1. COMUNIDAD DE LOS SIERVOS DE JESÚS 1
Sábado 7 de noviembre de 2009
SI EL AMOR NOS HICIERA…
El amor se ve reflejado en las lecturas de este domingo:
• 1 Re 17, 10-16: “La viuda hizo un panecillo y se lo dio a Elías”.
• Salmo 145: “Alaba, alma mía, al Señor”.
• Hb 9, 24-28: “Cristo se ha ofrecido una sola vez para quitar los
pecados del mundo”.
• Mc 12, 38-44: “Esa pobre viuda ha echado más que nadie”.
En el salmo se nos nuestra sobre todo el amor de Dios.
La 2ª lectura resalta el amor sublime de Cristo por todos nosotros que le
llevó a ofrecerse para quitar los pecados de todos, la mayor prueba de
amor.
La 1ª lectura y el evangelio nos sitúan en el amor al prójimo; un amor
desinteresado que ilustra de manera sugestiva la primera bienaventuranza
que vimos la semana pasada: “Bienaventurados los pobres de espíritu,
porque suyo es el reino de los cielos” (Mt 5,1).
Nos habla la primera lectura de la viuda pobre de los tiempos de Elías
que vive en Sarepta de Sidón. Poco después nos habla el evangelio de otra
viuda pobre de los tiempos de Jesús que ha entrado en el templo de
Jerusalén. Una y otra han dado todo lo que tenían. La primera dio a Elías
el último puñado de harina para hacer una torta. La otra echó en el
templo dos monedas (todo lo que tenía). La primera no quedó defraudada
porque “ni la orza de harina se vació, ni la alcuza de aceite se agotó”
hasta que el Señor hizo caer la lluvia sobre la tierra. La segunda pudo
escuchar las alabanzas más grandes de los labios de Cristo mismo.
Mediante estas dos viudas se desvela el significado de la pobreza de
espíritu, que esconde en sí una grandeza especial. Es la paradoja del
evangelio: cuanto más se da, más se recibe.
2. COMUNIDAD DE LOS SIERVOS DE JESÚS 2
Sábado 7 de noviembre de 2009
Rico no es el que tiene, sino el que da no tanto lo que posee, sino a sí
mismo, con lo cual puede dar aunque no posea bienes materiales.
El pobre no lo es porque no posea, sino porque está apegado a lo que
posee, tanto que no se halla en disposición de dar nada de sí, de abrirse a
los demás; mantiene un corazón lleno de bienes perecederos.
El mundo ha cambiado mucho desde entonces. Vivimos en otra época,
la de la técnica y la economía fundamentalmente. Sin embargo, las
palabras de Cristo no han perdido ni exactitud ni profundidad en su
verdad; adquieren un nuevo alcance: es necesario juzgar todos los
sistemas y regímenes económico-sociales, las conquistas técnicas, la
civilización del consumo…, y al mismo tiempo la miseria y el hambre
inscritas en nuestro mundo. Algo no funciona.
La entrega generosa de nuestras posibilidades a la extensión del reino
de Dios es estar dispuesto a ayudar siempre a quienes lo necesiten:
emplearse a fondo en la educación de los hijos, tratar de influir
cristianamente a nuestro alrededor, no rehuir nuestra presencia en la vida
política, cultural, social… es dar lo que podemos.
Con frecuencia nos invade el desánimo, pensando que no somos nada
(las dos monedas de la viuda). ¿Qué es una palabra, un consejo, un gesto,
una advertencia, un buen ejemplo…? ¿No entra por un oído y sale por el
otro? Cuando todo esto sale de un corazón unido a Cristo, penetra en los
corazones de los que lo reciben.
¡Tengamos fe! Cultivemos ese espíritu que hizo a esa mujer dar lo que
tenía. No olvidemos este ejemplo de la pobre viuda ante tantos esfuerzos
que debemos hacer y que nos parecen inútiles frente a tanto bombardeo
del exterior.
Como en los tiempos del sermón de la montaña, también hoy cada uno
de nosotros debe juzgar con la verdad de las palabras de Cristo, nuestras
obras y nuestro corazón.
ORACIÓN
3. COMUNIDAD DE LOS SIERVOS DE JESÚS 3
Sábado 7 de noviembre de 2009
Si el amor nos hiciera poner
hombro con hombro,
fatiga con fatiga
y lágrima con lágrima.
Si nos hiciéramos unos.
Unos con otros.
Unos junto a otros.
Por encima del oro y de la nieve,
aún más allá del oro y de la espada.
Si hiciéramos un bloque sin fisura
con los seis mil millones
de rojos corazones que nos laten...
¡qué hermosa arquitectura
se alzaría del lodo!
Ángela Figuera Aymerich
Conseguir que este texto algún día llegue a ser una realidad puede
parecernos una utopía. Pero, si nos paramos a reflexionar a la luz de
Cristo, seguro que encontraremos en nosotros muchas actitudes que
podemos cambiar con su amor, que nos hará mucho bien a nosotros
mismos y, por añadidura, a los que nos rodean, a nuestro prójimo.
Completa la frase SI EL AMOR ME HICIERA… con la respuesta a la
siguiente pregunta:
• ¿Qué necesito cambiar o afianzar en mi corazón para practicar
este amor y caridad hacia los demás?