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SUAMOC




PROYECTO DE MONOGRAFÍA NIVEL III:




 “LA RELACIÓN TERAPÉUTICA.

    FACTOR CLAVE EN LOS

TRASTORNOS DE PERSONALIDAD”




                           Fecha: julio de 2005

                 Realizado por: Maira Tiscornia
Sobre la relación terapéutica...



“ Se toma el papel de consejero con tanta solemnidad que a veces parece cómico. Y sin

embargo, cuando lo examino desde su punto de vista, su comportamiento es intachable:

cumple con nuestro contrato e intenta ayudarme de la mejor manera que puede. Lo

respeto por ello. Es fascinante observar su inteligencia luchando con el problema de

servir de ayuda a una sola persona, a una persona de carne y hueso: yo. Hasta el

momento, no obstante, se comprota de un modo en absoluto imaginativo y depende de

la retórica. ¿De veras cree que la explicación racional o la mera exhortación

solucionaran el problema?...

Ahora creo que aplica el mismo principio en esta clase de asesoramiento: la

personalidad del que aconseja dicta el enfoque del asesoramiento. Por eso, debido a sus

temores sociales y a su misantropía, opta por un estilo impersonal y distante. Por su

puesto, nos se da cuenta: procede a desarrollar una teoría para racionalizar y legitimizar

el enfoque de su asesoramiento. De esa manera, no ofrece apoyo personal, nunca tiende

una mano consoladora, me sermonea desde el púlpito y se niega a admitir sus propios

problemas y a establecer un contacto humano conmigo. ¡Pero ha habido un momento en

que esto no ha sido así! Hoy, hacia el final de nuestra conversación – no recuerdo de

que hablamos - , de repente me ha llamado “Josef”.




                Extraído de “EL día que Nietzsche lloró” (Irvin Yalom).
INTRODUCCIÓN



       Tras la notoria y reciente revalorización del constructo de la relación terapéutica

en los trastornos de personalidad por parte de la corriente cognitivo conductual, nos

parece sumamente interesante abordar esta temática.



       Los temas que serán abordados en esta monografía son los siguientes:



          -   Capitulo I: Conceptualización de la relación terapéutica



          -   Capitulo II: La relación terapéutica en los trastornos de personalidad



          -   Capitulo III: Aspectos diferenciales en la relación paciente – terapeuta en

              los distintos trastornos de personalidad.



          -   Capitulo IV: Guía práctica para el terapeuta cognitivo comportamental

              en el abordaje de los pacientes con trastornos de personalidad
CAPITULO I: HACIA UNA CONCEPTUALIZACIÓN DE LA RELACIÓN
                                    TERAPÉUTICA



Desarrollo histórico del concepto de relación terapéutica

       Autores de las más variadas líneas como Freud (1912), Patterson (1974), Yalom

Irving (1980) e incluso el mismo Wolpe (1969) han manifestado la notoria incidencia

de la relación terapéutica en la eficacia de los tratamientos. Actualmente, la psicoterapia

no puede ser concebida al margen del establecimiento de una adecuada               relación

interpersonal cliente – terapeuta (Sidelski, 2005).

       Mencionaremos a continuación una breve reseña de los mayores aportes dentro

de las diferentes líneas que han contribuido a la conceptualización actual del término. Si

bien hay dos grandes literaturas: una que emplea de modo intercambiable el termino

alianza terapéutica y relación terapéutica (autores como Gelso y Carter, 1985) y otra

que los concibe como conceptos diferentes (autores como Zetzel, 1956); en este trabajo

nos adheriremos al primer criterio mencionado.

       Las corrientes psicodinámicas fueron tal vez pioneras en sacar a relucir la

importancia de la alianza terapéutica. El propio Freud (The Dynamics of Transference,

1912) planteó la importancia de que el analista mantuviera un interés y una actitud

comprensiva hacia el paciente para permitir que la parte más saludable de este

estableciera una relación positiva con el psicoterapeuta.

       La teoría psicoanalítica contemporánea ha avanzado hacia una perspectiva del

vínculo en donde la participación y subjetividad del terapeuta han recobrado

importancia (Corbella y Botella, 2003). Actualmente, los psicoanalistas consideran que

en la transferencia no solo se debe considerar la aparición de emociones y pensamientos

del paciente en relación directa al terapeuta, sino todo aquello que surge en la relación

entre ambos o sea la transferencia en situaciones totales (Gayó y Bustos, 2001).
La forma en que el terapeuta percibe esto es a través de la contratransferencia.

Posteriormente, el concepto de alianza terapéutica ha sido incorporado por la mayoría

de las demás escuelas psicoterapéuticas, pero alejándose de la lectura transferencial y de

la neutralidad clásica defendida por el psicoanálisis. La tendencia apunta a la mayor

inclusión de la interacción, espontaneidad y autenticidad del terapeuta dentro de los

parámetros formales que hacen a una relación de este tipo(Corbella y Botella, 2003).

Asimismo, conceptos relacionados con la teoría de las relaciones objetales de Kernberg,

explican algunas nuevas líneas cognitivas relacionadas con la importancia de recrear

relaciones interpersonales más adaptativas a través de la relación terapéutica (Millon y

Davis, 2001).

       Por su parte, el movimiento humanista prestó una especial atención al papel de la

alianza terapéutica. La empatía, la congruencia y la aceptación incondicional al cliente

eran las 3 características fundamentales en un terapeuta rogeriano a fin de establecer

una relación terapéutica efectiva (Rogers, 1957, citado en Corbella y Botella, 2003). En

función de los aportes de Rogers varios autores (Horvath, Luborsky, Duan y Kivlighan

entre otros) comenzaron a indagar en conceptos tales como la empatía. Del mismo

modo se comenzaron a realizar una serie de investigaciones sobre la opinión de los

clientes respecto a las características del terapeuta (Lacrosse, 1980, Strong, 1968,

citados en Corbella y Botella, 2003). Las variables estudiadas (variables de influencia

social del terapeuta y la efectividad de la terapia) dejaron arbitrarios resultados.

       Desde la perspectiva clásica conductual se priorizaba la calidad técnica de las

intervenciones del terapeuta. Sin embargo, tras la denominada “Revolución cognitiva”,

se hizo un profundo hincapié en el interés por la relación terapéutica. Wolpe (1969,

citado en Madrid, 1986) partidario de este paradigma, se atrevió a relativizar el

tecnicismo usualmente atribuido a esta línea teórica diciendo: “Mi creencia es que la
calidad de la relación terapéutica es más fundamental que los métodos y técnicas

especificas del terapeuta...”.

       De hecho, en la actualidad, la orientación cognitiva (principalmente las líneas

constructivistas) considera a la alianza terapéutica como un factor medular del proceso

terapéutico (Newman, 1998; Safran, 1998, citado en Corbella y Botella, 2003).



La relación terapéutica desde la perspectiva cognitivo comportamental

       La relación terapéutica ha demostrado ser un factor clave en las diversas

corrientes ideológicas como la psicodinámica, cognitiva, interpersonal, ecléctica,

sistémica, experiencial y comportamental (Watson y Greenberg, 1994) y en diferentes

formatos de terapia tales como las terapias individuales, grupales y familiares (Sturm y

Dawson, 1999, citado en Corbella y Botella, 2003). En este sentido se ha visto que la

alianza terapéutica resulta ser un buen predictor de los resultados conseguidos por todas

estas (Luborsky, 2000). Sin embargo, autores como Henry y Strupp (1994) hallaron una

relación significativa entre la alianza y los resultados de las distintas terapias

(psicodinámicas, eclécticas y cognitivas), siendo la terapia ecléctica y la cognitiva las

que presentaban mayor correlación entre el resultado y la alianza. Raue, Goldfriend y

Barkham (1997) confirman estos resultados al encontrar que la terapia cognitiva

comportamental conseguía puntuaciones superiores a las psicodinámicas en lo que

respecta al establecimiento de la alianza terapéutica.

       Recientemente, las teorías cognitivo conductuales han prestado una atención

suficiente a este punto influenciados primordialmente por terapeutas cognitivos

constructivistas como Guidano y Liotti (1983) o Mahoney (1988). Estos han elaborado

teorías referentes al desarrollo, estabilidad y cambio de las estructuras cognitivas y su

conexión evolutiva con los vínculos afectivos tempranos.
Pese a esto, ni los clínicos cognitivos "tradicionales" (Ellis, Beck, etc) ni los

constructivistas han empleado de modo estrictamente sistemático y consciente la

relación terapéutica como vía de cambio cognitivo en si misma. Los conceptos que ha

aportado la nueva psicología cognitiva destacan lo siguiente:

          La selectividad interpersonal: Existe una tendencia del hombre a seleccionar a

las personas con las que interactúa y a evitar a aquellas que pueda modificar sus hábitos

y patrones personales. Esta actividad está regida por esquemas cognitivos personales.

La búsqueda de un “matching” entre el estilo de terapeuta y tipo de cliente (rasgos de

personalidad, motivo de consulta, etc) ha sido motivo de actuales investigaciones.

          El papel de las experiencias tempranas: Las experiencias tempranas son

importantes para la formación de los esquemas cognitivos, sobretodo cuando son

reforzadas por experiencias posteriores, produciendo sesgos en el desarrollo.

Dependiendo del tipo de apego que el sujeto recibió (ansioso, seguro, etc) será propenso

a vincularse de determinada manera con los demás, incluido el terapeuta. Autores como

Bowlby y Jeffrey Young han incorporado ampliamente estos conceptos.

          Cambios en las relaciones actuales: Las posibilidades de cambio dependen en

gran parte del contexto social y relacional del individuo. Las interacciones con otras

personas suelen derivar de los esquemas cognitivos tempranos. Aunque el individuo

aprende habilidades sociales a lo largo de su desarrollo, tiende a "repetir" un esquema

previo de relación más primitivo, sobretodo en situaciones que suscitan una fuerte

respuesta emocional (Beck y Freeman, 1992). En la instancia terapéutica se pueden

ensayar y señalar patrones relacionales dentro de las mismas sesiones a fin de que los

resultados se generalicen también afuera de esta en las múltiples otras relaciones del

sujeto.
La alianza terapéutica y los datos provenientes de la investigación

En términos de escalas para evaluar la alianza terapéutica:

       El papel clave de la alianza terapéutica ha motivado el interés por la

construcción de instrumentos que posibiliten su evaluación. A continuación

mostraremos una tabla que incluye algunas de las medidas más reconocidas.

                      Nombre                               Autores que la citan

     California Psychotherapy Alliance Scale    Gaston y Ring, 1992

                                                Marman, Weiss y Gaston 1989

     Penn Helping Alliance Scale                Alexander y Luborsky, 1987

     Helping Alliance Questionnaire II          Luborsky

     Therapeutic Alliance Scale                 Marziali, 1984

     Working Alliance Inventory                 Horvath, 1981

     Vanderbilt Therapeutic Alliance Scale      Hartley y Strupp



En términos de porcentaje de eficiencia de este constructo:

       Los estudios relacionados con el porcentaje de relevancia de la alianza

terapéutica en el proceso terapéutico mostraron resultados similares. Según Lambert

(1992), un 15% de la proporción de mejoría estaba determinada por las técnicas

empleadas, mientras que un 30% era explicada por la calidad de la relación terapéutica.

       Estudios como el Marmar, Thompson y Gallager (1991), citado en Corbella y

Botella (2003) encontraron que la alianza terapéutica explicaba entre un 36% y un 57%

de la variancia del resultado final de la terapia.



En términos de variables implicadas en una buena alianza terapéutica:

    Con los antes mencionados resultados, muchos investigadores se abocaran al estudio

de las variables comunes que hacían a una buena relación terapéutica.
Dos autores resultaron clave a la hora de definir este concepto. El primero, Bordin

(1976) definió a la alianza terapéutica como el encaje y colaboración entre terapeuta y

paciente e identifico 3 componentes que la configuraban:

   -   Acuerdo en las tareas: Principalmente la percepción de que las acciones y

       pensamientos trabajadas eran relevantes para la mejoría.

   -   Vínculo positivo: Basado en la confianza y aceptación

   -   Acuerdo en los objetivos

   Sin embargo este autor consideraba que la alianza terapéutica positiva era un

ingrediente que hacia posible y facilitaba el proceso, pero no el único (Horvath y

Luborsky, 1993).

   En la actualidad, se considera que la alianza terapéutica, lejos de ser la mera

responsabilidad del terapeuta, es una construcción conjunta entre cliente y terapeuta.

Por tanto las expectativas, opiniones y construcciones que ambos van desarrollando

respecto al trabajo terapéutico, la relación establecida y la visión del otro resultan clave

para el establecimiento de la misma.

   Entre otras variables que determinan la relación terapéutica encontramos las

siguientes:

Variables del terapeuta que favorecen el vinculo

   -   Empatía y calidez

   -   Centrar las actividades terapéuticas en el aquí y ahora y orientar las temáticas

   -   Las habilidades sociales y la comunicación respecto a los malentendidos

Variables del paciente que determinan el vinculo

   -   Las relaciones sociales y familiares del paciente a lo largo de su vida. Pues las

       personas que tienen un historial de relaciones interpersonales más saludables

       tienen una mayor probabilidad de desarrollar una buena alianza.
Los pacientes con apego confiado puntuaban tener una mayor alianza

       terapéutica que los que tenían apego ansioso.

   -   La presencia de desgano, defensividad, hostilidad y dominancia se relaciona con

       una mayor dificultad de establecimiento del vinculo con el terapeuta. Estos

       pacientes con perfiles de funcionamiento interpersonal de hostilidad o evitación

       social, requieren de más sesiones para conseguir crear un clima de confianza

       (Pavio y Bahr, 1998).

   -   La autocrítica, el perfeccionismo y la rigidez asociados a esquemas relacionales

       negativos y a estilos evitativos han sido relacionados con una pobre alianza

       terapéutica, más precisamente en fases posteriores del tratamiento (Mongrain,

       1998, citado en Corbella y Botella, 2003).

   -   La motivación y expectativas respecto al tratamiento

Compatibilidad entre ambos

       Beutler (1990) desarrollo la Selección Sistemática de Tratamientos (SST). Esta

se compone de dos dimensiones: a) La directividad del terapeuta relacionada con la

resistencia del paciente y b) La tendencia del terapeuta a dirigir la atención a la acción o

insight del paciente relacionada con el estilo de afrontamiento del paciente. Por ejemplo,

un paciente resistente con un estilo de afrontamiento internalizador se beneficiaría más

de un terapeuta poco directivo y dirigido al insight.

       Por su parte, Quintana y Meara (1990) concluyeron que en las primeras sesiones

se establece una complementariedad entre ambos partícipes. La complementariedad

depende tanto de las variables del paciente como del terapeuta y va facilitando o

dificultando el proceso. Otros autores han hallado que la similitud entre las variables

sociodemográficas entre ambas partes genera una mejor alianza (Luborsky, 1994).
Por otro lado la congruencia en las expectativas y objetivos influye altamente en

la construcción de la alianza. Las estrategias para trabajar sobre la alianza están

dirigidas a reflexionar sobre las interacciones entre ambos, además de clarificar metas y

tareas terapéuticas especificas con el objetivo de que los clientes desarrollen un mejor

conocimiento acerca del proceso de cambio (Watson y Greenberg, 1995). Safran y

Muran (2000) postulan dos tipos de intervenciones en pos de una mejora alianza, las

intervenciones directas (por ejemplo aclarar malentendidos) e indirectas (por ejemplo:

manejo de la empatía). Resulta importante no solo reparar en el lenguaje verbal sino

prestar atención a la meta comunicación.

       Todos estos complejos fenómenos implicados ponen de relieve la importancia de

usar la inspiración y la creatividad para facilitar el establecimiento de la alianza

terapéutica en las primeras sesiones y mantenerla a lo largo del proceso terapéutico

(Anderson, Ogles y Weiss, 1999).

       Otras investigaciones han hecho hincapié en el momento en el cual debe

establecerse la alianza terapéutica. Plantean que las primeras sesiones son especialmente

importantes para el establecimiento de una buena relación con el paciente; de lo

contrario la probabilidad de que el paciente abandone el tratamiento prematuramente

son más elevadas (Plotnicov, 1990, citado en Horvath y Luborsky, 1993).

       Asimismo las investigaciones sobre finalizaciones decididas unilateralmente por

el paciente están relacionadas con puntuaciones bajas en las evaluaciones de la alianza

terapéutica (Corbella y Botella, 2003).



La relación terapéutica como proceso comunicacional

       Paul Watzlawick       afirma fehacientemente en su primer axioma de la

comunicación que “No es posible no comunicarse”.
Refiere así a que no hay no-conducta, o simplemente es imposible no

comportarse. Toda conducta es una situación de interacción que tiene un valor de

mensaje y comunica algo. Si bien existe una cierta esclavitud al respecto, también

somos libres de elegir el medio y la forma de hacerlo. Tarea clave para el terapeuta a la

hora de interactuar con el paciente: emplear el medio y la forma adecuada en cada caso

concreto, lo cual se relaciona con las habilidades sociales y asertividad del mismo

(Madrid,1986).



Para una buena descodificación el terapeuta receptor debe al menos:

Presentar una actitud empática: La empatía es vista como la capacidad de percibir

correctamente lo que experimenta la otra persona y comunicarle en un lenguaje ajustado

a los sentimientos de ésta (Madrid,1986). Refiere a la capacidad de ponerse

mentalmente en el lugar del interlocutor y ver el mundo desde su mapa de realidad;

dejando por un momento nuestro propio esquema de realidad. Esto nos permite captar

no solo el contenido explicativo, sino también los sentimientos y las demandas

explicitas e implícitas del interlocutor. Según Rogers, “percibir el marco del otro

“como si” uno fuera la persona en cuestión, pero sin perder nunca la condición de

“como si”...”. Con esta actitud de apertura podremos captar el modelo en que el paciente

se representa el mundo a fin de poder entender y situar mejor lo que significa cada

palabra en su conjunto.

Mantener un feedback: El feedback posee un valor fundamental en la comunicación ya

que permite evitar una mala interpretación por parte del receptor quien comprobará si su

descodificación ha sido correcta o no. Tal lo escribió sabiamente Pablo Neruda: “Quiero

que mis palabras digan lo que yo quiero que digan y que tú las oigas como yo quiero

que las oigas”.
Uno de los aspectos fundamentales de este feedback es que se pueden mejorar

los aspectos vinculares que puedan generar asperezas entre el paciente y el terapeuta

previo a la ruptura o cese abrupto del tratamiento.

Proporcionar una adecuada escucha: Una destreza interpersonal que es observable (el

paciente percibe que el terapeuta lo esta escuchando), evaluable (mediante

cuestionarios), puede aprenderse (es posible estructurar en secuencias lógicas y

sistemáticas que nos permitan mediante la practica adquirir ciertas pautas de escucha).

Si bien, tal lo plantea Carkhuff (1976), la escucha puede ser una destreza interpersonal,

cabe señalar que si uno no la integra como una actitud, esta puede volverse mecánica,

rutinaria y poco creíble. Ya decía Alemany (1984) “Las técnicas nunca agotan las

actitudes que se quieren transmitir...”. Un factor clave que debe tener un terapeuta

habilidoso es la capacidad de escucha activa que permita recabar datos importantes y

comprender la problemática del paciente a fin de efectivizar el curso de la terapia.

En suma

       “Es evidente que, de una manera que todavía no se ha definido, la relación

       personal entre el terapeuta y el paciente es crucial para el proceso de

       cambio; como también lo es que los terapeutas suelen subestimar la

       importancia de este factor, al mismo tiempo que sobreestimar el valor de

       sus contribuciones cognoscitivas”.

       Siguiendo las anteriores palabras de Yalom Irving (1980, citado en Madrid,

1986) podemos resumir que aún poco se sabe acerca de la relación terapéutica dado que

ha sido un concepto minimizado por muchos profesionales de la psicología.

Sin embargo, con lo mencionado hasta el momento, resulta evidente la importancia de

este constructo en el desarrollo y efectividad del proceso terapéutico.
A pesar de las diferencias entre las diversas orientaciones teóricas, la alianza

terapéutica presenta un progresivo reconocimiento como factor esencial de la

psicoterapia en la mayoría de las escuelas (Sidelski, 2005).

       El vinculo terapéutico remonta sus orígenes probablemente a los estudios

psicoanalíticos de los conceptos de transferencia y contratransferencia. Por su parte, las

escuelas humanistas son las que han puesto un mayor énfasis en el carácter esencial de

la relación terapeuta-paciente. Mientras que conceptualizaciones como la planteada por

Bordin, ha servido de marco de referencia para las posteriores explicaciones,

investigaciones y construcción de diferentes instrumentos de evaluación de la alianza.

Las corrientes cognitivo-conductuales posteriores a la “revolución cognitiva” han

brindado un incipiente numero de modalidades terapéuticas basadas en la

reconstrucción y modelado de las relaciones interpersonales de los pacientes. Así pues

en un ambiente controlado el sujeto aprende a relacionarse más adecuadamente a través

de la relación terapéutica. Escuelas orientadas a los aspectos sistémicos y

comunicacionales como la de Watzlawick ha brindado aportes formidables respecto a

las variables implicadas en este proceso comunicacional.

       En este capitulo hemos visto que es sumamente importante que los terapeutas

nos interioricemos con las diversas variables que intervienen en la construcción de la

relación terapéutica la cual es al mismo tiempo requisito previo y técnica para la

eficacia del tratamiento (Sidelski, 2005).
CAPITULO II: LA RELACIÓN TERAPÉUTICA EN LOS TRASTORNOS DE
                                    PERSONALIDAD


Breve introducción a los trastornos de la personalidad

       El fin mismo de esta monografía no es desarrollar las características descriptivas

de los trastornos de personalidad, sino mostrar la notoria relevancia de la relación

terapéutica en la practica clínica con este tipo de clientes. Sin embargo considero

pertinente realizar una pequeña introducción a los mismos a fin de seguir un hilo

conductor más propicio para el lector.



