2. 2
3.- UNIÓN DE LA GRACIA Y DE LA LIBERTAD
La búsqueda mutua del Creador y de su criatura espiritual se identifica concretamente con la
búsqueda de una unión, cada vez más íntima, entre la gracia ofrecida y la acogida que le da el
consentimiento de la libertad humana. El símbolo del matrimonio en el Cantar de los Cantares
expresa por ello para san Bernardo toda la historia de la salvación, una historia de amor. Desde
este punto de vista aborda el problema de la gracia y el libre albedrío, que en caso contrario
resulta insoluble. Pero esta solución se sitúa a un nivel superior de conocimiento espiritual,
próximo a la pureza evangélica de corazón1. Sin embargo, describe esta unidad indisociable con
cierta precisión. La gracia, dice nuestro autor, actúa con el libre albedrío. Aquella sólo se le
adelanta al principio, y después le acompaña, de manera que su acción es siempre simultánea e
indivisa. Se trata de una especie de mezcla (mixtim), donde la gracia hace todo y la libertad
también realiza todo2. Esta unión íntima de la gracia y de la libertad es el fundamento de la
espiritualidad de la caridad en san Bernardo. “¿Qué hace el libre albedrío si la gracia lo hace
todo?”, se pregunta él. Su respuesta tiene poco valor en el orden lógico, pero es la única en el
orden existencial: “¡Es salvado!” Porque si no se da esta relación, ambos desaparecen. “Quita el
libre albedrío y no habrá nada que salvar; quita la gracia, y no habrá quien salve”. ¿Y cómo
actúa la libertad cooperando con la gracia? Consiente, y para ella consentir es ser salvada3. Como
se ve, la única perspectiva es la de la obra de la salvación. Pero en este consentimiento reside la
vida del monje, porque es la forma de asentir así a la voluntad divina. Esta será la forma de su
vida interior y exterior, de toda su vida.
Pero el libre albedrío no es la libertad, y menos aún la libertad de los hijos de Dios. Si el libre
albedrío, por su misma naturaleza, no puede ser jamás coaccionado, la libertad está debilitada,
impedida y maniatada por el pecado y sus propias flaquezas. La libertad necesita ser liberada: en
esto consiste el progreso del alma que quiere reconquistar su dignidad original de imagen de
Dios.
¿Cómo perdió la criatura humana su dignidad de ser libre, su capacidad de conocer y amar a
Dios sin error y sin defecto? San Bernardo da en el capítulo II del tratado sobre El amor a Dios
una descripción de este alejamiento que es el drama del hombre. Es significativo que sea la
libertad la que, para san Bernardo, haya provocado la caída. La dignidad de la criatura espiritual
reside para él en la libertad. Pero en lugar de reconocer que la había recibido de su Creador y que
1
Ver CASIANO, Colación XIII, 18: “Cómo puede suceder que Dios obre todo en nosotros y que todo se
atribuya siempre a nuestro libre albedrío, es algo que el sentido y la razón humanas son impotentes de
comprender plenamente”.
2
Gr 47.
3
Id 2.
2
3. 3
debía estar sumisa a Él, la criatura se la atribuyó a sí misma. Hubo una verdadera desviación (el
verbo retorquet lo expresa muy bien). Al rechazar su relación de dependencia por medio de esta
autonomía radical, el alma pierde el conocimiento de Dios y ya no puede amar al que
desconoce4. La dignidad de la criatura humana sólo podía venirle del que la había creado a su
imagen. Al alejarse libremente de su Creador, el alma no pierde la imagen, pero sí su semejanza
con la libertad divina, y se halla al margen de la gracia. La frase con que san Bernardo concluye
esta síntesis de la caída es explícita:
“Es difícil, e incluso imposible, que el hombre sólo por sus propias fuerzas, o por su libre
voluntad, sea capaz de atribuir a la voluntad de Dios plenamente todo lo que de él ha recibido.
Más fácil es que lo desvíe (retorquet) hacía sí mismo y lo retenga como propio, como lo
confirma la Escritura: Todos buscan sus intereses (Flp 2, 21)”5.
En esta perspectiva se sitúa el esfuerzo del monje por renunciar a su propia voluntad, y
hacerla común con la de Dios (voluntas communis).
Como efecto del orgullo que se opone a la gracia y priva al alma de su vigor 6, ésta se halla
sin Dios; sólo el esfuerzo contrario le devolverá la libertad, la verdad y el amor. Seguiremos, por
tanto, este orden: libertad, verdad, y amor en los capítulos II y III, donde veremos cómo nos
presenta san Bernardo la restauración del alma en su belleza de imagen de Dios.
La experiencia espiritual más trasparente y fuerte es la del libre consentimiento a la voluntad
divina. Es la experiencia del amor. “Busca al Verbo al que puedas consentir, pues él te da la
gracia de consentir”7.
4
AmD 3-5.
5
Id. 6.
6
SC 54, 10.
7
Id. 85, 1.
3