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Mi amada mentirosa



Autor: Saúl Robles Gómez (El Loco)



           Simulo no mirarla cuando paso por la procesión. Cruzo hasta la otra calle con

Marcelo, la miro de lejos con su hábito morado «Que pendejo eres, te mueres por esa

sonsa›› dice Marcelo «ni caso te va hacer, huevón, pierdes tiempo, Karina tendrá

cacharro, pero es de lo peor».



          El montón de gente se detiene frente a la catedral, todos se quedan en silencio

mientras un viejo cura improvisa una oración que los demás repiten, Marcelo me dice

que parecen idiotas, que no tiene el menor sentido orar en plena calle, que ni eso los va

a salvar, que son unos pendejos«Pendejos y con razón, pero déjalos, total a nosotros

nos importa un huevo lo que hagan»De repente se nos acerca una señora con una

canasta en la mano , Marcelo me dice que es una de esas locas limosneras, yo me alejo

un poco, la señora insiste y me jala de la casaca.



         − Por que se corren jóvenes, tienen que colaborarme con las crucecitas para

que el señor los bendiga − Yo miro la canasta y pienso que no las necesito, que para ser

santo no necesito ponerme esas cosas.



         − Lo siento señora, no las quiero comprar



       − El señor te va a castigar si dices esas cosas − Marcelo se ríe.




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− No importa − digo − Además no creo que el señor me castigue por no

comprarle a usted unas chucherias santas.



       − Haber señito − dice Marcelo sacando unas monedas de su bolsillo − no le haga

caso a ese invesil y véndame una de sus medallitas, la mas pituca.



     − Gracias joven, con esto si vas a tener buena suerte, está bañado en oro, y su

cadenita es de fierro dulce − Marcelo finge sonreír, yo pienso que lo ha hecho por

joderme, por darme la contra.



     − No sabia que eras buen cristiano − chanceo − por la hueva compras − Marcelo

guarda la cruz en el bolsillo de la camisa; yo no paro de buscar los ojos de Karina, su

hábito morado; pero en este montón de gente era insólito siquiera buscarle la sombra.



          Llegamos a la puerta del Visne’s; una juguería que está a una cuadra de la

catedral, Marcelo me dice que no tiene dinero, que esa loca se lo había llevado todo, yo

me río y le digo que es un invesil «tienes razón» se resigna. Inesperadamente se oye el

freno de un carro en toda la cuadra, la procesión se detiene, algunos falsos devotos

corren hasta la otra esquina, Marcelo dice que atropellaron a alguien. «Pobrecita, era

buena, por que a ella» dicen algunas señoras que está a mi costado, me acerco a la

muchedumbre, un señor dice que en octubre no hay milagros y que esa vieja había

muerto por pecadora, por pendeja, sonrío y pienso que tiene razón. Luego me doy

cuenta que es la loquita a la que atropelló una couster; a su costado está su canasta con

muchas cruces y monedas regadas en el suelo. Marcelo viene a mi costado.




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− Es la loquita no, por la hueva le compro su cadenita, talvez no la hubieran

atropellado − Marcelo saca el collar y lo aprieta en la mano.



            − Cuando es tu hora es tu hora, ni los santos te salvan − me rió, el sigue

mirando a la loquita que está en un charco de sangre. Arroja vertiginosamente la

medallita al suelo.



            − ¿Crees que fue tu culpa?, no me jodas, si es tu hora ni san Pedro.



            − No sé cholo, esta vaina puede estar poseída, tu sabes, tal vez me pase lo

mismo que a la loquita y me despanzurre un carro.



            − No seas sonso, todo está en el destino, si en tu destino esta morir aplastado

por un carro, jódete por que mueres. No digas idioteces y manifiéstate con una

CocaCola.



               Llegamos a la catedral un poco mojados, le pregunto a una de las señoras

si se debo entrar a misa, ella me dice que no es necesario, que va a estar aburrido, yo

sonrío y me siento un pecador. Al poco rato reconozco a Karina que está sentada en una

de las bancas de la catedral, le digo a Marcelo que me espere, que tengo en mente algo

desquiciado y cruel.



            − No sabia que eras hermana − me siento a su costado



            − No lo soy − sonríe − me da roche que me veas así ¿Parezco más vieja no?




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− No ha… pero mi me da más roche que me veas como un pagano, al

menos tu irás al cielo y yo no − reímos en voz baja por que estábamos casi al costado

del confesionario , en ese instante un grupo de señoras viene entrando, una de ellas

llaman a Karina con la mano, yo me quedo sentado y maldiciendo. Las señoras no dejan

de apuntarme con sus veteranos dedos «ese joven es muy pecador» siento escuchar de

una de ellas. Yo les mento a sus madres una por una en mi mente, al final termino

riendo me y me tapo la boca. Luego Karina se acerca y me dice que tiene que irse «a

donde» pregunto, «no ir a misa es pecado de muerte, y ya falta poco, discúlpame» se

aleja casi corriendo, Marcelo se ríe y viene corriendo «Así son todas, unas pendejas, ni

las más santitas se salvan » dice vacilando, me quedo mirándolo y le digo que debo ir a

la farmacia, «para qué», «no sé» le digo mirando la hora en el celular.



            El la esquina nos despedimos con un abrazo, lo acompaño hasta el paradero

y le doy un lapazo en la cara.



            − Todavía sigo pensando en la loquita que atropellaron, y si me pasa a mí

también, y si muero como esa vieja loca − es la primera vez que veo a Marcelo con esa

cara, talvez sea cierto.



            − Ya te dije que la hora es la hora, duerme tranquilo, no pienses más en esa

loca que murió por vender huevadas en la calle, al carajo − Me quedo parado, él sube al

carro y cierra la ventana. Yo camino con los ojos perdidos por la plaza, algunas

personas están fumando al costado de la catedral «La fe también existe para los

fumones» pienso mientras cruzo la calle para llegar a la farmacia.




                                            4
A veces caminar de noche me deja inciertamente sonámbulo; con los ojos

aturdidos, y la única manera de dormir es sedándome el cuerpo, sintiéndome muerto

hasta despertar al día siguiente. Marcelo me entiende, sabe que ese es mi destino, sabe

que deseo vivir como un muerto todas las noches, también sabe que la vida de un

escritor es estúpida y breve, y que lo quiero más que a todas mis pastillas y libros.



            Llego al cuarto que he alquilado hace unos meses, la bolsa de la farmacia

me deja sudando las manos; es un síntoma de mala noche. Caliento un poco de agua en

la tetera, no se puede tomar café cuando vives solo; así que sólo la mezclo con un poco

de leche, leche triste y dura.



            A media tarde hay poca gente en la plaza, Marcelo elige una banca frente a

la pileta, enciende uno de los cigarros que tiene en el bolsillo «Hoy quiero manejar

moto, no sé, quiero lucirme como los otros pendejos de mi barrio, y mandarlos a la

mierda, que dices la alquilamos de acá de mi pata Alvarito» yo lo miro y no sé si

reírme «Ya, vacan, pero tu la pagas, ahora ando pobre» me bota el humo de cigarro en

la cara, yo me tapo los ojos y le sonrío por que no encuentro otra respuesta.



            Marcelo me presenta a Alvarito que me saluda un poco agitado, le pregunto

a Marcelo si es de confiar. «Mas que a mi madre» dice mirando la fila de motos que

está en la cuadra «esta motita tiene su pinta, ta’ pitucona» me señala una moto roja, se

sube y le pide la llave a Alvarito «Una hora, y no se pasen de pendejos» grita Alvarito

mientras Marcelo corre a toda prisa.



            − Primero nos vamos a mi barrio, quiero que los infelices esos me vean con

esta moto. Haber quien tiene huevos ahora.


                                             5
− Si nos agarran en mancha yo no sé loco, además en tu barrio hay puro

fumones, ni te van a ver, van a pensar que eres un chancho con bikini.



           − Agárrate, ¡ahora si corremos conchasumare! − acelera como un loco por el

malecón de San Blas − esto si es correr carajo.



           − Bájale un poco o vomito en tu cara − Marcelo se ríe «cabro» grita, yo le

golpeo en la espalda y se detiene.



           − Tanto miedo le tienes a un poco de velocidad, rosquete.



           − No sé que mierda te has metido en los pulmones, si quieres joderte jódete

solo, mátate cabrón.− Cierra los ojos, aprieta las manos y me da un puñete en al cara.



           − Al menos no eres tan maricón como pensaba − Me empuja y enciende la

moto.



           − Bájate, y vete a morder la falda de esos devotos mal paridos − Apeo, me

siento en la vereda riendo hipócritamente.



           − Acelera pues, mátate y vete al infierno con esa la loca que atropellaron

ayer. Disfruta, que tu felicidad, disfruta tu moto que se termina en una hora − me río −

esa moto no es tuya huevón, eso te consta − Sale apresurado, yo sonrío entre dientes

mientras camino hasta la esquina donde tomo un taxi.




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− Está fuerte está vaina de la procesión, hay un huevo de gente. − grita el

chofer tocando el claxon.



           − Déjeme una cuadra antes, quiero ver a alguien. − La puerta del carro no se

abre, el chofer me dice que baje por el otro lado, yo lo miro y le digo que se compre otro

carro «Es imposible, el peruano solo usa lo que los gringos botan, usamos su basura,

pura mierda» sonrío, y creo que tiene razón.



           Me quedo en la puerta del Visne’s, y con cierta demencia presiento que no

podré dormir esta noche. Es una de esas jodidas tardes de Octubre, una tarde morada,

donde no hay amigos ni dinero; salvo para las pastillas que son como el pan cotidiano.

Decido ir a la plaza, de pronto Marcelo pasa a toda velocidad por mi costado.



           − Sigues molesto, o ya se te paso la mariconada − grita a media cuadra, se

pasa la luz roja y corre como un desquiciado, me río de él y lo mando al carajo.



           A lo lejos veo a Karina comprando unas velas en la puerta de la catedral, me

escondo casi a su costado, la agarro de la cintura y voltea bruscamente.



           − Me has hecho asustar idiota − se soba la espalda.



           − Perdóname, en Octubre todo se perdona, o no.



           − Olvídalo, ¿y por que me agarras por detrás?¿ te gusta? − Intento evitar la

pregunta mirando las velas que hay en la caja − Mejor ni las mires, son muy caras −

hace un silencio − ¿Me acompañas hasta la otra cuadra? aquí cerca no mas.



                                            7
− Claro, pero con una condición − me mira a los ojos − que aceptes salir

conmigo después de tu misa − se ríe y hace un suave acercamiento a mi cara.



              − Ya me aburrí de estas cosas − dice en voz baja − felizmente hoy termina

todo, mañana vuelvo a mi vida normal.



              Nos sentamos frente a la pileta, ella dice que es lugar perfecto para estar a

solas, yo me quedo cayado un largo rato mientras intento mirarla a los ojos.



              − Por qué tan cayadito, estas triste... ¿Querías verme no?



              − No sé, creo que si. A veces creo que mirarte me tontea, y eso me gusta, tus

ojos atontadores − Sonríe un poco fingida. Su hábito me hace sentir un pecador, un

hereje hechizado y brutal, me hace verla como otros ojos, como sintiendo que no

puedo quererla mientras esté vestida de esa manera.



              − A veces es bueno mirarse a los ojos, fijamente, sentir la mirada ajena. Es

como una manera de comunicarse, es lindo − chancea Karina mirando la pileta. No dejo

de mirarla.



              − Dime una cosa, ojala no te ofenda. ¿Te sientes bien, o cómoda vestida de

morado, ese hábito te lleva al cielo o cómo es esa vaina? − No responde, se queda muda

viendo la pileta. Luego se sube un poco la falda y me dice que tiene un moretón, yo

finjo no mirarla, pero ella se empeña en que yo la mire, luego nos reímos y ella me

llama “depravado”. De a ratos ve la hora en su celular, yo solo alcanzo a decir que

tengo más frío que hace media hora.



                                               8
Extrañamente se levanta y sin decirme nada camina hasta la pileta, corta una

de las flores y me dice que se la ponga en el pelo, yo voy a ella y le digo que es la mujer

más extravagante linda y religiosa que he conocido. A mi costado hay un señor con una

cámara fotográfica que se nos acerca «una fotito joven, para que nunca se olvide de su

enamorada que es muy linda» Karina vacila un poco «si, tómenos la foto» El señor me

dice que sonría un poco, Karina me coge de la cara y me dice que me acerque un poco

más a ella, el fotógrafo hace una breve cuenta regresiva, Karina me besa en los labios y

una luz blanca nos ilumina por un instante. El señor nos mira, se acerca un poco

«queda» dice mientras saca un pequeño cuaderno de la casaca.



           − Yo la voy a pagar señor, pero la foto la lleva a casa de ella − Mueve la

cabeza. Camino hasta la banca, Karina viene a mi tras sonriéndome.



           − Eso querías verdad, te morías por eso − me espeta cambiando de cara.



           − A qué estas jugando Karina, ¿quieres jugar a los enamorados, quieres

fingir como una idiota la idea de ser enamorados? − Me toma de la cara.



           − Sería un bonito juego, podríamos jugarlo, pero no prometo nada, eso si.



           − Por ejemplo.



           − Quererte.



           − Entonces juguemos. Veamos quién de los dos pierde primero, pero hay

una condición, yo si prometo quererte. − La beso apasionadamente, ella se deja llevar.



                                            9
− Mi amor − me detiene − si vamos a estar como enamorados, será mejor

que yo ponga las reglas en este juego.



            − Dime, qué se te ha ocurrido ahora.



            − En primer lugar, no te quiero, así que no me pidas que te lo diga, eso me

choca.



            − Entonces dime qué carajo sientes por mí, por que inventas un juego

absurdo



            − Por nada, sólo me provoca probarte, saber que tan amante eres, saber que

tan rico chapas, solo eso entiendes. Un juego de pendejos − yo me río aprensivo, la beso

en los labios y ella suspira.



            − Eres una loca, y yo estoy loco por ti. Ya vas a ver, al final vas a terminar

queriéndome.



            Llegamos hasta la catedral, todavía hay algo de gente caminando alrededor,

Karina me dice que un borracho esta llorando a nuestro costado y que está mentando a

la madre a todo el mundo, yo lo miro y siento lástima «Debe ser una persona que no

recibió su milagro de Octubre» digo alejándome de a pocos de él, Karina solo suelta

una carcajada y no deja de mirarlo «Me da pena, pobrecito debe estar loquito». De

repente el borracho y con algo de ira, nos sigue hasta la esquina. «A quién han dicho

loco carajo» corremos hasta la el final de la calle, él se detiene en un poste y se pone a

orinar. «Ahorita los agarro carajo, espérense no mas que tengo que achicar» Karina



                                            10
está agitada, yo empiezo a sudar y le digo que necesito una CocaCola. Entramos al

Visne’s.



           − En serio, por poco y nos jode ese loco − digo agitado.



           − Crees que se rían de mí viéndome con este hábito − chancea − te juro que

es la última vez que me pongo esto, el próximo año me vuelvo mormona. − sonrío

mientras muevo un poco la mesa.



           − Eso seria peor, pero si crees que es lo mejor, bien por ti



           Le pido una CocaCola a un joven que se pone a mi lado « pendejo eres,

ahora no me conoces, te haces al invesil» Marcelo me mira con desaire, yo me levanto

de la mesa, Karina me toma de la mano.



           − No jodas Marcelo, encima que me dejas en plena calle ahora vienes a

joderme la noche. ¡Lárgate puto!



           − No lo tomes a mal Shamuquito, tu sabes cómo me pongo cuando me meto

esa vaina, ni mi viejita me detiene, y eso que la quiero mucho − Sonrío vengativo,

Karina parece molestarse porque a cambiado de pose. Le pido a Marcelo que se valla.

Él sigue drogado, nos manda al infierno; yo lo entiendo, así es él, un fumón de los mil

demonios y que cuando está en su mundo es mejor dejarlo solo. Golpea la mesa y se va

rascándose la entrepierna.



           − Mejor ni lo mires, no vayas a corromperte más con sus pendejadas.



                                            11
− No entiendo cómo puede ser tu amigo ese idiota malparido, es un...



           − Entiéndelo − protesto − tiene problemas, pero él es como mi hermano, no

puedo odiarlo.



           − Mira, yo no quiero que te juntes con ese fumón, te lo ordeno, o

terminamos, y al carajo todo.



           − Pero no pidas eso, eso sería peor que mentarle a la madre, por favor − Nos

quedamos cayados, ese silencio es como un cigarro en los ojos «Y la CocaCola» dice

«Al carajo, ya se me pasó la sed».




                                           II



           He dejado las pastillas por unos días. Karina aún no sabe que vivo y muero

de eso, prefiero guardarme el secreto. Las pastillas sin Marcelo no tienen ningún

sentido, es como si ya no hubiese remedio para curar mis malas noches.



           − Ya te dije que dejes de joder. No voy a decirte que te quiero y nunca − dice

Karina echándose en la cama boca abajo.



           − Pero dímelo aunque sea de mentira, por joder, para sentirme estúpidamente

feliz. ¡Carajo dime! − Protesto − te juro que este juego no tiene sentido sin esa palabra

mágica, sólo quiero que me mientas una vez más − me mira y me jala hasta ella, yo me




                                           12
detengo y le ruego que lo diga. «No jodas, ya te dije que no» grita empujándome al

costado. Yo me levanto bruscamente y le doy una cachetada, ella sonríe «ni a golpes te

lo voy a decir, vaquerito, no soy tan fácil de convencer, y si quieres que lo diga tienes

que hacer más que eso» me pongo la camisa y corro a la azotea. «Por que puta la

quiero de esa manera, quién carajo se a creído. La verdad samuelito, la vida y las

mujeres son un carajo, solo sirven para sufrir y para joder» pienso mirando la calle

desde un muro alto.



           − Sigues molesto vaquerito, o ya se te pasó la pataleta de niña traviesa − dice

Karina poniéndose a mi lado.



           − Es que tú no entiendes...Al carajo, que vas a entender tú si eres mujer,

como todas − me besa en los labios.



           − ¿Te sientes mejor?, o vas a seguir llorando como un maricón.



           − ¿Te puedo hacer una pregunta? aunque es estúpida, pero necesito saberlo.



           − Dime vaquerito, que tienes en esa mente sucia que Dios te a dado.



           − Qué carajo sientes por mí…De qué trata este juego, qué tipo de amor es

todo esto, qué mierda quieres conmigo − hace un largo silencio.



           − Ay vaquerito, tu si me haces suspirar − sonríe fingida − Mira, lo que te voy

a decir quiero que te lo metas en la cabeza, y para siempre. Somos enamorados, pero,

sólo estamos jugando, entiendes, o sea, sólo es para distraernos, para hacer hora,



                                           13
entiendes, o sea no puedo quererte por que sólo te veo como un amante, como un

pasatiempo, y creo que tú también debes mirarme de esa manera. Agárrate a las chicas

que quieras, no me voy a molestar, y tu también déjame salir con chicos y no me digas

nada, o sea de eso mas o menos trata el juego, o sea, es un bacilón − me quedo

pensando largo rato, me pongo triste.



           − Pero yo si te amo Karina. Yo pensé que eras distinta. Verte con ese hábito

morado en la procesión, era como si fueses un ángel.



           − No creas en todo lo que veas vaquerito, yo sólo lo hice por fregar, enserio

que a mí esas cosas no me gustan ni de vainas, me siento estúpida vestida de morado, o

sea piensa − le acaricio la mejilla y le doy un beso, talvez el más hipócrita y tristón de

mi vida − Al menos tus besos me hacen distraer, eres tan lindo vaquerito y no sé como

no pueda quererte.



           Me resigno a quedarme con ese mal aire todas las noches y para siempre.

Esa extraña manera de amar me dolía en la cabeza, en los huesos. Querer a Karina era

una manera de ser feliz; todos somos felices con una mentira.



            Extraño a Marcelo, Karina me ha prohibido injustamente que lo vea, sólo

quiero verlo drogado un momento –que es cuando mas lo quiero-aunque sea para

despedirnos, y decirle que seguimos siendo amigos, y que un día de estos alquilaremos

una moto y correremos como desquiciados hasta morir en uno de los postes del malecón

de San Blas.




                                           14
Recibo una llamada que me despierta bruscamente, balbuceo algunas lisuras,

contesto.



            − Aló, quién habla − bostezo − qué desea.



            − Deseo una moto y correr como loco…No me reconoces, ya vez como te

olvidas tan rápido de los amigos.



            − No es eso, si no que me despertaste muy temprano, y tú sabes que cuando

me despiertan, no importa quién sea, lo mando al carajo.



            − Puedes venir, estoy en mi casa. No seas maricón y ven.



            − No puedes joderme más tarde.



            − Imposible, tiene que ser ahora, tengo algo que mostrarte − Apago el celular

y lo lanzo entre mi ropa amontonada, me río desganado. No quiero ver a nadie, en

domingo se respeta mi sueño y mi cama más que a la misa. Después de unos minutos

me levanto y camino sonámbulo hasta la cocina, caliento un poco de agua, de repente

no sé que mezclar en la taza, a penas tengo un poco de café y lo detesto.



            Llego a casa de Marcelo, en su puerta está una moto azul « Qué te parece,

ta’ maldita no» yo lo abrazo, él me empuja y se sube a la moto «Te parece si damos

una vueltita, o vas a seguir con tus mariconadas» la enciende y me dice que suba, yo

me subo y lo agarro de la espalda. Acelera con fuerza y cuando llegamos a la otra

cuadra frena y la moto se apaga.



                                           15
− Estas vainas son así, no te asustes shamuquito − dice mientras la enciende

otra vez.



            − Y como conseguiste esta vaina, de donde la robaste − nos reímos − que yo

sepa tu no tienes ni para comer más tarde.



            − Ya no me hagas hora, que te parece si hacemos unas carreritas, yo te

alquilo una moto de Alvarito y nos vamos a San Blas a correr como desquiciados.



            − Ya huevón, vamos, pero solo una hora, tengo que seguir durmiendo, por la

hueva me despiertas cuando estoy jateando − bostezo, Marcelo saca de su bolsillo unas

pastillas, me las pone en la mano y me dice que con eso no tendré sueño, yo me las

trago «Si me duermo es tu culpa»«Confía en los patas, esa vaina no falla» Corremos a

toda prisa, Marcelo no deja de gritar alocado cada vez que llega a los ciento veinte.



            Alvarito nos mira desde la vereda, Marcelo toca el claxon y saluda a Álvaro

con la mano «Queremos esa negrita, solo un par de horitas, a tus patas, no seas yucón»

Álvaro me da una llave y me dice que no me pase de pendejo y que la traiga en dos

horas.



            Marcelo enciende la moto y acelera sin importarle nada, yo lo sigo, gira

vertiginosamente la calle Manzano y me enseña el dedo medio de la mano, era obvio

que Marcelo tenia la cabeza llena de humo; a pesar de ser buena gente, su destino era el

de un fumón, fumón y con orgullo decía. De repente se detiene y me llama con la mano.




                                             16
− Hacemos una carrerita, todo el malecón, el que llega primero se manifiesta

con una chelita − estornuda.