Una definición de personalidad:

       Según Millon y Davis (2001), la personalidad es un patrón complejo de

características psicológicas profundamente enraizadas, que se expresan de forma

automática en casi todas las áreas de la actividad psicológica y que configura la

constelación completa de la persona. Cada estilo de personalidad es, a la vez, un estilo

de afrontamiento, así que la personalidad es el principio organizador a partir del cual es

posible entender mejor a la psicopatología.



Criterios del clasificación del DSM-IV:

       El criterio para determinar la existencia de un trastorno de personalidad requiere

de la presencia de un grupo de rasgos o características de la persona tal lo señalan

alguna de las clasificaciones con vigencia actual (DSM-V, DSM-IV R, CIE-10). Cada

trastorno presenta su impronta propia, sin embargo, las generalidades que plantea el

DSM-IV para los trastornos de la personalidad que se estructuran en el eje II de sus

sistema multiaxial se resumen en las siguientes:
-   Un patrón permanente de experiencia interna y de comportamiento que se aparta

        notoriamente de las expectativas de la cultura del sujeto, lo cual se manifiesta en

        dos o más de las siguientes áreas: cogniciones, afectividad, actividad

        interpersonal y/o control de los impulsos.

    -   Se trata de un patrón inflexible y que se extiende o generaliza a una amplia gama

        de situaciones personales y sociales.

    -   Este patrón provoca malestar clínicamente significativo o deterioro social,

        laboral y de otras áreas importantes en la vida del sujeto.

    -   Es un patrón estable y de laga duración con inicio probable durante la

        adolescencia o principio de la vida adulta.

    -   Este patrón no es una manifestación ni una consecuencia de otro trastorno

        mental.

    -   Tampoco es debido a los efectos fisiológicos de una sustancia o enfermedad

        medica.



Aspectos diferenciales de estos trastornos:

    Los pacientes con trastornos de personalidad se caracterizan básicamente por dos

aspectos:

    1. Rigidez:

    Se trata de patrones de personalidad rígidos, duraderos e invasivos tal lo señala el

DSM IV. Se destaca la inflexibilidad adaptativa y los círculos viciosos como criterios

fundamentales para la patología de la personalidad (Millon y Davis, 2001). Las

estrategias alternativas que el sujeto emplea para relacionarse con otros, para alcanzar

sus objetivos y para lidiar con los estresores son pocas en numero y se despliegan

rígidamente (Young, 2003).
Esta carencia de flexibilidad hace que estos pacientes sean menos respondientes

a las técnicas cognitivo-conductuales y que no reportan cambios significativos en

terapias acotadas en el tiempo cuando los comparamos con los trastornos del eje I (Beck

y Freeman, 1992).

   2. Dificultades interpersonales:

       Desde el nacimiento y hasta la muerte siempre estamos manteniendo

intercambios con otros, reales o imaginados, y sus expectativas; razón por la cual

nuestra personalidad se va estructurando en el marco de nuestras interacciones primeras

y significativas (Millon y Davis, 2001). Según Patterson (1974) la esencia de estos

trastornos emocionales yace en la alteración de las relaciones interpersonales. De igual

modo, Maslow afirmaba que la persona psicológicamente más perturbada es “aquella

quien nunca ha tenido suficientes buenas relaciones con otros” (Madrid, 1986).

Tenemos entonces que el relacionamiento interpersonal disfuncional es marca registrada

de los pacientes con trastorno de personalidad, por tanto, el vinculo terapéutico adquiere

vital relevancia. El DSM-IV destaca los siguientes trastornos de personalidad como los

más sentidos en este aspecto: histriónico, esquizoide, dependiente, paranoide, evitativo

y borderline.



¿Cómo obtener los mayores beneficios a través del manejo adecuado de la relación

terapéutica?

       Los pacientes diagnosticados con trastorno de la personalidad, por su rigidez y

por sus dificultades interpersonales, suelen ser los más difíciles entre todos los casos del

clínico. La terapia tradicional cognitivo comportamental supone que los pacientes

pueden entablar un relacionamiento colaborativo con el terapeuta rápidamente, lo cual

según Young (2003), es poco frecuente en estos pacientes.
La actitud poco colaborativa de estos pacientes deviene en un arduo proceso de

establecimiento de la alianza terapéutica: el cual puede estar marcado por una extrema

dependencia o una elevada hostilidad según el tipo de trastorno en cuestión. Por lo

general, los clientes con diagnostico en el eje II, suponen más tiempo y exigencia en

cada sesión y una alta cuota de energía y paciencia por parte del terapeuta que la

mayoría de los otros pacientes. Tal lo afirman Beck y Freeman (2002), las creencias

disfuncionales presentes en los sujetos con trastornos de la personalidad están

“estructuralizadas”, es decir, incorporadas en la organización cognitiva normal. Por ello

para producir el tipo de cambio estructural se necesita más tiempo y esfuerzo que para

modificar el pensamiento disfuncional de los trastornos afectivos o eje I .



La relación terapéutica: como “sine quan non”

       Como pudimos ver en el capitulo I, la relación terapéutica se plantea desde las

diversas corrientes terapéuticas como un “sine qua non” del éxito del tratamiento. Sin

embargo, las variables que han demostrado influir en el establecimiento de una buena

alianza no son del todo claros aún.

       Por tratarse de trastornos en los cuales prevalecen una alteración en la capacidad

de establecer relaciones interpersonales saludables, es necesario prestar vital atención a

la modulación de la empatía, seguridad y calidez según el trastorno del cual se trate

(Sidelski, 2005).

       Otros de los aspectos implicados en la relación terapéutica que han recibido

capital atención son las características del paciente, las del terapeuta y la combinación

de esta dupla de “trabajo”. Pues los pacientes con trastornos de personalidad requieren

de una mayor paciencia, dedicación y tolerancia a la frustración que no todos los

terapeutas somos capaces de proveer en todos los casos.
Por su parte, las corrientes cognitivo conductuales han señalado el papel de las

expectativas sobre el tratamiento en la relación terapéutica. Se ha visto que la eficacia

de la terapia depende altamente de las expectativas del paciente acerca de las metas

terapéuticas y la concordancia de estas con las del terapeuta. Pues la lucha de poder por

metas conflictivas puede impedir el progreso (Martín, Martín y Slemon, 1987). La

naturaleza cooperativa del proceso de establecer las metas es uno de los componentes

más importantes desde la terapia cognitiva (Beck, Freeman y otros, 1992).



La relación terapéutica como técnica...

...aplicable para evaluar la modalidad vincular del paciente:

       En los trastornos de personalidad el núcleo fundamental se da usualmente en los

vínculos, y es la alianza o relación terapéutica un buen escenario para ver como los

pacientes se relacionan con otros (Young Jeffrey, 2003). En este sentido, la relación

terapéutica permite que nos aproximemos a realizar una evaluación de la modalidad de

relacionamiento interpersonal del paciente fuera del consultorio, aspectos que

igualmente corroboraremos mediante entrevistas con terceros de ser posible y necesario.

Desde la practica clínica, el tipo de relación que se pueda ir logrando o las dificultades

iniciales en este aspecto suelen ser el primer indicador clave para sospechar que se trata

de un trastorno del eje II. Es frecuente que estos pacientes lleguen a la consulta con un

historial de múltiples consultas previas que les resultaron “insatisfactorias”.



...aplicable para modelar vínculos más adaptativos

       La relación terapéutica funcionaría entonces como una relación modélica

(Millon y Davis, 2001; Beck y Freman 2002). La terapia le ofrece una oportunidad de

aprender a relacionarse con los demás de forma más efectiva (Sidelski, 2005).
Utiliza o enmarca los principios de las buenas relaciones humanas, que aunque

puedan parecer simples, no siempre se ponen en practica fuera de la terapia (Madrid,

1986). Tal lo expresaba Fielder: “Una buena relación terapéutica se parece mucho a

cualquier otra buena relación interpersonal”. Se busca suministrar al cliente aquellas

cualidades que debería de haber adquirido en otras relaciones humanas. Desde este

punto de vista, la terapia puede definirse como un medio para preparar al paciente para

fundar autónomamente mejores relaciones con otros. Pues se trata de una experiencia

humana privilegiada que ofrece el marco adecuado para facilitar el desarrollo de estas

capacidades bloqueadas (Madrid, 1986).

   La relación terapéutica es un antídoto parcial en el tratamiento para modificar o

flexibilizar los esquemas de estos pacientes. El paciente internaliza al terapeuta como el

“adulto saludable” quien lucha contra sus esquemas y persigue una vida emocional más

placentera. Young y otros (2003) plantean dos formas clave para lograr este modelado

del vinculo:

   1. La instancia de confrontación empática:

       Consiste en mostrar empatia respecto de los esquemas del paciente cuando estos

se manifiestan en la consulta. El terapeuta ira mostrándole al paciente que muchas de

sus reacciones hacia él se hallan distorsionadas o resultan disfuncionales de modo que

reflejan sus propios esquemas y tipos de afrontamiento. Muchas veces, cuando estos

esquemas disfuncionales no afloran en la sesión y resulta imperioso trabajar con ellos,

Young recomienda emplear la propia relación terapéutica como una técnica de

desencadenamiento de esquemas. Es decir la utiliza como una estrategia para activar los

esquemas y discutirlos en la sesión. El procedimiento consiste en que el terapeuta presta

mucha atención al relacionamiento terapéutico buscando acontecimientos que parezcan
estar activando esquemas durante la sesión. Cuando estos surgen este dialoga y debate

sobre las dificultades con el paciente.

       Beck y Freeman (2001) también plantean que es adecuado que el terapeuta este

alerta ante las señales de ira, decepción y frustración que el paciente experimente en el

consultorio para poder trabajarlas “in situ”. Esas reacciones además de abrir paso a la

comprensión del mundo privado del paciente, si no son exploradas, tienden a confirmar

las interpretaciones distorsionadas obstaculizando la cooperación. De lo contrario, si

son sacadas a la luz proporcionar un rico material para comprender los significados y

creencias que están detrás de las reacciones idiosincrásicas o repetitivas del cliente. El

terapeuta deberá buscar los signos reveladores de esta cognición transferencial. Por

ejemplo cuando hay un cambio súbito en la conducta no verbal (pausas en medio de una

serie de afirmaciones, cambio abrupto en la expresión, postura abatida) o verbal del

paciente (pasa de pronto a otro tema, se bloquea, etc).         Uno de los signos más

reveladores es el cambio en la mirada, sobre todo cuando el paciente ha pensado en algo

pero prefiere no comunicarlo (Beck y Freeman, 1992).

   2. El uso de la reparentización limitada:

       Esta técnica basada más precisamente en las teorías del apego, consiste en

proporcionar, dentro del encuadre terapéutico, aquello que el paciente necesito de sus

figuras paternales pero que no obtuvo durante su infancia. Según Klaslow (1996), son

las relaciones primeras las que modelan lo que hemos sido y lo que somos, y estas

pueden haber resultado muy gratificantes o muy dolorosas. En los sujetos con trastornos

de personalidad, el apego inicial fue invariablemente problemático o ansioso y suele

caracterizar las dificultades relacionales presentes. Tal lo afirman autores como Bowlby

(1977), existe evidencia de que la personalidad esta formada por relaciones actuales

constituidas desde la infancia.
La relación terapéutica adquiere un valor “sanador” o reconstructivo cuando se

obtiene una buena alianza con el paciente. La estrategia suele consistir en fomentar un

relacionamiento terapéutico que se contraponga o que compense los esquemas iniciales

desadaptativos. En esto se basa el proceso de re-parentización limitado.



En general...

        El establecimiento de una buena relación terapéutica es un paso previo que todas

las corrientes proponen como recurso fundamental para obtener mejores resultados

terapéuticos. En este sentido han sido estudiadas múltiples variables que involucran a

las características propias del paciente y su patología, a las características propias del

terapeuta y a la combinación de ambos. Asimismo se ha hecho hincapié en conceptos

humanistas como el de la aceptación y empatía; y se ha señalado la importancia de

expectativas congruentes entre el paciente y terapeuta según lo planteado por corrientes

de tipo cognitivo conductual.

        En los pacientes con trastorno de personalidad, la relación terapéutica cobra vital

importancia ya que el aspecto vincular esta en la base de su problemática. Autores

especializados en el tratamiento de este tipo de trastornos (como Jeffrey Young) han

empleado la relación terapéutica de un modo más controlado o estratégico a fin de

obtener cambios mesurables y favorables en la vida de los pacientes. Dos de estas

formas estratégicas de modificar los aspectos vinculares desadaptativos han sido la

confrontación empática y la reparentización limitada. Este tipo de modalidad terapéutica

altamente desarrollada con pacientes diagnosticados en el eje II, maximiza las

posibilidades de la relación terapéutica y por ende la efectividad del tratamiento.

        Pese a que se ha recorrido un vasto camino en el estudio de la relación

terapéutica dentro de las corrientes de corte cognitivo comportamental, aun sabemos
que resta mucho por investigar respecto a una apropiada sistematización del empleo de

la relación terapéutica como técnica.

     Dejando tal vez a un lado afirmaciones tales como la de Millon cuando dice que

“En el caso de los trastornos de la personalidad, lo cierto no es que todas las formas de

terapia son igualmente buenas, sino que todas son malas por igual (Millon y Davis,

2001)”. Podemos moderar las expectativas y ansiedades del terapeuta y mirar la media

mitad llena del vaso buscando aunque sea en una ínfima medida lo que plantean

Shertzer & Stone (1968) cuando dicen que:



       “El objeto de la relación de ayuda es el cambio... Al finalizar la relación, el

       individuo no es el mismo que antes de entablarla. Ya no sufre tanto; no esta

       tan indefenso; se conoce mejor a si mismo; se comporta de modo más

       satisfactorio; se convierte en una persona mejor. El cambio interno y externo

       se manifiesta en las actitudes, las acciones y la manera de percibirse a su

       mismo, a los demás y al mundo en general”



Los clientes con trastornos de personalidad nos remiten a objetivos estratégicos

limitados en el sentido que usualmente no pueden ser transformados en algo

completamente diferente, pero si pueden convertirse en una variante más funcional de si

mismos. Lo cual no es poco.
CAPITULO III: ASPECTOS DIFERENCIALES EN LA RELACIÓN
       PACIENTE-TERAPEUTA EN LOS DISTINTOS TRASTORNOS DE
                                    PERSONALIDAD.



       Según la clasificación propuesta por el manual diagnostico DSM-IV, los

trastornos de personalidad pueden clasificarse en 3 grandes grupos o clusters:

          Grupo A                          Grupo B                      Grupo C
Trastorno paranoide de la       Trastorno histriónico de la   Trastorno de la personalidad
personalidad                    personalidad                  por evitación
Trastorno esquizoide de la      Trastorno narcisista de la    Trastorno de la personalidad
personalidad                    personalidad                  por dependencia
Trastorno esquizotípico de la   Trastorno límite de la        Trastorno obsesivo
personalidad                    personalidad                  compulsivo de la personalidad
                                Trastorno antisocial de la
                                personalidad



       En este capitulo, siguiendo el antes mencionado orden, sin entrar en detalles

descriptivos acerca de cada trastorno, indagaremos acerca de los aspectos relacionados

al vinculo terapéutico con individuos que presenten los diferentes diagnósticos.



La relación terapéutica con sujetos con trastornos de personalidad del grupo A:

       A grandes rasgos las personas con un trastorno de personalidad del cluster A

disparan sus pensamientos, conductas y emociones características ante las relaciones

interpersonales más cercanas o íntimas. Han sido denominados como el grupo de

pacientes “raros” por algunos autores y generalmente se obtienen pequeños pero

beneficiosos resultados a través de una relación terapéutica cautelosa y paciente.
Relación terapéutica con clientes con trastorno paranoide de la personalidad

Impronta básica en sus vínculos:

       La creencia tatuada en estos pacientes podría resumirse en: “No puedes confiar

en nadie”. Se trata de personas que mantienen distancia, sospecha y contra-atacan ante

la proximidad de los otros. Tienden a encontrar intenciones hostiles y malévolas detrás

de los actos triviales o incluso positivos de otras personas, motivados por pensamientos

del tipo “Los demás me estafan y dañan”. Sus emociones se caracterizan por un estado

de hipervigilancia y enojo.



Construcción de la relación terapéutica:

       Sabemos que la construcción de una buena alianza terapéutica no es de por si un

proceso fácil, menos aún cuando trabajamos junto a pacientes quienes suponen que los

demás son malvados y mentirosos. Lograrla constituye un auténtico desafío terapéutico.

       Con estos pacientes, el intentar explícitamente que este nos confiera su

confianza podría resultar ser una herramienta letal para el vínculo. En estos casos se

recomienda que el terapeuta acepte abiertamente la desconfianza manifiesta del cliente

y que gradualmente muestre su confiabilidad a través de la acción. Es clave que este no

presione al paciente para que crea en su persona o para que realice cambios de

inmediato; pues esto ocasionaría ansiedad y sentimientos coléricos en el mismo.

       El terapeuta debe manejar su propia ansiedad y comprender que el proceso de

crear confianza y empatía será en este caso más largo. En la medida en que el clima de

confianza vaya apareciendo se irán incorporando los pensamientos y sentimientos más

difíciles. Mientras tanto, conviene manejarse con intervenciones conductuales, ya que

las técnicas cognitivas estándar requieren de un mayor compromiso del sujeto y una

mayor franqueza.
La problemática de la desconfianza, aspecto central en este trastorno, no será

abordada directamente, pues difícilmente el paciente la incluye como motivo de

consulta. Sin embargo, al centrarnos en resolver problemas ligados al estrés, a las

relaciones de pareja o relaciones laborales, factiblemente quede en evidencia como sus

rasgos paranoides inciden en dichas dificultades. De este modo comprometeremos al

paciente a que coopere con el trabajo sobre la desconfianza respecto a los demás y sus

sentimientos de vulnerabilidad.

       Se sugiere que el terapeuta evite la confrontación directa de las ideas semi-

delirantes que caracterizan a los sistemas paranoides de interpretar la realidad. Pues las

creencias típicas de estos clientes refieren a que los demás les están atacando. Estas

creencias han sido incorporadas a través de experiencias vitales y que se transfirieron

luego a contextos inadecuados. Sus rasgos están introducidos en la visión de si mismo,

por lo que cualquier confrontación directa es vivida como una agresión contra su propia

identidad (Millon y Davis, 2001).

       La mejor receta para el terapeuta es la paciencia y una actitud de “yo estoy bien,

tu estas bien” que respete la necesidad de distancia son tal vez el mejor curso de acción.

       Los terapeutas deben contener sus sentimientos de defensa y hostilidad. Muchas

veces algunos terapeutas se tornan más directivos y toman el control de la sesión. Esto

humilla al paciente y se siente atacado.

       Ofrecerle interpretaciones y comentarios a estos pacientes se torna un arte

delicado que conlleva mucho tiempo. Pues son personas hipersensibles al desprecio. El

terapeuta debe tener tacto, la habilidad para hacer los comentarios de manera que no

permitan interpretaciones hostiles alternativas. Básicamente necesitan que el terapeuta

les proporcione una empatía tranquilizadora (Robinson, 1996).
Una estrategia para aumentar la comodidad del cliente paranoide es

proporcionándole un control mayor sobre el contenido de las sesiones, programación y

tareas. De este modo se sentirá mas cómodo y se cimentaran las bases para una

adecuada relación (Beck y Freeman, 1992).



Relación terapéutica con clientes con trastorno esquizoide de la personalidad

Impronta básica en sus vínculos:

       En    general,   las   personas      con   una    personalidad   esquizoide     se

caracterizan por evitar el contacto social, ser ensimismadas y solitarias. Son

emocionalmente frías y socialmente distantes. A menudo están absortas en sus

propios pensamientos y sentimientos y son temerosas de la aproximación e

intimidad con otros. Hablan poco, son dadas a soñar despiertas y prefieren la

especulación teórica a la acción práctica. El pensamiento característico de

estos sujetos refiere a “los otros no significan nada para mi”, lo cual se

traduce en una casi inexistente vida relacional.



Construcción de la relación terapéutica:

       El esquizoide consulta con el deseo de lograr un alivio rápido de sus síntomas

sin incursionar en cuestiones interpersonales o intimas, razón por la cual resulta difícil

poder establecer objetivos consonantes con el terapeuta. Como hemos mencionado

antes, una disonancia notoria y prolongada entre las expectativas de ambos, conduce

básicamente al fracaso terapéutico         (Beck, Freeman y otros, 1992). Dado que

necesitamos de la cooperación del paciente, no debemos aventurarnos a imponer

nuestras propias metas. En estos pacientes es preferible que tenga una experiencia

terapéutica breve y positiva que una mala experiencia.
Se recomienda que el terapeuta mantenga una postura cálida y empática al

comienzo,    y posponiendo los señalamientos más directos una vez establecida la

relación o alianza.

       El lenguaje paraverbal es importante también y se caracteriza por un paciente

“alejado” físicamente. Ante esto el profesional debe ser cuidadoso en el arreglo en su

consultorio localizando su silla confortablemente alejada de los pacientes respetando así

las distancias físicas y emocionales.

