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La Hora de los Mameyes
 Relatos históricos en forma de novela.




“El Cañonazo de las 9”, disparado en la noche
del 31 de Diciembre de 1958, presagió la lle-
gada de tiempos nefastos para Cuba.
                      1
Prólogo
El siguiente relato está fundamentado en sucesos
históricos que acontecieron antes y durante los
primeros años de la emasculación de la nación
cubana por las hordas nefastas del castrismo y se
extiende hasta “La crisis de Octubre”.


El motivo que me impulsó a escribirlo se debió a
queal relatarepisodios de nuestro no muy arcano
pasado, las generaciones más vetustas tuvieran
la oportunidad de recordarlos y las más recien-
tes la ocasión de conocerlos.


¿Es una narración de hechos fidedignos, o se tra-
ta de una novela?


Debe considerarse un relato de sucesos históricos-
si se toma en cuentaque todo lo expuesto esverí-
dico, pero sin lugar a dudas se convierte en una
novela al incluirse en ella algunos personajes
creados por la mente del autor, como el protago-
nista Rafael Aguilera.




                         2
Quero hacer la salvedad de que con el único
propósito de añadirle acción y aventura a la
trama, les he atribuidohazañaspersonales a al-
gunos de los protagonistas imaginariosde la no-
vela, cuando en realidad fueronpersonas de la
vida realquienes los llevaron a cabo.


Los lectores de esta novelanotarán que hay capí-
tulosen los cuales no aparece ningúnprotagonis-
taficticio.Sin embargo fueron incluidosdebido al
deseode   relataracontecimientos    genuinos   de
nuestra historia, así como revelar varios aspectos
bastante turbios de la Revolución castrista.

          Richard F. De La Rosa




                        3
La hora de los Mameyes.                              Capítulo 1

Al elaborar los fundamentos de esta novela decidí que su portada ne-
cesitaba contener un mensaje premonitorio, que anunciara el inminen-
te arribo de épocas nefastas para nuestra Patria, debido a lo cual re-
solví utilizar el tradicional cañonazo de las 9 de la noche del 31 de
Diciembre de 1958, como heraldo de ese aciago futuro.

Algunas personas desconocen o no recuerdan la razón por la cual di-
cho cañonazo, una tradición habanera desde tiempos coloniales,
anunciaba no solamente el cierre de las puertas de la muralla, sino
también La Hora de los Mameyes, cuyo significado original fue
transformado al transcurso de los años en una frase popular del léxico
vernáculo criollo, que es comúnmente utilizada para expresar que en
un momento determinado ha llegado o va a llegar “la hora de la ve-
dad”,oseñalarla presencia de un “momento crucial”.

Para conocer el origen de dicha frase tenemos que remontarnos a la
época de la toma de la Habana por los Ingleses.

En la Habana colonial, los españoles edificaron múltiples fortificacio-
nes para resguardarla de los ataques de corsarios y piratas que codi-
ciaban adueñarse de sus riquezas, así como protegerla de otras nacio-
nes que ambicionaban apoderarse ella por su estratégica posición ge-
ográfica.

Los castillos de San Salvador de la Punta y Los tres Reyes del Morro,
junto a la Fortaleza de San Carlos de La Cabaña (esta última hasta
esos momentos la mayor de las instalaciones militares construidas por
los ibéricos en las américas), estaban dotadas de imponentes baterías
de cañones.

                                   4
Para añadir más seguridad a la ciudad edificaron una gruesa muralla
que la circunvalaba, así como una cadena removible a la entrada de la
bahía, que impedía el acceso a buques no autorizados.

Todas las anteriores fortificaciones y medidas de seguridad constitu-
ían lo que en aquellos tiempos se consideraba una formidable defen-
sapara cualquier ciudad costera.

En 1762 los ingleses se percataron de que para dominar totalmente las
Antillas, necesitaban apoderarse de la Habana.     Para conquistarla
enviaron una enorme fuerza militar y naval conjunta, compuesta por
22 mil soldados y 53 buques de guerra, al mando de las cuales estaban
el Conde de Albemarle y el Almirante Pockock.

Dirigida por el Capitán de Navío Luis de Velazco y con el apoyo de
una milicia al mando de José Antonio Gómez (Pepe Antonio) desde la
cercana villa de Guanabacoa, los españoles ofrecieron una férrea re-
sistencia al ataque inglés.

Los británicos, mediante una mina que hicieron explotar debajo de los
muros de La Cabaña, lograron ganar acceso tanto a ella como al adya-
cente castillo del Morro.

Una vez penetradas ambas fortificaciones, las tropas combinadas del
Ejército y la Marina Inglesa derrotaron a los Ibéricos en una feroz ba-
talla, y se apoderaron de La Habana.

Los habaneros eran en aquellos tiempos leales a la corona de España,
de la cual se sentían fieles ciudadanos, y por lo tanto resentían la ocu-
pación de su ciudad por los británicos, de cuyos soldados se burlaban
llamándolos “Mameyes”, basándose en que sus uniformes estaban
compuestos por chaquetas de color escarlata y pantalones negros, se-
                                   5
mejantes a los matices interiores de la fruta conocida como mamey,
cuya pulpa es roja y su semilla negra.

Los españoles habían establecido la tradición de disparar un cañonazo
de salva a las 9 PM para anunciar el cierre de las puertas de la mura-
lla, práctica que continuaron los ingleses cuando se adueñaron de La
Habana.

Al rugido del puntual y sonoro aviso, una multitud de soldados britá-
nicos ataviados en sus vistosos uniformes salían a patrullar en hordas
las calles de La Habana, lo cual ocasionó que ante esa enorme ava-
lancha de rojo y negro, los habaneros “bautizaran” burlonamente las 9
de la noche como “La Hora de los Mameyes”.




      El Cañonazo               Mamey               “Los Mameyes”


Después de la retirada de los ingleses, cuando canjearon La Habana
por la península de la Florida, la costumbre del Cañonazo de las 9
continuó sin interrupciones.

Aún el tiránico gobierno castrista, que odia y elude todo lo tradicio-
nal, no se ha atrevido a suprimirla.

Aunque la historia suele olvidarse, las tradiciones tienden a perpetuar-
se.



                                   6
La referida salva, muchos años después de haber sido derrumbada la
muralla, se transformó en una elemental costumbre que le ha permiti-
do a los habaneros la facultad de rectificar la hora de sus relojes.

El cañonazo de las nueve de la noche del 31 de Diciembre de 1958,
anunció con tres horas de antelación el inminente advenimiento de la
usurpación de Cuba por las fuerzas del mal, por lo cual ese “momen-
to crucial” señaló el inicio de los tiempos más nefastos que haya vi-
vido nuestra patria.

A Cuba le había llegado desde el comienzo del año 1959 “la hora de
la verdad”, mejor dicho, “La   Hora de los Mameyes”.




                                  7
Visa de residencia.                                  Capítulo 2

Rafael Aguilera se dirigía con pasos firmes rumbo a la embajada nor-
teamericana en La Habana.

Vestía un elegante traje gris obscuro, una impecable camisa blanca y
corbata roja y azul a rayas perpendiculares. Portaba en su mano dere-
cha un portafolio de cuero conteniendo los documentos que debía pre-
sentar en una entrevista final de solicitud de residencia.

Corrían entones los primeros días del mes de Septiembre del año
1958.

Al arribar a la Embajada, el Marine que cuidaba la entrada del amplio
complejo le indicó como llegar a una sala de espera, desde la cual los
aspirantes a residentes eran llamados para ser entrevistados por cónsu-
les auxiliares, quienes aun siendo funcionarios de mediana categoría,
tienen la facultad de conceder o denegar visas.

Después de una corta espera, Mr. Ramsey Lindsay (uno de dichos ofi-
ciales) emergió de su despacho, llamando a Aguilera por su nombre y
apellido.

El aspirante a visa respondió al funcionario en un correcto inglés, y
Lindsay le contestó en el mismo idioma: -“Es una agradable sorpre-
sa descubrir que usted domina mi lengua materna. Me gustaría co-
nocer cómo ha logrado expresarse tan fluidamente, con una pronun-
ciaciónperfecta”. Aguilera le contestó: -“Yo aprendí su idioma asis-
tiendo a clases privadas de gramática y pronunciación en la Ameri-
can Academy of Commerce, situada en la calle Línea en el Vedado,
fundada y dirigida por Mr. Harold Wimpset, un compatriota suyo.
Mi ilustre profesora, hija de padres cubanos, nació y se crió en la
                                   8
ciudad de Los Ángeles, donde contrajo nupcias con el fundador de la
Academia. Su nombre es Lilly del Barrio, pero todos sus alumnos la
llamamos Mrs. Wimpset a la usanza norteamericana. Sus enseñanzas
me fueron extremadamente útiles durante mis numerosos viajes de
vacaciones a su país, estadías que usualmente prolongaba con el
propósito de perfeccionar mi pronunciación”.

Después de esas frases introductorias, el vicecónsul pasó a cumplir
sus funciones, revisando minuciosamente los documentos recibidos,
consistentes en cartas que avalaban su carácter moral, pasaporte,
exámenes médicos y el imprescindible “Afidávit”,por mediodel cual
un ciudadano o residente legal de los Estados Unidos demuestra su
solvencia económica y garantiza hacerse responsable de que el inmi-
grante no se convierta en una carga pública.

Terminada la revisión, el funcionario le expuso: -“Señor Aguilera, to-
das sus credenciales cumplen con los requisitos para que le sea otor-
gada una visa de residencia permanente en mi país, pero falta algo de
suma importancia. Es imprescindible que nos revele el motivo por el
cual usted desea residir en Norteamérica”. –“Señor Cónsul, le res-
pondió, yo abandone mis estudios en la Escuela de Derecho de la
Universidad de La Habana al terminar el segundo curso, para ingre-
sar en la Escuela de Cadetes de la Marina de Guerra Constitucional,
en la cual estudiando con ahínco me gradué con el mejor expediente
de mi clase y una de las más altas calificaciones en la historia de di-
cho plantel. Vivía enamorado de mi carrera, sintiendo en lo más
profundo de mi ser que era un gran honor pertenecer a una institu-
ción desde la cual podía servir a mi patria. Era un orgullo y privile-
gio vestir el deslumbrante y viril traje blanco de Oficial, el cual ejerc-
ía al mismo tiempo una gran atracción hacia el sexo opuesto, que pa-
ra un hombre joven y soltero es una importante prerrogativa. Al
graduarme me otorgaron el grado de Alférez de Fragata, ostentando
                                    9
el cual fui asignado a la Inteligencia Naval. Después de laborar por
algún tiempo en esa dependencia y tomar varios cursos de supera-
ción, incluyendo algunos en escuelas de los Estados Unidos, fui as-
cendido al siguiente grado de Alférez de Navío. Mis responsabilida-
des en la Inteligencia Naval consistían en decodificar, analizar y eva-
luar las informaciones proveídas por los agentes, colaboradores e
informantes de nuestra red, y con dichos datos elaborar reportes
concisos destinados a los altos mandos.         Una mañana llegó a mi
despacho un informe confidencial de uno de nuestros operativos de-
ntro de las filas del Ejército, el cual contenía un material extremada-
mente comprometedor para dos Generales que lucraban con ventas
ilícitas de armas a los alzados en la Sierra Maestra. Inmediatamente
inicié una minuciosa investigación, decidiendo postergar su entrega
hasta tanto su veracidad fuera fehacientemente confirmada. Sentí un
gran desconcierto cuando comprobé sin lugar a dudas que toda la
información recibida era verídica. Cuando le entregué mi informe a
mi superior en rango, éste me ordenó guardar estricto silencio hasta
tanto fuera evaluado por la alta jerarquía de la Nación. Pasado un
tiempo (mucho más extenso que el acostumbrado en esos casos) sin
que tuviera noticias de los resultados de mi informe, seguí el protoco-
lo de la cadena de mando, recabando la ayuda de mis superiores, pe-
ro ellos tampoco lograron obtener ninguna información. Esperé va-
rios días más, los cuales transcurrieron sin recibir noticias. Dándo-
me cuenta que no me quedaba otro recurso y poniendo aparte toda
prudencia, solicité una entrevista con el jefe máximo de la Inteligen-
cia Naval. Transcurridos varios e interminables días, Julio Laurent
(a quien los opositores al gobierno le anteponen el adjetivo de “el te-
nebroso”) accedió a recibirme. Al hacerlo no tuvo la usual cortesía
que suele brindarse a un oficial subalterno, al no otorgarme la acos-
tumbrada gentileza de ofrecerme que tomara asiento, dejándome en
posición de atención sobre la gruesa alfombra que cubre su amplio
despacho. Sin preámbulos y en forma autoritaria, me ordenó des-
                                  10
truir no solamente mi informe, sino también toda otra documentación
relacionada con el mismo, lo cual me hizo sospechar que se estaba
llevando a cabo un encubrimiento (probablemente ordenado por el
propio Presidente de la República) para proteger al gobierno de un
escándalo, que indudablemente menoscabaría el prestigio de las fuer-
zas armadas, arruinando de paso la moral de sus integrantes. Acto
seguido Laurent me ofreció una promoción a Capitán de Fragata, la
cual representaba un importante avance en mi carrera, pero al mismo
tiempo revelaba que se trataba de un sutil soborno para obtener mi
incondicionalidad y silencio. Aunque no lo exterioricé en ese momen-
to, comprendí que dada mi condición de oficial y caballero no podía
aceptar el ascenso, porque no cumplía con los estatutos navales al
vulnerar el protocolo de promociones. Para un Alférez de Navío, un
ascenso debe ser a Capitán de Corbetaantes de llegar al siguiente
rango de Capitán de Fragata. Dándole cortésmente las gracias lo
saludé militarmente, y girando sobre mis talones abandone con pre-
mura su despacho, dirigiéndome al mío, donde redacté una carta de
renuncia a mi comisión de oficial naval. Es de conocimiento públi-
co que las más altas autoridades de la Nación le otorgan a Emilio
Laurent una confianza sin límites, lo cual le permite actuar sin res-
tricciones.   Como pertenezco a una familia de holgada posición
económica, propietaria de varios negocios prósperos, me era factible
dedicarme a administrar alguno de ellos, pero no siendo esa mi voca-
ción deseché la idea. Además, debido al secreto que conocía, que
inculpaba a poderosos y vengativos militares, estimé que sería con-
veniente que me ausentara de mi patria por un tiempo prudencial.
Considero que puedo tener un buen futuro acorde con mis conoci-
mientos si me ubico en los Estados Unidos, donde solicitaré empleo
en empresas navales privadas, aplicando para plazas de oficial en
buques mercantes”.



                                 11
Mr. Lindsay, después de escuchar atentamente dicho relato, le pidió a
Aguilera que por favor no se marchara y lo esperara hasta su pronto
regreso, porque necesitaba consultar su caso con un alto oficial de la
Embajada. El vicecónsul retornó a su despacho varios minutos más
tarde acompañado de otro funcionario, dirigiéndose a Aguilera en la
forma siguiente: -“Señor Aguilera, le presento a Mr. Byron Ross, el
mas alto oficial de Inteligencia de nuestra Embajada, quien desea que
lo acompañe a su despacho, porque necesita conversar con usted pri-
vadamente”.




                                  12
Una proposición oportuna.                            Capítulo 3

Aguilera siguió a Byron Ross, quien lo guio hasta un elevador, en el
cual descendieron a lo más profundo del edificio.

Al llegar al último de los sótanos caminaron por un largo pasillo, al
final del cual se vislumbraba una gruesa puerta de metal que les dio
acceso a una amplia oficina, la cual estaba amueblada con un holgado
escritorio, un sillón de respaldar alto y dos cómodas sillas para visi-
tantes. Adyacentes a todas las paredes estaban ubicados enormes ga-
binetes metálicos, con visibles cerrojos de seguridad.

Ross, después de invitar a Aguilera a tomar asiento, mirándolo fija-
mente a los ojos, le expresó sin preámbulos: -“Voy a ser muy sincero
con usted yendodirectamenteal grano. En esos archivos (señalando
los gabinetes) se encuentran entre otros documentos, expedientes
conteniendo datos sobre todos los oficiales de inteligencia de su País.
El suyo, que he estudiado detenidamente, está sobre mi escritorio y
puede revisarlo si lo estima conveniente. Usted es una persona con
gran experiencia en todo lo relacionado con la inteligencia y contra-
inteligencia, siendo por lo tanto demasiado valioso para desperdiciar
su juventud deambulando por los turbulentos mares del mundo en in-
seguros y sucios cargueros. Confiables fuentes de información me
han hecho saber que elementos muy poderosos están elucubrando en
estos instantes la forma de ocasionarle un mortal “accidente”.Es po-
sible evitar que eso suceda y al mismo tiempo beneficiarnos nosotros.
Mis superiores han autorizado a concederle su visa de residencia, si
usted acepta integrar la Agencia Central de Inteligencia de los Esta-
dos Unidos, la cual no tiene nada de tétrica como algunas personas
aducen, porque a sus operativos jamás se les exige realizar ninguna
tarea que no estimen moralmente correcta, dejándolos en plena liber-

                                  13
tad de rechazarla si estiman que no es compatible con sus princi-
pios”.

Aguilera comprendió inmediatamente que la oferta le resultaba pro-
vechosa y muy conveniente, precisamente en momentos en los cuales
su vida corría peligro, por lo cual la aceptó de inmediato.

El recién reclutado agente de la CIA, al haber sido alertado formal-
mente que su vida estaba en inminente peligro, se dio cuenta de que
desde ese momento tenía que ser extremadamente cauteloso.

Al emerger de la Embajada efectuó una rápida inspección visual de
los contornos, observando que al otro lado de la calle se encontraban
dos sujetos, quienes al notar su presencia entraron apresuradamente al
interior de un automóvil, cuyo chofer pudo identificar como Alfredo
García, implicado en el reciente asesinato del Dr. Pelayo Cuervo Na-
varro.

Los dos personajes eran integrantes de un grupo de sicarios del Servi-
cio de Inteligencia Militar.

El otro tripulante era Eugenio (Geño) Loti, más conocido por dos de
sus peculiares apelativos, que denotaban sus malvadas actividades de-
ntro de las filas dedicadas a la represión brutal.

Cuando Loti era miembro de la Policía, había fungido como el princi-
pal torturador de Ventura Novo. En esa dependencia sus compañeros
lo llamaban “Geño el Manicurista”, porque obtenía confesiones de sus
víctimas arrancándoles brutalmente las uñas.

Al ser “cedido” al escuadrón de la muerte del SIM, los otros matones
de esa dependencia le adjudicaron el pseudónimo de “Geño el Destri-
                                  14
pador”, porque después de torturar y asesinar a sus víctimas les extra-
ía los intestinos, para que cuando sus cadáveres fueran arrojados al
mar no flotaran, desapareciendo sin dejar vestigios.

Aguilera, en lugar de cruzar la calle, dio media vuelta y regresó a la
Embajada, donde Byron Ross le proporcionó refugio.

Bajo la protección de la bandera norteamericana, después de ser con-
ducido a recoger su equipaje en un automóvil con “chapa” diplomáti-
ca,lo transportaron al Aeropuerto José Martí, desde el cual lo enviaron
a New York en un vuelo directo.




                                  15
“Guajiros” de la Sierra.                            Capítulo 4

En un yate llamado “Granma”, Fidel Castro condujo desde México
una expedición armada integrada por 82 hombres, la cual bajo la ban-
dera del Movimiento 26 de Julio desembarcó el 2 de Diciembre de
1956 en las cercanías de la playa Las Coloradas, en la costa sur del
oriente cubano.

Debido a la inexperiencia de su tripulación arribaron a un lugar que
no era el planeado, en una zona inhóspita de tupidos manglares, cau-
sando que el mal navegado yate encallara y casi zozobrara.

Fidel y sus hombres, tratando de alcanzar tierra firme se vieron obli-
gados a transitar por lugares extremadamente hostiles, donde los tupi-
dos mangles les impedían el paso y el agua les llegaba a la altura de
las axilas.

Bajo tan difíciles condiciones, los expedicionarios perdieron una con-
siderable parte de sus provisiones, armas y municiones.

Cuando al fin lograron pisar tierra sólida, se encontraban en un deplo-
rable estado físico. Para añadir severidad a sus dificultades, fueron
hostigados sin tregua por la aviación y tropas de Batista.

En un lugar llamado Alegría del Pío, el ejército y la aviación los ata-
caron fuerte y sorpresivamente, causando una desordenada desbanda-
da a lo “sálvese quien pueda”.

De los 82 hombres que desembarcaron, solo logaron alcanzar las fal-
das de la Sierra Maestra Fidel y 7 de sus acompañantes.


                                  16
Agotados y hambrientos, lograron salvarse de un aniquilamiento total,
cuando fueron milagrosamente rescatados por un pequeño grupo de
apoyo campesino que les habían preparado Celia Sánchez y Huber
Matos.

Celia y Huber habían sobornado a Edesio Hernández, un rufián de la
zona, para que los condujera a la presencia de Crescencio Pérez, un
connotado estanciero, a quien lograron convencer para que les pro-
porcionara a los expedicionarios ayuda y protección una vez realizado
el desembarco.

Crescencio no era un agrario común. Se trababa de un personaje
muy conocido e influyente dentro del campesinado de la Sierra Maes-
tra, quien astutamente avizoró la conveniencia de buscar el benepláci-
to de Fidel Castro y sus hombres, en lugar de tener que enfrentarse a
ellos en el futuro.

Los cultivos en sus tierras no eran del todo convencionales, pues
además de las usuales plantaciones de futas, viandas y vegetales, con-
taba con extensos sembrados de marihuana, que eran atendidos por
empleados agrícolas muy confiables, por tratarse de sus propios hijos
y familiares de sus innumerables concubinas.

Pérez mantenía un control absoluto sobre cincuenta mil campesinos
que lo seguían ciega y fervorosamente, por haber organizado brigadas
armadas que los defendían de los desalojos que efectuaban los gran-
des terratenientes, en una montañosa y selvática zona de alrededor de
dos mil novecientos kilómetros cuadrados.

Tan grande era su poder, que era respetado hasta por la temida Guar-
dia Rural, que prudentemente evitaba cualquier enfrentamiento con
sus cuadrillas de matones.
                                  17
Al efectuarse el desembarco del Granma y la posterior desbandada de
sus miembros, Crescencio, cumpliendo lo acordado con Celia y Ma-
tos, envió en su rescate a Guillermo García Frías, el hombre de su
mayor confianza, quien conocía las intrincadas montañas palmo a
palmo, debido a que para burlar la vigilancia de las autoridades estaba
acostumbrado a transitar por los más recónditos vericuetos de la Sie-
rra, cuando bajaba en sus mulas hacia el llano las cargas de marihuana
de su jefe.

García Frías y sus arrieros reagruparon y condujeron a un lugar segu-
ro a los remanentes de la dispersa y maltrecha tropa, salvándolos de
ser aniquilados.

Al ser rescatados, los agradecidos expedicionarios iniciaron un estre-
cho y perdurable lazo de amistosa cooperación con los cultivadores de
marihuana.




                                  18
Se refuerzan los expedicionarios.                  Capítulo 5

Desde su inicial guarida en la Sierra Maestra, Fidel Castro convocó
un concilio, al cual fueron invitadas exclusivamente las contadas per-
sonas que consideraba absolutamente confiables.

El secreto cónclave estaba integrado por su hermano Raúl,Ramiro
Valdés, el Che Guevara, Celia Sánchez, Juan Almeida, y naturalmente
presidido por el propio Fidel, siendo su propósito analizar la impor-
tancia de Crescencio Pérez y su nutrido grupo de aguerridos campesi-
nos, conocedores de todos los rincones de la cordillera en que opera-
ban.

