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Apuntes para la escritura de ensayos historiográficos
Primera edición junio 2015
© María Margarita Flores Collazo
© HUMANITATIC 3.0
Imagen de cubierta: Clío, la musa de la historia, por Pierre Mignard (1689). Obtenida de
Wikimedia Commons, the free media repository.
Diseño de cubierta: María Margarita Flores Collazo
CONTENIDO
Palabras preliminares ...................................................................................................................................4
Introducción...................................................................................................................................................7
Definiciones...................................................................................................................................................9
Criterios para armar un ensayo historiográfico...........................................................................................11
Acerca de la selección de obras .................................................................................................................14
sobre lo que se dilucida en un ensayo historiográfico ................................................................................17
Estructura de un ensayo historiográfico......................................................................................................23
cierre abierto: La historiografía en relación con la propia Historia y otras disciplinas ................................25
Referencias .................................................................................................................................................29
Anejos ........................................................................................................................................................30
Anejo I...................................................................................................................................................31
Actividades de aprendizaje ...............................................................................................................31
anejo ii.........................................................................................................................................................38
Historiografía y Crítica I: Bibliografía...............................................................................................38
Anejo III .......................................................................................................................................................50
INTRODUCCIÓN de un ensayo historiográfico ...............................................................................50
Anejo IV.......................................................................................................................................................52
CONCLUSIÓN de un ensayo historiográfico ...................................................................................52
4
PALABRAS PRELIMINARES
Este escrito ha pasado por varias etapas. La primera vez que lo compartí fue con
estudiantes de un curso de Historiografía y Crítica, I que ofrecí en el Programa Graduado
de Historia de UPR-Río Piedras. El curso estuvo compuesto por estudiantes de primer
año de la maestría en Historia y de una estudiante de la Escuela de Arquitectura de la
misma universidad. Recuerdo algunas de sus inquietudes tan pronto como les
comuniqué que debían redactar un ensayo historiográfico como requisito del curso. Entre
ellas estaban: cómo distinguir la producción de conocimiento histórico del estudio sobre
las formas como dicho conocimiento ha sido escrito; cómo delimitar un tema
historiográfico; habrá que referirse al conjunto de obras de un solo autor o autora, o es
posible, por vía del contraste, examinar varios escritos históricos de diversos autores(as)
que tratan un mismo problema histórico; qué aspectos de la escritura valorar. Ante lo que
asumí como planteamientos muy legítimos, me di a la tarea de esbozar algunos apuntes
que les sirvieran de apoyo en su proceso de ejercer, por primera vez, como historiógrafas
e historiógrafos. Enfrentarme a crear un material educativo para estudiantes graduados,
fue un proceso arduo pero no menos provechoso incluso para mi propio aprendizaje.
En una segunda etapa, busqué afanosamente otras referencias que apuntalaban
lo que, en un momento de mi proceso formativo, iba reconociendo como ejes de
discusión historiográfica. Es decir, aquellos debates en torno a la validez de la disciplina
como generadora y portadora de conocimientos certeros acerca del pasado. Ante esto,
no podía menos que intentar aclararme a mí misma, asumir sin remilgos los límites del
ejercicio de historiar y proceder a “enseñar” la práctica fuera de sus más cuestionables
parámetros. Fue entonces cuando volví a compartir el trabajo con otros estudiantes
graduados de Historia en un curso temático. Sin embargo, por un largo periodo estuvo
resguardado en un disco externo, aunque, de cuando en cuando, hacía llegar el escrito
en calidad de borrador a estudiantes graduados de otras instituciones universitarias que
se me acercaban para que los orientara sobre cómo desarrollar un ensayo
historiográfico.
5
El público al que me dirijo puede estar situado entre estudiantes que cifran
esfuerzos hacia la consecución de un grado académico en el campo de la Historia y
colegas que imparten cursos de historiografía. Parto de la premisa de que los estudiantes
que se animen a indagar en el escrito poseen experiencia en la búsqueda de bibliografía
especializada y su sistematización, así como en la formulación de un tema-problema
histórico. Sin embargo, trato de garantizar un carácter didáctico. En las secciones que lo
ameritan, los ejemplos no escasean. Puntualizo particulares, a veces en onda reiterativa,
sobre los modos que entiendo más adecuados para dar forma y contenido a un ensayo
historiográfico. El propósito es ofrecer unas líneas generales, que les sirvan para diseñar
estrategias que faciliten el proceso de realizar un ejercicio historiográfico. Con esto queda
implícito que los estudiantes podrán, por sí mismos, aventurarse a reconocer los
parámetros básicos sobre los cuales fortalecer su pericia en la delimitación de sus temas
de interés y en la selección, uso e integración de bibliografía especializada en función de
escribir un ensayo historiográfico. Al fin y al cabo, es dable reconocer en el estudio
independiente una habilidad capaz de fomentar diálogos ajenos a prácticas de
enseñanza-aprendizaje inflexibles. Esto, en parte, explica la inclusión, entre otros, de un
Anejo titulado “Actividades de aprendizaje”. En el caso de colegas que se interesen en
leer este trabajo, comprendo que estarán mejor dispuestos a identificar los criterios que
juzguen más convenientes para iniciar a sus estudiantes como historiógrafos e
historiógrafas. Incluso, aspiro a que de la diversidad de lecturas que se generen entre
historiógrafas e historiógrafos curtidos, surjan prácticas mejoradas para apoyar a los
jóvenes estudiantes que realizan sus primeros pinitos en la crítica historiográfica.
De lo antes dicho se infiere que en la etapa actual decidí que era tiempo de poner
a circular el escrito fuera de mi disco externo. En plena confianza sobre las posibilidades
que ofrece la Internet para crear y compartir conocimientos de diversa índole, volví a
revisarlo, le di otro formato e incluso me dispuse a dar un paso más. Esta vez me
aventuro a difundir el trabajo con mi propia marca digital: HUMANITATiC 3.0. Desde el
primer borrador a este momento, mucho han cambiado las formas y los medios de
difundir conocimientos. Es más, mucho también se ha visto impactada la práctica de
pensar y hacer la Historia. Este no es el espacio para discutir sobre tales particulares.
6
Sin embargo, hago entrever lo que hoy es mi manera de tantear otros rumbos que, sin
abandonar la rigurosidad, se apresten a democratizar las maneras de compartir,
cuestionar, transformar el cúmulo de saberes que dan cuenta de las complejas formas
de imaginar, pensar, crear, habitar espacios y temporalidades diversas desde nuestros
múltiples modos de sumarnos a la experiencia de pertenecer al género humano.
María Margarita Flores Collazo
7
INTRODUCCIÓN
Por muchos años, en escuelas secundarias e instituciones universitarias de
Puerto Rico, han circulado los textos escolares de historia general de la autoría de José
C. Ibáñez. En uno de ellos, el titulado Historia Antigua y Medieval, leí la siguiente
aseveración: “Historia es la narración cronológica y verídica de los acontecimientos del
pasado”. En guisa de hacernos memorizar lo afirmado por el autor del texto escolar, mi
maestra de Estudios Sociales la repetía continuamente. Acepté sin resistencia la
definición. Pero, en mi proceso de formación como estudiante universitaria interesada en
la disciplina histórica, trataba de digerir la palabra narración junto con la noción ciencia
histórica con la que comenzaba a relacionarme en la práctica. Asimismo, me confronté
con otras formas de asumir ciertas categorías que Ibáñez vinculaba con la disciplina
histórica. En mi ejercicio como profesora e investigadora en este campo, un reencuentro
con su libro de texto me conduce a manejar desde miras bastante más experimentadas
o críticas lo que subyace en la memorizada (y no menos memorable) noción.
Luego de ofrecer su definición de Historia, Ibáñez exponía una clara jerarquía del
tipo de fuentes sobre las que el historiador/investigador realiza sin equívocos su
indagación acerca del pasado. La jerarquía encierra una idea de tiempo-progreso lineal
que, de algún modo u otro, remite al surgimiento de las épocas de la historia y con ello
al desarrollo progresivo de las “civilizaciones”. Las fuentes aparecen ordenadas y
clasificadas del siguiente modo: Tradiciones (“testimonios orales, relaciones vagas,
transmitidas de boca en boca y de generación en generación”); Monumentos (“todas
aquellas construcciones levantadas por el hombre con el objeto de conmemorar algún
suceso importante o transmitir a la posteridad el recuerdo de un personaje ilustre…”); y
Narraciones, anales y crónicas. Esto es “la exposición de los hechos por medio de la
escritura” (1-2). Este último tipo de fuentes es la que da cuenta del surgimiento de la
historia, para la cual Ibáñez destaca varias ciencias que auxilian al historiador en el fiel
cumplimiento de su “ardua tarea”. Para el caso que nos concierne, me concentraré en la
que llama crítica histórica.
8
La crítica histórica es la que “analiza minuciosamente todas las fuentes, enseña a
distinguir entre lo verdadero y lo falso y su grado de autenticidad” (2). En este último
particular, el autor es bastante ambiguo. No queda claro si las fuentes a las que alude
también incluyen las narraciones que los historiadores producen. Lo que sí es
enteramente indudable, es que para Ibáñez la función de la crítica histórica no era otra
que la de verificar y enseñar las propiedades de verdad que las fuentes poseen sobre el
pasado. En realidad, Ibáñez suscribía la tradición erudita de la crítica histórica gestada
por el humanismo renacentista. El erudito y paciente hurgamiento de los textos de la
antigüedad clásica condujo a los humanistas renacentistas a someter los documentos,
previamente elevados al rango de reliquias históricas, a una crítica interna incisiva capaz
de despejar dudas acerca de su falsedad o fidelidad. 1 La rectificación de los
anacronismos geográficos y cronológicos, las tergiversaciones jurídicas y los errores
gramaticales era, en efecto, la función más preciada de la crítica histórica.2
En 1984, cuando surgió la cuadragésima cuarta edición del susodicho texto, la
noción de crítica histórica acogida por Ibáñez había sido ampliamente retada desde
muchos frentes académicos, incluyendo el constituido por la historiografía
puertorriqueña. En ese entonces, cumplí cuatro años de estudios universitarios y me
orientaba a proseguir estudios de Maestría en el Programa Graduado de Historia de la
Universidad de Puerto Rico. Por tanto, ya estaba en mejor disposición para asumir la
crítica histórica y la noción historiografía que la implica como aspectos imprescindibles
en el ejercicio de descifrar las voluntades orientadas a pensar y hacer la Historia. Lo que
prosiguió a partir de ese momento, es parte de lo que comparto en este escrito, sin mayor
pretensión que la de continuar aprendiendo a aprender
1 Ejemplos concretos de las implicaciones políticas de la crítica histórica erudita llevada a cabo por
humanistas renacentistas los ofrecen Grafton y Moradiellos.
2 Esto lo plantea Moradiellos al referir al interesante caso del humanista del siglo XV, Lorenzo Valla, quien
demostró la falacia del documento Donación de Constantino (Donatio Constantini), en el que
supuestamente Constantino legaba al papa Silvestre I y sus sucesores la soberanía sobre Roma, la
península itálica y todas las regiones que componían entonces el Imperio de Occidente (133).
9
DEFINICIONES
El artículo de Javier Rico Moreno, titulado “La historiografía como crítica: apuntes
para una teoría de la historiografía”, es punto de partida en mis intentos de precisar unas
definiciones para historiografía y ensayo historiográfico que, sin duda, no dejan de ser
bastante escurridizas (Rico Moreno 141-152). En términos específicos, la historiografía
es el estudio de las obras que tienen por objeto la dilucidación de un tema-problema
histórico. Sin embargo, el asunto no queda ahí. El concepto historiografía también refiere
al conjunto de obras producto de la indagación sobre el pasado. El hecho de que un
conjunto de obras de historia (española, caribeña, hispanoamericana, africana…,
moderna, contemporánea, colonial, poscolonial…) corresponda a lugares de cultura
diversos, conlleva que al término historiografía se le añada la acepción de operación,
práctica, forma de pensar y hacer la Historia. Por ser el estudio de un conjunto de
obras históricas producidas al interior de variopintas formaciones temporales y
espaciales, la historiografía se constituye, además, en un ejercicio crítico. Dicho
ejercicio remite a una disciplina -la crítica historiográfica- que, como indica Rico
Moreno “… adquiere su especificidad de la integración de los diversos aspectos del saber
histórico” (149). Esto, según Rico Moreno, “exigirá del crítico una sensibilidad que le
permita reconocer la interacción entre historia y cultura” (149).
Uno de los actos de escritura que abarca la crítica historiográfica es el ensayo
historiográfico. Este constituye un ejercicio de análisis crítico que tiene por objeto las
obras (libros, artículos, conferencias, tesis) de autores que han planteado formas
específicas de producir conocimiento histórico a tenor con su interés de explicar,
interpretando, un tema-problema histórico. En un análisis historiográfico crítico se
abordan los enfoques temáticos, los objetivos, el acercamiento teórico-conceptual y los
métodos que informan el conjunto de obras analizadas. Por otro lado, un ensayo
historiográfico sirve para exponer el perfil del autor o de los autores estudiados. Esto es,
inquiere sobre las tendencias epistemológicas, éticas e ideológicas que, a partir de
tiempos y espacios determinados, conducen al autor o los autores del acopio bibliográfico
examinado. De estas particularidades se desprende que la historiógrafa y el
historiógrafo son creadores de saberes acerca de las diversas aproximaciones a los
10
acontecimientos históricos. De ahí que, como apunta el historiador puertorriqueño, Mario
Cancel, en ¿Qué es Historiografía?: “Para la Historiografía, la obra de historia es el
acontecimiento; la escuela historiográfica es el proceso; el historiador es el personaje”.3
El historiógrafo localiza, identifica, selecciona, organiza la bibliografía
especializada para analizar los modos como otros han producido escritos mediante la
utilización de una amplia gama de artefactos culturales o, lo que en términos más
tradicionales se reconocen como fuentes primarias –entiéndase documentos de
archivos, fotografías, mapas, restos arqueológicos, monumentos, obras literarias,
artísticas, etcétera–. De ahí procede a detectar los argumentos y entendidos que operan
tras las teorías, los conceptos, los métodos, las técnicas que amparan las narrativas
compuestas por el o la historiadora.
Pero al mismo tiempo que traza el perfil de quienes establecen temporalidades,
relaciones causales, modelos de explicación, procedimientos de comprobación
relacionados con eventos del pasado, el historiógrafo y la historiógrafa también legitiman
su propia formación intelectual, sus criterios ideológicos, sus valores éticos, etcétera,
vinculados al contexto desde el que realiza su crítica historiográfica. Por tanto, en un
sentido más extenso, una historiógrafa recela tanto como crea sospechas no solo en
torno a la validez de hacer asequible el pasado mediante el lenguaje escrito, sino también
respecto a los recursos (teóricos, metodológicos y narrativos) que emplea para la puesta
en miras de la crítica que ejerce.
3 Por escuelas historiográficas (también identificadas como corrientes o tendencias) debemos entender los
procesos (teóricos, metodológicos, técnicos, narrativos) de los que lecturas críticas pueden extrapolar los
principios epistemológicos, ideológicos y éticos que enmarcan los temas-problemas históricos estudiados.
Dicho esto, solemos admitir como corrientes historiográficas la grecolatina o clásica, la humanística, la
nacionalista o romántica, el positivismo, el historicismo, la materialista, la Escuela francesa de los Annales,
la estructuralista, la posestructuralista, entre otras. Ahora bien, vale advertir que no siempre resulta tan
nítido establece características que las distingan. Los y las historiadoras, así como los mismos
historiógrafos o historiógrafas, pueden, en aras de explicar su objeto de estudio, llegar a realizar una suerte
de guion desde miras que aluden a entrecruzamientos de aquellos procesos y también a las maneras
como se acomodan (no sin tensiones) a las ideas, valores, principios, ideologías que dan forman a los
contextos desde donde se apuestan diversos modos de atribuir explicaciones tanto como producir
conocimientos.
11
CRITERIOS PARA ARMAR UN ENSAYO HISTORIOGRÁFICO
Un ensayo historiográfico puede referir tanto a un acopio de obras escritas por un
solo autor como a un conjunto de obras escritas por distintos autores. En el primero de
los casos, el/la ensayista asume como eje temático al propio autor cuyas obras analiza
y que, muy probablemente, pueden abarcar temáticas diversas. En el segundo, el cuerpo
de los trabajos históricos de todos los autores da cuenta de un mismo tema-problema
histórico, por lo que el ensayo adquiere un carácter comparativo sumamente distinguible.