       Debido al sistema de creencias propio del esquizoide, resulta improbable que

valore la relación terapéutica, dado que tenderá a ver al terapeuta como un intruso del

cual quiera sistemáticamente distanciarse. Difícilmente logre confiar en el terapeuta

generando molestias y frustración en el mismo. Unido a esto las sesiones estarán

inundadas de afectividad restringida, falta de respuesta y unas habilidades sociales

disminuidas. Esto puede resultar muy molesto para el profesional, ya que atravesara por

una interacción que de alguna manera no vale la pena. En este sentimiento de

frustración y derrota podrá incluso caer en la tentación de abandonar el tratamiento. Es

una reacción normal que puede recordar a la frustración que traía los familiares y

allegados del paciente.

       Los elogios y logros pierden su carácter reforzante a medida que pasa el tiempo

       por lo que el terapeuta deberá ser muy creativo y hallar otras motivaciones.

       Un aspecto muy importante es que gracias a una adecuada relación

terapéutica que sirva de modelo el paciente podrá generalizar los resultados a

otras relaciones interpersonales.

       La consigna del terapeuta debe resumirse en “mucho tiempo para el

logro de pequeños progresos”.
Relación terapéutica con clientes con trastorno esquizotípico de la personalidad

Impronta básica en sus vínculos:

       De modo similar a los esquizoides, los pacientes que presentan una personalidad

esquizotípica se encuentran social y emocionalmente aisladas. Además, desarrollan

pensamientos, percepciones y comunicaciones insólitas. Presentan una pronunciada

“rareza” en sus cogniciones y lenguaje las cuales les confieren semejanzas a las

personas con esquizofrenia. Incluso en ciertas ocasiones la personalidad esquizotípica se

encuentra como precursora de la esquizofrenia aunque no es la regla. Los pensamientos

predominantes se relacionan con que “los demás tienen intenciones mágicas

especiales”, mostrando una especie de tendencia a presentar creencias extrañas,

pensamientos mágicos y una exacerbación de lo parapsicológico. Al no mantener

relaciones interpersonales que puedan devolver el feedback corrector de las relaciones

humanas normales, el esquizotípico puede exhibir hábitos socialmente inadecuados.



Construcción de la relación terapéutica:

       El trastorno de pensamiento y la ideación paranoide que les acompaña funcionan

alterando la comunicación ente el terapeuta y paciente e inhibiendo la formación de una

alianza terapéutica confiada. Estos clientes suelen sentir a la persona del terapeuta como

una presencia intrusa; incluso pueden sentirse en un inicio atacados o humillados por

este. Consecuentemente responden con una serie de comunicaciones alteradas a fin de

resguardarse de esta amenaza. Los terapeutas que se inquietan con los silencios y el

distanciamiento emocional sólo consiguen crear una atmósfera que justifica este tipo de

reacciones. Es necesario respetarle la necesidad de distanciarse sin transmitirle

sentimientos de desaprobación ni culpa. No debe forzarlo demasiado ni con mucha

rapidez para poder así disminuir su ansiedad y paranoia característica.
Es indispensable tener una paciencia extraordinaria con estos pacientes. Son

pacientes que suelen introducir elementos extra-sensoriales a la relación terapéutica.

Razón por la cual la comunicación debe ser simple, clara, directa y con el mínimo de

inferencias. EL terapeuta debe estar particularmente atento a sus comunicaciones

verbales y no verbales ya que resulta probable que estos sujetos la procesen de forma

errónea (Beck y Freeman, 1992).

       Debido a que el ambiente temprano de estos clientes esta caracterizado por la

alteración en los patrones de comunicación familiar, la terapia permite nuevas

relaciones   interpersonales correctoras      mediante apoyo     constante,   claridad   y

autenticidad. Un objetivo terapéutico primordial es establecer un patrón más normal de

relacionarse socialmente. El contacto con el terapeuta es en si mismo útil para prevenir

el deterioro en las habilidades sociales del sujeto.

       Las habilidades humanísticas del terapeuta como ser la empatía, el interés

incondicional y positivo son vitales. La constancia y puntualidad ayuda a dar una

imagen estable del terapeuta, de la terapia y por último del paciente.

       En general, un buen vinculo mejora el sentimiento de auto-valía de estos

pacientes y estimula el reconocimiento de sus atributos positivos. Así pues es factible

que disminuyan la tendencia al asilamiento, aumente moderadamente su motivación y

mantengan algunas relaciones fuera del contexto de la terapia.



La relación terapéutica con sujetos con trastornos de personalidad del grupo B:

       En general se trata de pacientes con serias dificultades respecto a los límites y

fronteras interpersonales. Hecho que puede resultar invasivo y agobiante para muchos

terapeutas. Carecen de empatía hacia los demás y presentan demandas exacerbadas de

afecto y atención por parte de los demás.
Dentro de este grupo se hallan los pacientes que podrían generar situaciones

incomodas o difíciles de abordar para la persona del terapeuta.



Relación terapéutica con clientes con trastorno histriónico de la personalidad

Impronta básica en sus vínculos:

       Las personas con una personalidad histriónica (histérica) buscan de un

modo notable llamar la atención y se comportan teatralmente. Su marca

registrada se concentra en un “Necesito ser admirado y amado”. Sus maneras

vivamente expresivas tienen como resultado el establecer relaciones con

facilidad pero de un modo superficial. Las emociones a menudo aparecen

exageradas, infantilizadas e ideadas para provocar la simpatía o la atención

(con frecuencia erótica o sexual) de los otros. La persona con personalidad

histriónica es proclive a los comportamientos sexualmente provocativos o a

sexualizar las relaciones no sexuales. Generalmente encubren con sus

comportamientos seductores su deseo de dependencia y de protección.



Construcción de la relación terapéutica:

       Al inicio de la terapia es factible que estos clientes vean al terapeuta

como un salvador omnipotente. Una vez que aumenten las demandas activas

hacia su propia persona, caerá el valor asignado al profesional.

       Por el estilo atractivo y el relato atrapante que poseen estos pacientes;

unido a la inicial tendencia a glorificar al terapeuta, es necesario que éste no

refuerce con excesiva atención sus dramatizaciones ni que acceda a sus típicas

manipulaciones (Beck y Freeman, 2001).
El planteamiento de objetivos es clave en una buena relación

terapéutica. las personas histriónicas intentaran acomodar los objetivos a

cosas que puedan fácilmente realizar en su afán de agradar. El terapeuta debe

enfocar la atención y curso de la terapia en la estrategia planeada y no dejarse

llevar por la facilidad de tópicos superficiales que suele traer este tipo de

pacientes.

       Si la paciente y la terapeuta son del sexo femenino, es probable que el

profesional note cierto desdén característico de las mismas hacia las mujeres.

Cuando paciente y terapeuta son de sexo diferente, el profesional deberá estar

atento a no caer en las redes seductoras que marcan a este ti po de personalidad

(Millon y Davis, 2001).

       La reacción de los terapeutas suele ser de sentirse absorbido en cuanto

a atención, apoyo y cuidado. El agobio que suelen generar proviene casi

infaliblemente de el temor de estos pacientes a ser abandonados o re chazados.

       Trabajando en una relación cooperativa y mediante el descubrimiento

guiado es probable que estos pacientes disminuyan los rasgos dependientes

que los caracterizan logrando una mayor autonomía y generando sentimientos

más positivos en los demás. El entrenamiento en asertividad y escucha activa

pueden ser útiles para cambiar su forma de interacción.



Relación terapéutica con clientes con trastorno de personalidad narcisista

Impronta básica en sus vínculos:

       El narcisismo se define,       según Beck y Freeman (2001), por las

desviaciones del modo como estos sujetos se relacionan con las demás

personas, y en lo que piensan de sí mismos frente a los demás.
Las personas con una personalidad narcisista tienen un sentido de

superioridad y una creencia exagerada de grandiosidad. Interiormente estas

personas suelen ser extremadamente sensibles al fracaso, a la derrota o a la

crítica.    Reaccionan   con    rabia      o   sintomatología   depresiva   ante   tales

frustraciones. Sienten que merecen que sus necesidades sean satisfecha s sin

demora y por ello explotan a otros quienes son considerados como menos

importantes. Consecuentemente su comportamiento suele ser ofensivo o

arrogante para los otros.



Construcción de la relación terapéutica:

       Son pacientes que difícilmente consultan. Presentan resistencia a la

evaluación diagnóstica o cuestionan loas calificaciones del terapeuta.

Mantienen una cierta distancia del profesional evitando que aparezca alguna

macha en su historial de intachable perfección.

       Para ellos la terapia es casi una contradicción. Si el terapeuta le brinda

un apoyo excesivo el paciente puede sentir dudas respecto a si mismo que le

lleven a dejar el tratamiento (“Si me apoya tanto es porque soy débil o algo

muy malo hay en mi”). O por el contrario podrá creer que el terapeuta lo

apoya en demasía debido a su grandiosidad. En ambos casos el efecto es

negativo.

       Si el terapeuta presenta rasgos narcisistas también, es probable que

ambos formen una sociedad de admiración mutua que resulte altamente

iatrogénica.
Es necesario tener mucha táctica con estos sensibles pacientes. Para

que el tratamiento tenga la confrontación e interpretación de las conductas y

patrones narcisistas tienen que ser efectuada en el momento adecuado.

       Es menester que el terapeuta no haga referencia a que otras personas

padecen de las mismas dificultades que ellos, ya que esa igualación les resulta

ofensiva.

       El terapeuta debe ser cuidadoso respecto a sus propias reacciones

cuando estos pacientes intenten desvalorizarlos o desaprobarlos en la sesió n.

El terapeuta debe ser un observador sensible de sus propios sentimientos y

debe encontrar modos de controlar sus reacciones personales fuertes. Una vez

establecida una cierta confianza con el paciente, el clínico podrá emplear la

automostración selectiva de reacciones que el narcisista genera. Pues estas

reacciones se pueden plantear en la consulta como una prueba experimental

del impacto que el paciente puede tener sobre otras personas de su ambiente.



Relación terapéutica con clientes con trastorno limite o borderline

Impronta básica en sus vínculos:

       Las personas con una personalidad límite, en su mayoría mujeres, son

inestables en la percepción de su propia imagen, en su humor, en su

comportamiento y en sus relaciones interpersonales tormentosas e in tensas.

       Estas personas han sido a menudo privadas de los cuidados necesarios

durante la niñez. Consecuentemente se sienten vacías, furiosas y merecedoras

de cuidados. La impronta que los caracteriza podría resumirse en un “me

enfadaré mucho si tratas de dejarme” (Millon y Davis, 2001).
Cuando se siente vulnerables al abandono suelen mostrar sentimientos

de una cólera inapropiada e intensa, acompañada por cambios extremos en su

visión del mundo, de sí mismas y de los otros. Cambian abruptamente del

negro al blanco, del amor al odio o viceversa pero nunca a una posición neutra

o intermedia. Pueden tornarse desesperadamente impulsivas, implicándose en

una promiscuidad o en un abuso de sustancias tóxicas. A veces pierden de tal

modo el contacto con la realidad que tienen episodios breves de pensamiento

psicótico, paranoia y alucinaciones.



Construcción de la relación terapéutica:

       Los pacientes border son especialmente difíciles. El mero hecho de establecer

una alianza terapéutica resulta extraordinariamente complicado. Una gran proporción de

estos pacientes abandonan la terapeuta y dan como razones que el terapeuta lo ha

devaluado o le ha causado inconvenientes.

       Son pacientes que según Benjamín (1996, citado en Millon, 2001) intentaran

sabotear la terapia aun cuando esta avance. Suele presentar un buen inicio la relación

,pero luego el cliente empezara a percibir que el terapeuta nunca será capaz de

proporcionarle suficiente cuidad y por tanto tendera a recurrir a los comportamientos

extremos que funcionaron alguna vez (sobredosis, auto mutilaciones, etc). Esto provoca

un cierto distanciamiento del terapeuta lo cual podría auto validar creencias del

paciente.

       Muchas veces estos pacientes suelen verse tan absorbidos en la tarea de lograr

que el terapeuta colme sus necesidades emocionales que se muestran incapaces de

focalizarse en sus propias vidas fuera de la terapia (Young et cols, 2003).
Es básico que el terapeuta controle sus respuestas contratransferenciales para

mantener una relación sana teniendo en cuenta la inestabilidad emocional a la que se ve

sometida cada sesión. Debido a la carga y frustración que pueden provocar los pacientes

border, los terapeutas pueden estar tentados a abandonar la terapia con el mensaje

implícito de “dejar de mortificarse”. Es recomendable limitar el numero de este tipo de

paciente que se ven por día ya que el riesgo del burn out es importante.

       Los pacientes borderline cursan periodos de ruptura agudas con la realidad que

pueden desembocar en un proceso de descompensación más permanente. En esta fase es

especialmente útil emplear la terapia de apoyo, manteniendo siempre limites claros y

firmes, algo que tal vez nunca les fueron establecidos durante su historia.

       El paciente border, intentará lograr que el terapeuta ceda ante sus demandas

emocionales como consecuencia de sus manipulaciones. Se recomienda fijar de

antemano la posibilidad de que el terapeuta se niegue a satisfacer las manipulaciones

caracterológicas del paciente, considerándolas dentro de un contexto más amplio.

Debemos mantener los limites haciéndole sentir al paciente que no lo estamos por eso ni

ignorando ni abandonando. Siendo esta una función de reparentización limitada que le

proporcionará criterios y normas más estables y seguras.

       Suelen recrear sus patrones caóticos en las relaciones interpersonales con el

terapeuta, tratan constantemente de desbordar los limites personales de este. Con esta

base, es posible en la sesión comprobar como sus pensamientos dicotómicos tienen

correlación con la realidad. De esta manera se intenta promover que hallen una manera

más realista de experimentar a los otros (no todos los perjudicaran o abandonaran).

       Si esto funciona las relaciones existentes se serenaran y las nuevas comenzaran

de un modo un poco más adaptativo. De igual modo podrán a prender a auto-valorarse

en grises y no bajo la característica dicotomía que estructura su pensamiento.
La combinación de apoyo consistente para establecer una relación terapéutica y

la confrontación amable pero sensata proporcionan los mejores beneficios terapéuticos.

De esta manera estos clientes podrán hacer interpretaciones más verídicas de sus

tempestuosas relaciones, deteniendo así los sentimientos de creciente vacío y depresión.

Pues la clave reside en ayudar a que el paciente serene las relaciones caóticas que

presenta.



Relación terapéutica con clientes con trastorno de la personalidad antisocial

Impronta básica en sus vínculos:

       Las personas con personalidad antisocial (en otro tiempo llamada

psicopática o personalidad sociopática), la mayor parte de las cuales son

hombres, muestran desprecio insensible por los derechos y los sentimientos de

los demás. Explotan a otros para obtener beneficio material o gratificación

personal (a diferencia de los narcisistas, que creen que son mejo res que los

otros). Particularmente, tales personas expresan sus conflictos impulsiva e

irresponsablemente. Toleran mal la frustración y, en ocasiones, son hostiles o

violentas. A pesar de los problemas o el daño que causan a otros por su

comportamiento antisocial, distintivamente no sienten remordimientos o

culpabilidad. Al contrario, racionalizan cínicamente su comportamiento o

culpan a otros.



Construcción de la relación terapéutica:

       Los antisociales carecen de empatía y de introspección por lo que no

consultan a terapia, y cuando lo hacen es por obligación y sin muchos

resultados.
Se recomienda a los clínicos que aclaren que su función no es la de

juez, sino la de auxiliar o socio cooperativo en la evaluación personal del

sujeto. En lugar de moralizar, el terapeuta señala las consecuencias que de

otro modo podrían ser problemas no reconocidos por el paciente.

      Para muchos de estos pacientes la terapia se transforma en un juego en

el cual intentarán hacer que el terapeuta caiga en la trampa de creer qu e su

“arrepentimiento” es parte del cambio terapéutico.

      Una de las formas para circunscribir las luchas improductivas por el

poder es admitir la vulnerabilidad a la manipulación. Así el terapeuta gana

credibilidad ante la actitud del antisocial. Es probabl e que estos pacientes le

mientan al terapeuta. (Beck y Freeman, 1992).

   Por el desafío que estos pacientes representan es clave que el profesional

este atento a posibles reacciones que pueden oscilar entre las siguientes: 1)

Enojo o resentimiento, 2)Cinismo o agresividad en la búsqueda de ganar el

poder ante el paciente, 3) Temor o 4) Desprecio (especialmente cuando el

terapeuta presenta rasgos obsesivos o compulsivos ya que verá como

quebranta sus preciadas reglas).

      El objetivo final con estos pacientes consiste en conseguir un

sentimiento de apego (Benjamín, 1996, citado en Millon y Davis, 2001). Se

trata de sujetos que no han tenido figuras que les proporcionasen el calor y

cuidados necesarios para acceder a experiencias de apego.

      Han desarrollado creencias básicas del tipo “Si no ataco yo primero,

seré la victima” y han desarrollado un patrón de personalidad que bien se

resume en la siguiente frase que plantean Millon (2001): “Haré lo que quiera

cuando   quiera”.   Dado   que     son   incapaces   de   cambiar   mediante   la
introspección, es necesario incluir otras estrategias, como las técnicas

cognitivo conductuales en las que el terapeuta se vuelve un progenitor para el

paciente (reparentización limitada propuesta por Jeffrey Young), empleando

técnicas de educación más efectivas desde una posición firme y amable o

colocándolo a él en un lugar en el cual deba brindar cuidados (ej. mascota).

       El terapeuta debe ser practico y actuar como si fuera su conciencia o

de lo contrario padecerlos. La mayoría de las intervenciones están destinadas

a contenerlos y se plantean objetivos modestos de cambio.



La relación terapéutica con sujetos con trastornos de personalidad del grupo C:

       Los pacientes incluidos en este cluster son tal vez los más gratos para los

terapeutas debido a los aspectos contratransferenciales y reacciones que despiertan. Sin

embargo, por resultar muchas veces pacientes más labiles ante la manipulación o más

propensos a cumplir con las pautas del tratamiento al pie de la letra, el terapeuta corre el

riesgo de potenciar los rasgos que generan dificultad en sus vidas.



Relación terapéutica con clientes trastorno de personalidad por evitación

Impronta básica en sus vínculos:

       Los pacientes con trastornos de personalidad evitativo son muy

sensibles a la humillación y desaprobación social. Se trata de personas que

presentan un patrón de inadecuación y que temen que sus deficiencias queden

expuestas ante la critica y el ridículo. Estos pacientes presentan un conflicto

entre el deseo de acercarse a la gente y el temor a la desilusión cuando tratan

de relacionarse. Las personas con una personalidad evitativa es hipersensible

al rechazo o la decepción.
Estas personas tienen un fuerte deseo de recibir afecto y de ser

aceptadas al tiempo que sufren abiertamente por su aisl amiento y falta de

habilidad para relacionarse con los otros. A diferencia de aquellas con una

personalidad límite, las personas con una personalidad evitativa no responden

con cólera al rechazo; en vez de eso, se presentan tímidas y retraídas (con

rasgos similares a los de la fobia social).



Construcción de la relación terapéutica:

       Una cualidad indispensable del terapeuta es la paciencia para poder

establecer una relación del confianza con el sujeto evitativo.

       Dado que tienden a sentirse evaluados negat ivamente en la mayoría de

sus relaciones, son muy reacios a expresarse abiertamente en la terapia. En

consecuencia, necesitan saber que el terapeuta y la terapia será diferente. El

antídoto para estos pacientes es la empatía precisa y el apoyo no critico.

       La tranquilización, el ir despacio y la aceptación son esenciales. Si

estos clientes se sienten juzgados, impacientes, criticados o atacados su

impulso inmediato es a aislarse.

       Es clave que el paciente se sienta libre de marcar tiempos, de decir que

se siente presionado sin que esto destruya la relación terapéutica ni despierte

ira en las personas a quien respeta. El poder hablar en la sesión acerca de la

propia relación terapéutica puede ser considerado un progreso, sin embargo,

muchos pacientes lo sienten como algo muy amenazador en un inicio.

       Por otra parte también suelen temer a defraudar a los demás pudiendo

incluso simular su mejoría o diciendo lo que el terapeuta quiere escuchar.
En ciertas ocasiones ponen excusas para cancelar las sesiones, poner

excusas, alegar que no poseen disponibilidad, etc. El error del terapeuta es

reaccionar mostrándose critico, hostil, impaciente o indiferente.

       Cuando se aplican           técnicas cognitivas que impliquen corregirlo,

interrumpirlo, señalarle algo, se recomienda es tar atento a los aspectos

vinculares con él (Beck y Freeman, 1990). Una vez ganada la confianza inicial

el terapeuta podrá trabajar los problemas con mayor libertad.



Relación terapéutica con clientes con trastorno de la personalidad por dependencia

Impronta básica en sus vínculos:

       Se trata de personas quienes desean sentir que los otros les cuidan y protegen.

Se caracterizan por su baja confianza en sí mismas y manifiestan una intensa

inseguridad. A menudo se quejan de que no pueden tomar decisiones y de que no saben

qué hacer o cómo hacerlo. Son reacias a expresar opiniones, aunque las tengan, porque

temen ofender a la gente que necesitan. Necesitan que alguien se ocupe de ellos, y

buscan sustitutos instrumentales competentes ante los cuales se someten para no tener

que afrontar problemas. Al dejar sus vidas en las manos de los demás, abruman a sus

compañeros con su adhesión, y a su vez se vuelven vulnerables al abandono.