Convencer a Crescencio a unirse al movimiento 26 de Julio constituir-
ía un doble logro, en primer lugar por el amplio conocimiento que
tenía de la zona, y en segundo por el incremento en personal comba-
tiente que representaban los curtidos campesinos de Pérez, porque en
esos momentos solamente contaban con los pocos hombres que Gui-
llermo García había logrado salvar del desastre de Alegría del Pío.

Además existía otra razón aún más poderosa que las anteriores, la
cual era que si Pérez aceptaba unirse a su guerrilla se vería compro-
metido a compartir con ellos las utilidades de sus cultivos de ma-
rihuana.

En dicha reunión se tomó unánimemente la decisiónde invitar a Cres-
cencio y sus hombres a formar parte del Movimiento 26 de Julio.

Al Pérez aceptar la oferta, lo pusieron al mando de un pelotón inte-
grado por sus propios secuaces.


                                  19
Fidel y su pequeño grupo habían tenido un modesto primer éxito,
cuando contando con solamente 29 hombres tomaron e incendiaron el
cuartel del ejército batistiano en el poblado de La Plata, situado en la
desembocadura del río del mismo nombre.

El diminuto cuartel había sido construido con frágiles paredes de ma-
dera y techo de zinc, y contaba con una guarnición de solamente once
hombres.

Fidel, envalentonado por esa pequeña victoria y sintiéndose más fuer-
te por haberse reforzado con los hombres de Crescencio, decidió ata-
car otro reducto militar de la zona, en un esfuerzo para demostrar que
ya constituían una fuerza combativa.

El Uvero era un caserío ubicado junto al mar, que subsistía por la pre-
sencia en el mismo de un aserrío que contaba con un muelle para em-
barcar la madera. En dicho poblado existía otro pequeño cuartel,
igualmente construido con paredes de madera y custodiado por una
escueta dotación de soldados. Basándose en esas debilidades, muy
parecidas a las del anterior, decidieron atacarlo.

La “tropa” de Crescencio cumplió un rol importante en el enfrenta-
miento, cuando el grueso de su pelotón atacó a los pocos soldados que
cuidaban el embarcadero, mientras otros de sus hombres le cortaron el
paso y apresaron a un pequeño grupo de militares que trataban de huir
hacia el poblado de Chivirico.

Terminada la escaramuza, le otorgaron a Pérez el grado de Coman-
dante y le asignaron la organización y mando de lo que más tarde se
convirtió en la columna siete.



                                   20
Un dato muy peculiar, es que corto tiempo después del triunfo de la
Revolución, jamás se volvió a ver ni mencionar a Crescencio Pérez.

No hacía acto de presencia en ningún lugar, ni acudía a reuniones y
actos oficiales, a los cuales invariablemente asistían el resto de los
comandantes rebeldes.

Los medios de comunicación nunca lo volvieron a mencionar.

El vacío de su presencia fue tal, que daba la impresión de que Cres-
cencio Pérez jamás hubiera existido.

Ese insólito ostracismo se debió a que Fidel le había ordenado regre-
sar a sus antiguos predios de la Sierra Maestra, con la misión de con-
tinuar cultivando marihuana.

Crescencio cumplió la orden gustosamente y sin objeciones, debido a
que habiendo vivido siempre en la serranía no se adaptaba a la capital.

Otro motivo, tan poderoso como el anterior, era que extrañaba enor-
memente la compañía de sus concubinas.




                                  21
Viaje a un lugar desconocido.                        Capítulo 6

Cuando Aguilera arribó al aeropuerto neoyorquino de Ildewild, lo es-
peraba un funcionario gubernamental que le obvió la inconveniencia
de pasar los trámites aduanales, conduciéndolo directamente a un au-
tomóvil que aguardaban por él a la salida de la terminal.

Partieron del aeropuerto con rumbo a Manhattan, donde cruzaron el
Lincoln Túnel. Una vez en New Jersey se dirigieron al sur por la ca-
rretera I-95. Cuando se encontraban cerca del Estado de Virginia
Aguilera conjeturó que se dirigían hacia la sede de la CIA, situada en
Langley.

No habiendo dormido por horas, se acomodó lo mejor que pudo en el
asiento del vehículo, donde vencido por el cansancio quedó sumido en
un profundo sueño.

Pasado algún tiempo lo despertó la luz del sol sobre su rostro, y al mi-
rar por la ventanilla se sorprendió al divisar un letrero a un lado de la
carretera, que indicaba que transitaban por una vía de menor categoría
llamada Joplin Road.

Evitando hacer preguntas al conductor del automóvil, quien había
guardado silencio durante todo el trayecto, decidió mantenerse alerta,
porque acababa de percatarse, de que al lugar hacia donde se dirigían
no era el que originalmente había supuesto.

Abandonaron Joplin Road, tomando un estrecho camino rural llamado
Scenic Drive, el cual zigzagueaba dentro de un espeso bosque. Des-
pués de cruzar un angosto puente de madera, giraron abruptamente a
la derecha, donde casi oculto por la espesa vegetación se vislumbra-
ban un granero y otra edificación más pequeña, también de construc-
                                   22
ción rústica (la cual era en realidad un albergue), al llegar al cual el
chofer hizo sonar la bocina del auto para anunciar su presencia.

A continuación de descargar el equipaje de Aguilera, el conductor del
coche, hablando por primera vez desde que partieron de New York se
despidió cortésmente de su pasajero y se marchó por la misma ruta
por donde habían llegado.

Abriéndose frente a él la puerta del alojamiento, apareció en su marco
la figura de un individuo alto, de tez muy clara y pelo rubio, quien le
dio la bienvenida en español.

Sin saber cómo ni por cual razón, los instintos de Aguilera le indica-
ban haber conocido a esa persona anteriormente, despertando en él la
curiosidad de recordar cómo, cuándo y dónde.

Su interlocutor le informó que se encontraban en un lugar secreto de
entrenamiento especializado, y que él sería el encargado de adiestrarlo
personalmente en un curso intensivo, que lo pondría al día en las más
avanzadas técnicas de comunicaciones, comandos, infiltraciones y to-
do tipo de operaciones especiales.




                                   23
Escuela de Operaciones Especiales.                    Capítulo 7

Después indicarle que acomodara sus pertenencias en el sitio que le
habían asignado, el instructor le pidió a Aguilera que lo acompañara,
encaminándose ambos hacia el granero.

Al entrar, se dio cuenta que lo que en el pasado había sido un almacén
de pienso lo habían convertido en un recinto de múltiples funciones.

Al fondo del local habían situado un escenario con su respectiva pan-
talla cinematográfica, y en todo su centro se encontrabanmesas de
madera con sus bancos.

Adyacente a una de las paredes habían situado un largo mostrador de-
dicado a los alimentos, en esta ocasión, por tratarse de las tempranas
horas de la mañana, para el desayuno.

Todos esos cambios habían transformado el antiguo granero en un lu-
gar apto para reuniones, conferencias, proyecciones cinematográficas
o comedor, según lo requiriera la ocasión.

Aguilera, después de depositar su desayuno en una bandeja, buscó el
sitio donde se encontraba el instructor, y sentándose frente a él se pre-
sentó en la forma siguiente:      -“Aunque a usted seguramente se lo
han informado, mi nombre es Rafael Aguilera y si las reglas de segu-
ridad lo permiten quisiera conocer el suyo”. El Instructor le con-
testó: -“Las contadas personas que son enviadas a recibir entrena-
miento especializado en este lugar han pasado previamente reconoci-
dos cursos de capacitación que les obvia tener que asistir a la escuela
para reclutas de la CIA, por lo cual no solamente se les permite inte-
grarla sin ese requisito, sino también se les adjudica un alto nivel de
clasificación de seguridad (clearance), por cuyo motivo no existen
                                   24
restricciones de identidad entre ninguno de nosotros.   Mi nombre es
Isaac Jelen”.

Aguilera le respondió: -“Su rostro me fue familiar desde el primer
momento, y si no me equivoco, lo conocí hace algunos años en Cuba
cuando yo estudiaba leyes en la Universidad de La Habana
y me hospedaba en unacasa de huéspedes situada en los altos de un
edificio emplazado en Infanta y San José, en cuya planta baja sus
padres poseían un comercio de ropa. Recuerdo a Irena, su señora
madre y a Shonto Behar, su padrastro, un judío sefardita que hablaba
el español con un marcado deje andaluz.En aquella época usted esta-
ba estudiando el bachillerato en el Instituto de segunda enseñanza del
Vedado, y según la opinión de Shonto era un joven muy inteligente,
serio y estudioso”.

A Jelen no le sorprendió lo que acababa de escuchar, porque estaba en
pleno conocimiento de quien era la persona que tenía frente a él, por
lo cual le respondió: -“Me alegra que me haya reconocido, porque
eso indica el alto grado de memorización que usted posee, lo cual es
esencial en nuestra profesión. Me considero cubano, aunque no lo
soy de nacimiento, porque mi madre logró salvarme de una muerte
segura cuando yo tenía breves días de nacido, al sacarme furtivamen-
te de nuestra nativa Polonia, después que mi padre, un rabino judío,
fuera enviado a un campo de concentración donde fue asesinado por
los nazis. Pudimos salvarnos gracias a los buenos oficios de un sa-
cerdote católico que nos ocultó en su Iglesia y ayudó a escapar. En
una larga y penosa odisea logramos llegar a España, donde dos años
después de nuestro arribo a la ciudad de Málaga, mi progenitora
contrajo nupcias con Shonto.      Más adelante nos trasladamos a La
Habana cuando yo tenía alrededor de cuatro años de edad. Crecí
amando a Cuba, la única patria que había conocido, sintiéndome tan
cubano como los nacidos en esa bella tierra, porque los recuerdos de
                                  25
mi pasado no llegaban más lejos del tiempo vivido en mi nueva pa-
tria. Al graduarme de Bachiller, por convicción propia y mi origen
judío, decidí trasladarme a Israel con el propósito de dedicar mi vida
y esfuerzos a su causa. En Israel me fueron muy útiles las lecciones
del idioma oficial de ese país, que imparten a todos los niños hebreos
en el Centro Comunitario situado en la calle Línea en el Vedado
habanero”.

Jelen le confió a Aguilera que al arribar a Israel, después de recibir el
entrenamiento militar básico del ejército, debido a que dominaba cua-
tro idiomas, pasó múltiples cursos de inteligencia y contrainteligencia,
así como adiestramiento especial en la escuela para comandos.

Posteriormente lo asignaron al Aman, en el cual formó parte de un
grupo élite de operaciones especiales, participando en riesgosas infil-
traciones y rescates.

Más adelante lo ubicaron en la contrainteligencia interna, conocida
como ShinBet.

Después de algún tiempo en esa dependencia lo transfirieron al Sha-
bak, que se encarga de la seguridad, tanto del estado como de sus ciu-
dadanos, así como lidiar con ataques terroristas y sublevaciones inter-
nas.

Por su excelente desenvolvimiento en dichas dependencias lo transfi-
rieron a uno de los más reconocidos organismos de Inteligencia del
mundo, la Mossad, en la cual fue asignado al Departamento de Asun-
tos Internacionales.




                                   26
Su actual misión es entrenar a selectos operativos de los servicios se-
cretos de países que tienen vínculos de amistad y cooperación con Is-
rael.

En estos momentos se encuentra en ese lugar impartiendo clases de
especialización a escogidos integrantes de la CIA, en reciprocidad por
la cooperación y ayuda de los Estados Unidos a Israel.

Durante el tiempo que transcurrió ese curso especial, Aguilera entabló
una estrecha relación de amistad, trabajo y cooperación con Jelen,
quien expertamente le impartió las más modernas, avanzadas y auda-
ces técnicas, capacitándolo para realizar todo tipo de operaciones es-
peciales, así como complicadas y riesgosas misiones.




                                  27
La Taberna de Villalba.                               Capítulo 8

La Taberna de Villalba, situada en la Alameda de Paula frente a los
muelles habaneros, era un bar y restaurant propiedad de un español lla-
mado Antonio Regueiro, quien le otorgó ese nombre en honor a su al-
dea natal, ubicada en lo alto de las montañas de Galicia.

Su propietario, en unión de su concubina Ramona, a base de tesón y
arduo trabajo, lograron que el establecimiento se convirtiera en una
empresa prospera y popular.

Antonio se encargaba de todo lo referente a la gastronomía, confec-
cionando deliciosos platos (en su mayoría de la culinaria gallega),
como chorizos con cacheles, lacón con grelos, callos con garbanzos,
percebes, choquiños a la bestia, arroz con bogavante, longuirón de
fiesterra, pulpo á feira, caldeirada de rape, vieiras, y el conocido caldo
gallego, así como deliciosos postres, entre otros, perrunillas, bica, fi-
llogas, chulas gallegas, peras borrachas y la tarta de Mondoñedo.

Su mujer estaba a cargo del bar, pero en particular era la responsable
de supervisar a las camareras, para que éstas lograran que los clientes
consumieran en abundancia y la casa obtuviera generosas ganancias.

Ramona era una despampanante mulata de alrededor de 30 años de
edad, con un cuerpo escultural dotado de vastos senos, estrecha cintu-
ra, amplias caderas y un voluminoso y tentador trasero. La sensual
mujer, cuando se dirigía cada atardecer a la Taberna, sentía un lascivo
placer tentando a los transeúntes, cuando al caminar hacía vibrar todo
su cuerpo en un voluptuoso ritmo, que producía deseos eróticos en
cuanto hombre la seguía con su mirada.


                                    28
La Taberna de Villalba, además de buen licor y excelente comida, le
ofrecía a su clientela la opción de obtener “servicios extra” de las ca-
mareras, quienes asumían la doble función de prostitutas.

Si la remuneración era buena y el “punto”bien parecido, Ramona
brindaba el favor personalmente, no sonrojándose cuando sin ningún
decoro expresaba textualmente: -“Las mujeres que no les pegan los
tarros a sus maridos, es porque son cobardes”.

Para consumar los lúbricos placeres, los clientes pagaban por el uso
de habitaciones ubicadas en los altos del local, lo cual incrementaba
las ganancias del propietario, a la vez que convertía el establecimiento
en un lugar de dudosa reputación.

Uno de los asiduos clientes de la Taberna era Jimmy Kendrigan, un
ciudadano norteamericano, quien bajo la cobertura de ser el entrena-
dor del equipo de campo y pista de la Universidad de La Habana, era
en realidad el director de la CIA en Cuba. Las visitas de Mr. Kendri-
gan a la Taberna de Villalba no tenían el único propósito de satisfacer
sus aficiones a la bebida, la buena comida española, o sus necesidades
corporales, porque en ese lugar también obtenía valiosas informacio-
nes que extraía hábilmente de las meseras, turistas, clientes locales, y
marineros que tocaban puerto.




                                   29
Irreconocible.                                     Capítulo 9

A Rafael Aguilera, ya en pleno ejercicio de sus funciones como agen-
te de la CIA, le ordenaron trasladarse de regreso a La Habana, con la
misión de lograr que el Presidente Batista fuera derrocado sin derra-
mamientos de sangre, evitando al mismo tiempo que Fidel Castro pu-
diera tomar el poder.

Para no ser reconocido le proporcionaron no solamente una nueva
identidad, sino también le cambiaron su apariencia física.

Su cabello fue teñido de rubio, dejando que creciera en su rostro un
“candado” al que también añadieron el mismo color, completando el
“disfraz” con la adición de espejuelos de gruesa armadura de carey,
muy populares en aquellos tiempos, así como le proporcionaron un
ajuar con prendas de vestir confeccionadas en el Canadá.

Tan drástica fue su transformación, que quedó estupefacto cuando al
mirarse en un espejo vio el reflejo de un rostro que no era el suyo.

Fue transportado a Toronto, desde donde se trasladó a Cuba utilizando
un pasaporte con el nombre de Patrick O’Doherty, que lo acreditaba
como un ciudadano canadiense.

Arribó a La Habana el 19 de Diciembre de 1958, pasando sin contra-
tiempos la aduana del aeropuerto José Martí, hospedándose en el
Hotel Nacional, muy popular entre los turistas canadienses de holgada
posición económica.

Aguilera se reunió con Kendrigan para planear la estrategia a seguir,
determinando que era preciso para su misión involucrar a antiguos co-

                                 30
rreligionarios y conocidos, que aún estuvieran activos en las distintas
dependencias de las fuerzas armadas.

Necesitando un lugar discreto que no despertara sospechas al entrevis-
tarse con sus contactos, Kendrigan le recomendó La Taberna de Vi-
llalba como el sitio idóneo para esos menesteres.

La sugerencia de Kendrigan se basaba en que dicho establecimiento
era muy concurrido todas las noches, no solamente por los parroquia-
nos locales, artistas y marineros, sino también por un nutrido grupo de
turistas, lo cual haría pasar inadvertida su presencia.




                                  31
Un confiable colaborador.               Capítulo 10
Debido a la necesidad de secretismo en cuanto a su identidad, que no
le permitía contactar directamente a muchos de sus antiguos correli-
gionarios sin correr el riesgo de ser delatado por alguno de ellos, ne-
cesitaba la colaboración de alguien de confianza para que sirviera
como intermediario.

Un antiguo subalterno, el sargento de la Marina Luis Ramírez, aparte
de haber sido su ayudante en el pasado era un fiel amigo en quien
podía confiar plenamente, por lo cual determinó recabar su ayuda para
que sirviera de enlace con el resto de los militares.

Aguilera llamó por teléfono a Ramírez, acordando ambos reunirse esa
noche en La Taberna de Villalba a las dos de la madrugada, hora muy
conveniente, porque ya la mayoría de los parroquianos estarían pasa-
dos de tragos, o muy ocupados tratando de “conquistar” a las meseras.

Ramírez llegó a la cita un corto tiempo antes de lo acordado, ocupan-
do una mesa situada al fondo del establecimiento.

Después de ordenar una cerveza, se acomodó en espera de su antiguo
jefe.

Cuando Aguilera, con su modificada apariencia se sentó frente a
Ramírez, éste, no reconociéndolo, le pidió al “turista” (en su mal pro-
nunciado inglés) que por favor se instalara en otra mesa, porque la
que ocupaba estaba reservada en espera de un amigo.

Su asombro fue enorme, cuando hablándole en español, el supuesto
“gringo” se identificó, mostrando una irónica sonrisa en su rostro.

                                  32
Aún estupefacto por la sorpresa, Ramírez le contestó: -“Aunque no
me fue posible reconocerlo con esa apariencia, he podido hacerlo al
identificar su voz. Quiero que usted esté consciente, que si lo descu-
bren lo van a acusar de espía, y sin lugar a dudas será fusilado”.

Aguilera, para calmarlo, le ripostó:-“No te preocupes Luis, yo me
siento seguro de no ser identificado. Mi presencia en La Habana se
debe a que me ha sido encomendadauna tarea muy delicada por
quienes ahora trabajo, la Agencia Central de Inteligencia.El gobier-
no de los Estados Unidos le está retirando su apoyo a Batista, y pien-
san que ha llegado el momento de que sea derrocado, para lo cual
necesitan captar integrantes honestos de las fuerzas armadas que
estén dispuestos a realizar un “coup”, con el fin de instituir un go-
bierno cívico-militar en el cual ellos puedan confiar.    Tú siempre
has sido una persona honorable y pundonorosa, por lo cual estoy se-
guro que no estás de acuerdo con los desmanes del gobierno actual, y
mucho menos con la corrupción dentro de los altos mandos militares.
Para poder llevar a cabo mi misión, necesito tu cooperación”.




                                  33
Primeros pasos hacia el golpe.                      Capítulo 11

Ramírez no vaciló, aceptando de inmediato la proposición de su anti-
guo jefe, porque coincidía con él en que era necesario darle una pron-
ta solución a la actual situación, que estaba poniendo en riesgo la es-
tabilidad del país.

Aguilera le encomendó a su amigo la captación de militares honestos
y confiables pertenecientes a las distintas ramas castrenses, que estu-
vieran de acuerdo en formar parte del complot, pidiéndole que con-
feccionara una listacon sus nombres y rango militar.

Se citaron para el mismo lugar y hora cuatro días después, el 23 de
Diciembre de 1958, encuentro al que también asistió Jimmy Kendri-
gan.

Ramírez les entregó copias de la relación de los conspiradores que
había logrado captar.

Los integrantes de la lista eran policías, marineros y soldados, con los
exiguos grados de cabos, sargentos y algunos tenientes.

La asonada, que había sido tentativamente planeada para mediados de
Enero del 1959, consistía en que los conspiradores se adueñaran del
Campamento deColumbia y las principales instalaciones de la Policía
y la Marina de Guerra, destituyendo de su mando y encarcelando a
todos los militares venales.

Si lograban ese objetivo se levantaría la moral de las tropas, que en
esos momentos se encontraba extremadamente baja.


                                   34
Entonces, con todo el poderío militar del Ejército, la Marina y la
Aviación no les sería difícil derrotar a los rebeldes, que comenzaban a
combatir a campo abierto, para lo cual no estaban capacitados, porque
solo tenían experiencia luchando como guerrillas al amparo de las
selváticas montañas.

La deposición del gobierno corrupto de Batista y la derrota de los re-
beldes devolverían la paz y tranquilidad que tanto necesitaba la Na-
ción…………….y el gobierno norteamericano.




                                  35
La pieza clave.                                       Capítulo 12

Era imprescindible para que el golpe fuera exitoso, que estuviera en-
cabezado por un militar prestigioso de alta jerarquía, a quien las tro-
pas respetaran y les fuera fácil aceptar como líder.

Kendrigan, Aguilera y Ramírez trataron afanosamente de relacionarse
con alguien que cumpliera con esos requisitos, pero al no serles posi-
ble lograrlo se vieron en la necesidad de solicitar la cooperación de la
embajada norteamericana.

El embajador Earl Smith accedió gustosamente a cooperar, debido a
que tenía instrucciones específicas del Departamento de Estado de
apoyar cualquier esfuerzo encaminado a que Batista abandonara la
presidencia. Al mismo tiempo, el diplomático norteamericano esta-
ba convencido de que Fidel Castro no era confiable, considerándolo
un potencial enemigo si lograba apoderarse de Cuba.

Smith tenía una estrecha relación de amistad con Eulogio Cantillo,
Jefe del Estado Mayor Conjunto del Ejército, quien era un militar
pundonoroso que no pertenecía al grupo de los generales venales.

Ambos se entrevistaron secretamente, pero Cantillo se opuso en prin-
cipio a la idea del golpe, debido a ser un hombre leal a Batista.

El General, después de analizar detenidamente la situación acepó la
proposición, no sin antes tranquilizar su conciencia, utilizando el au-
to-pretexto de que lo hacía con el único propósito de proteger a su
Presidente.

Cantillo se reunió en privado con Batista, informándole que el Emba-
jador Smithle acababa de comunicar confidencialmente que el gobier-
                                   36
no norteamericano había decidido retirarle todo tipo de apoyo. El
General le expuso a su Presidente, que por lo tanto no le quedaba otra
alternativa que presentar su renuncia y marcharse al extranjero, por-
que de no hacerlo ponía en peligro no solamente su vida, sino la de
toda su familia.

Batista consideró prudente seguir los consejos de Cantillo, porque
además de estar seguro de que su enorme fortuna le garantizaba una
vida holgada y libre de peligros en el exterior, su actual situación en
Cuba ya era prácticamente insostenible.

Abrumado por la traición de sus más allegados colaboradores, quienes
por lucro habían vendido su alma al diablo, y ahora el golpe conclu-
yente que representaba el abandono de los norteamericanos, quienes
habían sido sus aliadosdurante los últimos años, Batista preparó y
consumó una precipitada fuga.

