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ANTONIO MACHADO
                                                   El ciclo de Soledades

EL PASO DEL TIEMPO Y EL DISCURRIR DE LA      ¡Alegría infantil en los rincones
VIDA                                       de las ciudades muertas!...
He andado muchos caminos...
He andado muchos caminos,                    Y algo nuestro de ayer, que todavía
he abierto muchas veredas;                 vemos vagar por estas calles viejas!
he navegado en cien mares,
y atracado en cien riberas.                Recuerdo infantil
                                           Una tarde parda y fría
En todas partes he visto                   de invierno. Los colegiales
caravanas de tristeza,                     estudian. Monotonía
soberbios y melancólicos                   de lluvia tras los cristales.
borrachos de sombra negra,
                                                 Es la clase. En un cartel
y pedantones al paño                       se representa a Caín
que miran, callan, y piensan               fugitivo, y muerto Abel,
que saben, porque no beben                 junto a una mancha carmín.
el vino de las tabernas.
                                                 Con timbre sonoro y hueco
Mala gente que camina                      truena el maestro, un anciano
y va apestando la tierra...                mal vestido, enjuto y seco,
                                           que lleva un libro en la mano.
Y en todas partes he visto
gentes que danzan o juegan,                     Y todo un coro infantil
cuando pueden, y laboran                   va cantando la lección:
sus cuatro palmos de tierra.               "mil veces ciento, cien mil;
                                           mil veces mil, un millón".
Nunca, si llegan a un sitio,
preguntan a dónde llegan.                        Una tarde parda y fría
Cuando caminan, cabalgan                   de invierno. Los colegiales
a lomos de mula vieja,                     estudian. Monotonía
                                           de la lluvia en los cristales.
y no conocen la prisa
ni aun en los días de fiesta.              LA SOLEDAD
Donde hay vino, beben vino;                Yo voy soñando caminos...
donde no hay vino, agua fresca.            Yo voy soñando caminos
                                           de la tarde. ¡Las colinas
Son buenas gentes que viven,               doradas, los verdes pinos,
laboran, pasan y sueñan,                   las polvorientas encinas!...
y en un día como tantos,
descansan bajo la tierra.                  ¿Adónde el camino irá?
                                           Yo voy cantando, viajero,
LA TRISTEZA POR LO PERDIDO                 a lo largo del sendero...
La plaza y los naranjos encendidos...      —La tarde cayendo está—.
La plaza y los naranjos encendidos         En el corazón tenía
con sus frutas redondas y risueñas.        la espina de una pasión;
                                           logré arrancármela un día;
   Tumulto de pequeños colegiales          ya no siento el corazón.
que, al salir en desorden de la escuela,
llenan el aire de la plaza en sombra       Y todo el campo un momento
con la algazara de sus voces nuevas.       se queda, mudo y sombrío,
                                           meditando. Suena el viento


Antología de poesía del siglo XX                                                   1
en los álamos del río.                 LA FUNCIÓN DEL POETA
                                       Leyendo un claro día...
La tarde más se oscurece;              Leyendo un claro día
y el camino se serpea                  mis bien amados versos,
y débilmente blanquea,                 he visto en el profundo
se enturbia y desaparece.              espejo de mis sueños

Mi cantar vuelve a plañir:               que una verdad divina
Aguda espina dorada,                   temblando está de miedo,
quién te volviera a sentir             y es una flor que quiere
en el corazón clavada.                 echar su aroma al viento.

Amada, el aura dice...                  El alma del poeta
Amada, el aura dice                    se orienta hacia el misterio.
tu pura veste blanca...                Sólo el poeta puede
No te verán mis ojos;                  mirar lo que está lejos
¡mi corazón te aguarda!                dentro del alma, en turbio
                                       y mago sol envuelto.
El viento me ha traído
tu nombre en la mañana;                  En esas galerías,
el eco de tus pasos                    sin fondo, del recuerdo,
repite la montaña...                   donde las pobres gentes
No te verán mis ojos;                  colgaron cual trofeo
¡mi corazón te aguarda!
                                        el traje de una fiesta
En las sombrías torres                 apolillado y viejo,
repican las campanas...                allí el poeta sabe
No te verán mis ojos;                  el laborar eterno
¡mi corazón te aguarda!                mirar de las doradas
                                       abejas de los sueños.
Los golpes del martillo
dicen la negra caja;                    Poetas, con el alma
y el sitio de la fosa,                 atenta al hondo cielo,
los golpes de la azada...              en la cruel batalla
No te verán mis ojos;                  o en el tranquilo huerto,
¡mi corazón te aguarda!
                                         la nueva miel labramos
EL ABURRIMIENTO Y LA MONOTONÍA DE LA   con los dolores viejos,
VIDA                                   la veste blanca y pura
Hastío                                 pacientemente hacemos,
Pasan las horas de hastío              y bajo el sol bruñimos
por la estancia familiar               el fuerte arnés de hierro.
el amplio cuarto sombrío
donde yo empecé a soñar.                El alma que no sueña,
     Del reloj arrinconado,            el enemigo espejo,
que en la penumbra clarea,             proyecta nuestra imagen
el tictac acompasado                   con un perfil grotesco.
odiosamente golpea.
     Dice la monotonía                  Sentimos una ola
del agua clara al caer:                de sangre, en nuestro pecho,
un día es como otro día;               que pasa... y sonreímos,
hoy es lo mismo que ayer.              y a laborar volvemos.
     Cae la tarde. El viento agita
el parque mustio y dorado...           LA REALIDAD Y EL DESEO
¡Qué largamente ha llorado             Desgarrada la nube...
toda la fronda marchita!               Desgarrada la nube; el arco iris
                                       brillando ya en el cielo,
                                       y en un fanal de lluvia


Antología de poesía del siglo XX                                          2
y sol el campo envuelto.                      el cipresal del huerto,
    Desperté. ¿Quién enturbia                 el prado verde, el sol, el agua, el iris!
los mágicos cristales de mi sueño?            ¡el agua en tus cabellos!...
Mi corazón latía                              Y todo en la memoria se perdía
atónito y disperso.                           como una pompa de jabón al viento.
   ...¡El limonar florido,



Fue una clara tarde, triste y soñolienta...   Tú venías solo con tu pena, hermano;
Fue una clara tarde, triste y soñolienta      tus labios besaron mi linfa serena,
tarde de verano. La hiedra asomaba            y en la clara tarde dijeron tu pena.
al muro del parque, negra y polvorienta...
                                                  Dijeron tu pena tus labios que ardían;
        La fuente sonaba.                     la sed que ahora tienen, entonces tenían.
  Rechinó en la vieja cancela mi llave;
con agrio ruido abrióse la puerta               —Adiós para siempre la fuente sonora,
de hierro mohoso y, al cerrarse, grave        del parque dormido eterna cantora.
golpeó el silencio de la tarde muerta.        Adiós para siempre; tu monotonía,
 En el solitario parque, la sonora            fuente, es más amarga que la pena mía.
copia borbollante del agua cantora
me guió a la fuente. La fuente vertía           Rechinó en la vieja cancela mi llave;
sobre el blanco mármol su monotonía.          con agrio ruïdo abrióse la puerta
                                              de hierro mohoso y, al cerrarse, grave
  La fuente cantaba: ¿Te recuerda, hermano,   sonó en el silencio de la tarde muerta.
un sueño lejano mi canto presente?
Fue una tarde lenta del lento verano.         Anoche cuando dormía...
                                              Anoche cuando dormía
      Respondí a la fuente:                   soñé, ¡bendita ilusión!,
No recuerdo, hermana,                         que una fontana fluía
mas sé que tu copla presente es lejana.       dentro de mi corazón.
                                              Di, ¿por qué acequia escondida,
   Fue esta misma tarde: mi cristal vertía    agua, vienes hasta mí,
como hoy sobre el mármol su monotonía.        manantial de nuestra vida
¿Recuerdas, hermano?... Los mirtos talares,   de donde nunca bebí?
que ves, sombreaban los claros cantares            Anoche cuando dormía
que escuchas. Del rubio color de la llama,    soñé, ¡bendita ilusión!,
el fruto maduro pendía en la rama,            que una colmena tenía
lo mismo que ahora. ¿Recuerdas, hermano?...   dentro de mi corazón;
Fue esta misma lenta tarde de verano.         y las doradas abejas
                                              iban fabricando en él,
  —No sé qué me dice tu copla riente          con las amarguras viejas,
de ensueños lejanos, hermana la fuente.       blanca cera y dulce miel.
                                                   Anoche cuando dormía
   Yo sé que tu claro cristal de alegría      soñé, ¡bendita ilusión!,
ya supo del árbol la fruta bermeja;           que un ardiente sol lucía
yo sé que es lejana la amargura mía           dentro de mi corazón.
que sueña en la tarde de verano vieja.        Era ardiente porque daba
                                              calores de rojo hogar,
  Yo sé que tus bellos espejos cantores       y era sol porque alumbraba
copiaron antiguos delirios de amores:         y porque hacía llorar.
mas cuéntame, fuente de lengua encantada,          Anoche cuando dormía
cuéntame mi alegre leyenda olvidada.          soñé, ¡bendita ilusión!,
                                              que era Dios lo que tenía
   —Yo no sé leyendas de antigua alegría,     dentro de mi corazón.
sino historias viejas de melancolía.
                                              Desnuda está la tierra...
  Fue una clara tarde del lento verano...     Desnuda está la tierra,


Antología de poesía del siglo XX                                                           3
y el alma aúlla al horizonte pálido                La calma es infinita en la desierta plaza,
como loba famélica. ¿Qué buscas,                 donde pasea el alma su traza de alma en pena.
poeta, en el ocaso?                              El agua brota y brota en la marmórea taza.
                                                 En todo el aire en sombra no más que el agua
   ¡Amargo caminar, porque el camino             suena.
pesa en el corazón! ¡El viento helado,
y la noche que llega, y la amargura              ¿Mi corazón se ha dormido?...
de la distancia!... En el camino blanco          ¿Mi corazón se ha dormido?
algunos yertos árboles negrean;                  Colmenares de mis sueños,
                                                 ¿ya no labráis? ¿Está seca
  en los montes lejanos                          la noria del pensamiento,
hay oro y sangre... El sol murió... ¿Qué         los cangilones vacíos,
buscas,                                          girando, de sombra llenos?
poeta, en el ocaso?
                                                  No, mi corazón no duerme.
Eran ayer mis dolores...                         Está despierto, despierto.
Eran ayer mis dolores                            Ni duerme ni sueña, mira,
como gusanos de seda                             los claros ojos abiertos,
que iban labrando capullos;                      señas lejanas y escucha
hoy son mariposas negras.                        a orillas del gran silencio.

  ¡De cuántas flores amargas                     Preludio
he sacado blanca cera!                           Mientras la sombra pasa de un santo amor,
¡Oh tiempo en que mis pesares                    hoy quiero
trabajaban como abejas!                          poner un dulce salmo sobre mi viejo atril.
                                                 Acordaré las notas del órgano severo
  Hoy son como avenas locas,                     al suspirar fragante del pífano de abril.
o cizaña en sementera,
como tizón en espiga,                            Madurarán su aroma las pomas otoñales,
como carcoma en madera.                          la mirra y el incienso salmodiarán su olor;
                                                 exhalarán su fresco perfume los rosales,
  ¡Oh tiempo en que mis dolores                  bajo la paz en sombra del tibio huerto en
tenían lágrimas buenas,                          flor.
y eran como agua de noria
que va regando una huerta!                       Al grave acorde lento de música y aroma,
Hoy son agua de torrente                         la sola y vieja y noble razón de mi rezar
que arranca el limo a la tierra.                 levantará su vuelo suave de paloma,
                                                 y la palabra blanca se elevará al altar.
  Dolores que ayer hicieron
de mi corazón colmena,                           Daba el reloj las doce... y eran doce...
hoy tratan mi corazón                            Daba el reloj las doce... y eran doce
como a una muralla vieja:                        golpes de azada en tierra...
quieren derribarlo, y pronto,
al golpe de la piqueta.                               ... ¡Mi hora! —grité— ... El silencio
                                                 me respondió: —No temas;
En medio de la plaza y sobre tosca               tú no verás caer la última gota
piedra...                                        que en la clepsidra tiembla.
En medio de la plaza y sobre tosca piedra,
el agua brota y brota. En el cercano huerto           Dormirás muchas horas todavía
eleva, tras el muro ceñido por la hiedra,        sobre la orilla vieja
alto ciprés la mancha de su ramaje yerto.        y encontrarás una mañana pura
                                                 amarrada tu barca a otra ribera.
  La tarde está cayendo frente a los caserones
de la ancha plaza, en sueños. Relucen las        Las ascuas de un crepúsculo morado...
vidrieras                                        Las ascuas de un crepúsculo morado
con ecos mortecinos de sol. En los balcones      detrás del negro cipresal humean...
hay formas que parecen confusas calaveras.       En la glorieta en sombra está la fuente
                                                 con su alado y desnudo Amor de piedra,


Antología de poesía del siglo XX                                                               4
que sueña mudo. En la marmórea taza                                                    La tarde de abril sonrió: La alegría
   reposa el agua muerta.                                                                 pasó por tu puerta —y luego, sombría:—
                                                                                          Pasó por tu puerta. Dos veces no pasa.
   Era una mañana y abril sonreía...
   Era una mañana y abril sonreía.                                                        La noria
   Frente al horizonte dorado moría                                                       La tarde caía
   la luna, muy blanca y opaca; tras ella,                                                triste y polvorienta.
   cual tenue ligera quimera, corría                                                           El agua cantaba
   la nube que apenas enturbia una estrella.                                              su copla plebeya
   ................................................................................       en los cangilones
   ............                                                                           de la noria lenta.
          Como sonreía la rosa mañana                                                          Soñaba la mula
   al sol del Oriente abrí mi ventana;                                                    ¡pobre mula vieja!,
   y en mi triste alcoba penetró el Oriente                                               al compás de sombra
   en canto de alondras, en risa de fuente                                                que en el agua suena.
   y en suave perfume de flora temprana.                                                        La tarde caía
          Fue una clara tarde de melancolía                                               triste y polvorienta.
   Abril sonreía. Yo abrí las ventanas                                                         Yo no sé qué noble,
   de mi casa al viento... El viento traía                                                divino poeta,
   perfume de rosas, doblar de campanas...                                                unió a la amargura
          Doblar de campanas lejanas, llorosas,                                           de la eterna rueda
   suave de rosas aromado aliento...                                                           la dulce armonía
   ... ¿Dónde están los huertos floridos de                                               del agua que sueña,
   rosas?                                                                                 y vendó tus ojos,
   ¿Qué dicen las dulces campanas al viento?                                              ¡pobre mula vieja!...
   ................................................................................            Mas sé que fue un noble,
   ...........                                                                            divino poeta,
          Pregunté a la tarde de abril que moría:                                         corazón maduro
   ¿Al fin la alegría se acerca a mi casa?                                                de sombra y de ciencia.