       Algunas formulaciones interpersonales del desarrollo de la personalidad

dependiente hacen hincapié en la sobreprotección paternal la excesiva preocupación y

cuidados, y en la desaprobación activa de la autonomía como las principales vías de

desarrollo.
Construcción de la relación terapéutica:

       La propia relación terapéutica les aporta de manera natural los recursos de los

que piensan que carecen en su vida diaria. En efecto, el terapeuta se convierte en un tipo

de cuidador sustituto que les escucha con atención y les ofrece aceptación, seguridad y

empatía para contrarrestar la critica y la culpabilidad que los dependientes acumulan en

si mismos (Beck y Freeman, 2001).

       La terapia inevitablemente tiene un comienzo favorable y crean la impresión de

que el progreso será rápido y seguro. Pero las trampas terapéuticas también están

presentes. El dependiente habla cuando es necesario y escucha cuando debe escuchar.

Sigue todas las instrucciones y complace en cada palabra de suplica o de aprobación. El

mayor riesgo es que estos pacientes son los “soñados” en el sentido de que nos

complacen y hacen sentir bien para no perdernos. El mayor riesgo es caer en aspectos

más maternales y de cuidador propios de los que estamos en el ámbito de la ayuda a

otros, y que fomentemos estos caracteres dependientes en el sujeto en vez de encauzarlo

hacia la autonomía.

       Es relevante hacer hincapié en que el terapeuta conozca sus propias

vulnerabilidades y rasgos de personalidad. Pues los terapeutas más narcisitas tienden a

tomar riendas de esta directividad y poder que nos permite el dependiente. Estas

relaciones terapéuticas son patológicas ya que lo que hacen es trasladar el patrón

dependiente del cliente al microcosmos del despacho del terapeuta, estableciendo los

mismos círculos viciosos que han definido a la vida del cliente y le han             dado

suficientes razones para empezar la terapia. Resultados similares ocurren con terapeutas

con rasgos más maternales, que empujan interpersonalmente más de lo que puede ser

habitual en ellos con otros pacientes.
Deben aprender a interactuar con los demás de manera que se fomente la

individualización en lugar de la sumisión.

        Aunque el terapeuta puede usarse como una base segura a la que puede acudir el

dependiente, ambas partes deben entender desde el comienzo que la dependencia es justamente

el problema.

        Si bien estos pacientes suelen mejorar rápidamente, los resultados acaban con el fin del

tratamiento. El final de la terapia significa una perdida del vinculo con el terapeuta y un posible

retorno a los sentimientos de soledad e indefensión: “la muleta desaparece”.



Relación terapéutica con clientes con trastorno de la personalidad obsesivo-

compulsivo

Impronta básica en sus vínculos:

        Las personas con personalidad obsesivo-compulsiva son formales,

fiables, ordenadas y metódicas pero a menudo no pueden adaptarse a los

cambios. Son cautos y analizan todos los aspectos de un problema, lo que

dificulta la toma de decisiones. Aunque sus rasgos son consonantes con los

estándares culturales de occidente, estos sujetos toman sus responsabilidades

con tanta seriedad que no toleran los errores y prestan tanta atención a los

detalles que no pueden llegar a completar sus tareas. Sus responsabilidades les

crean ansiedad y raramente encuentran satisfacción con sus logros. Se los ha

llamado personalidad hipernormal, ya que buscan que los otros los consideren

cabales, exitosos y maduros. Resultan ser personas artificiosas en cuanto a las

interacciones interpersonales. El proceso interpersonal con estas personas

requiere de una gran inversión de tiempo y energía. En general se trata de

sujetos cuya infancia se caracterizó por la sobreprotección, control excesivo y

déficit en la recompensación de logros.
Construcción de la relación terapéutica:

       Al principio aceptan al terapeuta como una autoridad o un experto . A

medida que avanza la terapia tienden a desvanecerse ya que comienzan a

establecer una confianza mutua como seres humanos. Aprenden que el

terapeuta no posee todas las respuestas a sus dilemas y a aceptar en cierta

forma las diferencias individuales.

       Si bien por sus rasgos característicos cumplen adecuadamente con las

tareas y prescripciones terapéuticas, presentan un gran déficit a la hora de

conectarse emocionalmente. Las emociones suelen ser equiparadas a la

pérdida de control lo cual les atemoriza.

       Los terapeutas más directivos o confrontadores pueden revivir

inadvertidamente las experiencias evolutivas tempranas del compulsivo, lo

cual refuerza su tendencia a la autocrítica e irritabilidad no manifiesta.

       Puede generarse así una dinámica viciada en la cual el terapeuta se

frustra y siente desorientado por la intelectualización del paciente, y este

sintiéndose avergonzado se encierra más tras una barricada de lógica y

racionalidad.

       Esta fijación en los detalles, desafectivización y racionalidad puede

despertar reacciones de tremendo aburrimiento en el terapeuta.

       En su afán de empatia y calidez, el terapeuta debe también moderar sus

intentos por acceder a información más de tipo emocional . Estos pacientes se

sienten amenazados ante la posibilidad de que sus sentimientos afloren, por

ende, ante un intento excesivo o apresurado del terapeuta de hacerlos

manifiestos, sólo aumentaran su ansiedad.
CAPITULO IV: GUÍA PRÁCTICA PARA EL TERAPEUTA COGNITIVO
    COMPORTAMENTAL EN EL ABORDAJE DE LOS PACIENTES CON
                       TRASTORNOS DE PERSONALIDAD



       A continuación señalaremos una serie de recomendaciones para el terapeuta que

       trabaje con pacientes con trastornos de la personalidad a fin de que pueda

       establecer una adecuada alianza terapéutica y consecuentes mejores resultados

       en la vida del paciente.



       En esta especie de guía practica mostraremos las conclusiones o los puntos

       recabados que nos resultan de mayor relevancia para el terapeuta. Estos se

       postularan de la siguiente manera:

   1. Los cuidados básicos del terapeuta: 1.1) Dificultades y 1.2) Factores de auto-

       protección

   2. Uso de la relación terapéutica en general: 2.1) Requisito previo o sine qua non y

       2.2) Técnica

   3. Recomendaciones diferenciales y especificas en el manejo del vinculo con

       pacientes con los distintos trastornos de personalidad: 3.1) Cluster A, 3.2).

       Cluster B y 3.3) Cluster C



1. Los cuidados básicos del terapeuta: dificultades y auto-protección

       Para que exista una buena relación terapéutica, es necesario que el profesional

comience por regular algunas dificultades personales vinculadas a la practica clínica y

que procure aumentar los factores autoprotectivos que evitan el burn out que este tipo de

pacientes suelen generar en su persona.
1.1 Dificultades por parte del terapeuta:

       Enumeraremos a continuación algunos de los problemas que transita el clínico y

que pueden afectar su disponibilidad física y afectiva dentro de las sesiones.

Estado físico:

   -   Cansancio: Dificulta la concentración necesaria para escuchar y actuar

       adecuadamente. Los pacientes con un trastorno border por ejemplo pueden

       provocar una mayor fatiga ante una de sus explosivas crisis.

   -   Incomodidad: Las condiciones del lugar o características del encuentro pueden

       entorpecer la comunicación. Un ambiente pequeño puede generar dificultades

       para mantener los espacios que requieren los pacientes del cluster A.

   -   Enfermedad: Los malestares físicos influyen negativamente en su estado de

       animo lo cual dificulta la plena escucha. La empatía y la paciencia se pueden ver

       limitadas por un estado inadecuado de salud. Además la relación tiene una

       función modélica que debemos tomar con responsabilidad.

   -   Falta de motivación: Debemos estar atentos a nuestro propio estado de animo y

       a nuestra propias capacidades y limitaciones. Probablemente sea difícil para un

       terapeuta sentirse motivado tras haber realizado una innumerable serie de

       consultas de pacientes con trastornos severos de personalidad.

Conflictos emocionales:

       En estos casos cuando el orientador capta más sus ruidos emocionales que el

mensaje del interlocutor, si no logra eliminar esos ruidos, entonces no podrá tener una

buena escucha. El terapeuta debe ser consciente de cuando sus propios problemas

limitan la labor terapéutica. de lo contrario las reacciones contratransferenciales

inapropiadas podrán aflorar más fácilmente.
Preocupación por la respuesta:

       Es frecuente, sobre todo en terapeutas incipientes, estar demasiado preocupados

por la respuesta que deben dar, lo cual disminuye la concentración en la escucha. Ocurre

que se gastan más energías en acallar sus propios miedos, preparando las respuestas,

que en escuchar los problemas del interlocutor. Esto se incrementa cuando se asocia al

fenómeno descrito por Nunnaly (1971) como “la ansiedad del mensaje”, es decir cuando

el tema planteado es tabú para el orientador (sexo, religión, etc). Este tipo de ansiedad

podría ser interpretada erróneamente por los distintos tipos de pacientes. Por ejemplo el

narcisista podrá aprovechar nuestra actitud dubitativa para desprestigiarnos o el

paranoide le atribuirá intenciones ocultas a nuestra respuesta ansiosa.

Auto-conocimiento:

       Hemos visto que si determinados rasgos de personalidad del terapeuta no son

reconocidos por este, pueden combinarse o chocar explosivamente con los del paciente.

Ya decía Young “El medico debe conocer su ecuación personal, para no violentar al

paciente”. La estrategia consiste en conocer nuestras vulnerabilidades caracterológicas

para poder prever nuestras reacciones ante determinados pacientes.



1.2. Factores de auto-protección para el terapeuta

       Algunas de las sugerencias que refieren Beck y Freeman (1990) para el

terapeuta quien trabaja con pacientes con trastornos de personalidad son:

   -           Tener extrema paciencia

   -           Establecer objetivos realistas

   -           Poseer seguridad en si mismo y un estilo interpersonal asertivo

   -           Tener un sentido claro de los limites personales

   -           Gran sentido del humor
Terapeutas experientes en este tipo de patología como Cory Newman

recomiendan también no llenar la consulta con demasiados pacientes que sufran un

trastorno de personalidad. Así también, para afrontar el burn out que fomentar este tipo

de pacientes, mencionan la importancia de que el terapeuta se integre a grupos de

supervisión con colegas (es decir desahogarse con un colega o terapeuta propio en vez

de con su familia o con el propio paciente). Es fundamental que el terapeuta se cuide

primero a si mismo, logrando así también que sus pacientes se vean beneficiados (como

ocurre con la    “máscara de oxígeno” en el avión) y que los suyos no se vean

perjudicados.



2. Uso de la relación terapéutica

2.1. Requisito previo o “sine qua non”

       Ha sido demostrado que la alianza terapéutica resulta ser un buen predictor de

los resultados conseguidos por todas las corrientes terapéuticas (Luborsky, 2000). Las

principales variables precursoras de una buena relación terapéutica son entre tantas:

Variables generales:

   -   La selectividad interpersonal paciente terapeuta

   -   Vínculo positivo

   -   Acuerdo en los objetivos y en las tareas

   -   Cambios en las relaciones actuales a través del vinculo establecido

Variables del terapeuta que favorecen el vinculo

   -   Empatía, calidez y sentido común

   -   Centrar las actividades terapéuticas en el aquí y ahora y orientar las temáticas

   -   Habilidades sociales y tacto para comunicar adecuadamente los malentendidos

   -   Salud psicofísica del mismo
Variables del paciente que determinan el vinculo

   -   Las relaciones sociales y familiares del paciente a lo largo de su vida (apego).

   -   La motivación y expectativas respecto al tratamiento

   -   Rasgos característicos de su personalidad

Variables comunicacionales:

   -   Una actitud empática

   -   Mantenimiento de un constante feedback

   -   Proporcionar una adecuada escucha



       La importancia de considerar a la relación terapéutica como un constructo

plausible de ser mejorado en favor del proceso terapéutico adquiere vital relevancia con

pacientes diagnosticados con trastornos de personalidad. Pues se trata de personas

quienes no ha establecido un adecuado apego en su desarrollo ni han logrado establecer

adecuadas relaciones interpersonales en la posterioridad.



2.2. Uso de la relación terapéutica como técnica

       El vinculo con el terapeuta, además de servir como “sine qua non” del clima de

confianza necesario para la situación de consultorio, ha comenzado a ser empleada

como una forma de re-educar las relaciones interpersonales del sujeto. En este sentido

puede ser emplearse para:

   -   Evaluar la modalidad vincular del paciente y determinar el tipo de desorden

       caracterológico

   -   Modelar vínculos más adaptativos mediante:

   1. La instancia de confrontación empática

   2. El uso de la reparentización limitada
3. Recomendaciones diferenciales y especificas en el manejo del vinculo con
pacientes con los distintos trastornos de personalidad.

       Siguiendo la clasificación del DSM-IV, podemos aproximarnos a comprender
más las diferencias y especificidades de la relación terapéutica con cada tipo de
paciente. De esto modo lograremos manejar de un modo más efectivo el vinculo
previniendo abandonos en el tratamiento, reacciones inadecuadas de nuestra parte e
incluso reconociendo nuestros propios limites de intervención.

        Resumiremos entonces las recomendaciones y precauciones que en cada caso
resulta conveniente adoptar.

3.1 La relación terapéutica con sujetos con trastornos de personalidad del grupo A

                                                   Clientes Paranoides
 Impronta básica en    -   “No puedo confiar en nadie”
    sus vínculos       -   “Los demás me estafan y dañan”.
                       -   Acepte abiertamente la desconfianza
                       -   Aborde el tema de la confianza a través del motivo de consulta
 Construcción de la    -   Tranquilice al paciente proporcionándole un control mayor obre la dinámica de
relación terapéutica       las sesiones
                       -   Evite la confrontación directa
                       -   Maneje su propia ansiedad
                       -   Tenga mucha paciencia, tómese el tiempo necesario
                       -   Contenga sus sentimientos de defensa y hostilidad
                       -   Emplee el sentido común y tacto


                                                   Clientes Esquizoides
 Impronta básica en    -   “Los otros no significan nada para mi”
    sus vínculos       -   “No necesito el contacto”
                       -   Establezca objetivos consonantes
                       -   Recuerde que es preferible que el cliente tenga una experiencia terapéutica
                           breve y positiva
                       -   Mantenga una postura cálida y empática al comienzo, y más directiva luego
 Construcción de la    -   Cuide su lenguaje verbal y paraverbal; puede ser sujeto a erróneas
relación terapéutica       interpretaciones
                       -   Es improbable que el paciente valore la relación terapéutica; no se frustre por
                           esto
                       -   Sea creativo y busque motivaciones para mantener reforzado al paciente
                       -   Este preparado para obtener en mucho tiempo pequeños logros
Clientes Esquizotípicos
 Impronta básica en    -   “Los demás tienen intenciones mágicas especiales”
    sus vínculos
                       -   Podrá ser visto por el paciente como un intruso, tenga entonces mucho tacto a la
                           hora de generar la confianza
                       -   Acepte el distanciamiento y los largos silencios del paciente manejando su
                           propia ansiedad
 Construcción de la    -   Tenga una extraordinaria paciencia
relación terapéutica   -   Mediante el vinculo, modele patrones normales de relación interpersonal
                       -   Apele a la empatía y calidez humana para que esta experiencia pueda ser
                           reforzante y generalizada por el paciente




3.2. La relación terapéutica con sujetos con trastornos de personalidad del grupo B

                                                    Clientes Histriónicos
 Impronta básica en    -   “Necesito ser admirado y amado”
    sus vínculos
                       -   Sepa que será inicialmente considerado un “salvador omnipotente”; no refuerce
                           esta glorificación
                       -   No deje que el paciente acomode o minimice los objetivos a fin de cumplirlos
                           rápidamente y agradar
                       -   Planifique las sesiones y no se deje cautivar por los relatos superficiales del
 Construcción de la        paciente
relación terapéutica   -   Si es terapeuta mujer, sepa que el paciente le confiera sentimientos de rechazo o
                           celos; si el paciente es de su sexo opuesto, manténgase alerta de las posibles
                           insinuaciones provocativas o de conquista
                       -   Controle sus reacciones: va a sentirse absorbido o avasallado
                       -   Busque una relación cooperativa y mediante el descubrimiento guiado fomente
                           mayor autonomía en el cliente
                       -   Enséñele a comunicarse asertivamente con los otros a fin de que no generen en
                           otros el mismo agobio que generó en ud.


                                                     Clientes Narcisista
 Impronta básica en    -   “Mis deseos son tus deseos”
    sus vínculos       -   “Yo soy superior, tu no vales”
                       -   Cuando evalúe a estos pacientes espere cuestionamientos o resistencias de él
                           (querrá ver los test, pedirá 2 opiniones, etc)
 Construcción de la    -   No se vea envuelto en un apoyo excesivo: pueden creer que por eso valen
relación terapéutica       menos o que por su grandiosidad merecen mas (ambos aspectos negativos)


                       -   Este atento con las combinaciones letales:
                                a.    Si ud tiene rasgos narcisistas, no se alíe en una sociedad de
                                      retroalimentación petulante
                                b.    Si ud es inseguro o principiante no se sienta desaprobado
Sigue narcisistas     -   Cuide sus reacciones ante la desvalorización del paciente
Construcción de la     -   No le iguale con otros pacientes, sería lo peor para él
relación terapéutica   -   Empleé táctica para no acentuar la “herida narcisista”
                       -   Establecida la confianza, seleccione reacciones que haya generado en ud y
                           señáleselas con sutileza


                                                      Clientes Borderline
Impronta básica en     -   “Me enfadaré mucho si tratas de dejarme”
    sus vínculos
                       -   Puede resultar en un vinculo adecuado al inicio, que disminuirá en tanto el
                           paciente crea que ud no le cuida demasiado, no se alarme
                       -   Este preparado para afrontar frecuentes saboteos cuando la terapia avance
                       -   Controle sus respuestas contratransferenciales
Construcción de la     -   Limite el numero de este tipo de paciente en su consulta
relación terapéutica   -   En las crisis del paciente aparecen los patrones caóticos en las relaciones
                           interpersonales; apóyelo aquí con empatia y limites claros, firmes y estables
                           (reparentización limitada)
                       -   No ceda ante las demandas emocionales excesivas, ni deje que lo manipule
                       -   Recuerde que el objetivo es serenar y matizar (llevar a grises) sus emociones de
                           amor – odio ante los otros
                       -   Apoye consistentemente y emplee una confrontación amable cuando la relación
                           se haya afianzado


                                                      Clientes Antisociales
Impronta básica en     -   “Si no ataco yo primero, seré la victima”; “prefiero entonces despreciarte”
   sus vínculos        -   “Haré lo que quiera cuando quiera”

                       -   Dado que carecen de empatía y de introspección, crear el vinculo no es tarea
                           fácil
Construcción de la     -   Preséntese no en rol de juez, sino la de auxiliar o socio cooperativo
relación terapéutica   -   No entre en su juego de manipulación cuando le diga que se “arrepiente”,
                           recuerde que carecen de este sentimiento
                       -   Para evitar luchas de poder, explicítele que por su vulnerabilidad a ceder, ud
                           será muy firme en sus posturas (así ganará credibilidad)
                       -   Contenga sus reacciones de: enojo, cinismo, temor, desprecio.
                       -   Si ud posee rasgos obsesivos, conténgase aun más ante este quebrantador nato
                           de normas
                       -   Busque conseguir un sentimiento de apego que estos pacientes probablemente
                           nunca desarrollaron (sea cálido y cuidadoso con él)
                       -   Emplee la reparentización limitada: de cuidado y responsabilícelo a el de ejercer
                           cuidado a otros también
                       -   No apele a la introspección como estrategia
                       -   Sea practico
                       -   Actúe como la conciencia del paciente
3.3. La relación terapéutica con sujetos con trastornos de personalidad del grupo C

                                                         Clientes Dependientes
Impronta básica       -   “Cuida de mi y protégeme”
 en sus vínculos
                      -   Brinde escucha, aceptación y seguridad a través de un vinculo empático para contrarrestar la
                          critica y culpa que han incorporado
                      -   Inicialmente verá un progreso rápido, pues debido a su gran dependencia hará todo lo que le
                          indiquen para no ser abandonado
Construcción de       -   No caiga en las trampas terapéuticas que suelen ocurrir con estos pacientes “ideales”;
     la relación          recuerde que mediante el buen vinculo podemos apelar a una reparentización limitada pero
     terapéutica          encauzada hacia la autonomía
                      -   Sea consciente de sus propios rasgos:
                      Si posee rasgos narcisistas: cuide ser muy directivo ya que esto contribuye con la dependencia
                      Si presenta rasgos maternales: controle sus excesivos cuidados que pueden confirmar la
                      necesidad de ser protegidos que albergan los pacientes
                      -   Ante todo fomente autonomía e individualización; no funcione como su “muleta”
                      -   Prevea la culminación del proceso terapéutico, ya que suelen haber importantes recaídas.


                                                          Clientes Evitativos
Impronta básica       -   “Quiero gustarte, pero se que me odiaras”
 en sus vínculos
                      -   Mantenga una notable paciencia para lograr construir un clima de confianza, vaya muy
                          despacio y no lo presione
                      -   Temen a ser dañados por tanto proporciónele una empatía precisa y el apoyo no critico.
                      -   Este atento a sus simulaciones de mejora motivadas por su temor a defraudarle; no se deje
                          engañar si plantea el discurso exacto que ud desearía escuchar
Construcción de       -   No reaccione negativamente cuando cancela sesiones o pone excusas para evitar
     la relación      -   Las correcciones y señalamientos requieren de una gran delicadeza y feedback
     terapéutica      -   Muéstrele que su valía personal se mantiene aun con estos señalamientos



                                                  Clientes Obsesivos – Compulsivos
Impronta básica       -   “No quiero equivocarme”
en sus vínculos       -   “Tu sabrás que soy perfecto”
                      -   Inicialmente lo aceptaran como un experto, luego esta imagen cobrara carácter más humano
                          e imperfecto
Construcción de       -   Tendrá éxito en el cumplimiento de las tareas pero notará un gran déficit a la hora de
la         relación       conectarse emocionalmente (esto causa alta ansiedad en el paciente)
terapéutica           -   No sea demasiado directivo o confrontador, esto podría hacerle reexperimentar vínculos
                          tempranos que refuercen su autocrítica generando tristeza, ansiedad o irritabilidad.
                      -   Prevea sentirse aburrido ante la intelectualización o desafectivización de estos pacientes
                      -   Modere los intentos de acceder a las emociones y afectos del paciente, pues ellos temen
                          mucho a esa perdida de control emocional
Para finalizar...