En la noche del 31 de Diciembre de 1958 se llevó a cabo en el Palacio
Presidencial la acostumbrada fiesta de gala para esperar el arribo del
nuevo año.     Después de tomar el champagne, comer las uvas, los
usuales pitos y matracas y los concurrentes felicitarse mutuamente,
Batista hizo uso de la palabra para efectuar el tradicional brindis de la
medianoche. En un corto e improvisado discurso anunció a la atónita
concurrencia que desde ese momento renunciaba a la presidencia de
la República, y que el General Cantillo y Anselmo Alliegro quedaban
al mando de una junta cívico-militar, que se encargaría de gobernar a
la Nación desde ese momento. Terminó la inesperada alocución con
su acostumbrada despedida de salud, salud, salud.

Alrededor de las 2 de la madrugada se marchó al extranjero en com-
pañía de su familia, algunos de sus colaboradores y cuantiosas male-
tas, algunas de las cuales contenían parte de su mal habida fortuna.
                                   37
Un logro que Batista ambicionaba, pero nunca pudo obtener, era que
sus conciudadanos lo consideraran un gobernante democrático.

No es posible ser demócrata siendo un dictador, quien además de
haber alcanzado el poder por medio de un golpe militar, había obteni-
do una mal habida fortuna, extraída fraudulentamente de las arcas del
país que gobernaba.

Como si todo lo anterior fuera poco, también se había manchado sus
manos de sangre.




                                 38
Un triunfo efímero.                               Capítulo 13

El éxito obtenido por Rafael Aguilera, cuyas gestiones produjeron la
fuga de Batista fue un acontecimiento fugaz y casi anónimo, porque
muy contadas personas conocían quien la había fraguado y llevado a
cabo tan eficientemente.

Cuando los rebeldes lograron asegurar el control de toda la Isla, su
plan se derrumbó como un castillo de naipes.

No obstante, debido a la astucia con que la dimisión de Batista fue
planeada y ejecutada, se ganó la admiración de sus subalternos y la
confianza de sus superiores.

Al huir Batista, “Patrick O’Doherty” recibió órdenes de regresar a los
Estados Unidos vía Canadá, para que luego, utilizando su propia iden-
tidad de Rafael Aguilera, retornara a Cuba como repatriado político.

Una vez en territorio cubano, le ordenaron substituir temporalmente
en sus funciones a Jimmy Kendrigan, quien por sus largos años en el
cargo necesitaba un merecido descanso.

Para que el aparato de seguridad castrista no se percatara que la CIA
tenía un nuevo jefe substituto en La Habana, y mucho menos que se
conociera su identidad, Kendrigan fingiría continuar al mando de la
“Agencia”, aunque en realidad estuviera disfrutando su bien ganado
asueto.

Aguilera, en su nuevo rol de opositor del derrocado régimen, se ins-
taló de nuevo en su antiguo apartamiento del edificioFocsa en el Ve-
dado habanero.

                                  39
Al asumir su nueva función, quedaron bajo su mando temporal todos
los operativos de la “Agencia” en Cuba, muchos de los cuales habían
logrado infiltrarse en diversos grupos revolucionarios, incluyendo el
Movimiento 26 de Julio, el Segundo Frente del Escambray y el Ejér-
cito Rebelde.

La misión principal encomendada al nuevo ejecutivo de la CIA era
investigar todo los cambios que estaban ocurriendo en Cuba, espe-
cialmente los motivos que tenía Fidel Castro para nombrar a los viejos
y tradicionales comunistas a ocupar cargos importantes dentro de su
gobierno.




                                  40
Un formidable equipo de trabajo.                    Capítulo 14

Las facilidades deportivas de la Universidad de La Habana estaban
compuestas por varios edificios y terrenos dedicados a diversas disci-
plinas deportivas, donde se efectuaban competencias y se entrenaban
estudiantes de ambos sexos, pertenecientes a todas las facultades que
integraban dicho centro docente.

Entre los múltiples deportes que se practicaban estaban el levanta-
miento de pesas, esgrima, baloncesto, judo, balompié, softball y “fut-
bol americano”, pero muy en especial los equipos de basquetbol,
béisbol y campo y pista, cuyos conjuntos eran formidables.

En las distintas disciplinas se efectuaban competencias entre equipos
de las distintas Facultades, siendo ésa la cantera de donde se nutrían
los conjuntos “Varsity”.

Concurría al estadio universitario una estudiante que formaba parte de
los equipos femeninos de softbol, basquetbol y judo (en el cual osten-
taba el grado de cinta negra), pero muy en especial el de campo y pis-
ta.

Silvia Rivero era el nombre de la hermosa atleta, estudiante de la Fa-
cultad de Filosofía y Letras, quien era la deportista femenina favorita
de Kendrigan.

Lo que no se conocía públicamente, era que al mismo tiempo Silvia
era la principal agente femenina de la CIA en Cuba.

Kendrigan invitó a Aguilera a utilizar el gimnasio universitario para
que mantuviera su buen estado físico, ocasión que aprovechó para
presentárselo a Silvia, haciéndole saber a ella, que desde ese momento
                                  41
lo estaba remplazando temporalmente como jefe de la CIA en La
Habana.

Cuando Aguilera conversó prolongadamente con Silvia, se dio cuenta
de que debido a sus cualidades combinadas de astucia, belleza e inte-
ligencia, sería una colaboradora extremadamente valiosa si la utiliza-
ba como su pareja de trabajo.

Quedó convencido sin lugar a dudas de que cuando asistieran a fies-
tas, actos y reuniones, efectuando sus funciones de inteligencia y es-
pionaje, lucirían ante los demás como un matrimonio o una pareja de
novios, lo cual eliminaría toda sospecha o suspicacia de lo que en rea-
lidad eran o estaban haciendo.




                                  42
Los rebeldes se apoderan de Cuba.                  Capítulo 15

El general Cantillo, quedó temporalmente como la autoridad máxima
de la Nación, al tener el control absoluto de las Fuerzas Armadas.

El Coronel Ramón Barquín era un militar de carrera que contaba con
el beneplácito de los norteamericanos, por haber sido agregado militar
en Washington y representante cubano ante la Junta Interamericana de
Defensa.

Barquín había fungido como cabeza visible (aunque el verdadero jefe
fue el comandante Enrique Borbonet) de una revuelta militar contra
Batista en el año 1956, a la que le dieron el nombre de “La Conspira-
ción de los Puros”, cuyo complot fracasó debido a la traición de Enri-
que Ríos Morejón, uno de los conjurados. Por esa sublevación Bar-
quín había sido condenado y aún estaba cumpliendo, una sentencia de
ocho años de privación de libertad.

Cantillo, por petición de la embajada norteamericana liberó a Barquín,
pero por cuenta propia lo puso al mando del Campamento de Colum-
bia.

Queriendo consolidar el nuevo gobierno que substituyó a Batista y al
mismo tiempo intentar que luciera democrático, Cantillo restableció
inmediatamente la Constitución del año 1940.

Aunque se adjudicó la jefatura del ejército, necesitando borrar el es-
tigma que significaba un régimen castrense, astutamente instituyó un
gobierno civil.


                                  43
Ignorando por completo a Anselmo Alliegro (designado por Batista)
instauró como nuevo Presidente de la República al magistrado Carlos
M. Piedra, presidente del Tribunal Supremo de Justicia, posición que
le correspondía por mandato de la recién restaurada Constitución, pe-
ro el destino le deparó tanto a Piedra como a Cantillo la desventura
de que ostentaran sus cargos por un tiempo extremadamente breve.

Los distintos grupos insurgentes, aunque fueron sorprendidos mo-
mentáneamente por la súbita e inesperada fuga de Batista reacciona-
ron prontamente.     Tropas del Segundo Frente del Escambray, co-
mandadas por Eloy Gutiérrez Menoyo (las más cercanas en esos mo-
mentos) se dirigieron de inmediato hacia La Habana.

Castro, queriendo evitar que la capital fuera controlada por fuerzas
ajenas a las suyas, ordenó dirigirse hacia ella desde Santa Clara a las
columnas comandadas por Camilo Cienfuegos y el Che Guevara.

Fidel, más que cauteloso, cobarde, decidió que lo más sensato por el
momento era instalarse temporalmente en Santiago de Cuba (lugar
que consideró seguro) hasta tanto sus secuaces establecieran un domi-
nio absoluto de La Habana.

Para que no hubieran dudas de que el control de la Nación estaba
donde él se encontrara, declaró a Santiago “Capital Provisional de la
República”.

En esa ciudad Castro pronunció un discurso de victoria, que contenía
frases que dejaban entrever sus futuras intenciones: -“Esta vez la re-
volución no quedará frustrada. Esta vez afortunadamente para Cuba
la revolución cumplirá sus verdaderos objetivos y no será como en el
1898 cuando vinieron los norteamericanos y se hicieron dueños de
ella”.
                                  44
Debido a la euforia producida por el derrocamiento de la dictadura de
Batista, una inmensa mayoría de la población no notó la oculta inten-
ción de dichas frases, que exteriorizaban el verdadero rumbo que Cas-
tro había planeado para “su” revolución.

Aguilera, notando el velado sentido de las palabras de Fidel, redactó
un informe a sus superiores en el cual les notificaba que Castro reve-
laba en su discurso un enorme rencor hacia los norteamericanos, ad-
virtiéndoles que los confrontaría abiertamente tan pronto se le presen-
tara una ocasión favorable.

En La Habana, Gaspar González Lanuza, perteneciente a las Milicias
Revolucionarias del Movimiento 26 de Julio, tomó militarmente y sin
la más mínima oposición el Castillo de la Punta y se apoderó de la
emisora radial y televisiva CMQ.

Cuando el CheGuevara arribo a la Fortaleza de La Cabaña ya ésta es-
taba en poder de González Lanuza, quien le entregó el mando de la
misma.

Camilo Cienfuegos ocupó sin ninguna resistencia el Campamento de
Columbia, arrestando al General Cantillo y destituyendo del mando al
Coronel Barquín.

Cuando Fidel consideró que no corría ningún riesgo, se trasladó a La
Habana en una caravana que durante su paso a lo largo de la Isla fue
vitoreada por multitudes delirantes, siendo su arribo a la capital un
espectáculo pomposo y teatral, comparable con la entrada de Julio
César y sus legionarios en Roma.



                                  45
Al instalarse en La Habana, Castro tomó el control absoluto de las
Fuerzas Armadas, destituyó al Presidente Piedra y astutamente consti-
tuyó un nuevo gobierno que contaba con ciudadanos prestigiosos y
respetables.

Designó como Presidente de la República a Manuel Urrutia Lleó y
como Primer Ministro a José Miró Cardona.

Para regir los ministerios nombró las siguientes personalidades: Re-
gino Boti (Economía), Roberto Agramante (Relaciones Exteriores),
Rufo López Fresquet (Hacienda), el Dr. Faustino Pérez (Recuperación
de Bienes Malversados), Enrique Oltuski (Comunicaciones), Osvaldo
Dorticós (Leyes Revolucionarias), Luis Orlando Rodríguez (Interior)
y Manuel Rey (Obras Publicas).

Los norteamericanos reconocieron oficialmente el nuevo gobierno, y
al renunciar a su cargo por no estar de acuerdo con ese paso (que con-
sideró no solamente apresurado, sino insensato), el embajador Earl
Smith fue sustituido por Philip Bonsal.

Un corto tiempo después Castro impuso ser nombrado Primer Minis-
tro, remplazando a Miró Cardona.

A finales de Febrero del 1959, incumpliendo su anterior promesa de
celebrar elecciones, Fidel ordenó posponerlas por dos años, ofrecien-
do como excusa que no era justo ir a las urnas en momentos en que la
Revolución contaba con una considerable mayoría, y que lo mejor pa-
ra la Nación en esos momentos era darles suficiente tiempo a los par-
tidos políticos para organizarse y desarrollarse plenamente.

¡Qué pretexto más cínico para perpetuarse en el poder, al evitar que el
pueblo pudiera elegir sus gobernantes democráticamente!
                                  46
Lo más triste del caso fue que desde que eran unos simples guerrille-
ros, ya habían decidido que jamás se celebrarían comicios, para evitar
que los cubanos, en elecciones libres y por sufragio directo tuvieran la
facultad de elegir sus gobernantes.

Fidel Castro estaba decidido a no permitir que el poder cayera en
otras manos que no fueran las suyas.




                                   47
Ola de terror.                                      Capítulo 16

Desde su inicio, uno de los objetivos del recién instaurado gobierno
revolucionario era demostrar que estaban decididos a actuar con mano
dura contra sus enemigos, dejando bien claro que quienes interfirieran
en sus planes de dominio absoluto pagarían un enorme precio por su
osadía.

Para eliminar toda oposición (presente o futura) desataron una ola de
terror, la cual había sido concebida cuando aún eran insurgentes.

Sin pérdida de tiempo comenzaron las ejecuciones en toda la Isla, fu-
silando sin previo juicio a soldados, policías y simpatizantes de Batis-
ta.

En el Palacio de los Deportes de La Habana condenaron a muerte en
un juicio público colmado de arbitrariedades, al teniente coronel Ri-
cardo Luis Guerra y a los comandantes Pedro Martínez Morejón y
Jesús Sosa Blanco, en lo que este último, demostrando una enorme
valentíallamó “un espectáculo de circo romano”, porque fue presen-
ciado por una concurrencia superior a los 18,000 espectadores y más
de 300 reporteros, en el cual la enardecida turba vociferaba el cons-
tante grito de paredón, paredón, paredón.

Los miembros del ejército rebelde guardaban una gran animosidad
hacia los encausados (en especial contra Sosa Blanco), por haber sido
eficientes militares que los habían combatido frontal y tenazmente.

Los jueces del tribunal militar que los condenó (como estaba decidido
antes de ser juzgados), fueron el Dr. Humberto Sorí Marín y los co-
mandantes Raúl Chivás y Universo Sánchez, siendo el fiscal Jorge


                                   48
(Papito) Serguera, a quien el populacho le dio por llamar “el represen-
tante máximo de la justicia revolucionaria”.

La noche en que se llevó a cabo el juicio, un grupo de más de cien
mujeres vestidas de negro llevaron a cabo una protesta contra las eje-
cuciones, pero esa gestión no pudo lograr que los recién estrenados
verdugos las suspendieran.

En la ciudad de Santiago de Cuba pasaron por las armas bajo falsos
testimonios a 75 civiles y policías, acusados de ser los autores de
crímenes horrendos, o haber pertenecido a los tigres de Masferrer, un
ejército privado que los había combatido con mucha efectividad.

Fusilaron a todo lo largo y ancho de la Isla una enorme cantidad de
ciudadanos sin el debido proceso judicial, los cuales fueron colocados
de espaldas a largas zanjas y pasados por las armas, en una sangrienta,
ilegal e innecesaria masacre, la cual los fidelistas insistían era ineludi-
ble para librar a la nación de los asesinos y criminales de guerra del
antiguo régimen. En realidad efectuaron esa carnicería con el mal-
vado propósito de lograr sus planes de perpetuarse en el poder, al in-
fundir en la ciudadanía el temor de padecer la misma suerte si se
oponían a cualquiera de sus designios.

Aplicaban el tétrico adagio de “fusílalo provisionalmente hasta que le
celebremos juicio”.

El principal verdugo de la Revolución, el despiadado asesino Che
Guevara incrementó las ejecuciones en La Cabaña, pasando por las
armas una enorme cantidad de civiles y ex-miembros de las Fuerzas
Armadas de Batista.



                                    49
En Marzo 19 del 1959, corto tiempo después de haber tomado el po-
der las oprobiosas fuerzas del mal, ya habían sido ejecutados 483 ciu-
dadanos a quienes ellos llamaban criminales de guerra, siendo tan
enorme la consternación ante tanta barbarie, que el propio diario ofi-
cial Revolución abogó en una de sus páginas editoriales para que se
pusiera fin a los fusilamientos.

Castro y sus secuaces trataron de justificar las ejecuciones, alegando
que los condenados a muerte eran aberrados criminales que habían
cometido hechos deleznables.

En aquella época fatídica y siniestra, Fidel declaró que continuarían
fusilando a los “esbirros batistianos” hasta que fueran eliminados en
su totalidad.

El propósito de esa lamentable ola muertes estaba deliberadamente
encaminada a implantar el terror institucional.




                                  50
Expropiaciones e Incautaciones.                      Capítulo 17

La segunda parte del siniestro plan de corte marxista, concebido en la
Sierra Maestra, consistía en que una vez implantado el terror institu-
cional, que dejara sumida a toda la población en un estado de abulia e
indefensión, podrían confiscar todas las propiedades privadas, arre-
batándoselas a sus legítimos dueños sin que se efectuaran protestas.

Era tan inmenso el odio que Fidel sentía hacia los norteamericanos,
que decidió que fueran ellos los primeros en ser expropiados de todos
sus bienes.

A principios de Marzo, solamente dos meses después de haber toma-
do el poder, nacionalizaron la Cuban TelephoneCompany, una filial
de la telefónica norteamericanaIT&T. Seguidamente expropiaron las
refinerías de las empresas Texaco, Esso y Shell, así como todos los
ingenios azucareros de compañías estadounidenses.

Continuaron las apropiaciones sin las debidas compensaciones, hasta
que finalmente confiscaron la totalidad de las grandes industrias y ne-
gocios, tanto extranjeros como nacionales.

Por medio de la llamada Reforma Agraria les robaron a sus legítimos
propietarios sus tierras, sembrados y ganado.

Hay una anécdota verídica, que si no fuera trágica resultaría jocosa:
Existía una enorme ganadería en un pequeño asentamiento adyacente
a la vía del ferrocarril central, al sur de Puerto Padre, en la provincia
de Oriente. Por desconocimiento del idioma inglés, los campesinos
del lugar lo llaman incorrectamente “Omája”, cuando en realidad deb-
ía pronunciarse “Ómaja”, nombre que le adjudicaron los norteameri-

                                   51
canos que lo establecieron, quienes procedían de Omaha, en el estado
de Nebraska.

La propiedad, que contaba con un enorme hato de ganado e inmensas
praderas adecuadamente sembradas para alimentarlos, había sido ad-
quirida en los años treinta por el patriarca de una familia cubana de
apellido Padierne.

Cuando los castristas (con el pretexto de que se trataba de un latifun-
dio) confiscaron mediante la Reforma Agraria la propiedad de los Pa-
dierne, nombraron administrador de la misma a un zapatero de filia-
ción comunista, oriundo de la ciudad de Manzanillo, quien no tenía la
más mínima idea de lo que era una ganadería y mucho menos como
administrarla.

En esos días Fidel, en una de sus largas y tediosas alocuciones, había
elogiado una hierba que consideraba muy beneficiosa para el ganado.
El zapatero, transformado por la magia de los nuevos gobernantes en
ganadero, ordenó ante el asombro de sus eficientes empleados “meter-
le el arado” a todos los sembrados que ya habían crecido lo suficiente
para alimentar la enorme cantidad de reses de la inmensa ganadería,
argumentando en su favor que serian substituidos por un maravilloso
pasto que el “Comandante” consideraba el mejor de todos.

Habiendo terminado reluctantemente de obedecer la orden, los em-
pleados le preguntaron al administrador, cual era el “maravilloso” fo-
rraje que iba a remplazar los enormes pastizales que acababan de arra-
sar. Cuando les respondió que se trataba de una hierba estupenda
llamada Pangola, los encargados de los sembrados, con un inmenso
estupor retratado en sus rostros le contestaron a coro: -“¡Señor admi-
nistrador, lo que existía anteriormente y usted nos ordenó destruir,
eraPangola!”.
                                  52
Debido a las incautaciones y el éxodo hacia el extranjero, tanto de
propietarios como de administradores altamente capacitados, y la in-
habilidad y falta de conocimientos de quienes los substituyeron, se
destruyeron en Cuba no solamente la ganadería, sino también la gran
mayoría de los sembrados agrícolas y la generalidad de las industrias
del País. Esa es la razón por la cual escasean los bienes de consumo
que Cuba producía en abundancia antes de la revolución.

La llamada Reforma Urbana comenzó por privar a los dueños de in-
muebles del cincuenta por ciento de sus ingresos, para más adelante
despojarlos totalmente de sus legítimas propiedades sin ninguna com-
pensación. Todo lo anterior causó que muchos propietarios de colo-
nias cañeras, fincas, ganaderías, comercios, industrias y bienes raíces
comenzaran a marcharse al extranjero. Para castigarlos, el Consejo
de Ministros emitió un decreto imponiendo la confiscación inmediata
de todas las propiedades de quienes abandonaran el país.

Fidel Castro ordenó la expropiación de la finca de sus padres, pero esa
incautación fue diferente a los otros decomisos, porque la madre de
Fidel y Raúl fue indemnizada en efectivo, no obstante lo cual, Lina
Ruz se marchó a México, disgustada por el proceder de sus hijos.

Ante la secuela de expropiaciones, Aguilera, haciéndose eco del cla-
mor de todos los perjudicados, pidió a sus superiores que usaran su
influencia para lograr que el gobierno norteamericano llevara a cabo
una justa retaliación, incrementando vigorosamente los términos de
un embargo anterior (muy modesto por cierto) que había sido imple-
mentado cuando aún no se habían tomado las últimas y más drásticas
medidas contra los intereses de ciudadanos estadounidenses. Aunque
sus jefes trataron afanosamente de que se cumpliera esa petición, los
burócratas liberales del Departamento de Estado lograron impedirlo.
                                  53
Cuando las expropiaciones sin compensación rebasaron el límite so-
portable, y ante el indignado clamor de los propietarios de empresas y
accionistas norteamericanos perjudicados por el robo de sus propie-
dades e inversiones,los políticos en Washington se vieron acosados y
sin argumentos.

Bajo la enorme presión de una opinión pública extremadamente ad-
versa, los burócratas dentro del gobierno de Kennedy y el propio Pre-
sidente, al verse acosados, se vieron obligados a ceder, ampliando el
mencionado embargo




                                  54
Destrucción de los sindicatos obreros. Capítulo 18

En la época de la República libre y democrática de Cuba, los sindica-
tos obreros eran inmensamente poderosos, y defendían a “capa y es-
pada” los intereses del proletariado que representaban.

Durante el transcurso de los años, la Confederación de Trabajadores
de Cuba, compuesta por 33 Federaciones, había luchado incansable-
mente para obtener mejoras para sus integrantes, siendo las leyes la-
borales cubanas probablemente las más avanzadas del mundo en su
época, porque entre otros, habían obtenido los siguientes beneficios:
   Tres meses de licencia compensada por maternidad obrera.
   Un mes cada año de vacaciones pagadas.
   Los empleados azucareros recibían al final de cada zafra un pago
   adicional, otorgado por la Ley del Diferencial Azucarero.
   Para despedir a un trabajador, el empleador tenía que probar sin
   lugar a dudas que existía una causa válida para la cesantía.
   Los obreros y empleados tenían el derecho de efectuar huelgas.
   Todos los empleados gubernamentales recibían un mes de sueldo
   como Aguinaldo Pascual, por medio de lo que llamaban “La Ley
   Arturito” (promulgada por el legislador Arturo Hernández Telle-
   chea), a cuya medida se sumaron voluntariamente muchos nego-
   cios e industrias del sector privado.

Era una tradición que anualmente el día Primero de Mayo (oficial-
mente el “Día del Trabajo” en Cuba), la CTC efectuara una marcha
multitudinaria a todo lo largo del Paseo del Prado.

El nutrido desfile culminaba en el Capitolio Nacional, donde cada uno
de los distintos gremios presentaba a los gobernantes de turno un
“Pliego de Reivindicaciones” exponiendo sus demandas, las cuales
                                 55
eran analizadas posteriormente, y las que fueran justas producían re-
sultados favorables para los obreros.

Al tomar Fidel Castro y sus secuaces el control de la Nación, las con-
quistas obtenidas por los sindicatos durante largos años eran un estor-
bo para sus planes.