                                                                                      El ciclo de Campos de Castilla
Retrato                                                                                    A distinguir me paro las voces de los ecos,
Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla,                                          y escucho solamente, entre las voces, una.
y un huerto claro donde madura el limonero;
mi juventud, veinte años en tierras de Castilla;                                           ¿Soy clásico o romántico? No sé. Dejar quisiera
mi historia, algunos casos que recordar no quiero.                                         mi verso, como deja el capitán su espada:
                                                                                           famosa por la mano viril que la blandiera,
     Ni un seductor Mañara, ni un Bradomín he                                              no por el docto oficio del forjador preciada.
sido
—ya conocéis mi torpe aliño indumentario—,                                                 Converso con el hombre que siempre va conmigo
más recibí la flecha que me asignó Cupido,                                                 -quien habla solo espera hablar a Dios un día-;
y amé cuanto ellas puedan tener de hospitalario.                                           mi soliloquio es plática con ese buen amigo
                                                                                           que me enseñó el secreto de la filantropía.
      Hay en mis venas gotas de sangre jacobina,
pero mi verso brota de manantial sereno;                                                   Y al cabo, nada os debo; debéisme cuanto he escrito.
y, más que un hombre al uso que sabe su doctrina,                                          A mi trabajo acudo, con mi dinero pago
soy, en el buen sentido de la palabra, bueno.                                              el traje que me cubre y la mansión que habito,
                                                                                           el pan que me alimenta y el lecho en donde yago.
Adoro la hermosura, y en la moderna estética
corté las viejas rosas del huerto de Ronsard;                                              Y cuando llegue el día del último vïaje,
mas no amo los afeites de la actual cosmética,                                             y esté al partir la nave que nunca ha de tornar,
ni soy un ave de esas del nuevo gay-trinar.                                                me encontraréis a bordo ligero de equipaje,
                                                                                           casi desnudo, como los hijos de la mar.
Desdeño las romanzas de los tenores huecos
y el coro de los grillos que cantan a la luna.


   Antología de poesía del siglo XX                                                                                                      5
A orillas del Duero                                   pedía la conquista de los inmensos ríos
Mediaba el mes de julio. Era un hermoso día.          indianos a la corte, la madre de soldados,
Yo, solo, por las quiebras del pedregal subía,        guerreros y adalides que han de tornar, cargados
buscando los recodos de sombra, lentamente.           de plata y oro, a España, en regios galeones,
A trechos me paraba para enjugar mi frente            para la presa cuervos, para la lid leones.
y dar algún respiro al pecho jadeante;                Filósofos nutridos de sopa de convento
o bien, ahincando el paso, el cuerpo hacia adelante   contemplan impasibles el amplio firmamento;
y hacia la mano diestra vencido y apoyado             y si les llega en sueños, como un rumor distante,
en un bastón, a guisa de pastoril cayado,             clamor de mercaderes de muelles de Levante,
trepaba por los cerros que habitan las rapaces        no acudirán siquiera a preguntar ¿qué pasa?
aves de altura, hollando las hierbas montaraces       Y ya la guerra ha abierto las puertas de su casa.
de fuerte olor —romero, tomillo, salvia, espliego—.        Castilla miserable, ayer dominadora,
Sobre los agrios campos caía un sol de fuego.         envuelta en sus harapos desprecia cuanto ignora.
     Un buitre de anchas alas con majestuoso vuelo         El sol va declinando. De la ciudad lejana
cruzaba solitario el puro azul del cielo.             me llega un armonioso tañido de campana
Yo divisaba, lejos, un monte alto y agudo,            —ya irán a su rosario las enlutadas viejas—.
y una redonda loma cual recamado escudo,              De entre las peñas salen dos lindas comadrejas;
y cárdenos alcores sobre la parda tierra              me miran y se alejan, huyendo, y aparecen
—harapos esparcidos de un viejo arnés de guerra—      de nuevo, ¡tan curiosas!... Los campos se
las serrezuelas calvas por donde tuerce el Duero      obscurecen.
para formar la corva ballesta de un arquero           Hacia el camino blanco está el mesón abierto
en torno a Soria. —Soria es una barbacana,            al campo ensombrecido y al pedregal desierto.
hacia Aragón, que tiene la torre castellana—.
Veía el horizonte cerrado por colinas                 EL PROBLEMA DE ESPAÑA.- CASTILLA DE
oscuras, coronadas de robles y de encinas;            LA MUERTE
desnudos peñascales, algún humilde prado              Por tierras de España
donde el merino pace y el toro, arrodillado           El hombre de estos campos que incendia los
sobre la hierba, rumia; las márgenes de río           pinares
lucir sus verdes álamos al claro sol de estío,        y su despojo aguarda como botín de guerra,
y, silenciosamente, lejanos pasajeros,                antaño hubo raído los negros encinares,
¡tan diminutos! —carros, jinetes y arrieros—,         talado los robustos robledos de la sierra.
cruzar el largo puente, y bajo las arcadas            Hoy ve a sus pobres hijos huyendo de sus lares;
de piedra ensombrecerse las aguas plateadas           la tempestad llevarse los limos de la tierra
del Duero.                                            por los sagrados ríos hacia los anchos mares;
     El Duero cruza el corazón de roble               y en páramos malditos trabaja, sufre y yerra.
de Iberia y de Castilla.                              Es hijo de una estirpe de rudos caminantes,
         ¡Oh, tierra triste y noble,                  pastores que conducen sus hordas de merinos
la de los altos llanos y yermos y roquedas,           a Extremadura fértil, rebaños trashumantes
de campos sin arados, regatos ni arboledas;           que mancha el polvo y dora el sol de los caminos.
decrépitas ciudades, caminos sin mesones,             Pequeño, ágil, sufrido, los ojos de hombre astuto,
y atónitos palurdos sin danzas ni canciones           hundidos, recelosos, movibles; y trazadas
que aún van, abandonando el mortecino hogar,          cual arco de ballesta, en el semblante enjuto
como tus largos ríos, Castilla, hacia la mar!         de pómulos salientes, las cejas muy pobladas.
     Castilla miserable, ayer dominadora,             Abunda el hombre malo del campo y de la aldea,
envuelta en sus andrajos desprecia cuanto ignora.     capaz de insanos vicios y crímenes bestiales,
¿Espera, duerme o sueña? ¿La sangre derramada         que bajo el pardo sayo esconde un alma fea,
recuerda, cuando tuvo la fiebre de la espada?         esclava de los siete pecados capitales.
Todo se mueve, fluye, discurre, corre o gira;         Los ojos siempre turbios de envidia o de tristeza,
cambian la mar y el monte y el ojo que los mira.      guarda su presa y llora la que el vecino alcanza;
¿Pasó? Sobre sus campos aún el fantasma yerta         ni para su infortunio ni goza su riqueza;
de un pueblo que ponía a Dios sobre la guerra.        le hieren y acongojan fortuna y malandanza.
     La madre en otro tiempo fecunda en capitanes,    El numen de estos campos es sanguinario y fiero:
madrastra es hoy apenas de humildes ganapanes.        al declinar la tarde, sobre el remoto alcor,
Castilla no es aquella tan generosa un día,           veréis agigantarse la forma de un arquero,
cuando Myo Cid Rodrigo el de Vivar volvía,            la forma de un inmenso centauro flechador.
ufano de su nueva fortuna, y su opulencia,            Veréis llanuras bélicas y páramos de asceta
a regalar a Alfonso los huertos de Valencia;          —no fue por estos campos el bíblico jardín—:
o que, tras la aventura que acreditó sus bríos,       son tierras para el águila, un trozo de planeta


   Antología de poesía del siglo XX                                                               6
por donde cruza errante la sombra de Caín.        más allá de la mar y de la muerte?

El Dios ibero                                        ¿No dio la encina ibera
Igual que el ballestero                           para el fuego de Dios la buena rama,
tahúr de la cantiga,                              que fue en la santa hoguera
tuviera una saeta el hombre ibero                 de amor una con Dios en pura llama?
para el Señor que apedreó la espiga
y malogró los frutos otoñales,                       Mas hoy... ¡Qué importa un día!
y un "gloria a ti" para el Señor que grana        Para los nuevos lares
centenos y trigales                               estepas hay en la floresta umbría,
que el pan bendito le darán mañana.               leña verde en los viejos encinares.

   "Señor de la ruïna,                               Aún larga patria espera
adoro porque aguardo y porque temo:               abrir al corvo arado sus besanas;
con mi oración se inclina                         para el grano de Dios hay sementera
hacia la tierra un corazón blasfemo.              bajo cardos y abrojos y bardanas.

    "¡Señor, por quien arranco el pan con pena,      ¡Qué importa un día! Está el ayer alerto
sé tu poder, conozco mi cadena!                   al mañana, mañana al infinito,
                                                  hombres de España, ni el pasado ha muerto,
   "¡Oh dueño de la nube del estío                no está el mañana —ni el ayer— escrito.
que la campiña arrasa,
del seco otoño, del helar tardío,                    ¿Quién ha visto la faz al Dios hispano?
y del bochorno que la mies abrasa!
                                                  Mi corazón aguarda
   "¡Señor del iris, sobre el campo verde         al hombre ibero de la recia mano,
donde la oveja pace,                              que tallará en el roble castellano
Señor del fruto que el gusano muerde              el Dios adusto de la tierra parda.
y de la choza que el turbión deshace,
                                                  Orillas del Duero
    "tu soplo el fuego del hogar aviva,           ¡Primavera soriana, primavera
tu lumbre da sazón al rubio grano,                humilde, como el sueño de un bendito,
y cuaja el hueso de la verde oliva,               de un pobre caminante que durmiera
la noche de San Juan, tu santa mano!              de cansancio en un páramo infinito!
                                                       ¡Campillo amarillento,
    "¡Oh dueño de fortuna y de pobreza,           como tosco sayal de campesina,
ventura y malandanza,                             pradera de velludo polvoriento
que al rico das favores y pereza                  donde pace la escuálida merina!
y al pobre su fatiga y su esperanza!                   ¡Aquellos diminutos pegujales
                                                  de tierra dura y fría,
   "¡Señor, Señor: en la voltaria rueda           donde apuntan centenos y trigales
del año he visto mi simiente echada,              que el pan moreno nos darán un día!
corriendo igual albur que la moneda                    Y otra vez roca y roca, pedregales
del jugador en el azar sembrada!                  desnudos y pelados serrijones,
                                                  la tierra de las águilas caudales,
    "¡Señor, hoy paternal, ayer cruento,          malezas y jarales,
con doble faz de amor y de venganza,              hierbas monteses, zarzas y cambrones.
a ti, en un dado de tahúr al viento                    ¡Oh tierra ingrata y fuerte, tierra mía!
va mi oración, blasfemia y alabanza!"             ¡Castilla, tus decrépitas ciudades!
                                                  ¡La agria melancolía
   Este que insulta a Dios en los altares,        que puebla tus sombrías soledades!
no más atento al ceño del destino,                     ¡Castilla varonil, adusta tierra,
también soñó caminos en los mares                 Castilla del desdén contra la suerte,
y dijo: es Dios sobre la mar camino.              Castilla del dolor y de la guerra,
                                                  tierra inmortal, Castilla de la muerte!
  ¿No es él quien puso a Dios sobre la guerra          Era una tarde, cuando el campo huía
más allá de la suerte,                            del sol, y en el asombro del planeta,
más allá de la tierra,                            como un globo morado aparecía


