtad, para colmo, tu-
vo de todo y para todos. Nadie se puede quejar. Tomó nota el mundo
entero. Gastaron el video del muñeco, chofer y guardaespaldas de Mo-
yano Jr., haciendo sus primeras armas en el fútbol, el chico, en la sede


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La hora-referi

  • 1.
  • 2.
  • 3. Amílcar Romero ¡La hora, referí! La realidad en la Rosada, tarjeta roja a la prensa Ediciones de la Abeja Africana Santa María de los Buenos Aires, Provincias Unidas del Sud, 2010
  • 4. Queda rigurosamente prohibida, sin expresa autorización escrita de los titulares del copyright, bajo las sanciones establecidas por la legisla- ción vigente, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la fotocopia y los procedimientos informáticos. R.N.P.I. e ISBN, registrados legalmente.
  • 5. A Joaquincito Hinostroza Belmont, in memorian.
  • 6.
  • 7. El árbitro es la viva combustión del fútbol. […] Sin el árbitro puede regir sin restricciones el principio del placer [y] con el árbitro el fútbol entrega en placer lo que cobra en confirmación de realidad. […] Por su misma textura religiosa y judicial el árbitro es litúrgicamente inaplaudible. VICENTE VERDU Lo primero que aprende un jugador extranjero en cualquier país es a llamar hijo de puta al árbitro en el idioma del país. MANUEL VAZQUEZ MONTALBAN Si yo fuera gobierno, lo primero que haría sería meterme preso. GUSTAVO El Cuchi LEGUIZAMON, circa abril 2 de 1982, al pasar frente a la Casa Rosada iluminada a giorno.
  • 8.
  • 9. 1 CASI UN Mundial exacto bajo el actual calendario vigente, el miér- coles 2 de agosto del 2006, más o menos a media mañana, para dar cumplimiento a las inflexibles informalidades oficiales, se re- gistró en el país un hecho tan inédito como histórico. Y no debi- damente destacado. Incluso hasta totalmente inadvertido, a pesar de su condensación y ramificaciones: la realidad, sobre todo en sus mani- festaciones del espacio sagrado de la cancha y el tiempo hechicero de la competencia, según clásicos de las ciencias sociales y literarios que se volverán a citar casi hasta el aburrimiento, irrumpía por prime- ra vez en la sede física de la historia nacional como es la Casa Rosa- da, edificio donde para el vulgo tiene domicilio fijo y desde donde se de- bería administrar el Poder. Desde el punto de vista sociocultural no era moco de pavo. Y no iba a tardar de demostrarlo con creces. Calificar que se desató una re- tahíla de catástrofes es caer sin más en los delirios sobreactuados que caracterizan a los argentinos, pero el kirtchnerismo va a pisar una cáscara de banana y entrar a dar costalazo tras costalazo, rutina que tendrá su primera escala en las elecciones de fines del 2008, cuando un multimillonario nacido en Colombia, inflado a televisión, lo acostó con ropa y todo nada menos que en la provincia de Buenos Aires, un ba- luarte donde el El Pingüino se había atrincherado tras no precisamente lo mejorcito del caudillaje peronista sino también con la insólita presen- cia de la actriz y cantante Nacha Guevara, una ex izquierdosa estriden- te de Café Concert de los ‘70 que estaba haciendo roncha con el rutilan- te éxito de una nueva puesta de la ópera Evita. La continuación fue cuando otra vez descreyendo de lo científico, obnubilados por un vienti- to circunstancial de cola, dando por descontado que de Sudáfrica se traían la tercer copa y con ella la reelección en el 2011, fletaron por iz- quierda unos 300 barrabravas con el fin de irlos iniciando en el difícil 9
  • 10. oficio del liderazgo social y en el momento de estarse escribiendo estos bytes el cuerpo de un perteneciente al destacamento Lomas de La 12 sigue en el refrigerador de una clínica de Ciudad del Cabo, literalmente macabro sin que nadie cargue con el muerto de las cuentas en efectivo por los servicios de reanimación que se le prestaron y el traslado aéreo en bodega, luego de un quítame de allí estas pajas después del indigesto 4 a 0 con que tuvieron a bien obsequiarnos los alemanes y despertarnos de la temulencia delirante que nos lleva no a confundir, sino a mimeti- zar lo imponderable que puede llegar a suceder en una cancha de fútbol durante 90’ con la historia. Luis Forlenza, que llevaba a cuestas 57 encima de ser argentino e hin- cha de Boca, tuvo su heroica segunda muerte en el mutis por el foro oficial y mediático. Para colmo, justo que la única que lo quería tanto, cajera en un supermercado por Villa Ballester, tocaba cuanto timbre tenía a mano para repatriarlo envasado en la bodega de un avión o, de últimas, incinerarlo en aquel extremo sur africano que suena a Drake o Moby Dick porque las autoridades le habían puesto plazo para los ser- vicios sociales gratis y el único que tenían era mandarlo al montón poco recomendable de una tumba NN. El embrión de este trabajo surgió cuando me llegó el pedido de elaborar un panorama lo más amplio posible sobre el arbitraje en gene- ral, muy particularmente el poco saludable destino de cuanta discon- formidad ande suelta por un estadio. De pronto, colectado más o menos el suficiente material, a la hora de darle un orden y pretender darle una coherencia que no cayera en un fixture de lo zafio, aparece no sólo el episodio de Horacio Elizondo ingresando a la Casa Rosada sino que se empiezan a alinear, tras él, una serie sugestiva de hechos de toda índole que porfiaban en pintar otro itinerario para el relato. El tamiz cultural de los hechos, con el significado que tuvo desde siempre la intervención del árbitro, comenzó a mostrar los alcances maravillosos del juego y pa- ra colmo el jocoso presidente de la república sacándole tarjeta roja a la prensa no había manera de sacarle un sesgo entre lo burlesco y lo gro- tesco. En esta primera parte por lo menos se va a hacer el intento de ver el suceso desde el marco teórico de toda la riqueza infinita que tiene lo lúdico, la presencia ineludible de lo legal para que pase al estadio de la competencia organizada, de lo deportivo, los inevitables entrecruces y confusiones con lo real, porque a partir de allí, en la segunda y tercera parte, se va a hilvanar un mixing donde quizá el único elemento común y aglutinador sea el banderín solferino en algo de que seguimos y segui- remos con el alma en orsai, che, bandoneón, sean eternos los laureles 10
  • 11. y también un urbi et orbi ya que estamos y es el mismo precio. La ve- nida a pique de lo que por fin parecía la salida definitiva del pozo, así repasada, no deja de causar cierto repelús, cuando no terror liso y lla- no. La atomización sigue siendo la característica dominante. El grado de agresión en las relaciones interpersonales, un considerable por cier- to aumento en los delitos de todo tipo, pero por sobre todo un franco terrorismo informativo a cargo de los medios masivos de comunica- ción, sobre todo en los adversos a la actual administración, los récords en el autoexterminio argentino nuestro de cada día en calles, rutas y autopistas, plantea una patología colectiva que lejos de preocupar provoca hasta cierto solazamiento. Otra originalidad argentina, no se puede negar. Con el gobierno por momentos a punto de huir o que se lo lleve el viento, con las mismas faltas de explicaciones y velocidad, tuvo un repunte que tiene lo suyo: se basa más en el desperdigamiento y desorientación de los opositores que en los aciertos oficiales. Una buena recaudación fiscal, aumento en el consumo, rachas de otro viento de cola como en el 2003 acompañado por un desmedido gasto público, sobre todo en una asquerosa publicidad masiva oficial, con la macha- cona presencia casi a diario de las alocuciones presidenciales y el estre- no de tics producto de la creatividad de los asesores de imagen, se contrapone al aumento de la mortalidad infantil, sectores debajo de la línea de la pobreza y en este mismo rubro, a pesar de que se lo festeje con perversidad, en el primer semestre del 2010 el patentamiento de 600 mil flamantes 0km. Todo acompañado por unos meteoritos de todo tipo, inéditos, arrasadores. Sin contar con el meritorio e inédito touche de que el Jefe de Gabinete que cumple la función de batidore líbero de salirle con los tapones de punta a cuanta idea intrusa intente acer- carse a la Primera Dama fue elegido vicepresidente de un club de primera división, el decano sobreviviente, de manera de encarnar de to- das maneras la fusión Estado/Fútbol con vistas a hacer baza para lo- grar de todas formas afianzarse en las elecciones del 2011, habida cuenta que además se juega la Copa América, una oportunidad a la que pintan calva para recuperarse en algo del trastazo a nivel mundial sufrido en Sudáfrica y donde para nada casualmente como sede central fue nominado el Estadio Unico de La Plata, distrito de donde es oriun- da la doctora Cristina Elizabet Fernández. Detenerse en los entreme- ses de la afición por el Twitter o la desvergüenza de dibujar los núme- ros de la inflación y su correlato de compatriotas que se hunden en la pobreza y la indigencia excede con comodidad cualquier límite de la desfachatez y la impudicia. Ahora acaba de pasar otro Mundial, decíamos recién, un poco más arriba. En el ínterin, el Estado benefactor compró el fútbol, superó 11
  • 12. varios de sus límites anteriores al fletar todavía con algunos rubores barrabravas trasatlánticas y también hacerlas propias, cosa de tenerlas a mano para algún mandado u otras tareas domésticas que puedan di- simularse en el proclamado envase de la inclusión, en un mundo cada vez más excluyente por definición y que los tiene como vergonzante mascarón de proa con variantes maquilladas de asistencialismo neoli- beral. Y, sobre todo, un poco más blanqueadas. Porque no se las puede blanquear del todo en algo que no está analizado y menos estudiado, quizá develado sea el término más exacto, y que parece depender más de la milenaria naturaleza del fútbol que de estos personajes de com- parsa. Para colmo, en un fenómeno que más allá de lo grotesco y risue- ño se le debería prestar un poco de mayor atención, con tal de salir en la foto de dirigentes sociales que tenía como objetivo la ONG armada desde arriba, idéntico a 1958, cuando los peronistas ya devenidos a li- berales de entonces, Alberto Jacinto Armando, Antonio Vespucio Li- berti y Valentín Suárez, instrumentaron a las barras bravas originales como modelo social a seguir, en un hecho inédito en el mundo, ahora proponen camuflar un clon de inserción como acomodadores del públi- co y de esa forma mostrar la sociabilidad de sus almas y del rol social que pueden llegar a cumplir, claro que siempre en los márgenes y cerca de la cocina, cosa de tener a mano rebañar las sobras. Cuatro años han transcurrido. La urdimbre de hechos, la acelera- ción de los tiempos y la fragilidad estructural del país, dejan toda la sensación de que han sido cuatro siglos. En realidad, no sería nada raro constatar que fueron quizá no cuatro siglos, una magnificencia típica de argentinos, pero nunca jamás la bicoca de cuatro años a la vieja usanza de doce meses cada uno. El suceso del puntapié inicial tuvo a bien ocurrir cuando el rutilante árbitro internacional Horacio Elizondo, que acababa de consagrarse in eternum en el de Alemania 2006, fue reci- bido en audiencia especial por el entonces presidente monoplaza Néstor Kirchner, algo que ya se anunció va a ser tomado aquí como ar- bitrario punto de arranque, para decirlo de alguna manera. Como es más que obvio, todo lo pasajero y rutinario de semejante ritual aparen- temente repetido y aburrido hasta el hartazgo resultó eternizado tec- nológicamente por cámaras fotográficas digitales y la infaltable tevé co- mo es debido. Aunque está bien asentada esa “homología estructural entre la arena política y el terreno de juego deportivo”, al decir de Jean Marie Brohm1, con mucha más razón con los tiempos que corren 1 Citado por Verdú, Vicente, en El fútbol, mito, rito y símbolos, Alianza Editorial, Madrid, 1980, 206 págs. 12
