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Los grupos operativos a la luz de los cuatro discursos
AGRADECIMIENTOSAGRADECIMIENTOSAGRADECIMIENTOSAGRADECIMIENTOS
El proyecto de investigación cuyo fruto es esta publicación no hubiera sido posible
sin el apoyo decidido de la Licenciada Gladys Adamson, discípula de Enrique
Pichón Rivière, que ha sido la pionera en la transmisión del grupo operativo en el
contexto universitario Colombiano. Nuestra primera manifestación de gratitud a
ella por sus aportes como asesora de la investigación y por su generosa amistad.
Manifestamos también nuestro sentimiento de gratitud a los estudiantes Isabel
Sepúlveda, Leonardo Colorado y Milena Montoya por su participación en este
proyecto como asistentes de investigación, y de una manera muy especial al
Padre Fray Marino Martínez Pérez; y, en su nombre, al equipo humano de la
Fundación Universitaria Luis Amigó, por crear un espacio académico para el
desarrollo y la investigación de la psicología social. Muchas gracias, de todo
corazón.
1
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Los grupos operativos a la luz de los cuatro discursos
ÍÍNNDDIICCEE
Cap. Pág.
Prólogo 2
Introducción 8
1. ¿Qué es el grupo operativo? 11
2. Teoría del vínculo social de Jacques Lacan. 20
2.1. El discurso del Amo 32
2.2. El discurso Universitario 34
2.3. El discurso de la Histérica 38
2.4. El discurso Psicoanalítico 43
3. La tarea como agente en los cuatro discursos 48
3.1. La tarea en el lugar del agente del discurso del Amo 48
3.2. La tarea en el lugar del agente del discurso del Universitario 66
3.3. La tarea en el lugar del agente en el discurso de la Histérica 76
3.4. La tarea en el lugar del agente del discurso Analítico 90
4. El coordinador como agente en los cuatro discursos 103
4.1. El coordinador y el discurso del Amo 103
4.2. El coordinador desde el discurso Universitario 107
4.3 El coordinador y el discurso Histérico 113
4.4. El coordinador en el lugar del agente del discurso Analítico 120
5. El grupo como agente en los cuatro discursos 127
5.1. El grupo en el lugar del agente en el discurso del Amo 127
5.2. El grupo en el lugar del agente en el discurso Universitario 133
5.3. El grupo en el lugar del agente en el discurso Histérico 139
5.4. El grupo en el lugar del agente en el discurso Analítico 146
6. Conclusiones de la investigación «Pichón con Lacan: el vínculo social» 152
6.1. Primera conclusión 152
6.2. Segunda conclusión 153
6.3. Tercera conclusión 154
6.4. Cuarta conclusión 155
6.5. Quinta conclusión 156
6.6. Sexta conclusión 157
2
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Los grupos operativos a la luz de los cuatro discursos
PRÓLOGOPRÓLOGOPRÓLOGOPRÓLOGO
Por: Lic. Gladis AdamsonPor: Lic. Gladis AdamsonPor: Lic. Gladis AdamsonPor: Lic. Gladis Adamson
“Los Justos”
Un hombre que cultiva un jardín, como quería Voltaire.
El que agradece que en la Tierra haya música
El que descubre con placer una etimología
Dos empleados que en un café del sur juegan un silencioso ajedrez
El ceramista que premedita un color y una forma
Un tipógrafo que compone bien esta página, que tal vez no le agrada
Una mujer y un hombre que leen los tercetos finales de cierto canto
El que acaricia un animal dormido
El que justifica o quiere justificar un mal que le han hecho
El que agradece que en la Tierra haya Stevenson
El que prefiere que los otros tengan razón
Esas personas, que se ignoran, están salvando al mundo
Jorge Luis Borges
El marco que contextúa esta Investigación, es una feliz intersección producida en
Latinoamérica entre dos países, Colombia y Argentina; dos Instituciones, FUNLAM
y la Escuela de Psicología Social del Sur; dos cuerpos teóricos, la Psicología
Social de Enrique Pichón Rivière y el Psicoanálisis de Jacques Lacan; numerosos
encuentros profesionales que devinieron amistosos entre los docentes de ambas
instituciones, comprometidos en la formación de Psicólogos Sociales.
Enrique Pichón Rivière (1907-1977) es un pensador latinoamericano con un típico
destino argentino. Nacido en Ginebra, Suiza y emigrado a la Argentina a los tres
años con su familia francesa. Vivió en selvas tropicales y a la vera de uno de los
más grandes ríos del mundo: el Paraná. Ello no le impidió ser uno de los pocos
genios que habitó el suelo argentino. O tal vez fue justamente su destino de niño
de una familia de vasta cultura europea inserto en un medio primitivo, lo que le dio
esa amplitud de perspectiva y esa posibilidad de articular lo diverso, y lo que le
permitió ver dimensiones que tal vez contextos de crianza mas tradicionales
hubieran opacado.
Perteneció a la vanguardia intelectual de las primeras décadas del siglo XX en la
Argentina. Es de la misma generación que Roberto Arlt, Jorge Luis Borges, Xul
Solar, Victoria Ocampo, Emilio Petorutti etc. Además de ser un crítico de arte muy
reconocido en la Argentina, introdujo en el país la Psiquiatría Dinámica, el
Psicoanálisis (fundó la Asociación Psicoanalítica Argentina en 1942), la
Psicoterapia de Grupo, el Psicoanálisis de Niños, el Psicoanálisis de la Psicosis, la
3
Investigación Social, el Análisis Institucional, el trabajo Comunitario y la Psicología
Social.
En lo que respecta al tema de este libro, Enrique Pichón Rivière nos interesa como
Psicólogo Social. En este sentido su posicionamiento teórico es único. El
denomina a su teoría ECRO. Encierra en este significante toda su obra y su
singular perspectiva psicosocial. ECRO significa Esquema Conceptual,
Referencial y Operativo. Designa un corpus teórico, conceptual, referido a un
sector de lo real -lo intersubjetivo, lo vincular- y tal vez lo más importante: que sea
de carácter Operativo. Incluye en su misma definición de teoría el destino de la
misma, su exterior, podríamos decir, lo que ella produce: una transformación de la
realidad. Lo Operativo marca y designa la direccionalidad radical de su teoría: la
incidencia en lo real.
Recién recibido de médico psiquiatra en la Universidad de Buenos Aires, gana el
concurso como Psiquiatra en el Hospicio de Las Mercedes. Cuando se hace cargo
de su rol no se encierra en un consultorio para abordar la problemática de la
psicosis en un dispositivo del uno a uno. Observa, a través de la práctica social
cotidiana en el Hospicio, que existe una fractura en el vínculo entre la familia del
psicótico y el equipo de profesionales de la Institución, ello lleva progresivamente
al abandono y segregación del paciente por parte de la familia. Observa una
fractura en los vínculos del equipo de profesionales y entre los pacientes que viven
aislados deambulando por los jardines y corredores del Hospicio. Frente a este
diagnostico de múltiples fracturas vinculares elabora una estrategia de re-
articulación vincular a través del trabajo en grupo con los enfermeros.
La estrategia de intervención: podríamos definirla como operación de re-
articulación simbólica. Allí donde hay “agujeros” (silencios, vacíos, fracturas)
institucionales, donde hay repetición sin reflexión (estereotipias), donde hay
sufrimiento, introduce un dispositivo grupal orientado a producir procesos de
simbolización y comprueba que sus efectos de articulación son poderosos (los
pacientes “comenzaron a sentirse bien cuidados”, “estos internos mejoraban
ostensiblemente su salud mental”, “cuando en los servicios no había mas de uno o
dos médicos, yo llegué a tener en el mío veinticinco”, etc.). Aquí es donde aparece
esa estructura que constituirá su dispositivo privilegiado: el grupo operativo. La red
vincular grupal aparece como la estructura óptima para acceder a un saber
colectivo, un saber que está en acto en la institución, pero que no se sabe o, mas
precisamente, no se sabe que se sabe (“El aprendizaje de los enfermeros fue
sorprendente. Ellos tenían acumulada gran experiencia... Su dificultad era que no
podían conceptualizar, entonces esa experiencia no les servía de nada”). Así, a
partir de definir una tarea (“discutía con los enfermeros los diferentes casos”), los
direccionaba a pensar acerca de su práctica, su acción. Su intervención apunta a
lograr una estructura simbólica subjetiva e institucional más compleja y, a partir de
una praxis (la práctica hospitalaria y la reflexión acerca de la misma), interrogar
esos mecanismos repetitivos y ciegos con el fin de recuperar su direccionalidad en
la Tarea hospitalaria, en función de la salud. Sus efectos eróticos no se hacen
4
esperar, se dan en términos de creación, vitalidad, entusiasmo en los vínculos, en
la participación.
Su condición de genio le hace incluir ya en 1946 determinaciones histórico-
sociales, políticas, además de las culturales, familiares y edípicas en la
constitución de la subjetividad. Al analizar las fantasías siniestras presentes en la
obra revulsiva del Conde de Lautréamont (1846-1870),1
un rioplatense nacido en
Montevideo (República Oriental del Uruguay), considerado el precursor del
surrealismo, dice: “Durante sus cinco primeros años habrá oído relatos de
degollinas, descuartizamientos, cuyas víctimas eran muchas veces amigos de su
padre”. “Habrá (…) oído contar muchas veces el martirio sufrido por franceses en
manos de las fuerzas de los sitiadores”. Se está refiriendo a relatos producidos en
el ámbito doméstico, en el ambiente familiar, a raíz del sitio que sufrió la ciudad de
Montevideo por parte del ejército argentino. (1843-1851).
E. Pichón Rivière, adolescente, era un admirador de los poetas malditos:
Baudelaire, Mallarmé, Rimbaud, de quienes Alain Badiou dijo que en ausencia de
filósofos, mostraban “lo real de esta época que fue mas bien la inconsistencia y la
desorientación”. “La poesía mas concentrada, la mas tensa intelectualmente, la
mas oscura también, designó y articuló, sola, esta esencial desorientación”. Y mas
adelante, “Cuando Rimbaud colma de sarcasmos la “poesía subjetiva”, o cuando
Mallarmé establece que el poema solo se da cuando su autor como sujeto se ha
ausentado, ambos entienden que la verdad del poema adviene en tanto que lo que
enuncia no da testimono, ni de la objetividad ni de la subjetividad”. “Al contrario (…)
de lo que la poesía tiene una conciencia aguda es del vínculo”.2
Los poetas producen verdades, no necesariamente saber. Pichón Rivière arribó
muy tempranamente a la inconsistencia y la desorientación de la modernidad a
través de la verdad enunciada por los poetas malditos. Muy tempranamente
percibe que el uno del individuo no existe, que todo sujeto es un anudamiento
singular de una compleja trama vincular, porción compleja de tejido social que
denomina situación.
Lo nodular del ECRO de Enrique Pichón Rivière tiene que ver con la teoría del
vínculo, este espacio intersubjetivo que designa al ser. El sujeto es donde no está,
deviene cuando se descentra. El sujeto descentrado en el vínculo se encuentra
aislado, excluido socialmente, se pierde. El Diccionario de equívocos define entre
como vacío donde somos.3
Es en este sentido que Pichón Rivière piensa al ser.
La noción de vínculo de Pichón Rivière corresponde a la huella, al rasgo
permanente que va dejando la convergencia de prácticas sociales. Primero es la
acción. Primero son las prácticas sociales, las cuales confluyen en determinado
1
“Los Cantos de Maldoror”
2
Alain Badiou. Manifiesto por la filosofía. Madrid: Ediciones
Cátedra, 1990. Págs. 50 y 51.
3
Patricia Mercado/Walter Vargas. Diccionario de equívocos (una poética
del desvío). Buenos Aires: Alción Editora, 2004.
5
momento en estructuraciones vinculares. No serán meras huellas mnémicas
dispersas, porque la estructuración subjetiva del vínculo contiene modalidades de
pensamiento y de interpretación del mundo, modos de sentir (afectos modelizados)
y modelos de acción. Pierre Bourdieu señala que la sociedad existe dos veces:
como realidad objetiva externa y como estructura subjetiva. Esta estructura
subjetiva de Pierre Bourdieu, el hábitus, equivale a la estructura vincular subjetiva
que para Pichón Rivière es el ser mismo. El ser humano se define por su historia
de prácticas sociales sedimentadas en su esquema referencial (modelos
cognitivos, afectivos y de acción inconscientes).
Otros autores habían remarcado previamente la importancia de la acción. Desde
Giambattista Vico (1688-1744), que propuso reemplazar el cogito ergo sum
cartesiano por la aseveración verum est factum ipsum: “lo verdadero es el hecho
mismo”; seguido fundamentalmente por C. Marx, para quien la filosofía era
sinónimo de acción: “hasta ahora los filósofos se han limitado a interpretar el
mundo de diversas maneras, pero lo que debe hacerse es cambiarlo”. También
está su famosa frase respecto de la alienación: “lo hacen pero no saben que lo
hacen”.
En 1895 Freud escribe su Proyecto de una Psicología para neurólogos. En esta
obra singular y portentosa rastrea el origen de la representación psíquica. Ubica el
inicio del primer significante psíquico a partir del acto de mamar, que denomina
“experiencia de satisfacción”. Por la repetición del acto de mamar se efectúa, a
nivel neuronal, una facilitación, una asociación por simultaneidad, entre tres
elementos: 1) el registro sensible de la satisfacción, que implica que el hambre
dolorosa vaya cediendo en su hiperestimulación. Ello indica un registro de lo
placentero de la experiencia 2) la percepción de un objeto, el pecho y 3) la imagen
motriz de la acción específica, llevada a cabo con el pecho. Estos tres elementos
asociados darían lugar a la primera representación o significante psíquico: el
pecho. O sea que S. Freud incluye en la misma constitución del objeto psíquico
una dimensión de la acción. Paradójicamente, esta imagen motriz, esta dimensión
de la acción en la relación con el objeto, fue el aspecto menos desarrollado en el
psicoanálisis. Fue mucho más relevante la fundamentación teórica en relación a la
idea del objeto, los significantes psíquicos y a la dimensión afectiva en relación al
otro, que la dimensión de la acción.
Ludwig Wittgenstein, filosofo de la Viena de principios de siglo XX, señala con
énfasis: “el mundo es la totalidad de los hechos, no de las cosas”. Le interesa el
lenguaje en acto, ya que, según él, tendemos a olvidarnos de la aplicación de la
palabra. Para este autor, el conocimiento está íntimamente relacionado con la
acción. El lenguaje puede ejercer en el ser humano un efecto hipnótico. Dice: “El
lenguaje es un veneno que nos puede seducir, confundir y hechizar”. La naturaleza
del lenguaje es ambigua”. “La filosofía es una batalla librada con el lenguaje contra
el hechizo de nuestra inteligencia”. Para combatir este efecto de hipnotismo, él
propone describir la lógica del mundo como juegos del lenguaje, la cual, en su
opinión, “resulta provechosa, ya que se centra en la acción”.
6
Nuestro mundo contemporáneo se caracteriza por grandes desplazamientos de
poblaciones, ya sea por hambre o por guerras. Ello provoca por un lado
fenómenos de transculturación y por otro, la existencia de comunidades
interculturales. También vivimos tiempos de marginación, de xenofobia y de
exclusión social. Todas estas problemáticas son de naturaleza vincular. De ningún
modo pueden ser diagnosticadas como psicopatológicas. El contexto de cambios
turbulentos en el que vivimos promueve la ruptura de las tramas vinculares que
han sostenido la identidad y el proyecto de vida individual y familiar, creando
condiciones de permanente incertidumbre.
Estas problemáticas no pueden ser abordadas a través de la internación de los
sujetos, como si se tratara de padecimientos psicopatológicos; ni tampoco a través
de una medicación masiva, ni siquiera un proceso terapéutico, solución, por otra
parte, impracticable. El sujeto de la era globalizada y como producto de esas
rupturas vinculares, es un sujeto en crisis. Necesita, por lo tanto, reconstruir su
esquema referencial (sus modelos de pensar, sentir y hacer en el mundo) y
encontrar-producir nuevos tejidos sociales que lo alberguen, sostengan y
posibiliten reencontrar un proyecto de vida y una razón para vivir.
Para enfrentar este tipo de problemáticas es que Pichón Rivière proyectó la
formación de Operadores psicosociales, profesionales formados en un marco
referencial teórico, metodológico y técnico que visibilice y opere en las tramas y
redes vinculares, y que sean capaces de reconstituir el tejido social sosteniendo la
lógica de la cultura y las vicisitudes subjetivas frente al cambio. Este profesional es
el Psicólogo Social y la disciplina que lo sustenta es la Psicología Social, un campo
de saber especializado en las tramas vinculares humanas. Su tarea específica
consiste en dar cuenta de aquello que acontece cuando los seres humanos
interactúan o tienen prácticas sociales cotidianas conjuntas. Por ello el Psicólogo
Social centra su intervención en grupos, organizaciones y comunidades.
La investigación que hizo posible este texto, encarada por el equipo de docentes
de la FUNLAM, articulando el concepto de discurso de Lacan y la noción de
vínculo de Enrique Pichón Rivière, tiene como escenario el Grupo Operativo. La
noción de discurso de J. Lacan permite analizar el aspecto más estructural del
vínculo, lo que hace el posicionamiento de cada integrante del vínculo en la
estructura, su producción y su verdad. Esta investigación “pone a dialogar” a
Pichón Rivière con su antiguo amigo y colega francés Lacan, a quien conoce
desde 1938. Ambos son psicoanalistas, psiquiatras apasionados por el abordaje
de la psicosis, comparten su afinidad con el surrealismo. Los dos cuando piensan
la constitución de la subjetividad, piensan en determinaciones que van más allá de
la estructura edípica. “El inconsciente es el discurso del Otro” dice Lacan. “La
Psicología Social debe dar cuenta de cómo la macroestructura social deviene
fantasía inconsciente” plantea Pichón.
Pichón Rivière arriba a la Psicología Social con una mirada psicoanalítica, por ello
le resulta tan natural incluir la dimensión inconsciente en los vínculos humanos. El
ECRO de Pichón Rivière es producto de una transdisciplina, una convergencia de
7
saberes que él denominó epistemología convergente. Las distintas fuentes
teóricas operaron como “cajas de herramientas”. Tomó de ellas “conceptos
instrumentales” que operaron como herramientas para fundamentar y dar cuenta
de una práctica específica de la Psicología Social: la práctica e intervención en las
tramas vinculares complejas de los grupos, las organizaciones y las comunidades.
Las fundamentales fuentes teóricas fueron la Psicología Social norteamericana
(George Mead, Kurt Lewin), el Psicoanálisis (S. Freud, M. Klein, Fairbairn), y
diversas disciplinas de las Ciencias Sociales como el materialismo dialéctico
(Marx, Sartre, Lefevre), la antropología (Malinowski), epistemólogos como
Bachelard, etc.
Esta investigación pone a trabajar conceptos instrumentales del psicoanálisis en el
interior de la Psicología Social. Para los discípulos de Enrique Pichón Rivière
implica también situarnos frente al desafío de repensar los conceptos
psicosociales del ECRO.
Bienvenidos sean ambos: la investigación y el desafío.
8
IIIIIIIINNNNNNNNTTTTTTTTRRRRRRRROOOOOOOODDDDDDDDUUUUUUUUCCCCCCCCCCCCCCCCIIIIIIIIÓÓÓÓÓÓÓÓNNNNNNNN
PPPPPPPPoooooooorrrrrrrr:::::::: JJJJJJJJaaaaaaaaiiiiiiiimmmmmmmmeeeeeeee CCCCCCCCaaaaaaaarrrrrrrrmmmmmmmmoooooooonnnnnnnnaaaaaaaa
Freud, Pichón y Lacan empezaron sus obras preguntándose por el malestar en el
individuo y terminaron interrogándose por el malestar que proviene de los vínculos
sociales. Los tres fueron primero psiquiatras, después psicoanalistas; y, en el
momento de mayor madurez de su producción teórica, cada uno produjo una
reflexión sobre el vínculo social y dejó, expresas o tácitas, herramientas de
intervención de los síntomas sociales.
1. Freud1. Freud1. Freud1. Freud
La subversión que produce la obra de Freud en el campo de los discursos y las
prácticas que se ocupan del sujeto, tiene una dimensión teórica y una práctica. La
dimensión teórica consiste en el descubrimiento del inconsciente, la dimensión
práctica consiste en la creación de una nueva clase de vínculo social que no
existía hasta entonces: el vínculo del analista con el analizante en el dispositivo
analítico.
El descubrimiento freudiano del inconsciente no solamente tendrá efectos para la
explicación de la psicología individual, sino que será una herramienta útil para
construir una teoría de la cultura y arrojar una luz lateral, que permite iluminar las
verdades psicológicas cifradas en algunas producciones culturales como la
religión, el mito, el chiste, la producción artística etc. Freud también mostrará que
el psicoanálisis es un potente instrumento para contribuir a la reflexión de los
vínculos sociales y algunos de sus síntomas, como la guerra, la enajenación en los
fenómenos de masas, las neurosis colectivas y la infelicidad en la civilización.
2. Pichón2. Pichón2. Pichón2. Pichón
Fundador y presidente de la Asociación Psicoanalítica Argentina, formaliza una
“teoría del vínculo social” basada en el descubrimiento del inconsciente y crea un
dispositivo de trabajo grupal, inspirado en el dispositivo analítico, que se denomina
“El grupo operativo”, el cual define como un grupo centrado en la tarea. La
diferencia fundamental con otros grupos de trabajo tradicionales radica en la
función del coordinador. Se espera que el coordinador de un grupo operativo,
escape a las tentaciones de gobernar como un amo, educar como un maestro, o
colocarse en el lugar del ideal del grupo como el líder de una masa artificial. En
eso asemeja al analista. Podría decirse que la coincidencia entre un coordinador
de un grupo operativo y un analista no radica tanto en lo que hacen, sino en lo que
no hacen.
El grupo operativo de Pichón no es un psicoanálisis de grupo ni un psicoanálisis en
grupo. En un grupo operativo no se trata de analizar el “inconsciente colectivo” de
un grupo, ni analizar en grupo los “inconscientes individuales” de los participantes;
en otras palabras, no pretende ser una réplica grupal del dispositivo freudiano
9
individual. Aunque el grupo operativo se apoya en los conceptos freudianos y la
función del coordinador guarda algunas semejanzas estructurales con el analista,
el campo específico en el que se legitima el dispositivo del grupo operativo no es el
psicoanálisis sino la psicología social.
3. Lacan3. Lacan3. Lacan3. Lacan
Bajo la consigna de un retorno al espíritu de la investigación freudiana, Jacques
Lacan acomete una segunda fundación del psicoanálisis. En 1968, el mismo año
en que los estudiantes y los obreros Franceses se tomaron las calles de París,
para protestar y denunciar que algo estaba haciendo síntoma en el lazo social,
Lacan estaba impartiendo un seminario con un título un poco extraño para
algunos: “el revés del psicoanálisis”. Pero más extraño era, para muchos, el
problema del que se ocupaba el psicoanalista en aquel momento: “El vínculo
social”.
En este seminario, Lacan sorprende una vez más a su auditorio con una
producción inédita en la que articula todos sus rendimientos teóricos anteriores. En
ella introduce el término “discurso”, como una nueva noción en su edificio
conceptual, al cual define como “modo de hacer lazo social”. El autor propone allí
que todos los vínculos sociales se pueden explicar a partir de cuatro estructuras o
matrices básicas. Tres de ellas ya existían antes del psicoanálisis: el discurso del
amo, el discurso universitario, y el discurso de la histérica. El discurso
psicoanalítico, según Lacan, es una nueva manera de hacer lazo social, que se
introduce en el mundo a partir de Freud.