   Antología de poesía del siglo XX                                                               7
la hermosa luna, amada del poeta.                          III
     En el cárdeno cielo vïoleta               Es el campo undulado, y los caminos
alguna clara estrella fulguraba.               ya ocultan los viajeros que cabalgan
El aire ensombrecido                           en pardos borriquillos,
oreaba mis sienes, y acercaba                  ya al fondo de la tarde arrebolada
el murmullo del agua hasta mi oído.            elevan las plebeyas figurillas,
     Entre cerros de plomo y de ceniza         que el lienzo de oro del ocaso manchan.
manchados de roídos encinares,
y entre calvas roquedas de caliza,             Mas si trepáis a un cerro y veis el campo
iba a embestir los ocho tajamares              desde los picos donde habita el águila,
del puente el padre río,                       son tornasoles de carmín y acero,
que surca de Castilla el yermo frío.           llanos plomizos, lomas plateadas,
     ¡Oh Duero, tu agua corre                  circuidos por montes de violeta,
y correrá mientras las nieves blancas          con las cumbres de nieve sonrosado.
de enero el sol de mayo
haga fluir por hoces y barrancas,                          IV
mientras tengan las sierras su turbante        ¡Las figuras del campo sobre el cielo!
de nieve y de tormenta.
y brille el olifante                           Dos lentos bueyes aran
del sol, tras de la nube cenicienta!...        en un alcor, cuando el otoño empieza,
     ¿Y el viejo romancero                     y entre las negras testas doblegadas
fue el sueño de un juglar junto a tu orilla?   bajo el pesado yugo,
¿Acaso como tú y por siempre, Duero,           pende un cesto de juncos y retama,
irá corriendo hacia la mar Castilla?           que es la cuna de un niño;

EL PROBLEMA DE ESPAÑA.- EL PAISAJE             y tras la yunta marcha
DE CASTILLA (VISIÓN SUBJETIVA)                 un hombre que se inclina hacia la tierra,
Campos de Soria                                y una mujer que en las abiertas zanjas
         I                                     arroja la semilla.
  Es la tierra de Soria árida y fría.
Por las colinas y las sierras calvas,          Bajo una nube de carmín y llama,
verdes pradillos, cerros cenicientos,          en el oro fluido y verdinoso
la primavera pasa                              del poniente, las sombras se agigantan.
dejando entre las hierbas olorosas
sus diminutas margaritas blancas.                           V
                                               La nieve. En el mesón al campo abierto
  La tierra no revive, el campo sueña.         se ve el hogar donde la leña humea
Al empezar abril está nevada                   y la olla al hervir borbollonea.
la espalda del Moncayo;
el caminante lleva en su bufanda               El cierzo corre por el campo yerto,
envueltos cuello y boca, y los pastores        alborotando en blancos torbellinos
pasan cubiertos con sus luengas capas.         la nieve silenciosa.

            II                                 La nieve sobre el campo y los caminos,
 Las tierras labrantías,                       cayendo está como sobre una fosa.
como retazos de estameñas pardas,
el huertecillo, el abejar, los trozos          Un viejo acurrucado tiembla y tose
de verde obscuro en que el merino pasta,       cerca del fuego; su mechón de lana
entre plomizos peñascales, siembran            la vieja hila, y una niña cose
el sueño alegre de infantil Arcadia.           verde ribete a su estameña grana.

En los chopos lejanos del camino,              Padres los viejos son de un arriero
parecen humear las yertas ramas                que caminó sobre la blanca tierra,
como un glauco vapor —las nuevas hojas—        y una noche perdió ruta y sendero,
y en las quiebras de valles y barrancas        y se enterró en las nieves de la sierra.
blanquean los zarzales florecidos,
y brotan las violetas perfumadas.              En torno al fuego hay un lugar vacío
                                               y en la frente del viejo, de hosco ceño,


   Antología de poesía del siglo XX                                                        8
como un tachón sombrío                      tras las murallas viejas
—tal el golpe de un hacha sobre un leño—.   de Soria —barbacana
                                            hacia Aragón, en castellana tierra—.
La vieja mira al campo, cual si oyera
pasos sobre la nieve. Nadie pasa.           Estos chopos del río, que acompañan
                                            con el sonido de sus hojas secas
Desierta la vecina carretera,               el son del agua, cuando el viento sopla,
desierto el campo en torno de la casa.      tienen en sus cortezas
                                            grabadas iniciales que son nombres
La niña piensa que en los verdes prados     de enamorados, cifras que son fechas.
ha de correr con otras doncellitas
en los días azules y dorados,               ¡Álamos del amor que ayer tuvisteis
cuando crecen las blancas margaritas.       de ruiseñores vuestras ramas llenas;
                                            álamos que seréis mañana liras
            VI                              del viento perfumado en primavera;
 ¡Soria fría, Soria pura,                   álamos del amor cerca del agua
cabeza de Extremadura,                      que corre y pasa y sueña,
con su castillo guerrero                    álamos de las márgenes del Duero,
arruinado, sobre el Duero;                  conmigo vais, mi corazón os lleva!
con sus murallas roídas
y sus casas denegridas!                                IX
                                            ¡Oh, sí! Conmigo vais, campos de Soria,
  ¡Muerta ciudad de señores                 tardes tranquilas, montes de violeta,
soldados o cazadores;                       alamedas del río, verde sueño
de portales con escudos                     del suelo gris y de la parda tierra,
de cien linajes hidalgos,                   agria melancolía
y de famélicos galgos,                      de la ciudad decrépita.
de galgos flacos y agudos,
que pululan                                 Me habéis llegado al alma,
por las sórdidas callejas,                  ¿o acaso estabais en el fondo de ella?
y a la medianoche ululan,
cuando graznan las cornejas!                ¡Gentes del alto llano numantino
                                            que a Dios guardáis como cristianas viejas,
   ¡Soria fría! La campana                  que el sol de España os llene
de la Audiencia da la una.                  de alegría, de luz y de riqueza!
Soria, ciudad castellana
¡tan bella! bajo la luna.                   EL PROBLEMA EXISTENCIAL.- LEONOR Y
                                            LA MUERTE.
          VII                               A un olmo seco
¡Colinas plateadas,                         Al olmo viejo, hendido por el rayo
grises alcores, cárdenas roquedas           y en su mitad podrido,
por donde traza el Duero                    con las lluvias de abril y el sol de mayo
su curva de ballesta                        algunas hojas verdes le han salido.
en torno a Soria, obscuros encinares,
ariscos pedregales, calvas sierras,               ¡El olmo centenario en la colina
caminos blancos y álamos del río,           que lame el Duero! Un musgo amarillento
tardes de Soria, mística y guerrera,        le mancha la corteza blanquecina
hoy siento por vosotros, en el fondo        al tronco carcomido y polvoriento.
del corazón, tristeza,
tristeza que es amor! ¡Campos de Soria           No será, cual los álamos cantores
donde parece que las rocas sueñan,          que guardan el camino y la ribera,
conmigo vais! ¡Colinas plateadas,           habitado de pardos ruiseñores.
grises alcores, cárdenas roquedas!...
                                                  Ejército de hormigas en hilera
           VIII                             va trepando por él, y en sus entrañas
He vuelto a ver los álamos dorados,         urden sus telas grises las arañas.
álamos del camino en la ribera
del Duero, entre San Polo y San Saturio,         Antes que te derribe, olmo del Duero,


   Antología de poesía del siglo XX                                                       9
con su hacha el leñador, y el carpintero        Dice la esperanza...
te convierta en melena de campana,              Dice la esperanza: un día
lanza de carro o yugo de carreta;               la verás, si bien esperas.
antes que rojo en el hogar, mañana,             Dice la desesperanza:
ardas en alguna mísera caseta,                  sólo tu amargura es ella.
al borde de un camino;                          Late, corazón... No todo
antes que te descuaje un torbellino             se lo ha tragado la tierra.
y tronche el soplo de las sierras blancas;
antes que el río hasta la mar te empuje         Allá, en las tierras altas...
por valles y barrancas,                         Allá, en las tierras altas,
olmo, quiero anotar en mi cartera               por donde traza el Duero
la gracia de tu rama verdecida.                 su curva de ballesta
Mi corazón espera                               en torno a Soria, entre plomizos cerros
también, hacia la luz y hacia la vida,          y manchas de raídos encinares,
otro milagro de la primavera.                   mi corazón está vagando, en sueños...
                                                   ¿No ves, Leonor, los álamos del río
Caminos                                         con sus ramajes yertos?
De la ciudad moruna                             Mira el Moncayo azul y blanco; dame
tras las murallas viejas,                       tu mano y paseemos.
yo contemplo la tarde silenciosa,               Por estos campos de la tierra mía,
a solas con mi sombra y con mi pena.            bordados de olivares polvorientos,
                                                voy caminando solo,
  El río va corriendo,                          triste, cansado, pensativo y viejo.
entre sombrías huertas
y grises olivares,                              Soñé que tú me llevabas...
por los alegres campos de Baeza                 Soñé que tú me llevabas
                                                por una blanca vereda,
  Tienen las vides pámpanos dorados             en medio del campo verde,
sobre las rojas cepas.                          hacia el azul de las sierras,
Guadalquivir, como un alfanje roto              hacia los montes azules,
y disperso, reluce y espejea.                   una mañana serena.

  Lejos, los montes duermen                       Sentí tu mano en la mía,
envueltos en la niebla,                         tu mano de compañera,
niebla de otoño, maternal; descansan            tu voz de niña en mi oído
las rudas moles de su ser de piedra             como una campana nueva,
en esta tibia tarde de noviembre,               como una campana virgen
tarde piadosa, cárdena y violeta.               de un alba de primavera.

  El viento ha sacudido                         ¡Eran tu voz y tu mano,
los mustios olmos de la carretera,              en sueños, tan verdaderas! ...
levantando en rosados torbellinos
el polvo de la tierra.                          Vive, esperanza, ¡quién sabe
La luna está subiendo                           lo que se traga la tierra!.
amoratada, jadeante y llena.
                                                Una noche de verano...
  Los caminitos blancos                         Una noche de verano
se cruzan y se alejan,                          —estaba abierto el balcón
buscando los dispersos caseríos                 y la puerta de mi casa—
del valle y de la sierra.                       la muerte en mi casa entró.
Caminos de los campos...                        Se fue acercando a su lecho
¡Ay, ya, no puedo caminar con ella!             —ni siquiera me miró—,
Señor, ya me arrancaste...                      con unos dedos muy finos,
Señor, ya me arrancaste lo que yo más quería.   algo muy tenue rompió.
Oye otra vez, Dios mío, mi corazón clamar.      Silenciosa y sin mirarme,
Tu voluntad se hizo, Señor, contra la mía.      la muerte otra vez pasó
Señor, ya estamos solos mi corazón y el mar.    delante de mí. ¿Qué has hecho?
                                                La muerte no respondió.


   Antología de poesía del siglo XX                                                       10
Mi niña quedó tranquila,                      en estos campos de mi Andalucía,
dolido mi corazón,                            ¡oh tierra en que nací!, cantar quisiera.
¡Ay, lo que la muerte ha roto
era un hilo entre los dos!.                   Tengo recuerdos de mi infancia, tengo
                                              imágenes de luz y de palmeras,
A José Mª Palacio                             y en una gloria de oro,
Palacio, buen amigo,                          de lueñes campanarios con cigüeñas,
¿está la primavera                            de ciudades con calles sin mujeres
vistiendo ya las ramas de los chopos          bajo un cielo de añil, plazas desiertas
del río y los caminos? En la estepa           donde crecen naranjos encendidos
del alto Duero, Primavera tarda,              con sus frutas redondas y bermejas;
¡pero es tan bella y dulce cuando llega!...   y en un huerto sombrío, el limonero
                                              de ramas polvorientas
¿Tienen los viejos olmos                      y pálidos limones amarillos,
algunas hojas nuevas?                         que el agua clara de la fuente espeja,
                                              un aroma de nardos y claveles
Aún las acacias estarán desnudas              y un fuerte olor de albahaca y hierbabuena,
y nevados los montes de las sierras.          imágenes de grises olivares
                                              bajo un tórrido sol que aturde y ciega,
¡Oh mole del Moncayo blanca y rosa,           y azules y dispersas serranías
allá, en el cielo de Aragón, tan bella!       con arreboles de una tarde inmensa;
                                              mas falta el hilo que el recuerdo anuda
¿Hay zarzas florecidas                        al corazón, el ancla en su ribera,
entré las grises peñas,                       o estas memorias no son alma. Tienen,
y blancas margaritas                          en sus abigarradas vestimentas,
entre la fina hierba?                         señal de ser despojos del recuerdo,
                                              la carga bruta que el recuerdo lleva.
Por esos campanarios
ya habrán ido llegando las cigüeñas.          Un día tornarán, con luz del fondo ungidos,
                                              los cuerpos virginales a la orilla vieja.
Habrá trigales verdes,                        EL PROBLEMA RELIGIOSO
y mulas pardas en las sementeras,             La saeta
y labriegos que siembran los tardíos          ¿ Quién me presta una escalera
con las lluvias de abril. Ya las abejas       para subir al madero,
libarán del tomillo y el romero.              para quitarle los clavos
                                              a Jesús el Nazareno?
¿Hay ciruelos en flor? ¿Quedan violetas?
                                              Saeta popular
Furtivos cazadores, los reclamos               ¡Oh, la saeta, el cantar
de la perdiz bajo las capas luengas,          al Cristo de los gitanos,
no faltarán. Palacio, buen amigo,             siempre con sangre en las manos,
                                              siempre por desenclavar!
¿tienen ya ruiseñores las riberas?            ¡Cantar del pueblo andaluz,
                                              que todas las primaveras
Con los primeros lirios                       anda pidiendo escaleras
y las primeras rosas de las huertas,          para subir a la cruz!
en una tarde azul, sube al Espino,            ¡Cantar de la tierra mía,
al alto Espino donde está su tierra...        que echa flores
                                              al Jesús de la agonía,
En estos campos de la tierra mía...           y es la fe de mis mayores!
En estos campos de la tierra mía,             ¡Oh, no eres tú mi cantar!
y extranjero en los campos de mi tierra       ¡No puedo cantar, ni quiero
—yo tuve patria donde corre el Duero          a ese Jesús del madero,
por entre grises peñas,                       sino al que anduvo en el mar!
y fantasmas de viejos encinares,
allá en Castilla, mística y guerrera,         Del pasado efímero
Castilla la gentil, humilde y brava,          Este hombre del casino provinciano
Castilla del desdén y de la fuerza—,          que vio a Carancha recibir un día,


