2. REGIONALISMO Y LOS NACIONALISMOS.
Uno de los fenómenos más destacados durante la Restauración,
especialmente durante la regencia, fue la aparición de diversos
movimientos nacionalistas y regionalistas en Cataluña, el País
Vasco y, de forma incipiente, en Galicia.
Por regionalismo entendemos un movimiento que
reivindica el reconocimiento de la identidad diferencial de una
región, ya sea cultural, económica o administrativa, a través de
un estado descentralizado o federal; cuando este movimiento
reivindica cotas más altas de autogobierno, basándose en el
principio de las nacionalidades (a cada nación, un estado), se
define como nacionalismo.
El origen de estos movimientos en España se debió a
distintos factores dependiendo del caso, pero todos ellos
defendían el particularismo lingüístico, cultural, institucional e
histórico frente a las tendencias uniformadoras y centralistas del
Estado liberal.
Martha Rosa Cáceres Mayorga
4. La formación del catalanismo político en los años ochenta tiene su
origen, por un lado, en el renacimiento cultural o Renaixença iniciado
en los años treinta, que pretendía recuperar la lengua y las señas de
identidad de los catalanes, y, por otro lado, en los cambios económicos
experimentados a lo largo del siglo XIX, que alejaron los intereses de la
oligarquía centralista de los de la burguesía catalana.
Las primeras formulaciones catalanistas de contenido político
corresponden a Valentí Almirall, un republicano federal
decepcionado, que intentó aglutinar las dos corrientes más destacadas
del catalanismo, la de herencia republicana y progresista y la más
conservadora, tradicional y católica, con la creación del “Centre
Catalá” (1882) que reclamaba la autonomía para Cataluña dentro del
Estado español. Igualmente, promovió en 1885 la presentación a
Alfonso XII del llamado “Memorial de Greuges” (Memorial de
Agravios) que denunciaba la opresión de Cataluña y defendía el
proteccionismo industrial, lo que supuso la aproximación al mismo de
la burguesía industrial catalana.
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6. El fracaso de Almirall dio paso al predominio del catalanismo
conservador, católico y antirrepublicano con la fundación de la “Lliga
de Catalunya” (1887) por Enric Prat de la Riba, que se convertiría en
1891 en la “Unió Catalanista”. Esta elaboró, bajo la inspiración de Prat
de la Riba, el primer programa político del catalanismo, conocido como
las “Bases de Manresa” (1892), donde se proponía un reparto de
funciones entre el poder estatal central y poder regional autónomo, al
que correspondería ejercer la soberanía interior; el catalán sería la
lengua oficial y se restablecerían las instituciones tradicionales de
Cataluña (Audiencia y Cortes), que debían ser escogidos por sufragio
corporativo, con una total ausencia de referencias a los derechos y
libertades.
La identificación de la burguesía industrial catalana con el
catalanismo político, abandonando a los partidos dinásticos, se alcanza
a finales del siglo, tras la pérdida del mercado colonial americano en
1898 y la crisis del sistema político de la Restauración, lo que se
evidencia en la formación y triunfo en las elecciones de 1901 de la Lliga
Regionalista, liderada por Francesc Cambó y Prat de la Riba . Esta
formación va a mantener durante el primer cuarto del siglo XX, hasta la
dictadura de Primo de Rivera, el predominio en la vida política de
Cataluña, con repetidos éxitos electorales.
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7. Prat de la Riba
Cambó
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9. El desarrollo del nacionalismo vasco está vinculado a los cambios
políticos y económicos experimentados durante la Restauración:
La abolición de los fueros en 1876, después de la tercera guerra carlista,
originó un movimiento de defensa de las instituciones suprimidas y de
recuperación de la lengua y cultura vascas.
La rápida e intensa industrialización afectó enormemente a la sociedad
vasca, en especial a la vizcaína, formándose una poderosa burguesía
industrial y financiera, vinculada al sistema canovista, y registrándose
la llegada de numerosos inmigrantes a las minas y empresas
siderúrgicas.