De todos modos, en los dos casos referidos el autor del ensayo historiográfico puede
ordenar su texto, atendiendo no solo criterios temáticos, sino también cronológicos,
geográficos, académicos o ideológicos.4
Vale advertir que los criterios mencionados no son excluyentes. Un ensayo puede
abordar un mismo problema histórico en períodos diversos. Ejemplos: “La historia
de lo político en la Antigüedad grecolatina y la Edad Media”; “El Renacimiento italiano en
la historiografía europea de los siglos XIX y XX”; “Historia de la medicina desde mediados
del siglo XIX hasta la primera mitad del XX”. También se puede tratar un mismo
problema histórico en espacios geográficos distintos. Ejemplos: “El abolicionismo
en la historiografía inglesa y española”; “La abolición de la esclavitud en la historiografía
jamaicana y puertorriqueña”; “El sufragio femenino en la historiografía cubana y
puertorriqueña”; “Las historias generales en el Caribe inglés e hispano”; “El 98 en la
historiografía cubana y puertorriqueña”. Igualmente, puede dilucidar un mismo
problema histórico desde corrientes o escuelas historiográficas diversas.
Ejemplos: “La Revolución francesa desde las historiografías conservadora y socialista
en Francia”; “La historia de las mujeres vista desde el positivismo y los Annales”; “La
cultura popular desde el neo marxismo británico y la nueva historia cultural”.
4 Aunque esta no haya sido precisamente su intención, aquí sigo bien de cerca la manera como Rico
Moreno podría estar proponiendo una esquematización para el estudio de diversos acercamientos
historiográficos. Este particular puede observarse en las páginas 142-143 del referido artículo de este
autor. Por otro lado, indico lo siguiente: El criterio académico podría pensarse como un sinsentido, puesto
que, al fin y a la postre, la producción historiográfica suele realizarse en entornos académicos. Sin
embargo, dicho principio ordenador concede a la precisión un amplio margen, sobre todo si el norte del
ensayo es examinar la propagación y recepción de una corriente o escuela historiográfica entre los
miembros de comunidades académicas específicas.
12
Luego de estos señalamientos, amplío lo que podría considerarse un esquema
clasificatorio útil, con sus correspondientes ejemplos, para desarrollar un ensayo
historiográfico.
 Temáticos: historiografía grecolatina; historiografía política; hagiografías; historia
cultural; historia filosófica; historia de las mujeres; aplicación de categorías…
Ejemplos: “La noción de historia universal en la historiografía grecolatina”;
“La historiografía política en el Puerto Rico de los años de 1950 a 1960”;
“Hagiografías e historia en la Edad Media”; “El surgimiento de los museos
públicos: una mirada desde la nueva historia cultural”; “La historia filosófica
de David Hume: un acercamiento historiográfico”; “La historia de las
mujeres: una revisión historiográfica”; “Las categorías sexo y género en los
estudios históricos caribeños contemporáneos”
 Cronológicos: época medieval; siglo XIX europeo; siglos XVI al XVIII en Puerto
Rico; el periodo entreguerras…
Ejemplos: “Historiografía medieval de la Europa occidental”;
“Acercamientos historiográficos al siglo XIX europeo”; “Los siglos XVI al
XVIII desde la llamada vieja historia puertorriqueña”; “La historiografía
francesa del período entreguerras”
 Geográficos: Caribe regional; China; África…
Ejemplos: “Azúcar y esclavitud en el Caribe: un balance historiográfico
regional”; “La historiografía en la China moderna”; “La historia en África en
los años de 1950”
 Académicos: obra académica de Eric Williams; historiografía francesa de los
Annales; obra historiográfica de Arturo Morales Carrión; historias generales del
Caribe; estudios subalternos; una revista especializada…
Ejemplos: “Debates en el ámbito académico inglés en torno a las tesis de
Eric Williams sobre la relación capitalismo y esclavitud”; “La obra
historiográfica de Arturo Morales Carrión”; “Los enfoques sobre la
emancipación de la esclavitud en las historias generales del Caribe
13
francés”; “El tema de las mujeres desde la perspectiva de los Annales”; “La
historiografía feminista de los 1970 en la academia norteamericana”;
"Gayatari Spivak y los estudios de la subalternidad en la India”; “Centro
Journal y las aportaciones historiográficas de la diáspora puertorriqueña”
 Ideológicos: historiografía del progresivismo estadounidense; historiadores del
Partido Comunista inglés; interpretaciones racialistas en el Caribe…
Ejemplos: “Teoría y práctica del progresivismo en Estados Unidos: una
aproximación historiográfica”; “Christopher Hill, Eric Hobsbawm, Raphael
Samuel y E. P. Thompson: la producción historiográfica inglesa de corte
comunista”; “Interpretaciones racialistas de la intelectualidad dominicana,
cubana y puertorriqueña: un análisis historiográfico”
14
ACERCA DE LA SELECCIÓN DE OBRAS
El ejercicio historiográfico obliga a una adecuada (aunque no exhaustiva)
selección de bibliografía especializada. En este sentido, es aconsejable que la ensayista
se dé a la tarea de realizar lo siguiente:
 Identificar las áreas de estudio de interés propio. Esto es si la atención del
ensayista está puesta, por ejemplo, en la historia cultural, social, política,
económica…
 Determinar en torno a qué marcos teórico-metodológicos, enfoques temáticos,
conceptos y objetivos se pretende encaminar la búsqueda, tomando en cuenta las
áreas de estudio en las que puede subdividirse la disciplina histórica en sintonía
o no con otras disciplinas. Así, por ejemplo, obras que se correspondan con la
historia cultural pueden demostrar sus cruces con áreas de estudio de la
antropología y la literatura, entre otros tantos. A riesgo de ser demasiado
esquemática, a continuación ofrezco algunos ejemplos de “formas de hacer la
historia” desde las que podemos determinar los marcos teórico-metodológicos,
enfoques temáticos, conceptos y objetivos que nos interese indagar para explicar
y comprender cómo otros y otras abordan sus objetos de investigación:
 Historia cultural: turismo cultural, cultura popular, políticas de la
memoria…
 Historia política: sistemas políticos, geopolítica, partidos políticos…
 Historia social: movimientos migratorios, violencia de género,
criminalidad…
 Historia económica: industrias culturales, patrones de consumo,
empresarismo…
 Reconocer autores y autoras que hayan sido pioneros en determinadas áreas
de estudio; o que sus los marcos teórico-metodológicos, enfoques temáticos,
conceptos y objetivos que caracterizan sus obras, destaquen por los modos
como han sido acogidos en el interior de los lugares, inmediatos y lejanos, de
15
producción historiográfica. En el siguiente punto abundo brevemente sobre
esto.
 Poner en práctica la exploración de recursos bibliográficos que traten acerca
de las obras sobre las que se realizará el análisis historiográfico. Cuando nos
iniciamos en el proceso de escribir ensayos historiográficos (como cualquier
otro escrito en el que nos enfrentamos con los estudios realizados por otros)
suele ocurrir que comencemos leyendo literatura de apoyo o crítica. Explico
esto sustentándome en Umberto Eco: “…por una parte están los textos que
constituyen el objeto y por otra la literatura existente sobre dichos textos” (119).
Eco se refiere específicamente a libros. Mediante este tipo de literatura es
posible contextualizar la producción historiográfica objeto de atención; aclarar
conceptos; identificar las corrientes historiográficas en las que se sitúan los
autores cuyas obras se analizarán, etcétera. No obstante, a mí me parece muy
oportuno considerar dentro de la literatura de apoyo la formada por artículos y
reseñas críticas. Esto por varias razones. Primero, porque un artículo como
una reseña pueden ofrecer pistas sobre el reconocimiento con el que
miembros de la comunidad académica distinguen a los autores de los textos
que constituyen la materia del estudio historiográfico. Segundo, porque dan
indicios de los argumentos principales, las tesis, los métodos empleados,
etcétera. Ambos tipos de literatura de apoyo, pueden ser producto de la
creación de otro historiógrafo. Por tanto, será el peso que el ensayista otorgue
a la literatura crítica en la confección de su propio trabajo, lo que determinará
lo que expongo en el próximo ítem.
 Decidir si la selección incluirá la literatura crítica. Si el ensayo se circunscribe
a analizar la producción de textos de historia general del Caribe inglés en la
década de 1980, el mismo se centrará en la identificación y selección de textos
producidos en dicho período. Ahora bien, en caso de que otros historiógrafos
hayan abordado en años recientes igual tema teniendo en cuenta la misma
década, es pertinente considerar si sus trabajos se integrarán. En lo dicho
existen dos premisas que a estas alturas figuran reiterativas pero no
16
improcedentes. Por un lado, un ensayo historiográfico se funda sobre lo que
los historiadores solemos reconocer como fuentes secundarias, esto es libros,
artículos, tesis, conferencias, mediante los que sus autores exponen
interpretaciones acerca de acontecimientos o procesos asumidos como parte
del pasado. Por otro lado, queda implícita la idea de que el historiógrafo es
también un creador de conocimiento histórico, dispuesto a validar las bases de
legitimación paradigmática y teórica-conceptual que lo (in)forman. De todas
maneras, la aludida decisión no tiene porqué implicar una imparable detección
de fuentes. Nuevamente, una sólida disposición para el desarrollo de una
crítica perspicaz es habilidad principalísima para una selección bibliográfica no
solamente apropiada, sino, además, con posibilidades de tratarse en tiempo
razonable.
17
SOBRE LO QUE SE DILUCIDA EN UN ENSAYO HISTORIOGRÁFICO
El autor o la autora de un ensayo historiográfico debe de mantener en miras una
discusión integrada de los aspectos implicados en las preguntas que siguen.
 ¿En qué contexto (temporal, social, cultural, ideológico, académico) se
produce la obra?
 ¿A qué corriente historiográfica responde?
 ¿Cuál es el tema-problema histórico investigado?
 ¿Sobre qué categorías y matrices conceptuales funda su aproximación al
pasado narrado?
 ¿Qué explicaciones adelanta?
 ¿Qué tipo de evidencias presenta?
 ¿Cómo maneja las evidencias?
 ¿Cómo comparan todos estos particulares con los que el mismo autor u otros
autores toman en cuenta al tratar un tema-problema histórico afín? 5
Tratemos ahora de observar lo que conlleva tomar en cuenta tales preguntas
desde una perspectiva crítica integrada. Comienzo con el contexto. Un aspecto de suma
importancia en un ensayo historiográfico es el reconocimiento del entorno temporal,
social, cultural, ideológico, académico desde donde el autor o los autores de las obras
examinadas realizaron la práctica de pensar y hacer la historia. Ofrezco el siguiente
ejemplo. La noción de Archivo, ese lugar de memoria tal como fue sacralizado, par
excellence, a partir de la profesionalización de la disciplina histórica en el siglo XIX, no
se cruzaba por la mente de Heródoto al momento de concebir y escribir su obra Historia
en el siglo V a. C. Su relato tenía como referente “un mundo donde el discurso oral no
está devaluado con respecto al escrito; un mundo de oralidad, o todavía en gran medida
de oralidad” (Hartog El espejo… 258). El ojo y el oído bastaban para otorgar credibilidad
al relato escrito. A tenor con esto, Hartog apunta que “…Heródoto, hombre entre lo escrito
y lo oral, escucha a hombres que utilizan libros, pero en lo que respecta a él mismo, la
5 El conjunto de obras de un mismo autor puede proyectar revisiones a interpretaciones previas. En las
ocasiones que esto es observable, es importante destacarlo.
18
idea de “ir a los archivos”… ni siquiera puede surgir…” ((Hartog El espejo… 265). Por
tanto, el contexto de los textos creados por estudiosos de la historia (sean o no
historiadores) debe relucir explícitamente en un ensayo historiográfico. Con ello ponemos
en su justa perspectiva los contenidos de los relatos examinados en correspondencia
con el ámbito temporal, social, cultural, ideológico o académico de los hacedores de la
Historia.
Por otro lado, cuando contextualizamos estamos situando en términos
historiográficos la(s) obra(s) estudiadas. Veamos esto en seguimiento al ejemplo de
Heródoto. Su obra responde a un contexto en el que la Historia apenas comenzaba a
tomar forma de saber estructurado desde la escritura. De hecho, es a él a quien se le
designa, no sin tiesuras, la paternidad de la Historia. Las condiciones paradigmáticas de
su momento lo hacían brindar mayor significación a la historia más cercana a su propio
presente, investigada por vía de la oralidad y puesta en valor mediante el acto de
escritura “para evitar que con el tiempo caiga en el olvido lo ocurrido entre los hombres
y así las hazañas, grandes y admirables, realizadas en parte por los griegos y en parte
por los bárbaros, se queden sin su fama…” (Hérodoto 69).
Sigo con el asunto de la narración histórica. Antes debo reconocer que este es
un aspecto sobre el que no pocos filósofos de la historia, críticos literarios y, por
supuesto, historiadores han incursionado profundamente. Intentaré una aproximación
que me permita mostrar la relación de la narrativa con las preguntas que sirven de guía
para el ejercicio de crítica historiográfica. Comenzaré exponiendo varios planteamientos
generales acerca de los procedimientos relativos a la construcción de la narración
histórica, para luego proseguir con algunas de las ideas que subyacen tras estos. En uno
y otro caso, la apretada exposición tiene por base lo afirmado por estudiosos de la talla
de Roland Barthes, Michel de Certeau, Paul Ricœr, Hayden White, Roger Chartier.6
6 Entre otros autores, estos que cito han producido una gran cantidad de escritos que, aun sin tensiones,
poseen como denominador común la separación de los procedimientos de la construcción narrativa del
pasado, para dar cuenta de los entendimientos que normativizan la práctica histórica. A sabiendas de
tomarme el riesgo de simplificar lo que es un asunto espinoso, los argumentos que siguen a esta nota se
nutren mucho de lo discutido por varios de aquellos estudiosos.
19
La narración es el vehículo mediante el que se reúne y comunica el tiempo real
de los acontecimientos del pasado. La función explicativa que se adjudica la propia
disciplina desde el siglo XIX, hace que la composición de la narración histórica se articule
de manera lógica y coherente. El propósito es imprimir inteligibilidad al pasado
aprehendido mediante el acto de la escritura, el cual, previo a su realización, encuentra
apoyo en la verificación de los acontecimientos mediante la metodología empleada por
el historiador. Luego, la articulación de los acontecimientos le concede propiedad
discursiva a la escritura histórica. Los acontecimientos se vuelven “hechos” referidos de
continuo mediante citas montadas sobre todo el aparato documental, previamente
ordenado por el historiador, en aras de legitimar su discurso y la autoridad de su saber.7
Esta parte del proceso escriturario implica también la utilización de diversos tipos de
categorías. Entre ellas están las que remiten a la temporalidad como, por ejemplo,
época, período, siglo, década; y las que aluden a conceptos tales como raza, género,
sexo, imperio, nación, revolución, hegemonía, crecimiento, crisis, decadencia. Dichas
categorías y conceptos fungen como unidades organizadoras del discurso histórico, que
puestas en uso relacional (conexión causal coherente) buscan comprender y explicar lo
real acontecido.
En vistas de que la historiografía admite “aislarse” de la Historia, en lo que sigue
busco alertar, mínimamente, acerca de las implicaciones de lo expuesto en el párrafo
anterior. La articulación narrativa del pasado que fue se realiza cuando el sujeto
historiador se dispone a relatarlo. Parece una perogrullada. No obstante, este es uno de
los aspectos más reiterativo (y, sin duda, también peliagudo) en las discusiones acerca
de la relación tiempo y narración inscrita en la práctica histórica. La historia de raigambre
positivista demanda una separación tajante entre presente y pasado. Desde esta
perspectiva, el historiador solo enuncia la verdad encontrada en la evidencia archivada.
Son los documentos los que dicen; entretanto, el sujeto historiador acentúa su ausencia
en la presencia del pasado al que refiere. Es lo que Roland Barthes denomina “carencia
7 En su acepción más amplia, la noción aparato documental permite remitir a los vestigios que fungen de
indicios del pasado. De acuerdo con Peter Burke, “el término “vestigios” designaría los manuscritos, libros
impresos, edificios, mobiliario, paisaje..., y diversos tipos de imágenes: pinturas, estatuas, grabados, o
fotografías” (16).