           − Ya, pero no prometo unas chelitas, no sé si tenga, pero te puedo invitar el

café que me sobró del desayuno − Me menta a la madre y se pone a mi costado, tiene

los ojos poseídos, presiento que él va a ganar por que está drogado, trago un poco de

saliva y enciendo la moto « ¡Corre carajo!» grita, aceleramos a ochenta, cien, ciento

veinte, Marcelo está endemoniado, corre como loco. Yo apenas estoy a su tras. Él llega

a ciento treinta y me pasa unos metros. Inesperadamente pierde el control y se choca

con un poste, sale expulsado de la moto y cae en el pasto. Dejo la moto alquilada y

corro a ayudarlo «Suéltame mierda, estoy bien, no te comportes como maricón» le pateo

en la espalda « ¡Entonces jódete loco de mierda y mátate!» Se pone de pie, se sacude un

poco y vuelve a la moto «No es para tanto, no te molestes, sólo que no me gusta que

sientan lástima por mí, entiendes» empujo la moto alquilada hasta la vereda «tengo que

irme, Karina debe estar esperándome» mira su reloj «Pero si falta hora, por que tienes

que ir con ella, tu eres mi mejor amigo, eres mi hermano, no la cagues»bostezo«Mira,

el caso es que...creo que no vamos a poder vernos nunca, voy a salir de viaje por unos

meses y no voy a estar aquí, creo que tendrás que buscarte otro amigo mientras yo no

esté, uno más leal, ya te habrás dado cuenta de que yo no valgo la pena como

amigo»miento. Mira al piso y estira las manos bostezando «Es por ella no, te ha dicho

que no te juntes conmigo. Yo no soy ningún idiota, sé que esa te lo ha dicho, y tú

obediente le haces caso. Que huevón y pisado resultaste »protesta«No lo creo, jamás lo

haría, adiós fumón, cuídate» enciendo la moto y me alejo rápido, ya no quiero verlo.




                                          17
Alguien golpea la puerta y me despierta a media tarde, camino lelamente y

miro la hora «Quién puede joder a esta hora» logro abrir con desgana y no sé qué decir:



           − Buenas tardes joven Samuel − dice doña María, la dueña del cuarto que he

alquilado para vivir solo − sólo le vengo a recordar que tiene hasta mañana para pagar el

alquiler, no querrá que lo eche a la calle, no quiero hacer eso.



            − Ya, ya, mire en cuanto mi madre me mande el dinero se lo pago, ahora no

tengo ni para reírme − cierro de a pocos la puerta «Espere»dice empujando la puerta

«hay alguien abajo en la puerta, es una chica creo» miro otra vez el reloj «Por favor

dígale que suba, que la espero en mi cama» me mira algo frívola, cierro la puerta y

regreso a la cama. Karina llega y se recuesta a mi costado, me besa en los labios, yo le

toco las piernas desmesuradamente y ella me detiene.



           − Por favor no, Samuel, no quiero que...



           − No quieres qué, a caso no eres mujer − hacemos un silencio, ella se

recuesta en mi pecho y me dice que lo siente, que todavía no es el momento «Y cuando

lo serừCuando seas hombre»me dice acercándose a mis labios. Era la segunda vez

que me lo decía; creo que tendría sus razones, pero a veces esas razones eran excusas

estúpidas y sin sentido. «No corras tan rápido vaquerito, te puedes caer, yo seré tu

mujer cuando tenga que serlo» Me había inventado un nombre que sonaba pintoresco,

ella decía que me parecía a uno de los vaqueros de las películas que veía en la casa de

su tío Marconni, y por eso el nombre.



           − Por cuanto tiempo seguiremos jugando − chanceo.



                                            18
− No lo sé, todavía no me aburro de ti − Se levanta de la cama, sale del

cuarto y cierra la puerta. Todavía es media tarde, corro a la azotea; que es donde quiero

morir, a media tarde y muerto de frío, miro la calle entera y pienso en Marcelo.



           Lunes es un día jodido, me levanto despeinado, caliento un poco de agua y

me resigno a tomar el café que he guardado hace algunas semanas. Me siento a la mesa

y escribo la columna que publicaré mañana, ese pedazo de periódico que me mantiene

de mala gana. Elijo un tema al azar «el amor es pendejo y eternamente» me río,

presiento que es el último que escribiré. De pronto suena el celular, no quiero contestar

y lo dejo correr, suena unas cinco veces más, carajeo, me levanto de la mesa y contesto.



           − Aló − respondo.



            − Aló hijo, por que no contestas, te olvidas de tu madre, ingrato − dice mi

madre.



           − Qué quieres madre, estoy ocupado.



           − Ya te mande tu dinero, para tus cuentas, no lo malgastes − estornuda − Y,

¿sigues molesto conmigo?



           − No lo creas, ya se me pasará.



           − Hijo, quiero que vengas a mi matrimonio, Roberto te quiere un montón y

quiere que vengas a vivir con nosotros.




                                             19
− No quiero verlo nunca, nadie reemplazará a mi padre. No iré, los dos

jódanse, no quiero tu plata, no me mandes nada, cásate, pero no me metas en tu vida.



            − Pero te quiero hijo.



            − ¿Más que a los hijos de ese idiota?, no, a mí no me mientes madre, yo sé

como los quieres a ellos más que a mi.



            − Eso no es cierto, yo te quiero más que ellos.



            − ¿Más que a tu marido?, no mamá, a mi no me jode nadie nunca más. Haz

tu vida, y ya te tengo que cortar por qué tengo cosas que hacer − Arrojo el celular al

suelo y se hace trisas. Vuelvo a la mesa, mi café está frío, ya no quiero escribir. Es un

lunes jodido, jodido y triste.



            Entrego el fólder al señor Minaya «Cada día estas más loco, pero dices la

verdad» pone un sobre amarillo en su escritorio, lo tomo y me salgo sin despedir. En el

periódico nadie me habla, los mando al carajo mientras paso por sus oficinas, por ahora

sólo importa el sobre amarillo que tengo en la mano. Decido comprar una bolsa de pan

de molde y cinco latas de atún, al menos con esto podré vivir por unos días, pienso.

Todavía sobra algo de dinero, lo guardo detrás de un cuadro de Cristo que tengo al lado

de la cama «Señor bendice mi dinero»digo mirándolo fijamente.




                                            20
Karina me encuentra dormido, me acaricia el pecho y se recuesta a mi lado,

la cama se mueve y despierto.



           − Pensé que era un temblor − digo bostezando.



           − Te estuve llamando, por qué no contestabas.



           − Mi celular cayó al suelo y se fue al carajo para siempre.



           − Perdóname por lo de la otra vez, te juro que no fue mi intención − no

respondo − No te molestes, si... ¿Te parece si no besamos, así como en las novelas? −

me apego a sus labios descontroladamente «haces unos movimientos con la lengua

increíble» se detiene y me mira.



           − ¿Podemos ir a la fiesta de Fernanda?, va a estar bacán − propone Karina.



           − Ya, pero con una condición − afirma con la cabeza − quiero que apagues la

luz y me acompañes a la azotea, tengo en mente algo que nos puede gustar o joder para

siempre.



           − Eres un loco − dice. Subimos juntos, yo me poso en el muro, es casi de

noche, tiene un poco de tarde todavía. Ella se pone a mi costado y mira toda la cuadra.



           − Acabo de soñar contigo hace un momento, antes que me despertaras,

recién − digo perdiendo el aire.



           − Y que soñaste.


                                           21
− No me lo vas a creer, pero, dice estábamos parados aquí mismo, a esta

misma hora. Tú te parabas en este muro y caminabas todo el muro, después te caías

abajo y cuando yo miraba estabas tirada llena de sangre, yo sólo te miraba y no decía

nada, después, de tu cuerpo salía una especie de fantasma con tu rostro que voló hasta

aquí, me miró, se puso en mi cara, frente a frente, « no tengas miedo» me decía «Yo voy

a estar contigo para toda la vida»



           − Que raro − se queda pensativa.



           − Después me despertaste − hago una pausa y sonrío − se me a ocurrido un

juego raro, maniático, un juego de amantes.



           − Y cómo es − pregunta entusiasta.



           − Sácate el polo y quédate donde estás − ella se saca el polo mientras yo me

quedo mirándola.



           − Está haciendo frío, mejor nos vamos ¿si? − Empieza a lloviznar, Karina se

queda mirándome desde el muro.



           − El juego consiste en mojarnos, quiero sentir tus senos húmedos en mi

pecho, tocarte hasta lo invisible, sentir que eres mi mujer, a aunque no me quieras no

importa, por que para querer se necesita ser mentiroso − Nos besamos a plena lluvia,

ella me despeina. De repente nos tiramos al suelo «no olvides que es sólo un juego, y

que tarde o temprano terminará» dice acariciándome descontrolada«Lo sé, pero

mientras dure quiero que seas mi puta, solo mía»



                                          22
Alguien está parado en la puerta de Fernanda cuando llegamos; un tipo de

aspecto chocante, Karina me dice que es uno de los guarda espaldas del padre de

Fernanda, me mira exorbito, decido voltear y simular no mirarlo«No le hagas caso, y

sígueme»dice Karina jalándome del brazo. Apenas camino un poco y ya me siento

jodido, jodido y loco. Las amigas de Karina conversan en el pasadizo, una de ellas se

sube la falda, grita descontrolada y se lanza sobre el chico que está a su costado, se tiran

al suelo y comienzan a desvestirse «Borrachos de mierda»pienso. Salgo a respirar lo

poco del aire puro que queda en el mundo, me siento más jodido que antes, jodido y con

ganas.



           − ¿Quieres estar solo?− dice alguien tocándome la espalda.



           − ¿Quién eres? − volteo. Un chico me sonríe, se sienta a mi lado.



           − No creo que me conozcas, a penas te vi entrando hoy, hace un rato.



           − Quiero estar solo, te agradecería si te fueras.



           − A donde.



           − No sé, vete al carajo y deja de joderme − sonríe sandiamente, enciende un

cigarro o dos, le menta a la madre a algunos de los taxistas que pasan por nuestro frente,

bota el humo de su boca despreocupado « Ya se acaba, la vida es como un cigarro, te

chupan hasta que te terminas» se queda mirando el poco cigarro que le queda

«Termínatelo tú, a mí me da pena terminarme mi último cigarro, sólo dale el ultimo

sorbo y listo»el cigarro huele a su boca hedionda, a la noche que está jodida. Lo aspiro



                                            23
de a poco, el humo ligero me llega hasta los pulmones «Si muero mañana quiero

morirme fumando»chanceo, nos reímos.



           − Pensé que era el único invesil que sentía pena por los cigarros − dice, yo

no respondo, prefiero no conocerlo, prefiero no tener un basto amigo más. Tengo el

aliento a cigarro, esputo sobre el piso y me limpio la boca, el chico de mi costado sonríe

irónico.



           La hora del celular me enerva, a pesar de vivir solo debo llegar temprano por

respeto a las pastillas que he dejado sobre la mesita de noche. Busco a Karina entre ese

montón de jóvenes afiebrados, poseídos. Una de las amigas de Karina me señala el

segundo piso, corro desesperado por el sueño que empieza a adormecerme el cuerpo. De

repente oigo la voz de Karina entre uno de los cuartos, asomo un poco la cabeza y veo a

Karina y Fernanda casi desnudas, uno sobre la otra, se besan apasionadamente, sus

manos pierden el control, la noción del tiempo. Fernanda se saca el sostén «El sexo

contigo es otro mundo, otra manera de vivirte, no podría vivir sin ti, por que sin ti el

sexo y mi vida no tendrían sentido»respira Fernanda«No te voy a dejar nunca, ni de

vainas, te amo y siempre estaré a tu lado para tener sexo hasta reventar»chancea

Karina sacándose también el sostén. Alejo los ojos de la puerta, pierdo el sueño;

prefiero no decirle nada, pienso que no tengo derecho, al fin y al cabo, no me quiere.




                                           24
Tomo un taxi en la esquina, ya no aguanto los ojos y en el viaje no puedo

evitar soltar una lagrima, un lagrima de dolor, un dolor de hombre jodido, jodido y de

por vida.



                                           III



            Me extraña no ver a doña Maria tocándome la puerta, o fumándose un

cigarro en la azotea; donde extraña a su marido casi todas las tardes. Alguna vez la he

visto llorando, sentada y botando humo de la boca; eran tardes medrosas «El dolor es

menos después de algunos años, pero cada cigarro que me fumo es un minuto menos de

vida, quiero estar con él, lo más rápido, por eso fumo, por que cada minuto menos es

una hora más cerca de estar con él en el cielo»decía llorando.



            Toco la puerta, esta vez soy yo el que jode pienso, nadie responde cuando

grito por la ventana. De repente siento que alguien me toca la espalda, volteo

vertiginosamente y no hay nadie. Empujo la puerta y está abierta. En la sala de doña

María hay un recuadro de su esposo regado por pedazos en el suelo, camino hasta la

cocina, veo la silueta de la señora sentada en una silla y recostada sobre la mesa «Señito

despierte»la muevo del hombro, no responde. Le toco la mano y esta fría, con la cara

pálida y arrugada «Está muerta la vieja conchasumare»digo entre boca, me alejo un

poco de ella. Siento miedo al verla muerta y sentada, me quedo absorto, triste al verla de

lejos. De lejos no parece muerta; es una señora tomando el café a medianoche.



            − ¿familiar, algún parentesco? − dice el policía que ha venido a llevarse a

doña María.


                                           25
− No pero, era su inquilino, digamos un amigo. Siempre la veía triste, a

demás vivía sola.



           − ¿Y no hay más inquilinos?, ¿eres el único?



           − El último se fue hace dos meses, ella cobraba caro y por eso todos sus

inquilinos le mandaban a la mierda y se iban debiéndole − El policía mira el cadáver de

doña María «Carera la tía, conchasumare, empiezo a entender su muerte»lo miro, y

pienso que tiene razón. Meten el cuerpo de doña Maria en una bolsa negra, empiezo a

sentir lástima, a pesar de odiarla creo que no unía algo en común. La soledad.



           Me quedo solo cuando la policía se lleva para siempre a doña María; era

todo una especie de sueño energúmeno, inhumano. Murió en su ley, era su hora, pero

todavía pienso que la hora le llegó demasiado pronto.



            Decido salir a buscar algunos calmantes, la señorita de la farmacia me dice

que no me las puede vender sin receta médica «Es que murió un familiar»digo«Está

bien, pero no se las tome todas por que son demasiadas para una sola persona»



           Regreso a casa y hay tres tipos parados en la puerta, se me acercan y me

piden la llave.



           − Dame la llave de la casa de mi madre − me dice unos de ellos.



           − ¿Madre de quién?...Qué carajo quieren, la señora está muerta ella no tiene

hijos.



                                           26
− Entonces quién puta crees que soy yo. Soy su hijo mayor y ábreme antes

que te saque tu mierda − Uno de ellos me da un puñete en la cara, caigo aparatosamente

y me doy cuenta que me sangra la nariz. «Te jodiste mierda, nadie se mete conmigo»me

levanto y le mando un golpe en el estómago, los otros dos me agarran y me empujan

contra la puerta, el que está en el suelo se levanta y me tira una lluvia de puñetes en la

cara «Ya carajo déjenme, no sean cabros, que chucha tres contra uno, eso es

pendejada» se apiadan de mi y me dejan tirado.



           − Para qué te pones liso, eso te pasa por boconcito, por pendejito, ya sabes, a

la siguiente te reviento toda la cara − Me quedo cayado, muerto de miedo; agarrar de a

tres era mariconada, un juego pringoso − Ni pienses que vas a entrar, esta es la casa de

mi vieja, así que lárgate o te sacamos la puta, ya sabes huevón.



           − Pero y mis cosas, no seas cabro, siquiera déjame sacar mis cosas, mi ropa,

mis pastillas. No me cagues así. − protesto desde el suelo.



           − Eso lo veremos, mejor vete a vivir con los perros y jódenos cuando

termine todo esto.



           − Ustedes son unos malparidos, unos hijos de perra, no tienen derecho a

botarme así, donde puta voy a vivir − uno de ellos me señala el medio dedo y me cierra

la puerta mientras yo aún sigo en el suelo. Me levanto después de un rato, camino

cojeando hasta la esquina y pienso en Marcelo, en Karina desnuda, en la señora María

muerta en la cocina; me pongo triste.




                                           27
Llovizna mientras decido ir a ver a Marcelo, aún me duelen los huesos, cojeo

un poco. Extraño a Marcelo, extraño verlo drogado, volado, manejando como loco todo

el malecón San Blas. En su puerta hay una moto roja«Este cojudo sigue con la

vaina»digo sentándome golpeando el tanque de la moto.



           − Hola, no sé quieras hablar, pero… − Sale Marcelo.



           − Qué quieres Samuel, déjame en paz, vete con tu flaca, tíratela, disfruta con

ella, olvídate de los amigos, deja de joderme − Veo a Marcelo y no sé si está drogado;

tiene los ojos confundidos y rojos, pero lo he visto tantas veces así, que nunca sé

distinguir cuando estaba narcotizado o cuando estaba normal. Lo abrazo, le digo que lo

quiero y que lo lamento, el me suelta bruscamente.



           − Tu nunca vas a dejar la mariconada, ya pasa pasa, Ya veremos si te

perdono o te mando al carajo.



           El cuarto huele a Marihuana, en la cama hay unos rollitos con una hierbita

verde y hedionda. «Negro de mierda, como te cagas en plata y te lo fumas como un

perro»digo mirando la foto de Bob Marley que está en la puerta, Marcelo se ríe y se

sienta en la cama.



           − Desde que no somos amigos le he dado duro a esta vaina, todos los días

como una puta. No sabes lo bien que me hace esta huevada, me hace volar, sentirme un

poderoso, un político que se caga en plata − dice triste.




                                            28
− Pero ya es mucha vicio cholo, mejor deja esa vaina, te puedes joder de por

vida − Marcelo me ofrece un poco de hierva, me la pone en la boca.



           − Si te fumas toda esta vaina te perdono y somos amigos para siempre − lo

enciende − hasta el fondo, o vas a seguir con todas tus mariconadas − Lo aspiro

lelamente y siento todo el humo en la garganta, me arde la boca y empiezo a toser − no

jodas, ya ves que no pierdes la mariconada.



           − No es eso cojudo, nunca había fumado hierba, esa vaina arde, arde un

huevo.



           − Sólo uno más y te perdono, te lo prometo − Lo aspiro de pocos y todo ese

humo me llega al cerebro − Ya no jodas, no lo volveré hacer. Encima que tengo que

soportar mi vida, tengo que soportar tus huevadas − me quejo.



           − Qué huevadas, qué pasó − Le cuento todo, desde Karina hasta la vieja

muerta. Después me toma del brazo y dice:



           − Yo te dije, todas son iguales, y tú sufriendo por esa sonsa.



           − Pero no todas lesbianas. No todas son como la basura de la que enamoré.

Eso si no se lo deseo a nadie, y, perdonare si dejé de ser tu amigo por ella. − Aspira lo

poco del porro que le queda y me mira.



           − En serio que me dolió esa vaina, no sabes como empecé a fumar desde que

me dijiste esa huevada en San Blas, yo creí que éramos amigos para toda la puta vida.



                                           29
− Qué debo hacer para que me perdones, quieres más hierba, quiere matar a

alguien, dime, qué coño quieres − Se queda pensativo largo rato, luego se para y saca un

pistola de su cajón «Con esta si la hacemos linda» me apunta en la cabeza, se ríe.



           − ¿Alguna vez has jugado a la ruleta rusa? − Me pregunta Marcelo.



           − No, qué es esa vaina, de qué puta es.



           − Si quieres que te lo diga, fumante esta última pava y demuéstrame que eres

hombre, y que puedes hacer cualquier huevada − Empiezo a volar después de unos

minutos, Marcelo tiene los ojos más pálidos, erguidos, perdidos, que antes. Por fin

pierdo noción de todo y por todo. Estoy jodido pero contento.



           − Ya huevón, listo, dime qué es esa vaina de la ruleta rusa − digo algo

mareado.



           − Metemos una bala en la ruedita de la pistola, le hacemos girar y te apuntas

en la cabeza, si te chanta la bala, te jodiste − me apunta otra vez en la cabeza, quedo

alelado − no te voy a disparar cabro de mierda, tu mismo tienes que disparate si quieres

ser mi amigo.



           − Y si muero huevón, quién paga pato − me entrega el arma y me dice que le

gire la ruedita, que me dispare de una buena vez. En ese momento todo pasa como en

una película por mi mente; la imagen de Karina desnuda con Fernanda, de la vieja

muerta en la cocina «Ya he perdido todo, qué más puedo perder ¿no?, la puta de mi

flaca es lesbiana, la vieja me caga muriéndose y dejándome sin casa, mi madre me jode



                                           30
casándose con otro huevón, otro huevón a quien odio, y tú, cabro de mierda, ya no

quieres ser mi amigo. Qué mierda, así son todos, unos hijos de perra»me apunto en la

cabeza y aprieto temeroso el gatillo mientras Marcelo se termina de un sorbo el troncho

que tiene en la boca. No sale el disparo que esperaba, Marcelo sonríe botado humo por

su nariz«Suertudo de mierda, como te salvas pendejo mal parido»me quita el arma de la

mano y lo tira al suelo



           − Oe me duele la cabeza un huevo… ¿Seguimos siendo amigos? O me voy

al carajo como toda esta hierba que te fumas − Deja de fumar y me mira apenado.



           − Como desquiciados y para siempre ¡Hasta que las putas nos separe! −

reímos narcotizados, llenos de humo − ahora fúmate otro para que te olvides de esa

lesbiana de mierda para siempre.



           Paso toda esa noche drogado, alelado. No tengo celular, no tengo ropa, no

tengo plata, no tengo casa, no tengo madre, no tengo a Karina; Marcelo me dice que me

comprará todo lo que me falte, que me sacará del mediocre trabajo como columnista en

el periódico; pero verlo apenas y de reojo me hacen sentir que todo es una trápala, un

juramento alevoso y mentiroso«Gracias hermano, yo sabía que podía contar contigo,

aunque tú solo cuentes con tu hierba» digo suciamente y sin pensarlo.



           Salgo a buscar a Karina después de dos días de encierro narcótico. Camino

toda la plaza hasta llegar a San Blas, subo el callejón y llego hasta su cuarto.



           − Hola Karina. Perdóname, pero, te lo puedo explicar todo − me abraza y me

besa en los labios.



                                             31
− Pero qué te pasó mi amor. Pensé que te había pasado algo. Tuve miedo.



           − Karina, todos estos días he estado hecho un huevón por ti, aunque no me

quieras, pero no importa, igualito te quiero − Se queda mirándome.



           − Y por qué no llamaste, no has podido llamar siquiera un ratito para

decirme que estabas bien. Yo también he estado hecho una huevona por ti.



           − ¿Entonces me quieres?



           − Ya te dije que no te apresures conmigo, y dime donde carajo estuviste

todos estos días − la tomo de la mano.



           − No sino que…La vieja pues, la señora María murió hace dos días, y ahora

los pendejos de sus hijos me han botado y ni siquiera me han dejado sacar mi ropa, mis

cosas. Me han dejado en la calle esos perros de mierda.



           − Y donde has estado durmiendo estos días − me quedo pensando y frío.



           − En casa de un amigo, no te preocupes − digo entrando al cuarto.