  • 13. bajo la hiperfutbolización de todo lo real2, hoy más que nunca la glo- ria deportiva ostenta ese halo de eternidad de que careció siempre jus- tamente el Poder y la brecha entre la masa de representados y los que pretenden representarla es cada día mayor, en sinfónico acorde con la indiferencia por lo público, una jibarización de la conciencia social que se rellena con consumo de alta gama sobre cuatro ruedas o paco, según lo que los ingresos pongan más a mano. En aquel entonces ya no fue necesario que transcurriera mucho para que los remezones de semejante temeridad y osadía, camuflada tras el envase de un huero acto oficial de segunda más, se entraran a hacer sentir. Ese Horacio Elizondo, oriundo de Quilmes, 43 años enton- ces, poeta en sus ratos libres, con unos 5,5 miles de dólares mensuales promedio de ingreso, a la altura de un ministro de la Corte Suprema de la Nación, más los 40 mil que se acababa de embolsar por su actuación en Alemania, ingresó al santuario presuntamente republicano muy lejos de los madrugones infantiles cuando era canillita o la marcando los movimientos de la gimnasia sueca como profesor de Educación Física. En suma, se lo dejó compartir por un ratitito el más alto peldaño social. Cuatro años atrás, para el realizado en Corea y Japón, lo habían dejado con la ñata contra el vidrio. Pero a poco de tanto ditirambo reparador y cuando todavía no se había disipado la humareda de los fuegos de arti- ficio, se desataría una retahíla de sucesos dignos por lo menos de con- signarse. El del domingo 12 de noviembre, siempre en el 2006, si se quiere, fue apenitas anecdótico, consumista. Le tocó en suerte dirigir el traqueteado clásico de Avellaneda e inaugurar el nuevo modelo de las remeras Kappa, en la espalda estampada la fecha y el partido, un quiosquito más para la angurria marketinera y tratar de hacer creer que el mundo no se ha vuelto tan efímero e intrascendente. Eso sí, no al- canzó a traspirarla los 90 minutos reglamentarios porque a los ’19 ST tuvo que suspenderlo, a tanto llegó la rosca que se armó. Y no habían pasado dos años que los precios internacionales y el rendimiento de la nueva diva para paliarle el hambre a buena parte de la humanidad hizo que al entonces Poder Ejecutivo, ya en plenas funciones su revolucio- nario formato de dos plazas, se le ocurriera, amén del 35% que ya le re- tenía a los productores de todo pelaje de la soja, auparse a las oscila- ciones que parecían haber entrado en alza como un cohete de la NASA para que quedara al descubierto que el endeble andamiaje social argen- tino sigue atado con alambre y flamea hasta con un estornudo de libé- lula. En medio de continuos movimientos de réplica, algunos insistieron en que tuvo que intervenir hasta el presidente brasileño Lula da Silva, 2 BROMBERGER, Christian. Significación de la pasión popular por los clubes de fútbol. Libros del Rojas, Deporte y Sociedad, Buenos Aires, noviembre 2001, 57 págs. 13
  • 14. otro futbolero irredento, teléfono directo de por medio, para que el ma- trimonio Kirchner no pegara un portazo y se volviera para sus propie- dades hoteleras de El Calafate a enfriarse un poco y seguir bebiéndose los vientos, amén de no perder para nada la saludable costumbre de multiplicar los panes casi de manera milagrosa, matizado, al decir de una señora paqueta que supo alternar la guerrilla montonera, que en un momento voló un trompazo en el más ortodoxo exilo matrimonial de alguien que en ejercicio de la primera magistratura no encuentra obstá- culos en perseguir colaboradores caídos en desgracia a patadas en el culo, alrededor de una mesa. Nada si se lo compara con la audacia des- enfrenada del año siguiente, cuando todavía enredado con las Babas del Diablo que hay entre las plantas del parque de la residencia de Oli- vos, adelantaron seis meses las elecciones legislativas nacionales por los reveses sufridos en sendos comicios de Misiones y Catamarca, y las convirtieron en un plebiscito de alcance nacional entre dos modelos de vidrio, y hasta el mismo Kirchner tuvo que salir a la cancha como candidato a diputado y sin ningún escrúpulo, al mejor estilo del Osval- do Zubeldía con el reglamento bajo el brazo, sacar de la galera unos pomposamente bautizados candidatos testimoniales, ya sean gober- nadores o intendentes del GBA en ejercicio, con tal que la divinidad de la Diosa de las Encuestas los volviera potables con la más que peligro- sa alternativa de proceder a una estafa política sin precedentes, ya que los candidatos elegidos en ningún momento se comprometieron a asu- mir si resultaban elegidos y encima se creaba un impasse de casi seis meses hasta el 10 de diciembre, fecha de la asunción oficial y los jura- mentos/promesas formales de los nuevos legisladores. Como ya era ob- vio entonces presumirlo y ahora recordarlo, ninguno cumplió con lo que públicamente había prometido y todo siguió como si nada, Dios prove- erá. El de agosto del 2006 del cual parte este trabajo, esto es, Elizondo entrando por Balcarce 50, amén de inédito, fue un hecho que por lo menos lució tan inusitado como rodeado por un extraño halo, sin mos- trar todavía para nada lo que constitución genética se traía bajo el pon- cho. Cuesta creer que algo que luce tan trivial y anodino pueda conte- ner semejante maraña. Para zafar con alguna elegancia de nuestras clásica desmesuras y tropicalismos, se trató de la primera vez que a un árbitro de fútbol -execrable demiurgo3 que es el único capaz en un es- tadio de tener menos hinchada que la policía- se le franqueaba el acceso a semejantes instancias de la pirámide social en un país donde desde 3 Para la Real Academia, en su versión electrónica, el término proviene del griego y significa creador. En su acepción filosófica platónica y alejandrina, Dios creador, y para los gnósticos, también en el mismo ámbito del pensamiento humano, remite al alma universal, al principio activo del mundo. 14
  • 15. siempre, aunque muy particularmente a partir de 1930, el fútbol es una cuestión de Estado. Para colmo, justamente en ese momento en que los estrategas de entrecasa se devanaban los sesos para quedarse in eternum como una monarquía casera pero manteniendo ciertos atuen- dos republicanos. Con la infalible ligereza y liviandad del periodismo ac- tual, aunque pertenecientes al mismo multimedio y confeccionados en el mismo edificio, cuando todavía no habían entrado en desgracia y ser- ían declarados Enemigos Públicos Nº 1, es de esperar que no con la cobertura del mismo cronista, el acontecimiento duró sólo “algunos minutos” para Clarín y “casi una hora” para el deportivo Olé, dando así pruebas contundentes de la vigencia total de la libertad de expresión de que se disfruta y el apego a normativas sólidas y respetadas en cual- quier terreno con respecto a la exactitud de los datos en la información pública. Si no se toman reparos en los disparates y dislates del mismo te- nor vigentes para desinformar en cualquier materia, en todo momento, con total alevosía e impunidad, se podría decir que lo recién expuesto no pasa de la categoría de acotación frívola o desdeñosa, porque el mo- tivo aparentemente de fondo fue que las cucardas del insólito e inédito visitante solamente consistían en haber dirigido no sólo cinco partidos en el Mundial Alemania 2006, entre los que se encontraban nada me- nos que el de apertura y la final, una distinción por cierto nunca dada, sino haberse dado el lujo de ni siquiera haber tenido una vacilación al expulsar a una gloria en su despedida del césped, con los cortos, siem- pre acariciando sensual y eróticamente a la pelota, como Zinedine Zida- ne, el Gran Zizou, de origen argelino y oriundo nada menos que del ba- rrio Le Castelet de Marsella, al lado del cual Ciudad Oculta o Fuerte Apache son monasterios trapenses, vistiendo la casaca de una de las ocho potencias que regentean el mundo y cuando restaban solamente diez minutos para sus tres pitazos finales y la eternidad inigualable de los estadios no sólo lo estaría aguardando para acogerlo en su seno pa- ra siempre sino, como bien evitó hacer mención la mezcla rara de secta y pandemia que constituyen los periodistas deportivos, con el tremendo y preciso cabezazo en el medio del plexo a su marcador, el italiano Mar- co Materazzi, planchándolo de espaldas a todo lo largo, Zizou le dio in- greso oficial a la Guerra Santa al fútbol y de ahí ya no la mueve más nadie porque entre otras cosas es una arena y un proscenio que le ca- en como anillo al dedo desde donde se lo mire. Es decir, de movida la cosa no tendría que haber lucido tan sim- plota y formal como había querido ser presentada. Hay que entender de una vez que las ramificaciones, arboladuras, deltas y alcances del fútbol 15
  • 16. se hunden en el fondo de la historia. Además, la cultura tiene su autar- quía y entre nos, rebalsando el vaso y siempre dando la nota, las lectu- ras sobre esta performance y la internita que tienen los árbitros loca- les, más los consabidos e interminables enmarañamientos de lo contin- gente nacional y popular aportan su no poco, y Amílcar Sandanella, por ese entonces secretario adjunto de la Asociación Argentina de Arbitros (AAA, de aquí en adelante), es un cordobés que carga munición gruesa, ya conoce lo que es quedar colgado de la brocha por hablar en un país donde siempre el silencio es salud, no sólo en épocas de López Rega, y tuvo a bien rememorar con el humor que caracteriza a los de La Docta lo sucedido a la hora de ver a quién le tocaba este billete premiado: -Cuando lo designaron a Horacio Elizondo para dirigir la final del Mundial, [el presidente de la AFA Julio Humberto] Grondona y [el del Colegio de Arbitros Jorge] Romo sacaban la cabeza para que también les colgaran la medalla, cuando ellos siempre combatieron a los árbi- tros, no hicieron otra cosa que joderles la vida y perjudicarlos – rememoró, achairando la de pasar a degüello-. Y después resultó que pusieron la cabecita. El viejo Alejandro Busca todavía estará cagándose de risa en el Cielo porque el verdadero hacedor de Elizondo fue él.4 Sobre otras instancias decisivas en torno a este acontecimiento cada cuatro años que hace crujir la croqueta a varios millones de seres en todo el planeta y moviliza varios miles de millones de dólares, sin contar las verdaderas implicancias culturales de fondo, también tenía un recordatorio bien surtido en torno a lo sucedido con motivo de los anteriores: -En una oportunidad, cuando Juan Carlos Biscay estaba por ser internacional, subieron por la escalera al Comité Ejecutivo su nombre a propuesta de la Escuela de Arbitros, pero por el ascensor bajó una nota del mismo Comité para que la designación le fuera otorgada a Juan Carlos Crespi –ilustró Sandanella sobre Francia 98-. Para el siguiente, todo el mundo sabía que iba a ir Horacio Elizondo, pero no fue a Corea- Japón y la designación terminó siendo política. El designado fue Angel Sánchez. El cordobés le puso de este modo los tres pitazos finales a un tema si se quiere de cotillón: 4 Salvo expresa indicación en contrario, todas las entrevistas fueron realizadas por Marcelo Massarino con vistas a otra edición de este trabajo y acá se van a utilizar sólo las partes que se entienden más acordes. 16