Actuando sin dilación con el fin de destruir desde los primeros días el
movimiento obrero, disolvieron la CTC el día 22 de Enero de 1959,
creando en su lugar la “CTC-Revolucionaria”, al frente de la cual im-
pusieron a David Salvador, un acólito de Fidel Castro, dispuesto a
cumplir al pie de la letra cualquier directiva que éste le dictara.

Como era de esperar, los antiguos dirigentes obreros comunistas fue-
ron nombrados por Salvador a ocupar cargos importantes en todos los
gremios. La nueva CTC dejó de servir desde ese momento los inter-
eses obreros, porque en lugar de exigir mejoras laborales comenzaron
a conceder renuncias voluntarias a las conquistas logradas en el pasa-
do, utilizando el pretexto de que tenían la obligación de defender y
apoyar a la Revolución, por lo cual los beneficios obtenidos durante el
transcurso de muchísimos años fueron eliminados uno a uno.

La Confederación de Trabajadores de Cuba, dando un giro de noventa
grados se convirtió abruptamente en una inescrupulosa organización a
las órdenes de Fidel Castro, actuando en contra de los intereses obre-
ros, en lugar de en su defensa.




                                  56
Supresión de la libertad de expresión. Capítulo 19

Cuando los Castristas tomaron el poder, Cuba contaba con 23 estacio-
nes de Televisión, 50 periódicos, múltiples revistas y una infinidad de
estaciones y cadenas radiales que mantenían a toda la ciudadanía ade-
cuadamente informada.

Cualquier concepto o idea podía expresarse libremente y sin ninguna
retaliación.

Aunque existía una Comisión de Ética Radial y Televisiva, ésta estaba
integrada exclusivamente por los propietarios de las emisoras, sin que
el gobierno interviniera o influenciara en sus decisiones, las cuales
tenían como único objetivo proteger el buen gusto y decoro de sus
programas.

Todos los regímenes totalitarios tienen como una de sus prioridades
eliminar los medios privados de comunicación, para que no se difun-
dan ideas u opiniones disímiles a las suyas.

Para lograr ese propósito, los castristas erradicaron por completo la
prensa independiente escrita, radial y televisiva, que desde la funda-
ción de la República había tenido la facultad de emitir libremente todo
tipo de opiniones, aun cuando éstas fueran críticas a los gobernantes o
antagónicas a las de sus propietarios.

Como preludio a la intervención y total confiscación de los medios de
información, instituyerona principios del año 1960 “la coletilla”, que
consistía en que los empleados castristas de las empresas indepen-
dientes adicionaban una nota de refutación al final de cualquier artícu-
lo o editorial que criticara o simplemente discrepara de las opiniones
o decisiones del gobierno.
                                   57
Una de las cadenas televisivas y radiales más importantes de Cuba era
la CMQ, propiedad de los hermanos Abel y GoarMestre, la cual hab-
ían adquirido en el año 1943 de sus precursores Ángel Cambó y Mi-
guel Ángel Gabriel.

El día 31 de Marzo de 1960, en uno de los programas televisivos de
mayor audiencia llamado “Ante la Prensa” compareció Abel, quien
con gran valentía declaró que Fidel Castro estaba llevando a Cuba
hacia un sistema totalitario.

Fidel reaccionó inmediatamente, confiscando todas las propiedades de
los hermanos Mestre.

A la CMQ le eliminaron el nombre al entregársela a Radio Rebelde, y
Radio Centro pasó a llamarse Yara, porque querían eliminar todo ves-
tigio de lo que había sido una cadena radial, televisiva y cinematográ-
fica totalmente independiente.

En Mayo 11 de 1960 el gobierno organizó una turba que atacó la sede
de la prestigiosa publicación El Diario de la Marina, saqueando sus
oficinas y destruyendo maquinarias. Bajo presiones y amenazas, la
caterva de facinerosos forzó a sus empleados a publicar un panfleto
favorable a la Revolución.

Al día siguiente la centenaria publicación fue “intervenida” por mili-
tares vestidos de civil, dejando desde ese momento de divulgar sus
propios criterios, que hasta entonces había emitido por 128 años con-
secutivos.

Temiendo por su vida, José Ignacio Rivero, su director y propietario
se asiló en la Embajada del Perú.
                                  58
En apoyo a la libertad de Prensa, en una ceremonia de carácter trági-
co-cómica, un numeroso grupo de estudiantes de la Universidad de La
Habana llevaron a cabo un entierro simbólico de la última edición del
Diario de la Marina.

Como represalia a esa protesta, Fidel Castro (olvidándose el haberla
disfrutado en múltiples ocasiones) eliminó por decreto la “Autonomía
Universitaria”, que hasta entonces les había garantizado a los estu-
diantes el derecho de efectuar actos de calle, sin que la policía pudiera
perseguirlos dentro del recinto docente.

El diario Prensa Libre era un tabloide fundado por Sergio Carbó, un
revolucionario de los años treinta, quien había apoyado al nuevo go-
bierno desde sus comienzos, pero que ahora estaba denunciado en sus
editoriales la infiltración comunista dentro de la alta dirigencia del
país, y criticado duramente la supresión del Diario de la Marina y la
inexcusable pérdida de libertad de expresión que dicha medida repre-
sentaba.

La sede del popular diario fue atacada por un tropel de enardecidos
fidelistas, que pedían paredón para su propietario.

El castigo a Prensa Libre no se hizo esperar, porque la publicación fue
prontamente confiscada.

La revista Bohemia había sido fundada en el año 1908 por Miguel
Ángel Quevedo padre.

En el año 1927 su hijo Miguel A. Quevedo y de la Lastra lo remplazó
como editor de la popular publicación semanal, la cual en los últimos
años de la década de los cincuenta alcanzó una circulación de más de
                                   59
200,000 ejemplares, y sacó a la calle el 11 de Enero de 1959 una edi-
ción especial de un millón de copias, que fueron vendidas rápidamen-
te.

Bohemia era muy popular tanto en Cuba como en la América Latina
por su periodismo político y sus editoriales, habiendo sido la revista
semanal mas crítica del anterior gobierno de Batista, llegando a publi-
car el 26 de Julio de 1958 el manifiesto de la Sierra Maestra, que lla-
maba a la unificación de los grupos opositores.

Por discrepar con el giro hacia el comunismo que estaba tomando Fi-
del Castro, el día 18 de Julio de 1960 se asiló en la Embajada de Ve-
nezuela Miguel A. Quevedo.

Bohemia fue confiscada inmediatamente, y bajo la nueva dirección de
Mario Kuchilán pasó a formar parte de las publicaciones oficialistas,
imprimiendo exclusivamente artículos e informaciones que les eran
favorables al gobierno.

Uno a uno los periódicos y revistas independientes dejaron de existir,
logrando Fidel Castro el control absoluto de todos los medios de co-
municación.

No fueron únicamente los medios de comunicación los que perdieron
el derecho de expresarse libremente, porque también los ciudadanos
que osaban enunciar opiniones críticas al gobierno eran increpados
públicamente y acusados de contrarrevolucionarios, lo cual los con-
vertía en parias en su propia tierra.

La población, al ser obliterados todos los medios de comunicación in-
dependientes fue obligada a escuchar, ver y leer exclusivamente las
noticias y opiniones que le convenían a Fidel, quien se enfrascó se-
                                  60
guidamente en un plan de alfabetización, porque necesitaba que los
iliteratos tuvieran la facultad de leer, para poder suministrarles enor-
mes dosis de ideología y propaganda comunista.

Ese fue el único motivo de la tan “cacareada” campaña de alfabetiza-
ción.




                                   61
Primer organismo represivo.                         Capítulo 20

Tan pronto los rebeldes tuvieron en sus manos el poder, se percataron
de que necesitaban crear un aparato de espionaje y represión que
substituyera el rudimentario Servicio de Inteligencia Rebelde creado
en las montañas durante la insurrección.

Para realizar sus ambiciones de asegurar un absoluto control, encarce-
lando o eliminando a quienes disintieran de sus designios, necesitaban
que dicha entidad tuviera la capacidad de controlar y reprimir las ma-
sas, así como infiltrar y espiar a cuanto individuo u organización se
les opusiera.

El 14 de Enero del 1959 Fidel Castro autorizó la creación del DIER
(Dirección de Investigación del Ejército Rebelde).

Por recomendación del Che Guevara, nombró con amplias facultades
para organizarlo y dirigirlo a Ramiro Valdés, y como segundo al
mando, con el cargo de Inspector General, a Manuel Piñeiro (Barba
Roja).

Ambos comandantes contaban con un amplio historial de represión y
actos sanguinarios desde la lucha en la Sierra y más tarde durante la
saga de fusilamientos.

Rafael Aguilera, quien había recibido órdenes de tratar de infiltrar la
nueva dependencia, asistió en compañía de Silvia Rivero (ambos ini-
ciándose en esa misión como pareja de trabajo), a una fiesta en la re-
sidencia de Carlos Rafael Rodríguez, para celebrar el cumpleaños del
connotado dirigente comunista.


                                  62
Su misión era relacionarse con Valdés, a quien Silvia conocía perso-
nalmente, o en su lugar con Barba Roja, pero ninguno de los mencio-
nados comandantes asistió al ágape.

No obstante tuvieron suerte, porque Silvia detectó la presencia del ca-
pitán Muriel Alfaro, con quien ella tenía lazos familiares, y conocía
que su pariente era amigo de Ramirito desde su infancia,porque los
tres habían crecido en casas muy cercanas en su natal Artemisa.

Además de la amistad con Valdés, Alfaro, quien había pertenecido al
Partido Socialista Popular, contaba con la confianza del Che Guevara,
no solamente por su filiación comunista, sino también por haber com-
batido en la Sierra bajo su mando, razones por las cuales había sido
seleccionado para integrar las primeras filas del DIER.

Después de presentarlos (mintiéndole a Alfaro que Aguilera era su
novio), Silvia se encargó muy astutamente de relatarle a su pariente el
historial de su supuesto prometido, enfatizando su experiencia como
oficial de Inteligencia y exagerando y moldeando en su favor las ra-
zones y circunstancias que lo obligaron a exilarse durante el régimen
de Batista.

Alfaro se impresionó favorablemente con el historial y conocimientos
de Aguilera, invitándolo para una reunión al día siguiente en un edifi-
co ubicado en la Quinta Avenida y la calle 14 en Miramar (la sede del
DIER).

A la entrevista asistió Ramiro Valdés, quien informado previamente
por Alfaro había comprendido la importancia de captar a un hombre
con experiencia, debido a que el Departamento a su cargo no conta-
ba aún con personal altamente calificado.

                                  63
Ramirito, después de una larga conversación (que más bien fue un su-
til interrogatorio), convencido de que Aguilera se había tenido que
marchar al exilio por haberse opuesto desde las filas de la Marina al
gobierno de Batista, lo invitó a formar parte de su recién estrenado
Departamento.

Naturalmente, la oferta fue aceptada de inmediato, siéndole otorgado
a Aguilera el grado de capitán, análogo a su antiguo rango.

Valdés, quien no confiaba ni en su propia sombra, puso a Aguilera
bajo las órdenes de Alfaro para tenerlo constantemente vigilado dado
el caso que fuera un infiltrado. De esa forma podría utilizar sus am-
plios conocimientos sin correr riesgos.

La función asignada a Aguilera era utilizar los reportes de los infor-
mantes y agentes que componían la incipiente red de la DIER, y
uniéndolos a un resumen de las noticias publicadas en la prensa im-
presa y agencias noticiosas mundiales elaborar un informe diario, co-
herente y conciso, destinado a mantener a Fidel adecuadamente in-
formado de todos los sucesos importantes que acontecían tanto en
Cuba, como en el extranjero.

El referido informe era entregado personalmente por el propio Ramiro
Valdés.




                                  64
Las ambiciones de Ramiro Valdés.                   Capítulo 21

Cuando Ramirito tomó las riendas de la DIER, con las amplias facul-
tades que le había concedido Fidel, se dio cuenta de que si actuaba
astutamente el futuro le deparaba convertirse en un hombre muy po-
deroso, solamente un peldaño debajo de Castro (una modalidad criolla
del LavrentyBeria Soviético).

Para alcanzar ese fin necesitaba que su Departamento se convirtiera
en un gigantesco organismo, no solamente de represión, sino también
de espionaje doméstico y mundial.

Para su propio beneficio necesitaba lograr que los integrantes del go-
bierno y las fuerzas armadas se espiaran mutuamente, reportando a él
directamente todas las debilidades, indiscreciones, ambiciones y co-
rrupciones detectadas.

Al tener en sus manos informaciones comprometedoras de todos los
integrantes de la nomenclatura, no habría nadie que pudiera oponérse-
le o desafiarlo.

El nuevo organismo debía tener también la capacidad de obliterar
rápida y contundentemente cualquier conato de disidencia o rebelión.

Para lograr esos fines y extender su red de espionaje y subversión por
todo el mundo, necesitaba capacitar una gran cantidad de agentes, pa-
ra lo cual envió reclutas a la Unión Soviética.

También remitió a escuelas de la KGB una importante cantidad de
personal destinado al servicio diplomático, quienes una vez especiali-
zados serían asignados a las embajadas y consulados cubanos en el

                                  65
extranjero, para que amparados por la inmunidad diplomática efectua-
ran impunemente labores de espionaje y subversión

Cuando regresaron los primeros oficiales entrenados por los soviéti-
cos, Ramirito creó un nuevo departamento especializado en la capta-
ción de colaboradores foráneos, para extender su red de espionaje
mundialmente.

A Varios de los nuevos oficiales los instaló en distintos países,
asignándoles las siguientes funciones:
     A quienes llamó agentes señaladores, les encomendó la tarea de
     buscar adeptos, basándose en determinados índices, como ten-
     dencias ideológicas, venganza, ego y odio, así como detectar si
     tenían vicios, desviaciones sexuales u otro tipo de debilidades,
     para utilizarlas en el futuro como chantaje.
     A los que le dio el nombre de agentes reclutadores, utilizando la
     información suministrada por los agentes señaladores, serían los
     encargados de convencer y enrolar a los futuros espías, tomando
     en consideración que los candidatos ideales debían integrarse
     preferentemente por afinidad ideológica, o en último caso por
     remuneración monetaria.

Los potenciales espías que lograran reclutar serían entrenados en
tácticas de espionaje y comunicaciones, y cuando se les consideraran
aptos se les asignarían los objetivos que debían infiltrar, de acuerdo
con su potencial, capacidad y localización.

Esas fueron las bases que Ramiro Valdés planeó para fundamentar su
sueño dorado, tener a su mando una organización que controlara todo
lo que aconteciera en Cuba, así como la capacidad de espiar al resto
del mundo.

                                  66
Sus ambiciones se hicieron realidad cuando logró que Fidel autorizara
la expansión de la DIER, en lo que más tarde se convirtió en uno de
los mejores organismos de represión y espionaje, La Seguridad del
Estado.




                                 67
Contrabando de estupefacientes.                    Capítulo 22

En la primera década de los años sesenta, Fidel Castro fraguó un plan
que le permitiría aumentar substancialmente las ganancias producidas
por la venta local de la marihuana cultivada por Crescencio Pérez.

En aquellos tiempos el trasiego y distribución de estupefacientes en
los Estados Unidos estaba controlado por pandilleros de nacionalidad
chilena, a los cuales lograron vender grandes cantidades de la adictiva
hierba.

Los chilenos solicitaban insistentemente que les suministraran cocaí-
na, droga que tenía una enorme demanda y producía mayores utilida-
des.

Fidel obtuvo el codiciado estupefaciente adquiriendo el que producían
los guerrilleros colombianos, con los cuales sostenía una magnífica
relación por suministrarles frecuentemente armas, municiones y en-
trenamiento.

Un individuo llamado Rolando Ruiz viajaba repetidamente en una
lancha rápida entre los cayos de la Florida y Varadero, donde se en-
contraba con su hijo Rubén, radicado en Colombia, quien volaba a la
hermosa playa cubana en un avión privado, cargando la cocaína pro-
ducida por los narco-guerrilleros, y regresaba con su aeronave repleta
de armamentos y municiones en pago por la droga.

Los vuelos de Rubén Ruiz eran autorizados por el alto mando de la
Fuerza Aérea Cubana, y militares del Ejército Rebelde se encargaban
de transportar los alijos de drogas desde el avión a la lancha, que era
recibida, despedida y escoltada por un guardacostas castrista, bajo la

                                  68
supervisión directa de Aldo Santamaría, jefe de la Marina de Guerra
cubana.

De esa forma Fidel lograba tres de sus propósitos, desestabilizar el
gobierno democrático de Colombia al armar fuertemente a las guerri-
llas que intentaban derrocarlo, dañar a los Estados Unidos destruyen-
do su juventud mediante el consumo de estupefacientes, y amasar una
enorme fortuna personal.

El sucio dinero era depositado en su totalidad en lo que llamaban “La
cuenta del Comandante”, que era controlada y administrada exclusi-
vamente por Castro, quien hacía creer a sus mas íntimos colaborado-
res que dichos fondos estaban destinados a financiar sus “proyectos
internacionalistas”.
Solamente una porción de ese dinero era utilizada para esos meneste-
res, porque una substancial parte era desviada personalmente por Fi-
del a sus cuentas secretas.




                                 69
Infraganti.                                         Capítulo 23

Cuando Rafael Aguilera se infiltró en la DIER, uno de sus objetivos
era descubrir sus más íntimos secretos.

Le llamó mucho la atención una nueva Sección de acceso restringido,
integrada por un selecto personal seleccionado entre los hombres de
mayor confianza de Ramirito y Barba Roja, a la cual ambos le dedi-
caban una substancial parte de su tiempo.

Dado el enorme grado de reserva en que la mantenían, el único medio
de conocer sus objetivos era irrumpiéndola.

Aguilera Ingresó una noche en la DIER, decidido a descubrir el enig-
ma de tan misteriosa Sección.

Como frecuentemente acostumbraba trabajar horas extra para elaborar
reportes especiales o urgentes, los guardias que cuidaban la entrada
del edifico no sospecharon nada anormal.

Utilizando un dispositivo sofisticado de cerrajería, logró abrir sin mu-
cha dificultad la puerta de la misteriosa oficina.

Como el nuevo Departamento había comenzado a funcionar recien-
temente, no contaba con muchos archivos.

Abriendo uno de ellos extrajo un dossier y lo colocó sobre una mesa
de trabajo.

Cuando comenzaba a fotografiar el primer documento se abrió brus-
camente la puerta de la oficina, y en el marco de la misma apareció la
silueta de Alfaro, que lo encañonaba con su pistola.
                                   70
En los servicios de inteligencia es una práctica común que todos sus
integrantes se vigilen mutuamente, pero en este caso lo era aún más,
debido a que Alfaro tenía órdenes explícitas de Ramirito de vigilar
constantemente a Aguilera.

En esta ocasión lo había sorprendido “con las manos en la masa”.

Aguilera, comprendiendo que cualquier falso movimiento le costaría
la vida instantáneamente, no puso ninguna resistencia.

Cuando Alfaro se disponía a esposarlo, cayó desplomado como si lo
hubiera fulminado un rayo.

El entrenamiento que había recibido fue decisivo para salvarlo en esa
ocasión, al haber tomado la precaución de situar a uno de sus hombres
oculto al final del pasillo, quien al ver a Alfaro extraer su arma y abrir
la puerta lo sorprendió a su vez, golpeándolo fuertemente con la cula-
ta de su pistola.

Ambos ataron y amordazaron el cuerpo inerte de Alfaro y lo ocultaron
debajo de un escritorio.

Continuaron calmadamente y sin apresuramiento hasta terminar de
fotografiar todos los documentos importantes que se encontraban en
la oficina, los cuales al ser analizados posteriormente revelaron datos
muy comprometedores de la participación de la alta jerarquía del go-
bierno en el tráfico de drogas, y sus conexiones con connotados nar-
cotraficantes.




                                    71
Aguilera se vio obligado a marcharse de Cuba inmediata y subrepti-
ciamente, consciente de que tan pronto Alfaro fuera encontrado, él
sería buscado afanosamente por todos los rincones de la Isla.

Siendo prevenida del peligro que también corría, Silvia Rivero trató
de escapar, pero fue apresada al tener el infortunio de que la embarca-
ción en la cual se fugaba fue interceptada por un guardacostas castris-
ta.

Después de un rápido juicio, en el cual su pariente Alfaro fue el prin-
cipal testigo acusador, la condenaron a veinte años de prisión y la re-
mitieron al infame Reclusorio Nacional de Mujeres, situado en Gua-
najay, en la provincia de Pinar del Río.




                                  72
Infiltraciones y sabotajes.                         Capítulo 24

Enumerar la enorme cantidad de patriotas que incursionaron en Cuba
sería demasiado extensa, así como injusto hacer involuntarias omisio-
nes.

Por ese motivo mencionaré en representación de todos ellos algunas
de las acciones efectuadas por Antonio Cuesta, a quien tuve el honor
de conocer personalmente.

Tony, como le llamábamos afectuosamente, me honró con su amistad,
y es a él a quien le debo mi integración a la natación de competencia,
porque en nuestra juventud me enseñó las técnicas básicas de ese de-
porte.

Por haber dedicado su vida a la liberación de Cuba, quiero que Tony
Cuesta sea quien sirva como paradigma de la bravura desplegada por
todos los otros patriotas que efectuaron actos de infiltración y sabota-
je, muchos de los cuales ofrendaron sus vidas o cumplieron largas
condenas de prisión.

Tony fue sin duda uno de los más valientes combatientes anticastris-
tas, quien realizó innumerables y heroicas acciones contra la tiranía.

Cuesta combatió la dictadura de Batista, y una vez depuesto éste con-
tinuó por breve tiempo en las filas de la Revolución como oficial de
inteligencia de la policía, pero se marchó tempranamente al exilio,
decepcionado al notar el auge de los comunistas dentro del gobierno.

Al arribar a Miami se unió a la organización Alpha 66, presidida por
el también bravo combatiente Andrés Nazario Sargent.

                                   73
En el año 1962 fundó los Comandos L, participando personalmente en
por lo menos 30 incursiones a Cuba, siendo el hundimiento del barco
soviético Bakú una de sus más significativas acciones.

Durante una misión de desembarco enel Monte Barretoen Miramar, al
oeste de La Habana, en la que murió su compañero de armas Hermi-
nio Díaz García, fue capturado no sin antes hacer explotar una grana-
da junto a su cuerpo, en un intento por evitar ser apresado vivo, pero
aunque no le quitó la vida, la explosión lo dejó ciego y le cercenó su
mano derecha, obligándolo a pasar un largo tiempo en un hospital, del
cual cuando sanaron sus múltiples heridas fue trasladado a prisión, en
la que cumplió varios años de condena.

Una vez liberado regresó a Miami, donde continuó sus esfuerzos para
rescatar a Cuba de la dictadura comunista, aún en condiciones que lo
limitaban físicamente por encontrarse ciego, manco y con una preca-
ria salud, ocasionada por las lesiones recibidas en actos de guerra.

Tony, sin abandonar las acciones con sus comandos se encontraba de-
dicado a construir una lancha rápida que no rebotara violentamente
sobre las olas de un mar embravecido, evitando que sus tripulantes
sufran el rigor de violentos golpes.

Siendo un hombre de múltiples habilidades, al mismo tiempo escribía
sus memorias auxiliado por su amigo el periodista Tom Dunkin.

Desafortunadamente no pudieron concluir la biografía, debido a que
ambos fallecieron antes de terminarla. La muerte fue lo único que
pudo detenerlo en su incansable lucha para liberar a su patria.