4. Pichón con Lacan4. Pichón con Lacan4. Pichón con Lacan4. Pichón con Lacan
El camino que invitamos a recorrer a los lectores, en las páginas siguientes, se
puede definir como una lectura de Pichón con Lacan. No se trata ciertamente de
una relación entre la producción global de los dos autores sino de una articulación
muy precisa: se trata de leer la propuesta del grupo operativo de Pichón a la luz de
la propuesta de los cuatro discursos de Lacan.
Para ello, elegimos tres nociones fundamentales para pensar cualquier grupo
centrado en la tarea, que son a la vez ejes de la conceptualización del grupo
operativo: “tarea”, “grupo” y “coordinador”. Trataremos de pensar cada una de ellas
operando como “agente” de cada uno de los cuatro discursos de Lacan. Esta
decisión definió la estructura del texto de la siguiente manera: Un primer capítulo
en el que tratamos de responder a la pregunta ¿Qué es el grupo operativo?, un
segundo capítulo en el que introducimos al lector en la “teoría del vínculo social de
Jaques Lacan”. En el tercer capítulo tratamos de pensar qué ocurre en un grupo
cuando “la tarea” ocupa el lugar dominante en cada uno de los cuatro discursos
que propone Lacan; en el cuarto capítulo en el que intentamos pensar lo que
ocurre en un grupo cuando es “el coordinador” quien está en el lugar dominante de
10
cada uno de los cuatro discursos; y en el quinto examinamos lo que ocurre cuando
“el grupo” mismo ocupa el lugar dominante.
El motivo que nos llevó a emprender este camino fue la sospecha de que la
reflexión lacaniana del vínculo social podría aportar importantes elementos para
pensar los síntomas y los fenómenos latentes de los grupos en general y de los
grupos operativos en particular. Este proyecto se inscribe en la propuesta de
“epistemología convergente” de Enrique Pichón Rivière, entendida, en el mejor
sentido, como un diálogo de saberes. Por ello, esta reflexión −así como la
psicología social de Pichón−, aunque utiliza herramientas teóricas tomadas de
diversas fuentes, entre ellas la psicoanalítica, no pretende inscribirse en el campo
del psicoanálisis, sino en el de la psicología social.
Una vez concluida esta investigación, creemos que el producto resultará de
interés, no solamente para los interesados en la metodología de los grupos
operativos, sino para todos aquellos profesionales y estudiantes del campo de las
ciencias humanas que trabajan con grupos y que se interesan por aprender a leer
los fenómenos latentes de la vida grupal.
11
11111111........ ¿¿¿¿¿¿¿¿QQQQQQQQUUUUUUUUÉÉÉÉÉÉÉÉ EEEEEEEESSSSSSSS EEEEEEEELLLLLLLL GGGGGGGGRRRRRRRRUUUUUUUUPPPPPPPPOOOOOOOO OOOOOOOOPPPPPPPPEEEEEEEERRRRRRRRAAAAAAAATTTTTTTTIIIIIIIIVVVVVVVVOOOOOOOO????????
Por: Hernando BernalPor: Hernando BernalPor: Hernando BernalPor: Hernando Bernal y Jaime Carmonay Jaime Carmonay Jaime Carmonay Jaime Carmona....
Es una técnica de intervención grupal de la psicología social, inspirada en el
psicoanálisis. Se aplica en los escenarios clínico, educativo, organizacional y
comunitario; en la prevención e intervención de diversas problemáticas
psicosociales, como la drogodependencia, problemas de aprendizaje, procesos de
cambio y resolución de conflictos. Además de sus aplicaciones terapéuticas y
preventivas, puede ser empleada en estos mismos escenarios como dispositivo
para la realización de tareas específicas que requieran una coordinación de grupos
interdisciplinarios. También es una técnica privilegiada en la formación de
psicólogos sociales y profesionales de otras áreas de las ciencias sociales4
, que
aspiran a intervenir grupalmente en los niveles terapéutico, preventivo y de
promoción de la salud mental, o en la resolución colectiva de problemáticas
vinculares y apoyo de procesos comunitarios.
Esta técnica fue creada a principios de los años 40 del siglo XX por el
psicoanalista y psicólogo social de origen suizo, Enrique Pichón Rivière, fundador
de la Asociación Psicoanalítica Argentina y de la primera escuela de psicología
social en América Latina. Una definición condensada del grupo operativo que nos
aporta su creador es la siguiente: “¿En qué consiste nuestra técnica? Se puede
decir que en dos aspectos fundamentales: el aspecto manifiesto, explícito y el
aspecto implícito o latente. En este sentido nos acercamos a la técnica analítica
que es en realidad hacer consciente lo inconsciente, o sea hacer explícito lo
implícito”5
. Esta referencia no agota ciertamente la definición de la técnica, pero
tiene la virtud de subrayar lo específico del grupo operativo -que lo diferencia de
otras técnicas de trabajo grupal-, a saber, que cuenta con la existencia de una
dimensión latente de la vida grupal e interviene sobre ella, develándola.
Una buena vía para acercarse a esta técnica puede ser examinar lo que podríamos
llamar su mito de origen. El grupo operativo nació en una situación crítica, casi
podríamos decir, extrema. Pichón trabajaba en el Hospicio de las Mercedes, un
importante hospital psiquiátrico de Buenos Aires. Un día cualquiera, de manera
súbita, la Dirección del Hospital retira el personal de enfermeros que atendía los
pacientes a su cargo y estos quedan en estado de abandono. “Gracias a esa
medida un poco absurda en ese momento, nació esta técnica, el grupo operativo
como una técnica social, donde se hacía posible el tratamiento de los enfermos
mentales por sus “colegas”…tomamos como punto de partida su visión como
enfermos: primero hacía grupos con ellos y a través de esos grupos aprendían lo
que era el insight, lo que era la alienación, y todo eso con algunos conceptos de
4
Algunas de las instituciones en los que se transmite esta metodología en programas de educación
superior son: la Escuela de Trabajo Social de Universidad Complutense de Madrid, la Facultad de
Psicología de la Fundación Universitaria Luis Amigó de Colombia, y múltiples escuelas de
psicología social de Argentina, Uruguay y otros países de Suramérica.
5
Pichón, Enrique: “Historia de los grupos operativos”. En: El Proceso Grupal, del psicoanálisis a la
psicología social (1). Buenos Aires: Editorial Nueva Visión, 1985. pág. 235. (Las cursivas son del
autor)
12
enfermería…se completó en muy poco tiempo la formación de los mejores
enfermeros que he visto en mi vida profesional”6
.
En ese primer grupo operativo del mito fundador estaban presentes varias
aplicaciones al mismo tiempo, era un grupo de aprendizaje, pero también de apoyo
a un equipo que realizaba tareas terapéuticas; y, por la definición misma de los
integrantes, cumplía una función terapéutica muy importante, que podemos
constatar en los resultados mencionados por el autor.
Esta referencia tiene interés para los psicólogos sociales en Latinoamérica, porque
con frecuencia debemos enfrentar situaciones de extrema precariedad de
recursos. Este relato del nacimiento del grupo operativo es paradigmático también
en cuanto a las posibilidades que ofrecen los grupos para autogestionar la
resolución de sus propias necesidades; y es quizás más valioso por tratarse de un
caso radical: enfermos mentales haciéndose cargo del apoyo al tratamiento de
otros enfermos mentales.
A raíz de la misma crisis en esta institución, Pichón descubrió la aplicación del
grupo operativo con familias de pacientes psicóticos, como apoyo al trabajo
terapéutico: “Al poco tiempo entonces, una semana o un poco más, dentro del
Servicio se había extendido una actitud social de unos a otros, se organizaban
salidas, altas (especie de prueba), la inclusión dentro del tratamiento de los grupos
familiares, que completaron nuestra concepción social de la enfermedad mental,
ya que a través de los grupos familiares detectábamos los factores que
determinaban la enfermedad, el diagnóstico, el pronóstico y el tratamiento. La
profilaxis podía ser dada en otros miembros de la familia”7
.
Los grupos operativos que nacieron en el Hospicio de las Mercedes se pueden
definir como grupos centrados en la tarea, y en este caso, la tarea podemos
entenderla, de acuerdo con lo dicho, como el tratamiento grupal de trastornos
psicológicos o el apoyo a dicho tratamiento (por parte de los grupos familiares).
Quizá en este punto sea importante hacer una primera aclaración: no se trata de
un psicoanálisis grupal, sino de una psicoterapia grupal, que tiene en cuenta los
descubrimientos del psicoanálisis y utiliza algunas de sus herramientas teóricas,
pero cuya fundamentación epistemológica es la psicología social.
Estos grupos operativos pueden estar integrados por un grupo de enfermos, un
grupo de terapeutas, o la familia de un psicótico. De acuerdo con Pichón, la tarea
del coordinador en estos grupos se puede definir fundamentalmente como
“promover un cambio (en un sentido grupal) operativo8
(cambio de una situación a
otra), en el que lo explícito que tomamos como manifiesto se interpreta hasta que
aparezca algo nuevo, un nuevo descubrimiento o un nuevo aspecto de la
enfermedad”9
.
6
Ibíd. p. 240
7
Ibíd. p. 241
8
Las Itálicas son del autor
9
Op. cit. p, 235
13
El mito fundador de esta técnica -como todo mito- tiene más de una versión. Hay
una segunda historia de la creación de los grupos operativos, que ofrece el mismo
Enrique Pichón Rivière. Ésta tiene que ver con una experiencia comunitaria de
laboratorio social, realizada en la ciudad de Rosario, Argentina. Veamos lo que
dice el autor al respecto: “El punto de vista de los grupos operativos, tal como hoy
los concebimos, arranca de lo que denominamos la Experiencia Rosario (realizada
en 1958). Dicha experiencia estuvo a cargo del Instituto Argentino de estudios
sociales (IADES)”10
.
En esta experiencia participaron aproximadamente 400 personas que fueron
convocadas por medio de afiches fijados en algunos sitios concurridos de la
ciudad. Cada grupo contaba con un número aproximado de nueve integrantes, un
coordinador y uno o dos observadores que hacían sesiones de control con un
coordinador general. El tema en torno al cual se articuló la tarea de los grupos
operativos en aquella ocasión fue la didáctica interdisciplinaria.
El propósito de este modelo del grupo operativo lo resume el autor de la siguiente
manera: “su actividad está centrada en la movilización de estructuras
estereotipadas a causa del monto de ansiedad que despierta todo cambio
(ansiedad depresiva por abandono del vínculo anterior y ansiedad paranoide
creada por el vínculo nuevo y la inseguridad consiguiente). En el grupo operativo,
el esclarecimiento, la comunicación, el aprendizaje y la resolución de tareas
coinciden con la curación, creándose así un nuevo esquema referencial”11
. Vale la
pena subrayar que, aunque esta definición de la tarea ya no se plantea
específicamente en términos clínicos, siempre subsiste una dimensión terapéutica
de la misma.
Este segundo paradigma del grupo operativo nace en el escenario comunitario, en
función de tareas de aprendizaje, producción colectiva y comunicación de diversos
saberes en grupos heterogéneos. En función de ello se definen las funciones: “La
función del coordinador o copensor consiste especialmente en crear, mantener y
fomentar la comunicación, llegando ésta, a través del desarrollo progresivo, a
tomar la forma de una espiral, en la cual coinciden didáctica, aprendizaje,
comunicación y operatividad”12
.
El grupo operativo se define, pues, como un grupo centrado en la tarea; si se
privilegia la versión del mito fundacional del Hospicio de las Mercedes, ésta tendrá
un carácter más terapéutico; si se privilegia la versión de la “Experiencia Rosario”,
tendrá un carácter más inclinado hacia la intervención en el escenario comunitario,
los grupos interdisciplinarios, o los grupos de formación. Las dos versiones tienen
un elemento en común, a saber, que en ambos casos el coordinador se destituye
del lugar del amo y del maestro – en eso coincide con la posición del analista en el
análisis-, y le confiere el protagonismo fundamental al grupo mismo en el
10
Pichón, Enrique: “Técnica de los grupos operativos” . Op cit. p, 108.
11
Op. cit. p, 120
12
Op cit. p, 112
14
desarrollo de la tarea, incluida la definición de la misma, colocándose en la
posición de un facilitador que, mediante la escucha y observación permanente del
acontecer grupal, ayuda a superar los las dificultades que surgen en el grupo,
mediante intervenciones que apuntan a develar los obstáculos latentes que
interfieren en su realización. Una intervención del coordinador es pertinente en la
medida en que ayuda al grupo a superar sus obstáculos. Gladys Adamson expresa
esto con una fórmula breve y precisa: “La verdad de una interpretación (del
coordinador) reside en su operatividad”.
Este cambio de posición fundamental del coordinador respecto del grupo o la
comunidad en que interviene, inscribe al grupo operativo en una tradición crítica en
el campo de las ciencias humanas en América Latina, que ha tenido
manifestaciones en otras disciplinas. En el campo de la pedagogía Paulo Freire
opone a la concepción tradicional de la educación que él llama “bancaria”13
una
propuesta que denomina “educación liberadora”. La educación bancaria se
caracteriza fundamentalmente por la posición pasiva del educando, que es
concebido como una especie recipiente vacío en el que el docente – agente activo
del proceso-, deposita su saber como en un banco. En la educación liberadora de
Freire el educando es concebido como un agente activo que posee unos saberes y
unos intereses previos, y el pedagogo se desplaza a la posición de un facilitador,
le da un lugar a los intereses y saberes del educando y le confiere el lugar
protagónico en el proceso de aprendizaje14
.
Un cambio semejante se puede observar en otras disciplinas. Es conocido que la
antropología nació en Europa en el siglo XVIII al servicio del imperialismo
Británico. Esta disciplina estuvo marcada durante el siglo XIX por el proyecto
colonialista que le dio origen y por la visión etnocentrista de los autores europeos.
De esta manera servía de dos maneras al discurso del amo, como una ideología
racista que deificaba un grupo étnico y con ello justificaba las prácticas coloniales;
y como una fuente de saber al servicio del poder. Durante el siglo XX,
especialmente después de la segunda mitad, surgen movimientos como la
antropología crítica de inspiración dialéctica, que se caracterizan por interrogar y
replantear radicalmente la relación del antropólogo, como científico social, con las
comunidades en las que realizan sus investigaciones y por proponer el
compromiso del científico social con las causas de las comunidades en las que
realiza su trabajo de investigación. Pero hay, aún, otro caso digno de un
comentario en este sentido: es el trabajo de investigación y la producción escrita
del antropólogo Carlos Castaneda. El lector que se acerca a sus textos sobre las
prácticas de los chamanes puede constatar que Castaneda no intenta reducirlas a
la cosmovisión occidental, sino que se destituye de sus conocimientos científicos,
le confiere el lugar del saber al chamán y desde esa posición de “aprendiz de
chamán” hace una producción que, por la posición del investigador, es
radicalmente diferente a la tradición de las producciones de los científicos sociales.
13
Freire, Paulo: Educación Liberadora. K. p, 41. Bilbao: Editorial Zero. 1969.
14
Cf. Freire, Paulo: La Educación como práctica de la libertad. Barcelona: Ed. Siglo XXI, 1998.
15
Podemos decir que en el campo de las prácticas clínicas el psicoanálisis fue el
primero que interrogó de una manera radical el vínculo del agente de salud mental
y el paciente; en virtud de esto desplazó el saber del terapeuta al paciente y, en
consecuencia, el papel activo en el trabajo terapéutico. El grupo operativo de
Pichón, la Educación liberadora de Paulo Freire y la Investigación Antropológica
de Castaneda, coinciden en ese desplazamiento del lugar del saber y del papel
activo, del lugar del profesional a las comunidades, los educandos o los grupos en
los que se investiga o interviene. En otros campos como la sociología y los grupos
que trabajan e investigan en la perspectiva de género, también existen desarrollos
teóricos y metodológicos que, desde sus propias construcciones, apuntan en esta
misma dirección.
Pero hay un elemento que diferencia al psicoanálisis y al grupo operativo de las
demás prácticas que hemos mencionado y es la concepción del ser humano en la
que se fundamenta cada práctica. El dispositivo analítico y el grupo operativo
cuentan con la existencia de lo inconsciente. En sendos dispositivos, el sujeto y el
grupo, respectivamente, no son concebidos como realidades unitarias,
consistentes y capaces de autoconocerse y “autoayudarse”, sino que son
realidades divididas, contradictorias y conflictivas, en las que existe una dimensión
a la que solamente es posible acceder por medio de un tercero, formado para ello.
Este presupuesto tiene consecuencias metodológicas y prácticas, especialmente
en lo que se refiere a la función del analista en la terapia analítica y del
coordinador en el grupo operativo.
Es necesario precisar lo que hemos dicho anteriormente, para que esto último se
entienda. Cuando decimos que en el trabajo analítico el saber y la función activa
se desplazan al lugar del paciente, no nos estamos refiriendo a éste en el sentido
de su “yo” y su voluntad consciente, sino al sujeto del inconsciente que emerge en
sus síntomas, sus yerros y sus sueños. Lo que tiene de subversivo el dispositivo
analítico es que crea un escenario en el que no solamente se silencia el analista,
sino también el yo del paciente y sus funciones psíquicas superiores, para que
pueda emerger la verdad del sujeto del inconsciente. Esto es fundamental para
entender que el mismo “yo” sufriente, que llega a pedir ayuda, se puede convertir
luego en un obstáculo fundamental para el desarrollo del tratamiento. El analista
debe estar en condiciones de observar las distintas resistencias de las que se vale
el yo del analizante para obstaculizar el trabajo terapéutico. El desarrollo de la
investigación psicoanalítica le mostró a Freud que estas mismas resistencias, que
aparecen como obstáculo a la curación, son las que garantizan el mantenimiento
del síntoma, de manera que el vencimiento de las resistencias en el trabajo
terapéutico es fundamental porque es, a la vez, la liquidación de la fortaleza en la
que se atrinchera la enfermedad. Así, de acuerdo con Freud, el vencimiento de las
resistencias a la cura y la eliminación del síntoma, son una y la misma operación.
De una manera análoga la psicología social de Enrique Pichón Rivière, no concibe
al grupo como una realidad unitaria y transparente para sí misma, sino como una
realidad compleja, contradictoria y conflictiva, que exige un marco conceptual para
poder observarla y una técnica particular para intervenir sobre ella. Pichón concibe
16
el grupo –todo grupo- como una realidad viva en permanente transformación, en la
que, simultáneamente, están operando siempre fuerzas opuestas: las que se
orientan en la vía de la salud mental, hacia el logro de las tareas y el proceso de
transformación permanente del grupo; y, aquellas que, por el contrario, boicotean
el quehacer grupal y tienden a impedir su evolución.
Uno de los signos inequívocos de que en un grupo hay un fenómeno sintomático
es la estereotipia que se puede manifestar, por ejemplo, en la ritualización vacía e
improductiva de la dinámica grupal o en los roles rígidos de uno o varios de sus
integrantes. La resistencia al cambio en los grupos opera de una manera análoga,
a la resistencia del analizante; por esta razón una de las tareas fundamentales del
coordinador es ayudarle al grupo a observar, analizar y elaborar la resistencia al
cambio y, con ella, las estereotipias. Dicho de otra manera, una dimensión
fundamental de la intervención terapéutica del coordinador es ayudarle al grupo a
vencer los obstáculos que se oponen a la realización de la tarea. Estos obstáculos
suelen manifestarse bajo la forma de la resistencia al cambio.
La tarea en todos los grupos tiene dos dimensiones, que el autor llama tarea
manifiesta y tarea latente. La tarea manifiesta es la más fácil de definir, porque
coincide con los propósitos expresos del grupo; la dimensión latente de la tarea no
es algo que se pueda definir de manera universal, sino que en cada caso es
menester interpretarla y está relacionada con el proceso de transformación
subjetiva de los integrantes del grupo en el proceso grupal, con la transformación
de sus esquemas referenciales, la construcción de una mutua representación
interna de los integrantes y la construcción de un esquema referencial colectivo.
En esta dimensión latente de la tarea, presente en todo grupo, se activan los
procesos afectivos y se ponen en juego los goces y los síntomas individuales de
los integrantes; es el campo de las rivalidades imaginarias, de los juegos de
seducción, de los odios secretos y también de las pasiones inconfesables; y, en
general, de todos aquellos procesos que hacen parte del vínculo entre los seres
humanos, pero que por razones de la definición misma de la tarea manifiesta,
quedan por fuera del propósito expreso del grupo. Las relaciones entre la
dimensión manifiesta y la dimensión latente de la tarea son complejas y
cambiantes. En algunos casos coinciden y en otros pueden llegar a oponerse. Es
importante aclarar que el propósito de la técnica del grupo operativo no es eliminar
la tarea latente, ni combatirla o subordinarla a la tarea manifiesta, sino contribuir a
su observación y análisis permanente para contribuir a que el quehacer grupal sea
más productivo y saludable y que los integrantes del grupo aprendan a reconocerla
y a hacerse cargo de ella sin que derive en formas sintomáticas.
La diferencia entre un grupo operativo y otros grupos centrados en la tarea, que no
se fundamentan en el psicoanálisis, no es que el dispositivo pichoniano tiene tarea
latente y los demás no la tienen, sino que en éste se cuenta con un instrumento
para su observación y análisis.
17
Es importante no confundir la tarea latente en los grupos con lo que algunos
autores llaman la “agenda oculta”, ya que esta última por su definición misma, es
conocida en el grupo, al menos por parte de algunos integrantes, que la ocultan
deliberadamente a otros. La tarea latente, en el sentido más fuerte de la definición,
puede ser desconocida por todo el grupo; y, desde esa condición, sin embargo,
puede operar como una voluntad secreta y firme que lleva al grupo en una
dirección determinada, -que puede ser ajena a la definición de la tarea manifiesta,
incluso contraria-, sin que nadie comprenda la razón.
La dimensión latente de la vida grupal puede manifestarse como un síntoma, por
ejemplo una ansiedad que se manifiesta de una manera más o menos pareja en
los integrantes del grupo, pero lo más frecuente es que emerja a través de alguno
de los integrantes que, por su lugar en el grupo o por sus características
personales está conectado de una manera más directa con esta dimensión de la
vida grupal. Al integrante del grupo que cumple esta función Pichón lo llama “el
portavoz” y al contenido de lo que denuncia se le denomina “lo emergente”. El
portavoz logra ponerle palabras a lo que otros también han percibido.
Lo emergente puede tomar formas diversas, incluso opuestas entre sí. Puede
ocurrir, también, que los integrantes de un grupo no reconocen lo emergente como
propio y se lo endilgan a un chivo emisario que se hace cargo de la patología
grupal. En los grupos numerosos y en las instituciones las funciones de portavoz y
chivo emisario, pueden ser agenciadas por un individuo o un sector del grupo,
integrado por varias personas.
Desde su nacimiento mismo, en el Hospicio de las Mercedes, el grupo operativo se
le reveló a Pichón Rivière, no solamente como un dispositivo de intervención, sino
también como un método de investigación del vínculo sujeto-grupo, que es el
objeto mismo de la psicología social. Los rendimientos teóricos que el autor
cosechó de la investigación psicosocial en los grupos operativos, lo sistematizó en
lo que llamó su ECRO: esquema conceptual referencial y operativo.
