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LA SABIDURÍA CISTERCIENSE
            SEGÚN SAN BERNARDO
TEMA VII. –
                       LA VERDAD FALSIFICADA

    La verdad fue falseada
cuando la criatura espiritual
no soportó reconocer a su
Creador su dignidad de ser
libre.       Tal       acto     de
independencia la situó en un
estado      de     mentira 1.   La
libertad     creada,    replegada
sobre sí misma y cegándose
en su autonomía, perdió por
ello el deseo de buscar a Dios por el amor. Al afirmarse en cierto modo absoluta y libre
como Dios, por esa pretensión se halla arrojada al vacío: quiere elegir por sí sola, pero
no sabe lo que quiere, porque ser libre no consiste en poder hacer cualquier cosa, sino
en saber qué se debe amar y por qué. Al pretender ser todo, y él solo, el ser se queda
totalmente solo... Sin referencia a ninguna trascendencia, la libertad está destinada a la
desesperanza, es algo inútil, por tomar la expresión de Sartre. San Bernardo propone en
la primera parte de su tratado Sobre los grados de humildad y soberbia, tres grados de
verdad, que son a la vez un análisis de la mentira que el orgullo ha introducido en el
corazón humano. Las manifestaciones del orgullo las describe en la segunda parte del
tratado en doce grados, en contraste con los grados de humildad, los cuales nos dan una
descripción fenomenológica del monje humilde. Pero en la primera parte del tratado se
trata de una teología espiritual de la conversión, de una verdad original que hay que
recuperar más allá de la mentira radical. Los tres grados de la verdad son: la verdad de
sí mismo (humildad), la verdad del otro (compasión), y la verdad en sí misma
(contemplación). El repliegue sobre sí mismo que ha efectuado la libertad es un error de
la inteligencia. El espíritu ha perdido la percepción justa de la realidad. Ahora debe
1
    AmD 6. Lo hemos comentado anteriormente, en el cap. I, 3.
2

volver sobre sí mismo y abandonar ese estado de ignorancia y de mentira: es la primera
etapa, la de un conocimiento de sí mismo exacto y sin ilusión. Sobre la base de este claro
conocimiento de sí mismo puede edificarse un conocimiento real y profundo del otro, y
con la caridad que se ha ejercitado en estas dos primeras verdades, el alma será capaz
de acceder al conocimiento de la Verdad, Cristo, que es la contemplación divina 2. Las
tres verdades, que en realidad son una sola, representan en su articulación una de las
principales intuiciones de la espiritualidad bernardiana. En toda su obra esta visión
dará lugar a diversos desarrollos y será el fundamento de la escuela cisterciense de la
caridad. La humildad es ya un amor verdadero de sí mismo, y la compasión que brota
espontáneamente de ella, es la forma de caridad comunitaria donde crece el amor
divino. El amor de la verdad se convierte en la verdad del amor 3.
    La verdad no es aquí una verdad racional (ser lógico), ni una verdad moral (no
mentir), sino más bien una verdad existencial o sapiencial. En este sentido, solamente
Cristo es Verdad, porque él es el Camino y la Vida 4. En relación a esta verdad absoluta,
cualquier consideración de sí mismo conduce a disminuir el valor que uno se atribuye.
Es importante comprender que la humildad es ante todo la corrección de un error de
juicio. En su definición, san Bernardo dice que por la virtud de la humildad la
hinchazón producida por el orgullo se desinfla ante el conocimiento de la realidad 5.
    Tal vez alguien se extrañe de ver cómo san Bernardo fundamenta su espiritualidad en
la búsqueda de la verdad, teniendo en cuenta que el carácter afectivo de su doctrina es
en él tan evidente y relevante. Pero para él la inteligencia siempre está penetrada de
amor. No hay duda que distingue dos humildades, según como sean provocadas: una por
la aspereza de la verdad y la otra por la dulzura del amor; pero las une muy pronto.
Hace de la necesidad virtud, porque la virtud sólo puede ser voluntaria y libre, y por
tanto animada por el amor6.