           − Con tal que no haya sido Marcelo, todo está bien. Te juro que no me cae

ese fumón de pacotilla − Nos sentamos en la cama y comenzamos a besarnos

descontroladamente, como extrañándonos después de varios días de exilio amoroso.

Karina me saca el polo y se echa en mi encima«Ahora si quiero que me hagas el amor,

quiero ser tuya como siempre has querido vaquerito»me quedo pensativo«Tienes que




                                          32
apresurarte que hoy si estoy de humor para ser tuya, para sentir que eres mi hombre,

mi amante, sácame todo, todito» en ese momento rememoro la noche en que vi a Karina

con Fernanda, abrazadas y desnudas, devorándose hasta el alma. Le saco la blusa y le

comienzo a tocar los senos, ella me detiene y me saca el pantalón súbitamente. En un

momento no pensado ya está sobre mí, desnuda y desbaratada, en un juego de gemidos

y placeres descontrolados «Ahora si eres mi hombre»dice«mi amante, mi juego

perfecto»nos tapamos con la frazada. En uno de esos tantos gritos aplacerados, Karina

cierra los ojos y dice«Siempre seré tuya, seré tu perra, tu puta, seré tuya

Fernanda»finjo no oírlo y me quedo triste, ella voltea la cara y sigue meciéndose en mi

cuerpo. El sexo termina y nos quedamos dormidos, cansados y jodidos. Duermo feliz y

pendejo, desnudo y al lado de Karina.



           Un disparo nos despierta a medio día, Karina se viste una polera y me besa

en los labios.



           − No sabes, tuve un sueño medio loco − dice en voz baja.



           − Qué coño soñaste − respondo soñoliento.



           − Fue muy cagón, estaba en la iglesia y en eso se levanta el padre Salomón y

me dice que soy pecadora, que soy una niña mala. Yo me quedaba llorando y el

padrecito se alejaba de mí diciéndome que debía hacer algo, algo bueno.



           − Algo bueno has sabido hacer, al menos me has hecho feliz en la cama.

Cosa que ni ese curita ha podido hacer − nos reímos.




                                          33
− Tienes que acompañarme a la iglesia de Juan Pablo, necesito confesarme

para liberar mi alma.



           − Claro, pero te advierto que yo no me voy a confesar, eso es de maricas, yo

me quedo afuera, tu siguieres entras pero yo no le entro a esa vaina.



            Tomamos un taxi hasta la iglesia de Juan Pablo, el taxista nos dicen que

acababan de matar a un señor en el banco«De razón que oímos el disparo hace ratos

¿no amor?»Asiento con la cabeza y el taxista se ríe, tiene una risa gruesa y fingida.



           De repente llegamos a la pileta frente a la iglesia de Juan Pablo, Karina me

detiene y me dice que entrará sola, que la esperase afuera. Me quedo esperando, sentado

y mirando. Sale después de un rato, me mira de lejos y me manda un beso volado, en

ese momento me llega a la mente la escena de Karina y Fernanda desnudas; esa imagen

se a convertido en un frívolo trauma que me tiene jodido.



           − Ahora si me siento más tranquila, tengo el alma tranquila − se abraza.



           − Y cuál a sido tu mayor pecado entre esta y la semana pasada − pregunto.



           − Creo que el haber tenido sexo duro y brutal contigo − hace una pausa −

nuestro pecado.



           − No me jodas, no me vas a decir que nunca has tenido sexo con alguno de

tus enamorados o amigas. Eso no te lo creo, no friegues − no dice nada hasta llegar a la

esquina para cruzar a la otra calle.



                                           34
− Te juro que soy, o, bueno era virgen hasta que llegaste tú y me rompiste la

inocencia. Fue mi primera vez en mi vida, te juro por todos los santos de esa iglesia que

es verdad, si quieres que se muera el cura y que todos los obispos se vayan a la mierda,

pero te juro que es verdad.



           Llegamos a una calle cerca al cementerio, Karina me dice que talvez ya

hayan enterrado a doña María, que entremos a ver a la vieja muerta. Hay un grupo de

personas que rezan en silencio y delante de un cajón marrón. Reconozco entre ellos a

uno de los hijos de doña María, a ese “cabrón” que me había roto la boca unas noches

atrás. Decido vengarme, tomar venganza con mis manos, mandarlos al mismo infierno

junto con su madre. «Karina, tenemos que aprovechar este momento, tengo que

regresar al cuartucho y sacar todas mis cosas»de repente corremos hasta la puerta del

cementerio, sin decirnos nada más y tomamos un taxi. En el camino Karina me dice que

no debería hacerlo, que era mala idea«Sólo tomaré lo que es mío, el resto es pura

basura, no me importa»



           Bajamos una cuadra antes, Karina me dice que no me ayudará, que soy un

cabro por hacerle eso a la señora « ¿Hacerle qué? o sea yo le voy a regalar mis cosas a

los cabros que me golpearon, a esas putos que se salieron con la suya agarrándome de

tres, no me jodas Karina, pero eso no me parece justo»Voy hasta la puerta y logro

abrirla con una de mis llaves, penetro en la casa y le digo a Karina que suba conmigo,

que tengo miedo y que soy un maricón. Mi cuartucho en el segundo piso está algo triste

y sucio, recojo algo de ropa y la meto en una mochila«Sólo quiero mi ropa y mis

pastillas, el resto que se lo queden, no me interesa»Salimos del cuartucho y pienso que

sólo haber entrado en la casa no era una venganza, y que debía hacer algo más, algo

que los jodiera.


                                           35
Empujo la puerta de doña María y está abierta, entro a su cuarto y en frente de la

fotografía de su esposo me robo las joyas y la plata que doña María guarda en un cajón

al pie de la cama. Escondo el dinero que era de mal manera un montón de plata, salgo y

Karina está en la puerta, le digo que pare un taxi y que nos vayamos de ahí para

siempre.



           A penas llegamos al callejón y Karina dice que Fernanda está en la puerta de

su cuarto, corre hasta ella y Fernanda le da un beso en la boca. Las miro de lejos y otra

vez, esa pérfida imagen en mi mente de las dos haciendo el amor. «Esta vez ya me llegó

al huevo, ya me llegó pincho estar con esta lesbiana de mierda, con esta pendeja

malparida. Nadie me jode dos veces, nadie me caga de la misma manera, nadie, ni

siquiera tú puta de mierda, tú ni nadie»pienso. Volteo, y al cruzar a la otra calle no

puedo evitar llorar; ese beso era peor que haberlas visto desnudas, ese beso era joderme,

era dejarme como un invesil.



           Ya no está la moto roja cuando regreso a casa de Marcelo, toco la puerta y

sale él vestido con un bibirí y oliendo a Marihuana.



           − Y qué pasó contigo, donde mierda te metiste − me reclama Marcelo.



           − Tuve que ir a mi ex jato para sacar mi ropa − me río − fue algo de putas no

sabes, hasta le robé plata a la vieja − saco el dinero que tenía en el bolsillo, Marcelo lo

mira poseído y comienza a saltar como loco por todo el cuarto « ¡Bien carajo, tenemos

un huevo de plata!» grita Marcelo excitado «Toda esa plata es tuya mi hermano, te la

regalo para que te la fumes toda, para que tengas toda la puta hierba que quieras»

Marcelo me abraza, y me dice que la hierba será nuestra, nuestra y hasta morir.


                                            36
− ¿Y la motito roja? Qué le pasó, donde la dejaste empeñada huevón.



           − Tu sabes, cuando estas en esto, hasta tus cosas más queridas se van al

carajo por ti, por tu hierbita. Por toda esa huevada que no consigues en la vida real, y

que sólo la consigues fumando un tronchito. Esta huevada es mi felicidad, al carajo con

el resto. Ahora sólo me importa ser tu amigo y ser fumón − suelta unas lágrimas y me

abraza.



           − Ahora tú eres el de la mariconada. Después a mí me hechas el pato,

tremendo rosquetonazo y llorón.



           Luego de un rato pongo todo el dinero sobre la mesa, Marcelo lo cuenta y

me dice que con esto compraría hierba hasta para destruir la capa de ozono. Guarda la

plata en una bolsa negra y me dice que tiene que salir a comprarla, que si pasaba un

hora más sin fumar, podría terminar suicidándose.



           Regresa después de dos horas, pendejo y feliz. «Ahora si, nadie nos para

compadrito, nos fúmanos todo esto o no somos hombres» finjo una sonrisa y me

recuesto en la cama.



           − Sabes algo Marce, tienes razón, todas las mujeres son unas pendejas.



           − ¿Lo dices por lo de Karina? No jodas, no me diga que sigues enamorado

de ella sabiendo lo que es, no, una machona − se ríe toscamente y me golpea en la

espalda.




                                          37
− No me importa lo que sea, igual la quiero. Entre pendejos nos entendemos,

así somos felices.



            − Entonces jódete Samuel y no digas más sobre ella. Ya me tienes hasta la

coronta con todo esto, por qué mejor no le robas más plata a la vieja.



            − Ya le robé todo, la dejé calata y sin herencia a sus hijos − me río − eso les

pasa por haberme votado de mi casa, por cabros y por hijos de puta − Marcelo me

ofrece una de sus pavas y me la pone en la boca«Mejor cállate y ponte a fumar»



            El cuarto se llena de humo, humo hediondo y triste. Marcelo se queda

cayado largo rato y no dice una palabra, en realidad no dice nada cuando fuma, eso le

jode. Me quedo ojeando algunas revistas que están en el suelo, no quiero molestarlo, esa

es su felicidad.



            − Y tus padres cuando llegan de viaje − digo cuando se termina de fumar un

troncho de un tiro.



            − Qué viaje, quién. De qué chucha hablas − responde Marcelo fastidiado.



            − De tus viejos, no me decías que ellos paran de viaje − Enciende un

troncho.



            − ¿Quieres que te diga la verdad?



            − ¿Te jode?




                                            38
− Mi familia murió hace un huevo de tiempo, como hace tres años en un

accidente. Justo mi tío se compra una combi y nos dice que quiere estrenarla con un

paseo familiar. La cosa es que ese paseo se fue a la mierda y todos murieron menos yo,

una noche antes, me discuto con mi madre y me dice que no iría al paseo, que me

quedaba lavando mi ropa, te juro que a esa hora me entra el demonio y le mando a la

mierda a mi madre, me salgo corriendo y no la vuelvo a ver nunca más, fue pendejo,

pero esa fue la despedida con mi madre.



           − Pero cómo pasó, se cayó el carro se quemó o qué − le pregunto.



           − Se cayó al abismo y, ya pues, todos al río − se rie.



           − No pareces estar muy triste…o sea lo de tus viejos de viaje era mentira.



           − Si pues, una mentirita − vacila un poco − no te molestes, que para ser feliz

hay que ser mentiroso. Aunque con esta hierbita, tengo pa’ rato − sonríe.



           − No seas tan fumón que podrías terminar muerto, huevón de mierda.



           − Tienes razón. Mira, si me pasa algo quiero que me entierres en el patio,

aquí atrasito − me señala su patio − no quiero pudrirme en un cementerio entiendes.

Quiero que me lo prometas, que me lo jures por tu mamacita que así será, de pata a

pata, esa es mi última voluntad − me extiende la mano.



           − Esta bien, te lo prometo y no solamente por mi mamacita, también por

nuestra amistad, y por chupo de cosas que hemos hecho juntos − Me abraza, era la



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segunda que lo hacía, y ya me parecía raro. Marcelo dice «Que maricón soy, perdóname

pero no sé, hoy me dio ganas de abrazarte, tengo una extraña sensación»Marcelo esta

drogado y lo tiene todo en los ojos.



           Luego Marcelo se recuesta desnudo en la cama y me dice que debe dormir

unas horas, se tapa con varias frazadas y se despide diciendo que mañana seguiremos

con la “vaina”.



           Amanezco en el suelo y con frío, es una jodida mañana de sábado, jodida en

todos los sentidos. Marcelo aún no despierta, está tirado y narcotizado, con la cabeza

sedada por tanta hierba. Intento despertarlo y lo siento frío al tocarle las manos. «Marce,

huevón, despierta» lo destapo de la frazada. Misteriosamente no respira, está frío

«Carajo no, Marcelo no te puedes morir ahora, despierta huevón, no jodas no te

vayas»intento despertarlo, pero es vano, Marcelo está muerto y para siempre. Lo miro y

no lloro, talvez fue su hora lo que lo condenó a morir como un fumón, como un

desquiciado adicto a las buenas hierbas que lo hacían huir de este mundo jodido.



           Lo cubro con varias frazadas y le dejo en el suelo «si me pasa algo quiero

que me entierres en el patio, no quiero pudrirme en un cementerio entiendes. Quiero

que me lo prometas, que me jures por tu mamacita que así será»evoco lo último que

dijo Marcelo. Lo miro por última vez antes de enterrarlo en el hueco que he hecho en el

patio; me parece verlo sonriente y muerto, feliz y conforme con su pronta muerte. Lo

tapo, lo pongo en la fosa y me despido de él con unas palabras «Después de todo la

hora te llegó y bien llegada, pero quiero que sepas que supiste ser un buen amigo de

drogado y de sano, fuiste un buen pendejo y eso te cayó bien toda la vida. Amigos y

para siempre, hasta que las putas nos separen, pero creo que hoy la muerte fue más


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puta y nos separo, aunque no por mucho»lo entierro y salgo corriendo al cuartucho,

que ahora huele a hierba y a Marcelo muerto.



                                          IV



           Pasan dos días y no soporto más vivir en esa casa, el olor a marihuana está

en todas partes. Decido irme y para siempre, pongo toda la hierba en una bolsa negra y

me resigno a no fumarla y a ponerla sobre la tumba de Marcelo, como una ofrenda por

nuestra amistad, como para recordar nuestros últimos días narcóticos.



           Llego a la puerta y me despido de Marcelo en voz baja, luego camino a la

otra cuadra y me doy cuenta que no tengo más remedio que ir a buscar a Karina.



           Toco la puerta y ella sale con una pijama rosada, me mira, me abraza y me

besa en los labios.



           − Por qué te fuiste como un perro ese día, qué carajo te pasó para que me

olvidaras por tantos días − me reclama.



           − Cosas mías mujer, cosas que se dieron de momento y que me dejaron

jodido por varios días. − me defiendo.



           − ¿Fue por el beso? ¿Te jode que me haya besado con Fernanda?



           − ¡Si, me jode y mucho! − me calmo − no sé pero, a veces pienso que no

debería quererte − me toma de la mano y cierra la puerta.




                                          41
− Y yo a veces pienso que sí debería empezar a quererte.



           − Y por qué coño no haces el intento de una puta vez − le espeto.



           − ¿Esperas que te perdone después de desaparecerte por varios como si

nada? − me empuja a la cama.



           − no lo creo, pero, al menos te puedo decir que, si me fui ese día fue por que

te amo, por qué desde qué te conozco estoy hecho un huevón por ti. − se acerca y da un

beso con cierta lástima.



           − No sabes lo lindo que te pones cuando me dices que me quieres − me

vuelve a besar.



           − Y qué otra cosa podría decirte.



           − Que soy una perra, y que me odias por haberme besado con Fernanda ese

día, o por no decirte que te quiero. Eso por ejemplo,



           − No pensaría eso de ti ni de vainas − hago un pausa − la verdad es que me

he resignado a quererte a solas y a que me digas que no me quieras, el fin y al cabo no

puedo obligarte a quererme, eso sería joderte y lo menos que yo quiero hacer es joderte

la vida.



           Karina se levanta y sienta en la cama, se queda pensativa o sintiendo lastima,

o las dos cosas. Luego se levanta y apaga la luz, se vuelve a la cama y se recuesta a mi




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lado. Me quedo cayado y pienso que está fingiendo conmigo, que todo es parte de su

juego, que no le importa en lo mínimo mi amor, que no es otra cosa que sufrir por ella.



           − Te juro que ese beso con Fernanda fue, sólo un juego, un jueguito y punto.



           − ¿Así como nuestro amor? Un juego de pendejos mentirosos. − le encaro.



           − Sabes algo vaquerito − sonrió tontamente − estoy empezando a quererte,

todos estos días que no supe nada de ti no dejé de pensar en ti, te extrañaba todas las

putas tardes como una cojuda, hecha una huevona por ti.



           Empezamos a vivir juntos después de unos días, Karina me dice que tengo

que buscar un trabajo, que no sea un vago, y que si no traía plata me mandaría al carajo.



           Camino todo el parque Bermúdez para ver los anuncios de trabajo para gente

mediocre, al rato encuentro un anuncio que decía: “SE NECESITA UN JOVEN PARA

PUESTO DE VIJILANTE, BUEN SUELDO” Comienzo a trabajar y a llegar tarde al

cuarto de Karina, ella misteriosamente me espera con una taza de café, dos panes con

mantequilla en la mesa.



           − Por qué lo haces



           − Ya te dije que estoy empezando a quererte vaquerito.



           El lunes es un día jodido, jodido y con ganas. Mi trabajo consiste en cuidar

una puerta a la que casi nadie entra; un absurdo trabajo de vigilante. Es lunes y me paro




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a un costado, o sentado en una silla, recordado mis otros lunes en los que escribía mis

columnas para el periódico. De repente alguien se acerca un auto negro y se acerca hasta

la puerta, una señora baja y corre para abrasarme. Es mi madre.



           − Mamá suéltame, estoy trabajando, qué quieres. − me abraza.



           − Hijo, no quiero que sufras trabajando como un simple vigilante, yo te

puedo ayudar, te puedo dar una mejor vida. Podemos ir a vivir juntos, Roberto te quiere

y está feliz en que vengas a vivir con nosotros y ser una bonita familia.



           − No mamá, bonita familia nunca, y menos con ese idiota y los cojudos de

sus hijos. Tú dejaste morir a mi padre para casarte con ese idiota. Papá te quería, y tú lo

sabes. − Mi madre llora y deja de mirarme. Baja Roberto del auto negro y me mira

airado − Si quieren váyanse, déjenme en paz, y no me jodan más, váyanse ustedes al

carajo con toda su maldita familia.



           − Si no quieres no te vamos a estar rogando, a demás no quiero vivir contigo

y si hago esto lo hago por tu madre. A mí me importas un carajo. Valiente igual a tu

padre − me grita Roberto que está abrazando a mi madre.



           − Al menos mi padre no están pendejo y termina comiéndose a la mujer de

su mejor amigo. Al menos mi padre no es tan hijo de puta como tu − Jala a mi madre

hasta su auto negro y se van, no sé si para siempre, pero no quiero volver a verlos. No

se lo cuento a Karina, no quiero que sepa que odio a mi madre.




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Los domingos vamos a misa, Karina dice que nunca debemos olvidarnos de

nuestro señor, que nunca es tarde para arrepentirse. Ella se pone a rezar en voz baja, yo

me arrodillo a su costado y pido por Marcelo –a pesar de ser agnóstico- Karina se

levanta, se persigna y me dice que nos vamos. El domingo es día de iglesia, día del

señor dice Karina, y de lunes a sábado son días de relajo y pendejada, se rie.



           Algunas tardes vamos al Visne’s ella pide un batido de fresa y yo alcanzo a

pedir un café. Ella toma tu batido y me dice que está enamorada de mí, yo me callo y

presiento que lo que dijo es una trápala.



           Llueve mientras estoy parado una tarde en la puerta de la fábrica, de repente

aparece una camioneta blanca que se estaciona en la puerta, tocan el claxon y uno de

ellos me saluda agitando la mano, yo lo saludo tontamente y me acerco a ellos.



           − Qué se les ofrece − digo.



           − Que te mueras conchatumare − bajan cuatro tipos de negro y me rodean,

yo me quedo absorto y les mento a la madre, unos de ellos mete un puñete y me deja

tirado en el suelo. Me amarran y me dejan en el depósito, corren y me cierran la puerta.

Se oyen unos disparos y algunos gritos de pavor. « ¡Sáquenme carajo! »Me quejo, nadie

me escucha. Después de una hora llega la policía y me encuentra amarrocado.



           − Se encuentra bien señor − me dice un negrito uniformado.



           − ¿Todos están bien? − pregunto.




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− No, hay como cinco que han muerto − Aparece en gerente y me espeta:



           − Por tu culpa hijo de puta, no debí confiar nunca en ti. ¡Lárgate! Vete a la

mierda y no jodas − Extrañamente la policía me suelta y me deja ir.



           Regreso al cuarto y no puedo evitar soltar unas lágrimas. Me acerco a la

puerta, tiemblo un poco al querer tocar, cuando de adentro se oye unos gemidos, miro

por un hoyo que está en la puerta y veo nuevamente a Karina y Fernanda en un juego

apasionado, empiezo a agitarme y a temblar como invesil. Acerco un poco mi oído a la

puerta y alguien dice: «Todavía tenemos tiempo para acariciarnos, ese idiota llegará a

las nueve»Empuño la mano y pienso«Nadie me caga dos veces, nadie, nadie se burla de

mi, nadie me deja como un pendejo. Te jodiste puta de mierda, ahora si vas a saber

quién carajo es Samuel Bustillos, te jodiste conmigo, te jodiste y eso te joderá para toda

tu vida»



           Se me viene a la cabeza el arma de Marcelo, decido ir a buscarla para cobrar

venganza, para hacerme respetar y dar una lección a todos, mandarlos al carajo y

quedarme tranquilo. Me subo por la pared del patio donde está enterrado Marcelo, corro

hasta el cuarto y encuentro todo como lo dejé el día que me fui. El arma aparece bajo la

cama, lo tomo en mis manos la abro y sólo veo que posee dos balas, me levanto a

buscar mas balas entre las cosas de Marcelo y sólo encuentro un silenciador, lo cual me

lleva a la mente el más cochambroso plan: Matar a Fernanda sin que nadie lo supiera y

sin que nadie lo oyera.




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Me paro una esquina antes de llegar al cuarto de Karina, de repente pasa un

loquito que se me acerca y me saluda «Que linda tu pistola, ojala que dispare» dice el

loquito.



             − ¿Te gusta? − le digo − ¿te gustaría que fuera tuya? − me mira fascinado,

excitado por lo que le dije − Mira, te tienes que parar aquí y tienes que disparar al que

yo te diga, le disparas y la pistola es tuya.



             − Y si me muero − alucina.



             − No creo, los locos no mueren, además esta pistola no hace bulla, tu le

disparas y te sales corriendo con la pistola.



             Me alejo unos metros, el loquito se para con el arma, apuntando desde la

oscuridad.



             Fernanda sale de la puerta de Karina y se despiden otra vez con un beso en la

boca. Fernanda está cerca de la emboscada, en la boca del loco. Le señalo para que la

dispare, el loco apunta descontroladamente y dispara sin creer en nada, Fernanda cae

aparatosamente al suelo con la cabeza destrozada. El loco corre todo el malecón con la

pistola en la mano y se pierde entre los árboles.



             − Muerta la perra, todo consumado − digo mirando el cadáver de Fernanda

desde mi escondite.



             Karina me abre la puerta y me mira extraño.



                                                47
− ¿Estas bien? Te noto pálido, qué pasó.



           − Nada, qué puede pasar − me defiendo.



           − No nada, olvídalo. Cómo te fue en el trabajo



           − Bien, todo, bien. Y mejor ya no me preguntes y déjame entrar que me

estoy cagando de frío.