20
de signos del enunciante” en el discurso histórico con base en una noción de objetividad
por demás ingenua (Barhes 168). Dentro de esta línea, Barthes arguye que “en la historia
‘objetiva’, la ‘realidad’ no es nunca otra cosa que un significado informulado, protegido
tras la omnipotencia aparente del referente. Esta situación define lo que podría llamarse
el efecto de realidad” (174).
El pasado real es externo al acto de narrarlo y su prueba (el aparato documental)
corre igual suerte. Pero, sucede que el tiempo discursivo ordena el tiempo de los
acontecimientos en virtud de la conversión de estos en una sucesión de hechos. Es decir,
el y la historiadora se acercan a los vestigios del pasado con preguntas formuladas desde
su presente, en plena voluntad de explicar y comprender el pasado que fue. Esta
operación implica que en el adentro del tiempo discursivo, los acontecimientos son, como
señala Michel de Certeau “objeto de omisiones y de inversiones capaces de producir
efectos de sentido” (109). De este modo, añade De Certeau, el tiempo discursivo
prolonga su propio tiempo. En otras palabras, la conexión “entre acontecimientos
múltiples, entre causas, intenciones y también casualidades”, conduce a que el
historiador, tal como plantea Paul Ricœr, aporte por vía de la “coherencia narrativa” una
síntesis de lo heterogéneo (322). “[D]entro del marco de la narratología”, argumenta
Ricœr, la síntesis de lo heterogéneo adquiere la forma literaria de una trama “que
consiste en conducir una acción compleja desde una situación inicial a otra final por
medio de transformaciones reguladas que se prestan a una formulación apropiada”
(322). Por tanto, es la dimensión retórica del discurso histórico la que permite la
prolongación de los sentidos de explicación veraz que produce. En este particular, las
categorías históricas y los conceptos empleados por los historiadores, como argüiría
Hayden White, juegan el papel de artificios literarios sancionados por convencionalismos
culturales que hacen posible la verosimilitud del pasado que pretenden significar (81-
100).
Ahora bien, el reconocimiento de los recursos retóricos contenidos en la
construcción de la trama no implica la imposibilidad de acceder al conocimiento de la
historia (White 23). Tampoco resta valor explicativo a la disciplina histórica. La
inteligibilidad de lo real como proyecto de la historia-problema no es incompatible con la
21
configuración literaria que le otorga forma coherente a sus contenidos explicativos
fundados en la diversidad que le proporciona su aparato documental. Recojo en esto la
tesis de Paul Ricœr respecto a la distancia entre lo real acontecido y sus
representaciones o re-actualizaciones en su forma discursiva: la explicación de “… la
especificidad de la referencialidad en el régimen historiográfico… no puede discernirse
únicamente en el plano del funcionamiento de las figuras asumidas por el discurso
histórico, sino que debe pasar a través de la prueba documental, la explicación
causal/final y la configuración literaria. Este triple entramado sigue siendo el secreto del
conocimiento histórico” (332-333). Aun cuando en esto siga persistiendo una tensa
armonía, también Roger Chartier, a propósito de las reflexiones de Michel de Certeau,
plantea que es “necesario y posible pensar al mismo tiempo las operaciones “científicas”
que constituyen el saber histórico, las figuras que movilizan su escritura, y las reglas o
las jerarquías de la “institución de saber” donde es producido” (Chartier 264).
Con lo dicho respecto a la narración histórica, intento puntualizar que un ensayo
historiográfico no tiene como objetivo pasar revista sobre los acontecimientos del pasado
estudiados en las obras que se examinen. La finalidad es analizar críticamente cómo lo
real acontecido se acomoda en una estructura narrativa. En seguimiento a esto, el
aspecto crítico sobresale cuando el escritor del ensayo identifica la corriente
historiográfica, o lo que, de algún modo u otro, ofrece indicios de la manera como se
efectúa la práctica histórica en un lugar social determinado, incluyendo lo que informa
sobre e incide en los enfoques temáticos, las categorías y las matrices conceptuales que
orientan las investigaciones. En esto está igualmente implicado la evaluación de los
procedimientos que conducen la selección de evidencias y las formas de manejarlas
(metodología). Asimismo, quien enuncia la crítica hace galas de agudeza historiográfica
cuando ha puesto en escena los contextos dentro de los que se han producido las obras
objeto de su atención.
La autora o el autor del ensayo llegará a advertir que para un mismo tema-
problema histórico, los historiadores y las historiadoras brindan, en no pocas ocasiones,
interpretaciones diferentes, puesto que cada contexto desencadena preguntas y
respuestas igualmente diversas. En suma, la puesta en circulación de estas redunda en
22
más interpretaciones entre gran variedad e insospechados lectores. Pero, en acuerdo
con Umberto Eco, la indeterminación sobre aquello de lo que se habla en el ejercicio de
historiar también tiene límites. Siempre habrá cabida para legitimar lo plausible, descartar
lo que puede constituir una “equivocada” interpretación bien por parte de la autora como
del lado de sus potenciales lectores. En cuanto a la crítica historiográfica se refiere lo
oportuno es indagar con cuidado lo que subyace tras las interpretaciones dadas en el
adentro del texto y a las que decidimos sujetarnos como lectoras. Las intenciones que
conducen los actos de escribir hacen que “un texto” permanezca, según Eco, “como
parámetro de sus interpretaciones aceptables.”8 Y, en dicho juego, es decir en los grados
de certezas posibles adjudicadas a las interpretaciones ofrecidas, también entramos los
lectores críticos.
8 En las cuestiones aquí esbozadas relativas a la interpretación histórica, contraigo deuda con Umberto
Eco y el libro por él editado, Interpretación y sobreinterpretación En este aparecen los siguientes trabajos
de su autoría: “Interpretación e Historia”; “La sobreinterpretación de textos”; y “Entre el autor y el texto”. La
cita textual corresponde a “Réplica” [Umberto Eco a Richard Rorty] 154.
23
ESTRUCTURA DE UN ENSAYO HISTORIOGRÁFICO
Es importante enfatizar que en un ensayo historiográfico los argumentos no se
presentan de manera aislada, siguiendo como criterio la discusión de libro por libro o
artículo por artículo. Para evadir la tentación de organizarlo como si fuera un inventario
de reseñas sucesivas o la ordenación de una bibliografía anotada, es sumamente valioso
comenzar a escribir, en primer lugar, luego de haber leído adecuadamente las obras
seleccionadas; en segundo lugar, después de haber desarrollado un bosquejo en el
que se esbocen secciones para, por ejemplo, la presentación de temas, identificación de
tendencias o tesis relevantes que enlazan las obras manejadas.
En fin, como todo ensayo, el formato de uno de carácter historiográfico posee
cinco componentes. Estos son: título, introducción, desarrollo del texto, conclusiones y
bibliografía. A continuación discuto brevemente lo que debe implicar cada apartado de
un ensayo historiográfico, no a la forma como cada quien redacte.
 Título: Es el punto de partida que funge de guía para dar a entender con claridad
el tema, el enfoque o la(s) corriente(s) historiográfica(s) que se tratará en el
ensayo. Los criterios indicados en una sección anterior de este escrito, incluyen
algunos ejemplos que pueden ofrecer una noción bastante concreta respecto al
asunto de la precisión requerida en el título. Obviamente, los títulos pueden ser
rescritos una y otra vez hasta disponer de uno con el que nos sintamos cómodas.
Lo dicho implica que la redacción de este tipo de escritos (como la de cualquier
otro) remite a los procesos en los que nos internamos para describir, exponer y
argumentar de manera integrada, en pos de comprender, interpretar y explicar.
 Introducción: Es el lugar donde se informa al lector acerca de lo que el ensayo
abordará. Una estrategia narrativa podría ser comenzar con un argumento que
explique el porqué de la selección del tema historiográfico. A renglón seguido, se
puede pasar a trazar el perfil del o de los autores en los que se enfatizará y la
contextualización de sus obras. Esto es: identificar quién o quiénes son, ubicarlos
en las tendencias historiográficas que los informan. Esto último, da paso a exponer
de manera concisa aquellas interpretaciones que constituyen denominadores
24
comunes e indicar en lo que se distancian. Del mismo modo, esta estrategia debe
otorgar al lector la oportunidad de vislumbrar la crítica historiográfica hacia la que
el autor del ensayo se inclina. (Ver Anejo III).
 Cuerpo: Refiere a la argumentación conducida por las preguntas que antes
esbocé. Propio es enfatizar aquí, que el cuerpo del ensayo requiere del contraste
continuo. En un ensayo historiográfico deben sobresalir argumentos que conecten
a un autor/a con otro, unas obras con otras; que analicen los modos de acercarse
a las evidencias, de entablar diálogos con otros autores, de relacionarse, implícita
o explícitamente, con diversas corrientes historiográficas, etcétera. Es también el
lugar donde se puede describir y exponer los contextos desde donde se
produjeron los textos. Pero, dicha estrategia narrativa debe encuadrase sin
sacrificar el análisis argumentativo que predominará a lo largo del cuerpo del
ensayo.
 Conclusiones: Sección donde se realiza un balance dirigido a presentar de
manera enfática las categorías, los conceptos, los métodos, las interpretaciones
que, de acuerdo con el autor o la autora del ensayo, se validan o descartan desde
una óptica historiográfica. Asimismo, es el espacio donde la autora del ensayo
enfatiza su posición historiográfica en relación con los trabajos examinados. (Ver
Anejo IV).
 Bibliografía: Apartado en el que se incluye toda la bibliografía especializada
manejada. En este sentido, deben exponerse no solo las obras de los autores
principales, sino también aquellos otros estudios consultados en virtud de
sostener los argumentos elaborados a lo largo del ensayo.
25
CIERRE ABIERTO: LA HISTORIOGRAFÍA EN RELACIÓN CON LA PROPIA
HISTORIA Y OTRAS DISCIPLINAS
Recuerdo que la primera vez que se me requirió un ensayo historiográfico, me
dominaba la siguiente inquietud. Estaba en la creencia de que por ser un escrito de
carácter historiográfico las obras que tratara debían de ser históricas; o, dicho de otra
manera, tenían que haber sido producidas por historiadores. A medida que tuve la
ocasión de tomar cursos para los que se solicitaba la presentación de un ensayo
historiográfico, iba advirtiendo que estudiosos procedentes de otras disciplinas también
me permitían dilucidar acerca de los modos como los acontecimientos del pasado son
interpretados y representados por vía de la narración escrita. Este “descubrimiento” me
sirvió más adelante para aventurarme por áreas temáticas en las que la mayoría de los
estudios que manejaba procedía de la antropología, la literatura, las artes, los llamados
estudios culturales, entre otros. Para entonces, descubría que la adjudicación de sentido
y significado al pasado no es monopolio de los historiadores, aun cuando estos sean los
que trabajan para producir mediante su práctica textos históricos.
Observaba que dentro de la literatura, las llamadas ciencias sociales, incluso las
naturales, es vasta la existencia de escritos cuyos autores, bien sea para asentar bien
para cuestionar paradigmas, teorías, conceptos, relaciones de poder, valores éticos,
etcétera, también otorgan condición de posibilidad al conocimiento histórico. Es decir,
llegan a exponer la función explicativa de la Historia a tenor con una suerte de
operaciones legitimadoras o críticas para volver significativo el pasado en relación con el
presente, aunque no sea más que valiéndose de la galería de versiones que sobre los
mismos “hechos” los historiadores formalizan mediante sus investigaciones y enuncian
en sus escritos.
Asimismo, comprendí que la Historia no perdía su capacidad para reafirmarse
como una práctica de rasgos específicos. Desde el siglo XIX, cuenta con estatutos
epistemológicos y metodológicos que, independientemente, de su histórica deuda con la
literatura y otras ramas de las ciencias sociales, le otorgan legitimidad disciplinaria
propia. En el ejercicio de su disciplina, el historiador se orienta a “reunir” lo “real” del
pasado en un gesto escriturario que, como discute Michel de Certeau, implica la
26
producción de “hechos” desde el “lugar [social] de su práctica” (67-83). Sigue, pues, en
manos del interés de historiadores e historiadoras la ejercitación en la búsqueda y
organización de evidencias, la articulación interna de los datos elevados a rango de
hechos, el ordenamiento de “diferencias o ausencias jerarquizables…” y la demarcación
de los “límites de validez” que sus explicaciones denotan acerca de la relación pasado-
presente (De Certeau 97, 95 respectivamente).9 Ciertamente, ya me había aclarado
bastante sobre la función explicativa de la Historia y sobre las operaciones que la hacen
posible. Con esto llegué, de paso, a reconocer que “[u]n interés científico “exterior” a la
Historia”, podría, en primer lugar, lograr el resultado de prolongar la formulación de los
objetivos que, en acuerdo con De Certeau, esta misma se otorga. En segundo lugar,
podría generar el efecto de extender lo que también de De Certeau plantea como la
definición de “las regiones adonde [la Historia] se dirige sucesivamente, según los
campos que a su vez van siendo los más decisivos (sociológico, económico,
demográfico, cultural, psicoanalítico, etcétera), y conforme a las problemáticas que los
organizan” (97).
En su argumentación, De Certeau no utiliza el verbo poder en condicional simple
o pospretérito. Sus argumentos dan por sentado lo que para mí toma forma de un
cuestionamiento vinculado al lugar social desde donde realizo mis operaciones
historiográficas. Este es: ¿qué explica que para muchos temas propensos a escrutinios
historiográficos sea, en ocasiones, tan dificultoso dar con trabajos escritos desde la
Historia? No pretendo discurrir ampliamente sobre esto. 10 Antes bien, acoto una
disposición principalísima para pensar/hacer la Historia y que, adelanto, pienso en
términos que vuelvan más fluido su tránsito hacia otras fronteras disciplinarias, entretanto
configura formas innovadoras para explicar, problematizando y narrando el presente
contemporáneo sin obviar lo que del pasado reverbera en él.
“Poner en concepto” y en relación ordenadora los terrenos siempre movedizos de
lo real, sin pretensiones esencialistas, absolutistas y autoritarias es condición harto
9 Énfasis es del original.
10 Como sugiero, lo que sigue a esta nota es un intento de explicación en la que, conscientemente,
reconozco dejar fuera otros posibles factores por entenderlos ajenos a los propósitos de este escrito.
27
urgente para tantear respuestas objetivas, pero no menos provisorias respecto a los
tiempos y espacios que habitamos y nos habitan. La “crítica de la razón científica” hace
de la objetividad una virtud. Mas una virtud siempre sujeta a la problematización
constante de los conceptos y las teorías que fungen como herramientas, también
inevitablemente transitorias, para explicar y con ello interpretar y hacer comprensible los
entornos inmediatos y lejanos. Esto es aplicable a cualquier saber que se asuma
científico, al menos en el sentido extenso que Fernando Mires adjudica a la actividad
científica.11
En lo que a la Historia respecta, apunto lo siguiente. La objetividad no la otorga la
prueba documental institucionalizada bajo la forma Archivo. Tampoco la comprueba los
conceptos y teorías acreditados con propiedades autónomas y revestidos de solidez y
fijeza por el cenáculo de especialistas, plenamente ligados a los ámbitos donde se
instituye el hacer historiográfico. Mucho menos la resguarda la producción de un
conocimiento que pretende establecer una diáfana separación entre pasado y presente,
tal como el positivismo, y algunas de las más agudas versiones neopositivistas,
ampararon. La objetividad está condicionada por la potencialidad explicativa de lo que
se enuncia en el acto de escritura, que, claro está, tendrá como uno de sus múltiples
posibles referentes las configuraciones textuales institucionalizadas en los archivos y, no
menos importante, el propio lugar social/cultural donde se encuentra inserta la
producción de textos históricos.
Entonces, la aproximación objetiva a lo real narrado depende, en gran medida, de
la capacidad del sujeto historiador para “hacer surgir más inteligibilidad”, “susceptible de
ser continuamente retomada”, “sobre los diferentes modos de ser en el tiempo”
(Hartog,Regímenes…13-18, 37-41). Las palabras entrecomilladas recogen lo que Hartog
denomina régimen de historicidad. Con esto Hartog remite a un “artefacto” heurístico
enfocado hacia la explicación, siempre provisional e inestable, de los modos como se
articulan las categorías del pasado, el presente y el futuro, en diversos órdenes del
tiempo. Aún más: de acuerdo con Hartog la herramienta permite dar cuenta de las
11 Los argumentos esbozados en este párrafo están en completa deuda con el libro de Mires Crítica de la
razón científica.