  • 17. -Y así es con todo –concluyó, matándose de risa y recordando que cuando estaba en actividad “una vez me cagaron por abrir la boca, así que ahora no me importa nada, dale nomás.” Como en estos casos se ha hecho ritual que algo hay que hacer y la eliminación de la representación argentina propiamente futbolera en ese magnánimo certamen estuvo envuelta por alguno de los raros tufi- llos de costumbre, ya no conmueve a nadie lo de campeones morales o perseguidos por conjuras celestiales que incluyen, en primer término, a árbitros corruptos, como sucedió con la fantochada patriotera de 1966 y ha quedado instalada, abulonada, pero necesitaba urgente de un centro de atención, sea el que sea. Y el petit acontecimiento nacional del pres- tigiado hombre de negro en el cenit de la fama y las miras mediáticas también estuvo comprendido, más que ningún otro motivo, dentro de esa comezón clásica que no deja de acometer a los hombres del Poder precisamente porque lo son y cada vez quieren más y más, como en el bolero, siempre un poquito más, impulso incontrolable que los lleva a saber como nadie lo efímero que es, lo lejos que queda de la realidad concreta, y que siempre han exhibido una inocultable envidia por la po- tencial posteridad que parece albergar desde el fondo de la historia humana la gloria deportiva en cualquier disciplina y en cualquier épo- ca. Por otro lado, la hiperfutbolización de la vida actual en todos sus rubros es una urticaria no exclusivamente argentina5, aunque nos due- la y aquí se la ponga en práctica hasta la saturación, llegando a im- pregnar el habla cotidiana con tropos para todos los gustos como la metáfora tanguera que desde 1947 nos fotografió que estamos empeci- nados en vivir con el alma en orsai6, banderín solferino siempre en al- to. Ahora, la cereza de este postre es la institucionalización vigente que los que pasan a tener renombre, prestigio, ser referentes de algo, fi- guras destacadas de cualquier actividad, no ser unos NN estadísticos, como si se tratara de algo infecto contagioso, tienen que amucharse de cualquier modo, en cualquier parte, sobre todo para exhibirse como la casta de los excepcionales ante los masificados y mantener la relevan- cia a toda costa, preferiblemente ante las lucecitas rojas de las cámaras de tevé, así que vayamos con lo que tenemos, es lo que hay. A falta de otro 10 imparable bien vale un soplapitos insólitamente incuestionado: 5 Bromberger, Ch. Obra ya citada. 6 Romero, Amílcar. Fútbol SA – Juego, Industria del Espectáculo y Cultura de Masas. Ediciones de la Abeja Africana, Buenos Aires, noviembre 2005, 182 págs. El trabajo sobre el tema en particular, también con el titulo El Alma en Orsai – Deportivización y lenguaje de la vida cotidiana, apareció en Informes del Sur N° 52, de las Ediciones BP, Buenos Aires, mayo del 2005, 24 págs. Ir a la bitácora con el trabajo completo . 17
  • 18. -Hablamos del mundial, recibí las felicitaciones del caso y comen- tamos la marcha del país –respondió Horacio Elizondo cuando en la punzante requisitoria posterior le hicieron la zancadilla de práctica, le- vemente corruptita, si no se llevaba por lo menos un sondeo para un puestito electoral con vistas al 2007, dada la vigorosa transversaliza- ción que a todo trance se pretendía llevar a cabo hasta que el viento cambiara, barajar y dar de nuevo-. Fue una reunión amena y agradable. Una satisfacción para mí ser recibido por el presidente. Por supuesto, dentro de la liturgia imperante en estos casos, no constituyó novedad que el invitado dejara como ofrendas sagradas su vestimenta negra y las tarjetas amarilla y roja que supuesta y necesa- riamente fueron las mismas que usó en el último partido, estas últimas firmadas de puño y letra, cosa de darles una autenticidad inmaculada y más que eso, sacra. Para redondear el fetichismo, Olé dejó testimonia- do que el hincha del Racing Club de Avellaneda –a pesar de haber naci- do en Río Gallegos- que ocupa el sillón de Rivadavia “atesorará desde hoy la tarjeta roja que expulsó al astro francés Zinedine Zidane en la final del Mundial, con el autógrafo de Horacio Elizondo incluido.” Completando las monigotadas de práctica, en una de esas con la inten- ción de darle algo de contenido a estos insulsos y repetidos ritos cere- moniales, el doctor Kirchner, con esa cintura de que hace gala para las sutilezas y las tormentosas relaciones que tiene sobre todo con la pren- sa nacional, no encontró nada mejor que posar para las fotografías que mostrándoles la roja a los cronistas presentes, con las correspondientes y siempre espontáneas sonrisas de acrílico de los funcionarios adictos full time presentes. Está documentado. Se utilizó como ilustración obligada y obvia para la tapa de este trabajo. Si es que después no se dio cuenta solo o se lo soplaron, todavía se debe estar lamentando. Y lo va a lamentar siempre. Con lo viejo, venerable e instaurado en la historia no se jo- de. El desatino, desconocimiento y sobre todo el desprecio cultural que contuvo ese acto aparentemente intrascendente le iban a pasar la factu- ra por triplicado más una indexación al borde de la usura que él maneja al dedillo por ancestros heredados. A todo esto, a nadie se le ocurrió preguntarle si lo de la graciosa tarjetita fue por tratarse del recurso del último hombre. Ahí sí la parodia se podría haber venido estrepitosa- mente al suelo. Por otro lado, el hecho quiso aparecer como que al me- nos por el momento esa presencia podía llegar a constituir el techo máximo del inusitado protagonismo público logrado en los últimos tiempos por estos personajes siempre desdeñados, despreciados, despo- tricados, hasta exóticos o extraños, puteables hasta la vergüenza ajena, 18
  • 19. metidos presos cuando no ajusticiados sumariamente por asuntos del negocio de las apuestas, como ha sucedido en Colombia. En una pala- bra, que por hache o por be históricamente han despertado cualquier cosa menos las simpatías populares. Ahora, por la vastedad, implicancias, relaciones, equívocos y mu- chas facetas más se trata de un tema casi que orilla lo tabú, al borde mismo de lo mufa si es que ya no tiene una adentro para más de uno, cuyo tratamiento con cierto rigor y seriedad exige por lo menos una aproximación lenta, lo más metódica y desprejuiciada posible, primero que nada desbrozando y desmalezando lo superfluo y aparentemente intrascendente con que está camuflado, tratando de que ninguna de sus implicancias quede fuera de foco y menos de cuadro: -Un árbitro es la ley, el reglamento en movimiento, los límites – precisó la psicóloga y deportóloga Liliana Grabin, titular de la cátedra respectiva en la Facultad de Psicología la UBA, al autor de este trabajo, en el primer piso de una confitería de Villa Crespo, en medio de la furia ensordecedora del televisor puesto con el partido en vivo y en directo en alguna parte del planeta a pesar de ser el atardecer de un día laborable- . Es la frustración, el aguafiestas definido por Johan Huizinga. Por eso nunca ha podido ni va a poder arrancar manifestaciones de afecto. El ex referí internacional Juan Carlos Biscay no se anduvo con remilgos para explicar la regla de oro que aplicó durante toda su carre- ra: -Que el balde de mierda propio estuviera vacío a la hora de jugar y que el que el hincha lleva a la tribuna no me salpicara. Más gráfico y sintético no se podía ser. Para colmo, no faltó el que aportó el sesgo de lo perentorio que a diario nos acosa sin clemencia, amenazando, como cada vez que una pelota se pone en movimiento, que el quilombo7 puede ser inminente en cualquier instante: 7 Para la Real Academia Española, a la cual por suerte, en los últimos años también le llegó su perestroi- ka, se trata de un vocablo de origen africano, un venezolanismo que originalmente nominaba a chozas y cabañas campestres y que en Chile y a ambas orillas del Mar Dulce, ya en el siglo XIX, se lo adjudicaron a prostíbulos y lupanares por funcionar en lugares de similar construcción. De allí que prejuiciosamente le haya quedado el mote de mala palabra y/o vulgaridad de muy mal gusto. Pero en una tercera acepción, que es la más difundida popularmente y con la que se lo usa en las canchas de fútbol, es lío, barullo, gres- ca, desorden. En la edición impresa, la RAE agrega que se lo utiliza normalmente para referirse a aquellos lugares donde se alteran los valores morales. 19
  • 20. -El árbitro, en alguna medida, en un país donde no hay justicia, representa el poder –sacudió a quemarropa el peronista Ricardo Cala- bria. ¡Eeepa! ¡La impertinencia que faltaba! Sin embargo, no fue el único. Cada uno a su momento, con la mesura y discreción que dan los años de circo y de saber con los bueyes con que se ara, que ese rol social y escenificado puede llegar a estar imbuido de un rol justiciero a ultranza brota instintivamente, casi por acto reflejo, rebalsando incluso las líneas de cal donde ejercen una mo- narquía casi omnímoda: -Llevar la falta de justicia en un país al marco deportivo o que una sanción técnica signifique un acto de justicia es una ridiculez –salió con los tapones de punta Angel Sánchez, poniendo la antinomia esen- cial e infaltable en la controversia insalvable que es uno de los atracti- vos medulares del cosmos futbolero-. Algunos lo utilizaron y ese es el tema. Es más, lo llevó a [Javier] Castrilli a ocupar un cargo en la segu- ridad del fútbol producto de su imagen8. Después agregó para redondear la idea: -Yo nunca impartí justicia. Simplemente apliqué las reglas de un deporte que en sí mismas a veces son injustas, porque castiga de la misma manera a un futbolista que pega una patada que a uno que fes- teja un gol y se levanta la camiseta, cosa que me parece una idiotez. Entonces no se puede hablar de justicia sino de aplicación de reglas muchas veces discutibles más que por ellas mismas, por la falta de li- bertad de los árbitros. Juan Carlos Biscay, en cambio, otra vez mostró que lo suyo no son las metáforas abstrusas o subterfugios, retornando a sus épocas de futbolista, antes de ser árbitro, y donde le pegaba a todo lo que se mov- ía, incluso a los que se convertirían en ex colegas: 8 Justamente al principio de la administración de Néstor Kirchner, a pesar de sus simpatías derechosas ne- oliberales y de venir de colaborar con la gestión bonaerense de Carlos Ruckauft, (a) Rucucu, en su mo- mento ladero de López Rega y el que embajador llevó en Italia 90, acompándolos en pesona y pagando con fondos públicos, a todos los barras compatriotas que no habían podido entrar y que vieran la final con Alemania, la del famoso penal inventado por el mexicano y donde después, festejando el título, el gran Franz Beckenbauer, DT teutón, con toda la euforia del mundo vivó por un IVº Reich… 20
  • 21. -En un país donde la justicia no es independiente, ¿cómo le va a la Justicia en este país? No le va muy bien. Ricardo Calabria también machacó en caliente sobre el mismo clavo: -Si hay algo que falta en este país es justicia –reafirmó. Roberto Ruscio puso una viñeta de su coleto que es como un friso con filigranas y arabescos de la Argentina misma: -Una vez fui a dirigir a Entre Ríos y el policía a cargo de la seguri- dad me dijo: “¿Vos hacés quilombo en la cancha y ahora te tenemos que sacar nosotros?” Toda una situación repetida, habitué, manida, que no sale en los diarios ni figura en siempre la almidonada textura de los comunicados oficiales. Ruscio completó así su particular visión del Camino al Gólgota de los que tienen como única arma y herramienta un silbato: -Después quedás en manos de la Seguridad, que te digan cuándo salir y que tengan la buena intención de cuidarte y que no te manden al matadero. Textual. A continuación tuvo la gentileza de abrochar todo con una breve e intensa cátedra de sociología e historia nacional práctica: -En el interior, cuando iba a dirigir el Regional, como la policía comparte todos los días con la gente que en una de esas tienen que re- primir, ahí tenés menos seguridad. Angel Sánchez, otro día, en otro lugar, coincidía casi milimétrica- mente en meter la pelota junto al mismo palo: -Los arbitrajes en el fútbol del interior fueron muy importantes para mí. Los policías que eran del pueblo no tocaban a nadie porque al otro día se encontraban con los hinchas en el banco, en el supermerca- do o en la calle. De la despersonalización de las megalópolis a la sobrevivencia en aglutinamientos urbanos pequeños que todavía mantienen a rajatabla características semifolk, digamos, una vida medio en chancletas, ma- teada en la vereda con la silla petisa, la tarjeta de crédito virtual desde 21