            Duermo y bien, no tengo ningún remordimiento en haber mandado a matar

a Fernanda a manos del loquito. Era una buena venganza, nadie se podía enterar, era un

secreto entre el loco y yo. Era una muerte necesaria, justa y perfecta.



           Karina no entiende mi felicidad de repente, se ha puesto pensativa y triste, se

ha quedado callada y llorando en la cama.



           El entierro es de tarde, Karina me dice que pida permiso al trabajo y que

fuera con ella. «No tengo que ir, no era mi amiga y a penas la conocía, nunca me la

presentaste»refuto, pero ella insiste y dice que cuando alguien muere no importa si lo

hayas conocido o no, que la muerte no discrimina.



           Me visto improvisado, Karina mientras se pone una blusa negra y se mira en

el espejo, triste y negra, sollozando y perdida. La tarde en el cementerio es jodida, todos

lloran abruptamente, o se abrazan para decir que lo sienten «Sienten qué, acaso le

importa en lo mínimo la muerte de esa chica»pienso«Su hora es su hora, y si Dios puso

su destino en las manos de ese loco, al carajo, nadie puede con eso»maquino.



                                            48
Salimos del cementerio y me siento extrañamente feliz, como si hubiese

terminado con algo que me atormentaba y abismaba todos los días. Karina ya dejó de

llorar, sólo camina muda a mi lado. Regresamos al cuarto y nos tiramos en la cama.



           − Amor, ¿sigue triste por la muerte de Fernanda? − pregunto en voz baja.



           − No es justo que haya muerto, no es justo.



           − Pero, si es su hora, qué vamos hacer, no podemos hacer nada contra ello.

Talvez en su destino estaba el de morir en manos del que lo mató.



            − Pero, por qué lo mato, qué le hizo ella, qué carajo hizo mi amiga − se

queja mientras se soba los ojos.



           − No tengo la menor idea, que razones habrá tenido el que lo mató para que

lo haga y para que se vaya sin dejar rastro alguno y para que no se oyera el disparo, qué

carajo habrá pasado por su mente a la hora de dispararla ─ me mira a los ojos, como si

sospechara algo.



           ─ Mi amor



           ─ Qué



           ─ Te amo, y no sabes cuanto, ni cómo, te quiero como mierda, y si algún día

te llegara a pasar algo, me vuelvo loca.




                                           49
− Y qué pasará con nuestro jueguito ¿terminó? O ya te aburriste de mí y

ahora quieres mandarme al carajo − Me besa en los labios y me tapa la boca con los

dedos − Te quiero decir algo, pero no sé, tengo miedo.



           − Dime, qué hiciste ahora.



           − No tengo trabajo, te mentí. Hace tres días que me sacaron, por que

entraron tres o cuatro tipos, y me amarraron en el depósito y mataron a cuatro

trabajadores. Fue mi culpa, y el gerente me mando al mismismo carajo y me despidió

diciéndome «Nunca debí confiar en ti ¡Lárgate y vete a la mierda!



           − Ya conseguirás otro mañana, ahora duerme, y sueña conmigo.




           Regreso al parque Bermúdez, resignado. Esta vez hay pocos avisos, le

pregunto al señor que está sentado si no tiene más y me dice «La mayoría es para

profesionales con título... a ti, te puedo mostrar una chambita fácil en una clínica

privada»me muestra el anuncio y me dice que el trabajo consiste en limpiar de ocho a

cinco, se lo agradezco«También hay ricas enfermeras con buenos culos»dice riéndose.



           Llego temprano, le pregunto al de seguridad por el doctor Páez, me dice que

está en una operación y que lo espere. Misteriosamente aparece una enfermera y me

dice que me llevará con el doctor«Al menos no se equivocó el señor con lo de las

enfermeras de buen culo»pienso




                                          50
− ¿Vienes por el trabajo? − pregunta coqueta.



           − Creo que si, aun que me temo que no duraré mucho tiempo.



           − No lo creo, eres muy lindo para que lo pierdas. Al menos no voy a estar

tan aburrida



           − Yo tampoco − calculo y sonrío.



           El doctor Páez me recibe después de un rato, es un tipo alto y con una

prominente barriga, me ofrece un poco del wiski que está en su mesa.



           − Discúlpeme, pero no tomo − se ríe irónico.



           − No jodas hombre, un traguito no te hará daño, es solo para festejar tu

ingreso a esta clínica. El puesto es tuyo.



           − Así no más, no me va a pedir algunos documentos, no me va a preguntar

cosas sobre mí.



            − Confío en ti. Eso de hacer preguntas es perder el tiempo, y el tiempo en

esta clínica es oro, así que cámbiate y ponte tu uniforme.



           − ¿Qué uniforme?



           − Que te diga Carito la enfermera que estuvo contigo hace un rato.




                                             51
Carito me lleva a un cuarto de limpieza, me muestra el uniforme y me dice

que me lo ponga en su delante. Me saco el polo y le digo que te tengo frío, ella se acerca

y me besa en los labios «Que hombre más delicioso eres, el mejor que haya trabajado

en esta horrible clínica» me besa alocadamente «Y si nos ven»digo«No creo que nos

jodan por un buen rato, ahorita están en una operación»responde. De repente cerramos

la puerta del cuarto de limpieza y nos besamos desenfrenadamente.



            − Estoy enamorada de ti − dice.



            − Tan rápido



            − Ni creas, chapas tan rico que es como si te conociera de varios años − me

quedo pensativo − Qué pasa, te sientes bien mi amor.



            − Me siento un canaya ¿no crees que estamos exagerando?



            − Exagerando es una linda palabra, pero yo no lo creo así.



            − Pero tengo enamorada, y no quiero traicionarla, nunca. Yo la quiero − me

acaricia el cabello.



            − Que tierno eres, ahora con más razón voy a quererte.



            − ¿No entiendes?



            − Yo también tengo enamorado, pero este idiota, como está molesto

conmigo no me va a llamar en tres días, así siempre pasa.


                                              52
− Y, no piensas en él, no crees que él en este momento este pensando en ti

como un huevón − se saca el saco blanco y lo tira al suelo.



           − Que piense lo que quiera, que llore, no me importa. Cuando yo quiero algo

lo tengo, y si te quiero a ti, ni él ni tu noviecita me lo van a impedir − Se desnuda por

completo y se recuesta en el suelo, como esperándome. Es un sexo hipócrita y

prohibido, vertiginoso. Se viste rápidamente cuando terminamos y me deja solo en el

cuarto de limpieza.



           Los encuentros en el cuarto de aseo se hacen cotidianos, todas las mañanas

me espera Carito pendejeando desde puerta del cuarto de aseo. No puedo evitar sentirme

feliz y pendejo; sin pastillas y sin la marihuana que fumaba con Marcelo.



           − Por qué hoy te demoraste mucho − se queja.



           − No había carro y mi mujer no me soltaba − miento.



             Carito ha empezado a tratarme como a su amante, todas las tardes me

espera en la puerta para irnos juntos hasta su departamento donde vive sola, caminamos

toda la plaza hasta llegar a la calle Cervantes donde nos despedimos con un beso de

labios. Estoy empezando a quererla.



           El doctor Páez me saluda esporádicamente o cuando está feliz, es un hombre

de muchos misterios, torpe cuando habla con una dama y demasiado sincero «Estas muy

fea, y pareces enferma y vieja rosita»dice cuando pasa la doctora rosa por su lado.

Carito dice que el doctor Páez es homosexual, y que lo ha visto en discotecas de



                                           53
ambiente algunos sábados. «Es su decisión, su vida, que se joda si le gusta ser como tú

dices»respondo, ella sonríe y me dice que lo defiendo mucho.



           Una noche mientras caminamos por la plaza Carito me dice que nos

sentemos un momento, que quiere pasar un rato más a mi lado.



           − ¿En realidad estas enamorada de mí? − pregunto irónico.



           − Me temo que sí − responde.



           − Y no te has puesto a pensar nunca por qué.



           − No sé creo que fue desde la primera vez que te vi en la puerta con el

guachimán − sonríe tapándose la boca − de repente te miré de lejitos y ¡pun! se produjo

el famoso clic.



           − Que linda eres, pero, antes dime una cosa ¿cómo te llamas? Yo sólo te

conozco como Carito, más no sé ni miércoles.



           − Evelin Carito Galdos Reyes, y tú, señor misterioso.



           − Samuel Esteban Bustillos adrianni − Extiendo las manos.



           − ¿Adrianni? No jodas − vacila un poco − eso si está regio, el nombre

perfecto A-dria-nni − suelta una risita burlona.




                                            54
Después de un rato me dice que la lleve a su apartamento, que la lluvia está

comenzando y que no quiere mojarse. La llevo hasta la calle Cervantes y me despido,

ella me abraza y me lanza una pregunta.



            − ¿Somos enamorados?



            − Carajo, no sé, déjame pensarlo, mañana te doy la respuesta, además

recuerda que tengo flaca, y eso sería pendejear.



            − ¿Quieres ser mi enamorado? − Lo pienso unos segundos.



            − Yo creo que sí, porque, también me gustas un huevo y lo de mi flaca, no

sé, me haces dudar mucho, eres una salvaje, una niña mala.



            − Todos los hombres son pendejos, y tú por qué no puedes ser uno más de la

lista, te juro que ni ella se enteraría.



            − Si mi amor − me besa apasionadamente. Luego explica:



            − Te amo, y no importa cuan rápido haya sido todo esto, pero, me gustas un

huevo, qué podemos hacer contra eso.



            Llego al cuarto de Karina, la encuentro dormida, con el televisor prendido y

semidesnuda. La despierto con un beso en la espalda.



            − Donde estuviste, por qué recién. − me jala hasta ella.




                                            55
− Horas extras, el mismo jefe conchasumare de siempre − Hace un silencio

breve mientras me mira hasta el alma.



           − Quiero que me hagas el amor, que me hagas sentir mujer y que me quieres,

que me deseas − me suplica.



           − No puedo − me evado.



           − ¿Ya lo has hecho con otra? Respóndeme − me espeta.



           − No, sólo estoy cansado, hoy fue un día matadazo − me defiendo.



           − No te entiendo Samuel, desde que estas en esa clínica de porquería te has

estado comportando indiferente conmigo. Qué pasa ¿Ya no me quieres? ¿Te estas

aburriendo de mi?



           − Son ideas tuyas, y sabes algo, no tengo tiempo para soportarte tus

caprichitos. Sírveme mi lonche y deja de fregarme la pita.



           − Así − se exalta − si no me haces el amor no te hago el lonche, así de fácil.



           − No lo voy hacer, no jodas, que te parece − digo soberbio. Ella se hecha en

la cama y se pone a sollozar, yo me recuesto a su lado y la ignoro. Tal vez ya no la

quiero y talvez ya me haya aburrido de ella para siempre.



           En los días siguientes Karina no me habla, se hace a la dormida cuando

llego, y eso de pronto eso ya no me importa, de pronto me doy cuenta que he dejado de


                                           56
quererla y que me he aburrido de ella «Qué coño me pasa, tanto he luchado como un

huevón por ella para que ahora no me importe un pepino, para que ni siquiera sienta

ganas de hacerle el amor ¿enserio que la estoy dejando de querer? Que malo soy, o sea

la voy a cambiar por Carito, eso si es de putas, es una pendejada.» pienso cuando

estoy recostado a lado de Karina.



            De repente soy feliz con Carito, he empezado a no querer a Karina, ni

siquiera un poco, eso me duele, pero, ya no puedo encontrar amor en ella, todo es

apático y frío, nuestras noches se hacen un funeral. Los dos cayados y ciegos, sin

tocarnos, sin mencionarnos. Ya no quiero a Karina.



           El miércoles de una semana jodida salgo temprano del trabajo, el doctor

Páez me dice que no es necesario que lo limpie todo, que me podía ir. Llego al cuartito

de Karina y empujo la puerta. Veo a Karina y a otra mujer desnudas en la cama, me

importa un bledo y me paso por su delante.



           − Sólo vengo por mis cosas − invento − tú sigue cachando con tu mujer, no

me importa − se quedan calladas mientras saco la mochila del closet y comienzo a meter

mi ropa al azar. La chica se viste apresuradamente y se marcha sin decir nada, cierra la

puerta bruscamente.



           − Tenemos que hablar. A donde vas. − Se levanta Karina.



           − Karina yo no soy ningún idiota para creerme tus cuentos, yo ya sabía que

eras una lesbiana del carajo hace un huevo de tiempo, y que parabas tirando con

Fernanda, y si no te dije nada fue por que pensaba que te quería − le encaro.



                                           57
− Si, soy una lesbiana de mierda y qué ¿te jode?



           − Me importa un carajo lo que seas o hagas Karina.



           − Yo no me llamo Karina.



           − Entonces quién eres o qué eres.



           − Me llamo Diana.



           − Entonces Diana, al carajo con todo, al carajo contigo. Me largo para que

sigas con tu vida de lesbiana, jódete. Yo me voy con mi mujer, porque a ella si la quiero

y la quiero un huevo. Contigo, contigo se fue todo al infierno.



           − ¡Lárgate! Perro desgraciado, lárgate y vete a la misma mierda − me golpea

en el pecho.



           − Me voy, me voy, pero al menos yo no soy ningún cabro ni lesbiana, en

cambio tú si, y eso te va a joder toda tu vida ¡Machona! − se queda callada, triste a mi

frente.



           − Tú nunca me habías dicho eso, en verdad, eso si me dolió mucho − Se

recuesta en mi pecho y se pone a llorar − Te amo Samuel, te amo como no tienes idea,

te amo como una perra − me besa en los labios.



           − Lo siento mucho Karina, o Diana, o no sé quién seas, pero yo ya dejé de

quererte, y tenías razón, desde que trabajo en esa clínica me he vuelo más frío contigo,


                                           58
porque conocí a otra mujer, y, créeme que lo siento, pero yo a ella si la quiero, la amo,

daría todo por ella.



           − No me digas eso, sólo dime que es una broma y que lo sientes.



           − No Karina, no es ninguna broma, te lo juro, y no me disculparía, porque

cuando yo babeaba por ti y cuando te veía haciendo el amor con Fernanda, nadie me

decía que era una broma o un juego − trago un poco de saliva − Yo mismo tenía que

resignarme a mirarte desde la puerta hecho un huevón, llorando como idiota por ti.



           − Perdóname, nadie es perfecto, y eso tu mismo me lo decías todo el tiempo.



           − No Karina, tú misma jodiste todo, tú misma mandaste al carajo todo esto.

Ya no se puede hacer nada, ya todo se fue al diablo.



           − Hagamos un último intento, yo sé que lo que tú estas diciendo es por

cólera y que no lo dices enserio − me río burlón.



           − Ni loco, terminaría odiándote, y no quiero hacer eso. ¿Quieres jugar otra

vez ese juguito tonto que inventamos hace tiempo? ¿Quieres seguir con tus caprichitos

de niña mala? Las lesbianas no juegan así.



           − No me vuelvas a decir lesbiana − me reclama.



           − ¿Te jode?




                                             59
− Me duele que me llames así. Nunca pensé que tú fueras así, un perro igual

a todos, la misma basura.



           − Yo tampoco fíjate − sonrío − Bueno ya me jalo, no puedo seguir un minuto

más contigo.



           − A donde vas a ir − me jala del brazo.



           − Chucha no sé, creo que a la casa de mi flaca − Me suelta y se queda

callada, recostada a un costado de la cama.



           Salgo a la puerta y me quedo parado un momento, luego cierro la puerta y

camino triste hasta la esquina. Decido no ir al departamento de Carito y pasar la noche

en un hotelucho, quiero estar solo. El botones me lleva a una habitación en el sexto piso

« Es una buena vista y es perfecto para estar sólo»dice abriendo la puerta.



           Me recuesto en la cama con la luz apagada y las ventanas abiertas. Pienso en

Marcelo muerto y enterrado en el jardín de su casa. «Con él todo quedó saldado. Le di

toda la hierba que le pude dar y murió en su ley, a la hora exacta, murió como debía

morir. Fumando y pendejeando hasta la muerte.» digo en voz baja. Luego pienso en

doña María muerta de soledad «Con ella no todo fue tan bien, al final no le pagué del

alquiler y se murió de tanto extrañar a su marido. Eso le jodió y para siempre. Todavía

sigo pensando que la hora le llego demasiado pronto» murmuro. Mas tarde pienso en

Fernanda asesinada en manos de un loco que pasaba por la calle «A ella siempre la odié,

no me importa su muerte, se lo merecía. Nadie me jode dos veces y en el mismo hueco.

Tu muerte fue exacta, por haberte metido conmigo. Todo quedó en las manos del loco,



                                              60
él tenía tu destino en sus manos, no es mi culpa pendeja lesbiana»sonrío y me levanto

de la cama para mirar por la ventana, a recordar la azotea donde pasaba la mitad del

tiempo hecho un cojudo.



               Despierto de madrugada y vuelvo desnudo a la ventana, a penas he

dormido unas horas y ahora siento que no puedo seguir durmiendo, todos esos

recuerdos de la noche anterior me han dejado jodido y con pesadillas. Espero hasta las

siete y me visto para ir a la Clínica.



            Carito me ve llegar y viene corriendo, nos besamos y le digo que hoy no

podré pasar nuestro rato en el cuarto de aseo por que pasé la noche en un hotel barato,

ella se ríe y me dice que lo entiende y que hablaríamos a la salida. Más tarde uno de los

vigilantes me dice que el doctor Páez quiere verme.



            − Quería verme doctor − digo desde la puerta.



            − Si, pasa, ponte cómodo − hace un silencio − mira Samuel, quiero ofrecerte

otro trabajo, uno mejor, ya no te quiero ver trapeando los baños. Eso no va contigo, tú lo

que necesitas es un puesto más cómodo y fácil.



            − Y, que quiere que haga ahora, que sea guachimán − me burlo.



            − No huevón − se pone de pie − quiero que seas recepcionista. Tendrás tu

propia oficina, con baño. Qué te parece.




                                           61
− Vacan, pero, así no más, sin preguntas, sin exámenes, ni nada ¿Qué carajo se

ha estado metiendo usted? − se ríe exageradamente, y me extiende la mano.



       − Qué dices, lo tomas o lo dejas − lo pienso por un momento.



       − Claro que acepto, pero si la cago es su culpa eh, usted me puso así no mas,

después no me bote si la cago.



       − Confió en ti, sé que lo harás bien. Además ya me contaron por ahí que estas

detrás de Carito − vacila − buena huevón, esa flaquita si está rica, y tú si te la mereces.



       Salgo de la oficina del doctor Páez y Carito me espera en el pasadizo, me acerco

a ella y le digo que ya no seré limpiador y que ahora seré recepcionista, y que no sabía

ni lo que era eso.



       − Felicitaciones mi amor. Yo sabía que lo ibas a lograr − dice



       − Lograr qué, que el doctor sienta pena de verme limpiar el baño donde caga

todos los días y que de la nada me llame y me diga que seré recepcionista, no jodas.



       − Lo que sea, ya tienes un buen trabajo y no tienes nada de qué quejarte.



       − Tienes razón, pero, me siento como una puta que lo consigue todo fácil − ella

sonríe y me deja solo en el pasadizo.




                                             62
El doctor Páez me lleva a una oficina al lado de la puerta principal, me da fe

en que lo haré bien y me entrega un terno«Con este ternito hasta el guachimán va a

querer tirar contigo»se ríe grotescamente.



           Carito me espera en la puerta de noche, cierro la oficina y me despido del

doctor Páez que me da la mano y me la sacude muchas veces. Carito me silva de lejos y

alude:



           − Lo deberías tener puesto todo el día, se te vería más cuero.



           − Ni siquiera sé si lo usaré mañana, te juro que hoy no hice ni miércoles en

esa oficina.



           Llegamos a la plaza y nos detenemos en una de las bancas, ella se recuesta

sobre mis rodillas y me pregunta por qué amanecí en un hotel, yo le digo que Karina me

había botado de su cuarto y no tuve más remedio que dormir penosamente en un

hotelucho cualquiera.



           − Entonces, ya no vives con ella − pregunta entusiasmada.



           − Creo que no, además después de la discusión de ayer, dudo mucho que nos

veamos en toda nuestra vida



           − ¿Y donde piensas amanecer esta noche?




                                             63
− No sé, creo que el mismo hotel − ella se levanta de mi rodilla y me dice

que no lo permitirá, y que me iría con ella a su departamento, y que seríamos felices.



             − Pero no quiero incomodarte − digo adivinando lo que respondería.



             − No sería ninguna molestia, además ya estoy cansada de vivir sola, quiero a

un hombre que me cuide y que me proteja − suelto una risita cachacienta.



             − Ya esta bien, pero no quiero que nadie en la clínica se entere, ni siquiera el

doctor Páez, ese pendejo es capaz de joderme con eso.



             En el departamento de Carito hay un pequeño balcón con vista a la calle

Cervantes «Es un bonito lugar para pensar, para morir»digo entre dientes. Carito

apaga las luces y se sienta en el sofá que tiene en la sala.



             − ¿Te gusta como brilla la luces de la calle? − me pregunta un tanto tímida.



             − Mi amor es perfecto, no sé como te lo voy a agradecer, pero, lo único que

se me ocurre es decirte que te amo y que eres la mujer más bella del mundo.



             − Nada más del mundo − se queja.



             − Del mundo y de todas las galaxias − me besa en los labios y se recuesta en

mí encima.



             − ¿Sigues enamorado de mí? − me chancea.




                                             64
− Si, y si no lo estuviera, volvería a estarlo desde hoy mismo.



           − Que tierno eres, no sabes como me muero por ti. Me apasionas.



           − Sólo digamos que soy un niño bueno, un niño que ama demasiado y que

está dispuesto a quererte por un huevo de tiempo, digamos que para siempre − nos

besamos − La vida podrá ser un carajo, pero contigo, no hay carajo que valga − nos

acariciarnos hasta quedarnos dormidos.



           Renuncio después de unos días a la clínica, le explico a Carito que no quiero

pasarme el día sentado en un escritorio como un vago, y que he decidido volver al

periódico, ella sonríe con la idea y me besa en los labios «Esta bien mi amor, me alegra

pienses así» A veces pienso que todo esto es otro de los muchos juegos que he perdido

en la vida, que en algún momento se terminará y quedaré solitario y loco.



           Una mañana me despierta alguien que toca la puerta, abro y me quedo

pensando antes de decirle algo.



           − Karina, no vengas a hacer problemas por favor − pone una mirada tristona.



           − No he venido a molestarte, sólo vine a despedirme de ti. − baja la mirada.



           − A donde vas a ir.



           − No lo sé todavía, talvez a vivir con mi madre a la sierra − hago un largo

silencio y digo:




                                           65
− Karina perdóname, perdóname por ser un huevón y decirte las cosas feas

que te dije − hace un pause mientras me mira fijamente.



           − Ya es tarde Samuel, ni tú ni yo podemos perdonarnos, porque, ya te dije,

sólo vine a despedirme, eso es todo.



           − ¿Al menos te puedo dar un abrazo? − le propongo.



           − Lo que yo quiero para estar más tranquila es un beso, un beso tuyo, con

eso me basta y te juro que volveré a joderte la vida nunca más. − me abraza casi

temblando y yo la beso en los labios.



