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Carta  a  mi  hijo Matthias Claudius
No tengo oro ni plata mas lo que tengo te doy.  Lenta- mente se aproxima el tiempo en que debo emprender el camino que no tiene regreso.  No puedo llevarte conmigo y te dejo en un mundo en el que los buenos consejos no salen sobrando.  Nadie es sabio de nacimiento.  Aquí el  tiempo y la experiencia enseñan y limpian la conciencia; yo he observado el mundo más tiempo que tú. Querido hijo, no todo lo que brilla es oro.  He visto  caer algunas estrellas del cielo y quebrarse muchos bas- tones en los cuales uno confiaba para poderse sostener, por eso, quiero darte algunos consejos y decirte lo que  yo encontré y lo que el tiempo me ha enseñado. SEGUIR CON EL MOUSE
Nada es grande si no es bueno y nada es verídico si no perdura. No te dejes engañar por la idea de que puedes acon- sejarte solo y que conoces el camino por ti mismo.  Es- te mundo material es para el hombre demasiado poco y el mundo invisible no lo percibe, no lo conoce, ahórrate pues esfuerzos vanos, no te aflijas y ten conciencia de ti mismo. Considérate demasiado bueno para obrar mal.  No en- tregues tu corazón a cosas perecederas.  La verdad, querido hijo, no es gobernada por nosotros sino que no- sotros debemos ajustarnos a ella.
Ve lo que puedas ver y para ello usa tus propios ojos y con respecto a lo invisible y eterno atente a la pala- bra de Dios.  Mantente fiel a la religión de tus padres  y huye de los merólicos teólogos. No desconfíes de nadie tanto como de ti mismo; den- tro de nosotros vive el juez que nos enseña y cuya voz es más importante para nosotros que el aplauso de to- do el mundo y la sabiduría de los griegos y egipcios; haz- te el propósito, hijo, de no actuar contra su voz y si algo piensas o intentas hacer póntelo primero en la mente y pídele consejo a tu juez interno; al principio, él hablará únicamente en forma muy suave balbuceando como una criatura inocente, sin embargo, si honras su inocencia soltará su lengua y te hablará en forma más perceptible.
Aprende con gusto de los demás y escucha con aten- ción donde se hable de sabiduría, dicha humana, luz,  libertad, virtud, pero no confíes inmediatamente en todo porque no todas las nubes llevan agua y existen diversos caminos para seguir.  Hay quienes creen que dominan una materia porque hablan de ella; pero no  es así hijo mío, no se tienen las cosas por poder hablar de ellas; palabras sólo son palabras y ten cuidado si fluyen en forma demasiado hábil y ligera, pues los ca- ballos cuyos carros están cargados de mercaderías a- vanzan con pasos más lentos.
Nada esperes del trajín ni de los trajinantes y pásate de largo donde haya escándalo callejero. Si alguien quie- re enseñarte sabiduría, mírale la cara; si lo ves enorgu- llecido, déjalo, no hagas caso de sus enseñanzas por más famoso que sea. Lo que uno no tiene no lo puede dar, y no es libre aquel que puede hacer lo que quiere sino es libre aquel que pue- de hacer lo que debe hacer, y no es sabio el que cree que sabe sino el que se percató de su ignorancia y logró sobre- ponerse a la vanidad.
Piensa con frecuencia en cosas sagradas y ten la seguridad que ello te traerá ventajas y así serás como la levadura que fermenta la masa del pan.  No desprecies religión alguna puesto que están consagradas al espíritu y tú no sabes lo que pudiera estar oculto bajo apariencias insignificantes.  Desdeñar algo es fácil, hijo, pero es mucho mejor comprenderlo. No instruyas a otros hasta que tú seas instruído.  Acógete a la verdad si puedes y gustosamente permite que te odien a causa de ella; sabe sin embargo, que si tus cosas no son cosas de verdad, cuida de no confundirlas puesto que de ser así vendrán sobre ti las consecuencias; simplemente haz el bien y no pre- guntes por lo que de ello resulte.  Quiere sólo una cosa y ésa quiérela de corazón.  Cuida de tu cuerpo pero no de tal manera como si fuera tu alma.
