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Prólogo
             Ramón Gutiérrez. CEDODAL, Buenos Aires




             La generosidad de mis amigos, autores del libro Historias para la construcción de la arquitectura Domi-
             nicana 1492-2008 me ha convocado para presentar unos textos que son en realidad “La construcción
             de la historia de la arquitectura Dominicana”, esfuerzo por demás ponderable y de sumo valor en la po-
             tencialidad de ir comprendiendo con profundidad los procesos de configuración de nuestra “Patria Gran-
             de” desde los fragmentos de nuestras “Patrias nacionales”.
             Asumiendo la audacia de tratar de referirme a una visión cuya profundidad de conocimientos escapa a
             mis posibilidades de referencia precisa, sospecho que la convocatoria de mis amigos tiene que ver con
             el ejercicio de tener una mirada “desde afuera” sobre la evolución de su arquitectura, pero a la vez que
             les permita sentirse “desde adentro” de un contexto latinoamericano cuyas referencias ayudarán a en-
             tender las singularidades de los dominicanos dentro de un sentido de pertenencia cultural continental.
             El libro asume, bajo la tutela de diversos autores, con su propio estilo y orientación narrativa, una evolu-
             ción cronológica que no obvia los lógicos solapamientos y acepta las habituales periodizaciones de la ar-
             quitectura occidental. Tiene, sin embargo, rasgos de notoria lucidez cuando plantea la necesidad de in-
             tegrar los fenómenos de la arquitectura vernácula, trascender los análisis de las obras monumentales e
             insertar la obra de arquitectura en una lectura urbanística que la explicita con mayor conceptualidad. Lo-
             gra así soslayar la dialéctica entre lo monumental y lo cotidiano, lo clásico cargado de presunta eterni-
             dad y lo efímero de la posmodernidad, integrándolos en una lectura unitaria. No se trata de aplanar las
             diferencias o contradicciones, sino de asumirlas plenamente como parte de un proceso histórico que
             nunca será lineal y encadenado sino justamente abierto y con reflujos.
             Es importante ver como los autores vuelcan en sus textos el necesario encuadre sociopolítico, sin que
             ello obligue a que la valoración de la arquitectura se realice en tanto la proximidad afectiva a las ideas del
             autor. Así, puede hablarse con claridad de la dictadura de Trujillo sin eludir mencionar la importancia de
             la obra pública realizada y la singular incorporación de la modernidad arquitectónica bajo su tiranía. Es-
             to es un adelanto pluralista, luego de décadas donde la vinculación con determinadas ideas llevó a pon-




10|PRÓLOGO                                                                                                                    PRÓLOGO   |11
derar muy malas arquitecturas en la región y donde otras buenas arquitecturas fueron descalificadas por         El proceso de transculturación que implicó la llegada de Colón a la Española marca una primera fase de
             la impronta de las ideas de sus autores.                                                                        un proceso de sucesivas integraciones culturales y sociales, fruto de la presencia posterior de los escla-
             Los autores construyen a sabiendas un relato que devela lo sustantivamente realizado en arquitectura.           vos africanos o de las migraciones antillanas originadas por los avatares de la caída del imperio colonial.
             Lo ven desde una mirada capaz de recoger los rasgos que expresan su cultura dominicana y aceptan,               Las sucesivas dominaciones de la isla por españoles, franceses, haitianos y hasta norteamericanos, se-
             como hemos dicho, las contradicciones inherentes a los diversos tiempos históricos y a las mentalida-           ñalan las presencias variadas de definiciones que sin duda impactan en las obras públicas y sus priori-
             des dominantes en ellos. Pero lo importante es que se trata de una visión realizada desde la atalaya que        dades.
             conforma su propia cultura, lo que les permite explicar su inserción de rasgos propios en los sucesivos         Bien señala Esteban Prieto la convergencia de muchas de estas manifestaciones que implican la integra-
             contextos globalizados que le tocó vivir. Así, en el relato avanzamos sobre las maneras en que las diver-       ción de modos de vida, sistemas constructivos y un aprovechamiento intensivo de los recursos locales.
             sas influencias externas se “mestizaban” culturalmente y se integraban a nuevos modos de vida que iba           Compartimos sus dudas respecto del origen africano del muro de tejamanil (bahareque) ya que, con di-
             asumiendo la sociedad dominicana.                                                                               versos nombres, era utilizado por comunidades indígenas de otras partes de América y por los propios
             Ello es singularmente importante porque Santo Domingo es una isla, en realidad parte de una isla, don-          españoles que en el Paraguay lo llamaban “pared francesa”. Creemos que podemos asumirlo como su-
             de justamente el “aislamiento” adquiere categoría emblemática. Sin embargo, los acontecimientos histó-          cede con el adobe o la tapia, que son procesos tecnológicos que florecieron simultáneamente en varios
             ricos la ubican en el epicentro de un fenómeno universal: el descubrimiento de América por los europeos         lugares sin que exista necesariamente una cadena lineal de transferencias.
             y en un contexto singular de carácter regional: el Caribe.                                                      Es interesante la diferenciación que formula respecto de la arquitectura vernácula con la “popular” urba-
             Como bien recuerda Eugenio Pérez Montás, nuestro maestro Mario Buschiazzo hablaba del “Mediterrá-               na o rural, fruto de los procesos de migración antillana e inclusive de otras raíces insulares como las de
             neo americano” cuando se refería al Caribe. Este espacio marítimo y de archipiélagos será esencial pa-          Canarias. La configuración de lo que se llama un lenguaje “autóctono”, válido con certeza para los con-
             ra la vida del continente europeo y su proyección americana desde el siglo XVI al XIX. Más aún, a fines         textos antillanos, marca un panorama singular dentro del contexto iberoamericano.
             del siglo XVIII, los destinos de las coronas metropolitanas se deciden en los enfrentamientos bélicos del       Uno de los elementos interesantes para reflexionar desde el proceso de la ocupación de la Isabela es la
             Caribe. Durante siglos esa fortaleza trashumante que fue la “Flota de Indias” tejió la red de escalas y puer-   densidad de instalaciones en el territorio, en una política que tendía a reproducir las relaciones de proxi-
             tos que darían lugar al “gran Caribe” integrando los apostaderos y ciudades de “Tierra Firme”. El oro y la      midad que tenía el territorio metropolitano. Quince asentamientos con vocación urbana a comienzos del
             plata de las Indias, base de la economía del imperio de Carlos V, circularon bajo la mirada codiciosa de        siglo XVI muestran una estrategia que la inmensidad continental habría de desalentar fácticamente en el
             ingleses, holandeses y franceses, quienes generarían tempranamente los mecanismos de saqueo orga-               transcurso del siglo.
             nizado.                                                                                                         Santo Domingo es una ciudad que marca justamente una fase clara del proceso de transculturación,




12|PRÓLOGO                                                                                                                                                                                                                                  PRÓLOGO   |13
donde la cultura dominante se reformula a sí misma en procesos de integración y síntesis. Integra las an-         Santo Domingo terminará de amurallarse en el siglo XVIII, aunque ya había perdido peso en el juego es-
             tiguas experiencias, selecciona entre sus propias tradiciones. No es el modelo de lo que se tendería a            tratégico del Caribe, cediendo el papel de concentración de la Flota de Indias a la bahía espaciosa de La
             llamar equívocamente la ciudad de las “Leyes de Indias” pues no nace de una plaza generadora, ni sus              Habana. Las grandes obras de fortificación caribeñas terminaron siendo tardías o inútiles para detener a
             manzanas son del mismo tamaño, pero introduce calles tiradas a cordel que sorprenden a los mismos                 las flotas enemigas. El Fuerte de Araya se desmanteló por los propios españoles sin haber disparado
             españoles habituados a las experiencias de ciudades orgánicas medievales o las barriadas islámicas.               nunca. Grandes obras de La Habana fueron realizadas luego de la toma de los ingleses en 1762. En las
             La Catedral nos muestra justamente los procesos de renovación y cambio. Una catedral realizada en un              utopías del Caribe figuran desde las construcciones realizadas para “disuadir” hasta la insólita teoría de
             cuarto de siglo, cuando las europeas iban madurando en los transcursos seculares. Una Catedral capaz de           la defensa por “indefensión” que ahorrativamente plantean los reyes ilustrados para economizar gastos
             integrar las tradiciones del gótico tardío con las primicias del renacimiento “plateresco” y la presencia de un   y evitar que los enemigos se quedasen con las fortalezas. Poco importaban los ciudadanos indefensos
             arco de herradura coronando el presbiterio como ratificación de ese proceso integrador de culturas.               en este caso.
             En Santo Domingo el español ejerció su huella con total libertad ante una realidad americana avasallada           La gestión borbónica que concibió a América como la cantera que debía financiar los desvelos “moder-
             por el poder y la tecnología. De Sevilla vinieron los Maestros de Cantería con sus oficiales y herramien-         nos y progresistas” de una metrópoli decadente dejó una huella tenue en una isla asolada por las invasio-
             tas, pero siempre la propia realidad del nuevo espacio habría de hacer distinta la resultante y la “mesti-        nes francesas (1795), la presencia de los haitianos en nombre de la República Francesa (1801) y la recon-
             zación” cultural estuvo presente desde el inicio. El propio español no fue el mismo y debió sintetizar sus        quista española (1809). Los asentamientos internos consolidando la frontera, la acción de los ingenieros
             específicas manifestaciones en un nuevo lenguaje arquitectónico. En esos 25 años de la Catedral es co-            en el Caribe y los proyectos de nuevas poblaciones marcaron los intentos de una nueva instancia para la
             mo si el arte de España se hubiera aplanado de sus manifestaciones de varios siglos.                              isla que habría de recibir el flujo de migrantes que los acontecimientos del ocaso del “siglo de las luces”
             Santo Domingo nos testimonia a los americanos la génesis de nuestra arquitectura occidental con el tar-           dejaba itinerantes en la región. En Santo Domingo el templo de los jesuitas y la portada de Carlos III en la
             dío medievalismo de la Torre del Homenaje, o las ventanas de filigrana de piedra, los solares estrechos y         fortaleza son las piezas indicativas más próximas a un barroco desornamentado a la usanza de los Inge-
             de largo fondo que exigieron viviendas en altura y patios estrechos, es decir, modalidades de ocupación           nieros Militares que a un clasicismo academicista.