           − Fue maravilloso − abre los ojos − aun te sigo queriendo, y no sabes como

me arrepiento el haberte perdido.



           − Lo que pasó entre tú y yo fue hermoso y glorioso, te juro que nunca lo voy

a olvidar: cuando nos besábamos en la azotea de la vieja María; cuando íbamos a la

iglesia para rezar; cuando me abrazabas cuando tenías miedo en las noches. − Karina

suelta algunas lágrimas y pone su cabeza en mi pecho.



           − Todo fue mi culpa ¿no? Yo mande al carajo nuestra relación.



           − No llores chiquita − le seco los ojos − no llores que me vas a hacer llorar,

y si los dos lloramos no habrá quién nos consuele por llorones − sonrío.



           − Sólo una cosa, antes de irme.




                                             66
− Dime, qué pasa − pregunto.



            − ¿Te acuerdas cuando antes me rogabas para que yo te diga que te quiero?



            − Si, pero, tú nunca me lo decías, porque, según tú, no me querías. − finjo

una sonrisa.



            − Y si yo te pido que me digas que me quieres, aunque no me quieras ¿lo

harías? − me quedo pensativo y frío.



            − Te quiero. − digo con el alma en la garganta.



            − Y yo a ti, nunca lo dudes ni por un maldito segundo − me suelta y me da la

mano − Bueno, creo que este es el adiós. No sabes como te amo, y como te voy a

extrañar.



            − Ya, tranquila, puedes venir cuando quieras aquí voy a estar. − le consuelo.



            − ¿Y tu enamorada?



            − Se fue a la clínica temprano.



            − Dile a ella también que la quiero ¿sí? − deja de abrazarme y se aleja

caminando hacia atrás.



            − Que linda eres, se lo voy a decir − se va corriendo bajando las gradas.