En lugar de seguir el ejemplo de Tony Cuesta y otros valientes com-
batientes, ciertos comentaristas radiales lo único que han hecho en el
                                  74
exilio es hablar, en la seguridad que ofrece hacerlo desde una confor-
table cabina con aire acondicionado, sin pasar vicisitudes, poner en
riesgo sus vidas o sufrir prisión.

¡Esa es una forma muy cómoda de hacer patria!

Algunos de dichos “comentaristas” lo único que han hecho es ganar
fabulosos salarios por especular cómo se debe liberar a Cuba, y fanta-
sear que debe hacerse cuando esto se logre, sin siquiera lanzarle un
escupitajo a un retrato de Fidel Castro, disparar un tiro, o “tirarle un
gollejo a un chino”, lo cual los invalida de cualquier derecho que
aduzcan tener para criticar y mucho menos menoscabar la integridad
moral de quienes combaten frontalmente la tiranía que asola nuestra
patria.

En la década de los años cincuenta, en la Cuba republicana, se trans-
mitía un programa dominical de música norteamericana, que era el
favorito de una gran parte de la juventud habanera, llamado “Sunday-
Parade”, dirigido por Bebo Piñeiro y transmitido por Radio Kramer.

Para tratar de competir con el exitoso SundayParade, otro joven de la
época llamado Tomas García Fusté sacó al aire por otra emisora un
programa que lo plagiaba.

Quizás esté equivocado, pero esa es toda la historia radial cubana que
recuerdo de ese “personaje”, quien al llegar al exilio buscando una
forma fácil de ganarse la vida, comenzó a transmitir por una radioe-
misora local un programa de noticias y comentarios, el cual hay que
admitir tuvo una gran audiencia.

Hace algunos años García Fusté, comentando sobre unas declaracio-
nes de Cuesta de que una de las lanchas de sus comandos había ame-
                                   75
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La Hora de los Mameyes