             que los conquistadores habían vivido y ejercitado. Junto a ellos la huella mudéjar de los ajimeces y el al-       Aquella rebelión haitiana de los esclavos finalmente marcó la primera independencia americana de una
             fiz de algunas portadas o los rasgos elocuentes del renacimiento mediterráneo de la Casa de los Meda-             potencia europea, algo que a Santo Domingo llegaría avanzado el siglo XIX. Como bien señala Eugenio
             llones. Erwin Walter Palm pudo recomponer su alma inquieta y nostálgica de un exilio de su patria y de            Pérez Montás, “las dos terceras partes del siglo XIX fueron años dedicados a la guerra”. Un entorno com-
             sus propias líneas de trabajo sobre la antigüedad clásica, redescubriendo esas notables persistencias de          plejo cuando no hostil. España dominando Cuba y Puerto Rico hasta 1898, con un intenso tráfico escla-
             la Española, que ya Don Diego Angulo había ponderado en sus textos sobre arquitectura antillana.                  vista y la antigua metrópoli tratando de generar un escaparate de progreso (Cuba tuvo ferrocarril en 1837




14|PRÓLOGO                                                                                                                                                                                                                                    PRÓLOGO   |15
cuando aún no lo había en España) para convencer a las antiguas colonias de retornar “al suave yugo           que sería una constante en los gobiernos autoritarios en el continente: la inversión en equipamientos e
             de Su Majestad”. Ciudades formadas por los esclavos, libertos desde 1822 o por refugiados de los con-         infraestructuras con la realización de edificios escolares, sanitarios y carreteras. El paisaje urbano cam-
             flictos regionales indican una tendencia que se ratificará a fines del siglo XIX cuando las pacificaciones    bió con el desarrollo de barrios y urbanizaciones con calles forestadas y el tranvía que sería en toda Amé-
             permiten consolidar un proyecto. Esto tiene de común Santo Domingo con buena parte de los países de           rica el elemento dinamizador del crecimiento barrial periférico.
             América desgarrados el primer cuarto de siglo con la guerra de la Independencia y luego en las guerras        Entre los profesionales de muy diversa procedencia y formación cabe resaltar la figura del checo Anto-
             civiles y regionales que fueron fragmentando la unidad americana en un cúmulo de países, donde con-           nio Nechodoma con un conjunto de obras en San Pedro de Macorís y una trayectoria que prolongaría
             fluyeron las ambiciones localistas con la interesada colaboración de las potencias europeas. “Divide y rei-   en Puerto Rico posteriormente. Es importante en estos textos el esfuerzo de investigación de los auto-
             narás”.                                                                                                       res por mostrar una visión amplia de la arquitectura dominicana, superando los límites de la ciudad de
             Pero Santo Domingo ubicado en la periferia de los nuevos circuitos del comercio mundial, apuntaría con        Santo Domingo para adentrarse en las transformaciones de las ciudades del interior (Santiago, Monte-
             el desarrollo de los ingenios también a la producción de las materias primas para los países industriali-     cristi, Sánchez, Puerto Plata) y para relacionar su arquitectura con los acontecimientos de otros países
             zados captando una modesta transferencia de capitales (fundamentalmente ingleses y norteamericanos)           del Caribe.
             desde mediados del XIX. Tampoco tuvo unas oligarquías locales que aliadas a esos intereses comercia-          Como sucede en otras partes de América, los profesionales que se dan cita para la transformación tec-
             les plantearan la disyuntiva de dejar de ser americanos para ser directamente europeos. Una tecnifica-        nológica desarrollista, provienen de diversos países, a veces vinculados a la transnacional o a los capi-
             ción y un desarrollo industrial en la producción azucarera marcaron los lineamientos del comercio exte-       tales que financian las obras y otras simplemente a los procesos de expulsión poblacional que va vivien-
             rior e hicieron impacto en nuevas expresiones arquitectónicas de la arquitectura maderera y de las cha-       do Europa en la segunda mitad del siglo XIX. Esta migración calificada la verifica Eugenio Pérez Montás
             pas de zinc. Un lenguaje “Victoriano” que irrumpe eclécticamente cuando en las grandes ciudades capi-         cuando al referirse al tren con cremalleras que va de Puerto Plata a Santiago relata que fue financiado
             tales del continente el academicismo Beaux Arts parisino configuraba los paisajes urbanos. Quizás en la       por los holandeses, construido por los belgas, recurriendo a puentes ingleses y administrado por los nor-
             renovación del paisaje de plazas y espacios públicos pueda verificarse este cambio hacia el gusto afran-      teamericanos para uso de los dominicanos. Probablemente por la proximidad con Cuba y Puerto Rico
             cesado.                                                                                                       hubo también una buena cantidad de profesionales españoles (Trueba, Urgell, Toro, Sevillano, Turull)
             Nuevamente en las primeras décadas de siglo XX las vertientes degradadas de la normativa académica            También la estructura productiva de los ingenios azucareros reitera las tipologías de la revolución indus-
             expresadas en los variados eclecticismos, historicismos y pintoresquismos aplanarán, salvando escala          trial, similares, con diversa escala, a las “centrales” cubanas y a los del Brasil y Argentina que conforman
             de producción, cronologías, temas y calidades, las distancias entre los lenguajes arquitectónicos de los      un patrimonio industrial de primer nivel evidenciando las transferencias tecnológicas norteamericanas e
             diversos países americanos. En Santo Domingo la ocupación norteamericana (1916-1924) marcó algo               inglesas.




16|PRÓLOGO                                                                                                                                                                                                                                PRÓLOGO   |17
En la arquitectura la ecléctica composición del cuerpo profesional con sus diversas procedencias y for-          tórica la recuperación del propio paisaje y las manifestaciones del “neohispanismo”, el “neocolonial”y
             maciones se manifiesta en lo que se ha dado en llamar las “arquitecturas paralelas” donde cada profe-            hasta el “neoindigenismo”. La obra de Pedro Antonio de Castro resume esta nueva versión historicista
             sional hacía obras de muy diverso estilo simultáneamente. En toda América Latina lo “moderno” realiza-           en la República Dominicana y en Puerto Rico, como la alternativa de obras cuyos rasgos formales ape-
             do en hormigón armado se introduce así como un estilo más, no como una respuesta dialéctica a la “ar-            laban al nuevo lenguaje con reminiscencia mudéjares o platerescas.
             quitectura de estilos”. Los rasgos pintoresquistas e historicistas, no ya de la propia historia sino de las      La crisis internacional de 1930 coincide en Santo Domingo con el inicio de las tres décadas de la dicta-
             manifestaciones regionales europeas, fueron los preferidos para las residencias y villas suburbanas de la        dura de Rafael Leonidas Trujillo caracterizada como otros regímenes autoritarios del continente por su
             nueva burguesía. La destrucción de las normativas académicas, que en Santo Domingo siempre fueron                fervor por las obras públicas. Puede en esto verse un síntoma keynesiano de ocupación de mano de
             débiles, se prolongaría en el surgimiento de los antiacademicismos del “art nouveau”, pero sobre todo            obra, un arrebato de sensibilidad social por resolver problemas habitacionales y de equipamiento secu-
             con las obras donde desaparecen los cánones de la simetría y la composición axial para dar lugar a vo-           larmente postergados o también a semejanza de los totalitarismos fascistas la actuación escenográfica
             lúmenes yuxtapuestos libremente.                                                                                 dedicada a perpetuar la memoria del gobernante. Probablemente algo de los tres argumentos está pre-
             En la segunda década del siglo XX las opciones que los territorios que Estados Unidos habían arrebata-           sente en la valoración que con sensato e inusual equilibrio realiza Gustavo Luis Moré de este período.
             do a México para definir su identidad introducen el lenguaje “neohispanista”. La Exposición de San Die-          Aquella primera modernidad que Nechodoma y otros profesionales habían ejercitado en San Pedro de
             go en California de 1915 marca un punto de inflexión donde la recuperación de la arquitectura colonial           Macorís a comienzo del siglo, se identifica con lo que en muchos países se nomina “estilo internacional”
             mexicana y la influencia del siglo de oro español configurarán el imaginario identitario de California, Flo-     con rasgos que se apartan de los lenguajes habituales y preludian una preocupación funcionalista. San-
             rida, Texas y Arizona. La adquisición de edificios enteros renacentistas en España que son rearmados y           to Domingo, mientras tanto, era nuevamente el epicentro mundial de la arquitectura con la realización en
             la importación de rejas, portadas, puertas de madera y detalles ornamentales engalanan las mansiones             1928 del Concurso Internacional para el Faro de Colón, una competencia promovida en la coyuntura por
             de los nuevos mecenas. En España a la vez hay un resurgir de las arquitecturas regionales y un renacer           los norteamericanos que habían ocupado la isla hasta 1924, y en la que en que participaron centenares
             de los antiguos oficios artesanales de la forja, la azulejería y el trabajo de la madera que permite una         de arquitectos, algunos de ellos de la fama de Aalto, Garnier, Melnikof, Papadaki, Arnal, Moya, Torres Ar-
             transferencia hacia los países americanos.                                                                       mengol, etc. que plantearon un mosaico de la arquitectura universal, desde las vanguardias futuristas a
             La decadencia de la Europa central originada por la primera guerra mundial llevó a la intelectualidad ame-       las reivindicaciones neoindigenistas, sin olvidar los variados eclecticismos. La exposición de parte de los
             ricana a lo que Toynbee llamaría años después “una irritada introspección” para abandonar el proyecto            proyectos en Roma y los debates sobre la modalidad de la convocatoria dieron resonancia a Santo Do-
             de la fallida “civilización europea” y revalorizar sus menospreciadas manifestaciones americanas. De aquí        mingo en la prensa internacional. El premio otorgado por el jurado que integraban el uruguayo Acosta y
             surgirá la fuerza que desde la literatura, la crítica de arte y el pensamiento fundarían en una reflexión his-   Lara, Eliel Saarinen y Frank Lloyd Wright en una reunión en Brasil (1931) eligió un diseño, a mi criterio de




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poco relieve y escaso interés, presentada por el arquitecto escocés Gleave. En Argentina se editó una          contradicción de la dictadura de Trujillo que por un lado permite la realización de estas obras modernas
             estampilla de correos con el proyecto. La obra se construiría en 1992 cuando hasta su autor había falle-       y al mismo tiempo fomenta la construcción de edificios emblemáticos del neoacademicismo clasicista.