  • 22. siempre a cargo del almacenero que a su vez es hijo del que surtió a tus viejos durante toda la vida, ¿cómo se le va a ir a pegar o encanar, en- cima por un partido de fútbol de mierda donde el que tiene razón es el vecino porque abajo del uniforme tienen puesta la camiseta localista por más que juren y rejuren un profesionalismo impoluto a cal y canto, aca- tamiento a la ley hasta que las velas no ardan y la mar en coche? El ex árbitro mantuvo el relato como si se tratara de un trámite: -Un partido que se suspendió y después lo fui a completar, al terminar y salir de la cancha, no había un solo policía, ni uno, y yo con el coche en la comisaría… Si alguno quiere experimentar lo que es la soledad en vivo y en di- recto, no guitarreos existenciales y literarios, puede convencerse haciendo un trabajo práctico como ése. Ruscio no cortó el hilo de su re- lato casi monocorde: -Me tuvo que llevar un dirigente –explicó-. Después me enteré que la policía me lo hizo porque yo había informado sobre algunas anomal- ías cometidas en el operativo del anterior para mantener la seguridad. Sin exagerar, el remate tuvo su cuota de sincera ferocidad y esca- lofriante impacto, más que nada por la sencillez y contundencia: -Lo que sucede es que en la conducción de la Seguridad tenés a tipos que piensan así. Aquí es donde surge claro que cuando sucede algo tan impensado y grave, por la parafernalia con que suele explayarse la violencia nues- tra de cada día, lo de los políticos y gobernantes no son explicaciones, sino gárgaras, pelotazos a la tribuna, cualquier cosa en un país no sólo con una cultura futbolizada al mango, sino con un pueblo que vive de fútbol (no del fútbol, que no es lo mismo, tal como sentenciara El 109), y como si fuera poco 180 mil millones de dólares de deuda externa, mi- les de desaparecidos sin explicación valedera a la vista y que para rema- tarla está condenado al éxito10. 9 Durante el reportaje concedido al matemático y periodista deportivo Adrián Paenza para Canal 13, por el que estaba contratado con exclusividad por más de 300 mil dólares, luego de comprobarse el uso de un cóctel de efedrina en el partido contra Nigeria, Mundial 94 en EE.UU. Los responsables del suministro fueron exhumados y lo acompañaron como cuerpo técnico en su perfomance como entrenador en el Mun- dial 2010 de Sudáfrica. 10 La afirmación fue hecha en marzo del 2002, cuando ya transitoriamente en el sillón de Rivadavia, el doctor Eduardo Duhalde, hincha de Banfield, la institución oficialmente más sancionada por corrupción 22
  • 23. ¿No será un poquito mucho? Vivimos en un burgo salvaje donde la realidad es tan tirana como implacable y abrasiva, porque ya han pasado páginas y páginas sin sa- lir de un episodio tomado como baladí y todavía ni señales de poder si- quiera intentar abordar lo importante de fondo en un país que, como apuntara Mafalda, “lo urgente siempre mata a lo importante”. Por- que no se habían apagado los ecos del petit acontecimiento aparente- mente rutinario e intrascendente en Balcarce 50, dejando ingresar a la realidad por primera vez en la historia como si formara parte del per- sonal de maestranza, ni siquiera con rango de granadero raso y tieso, todos creían que no daba para más que para algún comentario cholulo e insípido, a lo sumo algún chiste del nunca bien ponderado y repentis- ta ingenio popular, cuando a la tele se le ocurrió meter el hocico y pun- guearle también algo de celebridad y carisma en formato video, la vida por el raiting, de paso sondearle la llegada en la masa que podía llegar a tener un árbitro ya a esa altura requerido desde México, Italia y Al Qatar, mosca del color y la cantidad que quisiera, cuando en uno de esos programas contagiados de realitis producidos con unas pocas mo- nedas de costo, tipo propina en semáforo por lavada de parabrisas o exhibición de malabarismo, la publicidad con la promesa cierta de amenazar en los adelantos de una develación nunca vista, conmovedo- ra, un testimonio jamás mostrado por sus protagonistas reales en vivo y en directo, cuando en realidad siempre se trata de una cotidianeidad que hace ratos vive mucho más que en pelotas y al aire libre, pero con lo cual igual tentaron y convencieron al bueno de Horacio Elizondo para lo que podía llegar a ser una presunta obra de bien, nacional y popular, como iba a ser dirigir la final de Fútbol Villero -en realidad Papy Fútbol, porque eran 7 contra 7-, entre los representativos Fuerte Apa- che y Ciudad Oculta, en el mundialista de los primeros, una urbani- zación que lleva el pomposo nombre oficial de Ejército de los Andes, cuna de héroes nacionales como Carlitos Tevez, cuidada directamente por la Gendarmería Nacional con armamento de guerra a la vista sin es- taciones intermedias, aislada como ghetto y tratada peor, para colmo de noche, y como tuvieron suerte llovió tal cual se hubieran roto varios en toda la historia del fútbol argentino, salió al cruce de un dictamen de la infausta Corte Suprema am- pliada, de mayoría automática, en torno al dichoso corralito. El momento flameante que vivía el país y las característica de lo aseverado tuvieron la repercusión suficiente como para que fuera recogido hasta por la edición castellana online del Diario del Pueblo, que no es otro que el Remín Ribao de Pekín, donde el cronista chino acota por su cuenta que se trata de la adaptación de lo expresado por un famoso filósofo brasileño (¡!) al que no identifica y del que nadie tiene idea, salvo los chinos... 23
  • 24. caños en todo ese sector del cielo. Así que en las plateas bajas le tuvie- ron que dar al aliento y a la birra de parado, una nube densa y fragante que parecía Chernobyl y era producto de puros porros con yerba de la buena que se disipaba algo por la cortina de agua, por lo que los únicos privilegiados fueron los que lo vieron desde los monoblocks, a resguardo de toda inclemencia, salvo los de los pisos más altos porque por la dis- tancia y la iluminación berreta tuvieron que enterarse a través de las múltiples trasmisiones espontáneas vía celular y nada de entrar en de- talle por el origen de un chiche electrónico policlasista que se ha vuelto tan vital como el calzado o la leche en polvo para los más chiqui- tos y quién paga las cuentas que por encima de todo en una democracia lo que hay que respetar es la privacidad, máxime en un aspecto tan sensible como es justamente la propiedad privada11. En un lugar así, sin menospreciar ni encarnizarse con algunos en particular, entre Dios y el célebre árbitro argentino la única diferencia era que el primero no usaba ropa deportiva ni lo esponsoreaba nadie. Hasta ahora, por lo menos. El evento, con perdón de la expresión, en vivo y en directo, tuvo lugar el viernes 1º de setiembre a las 21:30, y se lo retransmitió en di- ferido y pésimamente editado, por momentos pareció que tarasconeado, total era villero, la semana siguiente en el programa Blog que conducía Daniel Tognetti en el Canal 9, todo bullente en el caldo de cultivo de lo que Bromberger en el trabajo ya citado llamó macdonalización de la cultura, y que entre nosotros, para variar, tiene dos corrientes alterna- tivas como son la tinelización y la pergolinización, ambas hijas de un mismo padre, la sofovichización, todos hijos putativos del Proceso y reflotamiento triunfal con el menemismo. Al término del encuentro, con solamente apenas tres amarillas, ninguna irregularidad digna de mención, justo y ajustado triunfo local por 2 a 1, las cámaras encendidas dieron mayor motivación y rienda suelta para exteriorizarle todo el afecto a semejante figura transnacio- nal, un verdadero orgullo para todo aquel que se sienta argentino has- 11 En una población estimada en los 38 millones de ciudadanos, ya próximos a cumplir la primera década en el siglo XXI y el segundo centenario de la independencia formal, información dada a conocer -y que hay que tomar con pinzas- estima en 39 millones la cantidad de aparatejos de todos los colores, precios y tamaños que andan circulando en manos, oídos y bocas sin ningún tipo de discriminación, y donde buena parte de los cuales son reciclados y forma parte de una bastante suculenta rama del Delito Organizado, con las autoridades respectivas siempre mirando prudentemente para otro lado u ocupadas en menesteres más importantes, sobrecargadas en tareas vitales como acarrear papeles de un lado a otro, sin destino. En momentos de corregir este trabajo, en el último año se han vendido 500 mil celulares más. 24
  • 25. ta la muerte, así que se mandaron en lo que tan discutido durante un partido como es un tumulto, una figura reglamentaria que no todos los árbitros aceptan, y como la cabra al monte tira, en el remolino y soba- jeo, la clásica media vuelta con el pulgar y el índice en media luna, mo- vimiento perfectamente calibrado y practicado, al internacional e inma- culado Elizondo le hicieron nada menos el cronómetro con que había dirigido la final en Berlín. En una sociedad como la neoliberal, en que nada tiene desperdi- cio porque ya es un desperdicio en sí, las cámaras al hombro no se lo perdieron a un Horacio Elizondo alejándose por un pasillo interno de la renombrada urbanización, un laberinto digno de H. P. Lovercraft, to- talmente chivo, y protestando en un tono como para que lo escucharan hasta del edificio central de la Gendarmería, en Puerto Nuevo: -¡Hijos de puta! Les vengo a hacer un favor y me pagan así. –A pa- so vivo, el bolso colgándole de la mano derecha, sin cambiarse, con las pilchas traspiradas y mojadas por la lluvia con que había dirigido. - ¡Váyanse a la mierda! Lo que pasó seguido no salió en cámara: los de la producción que lo corrieron y convencieron que con la Traffic los esperara en la prime- ra YPF afuera de Fuerte Apache, a unas dos cuadras de ahí, que ellos iban a tratar de arreglar el desaguisado de algún modo. Hablando la gente siempre se entiende, sobre todo en la Argentina. Allí cada uno co- noce las especialidades, una cosa así no pasa desapercibida para na- die, había que devolverlo, estaba en juego el verdadero prestigio de un barrio martirizado por todos lados, las cámaras de tevé encendidas y encima a quién le habían hecho el bobo, a una figura así no se la cho- rea, están vacunadas, justamente por ese motivo perdía todo valor, era una merca que quemaba los dedos y no se la podían mostrar ni a la novia, menos que menos pensar meterla en el reduche. Las negociaciones no fueron fáciles. Llevaron su tiempo. Nada de argumentos moralistas y otras pelotudeces. Por supuesto, aparte de que si no echaban pie atrás no sería raro que intercediera hasta el mismí- simo gobierno dada su angurria de protagonismo al estilo Llanero Soli- tario, seguro que con el periodismo sacrosanto a la cabeza, y había que dar por descontado que se armaría un despelote de padre y señor mío por el afano de un reloj cuyo único valor, por encima del de la mercanc- ía en sí, residía en haber estado en la muñeca izquierda del árbitro que dirigió una final entre un equipo al que le echaron el mejor porque le recordaron que tiene una hermana acusada por lo menos de estar cerca 25