28
experiencias de lo contemporáneo en el que surgen de continuo conceptos que “tejen la
evidencia del presente”, se pone de manifiesto el “uso presentista del pasado” y “el futuro
se vuelve más imprevisible que nunca”. 12 En la práctica el concepto régimen de
historicidad apertura las posibilidades para que las historiadoras e historiadores amplíen
sus espectros temáticos y sus métodos de indagación aun fuera de la especificidad de
la disciplina histórica; es decir, peregrinando incesantemente por otros campos de saber,
mientras interrogan y vinculan diferentes temporalidades de lo humano y la amplia
variedad formas de asumirlas.
De todo lo anterior, también logré comprender que cuando asumimos el papel de
historiógrafas integramos todos los aspectos del pensar y hacer la Historia, bien desde
la propia disciplina histórica bien teniendo muy en cuenta las disciplinas que, de alguna
u otra manera, buscan hacer lo más inteligible posible los mundos que habitamos y nos
habitan, oteando el pasado que fue en el adentro de los presentes que pensamos.
12 Aunque los posicionamientos de Hartog citados aquí se encuentran a lo largo del libro Regímenes de
historicidad, las citas entrecomilladas las extraigo del artículo del mismo autor titulado “El historiador en un
mundo presentista” en Devoto.
29
REFERENCIAS
Barthes, Roland. El susurro del lenguaje. Más allá de la palabra y la escritura. Barcelona:
Paidós Editorial, 1987.
Burke, Peter. Visto y no visto. El uso de la imagen como documento histórico. Barcelona:
Crítica, 2001.
---, ed. Formas de hacer la historia. España: Alianza Editorial, 1999.
Cancel, Mario. “¿Qué es Historiografía?”. Historiografía: La Invención de la Memoria
Bitácora de teoría de la historia. 20 agosto 2013. WEB. Fecha de acceso: 21
noviembre 2014.
Certeau, Michel de. La escritura de la historia. 2da ed. Álvaro Obregón, D.F.: Universidad
Iberoamericana, 1993.
Chartier, Roger “¿Una crisis de la Historia?” El juego de las reglas: lecturas. Argentina:
Fondo de Cultura Económica, 2000.
Eco, Umberto. Cómo se hace una tesis. Técnicas y procedimientos de estudio,
investigación y escritura. Barcelona: Gedisa Editorial, 2003.
---, ed. Interpretación y sobreinterpretación. Gran Bretaña: Cambridge University Press,
1995.
Grafton, Anthony. Los orígenes trágicos de la erudición. Breve tratado sobre la nota al
pie de página. Argentina: Fondo de Cultura Económica, 1998.
Hartog, François. Regímenes de historicidad. México, D.F.: Universidad Iberoamericana,
2007.
---. El espejo de Heródoto. Ensayo sobre la representación del otro. Argentina: Siglo XXI,
2003.
---.“El historiador en un mundo presentista”. Fernando Devoto Historiadores, ensayistas
y gran público 1990-2010. Buenos Aires: Ed. Biblos, 2010. WEB. Fecha de
acceso: 5 julio 2011.
Heródoto, Historia. Ed. Manuel Balasch. Madrid: Cátedra, 2008.
Ibáñez, José C. Historia Antigua y Medieval. 44ta ed. Argentina: Editorial Troquel, 1984).
Mires, Fernando. Crítica de la razón científica. Venezuela: Editorial Nueva Sociedad,
2002.
Moradiellos, Enrique. Las caras de Clío. Una introducción a la Historia. Madrid: Siglo XXI,
2001.
Rico Moreno, Javier. “La historiografía como crítica: apuntes para una teoría de la
historiografía”. Historia y Sociedad XIII (2001-2002): 141-152.
Ricœr, Paul. La memoria, la historia, el olvido. España: Editorial Trotta, 2003.
White, Hayden. “The Historical Text as Literary Artifact”. Tropics of Discourse. Essays in
Cultural Criticism. Baltimore: Johns Hopkins, 1992.
30
ANEJOS
31
ANEJO I
ACTIVIDADES DE APRENDIZAJE
Lo que sigue tiene el propósito de que los estudiantes integren sus conocimientos
previos con los contenidos de este escrito o de cualquier otro trabajo que repare en la
ejercitación de la crítica historiográfica. Para el desarrollo de las actividades propuestas,
no hay que tomar al pie de la letra el orden en que se encuentran. Es más, cada
estudiante puede modificar, según lo entienda pertinente y de acuerdo a sus necesidades
o intereses, los ejercicios a los que remiten. Incluso, para quienes disfruten del trabajo
en equipo, me animo a sugerir que se distribuyan las actividades en grupos pequeños y
luego reunirse para discutir lo que los miembros de cada grupo tenga a bien aportar. Al
fin y a la postre, de lo que se trata es que cada cual pase revista sobre sus formas de
asumirse en el papel de historiográfas o historiógrafos.
1. Escribe en un párrafo lo que constituyen los objetivos de la práctica historiográfica.
2. Anticipa el enfoque temático de tu interés para el desarrollo de un ensayo
historiográfico. Toma en cuenta los escritos históricos que suelen llamarte más la
atención. Quizás, el enfoque temático por el que te decidas esté estrechamente
vinculado con inquietudes propias del tiempo contemporáneo que vives-
experimentas. Piensa sobre esto y concédete un término para indagar en libros,
artículos, blogs, noticias de prensa periódica relacionados con dichas inquietudes. En
caso de que el ensayo sea requisito para un curso de Historiografía y Crítica, revisa
la bibliografía provista por tu profesora o profesor.13 Luego ausculta los recursos
bibliográficos para reconocer los posibles enfoques temáticos que aludan a las
corrientes historiográficas discutidas en el curso.
3. ¿Cuáles de los aspectos que deben integrar un ensayo historiográfico entiendes que
pueden resultar más y cuáles menos complicados?
13 En el Anejo II incluyo la bibliografía que había preparado para el curso Historiografía y Crítica I al que
aludí como punto de partida para la elaboración de este escrito.
32
4. Desarrolla argumentos a favor o en contra en torno a la idea de que la historiografía
debiera asentarse entre los y las historiadoras como ejercicio que concede amplio
espacio para la crítica interna de las formas de pensar y hacer la Historia.
5. Busca libros y artículos especializados que te permitan identificar las corrientes o
escuelas historiográficas enlistadas a continuación. Luego traza un cuadro sinóptico
en el que esboces para cada una de ellas los siguientes aspectos: categorías y
matrices conceptuales dominantes; metodología; autores representativos con sus
respectivas obras.
 Humanística
 Positivista
 Escuela francesa de los Annales
 Materialismo histórico
 New Economy History
 Nueva historia cultural
 Estudios subalternos
6. Lee las citas que prosiguen. Subraya palabras, frases u oraciones que te permitan
atisbar algunos de los aspectos que deben discutirse de forma integrada en un
ensayo historiográfico.
 “No es preciso que un historiador sorprenda a los lectores con lo maravilloso, ni
que excogite razonamientos verosímiles, ni que exponga con nimiedad las
consecuencias de los sucesos. Esto es bueno para los poetas trágicos; sino que
cuente los dichos y hechos según la verdad, por insignificantes que parezcan. El
objeto de la historia y la tragedia es muy diferente. La tragedia se propone la
admiración y momentánea deleitación de los oyentes por medio de pensamientos
los más verosímiles; la historia, la perpetua instrucción y persuasión de los
estudiosos por medio de dichos y hechos reales”. Polibio
 “El tiempo, fluyendo inconteniblemente y moviéndose siempre, arrastra y lleva
todo lo engendrado y lo sumerge en el abismo de la oscuridad, donde no existen
hechos dignos de mención, ni donde los hay grandes y dignos de memoria,
haciendo surgir lo que está oculto, como dice la tragedia y escondiendo lo que es
33
patente. Sin embargo, la narración de la historia se convierte en una muy
poderosa defensa contra la corriente del tiempo y detiene, de algún modo, el flujo
incontenible de éste; y todo lo acontecido dentro de él, que ha recogido
superficialmente, lo contiene, lo encierra y no permite que se deslice a los abismos
del olvido”. Ana Comneno
 “…every thought and every action that has left no visible traces, or none but what
have since disappeared, is lost for history; is as though it had never been. For want
of documents the history of immense periods in the past of humanity is destined
to remain forever unknown. For there is no substitute for documents: no
documents, no history”. CH.V. Langlois y CH. Seignobos
 “No hay hechos en sí. Siempre hay que empezar por introducir un sentido para
que pueda haber un hecho”. Friederich Nietzsche
 “…algunos historiadores escriben una historia más duradera, con un carácter más
definitivo y objetivo que la de otros; y son éstos los historiadores que poseen la
que quisiera llamar visión a largo plazo del pasado y del futuro. El historiador del
pasado no puede acercarse a la objetividad más que en la medida en que se
aproxima a la comprensión del futuro”. E.H. Carr
 “…El historiador decide qué acaeceres incluye y en qué orden los dará a conocer,
pero no sin condiciones, de las cuales la mayor es la de no falsificar la realidad
histórica. Se pueden omitir datos insulsos para la imagen verdadera de un hombre
o una sociedad. Se pueden meter noticias no basadas en fuentes cuando se está
seguro de no deformar lo acontecido”. Luis González
 “What follows is an archaeology of sorts. It is not a new history of the American
slave trade but a study that looks at that slave trade from a new vantage point,
from the images created by artists as they tried to represent it, as they tried to
make the incomprehensible comprehensible. By examining the trade form inside
the auction room, I mean to recover some the texture of nineteenth-century life. To
that end, I draw from a wide range of sources no commonly brought together in
one study. Visual evidence is taken from photographs, newspaper and book
illustrations, and fine art paintings, and textual evidence comes from the account
34
books and letters of slave traders and the published accounts of travelers and
former slaves. The purpose is to recreate the network of relationships among
people and places; among images and texts; and among those attacking the slave
trade, those damaged by it, and those profiting from it”. Maurie D. McInnis
 “…Paradójicamente, la historia de las mujeres ha mantenido a las “mujeres” fuera
de la historia. Y el resultado es que “las mujeres” como un fenómeno natural se
reinscribe, aún cuando afirmamos que ellas se construyen discursivamente. Para
decirlo de otra manera, la pareja binaria sexo/género continúa en su lugar a pesar
de una generación de trabajo académico encaminado a desconstruir esa
oposición…” Joan W. Scott
 “En el texto que sigue se ha pretendido huir de la compartimentación formal al uso
en la historia del pensamiento y de la cultura (modernidad, postmodernidad), para
dar relevancia a una mirada borrosa sobre la realidad emocional en las
sociedades contemporáneas en el siglo XIX y primer tercio del XX. En este tiempo
la vida fue adentrándose progresivamente en el terreno de la fantasía, y la
arrogancia con que la ficción se impuso en el discurso de las nuevas
modernidades finiseculares fue un síntoma del desgaste de toda cultura que se
pretende moderna, ahora y entonces. Cabe sugerir que toda modernidad acarrea
su propia posmodernidad y que esta última – siempre de condición humilde y
pasajera – no es síntoma de lo nuevo, como se pretendió en el último tercio del
siglo XX, sino expresión del cierre de una determinada forma de modernidad”.
Montserrat Huguet
 “To a degree, this book takes a relativist position to defend its hypothesis. The
emphasis in this work does not lie primarily on empirical evidence, for indeed there
is little novelty about the discrete facts of British West Indian slavery history. What
is required is a reexamination of historians’ interpretations of these facts. To
expose to the light of history the slave-rebellion discourse of British abolitionism,
this book repositions, rejects, and replaces existing perspectives on the
antislavery/slave-rebellion dialectic”.Gelien Matthews
35
 “…la conciencia histórica personal es fundamental para lograr la transformación
social, pues a nosotros, a cada uno, nos toca dar los pasos concretos que guíen
y acompañen a los grupos sociales en que nos movemos, para avanzar en su
construcción en la añorada utopía de igualdad, fraternidad, justicia y libertad.
Hablar de participación y solidaridad, de progreso e integración nacional no
ayudará a asumir nuestra rica herencia cultural, a identificarnos en conciencia con
y en ella para sumarnos o enfrentarnos al mundo globalizado del siglo XXI”.
Concepción Arias y Simarro
7. Luego de que concluyas el ejercicio anterior, recomiendo que busques información
(biografías, libros o artículos) de los y las autoras. Prosigue con la escritura de uno o
dos párrafos para destacar lo que te sugieren en términos de crítica historiográfica.
(Puedes tomar en cuenta todas las citas o seleccionar las que más te hayan llamado
la atención).
8. ¿Entiendes significativo los vínculos entre la disciplina histórica y la historiografía con
la archivística, la bibliotecología y la museología? Piensa en una respuesta inmediata;
después intenta realizar el siguiente ejercicio para efectos de elaborar tu respuesta
inicial.
9. Lee los fragmentos que prosiguen y analiza los argumentos que puedan servirte para
fundamentar críticamente la relación que sugieren entre Historia e Historiografía.
 “Archival power is, in part, the power to allow voices to be heard. It consists of
highlighting certain narratives and of including certain types of records created by
certain groups. The power of the archive is witnessed in the act of inclusion, but
this is only one of its components. The power to exclude is a fundamental aspect
of the archive. Inevitably, there are distortions, omissions, erasures, and silences
in the archive. Not every story is told”. Rodney G.S. Carter
 “Los archivos históricos contienen la memoria de los pueblos, reflejos de la
interacción humana, gestas, rasgos y retratos de su cultura se resguardan como
una muestra palpable del devenir de las sociedades con sus acentos, dramas y
afanes que han sido los trazos de una arquitectura social”. Teodoro Barajas
Rodríguez
36
 “Given the complexity of the histories constructed and the loss of identity
experienced, Caribbean museums should function as sites of questioning and not
merely of didactic expression; they should identify ways to allow the community to
engage more directly in the construction of national histories through interactivity
and the elimination of boundaries and controls”. Alissandra Cummins
 “A large body of research and recorded experience has documented biases of
gender, sexuality, race, age, ability, ethnicity, language, and religion as limits to
the expression of diversity in naming information for retrieval. These limits, of
course, have direct, practical consequences for users of libraries who, in their
searches for information, can be aided or impeded by the arrangement of the
catalog and the physical locations of books. Library users seeking material on
topics outside of a traditional mainstream will meet with frustration in finding
nothing, or they will find something but miss important relevant materials. Effective
searching for marginalized topics will require greater ingenuity and serendipity than
searching for mainstream topics. Certainly libraries, like other institutions, reflect
the marginalizations and exclusions of the society they serve”. Hope, A. Olson
 “A crucial element in historical methodology is the exploration of primary source
materials and the manipulation of them to formulate, develop, verify, and
eventually articulate a treatise. Effective use of these materials demands an
understanding of their limitations as well as of their values; it also requires the
ability to exploit the strengths and compensate for the deficiencies of such
materials”. Lydia Lucas
10.Lee la lista de cotejo que aparece en la página siguiente y trata de asimilar los
aspectos que deben sobresalir en la evaluación de un ensayo historiográfico.