       Es importante sensibilizarnos y comprender que al trabajar con estos pacientes, e

independientemente de sus rasgos de personalidad nos encontramos ante seres humanos

que probablemente no pudieron atravesar un adecuado apego y que no han podido

tampoco establecer vínculos saludables. En el fondo de cada uno de estos seres

humanos quizá resuene un verso similar al que citamos a continuación:

                             “Tengo miedo de decirte quien soy,

                                    porque si te lo digo,

                            puede ser que no te guste como soy,

                                       y resulta que...

                            esto es todo lo que tengo.” J. Powel



Tal vez y aún desde nuestra orientación cognitivo-conductual, estemos pudiendo

empaparnos de lo que ya señalaba Maslow: “Solamente mediante otro ser humano

podemos obtener respecto, protección y amor completo satisfactorios y sólo otros seres

humanos podrían recibir esto de nosotros”. Así pues decía también que la persona

psicológicamente enferma es “aquella quien nunca ha tenido suficientes buenas

relaciones con otros” (citado en Madrid, 1986).             En respuesta a esto que la

investigación ha comenzado a demostrar que es cierto, vemos que la relación

terapéutica parece ser un marco e instrumento adecuado para reconstruir limitadamente

las relaciones interpersonales de estos sujetos.

   ________________________

   Lic. Psic. Maira Tiscornia

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Relacion terapeutica

  • 1. SUAMOC PROYECTO DE MONOGRAFÍA NIVEL III: “LA RELACIÓN TERAPÉUTICA. FACTOR CLAVE EN LOS TRASTORNOS DE PERSONALIDAD” Fecha: julio de 2005 Realizado por: Maira Tiscornia
  • 2. Sobre la relación terapéutica... “ Se toma el papel de consejero con tanta solemnidad que a veces parece cómico. Y sin embargo, cuando lo examino desde su punto de vista, su comportamiento es intachable: cumple con nuestro contrato e intenta ayudarme de la mejor manera que puede. Lo respeto por ello. Es fascinante observar su inteligencia luchando con el problema de servir de ayuda a una sola persona, a una persona de carne y hueso: yo. Hasta el momento, no obstante, se comprota de un modo en absoluto imaginativo y depende de la retórica. ¿De veras cree que la explicación racional o la mera exhortación solucionaran el problema?... Ahora creo que aplica el mismo principio en esta clase de asesoramiento: la personalidad del que aconseja dicta el enfoque del asesoramiento. Por eso, debido a sus temores sociales y a su misantropía, opta por un estilo impersonal y distante. Por su puesto, nos se da cuenta: procede a desarrollar una teoría para racionalizar y legitimizar el enfoque de su asesoramiento. De esa manera, no ofrece apoyo personal, nunca tiende una mano consoladora, me sermonea desde el púlpito y se niega a admitir sus propios problemas y a establecer un contacto humano conmigo. ¡Pero ha habido un momento en que esto no ha sido así! Hoy, hacia el final de nuestra conversación – no recuerdo de que hablamos - , de repente me ha llamado “Josef”. Extraído de “EL día que Nietzsche lloró” (Irvin Yalom).
  • 3. INTRODUCCIÓN Tras la notoria y reciente revalorización del constructo de la relación terapéutica en los trastornos de personalidad por parte de la corriente cognitivo conductual, nos parece sumamente interesante abordar esta temática. Los temas que serán abordados en esta monografía son los siguientes: - Capitulo I: Conceptualización de la relación terapéutica - Capitulo II: La relación terapéutica en los trastornos de personalidad - Capitulo III: Aspectos diferenciales en la relación paciente – terapeuta en los distintos trastornos de personalidad. - Capitulo IV: Guía práctica para el terapeuta cognitivo comportamental en el abordaje de los pacientes con trastornos de personalidad
  • 4. CAPITULO I: HACIA UNA CONCEPTUALIZACIÓN DE LA RELACIÓN TERAPÉUTICA Desarrollo histórico del concepto de relación terapéutica Autores de las más variadas líneas como Freud (1912), Patterson (1974), Yalom Irving (1980) e incluso el mismo Wolpe (1969) han manifestado la notoria incidencia de la relación terapéutica en la eficacia de los tratamientos. Actualmente, la psicoterapia no puede ser concebida al margen del establecimiento de una adecuada relación interpersonal cliente – terapeuta (Sidelski, 2005). Mencionaremos a continuación una breve reseña de los mayores aportes dentro de las diferentes líneas que han contribuido a la conceptualización actual del término. Si bien hay dos grandes literaturas: una que emplea de modo intercambiable el termino alianza terapéutica y relación terapéutica (autores como Gelso y Carter, 1985) y otra que los concibe como conceptos diferentes (autores como Zetzel, 1956); en este trabajo nos adheriremos al primer criterio mencionado. Las corrientes psicodinámicas fueron tal vez pioneras en sacar a relucir la importancia de la alianza terapéutica. El propio Freud (The Dynamics of Transference, 1912) planteó la importancia de que el analista mantuviera un interés y una actitud comprensiva hacia el paciente para permitir que la parte más saludable de este estableciera una relación positiva con el psicoterapeuta. La teoría psicoanalítica contemporánea ha avanzado hacia una perspectiva del vínculo en donde la participación y subjetividad del terapeuta han recobrado importancia (Corbella y Botella, 2003). Actualmente, los psicoanalistas consideran que en la transferencia no solo se debe considerar la aparición de emociones y pensamientos del paciente en relación directa al terapeuta, sino todo aquello que surge en la relación entre ambos o sea la transferencia en situaciones totales (Gayó y Bustos, 2001).
  • 5. La forma en que el terapeuta percibe esto es a través de la contratransferencia. Posteriormente, el concepto de alianza terapéutica ha sido incorporado por la mayoría de las demás escuelas psicoterapéuticas, pero alejándose de la lectura transferencial y de la neutralidad clásica defendida por el psicoanálisis. La tendencia apunta a la mayor inclusión de la interacción, espontaneidad y autenticidad del terapeuta dentro de los parámetros formales que hacen a una relación de este tipo(Corbella y Botella, 2003). Asimismo, conceptos relacionados con la teoría de las relaciones objetales de Kernberg, explican algunas nuevas líneas cognitivas relacionadas con la importancia de recrear relaciones interpersonales más adaptativas a través de la relación terapéutica (Millon y Davis, 2001). Por su parte, el movimiento humanista prestó una especial atención al papel de la alianza terapéutica. La empatía, la congruencia y la aceptación incondicional al cliente eran las 3 características fundamentales en un terapeuta rogeriano a fin de establecer una relación terapéutica efectiva (Rogers, 1957, citado en Corbella y Botella, 2003). En función de los aportes de Rogers varios autores (Horvath, Luborsky, Duan y Kivlighan entre otros) comenzaron a indagar en conceptos tales como la empatía. Del mismo modo se comenzaron a realizar una serie de investigaciones sobre la opinión de los clientes respecto a las características del terapeuta (Lacrosse, 1980, Strong, 1968, citados en Corbella y Botella, 2003). Las variables estudiadas (variables de influencia social del terapeuta y la efectividad de la terapia) dejaron arbitrarios resultados. Desde la perspectiva clásica conductual se priorizaba la calidad técnica de las intervenciones del terapeuta. Sin embargo, tras la denominada “Revolución cognitiva”, se hizo un profundo hincapié en el interés por la relación terapéutica. Wolpe (1969, citado en Madrid, 1986) partidario de este paradigma, se atrevió a relativizar el tecnicismo usualmente atribuido a esta línea teórica diciendo: “Mi creencia es que la
  • 6. calidad de la relación terapéutica es más fundamental que los métodos y técnicas especificas del terapeuta...”. De hecho, en la actualidad, la orientación cognitiva (principalmente las líneas constructivistas) considera a la alianza terapéutica como un factor medular del proceso terapéutico (Newman, 1998; Safran, 1998, citado en Corbella y Botella, 2003). La relación terapéutica desde la perspectiva cognitivo comportamental La relación terapéutica ha demostrado ser un factor clave en las diversas corrientes ideológicas como la psicodinámica, cognitiva, interpersonal, ecléctica, sistémica, experiencial y comportamental (Watson y Greenberg, 1994) y en diferentes formatos de terapia tales como las terapias individuales, grupales y familiares (Sturm y Dawson, 1999, citado en Corbella y Botella, 2003). En este sentido se ha visto que la alianza terapéutica resulta ser un buen predictor de los resultados conseguidos por todas estas (Luborsky, 2000). Sin embargo, autores como Henry y Strupp (1994) hallaron una relación significativa entre la alianza y los resultados de las distintas terapias (psicodinámicas, eclécticas y cognitivas), siendo la terapia ecléctica y la cognitiva las que presentaban mayor correlación entre el resultado y la alianza. Raue, Goldfriend y Barkham (1997) confirman estos resultados al encontrar que la terapia cognitiva comportamental conseguía puntuaciones superiores a las psicodinámicas en lo que respecta al establecimiento de la alianza terapéutica. Recientemente, las teorías cognitivo conductuales han prestado una atención suficiente a este punto influenciados primordialmente por terapeutas cognitivos constructivistas como Guidano y Liotti (1983) o Mahoney (1988). Estos han elaborado teorías referentes al desarrollo, estabilidad y cambio de las estructuras cognitivas y su conexión evolutiva con los vínculos afectivos tempranos.
  • 7. Pese a esto, ni los clínicos cognitivos "tradicionales" (Ellis, Beck, etc) ni los constructivistas han empleado de modo estrictamente sistemático y consciente la relación terapéutica como vía de cambio cognitivo en si misma. Los conceptos que ha aportado la nueva psicología cognitiva destacan lo siguiente: La selectividad interpersonal: Existe una tendencia del hombre a seleccionar a las personas con las que interactúa y a evitar a aquellas que pueda modificar sus hábitos y patrones personales. Esta actividad está regida por esquemas cognitivos personales. La búsqueda de un “matching” entre el estilo de terapeuta y tipo de cliente (rasgos de personalidad, motivo de consulta, etc) ha sido motivo de actuales investigaciones. El papel de las experiencias tempranas: Las experiencias tempranas son importantes para la formación de los esquemas cognitivos, sobretodo cuando son reforzadas por experiencias posteriores, produciendo sesgos en el desarrollo. Dependiendo del tipo de apego que el sujeto recibió (ansioso, seguro, etc) será propenso a vincularse de determinada manera con los demás, incluido el terapeuta. Autores como Bowlby y Jeffrey Young han incorporado ampliamente estos conceptos. Cambios en las relaciones actuales: Las posibilidades de cambio dependen en gran parte del contexto social y relacional del individuo. Las interacciones con otras personas suelen derivar de los esquemas cognitivos tempranos. Aunque el individuo aprende habilidades sociales a lo largo de su desarrollo, tiende a "repetir" un esquema previo de relación más primitivo, sobretodo en situaciones que suscitan una fuerte respuesta emocional (Beck y Freeman, 1992). En la instancia terapéutica se pueden ensayar y señalar patrones relacionales dentro de las mismas sesiones a fin de que los resultados se generalicen también afuera de esta en las múltiples otras relaciones del sujeto.
  • 8. La alianza terapéutica y los datos provenientes de la investigación En términos de escalas para evaluar la alianza terapéutica: El papel clave de la alianza terapéutica ha motivado el interés por la construcción de instrumentos que posibiliten su evaluación. A continuación mostraremos una tabla que incluye algunas de las medidas más reconocidas. Nombre Autores que la citan California Psychotherapy Alliance Scale Gaston y Ring, 1992 Marman, Weiss y Gaston 1989 Penn Helping Alliance Scale Alexander y Luborsky, 1987 Helping Alliance Questionnaire II Luborsky Therapeutic Alliance Scale Marziali, 1984 Working Alliance Inventory Horvath, 1981 Vanderbilt Therapeutic Alliance Scale Hartley y Strupp En términos de porcentaje de eficiencia de este constructo: Los estudios relacionados con el porcentaje de relevancia de la alianza terapéutica en el proceso terapéutico mostraron resultados similares. Según Lambert (1992), un 15% de la proporción de mejoría estaba determinada por las técnicas empleadas, mientras que un 30% era explicada por la calidad de la relación terapéutica. Estudios como el Marmar, Thompson y Gallager (1991), citado en Corbella y Botella (2003) encontraron que la alianza terapéutica explicaba entre un 36% y un 57% de la variancia del resultado final de la terapia. En términos de variables implicadas en una buena alianza terapéutica: Con los antes mencionados resultados, muchos investigadores se abocaran al estudio de las variables comunes que hacían a una buena relación terapéutica.
  • 9. Dos autores resultaron clave a la hora de definir este concepto. El primero, Bordin (1976) definió a la alianza terapéutica como el encaje y colaboración entre terapeuta y paciente e identifico 3 componentes que la configuraban: - Acuerdo en las tareas: Principalmente la percepción de que las acciones y pensamientos trabajadas eran relevantes para la mejoría. - Vínculo positivo: Basado en la confianza y aceptación - Acuerdo en los objetivos Sin embargo este autor consideraba que la alianza terapéutica positiva era un ingrediente que hacia posible y facilitaba el proceso, pero no el único (Horvath y Luborsky, 1993). En la actualidad, se considera que la alianza terapéutica, lejos de ser la mera responsabilidad del terapeuta, es una construcción conjunta entre cliente y terapeuta. Por tanto las expectativas, opiniones y construcciones que ambos van desarrollando respecto al trabajo terapéutico, la relación establecida y la visión del otro resultan clave para el establecimiento de la misma. Entre otras variables que determinan la relación terapéutica encontramos las siguientes: Variables del terapeuta que favorecen el vinculo - Empatía y calidez - Centrar las actividades terapéuticas en el aquí y ahora y orientar las temáticas - Las habilidades sociales y la comunicación respecto a los malentendidos Variables del paciente que determinan el vinculo - Las relaciones sociales y familiares del paciente a lo largo de su vida. Pues las personas que tienen un historial de relaciones interpersonales más saludables tienen una mayor probabilidad de desarrollar una buena alianza.
  • 10. Los pacientes con apego confiado puntuaban tener una mayor alianza terapéutica que los que tenían apego ansioso. - La presencia de desgano, defensividad, hostilidad y dominancia se relaciona con una mayor dificultad de establecimiento del vinculo con el terapeuta. Estos pacientes con perfiles de funcionamiento interpersonal de hostilidad o evitación social, requieren de más sesiones para conseguir crear un clima de confianza (Pavio y Bahr, 1998). - La autocrítica, el perfeccionismo y la rigidez asociados a esquemas relacionales negativos y a estilos evitativos han sido relacionados con una pobre alianza terapéutica, más precisamente en fases posteriores del tratamiento (Mongrain, 1998, citado en Corbella y Botella, 2003). - La motivación y expectativas respecto al tratamiento Compatibilidad entre ambos Beutler (1990) desarrollo la Selección Sistemática de Tratamientos (SST). Esta se compone de dos dimensiones: a) La directividad del terapeuta relacionada con la resistencia del paciente y b) La tendencia del terapeuta a dirigir la atención a la acción o insight del paciente relacionada con el estilo de afrontamiento del paciente. Por ejemplo, un paciente resistente con un estilo de afrontamiento internalizador se beneficiaría más de un terapeuta poco directivo y dirigido al insight. Por su parte, Quintana y Meara (1990) concluyeron que en las primeras sesiones se establece una complementariedad entre ambos partícipes. La complementariedad depende tanto de las variables del paciente como del terapeuta y va facilitando o dificultando el proceso. Otros autores han hallado que la similitud entre las variables sociodemográficas entre ambas partes genera una mejor alianza (Luborsky, 1994).
  • 11. Por otro lado la congruencia en las expectativas y objetivos influye altamente en la construcción de la alianza. Las estrategias para trabajar sobre la alianza están dirigidas a reflexionar sobre las interacciones entre ambos, además de clarificar metas y tareas terapéuticas especificas con el objetivo de que los clientes desarrollen un mejor conocimiento acerca del proceso de cambio (Watson y Greenberg, 1995). Safran y Muran (2000) postulan dos tipos de intervenciones en pos de una mejora alianza, las intervenciones directas (por ejemplo aclarar malentendidos) e indirectas (por ejemplo: manejo de la empatía). Resulta importante no solo reparar en el lenguaje verbal sino prestar atención a la meta comunicación. Todos estos complejos fenómenos implicados ponen de relieve la importancia de usar la inspiración y la creatividad para facilitar el establecimiento de la alianza terapéutica en las primeras sesiones y mantenerla a lo largo del proceso terapéutico (Anderson, Ogles y Weiss, 1999). Otras investigaciones han hecho hincapié en el momento en el cual debe establecerse la alianza terapéutica. Plantean que las primeras sesiones son especialmente importantes para el establecimiento de una buena relación con el paciente; de lo contrario la probabilidad de que el paciente abandone el tratamiento prematuramente son más elevadas (Plotnicov, 1990, citado en Horvath y Luborsky, 1993). Asimismo las investigaciones sobre finalizaciones decididas unilateralmente por el paciente están relacionadas con puntuaciones bajas en las evaluaciones de la alianza terapéutica (Corbella y Botella, 2003). La relación terapéutica como proceso comunicacional Paul Watzlawick afirma fehacientemente en su primer axioma de la comunicación que “No es posible no comunicarse”.
  • 12. Refiere así a que no hay no-conducta, o simplemente es imposible no comportarse. Toda conducta es una situación de interacción que tiene un valor de mensaje y comunica algo. Si bien existe una cierta esclavitud al respecto, también somos libres de elegir el medio y la forma de hacerlo. Tarea clave para el terapeuta a la hora de interactuar con el paciente: emplear el medio y la forma adecuada en cada caso concreto, lo cual se relaciona con las habilidades sociales y asertividad del mismo (Madrid,1986). Para una buena descodificación el terapeuta receptor debe al menos: Presentar una actitud empática: La empatía es vista como la capacidad de percibir correctamente lo que experimenta la otra persona y comunicarle en un lenguaje ajustado a los sentimientos de ésta (Madrid,1986). Refiere a la capacidad de ponerse mentalmente en el lugar del interlocutor y ver el mundo desde su mapa de realidad; dejando por un momento nuestro propio esquema de realidad. Esto nos permite captar no solo el contenido explicativo, sino también los sentimientos y las demandas explicitas e implícitas del interlocutor. Según Rogers, “percibir el marco del otro “como si” uno fuera la persona en cuestión, pero sin perder nunca la condición de “como si”...”. Con esta actitud de apertura podremos captar el modelo en que el paciente se representa el mundo a fin de poder entender y situar mejor lo que significa cada palabra en su conjunto. Mantener un feedback: El feedback posee un valor fundamental en la comunicación ya que permite evitar una mala interpretación por parte del receptor quien comprobará si su descodificación ha sido correcta o no. Tal lo escribió sabiamente Pablo Neruda: “Quiero que mis palabras digan lo que yo quiero que digan y que tú las oigas como yo quiero que las oigas”.
  • 13. Uno de los aspectos fundamentales de este feedback es que se pueden mejorar los aspectos vinculares que puedan generar asperezas entre el paciente y el terapeuta previo a la ruptura o cese abrupto del tratamiento. Proporcionar una adecuada escucha: Una destreza interpersonal que es observable (el paciente percibe que el terapeuta lo esta escuchando), evaluable (mediante cuestionarios), puede aprenderse (es posible estructurar en secuencias lógicas y sistemáticas que nos permitan mediante la practica adquirir ciertas pautas de escucha). Si bien, tal lo plantea Carkhuff (1976), la escucha puede ser una destreza interpersonal, cabe señalar que si uno no la integra como una actitud, esta puede volverse mecánica, rutinaria y poco creíble. Ya decía Alemany (1984) “Las técnicas nunca agotan las actitudes que se quieren transmitir...”. Un factor clave que debe tener un terapeuta habilidoso es la capacidad de escucha activa que permita recabar datos importantes y comprender la problemática del paciente a fin de efectivizar el curso de la terapia. En suma “Es evidente que, de una manera que todavía no se ha definido, la relación personal entre el terapeuta y el paciente es crucial para el proceso de cambio; como también lo es que los terapeutas suelen subestimar la importancia de este factor, al mismo tiempo que sobreestimar el valor de sus contribuciones cognoscitivas”. Siguiendo las anteriores palabras de Yalom Irving (1980, citado en Madrid, 1986) podemos resumir que aún poco se sabe acerca de la relación terapéutica dado que ha sido un concepto minimizado por muchos profesionales de la psicología. Sin embargo, con lo mencionado hasta el momento, resulta evidente la importancia de este constructo en el desarrollo y efectividad del proceso terapéutico.
  • 14. A pesar de las diferencias entre las diversas orientaciones teóricas, la alianza terapéutica presenta un progresivo reconocimiento como factor esencial de la psicoterapia en la mayoría de las escuelas (Sidelski, 2005). El vinculo terapéutico remonta sus orígenes probablemente a los estudios psicoanalíticos de los conceptos de transferencia y contratransferencia. Por su parte, las escuelas humanistas son las que han puesto un mayor énfasis en el carácter esencial de la relación terapeuta-paciente. Mientras que conceptualizaciones como la planteada por Bordin, ha servido de marco de referencia para las posteriores explicaciones, investigaciones y construcción de diferentes instrumentos de evaluación de la alianza. Las corrientes cognitivo-conductuales posteriores a la “revolución cognitiva” han brindado un incipiente numero de modalidades terapéuticas basadas en la reconstrucción y modelado de las relaciones interpersonales de los pacientes. Así pues en un ambiente controlado el sujeto aprende a relacionarse más adecuadamente a través de la relación terapéutica. Escuelas orientadas a los aspectos sistémicos y comunicacionales como la de Watzlawick ha brindado aportes formidables respecto a las variables implicadas en este proceso comunicacional. En este capitulo hemos visto que es sumamente importante que los terapeutas nos interioricemos con las diversas variables que intervienen en la construcción de la relación terapéutica la cual es al mismo tiempo requisito previo y técnica para la eficacia del tratamiento (Sidelski, 2005).