  • 26. de todo el mambo islámico y todas las connotaciones que eso tiene, más lo que supimos que todo eso significa en los Años Negros, cualquier sa- lida de la norma estandarizada ya es terrorismo, subversión o por ahí cerca, y en la vereda de enfrente, los bambinos de teta que se llevaron el título mundial gracias al dudoso regalito del referí gallego en forma de penal casi sobre la hora en el partido contra Australia, pero cuando arribaron al Leonardo Da Vinci de vuelta con el preciado trofeo los esta- ban esperando los carabinieri para portarlos en galera al estar varios de ellos metidos hasta la testa en el arreglo de partidos bajo cuerda y hacerse unos millones de euros con el totocalcio, sin contar los diri- gentes y clubes enteros recubiertos de gloria y a partir de ese momento de merda de la más fragante, más algún que otro árbitro, claro, para completar el álbum de figuritas. ¿Por qué les iban a decir rochos? ¿Por ser pobres, marginales, de una casta inferior? ¿Cuándo Carlitos Tevez, cuyo tío había estado pre- sente y todo durante el partido, crédito del barrio, vocalista del conjunto de cumbia villera que dirige un hermano, jamás ha ido a menos ni por un kilo de guita y dejenlón y van a ver que del Zizou ése, un tiempito más y no se acuerda ni la madre, primero al paulista Corintias del pre- sidente Lula y después a los Manchester ingleses, todo de la mano de la Mafia Rusa? Bueno, la cosa fue que al final, con esfuerzo, algún empujón, va- rias puteadas, hasta alguna mano para espantar una mosca a pesar de la lluvia y lo que sea, lo que primó fue la racionalidad aunque a muchas les pueda parecer mentira si no toma en cuenta que el reinado de lo ra- cional era el motivo por el cual estaba lloviendo a lo loco. Así que con la misma velocidad y cualidad NN con que había desaparecido, reapareció de la nada a donde se había mudado. Y mucho antes de los tres días que le llevó a Dios hacerlo con su Hijo. Algunos del canal le alcanzaron a la estrella Horacio Elizondo en el lugar convenido un objeto tan pre- ciado no tanto por su valor en sí, que lo tiene, por cierto, como por el otro, indudablemente mayor y que no cotiza en Bolsa, ahora sí todo convenientemente grabado en video para que quedara constancia que en el país, por más que después rezonguen plañideramente los Blum- berg & Co., hay de lo que se quiera y necesita, pero tienen corazón y sentimientos y obran siempre de buena fe, no con mala leche. -El episodio del reloj podría haber sucedido en cualquier lado – dijo formalmente el hombre súbitamente encumbrado a nivel global, merced al fútbol justamente, en su momento activista sindical entre sus pares y hasta presidente de la AAA, ya calmado, a la gente de Olé que 26
  • 27. había ido a hacer la cobertura y que se publicó recién el martes 5, cua- tro días después, apagados los ecos de la fecha correspondiente del ful- bo de en serio, es decir, del que da guita y maman-. Y también de eso saco una conclusión muy positiva. Porque, reconozco, me dio mucha bronca cuando me lo quitaron, pero rescato el hecho de que me lo de- volvieron enseguida. A la gente le dio mucha vergüenza y su reacción fue de una enorme dignidad y honestidad. Para completar una tele bazofia a tutti faltó el apretón de ma- nos y hasta el abrazo conciliador entre el victimario y la víctima, pero ya hubiera sido como mucho. Y en cuanto a Horacio Elizondo, no será un estadista, pero el hombre demostró que su cintura tiene para enviar un balsámico discurso público y no incendiarse con una potencial clientela como es la marginalidad creciente en forma cariocinética e inevitable- mente rumbeando para el fútbol, sobre todo vía cable, porque no hay peor ocupación estresante y alienante que la desocupación plena ni elemento más pernicioso y disolvente que el aburrimiento12. La cantidad y calidad de lo metafórico que pueda tener que el doc- tor Néstor Kirchner, al invitar al árbitro internacional Horacio Elizondo, dejó entrar por primera vez a la realidad a la Rosada por lo que arrastra y condensa simbólicamente este tipo de personaje social, más el mo- mento que vivía el país, un cumpa que ya colgó el pito encima le sacu- dió de sobrepique que donde no hay justicia los de negro son el poder, bueno, puede correr por el paladar de cada uno semejante evaluación y mejor atenerse y constatar los hechos. Ahora, si es que se puede, tratar de dejar las minucias y abordar de una vez la sustancial para tratar de ver la dimensión que tuvo latente lo sucedido el 2 de agosto del 2006 en la Casa Rosada. Pero no: se le había roto el cuerito al grifo y no había manera de parar el chorro. Más en un país que vive de fútbol (no del fútbol, sino de fútbol, como le dijo El 10 al matemático Adrián Paenza cuando le “cortaron las piernas” en el Mundial 94 por el cóctel de efedrina que para algunos fue nada más que una conjura en la que in- tervino hasta la CIA), esa realidad simbólica, virtual o como se la quiera apedillar, a poco más de un mes de haber sido introducida, como si fue- ra poco se aprestaba además a ponerle un pelotazo en el poste que le 12 Verdú, V. Ob. Cit. Con respecto a la vieja controversia, sobre todo a principios del siglo XX y a cargo de todos los matices de la izquierda, en cuanto a que el mayor peligro que representaba el fútbol era entre- tener y desviar a la clase obrera de su función liberadora universal, este autor español apunta certeramente en la relación poder/deporte que “la temida realidad es que las masas serían más peligrosas no por su actividad, que podría cambiar de rumbo, sino por su capacidad de indiferencia y su oquedad devas- tadora.” 27
  • 28. quitó el aliento a varios, incluso a los dos granaderos que como esta- tuas estaban de guardia en la entrada principal de Balcarce 50. Fue el domingo 10 de setiembre, en el entretiempo de un partido televisado que pudo ver todo el país. El escenario fue el Estadio Unico de La Plata para 40 mil espectadores, que mandó a hacer el mismísimo Eduardo Duhalde cuando era gobernador y así tratar de recuperar los espacios verdes donde levantaron en su momento de prestado sus can- chas Estudiantes y Gimnasia y Esgrima, en un país con un Estado en toda época siempre pródigo, benéfico y dadivoso, en primer lugar si se trata de tirar manteca al techo en cuanto potlach13 haya, y ni qué hablar si es futbolero. Los despelotes fueron magnánimos. Se entraron a levantar tribunas de hormigón y de prepo, hubo piquetes de gente pa- queta por la prepotencia oficial de quererlos despojar de la historia (sic) y al final salomónicamente a la argentina acordaron jugar ahí solamen- te los partidos contra los grandes por una obvia razón de borderó. Bien. Como en esa magna fecha los triperos de Gimnasia y Esgrima se la tenían que ver nada menos que con Boca Juniors, iban ganando 1 a 0 en el primer tiempo, se podían trenzar en la punta y el sargento de Ejército Daniel Giménez, a cargo del arbitraje, dale con sacarle amari- llas a los locales por cada patadón cariñoso a un contrario, llegando el colmo de echarle al DT por protestar, con lo que eso podía significar pa- ra el padre, atravesando un momento muy serio de salud, por lo que antes que terminaran los primeros 45 minutos, el presidente de los lo- cales, señor Juan José Muñoz, (a) El Tuerto, a pesar de que cuenta con los dos globos oculares aunque parapetados atrás de gruesos lentes de aumento, acompañado de tres miembros de la comisión, lo esperaron en el vestuario al militar en actividad, que vive en el Chaco y viajaba to- dos los fines de semana en avión para dirigir, cosa de proceder en esos 15 minutos reglamentariamente dedicados al descanso a lo que el vul- gar lenguaje callejero denomina apretada y que en la Argentina es tan o más común que los buenos días, sobre todo en el fútbol, donde forma parte de los elementos indispensables y habituales, tipo canilleras, me- dias o las vendas para los tobillos, y le dijo como si se le preguntara si la gaseosa la quería con o sin pajita: 13 El término es muy poco usado, reproducido incluso con diferentes grafías, y alude a una costumbre ri- tual de los aborígenes de América del Norte para agasajar a sus huéspedes de manera tan exuberante co- mo fanfarrona y exhibicionista. El primero en tratarlo e incorporarlo a las ciencias sociales fue Johan Huizinga en su clásico Homo ludens y luego de manera impecable por Mario Vargas Llosa en El hooli- gan civilizado, en La Nación, 25/6/98, pág. 19. El significado que ha quedado entre nosotros, los suda- cas, le apunta de manera generalizada a los nuevos ricos y más que nada a los gobernantes que hacen rimbombantes gastos en obras públicas tan caras como inútiles para perpetuarse en el poder mientras las necesidades mínimas del pueblo en general, cuyos efectos no se ven, como la salud pública o la educa- ción, quedan a la deriva. En este sentido, todo el fútbol, el argentino en particular, es un potlach desde donde se lo mire, empezando por los estadios y siguiendo por los contratos de jugadores y DTs. 28
  • 29. -Cuando salgas a la calle te vamos a matar. Una versión. Y seguramente antojadiza. No sería nada raro. Pero el partido efectivamente fue suspendido y el sargento Gimé- nez, custodiado más o menos como Bush en una visita de cortesía a Bagdad, procedió a formalizar la correspondiente denuncia policial. A partir de allí comenzó el surtidor de pronunciamientos de todo tipo. En su mayoría, si era correcto o no proceder a la suspensión, sobre todo sin avisarle a la gente, porque los de Boca se fueron sin el anuncio ofi- cial por los parlantes, sólo alertados por las radios portátiles. -Esto depende de cada uno –respondió Ricardo Calabria consul- tado sobre el particular-. Tengo algunas historias en las que intercam- bié golpes antes y después de un partido. Y después lo dirigí como si es- tuviera en el patio de mi casa. Pero no es lo correcto porque tiene que haber una legislación. Por ejemplo, tomando lo que hizo [el sargento Daniel] Giménez, yo hace veinte años ni loco suspendo el juego. Aparte, lo hubiera corrido del vestuario al presidente de Gimnasia como lo hice con más de uno. Pero hoy, en esta situación, no podés decir que estuvo mal porque no sé si él está preparado para enfrentar esa situación y se- guir con normalidad. Aunque no del todo porque todavía el asunto tuvo una vuelta más de tuerca: -Igual a [el sargento Daniel] Giménez lo tomo con pinzas, porque cuando tuvo que hacer el minuto de silencio mintió –agregó Calabria, ya en tiempo de descuento, recordando un episodio entonces también re- ciente y no cicatrizado-. Dijo que no sabía nada y lo tenía escrito en el nombramiento14. Como la pelota que es un esfera perfecta y está impregnada de algún elemento demoníaco15 para que gire ad infinitum sin dejarse de- tener o dominar, la currícula de los protagonistas era por demás sucu- lenta y como sucede siempre en la Argentina, cualquier hecho entra a echar guías como planta de zapallo y a los diez minutos se está a varios 14 Es un trámite burocrático que sucede el martes anterior al partido. 15 La entrada del demonio a la cancha no es una licencia o un recurso poco feliz. Está registrado históri- camente en la Enciclopedia Británica que era tal la atracción, la fascinación del balón no tan perfecto cuando ya la industrialización daba sus primeros vagidos, amén de los golpes, heridas y muertes para hacerse de él y retenerlo, que popularmente y no tan popularmente en las islas se daba como un hecho que estaba poseído por el Demonio. 29
  • 30. kilómetros luz del hecho y su posible significado, ni hablar de motivos ni razones. En suma, el sargento Giménez, a pesar de haber sido anoti- ciado formalmente, fue el único árbitro que el domingo 25 de marzo del 1996, por cumplirse el 20º aniversario del hasta ahora último golpe de estado, en el Chateu Carreras de Córdoba no procedió a efectuar el minuto de silencio establecido en homenaje a los compatriotas des- aparecidos, torturados, aniquilados, por la última dictadura militar. Pero a los pocos días se retractó y lo más hombre y los más pan- cho dijo que no se había olvidado nada. Le había dado bronca que el minuto de silencio fuera nada más que por los subversivos y no por los nobles uniformados caídos en el sacrosanto combate de cobrar en boti- nes de guerra, llevarse chicos, tirar prisioneros dopados sobre el mar desde los aviones, torturar, enterrar masivamente en tumbas NN y habilitar una veintena de campos de concentración. En la vida hay que ser equitativos y el que tenía el pito era él, qué joder. Ni lo apercibieron. Menos que menos en el cuartel donde presta servicio. Del lado de los platenses agresores, dejando de lado que el mismí- simo eternizado presidente de la AFA y su hermano menor tienen récords en materia de sanciones disciplinarias por cosas por el estilo, el que llevó lo que se puede decir la voz cantante, como no podía ser de otro modo, fue el presidente tripero, Juan José El Tuerto Muñoz, quizá el hecho más explicable públicamente de su existencia aunque y al- guien quiera ver en eso alguna contradicción, desfasaje o anomalía. Lo de la tortedad viene a ser como una licencia poética o porque directa- mente a alguien se le ocurrió enchufárselo y después a nadie se le ocu- rrió enmendarlo, algo bastante frecuente en un país condenado al éxi- to. El resto de su currícula, en cambio, sí entra en los rascaderos de cabeza varios como sucede siempre con la milagrería peronista, muy por encima de las casualidades recurrentes y otras pavadas por el esti- lo. Para ponerse a tono con la globalización imperante se puede co- menzar diciendo que Jota Jota o El Loco, como también le dicen en los corrillos platenses, es un self made man, una clara muestra de las ventajas sin igual que tiene la movilidad social en el sistema capitalis- ta, para utilizar lo más socorrido y rancio de la jerga imperante en las ciencias sociales. Claro que todo eso en la Argentina, obviamente nacio- nal y popular. Y más precisamente en La Plata. Cincuentón, algo calvo y gruesos anteojos, sus comienzos fueron de verdulero, de allí pasó a ser 30