             cido.                                                                                                          Esto mismo sucede en la Venezuela de Pérez Jiménez, en la Argentina de Perón, en la España franquis-
             Desde 1937 hasta 1961 (año de la muerte del Dictador), Santo Domingo pasó a ser Ciudad Trujillo, otra          ta, en la Roma mussoliniana, en los diseños de Speer para Hitler, en distintas etapas del Stalinismo o en
             de las características de los regímenes autoritarios latinoamericanos que intentan perpetuar sus figuras       los proyectos simultáneos de Piacentini y Le Corbusier en el Brasil de Getulio Vargas. Los regímenes au-
             en las nomenclaturas urbanas. La nueva nominación viene acompañada del sugestivo obelisco, símbo-              toritarios transitan en el doble andarivel de la vanguardia y la eternidad clásica y no necesitan optar pa-
             lo de eternidad... funeraria. Estas décadas coinciden con la primera generación de arquitectos domini-         ra expresarse.
             canos formados en Estados Unidos y en Francia o Bélgica, ya que el país carecía de una escuela de Ar-          Lo interesante en la República Dominicana es que en la obra de González como de otros arquitectos es
             quitectura hasta 1938. Esta situación es similar a la de Colombia, por ejemplo, aunque en otros países         posible encontrar una cierta continuidad entre la llamada ”primera modernidad” que en muchos países
             del continente desde mediados del siglo XIX había Academias o Escuelas de Arquitectura.                        americanos se expresa desde la década de los 20 con las obras del Movimiento Moderno. Quizás el he-
             Uno de los logros de este libro es la revaloración de la obra de Guillermo González, estudiante en la Co-      cho de que recién en los últimos años de los 30 podamos encontrar las manifestaciones que se ajustan
             lumbia University y graduado en Yale, quien viaja a Andalucía y reconoce las fuentes de la arquitectura        a aquel lenguaje en obras similares a las del racionalismo europeo y la presencia sostenida en la década
             que habían impulsado en USA en “Mission style” y los escenarios de cine de Rodolfo Valentino. La mix-          siguiente de obras modernas inducen a una lectura más coherente de la que se puede hacer en otros
             tura de la rigurosa formación academicista francesa que predominaba en Estados Unidos y el contacto            países americanos donde la persistencia del eclecticismo y el academicismo francés permaneció hasta
             con la arquitectura popular española y sus raíces islámicas, fueron probablemente la base de una preo-         avanzados los 50 en una arquitectura emblemática o de equipamientos públicos. Obras como El Institu-
             cupación central en el joven arquitecto. Esa misma preocupación de compatibilizar el manejo de escala          to de Señoritas Salomé Ureña (1944) de los arquitectos Pou Ricart muestra la calidad de una arquitec-
             y la “composición” de las partes y el todo que daba la Academia con la soltura y la respuesta libre de vo-     tura racionalista bien integrada en su horizontalidad en un contexto urbano.
             lúmenes, el uso del color y las sutilezas de la luz que la arquitectura popular ofrecía. Luis Barragán, Mar-   Cabe señalar también el rescate que se efectúa de la obra de uno de los españoles del exilio, Tomás Au-
             tín Noel, Mauricio Cravotto, Héctor Velarde, Julio Vilamajó tendrían entre los arquitectos latinoamericanos    ñón, que recurre en la región de Jarabacoa a una arquitectura de tinte organicista, donde “la naturaleza
             de la generación anterior esa misma experiencia.                                                               de los materiales” wrightiana aparece manejada con solvencia y expresividad. Sus obras en Santo Do-
             Las obras de González desde 1937 (Parque Ramfis, hoy Hostos) a los edificios Copello y el ponderado            mingo manifiestan la vigencia del contexto urbano y adquieren otra fisonomía no por ello menos ponde-
             Hotel Jaragua (1939, demolido en 1985) fueron hitos que marcaron un nuevo punto de inflexión ingre-            rable como puede verse en el Instituto Escuela (1944). Auñón migraría luego a México.
             sando las primeras manifestaciones del Movimiento Moderno a la República Dominicana. Moré señala la            Aun los arquitectos más identificados con el régimen trujillista como Henri Gazón Bona, graduado en




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Francia muestran en el eclecticismo de la encomienda de la obra pública destrezas que preanunciaban               La noción de lo urbano está presente en las preocupaciones de la obra pública del régimen. También el
             su “Casa Vapor” (1936), un tema recurrente en el llamado “estilo buque” internacional en los balnearios           desarrollo de las teorías urbanas de los Congresos Internacionales de Arquitectura Moderna (CIAM) con
             o residencias de los aficionados a la navegación, como podemos ver en Argentina, Uruguay, Chile y el              sus planes ordenadores del “corazón de la ciudad” y de sus ensanches impulsados por el crecimiento
             Perú. Su obra del Mercado Modelo es realmente notable por la solución de una gran superficie above-               poblacional generado por la Feria de 1955 y la realización de las grandes obras públicas. No siempre el
             dada de notable calidad espacial. Gazón consideró adecuado perpetuar la obra del tirano en el Álbum               planeamiento pudo atender a la dinámica de un proceso que, derivado de la necesaria sustitución de im-
             de La Arquitectura Dominicana en la Era de Trujillo (1949). Las obras del trujillismo como el Palacio Na-         portaciones generado por la segunda guerra mundial, indujo el fomento de pequeñas industrias y pobló
             cional del italiano Guido D’Alessandro muestran una reminiscencia lavada de los Capitolios de Washing-            de nuevos habitantes las periferias urbanas del continente. Los conjuntos de vivienda masiva que enca-
             ton o La Habana mientras que el Palacio de Bellas Artes apela nostálgicamente a los templos griegos.              ran en estos períodos Getulio Vargas, Perón o Pérez Jiménez señalan la coincidencia del proceso y las
             Moré señala la articulación generacional del pase de la primera generación moderna a la nueva genera-             diversas calidades de respuesta que las mismas se ofrecen desde el estado centralizador.
             ción que surge de la Escuela de Arquitectos-Ingenieros de la Universidad de Santo Domingo primero y               La finalización del prolongado gobierno de Trujillo no aseguraría la paz a la República Dominicana; el triun-
             a los de la Universidad Pedro Henríquez Ureña después. Lo que distingue también a esta generación es              fo y el derrocamiento de Juan Bosch y la invasión norteamericana de 1965 marcaron con claridad los lí-
             la reflexión sobre la necesaria identificación de la obra con el sitio, es decir, conciliar espíritu del tiempo   mites a la autodeterminación que podría tener el país. Moré analiza estas peripecias en “Los tiempos de
             con espíritu del lugar. En ese plano la mención de William Reid (Banco Chase Manhattan), Manuel Ba-               la Libertad. 1961-1978” resaltando la presencia de un nuevo grupo de profesionales que integran Ber-
             quero (Edificio San Rafael) y Edgardo Vega (Banco Nacional de Vivienda) aparece como testimonio de                gés, Pérez Montás, Goyco, Gautier, que incorporan a la vez al debate la preocupación por el rescate del
             esa búsqueda de modernidad contextualizada.                                                                       patrimonio arquitectónico dominicano.
             Quizás la culminación de esta época sea el proyecto de la Feria de la Paz y Confraternidad del Mundo              La ocupación militar norteamericana coincide con los tiempos de la Alianza para el Progreso y la trans-
             Libre que en 1955 encara, sin encontrar contradicción alguna en su nominación, el dictador Trujillo. Era          ferencia de capitales y tecnologías que en el caso de la República Dominicana aunará la transformación
             un gran espacio cívico, a la usanza del EUR romano de Mussolini, que más allá de la Feria se instalaba            de estructuras gubernativas y administrativas. Son los tiempos en que se ratifica una estrategia de pos-
             como el recinto de la vida pública dominicana. Arropado por los edificios públicos del Congreso, Supre-           guerra, cuando desde Estados Unidos se editaba en castellano una revista “Proyectos y materiales” pa-
             ma Corte, Procuraduría General y otras dependencias del Estado, Guillermo González da los lineamien-              ra mostrar los beneficios de los diseños de los estudios y las transnacionales norteamericanas en Méxi-
             tos de una traza equilibrada en sus dimensiones y funcional a los objetivos trascendentes del proyecto.           co y el Caribe. Eran los tiempos de los planes de Sert y Wienner para Perú, Brasil, Bogotá (con Le Cor-
             Como señala Moré “no hay en el Caribe un espacio cívico de tal fuerza, de tan refinada estilización”, mal         busier) y luego La Habana, que pretendían aniquilar las antiguas ciudades en aras de la utopía del nue-
             que le pese a los intentos de Forestier en La Habana, adicionaríamos.                                             vo urbanismo zonificado funcionalmente.




22|PRÓLOGO                                                                                                                                                                                                                                     PRÓLOGO   |23
Los 60-70 marcan la presencia de la arquitectura de concursos cuando se ha consolidado un cuadro de             mayoría de las actuaciones de esta primera fase se volcaron sobre obras y conjuntos monumentales pa-
             profesionales que participa activamente en la generación de una cultura arquitectónica local como Cal-          ra posteriormente, en las décadas siguientes, actuar sobre la escala urbana.
             venti (Banco Central), Goico (Maternidad San Rafael), Cott y Gautier (Plaza Juan Pablo Duarte) y Borrell        Aparecería, como sucede en otros países del continente, la preocupación por el rescate patrimonial y la
             (Edificio Oficinas Gubernamentales), entre otros. Son justamente los doce años de gobierno de Balaguer          lectura contextual de la arquitectura, enfrentada dialécticamente a la actitud rupturista y formalista de la
             (1966-1978) los que señalan la convocatoria del Estado para una participación activa de los arquitectos         arquitectura de autor que buscaba la singularidad, la diferenciación, el muestrario de materiales y tecno-
             en las políticas públicas. Importantes obras como la Biblioteca Nacional, el Museo del Hombre Domini-           logías y en definitiva a través de forma o volumen desprenderse de la “contaminación” de aquello que lo
             cano, el Teatro Nacional, Museo de Arte Moderno, Museo de Historia Natural, el Parque Zoológico y el            rodea. Esta polémica, subsistente hasta nuestros días, nos ubica a la vez en los tiempos de la crisis del
             Estadio Olímpico son muestras de un proyecto de Estado que atendía a un equipamiento cultural y re-             Movimiento Moderno, incapaz de dar respuesta a los problemas sociales que denunciaba y también ri-
             creativo en una escala ponderable. Las expresiones tardías del neobrutalismo corbusierano comienzan             gidizado en axiomas que desmentían sus preocupaciones funcionales o de calidad de vida urbana. Es-
             a aparecer aquí, como en otros países de América, proclamando la arquitectura del autor y la valoración         to abrirá el camino de la crítica “posmodernista” que rápidamente demostró su propia incapacidad de
             del arquitecto artista que da predominio a la forma sobre el funcionalismo declamado de los orígenes del        elucubrar una actitud coherente y sistemática capaz de superar las premisas de aquello que denostaba.