  • 15. CAPITULO II: LA RELACIÓN TERAPÉUTICA EN LOS TRASTORNOS DE PERSONALIDAD Breve introducción a los trastornos de la personalidad El fin mismo de esta monografía no es desarrollar las características descriptivas de los trastornos de personalidad, sino mostrar la notoria relevancia de la relación terapéutica en la practica clínica con este tipo de clientes. Sin embargo considero pertinente realizar una pequeña introducción a los mismos a fin de seguir un hilo conductor más propicio para el lector. Una definición de personalidad: Según Millon y Davis (2001), la personalidad es un patrón complejo de características psicológicas profundamente enraizadas, que se expresan de forma automática en casi todas las áreas de la actividad psicológica y que configura la constelación completa de la persona. Cada estilo de personalidad es, a la vez, un estilo de afrontamiento, así que la personalidad es el principio organizador a partir del cual es posible entender mejor a la psicopatología. Criterios del clasificación del DSM-IV: El criterio para determinar la existencia de un trastorno de personalidad requiere de la presencia de un grupo de rasgos o características de la persona tal lo señalan alguna de las clasificaciones con vigencia actual (DSM-V, DSM-IV R, CIE-10). Cada trastorno presenta su impronta propia, sin embargo, las generalidades que plantea el DSM-IV para los trastornos de la personalidad que se estructuran en el eje II de sus sistema multiaxial se resumen en las siguientes:
  • 16. - Un patrón permanente de experiencia interna y de comportamiento que se aparta notoriamente de las expectativas de la cultura del sujeto, lo cual se manifiesta en dos o más de las siguientes áreas: cogniciones, afectividad, actividad interpersonal y/o control de los impulsos. - Se trata de un patrón inflexible y que se extiende o generaliza a una amplia gama de situaciones personales y sociales. - Este patrón provoca malestar clínicamente significativo o deterioro social, laboral y de otras áreas importantes en la vida del sujeto. - Es un patrón estable y de laga duración con inicio probable durante la adolescencia o principio de la vida adulta. - Este patrón no es una manifestación ni una consecuencia de otro trastorno mental. - Tampoco es debido a los efectos fisiológicos de una sustancia o enfermedad medica. Aspectos diferenciales de estos trastornos: Los pacientes con trastornos de personalidad se caracterizan básicamente por dos aspectos: 1. Rigidez: Se trata de patrones de personalidad rígidos, duraderos e invasivos tal lo señala el DSM IV. Se destaca la inflexibilidad adaptativa y los círculos viciosos como criterios fundamentales para la patología de la personalidad (Millon y Davis, 2001). Las estrategias alternativas que el sujeto emplea para relacionarse con otros, para alcanzar sus objetivos y para lidiar con los estresores son pocas en numero y se despliegan rígidamente (Young, 2003).
  • 17. Esta carencia de flexibilidad hace que estos pacientes sean menos respondientes a las técnicas cognitivo-conductuales y que no reportan cambios significativos en terapias acotadas en el tiempo cuando los comparamos con los trastornos del eje I (Beck y Freeman, 1992). 2. Dificultades interpersonales: Desde el nacimiento y hasta la muerte siempre estamos manteniendo intercambios con otros, reales o imaginados, y sus expectativas; razón por la cual nuestra personalidad se va estructurando en el marco de nuestras interacciones primeras y significativas (Millon y Davis, 2001). Según Patterson (1974) la esencia de estos trastornos emocionales yace en la alteración de las relaciones interpersonales. De igual modo, Maslow afirmaba que la persona psicológicamente más perturbada es “aquella quien nunca ha tenido suficientes buenas relaciones con otros” (Madrid, 1986). Tenemos entonces que el relacionamiento interpersonal disfuncional es marca registrada de los pacientes con trastorno de personalidad, por tanto, el vinculo terapéutico adquiere vital relevancia. El DSM-IV destaca los siguientes trastornos de personalidad como los más sentidos en este aspecto: histriónico, esquizoide, dependiente, paranoide, evitativo y borderline. ¿Cómo obtener los mayores beneficios a través del manejo adecuado de la relación terapéutica? Los pacientes diagnosticados con trastorno de la personalidad, por su rigidez y por sus dificultades interpersonales, suelen ser los más difíciles entre todos los casos del clínico. La terapia tradicional cognitivo comportamental supone que los pacientes pueden entablar un relacionamiento colaborativo con el terapeuta rápidamente, lo cual según Young (2003), es poco frecuente en estos pacientes.
  • 18. La actitud poco colaborativa de estos pacientes deviene en un arduo proceso de establecimiento de la alianza terapéutica: el cual puede estar marcado por una extrema dependencia o una elevada hostilidad según el tipo de trastorno en cuestión. Por lo general, los clientes con diagnostico en el eje II, suponen más tiempo y exigencia en cada sesión y una alta cuota de energía y paciencia por parte del terapeuta que la mayoría de los otros pacientes. Tal lo afirman Beck y Freeman (2002), las creencias disfuncionales presentes en los sujetos con trastornos de la personalidad están “estructuralizadas”, es decir, incorporadas en la organización cognitiva normal. Por ello para producir el tipo de cambio estructural se necesita más tiempo y esfuerzo que para modificar el pensamiento disfuncional de los trastornos afectivos o eje I . La relación terapéutica: como “sine quan non” Como pudimos ver en el capitulo I, la relación terapéutica se plantea desde las diversas corrientes terapéuticas como un “sine qua non” del éxito del tratamiento. Sin embargo, las variables que han demostrado influir en el establecimiento de una buena alianza no son del todo claros aún. Por tratarse de trastornos en los cuales prevalecen una alteración en la capacidad de establecer relaciones interpersonales saludables, es necesario prestar vital atención a la modulación de la empatía, seguridad y calidez según el trastorno del cual se trate (Sidelski, 2005). Otros de los aspectos implicados en la relación terapéutica que han recibido capital atención son las características del paciente, las del terapeuta y la combinación de esta dupla de “trabajo”. Pues los pacientes con trastornos de personalidad requieren de una mayor paciencia, dedicación y tolerancia a la frustración que no todos los terapeutas somos capaces de proveer en todos los casos.
  • 19. Por su parte, las corrientes cognitivo conductuales han señalado el papel de las expectativas sobre el tratamiento en la relación terapéutica. Se ha visto que la eficacia de la terapia depende altamente de las expectativas del paciente acerca de las metas terapéuticas y la concordancia de estas con las del terapeuta. Pues la lucha de poder por metas conflictivas puede impedir el progreso (Martín, Martín y Slemon, 1987). La naturaleza cooperativa del proceso de establecer las metas es uno de los componentes más importantes desde la terapia cognitiva (Beck, Freeman y otros, 1992). La relación terapéutica como técnica... ...aplicable para evaluar la modalidad vincular del paciente: En los trastornos de personalidad el núcleo fundamental se da usualmente en los vínculos, y es la alianza o relación terapéutica un buen escenario para ver como los pacientes se relacionan con otros (Young Jeffrey, 2003). En este sentido, la relación terapéutica permite que nos aproximemos a realizar una evaluación de la modalidad de relacionamiento interpersonal del paciente fuera del consultorio, aspectos que igualmente corroboraremos mediante entrevistas con terceros de ser posible y necesario. Desde la practica clínica, el tipo de relación que se pueda ir logrando o las dificultades iniciales en este aspecto suelen ser el primer indicador clave para sospechar que se trata de un trastorno del eje II. Es frecuente que estos pacientes lleguen a la consulta con un historial de múltiples consultas previas que les resultaron “insatisfactorias”. ...aplicable para modelar vínculos más adaptativos La relación terapéutica funcionaría entonces como una relación modélica (Millon y Davis, 2001; Beck y Freman 2002). La terapia le ofrece una oportunidad de aprender a relacionarse con los demás de forma más efectiva (Sidelski, 2005).
  • 20. Utiliza o enmarca los principios de las buenas relaciones humanas, que aunque puedan parecer simples, no siempre se ponen en practica fuera de la terapia (Madrid, 1986). Tal lo expresaba Fielder: “Una buena relación terapéutica se parece mucho a cualquier otra buena relación interpersonal”. Se busca suministrar al cliente aquellas cualidades que debería de haber adquirido en otras relaciones humanas. Desde este punto de vista, la terapia puede definirse como un medio para preparar al paciente para fundar autónomamente mejores relaciones con otros. Pues se trata de una experiencia humana privilegiada que ofrece el marco adecuado para facilitar el desarrollo de estas capacidades bloqueadas (Madrid, 1986). La relación terapéutica es un antídoto parcial en el tratamiento para modificar o flexibilizar los esquemas de estos pacientes. El paciente internaliza al terapeuta como el “adulto saludable” quien lucha contra sus esquemas y persigue una vida emocional más placentera. Young y otros (2003) plantean dos formas clave para lograr este modelado del vinculo: 1. La instancia de confrontación empática: Consiste en mostrar empatia respecto de los esquemas del paciente cuando estos se manifiestan en la consulta. El terapeuta ira mostrándole al paciente que muchas de sus reacciones hacia él se hallan distorsionadas o resultan disfuncionales de modo que reflejan sus propios esquemas y tipos de afrontamiento. Muchas veces, cuando estos esquemas disfuncionales no afloran en la sesión y resulta imperioso trabajar con ellos, Young recomienda emplear la propia relación terapéutica como una técnica de desencadenamiento de esquemas. Es decir la utiliza como una estrategia para activar los esquemas y discutirlos en la sesión. El procedimiento consiste en que el terapeuta presta mucha atención al relacionamiento terapéutico buscando acontecimientos que parezcan
  • 21. estar activando esquemas durante la sesión. Cuando estos surgen este dialoga y debate sobre las dificultades con el paciente. Beck y Freeman (2001) también plantean que es adecuado que el terapeuta este alerta ante las señales de ira, decepción y frustración que el paciente experimente en el consultorio para poder trabajarlas “in situ”. Esas reacciones además de abrir paso a la comprensión del mundo privado del paciente, si no son exploradas, tienden a confirmar las interpretaciones distorsionadas obstaculizando la cooperación. De lo contrario, si son sacadas a la luz proporcionar un rico material para comprender los significados y creencias que están detrás de las reacciones idiosincrásicas o repetitivas del cliente. El terapeuta deberá buscar los signos reveladores de esta cognición transferencial. Por ejemplo cuando hay un cambio súbito en la conducta no verbal (pausas en medio de una serie de afirmaciones, cambio abrupto en la expresión, postura abatida) o verbal del paciente (pasa de pronto a otro tema, se bloquea, etc). Uno de los signos más reveladores es el cambio en la mirada, sobre todo cuando el paciente ha pensado en algo pero prefiere no comunicarlo (Beck y Freeman, 1992). 2. El uso de la reparentización limitada: Esta técnica basada más precisamente en las teorías del apego, consiste en proporcionar, dentro del encuadre terapéutico, aquello que el paciente necesito de sus figuras paternales pero que no obtuvo durante su infancia. Según Klaslow (1996), son las relaciones primeras las que modelan lo que hemos sido y lo que somos, y estas pueden haber resultado muy gratificantes o muy dolorosas. En los sujetos con trastornos de personalidad, el apego inicial fue invariablemente problemático o ansioso y suele caracterizar las dificultades relacionales presentes. Tal lo afirman autores como Bowlby (1977), existe evidencia de que la personalidad esta formada por relaciones actuales constituidas desde la infancia.
  • 22. La relación terapéutica adquiere un valor “sanador” o reconstructivo cuando se obtiene una buena alianza con el paciente. La estrategia suele consistir en fomentar un relacionamiento terapéutico que se contraponga o que compense los esquemas iniciales desadaptativos. En esto se basa el proceso de re-parentización limitado. En general... El establecimiento de una buena relación terapéutica es un paso previo que todas las corrientes proponen como recurso fundamental para obtener mejores resultados terapéuticos. En este sentido han sido estudiadas múltiples variables que involucran a las características propias del paciente y su patología, a las características propias del terapeuta y a la combinación de ambos. Asimismo se ha hecho hincapié en conceptos humanistas como el de la aceptación y empatía; y se ha señalado la importancia de expectativas congruentes entre el paciente y terapeuta según lo planteado por corrientes de tipo cognitivo conductual. En los pacientes con trastorno de personalidad, la relación terapéutica cobra vital importancia ya que el aspecto vincular esta en la base de su problemática. Autores especializados en el tratamiento de este tipo de trastornos (como Jeffrey Young) han empleado la relación terapéutica de un modo más controlado o estratégico a fin de obtener cambios mesurables y favorables en la vida de los pacientes. Dos de estas formas estratégicas de modificar los aspectos vinculares desadaptativos han sido la confrontación empática y la reparentización limitada. Este tipo de modalidad terapéutica altamente desarrollada con pacientes diagnosticados en el eje II, maximiza las posibilidades de la relación terapéutica y por ende la efectividad del tratamiento. Pese a que se ha recorrido un vasto camino en el estudio de la relación terapéutica dentro de las corrientes de corte cognitivo comportamental, aun sabemos
  • 23. que resta mucho por investigar respecto a una apropiada sistematización del empleo de la relación terapéutica como técnica. Dejando tal vez a un lado afirmaciones tales como la de Millon cuando dice que “En el caso de los trastornos de la personalidad, lo cierto no es que todas las formas de terapia son igualmente buenas, sino que todas son malas por igual (Millon y Davis, 2001)”. Podemos moderar las expectativas y ansiedades del terapeuta y mirar la media mitad llena del vaso buscando aunque sea en una ínfima medida lo que plantean Shertzer & Stone (1968) cuando dicen que: “El objeto de la relación de ayuda es el cambio... Al finalizar la relación, el individuo no es el mismo que antes de entablarla. Ya no sufre tanto; no esta tan indefenso; se conoce mejor a si mismo; se comporta de modo más satisfactorio; se convierte en una persona mejor. El cambio interno y externo se manifiesta en las actitudes, las acciones y la manera de percibirse a su mismo, a los demás y al mundo en general” Los clientes con trastornos de personalidad nos remiten a objetivos estratégicos limitados en el sentido que usualmente no pueden ser transformados en algo completamente diferente, pero si pueden convertirse en una variante más funcional de si mismos. Lo cual no es poco.
  • 24. CAPITULO III: ASPECTOS DIFERENCIALES EN LA RELACIÓN PACIENTE-TERAPEUTA EN LOS DISTINTOS TRASTORNOS DE PERSONALIDAD. Según la clasificación propuesta por el manual diagnostico DSM-IV, los trastornos de personalidad pueden clasificarse en 3 grandes grupos o clusters: Grupo A Grupo B Grupo C Trastorno paranoide de la Trastorno histriónico de la Trastorno de la personalidad personalidad personalidad por evitación Trastorno esquizoide de la Trastorno narcisista de la Trastorno de la personalidad personalidad personalidad por dependencia Trastorno esquizotípico de la Trastorno límite de la Trastorno obsesivo personalidad personalidad compulsivo de la personalidad Trastorno antisocial de la personalidad En este capitulo, siguiendo el antes mencionado orden, sin entrar en detalles descriptivos acerca de cada trastorno, indagaremos acerca de los aspectos relacionados al vinculo terapéutico con individuos que presenten los diferentes diagnósticos. La relación terapéutica con sujetos con trastornos de personalidad del grupo A: A grandes rasgos las personas con un trastorno de personalidad del cluster A disparan sus pensamientos, conductas y emociones características ante las relaciones interpersonales más cercanas o íntimas. Han sido denominados como el grupo de pacientes “raros” por algunos autores y generalmente se obtienen pequeños pero beneficiosos resultados a través de una relación terapéutica cautelosa y paciente.
  • 25. Relación terapéutica con clientes con trastorno paranoide de la personalidad Impronta básica en sus vínculos: La creencia tatuada en estos pacientes podría resumirse en: “No puedes confiar en nadie”. Se trata de personas que mantienen distancia, sospecha y contra-atacan ante la proximidad de los otros. Tienden a encontrar intenciones hostiles y malévolas detrás de los actos triviales o incluso positivos de otras personas, motivados por pensamientos del tipo “Los demás me estafan y dañan”. Sus emociones se caracterizan por un estado de hipervigilancia y enojo. Construcción de la relación terapéutica: Sabemos que la construcción de una buena alianza terapéutica no es de por si un proceso fácil, menos aún cuando trabajamos junto a pacientes quienes suponen que los demás son malvados y mentirosos. Lograrla constituye un auténtico desafío terapéutico. Con estos pacientes, el intentar explícitamente que este nos confiera su confianza podría resultar ser una herramienta letal para el vínculo. En estos casos se recomienda que el terapeuta acepte abiertamente la desconfianza manifiesta del cliente y que gradualmente muestre su confiabilidad a través de la acción. Es clave que este no presione al paciente para que crea en su persona o para que realice cambios de inmediato; pues esto ocasionaría ansiedad y sentimientos coléricos en el mismo. El terapeuta debe manejar su propia ansiedad y comprender que el proceso de crear confianza y empatía será en este caso más largo. En la medida en que el clima de confianza vaya apareciendo se irán incorporando los pensamientos y sentimientos más difíciles. Mientras tanto, conviene manejarse con intervenciones conductuales, ya que las técnicas cognitivas estándar requieren de un mayor compromiso del sujeto y una mayor franqueza.
  • 26. La problemática de la desconfianza, aspecto central en este trastorno, no será abordada directamente, pues difícilmente el paciente la incluye como motivo de consulta. Sin embargo, al centrarnos en resolver problemas ligados al estrés, a las relaciones de pareja o relaciones laborales, factiblemente quede en evidencia como sus rasgos paranoides inciden en dichas dificultades. De este modo comprometeremos al paciente a que coopere con el trabajo sobre la desconfianza respecto a los demás y sus sentimientos de vulnerabilidad. Se sugiere que el terapeuta evite la confrontación directa de las ideas semi- delirantes que caracterizan a los sistemas paranoides de interpretar la realidad. Pues las creencias típicas de estos clientes refieren a que los demás les están atacando. Estas creencias han sido incorporadas a través de experiencias vitales y que se transfirieron luego a contextos inadecuados. Sus rasgos están introducidos en la visión de si mismo, por lo que cualquier confrontación directa es vivida como una agresión contra su propia identidad (Millon y Davis, 2001). La mejor receta para el terapeuta es la paciencia y una actitud de “yo estoy bien, tu estas bien” que respete la necesidad de distancia son tal vez el mejor curso de acción. Los terapeutas deben contener sus sentimientos de defensa y hostilidad. Muchas veces algunos terapeutas se tornan más directivos y toman el control de la sesión. Esto humilla al paciente y se siente atacado. Ofrecerle interpretaciones y comentarios a estos pacientes se torna un arte delicado que conlleva mucho tiempo. Pues son personas hipersensibles al desprecio. El terapeuta debe tener tacto, la habilidad para hacer los comentarios de manera que no permitan interpretaciones hostiles alternativas. Básicamente necesitan que el terapeuta les proporcione una empatía tranquilizadora (Robinson, 1996).
  • 27. Una estrategia para aumentar la comodidad del cliente paranoide es proporcionándole un control mayor sobre el contenido de las sesiones, programación y tareas. De este modo se sentirá mas cómodo y se cimentaran las bases para una adecuada relación (Beck y Freeman, 1992). Relación terapéutica con clientes con trastorno esquizoide de la personalidad Impronta básica en sus vínculos: En general, las personas con una personalidad esquizoide se caracterizan por evitar el contacto social, ser ensimismadas y solitarias. Son emocionalmente frías y socialmente distantes. A menudo están absortas en sus propios pensamientos y sentimientos y son temerosas de la aproximación e intimidad con otros. Hablan poco, son dadas a soñar despiertas y prefieren la especulación teórica a la acción práctica. El pensamiento característico de estos sujetos refiere a “los otros no significan nada para mi”, lo cual se traduce en una casi inexistente vida relacional. Construcción de la relación terapéutica: El esquizoide consulta con el deseo de lograr un alivio rápido de sus síntomas sin incursionar en cuestiones interpersonales o intimas, razón por la cual resulta difícil poder establecer objetivos consonantes con el terapeuta. Como hemos mencionado antes, una disonancia notoria y prolongada entre las expectativas de ambos, conduce básicamente al fracaso terapéutico (Beck, Freeman y otros, 1992). Dado que necesitamos de la cooperación del paciente, no debemos aventurarnos a imponer nuestras propias metas. En estos pacientes es preferible que tenga una experiencia terapéutica breve y positiva que una mala experiencia.