   Antología de poesía del siglo XX                                                         11
tiene mustia la tez, el pelo cano,            a los surcos del azar?...
ojos velados por melancolía;                  Todo el que camina anda,
bajo el bigote gris, labios de hastío,        como Jesús, sobre el mar.
y una triste expresión, que no es tristeza,
sino algo más y menos: el vacío               IV
del mundo en la oquedad de su cabeza.         Nuestras horas son minutos
                                              cuando esperamos saber,
Aún luce de corinto terciopelo                y siglos cuando sabemos
chaqueta y pantalón abotinado,                lo que se puede aprender.
y un cordobés color de caramelo,
pulido y torneado.                            V
Tres veces heredó; tres ha perdido            Ni vale nada el fruto
al monte su caudal; dos ha enviudado.         cogido sin sazón...
                                              Ni aunque te elogie un bruto
Sólo se anima ante el azar prohibido,         ha de tener razón.
sobre el verde tapete reclinado,
o al evocar la tarde de un torero,            VI
la suerte de un tahúr, o si alguien cuenta    De lo que llaman los hombres
la hazaña de un gallardo bandolero,           virtud, justicia y bondad,
o la proeza de un matón, sangrienta.          una mitad es envidia,
                                              y la otra no es caridad.
Bosteza de política banales
dicterios al gobierno reaccionario,           XXI
y augura que vendrán los liberales,           Ayer soñé que veía
cual torna la cigüeña al campanario.          a Dios y que a Dios hablaba;
                                              y soñé que Dios me oía...
Un poco labrador, del cielo aguarda           Después soñé que soñaba.
y al cielo teme; alguna vez suspira,
pensando en su olivar, y al cielo mira        XXIII
con ojo inquieto, si la lluvia tarda.         No extrañéis, dulces amigos,
                                              que esté mi frente arrugada:
Lo demás, taciturno, hipocondriaco,           yo vivo en paz con los hombres
prisionero en la Arcadia del presente,        y en guerra con mis entrañas.
le aburre; sólo el humo del tabaco
simula algunas sombras en su frente.          XXIX
                                              Caminante, son tus huellas
Este hombre no es de ayer ni es de mañana,    el camino y nada más;
sino de nunca; de la cepa hispana             Caminante, no hay camino,
no es el fruto maduro ni podrido,             se hace camino al andar.
es una fruta vana                             Al andar se hace el camino,
de aquella España que pasó y no ha sido,      y al volver la vista atrás
esa que hoy tiene la cabeza cana.             se ve la senda que nunca
                                              se ha de volver a pisar.
Proverbios y cantares                         Caminante no hay camino
I                                             sino estelas en la mar.
Nunca perseguí la gloria
ni dejar en la memoria                        XLIV
de los hombres mi canción;                    Todo pasa y todo queda,
yo amo los mundos sutiles,                    pero lo nuestro es pasar,
ingrávidos y gentiles                         pasar haciendo caminos,
como pompas de jabón.                         caminos sobre la mar.
Me gusta verlos pintarse
de sol y grana, volar                         XLV
bajo el cielo azul, temblar                   Morir... ¿Caer como gota
súbitamente y quebrarse.                      de mar en el mar inmenso?
                                              ¿O ser lo que nunca he sido:
II                                            uno, sin sombra y sin sueño,
¿Para qué llamar caminos                      un solitario que avanza


   Antología de poesía del siglo XX                                            12
sin camino y sin espejo?                    Y hacia otra luz más pura
                                            partió el hermano de la luz del alba,
LIII                                        del sol de los talleres,
Ya hay un español que quiere                el viejo alegre de la vida santa.
vivir y a vivir empieza,                    ...¡Oh, sí, llevad, amigos,
entre una España que muere                  su cuerpo a la montaña,
y otra España que bosteza.                  a los azules montes
Españolito que vienes                       del ancho Guadarrama!
al mundo, te guarde Dios.                   Allí hay barrancos hondos
Una de las dos Españas                      de pinos verdes donde el viento canta.
ha de helarte el corazón.                   Su corazón repose
                                            bajo una encina casta,
Era un niño que soñaba...                   en tierra de tomillos, donde juegan
Era un niño que soñaba                      mariposas doradas...
un caballo de cartón.                       Allí el maestro un día
Abrió los ojos el niño                      soñaba un nuevo florecer de España.
y el caballito no vio.
Con un caballito blanco                     EL PROBLEMA DE ESPAÑA.- LA CUESTIÓN
el niño volvió a soñar;                     POLÍTICA
y por la crin lo cogía...                   Una España joven
¡Ahora no te escaparás!                     ...Fue un tiempo de mentira, de infamia. A España
Apenas lo hubo cogido,                      toda,
el niño se despertó.                        la malherida España, de Carnaval vestida
Tenía el puño cerrado.                      nos la pusieron, pobre y escuálida y beoda,
¡El caballito voló!                         para que no acertara la mano con la herida.
Quedóse el niño muy serio
pensando que no es verdad                   Fue ayer; éramos casi adolescentes; era
un caballito soñado.                        con tiempo malo, encinta de lúgubres presagios,
Y ya no volvió a soñar.                     cuando montar quisimos en pelo una quimera,
Pero el niño se hizo mozo                   mientras la mar dormía ahíta de naufragios.
y el mozo tuvo un amor,
y a su amada le decía:                      Dejamos en el puerto la sórdida galera,
¿Tú eres de verdad o no?                    y en una nave de oro nos plugo navegar
Cuando el mozo se hizo viejo                hacia los altos mares, sin aguardar ribera,
pensaba: Todo es soñar,                     lanzando velas y anclas, y gobernalle al mar.
el caballito soñado
y el caballo de verdad.                     Ya entonces, por el fondo de nuestro sueño
Y cuando vino la muerte,                    -herencia
el viejo a su corazón                       de un siglo que vencido sin gloria se alejaba-
preguntaba: ¿Tú eres sueño?                 un alba entrar quería; con nuestra turbulencia
¡Quién sabe si despertó!                    la luz de las divinas ideas batallaba.

EL PROBLEMA ÉTICO                           Mas cada cual el rumbo siguió de su locura;
A don Francisco Giner de los Ríos           agitó su brazo, acreditó su brío;
Como se fue el maestro,                     dejó como un espejo bruñida su armadura
la luz de esta mañana                       y dijo: "El hoy es malo, pero el mañana... es mío".
me dijo: Van tres días
que mi hermano Francisco no trabaja.        Y hoy es aquel mañana de ayer... Y España toda,
¿Murió?...Sólo sabemos                      con sucios oropeles de Carnaval vestida
que se nos fue por una senda clara,         aún la tenemos: pobre y escuálida y beoda;
diciéndonos: Hacedme                        mas hoy de un vino malo: la sangre de su herida.
un duelo de labores y esperanzas.
Sed buenos y no más, sed lo que he sido     Tú, juventud más joven, si de más alta cumbre
entre vosotros: alma.                       la voluntad te llega, irás a tu aventura
Vivid, la vida sigue,                       despierta y transparente a la divina lumbre,
los muertos mueren y las sombras pasan;     como el diamante clara, como el diamante pura.
lleva quien deja y vive el que ha vivido.
¡Yunques, sonad; enmudeced, campanas!


   Antología de poesía del siglo XX                                                     13
Nuevas Canciones y últimos poemas
EL RECUERDO DE LEONOR                          Una aurora cuajada en roca fría
Apuntes                                        que es asombro y pavor del caminante
Sobre el olivar                                más que fiero león en claro día
se vio a la lechuza                            o en garganta de monte osa gigante.
volar y volar.
A Santa María                                  Con el incendio de un amor, prendido
un ramito verde                                al turbio sueño de esperanza y miedo,
volando traía.                                 yo voy hacia la mar, hacia el olvido
¡Campo de Baeza,
soñaré contigo                                 y no como a la noche ese roquedo,
cuando no te vea!                              al girar del planeta ensombrecido-.
                                               No me llaméis, porque tornar no puedo.
Los olivos grises,
los caminos blancos.                           EL AMOR: GUIOMAR
El sol ha sorbido                              Canciones a Guiomar
la color del campo;                            ¡Sólo tu figura,
y hasta tu recuerdo                            como una centella blanca,
me lo va secando                               en mi noche oscura!
esta alma de polvo
de los días malos.                             ¡Y en la tersa arena,
                                               cerca de la mar,
Canciones de las Tierras Altas                 tu carne rosa y morena,
Por la sierra blanca...                        súbitamente, Guiomar!
La nieve menuda
y el viento de cara.                           En el gris del muro,
Por entre los pinos...                         cárcel y aposento,
con la blanca nieve                            y en un paisaje futuro
se borra el camino.                            con sólo tu voz y el viento;
Recio viento sopla
de Urbión a Moncayo.                           en el nácar frío
¡Páramos de Soria! [...]                       de tu zarcillo en mi boca,
                                               Guiomar, y en el calofrío
Se abrió la puerta que tiene                   de una amanecida loca;
gonces en mi corazón,
y otra vez la galería                          asomada al malecón
de mi historia apareció.                       que bate la mar de un sueño,
Otra vez la plazoleta                          y bajo el arco del ceño
de las acacias en flor,                        de mi vigilia, a traición,
y otra vez la fuente clara                     ¡siempre tú!
cuenta un romance de amor. [...]               Guiomar, Guiomar,
                                               mírame en ti castigado:
Soria, de montes azules                        reo de haberte creado,
y de yermos de violeta,                        ya no te puedo olvidar.
¡cuántas veces te he soñado
en esta florida vega
por donde se va,                               Soneto a Guiomar
entre naranjos de oro,                         De mar a mar entre los dos la guerra,
Guadalquivir a la mar!                         más honda que la mar. En mi parterre,
                                               miro a la mar que el horizonte cierra.
Las ascuas de un crepúsculo, señora            Tú, asomada, Guiomar, a un finisterre,
Las ascuas de un crepúsculo dorado, señora,
rota la parda nube de tormenta,                miras hacia otro mar, la mar de España
han pintado en la roca cenicienta              que Camoens cantara, tenebrosa.
de lueñe cerro un resplandor de aurora.        Acaso a ti mi ausencia te acompaña.
                                               A mí me duele tu recuerdo, diosa.


Antología de poesía del siglo XX                                                        14
a mi tragedia de tu hoz de plata,
La guerra dio al amor el tajo fuerte.          te cantaré la carne que no tienes,
Y es la total angustia de la muerte,           los ojos que te faltan,
con la sombra infecunda de la llama            tus cabellos que el viento sacudía,
                                               los rojos labios donde te besaban...
y la soñada miel de amor tardío,               Hoy como ayer, gitana, muerte mía,
y la flor imposible de la rama                 qué bien contigo a solas,
que ha sentido del hacha el corte frío.        por estos aires de Granada, ¡mi Granada!"
                                               3.
LOS AMIGOS MUERTOS                                Se le vio caminar...
El crimen fue en Granada                                       Labrad, amigos,
1. El crimen                                   de piedra y sueño en el Alhambra,
   Se le vio, caminando entre fusiles,         un túmulo al poeta,
por una calle larga,                           sobre una fuente donde llore el agua,
salir al campo frío,                           y eternamente diga:
aún con estrellas de la madrugada.             el crimen fue en Granada, ¡en su Granada!
Mataron a Federico
cuando la luz asomaba.                         POESÍA DE GUERRA
El pelotón de verdugos                         La muerte del niño herido
no osó mirarle la cara.                        Otra vez es la noche... Es el martillo
Todos cerraron los ojos;                       de la fiebre en las sienes bien vendadas
rezaron: ¡ni Dios te salva!                    del niño. -Madre, ¡el pájaro amarillo!
Muerto cayó Federico                           ¡Las mariposas negras y moradas!
—sangre en la frente y plomo en las entrañas
—                                              -Duerme, hijo mío. Y la manita oprime
... Que fue en Granada el crimen               la madre junto al lecho. -¡Oh flor de fuego!
sabed —¡pobre Granada!—, en su Granada.        ¿Quién ha de helarte, flor de sangre, dime?
                                               Hay en la pobre alcoba olor de espliego:
2. El poeta y la muerte
  Se le vio caminar solo con Ella,             fuera la oronda luna que blanquea
sin miedo a su guadaña.                        cúpula y torre a la ciudad sombría.
—Ya el sol en torre y torre, los martillos     Invisible avïón moscardonea.
en yunque— yunque y yunque de las fraguas.
Hablaba Federico,                              -¿Duermes, oh dulce flor de sangre mía?
requebrando a la muerte. Ella escuchaba.       El cristal del balcón repiquetea.
"Porque ayer en mi verso, compañera,           -¡Oh, fría, fría, fría, fría, fría!
sonaba el golpe de tus secas palmas,
y diste el hielo a mi cantar, y el filo