Una parte fundamental del ECRO de Pichón Rivière es la teoría del vínculo social
que publica en un texto que se titula precisamente Teoría del Vínculo. No vamos a
pretender hacer una síntesis de la misma, ya que amerita, cuando menos un
capítulo de esta misma extensión; pero si mencionaremos uno de los hallazgos
fundamentales que arrojó la investigación de Pichón con la metodología de grupos
operativos. Este descubrimiento podemos definirlo como la potencia patológica y
terapéutica, a la vez, de los grupos humanos.
En efecto, los primeros grupos con las familias de los psicóticos en el Hospicio,
según el autor, “completaron nuestra concepción social de la enfermedad
mental”15
. Es decir el poder que tiene una familia o un grupo social de enfermar a
uno o a alguno de sus integrantes. Esta concepción social de la enfermedad
mental permite, no solamente entender de qué manera influye el grupo familiar y
15
Pichón, Enrique: “Historia de los grupos operativos”. En: El Proceso Grupal, del psicoanálisis a la
psicología social (1). p, 241. Buenos Aires: Editorial Nueva Visión, 1985.
18
social en la etiología de una psicosis o una neurosis en un individuo, sino que, por
contrapartida, permite arrojar luz sobre los fenómenos sociales, abordando al
enfermo mental como portavoz de un síntoma colectivo.
Pero el hallazgo fundamental de la investigación Pichoniana es el poder
terapéutico de los grupos: “la profilaxis podía ser dada en otros miembros de la
familia”16
y, no solamente en aquellos casos en los que se definen como grupos
terapéuticos, sino también aquellos en los que la tarea se define en función de una
obra comunitaria, un proyecto empresarial, o la resolución de un problema en una
institución educativa. La condición para activar esta potencia terapéutica es
disponer de un marco teórico –el ECRO- que permita leer la vida latente de los
grupos y que el grupo cuente con un coordinador que conozca la técnica adecuada
para intervenir sobre ella. El dispositivo del grupo operativo crea unas condiciones
favorables para aprovechar la potencia terapéutica de los grupos. No se trata
entonces de una psicoterapia en grupo entendida en el sentido convencional, es
decir, de un terapeuta que interviene grupalmente; en el grupo operativo es el
grupo en tarea el que produce los efectos terapéuticos, no el terapeuta, que opera
como copensor y facilitador.
Como el lector habrá podido apreciar, los grupos operativos son una herramienta
para leer fenómenos e intervenir en grupos de múltiples clases, en diversos
escenarios; esta herramienta se puede combinar con otras técnicas que provienen
de contextos teóricos y metodológicos afines, sin que sea menester la aplicación
del dispositivo del grupo operativo en su versión más pura.
Leonardo Schvarstein, un discípulo de Pichón, que es actualmente uno de los
autores más reconocidos en América Latina en el campo de la psicología
organizacional, reconoce que en su práctica nunca usa el grupo operativo en su
forma pura, pero que en todas sus intervenciones está trabajando con la didáctica
de emergentes y otras herramientas de la técnica de los grupos operativos y que
en general se vale del ECRO de Pichón para leer los fenómenos latentes de la
actividad grupal. Este comentario pretende adelantarse a la inquietud que, con
toda razón, se hacen muchos sobre las posibilidades prácticas de exportar el
modelo del grupo operativo, en su versión más genuina, a todos los escenarios de
intervención del psicólogo social.
Donde tiene toda su pertinencia la aplicación de la versión más pura del grupo
operativo es en la formación de los futuros psicólogos sociales. En este punto
encontramos nuevamente una coincidencia con el psicoanálisis. Un analista se
forma fundamentalmente en el diván de otro analista, es decir en su propio
análisis. Los cursos, carteles y otros dispositivos de estudio, son un factor muy
importante en su formación, pero no sustituyen la travesía que constituye el
análisis personal, sin el cual no hay analista posible. De una manera análoga, la
formación de un coordinador en grupos operativos, requiere un conocimiento
teórico de la psicología social de Pichón Rivière, y exige como condición
indispensable la experiencia y la vivencia como participante de grupos operativos
16
Ibíd.
19
de formación, sin los cuales no es posible, o en todo caso, no es legítimo,
autorizarse como coordinador.
Como el lector habrá podido notar el grupo operativo es una técnica que descansa
en una concepción particular de la enfermedad mental como síntoma social y de
los grupos como tramas vinculares en los que el saber y el poder se pueden poner
en función de lo patológico o lo terapéutico. Se trata de una técnica que cuenta con
la existencia de una dimensión latente de la vida grupal regida por formas
individuales y colectivas del goce que es necesario develar y darles una forma de
expresión para evitar el empobrecimiento de la vida grupal o la emergencia de
síntomas que tienen un alto costo psíquico para los integrantes del grupo y que
pueden boicotear los propósitos grupales.
Es por este motivo que hemos considerado pertinente examinar el grupo operativo
a la luz del dispositivo teórico llamado “los cuatro discursos” de Lacan, que gira en
torno a cuatro significantes: El significante amo (S1), que es el emblema de las
diversas formas del poder; el saber (S2), que tiene distintas facetas; el síntoma ($),
en distintas posiciones; y el goce (a) que también tiene valores diferentes según
sea un producto, una verdad reprimida, un lugar vacío, o la causa del deseo.
En virtud de este objetivo el próximo capítulo intentará introducir al lector en la
teoría del vínculo social de Jacques Lacan y los siguientes capítulos abordarán, a
la luz de esta teoría, tres ejes fundamentales del grupo operativo: “la tarea”, “el
coordinador” y “el grupo”.
20
22.. TTEEOORRÍÍAA DDEELL VVÍÍNNCCUULLOO SSOOCCIIAALL DDEE JJAACCQQUUEESS LLAACCAANN
Por: Jaime Carmona
El discurso es la unidad mínima de análisis que Lacan propone para pensar los
vínculos sociales. Es una estructura básica de la que se pueden encontrar
múltiples variaciones. Lacan define el discurso como:
“Una estructura necesaria que excede con mucho a la palabra (...) que en
realidad puede subsistir muy bien sin palabras. Subsiste en ciertas
relaciones fundamentales. Mediante el instrumento del lenguaje se instaura
un cierto número de relaciones estables en las que puede ciertamente
inscribirse algo mucho más amplio, algo que va mucho más lejos que las
comunicaciones efectivas. Estas no son necesarias para que nuestra
conducta o eventualmente nuestros actos se inscriban en ciertos
enunciados primordiales”.17
Un vínculo social, en principio, implica la existencia de al menos dos términos,
pero el que existan dos términos no garantiza que exista un vínculo entre ellos. Es
necesario que uno de ellos interpele al otro, que uno de ellos se dirija al otro e
incida sobre él, de alguna manera. Este hecho ya define una posición de cada uno
de los dos términos que entran en relación. Uno de ellos, el que toma la iniciativa,
vamos a decirlo así, está en posición de “agente”, en la medida en que ha
asumido un papel que puede considerarse como “dominante”, al menos en el
sentido de incidir sobre el otro18
. El otro término... ¿qué podemos decir del otro?
Por ahora digamos sólo eso, que es un “otro”.
Según Lacan, habría cuatro modalidades posibles de colocarse en el lugar del
agente. Es decir, cuatro formas de interpelar a un “otro” en el campo social, las
cuales tendrían que ver con las tres tareas imposibles de las que habla Freud:
gobernar (S1), educar (S2), analizar (“a”) y con una tarea, acaso no menos
imposible, que Lacan define como “hacer desear” ($) y que también podríamos
leer como: “hacer producir saber”19
. Más adelante nos referiremos en detalle a
cada una de ellas.
Resumamos: Un vínculo implica, al menos, dos términos: uno de ellos, el “agente”,
está en una posición “dominante” respecto del “otro”; y, habría cuatro versiones
del agente. Quizá podríamos agregar que, en un sentido estricto, todo vínculo
17
Lacan, Jacques. El Seminario, Libro XVII. El reverso del psicoanálisis. Barcelona: Paidós, 1992.
p. 10.
18
Llamo dominante a lo que me sirve para nombrar estos discursos (...). Esta palabra dominante no
implica predominio, en el sentido de que este predominio especifique lo que no es seguro al
discurso del amo. Digamos que se puede atribuir, por ejemplo, según los discursos, substancias
distintas a esta dominante”. Ibíd., p. 45.
19
“Gobernar, educar, analizar también y, por qué no, hacer desear, para completar la definición de
lo que será el discurso de la histérica, son operaciones, propiamente hablando, imposibles”. Ibíd.,
p. 187.
21
social está determinado por una imposibilidad estructural, en el sentido que se
dice que es imposible gobernar, analizar, educar y hacer desear.
Agente → otro
Pero un vínculo no se agota en la constatación que acabamos de mencionar. En
otras palabras, un vínculo no es igual a la sumatoria de sus componentes. Una
vez que dos términos entran en relación en un vínculo, se produce un algo más,
una resultante de ese encuentro de los dos términos que entraron en relación. A
esa resultante le vamos a dar el nombre de “producción”. Esa producción es el
efecto de la incidencia del “agente” sobre el “otro”. Así pues, la colocaremos del
lado del “otro”.
Tenemos, entonces, tres términos:
Agente → ____otro________
Producción
Ahora bien, si del lado del “otro” tenemos una “producción” -efecto de la incidencia
del “agente” sobre él-, podemos preguntarnos qué hay del lado del “agente”. En
otras palabras, podemos preguntar qué lleva a un “agente” cualquiera en el
escenario social a interpelar a un “otro”. Esto es algo que en toda relación requiere
ser aclarado: ¿Por qué alguien se dirige a otro y lo increpa o lo interpela? La
respuesta a esta pregunta generalmente no tiene nada de evidente, ni siquiera
para el agente mismo. En los vínculos sociales este hecho fundante suele ser lo
más opaco y no gratuitamente suele estar justificado con toda clase de
racionalizaciones que en general operan como coartadas. El político, al ser
interrogado por las razones que lo llevan a increpar al “otro”, responderá que
quiere su bienestar; el religioso dirá que quiere su salvación; el revolucionario dirá
que quiere su liberación; el capitalista dirá que quiere satisfacer sus necesidades,
prestarle el mejor servicio, hacerlo feliz (...).
Cuando un “agente” interpela a un “otro”, debemos hacernos la pregunta por
aquello que suscita este gesto y desconfiar de las respuestas que aporta este
mismo agente sobre su “intencionalidad”. Es decir, que ante todo vínculo siempre
debemos suponer la existencia de una “verdad” que no necesariamente coincide
con las razones a las que apela el agente para interpelar al otro. Dicha verdad
está del lado del agente y la mayoría de las veces es una verdad oculta hasta para
él mismo, que puede estar convencido de sus buenas intenciones, de lo necesario
que es para el “otro”, o de su condición de instrumento de una elevada causa.
Esta verdad la escribimos debajo del agente, separada del mismo por una barra
que nos sugiere que no es algo a lo cual el agente tenga un acceso directo, así
como la producción, a pesar de que está del lado del otro, no es necesariamente
algo que el otro se pueda apropiar, ni siquiera algo de lo que pueda dar cuenta por
más que haya resultado de la incidencia de un agente sobre él.
22
Así tenemos, entonces, que el vínculo mínimo, una relación entre dos términos en
el campo de lo social, siempre implica otros dos, lo cual nos arroja una estructura
de cuatro términos:
Es importante señalar que, en los vínculos sociales, lo más difícil de develar
siempre es la relación entre la verdad y la producción. “En la segunda línea no hay
flecha alguna (...), no sólo no hay comunicación sino que hay algo que obtura
(∆)”20
. Esa es la razón de existir de las ciencias sociales. Si la verdad de toda
producción en el campo de lo social fuese evidente por sí misma, las ciencias
sociales no serían necesarias. Lacan dice que la relación entre la verdad y la
producción está marcada por la impotencia (que indicamos con el triángulo)
mientras que la relación entre el agente y el otro por la imposibilidad que ya
mencionamos (y que indicamos con la flecha). La relación entre la verdad y la
producción siempre exige un proceso de construcción o mejor de reconstrucción.
En el sentido que tiene este término en la arqueología y en el psicoanálisis, es
esencial edificar una armazón significante, una construcción conceptual, para
demostrar la relación estructural existente entre ambas: “Si planteamos la
formalización del discurso y, en el interior de esta formalización, nos damos ciertas
reglas destinadas a ponerla a prueba, encontramos un elemento de imposibilidad.
Esto se halla en la base, en la raíz de lo que es un hecho de estructura”21
.
Ya tenemos la matriz básica mínima de todo vínculo en el campo social: se
requiere al menos de dos términos para que haya un vínculo; y, necesariamente,
la relación entre ambos da lugar a un producto nuevo y, por otro lado, produce una
zona de sombra que llama a ser iluminada: la verdad. Ahora, es importante que
nos preguntemos por la naturaleza de lo que hemos llamado “los términos” que
entran en relación en un vínculo social. Vamos a decirlo con una redundancia:
¿qué se vincula con qué en un vínculo social?
Para poder abordar el tema de la naturaleza de lo que hemos llamado hasta el
momento “los términos” que entran en relación en el vínculo social, es conveniente
hacer una reflexión sobre la condición humana. Los seres humanos vivimos en un
universo de símbolos, en un mundo de representaciones. El psicoanálisis
comparte con Heidegger la idea según la cual “El lenguaje es la casa del ser”22
.
Este hecho tiene una implicación decisiva para la relación del ser humano con el
mundo y, por supuesto, con los demás seres humanos, a saber, que toda relación
humana va a estar mediada por representaciones. Un ser humano no se relaciona
20
Ibíd.., p. 188.
21
Ibíd.., p. 48.
22
Heidegger, Martín. Carta sobre el humanismo. Madrid: Ed. Alianza. 2003. p, 7.
Agente otro
Verdad ∆ Producto
23
directamente con otro ser humano ni con el mundo; sus relaciones con sus
semejantes y su contexto acontecen mediatizadas por el sistema de
representaciones que habita. Incluso podemos ser más radicales y decir que el ser
humano, en tanto que sujeto, no “es”, sino en la medida en que es representado.
En el mundo de los humanos no hay otra posibilidad de “ser”, ni otra posibilidad de
vincularse con los otros que no pase por un sistema de representaciones.
Esto se puede constatar de la manera más simple en un hecho tan cotidiano y
elemental como presentarse ante otro. Se supone que quien se presenta trata de
decir quien “es”. Lo primero que se dice en una presentación es el nombre. El
nombre es una representación. Freud la llamaría representación de palabra, que
representa a alguien para otro alguien. Casi todos los nombres llevan implícito el
género, al menos en nuestra cultura. No es lo mismo llamarse Fulano que Fulana.
Así, cuando alguien dice o escribe su nombre, casi siempre está diciendo
simultáneamente su género. Si además incluye los apellidos, y dice “Fulano de
Tal”, está aportando otras representaciones que sitúan al que se presenta en un
linaje y como miembro de ese linaje en un conjunto social al que pertenece. Cada
apellido sitúa a los sujetos que representa en un lugar muy diferente del escenario
social.
Ese hecho elemental de presentarse, utilizando una representación de palabra
como es el nombre, ya nos pone sobre la pista de un hecho fundamental en lo que
se refiere a las representaciones, que siempre remiten a otras representaciones, y
más aún, cobran su valor por lo que las diferencia de las otras. Fulano cobra su
valor de nombre masculino por lo que lo diferencia de los nombres femeninos. El
apellido cobra su valor particular por lo que lo diferencia de los demás apellidos en
su contexto social. En otras palabras, las representaciones, o mejor digamos los
significantes, no existen aisladamente, sino que siempre se encuentran en redes o
baterías, las cuales están en relaciones con otros significantes y con respecto a
los cuales adquieren un valor por lo que los diferencia de los demás. Por ello,
cuando alguien enuncia el significante mínimo que lo representa, como es el
nombre propio, esto lo pone en relación con otros significantes y le asigna un
lugar. Si continúa la presentación y se enuncia la profesión, sucede lo mismo. En
primer lugar, la palabra profesional, expresa o tácita, ya marca una diferencia con
la de estudiante y con la de analfabeta, etc.
Lacan define al sujeto como “representado por un significante para otro
significante”23
. Esto implica que el advenimiento del humano como sujeto pasa por
su inclusión en un orden significante. Esta definición del sujeto la podemos escribir
así:
Un significante (S1)___ → otro significante (S2) S1 → S2
Sujeto representado ($) $
23
Cf. Lacan, Jacques. El Seminario, Libro XVII. El revés del psicoanálisis. Op. cit., p. 11.
24
Ahora, el significante no es solamente aquello que nos representa y sin lo cual no
“somos” humanos, ni simplemente aquello que nos da un lugar en el mundo y una
cierta ilusión de unidad necesaria para operar en él, si no que es, además, la
materia de la cual está hecho el vínculo social. El orden social es un orden
significante y sin el significante no hay ordenamiento social posible.
La operación significante, gracias a la cual un trozo de carne, pelos y tejidos
deviene un ser humano, tiene varias implicaciones de las cuales aquí solamente
vamos a tratar de desarrollar dos. La primera de ellas es que el sujeto que allí se
constituye es, desde su origen, un sujeto dividido entre la representación y lo
representado S1/$; en otras palabras, entre el significante (S) y el significado (s):
S/s. La segunda consecuencia que vamos a desarrollar consiste en que la
constitución de la subjetividad humana en el orden significante no es una
operación exacta, sino que deja un residuo que va a funcionar como un referente
fundamental para el deseo del sujeto.
Para abordar la primera de estas dos consecuencias de la condición lenguajera de
los seres humanos, es necesario que nos remitamos brevemente a la lingüística.
Recordemos que la noción de significante es acuñada por Ferdinand de Saussure
en el Curso de Lingüística General. En este texto, establecido póstumamente por
sus discípulos, el autor propone que el signo lingüístico se puede descomponer en
dos dimensiones que serían como las dos caras de una moneda: el significante y
el significado. El significado sería el contenido ideativo y el significante sería la
dimensión material, la imagen acústica; en una palabra, el sonido. Es notoria la
coincidencia entre la noción de significante en Saussure y la noción de
“representación de palabra” en Freud.
Para elaborar su formulación sobre el sujeto, Lacan invierte el algoritmo de
Saussure y propone que la barra que separa al significante del significado es la
barra de la represión. Si nos atenemos a esta formulación debemos decir
entonces que el sujeto que se funda como representado por un significante para
otro significante es, por definición, un sujeto del inconsciente, en la medida en que
queda debajo de la barra de la represión. Ya sabemos, desde Freud, que todo lo
reprimido, por definición, es inconsciente (aunque no todo lo inconsciente sea
reprimido).
La constitución del hablante como sujeto del inconsciente es producto de una
particularidad del lenguaje en el que viene a constituirse el neonato como sujeto,
teniendo en cuenta que este lenguaje no existe en el mundo como una batería de
significantes neutros, sino que siempre se lo encuentra atravesado por unas leyes
(como la ley de prohibición del incesto y, en general, la moral sexual de la cultura)
y organizado bajo la forma de un saber, verbigracia el saber mínimo acerca de las
estructuras de parentesco de la respectiva cultura, que hasta los analfabetas
conocen. Es decir, que el lenguaje en el que viene a fundarse cada nuevo ser está
estructurado como un cuerpo vivo de saber, como una estructura significante
organizada que posee una historia, una cultura, unas tradiciones, unas técnicas y
unas artes, incluso unas tramas que van a determinar los caminos por los que
25
discurrirá el destino de cada uno de los seres que allí devienen sujetos. Esas leyes
que mencionamos operan a nivel inconsciente y producen el efecto, ya referido, de
dividir la subjetividad en dos escenarios.
Esto se puede mostrar de una manera simple. Ser representado para otros por el
significante Fulano en un complejo cultural determinado, implica ser inscrito en un
ordenamiento de la sexualidad propio de los Fulanos, que es diferente al de las
Fulanas. Y si el proceso de enculturación cumple cabalmente su cometido, logrará
que Fulano se comporte como los Fulanos y no como las Fulanas. Así mismo, si
es “Fulano de Tal”, implica que pertenece al linaje de los “Tales” y se espera que
busque su pareja por fuera del clan familiar. De manera que ser incluido en el
lenguaje como “Fulano de Tal”, supone, en primer lugar, reprimir los deseos que
serían propios de las Fulanas y, en segundo lugar, reprimir los deseos hacia los
“Tales”.
Fulano de Tal sería un sujeto en el sentido que tiene el término en la gramática,
incluso en el sentido que tiene este término para el Derecho, pero para el
psicoanálisis el sujeto sería aquello que es objeto de la represión para que Fulano
de Tal pueda cumplir socialmente con lo que se espera de un Fulano y de un “de
Tal”. Se trata entonces de una dimensión fundamental de su ser que todo Fulano
ignora, es decir, el sujeto del inconsciente. Esto podemos escribirlo de la siguiente
manera:
Significante del nombre propio S1
Sujeto del inconsciente $
Ese sujeto del inconsciente seguirá operando como una verdad no sabida que, sin
embargo, determina el destino de Fulano. Esto nos conduce a una paradoja: el
significante que representa a un sujeto para sí mismo y para los demás
significantes puede decir lo opuesto a su deseo inconsciente. Lacan dice, por ello,
que “el yo es un lugar de desconocimiento”. Se refiere, por supuesto, al
desconocimiento de la verdad del sujeto del inconsciente.24
Como se puede ver, llamarse Fulano o Fulana tiene sus consecuencias. El
nombre propio opera como un primer significante que asigna un lugar a un sujeto
en el mundo y, a la vez, lo somete a la ley de la cultura en la que lo inscribe; es un
significante amo que contribuye a ese proceso de unificación imaginaria y
localización en un universo simbólico, que convierte en un ser humano a un
organismo habitado por un conjunto de pulsiones que en su origen operan más o
menos anárquicamente. Es un significante que, mediante una operación de
violencia simbólica, introduce un principio de organización que desemboca en la
humanización.
24
A propósito del yo y su relación con el saber, dice Lacan: “El yo trascendental es el S1, el yo del
amo, aquel que de algún modo encierra en sí como verdad cualquiera que enuncia un saber”.
Lacan, El Seminario, Libro 17. El reverso del psicoanálisis, Op. cit., p. 66.
26
La asunción de una identidad unitaria mediante un significante amo como el
nombre propio y la identificación con algunos de los emblemas fundamentales,
propios de ese significante en el complejo cultural respectivo, es un paso
necesario del proceso de enculturación de todo sujeto, lo cual tiene el correlato
que ya mencionamos: la constitución de una subjetividad en dos escenarios, uno
que corresponde con ese significante que es el nombre propio y otro escenario
que sería el sujeto del inconsciente.
El sujeto del inconsciente ($) es, pues, un efecto de la inclusión del humano en el
lenguaje, y tenemos noticia de él a partir de unas formaciones como el síntoma, el
lapsus y el sueño, es decir, a partir de producciones que son marginales respecto
del yo, que es el que se instala en la dimensión subjetiva correspondiente al
nombre y a los apellidos. El yo es el que puede decir “yo me llamo Fulano”, no así
el sujeto del inconsciente.
El sujeto del inconsciente, al contrario, se manifestaría en aquellos lapsus que
contradicen lo que cualquier Fulano quiso decir, o en una conducta como la
ferocidad sintomática de algunos Fulanos contra los homosexuales, con la cual
intentan desmentir su propia homosexualidad inconsciente, o en los sueños que
derivan en pesadillas en el momento en que se acercan a la realización de una
fantasía incestuosa.
