Darse cuenta es el primer paso imprescindible para resolver un problema. Reconocer y aceptar que se es adicto a una conducta determinada es lo más importante en la recuperación. Pero a partir de ahí hay un camino por recorrer, y es en ese momento cuando hay que decidir la ayuda a elegir. [...]
FARMCOCINÉTICA Y FARMACODINAMIA DE LOS MEDICAMENTOS TÓPICOS
Adicciones Invisibles
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ADICCIONES INVISIBLES
Cuando decimos que una persona es adicta, es común imaginar a alguien consumiendo alguna
sustancia, socialmente reconocida como adictiva y relegada al plano marginal por quienes adoptan
los barómetros tradicionales en el mundo del "bien" y del "mal", sin poder, (o ¿querer?) ir más allá
para ver lo que significan estas conductas adictivas y sobretodo, qué está poniendo de su parte el
sistema tal como está establecido, para que millones de personas insistan en tomar la vía de la
drogadicción como forma de enfrentar la vida.
Pero ahora sabemos que las adicciones ya no tienen que ver única y mayoritariamente con
sustancias que consiguen alterar los estados de consciencia, sino que en la vida cotidiana
también tenemos al alcance mecanismos que pueden convertirse en "ayudas" para escapar,
al menos temporalmente, de la realidad personal que no sabemos cambiar. Se trata de las
nuevas adicciones, que están ahí, a la vuelta de la esquina, escondidas entre la permisividad
social y la tendencia a la negación de la realidad cada vez más evidente, paradójicamente.
La adicción a la comida, al juego, al trabajo, al sexo, a las compras o a internet, no suceden por
la ingestión de una droga, pero pueden cumplir la misma función y tener consecuencias
parecidas. No todas las personas se convierten en adictas cuando realizan estas conductas y
por eso es tan importante conocer nuestros límites, para poder prevenir y calcular el riesgo.
Lo importante no es la sustancia o la actividad que se consume, sino la dependencia, y en ese
sentido, la pérdida de la libertad.
Veamos algunas de las formas modernas de adicciones:
Adicción a la comida:
Supone una ingesta compulsiva de alimentos, gratificante de inmediato pero desagradable al
cabo de poco tiempo. No es lo mismo ser adicto a la comida que "comer mucho". En la
adicción impera la gran cantidad de alimentos ingeridos y sobretodo la sensación de pérdida
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de control. También se diferencia de la bulimia en que no hay presencia de vómitos, ni uso de
laxantes, ni distorsión de la imagen corporal, y tampoco hay preocupación excesiva por el
peso. Por otra parte, las dietas que prometen adelgazar rápidamente pueden desencadenar
conductas compulsivas con la comida, después de un tiempo de contención excesiva.
Adicción al juego:
Se caracteriza por la incapacidad de autocontrol y la consecuente alteración en las otras
áreas de la vida (familia, estudio o trabajo, relaciones sociales, etc.). Como en otras
adicciones, las personas sienten que son incapaces de dejar de jugar, aún cuando desearían
hacerlo. Y cuando el dinero está presente, la cosa se complica pues se crea un círculo vicioso,
gastando más de lo planeado, para luego intentar -mediante el juego- recuperarlo y seguir
jugando incluso cuando se ha perdido todo.
Adicción al trabajo:
Uno de los más grandes valores consiste en la capacidad para el trabajo, pero cuando éste se
convierte en una forma de adicción, cambian las circunstancias. La adicción al trabajo
consiste en una implicación excesiva que progresivamente deteriora otros aspectos vitales
como las relaciones personales y el estado de salud. Esta conducta está sustentada por la
sobrevaloración del dinero, el éxito y el poder. Además, la adicción al trabajo puede
complicar las cosas cuando se acompaña de abuso del alcohol y de estimulantes, así como
desórdenes en el consumo de comida.
Adicción al sexo:
Consiste en un exceso desbordante de deseos y de conductas sexuales, que la persona no
puede controlar en el tiempo y el espacio. Es diferente a la promiscuidad o el
apasionamiento, ya que la adicción comprende una serie de sensaciones no deseadas pero
incontrolables, que suponen sentimientos de desvaloración, vergüenza y culpa intensas. Aquí
el sexo supone el alivio de un malestar y no una forma de comunicación y de expresión
afectiva con otra persona.