                                              67
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Mi amada mentirosa

  • 1. Mi amada mentirosa Autor: Saúl Robles Gómez (El Loco) Simulo no mirarla cuando paso por la procesión. Cruzo hasta la otra calle con Marcelo, la miro de lejos con su hábito morado «Que pendejo eres, te mueres por esa sonsa›› dice Marcelo «ni caso te va hacer, huevón, pierdes tiempo, Karina tendrá cacharro, pero es de lo peor». El montón de gente se detiene frente a la catedral, todos se quedan en silencio mientras un viejo cura improvisa una oración que los demás repiten, Marcelo me dice que parecen idiotas, que no tiene el menor sentido orar en plena calle, que ni eso los va a salvar, que son unos pendejos«Pendejos y con razón, pero déjalos, total a nosotros nos importa un huevo lo que hagan»De repente se nos acerca una señora con una canasta en la mano , Marcelo me dice que es una de esas locas limosneras, yo me alejo un poco, la señora insiste y me jala de la casaca. − Por que se corren jóvenes, tienen que colaborarme con las crucecitas para que el señor los bendiga − Yo miro la canasta y pienso que no las necesito, que para ser santo no necesito ponerme esas cosas. − Lo siento señora, no las quiero comprar − El señor te va a castigar si dices esas cosas − Marcelo se ríe. 1
  • 2. − No importa − digo − Además no creo que el señor me castigue por no comprarle a usted unas chucherias santas. − Haber señito − dice Marcelo sacando unas monedas de su bolsillo − no le haga caso a ese invesil y véndame una de sus medallitas, la mas pituca. − Gracias joven, con esto si vas a tener buena suerte, está bañado en oro, y su cadenita es de fierro dulce − Marcelo finge sonreír, yo pienso que lo ha hecho por joderme, por darme la contra. − No sabia que eras buen cristiano − chanceo − por la hueva compras − Marcelo guarda la cruz en el bolsillo de la camisa; yo no paro de buscar los ojos de Karina, su hábito morado; pero en este montón de gente era insólito siquiera buscarle la sombra. Llegamos a la puerta del Visne’s; una juguería que está a una cuadra de la catedral, Marcelo me dice que no tiene dinero, que esa loca se lo había llevado todo, yo me río y le digo que es un invesil «tienes razón» se resigna. Inesperadamente se oye el freno de un carro en toda la cuadra, la procesión se detiene, algunos falsos devotos corren hasta la otra esquina, Marcelo dice que atropellaron a alguien. «Pobrecita, era buena, por que a ella» dicen algunas señoras que está a mi costado, me acerco a la muchedumbre, un señor dice que en octubre no hay milagros y que esa vieja había muerto por pecadora, por pendeja, sonrío y pienso que tiene razón. Luego me doy cuenta que es la loquita a la que atropelló una couster; a su costado está su canasta con muchas cruces y monedas regadas en el suelo. Marcelo viene a mi costado. 2
  • 3. − Es la loquita no, por la hueva le compro su cadenita, talvez no la hubieran atropellado − Marcelo saca el collar y lo aprieta en la mano. − Cuando es tu hora es tu hora, ni los santos te salvan − me rió, el sigue mirando a la loquita que está en un charco de sangre. Arroja vertiginosamente la medallita al suelo. − ¿Crees que fue tu culpa?, no me jodas, si es tu hora ni san Pedro. − No sé cholo, esta vaina puede estar poseída, tu sabes, tal vez me pase lo mismo que a la loquita y me despanzurre un carro. − No seas sonso, todo está en el destino, si en tu destino esta morir aplastado por un carro, jódete por que mueres. No digas idioteces y manifiéstate con una CocaCola. Llegamos a la catedral un poco mojados, le pregunto a una de las señoras si se debo entrar a misa, ella me dice que no es necesario, que va a estar aburrido, yo sonrío y me siento un pecador. Al poco rato reconozco a Karina que está sentada en una de las bancas de la catedral, le digo a Marcelo que me espere, que tengo en mente algo desquiciado y cruel. − No sabia que eras hermana − me siento a su costado − No lo soy − sonríe − me da roche que me veas así ¿Parezco más vieja no? 3
  • 4. − No ha… pero mi me da más roche que me veas como un pagano, al menos tu irás al cielo y yo no − reímos en voz baja por que estábamos casi al costado del confesionario , en ese instante un grupo de señoras viene entrando, una de ellas llaman a Karina con la mano, yo me quedo sentado y maldiciendo. Las señoras no dejan de apuntarme con sus veteranos dedos «ese joven es muy pecador» siento escuchar de una de ellas. Yo les mento a sus madres una por una en mi mente, al final termino riendo me y me tapo la boca. Luego Karina se acerca y me dice que tiene que irse «a donde» pregunto, «no ir a misa es pecado de muerte, y ya falta poco, discúlpame» se aleja casi corriendo, Marcelo se ríe y viene corriendo «Así son todas, unas pendejas, ni las más santitas se salvan » dice vacilando, me quedo mirándolo y le digo que debo ir a la farmacia, «para qué», «no sé» le digo mirando la hora en el celular. El la esquina nos despedimos con un abrazo, lo acompaño hasta el paradero y le doy un lapazo en la cara. − Todavía sigo pensando en la loquita que atropellaron, y si me pasa a mí también, y si muero como esa vieja loca − es la primera vez que veo a Marcelo con esa cara, talvez sea cierto. − Ya te dije que la hora es la hora, duerme tranquilo, no pienses más en esa loca que murió por vender huevadas en la calle, al carajo − Me quedo parado, él sube al carro y cierra la ventana. Yo camino con los ojos perdidos por la plaza, algunas personas están fumando al costado de la catedral «La fe también existe para los fumones» pienso mientras cruzo la calle para llegar a la farmacia. 4
  • 5. A veces caminar de noche me deja inciertamente sonámbulo; con los ojos aturdidos, y la única manera de dormir es sedándome el cuerpo, sintiéndome muerto hasta despertar al día siguiente. Marcelo me entiende, sabe que ese es mi destino, sabe que deseo vivir como un muerto todas las noches, también sabe que la vida de un escritor es estúpida y breve, y que lo quiero más que a todas mis pastillas y libros. Llego al cuarto que he alquilado hace unos meses, la bolsa de la farmacia me deja sudando las manos; es un síntoma de mala noche. Caliento un poco de agua en la tetera, no se puede tomar café cuando vives solo; así que sólo la mezclo con un poco de leche, leche triste y dura. A media tarde hay poca gente en la plaza, Marcelo elige una banca frente a la pileta, enciende uno de los cigarros que tiene en el bolsillo «Hoy quiero manejar moto, no sé, quiero lucirme como los otros pendejos de mi barrio, y mandarlos a la mierda, que dices la alquilamos de acá de mi pata Alvarito» yo lo miro y no sé si reírme «Ya, vacan, pero tu la pagas, ahora ando pobre» me bota el humo de cigarro en la cara, yo me tapo los ojos y le sonrío por que no encuentro otra respuesta. Marcelo me presenta a Alvarito que me saluda un poco agitado, le pregunto a Marcelo si es de confiar. «Mas que a mi madre» dice mirando la fila de motos que está en la cuadra «esta motita tiene su pinta, ta’ pitucona» me señala una moto roja, se sube y le pide la llave a Alvarito «Una hora, y no se pasen de pendejos» grita Alvarito mientras Marcelo corre a toda prisa. − Primero nos vamos a mi barrio, quiero que los infelices esos me vean con esta moto. Haber quien tiene huevos ahora. 5
  • 6. − Si nos agarran en mancha yo no sé loco, además en tu barrio hay puro fumones, ni te van a ver, van a pensar que eres un chancho con bikini. − Agárrate, ¡ahora si corremos conchasumare! − acelera como un loco por el malecón de San Blas − esto si es correr carajo. − Bájale un poco o vomito en tu cara − Marcelo se ríe «cabro» grita, yo le golpeo en la espalda y se detiene. − Tanto miedo le tienes a un poco de velocidad, rosquete. − No sé que mierda te has metido en los pulmones, si quieres joderte jódete solo, mátate cabrón.− Cierra los ojos, aprieta las manos y me da un puñete en al cara. − Al menos no eres tan maricón como pensaba − Me empuja y enciende la moto. − Bájate, y vete a morder la falda de esos devotos mal paridos − Apeo, me siento en la vereda riendo hipócritamente. − Acelera pues, mátate y vete al infierno con esa la loca que atropellaron ayer. Disfruta, que tu felicidad, disfruta tu moto que se termina en una hora − me río − esa moto no es tuya huevón, eso te consta − Sale apresurado, yo sonrío entre dientes mientras camino hasta la esquina donde tomo un taxi. 6
  • 7. − Está fuerte está vaina de la procesión, hay un huevo de gente. − grita el chofer tocando el claxon. − Déjeme una cuadra antes, quiero ver a alguien. − La puerta del carro no se abre, el chofer me dice que baje por el otro lado, yo lo miro y le digo que se compre otro carro «Es imposible, el peruano solo usa lo que los gringos botan, usamos su basura, pura mierda» sonrío, y creo que tiene razón. Me quedo en la puerta del Visne’s, y con cierta demencia presiento que no podré dormir esta noche. Es una de esas jodidas tardes de Octubre, una tarde morada, donde no hay amigos ni dinero; salvo para las pastillas que son como el pan cotidiano. Decido ir a la plaza, de pronto Marcelo pasa a toda velocidad por mi costado. − Sigues molesto, o ya se te paso la mariconada − grita a media cuadra, se pasa la luz roja y corre como un desquiciado, me río de él y lo mando al carajo. A lo lejos veo a Karina comprando unas velas en la puerta de la catedral, me escondo casi a su costado, la agarro de la cintura y voltea bruscamente. − Me has hecho asustar idiota − se soba la espalda. − Perdóname, en Octubre todo se perdona, o no. − Olvídalo, ¿y por que me agarras por detrás?¿ te gusta? − Intento evitar la pregunta mirando las velas que hay en la caja − Mejor ni las mires, son muy caras − hace un silencio − ¿Me acompañas hasta la otra cuadra? aquí cerca no mas. 7
  • 8. − Claro, pero con una condición − me mira a los ojos − que aceptes salir conmigo después de tu misa − se ríe y hace un suave acercamiento a mi cara. − Ya me aburrí de estas cosas − dice en voz baja − felizmente hoy termina todo, mañana vuelvo a mi vida normal. Nos sentamos frente a la pileta, ella dice que es lugar perfecto para estar a solas, yo me quedo cayado un largo rato mientras intento mirarla a los ojos. − Por qué tan cayadito, estas triste... ¿Querías verme no? − No sé, creo que si. A veces creo que mirarte me tontea, y eso me gusta, tus ojos atontadores − Sonríe un poco fingida. Su hábito me hace sentir un pecador, un hereje hechizado y brutal, me hace verla como otros ojos, como sintiendo que no puedo quererla mientras esté vestida de esa manera. − A veces es bueno mirarse a los ojos, fijamente, sentir la mirada ajena. Es como una manera de comunicarse, es lindo − chancea Karina mirando la pileta. No dejo de mirarla. − Dime una cosa, ojala no te ofenda. ¿Te sientes bien, o cómoda vestida de morado, ese hábito te lleva al cielo o cómo es esa vaina? − No responde, se queda muda viendo la pileta. Luego se sube un poco la falda y me dice que tiene un moretón, yo finjo no mirarla, pero ella se empeña en que yo la mire, luego nos reímos y ella me llama “depravado”. De a ratos ve la hora en su celular, yo solo alcanzo a decir que tengo más frío que hace media hora. 8
  • 9. Extrañamente se levanta y sin decirme nada camina hasta la pileta, corta una de las flores y me dice que se la ponga en el pelo, yo voy a ella y le digo que es la mujer más extravagante linda y religiosa que he conocido. A mi costado hay un señor con una cámara fotográfica que se nos acerca «una fotito joven, para que nunca se olvide de su enamorada que es muy linda» Karina vacila un poco «si, tómenos la foto» El señor me dice que sonría un poco, Karina me coge de la cara y me dice que me acerque un poco más a ella, el fotógrafo hace una breve cuenta regresiva, Karina me besa en los labios y una luz blanca nos ilumina por un instante. El señor nos mira, se acerca un poco «queda» dice mientras saca un pequeño cuaderno de la casaca. − Yo la voy a pagar señor, pero la foto la lleva a casa de ella − Mueve la cabeza. Camino hasta la banca, Karina viene a mi tras sonriéndome. − Eso querías verdad, te morías por eso − me espeta cambiando de cara. − A qué estas jugando Karina, ¿quieres jugar a los enamorados, quieres fingir como una idiota la idea de ser enamorados? − Me toma de la cara. − Sería un bonito juego, podríamos jugarlo, pero no prometo nada, eso si. − Por ejemplo. − Quererte. − Entonces juguemos. Veamos quién de los dos pierde primero, pero hay una condición, yo si prometo quererte. − La beso apasionadamente, ella se deja llevar. 9
  • 10. − Mi amor − me detiene − si vamos a estar como enamorados, será mejor que yo ponga las reglas en este juego. − Dime, qué se te ha ocurrido ahora. − En primer lugar, no te quiero, así que no me pidas que te lo diga, eso me choca. − Entonces dime qué carajo sientes por mí, por que inventas un juego absurdo − Por nada, sólo me provoca probarte, saber que tan amante eres, saber que tan rico chapas, solo eso entiendes. Un juego de pendejos − yo me río aprensivo, la beso en los labios y ella suspira. − Eres una loca, y yo estoy loco por ti. Ya vas a ver, al final vas a terminar queriéndome. Llegamos hasta la catedral, todavía hay algo de gente caminando alrededor, Karina me dice que un borracho esta llorando a nuestro costado y que está mentando a la madre a todo el mundo, yo lo miro y siento lástima «Debe ser una persona que no recibió su milagro de Octubre» digo alejándome de a pocos de él, Karina solo suelta una carcajada y no deja de mirarlo «Me da pena, pobrecito debe estar loquito». De repente el borracho y con algo de ira, nos sigue hasta la esquina. «A quién han dicho loco carajo» corremos hasta la el final de la calle, él se detiene en un poste y se pone a orinar. «Ahorita los agarro carajo, espérense no mas que tengo que achicar» Karina 10
  • 11. está agitada, yo empiezo a sudar y le digo que necesito una CocaCola. Entramos al Visne’s. − En serio, por poco y nos jode ese loco − digo agitado. − Crees que se rían de mí viéndome con este hábito − chancea − te juro que es la última vez que me pongo esto, el próximo año me vuelvo mormona. − sonrío mientras muevo un poco la mesa. − Eso seria peor, pero si crees que es lo mejor, bien por ti Le pido una CocaCola a un joven que se pone a mi lado « pendejo eres, ahora no me conoces, te haces al invesil» Marcelo me mira con desaire, yo me levanto de la mesa, Karina me toma de la mano. − No jodas Marcelo, encima que me dejas en plena calle ahora vienes a joderme la noche. ¡Lárgate puto! − No lo tomes a mal Shamuquito, tu sabes cómo me pongo cuando me meto esa vaina, ni mi viejita me detiene, y eso que la quiero mucho − Sonrío vengativo, Karina parece molestarse porque a cambiado de pose. Le pido a Marcelo que se valla. Él sigue drogado, nos manda al infierno; yo lo entiendo, así es él, un fumón de los mil demonios y que cuando está en su mundo es mejor dejarlo solo. Golpea la mesa y se va rascándose la entrepierna. − Mejor ni lo mires, no vayas a corromperte más con sus pendejadas. 11
  • 12. − No entiendo cómo puede ser tu amigo ese idiota malparido, es un... − Entiéndelo − protesto − tiene problemas, pero él es como mi hermano, no puedo odiarlo. − Mira, yo no quiero que te juntes con ese fumón, te lo ordeno, o terminamos, y al carajo todo. − Pero no pidas eso, eso sería peor que mentarle a la madre, por favor − Nos quedamos cayados, ese silencio es como un cigarro en los ojos «Y la CocaCola» dice «Al carajo, ya se me pasó la sed». II He dejado las pastillas por unos días. Karina aún no sabe que vivo y muero de eso, prefiero guardarme el secreto. Las pastillas sin Marcelo no tienen ningún sentido, es como si ya no hubiese remedio para curar mis malas noches. − Ya te dije que dejes de joder. No voy a decirte que te quiero y nunca − dice Karina echándose en la cama boca abajo. − Pero dímelo aunque sea de mentira, por joder, para sentirme estúpidamente feliz. ¡Carajo dime! − Protesto − te juro que este juego no tiene sentido sin esa palabra mágica, sólo quiero que me mientas una vez más − me mira y me jala hasta ella, yo me 12
  • 13. detengo y le ruego que lo diga. «No jodas, ya te dije que no» grita empujándome al costado. Yo me levanto bruscamente y le doy una cachetada, ella sonríe «ni a golpes te lo voy a decir, vaquerito, no soy tan fácil de convencer, y si quieres que lo diga tienes que hacer más que eso» me pongo la camisa y corro a la azotea. «Por que puta la quiero de esa manera, quién carajo se a creído. La verdad samuelito, la vida y las mujeres son un carajo, solo sirven para sufrir y para joder» pienso mirando la calle desde un muro alto. − Sigues molesto vaquerito, o ya se te pasó la pataleta de niña traviesa − dice Karina poniéndose a mi lado. − Es que tú no entiendes...Al carajo, que vas a entender tú si eres mujer, como todas − me besa en los labios. − ¿Te sientes mejor?, o vas a seguir llorando como un maricón. − ¿Te puedo hacer una pregunta? aunque es estúpida, pero necesito saberlo. − Dime vaquerito, que tienes en esa mente sucia que Dios te a dado. − Qué carajo sientes por mí…De qué trata este juego, qué tipo de amor es todo esto, qué mierda quieres conmigo − hace un largo silencio. − Ay vaquerito, tu si me haces suspirar − sonríe fingida − Mira, lo que te voy a decir quiero que te lo metas en la cabeza, y para siempre. Somos enamorados, pero, sólo estamos jugando, entiendes, o sea, sólo es para distraernos, para hacer hora, 13
  • 14. entiendes, o sea no puedo quererte por que sólo te veo como un amante, como un pasatiempo, y creo que tú también debes mirarme de esa manera. Agárrate a las chicas que quieras, no me voy a molestar, y tu también déjame salir con chicos y no me digas nada, o sea de eso mas o menos trata el juego, o sea, es un bacilón − me quedo pensando largo rato, me pongo triste. − Pero yo si te amo Karina. Yo pensé que eras distinta. Verte con ese hábito morado en la procesión, era como si fueses un ángel. − No creas en todo lo que veas vaquerito, yo sólo lo hice por fregar, enserio que a mí esas cosas no me gustan ni de vainas, me siento estúpida vestida de morado, o sea piensa − le acaricio la mejilla y le doy un beso, talvez el más hipócrita y tristón de mi vida − Al menos tus besos me hacen distraer, eres tan lindo vaquerito y no sé como no pueda quererte. Me resigno a quedarme con ese mal aire todas las noches y para siempre. Esa extraña manera de amar me dolía en la cabeza, en los huesos. Querer a Karina era una manera de ser feliz; todos somos felices con una mentira. Extraño a Marcelo, Karina me ha prohibido injustamente que lo vea, sólo quiero verlo drogado un momento –que es cuando mas lo quiero-aunque sea para despedirnos, y decirle que seguimos siendo amigos, y que un día de estos alquilaremos una moto y correremos como desquiciados hasta morir en uno de los postes del malecón de San Blas. 14
  • 15. Recibo una llamada que me despierta bruscamente, balbuceo algunas lisuras, contesto. − Aló, quién habla − bostezo − qué desea. − Deseo una moto y correr como loco…No me reconoces, ya vez como te olvidas tan rápido de los amigos. − No es eso, si no que me despertaste muy temprano, y tú sabes que cuando me despiertan, no importa quién sea, lo mando al carajo. − Puedes venir, estoy en mi casa. No seas maricón y ven. − No puedes joderme más tarde. − Imposible, tiene que ser ahora, tengo algo que mostrarte − Apago el celular y lo lanzo entre mi ropa amontonada, me río desganado. No quiero ver a nadie, en domingo se respeta mi sueño y mi cama más que a la misa. Después de unos minutos me levanto y camino sonámbulo hasta la cocina, caliento un poco de agua, de repente no sé que mezclar en la taza, a penas tengo un poco de café y lo detesto. Llego a casa de Marcelo, en su puerta está una moto azul « Qué te parece, ta’ maldita no» yo lo abrazo, él me empuja y se sube a la moto «Te parece si damos una vueltita, o vas a seguir con tus mariconadas» la enciende y me dice que suba, yo me subo y lo agarro de la espalda. Acelera con fuerza y cuando llegamos a la otra cuadra frena y la moto se apaga. 15
  • 16. − Estas vainas son así, no te asustes shamuquito − dice mientras la enciende otra vez. − Y como conseguiste esta vaina, de donde la robaste − nos reímos − que yo sepa tu no tienes ni para comer más tarde. − Ya no me hagas hora, que te parece si hacemos unas carreritas, yo te alquilo una moto de Alvarito y nos vamos a San Blas a correr como desquiciados. − Ya huevón, vamos, pero solo una hora, tengo que seguir durmiendo, por la hueva me despiertas cuando estoy jateando − bostezo, Marcelo saca de su bolsillo unas pastillas, me las pone en la mano y me dice que con eso no tendré sueño, yo me las trago «Si me duermo es tu culpa»«Confía en los patas, esa vaina no falla» Corremos a toda prisa, Marcelo no deja de gritar alocado cada vez que llega a los ciento veinte. Alvarito nos mira desde la vereda, Marcelo toca el claxon y saluda a Álvaro con la mano «Queremos esa negrita, solo un par de horitas, a tus patas, no seas yucón» Álvaro me da una llave y me dice que no me pase de pendejo y que la traiga en dos horas. Marcelo enciende la moto y acelera sin importarle nada, yo lo sigo, gira vertiginosamente la calle Manzano y me enseña el dedo medio de la mano, era obvio que Marcelo tenia la cabeza llena de humo; a pesar de ser buena gente, su destino era el de un fumón, fumón y con orgullo decía. De repente se detiene y me llama con la mano. 16
  • 17. − Hacemos una carrerita, todo el malecón, el que llega primero se manifiesta con una chelita − estornuda. − Ya, pero no prometo unas chelitas, no sé si tenga, pero te puedo invitar el café que me sobró del desayuno − Me menta a la madre y se pone a mi costado, tiene los ojos poseídos, presiento que él va a ganar por que está drogado, trago un poco de saliva y enciendo la moto « ¡Corre carajo!» grita, aceleramos a ochenta, cien, ciento veinte, Marcelo está endemoniado, corre como loco. Yo apenas estoy a su tras. Él llega a ciento treinta y me pasa unos metros. Inesperadamente pierde el control y se choca con un poste, sale expulsado de la moto y cae en el pasto. Dejo la moto alquilada y corro a ayudarlo «Suéltame mierda, estoy bien, no te comportes como maricón» le pateo en la espalda « ¡Entonces jódete loco de mierda y mátate!» Se pone de pie, se sacude un poco y vuelve a la moto «No es para tanto, no te molestes, sólo que no me gusta que sientan lástima por mí, entiendes» empujo la moto alquilada hasta la vereda «tengo que irme, Karina debe estar esperándome» mira su reloj «Pero si falta hora, por que tienes que ir con ella, tu eres mi mejor amigo, eres mi hermano, no la cagues»bostezo«Mira, el caso es que...creo que no vamos a poder vernos nunca, voy a salir de viaje por unos meses y no voy a estar aquí, creo que tendrás que buscarte otro amigo mientras yo no esté, uno más leal, ya te habrás dado cuenta de que yo no valgo la pena como amigo»miento. Mira al piso y estira las manos bostezando «Es por ella no, te ha dicho que no te juntes conmigo. Yo no soy ningún idiota, sé que esa te lo ha dicho, y tú obediente le haces caso. Que huevón y pisado resultaste »protesta«No lo creo, jamás lo haría, adiós fumón, cuídate» enciendo la moto y me alejo rápido, ya no quiero verlo. 17
  • 18. Alguien golpea la puerta y me despierta a media tarde, camino lelamente y miro la hora «Quién puede joder a esta hora» logro abrir con desgana y no sé qué decir: − Buenas tardes joven Samuel − dice doña María, la dueña del cuarto que he alquilado para vivir solo − sólo le vengo a recordar que tiene hasta mañana para pagar el alquiler, no querrá que lo eche a la calle, no quiero hacer eso. − Ya, ya, mire en cuanto mi madre me mande el dinero se lo pago, ahora no tengo ni para reírme − cierro de a pocos la puerta «Espere»dice empujando la puerta «hay alguien abajo en la puerta, es una chica creo» miro otra vez el reloj «Por favor dígale que suba, que la espero en mi cama» me mira algo frívola, cierro la puerta y regreso a la cama. Karina llega y se recuesta a mi costado, me besa en los labios, yo le toco las piernas desmesuradamente y ella me detiene. − Por favor no, Samuel, no quiero que... − No quieres qué, a caso no eres mujer − hacemos un silencio, ella se recuesta en mi pecho y me dice que lo siente, que todavía no es el momento «Y cuando lo serừCuando seas hombre»me dice acercándose a mis labios. Era la segunda vez que me lo decía; creo que tendría sus razones, pero a veces esas razones eran excusas estúpidas y sin sentido. «No corras tan rápido vaquerito, te puedes caer, yo seré tu mujer cuando tenga que serlo» Me había inventado un nombre que sonaba pintoresco, ella decía que me parecía a uno de los vaqueros de las películas que veía en la casa de su tío Marconni, y por eso el nombre. − Por cuanto tiempo seguiremos jugando − chanceo. 18
  • 19. − No lo sé, todavía no me aburro de ti − Se levanta de la cama, sale del cuarto y cierra la puerta. Todavía es media tarde, corro a la azotea; que es donde quiero morir, a media tarde y muerto de frío, miro la calle entera y pienso en Marcelo. Lunes es un día jodido, me levanto despeinado, caliento un poco de agua y me resigno a tomar el café que he guardado hace algunas semanas. Me siento a la mesa y escribo la columna que publicaré mañana, ese pedazo de periódico que me mantiene de mala gana. Elijo un tema al azar «el amor es pendejo y eternamente» me río, presiento que es el último que escribiré. De pronto suena el celular, no quiero contestar y lo dejo correr, suena unas cinco veces más, carajeo, me levanto de la mesa y contesto. − Aló − respondo. − Aló hijo, por que no contestas, te olvidas de tu madre, ingrato − dice mi madre. − Qué quieres madre, estoy ocupado. − Ya te mande tu dinero, para tus cuentas, no lo malgastes − estornuda − Y, ¿sigues molesto conmigo? − No lo creas, ya se me pasará. − Hijo, quiero que vengas a mi matrimonio, Roberto te quiere un montón y quiere que vengas a vivir con nosotros. 19
  • 20. − No quiero verlo nunca, nadie reemplazará a mi padre. No iré, los dos jódanse, no quiero tu plata, no me mandes nada, cásate, pero no me metas en tu vida. − Pero te quiero hijo. − ¿Más que a los hijos de ese idiota?, no, a mí no me mientes madre, yo sé como los quieres a ellos más que a mi. − Eso no es cierto, yo te quiero más que ellos. − ¿Más que a tu marido?, no mamá, a mi no me jode nadie nunca más. Haz tu vida, y ya te tengo que cortar por qué tengo cosas que hacer − Arrojo el celular al suelo y se hace trisas. Vuelvo a la mesa, mi café está frío, ya no quiero escribir. Es un lunes jodido, jodido y triste. Entrego el fólder al señor Minaya «Cada día estas más loco, pero dices la verdad» pone un sobre amarillo en su escritorio, lo tomo y me salgo sin despedir. En el periódico nadie me habla, los mando al carajo mientras paso por sus oficinas, por ahora sólo importa el sobre amarillo que tengo en la mano. Decido comprar una bolsa de pan de molde y cinco latas de atún, al menos con esto podré vivir por unos días, pienso. Todavía sobra algo de dinero, lo guardo detrás de un cuadro de Cristo que tengo al lado de la cama «Señor bendice mi dinero»digo mirándolo fijamente. 20
  • 21. Karina me encuentra dormido, me acaricia el pecho y se recuesta a mi lado, la cama se mueve y despierto. − Pensé que era un temblor − digo bostezando. − Te estuve llamando, por qué no contestabas. − Mi celular cayó al suelo y se fue al carajo para siempre. − Perdóname por lo de la otra vez, te juro que no fue mi intención − no respondo − No te molestes, si... ¿Te parece si no besamos, así como en las novelas? − me apego a sus labios descontroladamente «haces unos movimientos con la lengua increíble» se detiene y me mira. − ¿Podemos ir a la fiesta de Fernanda?, va a estar bacán − propone Karina. − Ya, pero con una condición − afirma con la cabeza − quiero que apagues la luz y me acompañes a la azotea, tengo en mente algo que nos puede gustar o joder para siempre. − Eres un loco − dice. Subimos juntos, yo me poso en el muro, es casi de noche, tiene un poco de tarde todavía. Ella se pone a mi costado y mira toda la cuadra. − Acabo de soñar contigo hace un momento, antes que me despertaras, recién − digo perdiendo el aire. − Y que soñaste. 21
  • 22. − No me lo vas a creer, pero, dice estábamos parados aquí mismo, a esta misma hora. Tú te parabas en este muro y caminabas todo el muro, después te caías abajo y cuando yo miraba estabas tirada llena de sangre, yo sólo te miraba y no decía nada, después, de tu cuerpo salía una especie de fantasma con tu rostro que voló hasta aquí, me miró, se puso en mi cara, frente a frente, « no tengas miedo» me decía «Yo voy a estar contigo para toda la vida» − Que raro − se queda pensativa. − Después me despertaste − hago una pausa y sonrío − se me a ocurrido un juego raro, maniático, un juego de amantes. − Y cómo es − pregunta entusiasta. − Sácate el polo y quédate donde estás − ella se saca el polo mientras yo me quedo mirándola. − Está haciendo frío, mejor nos vamos ¿si? − Empieza a lloviznar, Karina se queda mirándome desde el muro. − El juego consiste en mojarnos, quiero sentir tus senos húmedos en mi pecho, tocarte hasta lo invisible, sentir que eres mi mujer, a aunque no me quieras no importa, por que para querer se necesita ser mentiroso − Nos besamos a plena lluvia, ella me despeina. De repente nos tiramos al suelo «no olvides que es sólo un juego, y que tarde o temprano terminará» dice acariciándome descontrolada«Lo sé, pero mientras dure quiero que seas mi puta, solo mía» 22