Antología de poesía del siglo XX                                                              15
a mi tragedia de tu hoz de plata,
La guerra dio al amor el tajo fuerte.          te cantaré la carne que no tienes,
Y es la total angustia de la muerte,           los ojos que te faltan,
con la sombra infecunda de la llama            tus cabellos que el viento sacudía,
                                               los rojos labios donde te besaban...
y la soñada miel de amor tardío,               Hoy como ayer, gitana, muerte mía,
y la flor imposible de la rama                 qué bien contigo a solas,
que ha sentido del hacha el corte frío.        por estos aires de Granada, ¡mi Granada!"
                                               3.
LOS AMIGOS MUERTOS                                Se le vio caminar...
El crimen fue en Granada                                       Labrad, amigos,
1. El crimen                                   de piedra y sueño en el Alhambra,
   Se le vio, caminando entre fusiles,         un túmulo al poeta,
por una calle larga,                           sobre una fuente donde llore el agua,
salir al campo frío,                           y eternamente diga:
aún con estrellas de la madrugada.             el crimen fue en Granada, ¡en su Granada!
Mataron a Federico
cuando la luz asomaba.                         POESÍA DE GUERRA
El pelotón de verdugos                         La muerte del niño herido
no osó mirarle la cara.                        Otra vez es la noche... Es el martillo
Todos cerraron los ojos;                       de la fiebre en las sienes bien vendadas
rezaron: ¡ni Dios te salva!                    del niño. -Madre, ¡el pájaro amarillo!
Muerto cayó Federico                           ¡Las mariposas negras y moradas!
—sangre en la frente y plomo en las entrañas
—                                              -Duerme, hijo mío. Y la manita oprime
... Que fue en Granada el crimen               la madre junto al lecho. -¡Oh flor de fuego!
sabed —¡pobre Granada!—, en su Granada.        ¿Quién ha de helarte, flor de sangre, dime?
                                               Hay en la pobre alcoba olor de espliego:
2. El poeta y la muerte
  Se le vio caminar solo con Ella,             fuera la oronda luna que blanquea
sin miedo a su guadaña.                        cúpula y torre a la ciudad sombría.
—Ya el sol en torre y torre, los martillos     Invisible avïón moscardonea.
en yunque— yunque y yunque de las fraguas.
Hablaba Federico,                              -¿Duermes, oh dulce flor de sangre mía?
requebrando a la muerte. Ella escuchaba.       El cristal del balcón repiquetea.
"Porque ayer en mi verso, compañera,           -¡Oh, fría, fría, fría, fría, fría!
sonaba el golpe de tus secas palmas,
y diste el hielo a mi cantar, y el filo




Antología de poesía del siglo XX                                                              15

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Machado y la soledad en el ciclo de poemas Soledades