  • 31. un trabajador del lápiz, como se autodenominan los levantadores de quiniela, también capitalista de juego y la llegada de los cumpa, en 1986, a la gobernación del primer estado argentino, de la mano del re- novador Antonio Cafiero, (a) Cafierito, como lo llamaba el General, lo encontraron tan bien plantado, estaba tan en estado que podía correr varios Dardo Rocha con la colita parada. Tanto fue así que cuando un trienio después dio comienzo la Segunda Década Infame en el terreno político él empezó a ocupar un puesto no muy fácil de definir, más bien resbaloso, que en fútbol se lo podría llamar batidore líbero por la mul- tifunción, pero el caso es que para no meterse en Honduras y salir por Guatepeor, desde el vamos se trató de un ámbito no muy específico del rubro existente en el laberinto que se forma por entre mutuales, gre- mios y esas cosas, y donde por lo común hay montañas de guita inver- samente proporcionales a las preguntas y explicaciones y dispuestas a irse con el primero que las manotee. Resumamos: en el slang imperan- te en la política criolla de pura cepa se les llama cajas, así, a secas. En el camino queda una asesoría para Aníbal Fernández cuando era jefe de gabinete e integración de cúpulas empresariales varias. Resumen: luce y lo presentan como empresario millonario. ¿Queda claro ahora? Las vueltas que tiene la vida y esas cosas lo llevaron a conocer, desde mucho antes, en la capital bonaerense, a una familia Fernández, pero nada que ver con el recién nombrado porque en la guía también forman legión. Agregado al apellido suyo no dice mucho en cuanto a prosapias y linajes rancios, pero hizo buenas migas con Ofelia Wilhelm de Fernández, la dueña de casa, y una de las hijas era una flaquita muy linda, inteligente la piba, más brava que una gata recién parida, es cier- to, y que en los años de plomo andaba merodeando por donde frecuen- taban los montos, la Jotapé, la Tendencia y esas cosas tan típicas de los pibes de entonces, todos medios zurditos que querían hacer la revo- lución y entraron a hacer cagadas, el Viejo los rajó de la Plaza, la roja sí, pero no la bandera sino la tarjeta, la misma que el marido le sacaría a la prensa el aciago día de agosto del 2006, los expulsó per secula secu- lorum, y todos saben la que se vino porque todos supieron todo desde siempre y miraron para otro lado al mejor estilo selección argentina por primera vez campeona del mundo. La política la ganó a tal punto que hasta se puso de novia con un muchachito flaco y alto como el mapa de Chile, del sur, de donde casi se acaba el mapa, que también estudiaba Derecho y que justamente tenía madre chilena. Al final habían termina- do casándose y yéndose a vivir para allá, en el medio de esos desiertos que lo único que tienen no está a la vista o despeina: petróleo y viento, pero por las diagonales y terrenos aledaños estaba empezando la dego- 31
  • 32. llatina y el sur prometía como una California de entrecasa. Por supuesto, los Fernández, todos triperos de ley, la señora Ofe- lia Wilhelm muchos años con un puesto de chorizos a la genovesa deba- jo de los tablones sobre los que se paraba la brava según algunos, fun- cionaria del Ministerio de Economía bonaerense si se sigue versiones familiares o gremialista de un sector de los empleados públicos provin- ciales al tenor de otros, vaya uno a saber ahora, lo único cierto que hay en el país en el fútbol, así que lo que inte-resa es que cuando el club en la mitad de la primera década del siglo XXI se empezó a venir seriamen- te en falsa escuadra, varias veces a doña Ofelia le habían ofrecido me- terse de lleno para que hiciera pesar sus nuevas relaciones pero por sus obligaciones no podía, le daba no sé qué, hasta que la cosa se puso tan negra que a las mujeres -no importa si madres, esposas o novias- se las puede podrá dejar en banda y sin un mango, que se vayan con el sode- ro, si quieren, pero jamás a Gimnasia, eso nunca, El Lobo es un sen- timiento, más grande que la vieja es, así que la fue a ver a la Ofelia y decidieron encarar una lista interna y tirarse a agarrar la manija del club. Ella aceptó chocha porque por algo era sindicalista del más rancio cuño peronista y madre de la flaquita que había salido política hasta para pintarse los labios, nada menos que la revista Forbes la registraba entre las quince mujeres más poderosas del mundo, pero cuando ésta se enteró puso el grito en el cielo, cómo no podía entender con los años que llevaba vividos que el que había sido novio ahora no sólo era el es- poso y el padre de sus nietos si no el presidente de la República, ella aspiraba a ser la Primera Ciudadana, más que la Primera Dama que ya era como lo habían sido tantas que de damas no tuvieron nada, y en una de esas las obligaciones la llevaban también a calzarse por un tiempito la banda y agarrar el bastón, como ya estaban barajando el naipe y sucedería, quedarse con la banda nada menos que dieciséis años, haciendo los relevos de las reelecciones como los líberos en el fútbol, algo que le hace cosquillear el alma a cualquiera, y ella, la auto- ra de sus días, a esos años, queriéndose meter en el fútbol y encima como segundona del Tuerto, más peligroso que piraña en bidé y peor que buscapié en misa, ni loca, vieja, ni loca, estás mal medicada, mami, seguimos Fernández, claro, por supuesto, pero de otra manera, a ver si nos entendemos, y él está más Muñoz que nunca. La advertencia no llegó a tiempo. El domingo 10 de diciembre del 2007, bien de mañanita, día en que su marido le iba a hacer entre- ga en patriótica ceremonia de los símbolos del poder, como son la ban- da y el bastón, y ya le habían tirado un muerto en la base de la Prefec- 32
  • 33. tura Naval Argentina en el Delta, un condenado a cadena perpetua de la fuerza bastante sui géneris por las franquicias que gozaba, envene- nado por voluntad propia, inducido o disimulada la pócima en la para nada metafórica Ultima Cena, la cosa es que no iba a llegar a declarar nunca, en una de esas se quebraba en uno de los tantos juicios que quedan pendientes por violación de los derechos humanos, tarea be- nemérita en la que él había participado con ahínco en su momento. A todo esto, tripero a muerte, el notorio desaire no lo arredró. A un ser formado en la Universidad de la Calle, con varios doctorados en albañales y barriales, no lo asustan sombras ni bultos que se menean. El señor Muñoz no tuvo más remedio que entrar a buscar otro compa- ñero de fórmula para que le hiciera de copiloto o kamikaze, según se quisiera mirar. La gente cambia con el tiempo. Lo único que no cambia en la vida es el amor por la divisa futbolera. No es un tipo de andarse con chiquitas. A fines del 2004, cuando asumió la conducción del club que era hincha nada menos que René Favaloro, lo primero que hizo fue echar a catorce jugadores del plantel, entre los que estaba el melli Gus- tavo Barros Schelotto. Santo remedio. Tres años después lo iban a ir a él, pero la cosa es así, la vida da y quita. Ahora, cuando se le enfrió un poco la pensadora y más o menos alcanzó a vislumbrar que había hecho una cagada más grande que el Museo de Ciencias Naturales Florencio Ameghino que con su tropilla de dinosaurios originales es orgullo de la ciudad y el país, ya como que también era un poco tarde. Razón tenía el General cuando decía… ¿Qué había dicho el General? Lo que sea, pero lo habían dejado solo, Felipe Solá y León Arsla- nián habían gastado los celulares llamando a canas y jueces, apoyándo- lo al milico con la cabeza con menos pelo que bola de billar y el imperio de la Ley, hay que erradicar a la violencia de los inadaptados y que vuelvan las familias con los biberones a las canchas cuando nunca han ido ni equivocados, pero a la gente común les encanta los lugares co- munes, viven de ellos, despegándose porque iba a haber elecciones y es- taba todos los días el ingeniero Blumberg con la cantinela de la insegu- ridad que los tiene locos, como si fuera el único padre huérfano de este país, aunque sí sea el único ingeniero sin título, hasta en la boleta del cuarto oscuro decía ingeniero Juan Carlos Blumberg en el país farses- co, pero sea como sea lo dejaron solo al Tuerto. Bueno, es una manera de decir. 33
  • 34. Lo que pasa es que los que no conocen a fondo a la Argentina se dejan llevar por el surtidor de boludeces que siempre se dicen en calien- te. En su reunión del martes 3 de octubre, presidido por el propio Julio Humberto Grondona, el organismo le aplicó al señor Muñoz seis meses de suspensión durante los cuales no podía integrarlo. Sanata para la gi- lada. Un día antes, después de presentar el descargo, el aparentemente condenado sin remedio a la silla eléctrica, con suerte y viento a favor a una suave perpetua con accesorias, se despachó tranquilo con los pe- riodistas acreditados en el Ministerio de la Pelota: -La sanción no me quita el sueño –alardeó recobrando su real es- tilo, lo más pancho, adelantando que el colorín, colorado ya estaba terminado. Una bicoca por donde se lo enfoque. Y todavía faltaba la reculada, el empate, el único resultado posible en un país condenado al éxito. En diciembre de 1969, cuando todavía le faltaba una década para eter- nizarse en el cargo, Julio Humberto Grondona era apenas presidente del Arsenal Fútbol Club, al que fundó en 1956 y del que también fue su primer jefe de las barras fuertes de entonces, ya listas para embrave- cerse, profesionalizarse y comer de la mano, siempre caliente como mo- no con tricota, agredió al árbitro José Filacchione. En ese entonces le dieron un año y medio no conmutable. Ya cambiado de caballo, en la presidencia de Independiente y con la mira telescópica puesta en Via- monte al 1300 como próxima escala técnica, el 11 de marzo de 1977 el árbitro Aldo Ottone suspendió el partido que Los Diablos Rojos iguala- ban 1 a 1 con All Boys porque un proyectil impactó a uno de sus líneas. Grondona, siempre ígneo y pacifista a ultranza, lo fue a prepotear al so- plapitos al vestuario y le bajaron un año por la nuca. Alcanzado ya el virreynato del Ministerio de la Pelota tampoco iba a ser un inconveniente para dejar bien en claro cuál es la metodo- logía y la escala de valores vigentes a todo trance. La participación ar- gentina en la Copa América 1995 tuvo un inesperado traspié cuando su par norteamericana la goleó sin piedad en Paysandú y después, a pesar del triunfo contra Chile, la nota estuvo puesta cuando barras ar- gentinas de Primera B que tenían cuentas pendientes no encontraron nada mejor que dirimirlas en un lugar donde la policía tenía los brazos laxos, hacía más de un cuarto de siglo que no había un homicidio y el último, para colmo, había sido pasional, un marido cornudo que había tenido a bien enterarse de lo que nunca se había querido enterar, así que el campo fue orégano para apuñalarse a gusto y tener todo el tiem- po del mundo para cruzar el puente, la provincia de Entre Ríos, el Zára- 34