  • 23. Alguien está parado en la puerta de Fernanda cuando llegamos; un tipo de aspecto chocante, Karina me dice que es uno de los guarda espaldas del padre de Fernanda, me mira exorbito, decido voltear y simular no mirarlo«No le hagas caso, y sígueme»dice Karina jalándome del brazo. Apenas camino un poco y ya me siento jodido, jodido y loco. Las amigas de Karina conversan en el pasadizo, una de ellas se sube la falda, grita descontrolada y se lanza sobre el chico que está a su costado, se tiran al suelo y comienzan a desvestirse «Borrachos de mierda»pienso. Salgo a respirar lo poco del aire puro que queda en el mundo, me siento más jodido que antes, jodido y con ganas. − ¿Quieres estar solo?− dice alguien tocándome la espalda. − ¿Quién eres? − volteo. Un chico me sonríe, se sienta a mi lado. − No creo que me conozcas, a penas te vi entrando hoy, hace un rato. − Quiero estar solo, te agradecería si te fueras. − A donde. − No sé, vete al carajo y deja de joderme − sonríe sandiamente, enciende un cigarro o dos, le menta a la madre a algunos de los taxistas que pasan por nuestro frente, bota el humo de su boca despreocupado « Ya se acaba, la vida es como un cigarro, te chupan hasta que te terminas» se queda mirando el poco cigarro que le queda «Termínatelo tú, a mí me da pena terminarme mi último cigarro, sólo dale el ultimo sorbo y listo»el cigarro huele a su boca hedionda, a la noche que está jodida. Lo aspiro 23
  • 24. de a poco, el humo ligero me llega hasta los pulmones «Si muero mañana quiero morirme fumando»chanceo, nos reímos. − Pensé que era el único invesil que sentía pena por los cigarros − dice, yo no respondo, prefiero no conocerlo, prefiero no tener un basto amigo más. Tengo el aliento a cigarro, esputo sobre el piso y me limpio la boca, el chico de mi costado sonríe irónico. La hora del celular me enerva, a pesar de vivir solo debo llegar temprano por respeto a las pastillas que he dejado sobre la mesita de noche. Busco a Karina entre ese montón de jóvenes afiebrados, poseídos. Una de las amigas de Karina me señala el segundo piso, corro desesperado por el sueño que empieza a adormecerme el cuerpo. De repente oigo la voz de Karina entre uno de los cuartos, asomo un poco la cabeza y veo a Karina y Fernanda casi desnudas, uno sobre la otra, se besan apasionadamente, sus manos pierden el control, la noción del tiempo. Fernanda se saca el sostén «El sexo contigo es otro mundo, otra manera de vivirte, no podría vivir sin ti, por que sin ti el sexo y mi vida no tendrían sentido»respira Fernanda«No te voy a dejar nunca, ni de vainas, te amo y siempre estaré a tu lado para tener sexo hasta reventar»chancea Karina sacándose también el sostén. Alejo los ojos de la puerta, pierdo el sueño; prefiero no decirle nada, pienso que no tengo derecho, al fin y al cabo, no me quiere. 24
  • 25. Tomo un taxi en la esquina, ya no aguanto los ojos y en el viaje no puedo evitar soltar una lagrima, un lagrima de dolor, un dolor de hombre jodido, jodido y de por vida. III Me extraña no ver a doña Maria tocándome la puerta, o fumándose un cigarro en la azotea; donde extraña a su marido casi todas las tardes. Alguna vez la he visto llorando, sentada y botando humo de la boca; eran tardes medrosas «El dolor es menos después de algunos años, pero cada cigarro que me fumo es un minuto menos de vida, quiero estar con él, lo más rápido, por eso fumo, por que cada minuto menos es una hora más cerca de estar con él en el cielo»decía llorando. Toco la puerta, esta vez soy yo el que jode pienso, nadie responde cuando grito por la ventana. De repente siento que alguien me toca la espalda, volteo vertiginosamente y no hay nadie. Empujo la puerta y está abierta. En la sala de doña María hay un recuadro de su esposo regado por pedazos en el suelo, camino hasta la cocina, veo la silueta de la señora sentada en una silla y recostada sobre la mesa «Señito despierte»la muevo del hombro, no responde. Le toco la mano y esta fría, con la cara pálida y arrugada «Está muerta la vieja conchasumare»digo entre boca, me alejo un poco de ella. Siento miedo al verla muerta y sentada, me quedo absorto, triste al verla de lejos. De lejos no parece muerta; es una señora tomando el café a medianoche. − ¿familiar, algún parentesco? − dice el policía que ha venido a llevarse a doña María. 25
  • 26. − No pero, era su inquilino, digamos un amigo. Siempre la veía triste, a demás vivía sola. − ¿Y no hay más inquilinos?, ¿eres el único? − El último se fue hace dos meses, ella cobraba caro y por eso todos sus inquilinos le mandaban a la mierda y se iban debiéndole − El policía mira el cadáver de doña María «Carera la tía, conchasumare, empiezo a entender su muerte»lo miro, y pienso que tiene razón. Meten el cuerpo de doña Maria en una bolsa negra, empiezo a sentir lástima, a pesar de odiarla creo que no unía algo en común. La soledad. Me quedo solo cuando la policía se lleva para siempre a doña María; era todo una especie de sueño energúmeno, inhumano. Murió en su ley, era su hora, pero todavía pienso que la hora le llegó demasiado pronto. Decido salir a buscar algunos calmantes, la señorita de la farmacia me dice que no me las puede vender sin receta médica «Es que murió un familiar»digo«Está bien, pero no se las tome todas por que son demasiadas para una sola persona» Regreso a casa y hay tres tipos parados en la puerta, se me acercan y me piden la llave. − Dame la llave de la casa de mi madre − me dice unos de ellos. − ¿Madre de quién?...Qué carajo quieren, la señora está muerta ella no tiene hijos. 26
  • 27. − Entonces quién puta crees que soy yo. Soy su hijo mayor y ábreme antes que te saque tu mierda − Uno de ellos me da un puñete en la cara, caigo aparatosamente y me doy cuenta que me sangra la nariz. «Te jodiste mierda, nadie se mete conmigo»me levanto y le mando un golpe en el estómago, los otros dos me agarran y me empujan contra la puerta, el que está en el suelo se levanta y me tira una lluvia de puñetes en la cara «Ya carajo déjenme, no sean cabros, que chucha tres contra uno, eso es pendejada» se apiadan de mi y me dejan tirado. − Para qué te pones liso, eso te pasa por boconcito, por pendejito, ya sabes, a la siguiente te reviento toda la cara − Me quedo cayado, muerto de miedo; agarrar de a tres era mariconada, un juego pringoso − Ni pienses que vas a entrar, esta es la casa de mi vieja, así que lárgate o te sacamos la puta, ya sabes huevón. − Pero y mis cosas, no seas cabro, siquiera déjame sacar mis cosas, mi ropa, mis pastillas. No me cagues así. − protesto desde el suelo. − Eso lo veremos, mejor vete a vivir con los perros y jódenos cuando termine todo esto. − Ustedes son unos malparidos, unos hijos de perra, no tienen derecho a botarme así, donde puta voy a vivir − uno de ellos me señala el medio dedo y me cierra la puerta mientras yo aún sigo en el suelo. Me levanto después de un rato, camino cojeando hasta la esquina y pienso en Marcelo, en Karina desnuda, en la señora María muerta en la cocina; me pongo triste. 27
  • 28. Llovizna mientras decido ir a ver a Marcelo, aún me duelen los huesos, cojeo un poco. Extraño a Marcelo, extraño verlo drogado, volado, manejando como loco todo el malecón San Blas. En su puerta hay una moto roja«Este cojudo sigue con la vaina»digo sentándome golpeando el tanque de la moto. − Hola, no sé quieras hablar, pero… − Sale Marcelo. − Qué quieres Samuel, déjame en paz, vete con tu flaca, tíratela, disfruta con ella, olvídate de los amigos, deja de joderme − Veo a Marcelo y no sé si está drogado; tiene los ojos confundidos y rojos, pero lo he visto tantas veces así, que nunca sé distinguir cuando estaba narcotizado o cuando estaba normal. Lo abrazo, le digo que lo quiero y que lo lamento, el me suelta bruscamente. − Tu nunca vas a dejar la mariconada, ya pasa pasa, Ya veremos si te perdono o te mando al carajo. El cuarto huele a Marihuana, en la cama hay unos rollitos con una hierbita verde y hedionda. «Negro de mierda, como te cagas en plata y te lo fumas como un perro»digo mirando la foto de Bob Marley que está en la puerta, Marcelo se ríe y se sienta en la cama. − Desde que no somos amigos le he dado duro a esta vaina, todos los días como una puta. No sabes lo bien que me hace esta huevada, me hace volar, sentirme un poderoso, un político que se caga en plata − dice triste. 28
  • 29. − Pero ya es mucha vicio cholo, mejor deja esa vaina, te puedes joder de por vida − Marcelo me ofrece un poco de hierva, me la pone en la boca. − Si te fumas toda esta vaina te perdono y somos amigos para siempre − lo enciende − hasta el fondo, o vas a seguir con todas tus mariconadas − Lo aspiro lelamente y siento todo el humo en la garganta, me arde la boca y empiezo a toser − no jodas, ya ves que no pierdes la mariconada. − No es eso cojudo, nunca había fumado hierba, esa vaina arde, arde un huevo. − Sólo uno más y te perdono, te lo prometo − Lo aspiro de pocos y todo ese humo me llega al cerebro − Ya no jodas, no lo volveré hacer. Encima que tengo que soportar mi vida, tengo que soportar tus huevadas − me quejo. − Qué huevadas, qué pasó − Le cuento todo, desde Karina hasta la vieja muerta. Después me toma del brazo y dice: − Yo te dije, todas son iguales, y tú sufriendo por esa sonsa. − Pero no todas lesbianas. No todas son como la basura de la que enamoré. Eso si no se lo deseo a nadie, y, perdonare si dejé de ser tu amigo por ella. − Aspira lo poco del porro que le queda y me mira. − En serio que me dolió esa vaina, no sabes como empecé a fumar desde que me dijiste esa huevada en San Blas, yo creí que éramos amigos para toda la puta vida. 29
  • 30. − Qué debo hacer para que me perdones, quieres más hierba, quiere matar a alguien, dime, qué coño quieres − Se queda pensativo largo rato, luego se para y saca un pistola de su cajón «Con esta si la hacemos linda» me apunta en la cabeza, se ríe. − ¿Alguna vez has jugado a la ruleta rusa? − Me pregunta Marcelo. − No, qué es esa vaina, de qué puta es. − Si quieres que te lo diga, fumante esta última pava y demuéstrame que eres hombre, y que puedes hacer cualquier huevada − Empiezo a volar después de unos minutos, Marcelo tiene los ojos más pálidos, erguidos, perdidos, que antes. Por fin pierdo noción de todo y por todo. Estoy jodido pero contento. − Ya huevón, listo, dime qué es esa vaina de la ruleta rusa − digo algo mareado. − Metemos una bala en la ruedita de la pistola, le hacemos girar y te apuntas en la cabeza, si te chanta la bala, te jodiste − me apunta otra vez en la cabeza, quedo alelado − no te voy a disparar cabro de mierda, tu mismo tienes que disparate si quieres ser mi amigo. − Y si muero huevón, quién paga pato − me entrega el arma y me dice que le gire la ruedita, que me dispare de una buena vez. En ese momento todo pasa como en una película por mi mente; la imagen de Karina desnuda con Fernanda, de la vieja muerta en la cocina «Ya he perdido todo, qué más puedo perder ¿no?, la puta de mi flaca es lesbiana, la vieja me caga muriéndose y dejándome sin casa, mi madre me jode 30
  • 31. casándose con otro huevón, otro huevón a quien odio, y tú, cabro de mierda, ya no quieres ser mi amigo. Qué mierda, así son todos, unos hijos de perra»me apunto en la cabeza y aprieto temeroso el gatillo mientras Marcelo se termina de un sorbo el troncho que tiene en la boca. No sale el disparo que esperaba, Marcelo sonríe botado humo por su nariz«Suertudo de mierda, como te salvas pendejo mal parido»me quita el arma de la mano y lo tira al suelo − Oe me duele la cabeza un huevo… ¿Seguimos siendo amigos? O me voy al carajo como toda esta hierba que te fumas − Deja de fumar y me mira apenado. − Como desquiciados y para siempre ¡Hasta que las putas nos separe! − reímos narcotizados, llenos de humo − ahora fúmate otro para que te olvides de esa lesbiana de mierda para siempre. Paso toda esa noche drogado, alelado. No tengo celular, no tengo ropa, no tengo plata, no tengo casa, no tengo madre, no tengo a Karina; Marcelo me dice que me comprará todo lo que me falte, que me sacará del mediocre trabajo como columnista en el periódico; pero verlo apenas y de reojo me hacen sentir que todo es una trápala, un juramento alevoso y mentiroso«Gracias hermano, yo sabía que podía contar contigo, aunque tú solo cuentes con tu hierba» digo suciamente y sin pensarlo. Salgo a buscar a Karina después de dos días de encierro narcótico. Camino toda la plaza hasta llegar a San Blas, subo el callejón y llego hasta su cuarto. − Hola Karina. Perdóname, pero, te lo puedo explicar todo − me abraza y me besa en los labios. 31
  • 32. − Pero qué te pasó mi amor. Pensé que te había pasado algo. Tuve miedo. − Karina, todos estos días he estado hecho un huevón por ti, aunque no me quieras, pero no importa, igualito te quiero − Se queda mirándome. − Y por qué no llamaste, no has podido llamar siquiera un ratito para decirme que estabas bien. Yo también he estado hecho una huevona por ti. − ¿Entonces me quieres? − Ya te dije que no te apresures conmigo, y dime donde carajo estuviste todos estos días − la tomo de la mano. − No sino que…La vieja pues, la señora María murió hace dos días, y ahora los pendejos de sus hijos me han botado y ni siquiera me han dejado sacar mi ropa, mis cosas. Me han dejado en la calle esos perros de mierda. − Y donde has estado durmiendo estos días − me quedo pensando y frío. − En casa de un amigo, no te preocupes − digo entrando al cuarto. − Con tal que no haya sido Marcelo, todo está bien. Te juro que no me cae ese fumón de pacotilla − Nos sentamos en la cama y comenzamos a besarnos descontroladamente, como extrañándonos después de varios días de exilio amoroso. Karina me saca el polo y se echa en mi encima«Ahora si quiero que me hagas el amor, quiero ser tuya como siempre has querido vaquerito»me quedo pensativo«Tienes que 32
  • 33. apresurarte que hoy si estoy de humor para ser tuya, para sentir que eres mi hombre, mi amante, sácame todo, todito» en ese momento rememoro la noche en que vi a Karina con Fernanda, abrazadas y desnudas, devorándose hasta el alma. Le saco la blusa y le comienzo a tocar los senos, ella me detiene y me saca el pantalón súbitamente. En un momento no pensado ya está sobre mí, desnuda y desbaratada, en un juego de gemidos y placeres descontrolados «Ahora si eres mi hombre»dice«mi amante, mi juego perfecto»nos tapamos con la frazada. En uno de esos tantos gritos aplacerados, Karina cierra los ojos y dice«Siempre seré tuya, seré tu perra, tu puta, seré tuya Fernanda»finjo no oírlo y me quedo triste, ella voltea la cara y sigue meciéndose en mi cuerpo. El sexo termina y nos quedamos dormidos, cansados y jodidos. Duermo feliz y pendejo, desnudo y al lado de Karina. Un disparo nos despierta a medio día, Karina se viste una polera y me besa en los labios. − No sabes, tuve un sueño medio loco − dice en voz baja. − Qué coño soñaste − respondo soñoliento. − Fue muy cagón, estaba en la iglesia y en eso se levanta el padre Salomón y me dice que soy pecadora, que soy una niña mala. Yo me quedaba llorando y el padrecito se alejaba de mí diciéndome que debía hacer algo, algo bueno. − Algo bueno has sabido hacer, al menos me has hecho feliz en la cama. Cosa que ni ese curita ha podido hacer − nos reímos. 33
  • 34. − Tienes que acompañarme a la iglesia de Juan Pablo, necesito confesarme para liberar mi alma. − Claro, pero te advierto que yo no me voy a confesar, eso es de maricas, yo me quedo afuera, tu siguieres entras pero yo no le entro a esa vaina. Tomamos un taxi hasta la iglesia de Juan Pablo, el taxista nos dicen que acababan de matar a un señor en el banco«De razón que oímos el disparo hace ratos ¿no amor?»Asiento con la cabeza y el taxista se ríe, tiene una risa gruesa y fingida. De repente llegamos a la pileta frente a la iglesia de Juan Pablo, Karina me detiene y me dice que entrará sola, que la esperase afuera. Me quedo esperando, sentado y mirando. Sale después de un rato, me mira de lejos y me manda un beso volado, en ese momento me llega a la mente la escena de Karina y Fernanda desnudas; esa imagen se a convertido en un frívolo trauma que me tiene jodido. − Ahora si me siento más tranquila, tengo el alma tranquila − se abraza. − Y cuál a sido tu mayor pecado entre esta y la semana pasada − pregunto. − Creo que el haber tenido sexo duro y brutal contigo − hace una pausa − nuestro pecado. − No me jodas, no me vas a decir que nunca has tenido sexo con alguno de tus enamorados o amigas. Eso no te lo creo, no friegues − no dice nada hasta llegar a la esquina para cruzar a la otra calle. 34
  • 35. − Te juro que soy, o, bueno era virgen hasta que llegaste tú y me rompiste la inocencia. Fue mi primera vez en mi vida, te juro por todos los santos de esa iglesia que es verdad, si quieres que se muera el cura y que todos los obispos se vayan a la mierda, pero te juro que es verdad. Llegamos a una calle cerca al cementerio, Karina me dice que talvez ya hayan enterrado a doña María, que entremos a ver a la vieja muerta. Hay un grupo de personas que rezan en silencio y delante de un cajón marrón. Reconozco entre ellos a uno de los hijos de doña María, a ese “cabrón” que me había roto la boca unas noches atrás. Decido vengarme, tomar venganza con mis manos, mandarlos al mismo infierno junto con su madre. «Karina, tenemos que aprovechar este momento, tengo que regresar al cuartucho y sacar todas mis cosas»de repente corremos hasta la puerta del cementerio, sin decirnos nada más y tomamos un taxi. En el camino Karina me dice que no debería hacerlo, que era mala idea«Sólo tomaré lo que es mío, el resto es pura basura, no me importa» Bajamos una cuadra antes, Karina me dice que no me ayudará, que soy un cabro por hacerle eso a la señora « ¿Hacerle qué? o sea yo le voy a regalar mis cosas a los cabros que me golpearon, a esas putos que se salieron con la suya agarrándome de tres, no me jodas Karina, pero eso no me parece justo»Voy hasta la puerta y logro abrirla con una de mis llaves, penetro en la casa y le digo a Karina que suba conmigo, que tengo miedo y que soy un maricón. Mi cuartucho en el segundo piso está algo triste y sucio, recojo algo de ropa y la meto en una mochila«Sólo quiero mi ropa y mis pastillas, el resto que se lo queden, no me interesa»Salimos del cuartucho y pienso que sólo haber entrado en la casa no era una venganza, y que debía hacer algo más, algo que los jodiera. 35
  • 36. Empujo la puerta de doña María y está abierta, entro a su cuarto y en frente de la fotografía de su esposo me robo las joyas y la plata que doña María guarda en un cajón al pie de la cama. Escondo el dinero que era de mal manera un montón de plata, salgo y Karina está en la puerta, le digo que pare un taxi y que nos vayamos de ahí para siempre. A penas llegamos al callejón y Karina dice que Fernanda está en la puerta de su cuarto, corre hasta ella y Fernanda le da un beso en la boca. Las miro de lejos y otra vez, esa pérfida imagen en mi mente de las dos haciendo el amor. «Esta vez ya me llegó al huevo, ya me llegó pincho estar con esta lesbiana de mierda, con esta pendeja malparida. Nadie me jode dos veces, nadie me caga de la misma manera, nadie, ni siquiera tú puta de mierda, tú ni nadie»pienso. Volteo, y al cruzar a la otra calle no puedo evitar llorar; ese beso era peor que haberlas visto desnudas, ese beso era joderme, era dejarme como un invesil. Ya no está la moto roja cuando regreso a casa de Marcelo, toco la puerta y sale él vestido con un bibirí y oliendo a Marihuana. − Y qué pasó contigo, donde mierda te metiste − me reclama Marcelo. − Tuve que ir a mi ex jato para sacar mi ropa − me río − fue algo de putas no sabes, hasta le robé plata a la vieja − saco el dinero que tenía en el bolsillo, Marcelo lo mira poseído y comienza a saltar como loco por todo el cuarto « ¡Bien carajo, tenemos un huevo de plata!» grita Marcelo excitado «Toda esa plata es tuya mi hermano, te la regalo para que te la fumes toda, para que tengas toda la puta hierba que quieras» Marcelo me abraza, y me dice que la hierba será nuestra, nuestra y hasta morir. 36
  • 37. − ¿Y la motito roja? Qué le pasó, donde la dejaste empeñada huevón. − Tu sabes, cuando estas en esto, hasta tus cosas más queridas se van al carajo por ti, por tu hierbita. Por toda esa huevada que no consigues en la vida real, y que sólo la consigues fumando un tronchito. Esta huevada es mi felicidad, al carajo con el resto. Ahora sólo me importa ser tu amigo y ser fumón − suelta unas lágrimas y me abraza. − Ahora tú eres el de la mariconada. Después a mí me hechas el pato, tremendo rosquetonazo y llorón. Luego de un rato pongo todo el dinero sobre la mesa, Marcelo lo cuenta y me dice que con esto compraría hierba hasta para destruir la capa de ozono. Guarda la plata en una bolsa negra y me dice que tiene que salir a comprarla, que si pasaba un hora más sin fumar, podría terminar suicidándose. Regresa después de dos horas, pendejo y feliz. «Ahora si, nadie nos para compadrito, nos fúmanos todo esto o no somos hombres» finjo una sonrisa y me recuesto en la cama. − Sabes algo Marce, tienes razón, todas las mujeres son unas pendejas. − ¿Lo dices por lo de Karina? No jodas, no me diga que sigues enamorado de ella sabiendo lo que es, no, una machona − se ríe toscamente y me golpea en la espalda. 37
  • 38. − No me importa lo que sea, igual la quiero. Entre pendejos nos entendemos, así somos felices. − Entonces jódete Samuel y no digas más sobre ella. Ya me tienes hasta la coronta con todo esto, por qué mejor no le robas más plata a la vieja. − Ya le robé todo, la dejé calata y sin herencia a sus hijos − me río − eso les pasa por haberme votado de mi casa, por cabros y por hijos de puta − Marcelo me ofrece una de sus pavas y me la pone en la boca«Mejor cállate y ponte a fumar» El cuarto se llena de humo, humo hediondo y triste. Marcelo se queda cayado largo rato y no dice una palabra, en realidad no dice nada cuando fuma, eso le jode. Me quedo ojeando algunas revistas que están en el suelo, no quiero molestarlo, esa es su felicidad. − Y tus padres cuando llegan de viaje − digo cuando se termina de fumar un troncho de un tiro. − Qué viaje, quién. De qué chucha hablas − responde Marcelo fastidiado. − De tus viejos, no me decías que ellos paran de viaje − Enciende un troncho. − ¿Quieres que te diga la verdad? − ¿Te jode? 38
  • 39. − Mi familia murió hace un huevo de tiempo, como hace tres años en un accidente. Justo mi tío se compra una combi y nos dice que quiere estrenarla con un paseo familiar. La cosa es que ese paseo se fue a la mierda y todos murieron menos yo, una noche antes, me discuto con mi madre y me dice que no iría al paseo, que me quedaba lavando mi ropa, te juro que a esa hora me entra el demonio y le mando a la mierda a mi madre, me salgo corriendo y no la vuelvo a ver nunca más, fue pendejo, pero esa fue la despedida con mi madre. − Pero cómo pasó, se cayó el carro se quemó o qué − le pregunto. − Se cayó al abismo y, ya pues, todos al río − se rie. − No pareces estar muy triste…o sea lo de tus viejos de viaje era mentira. − Si pues, una mentirita − vacila un poco − no te molestes, que para ser feliz hay que ser mentiroso. Aunque con esta hierbita, tengo pa’ rato − sonríe. − No seas tan fumón que podrías terminar muerto, huevón de mierda. − Tienes razón. Mira, si me pasa algo quiero que me entierres en el patio, aquí atrasito − me señala su patio − no quiero pudrirme en un cementerio entiendes. Quiero que me lo prometas, que me lo jures por tu mamacita que así será, de pata a pata, esa es mi última voluntad − me extiende la mano. − Esta bien, te lo prometo y no solamente por mi mamacita, también por nuestra amistad, y por chupo de cosas que hemos hecho juntos − Me abraza, era la 39
  • 40. segunda que lo hacía, y ya me parecía raro. Marcelo dice «Que maricón soy, perdóname pero no sé, hoy me dio ganas de abrazarte, tengo una extraña sensación»Marcelo esta drogado y lo tiene todo en los ojos. Luego Marcelo se recuesta desnudo en la cama y me dice que debe dormir unas horas, se tapa con varias frazadas y se despide diciendo que mañana seguiremos con la “vaina”. Amanezco en el suelo y con frío, es una jodida mañana de sábado, jodida en todos los sentidos. Marcelo aún no despierta, está tirado y narcotizado, con la cabeza sedada por tanta hierba. Intento despertarlo y lo siento frío al tocarle las manos. «Marce, huevón, despierta» lo destapo de la frazada. Misteriosamente no respira, está frío «Carajo no, Marcelo no te puedes morir ahora, despierta huevón, no jodas no te vayas»intento despertarlo, pero es vano, Marcelo está muerto y para siempre. Lo miro y no lloro, talvez fue su hora lo que lo condenó a morir como un fumón, como un desquiciado adicto a las buenas hierbas que lo hacían huir de este mundo jodido. Lo cubro con varias frazadas y le dejo en el suelo «si me pasa algo quiero que me entierres en el patio, no quiero pudrirme en un cementerio entiendes. Quiero que me lo prometas, que me jures por tu mamacita que así será»evoco lo último que dijo Marcelo. Lo miro por última vez antes de enterrarlo en el hueco que he hecho en el patio; me parece verlo sonriente y muerto, feliz y conforme con su pronta muerte. Lo tapo, lo pongo en la fosa y me despido de él con unas palabras «Después de todo la hora te llegó y bien llegada, pero quiero que sepas que supiste ser un buen amigo de drogado y de sano, fuiste un buen pendejo y eso te cayó bien toda la vida. Amigos y para siempre, hasta que las putas nos separen, pero creo que hoy la muerte fue más 40
  • 41. puta y nos separo, aunque no por mucho»lo entierro y salgo corriendo al cuartucho, que ahora huele a hierba y a Marcelo muerto. IV Pasan dos días y no soporto más vivir en esa casa, el olor a marihuana está en todas partes. Decido irme y para siempre, pongo toda la hierba en una bolsa negra y me resigno a no fumarla y a ponerla sobre la tumba de Marcelo, como una ofrenda por nuestra amistad, como para recordar nuestros últimos días narcóticos. Llego a la puerta y me despido de Marcelo en voz baja, luego camino a la otra cuadra y me doy cuenta que no tengo más remedio que ir a buscar a Karina. Toco la puerta y ella sale con una pijama rosada, me mira, me abraza y me besa en los labios. − Por qué te fuiste como un perro ese día, qué carajo te pasó para que me olvidaras por tantos días − me reclama. − Cosas mías mujer, cosas que se dieron de momento y que me dejaron jodido por varios días. − me defiendo. − ¿Fue por el beso? ¿Te jode que me haya besado con Fernanda? − ¡Si, me jode y mucho! − me calmo − no sé pero, a veces pienso que no debería quererte − me toma de la mano y cierra la puerta. 41
  • 42. − Y yo a veces pienso que sí debería empezar a quererte. − Y por qué coño no haces el intento de una puta vez − le espeto. − ¿Esperas que te perdone después de desaparecerte por varios como si nada? − me empuja a la cama. − no lo creo, pero, al menos te puedo decir que, si me fui ese día fue por que te amo, por qué desde qué te conozco estoy hecho un huevón por ti. − se acerca y da un beso con cierta lástima. − No sabes lo lindo que te pones cuando me dices que me quieres − me vuelve a besar. − Y qué otra cosa podría decirte. − Que soy una perra, y que me odias por haberme besado con Fernanda ese día, o por no decirte que te quiero. Eso por ejemplo, − No pensaría eso de ti ni de vainas − hago un pausa − la verdad es que me he resignado a quererte a solas y a que me digas que no me quieras, el fin y al cabo no puedo obligarte a quererme, eso sería joderte y lo menos que yo quiero hacer es joderte la vida. Karina se levanta y sienta en la cama, se queda pensativa o sintiendo lastima, o las dos cosas. Luego se levanta y apaga la luz, se vuelve a la cama y se recuesta a mi 42
