Para que un enunciado sea científico hable de la realidad
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PARA QUE UN ENUNCIADO SEA CIENTÍFICO HABLE DE LA
REALIDAD, TIENE QUE SER FALSEABLE
KARL POPPER
(1902-1994)
Con frecuencia pensamos que la ciencia funciona “probando” verdades sobre el
mundo, y que una teoría científica correcta es aquella que permite comprobar que es
verdadera. Sin embargo, el filósofo austríaco Karl Popper insistía en que esto no es así:
para él, lo que hace que una teoría sea científica es que pueda ser falsada, que la
experiencia pueda refutarla.
El interés de Popper recae en el método que sigue la ciencia para conocer el mundo.
La ciencia depende de la experimentación y la experiencia, tenemos que fijarnos en lo
que el filósofo David Hume llamaba “regularidades” de la naturaleza –el hecho de que,
en el mundo, los acontecimientos se producen siguiendo unos patrones y secuencias
determinados susceptibles de ser estudiados de manera sistemática. En otras
palabras, la ciencia es empírica, y, para saber cómo opera, tenemos que averiguar
cómo la experiencia en general lleva al conocimiento.
Reflexionemos sobre este enunciado: “Si sueltas una pelota de tenis desde la ventana
de un segundo piso, caerá hasta el suelo”. Dejando a un lado los azares imprevistos
(como que un águila atrape la bola), podemos estar bastante seguros de que la
afirmación es razonable; únicamente a alguien muy raro se le ocurriría decir: “ Un
momento, ¿estás absolutamente seguro que caerá?”. Ahora bien, ¿cómo sabemos que
eso es lo que sucederá si soltamos la pelota? ¿Qué tipo de conocimiento es ese?
La respuesta inmediata es que lo que sabemos porque eso es lo que ocurre siempre.
Dejando de lado los azares imprevistos, nadie ha visto nunca que la pelota quede
suspendida, o bien se eleve en el aire al soltarla. Sabemos que caerá al suelo gracias a
que la experiencia nos ha demostrado que eso es lo que sucederá. Y, no sólo estamos
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seguros de que caerá hasta el suelo, sino que sabemos cómo lo hará: por ejemplo, si
conocemos el tipo de caída y la constante gravitacional, seremos capaces de calcular la
velocidad a la que caerá la pelota. No parece haber mucho misterio en este hecho.
Aun así, se puede seguir con la pregunta: ¿podemos estar absolutamente seguros de
que, la siguiente vez que la soltemos, la pelota caerá? Independientemente del número
de veces que llevemos a cabo este experimento y de la confianza que tengamos en su
resultado, no podremos probar nunca que su resultado vaya a ser el mismo en el
futuro.
El razonamiento inductivo
La incapacidad de prever el futuro con absoluta seguridad es reflejo del problema de
la inducción , que planteó David Hume por primera vez en el siglo XVIII. Pero, ¿qué es
un razonamiento inductivo?
La inducción es la acción mediante la cual pasamos de un conjunto de hechos
observados en el mundo a elaborar conclusiones generales acerca del mundo.
Suponemos que si soltamos la pelota esta caerá porque, al menos según la tesis de
Hume, estamos generalizando a partir de innumerables experiencias del mismo
género, en las que hemos visto que cosas como las pelotas caían al suelo cuando se las
soltaba.
Razonamiento deductivo
Al razonamiento inductivo, los filósofos han contrapuesto frecuentemente el
razonamiento deductivo: mientras que la inducción pasa de los casos particulares a lo
general, la deducción pasa del principio universal al caso particular. Un ejemplo de
razonamiento deductivo puede partir de dos premisas como: “Si es una manzana es
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una fruta (puesto que todas las manzanas son frutas)” y “Esto es una manzana” lleva
indefectiblemente a la conclusión “es una fruta”.