    Para percibir mejor el sentido de esta verdad-amor en san Bernardo, puede leerse un
párrafo esclarecedor del Sermón 77 sobre el Cantar. Se trata de un texto donde, una vez
más, Bernardo especifica su doctrina de la imagen. Comenta el verso donde la esposa se
declara en busca de su amado, es decir, el alma en busca de la Verdad. Los centinelas
2
   Grh 6. “Veritas in sui natura” , la verdad en su naturaleza: según el contexto se refiere a Cristo.
3
   SC 50, 6.
4
   Grh 1.
5
   Id. 1. El verbo “vilescit” no debe traducirse por “envilecerse”. La humildad es la virtud que cura del
orgullo, el cual aparta de Dios. Véanse las definiciones del orgullo y de la humildad en la Cart. 42, 19.
6
   SC 42, 6-8. Véase el artículo de J.-L CHRÉTIEN, L’Humilité chez saint Bernard, en Communio 10,
4, 1985, p. 112-127.
3

que salen a su encuentro son los enviados de Dios, que deben confirmarla en la certeza
plena de la verdad. Pero -dice él- el amor espiritual auténtico es lo que hace que la
verdad sea amada:

    “Estoy dotado de razón, soy capaz de la verdad; pero ojalá no lo fuese si me faltase el
    amor de lo verdadero! Porque él es fruto de estas ramas, y yo la raíz. No estoy seguro de
    evitar el hacha, si carezco de él. Precisamente en ese don de la naturaleza es indudable
    que resplandece el distintivo de la imagen divina, por la que soy superior a todos los
    seres vivientes”7.

    El amor y el conocimiento son muy solidarios, pese a lo que algunos textos puedan
indicar. San Bernardo llega a decir, por ejemplo, que el alma está muerta si carece del
conocimiento de la verdad, y que no tiene sensibilidad mientras está carente de amor; la
verdad es la vida del alma y la caridad es su sensibilidad 8.
    San Bernardo aplica cada uno de estos tres grados de la verdad a una de la Personas
de la Trinidad. En el primer grado de la verdad es Cristo quien se une a la razón
humana, como un pedagogo, y de esta unión nace la humildad; en el segundo grado el
Espíritu Santo se une a la voluntad, como un amigo, y de esta unión brota la compasión;
finalmente, en el tercer grado el Padre nos estrecha como a hijos, y es la contemplación 9.
La contemplación se presenta, pues, como el desarrollo normal de dos conocimientos: el
de sí mismo y el del otro; pero por esta apertura del espíritu el corazón se amplía y
experimenta la verdad que es amor.

    La misma doctrina de las tres verdades la repite san Bernardo al tratar del progreso
que él ve entre tres Bienaventuranzas: la de los mansos, que son los humildes; la de los
misericordiosos que practican la compasión fraterna; y la de los puros de corazón que,
tras haber purificado su conciencia del orgullo y del egoísmo, ven a Dios en la
contemplación 10. Apoyándose en el versículo del Cantar de los Cantares: ¿Quién es ésa
que asoma como el alba, hermosa como la luna y límpida como el sol, terrible como
escuadrón a banderas desplegadas? (Cant 6, 10), san Bernardo describe la vida
monástica totalmente ordenada a la caridad. La aurora, al final de la noche, es la
humildad, comienzo de la conversión. “Se le llama también alba que se levanta, porque
todo el edificio de las virtudes arranca de la humildad, como de su verdadero cimiento”.

7
   Id. 7, 5.
8
   Div 10, 1.
9
   Grh 20-21.
10
    Id. 6.
4

La luna, que representa la belleza de la ascesis personal y comunitaria, recibe la luz del
sol de la caridad. El escuadrón en orden de batalla es el amor ordenado, el único que da
valor a las demás virtudes. Y es también la discreción, madre de las virtudes 11. La
aurora de la humildad está presente en cada mañana de las jornadas del monje, hasta su
último día.



