4. A los doce años muere su padre. Abandona la escuela, y entra a trabajar como aprendiz de sastre en el taller de Martín Pannuto.
5. Cuando aprendió el oficio de sastre, solicita ser admitido en el convento de los capuchinos de Muro; pero allí fue rechazado a causa de su juventud y precaria salud.
6. Aunque este lo trataba con dureza, le sirvió fielmente y sin una queja, hasta que el obispo murió en 1745. Entonces entró a trabajar como criado en la casa del obispo de Lacedogna.
7. Volvió a Muro y abrió una sastrería por su cuenta. Vivía con su madre y sus tres hermanas.
8. De lo que ganaba entregaba a su madre una tercera parte; el otro tercio lo repartía entre los pobres y el resto lo empleaba en pagar misas por las almas del purgatorio.
9. Cuando tenía veintitrés años, los padres de la congregación del Santísimo Redentor, recientemente fundada, predicaron una misión en Muro.
10. Sus parientes que no querían que entrara al convento, lo encerraron bajo llave.
11. Para poder escaparse hizo una cuerda de sábanas anudadas y colgándose por la ventana salió a la calle.
12. Siguió a los padres Redentoristas, quienes dejaban la ciudad de Muro Lucano.
14. los Redentoristas, guiados en la gira misional por el padre Cáfaro, también le contestaron negativamente, pues no querían recibirlo por su aspecto enfermizo.
15. El joven les rogó que lo aceptaran, como hermano lego, y los acompañó hasta Rionero del Volture donde predicaron la misión.
16. Con tal de quedarse con ellos, comía lo que sobraba de los padres; dormía en tierra y despachaba los servicios encomendados.
17. Por lo cual se lo encargó al superior de la casa de Deliceto en los primeros meses de 1749. Admirado por su insistencia, el P. Cáfaro accedió y decidió observar la resistencia del joven en los trabajos pesados.
18. La carta de presentación que le envió desarmaba a cualquiera, ya que decía: " Te envío a un hombre inútil".
19.
20. En octubre de 1749, fue nombrado rector de la casa de Deliceto justamente por el propio P. Cáfaro, quien lo había tildado de inútil e incapaz para trabajos pesados.
21.
22. Al acabar el trabajo que le tocaba por deber u oficio, se acercaba a algún cohermano todavía atareado y le decía: " Deja que termine yo, soy más joven ".
23. Un día se encontró con un pobre que caminaba descalzo por el pedregal de la calle: Gerardo le pasó medias y zapatos, y volvió a casa sin ellos.
26. En la casa cinco o seis veces por año, se reunían sacerdotes y laicos para ejercicios espirituales.
27. Más de una vez alguno aparentaba falsa piedad para llamar sobre sí la atención de la autoridad eclesiástica, o para más fácilmente imponerse a sus dependientes.
28. Gerardo, hurgando en la conciencia, desenmascaraba la hipocresía. Estaba siempre en acecho.
29. Cuando del confesionario pasaban a comulgar: con pocas palabras les decía en su cara todos los pecados y los enviaba otra vez al confesionario.
30. Desde el interior de la casa, Gerardo extendió su apostolado a los caseríos aledaños en una cadena ininterrumpida de milagros y escrutaciones de ánimo.
31. Un día, en el cruce de Santa Águeda de Pullas, el Señor le dijo: "Quédate. Alguien te va a necesitar".
32. Se quedó y vio llegar a un hombre que frisaba en los cuarenta. Le dijo: "¿Hermanito, adónde vas? El otro le contestó: "A mis negocios, cura de miér..
33. Gerardo le respondió: "Sé quien eres: un pobre hombre a quien el diablo quiere tragar por tu desesperación.
34. "Ánimo. ¡No es nada!" Vete a Deliceto. Preséntate al P. Fiocchi, dile que yo te envío, y todo cambiará".
35. Unas horas después el desesperado tocaba a la casa de los Redentoristas. Se hizo asceta y modelo en laboriosidad y oración.
36. Fue a terminar su vida en Nápoles, al servicio de los enfermos, en el hospital de los Incurables. Su caridad fue juzgada heroica, se llamaba Francisco Tata .
38. Terminado el período de prueba, Gerardo emitió los votos religiosos el 26 de julio de 1752.
39. En esa ocasión escribió una carta a San Alfonso María de Ligorio, fundador y superior general de la Congregación del Santísimo Redentor:
40. "Padre mío, heme aquí, postrado a los pies de vuestra Paternidad, y sumamente os agradezco la bondad y caridad para conmigo, en haberme ya aceptado y recibido como uno de vuestros hijos.