En esta situación se inició un proceso de concienciación del
vasquismo, identificado con la lengua euskera, las tradiciones, los
fueros, el catolicismo y un cierto ruralismo idealizado como
contraposición a una sociedad industrializada y ampliamente
castellanizada.
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11. El primer programa político nacionalista se debe a Sabino
de Arana (nacido en una familia carlista), quien afirmó la
raza, la lengua, el ultracatolicismo y las tradiciones como
elementos diferenciadores de la nación vasca (que incluye
todos los territorios vascos hispano-franceses: Vizcaya,
Guipúzcoa, Álava, Navarra, Laburdi y Zuberoa), para la que
reclama la soberanía, creando en 1895 el Partido
Nacionalista Vasco. Este partido, muy conservador y
radicalmente opuesto al liberalismo, la industrialización, el
españolismo y el socialismo, sólo obtiene sus primeros
escaños, tras moderar su radicalismo, en 1898, gracias al
voto de las clases medias urbanas y rurales, preocupadas
por el creciente peso de los trabajadores inmigrados,
identificados generalmente con el socialismo.
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14. La conversión del regionalismo gallego en nacionalismo fue
más tardía que la de los casos anteriores por la situación de
atraso de Galicia y la limitación del gallegismo a una
minoría intelectual.
El regionalismo gallego se inicia como un movimiento
cultural y literario, el Rexurdimento, con dos tendencias,
una tradicionalista, representada por Alfredo Brañas
(antiliberal y de orígenes carlistas), y otra, liberal,
democrática encabezada por Manuel Murguía.
Sólo entrado el siglo XX, y ante el fracaso de los
regionalismos moderados, aparece una opción más
progresista y combativa, que da lugar a un movimiento
político representado por la figura de Castelao.
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16. LOS ORÍGENES: LUDISMO Y ASOCIACIONISMO
El movimiento obrero surge, como en el resto de las sociedades capitalistas e
industriales, como respuesta a las duras condiciones de trabajo, las
desigualdades sociales y la ausencia de legislación laboral. Los inicios del
sindicalismo en España están condicionados por el escaso número de obreros
industriales (en 1860 se calcula que sólo había 150.000, más de la mitad
concentrados en la industria textil catalana), y la represión gubernamental
contra la acción organizada de los obreros. Las primeras manifestaciones de
protesta obrera fueron de tipo ludita, es decir, movimientos espontáneos y mal
organizados de artesanos y obreros fabriles contra las máquinas que eliminaban
puesto de trabajo; a partir de 1840, los obreros empezaron a organizarse en
asociaciones que agrupaban a trabajadores del mismo oficio y localidad, con
fines de ayuda mutua, para socorrer a los asociados en caso de enfermedad,
necesidad o huelga, además de defender el derecho de asociación y mejoras
laborales (la primera sociedad obrera de este tipo fue la Asociación de
Protección Mutua de los Tejedores de Algodón, en Barcelona, que en 1842
ya contaba con 50.000 afiliados).
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20. El proceso de democratización del sexenio revolucionario (18681874), que incluye la legalización de las organizaciones obreras, permite
la expansión del movimiento obrero organizado, que se identifica con
el republicanismo federal, pero que va a conectar con las asociaciones
europeas que en 1864 habían fundado la Asociación Internacional de
Trabajadores (AIT) o Primera Internacional y, por tanto, con las
corrientes anarquistas y socialistas.