  • 43. lado. Me quedo cayado y pienso que está fingiendo conmigo, que todo es parte de su juego, que no le importa en lo mínimo mi amor, que no es otra cosa que sufrir por ella. − Te juro que ese beso con Fernanda fue, sólo un juego, un jueguito y punto. − ¿Así como nuestro amor? Un juego de pendejos mentirosos. − le encaro. − Sabes algo vaquerito − sonrió tontamente − estoy empezando a quererte, todos estos días que no supe nada de ti no dejé de pensar en ti, te extrañaba todas las putas tardes como una cojuda, hecha una huevona por ti. Empezamos a vivir juntos después de unos días, Karina me dice que tengo que buscar un trabajo, que no sea un vago, y que si no traía plata me mandaría al carajo. Camino todo el parque Bermúdez para ver los anuncios de trabajo para gente mediocre, al rato encuentro un anuncio que decía: “SE NECESITA UN JOVEN PARA PUESTO DE VIJILANTE, BUEN SUELDO” Comienzo a trabajar y a llegar tarde al cuarto de Karina, ella misteriosamente me espera con una taza de café, dos panes con mantequilla en la mesa. − Por qué lo haces − Ya te dije que estoy empezando a quererte vaquerito. El lunes es un día jodido, jodido y con ganas. Mi trabajo consiste en cuidar una puerta a la que casi nadie entra; un absurdo trabajo de vigilante. Es lunes y me paro 43
  • 44. a un costado, o sentado en una silla, recordado mis otros lunes en los que escribía mis columnas para el periódico. De repente alguien se acerca un auto negro y se acerca hasta la puerta, una señora baja y corre para abrasarme. Es mi madre. − Mamá suéltame, estoy trabajando, qué quieres. − me abraza. − Hijo, no quiero que sufras trabajando como un simple vigilante, yo te puedo ayudar, te puedo dar una mejor vida. Podemos ir a vivir juntos, Roberto te quiere y está feliz en que vengas a vivir con nosotros y ser una bonita familia. − No mamá, bonita familia nunca, y menos con ese idiota y los cojudos de sus hijos. Tú dejaste morir a mi padre para casarte con ese idiota. Papá te quería, y tú lo sabes. − Mi madre llora y deja de mirarme. Baja Roberto del auto negro y me mira airado − Si quieren váyanse, déjenme en paz, y no me jodan más, váyanse ustedes al carajo con toda su maldita familia. − Si no quieres no te vamos a estar rogando, a demás no quiero vivir contigo y si hago esto lo hago por tu madre. A mí me importas un carajo. Valiente igual a tu padre − me grita Roberto que está abrazando a mi madre. − Al menos mi padre no están pendejo y termina comiéndose a la mujer de su mejor amigo. Al menos mi padre no es tan hijo de puta como tu − Jala a mi madre hasta su auto negro y se van, no sé si para siempre, pero no quiero volver a verlos. No se lo cuento a Karina, no quiero que sepa que odio a mi madre. 44
  • 45. Los domingos vamos a misa, Karina dice que nunca debemos olvidarnos de nuestro señor, que nunca es tarde para arrepentirse. Ella se pone a rezar en voz baja, yo me arrodillo a su costado y pido por Marcelo –a pesar de ser agnóstico- Karina se levanta, se persigna y me dice que nos vamos. El domingo es día de iglesia, día del señor dice Karina, y de lunes a sábado son días de relajo y pendejada, se rie. Algunas tardes vamos al Visne’s ella pide un batido de fresa y yo alcanzo a pedir un café. Ella toma tu batido y me dice que está enamorada de mí, yo me callo y presiento que lo que dijo es una trápala. Llueve mientras estoy parado una tarde en la puerta de la fábrica, de repente aparece una camioneta blanca que se estaciona en la puerta, tocan el claxon y uno de ellos me saluda agitando la mano, yo lo saludo tontamente y me acerco a ellos. − Qué se les ofrece − digo. − Que te mueras conchatumare − bajan cuatro tipos de negro y me rodean, yo me quedo absorto y les mento a la madre, unos de ellos mete un puñete y me deja tirado en el suelo. Me amarran y me dejan en el depósito, corren y me cierran la puerta. Se oyen unos disparos y algunos gritos de pavor. « ¡Sáquenme carajo! »Me quejo, nadie me escucha. Después de una hora llega la policía y me encuentra amarrocado. − Se encuentra bien señor − me dice un negrito uniformado. − ¿Todos están bien? − pregunto. 45
  • 46. − No, hay como cinco que han muerto − Aparece en gerente y me espeta: − Por tu culpa hijo de puta, no debí confiar nunca en ti. ¡Lárgate! Vete a la mierda y no jodas − Extrañamente la policía me suelta y me deja ir. Regreso al cuarto y no puedo evitar soltar unas lágrimas. Me acerco a la puerta, tiemblo un poco al querer tocar, cuando de adentro se oye unos gemidos, miro por un hoyo que está en la puerta y veo nuevamente a Karina y Fernanda en un juego apasionado, empiezo a agitarme y a temblar como invesil. Acerco un poco mi oído a la puerta y alguien dice: «Todavía tenemos tiempo para acariciarnos, ese idiota llegará a las nueve»Empuño la mano y pienso«Nadie me caga dos veces, nadie, nadie se burla de mi, nadie me deja como un pendejo. Te jodiste puta de mierda, ahora si vas a saber quién carajo es Samuel Bustillos, te jodiste conmigo, te jodiste y eso te joderá para toda tu vida» Se me viene a la cabeza el arma de Marcelo, decido ir a buscarla para cobrar venganza, para hacerme respetar y dar una lección a todos, mandarlos al carajo y quedarme tranquilo. Me subo por la pared del patio donde está enterrado Marcelo, corro hasta el cuarto y encuentro todo como lo dejé el día que me fui. El arma aparece bajo la cama, lo tomo en mis manos la abro y sólo veo que posee dos balas, me levanto a buscar mas balas entre las cosas de Marcelo y sólo encuentro un silenciador, lo cual me lleva a la mente el más cochambroso plan: Matar a Fernanda sin que nadie lo supiera y sin que nadie lo oyera. 46
  • 47. Me paro una esquina antes de llegar al cuarto de Karina, de repente pasa un loquito que se me acerca y me saluda «Que linda tu pistola, ojala que dispare» dice el loquito. − ¿Te gusta? − le digo − ¿te gustaría que fuera tuya? − me mira fascinado, excitado por lo que le dije − Mira, te tienes que parar aquí y tienes que disparar al que yo te diga, le disparas y la pistola es tuya. − Y si me muero − alucina. − No creo, los locos no mueren, además esta pistola no hace bulla, tu le disparas y te sales corriendo con la pistola. Me alejo unos metros, el loquito se para con el arma, apuntando desde la oscuridad. Fernanda sale de la puerta de Karina y se despiden otra vez con un beso en la boca. Fernanda está cerca de la emboscada, en la boca del loco. Le señalo para que la dispare, el loco apunta descontroladamente y dispara sin creer en nada, Fernanda cae aparatosamente al suelo con la cabeza destrozada. El loco corre todo el malecón con la pistola en la mano y se pierde entre los árboles. − Muerta la perra, todo consumado − digo mirando el cadáver de Fernanda desde mi escondite. Karina me abre la puerta y me mira extraño. 47
  • 48. − ¿Estas bien? Te noto pálido, qué pasó. − Nada, qué puede pasar − me defiendo. − No nada, olvídalo. Cómo te fue en el trabajo − Bien, todo, bien. Y mejor ya no me preguntes y déjame entrar que me estoy cagando de frío. Duermo y bien, no tengo ningún remordimiento en haber mandado a matar a Fernanda a manos del loquito. Era una buena venganza, nadie se podía enterar, era un secreto entre el loco y yo. Era una muerte necesaria, justa y perfecta. Karina no entiende mi felicidad de repente, se ha puesto pensativa y triste, se ha quedado callada y llorando en la cama. El entierro es de tarde, Karina me dice que pida permiso al trabajo y que fuera con ella. «No tengo que ir, no era mi amiga y a penas la conocía, nunca me la presentaste»refuto, pero ella insiste y dice que cuando alguien muere no importa si lo hayas conocido o no, que la muerte no discrimina. Me visto improvisado, Karina mientras se pone una blusa negra y se mira en el espejo, triste y negra, sollozando y perdida. La tarde en el cementerio es jodida, todos lloran abruptamente, o se abrazan para decir que lo sienten «Sienten qué, acaso le importa en lo mínimo la muerte de esa chica»pienso«Su hora es su hora, y si Dios puso su destino en las manos de ese loco, al carajo, nadie puede con eso»maquino. 48
  • 49. Salimos del cementerio y me siento extrañamente feliz, como si hubiese terminado con algo que me atormentaba y abismaba todos los días. Karina ya dejó de llorar, sólo camina muda a mi lado. Regresamos al cuarto y nos tiramos en la cama. − Amor, ¿sigue triste por la muerte de Fernanda? − pregunto en voz baja. − No es justo que haya muerto, no es justo. − Pero, si es su hora, qué vamos hacer, no podemos hacer nada contra ello. Talvez en su destino estaba el de morir en manos del que lo mató. − Pero, por qué lo mato, qué le hizo ella, qué carajo hizo mi amiga − se queja mientras se soba los ojos. − No tengo la menor idea, que razones habrá tenido el que lo mató para que lo haga y para que se vaya sin dejar rastro alguno y para que no se oyera el disparo, qué carajo habrá pasado por su mente a la hora de dispararla ─ me mira a los ojos, como si sospechara algo. ─ Mi amor ─ Qué ─ Te amo, y no sabes cuanto, ni cómo, te quiero como mierda, y si algún día te llegara a pasar algo, me vuelvo loca. 49
  • 50. − Y qué pasará con nuestro jueguito ¿terminó? O ya te aburriste de mí y ahora quieres mandarme al carajo − Me besa en los labios y me tapa la boca con los dedos − Te quiero decir algo, pero no sé, tengo miedo. − Dime, qué hiciste ahora. − No tengo trabajo, te mentí. Hace tres días que me sacaron, por que entraron tres o cuatro tipos, y me amarraron en el depósito y mataron a cuatro trabajadores. Fue mi culpa, y el gerente me mando al mismismo carajo y me despidió diciéndome «Nunca debí confiar en ti ¡Lárgate y vete a la mierda! − Ya conseguirás otro mañana, ahora duerme, y sueña conmigo. Regreso al parque Bermúdez, resignado. Esta vez hay pocos avisos, le pregunto al señor que está sentado si no tiene más y me dice «La mayoría es para profesionales con título... a ti, te puedo mostrar una chambita fácil en una clínica privada»me muestra el anuncio y me dice que el trabajo consiste en limpiar de ocho a cinco, se lo agradezco«También hay ricas enfermeras con buenos culos»dice riéndose. Llego temprano, le pregunto al de seguridad por el doctor Páez, me dice que está en una operación y que lo espere. Misteriosamente aparece una enfermera y me dice que me llevará con el doctor«Al menos no se equivocó el señor con lo de las enfermeras de buen culo»pienso 50
  • 51. − ¿Vienes por el trabajo? − pregunta coqueta. − Creo que si, aun que me temo que no duraré mucho tiempo. − No lo creo, eres muy lindo para que lo pierdas. Al menos no voy a estar tan aburrida − Yo tampoco − calculo y sonrío. El doctor Páez me recibe después de un rato, es un tipo alto y con una prominente barriga, me ofrece un poco del wiski que está en su mesa. − Discúlpeme, pero no tomo − se ríe irónico. − No jodas hombre, un traguito no te hará daño, es solo para festejar tu ingreso a esta clínica. El puesto es tuyo. − Así no más, no me va a pedir algunos documentos, no me va a preguntar cosas sobre mí. − Confío en ti. Eso de hacer preguntas es perder el tiempo, y el tiempo en esta clínica es oro, así que cámbiate y ponte tu uniforme. − ¿Qué uniforme? − Que te diga Carito la enfermera que estuvo contigo hace un rato. 51
  • 52. Carito me lleva a un cuarto de limpieza, me muestra el uniforme y me dice que me lo ponga en su delante. Me saco el polo y le digo que te tengo frío, ella se acerca y me besa en los labios «Que hombre más delicioso eres, el mejor que haya trabajado en esta horrible clínica» me besa alocadamente «Y si nos ven»digo«No creo que nos jodan por un buen rato, ahorita están en una operación»responde. De repente cerramos la puerta del cuarto de limpieza y nos besamos desenfrenadamente. − Estoy enamorada de ti − dice. − Tan rápido − Ni creas, chapas tan rico que es como si te conociera de varios años − me quedo pensativo − Qué pasa, te sientes bien mi amor. − Me siento un canaya ¿no crees que estamos exagerando? − Exagerando es una linda palabra, pero yo no lo creo así. − Pero tengo enamorada, y no quiero traicionarla, nunca. Yo la quiero − me acaricia el cabello. − Que tierno eres, ahora con más razón voy a quererte. − ¿No entiendes? − Yo también tengo enamorado, pero este idiota, como está molesto conmigo no me va a llamar en tres días, así siempre pasa. 52
  • 53. − Y, no piensas en él, no crees que él en este momento este pensando en ti como un huevón − se saca el saco blanco y lo tira al suelo. − Que piense lo que quiera, que llore, no me importa. Cuando yo quiero algo lo tengo, y si te quiero a ti, ni él ni tu noviecita me lo van a impedir − Se desnuda por completo y se recuesta en el suelo, como esperándome. Es un sexo hipócrita y prohibido, vertiginoso. Se viste rápidamente cuando terminamos y me deja solo en el cuarto de limpieza. Los encuentros en el cuarto de aseo se hacen cotidianos, todas las mañanas me espera Carito pendejeando desde puerta del cuarto de aseo. No puedo evitar sentirme feliz y pendejo; sin pastillas y sin la marihuana que fumaba con Marcelo. − Por qué hoy te demoraste mucho − se queja. − No había carro y mi mujer no me soltaba − miento. Carito ha empezado a tratarme como a su amante, todas las tardes me espera en la puerta para irnos juntos hasta su departamento donde vive sola, caminamos toda la plaza hasta llegar a la calle Cervantes donde nos despedimos con un beso de labios. Estoy empezando a quererla. El doctor Páez me saluda esporádicamente o cuando está feliz, es un hombre de muchos misterios, torpe cuando habla con una dama y demasiado sincero «Estas muy fea, y pareces enferma y vieja rosita»dice cuando pasa la doctora rosa por su lado. Carito dice que el doctor Páez es homosexual, y que lo ha visto en discotecas de 53
  • 54. ambiente algunos sábados. «Es su decisión, su vida, que se joda si le gusta ser como tú dices»respondo, ella sonríe y me dice que lo defiendo mucho. Una noche mientras caminamos por la plaza Carito me dice que nos sentemos un momento, que quiere pasar un rato más a mi lado. − ¿En realidad estas enamorada de mí? − pregunto irónico. − Me temo que sí − responde. − Y no te has puesto a pensar nunca por qué. − No sé creo que fue desde la primera vez que te vi en la puerta con el guachimán − sonríe tapándose la boca − de repente te miré de lejitos y ¡pun! se produjo el famoso clic. − Que linda eres, pero, antes dime una cosa ¿cómo te llamas? Yo sólo te conozco como Carito, más no sé ni miércoles. − Evelin Carito Galdos Reyes, y tú, señor misterioso. − Samuel Esteban Bustillos adrianni − Extiendo las manos. − ¿Adrianni? No jodas − vacila un poco − eso si está regio, el nombre perfecto A-dria-nni − suelta una risita burlona. 54
  • 55. Después de un rato me dice que la lleve a su apartamento, que la lluvia está comenzando y que no quiere mojarse. La llevo hasta la calle Cervantes y me despido, ella me abraza y me lanza una pregunta. − ¿Somos enamorados? − Carajo, no sé, déjame pensarlo, mañana te doy la respuesta, además recuerda que tengo flaca, y eso sería pendejear. − ¿Quieres ser mi enamorado? − Lo pienso unos segundos. − Yo creo que sí, porque, también me gustas un huevo y lo de mi flaca, no sé, me haces dudar mucho, eres una salvaje, una niña mala. − Todos los hombres son pendejos, y tú por qué no puedes ser uno más de la lista, te juro que ni ella se enteraría. − Si mi amor − me besa apasionadamente. Luego explica: − Te amo, y no importa cuan rápido haya sido todo esto, pero, me gustas un huevo, qué podemos hacer contra eso. Llego al cuarto de Karina, la encuentro dormida, con el televisor prendido y semidesnuda. La despierto con un beso en la espalda. − Donde estuviste, por qué recién. − me jala hasta ella. 55
  • 56. − Horas extras, el mismo jefe conchasumare de siempre − Hace un silencio breve mientras me mira hasta el alma. − Quiero que me hagas el amor, que me hagas sentir mujer y que me quieres, que me deseas − me suplica. − No puedo − me evado. − ¿Ya lo has hecho con otra? Respóndeme − me espeta. − No, sólo estoy cansado, hoy fue un día matadazo − me defiendo. − No te entiendo Samuel, desde que estas en esa clínica de porquería te has estado comportando indiferente conmigo. Qué pasa ¿Ya no me quieres? ¿Te estas aburriendo de mi? − Son ideas tuyas, y sabes algo, no tengo tiempo para soportarte tus caprichitos. Sírveme mi lonche y deja de fregarme la pita. − Así − se exalta − si no me haces el amor no te hago el lonche, así de fácil. − No lo voy hacer, no jodas, que te parece − digo soberbio. Ella se hecha en la cama y se pone a sollozar, yo me recuesto a su lado y la ignoro. Tal vez ya no la quiero y talvez ya me haya aburrido de ella para siempre. En los días siguientes Karina no me habla, se hace a la dormida cuando llego, y eso de pronto eso ya no me importa, de pronto me doy cuenta que he dejado de 56
  • 57. quererla y que me he aburrido de ella «Qué coño me pasa, tanto he luchado como un huevón por ella para que ahora no me importe un pepino, para que ni siquiera sienta ganas de hacerle el amor ¿enserio que la estoy dejando de querer? Que malo soy, o sea la voy a cambiar por Carito, eso si es de putas, es una pendejada.» pienso cuando estoy recostado a lado de Karina. De repente soy feliz con Carito, he empezado a no querer a Karina, ni siquiera un poco, eso me duele, pero, ya no puedo encontrar amor en ella, todo es apático y frío, nuestras noches se hacen un funeral. Los dos cayados y ciegos, sin tocarnos, sin mencionarnos. Ya no quiero a Karina. El miércoles de una semana jodida salgo temprano del trabajo, el doctor Páez me dice que no es necesario que lo limpie todo, que me podía ir. Llego al cuartito de Karina y empujo la puerta. Veo a Karina y a otra mujer desnudas en la cama, me importa un bledo y me paso por su delante. − Sólo vengo por mis cosas − invento − tú sigue cachando con tu mujer, no me importa − se quedan calladas mientras saco la mochila del closet y comienzo a meter mi ropa al azar. La chica se viste apresuradamente y se marcha sin decir nada, cierra la puerta bruscamente. − Tenemos que hablar. A donde vas. − Se levanta Karina. − Karina yo no soy ningún idiota para creerme tus cuentos, yo ya sabía que eras una lesbiana del carajo hace un huevo de tiempo, y que parabas tirando con Fernanda, y si no te dije nada fue por que pensaba que te quería − le encaro. 57
  • 58. − Si, soy una lesbiana de mierda y qué ¿te jode? − Me importa un carajo lo que seas o hagas Karina. − Yo no me llamo Karina. − Entonces quién eres o qué eres. − Me llamo Diana. − Entonces Diana, al carajo con todo, al carajo contigo. Me largo para que sigas con tu vida de lesbiana, jódete. Yo me voy con mi mujer, porque a ella si la quiero y la quiero un huevo. Contigo, contigo se fue todo al infierno. − ¡Lárgate! Perro desgraciado, lárgate y vete a la misma mierda − me golpea en el pecho. − Me voy, me voy, pero al menos yo no soy ningún cabro ni lesbiana, en cambio tú si, y eso te va a joder toda tu vida ¡Machona! − se queda callada, triste a mi frente. − Tú nunca me habías dicho eso, en verdad, eso si me dolió mucho − Se recuesta en mi pecho y se pone a llorar − Te amo Samuel, te amo como no tienes idea, te amo como una perra − me besa en los labios. − Lo siento mucho Karina, o Diana, o no sé quién seas, pero yo ya dejé de quererte, y tenías razón, desde que trabajo en esa clínica me he vuelo más frío contigo, 58
  • 59. porque conocí a otra mujer, y, créeme que lo siento, pero yo a ella si la quiero, la amo, daría todo por ella. − No me digas eso, sólo dime que es una broma y que lo sientes. − No Karina, no es ninguna broma, te lo juro, y no me disculparía, porque cuando yo babeaba por ti y cuando te veía haciendo el amor con Fernanda, nadie me decía que era una broma o un juego − trago un poco de saliva − Yo mismo tenía que resignarme a mirarte desde la puerta hecho un huevón, llorando como idiota por ti. − Perdóname, nadie es perfecto, y eso tu mismo me lo decías todo el tiempo. − No Karina, tú misma jodiste todo, tú misma mandaste al carajo todo esto. Ya no se puede hacer nada, ya todo se fue al diablo. − Hagamos un último intento, yo sé que lo que tú estas diciendo es por cólera y que no lo dices enserio − me río burlón. − Ni loco, terminaría odiándote, y no quiero hacer eso. ¿Quieres jugar otra vez ese juguito tonto que inventamos hace tiempo? ¿Quieres seguir con tus caprichitos de niña mala? Las lesbianas no juegan así. − No me vuelvas a decir lesbiana − me reclama. − ¿Te jode? 59
  • 60. − Me duele que me llames así. Nunca pensé que tú fueras así, un perro igual a todos, la misma basura. − Yo tampoco fíjate − sonrío − Bueno ya me jalo, no puedo seguir un minuto más contigo. − A donde vas a ir − me jala del brazo. − Chucha no sé, creo que a la casa de mi flaca − Me suelta y se queda callada, recostada a un costado de la cama. Salgo a la puerta y me quedo parado un momento, luego cierro la puerta y camino triste hasta la esquina. Decido no ir al departamento de Carito y pasar la noche en un hotelucho, quiero estar solo. El botones me lleva a una habitación en el sexto piso « Es una buena vista y es perfecto para estar sólo»dice abriendo la puerta. Me recuesto en la cama con la luz apagada y las ventanas abiertas. Pienso en Marcelo muerto y enterrado en el jardín de su casa. «Con él todo quedó saldado. Le di toda la hierba que le pude dar y murió en su ley, a la hora exacta, murió como debía morir. Fumando y pendejeando hasta la muerte.» digo en voz baja. Luego pienso en doña María muerta de soledad «Con ella no todo fue tan bien, al final no le pagué del alquiler y se murió de tanto extrañar a su marido. Eso le jodió y para siempre. Todavía sigo pensando que la hora le llego demasiado pronto» murmuro. Mas tarde pienso en Fernanda asesinada en manos de un loco que pasaba por la calle «A ella siempre la odié, no me importa su muerte, se lo merecía. Nadie me jode dos veces y en el mismo hueco. Tu muerte fue exacta, por haberte metido conmigo. Todo quedó en las manos del loco, 60
  • 61. él tenía tu destino en sus manos, no es mi culpa pendeja lesbiana»sonrío y me levanto de la cama para mirar por la ventana, a recordar la azotea donde pasaba la mitad del tiempo hecho un cojudo. Despierto de madrugada y vuelvo desnudo a la ventana, a penas he dormido unas horas y ahora siento que no puedo seguir durmiendo, todos esos recuerdos de la noche anterior me han dejado jodido y con pesadillas. Espero hasta las siete y me visto para ir a la Clínica. Carito me ve llegar y viene corriendo, nos besamos y le digo que hoy no podré pasar nuestro rato en el cuarto de aseo por que pasé la noche en un hotel barato, ella se ríe y me dice que lo entiende y que hablaríamos a la salida. Más tarde uno de los vigilantes me dice que el doctor Páez quiere verme. − Quería verme doctor − digo desde la puerta. − Si, pasa, ponte cómodo − hace un silencio − mira Samuel, quiero ofrecerte otro trabajo, uno mejor, ya no te quiero ver trapeando los baños. Eso no va contigo, tú lo que necesitas es un puesto más cómodo y fácil. − Y, que quiere que haga ahora, que sea guachimán − me burlo. − No huevón − se pone de pie − quiero que seas recepcionista. Tendrás tu propia oficina, con baño. Qué te parece. 61
  • 62. − Vacan, pero, así no más, sin preguntas, sin exámenes, ni nada ¿Qué carajo se ha estado metiendo usted? − se ríe exageradamente, y me extiende la mano. − Qué dices, lo tomas o lo dejas − lo pienso por un momento. − Claro que acepto, pero si la cago es su culpa eh, usted me puso así no mas, después no me bote si la cago. − Confió en ti, sé que lo harás bien. Además ya me contaron por ahí que estas detrás de Carito − vacila − buena huevón, esa flaquita si está rica, y tú si te la mereces. Salgo de la oficina del doctor Páez y Carito me espera en el pasadizo, me acerco a ella y le digo que ya no seré limpiador y que ahora seré recepcionista, y que no sabía ni lo que era eso. − Felicitaciones mi amor. Yo sabía que lo ibas a lograr − dice − Lograr qué, que el doctor sienta pena de verme limpiar el baño donde caga todos los días y que de la nada me llame y me diga que seré recepcionista, no jodas. − Lo que sea, ya tienes un buen trabajo y no tienes nada de qué quejarte. − Tienes razón, pero, me siento como una puta que lo consigue todo fácil − ella sonríe y me deja solo en el pasadizo. 62
  • 63. El doctor Páez me lleva a una oficina al lado de la puerta principal, me da fe en que lo haré bien y me entrega un terno«Con este ternito hasta el guachimán va a querer tirar contigo»se ríe grotescamente. Carito me espera en la puerta de noche, cierro la oficina y me despido del doctor Páez que me da la mano y me la sacude muchas veces. Carito me silva de lejos y alude: − Lo deberías tener puesto todo el día, se te vería más cuero. − Ni siquiera sé si lo usaré mañana, te juro que hoy no hice ni miércoles en esa oficina. Llegamos a la plaza y nos detenemos en una de las bancas, ella se recuesta sobre mis rodillas y me pregunta por qué amanecí en un hotel, yo le digo que Karina me había botado de su cuarto y no tuve más remedio que dormir penosamente en un hotelucho cualquiera. − Entonces, ya no vives con ella − pregunta entusiasmada. − Creo que no, además después de la discusión de ayer, dudo mucho que nos veamos en toda nuestra vida − ¿Y donde piensas amanecer esta noche? 63
  • 64. − No sé, creo que el mismo hotel − ella se levanta de mi rodilla y me dice que no lo permitirá, y que me iría con ella a su departamento, y que seríamos felices. − Pero no quiero incomodarte − digo adivinando lo que respondería. − No sería ninguna molestia, además ya estoy cansada de vivir sola, quiero a un hombre que me cuide y que me proteja − suelto una risita cachacienta. − Ya esta bien, pero no quiero que nadie en la clínica se entere, ni siquiera el doctor Páez, ese pendejo es capaz de joderme con eso. En el departamento de Carito hay un pequeño balcón con vista a la calle Cervantes «Es un bonito lugar para pensar, para morir»digo entre dientes. Carito apaga las luces y se sienta en el sofá que tiene en la sala. − ¿Te gusta como brilla la luces de la calle? − me pregunta un tanto tímida. − Mi amor es perfecto, no sé como te lo voy a agradecer, pero, lo único que se me ocurre es decirte que te amo y que eres la mujer más bella del mundo. − Nada más del mundo − se queja. − Del mundo y de todas las galaxias − me besa en los labios y se recuesta en mí encima. − ¿Sigues enamorado de mí? − me chancea. 64
  • 65. − Si, y si no lo estuviera, volvería a estarlo desde hoy mismo. − Que tierno eres, no sabes como me muero por ti. Me apasionas. − Sólo digamos que soy un niño bueno, un niño que ama demasiado y que está dispuesto a quererte por un huevo de tiempo, digamos que para siempre − nos besamos − La vida podrá ser un carajo, pero contigo, no hay carajo que valga − nos acariciarnos hasta quedarnos dormidos. Renuncio después de unos días a la clínica, le explico a Carito que no quiero pasarme el día sentado en un escritorio como un vago, y que he decidido volver al periódico, ella sonríe con la idea y me besa en los labios «Esta bien mi amor, me alegra pienses así» A veces pienso que todo esto es otro de los muchos juegos que he perdido en la vida, que en algún momento se terminará y quedaré solitario y loco. Una mañana me despierta alguien que toca la puerta, abro y me quedo pensando antes de decirle algo. − Karina, no vengas a hacer problemas por favor − pone una mirada tristona. − No he venido a molestarte, sólo vine a despedirme de ti. − baja la mirada. − A donde vas a ir. − No lo sé todavía, talvez a vivir con mi madre a la sierra − hago un largo silencio y digo: 65
  • 66. − Karina perdóname, perdóname por ser un huevón y decirte las cosas feas que te dije − hace un pause mientras me mira fijamente. − Ya es tarde Samuel, ni tú ni yo podemos perdonarnos, porque, ya te dije, sólo vine a despedirme, eso es todo. − ¿Al menos te puedo dar un abrazo? − le propongo. − Lo que yo quiero para estar más tranquila es un beso, un beso tuyo, con eso me basta y te juro que volveré a joderte la vida nunca más. − me abraza casi temblando y yo la beso en los labios. − Fue maravilloso − abre los ojos − aun te sigo queriendo, y no sabes como me arrepiento el haberte perdido. − Lo que pasó entre tú y yo fue hermoso y glorioso, te juro que nunca lo voy a olvidar: cuando nos besábamos en la azotea de la vieja María; cuando íbamos a la iglesia para rezar; cuando me abrazabas cuando tenías miedo en las noches. − Karina suelta algunas lágrimas y pone su cabeza en mi pecho. − Todo fue mi culpa ¿no? Yo mande al carajo nuestra relación. − No llores chiquita − le seco los ojos − no llores que me vas a hacer llorar, y si los dos lloramos no habrá quién nos consuele por llorones − sonrío. − Sólo una cosa, antes de irme. 66
  • 67. − Dime, qué pasa − pregunto. − ¿Te acuerdas cuando antes me rogabas para que yo te diga que te quiero? − Si, pero, tú nunca me lo decías, porque, según tú, no me querías. − finjo una sonrisa. − Y si yo te pido que me digas que me quieres, aunque no me quieras ¿lo harías? − me quedo pensativo y frío. − Te quiero. − digo con el alma en la garganta. − Y yo a ti, nunca lo dudes ni por un maldito segundo − me suelta y me da la mano − Bueno, creo que este es el adiós. No sabes como te amo, y como te voy a extrañar. − Ya, tranquila, puedes venir cuando quieras aquí voy a estar. − le consuelo. − ¿Y tu enamorada? − Se fue a la clínica temprano. − Dile a ella también que la quiero ¿sí? − deja de abrazarme y se aleja caminando hacia atrás. − Que linda eres, se lo voy a decir − se va corriendo bajando las gradas. 67