  • 1. La Hora de los Mameyes Relatos históricos en forma de novela. “El Cañonazo de las 9”, disparado en la noche del 31 de Diciembre de 1958, presagió la lle- gada de tiempos nefastos para Cuba. 1
  • 2. Prólogo El siguiente relato está fundamentado en sucesos históricos que acontecieron antes y durante los primeros años de la emasculación de la nación cubana por las hordas nefastas del castrismo y se extiende hasta “La crisis de Octubre”. El motivo que me impulsó a escribirlo se debió a queal relatarepisodios de nuestro no muy arcano pasado, las generaciones más vetustas tuvieran la oportunidad de recordarlos y las más recien- tes la ocasión de conocerlos. ¿Es una narración de hechos fidedignos, o se tra- ta de una novela? Debe considerarse un relato de sucesos históricos- si se toma en cuentaque todo lo expuesto esverí- dico, pero sin lugar a dudas se convierte en una novela al incluirse en ella algunos personajes creados por la mente del autor, como el protago- nista Rafael Aguilera. 2
  • 3. Quero hacer la salvedad de que con el único propósito de añadirle acción y aventura a la trama, les he atribuidohazañaspersonales a al- gunos de los protagonistas imaginariosde la no- vela, cuando en realidad fueronpersonas de la vida realquienes los llevaron a cabo. Los lectores de esta novelanotarán que hay capí- tulosen los cuales no aparece ningúnprotagonis- taficticio.Sin embargo fueron incluidosdebido al deseode relataracontecimientos genuinos de nuestra historia, así como revelar varios aspectos bastante turbios de la Revolución castrista. Richard F. De La Rosa 3
  • 4. La hora de los Mameyes. Capítulo 1 Al elaborar los fundamentos de esta novela decidí que su portada ne- cesitaba contener un mensaje premonitorio, que anunciara el inminen- te arribo de épocas nefastas para nuestra Patria, debido a lo cual re- solví utilizar el tradicional cañonazo de las 9 de la noche del 31 de Diciembre de 1958, como heraldo de ese aciago futuro. Algunas personas desconocen o no recuerdan la razón por la cual di- cho cañonazo, una tradición habanera desde tiempos coloniales, anunciaba no solamente el cierre de las puertas de la muralla, sino también La Hora de los Mameyes, cuyo significado original fue transformado al transcurso de los años en una frase popular del léxico vernáculo criollo, que es comúnmente utilizada para expresar que en un momento determinado ha llegado o va a llegar “la hora de la ve- dad”,oseñalarla presencia de un “momento crucial”. Para conocer el origen de dicha frase tenemos que remontarnos a la época de la toma de la Habana por los Ingleses. En la Habana colonial, los españoles edificaron múltiples fortificacio- nes para resguardarla de los ataques de corsarios y piratas que codi- ciaban adueñarse de sus riquezas, así como protegerla de otras nacio- nes que ambicionaban apoderarse ella por su estratégica posición ge- ográfica. Los castillos de San Salvador de la Punta y Los tres Reyes del Morro, junto a la Fortaleza de San Carlos de La Cabaña (esta última hasta esos momentos la mayor de las instalaciones militares construidas por los ibéricos en las américas), estaban dotadas de imponentes baterías de cañones. 4
  • 5. Para añadir más seguridad a la ciudad edificaron una gruesa muralla que la circunvalaba, así como una cadena removible a la entrada de la bahía, que impedía el acceso a buques no autorizados. Todas las anteriores fortificaciones y medidas de seguridad constitu- ían lo que en aquellos tiempos se consideraba una formidable defen- sapara cualquier ciudad costera. En 1762 los ingleses se percataron de que para dominar totalmente las Antillas, necesitaban apoderarse de la Habana. Para conquistarla enviaron una enorme fuerza militar y naval conjunta, compuesta por 22 mil soldados y 53 buques de guerra, al mando de las cuales estaban el Conde de Albemarle y el Almirante Pockock. Dirigida por el Capitán de Navío Luis de Velazco y con el apoyo de una milicia al mando de José Antonio Gómez (Pepe Antonio) desde la cercana villa de Guanabacoa, los españoles ofrecieron una férrea re- sistencia al ataque inglés. Los británicos, mediante una mina que hicieron explotar debajo de los muros de La Cabaña, lograron ganar acceso tanto a ella como al adya- cente castillo del Morro. Una vez penetradas ambas fortificaciones, las tropas combinadas del Ejército y la Marina Inglesa derrotaron a los Ibéricos en una feroz ba- talla, y se apoderaron de La Habana. Los habaneros eran en aquellos tiempos leales a la corona de España, de la cual se sentían fieles ciudadanos, y por lo tanto resentían la ocu- pación de su ciudad por los británicos, de cuyos soldados se burlaban llamándolos “Mameyes”, basándose en que sus uniformes estaban compuestos por chaquetas de color escarlata y pantalones negros, se- 5
  • 6. mejantes a los matices interiores de la fruta conocida como mamey, cuya pulpa es roja y su semilla negra. Los españoles habían establecido la tradición de disparar un cañonazo de salva a las 9 PM para anunciar el cierre de las puertas de la mura- lla, práctica que continuaron los ingleses cuando se adueñaron de La Habana. Al rugido del puntual y sonoro aviso, una multitud de soldados britá- nicos ataviados en sus vistosos uniformes salían a patrullar en hordas las calles de La Habana, lo cual ocasionó que ante esa enorme ava- lancha de rojo y negro, los habaneros “bautizaran” burlonamente las 9 de la noche como “La Hora de los Mameyes”. El Cañonazo Mamey “Los Mameyes” Después de la retirada de los ingleses, cuando canjearon La Habana por la península de la Florida, la costumbre del Cañonazo de las 9 continuó sin interrupciones. Aún el tiránico gobierno castrista, que odia y elude todo lo tradicio- nal, no se ha atrevido a suprimirla. Aunque la historia suele olvidarse, las tradiciones tienden a perpetuar- se. 6
  • 7. La referida salva, muchos años después de haber sido derrumbada la muralla, se transformó en una elemental costumbre que le ha permiti- do a los habaneros la facultad de rectificar la hora de sus relojes. El cañonazo de las nueve de la noche del 31 de Diciembre de 1958, anunció con tres horas de antelación el inminente advenimiento de la usurpación de Cuba por las fuerzas del mal, por lo cual ese “momen- to crucial” señaló el inicio de los tiempos más nefastos que haya vi- vido nuestra patria. A Cuba le había llegado desde el comienzo del año 1959 “la hora de la verdad”, mejor dicho, “La Hora de los Mameyes”. 7
  • 8. Visa de residencia. Capítulo 2 Rafael Aguilera se dirigía con pasos firmes rumbo a la embajada nor- teamericana en La Habana. Vestía un elegante traje gris obscuro, una impecable camisa blanca y corbata roja y azul a rayas perpendiculares. Portaba en su mano dere- cha un portafolio de cuero conteniendo los documentos que debía pre- sentar en una entrevista final de solicitud de residencia. Corrían entones los primeros días del mes de Septiembre del año 1958. Al arribar a la Embajada, el Marine que cuidaba la entrada del amplio complejo le indicó como llegar a una sala de espera, desde la cual los aspirantes a residentes eran llamados para ser entrevistados por cónsu- les auxiliares, quienes aun siendo funcionarios de mediana categoría, tienen la facultad de conceder o denegar visas. Después de una corta espera, Mr. Ramsey Lindsay (uno de dichos ofi- ciales) emergió de su despacho, llamando a Aguilera por su nombre y apellido. El aspirante a visa respondió al funcionario en un correcto inglés, y Lindsay le contestó en el mismo idioma: -“Es una agradable sorpre- sa descubrir que usted domina mi lengua materna. Me gustaría co- nocer cómo ha logrado expresarse tan fluidamente, con una pronun- ciaciónperfecta”. Aguilera le contestó: -“Yo aprendí su idioma asis- tiendo a clases privadas de gramática y pronunciación en la Ameri- can Academy of Commerce, situada en la calle Línea en el Vedado, fundada y dirigida por Mr. Harold Wimpset, un compatriota suyo. Mi ilustre profesora, hija de padres cubanos, nació y se crió en la 8
  • 9. ciudad de Los Ángeles, donde contrajo nupcias con el fundador de la Academia. Su nombre es Lilly del Barrio, pero todos sus alumnos la llamamos Mrs. Wimpset a la usanza norteamericana. Sus enseñanzas me fueron extremadamente útiles durante mis numerosos viajes de vacaciones a su país, estadías que usualmente prolongaba con el propósito de perfeccionar mi pronunciación”. Después de esas frases introductorias, el vicecónsul pasó a cumplir sus funciones, revisando minuciosamente los documentos recibidos, consistentes en cartas que avalaban su carácter moral, pasaporte, exámenes médicos y el imprescindible “Afidávit”,por mediodel cual un ciudadano o residente legal de los Estados Unidos demuestra su solvencia económica y garantiza hacerse responsable de que el inmi- grante no se convierta en una carga pública. Terminada la revisión, el funcionario le expuso: -“Señor Aguilera, to- das sus credenciales cumplen con los requisitos para que le sea otor- gada una visa de residencia permanente en mi país, pero falta algo de suma importancia. Es imprescindible que nos revele el motivo por el cual usted desea residir en Norteamérica”. –“Señor Cónsul, le res- pondió, yo abandone mis estudios en la Escuela de Derecho de la Universidad de La Habana al terminar el segundo curso, para ingre- sar en la Escuela de Cadetes de la Marina de Guerra Constitucional, en la cual estudiando con ahínco me gradué con el mejor expediente de mi clase y una de las más altas calificaciones en la historia de di- cho plantel. Vivía enamorado de mi carrera, sintiendo en lo más profundo de mi ser que era un gran honor pertenecer a una institu- ción desde la cual podía servir a mi patria. Era un orgullo y privile- gio vestir el deslumbrante y viril traje blanco de Oficial, el cual ejerc- ía al mismo tiempo una gran atracción hacia el sexo opuesto, que pa- ra un hombre joven y soltero es una importante prerrogativa. Al graduarme me otorgaron el grado de Alférez de Fragata, ostentando 9
  • 10. el cual fui asignado a la Inteligencia Naval. Después de laborar por algún tiempo en esa dependencia y tomar varios cursos de supera- ción, incluyendo algunos en escuelas de los Estados Unidos, fui as- cendido al siguiente grado de Alférez de Navío. Mis responsabilida- des en la Inteligencia Naval consistían en decodificar, analizar y eva- luar las informaciones proveídas por los agentes, colaboradores e informantes de nuestra red, y con dichos datos elaborar reportes concisos destinados a los altos mandos. Una mañana llegó a mi despacho un informe confidencial de uno de nuestros operativos de- ntro de las filas del Ejército, el cual contenía un material extremada- mente comprometedor para dos Generales que lucraban con ventas ilícitas de armas a los alzados en la Sierra Maestra. Inmediatamente inicié una minuciosa investigación, decidiendo postergar su entrega hasta tanto su veracidad fuera fehacientemente confirmada. Sentí un gran desconcierto cuando comprobé sin lugar a dudas que toda la información recibida era verídica. Cuando le entregué mi informe a mi superior en rango, éste me ordenó guardar estricto silencio hasta tanto fuera evaluado por la alta jerarquía de la Nación. Pasado un tiempo (mucho más extenso que el acostumbrado en esos casos) sin que tuviera noticias de los resultados de mi informe, seguí el protoco- lo de la cadena de mando, recabando la ayuda de mis superiores, pe- ro ellos tampoco lograron obtener ninguna información. Esperé va- rios días más, los cuales transcurrieron sin recibir noticias. Dándo- me cuenta que no me quedaba otro recurso y poniendo aparte toda prudencia, solicité una entrevista con el jefe máximo de la Inteligen- cia Naval. Transcurridos varios e interminables días, Julio Laurent (a quien los opositores al gobierno le anteponen el adjetivo de “el te- nebroso”) accedió a recibirme. Al hacerlo no tuvo la usual cortesía que suele brindarse a un oficial subalterno, al no otorgarme la acos- tumbrada gentileza de ofrecerme que tomara asiento, dejándome en posición de atención sobre la gruesa alfombra que cubre su amplio despacho. Sin preámbulos y en forma autoritaria, me ordenó des- 10
  • 11. truir no solamente mi informe, sino también toda otra documentación relacionada con el mismo, lo cual me hizo sospechar que se estaba llevando a cabo un encubrimiento (probablemente ordenado por el propio Presidente de la República) para proteger al gobierno de un escándalo, que indudablemente menoscabaría el prestigio de las fuer- zas armadas, arruinando de paso la moral de sus integrantes. Acto seguido Laurent me ofreció una promoción a Capitán de Fragata, la cual representaba un importante avance en mi carrera, pero al mismo tiempo revelaba que se trataba de un sutil soborno para obtener mi incondicionalidad y silencio. Aunque no lo exterioricé en ese momen- to, comprendí que dada mi condición de oficial y caballero no podía aceptar el ascenso, porque no cumplía con los estatutos navales al vulnerar el protocolo de promociones. Para un Alférez de Navío, un ascenso debe ser a Capitán de Corbetaantes de llegar al siguiente rango de Capitán de Fragata. Dándole cortésmente las gracias lo saludé militarmente, y girando sobre mis talones abandone con pre- mura su despacho, dirigiéndome al mío, donde redacté una carta de renuncia a mi comisión de oficial naval. Es de conocimiento públi- co que las más altas autoridades de la Nación le otorgan a Emilio Laurent una confianza sin límites, lo cual le permite actuar sin res- tricciones. Como pertenezco a una familia de holgada posición económica, propietaria de varios negocios prósperos, me era factible dedicarme a administrar alguno de ellos, pero no siendo esa mi voca- ción deseché la idea. Además, debido al secreto que conocía, que inculpaba a poderosos y vengativos militares, estimé que sería con- veniente que me ausentara de mi patria por un tiempo prudencial. Considero que puedo tener un buen futuro acorde con mis conoci- mientos si me ubico en los Estados Unidos, donde solicitaré empleo en empresas navales privadas, aplicando para plazas de oficial en buques mercantes”. 11
  • 12. Mr. Lindsay, después de escuchar atentamente dicho relato, le pidió a Aguilera que por favor no se marchara y lo esperara hasta su pronto regreso, porque necesitaba consultar su caso con un alto oficial de la Embajada. El vicecónsul retornó a su despacho varios minutos más tarde acompañado de otro funcionario, dirigiéndose a Aguilera en la forma siguiente: -“Señor Aguilera, le presento a Mr. Byron Ross, el mas alto oficial de Inteligencia de nuestra Embajada, quien desea que lo acompañe a su despacho, porque necesita conversar con usted pri- vadamente”. 12
  • 13. Una proposición oportuna. Capítulo 3 Aguilera siguió a Byron Ross, quien lo guio hasta un elevador, en el cual descendieron a lo más profundo del edificio. Al llegar al último de los sótanos caminaron por un largo pasillo, al final del cual se vislumbraba una gruesa puerta de metal que les dio acceso a una amplia oficina, la cual estaba amueblada con un holgado escritorio, un sillón de respaldar alto y dos cómodas sillas para visi- tantes. Adyacentes a todas las paredes estaban ubicados enormes ga- binetes metálicos, con visibles cerrojos de seguridad. Ross, después de invitar a Aguilera a tomar asiento, mirándolo fija- mente a los ojos, le expresó sin preámbulos: -“Voy a ser muy sincero con usted yendodirectamenteal grano. En esos archivos (señalando los gabinetes) se encuentran entre otros documentos, expedientes conteniendo datos sobre todos los oficiales de inteligencia de su País. El suyo, que he estudiado detenidamente, está sobre mi escritorio y puede revisarlo si lo estima conveniente. Usted es una persona con gran experiencia en todo lo relacionado con la inteligencia y contra- inteligencia, siendo por lo tanto demasiado valioso para desperdiciar su juventud deambulando por los turbulentos mares del mundo en in- seguros y sucios cargueros. Confiables fuentes de información me han hecho saber que elementos muy poderosos están elucubrando en estos instantes la forma de ocasionarle un mortal “accidente”.Es po- sible evitar que eso suceda y al mismo tiempo beneficiarnos nosotros. Mis superiores han autorizado a concederle su visa de residencia, si usted acepta integrar la Agencia Central de Inteligencia de los Esta- dos Unidos, la cual no tiene nada de tétrica como algunas personas aducen, porque a sus operativos jamás se les exige realizar ninguna tarea que no estimen moralmente correcta, dejándolos en plena liber- 13
  • 14. tad de rechazarla si estiman que no es compatible con sus princi- pios”. Aguilera comprendió inmediatamente que la oferta le resultaba pro- vechosa y muy conveniente, precisamente en momentos en los cuales su vida corría peligro, por lo cual la aceptó de inmediato. El recién reclutado agente de la CIA, al haber sido alertado formal- mente que su vida estaba en inminente peligro, se dio cuenta de que desde ese momento tenía que ser extremadamente cauteloso. Al emerger de la Embajada efectuó una rápida inspección visual de los contornos, observando que al otro lado de la calle se encontraban dos sujetos, quienes al notar su presencia entraron apresuradamente al interior de un automóvil, cuyo chofer pudo identificar como Alfredo García, implicado en el reciente asesinato del Dr. Pelayo Cuervo Na- varro. Los dos personajes eran integrantes de un grupo de sicarios del Servi- cio de Inteligencia Militar. El otro tripulante era Eugenio (Geño) Loti, más conocido por dos de sus peculiares apelativos, que denotaban sus malvadas actividades de- ntro de las filas dedicadas a la represión brutal. Cuando Loti era miembro de la Policía, había fungido como el princi- pal torturador de Ventura Novo. En esa dependencia sus compañeros lo llamaban “Geño el Manicurista”, porque obtenía confesiones de sus víctimas arrancándoles brutalmente las uñas. Al ser “cedido” al escuadrón de la muerte del SIM, los otros matones de esa dependencia le adjudicaron el pseudónimo de “Geño el Destri- 14
  • 15. pador”, porque después de torturar y asesinar a sus víctimas les extra- ía los intestinos, para que cuando sus cadáveres fueran arrojados al mar no flotaran, desapareciendo sin dejar vestigios. Aguilera, en lugar de cruzar la calle, dio media vuelta y regresó a la Embajada, donde Byron Ross le proporcionó refugio. Bajo la protección de la bandera norteamericana, después de ser con- ducido a recoger su equipaje en un automóvil con “chapa” diplomáti- ca,lo transportaron al Aeropuerto José Martí, desde el cual lo enviaron a New York en un vuelo directo. 15
  • 16. “Guajiros” de la Sierra. Capítulo 4 En un yate llamado “Granma”, Fidel Castro condujo desde México una expedición armada integrada por 82 hombres, la cual bajo la ban- dera del Movimiento 26 de Julio desembarcó el 2 de Diciembre de 1956 en las cercanías de la playa Las Coloradas, en la costa sur del oriente cubano. Debido a la inexperiencia de su tripulación arribaron a un lugar que no era el planeado, en una zona inhóspita de tupidos manglares, cau- sando que el mal navegado yate encallara y casi zozobrara. Fidel y sus hombres, tratando de alcanzar tierra firme se vieron obli- gados a transitar por lugares extremadamente hostiles, donde los tupi- dos mangles les impedían el paso y el agua les llegaba a la altura de las axilas. Bajo tan difíciles condiciones, los expedicionarios perdieron una con- siderable parte de sus provisiones, armas y municiones. Cuando al fin lograron pisar tierra sólida, se encontraban en un deplo- rable estado físico. Para añadir severidad a sus dificultades, fueron hostigados sin tregua por la aviación y tropas de Batista. En un lugar llamado Alegría del Pío, el ejército y la aviación los ata- caron fuerte y sorpresivamente, causando una desordenada desbanda- da a lo “sálvese quien pueda”. De los 82 hombres que desembarcaron, solo logaron alcanzar las fal- das de la Sierra Maestra Fidel y 7 de sus acompañantes. 16
  • 17. Agotados y hambrientos, lograron salvarse de un aniquilamiento total, cuando fueron milagrosamente rescatados por un pequeño grupo de apoyo campesino que les habían preparado Celia Sánchez y Huber Matos. Celia y Huber habían sobornado a Edesio Hernández, un rufián de la zona, para que los condujera a la presencia de Crescencio Pérez, un connotado estanciero, a quien lograron convencer para que les pro- porcionara a los expedicionarios ayuda y protección una vez realizado el desembarco. Crescencio no era un agrario común. Se trababa de un personaje muy conocido e influyente dentro del campesinado de la Sierra Maes- tra, quien astutamente avizoró la conveniencia de buscar el benepláci- to de Fidel Castro y sus hombres, en lugar de tener que enfrentarse a ellos en el futuro. Los cultivos en sus tierras no eran del todo convencionales, pues además de las usuales plantaciones de futas, viandas y vegetales, con- taba con extensos sembrados de marihuana, que eran atendidos por empleados agrícolas muy confiables, por tratarse de sus propios hijos y familiares de sus innumerables concubinas. Pérez mantenía un control absoluto sobre cincuenta mil campesinos que lo seguían ciega y fervorosamente, por haber organizado brigadas armadas que los defendían de los desalojos que efectuaban los gran- des terratenientes, en una montañosa y selvática zona de alrededor de dos mil novecientos kilómetros cuadrados. Tan grande era su poder, que era respetado hasta por la temida Guar- dia Rural, que prudentemente evitaba cualquier enfrentamiento con sus cuadrillas de matones. 17
  • 18. Al efectuarse el desembarco del Granma y la posterior desbandada de sus miembros, Crescencio, cumpliendo lo acordado con Celia y Ma- tos, envió en su rescate a Guillermo García Frías, el hombre de su mayor confianza, quien conocía las intrincadas montañas palmo a palmo, debido a que para burlar la vigilancia de las autoridades estaba acostumbrado a transitar por los más recónditos vericuetos de la Sie- rra, cuando bajaba en sus mulas hacia el llano las cargas de marihuana de su jefe. García Frías y sus arrieros reagruparon y condujeron a un lugar segu- ro a los remanentes de la dispersa y maltrecha tropa, salvándolos de ser aniquilados. Al ser rescatados, los agradecidos expedicionarios iniciaron un estre- cho y perdurable lazo de amistosa cooperación con los cultivadores de marihuana. 18
  • 19. Se refuerzan los expedicionarios. Capítulo 5 Desde su inicial guarida en la Sierra Maestra, Fidel Castro convocó un concilio, al cual fueron invitadas exclusivamente las contadas per- sonas que consideraba absolutamente confiables. El secreto cónclave estaba integrado por su hermano Raúl,Ramiro Valdés, el Che Guevara, Celia Sánchez, Juan Almeida, y naturalmente presidido por el propio Fidel, siendo su propósito analizar la impor- tancia de Crescencio Pérez y su nutrido grupo de aguerridos campesi- nos, conocedores de todos los rincones de la cordillera en que opera- ban. Convencer a Crescencio a unirse al movimiento 26 de Julio constituir- ía un doble logro, en primer lugar por el amplio conocimiento que tenía de la zona, y en segundo por el incremento en personal comba- tiente que representaban los curtidos campesinos de Pérez, porque en esos momentos solamente contaban con los pocos hombres que Gui- llermo García había logrado salvar del desastre de Alegría del Pío. Además existía otra razón aún más poderosa que las anteriores, la cual era que si Pérez aceptaba unirse a su guerrilla se vería compro- metido a compartir con ellos las utilidades de sus cultivos de ma- rihuana. En dicha reunión se tomó unánimemente la decisiónde invitar a Cres- cencio y sus hombres a formar parte del Movimiento 26 de Julio. Al Pérez aceptar la oferta, lo pusieron al mando de un pelotón inte- grado por sus propios secuaces. 19
  • 20. Fidel y su pequeño grupo habían tenido un modesto primer éxito, cuando contando con solamente 29 hombres tomaron e incendiaron el cuartel del ejército batistiano en el poblado de La Plata, situado en la desembocadura del río del mismo nombre. El diminuto cuartel había sido construido con frágiles paredes de ma- dera y techo de zinc, y contaba con una guarnición de solamente once hombres. Fidel, envalentonado por esa pequeña victoria y sintiéndose más fuer- te por haberse reforzado con los hombres de Crescencio, decidió ata- car otro reducto militar de la zona, en un esfuerzo para demostrar que ya constituían una fuerza combativa. El Uvero era un caserío ubicado junto al mar, que subsistía por la pre- sencia en el mismo de un aserrío que contaba con un muelle para em- barcar la madera. En dicho poblado existía otro pequeño cuartel, igualmente construido con paredes de madera y custodiado por una escueta dotación de soldados. Basándose en esas debilidades, muy parecidas a las del anterior, decidieron atacarlo. La “tropa” de Crescencio cumplió un rol importante en el enfrenta- miento, cuando el grueso de su pelotón atacó a los pocos soldados que cuidaban el embarcadero, mientras otros de sus hombres le cortaron el paso y apresaron a un pequeño grupo de militares que trataban de huir hacia el poblado de Chivirico. Terminada la escaramuza, le otorgaron a Pérez el grado de Coman- dante y le asignaron la organización y mando de lo que más tarde se convirtió en la columna siete. 20
  • 21. Un dato muy peculiar, es que corto tiempo después del triunfo de la Revolución, jamás se volvió a ver ni mencionar a Crescencio Pérez. No hacía acto de presencia en ningún lugar, ni acudía a reuniones y actos oficiales, a los cuales invariablemente asistían el resto de los comandantes rebeldes. Los medios de comunicación nunca lo volvieron a mencionar. El vacío de su presencia fue tal, que daba la impresión de que Cres- cencio Pérez jamás hubiera existido. Ese insólito ostracismo se debió a que Fidel le había ordenado regre- sar a sus antiguos predios de la Sierra Maestra, con la misión de con- tinuar cultivando marihuana. Crescencio cumplió la orden gustosamente y sin objeciones, debido a que habiendo vivido siempre en la serranía no se adaptaba a la capital. Otro motivo, tan poderoso como el anterior, era que extrañaba enor- memente la compañía de sus concubinas. 21
  • 22. Viaje a un lugar desconocido. Capítulo 6 Cuando Aguilera arribó al aeropuerto neoyorquino de Ildewild, lo es- peraba un funcionario gubernamental que le obvió la inconveniencia de pasar los trámites aduanales, conduciéndolo directamente a un au- tomóvil que aguardaban por él a la salida de la terminal. Partieron del aeropuerto con rumbo a Manhattan, donde cruzaron el Lincoln Túnel. Una vez en New Jersey se dirigieron al sur por la ca- rretera I-95. Cuando se encontraban cerca del Estado de Virginia Aguilera conjeturó que se dirigían hacia la sede de la CIA, situada en Langley. No habiendo dormido por horas, se acomodó lo mejor que pudo en el asiento del vehículo, donde vencido por el cansancio quedó sumido en un profundo sueño. Pasado algún tiempo lo despertó la luz del sol sobre su rostro, y al mi- rar por la ventanilla se sorprendió al divisar un letrero a un lado de la carretera, que indicaba que transitaban por una vía de menor categoría llamada Joplin Road. Evitando hacer preguntas al conductor del automóvil, quien había guardado silencio durante todo el trayecto, decidió mantenerse alerta, porque acababa de percatarse, de que al lugar hacia donde se dirigían no era el que originalmente había supuesto. Abandonaron Joplin Road, tomando un estrecho camino rural llamado Scenic Drive, el cual zigzagueaba dentro de un espeso bosque. Des- pués de cruzar un angosto puente de madera, giraron abruptamente a la derecha, donde casi oculto por la espesa vegetación se vislumbra- ban un granero y otra edificación más pequeña, también de construc- 22
  • 23. ción rústica (la cual era en realidad un albergue), al llegar al cual el chofer hizo sonar la bocina del auto para anunciar su presencia. A continuación de descargar el equipaje de Aguilera, el conductor del coche, hablando por primera vez desde que partieron de New York se despidió cortésmente de su pasajero y se marchó por la misma ruta por donde habían llegado. Abriéndose frente a él la puerta del alojamiento, apareció en su marco la figura de un individuo alto, de tez muy clara y pelo rubio, quien le dio la bienvenida en español. Sin saber cómo ni por cual razón, los instintos de Aguilera le indica- ban haber conocido a esa persona anteriormente, despertando en él la curiosidad de recordar cómo, cuándo y dónde. Su interlocutor le informó que se encontraban en un lugar secreto de entrenamiento especializado, y que él sería el encargado de adiestrarlo personalmente en un curso intensivo, que lo pondría al día en las más avanzadas técnicas de comunicaciones, comandos, infiltraciones y to- do tipo de operaciones especiales. 23
  • 24. Escuela de Operaciones Especiales. Capítulo 7 Después indicarle que acomodara sus pertenencias en el sitio que le habían asignado, el instructor le pidió a Aguilera que lo acompañara, encaminándose ambos hacia el granero. Al entrar, se dio cuenta que lo que en el pasado había sido un almacén de pienso lo habían convertido en un recinto de múltiples funciones. Al fondo del local habían situado un escenario con su respectiva pan- talla cinematográfica, y en todo su centro se encontrabanmesas de madera con sus bancos. Adyacente a una de las paredes habían situado un largo mostrador de- dicado a los alimentos, en esta ocasión, por tratarse de las tempranas horas de la mañana, para el desayuno. Todos esos cambios habían transformado el antiguo granero en un lu- gar apto para reuniones, conferencias, proyecciones cinematográficas o comedor, según lo requiriera la ocasión. Aguilera, después de depositar su desayuno en una bandeja, buscó el sitio donde se encontraba el instructor, y sentándose frente a él se pre- sentó en la forma siguiente: -“Aunque a usted seguramente se lo han informado, mi nombre es Rafael Aguilera y si las reglas de segu- ridad lo permiten quisiera conocer el suyo”. El Instructor le con- testó: -“Las contadas personas que son enviadas a recibir entrena- miento especializado en este lugar han pasado previamente reconoci- dos cursos de capacitación que les obvia tener que asistir a la escuela para reclutas de la CIA, por lo cual no solamente se les permite inte- grarla sin ese requisito, sino también se les adjudica un alto nivel de clasificación de seguridad (clearance), por cuyo motivo no existen 24
  • 25. restricciones de identidad entre ninguno de nosotros. Mi nombre es Isaac Jelen”. Aguilera le respondió: -“Su rostro me fue familiar desde el primer momento, y si no me equivoco, lo conocí hace algunos años en Cuba cuando yo estudiaba leyes en la Universidad de La Habana y me hospedaba en unacasa de huéspedes situada en los altos de un edificio emplazado en Infanta y San José, en cuya planta baja sus padres poseían un comercio de ropa. Recuerdo a Irena, su señora madre y a Shonto Behar, su padrastro, un judío sefardita que hablaba el español con un marcado deje andaluz.En aquella época usted esta- ba estudiando el bachillerato en el Instituto de segunda enseñanza del Vedado, y según la opinión de Shonto era un joven muy inteligente, serio y estudioso”. A Jelen no le sorprendió lo que acababa de escuchar, porque estaba en pleno conocimiento de quien era la persona que tenía frente a él, por lo cual le respondió: -“Me alegra que me haya reconocido, porque eso indica el alto grado de memorización que usted posee, lo cual es esencial en nuestra profesión. Me considero cubano, aunque no lo soy de nacimiento, porque mi madre logró salvarme de una muerte segura cuando yo tenía breves días de nacido, al sacarme furtivamen- te de nuestra nativa Polonia, después que mi padre, un rabino judío, fuera enviado a un campo de concentración donde fue asesinado por los nazis. Pudimos salvarnos gracias a los buenos oficios de un sa- cerdote católico que nos ocultó en su Iglesia y ayudó a escapar. En una larga y penosa odisea logramos llegar a España, donde dos años después de nuestro arribo a la ciudad de Málaga, mi progenitora contrajo nupcias con Shonto. Más adelante nos trasladamos a La Habana cuando yo tenía alrededor de cuatro años de edad. Crecí amando a Cuba, la única patria que había conocido, sintiéndome tan cubano como los nacidos en esa bella tierra, porque los recuerdos de 25