Decíamos que la operación mediante la cual un significante representa a un sujeto
para otro significante, tenía otra consecuencia, además de fundar este sujeto
como un sujeto dividido y como un sujeto del inconsciente. Esta otra
consecuencia, que se refiere al residuo de la operación, tiene que ver con lo que
diferencia un atardecer de un poema sobre el atardecer. En otras palabras, con lo
que diferencia la palabra de la cosa.
En todo poema sobre el atardecer se captura algo del atardecer y algo se escapa.
Ningún poema sobre el atardecer podrá capturar totalmente el atardecer. Es así
como siempre se podrán seguir escribiendo nuevos poemas sobre el atardecer.
Algo semejante ocurre con la operación por la cual un significante, como el
nombre propio, captura a un viviente y le da un lugar en el mundo. Efectivamente,
la inclusión del sujeto en un orden simbólico mediante el nombre, captura
parcialmente a ese viviente, pero esta captura no se logra de una manera plena,
algo queda por fuera. En este caso no se trata de lo reprimido, porque lo
reprimido, en la medida en que tiene una materialidad significante, de alguna
manera está incluido en la operación, así sea en otro escenario; y es por ello que,
gracias a un dispositivo como el analítico, se puede lograr que eso reprimido se
enuncie. En este caso se trata de una exclusión más radical, la cual tiene que ver
con algo que es indecible, en la medida en que quedó por fuera en la operación de
simbolización. Es aquello del viviente que no es susceptible de ser atrapado por el
lenguaje. A esa dimensión Lacan la llama “objeto a” o simplemente “a”, minúscula.
Esta dimensión del viviente, que no ingresa en el mundo significante en el que
habitamos los humanos, tiene múltiples versiones. Todas, en alguna medida,
27
aluden a ella, pero ninguna logra nombrarla, ni siquiera de una manera
aproximada, por su misma condición insimbolizable. Cada versión del “objeto a” es
una suerte de nuevo poema sobre el atardecer de lo real de la condición humana
que, a la vez que logra bordearlo con la palabra, hace más inminente el hecho
inexorable de la imposibilidad para llegar a atraparlo en las redes del lenguaje.
Vamos a ver algunas de estas versiones del “objeto a”.
Uno de los nombres que Lacan le da al “objeto a” es el de resto: el residuo de la
operación de constitución del sujeto. Se trata de un desecho, un desecho
precioso, ya que de una u otra manera el sujeto sigue añorando siempre eso que
queda por fuera de la dimensión significante en la que habita. La relación del niño
con sus heces puede ser un referente de un desecho preciado. Las heces son un
paradigma de aquello que nuestra cultura excluye de su orden, por ello se
inventaron los excusados. Las heces son una de las expresiones paradigmáticas
del “objeto a”.
Desde otro punto de vista, al “objeto a” lo podemos pensar como un excedente, el
rédito de la operación de la humanización. El excedente es un plus, aquello que se
puede usufructuar como ganancia una vez concluida una operación comercial;
incluso se puede asimilar a la plusvalía, que es ese excedente que el capitalista le
escamotea al proletario gracias al fetichismo de la mercancía, producto de la
división del trabajo que introduce el capitalismo. En esta perspectiva podríamos
pensar ese excedente o plus como un producto.
Otro nombre que Lacan le da a esa dimensión excluida, que constituye el objeto
“a”, es el de “falta”. Esta falta se puede pensar como la cicatriz que deja aquello
que se pierde en el ingreso al universo simbólico. También se puede entender
como la pérdida de goce, producto de la inserción de la criatura humana en el
lenguaje y, paradójicamente, eso que queda por fuera de la operación también se
puede llamar goce25
, cuando de alguna manera logra ser capturado, así sea en
medida escasa. Nuevamente la plusvalía sirve de referente. Según Lacan, la
plusvalía nace en aquel momento de la historia en el que el capitalismo descubre
un dispositivo que permite capturar el goce y acumularlo26
. Es por esta referencia
a la plusvalía que Lacan también llama “plus de goce” a esa dimensión excedente
de la operación simbólica mediante la cual se funda el sujeto.
Esta dimensión, excluida del orden significante, opera como aquello que causa el
deseo y que le sirve de horizonte hacia el cual apunta. Se trata de un caso muy
interesante de una causalidad negativa, en la medida en que aquello que opera
como causa es precisamente una ausencia. Este es otro nombre del objeto “a”,
“objeto causa del deseo”. Se trata de un objeto muy particular, ya lo dijimos, un
25
“Debajo del otro (significante del saber en el discurso del amo) está el sitio donde se produce la
pérdida, la pérdida de goce de la que extraemos el plus de goce”. Lacan, Jacques. El Seminario,
Libro XVII. El reverso del psicoanálisis, Op. cit., p. 98.
26
“A partir de cierto día el plus de goce se cuenta, se contabiliza, se totaliza. Aquí empieza lo que
se llama la acumulación de capital”. Lacan, Jacques. El Seminario, Libro XVII. El reverso del
psicoanálisis, Op. cit., p. 191.
28
objeto que falta, lo cual se puede enunciar de un modo más directo como una
“falta de objeto”.
El concepto de “objeto a” es una construcción muy compleja y difícil de asir por la
naturaleza misma de la dimensión de lo humano a la que se refiere. Ya que se
trata de una noción fundamental, para este trabajo de investigación haremos un
recuento histórico de este término que tratará de justificar la diversidad de
acepciones que posee, de acuerdo con el costado que se trate de iluminar de la
dimensión de lo humano que nombra.
La prehistoria de esta noción se remite, por supuesto, a la obra de Freud. La
noción de “objeto perdido” -que en Freud no es desarrollada como un concepto
fuerte-, de alguna manera prefigura este hecho constitutivo: que se ingresa al
mundo de los humanos por la vía de una pérdida fundamental. Los goces
pulsionales parciales también prefiguran en la obra de Freud, lo que va a ser la
noción de “objeto a” en Lacan, por varios motivos: en primer lugar, por su
condición, digámoslo así, silvestre, y por su carácter compulsivo e impersonal que
no tiene reparos por la autoconservación, ni por la conservación del otro; en
segundo lugar, porque son legítimos representantes del goce que se pierde en el
proceso de inserción en la cultura.
A continuación presentaremos, en una síntesis muy condensada, el recorrido que
hace Dylan Evans, en el “Diccionario introductorio de psicoanálisis lacaniano”,
sobre la evolución de la noción de “objeto a” en la obra de Lacan, lo cual nos
permite entenderla en su historicidad y, a la vez, corroborar la exactitud de las
diversas definiciones que hemos aportado de la misma.
“La a minúscula aparece por primera vez en el texto de Lacan, en 1955, en relación con el
esquema L. En este momento se usa para designar al semejante, la imagen especular en
el orden imaginario. Es en 1957 cuando Lacan introduce el matema del fantasma ($ <> a),
“a comienza a ser concebido como el objeto del deseo (...). En 1960-1 Lacan articula la a
con el término agalma que toma del banquete de Platón (...). El agalma es un objeto
precioso oculto en una caja relativamente carente de valor”
27
. El objeto a, ya lo vimos, es
algo precioso que puede estar revestido de la condición de algo desechable. “Desde 1963,
en adelante, a adquiere cada vez más las connotaciones de lo real (...); a partir de este
momento, a designa el objeto que nunca puede alcanzarse, que es realmente la CAUSA
del deseo (...). En los seminarios de 1962, 63 y 64, el objeto a es definido como el resto (en
francés reste), el remanente que deja detrás de él la introducción de lo simbólico en lo real
(...); esta idea recibe un desarrollo adicional en el seminario de los cuatro discursos. En el
discurso del amo, un significante trata de representar al sujeto para todos los otros
significantes, pero siempre se produce inevitablemente un excedente. Ese excedente es el
objeto a, un sentido excedente, un goce excedente (en francés, plus-de jouir, “plus de
gozar”). Este concepto se inspira en la idea marxista de la plusvalía. a es el exceso de
goce que no tiene valor de uso, pero resiste a la pura justificación del goce”
28
.
27
Evans, Dylan. Diccionario introductorio de psicoanálisis lacaniano. Buenos Aires: Paidós, p. 141
(las comillas y las cursivas son del autor).
28
Ibíd. p. 141 (las cursivas, las mayúsculas y las comillas son del autor).
29
Vemos pues que este concepto, de acuerdo al costado que tratemos de iluminar,
puede ser leído como: “residuo”, “resto”, “plus”, “plus de goce”, pero también “falta
de goce”, “objeto causa del deseo” o “falta de objeto”. Se trata de una dimensión
de la condición humana que, como dijimos, es más radical aún que el mismo
inconsciente. Ésta, a diferencia del inconsciente, no es una dimensión palabrera,
ya lo dijimos, aunque algo de ella logra ser capturada por la palabra y allí donde
ello ocurre se le encuentra más frecuentemente asociada con las formaciones del
inconsciente que con la otra dimensión de la subjetividad, en la cual el yo identifica
al significante amo que constituye el nombre propio: “El yo idéntico a sí mismo,
eso es precisamente lo que constituye el S1 del imperativo puro”29
.
El goce opera como un principio desorganizador, por oposición al efecto de
ordenamiento que implica la fundación del sujeto en el universo significante. Se
manifiesta en aquellos procesos mortíferos de disolución de las unidades
alcanzadas y de los principios de organización que mantienen la vida. En ese
orden de ideas, opera en el mismo sentido que la pulsión de muerte. El goce, por
definición, es mortífero y se hace más palpable en aquellos cuadros clínicos en los
cuales asistimos a un proceso autodestructivo en el que las posibilidades de
simbolización son especialmente limitadas, como las toxicomanías, los cuadros
psicosomáticos y algunas formas de la anorexia y la bulimia. Las manifestaciones
del goce en el campo de lo social se pueden encontrar en las guerras, los
procesos de destrucción del tejido social, la devastación de los recursos que
garantiza la vida en el planeta, etc.
La referencia a lo social no es, en absoluto, forzada si tenemos en cuenta que la
antropología muestra que el medio más eficaz de destrucción de un sujeto es
eliminar todo lazo que lo ate a los otros, dejarlo sin lugar en el universo simbólico
de su comunidad. Más aún, esta concepción lacaniana del sujeto como
representado por un significante para otro significante, no admite una definición
metafísica de sujeto, ni siquiera una definición con un estatuto irreductible al orden
social, sino todo lo contrario, sólo admite pensar al sujeto en función de su relación
con el otro, gracias al universo significante. En este sentido, la formulación
lacaniana de los cuatro discursos sigue el espíritu de la posición de Freud en el
texto Psicología de las masas, donde declara categóricamente que la oposición
entre psicología individual y psicología social es una falsa oposición y agrega que
“desde el comienzo mismo, la psicología individual es simultáneamente psicología
social”30
.
Con el abordaje de esta dimensión del goce completamos el cuarto de los
términos que se requieren para pensar la especificidad de la condición humana de
acuerdo con Lacan.
agente → otro S1(Significante Amo) → S2 (El saber)__
verdad ∆ producto $(El sujeto dividido) ∆ “a” (el objeto a)
29
Lacan, Jacques. El Seminario, Libro XVII. El reverso del psicoanálisis, Op. cit., p. 66.
30[15]
Cf. Freud, Sigmund. Obras completas. v. XVIII. Buenos Aires: Amorrortu, 1979. p. 67.
30
Recapitulemos. “S1” es el significante amo: es el que violenta la materia orgánica
e introduce un principio organizador que confiere la ilusión de unidad que es
necesaria al ser humano para relacionarse con el mundo por medio del universo
significante. El funcionamiento de este significante se puede pensar tomando
como referente al amo de la antigüedad, y en cierto sentido, obrando en
consecuencia; el yo, identificado con este significante, opera en la subjetividad con
una vocación de soberano absoluto, aunque nunca lo logre plenamente. Así
mismo, lo que nos muestra a diario la vida social no es otra cosa que la vocación
de tirano que se revela en todo ser humano cuando el interjuego vincular le coloca
en una posición de poder respecto a los otros.
“S2” es el significante del saber: el otro significante al cual se remite el S1.
Recordemos que los significantes (o las representaciones) no se encuentran en el
mundo de manera aislada, sino que siempre están en relación con otros
significantes. El “S2” es el significante que representa a la batería de los demás
significantes sobre la cual incide el “S1”, que representa al sujeto. Recordemos
también, que esa batería no es una caja de herramientas en la que los
significantes están dispuestos, por decirlo así, en una condición neutra. Se trata
más bien de una red significante en la cual los significantes están organizados
conforme a leyes. Cada uno tiene un lugar que está definido por su relación con
los demás significantes. Más aún, se trata, como ya lo dijimos, de un universo
significante con una historia, una tradición, unas técnicas, unas artes y unos
saberes que pueden estar articulados bajo la forma de mitos o ficciones
científicas.
“$” es el significante del sujeto dividido: recordemos que no lo debemos confundir
con el yo. Se trata del sujeto del inconsciente que opera como verdad reprimida
que constituye un determinismo fundamental en el destino de todo ser humano. El
sujeto no aparece allí donde el yo gobierna como un soberano la vida psíquica,
sino justamente donde no es el amo de su propia casa, donde aparece la
anomalía, donde la cosa no marcha, en el yerro, en el tropiezo, en el síntoma
mediante el cual se deja ver este otro escenario de la vida psíquica.
“a” es el objeto causa del deseo: es aquello insimbolizable del viviente que queda
por fuera del orden significante, en la operación mediante la cual se funda el
sujeto. O, dicho más precisamente, es lo que no alcanza a ser capturado por ese
orden simbólico. Este resto de real tendrá esa doble condición del desperdicio y de
lo precioso, y allí donde se haga inminente su presencia será objeto de horror y
fascinación.
Así, la fórmula completa de la constitución de la subjetividad queda así:
Un significante (S1) → ante otro significante (S2) S1→ S2
Representa un ($) ∆ Producto o residuo (a) $ ∆ a
31
Si complementamos esta ecuación, haciendo explícitos los lugares predefinidos en
la estructura que mencionamos al principio de este capítulo, se podría leer de la
siguiente manera: un significante amo en el lugar del agente del discurso,
representa a un sujeto del inconsciente que opera como verdad reprimida del
mismo, ante otro significante: el significante del saber que es la batería en la cual
están organizados los demás significantes. El producto de esta operación es un
objeto que, justamente por faltar, causa el deseo: el “objeto a”. Este es el primero
de los cuatro discursos propuestos por Lacan para pensar los vínculos sociales, y,
según el autor, el más arcaico.
Acaso no sea gratuito que la fórmula de constitución del sujeto coincida con el
primero de los cuatro discursos que propone Lacan para pensar los vínculos
sociales. Es decir, que la organización psíquica en el ser humano está articulada,
en su origen, como un discurso de amo. Como el amo feroz que difiere
radicalmente del ideal humanista y que Freud describe en su Malestar en la
cultura, así:
“El Ser humano no es un ser manso, amable, a lo sumo capaz de defenderse si lo atacan,
sino que es lícito atribuir a su dotación pulsional una buena cuota de agresividad. En
consecuencia, el prójimo no es solamente un auxiliar y objeto sexual, sino una tentación
para satisfacer en él la agresión, explotar su fuerza de trabajo sin resarcirlo, usarlo
sexualmente sin su consentimiento, desposeerlo de su patrimonio, humillarlo, infligirle
dolores, martirizarlo y asesinarlo”
31
.
En síntesis: primero, no hay sujeto sin otro. Segundo, el sujeto no tiene una
relación directa con sus otros en el campo social; esa relación está mediatizada
por un universo significante. Tercero, para dar cuenta de la subjetividad humana
se requieren por lo menos cuatro significantes: el S1 o significante amo, el S2 o el
saber, el $ o el sujeto, y el “a” o el objeto causa del deseo. Cuarto, todo vínculo
social supone por lo menos la existencia de cuatro lugares: el del agente, el otro,
la verdad y la producción; y, quinto, la primera articulación de la subjetividad
humana toma la forma de un discurso de amo, en el cual el significante amo (S1)
está en el lugar del agente, el saber (S2) en el lugar del otro, el sujeto ($) en el
lugar de la verdad y el objeto “a” en el lugar de la producción.
agente (S1) → otro (S2)_____
verdad ($) ∆ producción (“a”)
Lacan propone tres discursos más para pensar los vínculos sociales, los cuales se
obtienen a partir del discurso del amo, rotando los cuatro significantes en juego en
el sentido inverso a las manecillas del reloj. Estos son: El discurso universitario, el
discurso de la histérica y el discurso del psicoanálisis. Sus cuatro discursos, dice
el autor, que serían cuatro formas posibles del vínculo social, cuatro “estructuras”
posibles de la relación de un significante con otro significante32
.
31
Freud, Sigmund. Obras Completas. v. XXI. Buenos Aires: Amorrortu, 1979.
32
Lacan, Jacques. El Seminario, Libro XVII. El reverso del psicoanálisis, Op. cit., p. 11.
32
Antes de hablar de estas cuatro estructuras, es importante señalar que Lacan
piensa el mundo social como un universo significante y advierte que “es en el
derecho donde se palpa de qué modo el discurso organiza el mundo real”33
.
Efectivamente la constitución política de un país y, por supuesto, las leyes y los
decretos que las reglamentan, constituyen el texto que define los lugares que
puede ocupar un ser humano en ese entramado social y las relaciones entre esos
lugares. Cada lugar está definido por un significante particular. En toda
constitución está definido qué es un ciudadano, un gobernante, un padre, una
madre, un hijo, un hombre, una mujer, un esposo, un amante, etc.
Es cierto que hay otras leyes que gobiernan lo social que no siempre coinciden
con su jurisprudencia, como la moral y los hábitus −como llama Bourdieu a esos
imperativos sociales no expresos que todos acatamos− de cada uno de los
campos que configuran el escenario social. Es notorio que también se trata de
sistemas significantes que determinan lugares y definen las relaciones entre ellos.
Los cuatro discursos propuestos por Lacan se relacionan con tareas y funciones
imposibles, como ya lo mencionamos; tres de ellas, recordémoslo, habían sido
mencionadas por Freud: gobernar, educar y analizar. La cuarta, que agrega
Lacan, es “hacer desear”. Los agentes de estos discursos, es decir, los
significantes dominantes en el vínculo que fundan – no en el sentido de ejercer un
dominio sino en el sentido de imprimirle al vínculo su estilo propio- son, en su
orden, el significante amo (S1), para la tarea de gobernar; el saber (S2) para la
función de educar; el semblante del objeto causa del deseo (“a”), para el vínculo
analítico; y el significante de la división subjetiva ($), para el vínculo que tiene
como tarea imposible hacer desear.
Vamos a hacer un comentario sobre cada uno de los cuatro discursos, partiendo
de los significantes mencionados:
2.1. EL DISCURSO DEL AMO
El vínculo social que Lacan llama el “discurso del amo” (S1), lo podemos pensar a
partir del seminario La dialéctica del amo y el esclavo de Alexandre Kojève, como
el amo de la antigüedad. Es cierto que en el mundo moderno ya no existen
vínculos sociales que respondan a esa lógica, pero eso no quiere decir que
algunos de sus rasgos no se reencuentren, incluso exacerbados, en muchos
vínculos privados y que, aún hoy en alguna medida, la humanidad no haya podido
prescindir de la función de amo para mantener su orden, el “orden mundial”.
2.1.1. “S1” en el lugar del agente
Algunos de los significantes amo que aún sobreviven en el planeta son: el padre,
el gobernante, el patrón, el general. Los sujetos que socialmente son investidos
33
Lacan, Jacques. El seminario, Libro XVII, el Reverso del Psicoanálisis, Op. cit. p, 16.
33
por estos significantes amo, no llegan a ser siquiera un remedo de los amos de la
antigüedad, pero en alguna medida cumplen su función, al menos en calidad de
semblante; y, en situaciones límite, pueden llegar a exhibir algunos de sus rasgos.
El amo antiguo es un “Amo” -con mayúscula-, al menos esa es su apuesta. El amo
moderno, a lo sumo, opera como un representante del otro, que en últimas, en
nuestros estados modernos es, por excelencia, el derecho.
Sin embargo, hay que decir que en cada ser humano hay un amo antiguo feroz,
que no pierde ocasión para mostrarse en toda su voluntad de goce. Basta que las
circunstancias sean propicias y, tanto en la esfera pública como en la privada, se
encuentran vínculos en los que se reproduce en más de un aspecto la lógica amo-
siervo. Las relaciones de pareja son un espacio privilegiado para ello.
La lógica propia del vínculo que se organiza a partir de este agente que es el
significante amo, es la del que ordena, tanto en el sentido de dar órdenes, como
en el sentido de establecer un orden. Esta lógica de relación, aunque ha sido
bombardeada por todos los flancos por los discursos contra el poder, no es
prescindible totalmente. Toda organización humana requiere un mínimo de función
de amo.
2.1.2. “S2” en el lugar del otro
El “otro” del amo, su partenaire –por así decirlo-, es el siervo, que no es un “Otro”
con mayúscula, en el sentido que pretende serlo un amo antiguo; pero,
estrictamente hablando, el siervo tampoco es otro con minúscula, en el sentido de
un semejante. El siervo no es un semejante del amo, el amo no lo reconoce como
a un igual. El siervo es “otro” que está en una condición de instrumento al servicio
de la voluntad de goce del amo.
Un buen siervo se define por su saber sobre aquello que hace gozar al amo. Por
ello el significante que utiliza Lacan para nombrar al siervo es el “S2”, que es el
significante del saber.
Agente → otro S1 → S2
El amo, en su versión más auténtica, no desea el saber en el sentido del filósofo,
que se define por su amor al saber. El amo somete el saber del “otro” que es el
siervo y lo pone al servicio de su voluntad de goce.
2.1.3. “a” en el lugar del producto
El goce sería, pues, el producto del vínculo en el cual un amo ocupa el lugar
“dominante” de la operación, en el sentido más literal de la palabra, es decir,
mediante la sumisión del otro. El goce, en este caso, tendría varias versiones. La
más evidente de ellas es la plusvalía. Pero hay otras que Freud menciona en El
Malestar en la cultura, y que se relacionan con colocar al otro en condición de
objeto de goce, verbigracia, “usarlo como objeto sexual sin su consentimiento,
34
infligirle dolores, humillarlo, mortificarlo y asesinarlo”. El goce, en este caso estaría
asociado con el reducir al otro a la condición de un desecho y, finalmente,
desecharlo.
Agente → otro____ S1 → S2
producto “a”
2.1.4. “$” en el lugar de la verdad
La verdad del amo es su propia castración. Es decir, allí donde se exhibe un
exceso de plenitud, certeza y poderío, merced a su capacidad para someter al
otro, lo que está operando como verdad es todo lo contrario: una inconsistencia
fundamental, una incertidumbre y una impotencia que son recubiertas de fuerza.
Esto se puede ver, en un plano general, en el despotismo y las dictaduras, tanto
las abiertas como las encubiertas.
Agente → otro____ S1→ S2
verdad ∆ producto $ ∆ “a”
Todos los reyes están desnudos –nos dice un cuento oriental-. Todo el mundo lo
sabe, pero nadie se los dice. Hasta que aparece un sujeto sintomático: un niño, un
loco, un marginal o un terrorista y pone al desnudo lo que todo el mundo sabía.
Que el rey está desnudo ($)... y que además es un imbécil.
La verdad del vínculo social que hemos denominado “discurso del amo”, es que se
trata de una propuesta insostenible. En otras palabras que todos los imperios
tienen su ocaso, que los reyes también mueren, que no hay poder infalible.