Obedece a la autoridad y deja que otros la discutan.  Sé correcto con cualquier persona pero confíate difí- cilmente.  No te mezcles en asuntos ajenos y los tuyos, arréglalos con diligencia.  No adules a persona alguna y no te dejes adular.  Honra a cada quien según su rango y deja que se avergüence si no se lo merece. No quedes debiéndole a persona alguna, pero sé afa- ble como si todos fueran tus acreedores.  No quieras ser siempre generoso pero procura ser siempre justo. A nadie debes sacar canas, sin embargo, cuando obres con justicia no te preocupes por ellas.
Desconfía de la gesticulación y procura que tus mo- dales sean sencillos y correctos.  Si tienes algo, ayuda  y da con gusto, y no por ello te creas superior; y si na- da tienes, ten a mano un trago de agua fresca y no por ello te creas menos. No lastimes a doncella alguna y piensa que tu madre también lo fue. No digas todo lo que sabes, pero siempre debes sa- ber lo que dices.  No te apoyes en algún grande.  No te sientes donde se sientan los burlones porque ellos son los más miserables de todas las criaturas.
Respeta y sigue a los hombres piadosos, mas no a los  santurrones.  El hombre que tiene en su corazón verda- dero temor a Dios es como el sol que brilla y calienta,  aunque no hable. Haz lo que merezca, pero no pretendas obtenerlo.  Si tienes necesidades, quéjate ante ti mismo y ante nadie más. Y no olvides que lo mejor que puedes dar a un enemi- go es el perdón; a un oponente, tolerancia; a un amigo, oídos; a tu hijo, buen ejemplo; a tu madre, una conduc- ta que la haga sentirse siempre orgullosa de ti; a tu prójimo siempre caridad.
Cuando yo muera ciérrame los ojos; no me llores...  Ayuda y honra a tu madre mientras viva y entiérrala junto a mí. Fue una realización de   E.R.A.   PRODUCCIONES

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  • 1. Carta a mi hijo Matthias Claudius
  • 2. No tengo oro ni plata mas lo que tengo te doy. Lenta- mente se aproxima el tiempo en que debo emprender el camino que no tiene regreso. No puedo llevarte conmigo y te dejo en un mundo en el que los buenos consejos no salen sobrando. Nadie es sabio de nacimiento. Aquí el tiempo y la experiencia enseñan y limpian la conciencia; yo he observado el mundo más tiempo que tú. Querido hijo, no todo lo que brilla es oro. He visto caer algunas estrellas del cielo y quebrarse muchos bas- tones en los cuales uno confiaba para poderse sostener, por eso, quiero darte algunos consejos y decirte lo que yo encontré y lo que el tiempo me ha enseñado. SEGUIR CON EL MOUSE
  • 3. Nada es grande si no es bueno y nada es verídico si no perdura. No te dejes engañar por la idea de que puedes acon- sejarte solo y que conoces el camino por ti mismo. Es- te mundo material es para el hombre demasiado poco y el mundo invisible no lo percibe, no lo conoce, ahórrate pues esfuerzos vanos, no te aflijas y ten conciencia de ti mismo. Considérate demasiado bueno para obrar mal. No en- tregues tu corazón a cosas perecederas. La verdad, querido hijo, no es gobernada por nosotros sino que no- sotros debemos ajustarnos a ella.
  • 4. Ve lo que puedas ver y para ello usa tus propios ojos y con respecto a lo invisible y eterno atente a la pala- bra de Dios. Mantente fiel a la religión de tus padres y huye de los merólicos teólogos. No desconfíes de nadie tanto como de ti mismo; den- tro de nosotros vive el juez que nos enseña y cuya voz es más importante para nosotros que el aplauso de to- do el mundo y la sabiduría de los griegos y egipcios; haz- te el propósito, hijo, de no actuar contra su voz y si algo piensas o intentas hacer póntelo primero en la mente y pídele consejo a tu juez interno; al principio, él hablará únicamente en forma muy suave balbuceando como una criatura inocente, sin embargo, si honras su inocencia soltará su lengua y te hablará en forma más perceptible.
