La tradición de la cerámica en Asturias se remonta a la Edad de Bronce, cuando los artesanos elaboraban objetos de arcilla. Con el tiempo, mejoraron sus técnicas, pasando de secar los objetos al sol a cocerlos con fuego y luego usar el torno para lograr mayor simetría y calidad. Gijón ha sido un centro alfarero importante, donde los artesanos continúan conservando antiguas técnicas pero también innovan. Una pieza tradicional asturiana era la "xarra de sidra", una
2. El arte de elaborar la arcilla para la fabricación de toda clase
de objetos es una tradición asturiana cuya memoria se
difumina en los primeros tiempos de la historia de Asturias.
Siempre en constante innovación, pasó de una primera etapa en la
que los objetos se secaban al sol hasta la siguiente fase de cocción
mediante el fuego, al descubrir que así adquirían mas resistencia.
Posteriormente con el torno se consiguió una mas perfecta simetría,
mayor rapidez de elaboración y un mejor acabado de las piezas.
Desde la Edad de Bronce vienen trabajando los artesanos ceramistas
de Asturias, para lograr productos tan genuinos asturianos como los
hechos con la técnica de Llamas de Mouro, en la que se quema leña
húmeda de brezo momentos antes de dar la cocción definitiva para
dar a las piezas su aspecto metálico.
3. Gijón es receptora de tradiciones alfareras, desde los
tiempos de los kalathoi –vasos de cerámica- de la Campa
Torres, hasta los alfares, tipo Faro, de Somió a principios
del pasado siglo.
Hoy los artesanos gijoneses siguen conservando las
antiguas técnicas astures, pero apuestan también por los
trabajos que vayan en consonancia con la nuevas
necesidades estéticas, sin olvidar la cerámica utilitaria.
4. En las primeras décadas del siglo X X también hubo en Somió
(Gijón) un alfar en el que se fabricaron gran cantidad de xarres
con destino a los numerosos llagares de sidra que había en
este concejo.
El tamaño de les xarres oscilaba entre las que contenían un
cuarterón (aproximadamente 0,20 I.) y las que llevaban cuatro
litros; las que se usaban para beber sidra no tenían
pico y su capacidad más común eran el cuarterón y el cuartillo
o puchera (0,75 I).
A fines del siglo XVIII sólo se embotellaba sidra para exportarla
a América, pues se conservaba mejor que envasada en
toneles; en 1772, las botellas se traían de Inglaterra. Con la
instalación de la Fábrica de Vidrios en Gijón, en 1844, se
comenzaron a fabricar botellas para sidra y también vasos. Las
primeras hicieron innecesario el transporte en barricas y los
segundos fueron sustituyendo paulatinamente a les xarres.
5. La " xarra de sidra ". Hizo las funciones del vaso
actual durante muchos años, aunque hubo que
arrinconarla debido a su incomodidad por el peso y,
sobre todo, por lo que concierne a la limpieza de la
misma.
En Faro y en Somió describían esta pieza como
"...un poco más pequeña que la jarra común, de una
sola asa, panza alta, base estrecha y a veces con
marcas de capacidad y propiedad ".
6. Existe en bable el verbo XARRIAR:
" sacar sidra o vino con la jarra ".
La medida de las jarras de sidra, de las más
corrientemente usadas, se acercaba a los tres cuartos
de litro y no llevaba señales, pero sí las que se
consideraban algo más grandes, de la siguiente forma: la
que contenía dos jarras pequeñas llevaba marcadas en
la panza dos rayitas verticales, la que contenía tres, tres
rayas y así sucesivamente pero sin sobrepasar nunca
las seis marcas.
Hubo algunos alfareros que trabajaron la técnica del moldeado de
jarras con lo cual las marcas quedaban impresas desde el mismo
momento del prensado del barro. Otras veces era el propio lagarero
quien marcaba con pintura la capacidad de la vasija con números bien
a la vista.
7. Valentín Monte nos refiere, en su trabajo, algunas
de las "trampas" llevadas a cabo en las jarras en
comandita entre el comprador y el artesano, tales
como dejar más barro del normal en la base de la
vasija, con lo cual, a idéntico tamaño
correspondía menos capacidad.
No deja de ser curioso el hecho que en casi
todos los alfares se hayan fabricado, como una
pieza más, los famosos botijos e incluso jarras de
trampa por las que el incauto bebedor no podía
beber sin derramar el líquido.
8. Además de las marcas de medida
existían las marcas de propiedad.
Si esto se llevaba a cabo por
moda o costumbre señalar con
marcas de propiedad las jarras
del lagar y era imprescindible
puesto que frecuentemente se las
prestaban unos lagareros a otros.
Por ello, se hacía necesario una
clara señal de identificación.
9. Como la jarra era una mercancía
frágil cada cinco o seis años había
que renovar una gran parte o casi
todas las piezas del zafariche. De
ahí que siempre hubiera trabajo
para los tarreros de Somió, alfareros
de Siero, de Faro y de Villayo.
10. El vaso de sidra- otra de las piezas que
anda unida y confundida con la xarra,
es el vaso. Era una vasija parecida a
nuestros vasos de vino , de paredes
relativamente finas, un poco
abombadas y de poca calidad
escasamente los 300 centímetros
cúbicos. Alguno de estos vasos
conservan en la boca una extraña
forma elíptica, practicada, al parecer,
por el alfarero a instancias de algunos
bebedores, para facilitar la degustación
de la sidra. Pero su uso fue muy
limitado y se ceñía a casos
particulares: niños y a personas de
poco beber.
11. También estuvo extendida la toma de sidra en escudillas
al estilo como se toma hoy el "vino de Ribeiro", y acaso
fueron las fabricadas en madera por cunqueiros y
artesanos del ramo las primeras vasijas en las que se
degustó nuestra bebida regional.
Hoy existen artesanos de la madera herederos de
aquellos cunqueiros y fabricantes de "caziplos", "xarras"y
"zapicos" que aún siguen manteniendo la tradición de
fabricar estas vasijas de madera más con fines
decorativos que utilitarios.
Tuvo que ser el barro quien cumpliera esta misión hasta
que vino a ser sustituido por los modernos vasos de
cristal que desde los llamados franceses, de casi 500g.
de peso y con una capacidad para cincuenta centilitros,
se pasó al moderno vaso grande de paredes muy finas y
lisas que también se fabricó en Gijón.