             Movimiento Moderno.                                                                                             A la rigidez le reemplazará el “vale todo”, sin referencias ni precisiones de valor alguno.
             Los procesos de conurbación, los ciclos de migraciones internas que viven en estos años del “desarro-           La especulación inmobiliaria y la mayor gravitación de la construcción sobre el diseño arquitectónico son
             llismo” las ciudades del continente, marcan los tiempos de los ensanches y urbanizaciones privadas y de         circunstancias que Santo Domingo comparte con otros contextos continentales. De la crítica a estas re-
             las periferias marginales creando el sistema dual de ciudad formal y ciudad informal que caracteriza hoy        sultantes surgen justamente los grupos de reflexión, en el caso dominicano muy particularmente el Gru-
             a nuestras grandes ciudades americanas.                                                                         po Nueva Arquitectura, con su revista Arquivox, y en nuestros días los magníficos Archivos de Arquitec-
             A raíz del terremoto de 1971 se encara una política sostenida de recuperación del patrimonio colonial de        tura Antillana que desde la iniciativa privada Gustavo Luis Moré conduce con ejemplar calidad y tesón.
             Santo Domingo. Antes podemos contabilizar la participación de la Cooperación Española en la recons-             Algo que desde la mítica Urbe de Efraín Pérez Chanis, en Puerto Rico, no se veía en el Caribe.
             trucción del Palacio de Diego Colón (1954), pero ahora existía en el país un conjunto importante de pro-        Señala José Enrique Delmonte la preocupación que ha teñido las dos últimas décadas del siglo XX vin-
             fesionales capacitados en Italia, México o España sobre estos temas. Eugenio Pérez Montás, Esteban              culadas a la propuesta de una arquitectura nacional. Esta circunstancia es común a la mayoría de los
             Prieto, Iván Feris, Báez López Penha, Manuel Gautier, aparecen vinculados a la planificación y ejecución        países americanos que intuían la necesidad de un debate donde, en lugar de asumir el desconcierto ge-
             de obras que en definitiva convirtieron a Santo Domingo en un lugar de referencia continental sobre los         neralizado, que primaba en la cultura arquitectónica occidental, América Latina tuviera sus propias refle-
             trabajos de restauración y rehabilitación patrimonial. Siguiendo la evolución de los criterios de rescate, la   xiones desde sus peculiares circunstancias. Esta situación daría lugar a la génesis de los foros y encuen-




24|PRÓLOGO                                                                                                                                                                                                                                  PRÓLOGO   |25
tros: los Seminarios de Arquitectura Latinoamericana, las Bienales nacionales e internacionales, mientras     Santo Domingo vivió un año 1992 épico que volvió a colocarlo en el centro del escenario de la conme-
             los Congresos de defensa del Patrimonio adquirían relevancia. En estos años la tarea de rehabilitación e      moración del quinto centenario del descubrimiento de América. Antes, la revolución cubana había ido ge-
             intervención sobre el patrimonio construido, así como la renovación de áreas portuarias, ferroviarias o in-   nerando el paulatino trasvase de la economía del turismo norteamericano a la República Dominicana y a
             dustriales marcarían nuevos parámetros de acción a la profesión.                                              las surgentes playas de Cancún (México). Esto explica porqué, alguna vez que critiqué la obra del Faro
             El compromiso de una nueva arquitectura que hablara del sitio, que utilizara los recursos y materiales pro-   de Colón realizada en 1992, un amigo la defendía diciendo: “Santo Domingo tiene solamente dos cosas:
             pios y que se sintiera capaz de apropiarse de aquellas ideas y técnicas que fueran pertinentes para dar       Playas y Colón”. Aceptar este reduccionismo significa ingresar en una especie de “destino manifiesto”
             respuesta a los requerimientos locales, configuraban los caminos de búsqueda desde México a la Pata-          para el Caribe, sustentado desde Estados Unidos y Europa, donde el desarrollo económico está basa-
             gonia. Santo Domingo no estuvo ausente de ello, ni en lo referente a la valoración de su patrimonio, ni a     do en la monoindustria del turismo. Algo que pasó en Cuba antes de 1960 (y sigue pasando hoy día) y
             la inquietud por conocer más de la realidad continental y ubicar sus potencialidades en el contexto del       que ha limitado las propias potencialidades vitales de Puerto Rico al accionar de los cruceros turísticos.
             mismo. Los Encuentros del Caribe y la tarea denodada del CARIMOS han sido manifestaciones de esta             Mi punto de vista se refería al anacronismo de realizar un proyecto de 1928 en el año 1992, en un con-
             preocupación A la vez se asumía la historia como circunstancia integrada, con sus aciertos y omisiones.       texto urbano y de cultura arquitectónica sustancialmente distinto. Era una decisión que postergaba in-
             Así se promovió la investigación de la arquitectura decimonónica y la del Movimiento Moderno como par-        clusive la posibilidad de un buen proyecto dominicano y afectaba a un proceso de renovación urbana y
             te de la comprensión de un proceso patrimonial integral.                                                      de inversión considerable sin rédito social. Justamente eran estos los momentos en que el compromiso
             Desde las usinas centrales se vislumbró esta actitud latinoamericana como una suerte de rebeldía con-         social de los arquitectos (una de las banderas del Movimiento Moderno) desaparecía de la agenda de los
             testataria que se clasificó de “regionalismo crítico”. No se entendía que el movimiento trascendía la preo-   profesionales y hasta de los propios estados que, neoliberalismo mediante, se sacudían de la responsa-
             cupación por “contestar” a la banalidad posmodernista de los países centrales y que lo que se buscaba         bilidad del bienestar de los ciudadanos con el espejismo de que de ello se ocuparía el mercado. Como
             era justamente un camino propio que se desprendiera de un debate vacío de contenido y pleno de fri-           señala Delmonte, “el Faro ocupa un territorio inmenso no aprovechado para generar una dinámica bene-
             volidades formalistas. Como bien señala Delmonte, era el inicio de los tiempos en los cuales la arquitec-     ficiosa para el asentamiento”. En su interior pueden verse unas tristes manifestaciones “culturales” de los
             tura “fue utilizada como un producto de imagen para las corporaciones financieras” y los arquitectos eran     países integrantes de nuestro continente en una suerte de museo carente de guión, gracia y creatividad.
             promovidos como objetos de consumo (el auto de Bofill, el reloj de Rossi, la tarjeta de crédito de Viñoly,    Su mejor aporte fue haber logrado trasladar el catafalco de Colón desde la Catedral, liberando el espa-
             etc) Esta “década rosa” culminaría a finales de siglo con la claudicación de muchos de los grandes es-        cio interior de la misma.
             tudios que ingresan al rol de la especulación inmobiliaria bajo la tutela directiva de los “desarrolladores   En el libro se recogen los impactos que en su momento tuvieron en República Dominicana las presen-
             urbanos”, nueva modalidad gestionaria del capitalismo.                                                        cias de Richard Neutra (1945), Geoffrey Broadbent (1980) y posteriormente Rudy Moreno (1983), quien




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desde Caracas trasladó las novedades estéticas del discurso posmoderno tanto en sus vertientes clasi-          el Palacio del Correo, el Conservatorio Nacional de Música y el Edificio de Oficinas Gubernamentales que
             cistas cuanto en las historicistas más próximas ahora al contextualismo y al regionalismo. La arquitectu-      sostiene postreramente los emblemas clasicistas originando, como hemos visto, la polémica de “Mani-
             ra hotelera fue nuevamente (recordar el impacto del Hotel Jaragua de 1939) la expresión de los nuevos          fiestos”. Pero es justamente el debate el que lleva a generar los espacios de difusión y reflexión. Así, el
             íconos, justamente por su inserción con la internacionalización del turismo y la presencia no solamente        surgimiento de las Bienales de Arquitectura de Santo Domingo, las Archivos de Arquitectura Antillana, los
             de arquitectos locales sino de los de las transnacionales. Si en la historia Santo Domingo expresa el pe-      Seminarios Erwin Walter Palm (UNPHU) y la edición de libros sobre la arquitectura dominicana signan la
             ríodo colonial y San Pedro de Macorís los balbuceos del modernismo, Puerto Plata asume los hálitos de          última década del siglo XX.
             la posmodernidad lúdica que oscila entre la vernacularidad (Eurotel Playa Dorada) y el kistch (Altos del       Como en todos los países de América, tanto la enseñanza como la práctica del diseño se modificaron a
             Chavón en La Romana).                                                                                          través de los mecanismos de la informática. Los nuevos tiempos abren perspectivas que nos han lleva-
             Ello coincide con el desarrollo de una nueva generación de arquitectos, muchos de ellos talentosos en          do paulatinamente de las obras rotundas de Rafael Calventi a los fervores minimalistas de comienzos del
             su capacidad de diseño y reflexión, entre los que cabe recordar a Imbert, Piña (Domus), Pujadas y Ar-          nuevo siglo. Hemos tardado un siglo para pasar del “maximalismo” revolucionario de los futuristas, al mo-
             menteros (Torre Gazcue) y Moré+Caro (Suprema Corte de Justicia). Eran tiempos de reflexión y polémi-           desto “minimalismo” de nuestros días. Argan llamaba al posmodernismo “la vanguardia de los cangre-
             ca donde el Grupo Nueva Arquitectura editaba en 1984 sus “100 hojas de arquitectura” y en 1989 lan-            jos”, es decir, de los que caminan para atrás. En definitiva, el minimalismo parece una frágil expresión de
             zaba el “Manifiesto de los 10 años” que analizaba la situación dominicana en un marco político, cultural       nuestro último desconcierto donde el arquitecto, liberado del “lastre” de su compromiso social, de su
             y social. En 1991 otro “Manifiesto al gobierno y al país” ubicaba a los arquitectos criticando las modali-     compromiso con el entorno y de su compromiso con su cultura, puede heroicamente asumir el compro-
             dades de inversión en la obra pública y el papel que tenía la profesión. Con un tinte más político, otros      miso consigo mismo y luchar denodadamente por esos 15 segundos de gloria que le pronosticaba Andy
             profesionales defendieron la actitud del Estado en la encomienda profesional y el rol jugado por los ar-       Warhol.