  • 1. ANTONIO MACHADO El ciclo de Soledades EL PASO DEL TIEMPO Y EL DISCURRIR DE LA ¡Alegría infantil en los rincones VIDA de las ciudades muertas!... He andado muchos caminos... He andado muchos caminos, Y algo nuestro de ayer, que todavía he abierto muchas veredas; vemos vagar por estas calles viejas! he navegado en cien mares, y atracado en cien riberas. Recuerdo infantil Una tarde parda y fría En todas partes he visto de invierno. Los colegiales caravanas de tristeza, estudian. Monotonía soberbios y melancólicos de lluvia tras los cristales. borrachos de sombra negra, Es la clase. En un cartel y pedantones al paño se representa a Caín que miran, callan, y piensan fugitivo, y muerto Abel, que saben, porque no beben junto a una mancha carmín. el vino de las tabernas. Con timbre sonoro y hueco Mala gente que camina truena el maestro, un anciano y va apestando la tierra... mal vestido, enjuto y seco, que lleva un libro en la mano. Y en todas partes he visto gentes que danzan o juegan, Y todo un coro infantil cuando pueden, y laboran va cantando la lección: sus cuatro palmos de tierra. "mil veces ciento, cien mil; mil veces mil, un millón". Nunca, si llegan a un sitio, preguntan a dónde llegan. Una tarde parda y fría Cuando caminan, cabalgan de invierno. Los colegiales a lomos de mula vieja, estudian. Monotonía de la lluvia en los cristales. y no conocen la prisa ni aun en los días de fiesta. LA SOLEDAD Donde hay vino, beben vino; Yo voy soñando caminos... donde no hay vino, agua fresca. Yo voy soñando caminos de la tarde. ¡Las colinas Son buenas gentes que viven, doradas, los verdes pinos, laboran, pasan y sueñan, las polvorientas encinas!... y en un día como tantos, descansan bajo la tierra. ¿Adónde el camino irá? Yo voy cantando, viajero, LA TRISTEZA POR LO PERDIDO a lo largo del sendero... La plaza y los naranjos encendidos... —La tarde cayendo está—. La plaza y los naranjos encendidos En el corazón tenía con sus frutas redondas y risueñas. la espina de una pasión; logré arrancármela un día; Tumulto de pequeños colegiales ya no siento el corazón. que, al salir en desorden de la escuela, llenan el aire de la plaza en sombra Y todo el campo un momento con la algazara de sus voces nuevas. se queda, mudo y sombrío, meditando. Suena el viento Antología de poesía del siglo XX 1
  • 2. en los álamos del río. LA FUNCIÓN DEL POETA Leyendo un claro día... La tarde más se oscurece; Leyendo un claro día y el camino se serpea mis bien amados versos, y débilmente blanquea, he visto en el profundo se enturbia y desaparece. espejo de mis sueños Mi cantar vuelve a plañir: que una verdad divina Aguda espina dorada, temblando está de miedo, quién te volviera a sentir y es una flor que quiere en el corazón clavada. echar su aroma al viento. Amada, el aura dice... El alma del poeta Amada, el aura dice se orienta hacia el misterio. tu pura veste blanca... Sólo el poeta puede No te verán mis ojos; mirar lo que está lejos ¡mi corazón te aguarda! dentro del alma, en turbio y mago sol envuelto. El viento me ha traído tu nombre en la mañana; En esas galerías, el eco de tus pasos sin fondo, del recuerdo, repite la montaña... donde las pobres gentes No te verán mis ojos; colgaron cual trofeo ¡mi corazón te aguarda! el traje de una fiesta En las sombrías torres apolillado y viejo, repican las campanas... allí el poeta sabe No te verán mis ojos; el laborar eterno ¡mi corazón te aguarda! mirar de las doradas abejas de los sueños. Los golpes del martillo dicen la negra caja; Poetas, con el alma y el sitio de la fosa, atenta al hondo cielo, los golpes de la azada... en la cruel batalla No te verán mis ojos; o en el tranquilo huerto, ¡mi corazón te aguarda! la nueva miel labramos EL ABURRIMIENTO Y LA MONOTONÍA DE LA con los dolores viejos, VIDA la veste blanca y pura Hastío pacientemente hacemos, Pasan las horas de hastío y bajo el sol bruñimos por la estancia familiar el fuerte arnés de hierro. el amplio cuarto sombrío donde yo empecé a soñar. El alma que no sueña, Del reloj arrinconado, el enemigo espejo, que en la penumbra clarea, proyecta nuestra imagen el tictac acompasado con un perfil grotesco. odiosamente golpea. Dice la monotonía Sentimos una ola del agua clara al caer: de sangre, en nuestro pecho, un día es como otro día; que pasa... y sonreímos, hoy es lo mismo que ayer. y a laborar volvemos. Cae la tarde. El viento agita el parque mustio y dorado... LA REALIDAD Y EL DESEO ¡Qué largamente ha llorado Desgarrada la nube... toda la fronda marchita! Desgarrada la nube; el arco iris brillando ya en el cielo, y en un fanal de lluvia Antología de poesía del siglo XX 2
  • 3. y sol el campo envuelto. el cipresal del huerto, Desperté. ¿Quién enturbia el prado verde, el sol, el agua, el iris! los mágicos cristales de mi sueño? ¡el agua en tus cabellos!... Mi corazón latía Y todo en la memoria se perdía atónito y disperso. como una pompa de jabón al viento. ...¡El limonar florido, Fue una clara tarde, triste y soñolienta... Tú venías solo con tu pena, hermano; Fue una clara tarde, triste y soñolienta tus labios besaron mi linfa serena, tarde de verano. La hiedra asomaba y en la clara tarde dijeron tu pena. al muro del parque, negra y polvorienta... Dijeron tu pena tus labios que ardían; La fuente sonaba. la sed que ahora tienen, entonces tenían. Rechinó en la vieja cancela mi llave; con agrio ruido abrióse la puerta —Adiós para siempre la fuente sonora, de hierro mohoso y, al cerrarse, grave del parque dormido eterna cantora. golpeó el silencio de la tarde muerta. Adiós para siempre; tu monotonía, En el solitario parque, la sonora fuente, es más amarga que la pena mía. copia borbollante del agua cantora me guió a la fuente. La fuente vertía Rechinó en la vieja cancela mi llave; sobre el blanco mármol su monotonía. con agrio ruïdo abrióse la puerta de hierro mohoso y, al cerrarse, grave La fuente cantaba: ¿Te recuerda, hermano, sonó en el silencio de la tarde muerta. un sueño lejano mi canto presente? Fue una tarde lenta del lento verano. Anoche cuando dormía... Anoche cuando dormía Respondí a la fuente: soñé, ¡bendita ilusión!, No recuerdo, hermana, que una fontana fluía mas sé que tu copla presente es lejana. dentro de mi corazón. Di, ¿por qué acequia escondida, Fue esta misma tarde: mi cristal vertía agua, vienes hasta mí, como hoy sobre el mármol su monotonía. manantial de nuestra vida ¿Recuerdas, hermano?... Los mirtos talares, de donde nunca bebí? que ves, sombreaban los claros cantares Anoche cuando dormía que escuchas. Del rubio color de la llama, soñé, ¡bendita ilusión!, el fruto maduro pendía en la rama, que una colmena tenía lo mismo que ahora. ¿Recuerdas, hermano?... dentro de mi corazón; Fue esta misma lenta tarde de verano. y las doradas abejas iban fabricando en él, —No sé qué me dice tu copla riente con las amarguras viejas, de ensueños lejanos, hermana la fuente. blanca cera y dulce miel. Anoche cuando dormía Yo sé que tu claro cristal de alegría soñé, ¡bendita ilusión!, ya supo del árbol la fruta bermeja; que un ardiente sol lucía yo sé que es lejana la amargura mía dentro de mi corazón. que sueña en la tarde de verano vieja. Era ardiente porque daba calores de rojo hogar, Yo sé que tus bellos espejos cantores y era sol porque alumbraba copiaron antiguos delirios de amores: y porque hacía llorar. mas cuéntame, fuente de lengua encantada, Anoche cuando dormía cuéntame mi alegre leyenda olvidada. soñé, ¡bendita ilusión!, que era Dios lo que tenía —Yo no sé leyendas de antigua alegría, dentro de mi corazón. sino historias viejas de melancolía. Desnuda está la tierra... Fue una clara tarde del lento verano... Desnuda está la tierra, Antología de poesía del siglo XX 3
  • 4. y el alma aúlla al horizonte pálido La calma es infinita en la desierta plaza, como loba famélica. ¿Qué buscas, donde pasea el alma su traza de alma en pena. poeta, en el ocaso? El agua brota y brota en la marmórea taza. En todo el aire en sombra no más que el agua ¡Amargo caminar, porque el camino suena. pesa en el corazón! ¡El viento helado, y la noche que llega, y la amargura ¿Mi corazón se ha dormido?... de la distancia!... En el camino blanco ¿Mi corazón se ha dormido? algunos yertos árboles negrean; Colmenares de mis sueños, ¿ya no labráis? ¿Está seca en los montes lejanos la noria del pensamiento, hay oro y sangre... El sol murió... ¿Qué los cangilones vacíos, buscas, girando, de sombra llenos? poeta, en el ocaso? No, mi corazón no duerme. Eran ayer mis dolores... Está despierto, despierto. Eran ayer mis dolores Ni duerme ni sueña, mira, como gusanos de seda los claros ojos abiertos, que iban labrando capullos; señas lejanas y escucha hoy son mariposas negras. a orillas del gran silencio. ¡De cuántas flores amargas Preludio he sacado blanca cera! Mientras la sombra pasa de un santo amor, ¡Oh tiempo en que mis pesares hoy quiero trabajaban como abejas! poner un dulce salmo sobre mi viejo atril. Acordaré las notas del órgano severo Hoy son como avenas locas, al suspirar fragante del pífano de abril. o cizaña en sementera, como tizón en espiga, Madurarán su aroma las pomas otoñales, como carcoma en madera. la mirra y el incienso salmodiarán su olor; exhalarán su fresco perfume los rosales, ¡Oh tiempo en que mis dolores bajo la paz en sombra del tibio huerto en tenían lágrimas buenas, flor. y eran como agua de noria que va regando una huerta! Al grave acorde lento de música y aroma, Hoy son agua de torrente la sola y vieja y noble razón de mi rezar que arranca el limo a la tierra. levantará su vuelo suave de paloma, y la palabra blanca se elevará al altar. Dolores que ayer hicieron de mi corazón colmena, Daba el reloj las doce... y eran doce... hoy tratan mi corazón Daba el reloj las doce... y eran doce como a una muralla vieja: golpes de azada en tierra... quieren derribarlo, y pronto, al golpe de la piqueta. ... ¡Mi hora! —grité— ... El silencio me respondió: —No temas; En medio de la plaza y sobre tosca tú no verás caer la última gota piedra... que en la clepsidra tiembla. En medio de la plaza y sobre tosca piedra, el agua brota y brota. En el cercano huerto Dormirás muchas horas todavía eleva, tras el muro ceñido por la hiedra, sobre la orilla vieja alto ciprés la mancha de su ramaje yerto. y encontrarás una mañana pura amarrada tu barca a otra ribera. La tarde está cayendo frente a los caserones de la ancha plaza, en sueños. Relucen las Las ascuas de un crepúsculo morado... vidrieras Las ascuas de un crepúsculo morado con ecos mortecinos de sol. En los balcones detrás del negro cipresal humean... hay formas que parecen confusas calaveras. En la glorieta en sombra está la fuente con su alado y desnudo Amor de piedra, Antología de poesía del siglo XX 4
  • 5. que sueña mudo. En la marmórea taza La tarde de abril sonrió: La alegría reposa el agua muerta. pasó por tu puerta —y luego, sombría:— Pasó por tu puerta. Dos veces no pasa. Era una mañana y abril sonreía... Era una mañana y abril sonreía. La noria Frente al horizonte dorado moría La tarde caía la luna, muy blanca y opaca; tras ella, triste y polvorienta. cual tenue ligera quimera, corría El agua cantaba la nube que apenas enturbia una estrella. su copla plebeya ................................................................................ en los cangilones ............ de la noria lenta. Como sonreía la rosa mañana Soñaba la mula al sol del Oriente abrí mi ventana; ¡pobre mula vieja!, y en mi triste alcoba penetró el Oriente al compás de sombra en canto de alondras, en risa de fuente que en el agua suena. y en suave perfume de flora temprana. La tarde caía Fue una clara tarde de melancolía triste y polvorienta. Abril sonreía. Yo abrí las ventanas Yo no sé qué noble, de mi casa al viento... El viento traía divino poeta, perfume de rosas, doblar de campanas... unió a la amargura Doblar de campanas lejanas, llorosas, de la eterna rueda suave de rosas aromado aliento... la dulce armonía ... ¿Dónde están los huertos floridos de del agua que sueña, rosas? y vendó tus ojos, ¿Qué dicen las dulces campanas al viento? ¡pobre mula vieja!... ................................................................................ Mas sé que fue un noble, ........... divino poeta, Pregunté a la tarde de abril que moría: corazón maduro ¿Al fin la alegría se acerca a mi casa? de sombra y de ciencia. El ciclo de Campos de Castilla Retrato A distinguir me paro las voces de los ecos, Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla, y escucho solamente, entre las voces, una. y un huerto claro donde madura el limonero; mi juventud, veinte años en tierras de Castilla; ¿Soy clásico o romántico? No sé. Dejar quisiera mi historia, algunos casos que recordar no quiero. mi verso, como deja el capitán su espada: famosa por la mano viril que la blandiera, Ni un seductor Mañara, ni un Bradomín he no por el docto oficio del forjador preciada. sido —ya conocéis mi torpe aliño indumentario—, Converso con el hombre que siempre va conmigo más recibí la flecha que me asignó Cupido, -quien habla solo espera hablar a Dios un día-; y amé cuanto ellas puedan tener de hospitalario. mi soliloquio es plática con ese buen amigo que me enseñó el secreto de la filantropía. Hay en mis venas gotas de sangre jacobina, pero mi verso brota de manantial sereno; Y al cabo, nada os debo; debéisme cuanto he escrito. y, más que un hombre al uso que sabe su doctrina, A mi trabajo acudo, con mi dinero pago soy, en el buen sentido de la palabra, bueno. el traje que me cubre y la mansión que habito, el pan que me alimenta y el lecho en donde yago. Adoro la hermosura, y en la moderna estética corté las viejas rosas del huerto de Ronsard; Y cuando llegue el día del último vïaje, mas no amo los afeites de la actual cosmética, y esté al partir la nave que nunca ha de tornar, ni soy un ave de esas del nuevo gay-trinar. me encontraréis a bordo ligero de equipaje, casi desnudo, como los hijos de la mar. Desdeño las romanzas de los tenores huecos y el coro de los grillos que cantan a la luna. Antología de poesía del siglo XX 5