37
Aspectos a evaluar en un ensayo historiográfico
A. Título
1. Posee un título bien definido
B. Planteamiento del
tema/introducción
2. Plantea de manera clara, directa y persuasiva el tema historiográfico que
abordará
3. Enuncia sintéticamente la posición historiográfica del autor del ensayo
C. Desarrollo
4. Utiliza una literatura pertinente al tema
5. Identifica correctamente las tendencias historiográficas que siguen los(as)
autores(as) estudiados, ubicándolos en el contexto en el cual producen sus
obras
6. Destaca las tesis más relevantes de las(os) autoras(es)
7. Logra analizar de manera integrada las intenciones que subyacen en el
manejo de las categorías y los conceptos expuestos en la estructura
narrativa de las obras estudiadas
8. Observa de manera crítica el manejo de las evidencias
9. Contiene argumentos propios hilvanados de modo efectivo a lo largo del
cuerpo del texto
D. Conclusiones
10. Las conclusiones rescatan los argumentos centrales del ensayo y permite
distinguir la posición historiográfica de su autor(a)
E. Manejo del lenguaje
escrito
11. El ensayo está escrito con corrección ortográfica y gramatical y un estilo
formal apropiado
F. Referencias y
bibliografía
12. Es puntual en la citación de las referencias
13. La bibliografía sigue un formato de citación uniforme
38
ANEJO II
HISTORIOGRAFÍA Y CRÍTICA I: BIBLIOGRAFÍA
Esta bibliografía incluye las referencias para el curso de Historiografía y Crítica I
que me sirvió de punto de partida para el desarrollo del escrito hoy compartido. Hasta
cierto punto, mantengo la versión original de la bibliografía. Es decir, omití los libros y
artículos que discutiríamos en aquel curso, pero conservo el resto de referencias que
todavía es posible acceder desde la Internet.14 Aprovecho para aclarar, que remito a
estudios sobre obras identificadas como parte de la historiografía Grecolatina, Medieval,
Renacentista, Indiana y de la Ilustración. Las corrientes historiográficas
correspondientes a lo que, sin duda, proyecta un orden cronológico esquemático y no
menos arbitrario, quedan sujetas a uso y ampliación por parte de cada estudiante que
maneje este escrito.
Grecolatina
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griegos e indoeuropeos) 8.4 (1994): 35-45. Web. 6 diciembre 2014
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Burrow, John. Historia de las historias de Heródoto al siglo XX. Barcelona: Crítica, 2009.
14 Muchas de las referencias que remiten a artículos de revistas pueden accederse a través de bases de
datos suscritas. Es decir, aquellas a las que tengan acceso los estudiantes mediante el sistema de
bibliotecas que provean sus respectivas instituciones universitarias. Aunque no siempre mencione que el
artículo se encuentra en la Web, sugiero que copien y peguen el título en el motor de búsqueda de
preferencia. No duden que no pocas veces podrán encontrar el texto buscado en algún resquicio de la
Web. En tal caso, aconsejo que lo descarguen y lo guarden en sus equipos o en algún repositorio gratuito
de la Web.
39
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  • 1.
  • 2. Apuntes para la escritura de ensayos historiográficos Primera edición junio 2015 © María Margarita Flores Collazo © HUMANITATIC 3.0 Imagen de cubierta: Clío, la musa de la historia, por Pierre Mignard (1689). Obtenida de Wikimedia Commons, the free media repository. Diseño de cubierta: María Margarita Flores Collazo
  • 3. CONTENIDO Palabras preliminares ...................................................................................................................................4 Introducción...................................................................................................................................................7 Definiciones...................................................................................................................................................9 Criterios para armar un ensayo historiográfico...........................................................................................11 Acerca de la selección de obras .................................................................................................................14 sobre lo que se dilucida en un ensayo historiográfico ................................................................................17 Estructura de un ensayo historiográfico......................................................................................................23 cierre abierto: La historiografía en relación con la propia Historia y otras disciplinas ................................25 Referencias .................................................................................................................................................29 Anejos ........................................................................................................................................................30 Anejo I...................................................................................................................................................31 Actividades de aprendizaje ...............................................................................................................31 anejo ii.........................................................................................................................................................38 Historiografía y Crítica I: Bibliografía...............................................................................................38 Anejo III .......................................................................................................................................................50 INTRODUCCIÓN de un ensayo historiográfico ...............................................................................50 Anejo IV.......................................................................................................................................................52 CONCLUSIÓN de un ensayo historiográfico ...................................................................................52
  • 4. 4 PALABRAS PRELIMINARES Este escrito ha pasado por varias etapas. La primera vez que lo compartí fue con estudiantes de un curso de Historiografía y Crítica, I que ofrecí en el Programa Graduado de Historia de UPR-Río Piedras. El curso estuvo compuesto por estudiantes de primer año de la maestría en Historia y de una estudiante de la Escuela de Arquitectura de la misma universidad. Recuerdo algunas de sus inquietudes tan pronto como les comuniqué que debían redactar un ensayo historiográfico como requisito del curso. Entre ellas estaban: cómo distinguir la producción de conocimiento histórico del estudio sobre las formas como dicho conocimiento ha sido escrito; cómo delimitar un tema historiográfico; habrá que referirse al conjunto de obras de un solo autor o autora, o es posible, por vía del contraste, examinar varios escritos históricos de diversos autores(as) que tratan un mismo problema histórico; qué aspectos de la escritura valorar. Ante lo que asumí como planteamientos muy legítimos, me di a la tarea de esbozar algunos apuntes que les sirvieran de apoyo en su proceso de ejercer, por primera vez, como historiógrafas e historiógrafos. Enfrentarme a crear un material educativo para estudiantes graduados, fue un proceso arduo pero no menos provechoso incluso para mi propio aprendizaje. En una segunda etapa, busqué afanosamente otras referencias que apuntalaban lo que, en un momento de mi proceso formativo, iba reconociendo como ejes de discusión historiográfica. Es decir, aquellos debates en torno a la validez de la disciplina como generadora y portadora de conocimientos certeros acerca del pasado. Ante esto, no podía menos que intentar aclararme a mí misma, asumir sin remilgos los límites del ejercicio de historiar y proceder a “enseñar” la práctica fuera de sus más cuestionables parámetros. Fue entonces cuando volví a compartir el trabajo con otros estudiantes graduados de Historia en un curso temático. Sin embargo, por un largo periodo estuvo resguardado en un disco externo, aunque, de cuando en cuando, hacía llegar el escrito en calidad de borrador a estudiantes graduados de otras instituciones universitarias que se me acercaban para que los orientara sobre cómo desarrollar un ensayo historiográfico.
  • 5. 5 El público al que me dirijo puede estar situado entre estudiantes que cifran esfuerzos hacia la consecución de un grado académico en el campo de la Historia y colegas que imparten cursos de historiografía. Parto de la premisa de que los estudiantes que se animen a indagar en el escrito poseen experiencia en la búsqueda de bibliografía especializada y su sistematización, así como en la formulación de un tema-problema histórico. Sin embargo, trato de garantizar un carácter didáctico. En las secciones que lo ameritan, los ejemplos no escasean. Puntualizo particulares, a veces en onda reiterativa, sobre los modos que entiendo más adecuados para dar forma y contenido a un ensayo historiográfico. El propósito es ofrecer unas líneas generales, que les sirvan para diseñar estrategias que faciliten el proceso de realizar un ejercicio historiográfico. Con esto queda implícito que los estudiantes podrán, por sí mismos, aventurarse a reconocer los parámetros básicos sobre los cuales fortalecer su pericia en la delimitación de sus temas de interés y en la selección, uso e integración de bibliografía especializada en función de escribir un ensayo historiográfico. Al fin y al cabo, es dable reconocer en el estudio independiente una habilidad capaz de fomentar diálogos ajenos a prácticas de enseñanza-aprendizaje inflexibles. Esto, en parte, explica la inclusión, entre otros, de un Anejo titulado “Actividades de aprendizaje”. En el caso de colegas que se interesen en leer este trabajo, comprendo que estarán mejor dispuestos a identificar los criterios que juzguen más convenientes para iniciar a sus estudiantes como historiógrafos e historiógrafas. Incluso, aspiro a que de la diversidad de lecturas que se generen entre historiógrafas e historiógrafos curtidos, surjan prácticas mejoradas para apoyar a los jóvenes estudiantes que realizan sus primeros pinitos en la crítica historiográfica. De lo antes dicho se infiere que en la etapa actual decidí que era tiempo de poner a circular el escrito fuera de mi disco externo. En plena confianza sobre las posibilidades que ofrece la Internet para crear y compartir conocimientos de diversa índole, volví a revisarlo, le di otro formato e incluso me dispuse a dar un paso más. Esta vez me aventuro a difundir el trabajo con mi propia marca digital: HUMANITATiC 3.0. Desde el primer borrador a este momento, mucho han cambiado las formas y los medios de difundir conocimientos. Es más, mucho también se ha visto impactada la práctica de pensar y hacer la Historia. Este no es el espacio para discutir sobre tales particulares.
  • 6. 6 Sin embargo, hago entrever lo que hoy es mi manera de tantear otros rumbos que, sin abandonar la rigurosidad, se apresten a democratizar las maneras de compartir, cuestionar, transformar el cúmulo de saberes que dan cuenta de las complejas formas de imaginar, pensar, crear, habitar espacios y temporalidades diversas desde nuestros múltiples modos de sumarnos a la experiencia de pertenecer al género humano. María Margarita Flores Collazo
  • 7. 7 INTRODUCCIÓN Por muchos años, en escuelas secundarias e instituciones universitarias de Puerto Rico, han circulado los textos escolares de historia general de la autoría de José C. Ibáñez. En uno de ellos, el titulado Historia Antigua y Medieval, leí la siguiente aseveración: “Historia es la narración cronológica y verídica de los acontecimientos del pasado”. En guisa de hacernos memorizar lo afirmado por el autor del texto escolar, mi maestra de Estudios Sociales la repetía continuamente. Acepté sin resistencia la definición. Pero, en mi proceso de formación como estudiante universitaria interesada en la disciplina histórica, trataba de digerir la palabra narración junto con la noción ciencia histórica con la que comenzaba a relacionarme en la práctica. Asimismo, me confronté con otras formas de asumir ciertas categorías que Ibáñez vinculaba con la disciplina histórica. En mi ejercicio como profesora e investigadora en este campo, un reencuentro con su libro de texto me conduce a manejar desde miras bastante más experimentadas o críticas lo que subyace en la memorizada (y no menos memorable) noción. Luego de ofrecer su definición de Historia, Ibáñez exponía una clara jerarquía del tipo de fuentes sobre las que el historiador/investigador realiza sin equívocos su indagación acerca del pasado. La jerarquía encierra una idea de tiempo-progreso lineal que, de algún modo u otro, remite al surgimiento de las épocas de la historia y con ello al desarrollo progresivo de las “civilizaciones”. Las fuentes aparecen ordenadas y clasificadas del siguiente modo: Tradiciones (“testimonios orales, relaciones vagas, transmitidas de boca en boca y de generación en generación”); Monumentos (“todas aquellas construcciones levantadas por el hombre con el objeto de conmemorar algún suceso importante o transmitir a la posteridad el recuerdo de un personaje ilustre…”); y Narraciones, anales y crónicas. Esto es “la exposición de los hechos por medio de la escritura” (1-2). Este último tipo de fuentes es la que da cuenta del surgimiento de la historia, para la cual Ibáñez destaca varias ciencias que auxilian al historiador en el fiel cumplimiento de su “ardua tarea”. Para el caso que nos concierne, me concentraré en la que llama crítica histórica.
  • 8. 8 La crítica histórica es la que “analiza minuciosamente todas las fuentes, enseña a distinguir entre lo verdadero y lo falso y su grado de autenticidad” (2). En este último particular, el autor es bastante ambiguo. No queda claro si las fuentes a las que alude también incluyen las narraciones que los historiadores producen. Lo que sí es enteramente indudable, es que para Ibáñez la función de la crítica histórica no era otra que la de verificar y enseñar las propiedades de verdad que las fuentes poseen sobre el pasado. En realidad, Ibáñez suscribía la tradición erudita de la crítica histórica gestada por el humanismo renacentista. El erudito y paciente hurgamiento de los textos de la antigüedad clásica condujo a los humanistas renacentistas a someter los documentos, previamente elevados al rango de reliquias históricas, a una crítica interna incisiva capaz de despejar dudas acerca de su falsedad o fidelidad. 1 La rectificación de los anacronismos geográficos y cronológicos, las tergiversaciones jurídicas y los errores gramaticales era, en efecto, la función más preciada de la crítica histórica.2 En 1984, cuando surgió la cuadragésima cuarta edición del susodicho texto, la noción de crítica histórica acogida por Ibáñez había sido ampliamente retada desde muchos frentes académicos, incluyendo el constituido por la historiografía puertorriqueña. En ese entonces, cumplí cuatro años de estudios universitarios y me orientaba a proseguir estudios de Maestría en el Programa Graduado de Historia de la Universidad de Puerto Rico. Por tanto, ya estaba en mejor disposición para asumir la crítica histórica y la noción historiografía que la implica como aspectos imprescindibles en el ejercicio de descifrar las voluntades orientadas a pensar y hacer la Historia. Lo que prosiguió a partir de ese momento, es parte de lo que comparto en este escrito, sin mayor pretensión que la de continuar aprendiendo a aprender 1 Ejemplos concretos de las implicaciones políticas de la crítica histórica erudita llevada a cabo por humanistas renacentistas los ofrecen Grafton y Moradiellos. 2 Esto lo plantea Moradiellos al referir al interesante caso del humanista del siglo XV, Lorenzo Valla, quien demostró la falacia del documento Donación de Constantino (Donatio Constantini), en el que supuestamente Constantino legaba al papa Silvestre I y sus sucesores la soberanía sobre Roma, la península itálica y todas las regiones que componían entonces el Imperio de Occidente (133).
  • 9. 9 DEFINICIONES El artículo de Javier Rico Moreno, titulado “La historiografía como crítica: apuntes para una teoría de la historiografía”, es punto de partida en mis intentos de precisar unas definiciones para historiografía y ensayo historiográfico que, sin duda, no dejan de ser bastante escurridizas (Rico Moreno 141-152). En términos específicos, la historiografía es el estudio de las obras que tienen por objeto la dilucidación de un tema-problema histórico. Sin embargo, el asunto no queda ahí. El concepto historiografía también refiere al conjunto de obras producto de la indagación sobre el pasado. El hecho de que un conjunto de obras de historia (española, caribeña, hispanoamericana, africana…, moderna, contemporánea, colonial, poscolonial…) corresponda a lugares de cultura diversos, conlleva que al término historiografía se le añada la acepción de operación, práctica, forma de pensar y hacer la Historia. Por ser el estudio de un conjunto de obras históricas producidas al interior de variopintas formaciones temporales y espaciales, la historiografía se constituye, además, en un ejercicio crítico. Dicho ejercicio remite a una disciplina -la crítica historiográfica- que, como indica Rico Moreno “… adquiere su especificidad de la integración de los diversos aspectos del saber histórico” (149). Esto, según Rico Moreno, “exigirá del crítico una sensibilidad que le permita reconocer la interacción entre historia y cultura” (149). Uno de los actos de escritura que abarca la crítica historiográfica es el ensayo historiográfico. Este constituye un ejercicio de análisis crítico que tiene por objeto las obras (libros, artículos, conferencias, tesis) de autores que han planteado formas específicas de producir conocimiento histórico a tenor con su interés de explicar, interpretando, un tema-problema histórico. En un análisis historiográfico crítico se abordan los enfoques temáticos, los objetivos, el acercamiento teórico-conceptual y los métodos que informan el conjunto de obras analizadas. Por otro lado, un ensayo historiográfico sirve para exponer el perfil del autor o de los autores estudiados. Esto es, inquiere sobre las tendencias epistemológicas, éticas e ideológicas que, a partir de tiempos y espacios determinados, conducen al autor o los autores del acopio bibliográfico examinado. De estas particularidades se desprende que la historiógrafa y el historiógrafo son creadores de saberes acerca de las diversas aproximaciones a los
  • 10. 10 acontecimientos históricos. De ahí que, como apunta el historiador puertorriqueño, Mario Cancel, en ¿Qué es Historiografía?: “Para la Historiografía, la obra de historia es el acontecimiento; la escuela historiográfica es el proceso; el historiador es el personaje”.3 El historiógrafo localiza, identifica, selecciona, organiza la bibliografía especializada para analizar los modos como otros han producido escritos mediante la utilización de una amplia gama de artefactos culturales o, lo que en términos más tradicionales se reconocen como fuentes primarias –entiéndase documentos de archivos, fotografías, mapas, restos arqueológicos, monumentos, obras literarias, artísticas, etcétera–. De ahí procede a detectar los argumentos y entendidos que operan tras las teorías, los conceptos, los métodos, las técnicas que amparan las narrativas compuestas por el o la historiadora. Pero al mismo tiempo que traza el perfil de quienes establecen temporalidades, relaciones causales, modelos de explicación, procedimientos de comprobación relacionados con eventos del pasado, el historiógrafo y la historiógrafa también legitiman su propia formación intelectual, sus criterios ideológicos, sus valores éticos, etcétera, vinculados al contexto desde el que realiza su crítica historiográfica. Por tanto, en un sentido más extenso, una historiógrafa recela tanto como crea sospechas no solo en torno a la validez de hacer asequible el pasado mediante el lenguaje escrito, sino también respecto a los recursos (teóricos, metodológicos y narrativos) que emplea para la puesta en miras de la crítica que ejerce. 3 Por escuelas historiográficas (también identificadas como corrientes o tendencias) debemos entender los procesos (teóricos, metodológicos, técnicos, narrativos) de los que lecturas críticas pueden extrapolar los principios epistemológicos, ideológicos y éticos que enmarcan los temas-problemas históricos estudiados. Dicho esto, solemos admitir como corrientes historiográficas la grecolatina o clásica, la humanística, la nacionalista o romántica, el positivismo, el historicismo, la materialista, la Escuela francesa de los Annales, la estructuralista, la posestructuralista, entre otras. Ahora bien, vale advertir que no siempre resulta tan nítido establece características que las distingan. Los y las historiadoras, así como los mismos historiógrafos o historiógrafas, pueden, en aras de explicar su objeto de estudio, llegar a realizar una suerte de guion desde miras que aluden a entrecruzamientos de aquellos procesos y también a las maneras como se acomodan (no sin tensiones) a las ideas, valores, principios, ideologías que dan forman a los contextos desde donde se apuestan diversos modos de atribuir explicaciones tanto como producir conocimientos.