  • 26. mi pasado no llegaban más lejos del tiempo vivido en mi nueva pa- tria. Al graduarme de Bachiller, por convicción propia y mi origen judío, decidí trasladarme a Israel con el propósito de dedicar mi vida y esfuerzos a su causa. En Israel me fueron muy útiles las lecciones del idioma oficial de ese país, que imparten a todos los niños hebreos en el Centro Comunitario situado en la calle Línea en el Vedado habanero”. Jelen le confió a Aguilera que al arribar a Israel, después de recibir el entrenamiento militar básico del ejército, debido a que dominaba cua- tro idiomas, pasó múltiples cursos de inteligencia y contrainteligencia, así como adiestramiento especial en la escuela para comandos. Posteriormente lo asignaron al Aman, en el cual formó parte de un grupo élite de operaciones especiales, participando en riesgosas infil- traciones y rescates. Más adelante lo ubicaron en la contrainteligencia interna, conocida como ShinBet. Después de algún tiempo en esa dependencia lo transfirieron al Sha- bak, que se encarga de la seguridad, tanto del estado como de sus ciu- dadanos, así como lidiar con ataques terroristas y sublevaciones inter- nas. Por su excelente desenvolvimiento en dichas dependencias lo transfi- rieron a uno de los más reconocidos organismos de Inteligencia del mundo, la Mossad, en la cual fue asignado al Departamento de Asun- tos Internacionales. 26
  • 27. Su actual misión es entrenar a selectos operativos de los servicios se- cretos de países que tienen vínculos de amistad y cooperación con Is- rael. En estos momentos se encuentra en ese lugar impartiendo clases de especialización a escogidos integrantes de la CIA, en reciprocidad por la cooperación y ayuda de los Estados Unidos a Israel. Durante el tiempo que transcurrió ese curso especial, Aguilera entabló una estrecha relación de amistad, trabajo y cooperación con Jelen, quien expertamente le impartió las más modernas, avanzadas y auda- ces técnicas, capacitándolo para realizar todo tipo de operaciones es- peciales, así como complicadas y riesgosas misiones. 27
  • 28. La Taberna de Villalba. Capítulo 8 La Taberna de Villalba, situada en la Alameda de Paula frente a los muelles habaneros, era un bar y restaurant propiedad de un español lla- mado Antonio Regueiro, quien le otorgó ese nombre en honor a su al- dea natal, ubicada en lo alto de las montañas de Galicia. Su propietario, en unión de su concubina Ramona, a base de tesón y arduo trabajo, lograron que el establecimiento se convirtiera en una empresa prospera y popular. Antonio se encargaba de todo lo referente a la gastronomía, confec- cionando deliciosos platos (en su mayoría de la culinaria gallega), como chorizos con cacheles, lacón con grelos, callos con garbanzos, percebes, choquiños a la bestia, arroz con bogavante, longuirón de fiesterra, pulpo á feira, caldeirada de rape, vieiras, y el conocido caldo gallego, así como deliciosos postres, entre otros, perrunillas, bica, fi- llogas, chulas gallegas, peras borrachas y la tarta de Mondoñedo. Su mujer estaba a cargo del bar, pero en particular era la responsable de supervisar a las camareras, para que éstas lograran que los clientes consumieran en abundancia y la casa obtuviera generosas ganancias. Ramona era una despampanante mulata de alrededor de 30 años de edad, con un cuerpo escultural dotado de vastos senos, estrecha cintu- ra, amplias caderas y un voluminoso y tentador trasero. La sensual mujer, cuando se dirigía cada atardecer a la Taberna, sentía un lascivo placer tentando a los transeúntes, cuando al caminar hacía vibrar todo su cuerpo en un voluptuoso ritmo, que producía deseos eróticos en cuanto hombre la seguía con su mirada. 28
  • 29. La Taberna de Villalba, además de buen licor y excelente comida, le ofrecía a su clientela la opción de obtener “servicios extra” de las ca- mareras, quienes asumían la doble función de prostitutas. Si la remuneración era buena y el “punto”bien parecido, Ramona brindaba el favor personalmente, no sonrojándose cuando sin ningún decoro expresaba textualmente: -“Las mujeres que no les pegan los tarros a sus maridos, es porque son cobardes”. Para consumar los lúbricos placeres, los clientes pagaban por el uso de habitaciones ubicadas en los altos del local, lo cual incrementaba las ganancias del propietario, a la vez que convertía el establecimiento en un lugar de dudosa reputación. Uno de los asiduos clientes de la Taberna era Jimmy Kendrigan, un ciudadano norteamericano, quien bajo la cobertura de ser el entrena- dor del equipo de campo y pista de la Universidad de La Habana, era en realidad el director de la CIA en Cuba. Las visitas de Mr. Kendri- gan a la Taberna de Villalba no tenían el único propósito de satisfacer sus aficiones a la bebida, la buena comida española, o sus necesidades corporales, porque en ese lugar también obtenía valiosas informacio- nes que extraía hábilmente de las meseras, turistas, clientes locales, y marineros que tocaban puerto. 29
  • 30. Irreconocible. Capítulo 9 A Rafael Aguilera, ya en pleno ejercicio de sus funciones como agen- te de la CIA, le ordenaron trasladarse de regreso a La Habana, con la misión de lograr que el Presidente Batista fuera derrocado sin derra- mamientos de sangre, evitando al mismo tiempo que Fidel Castro pu- diera tomar el poder. Para no ser reconocido le proporcionaron no solamente una nueva identidad, sino también le cambiaron su apariencia física. Su cabello fue teñido de rubio, dejando que creciera en su rostro un “candado” al que también añadieron el mismo color, completando el “disfraz” con la adición de espejuelos de gruesa armadura de carey, muy populares en aquellos tiempos, así como le proporcionaron un ajuar con prendas de vestir confeccionadas en el Canadá. Tan drástica fue su transformación, que quedó estupefacto cuando al mirarse en un espejo vio el reflejo de un rostro que no era el suyo. Fue transportado a Toronto, desde donde se trasladó a Cuba utilizando un pasaporte con el nombre de Patrick O’Doherty, que lo acreditaba como un ciudadano canadiense. Arribó a La Habana el 19 de Diciembre de 1958, pasando sin contra- tiempos la aduana del aeropuerto José Martí, hospedándose en el Hotel Nacional, muy popular entre los turistas canadienses de holgada posición económica. Aguilera se reunió con Kendrigan para planear la estrategia a seguir, determinando que era preciso para su misión involucrar a antiguos co- 30
  • 31. rreligionarios y conocidos, que aún estuvieran activos en las distintas dependencias de las fuerzas armadas. Necesitando un lugar discreto que no despertara sospechas al entrevis- tarse con sus contactos, Kendrigan le recomendó La Taberna de Vi- llalba como el sitio idóneo para esos menesteres. La sugerencia de Kendrigan se basaba en que dicho establecimiento era muy concurrido todas las noches, no solamente por los parroquia- nos locales, artistas y marineros, sino también por un nutrido grupo de turistas, lo cual haría pasar inadvertida su presencia. 31
  • 32. Un confiable colaborador. Capítulo 10 Debido a la necesidad de secretismo en cuanto a su identidad, que no le permitía contactar directamente a muchos de sus antiguos correli- gionarios sin correr el riesgo de ser delatado por alguno de ellos, ne- cesitaba la colaboración de alguien de confianza para que sirviera como intermediario. Un antiguo subalterno, el sargento de la Marina Luis Ramírez, aparte de haber sido su ayudante en el pasado era un fiel amigo en quien podía confiar plenamente, por lo cual determinó recabar su ayuda para que sirviera de enlace con el resto de los militares. Aguilera llamó por teléfono a Ramírez, acordando ambos reunirse esa noche en La Taberna de Villalba a las dos de la madrugada, hora muy conveniente, porque ya la mayoría de los parroquianos estarían pasa- dos de tragos, o muy ocupados tratando de “conquistar” a las meseras. Ramírez llegó a la cita un corto tiempo antes de lo acordado, ocupan- do una mesa situada al fondo del establecimiento. Después de ordenar una cerveza, se acomodó en espera de su antiguo jefe. Cuando Aguilera, con su modificada apariencia se sentó frente a Ramírez, éste, no reconociéndolo, le pidió al “turista” (en su mal pro- nunciado inglés) que por favor se instalara en otra mesa, porque la que ocupaba estaba reservada en espera de un amigo. Su asombro fue enorme, cuando hablándole en español, el supuesto “gringo” se identificó, mostrando una irónica sonrisa en su rostro. 32
  • 33. Aún estupefacto por la sorpresa, Ramírez le contestó: -“Aunque no me fue posible reconocerlo con esa apariencia, he podido hacerlo al identificar su voz. Quiero que usted esté consciente, que si lo descu- bren lo van a acusar de espía, y sin lugar a dudas será fusilado”. Aguilera, para calmarlo, le ripostó:-“No te preocupes Luis, yo me siento seguro de no ser identificado. Mi presencia en La Habana se debe a que me ha sido encomendadauna tarea muy delicada por quienes ahora trabajo, la Agencia Central de Inteligencia.El gobier- no de los Estados Unidos le está retirando su apoyo a Batista, y pien- san que ha llegado el momento de que sea derrocado, para lo cual necesitan captar integrantes honestos de las fuerzas armadas que estén dispuestos a realizar un “coup”, con el fin de instituir un go- bierno cívico-militar en el cual ellos puedan confiar. Tú siempre has sido una persona honorable y pundonorosa, por lo cual estoy se- guro que no estás de acuerdo con los desmanes del gobierno actual, y mucho menos con la corrupción dentro de los altos mandos militares. Para poder llevar a cabo mi misión, necesito tu cooperación”. 33
  • 34. Primeros pasos hacia el golpe. Capítulo 11 Ramírez no vaciló, aceptando de inmediato la proposición de su anti- guo jefe, porque coincidía con él en que era necesario darle una pron- ta solución a la actual situación, que estaba poniendo en riesgo la es- tabilidad del país. Aguilera le encomendó a su amigo la captación de militares honestos y confiables pertenecientes a las distintas ramas castrenses, que estu- vieran de acuerdo en formar parte del complot, pidiéndole que con- feccionara una listacon sus nombres y rango militar. Se citaron para el mismo lugar y hora cuatro días después, el 23 de Diciembre de 1958, encuentro al que también asistió Jimmy Kendri- gan. Ramírez les entregó copias de la relación de los conspiradores que había logrado captar. Los integrantes de la lista eran policías, marineros y soldados, con los exiguos grados de cabos, sargentos y algunos tenientes. La asonada, que había sido tentativamente planeada para mediados de Enero del 1959, consistía en que los conspiradores se adueñaran del Campamento deColumbia y las principales instalaciones de la Policía y la Marina de Guerra, destituyendo de su mando y encarcelando a todos los militares venales. Si lograban ese objetivo se levantaría la moral de las tropas, que en esos momentos se encontraba extremadamente baja. 34
  • 35. Entonces, con todo el poderío militar del Ejército, la Marina y la Aviación no les sería difícil derrotar a los rebeldes, que comenzaban a combatir a campo abierto, para lo cual no estaban capacitados, porque solo tenían experiencia luchando como guerrillas al amparo de las selváticas montañas. La deposición del gobierno corrupto de Batista y la derrota de los re- beldes devolverían la paz y tranquilidad que tanto necesitaba la Na- ción…………….y el gobierno norteamericano. 35
  • 36. La pieza clave. Capítulo 12 Era imprescindible para que el golpe fuera exitoso, que estuviera en- cabezado por un militar prestigioso de alta jerarquía, a quien las tro- pas respetaran y les fuera fácil aceptar como líder. Kendrigan, Aguilera y Ramírez trataron afanosamente de relacionarse con alguien que cumpliera con esos requisitos, pero al no serles posi- ble lograrlo se vieron en la necesidad de solicitar la cooperación de la embajada norteamericana. El embajador Earl Smith accedió gustosamente a cooperar, debido a que tenía instrucciones específicas del Departamento de Estado de apoyar cualquier esfuerzo encaminado a que Batista abandonara la presidencia. Al mismo tiempo, el diplomático norteamericano esta- ba convencido de que Fidel Castro no era confiable, considerándolo un potencial enemigo si lograba apoderarse de Cuba. Smith tenía una estrecha relación de amistad con Eulogio Cantillo, Jefe del Estado Mayor Conjunto del Ejército, quien era un militar pundonoroso que no pertenecía al grupo de los generales venales. Ambos se entrevistaron secretamente, pero Cantillo se opuso en prin- cipio a la idea del golpe, debido a ser un hombre leal a Batista. El General, después de analizar detenidamente la situación acepó la proposición, no sin antes tranquilizar su conciencia, utilizando el au- to-pretexto de que lo hacía con el único propósito de proteger a su Presidente. Cantillo se reunió en privado con Batista, informándole que el Emba- jador Smithle acababa de comunicar confidencialmente que el gobier- 36
  • 37. no norteamericano había decidido retirarle todo tipo de apoyo. El General le expuso a su Presidente, que por lo tanto no le quedaba otra alternativa que presentar su renuncia y marcharse al extranjero, por- que de no hacerlo ponía en peligro no solamente su vida, sino la de toda su familia. Batista consideró prudente seguir los consejos de Cantillo, porque además de estar seguro de que su enorme fortuna le garantizaba una vida holgada y libre de peligros en el exterior, su actual situación en Cuba ya era prácticamente insostenible. Abrumado por la traición de sus más allegados colaboradores, quienes por lucro habían vendido su alma al diablo, y ahora el golpe conclu- yente que representaba el abandono de los norteamericanos, quienes habían sido sus aliadosdurante los últimos años, Batista preparó y consumó una precipitada fuga. En la noche del 31 de Diciembre de 1958 se llevó a cabo en el Palacio Presidencial la acostumbrada fiesta de gala para esperar el arribo del nuevo año. Después de tomar el champagne, comer las uvas, los usuales pitos y matracas y los concurrentes felicitarse mutuamente, Batista hizo uso de la palabra para efectuar el tradicional brindis de la medianoche. En un corto e improvisado discurso anunció a la atónita concurrencia que desde ese momento renunciaba a la presidencia de la República, y que el General Cantillo y Anselmo Alliegro quedaban al mando de una junta cívico-militar, que se encargaría de gobernar a la Nación desde ese momento. Terminó la inesperada alocución con su acostumbrada despedida de salud, salud, salud. Alrededor de las 2 de la madrugada se marchó al extranjero en com- pañía de su familia, algunos de sus colaboradores y cuantiosas male- tas, algunas de las cuales contenían parte de su mal habida fortuna. 37
  • 38. Un logro que Batista ambicionaba, pero nunca pudo obtener, era que sus conciudadanos lo consideraran un gobernante democrático. No es posible ser demócrata siendo un dictador, quien además de haber alcanzado el poder por medio de un golpe militar, había obteni- do una mal habida fortuna, extraída fraudulentamente de las arcas del país que gobernaba. Como si todo lo anterior fuera poco, también se había manchado sus manos de sangre. 38
  • 39. Un triunfo efímero. Capítulo 13 El éxito obtenido por Rafael Aguilera, cuyas gestiones produjeron la fuga de Batista fue un acontecimiento fugaz y casi anónimo, porque muy contadas personas conocían quien la había fraguado y llevado a cabo tan eficientemente. Cuando los rebeldes lograron asegurar el control de toda la Isla, su plan se derrumbó como un castillo de naipes. No obstante, debido a la astucia con que la dimisión de Batista fue planeada y ejecutada, se ganó la admiración de sus subalternos y la confianza de sus superiores. Al huir Batista, “Patrick O’Doherty” recibió órdenes de regresar a los Estados Unidos vía Canadá, para que luego, utilizando su propia iden- tidad de Rafael Aguilera, retornara a Cuba como repatriado político. Una vez en territorio cubano, le ordenaron substituir temporalmente en sus funciones a Jimmy Kendrigan, quien por sus largos años en el cargo necesitaba un merecido descanso. Para que el aparato de seguridad castrista no se percatara que la CIA tenía un nuevo jefe substituto en La Habana, y mucho menos que se conociera su identidad, Kendrigan fingiría continuar al mando de la “Agencia”, aunque en realidad estuviera disfrutando su bien ganado asueto. Aguilera, en su nuevo rol de opositor del derrocado régimen, se ins- taló de nuevo en su antiguo apartamiento del edificioFocsa en el Ve- dado habanero. 39
  • 40. Al asumir su nueva función, quedaron bajo su mando temporal todos los operativos de la “Agencia” en Cuba, muchos de los cuales habían logrado infiltrarse en diversos grupos revolucionarios, incluyendo el Movimiento 26 de Julio, el Segundo Frente del Escambray y el Ejér- cito Rebelde. La misión principal encomendada al nuevo ejecutivo de la CIA era investigar todo los cambios que estaban ocurriendo en Cuba, espe- cialmente los motivos que tenía Fidel Castro para nombrar a los viejos y tradicionales comunistas a ocupar cargos importantes dentro de su gobierno. 40
  • 41. Un formidable equipo de trabajo. Capítulo 14 Las facilidades deportivas de la Universidad de La Habana estaban compuestas por varios edificios y terrenos dedicados a diversas disci- plinas deportivas, donde se efectuaban competencias y se entrenaban estudiantes de ambos sexos, pertenecientes a todas las facultades que integraban dicho centro docente. Entre los múltiples deportes que se practicaban estaban el levanta- miento de pesas, esgrima, baloncesto, judo, balompié, softball y “fut- bol americano”, pero muy en especial los equipos de basquetbol, béisbol y campo y pista, cuyos conjuntos eran formidables. En las distintas disciplinas se efectuaban competencias entre equipos de las distintas Facultades, siendo ésa la cantera de donde se nutrían los conjuntos “Varsity”. Concurría al estadio universitario una estudiante que formaba parte de los equipos femeninos de softbol, basquetbol y judo (en el cual osten- taba el grado de cinta negra), pero muy en especial el de campo y pis- ta. Silvia Rivero era el nombre de la hermosa atleta, estudiante de la Fa- cultad de Filosofía y Letras, quien era la deportista femenina favorita de Kendrigan. Lo que no se conocía públicamente, era que al mismo tiempo Silvia era la principal agente femenina de la CIA en Cuba. Kendrigan invitó a Aguilera a utilizar el gimnasio universitario para que mantuviera su buen estado físico, ocasión que aprovechó para presentárselo a Silvia, haciéndole saber a ella, que desde ese momento 41
  • 42. lo estaba remplazando temporalmente como jefe de la CIA en La Habana. Cuando Aguilera conversó prolongadamente con Silvia, se dio cuenta de que debido a sus cualidades combinadas de astucia, belleza e inte- ligencia, sería una colaboradora extremadamente valiosa si la utiliza- ba como su pareja de trabajo. Quedó convencido sin lugar a dudas de que cuando asistieran a fies- tas, actos y reuniones, efectuando sus funciones de inteligencia y es- pionaje, lucirían ante los demás como un matrimonio o una pareja de novios, lo cual eliminaría toda sospecha o suspicacia de lo que en rea- lidad eran o estaban haciendo. 42
  • 43. Los rebeldes se apoderan de Cuba. Capítulo 15 El general Cantillo, quedó temporalmente como la autoridad máxima de la Nación, al tener el control absoluto de las Fuerzas Armadas. El Coronel Ramón Barquín era un militar de carrera que contaba con el beneplácito de los norteamericanos, por haber sido agregado militar en Washington y representante cubano ante la Junta Interamericana de Defensa. Barquín había fungido como cabeza visible (aunque el verdadero jefe fue el comandante Enrique Borbonet) de una revuelta militar contra Batista en el año 1956, a la que le dieron el nombre de “La Conspira- ción de los Puros”, cuyo complot fracasó debido a la traición de Enri- que Ríos Morejón, uno de los conjurados. Por esa sublevación Bar- quín había sido condenado y aún estaba cumpliendo, una sentencia de ocho años de privación de libertad. Cantillo, por petición de la embajada norteamericana liberó a Barquín, pero por cuenta propia lo puso al mando del Campamento de Colum- bia. Queriendo consolidar el nuevo gobierno que substituyó a Batista y al mismo tiempo intentar que luciera democrático, Cantillo restableció inmediatamente la Constitución del año 1940. Aunque se adjudicó la jefatura del ejército, necesitando borrar el es- tigma que significaba un régimen castrense, astutamente instituyó un gobierno civil. 43
  • 44. Ignorando por completo a Anselmo Alliegro (designado por Batista) instauró como nuevo Presidente de la República al magistrado Carlos M. Piedra, presidente del Tribunal Supremo de Justicia, posición que le correspondía por mandato de la recién restaurada Constitución, pe- ro el destino le deparó tanto a Piedra como a Cantillo la desventura de que ostentaran sus cargos por un tiempo extremadamente breve. Los distintos grupos insurgentes, aunque fueron sorprendidos mo- mentáneamente por la súbita e inesperada fuga de Batista reacciona- ron prontamente. Tropas del Segundo Frente del Escambray, co- mandadas por Eloy Gutiérrez Menoyo (las más cercanas en esos mo- mentos) se dirigieron de inmediato hacia La Habana. Castro, queriendo evitar que la capital fuera controlada por fuerzas ajenas a las suyas, ordenó dirigirse hacia ella desde Santa Clara a las columnas comandadas por Camilo Cienfuegos y el Che Guevara. Fidel, más que cauteloso, cobarde, decidió que lo más sensato por el momento era instalarse temporalmente en Santiago de Cuba (lugar que consideró seguro) hasta tanto sus secuaces establecieran un domi- nio absoluto de La Habana. Para que no hubieran dudas de que el control de la Nación estaba donde él se encontrara, declaró a Santiago “Capital Provisional de la República”. En esa ciudad Castro pronunció un discurso de victoria, que contenía frases que dejaban entrever sus futuras intenciones: -“Esta vez la re- volución no quedará frustrada. Esta vez afortunadamente para Cuba la revolución cumplirá sus verdaderos objetivos y no será como en el 1898 cuando vinieron los norteamericanos y se hicieron dueños de ella”. 44
  • 45. Debido a la euforia producida por el derrocamiento de la dictadura de Batista, una inmensa mayoría de la población no notó la oculta inten- ción de dichas frases, que exteriorizaban el verdadero rumbo que Cas- tro había planeado para “su” revolución. Aguilera, notando el velado sentido de las palabras de Fidel, redactó un informe a sus superiores en el cual les notificaba que Castro reve- laba en su discurso un enorme rencor hacia los norteamericanos, ad- virtiéndoles que los confrontaría abiertamente tan pronto se le presen- tara una ocasión favorable. En La Habana, Gaspar González Lanuza, perteneciente a las Milicias Revolucionarias del Movimiento 26 de Julio, tomó militarmente y sin la más mínima oposición el Castillo de la Punta y se apoderó de la emisora radial y televisiva CMQ. Cuando el CheGuevara arribo a la Fortaleza de La Cabaña ya ésta es- taba en poder de González Lanuza, quien le entregó el mando de la misma. Camilo Cienfuegos ocupó sin ninguna resistencia el Campamento de Columbia, arrestando al General Cantillo y destituyendo del mando al Coronel Barquín. Cuando Fidel consideró que no corría ningún riesgo, se trasladó a La Habana en una caravana que durante su paso a lo largo de la Isla fue vitoreada por multitudes delirantes, siendo su arribo a la capital un espectáculo pomposo y teatral, comparable con la entrada de Julio César y sus legionarios en Roma. 45
  • 46. Al instalarse en La Habana, Castro tomó el control absoluto de las Fuerzas Armadas, destituyó al Presidente Piedra y astutamente consti- tuyó un nuevo gobierno que contaba con ciudadanos prestigiosos y respetables. Designó como Presidente de la República a Manuel Urrutia Lleó y como Primer Ministro a José Miró Cardona. Para regir los ministerios nombró las siguientes personalidades: Re- gino Boti (Economía), Roberto Agramante (Relaciones Exteriores), Rufo López Fresquet (Hacienda), el Dr. Faustino Pérez (Recuperación de Bienes Malversados), Enrique Oltuski (Comunicaciones), Osvaldo Dorticós (Leyes Revolucionarias), Luis Orlando Rodríguez (Interior) y Manuel Rey (Obras Publicas). Los norteamericanos reconocieron oficialmente el nuevo gobierno, y al renunciar a su cargo por no estar de acuerdo con ese paso (que con- sideró no solamente apresurado, sino insensato), el embajador Earl Smith fue sustituido por Philip Bonsal. Un corto tiempo después Castro impuso ser nombrado Primer Minis- tro, remplazando a Miró Cardona. A finales de Febrero del 1959, incumpliendo su anterior promesa de celebrar elecciones, Fidel ordenó posponerlas por dos años, ofrecien- do como excusa que no era justo ir a las urnas en momentos en que la Revolución contaba con una considerable mayoría, y que lo mejor pa- ra la Nación en esos momentos era darles suficiente tiempo a los par- tidos políticos para organizarse y desarrollarse plenamente. ¡Qué pretexto más cínico para perpetuarse en el poder, al evitar que el pueblo pudiera elegir sus gobernantes democráticamente! 46
  • 47. Lo más triste del caso fue que desde que eran unos simples guerrille- ros, ya habían decidido que jamás se celebrarían comicios, para evitar que los cubanos, en elecciones libres y por sufragio directo tuvieran la facultad de elegir sus gobernantes. Fidel Castro estaba decidido a no permitir que el poder cayera en otras manos que no fueran las suyas. 47
  • 48. Ola de terror. Capítulo 16 Desde su inicio, uno de los objetivos del recién instaurado gobierno revolucionario era demostrar que estaban decididos a actuar con mano dura contra sus enemigos, dejando bien claro que quienes interfirieran en sus planes de dominio absoluto pagarían un enorme precio por su osadía. Para eliminar toda oposición (presente o futura) desataron una ola de terror, la cual había sido concebida cuando aún eran insurgentes. Sin pérdida de tiempo comenzaron las ejecuciones en toda la Isla, fu- silando sin previo juicio a soldados, policías y simpatizantes de Batis- ta. En el Palacio de los Deportes de La Habana condenaron a muerte en un juicio público colmado de arbitrariedades, al teniente coronel Ri- cardo Luis Guerra y a los comandantes Pedro Martínez Morejón y Jesús Sosa Blanco, en lo que este último, demostrando una enorme valentíallamó “un espectáculo de circo romano”, porque fue presen- ciado por una concurrencia superior a los 18,000 espectadores y más de 300 reporteros, en el cual la enardecida turba vociferaba el cons- tante grito de paredón, paredón, paredón. Los miembros del ejército rebelde guardaban una gran animosidad hacia los encausados (en especial contra Sosa Blanco), por haber sido eficientes militares que los habían combatido frontal y tenazmente. Los jueces del tribunal militar que los condenó (como estaba decidido antes de ser juzgados), fueron el Dr. Humberto Sorí Marín y los co- mandantes Raúl Chivás y Universo Sánchez, siendo el fiscal Jorge 48
  • 49. (Papito) Serguera, a quien el populacho le dio por llamar “el represen- tante máximo de la justicia revolucionaria”. La noche en que se llevó a cabo el juicio, un grupo de más de cien mujeres vestidas de negro llevaron a cabo una protesta contra las eje- cuciones, pero esa gestión no pudo lograr que los recién estrenados verdugos las suspendieran. En la ciudad de Santiago de Cuba pasaron por las armas bajo falsos testimonios a 75 civiles y policías, acusados de ser los autores de crímenes horrendos, o haber pertenecido a los tigres de Masferrer, un ejército privado que los había combatido con mucha efectividad. Fusilaron a todo lo largo y ancho de la Isla una enorme cantidad de ciudadanos sin el debido proceso judicial, los cuales fueron colocados de espaldas a largas zanjas y pasados por las armas, en una sangrienta, ilegal e innecesaria masacre, la cual los fidelistas insistían era ineludi- ble para librar a la nación de los asesinos y criminales de guerra del antiguo régimen. En realidad efectuaron esa carnicería con el mal- vado propósito de lograr sus planes de perpetuarse en el poder, al in- fundir en la ciudadanía el temor de padecer la misma suerte si se oponían a cualquiera de sus designios. Aplicaban el tétrico adagio de “fusílalo provisionalmente hasta que le celebremos juicio”. El principal verdugo de la Revolución, el despiadado asesino Che Guevara incrementó las ejecuciones en La Cabaña, pasando por las armas una enorme cantidad de civiles y ex-miembros de las Fuerzas Armadas de Batista. 49
  • 50. En Marzo 19 del 1959, corto tiempo después de haber tomado el po- der las oprobiosas fuerzas del mal, ya habían sido ejecutados 483 ciu- dadanos a quienes ellos llamaban criminales de guerra, siendo tan enorme la consternación ante tanta barbarie, que el propio diario ofi- cial Revolución abogó en una de sus páginas editoriales para que se pusiera fin a los fusilamientos. Castro y sus secuaces trataron de justificar las ejecuciones, alegando que los condenados a muerte eran aberrados criminales que habían cometido hechos deleznables. En aquella época fatídica y siniestra, Fidel declaró que continuarían fusilando a los “esbirros batistianos” hasta que fueran eliminados en su totalidad. El propósito de esa lamentable ola muertes estaba deliberadamente encaminada a implantar el terror institucional. 50
  • 51. Expropiaciones e Incautaciones. Capítulo 17 La segunda parte del siniestro plan de corte marxista, concebido en la Sierra Maestra, consistía en que una vez implantado el terror institu- cional, que dejara sumida a toda la población en un estado de abulia e indefensión, podrían confiscar todas las propiedades privadas, arre- batándoselas a sus legítimos dueños sin que se efectuaran protestas. Era tan inmenso el odio que Fidel sentía hacia los norteamericanos, que decidió que fueran ellos los primeros en ser expropiados de todos sus bienes. A principios de Marzo, solamente dos meses después de haber toma- do el poder, nacionalizaron la Cuban TelephoneCompany, una filial de la telefónica norteamericanaIT&T. Seguidamente expropiaron las refinerías de las empresas Texaco, Esso y Shell, así como todos los ingenios azucareros de compañías estadounidenses. Continuaron las apropiaciones sin las debidas compensaciones, hasta que finalmente confiscaron la totalidad de las grandes industrias y ne- gocios, tanto extranjeros como nacionales. Por medio de la llamada Reforma Agraria les robaron a sus legítimos propietarios sus tierras, sembrados y ganado. Hay una anécdota verídica, que si no fuera trágica resultaría jocosa: Existía una enorme ganadería en un pequeño asentamiento adyacente a la vía del ferrocarril central, al sur de Puerto Padre, en la provincia de Oriente. Por desconocimiento del idioma inglés, los campesinos del lugar lo llaman incorrectamente “Omája”, cuando en realidad deb- ía pronunciarse “Ómaja”, nombre que le adjudicaron los norteameri- 51