  • 6. A orillas del Duero pedía la conquista de los inmensos ríos Mediaba el mes de julio. Era un hermoso día. indianos a la corte, la madre de soldados, Yo, solo, por las quiebras del pedregal subía, guerreros y adalides que han de tornar, cargados buscando los recodos de sombra, lentamente. de plata y oro, a España, en regios galeones, A trechos me paraba para enjugar mi frente para la presa cuervos, para la lid leones. y dar algún respiro al pecho jadeante; Filósofos nutridos de sopa de convento o bien, ahincando el paso, el cuerpo hacia adelante contemplan impasibles el amplio firmamento; y hacia la mano diestra vencido y apoyado y si les llega en sueños, como un rumor distante, en un bastón, a guisa de pastoril cayado, clamor de mercaderes de muelles de Levante, trepaba por los cerros que habitan las rapaces no acudirán siquiera a preguntar ¿qué pasa? aves de altura, hollando las hierbas montaraces Y ya la guerra ha abierto las puertas de su casa. de fuerte olor —romero, tomillo, salvia, espliego—. Castilla miserable, ayer dominadora, Sobre los agrios campos caía un sol de fuego. envuelta en sus harapos desprecia cuanto ignora. Un buitre de anchas alas con majestuoso vuelo El sol va declinando. De la ciudad lejana cruzaba solitario el puro azul del cielo. me llega un armonioso tañido de campana Yo divisaba, lejos, un monte alto y agudo, —ya irán a su rosario las enlutadas viejas—. y una redonda loma cual recamado escudo, De entre las peñas salen dos lindas comadrejas; y cárdenos alcores sobre la parda tierra me miran y se alejan, huyendo, y aparecen —harapos esparcidos de un viejo arnés de guerra— de nuevo, ¡tan curiosas!... Los campos se las serrezuelas calvas por donde tuerce el Duero obscurecen. para formar la corva ballesta de un arquero Hacia el camino blanco está el mesón abierto en torno a Soria. —Soria es una barbacana, al campo ensombrecido y al pedregal desierto. hacia Aragón, que tiene la torre castellana—. Veía el horizonte cerrado por colinas EL PROBLEMA DE ESPAÑA.- CASTILLA DE oscuras, coronadas de robles y de encinas; LA MUERTE desnudos peñascales, algún humilde prado Por tierras de España donde el merino pace y el toro, arrodillado El hombre de estos campos que incendia los sobre la hierba, rumia; las márgenes de río pinares lucir sus verdes álamos al claro sol de estío, y su despojo aguarda como botín de guerra, y, silenciosamente, lejanos pasajeros, antaño hubo raído los negros encinares, ¡tan diminutos! —carros, jinetes y arrieros—, talado los robustos robledos de la sierra. cruzar el largo puente, y bajo las arcadas Hoy ve a sus pobres hijos huyendo de sus lares; de piedra ensombrecerse las aguas plateadas la tempestad llevarse los limos de la tierra del Duero. por los sagrados ríos hacia los anchos mares; El Duero cruza el corazón de roble y en páramos malditos trabaja, sufre y yerra. de Iberia y de Castilla. Es hijo de una estirpe de rudos caminantes, ¡Oh, tierra triste y noble, pastores que conducen sus hordas de merinos la de los altos llanos y yermos y roquedas, a Extremadura fértil, rebaños trashumantes de campos sin arados, regatos ni arboledas; que mancha el polvo y dora el sol de los caminos. decrépitas ciudades, caminos sin mesones, Pequeño, ágil, sufrido, los ojos de hombre astuto, y atónitos palurdos sin danzas ni canciones hundidos, recelosos, movibles; y trazadas que aún van, abandonando el mortecino hogar, cual arco de ballesta, en el semblante enjuto como tus largos ríos, Castilla, hacia la mar! de pómulos salientes, las cejas muy pobladas. Castilla miserable, ayer dominadora, Abunda el hombre malo del campo y de la aldea, envuelta en sus andrajos desprecia cuanto ignora. capaz de insanos vicios y crímenes bestiales, ¿Espera, duerme o sueña? ¿La sangre derramada que bajo el pardo sayo esconde un alma fea, recuerda, cuando tuvo la fiebre de la espada? esclava de los siete pecados capitales. Todo se mueve, fluye, discurre, corre o gira; Los ojos siempre turbios de envidia o de tristeza, cambian la mar y el monte y el ojo que los mira. guarda su presa y llora la que el vecino alcanza; ¿Pasó? Sobre sus campos aún el fantasma yerta ni para su infortunio ni goza su riqueza; de un pueblo que ponía a Dios sobre la guerra. le hieren y acongojan fortuna y malandanza. La madre en otro tiempo fecunda en capitanes, El numen de estos campos es sanguinario y fiero: madrastra es hoy apenas de humildes ganapanes. al declinar la tarde, sobre el remoto alcor, Castilla no es aquella tan generosa un día, veréis agigantarse la forma de un arquero, cuando Myo Cid Rodrigo el de Vivar volvía, la forma de un inmenso centauro flechador. ufano de su nueva fortuna, y su opulencia, Veréis llanuras bélicas y páramos de asceta a regalar a Alfonso los huertos de Valencia; —no fue por estos campos el bíblico jardín—: o que, tras la aventura que acreditó sus bríos, son tierras para el águila, un trozo de planeta Antología de poesía del siglo XX 6
  • 7. por donde cruza errante la sombra de Caín. más allá de la mar y de la muerte? El Dios ibero ¿No dio la encina ibera Igual que el ballestero para el fuego de Dios la buena rama, tahúr de la cantiga, que fue en la santa hoguera tuviera una saeta el hombre ibero de amor una con Dios en pura llama? para el Señor que apedreó la espiga y malogró los frutos otoñales, Mas hoy... ¡Qué importa un día! y un "gloria a ti" para el Señor que grana Para los nuevos lares centenos y trigales estepas hay en la floresta umbría, que el pan bendito le darán mañana. leña verde en los viejos encinares. "Señor de la ruïna, Aún larga patria espera adoro porque aguardo y porque temo: abrir al corvo arado sus besanas; con mi oración se inclina para el grano de Dios hay sementera hacia la tierra un corazón blasfemo. bajo cardos y abrojos y bardanas. "¡Señor, por quien arranco el pan con pena, ¡Qué importa un día! Está el ayer alerto sé tu poder, conozco mi cadena! al mañana, mañana al infinito, hombres de España, ni el pasado ha muerto, "¡Oh dueño de la nube del estío no está el mañana —ni el ayer— escrito. que la campiña arrasa, del seco otoño, del helar tardío, ¿Quién ha visto la faz al Dios hispano? y del bochorno que la mies abrasa! Mi corazón aguarda "¡Señor del iris, sobre el campo verde al hombre ibero de la recia mano, donde la oveja pace, que tallará en el roble castellano Señor del fruto que el gusano muerde el Dios adusto de la tierra parda. y de la choza que el turbión deshace, Orillas del Duero "tu soplo el fuego del hogar aviva, ¡Primavera soriana, primavera tu lumbre da sazón al rubio grano, humilde, como el sueño de un bendito, y cuaja el hueso de la verde oliva, de un pobre caminante que durmiera la noche de San Juan, tu santa mano! de cansancio en un páramo infinito! ¡Campillo amarillento, "¡Oh dueño de fortuna y de pobreza, como tosco sayal de campesina, ventura y malandanza, pradera de velludo polvoriento que al rico das favores y pereza donde pace la escuálida merina! y al pobre su fatiga y su esperanza! ¡Aquellos diminutos pegujales de tierra dura y fría, "¡Señor, Señor: en la voltaria rueda donde apuntan centenos y trigales del año he visto mi simiente echada, que el pan moreno nos darán un día! corriendo igual albur que la moneda Y otra vez roca y roca, pedregales del jugador en el azar sembrada! desnudos y pelados serrijones, la tierra de las águilas caudales, "¡Señor, hoy paternal, ayer cruento, malezas y jarales, con doble faz de amor y de venganza, hierbas monteses, zarzas y cambrones. a ti, en un dado de tahúr al viento ¡Oh tierra ingrata y fuerte, tierra mía! va mi oración, blasfemia y alabanza!" ¡Castilla, tus decrépitas ciudades! ¡La agria melancolía Este que insulta a Dios en los altares, que puebla tus sombrías soledades! no más atento al ceño del destino, ¡Castilla varonil, adusta tierra, también soñó caminos en los mares Castilla del desdén contra la suerte, y dijo: es Dios sobre la mar camino. Castilla del dolor y de la guerra, tierra inmortal, Castilla de la muerte! ¿No es él quien puso a Dios sobre la guerra Era una tarde, cuando el campo huía más allá de la suerte, del sol, y en el asombro del planeta, más allá de la tierra, como un globo morado aparecía Antología de poesía del siglo XX 7
  • 8. la hermosa luna, amada del poeta. III En el cárdeno cielo vïoleta Es el campo undulado, y los caminos alguna clara estrella fulguraba. ya ocultan los viajeros que cabalgan El aire ensombrecido en pardos borriquillos, oreaba mis sienes, y acercaba ya al fondo de la tarde arrebolada el murmullo del agua hasta mi oído. elevan las plebeyas figurillas, Entre cerros de plomo y de ceniza que el lienzo de oro del ocaso manchan. manchados de roídos encinares, y entre calvas roquedas de caliza, Mas si trepáis a un cerro y veis el campo iba a embestir los ocho tajamares desde los picos donde habita el águila, del puente el padre río, son tornasoles de carmín y acero, que surca de Castilla el yermo frío. llanos plomizos, lomas plateadas, ¡Oh Duero, tu agua corre circuidos por montes de violeta, y correrá mientras las nieves blancas con las cumbres de nieve sonrosado. de enero el sol de mayo haga fluir por hoces y barrancas, IV mientras tengan las sierras su turbante ¡Las figuras del campo sobre el cielo! de nieve y de tormenta. y brille el olifante Dos lentos bueyes aran del sol, tras de la nube cenicienta!... en un alcor, cuando el otoño empieza, ¿Y el viejo romancero y entre las negras testas doblegadas fue el sueño de un juglar junto a tu orilla? bajo el pesado yugo, ¿Acaso como tú y por siempre, Duero, pende un cesto de juncos y retama, irá corriendo hacia la mar Castilla? que es la cuna de un niño; EL PROBLEMA DE ESPAÑA.- EL PAISAJE y tras la yunta marcha DE CASTILLA (VISIÓN SUBJETIVA) un hombre que se inclina hacia la tierra, Campos de Soria y una mujer que en las abiertas zanjas I arroja la semilla. Es la tierra de Soria árida y fría. Por las colinas y las sierras calvas, Bajo una nube de carmín y llama, verdes pradillos, cerros cenicientos, en el oro fluido y verdinoso la primavera pasa del poniente, las sombras se agigantan. dejando entre las hierbas olorosas sus diminutas margaritas blancas. V La nieve. En el mesón al campo abierto La tierra no revive, el campo sueña. se ve el hogar donde la leña humea Al empezar abril está nevada y la olla al hervir borbollonea. la espalda del Moncayo; el caminante lleva en su bufanda El cierzo corre por el campo yerto, envueltos cuello y boca, y los pastores alborotando en blancos torbellinos pasan cubiertos con sus luengas capas. la nieve silenciosa. II La nieve sobre el campo y los caminos, Las tierras labrantías, cayendo está como sobre una fosa. como retazos de estameñas pardas, el huertecillo, el abejar, los trozos Un viejo acurrucado tiembla y tose de verde obscuro en que el merino pasta, cerca del fuego; su mechón de lana entre plomizos peñascales, siembran la vieja hila, y una niña cose el sueño alegre de infantil Arcadia. verde ribete a su estameña grana. En los chopos lejanos del camino, Padres los viejos son de un arriero parecen humear las yertas ramas que caminó sobre la blanca tierra, como un glauco vapor —las nuevas hojas— y una noche perdió ruta y sendero, y en las quiebras de valles y barrancas y se enterró en las nieves de la sierra. blanquean los zarzales florecidos, y brotan las violetas perfumadas. En torno al fuego hay un lugar vacío y en la frente del viejo, de hosco ceño, Antología de poesía del siglo XX 8
  • 9. como un tachón sombrío tras las murallas viejas —tal el golpe de un hacha sobre un leño—. de Soria —barbacana hacia Aragón, en castellana tierra—. La vieja mira al campo, cual si oyera pasos sobre la nieve. Nadie pasa. Estos chopos del río, que acompañan con el sonido de sus hojas secas Desierta la vecina carretera, el son del agua, cuando el viento sopla, desierto el campo en torno de la casa. tienen en sus cortezas grabadas iniciales que son nombres La niña piensa que en los verdes prados de enamorados, cifras que son fechas. ha de correr con otras doncellitas en los días azules y dorados, ¡Álamos del amor que ayer tuvisteis cuando crecen las blancas margaritas. de ruiseñores vuestras ramas llenas; álamos que seréis mañana liras VI del viento perfumado en primavera; ¡Soria fría, Soria pura, álamos del amor cerca del agua cabeza de Extremadura, que corre y pasa y sueña, con su castillo guerrero álamos de las márgenes del Duero, arruinado, sobre el Duero; conmigo vais, mi corazón os lleva! con sus murallas roídas y sus casas denegridas! IX ¡Oh, sí! Conmigo vais, campos de Soria, ¡Muerta ciudad de señores tardes tranquilas, montes de violeta, soldados o cazadores; alamedas del río, verde sueño de portales con escudos del suelo gris y de la parda tierra, de cien linajes hidalgos, agria melancolía y de famélicos galgos, de la ciudad decrépita. de galgos flacos y agudos, que pululan Me habéis llegado al alma, por las sórdidas callejas, ¿o acaso estabais en el fondo de ella? y a la medianoche ululan, cuando graznan las cornejas! ¡Gentes del alto llano numantino que a Dios guardáis como cristianas viejas, ¡Soria fría! La campana que el sol de España os llene de la Audiencia da la una. de alegría, de luz y de riqueza! Soria, ciudad castellana ¡tan bella! bajo la luna. EL PROBLEMA EXISTENCIAL.- LEONOR Y LA MUERTE. VII A un olmo seco ¡Colinas plateadas, Al olmo viejo, hendido por el rayo grises alcores, cárdenas roquedas y en su mitad podrido, por donde traza el Duero con las lluvias de abril y el sol de mayo su curva de ballesta algunas hojas verdes le han salido. en torno a Soria, obscuros encinares, ariscos pedregales, calvas sierras, ¡El olmo centenario en la colina caminos blancos y álamos del río, que lame el Duero! Un musgo amarillento tardes de Soria, mística y guerrera, le mancha la corteza blanquecina hoy siento por vosotros, en el fondo al tronco carcomido y polvoriento. del corazón, tristeza, tristeza que es amor! ¡Campos de Soria No será, cual los álamos cantores donde parece que las rocas sueñan, que guardan el camino y la ribera, conmigo vais! ¡Colinas plateadas, habitado de pardos ruiseñores. grises alcores, cárdenas roquedas!... Ejército de hormigas en hilera VIII va trepando por él, y en sus entrañas He vuelto a ver los álamos dorados, urden sus telas grises las arañas. álamos del camino en la ribera del Duero, entre San Polo y San Saturio, Antes que te derribe, olmo del Duero, Antología de poesía del siglo XX 9
  • 10. con su hacha el leñador, y el carpintero Dice la esperanza... te convierta en melena de campana, Dice la esperanza: un día lanza de carro o yugo de carreta; la verás, si bien esperas. antes que rojo en el hogar, mañana, Dice la desesperanza: ardas en alguna mísera caseta, sólo tu amargura es ella. al borde de un camino; Late, corazón... No todo antes que te descuaje un torbellino se lo ha tragado la tierra. y tronche el soplo de las sierras blancas; antes que el río hasta la mar te empuje Allá, en las tierras altas... por valles y barrancas, Allá, en las tierras altas, olmo, quiero anotar en mi cartera por donde traza el Duero la gracia de tu rama verdecida. su curva de ballesta Mi corazón espera en torno a Soria, entre plomizos cerros también, hacia la luz y hacia la vida, y manchas de raídos encinares, otro milagro de la primavera. mi corazón está vagando, en sueños... ¿No ves, Leonor, los álamos del río Caminos con sus ramajes yertos? De la ciudad moruna Mira el Moncayo azul y blanco; dame tras las murallas viejas, tu mano y paseemos. yo contemplo la tarde silenciosa, Por estos campos de la tierra mía, a solas con mi sombra y con mi pena. bordados de olivares polvorientos, voy caminando solo, El río va corriendo, triste, cansado, pensativo y viejo. entre sombrías huertas y grises olivares, Soñé que tú me llevabas... por los alegres campos de Baeza Soñé que tú me llevabas por una blanca vereda, Tienen las vides pámpanos dorados en medio del campo verde, sobre las rojas cepas. hacia el azul de las sierras, Guadalquivir, como un alfanje roto hacia los montes azules, y disperso, reluce y espejea. una mañana serena. Lejos, los montes duermen Sentí tu mano en la mía, envueltos en la niebla, tu mano de compañera, niebla de otoño, maternal; descansan tu voz de niña en mi oído las rudas moles de su ser de piedra como una campana nueva, en esta tibia tarde de noviembre, como una campana virgen tarde piadosa, cárdena y violeta. de un alba de primavera. El viento ha sacudido ¡Eran tu voz y tu mano, los mustios olmos de la carretera, en sueños, tan verdaderas! ... levantando en rosados torbellinos el polvo de la tierra. Vive, esperanza, ¡quién sabe La luna está subiendo lo que se traga la tierra!. amoratada, jadeante y llena. Una noche de verano... Los caminitos blancos Una noche de verano se cruzan y se alejan, —estaba abierto el balcón buscando los dispersos caseríos y la puerta de mi casa— del valle y de la sierra. la muerte en mi casa entró. Caminos de los campos... Se fue acercando a su lecho ¡Ay, ya, no puedo caminar con ella! —ni siquiera me miró—, Señor, ya me arrancaste... con unos dedos muy finos, Señor, ya me arrancaste lo que yo más quería. algo muy tenue rompió. Oye otra vez, Dios mío, mi corazón clamar. Silenciosa y sin mirarme, Tu voluntad se hizo, Señor, contra la mía. la muerte otra vez pasó Señor, ya estamos solos mi corazón y el mar. delante de mí. ¿Qué has hecho? La muerte no respondió. Antología de poesía del siglo XX 10