  • 35. te-Brazo Largo, Panamericana, General Paz y llegar lo más chotos de vuelta a casa. Semejante desaguisado hizo que a Argentina, entre otras restricciones más bien vergonzosas y poco estimulantes para la dichosa imagen, fuera prácticamente deportada a jugar un partido decisivo, na- da menos que contra Brasil, al norte uruguayo, en Rivera, cerca de la frontera con ese país, de manera que tuvieran más acceso los macacos (“en el buen sentido de la palabra”, como aclaró enterrándose un mo- vilero de ATC) para meter público de ellos. Fue en la noche del 17 de junio, en el estadio Atilio Paiva Olivera. El gol del empate en dos de los verdeamarilho, logrado por el delantero Tulio, fue de una asquerosa nulidad que vio todo el mundo menos el árbitro peruano Alberto Tejada Noriega, 38 años, un médico urólogo especializado en reproducción y fertilidad, encima con una especialización en Tokio, que terminaba de despuntar su vocación al respecto por los pitos humanos de esa mane- ra, más la no escasa colaboración del línea boliviano Humberto Ciriaco Aliaga Acuña. La tevé fue implacable para mostrar que ahí no se trataba de chovinismos ni de nada por el estilo: no sólo la bajó alevosamente con el brazo, sino que la posición en orsai anterior era casi de una cuadra, todo groseramente obvio y sublevante por el descarado saqueo. Eso fue lo que permitió ir a los penales, los otros patearon con más puntería y nos, los argies o más modernamente argentos, a armar las valijas para volver anticipado a casita, tal cual había pasado con los ba- rras asesinos. Pero si algo debe caracterizar a un dirigente es estar siempre al frente de sus dirigidos, dar el presente con el ejemplo, que fue lo que hizo don Julio: irlo a buscar al propio vestuario al que se había escudado en la muletilla “y a mí qué me importa que me haya equivocado, si yo soy doctor”, tal cual, para colmo en boca de un du- cho y experimentado pitólogo, tanto en el de plástico con el garbanzo como en el otro, el natural de fábrica, y punta descapotable. A todo es- to, ya había habido quilombos varios en el rancio palco oficial, donde los pulcros y triunfalistas brasileños, sobre todo un dirigente que era el yerno del todopoderoso Joao Havelange, encima protector de Grondona y socios en negocios varios que derivan de la cúpula de la FIFA, a grito pelado les recordaba a sus pares argentinos qué tanto quejarse en ese momento, por qué se habían callado cuando el 6 a 0 a Perú en Rosario, Mundial 78, o de la Mano de Dios contra los ingleses en México 86. Las respuestas argentinas no se reproducen por lo obvias, en qué parte del cuerpo se ponían las dos manos para menear bien el bulto y todo el sentimiento estrictamente fraternal que dejaron para reafirmar una vez más que si algo tiene el deporte de bueno es cómo une a los pueblos. Pero no va que don Julio se encuentra con que el doctor soplapi- tos y sus colaboradores estaban bajo siete llaves en los camarines y según testimonió El Gráfico, el hombre de Sarandí y zonas de influen- 35
  • 36. cia estaba “poseído por el demoníaco sentimiento de la ira”, sic. Camino a su objetivo, para colmo, ya se había cruzado con Roberto Goi- cochea, un ex árbitro internacional argentino, integrante en ese mo- mento del Comité Arbitral de la Confederación Sudamericana de Fútbol, junto al paraguayo Carlos Alarcón y al brasileño Abilio D’Almeida, un tipo sereno correcto y sereno que hasta intentó poner paños fríos porque conocía de sobra a ese torbellino enfurecido que avanzaba con un solo objetivo muy claro. -¡Salí de acá! –escucharon todos los que quisieron escuchar-. Us- tedes manejan el referato como patrones de estancia. ¡Hacen lo que se les canta! ¿Patrones de estancia, dijo? ¿Hacer lo que se les canta? ¿De quién estaba hablando? Le pasó por arriba y le entró a dar a la puerta con puntinazos de su brilloso y finísimo calzado a medida: -¡Abrí, hijo de puta!–. La abolló toda como para dejar en claro qué le iba a hacer y cómo lo iba a dejar si lo podía agarrar personalmente de chanfle, con tres dedos, a dos manos, como fuera. -¡Sos un ladrón igual que tu padre, la puta que te parió! La cariñosa alusión era para don Alberto Tejada Burga, por en- tonces ya septuagenario, que también en su momento había sido árbi- tro internacional. El paraguayo Carlos Alarcón, ante el cariz que habían tomado los acontecimientos, como acostumbra a decir la más suculenta crónica policial, puso una prudente distancia del terreno de los hechos, y una vez bien acantonado en el palco oficial de vuelta, ante cámaras y grabadores engoló la voz de la formalidad y el deber ser: -La actitud de Grondona fue lamentable –dijo de lo más compues- to-. Los gritos que profirió mientras pateaba la puerta, eran increíbles. No actuó como le corresponde a un dirigente. Además, él sabe bien que el que pierde siempre le echa la culpa al árbitro porque es el camino más corto y fácil. Nosotros a Tejada lo seguimos teniendo en el mejor concepto, como juez y como hombre. No lo vamos a crucificar por un error, si es que existió. Tantas precauciones fueron pocas porque el guaraní, al día si- guiente, se encontró con el patrón de estancia argentino en el aeropuer- to y quedó demudado, tanto él como su señora esposa nunca habían escuchado tanta cantidad de puteadas juntas en tan poco tiempo, más una mirada furibunda, con los ojos y el rostro inyectados en sangre. Efectivamente comprobó que tenía un insistente comportamiento que en lo formal no se correspondía con un dirigente y que también se pue- de ser un guaraní de ley y mejor quedarse en el mazo para volver al hogar lo más enterito y lo menos machucado posible. Además, tantos 36
  • 37. fruncimientos iban a ser en vano porque pasado el partido el otro línea, el que marcaba el ataque argentino, le dijo al eficaz urólogo y fertilizador Tejada que él había visto todo y al ser interrogado de por qué no levantó el banderín y avisó, la respuesta fue que no lo consideró conveniente por no ser su campo, ya que por aquel entonces no regía el concepto ac- tual de equipo o terna arbitral como explicó Carlos Coradina en una charla para este trabajo, conectados por la dichosa cucaracha con audífonos y micrófonos. El operativo uruguayo para sacar a Tejada, tanto del estadio como de Rivera y del país, no se sabe si fue supervisado por la CIA, pero por las características que exhibió se lo hubiera tenido merecido. Hasta lo cambiaron de hotel en Montevideo y en el que durmió lo hizo con nom- bre falso. Las gambetas primeras fueron para conseguir una combina- ción que ni escala técnica hiciera en el aeropuerto Ministro Pistarini de Ezeiza porque todos coincidían en que si eso llegaba a suceder había que pensar por lo menos en un destino de terapia intensiva y con resul- tado final no tanto dudoso como penoso y letal. Una vez a salvo en el aeropuerto Chavez, en la ciudad de los Vi- rreyes, unos días después el perfeccionado en Tokio por cuestiones uri- narias había amainado y aceptó a tener una entrevista con el corres- ponsal de El Gráfico, recién el viernes 21 de julio, en la que estuvo casi contrito y muy dispuesto a aceptar todo dentro del concepto de la soco- rrida, vapuleada y tan industrializada falibilidad humana, cuando llegó el momento de apestillarlo para que detallara cuándo se había dado cuenta de semejante cagadón: -Al regresar al hotel, vi las imágenes y me quise morir. Tuve ganas de darme la cabeza contra la pared. Pero frente a lo sucedido, lo irreme- diable, opté por dar vuelta la hoja y mantener mi vista al frente. ¡Esos son machos! Sobre todo si por ahí tienen alguna boletita impaga y que el que esté libre de pecado que tire la primera piedra, no jodan tanto: -No le pido a la agente que olvide, porque el gol de Maradona del ’86 sigue siendo cosa presente y sé que estoy casi en la misma situación –sacó a relucir la Mano de Dios, pero ni una palabra de la media doce- na en Rosario, en 1978, a un costo de 250 mil dólares y un cargamento 37
  • 38. de trigo puesto FOB en El Callao-. Sólo pido que me comprendan. Yo no tengo dolor alguno porque simplemente no tuve mala fe. Fue un error por omisión, y nada más. Una simple apostilla. El mencionado corresponsal no era otro que el uruguayo que ya había pasado por Argentina y había sido también enviado especial por la misma publicación en 1964, cuando otro su- puesto error de un árbitro compatriota suyo dio lugar a la que es más que probablemente la mayor masacre en un estadio de fútbol de todo el mundo, y cuyo recuerdo, atracción fatal o alternativas profesionales mucho mejores, no se sabe, lo llevaron después a radicarse definitiva- mente en la capital de los 500 balcones.16 No pasó nada. La gremial de los dueños de estancias con ganado de dos pies se entienden como tales. No hay por qué andar mezclando la hacienda. A la final en el Centenario de Montevideo llegó Brasil frente a los dueños de casa, Maracanazo siempre mediante, y estaba estipula- do que el referí fuera nada que menos que Javier Alberto Castrilli, un verdadero buscapié en misa que podía entrar a revolear tarjetas rojas para cualquier lado, y en una de esas todas para los de la verdeama- rilho, por lo que dada su condición de por lo menos patrón de ferretería en Sarandí dio la orden directamente de cortarle el pito y evitar todo ti- po de suspicacias y que no siguieran creyendo que, como en el ‘78, con los peruanos en Rosario, podían quedarse con la ñata contra el vidrio por una vendeta argentina, nada más lejos de nuestro espíritu amplio y generoso. La explicación amistosa que se dio, a media voz, porque to- davía andaban bien las relaciones entre ellos, fue que “a Javier hay que cuidarlo para que llegue bien al Mundial de Francia ‘98”, como efectivamente se dio. La astucia de las grandes jugadas en combinación con los grandes negocios, un poco de política menuda y hasta el próxi- mo quilombo que ya veremos cómo sigue. Además, el mismo Tulio, con todo el arco para él, tiró afuera un gol hecho. Ganaron los botijas dueños de casa y todos contentos. Los efectos de la entrada de la realidad a la Casa Rosada, para colmo encarnada en otro semejante personaje armado de un silbato se entraban a hacer sentir. Y todavía faltaba lo mejor, en escalada. Ya se advirtió que es un tema embrollado y un anecdotario tan surtido como frondoso donde la normalidad, si es que la hay en alguna instancia, constituye una excepción. En cualquier descuido se muerde la banqui- na y se va a parar a cualquier lado. Se lo había dejado totalmente solo hasta el entonces presidente de los triperos, José Luis Muñoz, (a) El 16 Los principales datos sobre los incidentes fueron sacados de El Gráfico, Nº 3955, 25 de julio de 1995. Y el corresponsal mencionado era el que firmaba con el seudónimo de El Veco. 38