              La culpa no está en el sentimiento,
                    sino en el consentimiento.




11
     Div 91, 3-4.

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La sabiduría cisterciense según san bernardo (7)

  • 1. LA SABIDURÍA CISTERCIENSE SEGÚN SAN BERNARDO TEMA VII. – LA VERDAD FALSIFICADA La verdad fue falseada cuando la criatura espiritual no soportó reconocer a su Creador su dignidad de ser libre. Tal acto de independencia la situó en un estado de mentira 1. La libertad creada, replegada sobre sí misma y cegándose en su autonomía, perdió por ello el deseo de buscar a Dios por el amor. Al afirmarse en cierto modo absoluta y libre como Dios, por esa pretensión se halla arrojada al vacío: quiere elegir por sí sola, pero no sabe lo que quiere, porque ser libre no consiste en poder hacer cualquier cosa, sino en saber qué se debe amar y por qué. Al pretender ser todo, y él solo, el ser se queda totalmente solo... Sin referencia a ninguna trascendencia, la libertad está destinada a la desesperanza, es algo inútil, por tomar la expresión de Sartre. San Bernardo propone en la primera parte de su tratado Sobre los grados de humildad y soberbia, tres grados de verdad, que son a la vez un análisis de la mentira que el orgullo ha introducido en el corazón humano. Las manifestaciones del orgullo las describe en la segunda parte del tratado en doce grados, en contraste con los grados de humildad, los cuales nos dan una descripción fenomenológica del monje humilde. Pero en la primera parte del tratado se trata de una teología espiritual de la conversión, de una verdad original que hay que recuperar más allá de la mentira radical. Los tres grados de la verdad son: la verdad de sí mismo (humildad), la verdad del otro (compasión), y la verdad en sí misma (contemplación). El repliegue sobre sí mismo que ha efectuado la libertad es un error de la inteligencia. El espíritu ha perdido la percepción justa de la realidad. Ahora debe 1 AmD 6. Lo hemos comentado anteriormente, en el cap. I, 3.
  • 2. 2 volver sobre sí mismo y abandonar ese estado de ignorancia y de mentira: es la primera etapa, la de un conocimiento de sí mismo exacto y sin ilusión. Sobre la base de este claro conocimiento de sí mismo puede edificarse un conocimiento real y profundo del otro, y con la caridad que se ha ejercitado en estas dos primeras verdades, el alma será capaz de acceder al conocimiento de la Verdad, Cristo, que es la contemplación divina 2. Las tres verdades, que en realidad son una sola, representan en su articulación una de las principales intuiciones de la espiritualidad bernardiana. En toda su obra esta visión dará lugar a diversos desarrollos y será el fundamento de la escuela cisterciense de la caridad. La humildad es ya un amor verdadero de sí mismo, y la compasión que brota espontáneamente de ella, es la forma de caridad comunitaria donde crece el amor divino. El amor de la verdad se convierte en la verdad del amor 3. La verdad no es aquí una verdad racional (ser lógico), ni una verdad moral (no mentir), sino más bien una verdad existencial o sapiencial. En este sentido, solamente Cristo es Verdad, porque él es el Camino y la Vida 4. En relación a esta verdad absoluta, cualquier consideración de sí mismo conduce a disminuir el valor que uno se atribuye. Es importante comprender que la humildad es ante todo la corrección de un error de juicio. En su definición, san Bernardo dice que por la virtud de la humildad la hinchazón producida por el orgullo se desinfla ante el conocimiento de la realidad 5. Tal vez alguien se extrañe de ver cómo san Bernardo fundamenta su espiritualidad en la búsqueda de la verdad, teniendo en cuenta que el carácter afectivo de su doctrina es en él tan evidente y relevante. Pero para él la inteligencia siempre está penetrada de amor. No hay duda que distingue dos humildades, según como sean provocadas: una por la aspereza de la verdad y la otra por la dulzura del amor; pero las une muy pronto. Hace de la necesidad virtud, porque la virtud sólo puede ser voluntaria y libre, y por tanto animada por el amor6. Para percibir mejor el sentido de esta verdad-amor en san Bernardo, puede leerse un párrafo esclarecedor del Sermón 77 sobre el Cantar. Se trata de un texto donde, una vez más, Bernardo especifica su doctrina de la imagen. Comenta el verso donde la esposa se declara en busca de su amado, es decir, el alma en busca de la Verdad. Los centinelas 2 Grh 6. “Veritas in sui natura” , la verdad en su naturaleza: según el contexto se refiere a Cristo. 3 SC 50, 6. 4 Grh 1. 5 Id. 1. El verbo “vilescit” no debe traducirse por “envilecerse”. La humildad es la virtud que cura del orgullo, el cual aparta de Dios. Véanse las definiciones del orgullo y de la humildad en la Cart. 42, 19. 6 SC 42, 6-8. Véase el artículo de J.-L CHRÉTIEN, L’Humilité chez saint Bernard, en Communio 10, 4, 1985, p. 112-127.
  • 3. 3 que salen a su encuentro son los enviados de Dios, que deben confirmarla en la certeza plena de la verdad. Pero -dice él- el amor espiritual auténtico es lo que hace que la verdad sea amada: “Estoy dotado de razón, soy capaz de la verdad; pero ojalá no lo fuese si me faltase el amor de lo verdadero! Porque él es fruto de estas ramas, y yo la raíz. No estoy seguro de evitar el hacha, si carezco de él. Precisamente en ese don de la naturaleza es indudable que resplandece el distintivo de la imagen divina, por la que soy superior a todos los seres vivientes”7. El amor y el conocimiento son muy solidarios, pese a lo que algunos textos puedan indicar. San Bernardo llega a decir, por ejemplo, que el alma está muerta si carece del conocimiento de la verdad, y que no tiene sensibilidad mientras está carente de amor; la verdad es la vida del alma y la caridad es su sensibilidad 8. San Bernardo aplica cada uno de estos tres grados de la verdad a una de la Personas de la Trinidad. En el primer grado de la verdad es Cristo quien se une a la razón humana, como un pedagogo, y de esta unión nace la humildad; en el segundo grado el Espíritu Santo se une a la voluntad, como un amigo, y de esta unión brota la compasión; finalmente, en el tercer grado el Padre nos estrecha como a hijos, y es la contemplación 9. La contemplación se presenta, pues, como el desarrollo normal de dos conocimientos: el de sí mismo y el del otro; pero por esta apertura del espíritu el corazón se amplía y experimenta la verdad que es amor. La misma doctrina de las tres verdades la repite san Bernardo al tratar del progreso que él ve entre tres Bienaventuranzas: la de los mansos, que son los humildes; la de los misericordiosos que practican la compasión fraterna; y la de los puros de corazón que, tras haber purificado su conciencia del orgullo y del egoísmo, ven a Dios en la contemplación 10. Apoyándose en el versículo del Cantar de los Cantares: ¿Quién es ésa que asoma como el alba, hermosa como la luna y límpida como el sol, terrible como escuadrón a banderas desplegadas? (Cant 6, 10), san Bernardo describe la vida monástica totalmente ordenada a la caridad. La aurora, al final de la noche, es la humildad, comienzo de la conversión. “Se le llama también alba que se levanta, porque todo el edificio de las virtudes arranca de la humildad, como de su verdadero cimiento”. 7 Id. 7, 5. 8 Div 10, 1. 9 Grh 20-21. 10 Id. 6.
  • 4. 4 La luna, que representa la belleza de la ascesis personal y comunitaria, recibe la luz del sol de la caridad. El escuadrón en orden de batalla es el amor ordenado, el único que da valor a las demás virtudes. Y es también la discreción, madre de las virtudes 11. La aurora de la humildad está presente en cada mañana de las jornadas del monje, hasta su último día. La culpa no está en el sentimiento, sino en el consentimiento. 11 Div 91, 3-4.