  • 11. Mi niña quedó tranquila, en estos campos de mi Andalucía, dolido mi corazón, ¡oh tierra en que nací!, cantar quisiera. ¡Ay, lo que la muerte ha roto era un hilo entre los dos!. Tengo recuerdos de mi infancia, tengo imágenes de luz y de palmeras, A José Mª Palacio y en una gloria de oro, Palacio, buen amigo, de lueñes campanarios con cigüeñas, ¿está la primavera de ciudades con calles sin mujeres vistiendo ya las ramas de los chopos bajo un cielo de añil, plazas desiertas del río y los caminos? En la estepa donde crecen naranjos encendidos del alto Duero, Primavera tarda, con sus frutas redondas y bermejas; ¡pero es tan bella y dulce cuando llega!... y en un huerto sombrío, el limonero de ramas polvorientas ¿Tienen los viejos olmos y pálidos limones amarillos, algunas hojas nuevas? que el agua clara de la fuente espeja, un aroma de nardos y claveles Aún las acacias estarán desnudas y un fuerte olor de albahaca y hierbabuena, y nevados los montes de las sierras. imágenes de grises olivares bajo un tórrido sol que aturde y ciega, ¡Oh mole del Moncayo blanca y rosa, y azules y dispersas serranías allá, en el cielo de Aragón, tan bella! con arreboles de una tarde inmensa; mas falta el hilo que el recuerdo anuda ¿Hay zarzas florecidas al corazón, el ancla en su ribera, entré las grises peñas, o estas memorias no son alma. Tienen, y blancas margaritas en sus abigarradas vestimentas, entre la fina hierba? señal de ser despojos del recuerdo, la carga bruta que el recuerdo lleva. Por esos campanarios ya habrán ido llegando las cigüeñas. Un día tornarán, con luz del fondo ungidos, los cuerpos virginales a la orilla vieja. Habrá trigales verdes, EL PROBLEMA RELIGIOSO y mulas pardas en las sementeras, La saeta y labriegos que siembran los tardíos ¿ Quién me presta una escalera con las lluvias de abril. Ya las abejas para subir al madero, libarán del tomillo y el romero. para quitarle los clavos a Jesús el Nazareno? ¿Hay ciruelos en flor? ¿Quedan violetas? Saeta popular Furtivos cazadores, los reclamos ¡Oh, la saeta, el cantar de la perdiz bajo las capas luengas, al Cristo de los gitanos, no faltarán. Palacio, buen amigo, siempre con sangre en las manos, siempre por desenclavar! ¿tienen ya ruiseñores las riberas? ¡Cantar del pueblo andaluz, que todas las primaveras Con los primeros lirios anda pidiendo escaleras y las primeras rosas de las huertas, para subir a la cruz! en una tarde azul, sube al Espino, ¡Cantar de la tierra mía, al alto Espino donde está su tierra... que echa flores al Jesús de la agonía, En estos campos de la tierra mía... y es la fe de mis mayores! En estos campos de la tierra mía, ¡Oh, no eres tú mi cantar! y extranjero en los campos de mi tierra ¡No puedo cantar, ni quiero —yo tuve patria donde corre el Duero a ese Jesús del madero, por entre grises peñas, sino al que anduvo en el mar! y fantasmas de viejos encinares, allá en Castilla, mística y guerrera, Del pasado efímero Castilla la gentil, humilde y brava, Este hombre del casino provinciano Castilla del desdén y de la fuerza—, que vio a Carancha recibir un día, Antología de poesía del siglo XX 11
  • 12. tiene mustia la tez, el pelo cano, a los surcos del azar?... ojos velados por melancolía; Todo el que camina anda, bajo el bigote gris, labios de hastío, como Jesús, sobre el mar. y una triste expresión, que no es tristeza, sino algo más y menos: el vacío IV del mundo en la oquedad de su cabeza. Nuestras horas son minutos cuando esperamos saber, Aún luce de corinto terciopelo y siglos cuando sabemos chaqueta y pantalón abotinado, lo que se puede aprender. y un cordobés color de caramelo, pulido y torneado. V Tres veces heredó; tres ha perdido Ni vale nada el fruto al monte su caudal; dos ha enviudado. cogido sin sazón... Ni aunque te elogie un bruto Sólo se anima ante el azar prohibido, ha de tener razón. sobre el verde tapete reclinado, o al evocar la tarde de un torero, VI la suerte de un tahúr, o si alguien cuenta De lo que llaman los hombres la hazaña de un gallardo bandolero, virtud, justicia y bondad, o la proeza de un matón, sangrienta. una mitad es envidia, y la otra no es caridad. Bosteza de política banales dicterios al gobierno reaccionario, XXI y augura que vendrán los liberales, Ayer soñé que veía cual torna la cigüeña al campanario. a Dios y que a Dios hablaba; y soñé que Dios me oía... Un poco labrador, del cielo aguarda Después soñé que soñaba. y al cielo teme; alguna vez suspira, pensando en su olivar, y al cielo mira XXIII con ojo inquieto, si la lluvia tarda. No extrañéis, dulces amigos, que esté mi frente arrugada: Lo demás, taciturno, hipocondriaco, yo vivo en paz con los hombres prisionero en la Arcadia del presente, y en guerra con mis entrañas. le aburre; sólo el humo del tabaco simula algunas sombras en su frente. XXIX Caminante, son tus huellas Este hombre no es de ayer ni es de mañana, el camino y nada más; sino de nunca; de la cepa hispana Caminante, no hay camino, no es el fruto maduro ni podrido, se hace camino al andar. es una fruta vana Al andar se hace el camino, de aquella España que pasó y no ha sido, y al volver la vista atrás esa que hoy tiene la cabeza cana. se ve la senda que nunca se ha de volver a pisar. Proverbios y cantares Caminante no hay camino I sino estelas en la mar. Nunca perseguí la gloria ni dejar en la memoria XLIV de los hombres mi canción; Todo pasa y todo queda, yo amo los mundos sutiles, pero lo nuestro es pasar, ingrávidos y gentiles pasar haciendo caminos, como pompas de jabón. caminos sobre la mar. Me gusta verlos pintarse de sol y grana, volar XLV bajo el cielo azul, temblar Morir... ¿Caer como gota súbitamente y quebrarse. de mar en el mar inmenso? ¿O ser lo que nunca he sido: II uno, sin sombra y sin sueño, ¿Para qué llamar caminos un solitario que avanza Antología de poesía del siglo XX 12
  • 13. sin camino y sin espejo? Y hacia otra luz más pura partió el hermano de la luz del alba, LIII del sol de los talleres, Ya hay un español que quiere el viejo alegre de la vida santa. vivir y a vivir empieza, ...¡Oh, sí, llevad, amigos, entre una España que muere su cuerpo a la montaña, y otra España que bosteza. a los azules montes Españolito que vienes del ancho Guadarrama! al mundo, te guarde Dios. Allí hay barrancos hondos Una de las dos Españas de pinos verdes donde el viento canta. ha de helarte el corazón. Su corazón repose bajo una encina casta, Era un niño que soñaba... en tierra de tomillos, donde juegan Era un niño que soñaba mariposas doradas... un caballo de cartón. Allí el maestro un día Abrió los ojos el niño soñaba un nuevo florecer de España. y el caballito no vio. Con un caballito blanco EL PROBLEMA DE ESPAÑA.- LA CUESTIÓN el niño volvió a soñar; POLÍTICA y por la crin lo cogía... Una España joven ¡Ahora no te escaparás! ...Fue un tiempo de mentira, de infamia. A España Apenas lo hubo cogido, toda, el niño se despertó. la malherida España, de Carnaval vestida Tenía el puño cerrado. nos la pusieron, pobre y escuálida y beoda, ¡El caballito voló! para que no acertara la mano con la herida. Quedóse el niño muy serio pensando que no es verdad Fue ayer; éramos casi adolescentes; era un caballito soñado. con tiempo malo, encinta de lúgubres presagios, Y ya no volvió a soñar. cuando montar quisimos en pelo una quimera, Pero el niño se hizo mozo mientras la mar dormía ahíta de naufragios. y el mozo tuvo un amor, y a su amada le decía: Dejamos en el puerto la sórdida galera, ¿Tú eres de verdad o no? y en una nave de oro nos plugo navegar Cuando el mozo se hizo viejo hacia los altos mares, sin aguardar ribera, pensaba: Todo es soñar, lanzando velas y anclas, y gobernalle al mar. el caballito soñado y el caballo de verdad. Ya entonces, por el fondo de nuestro sueño Y cuando vino la muerte, -herencia el viejo a su corazón de un siglo que vencido sin gloria se alejaba- preguntaba: ¿Tú eres sueño? un alba entrar quería; con nuestra turbulencia ¡Quién sabe si despertó! la luz de las divinas ideas batallaba. EL PROBLEMA ÉTICO Mas cada cual el rumbo siguió de su locura; A don Francisco Giner de los Ríos agitó su brazo, acreditó su brío; Como se fue el maestro, dejó como un espejo bruñida su armadura la luz de esta mañana y dijo: "El hoy es malo, pero el mañana... es mío". me dijo: Van tres días que mi hermano Francisco no trabaja. Y hoy es aquel mañana de ayer... Y España toda, ¿Murió?...Sólo sabemos con sucios oropeles de Carnaval vestida que se nos fue por una senda clara, aún la tenemos: pobre y escuálida y beoda; diciéndonos: Hacedme mas hoy de un vino malo: la sangre de su herida. un duelo de labores y esperanzas. Sed buenos y no más, sed lo que he sido Tú, juventud más joven, si de más alta cumbre entre vosotros: alma. la voluntad te llega, irás a tu aventura Vivid, la vida sigue, despierta y transparente a la divina lumbre, los muertos mueren y las sombras pasan; como el diamante clara, como el diamante pura. lleva quien deja y vive el que ha vivido. ¡Yunques, sonad; enmudeced, campanas! Antología de poesía del siglo XX 13
  • 14. Nuevas Canciones y últimos poemas EL RECUERDO DE LEONOR Una aurora cuajada en roca fría Apuntes que es asombro y pavor del caminante Sobre el olivar más que fiero león en claro día se vio a la lechuza o en garganta de monte osa gigante. volar y volar. A Santa María Con el incendio de un amor, prendido un ramito verde al turbio sueño de esperanza y miedo, volando traía. yo voy hacia la mar, hacia el olvido ¡Campo de Baeza, soñaré contigo y no como a la noche ese roquedo, cuando no te vea! al girar del planeta ensombrecido-. No me llaméis, porque tornar no puedo. Los olivos grises, los caminos blancos. EL AMOR: GUIOMAR El sol ha sorbido Canciones a Guiomar la color del campo; ¡Sólo tu figura, y hasta tu recuerdo como una centella blanca, me lo va secando en mi noche oscura! esta alma de polvo de los días malos. ¡Y en la tersa arena, cerca de la mar, Canciones de las Tierras Altas tu carne rosa y morena, Por la sierra blanca... súbitamente, Guiomar! La nieve menuda y el viento de cara. En el gris del muro, Por entre los pinos... cárcel y aposento, con la blanca nieve y en un paisaje futuro se borra el camino. con sólo tu voz y el viento; Recio viento sopla de Urbión a Moncayo. en el nácar frío ¡Páramos de Soria! [...] de tu zarcillo en mi boca, Guiomar, y en el calofrío Se abrió la puerta que tiene de una amanecida loca; gonces en mi corazón, y otra vez la galería asomada al malecón de mi historia apareció. que bate la mar de un sueño, Otra vez la plazoleta y bajo el arco del ceño de las acacias en flor, de mi vigilia, a traición, y otra vez la fuente clara ¡siempre tú! cuenta un romance de amor. [...] Guiomar, Guiomar, mírame en ti castigado: Soria, de montes azules reo de haberte creado, y de yermos de violeta, ya no te puedo olvidar. ¡cuántas veces te he soñado en esta florida vega por donde se va, Soneto a Guiomar entre naranjos de oro, De mar a mar entre los dos la guerra, Guadalquivir a la mar! más honda que la mar. En mi parterre, miro a la mar que el horizonte cierra. Las ascuas de un crepúsculo, señora Tú, asomada, Guiomar, a un finisterre, Las ascuas de un crepúsculo dorado, señora, rota la parda nube de tormenta, miras hacia otro mar, la mar de España han pintado en la roca cenicienta que Camoens cantara, tenebrosa. de lueñe cerro un resplandor de aurora. Acaso a ti mi ausencia te acompaña. A mí me duele tu recuerdo, diosa. Antología de poesía del siglo XX 14
  • 15. a mi tragedia de tu hoz de plata, La guerra dio al amor el tajo fuerte. te cantaré la carne que no tienes, Y es la total angustia de la muerte, los ojos que te faltan, con la sombra infecunda de la llama tus cabellos que el viento sacudía, los rojos labios donde te besaban... y la soñada miel de amor tardío, Hoy como ayer, gitana, muerte mía, y la flor imposible de la rama qué bien contigo a solas, que ha sentido del hacha el corte frío. por estos aires de Granada, ¡mi Granada!" 3. LOS AMIGOS MUERTOS Se le vio caminar... El crimen fue en Granada Labrad, amigos, 1. El crimen de piedra y sueño en el Alhambra, Se le vio, caminando entre fusiles, un túmulo al poeta, por una calle larga, sobre una fuente donde llore el agua, salir al campo frío, y eternamente diga: aún con estrellas de la madrugada. el crimen fue en Granada, ¡en su Granada! Mataron a Federico cuando la luz asomaba. POESÍA DE GUERRA El pelotón de verdugos La muerte del niño herido no osó mirarle la cara. Otra vez es la noche... Es el martillo Todos cerraron los ojos; de la fiebre en las sienes bien vendadas rezaron: ¡ni Dios te salva! del niño. -Madre, ¡el pájaro amarillo! Muerto cayó Federico ¡Las mariposas negras y moradas! —sangre en la frente y plomo en las entrañas — -Duerme, hijo mío. Y la manita oprime ... Que fue en Granada el crimen la madre junto al lecho. -¡Oh flor de fuego! sabed —¡pobre Granada!—, en su Granada. ¿Quién ha de helarte, flor de sangre, dime? Hay en la pobre alcoba olor de espliego: 2. El poeta y la muerte Se le vio caminar solo con Ella, fuera la oronda luna que blanquea sin miedo a su guadaña. cúpula y torre a la ciudad sombría. —Ya el sol en torre y torre, los martillos Invisible avïón moscardonea. en yunque— yunque y yunque de las fraguas. Hablaba Federico, -¿Duermes, oh dulce flor de sangre mía? requebrando a la muerte. Ella escuchaba. El cristal del balcón repiquetea. "Porque ayer en mi verso, compañera, -¡Oh, fría, fría, fría, fría, fría! sonaba el golpe de tus secas palmas, y diste el hielo a mi cantar, y el filo Antología de poesía del siglo XX 15
  • 16. a mi tragedia de tu hoz de plata, La guerra dio al amor el tajo fuerte. te cantaré la carne que no tienes, Y es la total angustia de la muerte, los ojos que te faltan, con la sombra infecunda de la llama tus cabellos que el viento sacudía, los rojos labios donde te besaban... y la soñada miel de amor tardío, Hoy como ayer, gitana, muerte mía, y la flor imposible de la rama qué bien contigo a solas, que ha sentido del hacha el corte frío. por estos aires de Granada, ¡mi Granada!" 3. LOS AMIGOS MUERTOS Se le vio caminar... El crimen fue en Granada Labrad, amigos, 1. El crimen de piedra y sueño en el Alhambra, Se le vio, caminando entre fusiles, un túmulo al poeta, por una calle larga, sobre una fuente donde llore el agua, salir al campo frío, y eternamente diga: aún con estrellas de la madrugada. el crimen fue en Granada, ¡en su Granada! Mataron a Federico cuando la luz asomaba. POESÍA DE GUERRA El pelotón de verdugos La muerte del niño herido no osó mirarle la cara. Otra vez es la noche... Es el martillo Todos cerraron los ojos; de la fiebre en las sienes bien vendadas rezaron: ¡ni Dios te salva! del niño. -Madre, ¡el pájaro amarillo! Muerto cayó Federico ¡Las mariposas negras y moradas! —sangre en la frente y plomo en las entrañas — -Duerme, hijo mío. Y la manita oprime ... Que fue en Granada el crimen la madre junto al lecho. -¡Oh flor de fuego! sabed —¡pobre Granada!—, en su Granada. ¿Quién ha de helarte, flor de sangre, dime? Hay en la pobre alcoba olor de espliego: 2. El poeta y la muerte Se le vio caminar solo con Ella, fuera la oronda luna que blanquea sin miedo a su guadaña. cúpula y torre a la ciudad sombría. —Ya el sol en torre y torre, los martillos Invisible avïón moscardonea. en yunque— yunque y yunque de las fraguas. Hablaba Federico, -¿Duermes, oh dulce flor de sangre mía? requebrando a la muerte. Ella escuchaba. El cristal del balcón repiquetea. "Porque ayer en mi verso, compañera, -¡Oh, fría, fría, fría, fría, fría! sonaba el golpe de tus secas palmas, y diste el hielo a mi cantar, y el filo Antología de poesía del siglo XX 15