  • 11. 11 CRITERIOS PARA ARMAR UN ENSAYO HISTORIOGRÁFICO Un ensayo historiográfico puede referir tanto a un acopio de obras escritas por un solo autor como a un conjunto de obras escritas por distintos autores. En el primero de los casos, el/la ensayista asume como eje temático al propio autor cuyas obras analiza y que, muy probablemente, pueden abarcar temáticas diversas. En el segundo, el cuerpo de los trabajos históricos de todos los autores da cuenta de un mismo tema-problema histórico, por lo que el ensayo adquiere un carácter comparativo sumamente distinguible. De todos modos, en los dos casos referidos el autor del ensayo historiográfico puede ordenar su texto, atendiendo no solo criterios temáticos, sino también cronológicos, geográficos, académicos o ideológicos.4 Vale advertir que los criterios mencionados no son excluyentes. Un ensayo puede abordar un mismo problema histórico en períodos diversos. Ejemplos: “La historia de lo político en la Antigüedad grecolatina y la Edad Media”; “El Renacimiento italiano en la historiografía europea de los siglos XIX y XX”; “Historia de la medicina desde mediados del siglo XIX hasta la primera mitad del XX”. También se puede tratar un mismo problema histórico en espacios geográficos distintos. Ejemplos: “El abolicionismo en la historiografía inglesa y española”; “La abolición de la esclavitud en la historiografía jamaicana y puertorriqueña”; “El sufragio femenino en la historiografía cubana y puertorriqueña”; “Las historias generales en el Caribe inglés e hispano”; “El 98 en la historiografía cubana y puertorriqueña”. Igualmente, puede dilucidar un mismo problema histórico desde corrientes o escuelas historiográficas diversas. Ejemplos: “La Revolución francesa desde las historiografías conservadora y socialista en Francia”; “La historia de las mujeres vista desde el positivismo y los Annales”; “La cultura popular desde el neo marxismo británico y la nueva historia cultural”. 4 Aunque esta no haya sido precisamente su intención, aquí sigo bien de cerca la manera como Rico Moreno podría estar proponiendo una esquematización para el estudio de diversos acercamientos historiográficos. Este particular puede observarse en las páginas 142-143 del referido artículo de este autor. Por otro lado, indico lo siguiente: El criterio académico podría pensarse como un sinsentido, puesto que, al fin y a la postre, la producción historiográfica suele realizarse en entornos académicos. Sin embargo, dicho principio ordenador concede a la precisión un amplio margen, sobre todo si el norte del ensayo es examinar la propagación y recepción de una corriente o escuela historiográfica entre los miembros de comunidades académicas específicas.
  • 12. 12 Luego de estos señalamientos, amplío lo que podría considerarse un esquema clasificatorio útil, con sus correspondientes ejemplos, para desarrollar un ensayo historiográfico.  Temáticos: historiografía grecolatina; historiografía política; hagiografías; historia cultural; historia filosófica; historia de las mujeres; aplicación de categorías… Ejemplos: “La noción de historia universal en la historiografía grecolatina”; “La historiografía política en el Puerto Rico de los años de 1950 a 1960”; “Hagiografías e historia en la Edad Media”; “El surgimiento de los museos públicos: una mirada desde la nueva historia cultural”; “La historia filosófica de David Hume: un acercamiento historiográfico”; “La historia de las mujeres: una revisión historiográfica”; “Las categorías sexo y género en los estudios históricos caribeños contemporáneos”  Cronológicos: época medieval; siglo XIX europeo; siglos XVI al XVIII en Puerto Rico; el periodo entreguerras… Ejemplos: “Historiografía medieval de la Europa occidental”; “Acercamientos historiográficos al siglo XIX europeo”; “Los siglos XVI al XVIII desde la llamada vieja historia puertorriqueña”; “La historiografía francesa del período entreguerras”  Geográficos: Caribe regional; China; África… Ejemplos: “Azúcar y esclavitud en el Caribe: un balance historiográfico regional”; “La historiografía en la China moderna”; “La historia en África en los años de 1950”  Académicos: obra académica de Eric Williams; historiografía francesa de los Annales; obra historiográfica de Arturo Morales Carrión; historias generales del Caribe; estudios subalternos; una revista especializada… Ejemplos: “Debates en el ámbito académico inglés en torno a las tesis de Eric Williams sobre la relación capitalismo y esclavitud”; “La obra historiográfica de Arturo Morales Carrión”; “Los enfoques sobre la emancipación de la esclavitud en las historias generales del Caribe
  • 13. 13 francés”; “El tema de las mujeres desde la perspectiva de los Annales”; “La historiografía feminista de los 1970 en la academia norteamericana”; "Gayatari Spivak y los estudios de la subalternidad en la India”; “Centro Journal y las aportaciones historiográficas de la diáspora puertorriqueña”  Ideológicos: historiografía del progresivismo estadounidense; historiadores del Partido Comunista inglés; interpretaciones racialistas en el Caribe… Ejemplos: “Teoría y práctica del progresivismo en Estados Unidos: una aproximación historiográfica”; “Christopher Hill, Eric Hobsbawm, Raphael Samuel y E. P. Thompson: la producción historiográfica inglesa de corte comunista”; “Interpretaciones racialistas de la intelectualidad dominicana, cubana y puertorriqueña: un análisis historiográfico”
  • 14. 14 ACERCA DE LA SELECCIÓN DE OBRAS El ejercicio historiográfico obliga a una adecuada (aunque no exhaustiva) selección de bibliografía especializada. En este sentido, es aconsejable que la ensayista se dé a la tarea de realizar lo siguiente:  Identificar las áreas de estudio de interés propio. Esto es si la atención del ensayista está puesta, por ejemplo, en la historia cultural, social, política, económica…  Determinar en torno a qué marcos teórico-metodológicos, enfoques temáticos, conceptos y objetivos se pretende encaminar la búsqueda, tomando en cuenta las áreas de estudio en las que puede subdividirse la disciplina histórica en sintonía o no con otras disciplinas. Así, por ejemplo, obras que se correspondan con la historia cultural pueden demostrar sus cruces con áreas de estudio de la antropología y la literatura, entre otros tantos. A riesgo de ser demasiado esquemática, a continuación ofrezco algunos ejemplos de “formas de hacer la historia” desde las que podemos determinar los marcos teórico-metodológicos, enfoques temáticos, conceptos y objetivos que nos interese indagar para explicar y comprender cómo otros y otras abordan sus objetos de investigación:  Historia cultural: turismo cultural, cultura popular, políticas de la memoria…  Historia política: sistemas políticos, geopolítica, partidos políticos…  Historia social: movimientos migratorios, violencia de género, criminalidad…  Historia económica: industrias culturales, patrones de consumo, empresarismo…  Reconocer autores y autoras que hayan sido pioneros en determinadas áreas de estudio; o que sus los marcos teórico-metodológicos, enfoques temáticos, conceptos y objetivos que caracterizan sus obras, destaquen por los modos como han sido acogidos en el interior de los lugares, inmediatos y lejanos, de
  • 15. 15 producción historiográfica. En el siguiente punto abundo brevemente sobre esto.  Poner en práctica la exploración de recursos bibliográficos que traten acerca de las obras sobre las que se realizará el análisis historiográfico. Cuando nos iniciamos en el proceso de escribir ensayos historiográficos (como cualquier otro escrito en el que nos enfrentamos con los estudios realizados por otros) suele ocurrir que comencemos leyendo literatura de apoyo o crítica. Explico esto sustentándome en Umberto Eco: “…por una parte están los textos que constituyen el objeto y por otra la literatura existente sobre dichos textos” (119). Eco se refiere específicamente a libros. Mediante este tipo de literatura es posible contextualizar la producción historiográfica objeto de atención; aclarar conceptos; identificar las corrientes historiográficas en las que se sitúan los autores cuyas obras se analizarán, etcétera. No obstante, a mí me parece muy oportuno considerar dentro de la literatura de apoyo la formada por artículos y reseñas críticas. Esto por varias razones. Primero, porque un artículo como una reseña pueden ofrecer pistas sobre el reconocimiento con el que miembros de la comunidad académica distinguen a los autores de los textos que constituyen la materia del estudio historiográfico. Segundo, porque dan indicios de los argumentos principales, las tesis, los métodos empleados, etcétera. Ambos tipos de literatura de apoyo, pueden ser producto de la creación de otro historiógrafo. Por tanto, será el peso que el ensayista otorgue a la literatura crítica en la confección de su propio trabajo, lo que determinará lo que expongo en el próximo ítem.  Decidir si la selección incluirá la literatura crítica. Si el ensayo se circunscribe a analizar la producción de textos de historia general del Caribe inglés en la década de 1980, el mismo se centrará en la identificación y selección de textos producidos en dicho período. Ahora bien, en caso de que otros historiógrafos hayan abordado en años recientes igual tema teniendo en cuenta la misma década, es pertinente considerar si sus trabajos se integrarán. En lo dicho existen dos premisas que a estas alturas figuran reiterativas pero no
  • 16. 16 improcedentes. Por un lado, un ensayo historiográfico se funda sobre lo que los historiadores solemos reconocer como fuentes secundarias, esto es libros, artículos, tesis, conferencias, mediante los que sus autores exponen interpretaciones acerca de acontecimientos o procesos asumidos como parte del pasado. Por otro lado, queda implícita la idea de que el historiógrafo es también un creador de conocimiento histórico, dispuesto a validar las bases de legitimación paradigmática y teórica-conceptual que lo (in)forman. De todas maneras, la aludida decisión no tiene porqué implicar una imparable detección de fuentes. Nuevamente, una sólida disposición para el desarrollo de una crítica perspicaz es habilidad principalísima para una selección bibliográfica no solamente apropiada, sino, además, con posibilidades de tratarse en tiempo razonable.
  • 17. 17 SOBRE LO QUE SE DILUCIDA EN UN ENSAYO HISTORIOGRÁFICO El autor o la autora de un ensayo historiográfico debe de mantener en miras una discusión integrada de los aspectos implicados en las preguntas que siguen.  ¿En qué contexto (temporal, social, cultural, ideológico, académico) se produce la obra?  ¿A qué corriente historiográfica responde?  ¿Cuál es el tema-problema histórico investigado?  ¿Sobre qué categorías y matrices conceptuales funda su aproximación al pasado narrado?  ¿Qué explicaciones adelanta?  ¿Qué tipo de evidencias presenta?  ¿Cómo maneja las evidencias?  ¿Cómo comparan todos estos particulares con los que el mismo autor u otros autores toman en cuenta al tratar un tema-problema histórico afín? 5 Tratemos ahora de observar lo que conlleva tomar en cuenta tales preguntas desde una perspectiva crítica integrada. Comienzo con el contexto. Un aspecto de suma importancia en un ensayo historiográfico es el reconocimiento del entorno temporal, social, cultural, ideológico, académico desde donde el autor o los autores de las obras examinadas realizaron la práctica de pensar y hacer la historia. Ofrezco el siguiente ejemplo. La noción de Archivo, ese lugar de memoria tal como fue sacralizado, par excellence, a partir de la profesionalización de la disciplina histórica en el siglo XIX, no se cruzaba por la mente de Heródoto al momento de concebir y escribir su obra Historia en el siglo V a. C. Su relato tenía como referente “un mundo donde el discurso oral no está devaluado con respecto al escrito; un mundo de oralidad, o todavía en gran medida de oralidad” (Hartog El espejo… 258). El ojo y el oído bastaban para otorgar credibilidad al relato escrito. A tenor con esto, Hartog apunta que “…Heródoto, hombre entre lo escrito y lo oral, escucha a hombres que utilizan libros, pero en lo que respecta a él mismo, la 5 El conjunto de obras de un mismo autor puede proyectar revisiones a interpretaciones previas. En las ocasiones que esto es observable, es importante destacarlo.
  • 18. 18 idea de “ir a los archivos”… ni siquiera puede surgir…” ((Hartog El espejo… 265). Por tanto, el contexto de los textos creados por estudiosos de la historia (sean o no historiadores) debe relucir explícitamente en un ensayo historiográfico. Con ello ponemos en su justa perspectiva los contenidos de los relatos examinados en correspondencia con el ámbito temporal, social, cultural, ideológico o académico de los hacedores de la Historia. Por otro lado, cuando contextualizamos estamos situando en términos historiográficos la(s) obra(s) estudiadas. Veamos esto en seguimiento al ejemplo de Heródoto. Su obra responde a un contexto en el que la Historia apenas comenzaba a tomar forma de saber estructurado desde la escritura. De hecho, es a él a quien se le designa, no sin tiesuras, la paternidad de la Historia. Las condiciones paradigmáticas de su momento lo hacían brindar mayor significación a la historia más cercana a su propio presente, investigada por vía de la oralidad y puesta en valor mediante el acto de escritura “para evitar que con el tiempo caiga en el olvido lo ocurrido entre los hombres y así las hazañas, grandes y admirables, realizadas en parte por los griegos y en parte por los bárbaros, se queden sin su fama…” (Hérodoto 69). Sigo con el asunto de la narración histórica. Antes debo reconocer que este es un aspecto sobre el que no pocos filósofos de la historia, críticos literarios y, por supuesto, historiadores han incursionado profundamente. Intentaré una aproximación que me permita mostrar la relación de la narrativa con las preguntas que sirven de guía para el ejercicio de crítica historiográfica. Comenzaré exponiendo varios planteamientos generales acerca de los procedimientos relativos a la construcción de la narración histórica, para luego proseguir con algunas de las ideas que subyacen tras estos. En uno y otro caso, la apretada exposición tiene por base lo afirmado por estudiosos de la talla de Roland Barthes, Michel de Certeau, Paul Ricœr, Hayden White, Roger Chartier.6 6 Entre otros autores, estos que cito han producido una gran cantidad de escritos que, aun sin tensiones, poseen como denominador común la separación de los procedimientos de la construcción narrativa del pasado, para dar cuenta de los entendimientos que normativizan la práctica histórica. A sabiendas de tomarme el riesgo de simplificar lo que es un asunto espinoso, los argumentos que siguen a esta nota se nutren mucho de lo discutido por varios de aquellos estudiosos.