  • 28. Se recomienda que el terapeuta mantenga una postura cálida y empática al comienzo, y posponiendo los señalamientos más directos una vez establecida la relación o alianza. El lenguaje paraverbal es importante también y se caracteriza por un paciente “alejado” físicamente. Ante esto el profesional debe ser cuidadoso en el arreglo en su consultorio localizando su silla confortablemente alejada de los pacientes respetando así las distancias físicas y emocionales. Debido al sistema de creencias propio del esquizoide, resulta improbable que valore la relación terapéutica, dado que tenderá a ver al terapeuta como un intruso del cual quiera sistemáticamente distanciarse. Difícilmente logre confiar en el terapeuta generando molestias y frustración en el mismo. Unido a esto las sesiones estarán inundadas de afectividad restringida, falta de respuesta y unas habilidades sociales disminuidas. Esto puede resultar muy molesto para el profesional, ya que atravesara por una interacción que de alguna manera no vale la pena. En este sentimiento de frustración y derrota podrá incluso caer en la tentación de abandonar el tratamiento. Es una reacción normal que puede recordar a la frustración que traía los familiares y allegados del paciente. Los elogios y logros pierden su carácter reforzante a medida que pasa el tiempo por lo que el terapeuta deberá ser muy creativo y hallar otras motivaciones. Un aspecto muy importante es que gracias a una adecuada relación terapéutica que sirva de modelo el paciente podrá generalizar los resultados a otras relaciones interpersonales. La consigna del terapeuta debe resumirse en “mucho tiempo para el logro de pequeños progresos”.
  • 29. Relación terapéutica con clientes con trastorno esquizotípico de la personalidad Impronta básica en sus vínculos: De modo similar a los esquizoides, los pacientes que presentan una personalidad esquizotípica se encuentran social y emocionalmente aisladas. Además, desarrollan pensamientos, percepciones y comunicaciones insólitas. Presentan una pronunciada “rareza” en sus cogniciones y lenguaje las cuales les confieren semejanzas a las personas con esquizofrenia. Incluso en ciertas ocasiones la personalidad esquizotípica se encuentra como precursora de la esquizofrenia aunque no es la regla. Los pensamientos predominantes se relacionan con que “los demás tienen intenciones mágicas especiales”, mostrando una especie de tendencia a presentar creencias extrañas, pensamientos mágicos y una exacerbación de lo parapsicológico. Al no mantener relaciones interpersonales que puedan devolver el feedback corrector de las relaciones humanas normales, el esquizotípico puede exhibir hábitos socialmente inadecuados. Construcción de la relación terapéutica: El trastorno de pensamiento y la ideación paranoide que les acompaña funcionan alterando la comunicación ente el terapeuta y paciente e inhibiendo la formación de una alianza terapéutica confiada. Estos clientes suelen sentir a la persona del terapeuta como una presencia intrusa; incluso pueden sentirse en un inicio atacados o humillados por este. Consecuentemente responden con una serie de comunicaciones alteradas a fin de resguardarse de esta amenaza. Los terapeutas que se inquietan con los silencios y el distanciamiento emocional sólo consiguen crear una atmósfera que justifica este tipo de reacciones. Es necesario respetarle la necesidad de distanciarse sin transmitirle sentimientos de desaprobación ni culpa. No debe forzarlo demasiado ni con mucha rapidez para poder así disminuir su ansiedad y paranoia característica.
  • 30. Es indispensable tener una paciencia extraordinaria con estos pacientes. Son pacientes que suelen introducir elementos extra-sensoriales a la relación terapéutica. Razón por la cual la comunicación debe ser simple, clara, directa y con el mínimo de inferencias. EL terapeuta debe estar particularmente atento a sus comunicaciones verbales y no verbales ya que resulta probable que estos sujetos la procesen de forma errónea (Beck y Freeman, 1992). Debido a que el ambiente temprano de estos clientes esta caracterizado por la alteración en los patrones de comunicación familiar, la terapia permite nuevas relaciones interpersonales correctoras mediante apoyo constante, claridad y autenticidad. Un objetivo terapéutico primordial es establecer un patrón más normal de relacionarse socialmente. El contacto con el terapeuta es en si mismo útil para prevenir el deterioro en las habilidades sociales del sujeto. Las habilidades humanísticas del terapeuta como ser la empatía, el interés incondicional y positivo son vitales. La constancia y puntualidad ayuda a dar una imagen estable del terapeuta, de la terapia y por último del paciente. En general, un buen vinculo mejora el sentimiento de auto-valía de estos pacientes y estimula el reconocimiento de sus atributos positivos. Así pues es factible que disminuyan la tendencia al asilamiento, aumente moderadamente su motivación y mantengan algunas relaciones fuera del contexto de la terapia. La relación terapéutica con sujetos con trastornos de personalidad del grupo B: En general se trata de pacientes con serias dificultades respecto a los límites y fronteras interpersonales. Hecho que puede resultar invasivo y agobiante para muchos terapeutas. Carecen de empatía hacia los demás y presentan demandas exacerbadas de afecto y atención por parte de los demás.
  • 31. Dentro de este grupo se hallan los pacientes que podrían generar situaciones incomodas o difíciles de abordar para la persona del terapeuta. Relación terapéutica con clientes con trastorno histriónico de la personalidad Impronta básica en sus vínculos: Las personas con una personalidad histriónica (histérica) buscan de un modo notable llamar la atención y se comportan teatralmente. Su marca registrada se concentra en un “Necesito ser admirado y amado”. Sus maneras vivamente expresivas tienen como resultado el establecer relaciones con facilidad pero de un modo superficial. Las emociones a menudo aparecen exageradas, infantilizadas e ideadas para provocar la simpatía o la atención (con frecuencia erótica o sexual) de los otros. La persona con personalidad histriónica es proclive a los comportamientos sexualmente provocativos o a sexualizar las relaciones no sexuales. Generalmente encubren con sus comportamientos seductores su deseo de dependencia y de protección. Construcción de la relación terapéutica: Al inicio de la terapia es factible que estos clientes vean al terapeuta como un salvador omnipotente. Una vez que aumenten las demandas activas hacia su propia persona, caerá el valor asignado al profesional. Por el estilo atractivo y el relato atrapante que poseen estos pacientes; unido a la inicial tendencia a glorificar al terapeuta, es necesario que éste no refuerce con excesiva atención sus dramatizaciones ni que acceda a sus típicas manipulaciones (Beck y Freeman, 2001).
  • 32. El planteamiento de objetivos es clave en una buena relación terapéutica. las personas histriónicas intentaran acomodar los objetivos a cosas que puedan fácilmente realizar en su afán de agradar. El terapeuta debe enfocar la atención y curso de la terapia en la estrategia planeada y no dejarse llevar por la facilidad de tópicos superficiales que suele traer este tipo de pacientes. Si la paciente y la terapeuta son del sexo femenino, es probable que el profesional note cierto desdén característico de las mismas hacia las mujeres. Cuando paciente y terapeuta son de sexo diferente, el profesional deberá estar atento a no caer en las redes seductoras que marcan a este ti po de personalidad (Millon y Davis, 2001). La reacción de los terapeutas suele ser de sentirse absorbido en cuanto a atención, apoyo y cuidado. El agobio que suelen generar proviene casi infaliblemente de el temor de estos pacientes a ser abandonados o re chazados. Trabajando en una relación cooperativa y mediante el descubrimiento guiado es probable que estos pacientes disminuyan los rasgos dependientes que los caracterizan logrando una mayor autonomía y generando sentimientos más positivos en los demás. El entrenamiento en asertividad y escucha activa pueden ser útiles para cambiar su forma de interacción. Relación terapéutica con clientes con trastorno de personalidad narcisista Impronta básica en sus vínculos: El narcisismo se define, según Beck y Freeman (2001), por las desviaciones del modo como estos sujetos se relacionan con las demás personas, y en lo que piensan de sí mismos frente a los demás.
  • 33. Las personas con una personalidad narcisista tienen un sentido de superioridad y una creencia exagerada de grandiosidad. Interiormente estas personas suelen ser extremadamente sensibles al fracaso, a la derrota o a la crítica. Reaccionan con rabia o sintomatología depresiva ante tales frustraciones. Sienten que merecen que sus necesidades sean satisfecha s sin demora y por ello explotan a otros quienes son considerados como menos importantes. Consecuentemente su comportamiento suele ser ofensivo o arrogante para los otros. Construcción de la relación terapéutica: Son pacientes que difícilmente consultan. Presentan resistencia a la evaluación diagnóstica o cuestionan loas calificaciones del terapeuta. Mantienen una cierta distancia del profesional evitando que aparezca alguna macha en su historial de intachable perfección. Para ellos la terapia es casi una contradicción. Si el terapeuta le brinda un apoyo excesivo el paciente puede sentir dudas respecto a si mismo que le lleven a dejar el tratamiento (“Si me apoya tanto es porque soy débil o algo muy malo hay en mi”). O por el contrario podrá creer que el terapeuta lo apoya en demasía debido a su grandiosidad. En ambos casos el efecto es negativo. Si el terapeuta presenta rasgos narcisistas también, es probable que ambos formen una sociedad de admiración mutua que resulte altamente iatrogénica.
  • 34. Es necesario tener mucha táctica con estos sensibles pacientes. Para que el tratamiento tenga la confrontación e interpretación de las conductas y patrones narcisistas tienen que ser efectuada en el momento adecuado. Es menester que el terapeuta no haga referencia a que otras personas padecen de las mismas dificultades que ellos, ya que esa igualación les resulta ofensiva. El terapeuta debe ser cuidadoso respecto a sus propias reacciones cuando estos pacientes intenten desvalorizarlos o desaprobarlos en la sesió n. El terapeuta debe ser un observador sensible de sus propios sentimientos y debe encontrar modos de controlar sus reacciones personales fuertes. Una vez establecida una cierta confianza con el paciente, el clínico podrá emplear la automostración selectiva de reacciones que el narcisista genera. Pues estas reacciones se pueden plantear en la consulta como una prueba experimental del impacto que el paciente puede tener sobre otras personas de su ambiente. Relación terapéutica con clientes con trastorno limite o borderline Impronta básica en sus vínculos: Las personas con una personalidad límite, en su mayoría mujeres, son inestables en la percepción de su propia imagen, en su humor, en su comportamiento y en sus relaciones interpersonales tormentosas e in tensas. Estas personas han sido a menudo privadas de los cuidados necesarios durante la niñez. Consecuentemente se sienten vacías, furiosas y merecedoras de cuidados. La impronta que los caracteriza podría resumirse en un “me enfadaré mucho si tratas de dejarme” (Millon y Davis, 2001).
  • 35. Cuando se siente vulnerables al abandono suelen mostrar sentimientos de una cólera inapropiada e intensa, acompañada por cambios extremos en su visión del mundo, de sí mismas y de los otros. Cambian abruptamente del negro al blanco, del amor al odio o viceversa pero nunca a una posición neutra o intermedia. Pueden tornarse desesperadamente impulsivas, implicándose en una promiscuidad o en un abuso de sustancias tóxicas. A veces pierden de tal modo el contacto con la realidad que tienen episodios breves de pensamiento psicótico, paranoia y alucinaciones. Construcción de la relación terapéutica: Los pacientes border son especialmente difíciles. El mero hecho de establecer una alianza terapéutica resulta extraordinariamente complicado. Una gran proporción de estos pacientes abandonan la terapeuta y dan como razones que el terapeuta lo ha devaluado o le ha causado inconvenientes. Son pacientes que según Benjamín (1996, citado en Millon, 2001) intentaran sabotear la terapia aun cuando esta avance. Suele presentar un buen inicio la relación ,pero luego el cliente empezara a percibir que el terapeuta nunca será capaz de proporcionarle suficiente cuidad y por tanto tendera a recurrir a los comportamientos extremos que funcionaron alguna vez (sobredosis, auto mutilaciones, etc). Esto provoca un cierto distanciamiento del terapeuta lo cual podría auto validar creencias del paciente. Muchas veces estos pacientes suelen verse tan absorbidos en la tarea de lograr que el terapeuta colme sus necesidades emocionales que se muestran incapaces de focalizarse en sus propias vidas fuera de la terapia (Young et cols, 2003).
  • 36. Es básico que el terapeuta controle sus respuestas contratransferenciales para mantener una relación sana teniendo en cuenta la inestabilidad emocional a la que se ve sometida cada sesión. Debido a la carga y frustración que pueden provocar los pacientes border, los terapeutas pueden estar tentados a abandonar la terapia con el mensaje implícito de “dejar de mortificarse”. Es recomendable limitar el numero de este tipo de paciente que se ven por día ya que el riesgo del burn out es importante. Los pacientes borderline cursan periodos de ruptura agudas con la realidad que pueden desembocar en un proceso de descompensación más permanente. En esta fase es especialmente útil emplear la terapia de apoyo, manteniendo siempre limites claros y firmes, algo que tal vez nunca les fueron establecidos durante su historia. El paciente border, intentará lograr que el terapeuta ceda ante sus demandas emocionales como consecuencia de sus manipulaciones. Se recomienda fijar de antemano la posibilidad de que el terapeuta se niegue a satisfacer las manipulaciones caracterológicas del paciente, considerándolas dentro de un contexto más amplio. Debemos mantener los limites haciéndole sentir al paciente que no lo estamos por eso ni ignorando ni abandonando. Siendo esta una función de reparentización limitada que le proporcionará criterios y normas más estables y seguras. Suelen recrear sus patrones caóticos en las relaciones interpersonales con el terapeuta, tratan constantemente de desbordar los limites personales de este. Con esta base, es posible en la sesión comprobar como sus pensamientos dicotómicos tienen correlación con la realidad. De esta manera se intenta promover que hallen una manera más realista de experimentar a los otros (no todos los perjudicaran o abandonaran). Si esto funciona las relaciones existentes se serenaran y las nuevas comenzaran de un modo un poco más adaptativo. De igual modo podrán a prender a auto-valorarse en grises y no bajo la característica dicotomía que estructura su pensamiento.
  • 37. La combinación de apoyo consistente para establecer una relación terapéutica y la confrontación amable pero sensata proporcionan los mejores beneficios terapéuticos. De esta manera estos clientes podrán hacer interpretaciones más verídicas de sus tempestuosas relaciones, deteniendo así los sentimientos de creciente vacío y depresión. Pues la clave reside en ayudar a que el paciente serene las relaciones caóticas que presenta. Relación terapéutica con clientes con trastorno de la personalidad antisocial Impronta básica en sus vínculos: Las personas con personalidad antisocial (en otro tiempo llamada psicopática o personalidad sociopática), la mayor parte de las cuales son hombres, muestran desprecio insensible por los derechos y los sentimientos de los demás. Explotan a otros para obtener beneficio material o gratificación personal (a diferencia de los narcisistas, que creen que son mejo res que los otros). Particularmente, tales personas expresan sus conflictos impulsiva e irresponsablemente. Toleran mal la frustración y, en ocasiones, son hostiles o violentas. A pesar de los problemas o el daño que causan a otros por su comportamiento antisocial, distintivamente no sienten remordimientos o culpabilidad. Al contrario, racionalizan cínicamente su comportamiento o culpan a otros. Construcción de la relación terapéutica: Los antisociales carecen de empatía y de introspección por lo que no consultan a terapia, y cuando lo hacen es por obligación y sin muchos resultados.
  • 38. Se recomienda a los clínicos que aclaren que su función no es la de juez, sino la de auxiliar o socio cooperativo en la evaluación personal del sujeto. En lugar de moralizar, el terapeuta señala las consecuencias que de otro modo podrían ser problemas no reconocidos por el paciente. Para muchos de estos pacientes la terapia se transforma en un juego en el cual intentarán hacer que el terapeuta caiga en la trampa de creer qu e su “arrepentimiento” es parte del cambio terapéutico. Una de las formas para circunscribir las luchas improductivas por el poder es admitir la vulnerabilidad a la manipulación. Así el terapeuta gana credibilidad ante la actitud del antisocial. Es probabl e que estos pacientes le mientan al terapeuta. (Beck y Freeman, 1992). Por el desafío que estos pacientes representan es clave que el profesional este atento a posibles reacciones que pueden oscilar entre las siguientes: 1) Enojo o resentimiento, 2)Cinismo o agresividad en la búsqueda de ganar el poder ante el paciente, 3) Temor o 4) Desprecio (especialmente cuando el terapeuta presenta rasgos obsesivos o compulsivos ya que verá como quebranta sus preciadas reglas). El objetivo final con estos pacientes consiste en conseguir un sentimiento de apego (Benjamín, 1996, citado en Millon y Davis, 2001). Se trata de sujetos que no han tenido figuras que les proporcionasen el calor y cuidados necesarios para acceder a experiencias de apego. Han desarrollado creencias básicas del tipo “Si no ataco yo primero, seré la victima” y han desarrollado un patrón de personalidad que bien se resume en la siguiente frase que plantean Millon (2001): “Haré lo que quiera cuando quiera”. Dado que son incapaces de cambiar mediante la
  • 39. introspección, es necesario incluir otras estrategias, como las técnicas cognitivo conductuales en las que el terapeuta se vuelve un progenitor para el paciente (reparentización limitada propuesta por Jeffrey Young), empleando técnicas de educación más efectivas desde una posición firme y amable o colocándolo a él en un lugar en el cual deba brindar cuidados (ej. mascota). El terapeuta debe ser practico y actuar como si fuera su conciencia o de lo contrario padecerlos. La mayoría de las intervenciones están destinadas a contenerlos y se plantean objetivos modestos de cambio. La relación terapéutica con sujetos con trastornos de personalidad del grupo C: Los pacientes incluidos en este cluster son tal vez los más gratos para los terapeutas debido a los aspectos contratransferenciales y reacciones que despiertan. Sin embargo, por resultar muchas veces pacientes más labiles ante la manipulación o más propensos a cumplir con las pautas del tratamiento al pie de la letra, el terapeuta corre el riesgo de potenciar los rasgos que generan dificultad en sus vidas. Relación terapéutica con clientes trastorno de personalidad por evitación Impronta básica en sus vínculos: Los pacientes con trastornos de personalidad evitativo son muy sensibles a la humillación y desaprobación social. Se trata de personas que presentan un patrón de inadecuación y que temen que sus deficiencias queden expuestas ante la critica y el ridículo. Estos pacientes presentan un conflicto entre el deseo de acercarse a la gente y el temor a la desilusión cuando tratan de relacionarse. Las personas con una personalidad evitativa es hipersensible al rechazo o la decepción.
  • 40. Estas personas tienen un fuerte deseo de recibir afecto y de ser aceptadas al tiempo que sufren abiertamente por su aisl amiento y falta de habilidad para relacionarse con los otros. A diferencia de aquellas con una personalidad límite, las personas con una personalidad evitativa no responden con cólera al rechazo; en vez de eso, se presentan tímidas y retraídas (con rasgos similares a los de la fobia social). Construcción de la relación terapéutica: Una cualidad indispensable del terapeuta es la paciencia para poder establecer una relación del confianza con el sujeto evitativo. Dado que tienden a sentirse evaluados negat ivamente en la mayoría de sus relaciones, son muy reacios a expresarse abiertamente en la terapia. En consecuencia, necesitan saber que el terapeuta y la terapia será diferente. El antídoto para estos pacientes es la empatía precisa y el apoyo no critico. La tranquilización, el ir despacio y la aceptación son esenciales. Si estos clientes se sienten juzgados, impacientes, criticados o atacados su impulso inmediato es a aislarse. Es clave que el paciente se sienta libre de marcar tiempos, de decir que se siente presionado sin que esto destruya la relación terapéutica ni despierte ira en las personas a quien respeta. El poder hablar en la sesión acerca de la propia relación terapéutica puede ser considerado un progreso, sin embargo, muchos pacientes lo sienten como algo muy amenazador en un inicio. Por otra parte también suelen temer a defraudar a los demás pudiendo incluso simular su mejoría o diciendo lo que el terapeuta quiere escuchar.
  • 41. En ciertas ocasiones ponen excusas para cancelar las sesiones, poner excusas, alegar que no poseen disponibilidad, etc. El error del terapeuta es reaccionar mostrándose critico, hostil, impaciente o indiferente. Cuando se aplican técnicas cognitivas que impliquen corregirlo, interrumpirlo, señalarle algo, se recomienda es tar atento a los aspectos vinculares con él (Beck y Freeman, 1990). Una vez ganada la confianza inicial el terapeuta podrá trabajar los problemas con mayor libertad. Relación terapéutica con clientes con trastorno de la personalidad por dependencia Impronta básica en sus vínculos: Se trata de personas quienes desean sentir que los otros les cuidan y protegen. Se caracterizan por su baja confianza en sí mismas y manifiestan una intensa inseguridad. A menudo se quejan de que no pueden tomar decisiones y de que no saben qué hacer o cómo hacerlo. Son reacias a expresar opiniones, aunque las tengan, porque temen ofender a la gente que necesitan. Necesitan que alguien se ocupe de ellos, y buscan sustitutos instrumentales competentes ante los cuales se someten para no tener que afrontar problemas. Al dejar sus vidas en las manos de los demás, abruman a sus compañeros con su adhesión, y a su vez se vuelven vulnerables al abandono. Algunas formulaciones interpersonales del desarrollo de la personalidad dependiente hacen hincapié en la sobreprotección paternal la excesiva preocupación y cuidados, y en la desaprobación activa de la autonomía como las principales vías de desarrollo.