2.2. EL DISCURSO UNIVERSITARIO
Hay un cierto momento en la historia de occidente en el que el mundo deja de ser
regido por amos encarnados en monarcas y empieza a ser regido por textos. Este
es un paso decisivo, en el proceso cultural: que en lugar de un soberano haya una
carta magna; en lugar de un amo un libro. Es el momento en el que el saber se
coloca en el lugar del agente y se inaugura lo que Lacan llama el Discurso
Universitario.
2.2.1. “S2” en el lugar del agente
El significante del saber (S2), como agente del vínculo, tiene múltiples versiones.
Una de ellas es el estado de derecho. Ya lo dijimos, el estado de derecho es un
amo moderno. Lacan dice que el discurso universitario no es otra cosa que una
versión moderna del discurso del amo. Es decir, los amos no desaparecen con el
nacimiento del estado de derecho, simplemente se modernizan. Más adelante
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  • 1. PPSSIICCOOLLOOGGÍÍAA SSOOCCIIAALL YY PPSSIICCOOAANNÁÁLLIISSIISS:: PPIICCHHÓÓNN CCOONN LLAACCAANN Los grupos operativos a la luz de los cuatro discursos AGRADECIMIENTOSAGRADECIMIENTOSAGRADECIMIENTOSAGRADECIMIENTOS El proyecto de investigación cuyo fruto es esta publicación no hubiera sido posible sin el apoyo decidido de la Licenciada Gladys Adamson, discípula de Enrique Pichón Rivière, que ha sido la pionera en la transmisión del grupo operativo en el contexto universitario Colombiano. Nuestra primera manifestación de gratitud a ella por sus aportes como asesora de la investigación y por su generosa amistad. Manifestamos también nuestro sentimiento de gratitud a los estudiantes Isabel Sepúlveda, Leonardo Colorado y Milena Montoya por su participación en este proyecto como asistentes de investigación, y de una manera muy especial al Padre Fray Marino Martínez Pérez; y, en su nombre, al equipo humano de la Fundación Universitaria Luis Amigó, por crear un espacio académico para el desarrollo y la investigación de la psicología social. Muchas gracias, de todo corazón.
  • 2. 1 PPSSIICCOOLLOOGGÍÍAA SSOOCCIIAALL YY PPSSIICCOOAANNÁÁLLIISSIISS:: PPIICCHHÓÓNN CCOONN LLAACCAANN Los grupos operativos a la luz de los cuatro discursos ÍÍNNDDIICCEE Cap. Pág. Prólogo 2 Introducción 8 1. ¿Qué es el grupo operativo? 11 2. Teoría del vínculo social de Jacques Lacan. 20 2.1. El discurso del Amo 32 2.2. El discurso Universitario 34 2.3. El discurso de la Histérica 38 2.4. El discurso Psicoanalítico 43 3. La tarea como agente en los cuatro discursos 48 3.1. La tarea en el lugar del agente del discurso del Amo 48 3.2. La tarea en el lugar del agente del discurso del Universitario 66 3.3. La tarea en el lugar del agente en el discurso de la Histérica 76 3.4. La tarea en el lugar del agente del discurso Analítico 90 4. El coordinador como agente en los cuatro discursos 103 4.1. El coordinador y el discurso del Amo 103 4.2. El coordinador desde el discurso Universitario 107 4.3 El coordinador y el discurso Histérico 113 4.4. El coordinador en el lugar del agente del discurso Analítico 120 5. El grupo como agente en los cuatro discursos 127 5.1. El grupo en el lugar del agente en el discurso del Amo 127 5.2. El grupo en el lugar del agente en el discurso Universitario 133 5.3. El grupo en el lugar del agente en el discurso Histérico 139 5.4. El grupo en el lugar del agente en el discurso Analítico 146 6. Conclusiones de la investigación «Pichón con Lacan: el vínculo social» 152 6.1. Primera conclusión 152 6.2. Segunda conclusión 153 6.3. Tercera conclusión 154 6.4. Cuarta conclusión 155 6.5. Quinta conclusión 156 6.6. Sexta conclusión 157
  • 3. 2 PPSSIICCOOLLOOGGÍÍAA SSOOCCIIAALL YY PPSSIICCOOAANNÁÁLLIISSIISS:: PPIICCHHÓÓNN CCOONN LLAACCAANN Los grupos operativos a la luz de los cuatro discursos PRÓLOGOPRÓLOGOPRÓLOGOPRÓLOGO Por: Lic. Gladis AdamsonPor: Lic. Gladis AdamsonPor: Lic. Gladis AdamsonPor: Lic. Gladis Adamson “Los Justos” Un hombre que cultiva un jardín, como quería Voltaire. El que agradece que en la Tierra haya música El que descubre con placer una etimología Dos empleados que en un café del sur juegan un silencioso ajedrez El ceramista que premedita un color y una forma Un tipógrafo que compone bien esta página, que tal vez no le agrada Una mujer y un hombre que leen los tercetos finales de cierto canto El que acaricia un animal dormido El que justifica o quiere justificar un mal que le han hecho El que agradece que en la Tierra haya Stevenson El que prefiere que los otros tengan razón Esas personas, que se ignoran, están salvando al mundo Jorge Luis Borges El marco que contextúa esta Investigación, es una feliz intersección producida en Latinoamérica entre dos países, Colombia y Argentina; dos Instituciones, FUNLAM y la Escuela de Psicología Social del Sur; dos cuerpos teóricos, la Psicología Social de Enrique Pichón Rivière y el Psicoanálisis de Jacques Lacan; numerosos encuentros profesionales que devinieron amistosos entre los docentes de ambas instituciones, comprometidos en la formación de Psicólogos Sociales. Enrique Pichón Rivière (1907-1977) es un pensador latinoamericano con un típico destino argentino. Nacido en Ginebra, Suiza y emigrado a la Argentina a los tres años con su familia francesa. Vivió en selvas tropicales y a la vera de uno de los más grandes ríos del mundo: el Paraná. Ello no le impidió ser uno de los pocos genios que habitó el suelo argentino. O tal vez fue justamente su destino de niño de una familia de vasta cultura europea inserto en un medio primitivo, lo que le dio esa amplitud de perspectiva y esa posibilidad de articular lo diverso, y lo que le permitió ver dimensiones que tal vez contextos de crianza mas tradicionales hubieran opacado. Perteneció a la vanguardia intelectual de las primeras décadas del siglo XX en la Argentina. Es de la misma generación que Roberto Arlt, Jorge Luis Borges, Xul Solar, Victoria Ocampo, Emilio Petorutti etc. Además de ser un crítico de arte muy reconocido en la Argentina, introdujo en el país la Psiquiatría Dinámica, el Psicoanálisis (fundó la Asociación Psicoanalítica Argentina en 1942), la Psicoterapia de Grupo, el Psicoanálisis de Niños, el Psicoanálisis de la Psicosis, la
  • 4. 3 Investigación Social, el Análisis Institucional, el trabajo Comunitario y la Psicología Social. En lo que respecta al tema de este libro, Enrique Pichón Rivière nos interesa como Psicólogo Social. En este sentido su posicionamiento teórico es único. El denomina a su teoría ECRO. Encierra en este significante toda su obra y su singular perspectiva psicosocial. ECRO significa Esquema Conceptual, Referencial y Operativo. Designa un corpus teórico, conceptual, referido a un sector de lo real -lo intersubjetivo, lo vincular- y tal vez lo más importante: que sea de carácter Operativo. Incluye en su misma definición de teoría el destino de la misma, su exterior, podríamos decir, lo que ella produce: una transformación de la realidad. Lo Operativo marca y designa la direccionalidad radical de su teoría: la incidencia en lo real. Recién recibido de médico psiquiatra en la Universidad de Buenos Aires, gana el concurso como Psiquiatra en el Hospicio de Las Mercedes. Cuando se hace cargo de su rol no se encierra en un consultorio para abordar la problemática de la psicosis en un dispositivo del uno a uno. Observa, a través de la práctica social cotidiana en el Hospicio, que existe una fractura en el vínculo entre la familia del psicótico y el equipo de profesionales de la Institución, ello lleva progresivamente al abandono y segregación del paciente por parte de la familia. Observa una fractura en los vínculos del equipo de profesionales y entre los pacientes que viven aislados deambulando por los jardines y corredores del Hospicio. Frente a este diagnostico de múltiples fracturas vinculares elabora una estrategia de re- articulación vincular a través del trabajo en grupo con los enfermeros. La estrategia de intervención: podríamos definirla como operación de re- articulación simbólica. Allí donde hay “agujeros” (silencios, vacíos, fracturas) institucionales, donde hay repetición sin reflexión (estereotipias), donde hay sufrimiento, introduce un dispositivo grupal orientado a producir procesos de simbolización y comprueba que sus efectos de articulación son poderosos (los pacientes “comenzaron a sentirse bien cuidados”, “estos internos mejoraban ostensiblemente su salud mental”, “cuando en los servicios no había mas de uno o dos médicos, yo llegué a tener en el mío veinticinco”, etc.). Aquí es donde aparece esa estructura que constituirá su dispositivo privilegiado: el grupo operativo. La red vincular grupal aparece como la estructura óptima para acceder a un saber colectivo, un saber que está en acto en la institución, pero que no se sabe o, mas precisamente, no se sabe que se sabe (“El aprendizaje de los enfermeros fue sorprendente. Ellos tenían acumulada gran experiencia... Su dificultad era que no podían conceptualizar, entonces esa experiencia no les servía de nada”). Así, a partir de definir una tarea (“discutía con los enfermeros los diferentes casos”), los direccionaba a pensar acerca de su práctica, su acción. Su intervención apunta a lograr una estructura simbólica subjetiva e institucional más compleja y, a partir de una praxis (la práctica hospitalaria y la reflexión acerca de la misma), interrogar esos mecanismos repetitivos y ciegos con el fin de recuperar su direccionalidad en la Tarea hospitalaria, en función de la salud. Sus efectos eróticos no se hacen
  • 5. 4 esperar, se dan en términos de creación, vitalidad, entusiasmo en los vínculos, en la participación. Su condición de genio le hace incluir ya en 1946 determinaciones histórico- sociales, políticas, además de las culturales, familiares y edípicas en la constitución de la subjetividad. Al analizar las fantasías siniestras presentes en la obra revulsiva del Conde de Lautréamont (1846-1870),1 un rioplatense nacido en Montevideo (República Oriental del Uruguay), considerado el precursor del surrealismo, dice: “Durante sus cinco primeros años habrá oído relatos de degollinas, descuartizamientos, cuyas víctimas eran muchas veces amigos de su padre”. “Habrá (…) oído contar muchas veces el martirio sufrido por franceses en manos de las fuerzas de los sitiadores”. Se está refiriendo a relatos producidos en el ámbito doméstico, en el ambiente familiar, a raíz del sitio que sufrió la ciudad de Montevideo por parte del ejército argentino. (1843-1851). E. Pichón Rivière, adolescente, era un admirador de los poetas malditos: Baudelaire, Mallarmé, Rimbaud, de quienes Alain Badiou dijo que en ausencia de filósofos, mostraban “lo real de esta época que fue mas bien la inconsistencia y la desorientación”. “La poesía mas concentrada, la mas tensa intelectualmente, la mas oscura también, designó y articuló, sola, esta esencial desorientación”. Y mas adelante, “Cuando Rimbaud colma de sarcasmos la “poesía subjetiva”, o cuando Mallarmé establece que el poema solo se da cuando su autor como sujeto se ha ausentado, ambos entienden que la verdad del poema adviene en tanto que lo que enuncia no da testimono, ni de la objetividad ni de la subjetividad”. “Al contrario (…) de lo que la poesía tiene una conciencia aguda es del vínculo”.2 Los poetas producen verdades, no necesariamente saber. Pichón Rivière arribó muy tempranamente a la inconsistencia y la desorientación de la modernidad a través de la verdad enunciada por los poetas malditos. Muy tempranamente percibe que el uno del individuo no existe, que todo sujeto es un anudamiento singular de una compleja trama vincular, porción compleja de tejido social que denomina situación. Lo nodular del ECRO de Enrique Pichón Rivière tiene que ver con la teoría del vínculo, este espacio intersubjetivo que designa al ser. El sujeto es donde no está, deviene cuando se descentra. El sujeto descentrado en el vínculo se encuentra aislado, excluido socialmente, se pierde. El Diccionario de equívocos define entre como vacío donde somos.3 Es en este sentido que Pichón Rivière piensa al ser. La noción de vínculo de Pichón Rivière corresponde a la huella, al rasgo permanente que va dejando la convergencia de prácticas sociales. Primero es la acción. Primero son las prácticas sociales, las cuales confluyen en determinado 1 “Los Cantos de Maldoror” 2 Alain Badiou. Manifiesto por la filosofía. Madrid: Ediciones Cátedra, 1990. Págs. 50 y 51. 3 Patricia Mercado/Walter Vargas. Diccionario de equívocos (una poética del desvío). Buenos Aires: Alción Editora, 2004.
  • 6. 5 momento en estructuraciones vinculares. No serán meras huellas mnémicas dispersas, porque la estructuración subjetiva del vínculo contiene modalidades de pensamiento y de interpretación del mundo, modos de sentir (afectos modelizados) y modelos de acción. Pierre Bourdieu señala que la sociedad existe dos veces: como realidad objetiva externa y como estructura subjetiva. Esta estructura subjetiva de Pierre Bourdieu, el hábitus, equivale a la estructura vincular subjetiva que para Pichón Rivière es el ser mismo. El ser humano se define por su historia de prácticas sociales sedimentadas en su esquema referencial (modelos cognitivos, afectivos y de acción inconscientes). Otros autores habían remarcado previamente la importancia de la acción. Desde Giambattista Vico (1688-1744), que propuso reemplazar el cogito ergo sum cartesiano por la aseveración verum est factum ipsum: “lo verdadero es el hecho mismo”; seguido fundamentalmente por C. Marx, para quien la filosofía era sinónimo de acción: “hasta ahora los filósofos se han limitado a interpretar el mundo de diversas maneras, pero lo que debe hacerse es cambiarlo”. También está su famosa frase respecto de la alienación: “lo hacen pero no saben que lo hacen”. En 1895 Freud escribe su Proyecto de una Psicología para neurólogos. En esta obra singular y portentosa rastrea el origen de la representación psíquica. Ubica el inicio del primer significante psíquico a partir del acto de mamar, que denomina “experiencia de satisfacción”. Por la repetición del acto de mamar se efectúa, a nivel neuronal, una facilitación, una asociación por simultaneidad, entre tres elementos: 1) el registro sensible de la satisfacción, que implica que el hambre dolorosa vaya cediendo en su hiperestimulación. Ello indica un registro de lo placentero de la experiencia 2) la percepción de un objeto, el pecho y 3) la imagen motriz de la acción específica, llevada a cabo con el pecho. Estos tres elementos asociados darían lugar a la primera representación o significante psíquico: el pecho. O sea que S. Freud incluye en la misma constitución del objeto psíquico una dimensión de la acción. Paradójicamente, esta imagen motriz, esta dimensión de la acción en la relación con el objeto, fue el aspecto menos desarrollado en el psicoanálisis. Fue mucho más relevante la fundamentación teórica en relación a la idea del objeto, los significantes psíquicos y a la dimensión afectiva en relación al otro, que la dimensión de la acción. Ludwig Wittgenstein, filosofo de la Viena de principios de siglo XX, señala con énfasis: “el mundo es la totalidad de los hechos, no de las cosas”. Le interesa el lenguaje en acto, ya que, según él, tendemos a olvidarnos de la aplicación de la palabra. Para este autor, el conocimiento está íntimamente relacionado con la acción. El lenguaje puede ejercer en el ser humano un efecto hipnótico. Dice: “El lenguaje es un veneno que nos puede seducir, confundir y hechizar”. La naturaleza del lenguaje es ambigua”. “La filosofía es una batalla librada con el lenguaje contra el hechizo de nuestra inteligencia”. Para combatir este efecto de hipnotismo, él propone describir la lógica del mundo como juegos del lenguaje, la cual, en su opinión, “resulta provechosa, ya que se centra en la acción”.
  • 7. 6 Nuestro mundo contemporáneo se caracteriza por grandes desplazamientos de poblaciones, ya sea por hambre o por guerras. Ello provoca por un lado fenómenos de transculturación y por otro, la existencia de comunidades interculturales. También vivimos tiempos de marginación, de xenofobia y de exclusión social. Todas estas problemáticas son de naturaleza vincular. De ningún modo pueden ser diagnosticadas como psicopatológicas. El contexto de cambios turbulentos en el que vivimos promueve la ruptura de las tramas vinculares que han sostenido la identidad y el proyecto de vida individual y familiar, creando condiciones de permanente incertidumbre. Estas problemáticas no pueden ser abordadas a través de la internación de los sujetos, como si se tratara de padecimientos psicopatológicos; ni tampoco a través de una medicación masiva, ni siquiera un proceso terapéutico, solución, por otra parte, impracticable. El sujeto de la era globalizada y como producto de esas rupturas vinculares, es un sujeto en crisis. Necesita, por lo tanto, reconstruir su esquema referencial (sus modelos de pensar, sentir y hacer en el mundo) y encontrar-producir nuevos tejidos sociales que lo alberguen, sostengan y posibiliten reencontrar un proyecto de vida y una razón para vivir. Para enfrentar este tipo de problemáticas es que Pichón Rivière proyectó la formación de Operadores psicosociales, profesionales formados en un marco referencial teórico, metodológico y técnico que visibilice y opere en las tramas y redes vinculares, y que sean capaces de reconstituir el tejido social sosteniendo la lógica de la cultura y las vicisitudes subjetivas frente al cambio. Este profesional es el Psicólogo Social y la disciplina que lo sustenta es la Psicología Social, un campo de saber especializado en las tramas vinculares humanas. Su tarea específica consiste en dar cuenta de aquello que acontece cuando los seres humanos interactúan o tienen prácticas sociales cotidianas conjuntas. Por ello el Psicólogo Social centra su intervención en grupos, organizaciones y comunidades. La investigación que hizo posible este texto, encarada por el equipo de docentes de la FUNLAM, articulando el concepto de discurso de Lacan y la noción de vínculo de Enrique Pichón Rivière, tiene como escenario el Grupo Operativo. La noción de discurso de J. Lacan permite analizar el aspecto más estructural del vínculo, lo que hace el posicionamiento de cada integrante del vínculo en la estructura, su producción y su verdad. Esta investigación “pone a dialogar” a Pichón Rivière con su antiguo amigo y colega francés Lacan, a quien conoce desde 1938. Ambos son psicoanalistas, psiquiatras apasionados por el abordaje de la psicosis, comparten su afinidad con el surrealismo. Los dos cuando piensan la constitución de la subjetividad, piensan en determinaciones que van más allá de la estructura edípica. “El inconsciente es el discurso del Otro” dice Lacan. “La Psicología Social debe dar cuenta de cómo la macroestructura social deviene fantasía inconsciente” plantea Pichón. Pichón Rivière arriba a la Psicología Social con una mirada psicoanalítica, por ello le resulta tan natural incluir la dimensión inconsciente en los vínculos humanos. El ECRO de Pichón Rivière es producto de una transdisciplina, una convergencia de
  • 8. 7 saberes que él denominó epistemología convergente. Las distintas fuentes teóricas operaron como “cajas de herramientas”. Tomó de ellas “conceptos instrumentales” que operaron como herramientas para fundamentar y dar cuenta de una práctica específica de la Psicología Social: la práctica e intervención en las tramas vinculares complejas de los grupos, las organizaciones y las comunidades. Las fundamentales fuentes teóricas fueron la Psicología Social norteamericana (George Mead, Kurt Lewin), el Psicoanálisis (S. Freud, M. Klein, Fairbairn), y diversas disciplinas de las Ciencias Sociales como el materialismo dialéctico (Marx, Sartre, Lefevre), la antropología (Malinowski), epistemólogos como Bachelard, etc. Esta investigación pone a trabajar conceptos instrumentales del psicoanálisis en el interior de la Psicología Social. Para los discípulos de Enrique Pichón Rivière implica también situarnos frente al desafío de repensar los conceptos psicosociales del ECRO. Bienvenidos sean ambos: la investigación y el desafío.