             quitectos en la planificación urbana. El resultado fue volver a poner a la profesión en el centro de un com-   El libro es, en definitiva, un esfuerzo magnífico por instalar los problemas de la arquitectura en su tiempo
             promiso con los problemas del país, más allá de las diversas ópticas sobre las soluciones.                     histórico y una reflexión cautivante y motivadora sobre las alternativas y desafíos que nos ofrece el siglo
             Una mirada sobre la región, integradora de experiencias de Puerto Rico y Cuba, ayudó a consolidar la           XXI. Está escrito con solvencia, a veces con pasión y a ratos con poesía, pero siempre con la constante
             reflexión y a pensar la cultura arquitectónica con horizontes más amplios. Otras influencias regionales so-    del entusiasmo y el cariño por la arquitectura dominicana y sus protagonistas.
             bre todo desde Miami han tenido también impacto en la obra tardía de la posmodernidad, antes de su
             fase terminal deconstructivista. El nuevo gobierno de Joaquín Balaguer (1986-1996) ratificó la voluntad
             de marcar su presencia a través de la obra pública mediante la inserción de obras como el Faro a Colón,




28|PRÓLOGO                                                                                                                                                                                                                                 PRÓLOGO   |29

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  • 1. Prólogo Ramón Gutiérrez. CEDODAL, Buenos Aires La generosidad de mis amigos, autores del libro Historias para la construcción de la arquitectura Domi- nicana 1492-2008 me ha convocado para presentar unos textos que son en realidad “La construcción de la historia de la arquitectura Dominicana”, esfuerzo por demás ponderable y de sumo valor en la po- tencialidad de ir comprendiendo con profundidad los procesos de configuración de nuestra “Patria Gran- de” desde los fragmentos de nuestras “Patrias nacionales”. Asumiendo la audacia de tratar de referirme a una visión cuya profundidad de conocimientos escapa a mis posibilidades de referencia precisa, sospecho que la convocatoria de mis amigos tiene que ver con el ejercicio de tener una mirada “desde afuera” sobre la evolución de su arquitectura, pero a la vez que les permita sentirse “desde adentro” de un contexto latinoamericano cuyas referencias ayudarán a en- tender las singularidades de los dominicanos dentro de un sentido de pertenencia cultural continental. El libro asume, bajo la tutela de diversos autores, con su propio estilo y orientación narrativa, una evolu- ción cronológica que no obvia los lógicos solapamientos y acepta las habituales periodizaciones de la ar- quitectura occidental. Tiene, sin embargo, rasgos de notoria lucidez cuando plantea la necesidad de in- tegrar los fenómenos de la arquitectura vernácula, trascender los análisis de las obras monumentales e insertar la obra de arquitectura en una lectura urbanística que la explicita con mayor conceptualidad. Lo- gra así soslayar la dialéctica entre lo monumental y lo cotidiano, lo clásico cargado de presunta eterni- dad y lo efímero de la posmodernidad, integrándolos en una lectura unitaria. No se trata de aplanar las diferencias o contradicciones, sino de asumirlas plenamente como parte de un proceso histórico que nunca será lineal y encadenado sino justamente abierto y con reflujos. Es importante ver como los autores vuelcan en sus textos el necesario encuadre sociopolítico, sin que ello obligue a que la valoración de la arquitectura se realice en tanto la proximidad afectiva a las ideas del autor. Así, puede hablarse con claridad de la dictadura de Trujillo sin eludir mencionar la importancia de la obra pública realizada y la singular incorporación de la modernidad arquitectónica bajo su tiranía. Es- to es un adelanto pluralista, luego de décadas donde la vinculación con determinadas ideas llevó a pon- 10|PRÓLOGO PRÓLOGO |11
  • 2. derar muy malas arquitecturas en la región y donde otras buenas arquitecturas fueron descalificadas por El proceso de transculturación que implicó la llegada de Colón a la Española marca una primera fase de la impronta de las ideas de sus autores. un proceso de sucesivas integraciones culturales y sociales, fruto de la presencia posterior de los escla- Los autores construyen a sabiendas un relato que devela lo sustantivamente realizado en arquitectura. vos africanos o de las migraciones antillanas originadas por los avatares de la caída del imperio colonial. Lo ven desde una mirada capaz de recoger los rasgos que expresan su cultura dominicana y aceptan, Las sucesivas dominaciones de la isla por españoles, franceses, haitianos y hasta norteamericanos, se- como hemos dicho, las contradicciones inherentes a los diversos tiempos históricos y a las mentalida- ñalan las presencias variadas de definiciones que sin duda impactan en las obras públicas y sus priori- des dominantes en ellos. Pero lo importante es que se trata de una visión realizada desde la atalaya que dades. conforma su propia cultura, lo que les permite explicar su inserción de rasgos propios en los sucesivos Bien señala Esteban Prieto la convergencia de muchas de estas manifestaciones que implican la integra- contextos globalizados que le tocó vivir. Así, en el relato avanzamos sobre las maneras en que las diver- ción de modos de vida, sistemas constructivos y un aprovechamiento intensivo de los recursos locales. sas influencias externas se “mestizaban” culturalmente y se integraban a nuevos modos de vida que iba Compartimos sus dudas respecto del origen africano del muro de tejamanil (bahareque) ya que, con di- asumiendo la sociedad dominicana. versos nombres, era utilizado por comunidades indígenas de otras partes de América y por los propios Ello es singularmente importante porque Santo Domingo es una isla, en realidad parte de una isla, don- españoles que en el Paraguay lo llamaban “pared francesa”. Creemos que podemos asumirlo como su- de justamente el “aislamiento” adquiere categoría emblemática. Sin embargo, los acontecimientos histó- cede con el adobe o la tapia, que son procesos tecnológicos que florecieron simultáneamente en varios ricos la ubican en el epicentro de un fenómeno universal: el descubrimiento de América por los europeos lugares sin que exista necesariamente una cadena lineal de transferencias. y en un contexto singular de carácter regional: el Caribe. Es interesante la diferenciación que formula respecto de la arquitectura vernácula con la “popular” urba- Como bien recuerda Eugenio Pérez Montás, nuestro maestro Mario Buschiazzo hablaba del “Mediterrá- na o rural, fruto de los procesos de migración antillana e inclusive de otras raíces insulares como las de neo americano” cuando se refería al Caribe. Este espacio marítimo y de archipiélagos será esencial pa- Canarias. La configuración de lo que se llama un lenguaje “autóctono”, válido con certeza para los con- ra la vida del continente europeo y su proyección americana desde el siglo XVI al XIX. Más aún, a fines textos antillanos, marca un panorama singular dentro del contexto iberoamericano. del siglo XVIII, los destinos de las coronas metropolitanas se deciden en los enfrentamientos bélicos del Uno de los elementos interesantes para reflexionar desde el proceso de la ocupación de la Isabela es la Caribe. Durante siglos esa fortaleza trashumante que fue la “Flota de Indias” tejió la red de escalas y puer- densidad de instalaciones en el territorio, en una política que tendía a reproducir las relaciones de proxi- tos que darían lugar al “gran Caribe” integrando los apostaderos y ciudades de “Tierra Firme”. El oro y la midad que tenía el territorio metropolitano. Quince asentamientos con vocación urbana a comienzos del plata de las Indias, base de la economía del imperio de Carlos V, circularon bajo la mirada codiciosa de siglo XVI muestran una estrategia que la inmensidad continental habría de desalentar fácticamente en el ingleses, holandeses y franceses, quienes generarían tempranamente los mecanismos de saqueo orga- transcurso del siglo. nizado. Santo Domingo es una ciudad que marca justamente una fase clara del proceso de transculturación, 12|PRÓLOGO PRÓLOGO |13
  • 3. donde la cultura dominante se reformula a sí misma en procesos de integración y síntesis. Integra las an- Santo Domingo terminará de amurallarse en el siglo XVIII, aunque ya había perdido peso en el juego es- tiguas experiencias, selecciona entre sus propias tradiciones. No es el modelo de lo que se tendería a tratégico del Caribe, cediendo el papel de concentración de la Flota de Indias a la bahía espaciosa de La llamar equívocamente la ciudad de las “Leyes de Indias” pues no nace de una plaza generadora, ni sus Habana. Las grandes obras de fortificación caribeñas terminaron siendo tardías o inútiles para detener a manzanas son del mismo tamaño, pero introduce calles tiradas a cordel que sorprenden a los mismos las flotas enemigas. El Fuerte de Araya se desmanteló por los propios españoles sin haber disparado españoles habituados a las experiencias de ciudades orgánicas medievales o las barriadas islámicas. nunca. Grandes obras de La Habana fueron realizadas luego de la toma de los ingleses en 1762. En las La Catedral nos muestra justamente los procesos de renovación y cambio. Una catedral realizada en un utopías del Caribe figuran desde las construcciones realizadas para “disuadir” hasta la insólita teoría de cuarto de siglo, cuando las europeas iban madurando en los transcursos seculares. Una Catedral capaz de la defensa por “indefensión” que ahorrativamente plantean los reyes ilustrados para economizar gastos integrar las tradiciones del gótico tardío con las primicias del renacimiento “plateresco” y la presencia de un y evitar que los enemigos se quedasen con las fortalezas. Poco importaban los ciudadanos indefensos arco de herradura coronando el presbiterio como ratificación de ese proceso integrador de culturas. en este caso. En Santo Domingo el español ejerció su huella con total libertad ante una realidad americana avasallada La gestión borbónica que concibió a América como la cantera que debía financiar los desvelos “moder- por el poder y la tecnología. De Sevilla vinieron los Maestros de Cantería con sus oficiales y herramien- nos y progresistas” de una metrópoli decadente dejó una huella tenue en una isla asolada por las invasio- tas, pero siempre la propia realidad del nuevo espacio habría de hacer distinta la resultante y la “mesti- nes francesas (1795), la presencia de los haitianos en nombre de la República Francesa (1801) y la recon- zación” cultural estuvo presente desde el inicio. El propio español no fue el mismo y debió sintetizar sus quista española (1809). Los asentamientos internos consolidando la frontera, la acción de los ingenieros específicas manifestaciones en un nuevo lenguaje arquitectónico. En esos 25 años de la Catedral es co- en el Caribe y los proyectos