  • 19. 19 La narración es el vehículo mediante el que se reúne y comunica el tiempo real de los acontecimientos del pasado. La función explicativa que se adjudica la propia disciplina desde el siglo XIX, hace que la composición de la narración histórica se articule de manera lógica y coherente. El propósito es imprimir inteligibilidad al pasado aprehendido mediante el acto de la escritura, el cual, previo a su realización, encuentra apoyo en la verificación de los acontecimientos mediante la metodología empleada por el historiador. Luego, la articulación de los acontecimientos le concede propiedad discursiva a la escritura histórica. Los acontecimientos se vuelven “hechos” referidos de continuo mediante citas montadas sobre todo el aparato documental, previamente ordenado por el historiador, en aras de legitimar su discurso y la autoridad de su saber.7 Esta parte del proceso escriturario implica también la utilización de diversos tipos de categorías. Entre ellas están las que remiten a la temporalidad como, por ejemplo, época, período, siglo, década; y las que aluden a conceptos tales como raza, género, sexo, imperio, nación, revolución, hegemonía, crecimiento, crisis, decadencia. Dichas categorías y conceptos fungen como unidades organizadoras del discurso histórico, que puestas en uso relacional (conexión causal coherente) buscan comprender y explicar lo real acontecido. En vistas de que la historiografía admite “aislarse” de la Historia, en lo que sigue busco alertar, mínimamente, acerca de las implicaciones de lo expuesto en el párrafo anterior. La articulación narrativa del pasado que fue se realiza cuando el sujeto historiador se dispone a relatarlo. Parece una perogrullada. No obstante, este es uno de los aspectos más reiterativo (y, sin duda, también peliagudo) en las discusiones acerca de la relación tiempo y narración inscrita en la práctica histórica. La historia de raigambre positivista demanda una separación tajante entre presente y pasado. Desde esta perspectiva, el historiador solo enuncia la verdad encontrada en la evidencia archivada. Son los documentos los que dicen; entretanto, el sujeto historiador acentúa su ausencia en la presencia del pasado al que refiere. Es lo que Roland Barthes denomina “carencia 7 En su acepción más amplia, la noción aparato documental permite remitir a los vestigios que fungen de indicios del pasado. De acuerdo con Peter Burke, “el término “vestigios” designaría los manuscritos, libros impresos, edificios, mobiliario, paisaje..., y diversos tipos de imágenes: pinturas, estatuas, grabados, o fotografías” (16).
  • 20. 20 de signos del enunciante” en el discurso histórico con base en una noción de objetividad por demás ingenua (Barhes 168). Dentro de esta línea, Barthes arguye que “en la historia ‘objetiva’, la ‘realidad’ no es nunca otra cosa que un significado informulado, protegido tras la omnipotencia aparente del referente. Esta situación define lo que podría llamarse el efecto de realidad” (174). El pasado real es externo al acto de narrarlo y su prueba (el aparato documental) corre igual suerte. Pero, sucede que el tiempo discursivo ordena el tiempo de los acontecimientos en virtud de la conversión de estos en una sucesión de hechos. Es decir, el y la historiadora se acercan a los vestigios del pasado con preguntas formuladas desde su presente, en plena voluntad de explicar y comprender el pasado que fue. Esta operación implica que en el adentro del tiempo discursivo, los acontecimientos son, como señala Michel de Certeau “objeto de omisiones y de inversiones capaces de producir efectos de sentido” (109). De este modo, añade De Certeau, el tiempo discursivo prolonga su propio tiempo. En otras palabras, la conexión “entre acontecimientos múltiples, entre causas, intenciones y también casualidades”, conduce a que el historiador, tal como plantea Paul Ricœr, aporte por vía de la “coherencia narrativa” una síntesis de lo heterogéneo (322). “[D]entro del marco de la narratología”, argumenta Ricœr, la síntesis de lo heterogéneo adquiere la forma literaria de una trama “que consiste en conducir una acción compleja desde una situación inicial a otra final por medio de transformaciones reguladas que se prestan a una formulación apropiada” (322). Por tanto, es la dimensión retórica del discurso histórico la que permite la prolongación de los sentidos de explicación veraz que produce. En este particular, las categorías históricas y los conceptos empleados por los historiadores, como argüiría Hayden White, juegan el papel de artificios literarios sancionados por convencionalismos culturales que hacen posible la verosimilitud del pasado que pretenden significar (81- 100). Ahora bien, el reconocimiento de los recursos retóricos contenidos en la construcción de la trama no implica la imposibilidad de acceder al conocimiento de la historia (White 23). Tampoco resta valor explicativo a la disciplina histórica. La inteligibilidad de lo real como proyecto de la historia-problema no es incompatible con la
  • 21. 21 configuración literaria que le otorga forma coherente a sus contenidos explicativos fundados en la diversidad que le proporciona su aparato documental. Recojo en esto la tesis de Paul Ricœr respecto a la distancia entre lo real acontecido y sus representaciones o re-actualizaciones en su forma discursiva: la explicación de “… la especificidad de la referencialidad en el régimen historiográfico… no puede discernirse únicamente en el plano del funcionamiento de las figuras asumidas por el discurso histórico, sino que debe pasar a través de la prueba documental, la explicación causal/final y la configuración literaria. Este triple entramado sigue siendo el secreto del conocimiento histórico” (332-333). Aun cuando en esto siga persistiendo una tensa armonía, también Roger Chartier, a propósito de las reflexiones de Michel de Certeau, plantea que es “necesario y posible pensar al mismo tiempo las operaciones “científicas” que constituyen el saber histórico, las figuras que movilizan su escritura, y las reglas o las jerarquías de la “institución de saber” donde es producido” (Chartier 264). Con lo dicho respecto a la narración histórica, intento puntualizar que un ensayo historiográfico no tiene como objetivo pasar revista sobre los acontecimientos del pasado estudiados en las obras que se examinen. La finalidad es analizar críticamente cómo lo real acontecido se acomoda en una estructura narrativa. En seguimiento a esto, el aspecto crítico sobresale cuando el escritor del ensayo identifica la corriente historiográfica, o lo que, de algún modo u otro, ofrece indicios de la manera como se efectúa la práctica histórica en un lugar social determinado, incluyendo lo que informa sobre e incide en los enfoques temáticos, las categorías y las matrices conceptuales que orientan las investigaciones. En esto está igualmente implicado la evaluación de los procedimientos que conducen la selección de evidencias y las formas de manejarlas (metodología). Asimismo, quien enuncia la crítica hace galas de agudeza historiográfica cuando ha puesto en escena los contextos dentro de los que se han producido las obras objeto de su atención. La autora o el autor del ensayo llegará a advertir que para un mismo tema- problema histórico, los historiadores y las historiadoras brindan, en no pocas ocasiones, interpretaciones diferentes, puesto que cada contexto desencadena preguntas y respuestas igualmente diversas. En suma, la puesta en circulación de estas redunda en
  • 22. 22 más interpretaciones entre gran variedad e insospechados lectores. Pero, en acuerdo con Umberto Eco, la indeterminación sobre aquello de lo que se habla en el ejercicio de historiar también tiene límites. Siempre habrá cabida para legitimar lo plausible, descartar lo que puede constituir una “equivocada” interpretación bien por parte de la autora como del lado de sus potenciales lectores. En cuanto a la crítica historiográfica se refiere lo oportuno es indagar con cuidado lo que subyace tras las interpretaciones dadas en el adentro del texto y a las que decidimos sujetarnos como lectoras. Las intenciones que conducen los actos de escribir hacen que “un texto” permanezca, según Eco, “como parámetro de sus interpretaciones aceptables.”8 Y, en dicho juego, es decir en los grados de certezas posibles adjudicadas a las interpretaciones ofrecidas, también entramos los lectores críticos. 8 En las cuestiones aquí esbozadas relativas a la interpretación histórica, contraigo deuda con Umberto Eco y el libro por él editado, Interpretación y sobreinterpretación En este aparecen los siguientes trabajos de su autoría: “Interpretación e Historia”; “La sobreinterpretación de textos”; y “Entre el autor y el texto”. La cita textual corresponde a “Réplica” [Umberto Eco a Richard Rorty] 154.
  • 23. 23 ESTRUCTURA DE UN ENSAYO HISTORIOGRÁFICO Es importante enfatizar que en un ensayo historiográfico los argumentos no se presentan de manera aislada, siguiendo como criterio la discusión de libro por libro o artículo por artículo. Para evadir la tentación de organizarlo como si fuera un inventario de reseñas sucesivas o la ordenación de una bibliografía anotada, es sumamente valioso comenzar a escribir, en primer lugar, luego de haber leído adecuadamente las obras seleccionadas; en segundo lugar, después de haber desarrollado un bosquejo en el que se esbocen secciones para, por ejemplo, la presentación de temas, identificación de tendencias o tesis relevantes que enlazan las obras manejadas. En fin, como todo ensayo, el formato de uno de carácter historiográfico posee cinco componentes. Estos son: título, introducción, desarrollo del texto, conclusiones y bibliografía. A continuación discuto brevemente lo que debe implicar cada apartado de un ensayo historiográfico, no a la forma como cada quien redacte.  Título: Es el punto de partida que funge de guía para dar a entender con claridad el tema, el enfoque o la(s) corriente(s) historiográfica(s) que se tratará en el ensayo. Los criterios indicados en una sección anterior de este escrito, incluyen algunos ejemplos que pueden ofrecer una noción bastante concreta respecto al asunto de la precisión requerida en el título. Obviamente, los títulos pueden ser rescritos una y otra vez hasta disponer de uno con el que nos sintamos cómodas. Lo dicho implica que la redacción de este tipo de escritos (como la de cualquier otro) remite a los procesos en los que nos internamos para describir, exponer y argumentar de manera integrada, en pos de comprender, interpretar y explicar.  Introducción: Es el lugar donde se informa al lector acerca de lo que el ensayo abordará. Una estrategia narrativa podría ser comenzar con un argumento que explique el porqué de la selección del tema historiográfico. A renglón seguido, se puede pasar a trazar el perfil del o de los autores en los que se enfatizará y la contextualización de sus obras. Esto es: identificar quién o quiénes son, ubicarlos en las tendencias historiográficas que los informan. Esto último, da paso a exponer de manera concisa aquellas interpretaciones que constituyen denominadores
  • 24. 24 comunes e indicar en lo que se distancian. Del mismo modo, esta estrategia debe otorgar al lector la oportunidad de vislumbrar la crítica historiográfica hacia la que el autor del ensayo se inclina. (Ver Anejo III).  Cuerpo: Refiere a la argumentación conducida por las preguntas que antes esbocé. Propio es enfatizar aquí, que el cuerpo del ensayo requiere del contraste continuo. En un ensayo historiográfico deben sobresalir argumentos que conecten a un autor/a con otro, unas obras con otras; que analicen los modos de acercarse a las evidencias, de entablar diálogos con otros autores, de relacionarse, implícita o explícitamente, con diversas corrientes historiográficas, etcétera. Es también el lugar donde se puede describir y exponer los contextos desde donde se produjeron los textos. Pero, dicha estrategia narrativa debe encuadrase sin sacrificar el análisis argumentativo que predominará a lo largo del cuerpo del ensayo.  Conclusiones: Sección donde se realiza un balance dirigido a presentar de manera enfática las categorías, los conceptos, los métodos, las interpretaciones que, de acuerdo con el autor o la autora del ensayo, se validan o descartan desde una óptica historiográfica. Asimismo, es el espacio donde la autora del ensayo enfatiza su posición historiográfica en relación con los trabajos examinados. (Ver Anejo IV).  Bibliografía: Apartado en el que se incluye toda la bibliografía especializada manejada. En este sentido, deben exponerse no solo las obras de los autores principales, sino también aquellos otros estudios consultados en virtud de sostener los argumentos elaborados a lo largo del ensayo.
  • 25. 25 CIERRE ABIERTO: LA HISTORIOGRAFÍA EN RELACIÓN CON LA PROPIA HISTORIA Y OTRAS DISCIPLINAS Recuerdo que la primera vez que se me requirió un ensayo historiográfico, me dominaba la siguiente inquietud. Estaba en la creencia de que por ser un escrito de carácter historiográfico las obras que tratara debían de ser históricas; o, dicho de otra manera, tenían que haber sido producidas por historiadores. A medida que tuve la ocasión de tomar cursos para los que se solicitaba la presentación de un ensayo historiográfico, iba advirtiendo que estudiosos procedentes de otras disciplinas también me permitían dilucidar acerca de los modos como los acontecimientos del pasado son interpretados y representados por vía de la narración escrita. Este “descubrimiento” me sirvió más adelante para aventurarme por áreas temáticas en las que la mayoría de los estudios que manejaba procedía de la antropología, la literatura, las artes, los llamados estudios culturales, entre otros. Para entonces, descubría que la adjudicación de sentido y significado al pasado no es monopolio de los historiadores, aun cuando estos sean los que trabajan para producir mediante su práctica textos históricos. Observaba que dentro de la literatura, las llamadas ciencias sociales, incluso las naturales, es vasta la existencia de escritos cuyos autores, bien sea para asentar bien para cuestionar paradigmas, teorías, conceptos, relaciones de poder, valores éticos, etcétera, también otorgan condición de posibilidad al conocimiento histórico. Es decir, llegan a exponer la función explicativa de la Historia a tenor con una suerte de operaciones legitimadoras o críticas para volver significativo el pasado en relación con el presente, aunque no sea más que valiéndose de la galería de versiones que sobre los mismos “hechos” los historiadores formalizan mediante sus investigaciones y enuncian en sus escritos. Asimismo, comprendí que la Historia no perdía su capacidad para reafirmarse como una práctica de rasgos específicos. Desde el siglo XIX, cuenta con estatutos epistemológicos y metodológicos que, independientemente, de su histórica deuda con la literatura y otras ramas de las ciencias sociales, le otorgan legitimidad disciplinaria propia. En el ejercicio de su disciplina, el historiador se orienta a “reunir” lo “real” del pasado en un gesto escriturario que, como discute Michel de Certeau, implica la
  • 26. 26 producción de “hechos” desde el “lugar [social] de su práctica” (67-83). Sigue, pues, en manos del interés de historiadores e historiadoras la ejercitación en la búsqueda y organización de evidencias, la articulación interna de los datos elevados a rango de hechos, el ordenamiento de “diferencias o ausencias jerarquizables…” y la demarcación de los “límites de validez” que sus explicaciones denotan acerca de la relación pasado- presente (De Certeau 97, 95 respectivamente).9 Ciertamente, ya me había aclarado bastante sobre la función explicativa de la Historia y sobre las operaciones que la hacen posible. Con esto llegué, de paso, a reconocer que “[u]n interés científico “exterior” a la Historia”, podría, en primer lugar, lograr el resultado de prolongar la formulación de los objetivos que, en acuerdo con De Certeau, esta misma se otorga. En segundo lugar, podría generar el efecto de extender lo que también de De Certeau plantea como la definición de “las regiones adonde [la Historia] se dirige sucesivamente, según los campos que a su vez van siendo los más decisivos (sociológico, económico, demográfico, cultural, psicoanalítico, etcétera), y conforme a las problemáticas que los organizan” (97). En su argumentación, De Certeau no utiliza el verbo poder en condicional simple o pospretérito. Sus argumentos dan por sentado lo que para mí toma forma de un cuestionamiento vinculado al lugar social desde donde realizo mis operaciones historiográficas. Este es: ¿qué explica que para muchos temas propensos a escrutinios historiográficos sea, en ocasiones, tan dificultoso dar con trabajos escritos desde la Historia? No pretendo discurrir ampliamente sobre esto. 10 Antes bien, acoto una disposición principalísima para pensar/hacer la Historia y que, adelanto, pienso en términos que vuelvan más fluido su tránsito hacia otras fronteras disciplinarias, entretanto configura formas innovadoras para explicar, problematizando y narrando el presente contemporáneo sin obviar lo que del pasado reverbera en él. “Poner en concepto” y en relación ordenadora los terrenos siempre movedizos de lo real, sin pretensiones esencialistas, absolutistas y autoritarias es condición harto 9 Énfasis es del original. 10 Como sugiero, lo que sigue a esta nota es un intento de explicación en la que, conscientemente, reconozco dejar fuera otros posibles factores por entenderlos ajenos a los propósitos de este escrito.