  • 9. 8 IIIIIIIINNNNNNNNTTTTTTTTRRRRRRRROOOOOOOODDDDDDDDUUUUUUUUCCCCCCCCCCCCCCCCIIIIIIIIÓÓÓÓÓÓÓÓNNNNNNNN PPPPPPPPoooooooorrrrrrrr:::::::: JJJJJJJJaaaaaaaaiiiiiiiimmmmmmmmeeeeeeee CCCCCCCCaaaaaaaarrrrrrrrmmmmmmmmoooooooonnnnnnnnaaaaaaaa Freud, Pichón y Lacan empezaron sus obras preguntándose por el malestar en el individuo y terminaron interrogándose por el malestar que proviene de los vínculos sociales. Los tres fueron primero psiquiatras, después psicoanalistas; y, en el momento de mayor madurez de su producción teórica, cada uno produjo una reflexión sobre el vínculo social y dejó, expresas o tácitas, herramientas de intervención de los síntomas sociales. 1. Freud1. Freud1. Freud1. Freud La subversión que produce la obra de Freud en el campo de los discursos y las prácticas que se ocupan del sujeto, tiene una dimensión teórica y una práctica. La dimensión teórica consiste en el descubrimiento del inconsciente, la dimensión práctica consiste en la creación de una nueva clase de vínculo social que no existía hasta entonces: el vínculo del analista con el analizante en el dispositivo analítico. El descubrimiento freudiano del inconsciente no solamente tendrá efectos para la explicación de la psicología individual, sino que será una herramienta útil para construir una teoría de la cultura y arrojar una luz lateral, que permite iluminar las verdades psicológicas cifradas en algunas producciones culturales como la religión, el mito, el chiste, la producción artística etc. Freud también mostrará que el psicoanálisis es un potente instrumento para contribuir a la reflexión de los vínculos sociales y algunos de sus síntomas, como la guerra, la enajenación en los fenómenos de masas, las neurosis colectivas y la infelicidad en la civilización. 2. Pichón2. Pichón2. Pichón2. Pichón Fundador y presidente de la Asociación Psicoanalítica Argentina, formaliza una “teoría del vínculo social” basada en el descubrimiento del inconsciente y crea un dispositivo de trabajo grupal, inspirado en el dispositivo analítico, que se denomina “El grupo operativo”, el cual define como un grupo centrado en la tarea. La diferencia fundamental con otros grupos de trabajo tradicionales radica en la función del coordinador. Se espera que el coordinador de un grupo operativo, escape a las tentaciones de gobernar como un amo, educar como un maestro, o colocarse en el lugar del ideal del grupo como el líder de una masa artificial. En eso asemeja al analista. Podría decirse que la coincidencia entre un coordinador de un grupo operativo y un analista no radica tanto en lo que hacen, sino en lo que no hacen. El grupo operativo de Pichón no es un psicoanálisis de grupo ni un psicoanálisis en grupo. En un grupo operativo no se trata de analizar el “inconsciente colectivo” de un grupo, ni analizar en grupo los “inconscientes individuales” de los participantes; en otras palabras, no pretende ser una réplica grupal del dispositivo freudiano
  • 10. 9 individual. Aunque el grupo operativo se apoya en los conceptos freudianos y la función del coordinador guarda algunas semejanzas estructurales con el analista, el campo específico en el que se legitima el dispositivo del grupo operativo no es el psicoanálisis sino la psicología social. 3. Lacan3. Lacan3. Lacan3. Lacan Bajo la consigna de un retorno al espíritu de la investigación freudiana, Jacques Lacan acomete una segunda fundación del psicoanálisis. En 1968, el mismo año en que los estudiantes y los obreros Franceses se tomaron las calles de París, para protestar y denunciar que algo estaba haciendo síntoma en el lazo social, Lacan estaba impartiendo un seminario con un título un poco extraño para algunos: “el revés del psicoanálisis”. Pero más extraño era, para muchos, el problema del que se ocupaba el psicoanalista en aquel momento: “El vínculo social”. En este seminario, Lacan sorprende una vez más a su auditorio con una producción inédita en la que articula todos sus rendimientos teóricos anteriores. En ella introduce el término “discurso”, como una nueva noción en su edificio conceptual, al cual define como “modo de hacer lazo social”. El autor propone allí que todos los vínculos sociales se pueden explicar a partir de cuatro estructuras o matrices básicas. Tres de ellas ya existían antes del psicoanálisis: el discurso del amo, el discurso universitario, y el discurso de la histérica. El discurso psicoanalítico, según Lacan, es una nueva manera de hacer lazo social, que se introduce en el mundo a partir de Freud. 4. Pichón con Lacan4. Pichón con Lacan4. Pichón con Lacan4. Pichón con Lacan El camino que invitamos a recorrer a los lectores, en las páginas siguientes, se puede definir como una lectura de Pichón con Lacan. No se trata ciertamente de una relación entre la producción global de los dos autores sino de una articulación muy precisa: se trata de leer la propuesta del grupo operativo de Pichón a la luz de la propuesta de los cuatro discursos de Lacan. Para ello, elegimos tres nociones fundamentales para pensar cualquier grupo centrado en la tarea, que son a la vez ejes de la conceptualización del grupo operativo: “tarea”, “grupo” y “coordinador”. Trataremos de pensar cada una de ellas operando como “agente” de cada uno de los cuatro discursos de Lacan. Esta decisión definió la estructura del texto de la siguiente manera: Un primer capítulo en el que tratamos de responder a la pregunta ¿Qué es el grupo operativo?, un segundo capítulo en el que introducimos al lector en la “teoría del vínculo social de Jaques Lacan”. En el tercer capítulo tratamos de pensar qué ocurre en un grupo cuando “la tarea” ocupa el lugar dominante en cada uno de los cuatro discursos que propone Lacan; en el cuarto capítulo en el que intentamos pensar lo que ocurre en un grupo cuando es “el coordinador” quien está en el lugar dominante de
  • 11. 10 cada uno de los cuatro discursos; y en el quinto examinamos lo que ocurre cuando “el grupo” mismo ocupa el lugar dominante. El motivo que nos llevó a emprender este camino fue la sospecha de que la reflexión lacaniana del vínculo social podría aportar importantes elementos para pensar los síntomas y los fenómenos latentes de los grupos en general y de los grupos operativos en particular. Este proyecto se inscribe en la propuesta de “epistemología convergente” de Enrique Pichón Rivière, entendida, en el mejor sentido, como un diálogo de saberes. Por ello, esta reflexión −así como la psicología social de Pichón−, aunque utiliza herramientas teóricas tomadas de diversas fuentes, entre ellas la psicoanalítica, no pretende inscribirse en el campo del psicoanálisis, sino en el de la psicología social. Una vez concluida esta investigación, creemos que el producto resultará de interés, no solamente para los interesados en la metodología de los grupos operativos, sino para todos aquellos profesionales y estudiantes del campo de las ciencias humanas que trabajan con grupos y que se interesan por aprender a leer los fenómenos latentes de la vida grupal.
  • 12. 11 11111111........ ¿¿¿¿¿¿¿¿QQQQQQQQUUUUUUUUÉÉÉÉÉÉÉÉ EEEEEEEESSSSSSSS EEEEEEEELLLLLLLL GGGGGGGGRRRRRRRRUUUUUUUUPPPPPPPPOOOOOOOO OOOOOOOOPPPPPPPPEEEEEEEERRRRRRRRAAAAAAAATTTTTTTTIIIIIIIIVVVVVVVVOOOOOOOO???????? Por: Hernando BernalPor: Hernando BernalPor: Hernando BernalPor: Hernando Bernal y Jaime Carmonay Jaime Carmonay Jaime Carmonay Jaime Carmona.... Es una técnica de intervención grupal de la psicología social, inspirada en el psicoanálisis. Se aplica en los escenarios clínico, educativo, organizacional y comunitario; en la prevención e intervención de diversas problemáticas psicosociales, como la drogodependencia, problemas de aprendizaje, procesos de cambio y resolución de conflictos. Además de sus aplicaciones terapéuticas y preventivas, puede ser empleada en estos mismos escenarios como dispositivo para la realización de tareas específicas que requieran una coordinación de grupos interdisciplinarios. También es una técnica privilegiada en la formación de psicólogos sociales y profesionales de otras áreas de las ciencias sociales4 , que aspiran a intervenir grupalmente en los niveles terapéutico, preventivo y de promoción de la salud mental, o en la resolución colectiva de problemáticas vinculares y apoyo de procesos comunitarios. Esta técnica fue creada a principios de los años 40 del siglo XX por el psicoanalista y psicólogo social de origen suizo, Enrique Pichón Rivière, fundador de la Asociación Psicoanalítica Argentina y de la primera escuela de psicología social en América Latina. Una definición condensada del grupo operativo que nos aporta su creador es la siguiente: “¿En qué consiste nuestra técnica? Se puede decir que en dos aspectos fundamentales: el aspecto manifiesto, explícito y el aspecto implícito o latente. En este sentido nos acercamos a la técnica analítica que es en realidad hacer consciente lo inconsciente, o sea hacer explícito lo implícito”5 . Esta referencia no agota ciertamente la definición de la técnica, pero tiene la virtud de subrayar lo específico del grupo operativo -que lo diferencia de otras técnicas de trabajo grupal-, a saber, que cuenta con la existencia de una dimensión latente de la vida grupal e interviene sobre ella, develándola. Una buena vía para acercarse a esta técnica puede ser examinar lo que podríamos llamar su mito de origen. El grupo operativo nació en una situación crítica, casi podríamos decir, extrema. Pichón trabajaba en el Hospicio de las Mercedes, un importante hospital psiquiátrico de Buenos Aires. Un día cualquiera, de manera súbita, la Dirección del Hospital retira el personal de enfermeros que atendía los pacientes a su cargo y estos quedan en estado de abandono. “Gracias a esa medida un poco absurda en ese momento, nació esta técnica, el grupo operativo como una técnica social, donde se hacía posible el tratamiento de los enfermos mentales por sus “colegas”…tomamos como punto de partida su visión como enfermos: primero hacía grupos con ellos y a través de esos grupos aprendían lo que era el insight, lo que era la alienación, y todo eso con algunos conceptos de 4 Algunas de las instituciones en los que se transmite esta metodología en programas de educación superior son: la Escuela de Trabajo Social de Universidad Complutense de Madrid, la Facultad de Psicología de la Fundación Universitaria Luis Amigó de Colombia, y múltiples escuelas de psicología social de Argentina, Uruguay y otros países de Suramérica. 5 Pichón, Enrique: “Historia de los grupos operativos”. En: El Proceso Grupal, del psicoanálisis a la psicología social (1). Buenos Aires: Editorial Nueva Visión, 1985. pág. 235. (Las cursivas son del autor)
  • 13. 12 enfermería…se completó en muy poco tiempo la formación de los mejores enfermeros que he visto en mi vida profesional”6 . En ese primer grupo operativo del mito fundador estaban presentes varias aplicaciones al mismo tiempo, era un grupo de aprendizaje, pero también de apoyo a un equipo que realizaba tareas terapéuticas; y, por la definición misma de los integrantes, cumplía una función terapéutica muy importante, que podemos constatar en los resultados mencionados por el autor. Esta referencia tiene interés para los psicólogos sociales en Latinoamérica, porque con frecuencia debemos enfrentar situaciones de extrema precariedad de recursos. Este relato del nacimiento del grupo operativo es paradigmático también en cuanto a las posibilidades que ofrecen los grupos para autogestionar la resolución de sus propias necesidades; y es quizás más valioso por tratarse de un caso radical: enfermos mentales haciéndose cargo del apoyo al tratamiento de otros enfermos mentales. A raíz de la misma crisis en esta institución, Pichón descubrió la aplicación del grupo operativo con familias de pacientes psicóticos, como apoyo al trabajo terapéutico: “Al poco tiempo entonces, una semana o un poco más, dentro del Servicio se había extendido una actitud social de unos a otros, se organizaban salidas, altas (especie de prueba), la inclusión dentro del tratamiento de los grupos familiares, que completaron nuestra concepción social de la enfermedad mental, ya que a través de los grupos familiares detectábamos los factores que determinaban la enfermedad, el diagnóstico, el pronóstico y el tratamiento. La profilaxis podía ser dada en otros miembros de la familia”7 . Los grupos operativos que nacieron en el Hospicio de las Mercedes se pueden definir como grupos centrados en la tarea, y en este caso, la tarea podemos entenderla, de acuerdo con lo dicho, como el tratamiento grupal de trastornos psicológicos o el apoyo a dicho tratamiento (por parte de los grupos familiares). Quizá en este punto sea importante hacer una primera aclaración: no se trata de un psicoanálisis grupal, sino de una psicoterapia grupal, que tiene en cuenta los descubrimientos del psicoanálisis y utiliza algunas de sus herramientas teóricas, pero cuya fundamentación epistemológica es la psicología social. Estos grupos operativos pueden estar integrados por un grupo de enfermos, un grupo de terapeutas, o la familia de un psicótico. De acuerdo con Pichón, la tarea del coordinador en estos grupos se puede definir fundamentalmente como “promover un cambio (en un sentido grupal) operativo8 (cambio de una situación a otra), en el que lo explícito que tomamos como manifiesto se interpreta hasta que aparezca algo nuevo, un nuevo descubrimiento o un nuevo aspecto de la enfermedad”9 . 6 Ibíd. p. 240 7 Ibíd. p. 241 8 Las Itálicas son del autor 9 Op. cit. p, 235
  • 14. 13 El mito fundador de esta técnica -como todo mito- tiene más de una versión. Hay una segunda historia de la creación de los grupos operativos, que ofrece el mismo Enrique Pichón Rivière. Ésta tiene que ver con una experiencia comunitaria de laboratorio social, realizada en la ciudad de Rosario, Argentina. Veamos lo que dice el autor al respecto: “El punto de vista de los grupos operativos, tal como hoy los concebimos, arranca de lo que denominamos la Experiencia Rosario (realizada en 1958). Dicha experiencia estuvo a cargo del Instituto Argentino de estudios sociales (IADES)”10 . En esta experiencia participaron aproximadamente 400 personas que fueron convocadas por medio de afiches fijados en algunos sitios concurridos de la ciudad. Cada grupo contaba con un número aproximado de nueve integrantes, un coordinador y uno o dos observadores que hacían sesiones de control con un coordinador general. El tema en torno al cual se articuló la tarea de los grupos operativos en aquella ocasión fue la didáctica interdisciplinaria. El propósito de este modelo del grupo operativo lo resume el autor de la siguiente manera: “su actividad está centrada en la movilización de estructuras estereotipadas a causa del monto de ansiedad que despierta todo cambio (ansiedad depresiva por abandono del vínculo anterior y ansiedad paranoide creada por el vínculo nuevo y la inseguridad consiguiente). En el grupo operativo, el esclarecimiento, la comunicación, el aprendizaje y la resolución de tareas coinciden con la curación, creándose así un nuevo esquema referencial”11 . Vale la pena subrayar que, aunque esta definición de la tarea ya no se plantea específicamente en términos clínicos, siempre subsiste una dimensión terapéutica de la misma. Este segundo paradigma del grupo operativo nace en el escenario comunitario, en función de tareas de aprendizaje, producción colectiva y comunicación de diversos saberes en grupos heterogéneos. En función de ello se definen las funciones: “La función del coordinador o copensor consiste especialmente en crear, mantener y fomentar la comunicación, llegando ésta, a través del desarrollo progresivo, a tomar la forma de una espiral, en la cual coinciden didáctica, aprendizaje, comunicación y operatividad”12 . El grupo operativo se define, pues, como un grupo centrado en la tarea; si se privilegia la versión del mito fundacional del Hospicio de las Mercedes, ésta tendrá un carácter más terapéutico; si se privilegia la versión de la “Experiencia Rosario”, tendrá un carácter más inclinado hacia la intervención en el escenario comunitario, los grupos interdisciplinarios, o los grupos de formación. Las dos versiones tienen un elemento en común, a saber, que en ambos casos el coordinador se destituye del lugar del amo y del maestro – en eso coincide con la posición del analista en el análisis-, y le confiere el protagonismo fundamental al grupo mismo en el 10 Pichón, Enrique: “Técnica de los grupos operativos” . Op cit. p, 108. 11 Op. cit. p, 120 12 Op cit. p, 112
  • 15. 14 desarrollo de la tarea, incluida la definición de la misma, colocándose en la posición de un facilitador que, mediante la escucha y observación permanente del acontecer grupal, ayuda a superar los las dificultades que surgen en el grupo, mediante intervenciones que apuntan a develar los obstáculos latentes que interfieren en su realización. Una intervención del coordinador es pertinente en la medida en que ayuda al grupo a superar sus obstáculos. Gladys Adamson expresa esto con una fórmula breve y precisa: “La verdad de una interpretación (del coordinador) reside en su operatividad”. Este cambio de posición fundamental del coordinador respecto del grupo o la comunidad en que interviene, inscribe al grupo operativo en una tradición crítica en el campo de las ciencias humanas en América Latina, que ha tenido manifestaciones en otras disciplinas. En el campo de la pedagogía Paulo Freire opone a la concepción tradicional de la educación que él llama “bancaria”13 una propuesta que denomina “educación liberadora”. La educación bancaria se caracteriza fundamentalmente por la posición pasiva del educando, que es concebido como una especie recipiente vacío en el que el docente – agente activo del proceso-, deposita su saber como en un banco. En la educación liberadora de Freire el educando es concebido como un agente activo que posee unos saberes y unos intereses previos, y el pedagogo se desplaza a la posición de un facilitador, le da un lugar a los intereses y saberes del educando y le confiere el lugar protagónico en el proceso de aprendizaje14 . Un cambio semejante se puede observar en otras disciplinas. Es conocido que la antropología nació en Europa en el siglo XVIII al servicio del imperialismo Británico. Esta disciplina estuvo marcada durante el siglo XIX por el proyecto colonialista que le dio origen y por la visión etnocentrista de los autores europeos. De esta manera servía de dos maneras al discurso del amo, como una ideología racista que deificaba un grupo étnico y con ello justificaba las prácticas coloniales; y como una fuente de saber al servicio del poder. Durante el siglo XX, especialmente después de la segunda mitad, surgen movimientos como la antropología crítica de inspiración dialéctica, que se caracterizan por interrogar y replantear radicalmente la relación del antropólogo, como científico social, con las comunidades en las que realizan sus investigaciones y por proponer el compromiso del científico social con las causas de las comunidades en las que realiza su trabajo de investigación. Pero hay, aún, otro caso digno de un comentario en este sentido: es el trabajo de investigación y la producción escrita del antropólogo Carlos Castaneda. El lector que se acerca a sus textos sobre las prácticas de los chamanes puede constatar que Castaneda no intenta reducirlas a la cosmovisión occidental, sino que se destituye de sus conocimientos científicos, le confiere el lugar del saber al chamán y desde esa posición de “aprendiz de chamán” hace una producción que, por la posición del investigador, es radicalmente diferente a la tradición de las producciones de los científicos sociales. 13 Freire, Paulo: Educación Liberadora. K. p, 41. Bilbao: Editorial Zero. 1969. 14 Cf. Freire, Paulo: La Educación como práctica de la libertad. Barcelona: Ed. Siglo XXI, 1998.
  • 16. 15 Podemos decir que en el campo de las prácticas clínicas el psicoanálisis fue el primero que interrogó de una manera radical el vínculo del agente de salud mental y el paciente; en virtud de esto desplazó el saber del terapeuta al paciente y, en consecuencia, el papel activo en el trabajo terapéutico. El grupo operativo de Pichón, la Educación liberadora de Paulo Freire y la Investigación Antropológica de Castaneda, coinciden en ese desplazamiento del lugar del saber y del papel activo, del lugar del profesional a las comunidades, los educandos o los grupos en los que se investiga o interviene. En otros campos como la sociología y los grupos que trabajan e investigan en la perspectiva de género, también existen desarrollos teóricos y metodológicos que, desde sus propias construcciones, apuntan en esta misma dirección. Pero hay un elemento que diferencia al psicoanálisis y al grupo operativo de las demás prácticas que hemos mencionado y es la concepción del ser humano en la que se fundamenta cada práctica. El dispositivo analítico y el grupo operativo cuentan con la existencia de lo inconsciente. En sendos dispositivos, el sujeto y el grupo, respectivamente, no son concebidos como realidades unitarias, consistentes y capaces de autoconocerse y “autoayudarse”, sino que son realidades divididas, contradictorias y conflictivas, en las que existe una dimensión a la que solamente es posible acceder por medio de un tercero, formado para ello. Este presupuesto tiene consecuencias metodológicas y prácticas, especialmente en lo que se refiere a la función del analista en la terapia analítica y del coordinador en el grupo operativo. Es necesario precisar lo que hemos dicho anteriormente, para que esto último se entienda. Cuando decimos que en el trabajo analítico el saber y la función activa se desplazan al lugar del paciente, no nos estamos refiriendo a éste en el sentido de su “yo” y su voluntad consciente, sino al sujeto del inconsciente que emerge en sus síntomas, sus yerros y sus sueños. Lo que tiene de subversivo el dispositivo analítico es que crea un escenario en el que no solamente se silencia el analista, sino también el yo del paciente y sus funciones psíquicas superiores, para que pueda emerger la verdad del sujeto del inconsciente. Esto es fundamental para entender que el mismo “yo” sufriente, que llega a pedir ayuda, se puede convertir luego en un obstáculo fundamental para el desarrollo del tratamiento. El analista debe estar en condiciones de observar las distintas resistencias de las que se vale el yo del analizante para obstaculizar el trabajo terapéutico. El desarrollo de la investigación psicoanalítica le mostró a Freud que estas mismas resistencias, que aparecen como obstáculo a la curación, son las que garantizan el mantenimiento del síntoma, de manera que el vencimiento de las resistencias en el trabajo terapéutico es fundamental porque es, a la vez, la liquidación de la fortaleza en la que se atrinchera la enfermedad. Así, de acuerdo con Freud, el vencimiento de las resistencias a la cura y la eliminación del síntoma, son una y la misma operación. De una manera análoga la psicología social de Enrique Pichón Rivière, no concibe al grupo como una realidad unitaria y transparente para sí misma, sino como una realidad compleja, contradictoria y conflictiva, que exige un marco conceptual para poder observarla y una técnica particular para intervenir sobre ella. Pichón concibe
  • 17. 16 el grupo –todo grupo- como una realidad viva en permanente transformación, en la que, simultáneamente, están operando siempre fuerzas opuestas: las que se orientan en la vía de la salud mental, hacia el logro de las tareas y el proceso de transformación permanente del grupo; y, aquellas que, por el contrario, boicotean el quehacer grupal y tienden a impedir su evolución. Uno de los signos inequívocos de que en un grupo hay un fenómeno sintomático es la estereotipia que se puede manifestar, por ejemplo, en la ritualización vacía e improductiva de la dinámica grupal o en los roles rígidos de uno o varios de sus integrantes. La resistencia al cambio en los grupos opera de una manera análoga, a la resistencia del analizante; por esta razón una de las tareas fundamentales del coordinador es ayudarle al grupo a observar, analizar y elaborar la resistencia al cambio y, con ella, las estereotipias. Dicho de otra manera, una dimensión fundamental de la intervención terapéutica del coordinador es ayudarle al grupo a vencer los obstáculos que se oponen a la realización de la tarea. Estos obstáculos suelen manifestarse bajo la forma de la resistencia al cambio. La tarea en todos los grupos tiene dos dimensiones, que el autor llama tarea manifiesta y tarea latente. La tarea manifiesta es la más fácil de definir, porque coincide con los propósitos expresos del grupo; la dimensión latente de la tarea no es algo que se pueda definir de manera universal, sino que en cada caso es menester interpretarla y está relacionada con el proceso de transformación subjetiva de los integrantes del grupo en el proceso grupal, con la transformación de sus esquemas referenciales, la construcción de una mutua representación interna de los integrantes y la construcción de un esquema referencial colectivo. En esta dimensión latente de la tarea, presente en todo grupo, se activan los procesos afectivos y se ponen en juego los goces y los síntomas individuales de los integrantes; es el campo de las rivalidades imaginarias, de los juegos de seducción, de los odios secretos y también de las pasiones inconfesables; y, en general, de todos aquellos procesos que hacen parte del vínculo entre los seres humanos, pero que por razones de la definición misma de la tarea manifiesta, quedan por fuera del propósito expreso del grupo. Las relaciones entre la dimensión manifiesta y la dimensión latente de la tarea son complejas y cambiantes. En algunos casos coinciden y en otros pueden llegar a oponerse. Es importante aclarar que el propósito de la técnica del grupo operativo no es eliminar la tarea latente, ni combatirla o subordinarla a la tarea manifiesta, sino contribuir a su observación y análisis permanente para contribuir a que el quehacer grupal sea más productivo y saludable y que los integrantes del grupo aprendan a reconocerla y a hacerse cargo de ella sin que derive en formas sintomáticas. La diferencia entre un grupo operativo y otros grupos centrados en la tarea, que no se fundamentan en el psicoanálisis, no es que el dispositivo pichoniano tiene tarea latente y los demás no la tienen, sino que en éste se cuenta con un instrumento para su observación y análisis.
  • 18. 17 Es importante no confundir la tarea latente en los grupos con lo que algunos autores llaman la “agenda oculta”, ya que esta última por su definición misma, es conocida en el grupo, al menos por parte de algunos integrantes, que la ocultan deliberadamente a otros. La tarea latente, en el sentido más fuerte de la definición, puede ser desconocida por todo el grupo; y, desde esa condición, sin embargo, puede operar como una voluntad secreta y firme que lleva al grupo en una dirección determinada, -que puede ser ajena a la definición de la tarea manifiesta, incluso contraria-, sin que nadie comprenda la razón. La dimensión latente de la vida grupal puede manifestarse como un síntoma, por ejemplo una ansiedad que se manifiesta de una manera más o menos pareja en los integrantes del grupo, pero lo más frecuente es que emerja a través de alguno de los integrantes que, por su lugar en el grupo o por sus características personales está conectado de una manera más directa con esta dimensión de la vida grupal. Al integrante del grupo que cumple esta función Pichón lo llama “el portavoz” y al contenido de lo que denuncia se le denomina “lo emergente”. El portavoz logra ponerle palabras a lo que otros también han percibido. Lo emergente puede tomar formas diversas, incluso opuestas entre sí. Puede ocurrir, también, que los integrantes de un grupo no reconocen lo emergente como propio y se lo endilgan a un chivo emisario que se hace cargo de la patología grupal. En los grupos numerosos y en las instituciones las funciones de portavoz y chivo emisario, pueden ser agenciadas por un individuo o un sector del grupo, integrado por varias personas. Desde su nacimiento mismo, en el Hospicio de las Mercedes, el grupo operativo se le reveló a Pichón Rivière, no solamente como un dispositivo de intervención, sino también como un método de investigación del vínculo sujeto-grupo, que es el objeto mismo de la psicología social. Los rendimientos teóricos que el autor cosechó de la investigación psicosocial en los grupos operativos, lo sistematizó en lo que llamó su ECRO: esquema conceptual referencial y operativo. Una parte fundamental del ECRO de Pichón Rivière es la teoría del vínculo social que publica en un texto que se titula precisamente Teoría del Vínculo. No vamos a pretender hacer una síntesis de la misma, ya que amerita, cuando menos un capítulo de esta misma extensión; pero si mencionaremos uno de los hallazgos fundamentales que arrojó la investigación de Pichón con la metodología de grupos operativos. Este descubrimiento podemos definirlo como la potencia patológica y terapéutica, a la vez, de los grupos humanos. En efecto, los primeros grupos con las familias de los psicóticos en el Hospicio, según el autor, “completaron nuestra concepción social de la enfermedad mental”15 . Es decir el poder que tiene una familia o un grupo social de enfermar a uno o a alguno de sus integrantes. Esta concepción social de la enfermedad mental permite, no solamente entender de qué manera influye el grupo familiar y 15 Pichón, Enrique: “Historia de los grupos operativos”. En: El Proceso Grupal, del psicoanálisis a la psicología social (1). p, 241. Buenos Aires: Editorial Nueva Visión, 1985.
