1. El Simbolismo es una tendencia que supera nacionalidades, límites cronológicos y estilos
personales. En este cajón de sastre podemos encontrar figuras tan dispares como Van Gogh,
Gauguin, Gustav Klimt, Edvard Munch, etc. Para complicar más la cuestión, el Simbolismo
derivará en una aplicación bella y cotidiana de honda raigambre en el arte europeo de fines del
siglo XIX y principios del XX: el Art Nouveau. El Simbolismo pretende restaurar significado al
arte, que había quedado desprovisto de éste con la revolución impresionista. Mientras que otros
neo-impresionistas se inclinan por ramas científicas o políticas, el Simbolismo se decanta hacia
una espiritualidad frecuentemente cercana a posiciones religiosas y místicas. La fantasía, la
intimidad, la subjetividad exaltada sustituyen la pretenciosa objetividad de impresionistas y neo-
impresionistas. Continúan con la intención romántica de expresar a través del color, y no
quedarse solamente en la interpretación. Ahí encontramos el nexo de unión con el resto de
neo-impresionistas, puesto que las teorías del color local y los efectos derivados de las
yuxtaposiciones de primarios, complementarios, etc., les resultarán muy útiles a la hora de
componer sus imágenes, muy emotivas, como en la casi violenta visión de la pasión amorosa
que Klimt ofrece en su Dánae. Los simbolistas encontraron un apoyo paralelo en los escritores:
Baudelaire, Moréas, en contra del naturalismo descarnado de Zola. En cuanto a la escultura,
Rodin fue el más cercano a sus planteamientos, y pese a todo, íntimamente ligado a los
presupuestos del gran escultor impresionista Edgar Degas. Muy cercana a los planteamientos
del Simbolismo, en cuyo seno se inscribe, se sitúa la Escuela de Pont-Aven, una de las primeras
en definirse como tal. Pont-Aven es una pequeña localidad rural de la Bretaña francesa, a donde
se dirigió en 1886 un grupo de pintores neo-impresionistas. El primero de todos fue Émile
Bernard, que trataba de recuperar la integridad de lo rústico, de lo arcaico, en una región
totalmente ajena a los avances de la vida moderna. Bernard cultivó un estilo muy personal de
colores planos, perfectamente delimitados en contornos silueteados, que se dio en llamar
cloisonismo, por su similitud formal con el esmalte cloisonné. A Bernard se le unieron muy pronto
Gauguin, en los inicios de su carrera pictórica; Van Gogh, con quien compartirá inquietudes y
estudio; y Meyer de Han, íntimo de Gauguin. Para todos ellos la pintura es una evocación
simbólica de la Naturaleza y lo real, puesto que el arte no es otra cosa que una abstracción, un
soñar de nuevo el mundo. En sus planteamientos llegaron a considerar la vocación artística
como una vocación religiosa
2. El expresionismo y el pulso de la vida
Según Gombrich, el término expresionismo acaso no sea muy feliz, pues es sabido que todos
nos expresamos a nosotros mismos mediante aquello que hacemos, o dejamos de hacer, pero la
palabra se convirtió en un epígrafe adecuado por su contraposición fácil de recordar con el
impresionismo, y porque como etiqueta resulta perfectamente útil. Gombrich señala como la
aproximación de uno de los retratos de Van Gogh (según reconoce éste en una de sus cartas) a
la realización de una caricatura preconiza la aparición del expresionismo. Pero si en la caricatura
se distorsiona la realidad bajo la bandera del humor, todo cambia si se trata de una caricatura
“seria”, de una alteración deliberada de la realidad, intentando expresar por ésta sentimientos de
amor, admiración o temor. Sin embargo, no hay nada incoherente en esto, pues la verdad es que
nuestra percepción de las cosas toma el color del modo como las vemos y, aún más, de las
formas en que las recordamos. Todo el mundo habrá experimentado cuán diferente puede
parecer un lugar, de cuando estamos tristes a cuando nos sentimos felices.
Entre todos los movimientos de la vanguardia histórica, el expresionismo es el de más difícil
definición y delimitación. Esto se debe, en primer lugar, a que desde muy pronto se empezó a
calificar de expresionistas a manifestaciones artísticas muy variadas, tanto por su orientación
temática como por su adscripción estilística. Para muchos críticos y artistas que vivieron entre
los años diez y veinte, expresionistas era casi todo lo que no se reclamase heredero del
naturalismo impresionista. De ahí la posibilidad de confundirlo con otros -ismos muy bien
caracterizados de las primeras décadas del siglo XX.
3. El universo estético de Cézanne es clásico por excelencia: se sustenta en la mesura, el orden y
la templanza. Su pulsión y pasión artísticas giran, exploran y bordean sobre la naturaleza.
Aparece así un cosmos pictórico (los bodegones, la montaña Sainte-Victoire, los retratos y
autorretratos, los paisajes y los bañistas) cuyos temas reiterativos, en vez de ser imitados o
reproducidos tal cual, más bien aparecen como el plusproducto de una portentosa
transfiguración espiritual. El maestro busca no tanto la fugacidad de la luz, que tanto obsesiona a
los impresionistas, sino la eternidad que subyace en el juego de luces y sombras que refulge en
los objetos. Gracias a su peculiar perspectiva geométrica de las masas y los volúmenes, que
edifica la obra a partir de los espacios, las líneas y los planos, Cézanne se topa finalmente con el
hondo significado espiritual de las cosas, con la esencia profunda que sólo puede ser develada
por el color. ¡El Dios color!, ese demiurgo que todo lo crea y modela a su antojo. A través de los
pigmentos, ricamente sobrepuestos y matizados, la inventiva del artista compone y recompone,
estructura y desestructura las figuras, hasta
proporcionarles una organización estructural y sintética. Es precisamente el color el que se
convierte en el sujeto de la acción, en el artífice de la epifanía cromática: el alumbramiento de la
magia imperecedera del arte. El resultado no puede ni debe ser otro que un cuadro poético-
intelectual, meditado y concentrado, racional y lírico, surgido de una esmerada y rigurosa
concepción arquitectónica capaz de transmitir una belleza inmutable e inmarcesible. ¡El
verdadero paraíso estético! Esta obsesiva experimentación con la composición y disolución de
las formas, anuncia tanto el advenimiento de la plasmación geométrica del cubismo, así como la
aparición del arte abstracto: dos vertientes seminales que nutren la expresión artística del siglo
xx
51. Un cuadro de Van Gogh y lo que
sintió un pensador a partir de él…
52. ” Un par de botas de campesino y nada más. Y sin embargo…
En la oscura boca del gastado interior del zapato está grabada la
fatiga de los pasos de la faena. En la ruda y robusta pesadez de las
botas ha quedado apresada la obstinación del lento avanzar a lo
largo de los extendidos y monótonos surcos del campo mientras
sopla un viento helado. En el cuero está estampada la humedad y
el barro del suelo. Bajo las suelas se despliega toda la soledad del
camino del campo cuando cae la tarde. En el zapato tiembla la
callada llamada de la tierra, su silencioso regalo del trigo maduro,
su enigmática renuncia de sí misma en el yermo barbecho del
campo invernal. A través de este utensilio pasa todo el callado
temor por tener seguro el pan, toda la silenciosa alegría por haber
vuelto a vencer la miseria, toda la angustia ante el nacimiento
próximo y el escalofrío ante la amenaza de la muerte. Este utensilio
pertenece a la tierra y su refugio es el mundo de la labradora. El
utensilio puede llegar a reposar en sí mismo gracias a este modo
de pertenencia salvaguardada en su refugio.” Heidegger