de nuevas poblaciones marcaron los intentos de una nueva instancia para la mo si el arte de España se hubiera aplanado de sus manifestaciones de varios siglos. isla que habría de recibir el flujo de migrantes que los acontecimientos del ocaso del “siglo de las luces” Santo Domingo nos testimonia a los americanos la génesis de nuestra arquitectura occidental con el tar- dejaba itinerantes en la región. En Santo Domingo el templo de los jesuitas y la portada de Carlos III en la dío medievalismo de la Torre del Homenaje, o las ventanas de filigrana de piedra, los solares estrechos y fortaleza son las piezas indicativas más próximas a un barroco desornamentado a la usanza de los Inge- de largo fondo que exigieron viviendas en altura y patios estrechos, es decir, modalidades de ocupación nieros Militares que a un clasicismo academicista. que los conquistadores habían vivido y ejercitado. Junto a ellos la huella mudéjar de los ajimeces y el al- Aquella rebelión haitiana de los esclavos finalmente marcó la primera independencia americana de una fiz de algunas portadas o los rasgos elocuentes del renacimiento mediterráneo de la Casa de los Meda- potencia europea, algo que a Santo Domingo llegaría avanzado el siglo XIX. Como bien señala Eugenio llones. Erwin Walter Palm pudo recomponer su alma inquieta y nostálgica de un exilio de su patria y de Pérez Montás, “las dos terceras partes del siglo XIX fueron años dedicados a la guerra”. Un entorno com- sus propias líneas de trabajo sobre la antigüedad clásica, redescubriendo esas notables persistencias de plejo cuando no hostil. España dominando Cuba y Puerto Rico hasta 1898, con un intenso tráfico escla- la Española, que ya Don Diego Angulo había ponderado en sus textos sobre arquitectura antillana. vista y la antigua metrópoli tratando de generar un escaparate de progreso (Cuba tuvo ferrocarril en 1837 14|PRÓLOGO PRÓLOGO |15
  • 4. cuando aún no lo había en España) para convencer a las antiguas colonias de retornar “al suave yugo que sería una constante en los gobiernos autoritarios en el continente: la inversión en equipamientos e de Su Majestad”. Ciudades formadas por los esclavos, libertos desde 1822 o por refugiados de los con- infraestructuras con la realización de edificios escolares, sanitarios y carreteras. El paisaje urbano cam- flictos regionales indican una tendencia que se ratificará a fines del siglo XIX cuando las pacificaciones bió con el desarrollo de barrios y urbanizaciones con calles forestadas y el tranvía que sería en toda Amé- permiten consolidar un proyecto. Esto tiene de común Santo Domingo con buena parte de los países de rica el elemento dinamizador del crecimiento barrial periférico. América desgarrados el primer cuarto de siglo con la guerra de la Independencia y luego en las guerras Entre los profesionales de muy diversa procedencia y formación cabe resaltar la figura del checo Anto- civiles y regionales que fueron fragmentando la unidad americana en un cúmulo de países, donde con- nio Nechodoma con un conjunto de obras en San Pedro de Macorís y una trayectoria que prolongaría fluyeron las ambiciones localistas con la interesada colaboración de las potencias europeas. “Divide y rei- en Puerto Rico posteriormente. Es importante en estos textos el esfuerzo de investigación de los auto- narás”. res por mostrar una visión amplia de la arquitectura dominicana, superando los límites de la ciudad de Pero Santo Domingo ubicado en la periferia de los nuevos circuitos del comercio mundial, apuntaría con Santo Domingo para adentrarse en las transformaciones de las ciudades del interior (Santiago, Monte- el desarrollo de los ingenios también a la producción de las materias primas para los países industriali- cristi, Sánchez, Puerto Plata) y para relacionar su arquitectura con los acontecimientos de otros países zados captando una modesta transferencia de capitales (fundamentalmente ingleses y norteamericanos) del Caribe. desde mediados del XIX. Tampoco tuvo unas oligarquías locales que aliadas a esos intereses comercia- Como sucede en otras partes de América, los profesionales que se dan cita para la transformación tec- les plantearan la disyuntiva de dejar de ser americanos para ser directamente europeos. Una tecnifica- nológica desarrollista, provienen de diversos países, a veces vinculados a la transnacional o a los capi- ción y un desarrollo industrial en la producción azucarera marcaron los lineamientos del comercio exte- tales que financian las obras y otras simplemente a los procesos de expulsión poblacional que va vivien- rior e hicieron impacto en nuevas expresiones arquitectónicas de la arquitectura maderera y de las cha- do Europa en la segunda mitad del siglo XIX. Esta migración calificada la verifica Eugenio Pérez Montás pas de zinc. Un lenguaje “Victoriano” que irrumpe eclécticamente cuando en las grandes ciudades capi- cuando al referirse al tren con cremalleras que va de Puerto Plata a Santiago relata que fue financiado tales del continente el academicismo Beaux Arts parisino configuraba los paisajes urbanos. Quizás en la por los holandeses, construido por los belgas, recurriendo a puentes ingleses y administrado por los nor- renovación del paisaje de plazas y espacios públicos pueda verificarse este cambio hacia el gusto afran- teamericanos para uso de los dominicanos. Probablemente por la proximidad con Cuba y Puerto Rico cesado. hubo también una buena cantidad de profesionales españoles (Trueba, Urgell, Toro, Sevillano, Turull) Nuevamente en las primeras décadas de siglo XX las vertientes degradadas de la normativa académica También la estructura productiva de los ingenios azucareros reitera las tipologías de la revolución indus- expresadas en los variados eclecticismos, historicismos y pintoresquismos aplanarán, salvando escala trial, similares, con diversa escala, a las “centrales” cubanas y a los del Brasil y Argentina que conforman de producción, cronologías, temas y calidades, las distancias entre los lenguajes arquitectónicos de los un patrimonio industrial de primer nivel evidenciando las transferencias tecnológicas norteamericanas e diversos países americanos. En Santo Domingo la ocupación norteamericana (1916-1924) marcó algo inglesas. 16|PRÓLOGO PRÓLOGO |17
  • 5. En la arquitectura la ecléctica composición del cuerpo profesional con sus diversas procedencias y for- tórica la recuperación del propio paisaje y las manifestaciones del “neohispanismo”, el “neocolonial”y maciones se manifiesta en lo que se ha dado en llamar las “arquitecturas paralelas” donde cada profe- hasta el “neoindigenismo”. La obra de Pedro Antonio de Castro resume esta nueva versión historicista sional hacía obras de muy diverso estilo simultáneamente. En toda América Latina lo “moderno” realiza- en la República Dominicana y en Puerto Rico, como la alternativa de obras cuyos rasgos formales ape- do en hormigón armado se introduce así como un estilo más, no como una respuesta dialéctica a la “ar- laban al nuevo lenguaje con reminiscencia mudéjares o platerescas. quitectura de estilos”. Los rasgos pintoresquistas e historicistas, no ya de la propia historia sino de las La crisis internacional de 1930 coincide en Santo Domingo con el inicio de las tres décadas de la dicta- manifestaciones regionales europeas, fueron los preferidos para las residencias y villas suburbanas de la dura de Rafael Leonidas Trujillo caracterizada como otros regímenes autoritarios del continente por su nueva burguesía. La destrucción de las normativas académicas, que en Santo Domingo siempre fueron fervor por las obras públicas. Puede en esto verse un síntoma keynesiano de ocupación de mano de débiles, se prolongaría en el surgimiento de los antiacademicismos del “art nouveau”, pero sobre todo obra, un arrebato de sensibilidad social por resolver problemas habitacionales y de equipamiento secu- con las obras donde desaparecen los cánones de la simetría y la composición axial para dar lugar a vo- larmente postergados o también a semejanza de los totalitarismos fascistas la actuación escenográfica lúmenes yuxtapuestos libremente. dedicada a perpetuar la memoria del gobernante. Probablemente algo de los tres argumentos está pre- En la segunda década del siglo XX las opciones que los territorios que Estados Unidos habían arrebata- sente en la valoración que con sensato e inusual equilibrio realiza Gustavo Luis Moré de este período. do a México para definir su identidad introducen el lenguaje “neohispanista”. La Exposición de San Die- Aquella primera modernidad que Nechodoma y otros profesionales habían ejercitado en San Pedro de go en California de 1915 marca un punto de inflexión donde la recuperación de la arquitectura colonial Macorís a comienzo del siglo, se identifica con lo que en muchos países se nomina “estilo internacional” mexicana y la influencia del siglo de oro español configurarán el imaginario identitario de California, Flo- con rasgos que se apartan de los lenguajes habituales y preludian una preocupación funcionalista. San- rida, Texas y Arizona. La adquisición de edificios enteros renacentistas en España que son rearmados y to Domingo, mientras tanto, era nuevamente el epicentro mundial de la arquitectura con la realización en la importación de rejas, portadas, puertas de madera y detalles ornamentales engalanan las mansiones 1928 del Concurso Internacional para el Faro de Colón, una competencia promovida en la coyuntura por de los nuevos mecenas. En España a la vez hay un resurgir de las arquitecturas regionales y un renacer los norteamericanos que habían ocupado la isla hasta 1924, y en la que en que participaron centenares de los antiguos oficios artesanales de la forja, la azulejería y el trabajo de la madera que permite una de arquitectos, algunos de ellos de la fama de Aalto, Garnier, Melnikof, Papadaki, Arnal, Moya, Torres Ar- transferencia hacia los países americanos. mengol, etc. que plantearon un mosaico de la arquitectura universal, desde las vanguardias futuristas a La decadencia de la Europa central originada por la primera guerra mundial llevó a la intelectualidad ame- las reivindicaciones neoindigenistas, sin olvidar los variados eclecticismos. La exposición de parte de los ricana a lo que Toynbee llamaría años después “una irritada introspección” para abandonar el proyecto proyectos en Roma y los debates sobre la modalidad de la convocatoria dieron resonancia a Santo Do- de la fallida “civilización europea” y revalorizar sus menospreciadas manifestaciones americanas. De aquí mingo en la prensa internacional. El premio otorgado por el jurado que integraban el uruguayo Acosta y surgirá la fuerza que desde la literatura, la crítica de arte y el pensamiento fundarían en una reflexión his- Lara, Eliel Saarinen y Frank Lloyd Wright en una reunión en Brasil (1931) eligió un diseño, a mi criterio de 18|PRÓLOGO PRÓLOGO |19