  • 5. Aprende con gusto de los demás y escucha con aten- ción donde se hable de sabiduría, dicha humana, luz, libertad, virtud, pero no confíes inmediatamente en todo porque no todas las nubes llevan agua y existen diversos caminos para seguir. Hay quienes creen que dominan una materia porque hablan de ella; pero no es así hijo mío, no se tienen las cosas por poder hablar de ellas; palabras sólo son palabras y ten cuidado si fluyen en forma demasiado hábil y ligera, pues los ca- ballos cuyos carros están cargados de mercaderías a- vanzan con pasos más lentos.
  • 6. Nada esperes del trajín ni de los trajinantes y pásate de largo donde haya escándalo callejero. Si alguien quie- re enseñarte sabiduría, mírale la cara; si lo ves enorgu- llecido, déjalo, no hagas caso de sus enseñanzas por más famoso que sea. Lo que uno no tiene no lo puede dar, y no es libre aquel que puede hacer lo que quiere sino es libre aquel que pue- de hacer lo que debe hacer, y no es sabio el que cree que sabe sino el que se percató de su ignorancia y logró sobre- ponerse a la vanidad.
  • 7. Piensa con frecuencia en cosas sagradas y ten la seguridad que ello te traerá ventajas y así serás como la levadura que fermenta la masa del pan. No desprecies religión alguna puesto que están consagradas al espíritu y tú no sabes lo que pudiera estar oculto bajo apariencias insignificantes. Desdeñar algo es fácil, hijo, pero es mucho mejor comprenderlo. No instruyas a otros hasta que tú seas instruído. Acógete a la verdad si puedes y gustosamente permite que te odien a causa de ella; sabe sin embargo, que si tus cosas no son cosas de verdad, cuida de no confundirlas puesto que de ser así vendrán sobre ti las consecuencias; simplemente haz el bien y no pre- guntes por lo que de ello resulte. Quiere sólo una cosa y ésa quiérela de corazón. Cuida de tu cuerpo pero no de tal manera como si fuera tu alma.
  • 8. Obedece a la autoridad y deja que otros la discutan. Sé correcto con cualquier persona pero confíate difí- cilmente. No te mezcles en asuntos ajenos y los tuyos, arréglalos con diligencia. No adules a persona alguna y no te dejes adular. Honra a cada quien según su rango y deja que se avergüence si no se lo merece. No quedes debiéndole a persona alguna, pero sé afa- ble como si todos fueran tus acreedores. No quieras ser siempre generoso pero procura ser siempre justo. A nadie debes sacar canas, sin embargo, cuando obres con justicia no te preocupes por ellas.
  • 9. Desconfía de la gesticulación y procura que tus mo- dales sean sencillos y correctos. Si tienes algo, ayuda y da con gusto, y no por ello te creas superior; y si na- da tienes, ten a mano un trago de agua fresca y no por ello te creas menos. No lastimes a doncella alguna y piensa que tu madre también lo fue. No digas todo lo que sabes, pero siempre debes sa- ber lo que dices. No te apoyes en algún grande. No te sientes donde se sientan los burlones porque ellos son los más miserables de todas las criaturas.
  • 10. Respeta y sigue a los hombres piadosos, mas no a los santurrones. El hombre que tiene en su corazón verda- dero temor a Dios es como el sol que brilla y calienta, aunque no hable. Haz lo que merezca, pero no pretendas obtenerlo. Si tienes necesidades, quéjate ante ti mismo y ante nadie más. Y no olvides que lo mejor que puedes dar a un enemi- go es el perdón; a un oponente, tolerancia; a un amigo, oídos; a tu hijo, buen ejemplo; a tu madre, una conduc- ta que la haga sentirse siempre orgullosa de ti; a tu prójimo siempre caridad.
  • 11. Cuando yo muera ciérrame los ojos; no me llores... Ayuda y honra a tu madre mientras viva y entiérrala junto a mí. Fue una realización de E.R.A. PRODUCCIONES