Giuseppe Fanelli, un anarquista italiano enviado por Bakunin en
octubre de 1868, impulsa la creación de la Sección Española de AIT
(Congreso de Barcelona, 1870), que llegó a contar con 40000 afiliados
en 1873 y más de doscientas federaciones locales. En ella, al contrario
de lo ocurrido en el resto de las secciones de la AIT, va a predominar la
ideología anarquista, opuesta a la participación política, quedando
reducida la opción marxista a la federación madrileña, especialmente
después de la estancia de Paul Lafargue, yerno de Marx, en Madrid a
partir de 1871. Este grupo, que defiende la conquista del poder político
por parte de la clase obrera, es expulsado de la Sección Española de la
AIT en 1872, constituyendo la Nueva Federación Madrileña, de
carácter netamente marxista, de la que más tarde surgiría el Partido
Socialista Obrero Español Martha Rosa Cáceres Mayorga
(PSOE).
23. Con la llegada de la Restauración, las organizaciones obreras
conocieron una dura represión y tuvieron que actuar en la
clandestinidad, pero cuando en 1881 el gobierno de Sagasta autorizó
nuevamente las organizaciones internacionalistas, comenzó un
período de intensa actividad propagandística y organizativa obrera en
torno a las corrientes anarquista y socialista:
el anarcosindicalismo: Dentro del obrerismo español se mantuvo el
predominio de la corriente anarquista, que defiende una sociedad sin
autoridad pública ni propiedad privada (que debe colectivizarse), a
conseguir tras una revolución que destruya el estado burgués
rechazando cualquier participación en el juego político (partidos y
elecciones). En 1881 los anarquistas cambian el nombre de la Sección
Española de la AIT por el de Federación de Trabajadores de la
Región Española, que tiene su mayor implantación en Cataluña y
Andalucía, y conoce inmediatamente la división entre los partidarios de
una acción exclusivamente sindical, de masas, con la revolución social
como un objetivo a medio plazo, y los defensores de la “acción
directa”, con la organización de grupos autónomos que atentasen
contra los pilares básicos del capitalismo: el Estado, la burguesía y la
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Iglesia.
26. Durante la etapa 1893-1897 se produjeron los episodios más destacados
del terrorismo anarquista: atentados contra Martínez Campos y
Cánovas; bomba en el Liceo de Barcelona, entidad represiva de la
burguesía industrial, o contra la procesión del Corpus, símbolo de la
Iglesia. Los atentados fueron seguidos de una represión indiscriminada
contra los anarquistas, que alcanzó su máxima expresión en los
procesos de Montjuïc (1897), con más de 4000 detenidos y cinco
ejecuciones. Esta situación lleva a un reforzamiento de las posiciones
anarcosindicalistas, que culminan con la creación de la Solidaridad
Obrera en 1907 y de la Confederación Nacional del Trabajo (CNT) en
1910, convirtiéndose este último en el principal sindicato anarquista del
mundo.
el socialismo: La Nueva Federación Madrileña, de carácter marxista,
se transformó en 1879 en la Agrupación Socialista Madrileña,
fundada por Pablo Iglesias, que se convirtió en el núcleo del Partido
Socialista Obrero Español; más tarde, en 1888, aprovechando la ley de
asociaciones de 1887, se crea la Unión General de Trabajadores. Ambas
organizaciones tienen en Madrid, Vizcaya y Asturias sus principales
zonas de influencia, mientras que su presencia en Cataluña o
Andalucía fue escasa.
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29. El PSOE se definía como un partido marxista, de
orientación netamente obrerista y partidario de la
Revolución social; se afilió a la Segunda Internacional y,
aunque consiguió tener concejales en algunos
ayuntamientos, no consiguió su primer diputado en el
Congreso hasta 1910 (el propio Pablo Iglesias).
La UGT respondía al modelo de sindicato de masas que
englobaba a todos los sectores de la producción y se
organizaba en secciones de oficios en cada localidad.
Aunque teóricamente era independiente del PSOE, su
vinculación fue muy estrecha. Su modelo sindical era el de
lograr mejoras graduales para la condición obrera, lo que le
permitió participar en huelgas generales y estar presente en
instituciones oficiales como el Instituto de Reformas
Sociales.
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