41. "Bendita sea por toda la eternidad la bondad divina que tuvo conmigo tantas misericordias por mí no merecidas.."
42. Con la profesión religiosa Gerardo tuvo la posibilidad de dedicarse completamente al servicio de las almas.
43. Ante la extrema pobreza de la casa de Deliceto, fue encargado de pedir limosna.
50. Porque sabía: sanar a los enfermos, leer en los corazones, disipar dudas, hacer desaparecer la indiferencia y el pecado, y comunicar el fervor religioso.
51. Aceptó dolores y humillaciones con toda alegría, como si fuesen preciosos regalos de Dios.
52. Al comprender que para ser un verdadero apóstol tenía que ser también un mártir, o sea dar testimonio por Cristo con sangre, con el sufrimiento físico o moral.
53. Un día, volviendo de Foggia, mientras por un atajo cruzaba un campo ajeno, fue echado al suelo por un violento garrotazo en las espaldas.
54. Al recobrarse, se encontró encima a uno enfurecido que lo atormentaba con la culata, a punta de cañón de su escopeta, gritándole entre risas de desprecio:
55. "Caíste en la trampa. Hace tiempo quería pegarle a un cura. Justamente tú caíste en mis manos".
56. Gerardo recobró sus fuerzas, se arrodilló, y, entrelazadas sus manos, repetía: "Dale, hermano, pégame, que tienes razón".
57. El otro descargaba sus golpes, hasta que, tocado por tanta paciencia, también se puso de rodillas, los ojos al suelo, murmurando: "Perdóname".
58. Luego lo ayudó a montar al caballo y acompañó hasta su casa. Por el camino, a pesar del dolor por una costilla rota, preparó al joven para una buena confesión.
59. Y al llegar, lo presentó al superior, diciendo: "Me caí del caballo y él me ayudó hasta acá. Lo dejo a su generosidad".
64. Pensando que su voto de perfección le obligaba a no defenderse, guardó silencio; poniendo de esta forma en aprietos a su superior, quien no podía creerle culpable.
65. Se le prohibió durante algunas semanas recibir la comunión y hablar con los extraños.
66. San Gerardo respondió tranquilamente: "Dios, que está en el cielo, me defenderá ".
67. Gerardo pasó cincuenta días de martirio, sobrellevados con calma y serenidad, sin una palabra de disculpa.
68. Al cabo de unas cuantas semanas, Nerea y su cómplice, vencidos por los remordimientos, se retractaron de la falsedad.
69. San Alfonso le preguntó, por qué no se había defendido y éste replicó: "Padre, ¿acaso no tenemos una regla que nos prohíbe disculparnos?"
70. A pesar de esta calumnia, él es considerado por muchos “ Patrón de las mujeres embarazadas”.
71. Hay lugares donde las que van a dar a luz tienen la imagen del Santo e invocan su patrocinio".
74. Comenzó dedicándose a los locos, que vivían en el patio interno del edificio de los Incurables.
75. Tenía el carisma de penetrar en su interior y mover sus sentimientos. En poco tiempo fue el amigo y confidente de los locos, aún a riesgo de su integridad física.
76. Del hospital pasó a las calles. A los pobres los alivió en su situación, a las prostitutas y sus protectores pidió radical cambio de ruta.
77. Pasó luego a los talleres de artesanos y también se hizo artista: modelaba crucifijos y también ejercía su apostolado.
78. Con el mismo ideal y la misma espontaneidad entró en los palacios de nobles y bajó a las chozas de los pobres, y como un rayo de sol llevaba luz y calor.
79. En junio de 1754 fue enviado a la casa de Materdómini, construida en el solitario cerro que domina toda la comuna de Caposele;
80. De preferencia tuvo el oficio de portero, y se encariñó a él más que a otros oficios porque le daba la posibilidad de ir en ayuda de los pobres.
81. Las abundantes nevadas dejaron a muchos obreros sin trabajo y sin pan. Aumentando así las filas de los pobres que cada día tocaban a la puerta de la casa religiosa. En enero de 1755
83. A este respecto, a los pobres que llegaban, les hacía encontrar brazas ardientes, luego los alimentaba, y al final un pequeño sermón. Volvían a sus casas alimentados en cuerpo y alma.