  • 6. poco relieve y escaso interés, presentada por el arquitecto escocés Gleave. En Argentina se editó una contradicción de la dictadura de Trujillo que por un lado permite la realización de estas obras modernas estampilla de correos con el proyecto. La obra se construiría en 1992 cuando hasta su autor había falle- y al mismo tiempo fomenta la construcción de edificios emblemáticos del neoacademicismo clasicista. cido. Esto mismo sucede en la Venezuela de Pérez Jiménez, en la Argentina de Perón, en la España franquis- Desde 1937 hasta 1961 (año de la muerte del Dictador), Santo Domingo pasó a ser Ciudad Trujillo, otra ta, en la Roma mussoliniana, en los diseños de Speer para Hitler, en distintas etapas del Stalinismo o en de las características de los regímenes autoritarios latinoamericanos que intentan perpetuar sus figuras los proyectos simultáneos de Piacentini y Le Corbusier en el Brasil de Getulio Vargas. Los regímenes au- en las nomenclaturas urbanas. La nueva nominación viene acompañada del sugestivo obelisco, símbo- toritarios transitan en el doble andarivel de la vanguardia y la eternidad clásica y no necesitan optar pa- lo de eternidad... funeraria. Estas décadas coinciden con la primera generación de arquitectos domini- ra expresarse. canos formados en Estados Unidos y en Francia o Bélgica, ya que el país carecía de una escuela de Ar- Lo interesante en la República Dominicana es que en la obra de González como de otros arquitectos es quitectura hasta 1938. Esta situación es similar a la de Colombia, por ejemplo, aunque en otros países posible encontrar una cierta continuidad entre la llamada ”primera modernidad” que en muchos países del continente desde mediados del siglo XIX había Academias o Escuelas de Arquitectura. americanos se expresa desde la década de los 20 con las obras del Movimiento Moderno. Quizás el he- Uno de los logros de este libro es la revaloración de la obra de Guillermo González, estudiante en la Co- cho de que recién en los últimos años de los 30 podamos encontrar las manifestaciones que se ajustan lumbia University y graduado en Yale, quien viaja a Andalucía y reconoce las fuentes de la arquitectura a aquel lenguaje en obras similares a las del racionalismo europeo y la presencia sostenida en la década que habían impulsado en USA en “Mission style” y los escenarios de cine de Rodolfo Valentino. La mix- siguiente de obras modernas inducen a una lectura más coherente de la que se puede hacer en otros tura de la rigurosa formación academicista francesa que predominaba en Estados Unidos y el contacto países americanos donde la persistencia del eclecticismo y el academicismo francés permaneció hasta con la arquitectura popular española y sus raíces islámicas, fueron probablemente la base de una preo- avanzados los 50 en una arquitectura emblemática o de equipamientos públicos. Obras como El Institu- cupación central en el joven arquitecto. Esa misma preocupación de compatibilizar el manejo de escala to de Señoritas Salomé Ureña (1944) de los arquitectos Pou Ricart muestra la calidad de una arquitec- y la “composición” de las partes y el todo que daba la Academia con la soltura y la respuesta libre de vo- tura racionalista bien integrada en su horizontalidad en un contexto urbano. lúmenes, el uso del color y las sutilezas de la luz que la arquitectura popular ofrecía. Luis Barragán, Mar- Cabe señalar también el rescate que se efectúa de la obra de uno de los españoles del exilio, Tomás Au- tín Noel, Mauricio Cravotto, Héctor Velarde, Julio Vilamajó tendrían entre los arquitectos latinoamericanos ñón, que recurre en la región de Jarabacoa a una arquitectura de tinte organicista, donde “la naturaleza de la generación anterior esa misma experiencia. de los materiales” wrightiana aparece manejada con solvencia y expresividad. Sus obras en Santo Do- Las obras de González desde 1937 (Parque Ramfis, hoy Hostos) a los edificios Copello y el ponderado mingo manifiestan la vigencia del contexto urbano y adquieren otra fisonomía no por ello menos ponde- Hotel Jaragua (1939, demolido en 1985) fueron hitos que marcaron un nuevo punto de inflexión ingre- rable como puede verse en el Instituto Escuela (1944). Auñón migraría luego a México. sando las primeras manifestaciones del Movimiento Moderno a la República Dominicana. Moré señala la Aun los arquitectos más identificados con el régimen trujillista como Henri Gazón Bona, graduado en 20|PRÓLOGO PRÓLOGO |21
  • 7. Francia muestran en el eclecticismo de la encomienda de la obra pública destrezas que preanunciaban La noción de lo urbano está presente en las preocupaciones de la obra pública del régimen. También el su “Casa Vapor” (1936), un tema recurrente en el llamado “estilo buque” internacional en los balnearios desarrollo de las teorías urbanas de los Congresos Internacionales de Arquitectura Moderna (CIAM) con o residencias de los aficionados a la navegación, como podemos ver en Argentina, Uruguay, Chile y el sus planes ordenadores del “corazón de la ciudad” y de sus ensanches impulsados por el crecimiento Perú. Su obra del Mercado Modelo es realmente notable por la solución de una gran superficie above- poblacional generado por la Feria de 1955 y la realización de las grandes obras públicas. No siempre el dada de notable calidad espacial. Gazón consideró adecuado perpetuar la obra del tirano en el Álbum planeamiento pudo atender a la dinámica de un proceso que, derivado de la necesaria sustitución de im- de La Arquitectura Dominicana en la Era de Trujillo (1949). Las obras del trujillismo como el Palacio Na- portaciones generado por la segunda guerra mundial, indujo el fomento de pequeñas industrias y pobló cional del italiano Guido D’Alessandro muestran una reminiscencia lavada de los Capitolios de Washing- de nuevos habitantes las periferias urbanas del continente. Los conjuntos de vivienda masiva que enca- ton o La Habana mientras que el Palacio de Bellas Artes apela nostálgicamente a los templos griegos. ran en estos períodos Getulio Vargas, Perón o Pérez Jiménez señalan la coincidencia del proceso y las Moré señala la articulación generacional del pase de la primera generación moderna a la nueva genera- diversas calidades de respuesta que las mismas se ofrecen desde el estado centralizador. ción que surge de la Escuela de Arquitectos-Ingenieros de la Universidad de Santo Domingo primero y La finalización del prolongado gobierno de Trujillo no aseguraría la paz a la República Dominicana; el triun- a los de la Universidad Pedro Henríquez Ureña después. Lo que distingue también a esta generación es fo y el derrocamiento de Juan Bosch y la invasión norteamericana de 1965 marcaron con claridad los lí- la reflexión sobre la necesaria identificación de la obra con el sitio, es decir, conciliar espíritu del tiempo mites a la autodeterminación que podría tener el país. Moré analiza estas peripecias en “Los tiempos de con espíritu del lugar. En ese plano la mención de William Reid (Banco Chase Manhattan), Manuel Ba- la Libertad. 1961-1978” resaltando la presencia de un nuevo grupo de profesionales que integran Ber- quero (Edificio San Rafael) y Edgardo Vega (Banco Nacional de Vivienda) aparece como testimonio de gés, Pérez Montás, Goyco, Gautier, que incorporan a la vez al debate la preocupación por el rescate del esa búsqueda de modernidad contextualizada. patrimonio arquitectónico dominicano. Quizás la culminación de esta época sea el proyecto de la Feria de la Paz y Confraternidad del Mundo La ocupación militar norteamericana coincide con los tiempos de la Alianza para el Progreso y la trans- Libre que en 1955 encara, sin encontrar contradicción alguna en su nominación, el dictador Trujillo. Era ferencia de capitales y tecnologías que en el caso de la República Dominicana aunará la transformación un gran espacio cívico, a la usanza del EUR romano de Mussolini, que más allá de la Feria se instalaba de estructuras gubernativas y administrativas. Son los tiempos en que se ratifica una estrategia de pos- como el recinto de la vida pública dominicana. Arropado por los edificios públicos del Congreso, Supre- guerra, cuando desde Estados Unidos se editaba en castellano una revista “Proyectos y materiales” pa- ma Corte, Procuraduría General y otras dependencias del Estado, Guillermo González da los lineamien- ra mostrar los beneficios de los diseños de los estudios y las transnacionales norteamericanas en Méxi- tos de una traza equilibrada en sus dimensiones y funcional a los objetivos trascendentes del proyecto. co y el Caribe. Eran los tiempos de los planes de Sert y Wienner para Perú, Brasil, Bogotá (con Le Cor- Como señala Moré “no hay en el Caribe un espacio cívico de tal fuerza, de tan refinada estilización”, mal busier) y luego La Habana, que pretendían aniquilar las antiguas ciudades en aras de la utopía del nue- que le pese a los intentos de Forestier en La Habana, adicionaríamos. vo urbanismo zonificado funcionalmente. 22|PRÓLOGO PRÓLOGO |23
  • 8. Los 60-70 marcan la presencia de la arquitectura de concursos cuando se ha consolidado un cuadro de mayoría de las actuaciones de esta primera fase se volcaron sobre obras y conjuntos monumentales pa- profesionales que participa activamente en la generación de una cultura arquitectónica local como Cal- ra posteriormente, en las décadas siguientes, actuar sobre la escala urbana. venti (Banco Central), Goico (Maternidad San Rafael), Cott y Gautier (Plaza Juan Pablo Duarte) y Borrell Aparecería, como sucede en otros países del continente, la preocupación por el rescate patrimonial y la (Edificio Oficinas Gubernamentales), entre otros. Son justamente los doce años de gobierno de Balaguer lectura contextual de la arquitectura, enfrentada dialécticamente a la actitud rupturista y formalista de la (1966-1978) los que señalan la convocatoria del Estado para una participación activa de los arquitectos arquitectura de autor que buscaba la singularidad, la diferenciación, el muestrario de materiales y tecno- en las políticas públicas. Importantes obras como la Biblioteca Nacional, el Museo del Hombre Domini- logías y en definitiva a través de forma o volumen desprenderse de la “contaminación” de aquello que lo cano, el Teatro Nacional, Museo de Arte Moderno, Museo de Historia Natural, el Parque Zoológico y el rodea. Esta polémica, subsistente hasta nuestros días, nos ubica a la vez en los tiempos de la crisis del Estadio Olímpico son muestras de un proyecto de Estado que atendía a un equipamiento cultural y re- Movimiento Moderno, incapaz de dar respuesta a los problemas sociales que denunciaba y también ri- creativo en una escala ponderable. Las expresiones tardías del neobrutalismo corbusierano comienzan gidizado en axiomas que desmentían sus preocupaciones funcionales o de calidad de vida urbana. Es- a aparecer aquí, como en otros países de América, proclamando la arquitectura del autor y la valoración to abrirá el camino de la crítica “posmodernista” que rápidamente demostró su propia incapacidad de del arquitecto artista que da predominio a la forma sobre el funcionalismo declamado de los orígenes del elucubrar una actitud coherente y sistemática capaz de superar las premisas de aquello que denostaba. Movimiento Moderno. A la rigidez le reemplazará