  • 39. Tuerto con dos ojos, y que podrá ser medio loco, como dicen varios en La Plata, pero no masca lauchas. Por algo, como se verá después, a los pichones de árbitros en la AFA les recomiendan desde chiquititos que hay que mirar la camiseta antes de tocar pito, nene, no te lo olvides nunca, ¿eh? Si no, como botón de muestra, no habían pasado venticua- tro horas con el sancionado arrastrando su pesada cruz que Olé se hac- ía eco de las sentidas declaraciones del secretario del club, Carlos Giménez, hombre del riñón de Muñoz, a radio La Redonda: -Este es un hecho habitual que pasa en todas las canchas – caracterizó para poner las cosas en su justo orden, omitiendo, como es lógico la de Arsenal, All Boys y Rivera en la ROU-. Pero yo tengo muy buena memoria y me acuerdo de petardos en los vestuarios o del técni- co campeón del fútbol argentino haciéndole una cruz al árbitro. Si se sancionara como se ha pedido por los medios, algunos deberían jugar en la C. Ahora, a la hora de dar explicaciones científicas sobre el meollo de la sanción y la ceguera, sordera y mudez de la Diosa Temis de uso ofi- cial y exclusivo en la AFA, tampoco se anduvo con remilgos: -A Muñoz se lo apunta por su personalidad –puntualizó, sin en- trar en detalles conventilleros como que es carne y uña con la suegra del presidente de la República-. Pero se dio la casualidad que estaba negociando contratos muy importantes de la AFA con la tevé. ¿Y por qué no lo dijeron desde el vamos? ¿Saben la cantidad de pavadas que nos hubiéramos ahorrado? Encima el martes 7 de noviem- bre de aquel año el Poder Judicial bonaerense, de frondosa reputación en todos los fueros, limpiaba de polvo y paja al Tuerto, más impoluto que bebé de probeta, que pasó enseguida del mote familiar medio des- valorizante al trato de Señor Presidente, asegurando que encima nunca hubo intimidación ni cosa que se le pareciera, justo 48 horas antes de tener que jugar el ST pendiente y las cosas tan cambiadas en la tabla que los zeneizes casi podían empezar a dar la vuelta olímpica por anti- cipado. Daniel Pasarella desde la dirección técnica de River ya .había anunciado que eso no era un campeonato serio ni nada que se parecie- ra, pero creer o reventar, los pinchas estaban todos con las velas pren- didas para que ganaran los odiados triperos y así también mordisquear algo ellos por las alturas. Boca tuvo la recuperación por fin tan anunciada al día siguiente, miércoles 8, plin, caja, 4 a 1 y a cobrar. Hubo momentos, en los dos tiempos, de 22’ y 23’, en que no se sabían cuántos y cuáles eran los bosteros porque los mejores centros al área tripera los tiraban los pro- pios jugadores mens sana. 39
  • 40. ¿Qué ¿Entonces fueron a menos en serio? De eso ni se habla. En todo caso, no motivados lo conveniente- mente que exigen las circunstancias, con todo el quilombo que arman los MCM (Medios de Confusión Masiva) con tal de tenerla más larga que el de al lado, y encima carecieron de la mentalización suficiente. Lo de quedar judicialmente limpio de polvo y paja por la denuncia del pelado Giménez justo el mismo día es una lamentable coincidencia. Como también que al legendario Loco Fierro, dado de baja con dieci- nueve (19) tiros por la espalda, en Rosario, donde el último jefe de polic- ía del Lole Reuteman era integrante de la barra canalla, y al acribillado lo despidiera oficialmente un juez federal “como gimnasista, no como hombre”, en la Capital Nacional del Capitán Capucha, y el comisario Miguel Etchecolatz, uno de cuyos testigos de cargos, el anciano militan- te Julio López (76) se fuera de paseo y se ha olvidado de volver, unos cuarenta días después de haber dejado entrar a la realidad a la Casa Rosada por primera vez en la historia, es todo mera casualidad o, si se quiere, tomémoslo como la forma caprichosa que a veces tiene lo co- tidiano de manifestarse y divertirnos un poco la vida podría ser así. Pero nada más. Las fuentes bien informadas de siempre, a través de Radio Pasillo, afirmaron en posición de firme que el apriete existió en los términos establecidos hasta que en medio de la discusión salió a relucir que no les convenía hacer eso porque River les había prometido 1,5 mil dólares a cada uno de los jugadores por empatar y el doble si le ganaban a Boca. Ante tal insospechado giro, las pasiones serán las pa- siones y el fulbo es un sentimiento que no pueden parar, pero hay que ser realista con los tiempos que vivimos, en que no hay principios ni para ir al baño, semejante impensada fuente de ingresos servida en bandeja les hizo ahí nomás contraofertar que retiraban la amenaza a cambio de 2 lucas verdes por barba por el resultado en el alargue y el resultado fue que se pudrió todo, porque a los Millonarios de tales ya les queda solamente la etiqueta percudida, así que todo otra vez a Fojas 0, que ganaran los bosteros y encima que todo el mundo se diera cuen- ta que eso no era juego, ni fútbol ni nada serio que se le parezca. Por otro lado, está la perra casualidad, y el señor Muñoz no tuvo empacho en aceptarle cara a cara a un cronista de Clarín que sí, que uno de los más notorios capitostes de la barra tripera había sido em- pleado suyo en una constructora, “como correo [sic], y ahora recibe ingresos [sic el plural] por el alquiler de una pizzería.” Punto seguido. 40
  • 41. Un respiro, un poquito de agua mineral por la boca reseca y siempre a quemarropa lo que sigue, sin solución de continuidad: -En mi empresa presentó su renuncia hace sesenta días y ahora no sé a qué se dedica. Más claro, el agua mineral. Un segundo antes lo dejaba con más de un ingreso como rentista de un comercio que se dedica a la manu- factura, cocción y entrega de pizzas, en una de esas hasta con delibery y todo, pero en un santiamén no sabe a qué se dedica, salvo que pre- sentó casualmente la renuncia el día que se armó el resonante qui- lombo de la presunta apretada al zumbo que también es referí. Otra vez vigente y arrasador el Reino de las Casualidades Recu- rrentes en un país condenado al éxito. Lo de barrabravas conchaba- dos como supuestos empleados de los dirigentes, aunque figuren legal- mente en plantilla, les hagan aportes jubilatorios y demás, pero para que trabajen de barra, de parapoliciales en el club que durante la se- mana es un SA como cualquiera, en el fútbol argentino es más viejo que doblar esquinas. Porque también a punto seguido de la renuncia justa para pasar una décima de segundo antes que caiga la guillotina, el re- mate consabido: -En Gimnasia no tenemos barras –dijo, contento, El Tuerto con dos ojos, después de haber festejado su ocurrencia casi con infantil alegría y agregar tras cartón: -¿Viste qué lindo cirquito me armaron frente a la fiscalía? –en alusión a cuando tuvo que ir a declarar por la denuncia presentada por el Bicho Verde con residencia en el Chaco-. Vi algo que no podía creer: un muchacho con una cámara que se hacía pasar por fotógrafo [y] en medio del caso me gritaba Muñoz, andate. Había gente rara allí.”17 Menos fútbol, fue un partido en que sucedió de todo y se dijo to- davía más. Como siempre, de nunca acabar. Bien a la Argentina. Por- que ya era el 14 de noviembre y otra vez el secretario Carlos Giménez, haciendo de vocero oficioso, que claro que Los Muchachos habían ido la noche anterior, como fueron a apoyarlos después de la goleada que se tuvieron que comer a mano de los pinchas, con bombos y qué sé yo, por ahí nunca falta el buey corneta que les pueda haber dicho “Mañana no hay que ganar”, pero nada más, sin ninguna intención retorcida, 17 Clarín Deportes, edición del sábado 11 de noviembre del 2006, pág. 71 y ss. 41
  • 42. extorsión organizada, apriete a gran nivel u otros sobredimensiona- mientos a los que son tan afectos los hombres de prensa para saciar el apetito creciente de su clientela. Nada de eso: había sido dicho al pasar, hasta se podría decir que en tren de joda. -La barra de Gimnasia, al lado de las otras, son carmelitas des- calzas –dijo con absoluta seriedad para Clarín.com. ¿No era que según su presidente el club no tenía de esos “delin- cuentes disfrazados de hinchas”. A veces causa más que extrañeza que en la Argentina nadie perciba toda la inmensa y diáfana sencillez que encubren estos hechos. A esta altura esto ya lucía como un derrame de petróleo en el oc- éano. Pero el bochinche Gobierno/Clarín aún no había estallado y la obediencia debida de los periodistas deportivos los hizo olvidar casi in- mediatamente de los viejos lazos de amistad entre las suegra del presi- dente de la república y madre de una senadora nacional con un perso- naje que calificarlo de peculiar no da una idea acabada, pero ayuda. Sin embargo, no se puede hacer pie del todo y comenzar con un ordena- miento del tema que aspira a vertebrar este trabajo, como es la entrada de la realidad en la casa gobierno, con todo lo que eso va a conllevar a la rastra y cuyo croquis se intentó en las primeras líneas. Pero las se- cuelas fueron una atrás de otra, como cachetadas de loco. A comienzos de octubre, siempre en el 2006, unos duritos andaban jodiendo con una huelga en el Hospital Francés, revolviendo caca con vaya a saber- se qué cosas de sueldos atrasados y aumentos, mejor atención a los so- cios y el nosocomio para la comunidad, al grito de Y ya lo ve, y ya lo ve, es la gloriosa Jotapé, así que el martes 10 de octubre hicieron su triunfal reaparición, sin im- portarles un catzo las cámaras de tevé y otras almóndigas, meta piña y palo, qué sindicalismo, reivindicaciones populares ni qué carajo, como si EE.UU. llegó a ser lo que es por los zurditos, si justamente los barrió a todos y los tiró para que flotaran en el Hudson, para adornar la Esta- tua de la Libertad, gracias a The Syndicate, como les decían a los mo- nitos de Capone, Scarface & Co., algún que otro fierro de los pesados en la cintura, dejándolo ver para que no se les ocurriera hacerse los lo- quitos, nada menos que un funcionario oficial de la talla de Sergio Muhamad, (a) La Tuta, de la comisión de Chacarita Juniors y en los ra- tos libres dándole apoyo logístico a los chicos de la barra, otros de la de 42
  • 43. Nueva Chicago (léase: UOM y 62 Organizaciones de Villa Lugano), co- mo chanchos con la cana, incluso desde su gordura monumental, amis- toso, chacotero, con un solo dedo la mole de La Tuta, que es más o me- nos del tamaño de una de las torres de Lugano I o tal vez Lugano II, le voló a la mierda la gorra a un suboficial de la Federica y el chabón has- ta se asustó, si era todo joda, papi, somos extraoficiales o paraoficia- les en serio, entendé. ¿Somos o no somos la misma cosa? ¿Eh? Lo im- pensado e incontrolable es que este hecho iba a tener inusitadas reper- cusiones en el 2008, en el llamado Triple Asesinato de General Rodrí- guez, y el súbito descubrimiento que el país tenía efedrina hasta abajo de las alfombras, cuando de La Mano del Diez y especial cuerpo técni- co que lo secundaba para recauchutarlo de alguna manera arguyeron el discepoleano atropello a la razón que como no eran muy duchos en ma- teria del inglés, en el display de la farmacia habían cogido el frasco equivocado. Una década después la importancia de la efedrina, una droga de origen vegetal normalmente usada en la industria farmacéuti- ca en la elaboración de algunos antitusígenos derivó hacia aplicaciones más provechosas, sobre todo exportándola a México, con todo lo que eso significa para el nada amateur y deportivo aparato del Estado. Y la situación se puso más que incómoda apenas por unos momentos cuan- do la principal figura de las víctimas, todos con el status de empresa- rios, apareció con varios centenares de cheques voladores, entre otras lindezas, pero justamente los únicos con fondos más que considerables habían sido para la campaña electoral del Frente para la Victoria y la candidatura de Cristina Elizabet Fernández de Kirchner, amén de ser proveedor del Hospital Francés de medicamentos oncológicos y contra el SIDA en plena intervención. El cajero oficial resultó un funcionario nada menos que del Ministerio de Salud Pública cuando más que la es- tridencia informativa acerca del narcotráfico y los dichosos carteles mexicanos apuntaban hacia un negocio tan o más sucio, integrante del trío del Delito Organizado, como es la venta de medicación vencida, adulteración de troqueles y otras maniobras con los medicamentos, to- do con el beneplácito de las obras sociales correspondientes. Después, como coletazo, tres cadáveres de jóvenes acribillados con un periplo fi- nal que empieza en Quilmes y termina en General Rodríguez. Fue una catarata. Parecía una gala especialmente programada. Los móviles de la tevé no daban abasto. El traslado de los restos muti- lados del General al mausoleo especialmente levantado en San Vicente, el martes 17 de octubre del 2006, el Día de la Lealtad, para colmo, tu- vo de todo y para todos. Nadie se puede quejar. Tomó nota el mundo entero. Gastaron el video del muñeco, chofer y guardaespaldas de Mo- yano Jr., haciendo sus primeras armas en el fútbol, el chico, en la sede 43