84. Con tanta miseria, vació la ropería, el depósito y la cocina del convento; se despojó de su ropa personal, quedando, él tísico, a tiritar de frío, con tal de que los pobres tuvieran algo.
85. Se conmovía con los niños, que particularmente cuidaba con sus propias manos; con los pobres avergonzados de su pobreza.
86. Con las chicas, tentadas a vender su honor por un pedazo de pan; con los enfermos abandonados en sucios ranchos, y redoblaba su presencia para llegar a todos.
89. Mientras se encontraba en San Gregorio Magno, enviado a pedir limosna, tuvo una abundante pérdida de sangre.
90. Intuyó que llegaba, también para él, la tarde de su vida. Quedó sereno y tranquilo, dispuesto a hacer siempre la voluntad de Dios.
91. Como muestra esta carta que escribió al superior de la casa de Materdómini:
92. "Estando de rodillas en la iglesia de San Gregorio tuve un esputo de sangre... Si quiere que me vaya, enseguida voy; si quiere que siga pidiendo, sin dificultad lo haré, pues, en cuanto a mi pecho,
93. actualmente estoy mejor de lo que estaba en casa. Tos no tengo más. Lo siento, porque vuestra reverencia se preocupará. Alégrese, padre mío, que no es nada.
95. El 31 de agosto, trastornado por la fiebre, llegó a Materdómini.
96. En la puerta de su habitación escribió: "Aquí se hace la voluntad de Dios, como quiere Dios, y por todo el tiempo que Dios quiera".
97. Su lecho de dolor se cambió en el altar de su sacrificio.
98. Mientras le administraban el viático, se le escuchó orar: " Señor, sabéis que cuanto hice y dije, todo fue para honor vuestro y gloria vuestra .
99. Ahora, contento me muero porque creo haber buscado sólo vuestra gloria y vuestra voluntad".
100. El 15 de octubre, preanunció: "Esta noche voy a morir. Al caer la tarde, precisó más su partida, diciendo: "Siete horas más".
101. Terminadas las siete horas, Gerardo se fue. Era la una y media del 16 de octubre de 1755. Falleció a causa de una tuberculosis.
102. Los funerales tomaron proporciones de apoteosis: todos pasaron lentamente en torno a su ataúd, llorando al bienhechor y al amigo. Los más pobres suspiraban: "Hemos perdido a nuestro padre".
103. De su vida y de su muerte llega también a los hombres de hoy un mensaje de libertad y alegría. Fue canonizado el 11 de diciembre de 1904 por el Papa San Pío X
104. De libertad interior, por su apasionado amor a Dios y a los hermanos; de alegría, porque por intermedio nuestro pasa Dios a recrear el mundo.
106. Oh Jesús, Redentor nuestro, te adoramos y te bendecimos por tu gran amor.
107. Te damos gracias por la vida de San Gerardo Mayela. A través de su intercesión, hoy sigues bendiciendo a nuestra comunidad.
108. Infunde en nosotros el espíritu que movió a San Gerardo. Que su amor a ti, su fe y su esperanza también sean las fuerzas que nos muevan a nosotros.
109. Haznos sensibles a tu presencia para que también nosotros sepamos descubrirte en las personas más humildes y sencillas.
110. Que procuremos, como él, buscar y hacer tu voluntad, aún cuando esto nos pueda traer dificultades.
111. Bendice Padre, Tú que eres el Dios de la Vida, a nuestras familias.
112. Colma de bendiciones, a través de San Gerardo, a todos los niños, a los jóvenes y a todas las mujeres que están por traer vida al mundo.
113. Que, como San Gerardo, también nosotros sepamos amar y defender la vida.
114. Que en cada persona descubramos un ser sagrado, en quien Tú te nos manifiestas.
115. Danos, Señor, la gracia de querer ser santos. Te lo pedimos por la intercesión de San Gerardo.
116. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén. (P. Miguel A. García, C.SS.R.)
117. El 16 de octubre de 2005, en ocasión de cumplirse 250 años de su muerte, el Papa Juan Pablo II escribió un hermoso mensaje: MENSAJE DEL PAPA JUAN PABLO II
118. “ He sabido con gran alegría que su familia religiosa se prepara a celebrar un especial Año Gerardino al coincidir felizmente dos aniversarios relacionados con uno de sus más ilustres hijos, san Gerardo Maiella: el centenario de la canonización (11 de diciembre de 1904) y el 250 aniversario de su muerte (16 de octubre de 1755).