Adicción a las compras:
Para los adictos a las compras, el consumo domina sus vidas y transforma la percepción de
los límites. Supone la necesidad de obtener objetos, muchas veces inapropiados e
innecesarios, excediendo las posibilidades económicas. De forma general, en hombres es
común la obtención de artículos como material informático, accesorios para el coche,
equipos de música, de video, etc., y en mujeres ropa y zapatos, lencería, joyas o artículos de
belleza. La motivación es la misma: sentirse mejor, elevar la autoestima, lo cual sucede por un
corto periodo de tiempo, como en los otros tipos de adicción. La publicidad hace su gran
aporte prometiendo estatus y otras ventajas a quienes consumen estos productos.
Adicción a internet:
Supone una dedicación excesiva en tiempo e intensidad a lo que ofrece la red, especialmente
en lo que tiene que ver con las redes sociales. Internet ofrece un número ilimitado de
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satisfacciones, que pocas veces se dan en la vida cotidiana, además de la "ventaja" de
permitir el anonimato. Estímulos como sonido, imágenes, información, interacción, pueden
llegar a cubrir temporalmente los vacíos emocionales propios, aislando progresivamente a la
persona, y evitándole el "riesgo" de vivir la vida con todas sus consecuencias.
¿Cuándo una actividad se convierte en adicción?
Trabajar, comprar, jugar, tener sexo, comer, comunicarse, etc., son en principio conductas
necesarias y saludables, hasta que se convierten en lo contrario. En general, hay factores que
pueden orientarnos para saber cuándo una conducta se convierte en una adicción:
- Cuando ya no controlamos el cómo y el cuándo realizar la actividad, sino que es ésta la que
nos controla a nosotros.
- Cuando sentimos una fuerte dependencia psicológica
- Cuando perdemos el interés por otras actividades que antes nos resultaban gratificantes
- Cuando nuestra vida cotidiana se ve afectada, porque la conducta adictiva interfiere
excesivamente en ésta.
Como ya he comentado, no todas las personas se convierten en adictas. Hay ciertos
"requisitos" que ha de tener una persona para que esto suceda, unas condiciones
individuales, familiares y sociales determinadas, que hay que revisar desde el primer intento
por recuperar el control de sí misma. A partir de aquí, existen diferentes posibles
motivaciones para llegar a una adicción, como son la de superar el aburrimiento, ganar
dinero rápidamente, olvidar los problemas, sentirse más grande, más guapo o más poderoso,
menos triste o menos fracasado. Suena bien, pero el problema es que esto dura poco,
demasiado poco comparado con las consecuencias, muchas veces iguales que sus motivos:
tristeza, ansiedad, irritabilidad, pérdidas económicas, problemas laborales, sexuales, del
entorno familiar, de la vida social, etc.
¿Y ahora qué?
Darse cuenta es el primer paso imprescindible para resolver un problema. Reconocer y
aceptar que se es adicto a una conducta determinada es lo más importante en la
recuperación. Pero a partir de ahí hay un camino por recorrer, y es en ese momento cuando
hay que decidir la ayuda a elegir.
Hay que revisarlo todo, recomponer y repasar los pasos perdidos, volver a empezar. Cuando
el sistema familiar y social más cercano ayuda, todo resulta más fácil. Cuando no es así,
resulta más pedregoso el camino, pero siempre hay alguna salida si la decisión es firme.
Buscar ayuda terapéutica es una de las alternativas, porque la Psicoterapia permite hacer
esa revisión personal en compañía, en un espacio de seguridad, pero manteniendo la autoría
de la propia vida, que es justamente lo que se pretende fortalecer. Hay que desactivar
hábitos y crear otros nuevos, hay mucho trabajo por hacer, pero sobretodo hay que
comprender, investigar qué es lo que ha posibilitado que la persona haya caído atrapada en
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una telaraña de sufrimiento hasta el punto de perder su libertad.
Creo necesario además, comprender que las conductas adictivas son uno más de los
síntomas de nuestra enfermedad social, y que por eso nos interesa a todos y a todas ser
conscientes de su existencia. No es suficiente, y además resulta contradictorio, pretender
alejar a los jóvenes de las drogas, para proteger nuestro pequeño y frágil paraíso, mientras
permitimos tanto exceso bienvenido en favor de intereses más "nobles" como el estatus o el
poder, que nos impiden saborear la vida en su belleza, amar sin miedo y disfrutar de los
pequeños y grandes descubrimientos de la vida moderna.
María Clara Ruiz