El documento resume la vida y obra del pintor holandés Vincent van Gogh. Destaca que a pesar de su corta vida de solo 10 años, produjo más de 870 pinturas y dibujos. Van Gogh dedicó su vida a ayudar a los demás primero como misionero y luego como artista, usando el color y la naturaleza para conectarse con lo divino. Su obra se vio influenciada por el impresionismo y el arte japonés, pero desarrolló un estilo muy personal y expresivo caracterizado por el uso del color amarillo. A pesar de
1. Maximiliano Montenegro Bozo
Pedagogía en Artes Visuales
El artículo escogido corresponde a la página web http://www.letramedia.cl, en
donde se hace una especie de recorrido de la vida y obra de Vincent van Gogh, y se le
glorifica por ésta. En su inicio se nombra una primera característica del mito del artista,
ésta corresponde a la de genio creativo,-que en el texto de Jiménez se nombra como un
ser creador, pues crea imágenes, comparándolo así con dios- abalando a van Gogh por la
genialidad de su obra, además se le vincula con otra más, que se remite a su prodigo
trabajo creativo desde pequeño, haciéndose acreedor así de el “nacer artista”. Estos dos
últimos van de la mano, pues se explica en el texto de Jiménez que ese artista que es
innato, -pues nace siéndolo- es un ser especial. Prosigue así por la calidad de mártir,
además de “héroe civilizador” su <<función sacrificial>> por el mundo, donde ejerció como
misionero, “sacrificando su propio bienestar” antes de convertirse en artista como nombra
el artículo.
Se avanza luego, por el papel del personaje enfermo, y como nombra el artículo
“La urgencia, por otro lado, lo llevó a la locura”, se sostiene así otra característica más del
ser desequilibrado, del mito del artista. Por último se hace alusión con su personalidad
triste que adquiere al final de su vida, adjudicándose así el papel de personaje excéntrico,
melancólico, sometido a la fuerza proveniente de Saturno, dejando entrever su carácter
saturniano que es el planeta más lejano al sol, por ende susceptible a desequilibrios
emocionales según la tradición antigua.
2. El genio de Van Gogh.
Por Paola Galbiati
Agosto, 2010
Es tanto lo que se ha dicho y escrito sobre Vincent van Gogh, que parece no haber
espacio para más. Sin embargo es tal la genialidad de este artista holandés que su obra,
su vida y su persona siempre dan para más análisis, para más contemplación, para más
asombro y más incógnitas.
Que se trate de un autodidacta, quién en un período de tan sólo 10 años realizó alrededor
de 870 pinturas, sin incluir acuarelas, dibujos, litografías y un aguafuerte, lo convierte en
un creador singular.
Consagró su vida al prójimo, primero a través de trabajos de misionero, sacrificando su
propio bienestar a favor de los más desamparados, y luego, cuando todo parecía perdido,
confuso y oscuro, surge la luz en las tinieblas: Vincent decide convertirse en artista. O tal
vez sería mejor decir que Vincent va a continuar su labor de predicador, pero en una
forma un poco diferente: su palabra será el color, y su religión la naturaleza que lo
conectará, consciente o no, a un Ser superior y divino. Su credo será el amor. Es ese
amor el que lo va a impulsar a una temática orientada hacia el que sufre, el que trabaja
con sus manos para ganarse el pan: el minero, el tejedor y, sobretodo, el sembrador.
Así, de la duda surge la esperanza, y obras como “Los comedores de patatas” salen a la
luz, concebidas como estudios o, simplemente, como gritos desde lo más profundo de su
ser.
Como todo hombre de su tiempo, Van Gogh no se vió libre de las influencias que otros
movimientos, como el Impresionismo y Puntillismo, podrían ejercer sobre su obra. Sin
embargo estaba dentro de sí conocerlas, asimilarlas, para luego interpretarlas a su propia
manera. Tal es el caso de la xilografía japonesa, de la cual Van Gogh rescata, a su
manera, los tres elementos básicos que conforman la estética de los grabados japoneses:
la superficie, la línea y el ornamento. Estos tres elementos son fácilmente reconocibles a
lo largo de la obra del artista, tanto en su pintura como en su dibujo, desde que en 1885,
en Amberes (Bélgica), conoce y comienza a coleccionar grabados japoneses. Esta
colección es para su hermano y para él. Pertenece a ambos, como también su obra le
pertenece a Théo. Es que su concepción del quehacer artístico, ya sea la producción, la
supervivencia, y la estimulación, deber ser compartidas por los mismos artistas. Con esto
en cierto modo justifica las reproducciones que realiza de cuadros de Millet, Delacroix,
Daumier, Doré, Rembrandt y Gauguin.
Una vez establecido en Francia, su temperamento sensible no tolera la hipocresía de la
bohemia Parisina, así que huye al campo, al sur, a refugiarse nuevamente entre la gente
sencilla. En Arlés sueña con fundar un estudio en el sur, de sentar raíces para él y para
que otros pintores, perdidos en las tinieblas, pudiesen encontrar una luz que hiciera su
travesía más tolerable. El mismo encontró en el Mediodía lo que por el momento su
corazón buscaba: la energía que alimentaría el fuego de su alma creadora.
Y así, el artista continuó su evolución hacia un arte cada vez más expresivo, más
luminoso, más único y especial. Atrás quedó la paleta sombría de los inicios, y los colores
3. complementarios, ya incorporados en París, alcanzaron purezas casi agresivas. Y
apareció el color amarillo inundando todos sus lienzos, llenándolo todo de sol y de amor,
en su búsqueda por alcanzar la “alta nota amarilla”.
El artista, que había despegado en un vuelo sin retorno, alcanzaba alturas que él ya
presentía como importantes, valiosas para el futuro. Por esto, su urgencia lo llevó a pintar
con la rapidez y soltura que admiraba de los japoneses, ellos que contemplaban la
naturaleza y la plasmaban en todo su esplendor.
La urgencia, por otro lado, lo llevó a la locura, gracias a la cual, aunque suene irónico, su
estilo se tornó aún más expresivo llegando a la exageración de la forma en un afán
apasionado de expresarse y llegar así a otros. Si se observan sus obras con atención, con
la mente en blanco, se escuchará lo que nos tienen que decir. Se sentirá…
Sus últimas obras, especialmente, lograron captar la profunda soledad en que se
encontraba el artista, y todos sus autorretratos miran al observador con una mezcla de
tensión, escepticismo, y, siempre visible, un dejo de tristeza. Toda la fuerza está en esos
ojos. Los ojos de un hombre que observaba y hacía de lo ordinario y común un pretexto
suficiente para su obra, y para su repetición, una y otra vez. Un ejemplo es el girasol. La
luz, el amor y el sol, la esperanza, la vida misma, todo bajo el símbolo de una flor, su flor,
tu flor, tu girasol, Vincent van Gogh.
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