Los filósofos han tratado de simplificar los razonamiento deductivos
representándolos mediante una notación, de modo que la forma general del
razonamiento anterior sería “Si p, entonces q; dado que p, por tanto q”. En nuestro
ejemplo, “p” respuesta “Es una manzana”, y “q”, “Es una fruta”. Dado que partimos de
que “Si p, entonces q” y de que “p” , entonces la conclusión “q” es una verdad
necesaria, ineludible. Otro ejemplo: “Si llueve, el gato va a maullar (dado que todos los
gatos maúllan cuando llueve); llueve, luego el gato va a maullar”.
Los filósofos opinan que todos los razonamiento de este tipo san válidos, puesto que
sus conclusiones se siguen indefectiblemente de sus premisas. Sin embargo, el hecho
de que un razonamiento sea válido, no significa que sus conclusiones sean verdaderas.
Por ejemplo, el razonamiento, “Si esto es un gato, entonces huele a plátano; esto es un
gato, luego huele a plátano” es válido, dado que su forma lo es, pero la mayor parte de
la gente estará de acuerdo en que llega a una conclusión errónea. Un examen más
atento nos deja ver que, desde el punto de vista empírico, la premisa “Si esto es un
gato, entonces huele a plátano” es problemática, porque, al menos en nuestro mundo,
los gatos no siempre huelen a plátano. En otras palabras: aunque el razonamiento es
válido, como su premisa es falsa, su conclusión también lo es. Se pueden imaginar
otros mundos donde los gatos siempre huelan a plátano, por lo que se considera que
el enunciado “Los gatos no siempre huelen a plátano” es una verdad contingente y no
una verdad necesaria o lógica, la cual exigiría ser verdadera en todos los mundos
posibles. Por esto, a los razonamiento válidos y con premisas verdaderas se los
denomina “verificados” . como hemos observado, el razonamiento sobre el gato que
huele a plátano es válido pero no verificado, mientras que el razonamiento sobre las
manzanas y la fruta es tanto válido como verificado.
La falsabilidad
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Se podría decir que los razonamiento deductivos son como los programas
informáticos: sus resultados no pueden tener más valor que los datos que se les
proporcionan. Pese a que el razonamiento deductivo cumple una función de primer
orden en la ciencia, por sí mismo, no puede decir nada acerca del mundo, solamente:
“Si esto se da, entonces se da”. Si se quiere usar para la ciencia, hay que seguir usando
la inducción a la hora de establecer las premisas, por lo que la ciencia continua
lastrada a causa del problema de la inducción.
Por esta razón, según Popper, resulta imposible probar que una teoría es verdadera;
es más, lo que hace que una teoría sea científica no tiene nada que ver con que pueda
probar, sino con que se pueda contrastar con la realidad y quede claro que podría ser
falsa. En otras palabras, que una teoría sea falsable no quiere decir que sea falsa, sino
que puede ser refutada por la observación.
Las teorías incontrastables (como por ejemplo que Dios creó el universo o que
tenemos una guía espiritual invisible) no pertenecen a las ciencias naturales. Esto no
significa que sean inútiles, sino que no son las clase de teorías con las que se opera la
ciencia.
La idea de falsabilidad no implica que esté justificado aceptar las teorías que no
pueden ser falsadas: se pueden considerar aceptables las teorías mientras se
verifiquen una y otra vez al contrastarlas o resistan todos los esfuerzos por falsarlas;
pero, para que las teorías sean sólidas, tienen que estar siempre abiertas a la
posibilidad de que un nuevo resultado pruebe que son falsas.
No le han faltado críticos a la obra de Popper; algunos científicos alegan que presenta
una imagen idealizada de la forma en que realizan su trabajo y que la ciencia opera de
un modo muy distinto al que describe Popper. Aun así, su principio de falsabilidad se
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sigue usando para distinguir entre enunciados científicos y acientíficos, y quizá haya
sido el filósofo de la ciencia más relevante del siglo XX.
- Texto extraído de EL LIBRO DE LA FILOSOFÍA (2011) editorial DK.