  • 42. Construcción de la relación terapéutica: La propia relación terapéutica les aporta de manera natural los recursos de los que piensan que carecen en su vida diaria. En efecto, el terapeuta se convierte en un tipo de cuidador sustituto que les escucha con atención y les ofrece aceptación, seguridad y empatía para contrarrestar la critica y la culpabilidad que los dependientes acumulan en si mismos (Beck y Freeman, 2001). La terapia inevitablemente tiene un comienzo favorable y crean la impresión de que el progreso será rápido y seguro. Pero las trampas terapéuticas también están presentes. El dependiente habla cuando es necesario y escucha cuando debe escuchar. Sigue todas las instrucciones y complace en cada palabra de suplica o de aprobación. El mayor riesgo es que estos pacientes son los “soñados” en el sentido de que nos complacen y hacen sentir bien para no perdernos. El mayor riesgo es caer en aspectos más maternales y de cuidador propios de los que estamos en el ámbito de la ayuda a otros, y que fomentemos estos caracteres dependientes en el sujeto en vez de encauzarlo hacia la autonomía. Es relevante hacer hincapié en que el terapeuta conozca sus propias vulnerabilidades y rasgos de personalidad. Pues los terapeutas más narcisitas tienden a tomar riendas de esta directividad y poder que nos permite el dependiente. Estas relaciones terapéuticas son patológicas ya que lo que hacen es trasladar el patrón dependiente del cliente al microcosmos del despacho del terapeuta, estableciendo los mismos círculos viciosos que han definido a la vida del cliente y le han dado suficientes razones para empezar la terapia. Resultados similares ocurren con terapeutas con rasgos más maternales, que empujan interpersonalmente más de lo que puede ser habitual en ellos con otros pacientes.
  • 43. Deben aprender a interactuar con los demás de manera que se fomente la individualización en lugar de la sumisión. Aunque el terapeuta puede usarse como una base segura a la que puede acudir el dependiente, ambas partes deben entender desde el comienzo que la dependencia es justamente el problema. Si bien estos pacientes suelen mejorar rápidamente, los resultados acaban con el fin del tratamiento. El final de la terapia significa una perdida del vinculo con el terapeuta y un posible retorno a los sentimientos de soledad e indefensión: “la muleta desaparece”. Relación terapéutica con clientes con trastorno de la personalidad obsesivo- compulsivo Impronta básica en sus vínculos: Las personas con personalidad obsesivo-compulsiva son formales, fiables, ordenadas y metódicas pero a menudo no pueden adaptarse a los cambios. Son cautos y analizan todos los aspectos de un problema, lo que dificulta la toma de decisiones. Aunque sus rasgos son consonantes con los estándares culturales de occidente, estos sujetos toman sus responsabilidades con tanta seriedad que no toleran los errores y prestan tanta atención a los detalles que no pueden llegar a completar sus tareas. Sus responsabilidades les crean ansiedad y raramente encuentran satisfacción con sus logros. Se los ha llamado personalidad hipernormal, ya que buscan que los otros los consideren cabales, exitosos y maduros. Resultan ser personas artificiosas en cuanto a las interacciones interpersonales. El proceso interpersonal con estas personas requiere de una gran inversión de tiempo y energía. En general se trata de sujetos cuya infancia se caracterizó por la sobreprotección, control excesivo y déficit en la recompensación de logros.
  • 44. Construcción de la relación terapéutica: Al principio aceptan al terapeuta como una autoridad o un experto . A medida que avanza la terapia tienden a desvanecerse ya que comienzan a establecer una confianza mutua como seres humanos. Aprenden que el terapeuta no posee todas las respuestas a sus dilemas y a aceptar en cierta forma las diferencias individuales. Si bien por sus rasgos característicos cumplen adecuadamente con las tareas y prescripciones terapéuticas, presentan un gran déficit a la hora de conectarse emocionalmente. Las emociones suelen ser equiparadas a la pérdida de control lo cual les atemoriza. Los terapeutas más directivos o confrontadores pueden revivir inadvertidamente las experiencias evolutivas tempranas del compulsivo, lo cual refuerza su tendencia a la autocrítica e irritabilidad no manifiesta. Puede generarse así una dinámica viciada en la cual el terapeuta se frustra y siente desorientado por la intelectualización del paciente, y este sintiéndose avergonzado se encierra más tras una barricada de lógica y racionalidad. Esta fijación en los detalles, desafectivización y racionalidad puede despertar reacciones de tremendo aburrimiento en el terapeuta. En su afán de empatia y calidez, el terapeuta debe también moderar sus intentos por acceder a información más de tipo emocional . Estos pacientes se sienten amenazados ante la posibilidad de que sus sentimientos afloren, por ende, ante un intento excesivo o apresurado del terapeuta de hacerlos manifiestos, sólo aumentaran su ansiedad.
  • 45. CAPITULO IV: GUÍA PRÁCTICA PARA EL TERAPEUTA COGNITIVO COMPORTAMENTAL EN EL ABORDAJE DE LOS PACIENTES CON TRASTORNOS DE PERSONALIDAD A continuación señalaremos una serie de recomendaciones para el terapeuta que trabaje con pacientes con trastornos de la personalidad a fin de que pueda establecer una adecuada alianza terapéutica y consecuentes mejores resultados en la vida del paciente. En esta especie de guía practica mostraremos las conclusiones o los puntos recabados que nos resultan de mayor relevancia para el terapeuta. Estos se postularan de la siguiente manera: 1. Los cuidados básicos del terapeuta: 1.1) Dificultades y 1.2) Factores de auto- protección 2. Uso de la relación terapéutica en general: 2.1) Requisito previo o sine qua non y 2.2) Técnica 3. Recomendaciones diferenciales y especificas en el manejo del vinculo con pacientes con los distintos trastornos de personalidad: 3.1) Cluster A, 3.2). Cluster B y 3.3) Cluster C 1. Los cuidados básicos del terapeuta: dificultades y auto-protección Para que exista una buena relación terapéutica, es necesario que el profesional comience por regular algunas dificultades personales vinculadas a la practica clínica y que procure aumentar los factores autoprotectivos que evitan el burn out que este tipo de pacientes suelen generar en su persona.
  • 46. 1.1 Dificultades por parte del terapeuta: Enumeraremos a continuación algunos de los problemas que transita el clínico y que pueden afectar su disponibilidad física y afectiva dentro de las sesiones. Estado físico: - Cansancio: Dificulta la concentración necesaria para escuchar y actuar adecuadamente. Los pacientes con un trastorno border por ejemplo pueden provocar una mayor fatiga ante una de sus explosivas crisis. - Incomodidad: Las condiciones del lugar o características del encuentro pueden entorpecer la comunicación. Un ambiente pequeño puede generar dificultades para mantener los espacios que requieren los pacientes del cluster A. - Enfermedad: Los malestares físicos influyen negativamente en su estado de animo lo cual dificulta la plena escucha. La empatía y la paciencia se pueden ver limitadas por un estado inadecuado de salud. Además la relación tiene una función modélica que debemos tomar con responsabilidad. - Falta de motivación: Debemos estar atentos a nuestro propio estado de animo y a nuestra propias capacidades y limitaciones. Probablemente sea difícil para un terapeuta sentirse motivado tras haber realizado una innumerable serie de consultas de pacientes con trastornos severos de personalidad. Conflictos emocionales: En estos casos cuando el orientador capta más sus ruidos emocionales que el mensaje del interlocutor, si no logra eliminar esos ruidos, entonces no podrá tener una buena escucha. El terapeuta debe ser consciente de cuando sus propios problemas limitan la labor terapéutica. de lo contrario las reacciones contratransferenciales inapropiadas podrán aflorar más fácilmente.
  • 47. Preocupación por la respuesta: Es frecuente, sobre todo en terapeutas incipientes, estar demasiado preocupados por la respuesta que deben dar, lo cual disminuye la concentración en la escucha. Ocurre que se gastan más energías en acallar sus propios miedos, preparando las respuestas, que en escuchar los problemas del interlocutor. Esto se incrementa cuando se asocia al fenómeno descrito por Nunnaly (1971) como “la ansiedad del mensaje”, es decir cuando el tema planteado es tabú para el orientador (sexo, religión, etc). Este tipo de ansiedad podría ser interpretada erróneamente por los distintos tipos de pacientes. Por ejemplo el narcisista podrá aprovechar nuestra actitud dubitativa para desprestigiarnos o el paranoide le atribuirá intenciones ocultas a nuestra respuesta ansiosa. Auto-conocimiento: Hemos visto que si determinados rasgos de personalidad del terapeuta no son reconocidos por este, pueden combinarse o chocar explosivamente con los del paciente. Ya decía Young “El medico debe conocer su ecuación personal, para no violentar al paciente”. La estrategia consiste en conocer nuestras vulnerabilidades caracterológicas para poder prever nuestras reacciones ante determinados pacientes. 1.2. Factores de auto-protección para el terapeuta Algunas de las sugerencias que refieren Beck y Freeman (1990) para el terapeuta quien trabaja con pacientes con trastornos de personalidad son: - Tener extrema paciencia - Establecer objetivos realistas - Poseer seguridad en si mismo y un estilo interpersonal asertivo - Tener un sentido claro de los limites personales - Gran sentido del humor
  • 48. Terapeutas experientes en este tipo de patología como Cory Newman recomiendan también no llenar la consulta con demasiados pacientes que sufran un trastorno de personalidad. Así también, para afrontar el burn out que fomentar este tipo de pacientes, mencionan la importancia de que el terapeuta se integre a grupos de supervisión con colegas (es decir desahogarse con un colega o terapeuta propio en vez de con su familia o con el propio paciente). Es fundamental que el terapeuta se cuide primero a si mismo, logrando así también que sus pacientes se vean beneficiados (como ocurre con la “máscara de oxígeno” en el avión) y que los suyos no se vean perjudicados. 2. Uso de la relación terapéutica 2.1. Requisito previo o “sine qua non” Ha sido demostrado que la alianza terapéutica resulta ser un buen predictor de los resultados conseguidos por todas las corrientes terapéuticas (Luborsky, 2000). Las principales variables precursoras de una buena relación terapéutica son entre tantas: Variables generales: - La selectividad interpersonal paciente terapeuta - Vínculo positivo - Acuerdo en los objetivos y en las tareas - Cambios en las relaciones actuales a través del vinculo establecido Variables del terapeuta que favorecen el vinculo - Empatía, calidez y sentido común - Centrar las actividades terapéuticas en el aquí y ahora y orientar las temáticas - Habilidades sociales y tacto para comunicar adecuadamente los malentendidos - Salud psicofísica del mismo
  • 49. Variables del paciente que determinan el vinculo - Las relaciones sociales y familiares del paciente a lo largo de su vida (apego). - La motivación y expectativas respecto al tratamiento - Rasgos característicos de su personalidad Variables comunicacionales: - Una actitud empática - Mantenimiento de un constante feedback - Proporcionar una adecuada escucha La importancia de considerar a la relación terapéutica como un constructo plausible de ser mejorado en favor del proceso terapéutico adquiere vital relevancia con pacientes diagnosticados con trastornos de personalidad. Pues se trata de personas quienes no ha establecido un adecuado apego en su desarrollo ni han logrado establecer adecuadas relaciones interpersonales en la posterioridad. 2.2. Uso de la relación terapéutica como técnica El vinculo con el terapeuta, además de servir como “sine qua non” del clima de confianza necesario para la situación de consultorio, ha comenzado a ser empleada como una forma de re-educar las relaciones interpersonales del sujeto. En este sentido puede ser emplearse para: - Evaluar la modalidad vincular del paciente y determinar el tipo de desorden caracterológico - Modelar vínculos más adaptativos mediante: 1. La instancia de confrontación empática 2. El uso de la reparentización limitada
  • 50. 3. Recomendaciones diferenciales y especificas en el manejo del vinculo con pacientes con los distintos trastornos de personalidad. Siguiendo la clasificación del DSM-IV, podemos aproximarnos a comprender más las diferencias y especificidades de la relación terapéutica con cada tipo de paciente. De esto modo lograremos manejar de un modo más efectivo el vinculo previniendo abandonos en el tratamiento, reacciones inadecuadas de nuestra parte e incluso reconociendo nuestros propios limites de intervención. Resumiremos entonces las recomendaciones y precauciones que en cada caso resulta conveniente adoptar. 3.1 La relación terapéutica con sujetos con trastornos de personalidad del grupo A Clientes Paranoides Impronta básica en - “No puedo confiar en nadie” sus vínculos - “Los demás me estafan y dañan”. - Acepte abiertamente la desconfianza - Aborde el tema de la confianza a través del motivo de consulta Construcción de la - Tranquilice al paciente proporcionándole un control mayor obre la dinámica de relación terapéutica las sesiones - Evite la confrontación directa - Maneje su propia ansiedad - Tenga mucha paciencia, tómese el tiempo necesario - Contenga sus sentimientos de defensa y hostilidad - Emplee el sentido común y tacto Clientes Esquizoides Impronta básica en - “Los otros no significan nada para mi” sus vínculos - “No necesito el contacto” - Establezca objetivos consonantes - Recuerde que es preferible que el cliente tenga una experiencia terapéutica breve y positiva - Mantenga una postura cálida y empática al comienzo, y más directiva luego Construcción de la - Cuide su lenguaje verbal y paraverbal; puede ser sujeto a erróneas relación terapéutica interpretaciones - Es improbable que el paciente valore la relación terapéutica; no se frustre por esto - Sea creativo y busque motivaciones para mantener reforzado al paciente - Este preparado para obtener en mucho tiempo pequeños logros
  • 51. Clientes Esquizotípicos Impronta básica en - “Los demás tienen intenciones mágicas especiales” sus vínculos - Podrá ser visto por el paciente como un intruso, tenga entonces mucho tacto a la hora de generar la confianza - Acepte el distanciamiento y los largos silencios del paciente manejando su propia ansiedad Construcción de la - Tenga una extraordinaria paciencia relación terapéutica - Mediante el vinculo, modele patrones normales de relación interpersonal - Apele a la empatía y calidez humana para que esta experiencia pueda ser reforzante y generalizada por el paciente 3.2. La relación terapéutica con sujetos con trastornos de personalidad del grupo B Clientes Histriónicos Impronta básica en - “Necesito ser admirado y amado” sus vínculos - Sepa que será inicialmente considerado un “salvador omnipotente”; no refuerce esta glorificación - No deje que el paciente acomode o minimice los objetivos a fin de cumplirlos rápidamente y agradar - Planifique las sesiones y no se deje cautivar por los relatos superficiales del Construcción de la paciente relación terapéutica - Si es terapeuta mujer, sepa que el paciente le confiera sentimientos de rechazo o celos; si el paciente es de su sexo opuesto, manténgase alerta de las posibles insinuaciones provocativas o de conquista - Controle sus reacciones: va a sentirse absorbido o avasallado - Busque una relación cooperativa y mediante el descubrimiento guiado fomente mayor autonomía en el cliente - Enséñele a comunicarse asertivamente con los otros a fin de que no generen en otros el mismo agobio que generó en ud. Clientes Narcisista Impronta básica en - “Mis deseos son tus deseos” sus vínculos - “Yo soy superior, tu no vales” - Cuando evalúe a estos pacientes espere cuestionamientos o resistencias de él (querrá ver los test, pedirá 2 opiniones, etc) Construcción de la - No se vea envuelto en un apoyo excesivo: pueden creer que por eso valen relación terapéutica menos o que por su grandiosidad merecen mas (ambos aspectos negativos) - Este atento con las combinaciones letales: a. Si ud tiene rasgos narcisistas, no se alíe en una sociedad de retroalimentación petulante b. Si ud es inseguro o principiante no se sienta desaprobado
  • 52. Sigue narcisistas - Cuide sus reacciones ante la desvalorización del paciente Construcción de la - No le iguale con otros pacientes, sería lo peor para él relación terapéutica - Empleé táctica para no acentuar la “herida narcisista” - Establecida la confianza, seleccione reacciones que haya generado en ud y señáleselas con sutileza Clientes Borderline Impronta básica en - “Me enfadaré mucho si tratas de dejarme” sus vínculos - Puede resultar en un vinculo adecuado al inicio, que disminuirá en tanto el paciente crea que ud no le cuida demasiado, no se alarme - Este preparado para afrontar frecuentes saboteos cuando la terapia avance - Controle sus respuestas contratransferenciales Construcción de la - Limite el numero de este tipo de paciente en su consulta relación terapéutica - En las crisis del paciente aparecen los patrones caóticos en las relaciones interpersonales; apóyelo aquí con empatia y limites claros, firmes y estables (reparentización limitada) - No ceda ante las demandas emocionales excesivas, ni deje que lo manipule - Recuerde que el objetivo es serenar y matizar (llevar a grises) sus emociones de amor – odio ante los otros - Apoye consistentemente y emplee una confrontación amable cuando la relación se haya afianzado Clientes Antisociales Impronta básica en - “Si no ataco yo primero, seré la victima”; “prefiero entonces despreciarte” sus vínculos - “Haré lo que quiera cuando quiera” - Dado que carecen de empatía y de introspección, crear el vinculo no es tarea fácil Construcción de la - Preséntese no en rol de juez, sino la de auxiliar o socio cooperativo relación terapéutica - No entre en su juego de manipulación cuando le diga que se “arrepiente”, recuerde que carecen de este sentimiento - Para evitar luchas de poder, explicítele que por su vulnerabilidad a ceder, ud será muy firme en sus posturas (así ganará credibilidad) - Contenga sus reacciones de: enojo, cinismo, temor, desprecio. - Si ud posee rasgos obsesivos, conténgase aun más ante este quebrantador nato de normas - Busque conseguir un sentimiento de apego que estos pacientes probablemente nunca desarrollaron (sea cálido y cuidadoso con él) - Emplee la reparentización limitada: de cuidado y responsabilícelo a el de ejercer cuidado a otros también - No apele a la introspección como estrategia - Sea practico - Actúe como la conciencia del paciente
  • 53. 3.3. La relación terapéutica con sujetos con trastornos de personalidad del grupo C Clientes Dependientes Impronta básica - “Cuida de mi y protégeme” en sus vínculos - Brinde escucha, aceptación y seguridad a través de un vinculo empático para contrarrestar la critica y culpa que han incorporado - Inicialmente verá un progreso rápido, pues debido a su gran dependencia hará todo lo que le indiquen para no ser abandonado Construcción de - No caiga en las trampas terapéuticas que suelen ocurrir con estos pacientes “ideales”; la relación recuerde que mediante el buen vinculo podemos apelar a una reparentización limitada pero terapéutica encauzada hacia la autonomía - Sea consciente de sus propios rasgos: Si posee rasgos narcisistas: cuide ser muy directivo ya que esto contribuye con la dependencia Si presenta rasgos maternales: controle sus excesivos cuidados que pueden confirmar la necesidad de ser protegidos que albergan los pacientes - Ante todo fomente autonomía e individualización; no funcione como su “muleta” - Prevea la culminación del proceso terapéutico, ya que suelen haber importantes recaídas. Clientes Evitativos Impronta básica - “Quiero gustarte, pero se que me odiaras” en sus vínculos - Mantenga una notable paciencia para lograr construir un clima de confianza, vaya muy despacio y no lo presione - Temen a ser dañados por tanto proporciónele una empatía precisa y el apoyo no critico. - Este atento a sus simulaciones de mejora motivadas por su temor a defraudarle; no se deje engañar si plantea el discurso exacto que ud desearía escuchar Construcción de - No reaccione negativamente cuando cancela sesiones o pone excusas para evitar la relación - Las correcciones y señalamientos requieren de una gran delicadeza y feedback terapéutica - Muéstrele que su valía personal se mantiene aun con estos señalamientos Clientes Obsesivos – Compulsivos Impronta básica - “No quiero equivocarme” en sus vínculos - “Tu sabrás que soy perfecto” - Inicialmente lo aceptaran como un experto, luego esta imagen cobrara carácter más humano e imperfecto Construcción de - Tendrá éxito en el cumplimiento de las tareas pero notará un gran déficit a la hora de la relación conectarse emocionalmente (esto causa alta ansiedad en el paciente) terapéutica - No sea demasiado directivo o confrontador, esto podría hacerle reexperimentar vínculos tempranos que refuercen su autocrítica generando tristeza, ansiedad o irritabilidad. - Prevea sentirse aburrido ante la intelectualización o desafectivización de estos pacientes - Modere los intentos de acceder a las emociones y afectos del paciente, pues ellos temen mucho a esa perdida de control emocional
  • 54. Para finalizar... Es importante sensibilizarnos y comprender que al trabajar con estos pacientes, e independientemente de sus rasgos de personalidad nos encontramos ante seres humanos que probablemente no pudieron atravesar un adecuado apego y que no han podido tampoco establecer vínculos saludables. En el fondo de cada uno de estos seres humanos quizá resuene un verso similar al que citamos a continuación: “Tengo miedo de decirte quien soy, porque si te lo digo, puede ser que no te guste como soy, y resulta que... esto es todo lo que tengo.” J. Powel Tal vez y aún desde nuestra orientación cognitivo-conductual, estemos pudiendo empaparnos de lo que ya señalaba Maslow: “Solamente mediante otro ser humano podemos obtener respecto, protección y amor completo satisfactorios y sólo otros seres humanos podrían recibir esto de nosotros”. Así pues decía también que la persona psicológicamente enferma es “aquella quien nunca ha tenido suficientes buenas relaciones con otros” (citado en Madrid, 1986). En respuesta a esto que la investigación ha comenzado a demostrar que es cierto, vemos que la relación terapéutica parece ser un marco e instrumento adecuado para reconstruir limitadamente las relaciones interpersonales de estos sujetos. ________________________ Lic. Psic. Maira Tiscornia