  • 52. canos que lo establecieron, quienes procedían de Omaha, en el estado de Nebraska. La propiedad, que contaba con un enorme hato de ganado e inmensas praderas adecuadamente sembradas para alimentarlos, había sido ad- quirida en los años treinta por el patriarca de una familia cubana de apellido Padierne. Cuando los castristas (con el pretexto de que se trataba de un latifun- dio) confiscaron mediante la Reforma Agraria la propiedad de los Pa- dierne, nombraron administrador de la misma a un zapatero de filia- ción comunista, oriundo de la ciudad de Manzanillo, quien no tenía la más mínima idea de lo que era una ganadería y mucho menos como administrarla. En esos días Fidel, en una de sus largas y tediosas alocuciones, había elogiado una hierba que consideraba muy beneficiosa para el ganado. El zapatero, transformado por la magia de los nuevos gobernantes en ganadero, ordenó ante el asombro de sus eficientes empleados “meter- le el arado” a todos los sembrados que ya habían crecido lo suficiente para alimentar la enorme cantidad de reses de la inmensa ganadería, argumentando en su favor que serian substituidos por un maravilloso pasto que el “Comandante” consideraba el mejor de todos. Habiendo terminado reluctantemente de obedecer la orden, los em- pleados le preguntaron al administrador, cual era el “maravilloso” fo- rraje que iba a remplazar los enormes pastizales que acababan de arra- sar. Cuando les respondió que se trataba de una hierba estupenda llamada Pangola, los encargados de los sembrados, con un inmenso estupor retratado en sus rostros le contestaron a coro: -“¡Señor admi- nistrador, lo que existía anteriormente y usted nos ordenó destruir, eraPangola!”. 52
  • 53. Debido a las incautaciones y el éxodo hacia el extranjero, tanto de propietarios como de administradores altamente capacitados, y la in- habilidad y falta de conocimientos de quienes los substituyeron, se destruyeron en Cuba no solamente la ganadería, sino también la gran mayoría de los sembrados agrícolas y la generalidad de las industrias del País. Esa es la razón por la cual escasean los bienes de consumo que Cuba producía en abundancia antes de la revolución. La llamada Reforma Urbana comenzó por privar a los dueños de in- muebles del cincuenta por ciento de sus ingresos, para más adelante despojarlos totalmente de sus legítimas propiedades sin ninguna com- pensación. Todo lo anterior causó que muchos propietarios de colo- nias cañeras, fincas, ganaderías, comercios, industrias y bienes raíces comenzaran a marcharse al extranjero. Para castigarlos, el Consejo de Ministros emitió un decreto imponiendo la confiscación inmediata de todas las propiedades de quienes abandonaran el país. Fidel Castro ordenó la expropiación de la finca de sus padres, pero esa incautación fue diferente a los otros decomisos, porque la madre de Fidel y Raúl fue indemnizada en efectivo, no obstante lo cual, Lina Ruz se marchó a México, disgustada por el proceder de sus hijos. Ante la secuela de expropiaciones, Aguilera, haciéndose eco del cla- mor de todos los perjudicados, pidió a sus superiores que usaran su influencia para lograr que el gobierno norteamericano llevara a cabo una justa retaliación, incrementando vigorosamente los términos de un embargo anterior (muy modesto por cierto) que había sido imple- mentado cuando aún no se habían tomado las últimas y más drásticas medidas contra los intereses de ciudadanos estadounidenses. Aunque sus jefes trataron afanosamente de que se cumpliera esa petición, los burócratas liberales del Departamento de Estado lograron impedirlo. 53
  • 54. Cuando las expropiaciones sin compensación rebasaron el límite so- portable, y ante el indignado clamor de los propietarios de empresas y accionistas norteamericanos perjudicados por el robo de sus propie- dades e inversiones,los políticos en Washington se vieron acosados y sin argumentos. Bajo la enorme presión de una opinión pública extremadamente ad- versa, los burócratas dentro del gobierno de Kennedy y el propio Pre- sidente, al verse acosados, se vieron obligados a ceder, ampliando el mencionado embargo 54
  • 55. Destrucción de los sindicatos obreros. Capítulo 18 En la época de la República libre y democrática de Cuba, los sindica- tos obreros eran inmensamente poderosos, y defendían a “capa y es- pada” los intereses del proletariado que representaban. Durante el transcurso de los años, la Confederación de Trabajadores de Cuba, compuesta por 33 Federaciones, había luchado incansable- mente para obtener mejoras para sus integrantes, siendo las leyes la- borales cubanas probablemente las más avanzadas del mundo en su época, porque entre otros, habían obtenido los siguientes beneficios: Tres meses de licencia compensada por maternidad obrera. Un mes cada año de vacaciones pagadas. Los empleados azucareros recibían al final de cada zafra un pago adicional, otorgado por la Ley del Diferencial Azucarero. Para despedir a un trabajador, el empleador tenía que probar sin lugar a dudas que existía una causa válida para la cesantía. Los obreros y empleados tenían el derecho de efectuar huelgas. Todos los empleados gubernamentales recibían un mes de sueldo como Aguinaldo Pascual, por medio de lo que llamaban “La Ley Arturito” (promulgada por el legislador Arturo Hernández Telle- chea), a cuya medida se sumaron voluntariamente muchos nego- cios e industrias del sector privado. Era una tradición que anualmente el día Primero de Mayo (oficial- mente el “Día del Trabajo” en Cuba), la CTC efectuara una marcha multitudinaria a todo lo largo del Paseo del Prado. El nutrido desfile culminaba en el Capitolio Nacional, donde cada uno de los distintos gremios presentaba a los gobernantes de turno un “Pliego de Reivindicaciones” exponiendo sus demandas, las cuales 55
  • 56. eran analizadas posteriormente, y las que fueran justas producían re- sultados favorables para los obreros. Al tomar Fidel Castro y sus secuaces el control de la Nación, las con- quistas obtenidas por los sindicatos durante largos años eran un estor- bo para sus planes. Actuando sin dilación con el fin de destruir desde los primeros días el movimiento obrero, disolvieron la CTC el día 22 de Enero de 1959, creando en su lugar la “CTC-Revolucionaria”, al frente de la cual im- pusieron a David Salvador, un acólito de Fidel Castro, dispuesto a cumplir al pie de la letra cualquier directiva que éste le dictara. Como era de esperar, los antiguos dirigentes obreros comunistas fue- ron nombrados por Salvador a ocupar cargos importantes en todos los gremios. La nueva CTC dejó de servir desde ese momento los inter- eses obreros, porque en lugar de exigir mejoras laborales comenzaron a conceder renuncias voluntarias a las conquistas logradas en el pasa- do, utilizando el pretexto de que tenían la obligación de defender y apoyar a la Revolución, por lo cual los beneficios obtenidos durante el transcurso de muchísimos años fueron eliminados uno a uno. La Confederación de Trabajadores de Cuba, dando un giro de noventa grados se convirtió abruptamente en una inescrupulosa organización a las órdenes de Fidel Castro, actuando en contra de los intereses obre- ros, en lugar de en su defensa. 56
  • 57. Supresión de la libertad de expresión. Capítulo 19 Cuando los Castristas tomaron el poder, Cuba contaba con 23 estacio- nes de Televisión, 50 periódicos, múltiples revistas y una infinidad de estaciones y cadenas radiales que mantenían a toda la ciudadanía ade- cuadamente informada. Cualquier concepto o idea podía expresarse libremente y sin ninguna retaliación. Aunque existía una Comisión de Ética Radial y Televisiva, ésta estaba integrada exclusivamente por los propietarios de las emisoras, sin que el gobierno interviniera o influenciara en sus decisiones, las cuales tenían como único objetivo proteger el buen gusto y decoro de sus programas. Todos los regímenes totalitarios tienen como una de sus prioridades eliminar los medios privados de comunicación, para que no se difun- dan ideas u opiniones disímiles a las suyas. Para lograr ese propósito, los castristas erradicaron por completo la prensa independiente escrita, radial y televisiva, que desde la funda- ción de la República había tenido la facultad de emitir libremente todo tipo de opiniones, aun cuando éstas fueran críticas a los gobernantes o antagónicas a las de sus propietarios. Como preludio a la intervención y total confiscación de los medios de información, instituyerona principios del año 1960 “la coletilla”, que consistía en que los empleados castristas de las empresas indepen- dientes adicionaban una nota de refutación al final de cualquier artícu- lo o editorial que criticara o simplemente discrepara de las opiniones o decisiones del gobierno. 57
  • 58. Una de las cadenas televisivas y radiales más importantes de Cuba era la CMQ, propiedad de los hermanos Abel y GoarMestre, la cual hab- ían adquirido en el año 1943 de sus precursores Ángel Cambó y Mi- guel Ángel Gabriel. El día 31 de Marzo de 1960, en uno de los programas televisivos de mayor audiencia llamado “Ante la Prensa” compareció Abel, quien con gran valentía declaró que Fidel Castro estaba llevando a Cuba hacia un sistema totalitario. Fidel reaccionó inmediatamente, confiscando todas las propiedades de los hermanos Mestre. A la CMQ le eliminaron el nombre al entregársela a Radio Rebelde, y Radio Centro pasó a llamarse Yara, porque querían eliminar todo ves- tigio de lo que había sido una cadena radial, televisiva y cinematográ- fica totalmente independiente. En Mayo 11 de 1960 el gobierno organizó una turba que atacó la sede de la prestigiosa publicación El Diario de la Marina, saqueando sus oficinas y destruyendo maquinarias. Bajo presiones y amenazas, la caterva de facinerosos forzó a sus empleados a publicar un panfleto favorable a la Revolución. Al día siguiente la centenaria publicación fue “intervenida” por mili- tares vestidos de civil, dejando desde ese momento de divulgar sus propios criterios, que hasta entonces había emitido por 128 años con- secutivos. Temiendo por su vida, José Ignacio Rivero, su director y propietario se asiló en la Embajada del Perú. 58
  • 59. En apoyo a la libertad de Prensa, en una ceremonia de carácter trági- co-cómica, un numeroso grupo de estudiantes de la Universidad de La Habana llevaron a cabo un entierro simbólico de la última edición del Diario de la Marina. Como represalia a esa protesta, Fidel Castro (olvidándose el haberla disfrutado en múltiples ocasiones) eliminó por decreto la “Autonomía Universitaria”, que hasta entonces les había garantizado a los estu- diantes el derecho de efectuar actos de calle, sin que la policía pudiera perseguirlos dentro del recinto docente. El diario Prensa Libre era un tabloide fundado por Sergio Carbó, un revolucionario de los años treinta, quien había apoyado al nuevo go- bierno desde sus comienzos, pero que ahora estaba denunciado en sus editoriales la infiltración comunista dentro de la alta dirigencia del país, y criticado duramente la supresión del Diario de la Marina y la inexcusable pérdida de libertad de expresión que dicha medida repre- sentaba. La sede del popular diario fue atacada por un tropel de enardecidos fidelistas, que pedían paredón para su propietario. El castigo a Prensa Libre no se hizo esperar, porque la publicación fue prontamente confiscada. La revista Bohemia había sido fundada en el año 1908 por Miguel Ángel Quevedo padre. En el año 1927 su hijo Miguel A. Quevedo y de la Lastra lo remplazó como editor de la popular publicación semanal, la cual en los últimos años de la década de los cincuenta alcanzó una circulación de más de 59
  • 60. 200,000 ejemplares, y sacó a la calle el 11 de Enero de 1959 una edi- ción especial de un millón de copias, que fueron vendidas rápidamen- te. Bohemia era muy popular tanto en Cuba como en la América Latina por su periodismo político y sus editoriales, habiendo sido la revista semanal mas crítica del anterior gobierno de Batista, llegando a publi- car el 26 de Julio de 1958 el manifiesto de la Sierra Maestra, que lla- maba a la unificación de los grupos opositores. Por discrepar con el giro hacia el comunismo que estaba tomando Fi- del Castro, el día 18 de Julio de 1960 se asiló en la Embajada de Ve- nezuela Miguel A. Quevedo. Bohemia fue confiscada inmediatamente, y bajo la nueva dirección de Mario Kuchilán pasó a formar parte de las publicaciones oficialistas, imprimiendo exclusivamente artículos e informaciones que les eran favorables al gobierno. Uno a uno los periódicos y revistas independientes dejaron de existir, logrando Fidel Castro el control absoluto de todos los medios de co- municación. No fueron únicamente los medios de comunicación los que perdieron el derecho de expresarse libremente, porque también los ciudadanos que osaban enunciar opiniones críticas al gobierno eran increpados públicamente y acusados de contrarrevolucionarios, lo cual los con- vertía en parias en su propia tierra. La población, al ser obliterados todos los medios de comunicación in- dependientes fue obligada a escuchar, ver y leer exclusivamente las noticias y opiniones que le convenían a Fidel, quien se enfrascó se- 60
  • 61. guidamente en un plan de alfabetización, porque necesitaba que los iliteratos tuvieran la facultad de leer, para poder suministrarles enor- mes dosis de ideología y propaganda comunista. Ese fue el único motivo de la tan “cacareada” campaña de alfabetiza- ción. 61
  • 62. Primer organismo represivo. Capítulo 20 Tan pronto los rebeldes tuvieron en sus manos el poder, se percataron de que necesitaban crear un aparato de espionaje y represión que substituyera el rudimentario Servicio de Inteligencia Rebelde creado en las montañas durante la insurrección. Para realizar sus ambiciones de asegurar un absoluto control, encarce- lando o eliminando a quienes disintieran de sus designios, necesitaban que dicha entidad tuviera la capacidad de controlar y reprimir las ma- sas, así como infiltrar y espiar a cuanto individuo u organización se les opusiera. El 14 de Enero del 1959 Fidel Castro autorizó la creación del DIER (Dirección de Investigación del Ejército Rebelde). Por recomendación del Che Guevara, nombró con amplias facultades para organizarlo y dirigirlo a Ramiro Valdés, y como segundo al mando, con el cargo de Inspector General, a Manuel Piñeiro (Barba Roja). Ambos comandantes contaban con un amplio historial de represión y actos sanguinarios desde la lucha en la Sierra y más tarde durante la saga de fusilamientos. Rafael Aguilera, quien había recibido órdenes de tratar de infiltrar la nueva dependencia, asistió en compañía de Silvia Rivero (ambos ini- ciándose en esa misión como pareja de trabajo), a una fiesta en la re- sidencia de Carlos Rafael Rodríguez, para celebrar el cumpleaños del connotado dirigente comunista. 62
  • 63. Su misión era relacionarse con Valdés, a quien Silvia conocía perso- nalmente, o en su lugar con Barba Roja, pero ninguno de los mencio- nados comandantes asistió al ágape. No obstante tuvieron suerte, porque Silvia detectó la presencia del ca- pitán Muriel Alfaro, con quien ella tenía lazos familiares, y conocía que su pariente era amigo de Ramirito desde su infancia,porque los tres habían crecido en casas muy cercanas en su natal Artemisa. Además de la amistad con Valdés, Alfaro, quien había pertenecido al Partido Socialista Popular, contaba con la confianza del Che Guevara, no solamente por su filiación comunista, sino también por haber com- batido en la Sierra bajo su mando, razones por las cuales había sido seleccionado para integrar las primeras filas del DIER. Después de presentarlos (mintiéndole a Alfaro que Aguilera era su novio), Silvia se encargó muy astutamente de relatarle a su pariente el historial de su supuesto prometido, enfatizando su experiencia como oficial de Inteligencia y exagerando y moldeando en su favor las ra- zones y circunstancias que lo obligaron a exilarse durante el régimen de Batista. Alfaro se impresionó favorablemente con el historial y conocimientos de Aguilera, invitándolo para una reunión al día siguiente en un edifi- co ubicado en la Quinta Avenida y la calle 14 en Miramar (la sede del DIER). A la entrevista asistió Ramiro Valdés, quien informado previamente por Alfaro había comprendido la importancia de captar a un hombre con experiencia, debido a que el Departamento a su cargo no conta- ba aún con personal altamente calificado. 63
  • 64. Ramirito, después de una larga conversación (que más bien fue un su- til interrogatorio), convencido de que Aguilera se había tenido que marchar al exilio por haberse opuesto desde las filas de la Marina al gobierno de Batista, lo invitó a formar parte de su recién estrenado Departamento. Naturalmente, la oferta fue aceptada de inmediato, siéndole otorgado a Aguilera el grado de capitán, análogo a su antiguo rango. Valdés, quien no confiaba ni en su propia sombra, puso a Aguilera bajo las órdenes de Alfaro para tenerlo constantemente vigilado dado el caso que fuera un infiltrado. De esa forma podría utilizar sus am- plios conocimientos sin correr riesgos. La función asignada a Aguilera era utilizar los reportes de los infor- mantes y agentes que componían la incipiente red de la DIER, y uniéndolos a un resumen de las noticias publicadas en la prensa im- presa y agencias noticiosas mundiales elaborar un informe diario, co- herente y conciso, destinado a mantener a Fidel adecuadamente in- formado de todos los sucesos importantes que acontecían tanto en Cuba, como en el extranjero. El referido informe era entregado personalmente por el propio Ramiro Valdés. 64
  • 65. Las ambiciones de Ramiro Valdés. Capítulo 21 Cuando Ramirito tomó las riendas de la DIER, con las amplias facul- tades que le había concedido Fidel, se dio cuenta de que si actuaba astutamente el futuro le deparaba convertirse en un hombre muy po- deroso, solamente un peldaño debajo de Castro (una modalidad criolla del LavrentyBeria Soviético). Para alcanzar ese fin necesitaba que su Departamento se convirtiera en un gigantesco organismo, no solamente de represión, sino también de espionaje doméstico y mundial. Para su propio beneficio necesitaba lograr que los integrantes del go- bierno y las fuerzas armadas se espiaran mutuamente, reportando a él directamente todas las debilidades, indiscreciones, ambiciones y co- rrupciones detectadas. Al tener en sus manos informaciones comprometedoras de todos los integrantes de la nomenclatura, no habría nadie que pudiera oponérse- le o desafiarlo. El nuevo organismo debía tener también la capacidad de obliterar rápida y contundentemente cualquier conato de disidencia o rebelión. Para lograr esos fines y extender su red de espionaje y subversión por todo el mundo, necesitaba capacitar una gran cantidad de agentes, pa- ra lo cual envió reclutas a la Unión Soviética. También remitió a escuelas de la KGB una importante cantidad de personal destinado al servicio diplomático, quienes una vez especiali- zados serían asignados a las embajadas y consulados cubanos en el 65
  • 66. extranjero, para que amparados por la inmunidad diplomática efectua- ran impunemente labores de espionaje y subversión Cuando regresaron los primeros oficiales entrenados por los soviéti- cos, Ramirito creó un nuevo departamento especializado en la capta- ción de colaboradores foráneos, para extender su red de espionaje mundialmente. A Varios de los nuevos oficiales los instaló en distintos países, asignándoles las siguientes funciones: A quienes llamó agentes señaladores, les encomendó la tarea de buscar adeptos, basándose en determinados índices, como ten- dencias ideológicas, venganza, ego y odio, así como detectar si tenían vicios, desviaciones sexuales u otro tipo de debilidades, para utilizarlas en el futuro como chantaje. A los que le dio el nombre de agentes reclutadores, utilizando la información suministrada por los agentes señaladores, serían los encargados de convencer y enrolar a los futuros espías, tomando en consideración que los candidatos ideales debían integrarse preferentemente por afinidad ideológica, o en último caso por remuneración monetaria. Los potenciales espías que lograran reclutar serían entrenados en tácticas de espionaje y comunicaciones, y cuando se les consideraran aptos se les asignarían los objetivos que debían infiltrar, de acuerdo con su potencial, capacidad y localización. Esas fueron las bases que Ramiro Valdés planeó para fundamentar su sueño dorado, tener a su mando una organización que controlara todo lo que aconteciera en Cuba, así como la capacidad de espiar al resto del mundo. 66
  • 67. Sus ambiciones se hicieron realidad cuando logró que Fidel autorizara la expansión de la DIER, en lo que más tarde se convirtió en uno de los mejores organismos de represión y espionaje, La Seguridad del Estado. 67
  • 68. Contrabando de estupefacientes. Capítulo 22 En la primera década de los años sesenta, Fidel Castro fraguó un plan que le permitiría aumentar substancialmente las ganancias producidas por la venta local de la marihuana cultivada por Crescencio Pérez. En aquellos tiempos el trasiego y distribución de estupefacientes en los Estados Unidos estaba controlado por pandilleros de nacionalidad chilena, a los cuales lograron vender grandes cantidades de la adictiva hierba. Los chilenos solicitaban insistentemente que les suministraran cocaí- na, droga que tenía una enorme demanda y producía mayores utilida- des. Fidel obtuvo el codiciado estupefaciente adquiriendo el que producían los guerrilleros colombianos, con los cuales sostenía una magnífica relación por suministrarles frecuentemente armas, municiones y en- trenamiento. Un individuo llamado Rolando Ruiz viajaba repetidamente en una lancha rápida entre los cayos de la Florida y Varadero, donde se en- contraba con su hijo Rubén, radicado en Colombia, quien volaba a la hermosa playa cubana en un avión privado, cargando la cocaína pro- ducida por los narco-guerrilleros, y regresaba con su aeronave repleta de armamentos y municiones en pago por la droga. Los vuelos de Rubén Ruiz eran autorizados por el alto mando de la Fuerza Aérea Cubana, y militares del Ejército Rebelde se encargaban de transportar los alijos de drogas desde el avión a la lancha, que era recibida, despedida y escoltada por un guardacostas castrista, bajo la 68
  • 69. supervisión directa de Aldo Santamaría, jefe de la Marina de Guerra cubana. De esa forma Fidel lograba tres de sus propósitos, desestabilizar el gobierno democrático de Colombia al armar fuertemente a las guerri- llas que intentaban derrocarlo, dañar a los Estados Unidos destruyen- do su juventud mediante el consumo de estupefacientes, y amasar una enorme fortuna personal. El sucio dinero era depositado en su totalidad en lo que llamaban “La cuenta del Comandante”, que era controlada y administrada exclusi- vamente por Castro, quien hacía creer a sus mas íntimos colaborado- res que dichos fondos estaban destinados a financiar sus “proyectos internacionalistas”. Solamente una porción de ese dinero era utilizada para esos meneste- res, porque una substancial parte era desviada personalmente por Fi- del a sus cuentas secretas. 69
  • 70. Infraganti. Capítulo 23 Cuando Rafael Aguilera se infiltró en la DIER, uno de sus objetivos era descubrir sus más íntimos secretos. Le llamó mucho la atención una nueva Sección de acceso restringido, integrada por un selecto personal seleccionado entre los hombres de mayor confianza de Ramirito y Barba Roja, a la cual ambos le dedi- caban una substancial parte de su tiempo. Dado el enorme grado de reserva en que la mantenían, el único medio de conocer sus objetivos era irrumpiéndola. Aguilera Ingresó una noche en la DIER, decidido a descubrir el enig- ma de tan misteriosa Sección. Como frecuentemente acostumbraba trabajar horas extra para elaborar reportes especiales o urgentes, los guardias que cuidaban la entrada del edifico no sospecharon nada anormal. Utilizando un dispositivo sofisticado de cerrajería, logró abrir sin mu- cha dificultad la puerta de la misteriosa oficina. Como el nuevo Departamento había comenzado a funcionar recien- temente, no contaba con muchos archivos. Abriendo uno de ellos extrajo un dossier y lo colocó sobre una mesa de trabajo. Cuando comenzaba a fotografiar el primer documento se abrió brus- camente la puerta de la oficina, y en el marco de la misma apareció la silueta de Alfaro, que lo encañonaba con su pistola. 70
  • 71. En los servicios de inteligencia es una práctica común que todos sus integrantes se vigilen mutuamente, pero en este caso lo era aún más, debido a que Alfaro tenía órdenes explícitas de Ramirito de vigilar constantemente a Aguilera. En esta ocasión lo había sorprendido “con las manos en la masa”. Aguilera, comprendiendo que cualquier falso movimiento le costaría la vida instantáneamente, no puso ninguna resistencia. Cuando Alfaro se disponía a esposarlo, cayó desplomado como si lo hubiera fulminado un rayo. El entrenamiento que había recibido fue decisivo para salvarlo en esa ocasión, al haber tomado la precaución de situar a uno de sus hombres oculto al final del pasillo, quien al ver a Alfaro extraer su arma y abrir la puerta lo sorprendió a su vez, golpeándolo fuertemente con la cula- ta de su pistola. Ambos ataron y amordazaron el cuerpo inerte de Alfaro y lo ocultaron debajo de un escritorio. Continuaron calmadamente y sin apresuramiento hasta terminar de fotografiar todos los documentos importantes que se encontraban en la oficina, los cuales al ser analizados posteriormente revelaron datos muy comprometedores de la participación de la alta jerarquía del go- bierno en el tráfico de drogas, y sus conexiones con connotados nar- cotraficantes. 71
  • 72. Aguilera se vio obligado a marcharse de Cuba inmediata y subrepti- ciamente, consciente de que tan pronto Alfaro fuera encontrado, él sería buscado afanosamente por todos los rincones de la Isla. Siendo prevenida del peligro que también corría, Silvia Rivero trató de escapar, pero fue apresada al tener el infortunio de que la embarca- ción en la cual se fugaba fue interceptada por un guardacostas castris- ta. Después de un rápido juicio, en el cual su pariente Alfaro fue el prin- cipal testigo acusador, la condenaron a veinte años de prisión y la re- mitieron al infame Reclusorio Nacional de Mujeres, situado en Gua- najay, en la provincia de Pinar del Río. 72
  • 73. Infiltraciones y sabotajes. Capítulo 24 Enumerar la enorme cantidad de patriotas que incursionaron en Cuba sería demasiado extensa, así como injusto hacer involuntarias omisio- nes. Por ese motivo mencionaré en representación de todos ellos algunas de las acciones efectuadas por Antonio Cuesta, a quien tuve el honor de conocer personalmente. Tony, como le llamábamos afectuosamente, me honró con su amistad, y es a él a quien le debo mi integración a la natación de competencia, porque en nuestra juventud me enseñó las técnicas básicas de ese de- porte. Por haber dedicado su vida a la liberación de Cuba, quiero que Tony Cuesta sea quien sirva como paradigma de la bravura desplegada por todos los otros patriotas que efectuaron actos de infiltración y sabota- je, muchos de los cuales ofrendaron sus vidas o cumplieron largas condenas de prisión. Tony fue sin duda uno de los más valientes combatientes anticastris- tas, quien realizó innumerables y heroicas acciones contra la tiranía. Cuesta combatió la dictadura de Batista, y una vez depuesto éste con- tinuó por breve tiempo en las filas de la Revolución como oficial de inteligencia de la policía, pero se marchó tempranamente al exilio, decepcionado al notar el auge de los comunistas dentro del gobierno. Al arribar a Miami se unió a la organización Alpha 66, presidida por el también bravo combatiente Andrés Nazario Sargent. 73
  • 74. En el año 1962 fundó los Comandos L, participando personalmente en por lo menos 30 incursiones a Cuba, siendo el hundimiento del barco soviético Bakú una de sus más significativas acciones. Durante una misión de desembarco enel Monte Barretoen Miramar, al oeste de La Habana, en la que murió su compañero de armas Hermi- nio Díaz García, fue capturado no sin antes hacer explotar una grana- da junto a su cuerpo, en un intento por evitar ser apresado vivo, pero aunque no le quitó la vida, la explosión lo dejó ciego y le cercenó su mano derecha, obligándolo a pasar un largo tiempo en un hospital, del cual cuando sanaron sus múltiples heridas fue trasladado a prisión, en la que cumplió varios años de condena. Una vez liberado regresó a Miami, donde continuó sus esfuerzos para rescatar a Cuba de la dictadura comunista, aún en condiciones que lo limitaban físicamente por encontrarse ciego, manco y con una preca- ria salud, ocasionada por las lesiones recibidas en actos de guerra. Tony, sin abandonar las acciones con sus comandos se encontraba de- dicado a construir una lancha rápida que no rebotara violentamente sobre las olas de un mar embravecido, evitando que sus tripulantes sufran el rigor de violentos golpes. Siendo un hombre de múltiples habilidades, al mismo tiempo escribía sus memorias auxiliado por su amigo el periodista Tom Dunkin. Desafortunadamente no pudieron concluir la biografía, debido a que ambos fallecieron antes de terminarla. La muerte fue lo único que pudo detenerlo en su incansable lucha para liberar a su patria. En lugar de seguir el ejemplo de Tony Cuesta y otros valientes com- batientes, ciertos comentaristas radiales lo único que han hecho en el 74
  • 75. exilio es hablar, en la seguridad que ofrece hacerlo desde una confor- table cabina con aire acondicionado, sin pasar vicisitudes, poner en riesgo sus vidas o sufrir prisión. ¡Esa es una forma muy cómoda de hacer patria! Algunos de dichos “comentaristas” lo único que han hecho es ganar fabulosos salarios por especular cómo se debe liberar a Cuba, y fanta- sear que debe hacerse cuando esto se logre, sin siquiera lanzarle un escupitajo a un retrato de Fidel Castro, disparar un tiro, o “tirarle un gollejo a un chino”, lo cual los invalida de cualquier derecho que aduzcan tener para criticar y mucho menos menoscabar la integridad moral de quienes combaten frontalmente la tiranía que asola nuestra patria. En la década de los años cincuenta, en la Cuba republicana, se trans- mitía un programa dominical de música norteamericana, que era el favorito de una gran parte de la juventud habanera, llamado “Sunday- Parade”, dirigido por Bebo Piñeiro y transmitido por Radio Kramer. Para tratar de competir con el exitoso SundayParade, otro joven de la época llamado Tomas García Fusté sacó al aire por otra emisora un programa que lo plagiaba. Quizás esté equivocado, pero esa es toda la historia radial cubana que recuerdo de ese “personaje”, quien al llegar al exilio buscando una forma fácil de ganarse la vida, comenzó a transmitir por una radioe- misora local un programa de noticias y comentarios, el cual hay que admitir tuvo una gran audiencia. Hace algunos años García Fusté, comentando sobre unas declaracio- nes de Cuesta de que una de las lanchas de sus comandos había ame- 75