  • 19. 18 social en la etiología de una psicosis o una neurosis en un individuo, sino que, por contrapartida, permite arrojar luz sobre los fenómenos sociales, abordando al enfermo mental como portavoz de un síntoma colectivo. Pero el hallazgo fundamental de la investigación Pichoniana es el poder terapéutico de los grupos: “la profilaxis podía ser dada en otros miembros de la familia”16 y, no solamente en aquellos casos en los que se definen como grupos terapéuticos, sino también aquellos en los que la tarea se define en función de una obra comunitaria, un proyecto empresarial, o la resolución de un problema en una institución educativa. La condición para activar esta potencia terapéutica es disponer de un marco teórico –el ECRO- que permita leer la vida latente de los grupos y que el grupo cuente con un coordinador que conozca la técnica adecuada para intervenir sobre ella. El dispositivo del grupo operativo crea unas condiciones favorables para aprovechar la potencia terapéutica de los grupos. No se trata entonces de una psicoterapia en grupo entendida en el sentido convencional, es decir, de un terapeuta que interviene grupalmente; en el grupo operativo es el grupo en tarea el que produce los efectos terapéuticos, no el terapeuta, que opera como copensor y facilitador. Como el lector habrá podido apreciar, los grupos operativos son una herramienta para leer fenómenos e intervenir en grupos de múltiples clases, en diversos escenarios; esta herramienta se puede combinar con otras técnicas que provienen de contextos teóricos y metodológicos afines, sin que sea menester la aplicación del dispositivo del grupo operativo en su versión más pura. Leonardo Schvarstein, un discípulo de Pichón, que es actualmente uno de los autores más reconocidos en América Latina en el campo de la psicología organizacional, reconoce que en su práctica nunca usa el grupo operativo en su forma pura, pero que en todas sus intervenciones está trabajando con la didáctica de emergentes y otras herramientas de la técnica de los grupos operativos y que en general se vale del ECRO de Pichón para leer los fenómenos latentes de la actividad grupal. Este comentario pretende adelantarse a la inquietud que, con toda razón, se hacen muchos sobre las posibilidades prácticas de exportar el modelo del grupo operativo, en su versión más genuina, a todos los escenarios de intervención del psicólogo social. Donde tiene toda su pertinencia la aplicación de la versión más pura del grupo operativo es en la formación de los futuros psicólogos sociales. En este punto encontramos nuevamente una coincidencia con el psicoanálisis. Un analista se forma fundamentalmente en el diván de otro analista, es decir en su propio análisis. Los cursos, carteles y otros dispositivos de estudio, son un factor muy importante en su formación, pero no sustituyen la travesía que constituye el análisis personal, sin el cual no hay analista posible. De una manera análoga, la formación de un coordinador en grupos operativos, requiere un conocimiento teórico de la psicología social de Pichón Rivière, y exige como condición indispensable la experiencia y la vivencia como participante de grupos operativos 16 Ibíd.
  • 20. 19 de formación, sin los cuales no es posible, o en todo caso, no es legítimo, autorizarse como coordinador. Como el lector habrá podido notar el grupo operativo es una técnica que descansa en una concepción particular de la enfermedad mental como síntoma social y de los grupos como tramas vinculares en los que el saber y el poder se pueden poner en función de lo patológico o lo terapéutico. Se trata de una técnica que cuenta con la existencia de una dimensión latente de la vida grupal regida por formas individuales y colectivas del goce que es necesario develar y darles una forma de expresión para evitar el empobrecimiento de la vida grupal o la emergencia de síntomas que tienen un alto costo psíquico para los integrantes del grupo y que pueden boicotear los propósitos grupales. Es por este motivo que hemos considerado pertinente examinar el grupo operativo a la luz del dispositivo teórico llamado “los cuatro discursos” de Lacan, que gira en torno a cuatro significantes: El significante amo (S1), que es el emblema de las diversas formas del poder; el saber (S2), que tiene distintas facetas; el síntoma ($), en distintas posiciones; y el goce (a) que también tiene valores diferentes según sea un producto, una verdad reprimida, un lugar vacío, o la causa del deseo. En virtud de este objetivo el próximo capítulo intentará introducir al lector en la teoría del vínculo social de Jacques Lacan y los siguientes capítulos abordarán, a la luz de esta teoría, tres ejes fundamentales del grupo operativo: “la tarea”, “el coordinador” y “el grupo”.
  • 21. 20 22.. TTEEOORRÍÍAA DDEELL VVÍÍNNCCUULLOO SSOOCCIIAALL DDEE JJAACCQQUUEESS LLAACCAANN Por: Jaime Carmona El discurso es la unidad mínima de análisis que Lacan propone para pensar los vínculos sociales. Es una estructura básica de la que se pueden encontrar múltiples variaciones. Lacan define el discurso como: “Una estructura necesaria que excede con mucho a la palabra (...) que en realidad puede subsistir muy bien sin palabras. Subsiste en ciertas relaciones fundamentales. Mediante el instrumento del lenguaje se instaura un cierto número de relaciones estables en las que puede ciertamente inscribirse algo mucho más amplio, algo que va mucho más lejos que las comunicaciones efectivas. Estas no son necesarias para que nuestra conducta o eventualmente nuestros actos se inscriban en ciertos enunciados primordiales”.17 Un vínculo social, en principio, implica la existencia de al menos dos términos, pero el que existan dos términos no garantiza que exista un vínculo entre ellos. Es necesario que uno de ellos interpele al otro, que uno de ellos se dirija al otro e incida sobre él, de alguna manera. Este hecho ya define una posición de cada uno de los dos términos que entran en relación. Uno de ellos, el que toma la iniciativa, vamos a decirlo así, está en posición de “agente”, en la medida en que ha asumido un papel que puede considerarse como “dominante”, al menos en el sentido de incidir sobre el otro18 . El otro término... ¿qué podemos decir del otro? Por ahora digamos sólo eso, que es un “otro”. Según Lacan, habría cuatro modalidades posibles de colocarse en el lugar del agente. Es decir, cuatro formas de interpelar a un “otro” en el campo social, las cuales tendrían que ver con las tres tareas imposibles de las que habla Freud: gobernar (S1), educar (S2), analizar (“a”) y con una tarea, acaso no menos imposible, que Lacan define como “hacer desear” ($) y que también podríamos leer como: “hacer producir saber”19 . Más adelante nos referiremos en detalle a cada una de ellas. Resumamos: Un vínculo implica, al menos, dos términos: uno de ellos, el “agente”, está en una posición “dominante” respecto del “otro”; y, habría cuatro versiones del agente. Quizá podríamos agregar que, en un sentido estricto, todo vínculo 17 Lacan, Jacques. El Seminario, Libro XVII. El reverso del psicoanálisis. Barcelona: Paidós, 1992. p. 10. 18 Llamo dominante a lo que me sirve para nombrar estos discursos (...). Esta palabra dominante no implica predominio, en el sentido de que este predominio especifique lo que no es seguro al discurso del amo. Digamos que se puede atribuir, por ejemplo, según los discursos, substancias distintas a esta dominante”. Ibíd., p. 45. 19 “Gobernar, educar, analizar también y, por qué no, hacer desear, para completar la definición de lo que será el discurso de la histérica, son operaciones, propiamente hablando, imposibles”. Ibíd., p. 187.
  • 22. 21 social está determinado por una imposibilidad estructural, en el sentido que se dice que es imposible gobernar, analizar, educar y hacer desear. Agente → otro Pero un vínculo no se agota en la constatación que acabamos de mencionar. En otras palabras, un vínculo no es igual a la sumatoria de sus componentes. Una vez que dos términos entran en relación en un vínculo, se produce un algo más, una resultante de ese encuentro de los dos términos que entraron en relación. A esa resultante le vamos a dar el nombre de “producción”. Esa producción es el efecto de la incidencia del “agente” sobre el “otro”. Así pues, la colocaremos del lado del “otro”. Tenemos, entonces, tres términos: Agente → ____otro________ Producción Ahora bien, si del lado del “otro” tenemos una “producción” -efecto de la incidencia del “agente” sobre él-, podemos preguntarnos qué hay del lado del “agente”. En otras palabras, podemos preguntar qué lleva a un “agente” cualquiera en el escenario social a interpelar a un “otro”. Esto es algo que en toda relación requiere ser aclarado: ¿Por qué alguien se dirige a otro y lo increpa o lo interpela? La respuesta a esta pregunta generalmente no tiene nada de evidente, ni siquiera para el agente mismo. En los vínculos sociales este hecho fundante suele ser lo más opaco y no gratuitamente suele estar justificado con toda clase de racionalizaciones que en general operan como coartadas. El político, al ser interrogado por las razones que lo llevan a increpar al “otro”, responderá que quiere su bienestar; el religioso dirá que quiere su salvación; el revolucionario dirá que quiere su liberación; el capitalista dirá que quiere satisfacer sus necesidades, prestarle el mejor servicio, hacerlo feliz (...). Cuando un “agente” interpela a un “otro”, debemos hacernos la pregunta por aquello que suscita este gesto y desconfiar de las respuestas que aporta este mismo agente sobre su “intencionalidad”. Es decir, que ante todo vínculo siempre debemos suponer la existencia de una “verdad” que no necesariamente coincide con las razones a las que apela el agente para interpelar al otro. Dicha verdad está del lado del agente y la mayoría de las veces es una verdad oculta hasta para él mismo, que puede estar convencido de sus buenas intenciones, de lo necesario que es para el “otro”, o de su condición de instrumento de una elevada causa. Esta verdad la escribimos debajo del agente, separada del mismo por una barra que nos sugiere que no es algo a lo cual el agente tenga un acceso directo, así como la producción, a pesar de que está del lado del otro, no es necesariamente algo que el otro se pueda apropiar, ni siquiera algo de lo que pueda dar cuenta por más que haya resultado de la incidencia de un agente sobre él.
  • 23. 22 Así tenemos, entonces, que el vínculo mínimo, una relación entre dos términos en el campo de lo social, siempre implica otros dos, lo cual nos arroja una estructura de cuatro términos: Es importante señalar que, en los vínculos sociales, lo más difícil de develar siempre es la relación entre la verdad y la producción. “En la segunda línea no hay flecha alguna (...), no sólo no hay comunicación sino que hay algo que obtura (∆)”20 . Esa es la razón de existir de las ciencias sociales. Si la verdad de toda producción en el campo de lo social fuese evidente por sí misma, las ciencias sociales no serían necesarias. Lacan dice que la relación entre la verdad y la producción está marcada por la impotencia (que indicamos con el triángulo) mientras que la relación entre el agente y el otro por la imposibilidad que ya mencionamos (y que indicamos con la flecha). La relación entre la verdad y la producción siempre exige un proceso de construcción o mejor de reconstrucción. En el sentido que tiene este término en la arqueología y en el psicoanálisis, es esencial edificar una armazón significante, una construcción conceptual, para demostrar la relación estructural existente entre ambas: “Si planteamos la formalización del discurso y, en el interior de esta formalización, nos damos ciertas reglas destinadas a ponerla a prueba, encontramos un elemento de imposibilidad. Esto se halla en la base, en la raíz de lo que es un hecho de estructura”21 . Ya tenemos la matriz básica mínima de todo vínculo en el campo social: se requiere al menos de dos términos para que haya un vínculo; y, necesariamente, la relación entre ambos da lugar a un producto nuevo y, por otro lado, produce una zona de sombra que llama a ser iluminada: la verdad. Ahora, es importante que nos preguntemos por la naturaleza de lo que hemos llamado “los términos” que entran en relación en un vínculo social. Vamos a decirlo con una redundancia: ¿qué se vincula con qué en un vínculo social? Para poder abordar el tema de la naturaleza de lo que hemos llamado hasta el momento “los términos” que entran en relación en el vínculo social, es conveniente hacer una reflexión sobre la condición humana. Los seres humanos vivimos en un universo de símbolos, en un mundo de representaciones. El psicoanálisis comparte con Heidegger la idea según la cual “El lenguaje es la casa del ser”22 . Este hecho tiene una implicación decisiva para la relación del ser humano con el mundo y, por supuesto, con los demás seres humanos, a saber, que toda relación humana va a estar mediada por representaciones. Un ser humano no se relaciona 20 Ibíd.., p. 188. 21 Ibíd.., p. 48. 22 Heidegger, Martín. Carta sobre el humanismo. Madrid: Ed. Alianza. 2003. p, 7. Agente otro Verdad ∆ Producto
  • 24. 23 directamente con otro ser humano ni con el mundo; sus relaciones con sus semejantes y su contexto acontecen mediatizadas por el sistema de representaciones que habita. Incluso podemos ser más radicales y decir que el ser humano, en tanto que sujeto, no “es”, sino en la medida en que es representado. En el mundo de los humanos no hay otra posibilidad de “ser”, ni otra posibilidad de vincularse con los otros que no pase por un sistema de representaciones. Esto se puede constatar de la manera más simple en un hecho tan cotidiano y elemental como presentarse ante otro. Se supone que quien se presenta trata de decir quien “es”. Lo primero que se dice en una presentación es el nombre. El nombre es una representación. Freud la llamaría representación de palabra, que representa a alguien para otro alguien. Casi todos los nombres llevan implícito el género, al menos en nuestra cultura. No es lo mismo llamarse Fulano que Fulana. Así, cuando alguien dice o escribe su nombre, casi siempre está diciendo simultáneamente su género. Si además incluye los apellidos, y dice “Fulano de Tal”, está aportando otras representaciones que sitúan al que se presenta en un linaje y como miembro de ese linaje en un conjunto social al que pertenece. Cada apellido sitúa a los sujetos que representa en un lugar muy diferente del escenario social. Ese hecho elemental de presentarse, utilizando una representación de palabra como es el nombre, ya nos pone sobre la pista de un hecho fundamental en lo que se refiere a las representaciones, que siempre remiten a otras representaciones, y más aún, cobran su valor por lo que las diferencia de las otras. Fulano cobra su valor de nombre masculino por lo que lo diferencia de los nombres femeninos. El apellido cobra su valor particular por lo que lo diferencia de los demás apellidos en su contexto social. En otras palabras, las representaciones, o mejor digamos los significantes, no existen aisladamente, sino que siempre se encuentran en redes o baterías, las cuales están en relaciones con otros significantes y con respecto a los cuales adquieren un valor por lo que los diferencia de los demás. Por ello, cuando alguien enuncia el significante mínimo que lo representa, como es el nombre propio, esto lo pone en relación con otros significantes y le asigna un lugar. Si continúa la presentación y se enuncia la profesión, sucede lo mismo. En primer lugar, la palabra profesional, expresa o tácita, ya marca una diferencia con la de estudiante y con la de analfabeta, etc. Lacan define al sujeto como “representado por un significante para otro significante”23 . Esto implica que el advenimiento del humano como sujeto pasa por su inclusión en un orden significante. Esta definición del sujeto la podemos escribir así: Un significante (S1)___ → otro significante (S2) S1 → S2 Sujeto representado ($) $ 23 Cf. Lacan, Jacques. El Seminario, Libro XVII. El revés del psicoanálisis. Op. cit., p. 11.
  • 25. 24 Ahora, el significante no es solamente aquello que nos representa y sin lo cual no “somos” humanos, ni simplemente aquello que nos da un lugar en el mundo y una cierta ilusión de unidad necesaria para operar en él, si no que es, además, la materia de la cual está hecho el vínculo social. El orden social es un orden significante y sin el significante no hay ordenamiento social posible. La operación significante, gracias a la cual un trozo de carne, pelos y tejidos deviene un ser humano, tiene varias implicaciones de las cuales aquí solamente vamos a tratar de desarrollar dos. La primera de ellas es que el sujeto que allí se constituye es, desde su origen, un sujeto dividido entre la representación y lo representado S1/$; en otras palabras, entre el significante (S) y el significado (s): S/s. La segunda consecuencia que vamos a desarrollar consiste en que la constitución de la subjetividad humana en el orden significante no es una operación exacta, sino que deja un residuo que va a funcionar como un referente fundamental para el deseo del sujeto. Para abordar la primera de estas dos consecuencias de la condición lenguajera de los seres humanos, es necesario que nos remitamos brevemente a la lingüística. Recordemos que la noción de significante es acuñada por Ferdinand de Saussure en el Curso de Lingüística General. En este texto, establecido póstumamente por sus discípulos, el autor propone que el signo lingüístico se puede descomponer en dos dimensiones que serían como las dos caras de una moneda: el significante y el significado. El significado sería el contenido ideativo y el significante sería la dimensión material, la imagen acústica; en una palabra, el sonido. Es notoria la coincidencia entre la noción de significante en Saussure y la noción de “representación de palabra” en Freud. Para elaborar su formulación sobre el sujeto, Lacan invierte el algoritmo de Saussure y propone que la barra que separa al significante del significado es la barra de la represión. Si nos atenemos a esta formulación debemos decir entonces que el sujeto que se funda como representado por un significante para otro significante es, por definición, un sujeto del inconsciente, en la medida en que queda debajo de la barra de la represión. Ya sabemos, desde Freud, que todo lo reprimido, por definición, es inconsciente (aunque no todo lo inconsciente sea reprimido). La constitución del hablante como sujeto del inconsciente es producto de una particularidad del lenguaje en el que viene a constituirse el neonato como sujeto, teniendo en cuenta que este lenguaje no existe en el mundo como una batería de significantes neutros, sino que siempre se lo encuentra atravesado por unas leyes (como la ley de prohibición del incesto y, en general, la moral sexual de la cultura) y organizado bajo la forma de un saber, verbigracia el saber mínimo acerca de las estructuras de parentesco de la respectiva cultura, que hasta los analfabetas conocen. Es decir, que el lenguaje en el que viene a fundarse cada nuevo ser está estructurado como un cuerpo vivo de saber, como una estructura significante organizada que posee una historia, una cultura, unas tradiciones, unas técnicas y unas artes, incluso unas tramas que van a determinar los caminos por los que
  • 26. 25 discurrirá el destino de cada uno de los seres que allí devienen sujetos. Esas leyes que mencionamos operan a nivel inconsciente y producen el efecto, ya referido, de dividir la subjetividad en dos escenarios. Esto se puede mostrar de una manera simple. Ser representado para otros por el significante Fulano en un complejo cultural determinado, implica ser inscrito en un ordenamiento de la sexualidad propio de los Fulanos, que es diferente al de las Fulanas. Y si el proceso de enculturación cumple cabalmente su cometido, logrará que Fulano se comporte como los Fulanos y no como las Fulanas. Así mismo, si es “Fulano de Tal”, implica que pertenece al linaje de los “Tales” y se espera que busque su pareja por fuera del clan familiar. De manera que ser incluido en el lenguaje como “Fulano de Tal”, supone, en primer lugar, reprimir los deseos que serían propios de las Fulanas y, en segundo lugar, reprimir los deseos hacia los “Tales”. Fulano de Tal sería un sujeto en el sentido que tiene el término en la gramática, incluso en el sentido que tiene este término para el Derecho, pero para el psicoanálisis el sujeto sería aquello que es objeto de la represión para que Fulano de Tal pueda cumplir socialmente con lo que se espera de un Fulano y de un “de Tal”. Se trata entonces de una dimensión fundamental de su ser que todo Fulano ignora, es decir, el sujeto del inconsciente. Esto podemos escribirlo de la siguiente manera: Significante del nombre propio S1 Sujeto del inconsciente $ Ese sujeto del inconsciente seguirá operando como una verdad no sabida que, sin embargo, determina el destino de Fulano. Esto nos conduce a una paradoja: el significante que representa a un sujeto para sí mismo y para los demás significantes puede decir lo opuesto a su deseo inconsciente. Lacan dice, por ello, que “el yo es un lugar de desconocimiento”. Se refiere, por supuesto, al desconocimiento de la verdad del sujeto del inconsciente.24 Como se puede ver, llamarse Fulano o Fulana tiene sus consecuencias. El nombre propio opera como un primer significante que asigna un lugar a un sujeto en el mundo y, a la vez, lo somete a la ley de la cultura en la que lo inscribe; es un significante amo que contribuye a ese proceso de unificación imaginaria y localización en un universo simbólico, que convierte en un ser humano a un organismo habitado por un conjunto de pulsiones que en su origen operan más o menos anárquicamente. Es un significante que, mediante una operación de violencia simbólica, introduce un principio de organización que desemboca en la humanización. 24 A propósito del yo y su relación con el saber, dice Lacan: “El yo trascendental es el S1, el yo del amo, aquel que de algún modo encierra en sí como verdad cualquiera que enuncia un saber”. Lacan, El Seminario, Libro 17. El reverso del psicoanálisis, Op. cit., p. 66.