el “vale todo”, sin referencias ni precisiones de valor alguno. Los procesos de conurbación, los ciclos de migraciones internas que viven en estos años del “desarro- La especulación inmobiliaria y la mayor gravitación de la construcción sobre el diseño arquitectónico son llismo” las ciudades del continente, marcan los tiempos de los ensanches y urbanizaciones privadas y de circunstancias que Santo Domingo comparte con otros contextos continentales. De la crítica a estas re- las periferias marginales creando el sistema dual de ciudad formal y ciudad informal que caracteriza hoy sultantes surgen justamente los grupos de reflexión, en el caso dominicano muy particularmente el Gru- a nuestras grandes ciudades americanas. po Nueva Arquitectura, con su revista Arquivox, y en nuestros días los magníficos Archivos de Arquitec- A raíz del terremoto de 1971 se encara una política sostenida de recuperación del patrimonio colonial de tura Antillana que desde la iniciativa privada Gustavo Luis Moré conduce con ejemplar calidad y tesón. Santo Domingo. Antes podemos contabilizar la participación de la Cooperación Española en la recons- Algo que desde la mítica Urbe de Efraín Pérez Chanis, en Puerto Rico, no se veía en el Caribe. trucción del Palacio de Diego Colón (1954), pero ahora existía en el país un conjunto importante de pro- Señala José Enrique Delmonte la preocupación que ha teñido las dos últimas décadas del siglo XX vin- fesionales capacitados en Italia, México o España sobre estos temas. Eugenio Pérez Montás, Esteban culadas a la propuesta de una arquitectura nacional. Esta circunstancia es común a la mayoría de los Prieto, Iván Feris, Báez López Penha, Manuel Gautier, aparecen vinculados a la planificación y ejecución países americanos que intuían la necesidad de un debate donde, en lugar de asumir el desconcierto ge- de obras que en definitiva convirtieron a Santo Domingo en un lugar de referencia continental sobre los neralizado, que primaba en la cultura arquitectónica occidental, América Latina tuviera sus propias refle- trabajos de restauración y rehabilitación patrimonial. Siguiendo la evolución de los criterios de rescate, la xiones desde sus peculiares circunstancias. Esta situación daría lugar a la génesis de los foros y encuen- 24|PRÓLOGO PRÓLOGO |25
  • 9. tros: los Seminarios de Arquitectura Latinoamericana, las Bienales nacionales e internacionales, mientras Santo Domingo vivió un año 1992 épico que volvió a colocarlo en el centro del escenario de la conme- los Congresos de defensa del Patrimonio adquirían relevancia. En estos años la tarea de rehabilitación e moración del quinto centenario del descubrimiento de América. Antes, la revolución cubana había ido ge- intervención sobre el patrimonio construido, así como la renovación de áreas portuarias, ferroviarias o in- nerando el paulatino trasvase de la economía del turismo norteamericano a la República Dominicana y a dustriales marcarían nuevos parámetros de acción a la profesión. las surgentes playas de Cancún (México). Esto explica porqué, alguna vez que critiqué la obra del Faro El compromiso de una nueva arquitectura que hablara del sitio, que utilizara los recursos y materiales pro- de Colón realizada en 1992, un amigo la defendía diciendo: “Santo Domingo tiene solamente dos cosas: pios y que se sintiera capaz de apropiarse de aquellas ideas y técnicas que fueran pertinentes para dar Playas y Colón”. Aceptar este reduccionismo significa ingresar en una especie de “destino manifiesto” respuesta a los requerimientos locales, configuraban los caminos de búsqueda desde México a la Pata- para el Caribe, sustentado desde Estados Unidos y Europa, donde el desarrollo económico está basa- gonia. Santo Domingo no estuvo ausente de ello, ni en lo referente a la valoración de su patrimonio, ni a do en la monoindustria del turismo. Algo que pasó en Cuba antes de 1960 (y sigue pasando hoy día) y la inquietud por conocer más de la realidad continental y ubicar sus potencialidades en el contexto del que ha limitado las propias potencialidades vitales de Puerto Rico al accionar de los cruceros turísticos. mismo. Los Encuentros del Caribe y la tarea denodada del CARIMOS han sido manifestaciones de esta Mi punto de vista se refería al anacronismo de realizar un proyecto de 1928 en el año 1992, en un con- preocupación A la vez se asumía la historia como circunstancia integrada, con sus aciertos y omisiones. texto urbano y de cultura arquitectónica sustancialmente distinto. Era una decisión que postergaba in- Así se promovió la investigación de la arquitectura decimonónica y la del Movimiento Moderno como par- clusive la posibilidad de un buen proyecto dominicano y afectaba a un proceso de renovación urbana y te de la comprensión de un proceso patrimonial integral. de inversión considerable sin rédito social. Justamente eran estos los momentos en que el compromiso Desde las usinas centrales se vislumbró esta actitud latinoamericana como una suerte de rebeldía con- social de los arquitectos (una de las banderas del Movimiento Moderno) desaparecía de la agenda de los testataria que se clasificó de “regionalismo crítico”. No se entendía que el movimiento trascendía la preo- profesionales y hasta de los propios estados que, neoliberalismo mediante, se sacudían de la responsa- cupación por “contestar” a la banalidad posmodernista de los países centrales y que lo que se buscaba bilidad del bienestar de los ciudadanos con el espejismo de que de ello se ocuparía el mercado. Como era justamente un camino propio que se desprendiera de un debate vacío de contenido y pleno de fri- señala Delmonte, “el Faro ocupa un territorio inmenso no aprovechado para generar una dinámica bene- volidades formalistas. Como bien señala Delmonte, era el inicio de los tiempos en los cuales la arquitec- ficiosa para el asentamiento”. En su interior pueden verse unas tristes manifestaciones “culturales” de los tura “fue utilizada como un producto de imagen para las corporaciones financieras” y los arquitectos eran países integrantes de nuestro continente en una suerte de museo carente de guión, gracia y creatividad. promovidos como objetos de consumo (el auto de Bofill, el reloj de Rossi, la tarjeta de crédito de Viñoly, Su mejor aporte fue haber logrado trasladar el catafalco de Colón desde la Catedral, liberando el espa- etc) Esta “década rosa” culminaría a finales de siglo con la claudicación de muchos de los grandes es- cio interior de la misma. tudios que ingresan al rol de la especulación inmobiliaria bajo la tutela directiva de los “desarrolladores En el libro se recogen los impactos que en su momento tuvieron en República Dominicana las presen- urbanos”, nueva modalidad gestionaria del capitalismo. cias de Richard Neutra (1945), Geoffrey Broadbent (1980) y posteriormente Rudy Moreno (1983), quien 26|PRÓLOGO PRÓLOGO |27
  • 10. desde Caracas trasladó las novedades estéticas del discurso posmoderno tanto en sus vertientes clasi- el Palacio del Correo, el Conservatorio Nacional de Música y el Edificio de Oficinas Gubernamentales que cistas cuanto en las historicistas más próximas ahora al contextualismo y al regionalismo. La arquitectu- sostiene postreramente los emblemas clasicistas originando, como hemos visto, la polémica de “Mani- ra hotelera fue nuevamente (recordar el impacto del Hotel Jaragua de 1939) la expresión de los nuevos fiestos”. Pero es justamente el debate el que lleva a generar los espacios de difusión y reflexión. Así, el íconos, justamente por su inserción con la internacionalización del turismo y la presencia no solamente surgimiento de las Bienales de Arquitectura de Santo Domingo, las Archivos de Arquitectura Antillana, los de arquitectos locales sino de los de las transnacionales. Si en la historia Santo Domingo expresa el pe- Seminarios Erwin Walter Palm (UNPHU) y la edición de libros sobre la arquitectura dominicana signan la ríodo colonial y San Pedro de Macorís los balbuceos del modernismo, Puerto Plata asume los hálitos de última década del siglo XX. la posmodernidad lúdica que oscila entre la vernacularidad (Eurotel Playa Dorada) y el kistch (Altos del Como en todos los países de América, tanto la enseñanza como la práctica del diseño se modificaron a Chavón en La Romana). través de los mecanismos de la informática. Los nuevos tiempos abren perspectivas que nos han lleva- Ello coincide con el desarrollo de una nueva generación de arquitectos, muchos de ellos talentosos en do paulatinamente de las obras rotundas de Rafael Calventi a los fervores minimalistas de comienzos del su capacidad de diseño y reflexión, entre los que cabe recordar a Imbert, Piña (Domus), Pujadas y Ar- nuevo siglo. Hemos tardado un siglo para pasar del “maximalismo” revolucionario de los futuristas, al mo- menteros (Torre Gazcue) y Moré+Caro (Suprema Corte de Justicia). Eran tiempos de reflexión y polémi- desto “minimalismo” de nuestros días. Argan llamaba al posmodernismo “la vanguardia de los cangre- ca donde el Grupo Nueva Arquitectura editaba en 1984 sus “100 hojas de arquitectura” y en 1989 lan- jos”, es decir, de los que caminan para atrás. En definitiva, el minimalismo parece una frágil expresión de zaba el “Manifiesto de los 10 años” que analizaba la situación dominicana en un marco político, cultural nuestro último desconcierto donde el arquitecto, liberado del “lastre” de su compromiso social, de su y social. En 1991 otro “Manifiesto al gobierno y al país” ubicaba a los arquitectos criticando las modali- compromiso con el entorno y de su compromiso con su cultura, puede heroicamente asumir el compro- dades de inversión en la obra pública y el papel que tenía la profesión. Con un tinte más político, otros miso consigo mismo y luchar denodadamente por esos 15 segundos de gloria que le pronosticaba Andy profesionales defendieron la actitud del Estado en la encomienda profesional y el rol jugado por los ar- Warhol. quitectos en la planificación urbana. El resultado fue volver a poner a la profesión en el centro de un com- El libro es, en definitiva, un esfuerzo magnífico por instalar los problemas de la arquitectura en su tiempo promiso con los problemas del país, más allá de las diversas ópticas sobre las soluciones. histórico y una reflexión cautivante y motivadora sobre las alternativas y desafíos que nos ofrece el siglo Una mirada sobre la región, integradora de experiencias de Puerto Rico y Cuba, ayudó a consolidar la XXI. Está escrito con solvencia, a veces con pasión y a ratos con poesía, pero siempre con la constante reflexión y a pensar la cultura arquitectónica con horizontes más amplios. Otras influencias regionales so- del entusiasmo y el cariño por la arquitectura dominicana y sus protagonistas. bre todo desde Miami han tenido también impacto en la obra tardía de la posmodernidad, antes de su fase terminal deconstructivista. El nuevo gobierno de Joaquín Balaguer (1986-1996) ratificó la voluntad de marcar su presencia a través de la obra pública mediante la inserción de obras como el Faro a Colón, 28|PRÓLOGO PRÓLOGO |29