  • 27. 26 La asunción de una identidad unitaria mediante un significante amo como el nombre propio y la identificación con algunos de los emblemas fundamentales, propios de ese significante en el complejo cultural respectivo, es un paso necesario del proceso de enculturación de todo sujeto, lo cual tiene el correlato que ya mencionamos: la constitución de una subjetividad en dos escenarios, uno que corresponde con ese significante que es el nombre propio y otro escenario que sería el sujeto del inconsciente. El sujeto del inconsciente ($) es, pues, un efecto de la inclusión del humano en el lenguaje, y tenemos noticia de él a partir de unas formaciones como el síntoma, el lapsus y el sueño, es decir, a partir de producciones que son marginales respecto del yo, que es el que se instala en la dimensión subjetiva correspondiente al nombre y a los apellidos. El yo es el que puede decir “yo me llamo Fulano”, no así el sujeto del inconsciente. El sujeto del inconsciente, al contrario, se manifestaría en aquellos lapsus que contradicen lo que cualquier Fulano quiso decir, o en una conducta como la ferocidad sintomática de algunos Fulanos contra los homosexuales, con la cual intentan desmentir su propia homosexualidad inconsciente, o en los sueños que derivan en pesadillas en el momento en que se acercan a la realización de una fantasía incestuosa. Decíamos que la operación mediante la cual un significante representa a un sujeto para otro significante, tenía otra consecuencia, además de fundar este sujeto como un sujeto dividido y como un sujeto del inconsciente. Esta otra consecuencia, que se refiere al residuo de la operación, tiene que ver con lo que diferencia un atardecer de un poema sobre el atardecer. En otras palabras, con lo que diferencia la palabra de la cosa. En todo poema sobre el atardecer se captura algo del atardecer y algo se escapa. Ningún poema sobre el atardecer podrá capturar totalmente el atardecer. Es así como siempre se podrán seguir escribiendo nuevos poemas sobre el atardecer. Algo semejante ocurre con la operación por la cual un significante, como el nombre propio, captura a un viviente y le da un lugar en el mundo. Efectivamente, la inclusión del sujeto en un orden simbólico mediante el nombre, captura parcialmente a ese viviente, pero esta captura no se logra de una manera plena, algo queda por fuera. En este caso no se trata de lo reprimido, porque lo reprimido, en la medida en que tiene una materialidad significante, de alguna manera está incluido en la operación, así sea en otro escenario; y es por ello que, gracias a un dispositivo como el analítico, se puede lograr que eso reprimido se enuncie. En este caso se trata de una exclusión más radical, la cual tiene que ver con algo que es indecible, en la medida en que quedó por fuera en la operación de simbolización. Es aquello del viviente que no es susceptible de ser atrapado por el lenguaje. A esa dimensión Lacan la llama “objeto a” o simplemente “a”, minúscula. Esta dimensión del viviente, que no ingresa en el mundo significante en el que habitamos los humanos, tiene múltiples versiones. Todas, en alguna medida,
  • 28. 27 aluden a ella, pero ninguna logra nombrarla, ni siquiera de una manera aproximada, por su misma condición insimbolizable. Cada versión del “objeto a” es una suerte de nuevo poema sobre el atardecer de lo real de la condición humana que, a la vez que logra bordearlo con la palabra, hace más inminente el hecho inexorable de la imposibilidad para llegar a atraparlo en las redes del lenguaje. Vamos a ver algunas de estas versiones del “objeto a”. Uno de los nombres que Lacan le da al “objeto a” es el de resto: el residuo de la operación de constitución del sujeto. Se trata de un desecho, un desecho precioso, ya que de una u otra manera el sujeto sigue añorando siempre eso que queda por fuera de la dimensión significante en la que habita. La relación del niño con sus heces puede ser un referente de un desecho preciado. Las heces son un paradigma de aquello que nuestra cultura excluye de su orden, por ello se inventaron los excusados. Las heces son una de las expresiones paradigmáticas del “objeto a”. Desde otro punto de vista, al “objeto a” lo podemos pensar como un excedente, el rédito de la operación de la humanización. El excedente es un plus, aquello que se puede usufructuar como ganancia una vez concluida una operación comercial; incluso se puede asimilar a la plusvalía, que es ese excedente que el capitalista le escamotea al proletario gracias al fetichismo de la mercancía, producto de la división del trabajo que introduce el capitalismo. En esta perspectiva podríamos pensar ese excedente o plus como un producto. Otro nombre que Lacan le da a esa dimensión excluida, que constituye el objeto “a”, es el de “falta”. Esta falta se puede pensar como la cicatriz que deja aquello que se pierde en el ingreso al universo simbólico. También se puede entender como la pérdida de goce, producto de la inserción de la criatura humana en el lenguaje y, paradójicamente, eso que queda por fuera de la operación también se puede llamar goce25 , cuando de alguna manera logra ser capturado, así sea en medida escasa. Nuevamente la plusvalía sirve de referente. Según Lacan, la plusvalía nace en aquel momento de la historia en el que el capitalismo descubre un dispositivo que permite capturar el goce y acumularlo26 . Es por esta referencia a la plusvalía que Lacan también llama “plus de goce” a esa dimensión excedente de la operación simbólica mediante la cual se funda el sujeto. Esta dimensión, excluida del orden significante, opera como aquello que causa el deseo y que le sirve de horizonte hacia el cual apunta. Se trata de un caso muy interesante de una causalidad negativa, en la medida en que aquello que opera como causa es precisamente una ausencia. Este es otro nombre del objeto “a”, “objeto causa del deseo”. Se trata de un objeto muy particular, ya lo dijimos, un 25 “Debajo del otro (significante del saber en el discurso del amo) está el sitio donde se produce la pérdida, la pérdida de goce de la que extraemos el plus de goce”. Lacan, Jacques. El Seminario, Libro XVII. El reverso del psicoanálisis, Op. cit., p. 98. 26 “A partir de cierto día el plus de goce se cuenta, se contabiliza, se totaliza. Aquí empieza lo que se llama la acumulación de capital”. Lacan, Jacques. El Seminario, Libro XVII. El reverso del psicoanálisis, Op. cit., p. 191.
  • 29. 28 objeto que falta, lo cual se puede enunciar de un modo más directo como una “falta de objeto”. El concepto de “objeto a” es una construcción muy compleja y difícil de asir por la naturaleza misma de la dimensión de lo humano a la que se refiere. Ya que se trata de una noción fundamental, para este trabajo de investigación haremos un recuento histórico de este término que tratará de justificar la diversidad de acepciones que posee, de acuerdo con el costado que se trate de iluminar de la dimensión de lo humano que nombra. La prehistoria de esta noción se remite, por supuesto, a la obra de Freud. La noción de “objeto perdido” -que en Freud no es desarrollada como un concepto fuerte-, de alguna manera prefigura este hecho constitutivo: que se ingresa al mundo de los humanos por la vía de una pérdida fundamental. Los goces pulsionales parciales también prefiguran en la obra de Freud, lo que va a ser la noción de “objeto a” en Lacan, por varios motivos: en primer lugar, por su condición, digámoslo así, silvestre, y por su carácter compulsivo e impersonal que no tiene reparos por la autoconservación, ni por la conservación del otro; en segundo lugar, porque son legítimos representantes del goce que se pierde en el proceso de inserción en la cultura. A continuación presentaremos, en una síntesis muy condensada, el recorrido que hace Dylan Evans, en el “Diccionario introductorio de psicoanálisis lacaniano”, sobre la evolución de la noción de “objeto a” en la obra de Lacan, lo cual nos permite entenderla en su historicidad y, a la vez, corroborar la exactitud de las diversas definiciones que hemos aportado de la misma. “La a minúscula aparece por primera vez en el texto de Lacan, en 1955, en relación con el esquema L. En este momento se usa para designar al semejante, la imagen especular en el orden imaginario. Es en 1957 cuando Lacan introduce el matema del fantasma ($ <> a), “a comienza a ser concebido como el objeto del deseo (...). En 1960-1 Lacan articula la a con el término agalma que toma del banquete de Platón (...). El agalma es un objeto precioso oculto en una caja relativamente carente de valor” 27 . El objeto a, ya lo vimos, es algo precioso que puede estar revestido de la condición de algo desechable. “Desde 1963, en adelante, a adquiere cada vez más las connotaciones de lo real (...); a partir de este momento, a designa el objeto que nunca puede alcanzarse, que es realmente la CAUSA del deseo (...). En los seminarios de 1962, 63 y 64, el objeto a es definido como el resto (en francés reste), el remanente que deja detrás de él la introducción de lo simbólico en lo real (...); esta idea recibe un desarrollo adicional en el seminario de los cuatro discursos. En el discurso del amo, un significante trata de representar al sujeto para todos los otros significantes, pero siempre se produce inevitablemente un excedente. Ese excedente es el objeto a, un sentido excedente, un goce excedente (en francés, plus-de jouir, “plus de gozar”). Este concepto se inspira en la idea marxista de la plusvalía. a es el exceso de goce que no tiene valor de uso, pero resiste a la pura justificación del goce” 28 . 27 Evans, Dylan. Diccionario introductorio de psicoanálisis lacaniano. Buenos Aires: Paidós, p. 141 (las comillas y las cursivas son del autor). 28 Ibíd. p. 141 (las cursivas, las mayúsculas y las comillas son del autor).
  • 30. 29 Vemos pues que este concepto, de acuerdo al costado que tratemos de iluminar, puede ser leído como: “residuo”, “resto”, “plus”, “plus de goce”, pero también “falta de goce”, “objeto causa del deseo” o “falta de objeto”. Se trata de una dimensión de la condición humana que, como dijimos, es más radical aún que el mismo inconsciente. Ésta, a diferencia del inconsciente, no es una dimensión palabrera, ya lo dijimos, aunque algo de ella logra ser capturada por la palabra y allí donde ello ocurre se le encuentra más frecuentemente asociada con las formaciones del inconsciente que con la otra dimensión de la subjetividad, en la cual el yo identifica al significante amo que constituye el nombre propio: “El yo idéntico a sí mismo, eso es precisamente lo que constituye el S1 del imperativo puro”29 . El goce opera como un principio desorganizador, por oposición al efecto de ordenamiento que implica la fundación del sujeto en el universo significante. Se manifiesta en aquellos procesos mortíferos de disolución de las unidades alcanzadas y de los principios de organización que mantienen la vida. En ese orden de ideas, opera en el mismo sentido que la pulsión de muerte. El goce, por definición, es mortífero y se hace más palpable en aquellos cuadros clínicos en los cuales asistimos a un proceso autodestructivo en el que las posibilidades de simbolización son especialmente limitadas, como las toxicomanías, los cuadros psicosomáticos y algunas formas de la anorexia y la bulimia. Las manifestaciones del goce en el campo de lo social se pueden encontrar en las guerras, los procesos de destrucción del tejido social, la devastación de los recursos que garantiza la vida en el planeta, etc. La referencia a lo social no es, en absoluto, forzada si tenemos en cuenta que la antropología muestra que el medio más eficaz de destrucción de un sujeto es eliminar todo lazo que lo ate a los otros, dejarlo sin lugar en el universo simbólico de su comunidad. Más aún, esta concepción lacaniana del sujeto como representado por un significante para otro significante, no admite una definición metafísica de sujeto, ni siquiera una definición con un estatuto irreductible al orden social, sino todo lo contrario, sólo admite pensar al sujeto en función de su relación con el otro, gracias al universo significante. En este sentido, la formulación lacaniana de los cuatro discursos sigue el espíritu de la posición de Freud en el texto Psicología de las masas, donde declara categóricamente que la oposición entre psicología individual y psicología social es una falsa oposición y agrega que “desde el comienzo mismo, la psicología individual es simultáneamente psicología social”30 . Con el abordaje de esta dimensión del goce completamos el cuarto de los términos que se requieren para pensar la especificidad de la condición humana de acuerdo con Lacan. agente → otro S1(Significante Amo) → S2 (El saber)__ verdad ∆ producto $(El sujeto dividido) ∆ “a” (el objeto a) 29 Lacan, Jacques. El Seminario, Libro XVII. El reverso del psicoanálisis, Op. cit., p. 66. 30[15] Cf. Freud, Sigmund. Obras completas. v. XVIII. Buenos Aires: Amorrortu, 1979. p. 67.
  • 31. 30 Recapitulemos. “S1” es el significante amo: es el que violenta la materia orgánica e introduce un principio organizador que confiere la ilusión de unidad que es necesaria al ser humano para relacionarse con el mundo por medio del universo significante. El funcionamiento de este significante se puede pensar tomando como referente al amo de la antigüedad, y en cierto sentido, obrando en consecuencia; el yo, identificado con este significante, opera en la subjetividad con una vocación de soberano absoluto, aunque nunca lo logre plenamente. Así mismo, lo que nos muestra a diario la vida social no es otra cosa que la vocación de tirano que se revela en todo ser humano cuando el interjuego vincular le coloca en una posición de poder respecto a los otros. “S2” es el significante del saber: el otro significante al cual se remite el S1. Recordemos que los significantes (o las representaciones) no se encuentran en el mundo de manera aislada, sino que siempre están en relación con otros significantes. El “S2” es el significante que representa a la batería de los demás significantes sobre la cual incide el “S1”, que representa al sujeto. Recordemos también, que esa batería no es una caja de herramientas en la que los significantes están dispuestos, por decirlo así, en una condición neutra. Se trata más bien de una red significante en la cual los significantes están organizados conforme a leyes. Cada uno tiene un lugar que está definido por su relación con los demás significantes. Más aún, se trata, como ya lo dijimos, de un universo significante con una historia, una tradición, unas técnicas, unas artes y unos saberes que pueden estar articulados bajo la forma de mitos o ficciones científicas. “$” es el significante del sujeto dividido: recordemos que no lo debemos confundir con el yo. Se trata del sujeto del inconsciente que opera como verdad reprimida que constituye un determinismo fundamental en el destino de todo ser humano. El sujeto no aparece allí donde el yo gobierna como un soberano la vida psíquica, sino justamente donde no es el amo de su propia casa, donde aparece la anomalía, donde la cosa no marcha, en el yerro, en el tropiezo, en el síntoma mediante el cual se deja ver este otro escenario de la vida psíquica. “a” es el objeto causa del deseo: es aquello insimbolizable del viviente que queda por fuera del orden significante, en la operación mediante la cual se funda el sujeto. O, dicho más precisamente, es lo que no alcanza a ser capturado por ese orden simbólico. Este resto de real tendrá esa doble condición del desperdicio y de lo precioso, y allí donde se haga inminente su presencia será objeto de horror y fascinación. Así, la fórmula completa de la constitución de la subjetividad queda así: Un significante (S1) → ante otro significante (S2) S1→ S2 Representa un ($) ∆ Producto o residuo (a) $ ∆ a
  • 32. 31 Si complementamos esta ecuación, haciendo explícitos los lugares predefinidos en la estructura que mencionamos al principio de este capítulo, se podría leer de la siguiente manera: un significante amo en el lugar del agente del discurso, representa a un sujeto del inconsciente que opera como verdad reprimida del mismo, ante otro significante: el significante del saber que es la batería en la cual están organizados los demás significantes. El producto de esta operación es un objeto que, justamente por faltar, causa el deseo: el “objeto a”. Este es el primero de los cuatro discursos propuestos por Lacan para pensar los vínculos sociales, y, según el autor, el más arcaico. Acaso no sea gratuito que la fórmula de constitución del sujeto coincida con el primero de los cuatro discursos que propone Lacan para pensar los vínculos sociales. Es decir, que la organización psíquica en el ser humano está articulada, en su origen, como un discurso de amo. Como el amo feroz que difiere radicalmente del ideal humanista y que Freud describe en su Malestar en la cultura, así: “El Ser humano no es un ser manso, amable, a lo sumo capaz de defenderse si lo atacan, sino que es lícito atribuir a su dotación pulsional una buena cuota de agresividad. En consecuencia, el prójimo no es solamente un auxiliar y objeto sexual, sino una tentación para satisfacer en él la agresión, explotar su fuerza de trabajo sin resarcirlo, usarlo sexualmente sin su consentimiento, desposeerlo de su patrimonio, humillarlo, infligirle dolores, martirizarlo y asesinarlo” 31 . En síntesis: primero, no hay sujeto sin otro. Segundo, el sujeto no tiene una relación directa con sus otros en el campo social; esa relación está mediatizada por un universo significante. Tercero, para dar cuenta de la subjetividad humana se requieren por lo menos cuatro significantes: el S1 o significante amo, el S2 o el saber, el $ o el sujeto, y el “a” o el objeto causa del deseo. Cuarto, todo vínculo social supone por lo menos la existencia de cuatro lugares: el del agente, el otro, la verdad y la producción; y, quinto, la primera articulación de la subjetividad humana toma la forma de un discurso de amo, en el cual el significante amo (S1) está en el lugar del agente, el saber (S2) en el lugar del otro, el sujeto ($) en el lugar de la verdad y el objeto “a” en el lugar de la producción. agente (S1) → otro (S2)_____ verdad ($) ∆ producción (“a”) Lacan propone tres discursos más para pensar los vínculos sociales, los cuales se obtienen a partir del discurso del amo, rotando los cuatro significantes en juego en el sentido inverso a las manecillas del reloj. Estos son: El discurso universitario, el discurso de la histérica y el discurso del psicoanálisis. Sus cuatro discursos, dice el autor, que serían cuatro formas posibles del vínculo social, cuatro “estructuras” posibles de la relación de un significante con otro significante32 . 31 Freud, Sigmund. Obras Completas. v. XXI. Buenos Aires: Amorrortu, 1979. 32 Lacan, Jacques. El Seminario, Libro XVII. El reverso del psicoanálisis, Op. cit., p. 11.
  • 33. 32 Antes de hablar de estas cuatro estructuras, es importante señalar que Lacan piensa el mundo social como un universo significante y advierte que “es en el derecho donde se palpa de qué modo el discurso organiza el mundo real”33 . Efectivamente la constitución política de un país y, por supuesto, las leyes y los decretos que las reglamentan, constituyen el texto que define los lugares que puede ocupar un ser humano en ese entramado social y las relaciones entre esos lugares. Cada lugar está definido por un significante particular. En toda constitución está definido qué es un ciudadano, un gobernante, un padre, una madre, un hijo, un hombre, una mujer, un esposo, un amante, etc. Es cierto que hay otras leyes que gobiernan lo social que no siempre coinciden con su jurisprudencia, como la moral y los hábitus −como llama Bourdieu a esos imperativos sociales no expresos que todos acatamos− de cada uno de los campos que configuran el escenario social. Es notorio que también se trata de sistemas significantes que determinan lugares y definen las relaciones entre ellos. Los cuatro discursos propuestos por Lacan se relacionan con tareas y funciones imposibles, como ya lo mencionamos; tres de ellas, recordémoslo, habían sido mencionadas por Freud: gobernar, educar y analizar. La cuarta, que agrega Lacan, es “hacer desear”. Los agentes de estos discursos, es decir, los significantes dominantes en el vínculo que fundan – no en el sentido de ejercer un dominio sino en el sentido de imprimirle al vínculo su estilo propio- son, en su orden, el significante amo (S1), para la tarea de gobernar; el saber (S2) para la función de educar; el semblante del objeto causa del deseo (“a”), para el vínculo analítico; y el significante de la división subjetiva ($), para el vínculo que tiene como tarea imposible hacer desear. Vamos a hacer un comentario sobre cada uno de los cuatro discursos, partiendo de los significantes mencionados: 2.1. EL DISCURSO DEL AMO El vínculo social que Lacan llama el “discurso del amo” (S1), lo podemos pensar a partir del seminario La dialéctica del amo y el esclavo de Alexandre Kojève, como el amo de la antigüedad. Es cierto que en el mundo moderno ya no existen vínculos sociales que respondan a esa lógica, pero eso no quiere decir que algunos de sus rasgos no se reencuentren, incluso exacerbados, en muchos vínculos privados y que, aún hoy en alguna medida, la humanidad no haya podido prescindir de la función de amo para mantener su orden, el “orden mundial”. 2.1.1. “S1” en el lugar del agente Algunos de los significantes amo que aún sobreviven en el planeta son: el padre, el gobernante, el patrón, el general. Los sujetos que socialmente son investidos 33 Lacan, Jacques. El seminario, Libro XVII, el Reverso del Psicoanálisis, Op. cit. p, 16.
  • 34. 33 por estos significantes amo, no llegan a ser siquiera un remedo de los amos de la antigüedad, pero en alguna medida cumplen su función, al menos en calidad de semblante; y, en situaciones límite, pueden llegar a exhibir algunos de sus rasgos. El amo antiguo es un “Amo” -con mayúscula-, al menos esa es su apuesta. El amo moderno, a lo sumo, opera como un representante del otro, que en últimas, en nuestros estados modernos es, por excelencia, el derecho. Sin embargo, hay que decir que en cada ser humano hay un amo antiguo feroz, que no pierde ocasión para mostrarse en toda su voluntad de goce. Basta que las circunstancias sean propicias y, tanto en la esfera pública como en la privada, se encuentran vínculos en los que se reproduce en más de un aspecto la lógica amo- siervo. Las relaciones de pareja son un espacio privilegiado para ello. La lógica propia del vínculo que se organiza a partir de este agente que es el significante amo, es la del que ordena, tanto en el sentido de dar órdenes, como en el sentido de establecer un orden. Esta lógica de relación, aunque ha sido bombardeada por todos los flancos por los discursos contra el poder, no es prescindible totalmente. Toda organización humana requiere un mínimo de función de amo. 2.1.2. “S2” en el lugar del otro El “otro” del amo, su partenaire –por así decirlo-, es el siervo, que no es un “Otro” con mayúscula, en el sentido que pretende serlo un amo antiguo; pero, estrictamente hablando, el siervo tampoco es otro con minúscula, en el sentido de un semejante. El siervo no es un semejante del amo, el amo no lo reconoce como a un igual. El siervo es “otro” que está en una condición de instrumento al servicio de la voluntad de goce del amo. Un buen siervo se define por su saber sobre aquello que hace gozar al amo. Por ello el significante que utiliza Lacan para nombrar al siervo es el “S2”, que es el significante del saber. Agente → otro S1 → S2 El amo, en su versión más auténtica, no desea el saber en el sentido del filósofo, que se define por su amor al saber. El amo somete el saber del “otro” que es el siervo y lo pone al servicio de su voluntad de goce. 2.1.3. “a” en el lugar del producto El goce sería, pues, el producto del vínculo en el cual un amo ocupa el lugar “dominante” de la operación, en el sentido más literal de la palabra, es decir, mediante la sumisión del otro. El goce, en este caso, tendría varias versiones. La más evidente de ellas es la plusvalía. Pero hay otras que Freud menciona en El Malestar en la cultura, y que se relacionan con colocar al otro en condición de objeto de goce, verbigracia, “usarlo como objeto sexual sin su consentimiento,
  • 35. 34 infligirle dolores, humillarlo, mortificarlo y asesinarlo”. El goce, en este caso estaría asociado con el reducir al otro a la condición de un desecho y, finalmente, desecharlo. Agente → otro____ S1 → S2 producto “a” 2.1.4. “$” en el lugar de la verdad La verdad del amo es su propia castración. Es decir, allí donde se exhibe un exceso de plenitud, certeza y poderío, merced a su capacidad para someter al otro, lo que está operando como verdad es todo lo contrario: una inconsistencia fundamental, una incertidumbre y una impotencia que son recubiertas de fuerza. Esto se puede ver, en un plano general, en el despotismo y las dictaduras, tanto las abiertas como las encubiertas. Agente → otro____ S1→ S2 verdad ∆ producto $ ∆ “a” Todos los reyes están desnudos –nos dice un cuento oriental-. Todo el mundo lo sabe, pero nadie se los dice. Hasta que aparece un sujeto sintomático: un niño, un loco, un marginal o un terrorista y pone al desnudo lo que todo el mundo sabía. Que el rey está desnudo ($)... y que además es un imbécil. La verdad del vínculo social que hemos denominado “discurso del amo”, es que se trata de una propuesta insostenible. En otras palabras que todos los imperios tienen su ocaso, que los reyes también mueren, que no hay poder infalible. 2.2. EL DISCURSO UNIVERSITARIO Hay un cierto momento en la historia de occidente en el que el mundo deja de ser regido por amos encarnados en monarcas y empieza a ser regido por textos. Este es un paso decisivo, en el proceso cultural: que en lugar de un soberano haya una carta magna; en lugar de un amo un libro. Es el momento en el que el saber se coloca en el lugar del agente y se inaugura lo que Lacan llama el Discurso Universitario. 2.2.1. “S2” en el lugar del agente El significante del saber (S2), como agente del vínculo, tiene múltiples versiones. Una de ellas es el estado de derecho. Ya lo dijimos, el estado de derecho es un amo moderno. Lacan dice que el discurso universitario no es otra cosa que una versión moderna del discurso del amo. Es decir, los amos no desaparecen con el nacimiento del estado de derecho, simplemente se modernizan. Más adelante