  • 27. 27 urgente para tantear respuestas objetivas, pero no menos provisorias respecto a los tiempos y espacios que habitamos y nos habitan. La “crítica de la razón científica” hace de la objetividad una virtud. Mas una virtud siempre sujeta a la problematización constante de los conceptos y las teorías que fungen como herramientas, también inevitablemente transitorias, para explicar y con ello interpretar y hacer comprensible los entornos inmediatos y lejanos. Esto es aplicable a cualquier saber que se asuma científico, al menos en el sentido extenso que Fernando Mires adjudica a la actividad científica.11 En lo que a la Historia respecta, apunto lo siguiente. La objetividad no la otorga la prueba documental institucionalizada bajo la forma Archivo. Tampoco la comprueba los conceptos y teorías acreditados con propiedades autónomas y revestidos de solidez y fijeza por el cenáculo de especialistas, plenamente ligados a los ámbitos donde se instituye el hacer historiográfico. Mucho menos la resguarda la producción de un conocimiento que pretende establecer una diáfana separación entre pasado y presente, tal como el positivismo, y algunas de las más agudas versiones neopositivistas, ampararon. La objetividad está condicionada por la potencialidad explicativa de lo que se enuncia en el acto de escritura, que, claro está, tendrá como uno de sus múltiples posibles referentes las configuraciones textuales institucionalizadas en los archivos y, no menos importante, el propio lugar social/cultural donde se encuentra inserta la producción de textos históricos. Entonces, la aproximación objetiva a lo real narrado depende, en gran medida, de la capacidad del sujeto historiador para “hacer surgir más inteligibilidad”, “susceptible de ser continuamente retomada”, “sobre los diferentes modos de ser en el tiempo” (Hartog,Regímenes…13-18, 37-41). Las palabras entrecomilladas recogen lo que Hartog denomina régimen de historicidad. Con esto Hartog remite a un “artefacto” heurístico enfocado hacia la explicación, siempre provisional e inestable, de los modos como se articulan las categorías del pasado, el presente y el futuro, en diversos órdenes del tiempo. Aún más: de acuerdo con Hartog la herramienta permite dar cuenta de las 11 Los argumentos esbozados en este párrafo están en completa deuda con el libro de Mires Crítica de la razón científica.
  • 28. 28 experiencias de lo contemporáneo en el que surgen de continuo conceptos que “tejen la evidencia del presente”, se pone de manifiesto el “uso presentista del pasado” y “el futuro se vuelve más imprevisible que nunca”. 12 En la práctica el concepto régimen de historicidad apertura las posibilidades para que las historiadoras e historiadores amplíen sus espectros temáticos y sus métodos de indagación aun fuera de la especificidad de la disciplina histórica; es decir, peregrinando incesantemente por otros campos de saber, mientras interrogan y vinculan diferentes temporalidades de lo humano y la amplia variedad formas de asumirlas. De todo lo anterior, también logré comprender que cuando asumimos el papel de historiógrafas integramos todos los aspectos del pensar y hacer la Historia, bien desde la propia disciplina histórica bien teniendo muy en cuenta las disciplinas que, de alguna u otra manera, buscan hacer lo más inteligible posible los mundos que habitamos y nos habitan, oteando el pasado que fue en el adentro de los presentes que pensamos. 12 Aunque los posicionamientos de Hartog citados aquí se encuentran a lo largo del libro Regímenes de historicidad, las citas entrecomilladas las extraigo del artículo del mismo autor titulado “El historiador en un mundo presentista” en Devoto.
  • 29. 29 REFERENCIAS Barthes, Roland. El susurro del lenguaje. Más allá de la palabra y la escritura. Barcelona: Paidós Editorial, 1987. Burke, Peter. Visto y no visto. El uso de la imagen como documento histórico. Barcelona: Crítica, 2001. ---, ed. Formas de hacer la historia. España: Alianza Editorial, 1999. Cancel, Mario. “¿Qué es Historiografía?”. Historiografía: La Invención de la Memoria Bitácora de teoría de la historia. 20 agosto 2013. WEB. Fecha de acceso: 21 noviembre 2014. Certeau, Michel de. La escritura de la historia. 2da ed. Álvaro Obregón, D.F.: Universidad Iberoamericana, 1993. Chartier, Roger “¿Una crisis de la Historia?” El juego de las reglas: lecturas. Argentina: Fondo de Cultura Económica, 2000. Eco, Umberto. Cómo se hace una tesis. Técnicas y procedimientos de estudio, investigación y escritura. Barcelona: Gedisa Editorial, 2003. ---, ed. Interpretación y sobreinterpretación. Gran Bretaña: Cambridge University Press, 1995. Grafton, Anthony. Los orígenes trágicos de la erudición. Breve tratado sobre la nota al pie de página. Argentina: Fondo de Cultura Económica, 1998. Hartog, François. Regímenes de historicidad. México, D.F.: Universidad Iberoamericana, 2007. ---. El espejo de Heródoto. Ensayo sobre la representación del otro. Argentina: Siglo XXI, 2003. ---.“El historiador en un mundo presentista”. Fernando Devoto Historiadores, ensayistas y gran público 1990-2010. Buenos Aires: Ed. Biblos, 2010. WEB. Fecha de acceso: 5 julio 2011. Heródoto, Historia. Ed. Manuel Balasch. Madrid: Cátedra, 2008. Ibáñez, José C. Historia Antigua y Medieval. 44ta ed. Argentina: Editorial Troquel, 1984). Mires, Fernando. Crítica de la razón científica. Venezuela: Editorial Nueva Sociedad, 2002. Moradiellos, Enrique. Las caras de Clío. Una introducción a la Historia. Madrid: Siglo XXI, 2001. Rico Moreno, Javier. “La historiografía como crítica: apuntes para una teoría de la historiografía”. Historia y Sociedad XIII (2001-2002): 141-152. Ricœr, Paul. La memoria, la historia, el olvido. España: Editorial Trotta, 2003. White, Hayden. “The Historical Text as Literary Artifact”. Tropics of Discourse. Essays in Cultural Criticism. Baltimore: Johns Hopkins, 1992.
  • 31. 31 ANEJO I ACTIVIDADES DE APRENDIZAJE Lo que sigue tiene el propósito de que los estudiantes integren sus conocimientos previos con los contenidos de este escrito o de cualquier otro trabajo que repare en la ejercitación de la crítica historiográfica. Para el desarrollo de las actividades propuestas, no hay que tomar al pie de la letra el orden en que se encuentran. Es más, cada estudiante puede modificar, según lo entienda pertinente y de acuerdo a sus necesidades o intereses, los ejercicios a los que remiten. Incluso, para quienes disfruten del trabajo en equipo, me animo a sugerir que se distribuyan las actividades en grupos pequeños y luego reunirse para discutir lo que los miembros de cada grupo tenga a bien aportar. Al fin y a la postre, de lo que se trata es que cada cual pase revista sobre sus formas de asumirse en el papel de historiográfas o historiógrafos. 1. Escribe en un párrafo lo que constituyen los objetivos de la práctica historiográfica. 2. Anticipa el enfoque temático de tu interés para el desarrollo de un ensayo historiográfico. Toma en cuenta los escritos históricos que suelen llamarte más la atención. Quizás, el enfoque temático por el que te decidas esté estrechamente vinculado con inquietudes propias del tiempo contemporáneo que vives- experimentas. Piensa sobre esto y concédete un término para indagar en libros, artículos, blogs, noticias de prensa periódica relacionados con dichas inquietudes. En caso de que el ensayo sea requisito para un curso de Historiografía y Crítica, revisa la bibliografía provista por tu profesora o profesor.13 Luego ausculta los recursos bibliográficos para reconocer los posibles enfoques temáticos que aludan a las corrientes historiográficas discutidas en el curso. 3. ¿Cuáles de los aspectos que deben integrar un ensayo historiográfico entiendes que pueden resultar más y cuáles menos complicados? 13 En el Anejo II incluyo la bibliografía que había preparado para el curso Historiografía y Crítica I al que aludí como punto de partida para la elaboración de este escrito.
  • 32. 32 4. Desarrolla argumentos a favor o en contra en torno a la idea de que la historiografía debiera asentarse entre los y las historiadoras como ejercicio que concede amplio espacio para la crítica interna de las formas de pensar y hacer la Historia. 5. Busca libros y artículos especializados que te permitan identificar las corrientes o escuelas historiográficas enlistadas a continuación. Luego traza un cuadro sinóptico en el que esboces para cada una de ellas los siguientes aspectos: categorías y matrices conceptuales dominantes; metodología; autores representativos con sus respectivas obras.  Humanística  Positivista  Escuela francesa de los Annales  Materialismo histórico  New Economy History  Nueva historia cultural  Estudios subalternos 6. Lee las citas que prosiguen. Subraya palabras, frases u oraciones que te permitan atisbar algunos de los aspectos que deben discutirse de forma integrada en un ensayo historiográfico.  “No es preciso que un historiador sorprenda a los lectores con lo maravilloso, ni que excogite razonamientos verosímiles, ni que exponga con nimiedad las consecuencias de los sucesos. Esto es bueno para los poetas trágicos; sino que cuente los dichos y hechos según la verdad, por insignificantes que parezcan. El objeto de la historia y la tragedia es muy diferente. La tragedia se propone la admiración y momentánea deleitación de los oyentes por medio de pensamientos los más verosímiles; la historia, la perpetua instrucción y persuasión de los estudiosos por medio de dichos y hechos reales”. Polibio  “El tiempo, fluyendo inconteniblemente y moviéndose siempre, arrastra y lleva todo lo engendrado y lo sumerge en el abismo de la oscuridad, donde no existen hechos dignos de mención, ni donde los hay grandes y dignos de memoria, haciendo surgir lo que está oculto, como dice la tragedia y escondiendo lo que es
  • 33. 33 patente. Sin embargo, la narración de la historia se convierte en una muy poderosa defensa contra la corriente del tiempo y detiene, de algún modo, el flujo incontenible de éste; y todo lo acontecido dentro de él, que ha recogido superficialmente, lo contiene, lo encierra y no permite que se deslice a los abismos del olvido”. Ana Comneno  “…every thought and every action that has left no visible traces, or none but what have since disappeared, is lost for history; is as though it had never been. For want of documents the history of immense periods in the past of humanity is destined to remain forever unknown. For there is no substitute for documents: no documents, no history”. CH.V. Langlois y CH. Seignobos  “No hay hechos en sí. Siempre hay que empezar por introducir un sentido para que pueda haber un hecho”. Friederich Nietzsche  “…algunos historiadores escriben una historia más duradera, con un carácter más definitivo y objetivo que la de otros; y son éstos los historiadores que poseen la que quisiera llamar visión a largo plazo del pasado y del futuro. El historiador del pasado no puede acercarse a la objetividad más que en la medida en que se aproxima a la comprensión del futuro”. E.H. Carr  “…El historiador decide qué acaeceres incluye y en qué orden los dará a conocer, pero no sin condiciones, de las cuales la mayor es la de no falsificar la realidad histórica. Se pueden omitir datos insulsos para la imagen verdadera de un hombre o una sociedad. Se pueden meter noticias no basadas en fuentes cuando se está seguro de no deformar lo acontecido”. Luis González  “What follows is an archaeology of sorts. It is not a new history of the American slave trade but a study that looks at that slave trade from a new vantage point, from the images created by artists as they tried to represent it, as they tried to make the incomprehensible comprehensible. By examining the trade form inside the auction room, I mean to recover some the texture of nineteenth-century life. To that end, I draw from a wide range of sources no commonly brought together in one study. Visual evidence is taken from photographs, newspaper and book illustrations, and fine art paintings, and textual evidence comes from the account
  • 34. 34 books and letters of slave traders and the published accounts of travelers and former slaves. The purpose is to recreate the network of relationships among people and places; among images and texts; and among those attacking the slave trade, those damaged by it, and those profiting from it”. Maurie D. McInnis  “…Paradójicamente, la historia de las mujeres ha mantenido a las “mujeres” fuera de la historia. Y el resultado es que “las mujeres” como un fenómeno natural se reinscribe, aún cuando afirmamos que ellas se construyen discursivamente. Para decirlo de otra manera, la pareja binaria sexo/género continúa en su lugar a pesar de una generación de trabajo académico encaminado a desconstruir esa oposición…” Joan W. Scott  “En el texto que sigue se ha pretendido huir de la compartimentación formal al uso en la historia del pensamiento y de la cultura (modernidad, postmodernidad), para dar relevancia a una mirada borrosa sobre la realidad emocional en las sociedades contemporáneas en el siglo XIX y primer tercio del XX. En este tiempo la vida fue adentrándose progresivamente en el terreno de la fantasía, y la arrogancia con que la ficción se impuso en el discurso de las nuevas modernidades finiseculares fue un síntoma del desgaste de toda cultura que se pretende moderna, ahora y entonces. Cabe sugerir que toda modernidad acarrea su propia posmodernidad y que esta última – siempre de condición humilde y pasajera – no es síntoma de lo nuevo, como se pretendió en el último tercio del siglo XX, sino expresión del cierre de una determinada forma de modernidad”. Montserrat Huguet  “To a degree, this book takes a relativist position to defend its hypothesis. The emphasis in this work does not lie primarily on empirical evidence, for indeed there is little novelty about the discrete facts of British West Indian slavery history. What is required is a reexamination of historians’ interpretations of these facts. To expose to the light of history the slave-rebellion discourse of British abolitionism, this book repositions, rejects, and replaces existing perspectives on the antislavery/slave-rebellion dialectic”.Gelien Matthews
  • 35. 35  “…la conciencia histórica personal es fundamental para lograr la transformación social, pues a nosotros, a cada uno, nos toca dar los pasos concretos que guíen y acompañen a los grupos sociales en que nos movemos, para avanzar en su construcción en la añorada utopía de igualdad, fraternidad, justicia y libertad. Hablar de participación y solidaridad, de progreso e integración nacional no ayudará a asumir nuestra rica herencia cultural, a identificarnos en conciencia con y en ella para sumarnos o enfrentarnos al mundo globalizado del siglo XXI”. Concepción Arias y Simarro 7. Luego de que concluyas el ejercicio anterior, recomiendo que busques información (biografías, libros o artículos) de los y las autoras. Prosigue con la escritura de uno o dos párrafos para destacar lo que te sugieren en términos de crítica historiográfica. (Puedes tomar en cuenta todas las citas o seleccionar las que más te hayan llamado la atención). 8. ¿Entiendes significativo los vínculos entre la disciplina histórica y la historiografía con la archivística, la bibliotecología y la museología? Piensa en una respuesta inmediata; después intenta realizar el siguiente ejercicio para efectos de elaborar tu respuesta inicial. 9. Lee los fragmentos que prosiguen y analiza los argumentos que puedan servirte para fundamentar críticamente la relación que sugieren entre Historia e Historiografía.  “Archival power is, in part, the power to allow voices to be heard. It consists of highlighting certain narratives and of including certain types of records created by certain groups. The power of the archive is witnessed in the act of inclusion, but this is only one of its components. The power to exclude is a fundamental aspect of the archive. Inevitably, there are distortions, omissions, erasures, and silences in the archive. Not every story is told”. Rodney G.S. Carter  “Los archivos históricos contienen la memoria de los pueblos, reflejos de la interacción humana, gestas, rasgos y retratos de su cultura se resguardan como una muestra palpable del devenir de las sociedades con sus acentos, dramas y afanes que han sido los trazos de una arquitectura social”. Teodoro Barajas Rodríguez
  • 36. 36  “Given the complexity of the histories constructed and the loss of identity experienced, Caribbean museums should function as sites of questioning and not merely of didactic expression; they should identify ways to allow the community to engage more directly in the construction of national histories through interactivity and the elimination of boundaries and controls”. Alissandra Cummins  “A large body of research and recorded experience has documented biases of gender, sexuality, race, age, ability, ethnicity, language, and religion as limits to the expression of diversity in naming information for retrieval. These limits, of course, have direct, practical consequences for users of libraries who, in their searches for information, can be aided or impeded by the arrangement of the catalog and the physical locations of books. Library users seeking material on topics outside of a traditional mainstream will meet with frustration in finding nothing, or they will find something but miss important relevant materials. Effective searching for marginalized topics will require greater ingenuity and serendipity than searching for mainstream topics. Certainly libraries, like other institutions, reflect the marginalizations and exclusions of the society they serve”. Hope, A. Olson  “A crucial element in historical methodology is the exploration of primary source materials and the manipulation of them to formulate, develop, verify, and eventually articulate a treatise. Effective use of these materials demands an understanding of their limitations as well as of their values; it also requires the ability to exploit the strengths and compensate for the deficiencies of such materials”. Lydia Lucas 10.Lee la lista de cotejo que aparece en la página siguiente y trata de asimilar los aspectos que deben sobresalir en la evaluación de un ensayo historiográfico.
  • 37. 37 Aspectos a evaluar en un ensayo historiográfico A. Título 1. Posee un título bien definido B. Planteamiento del tema/introducción 2. Plantea de manera clara, directa y persuasiva el tema historiográfico que abordará 3. Enuncia sintéticamente la posición historiográfica del autor del ensayo C. Desarrollo 4. Utiliza una literatura pertinente al tema 5. Identifica correctamente las tendencias historiográficas que siguen los(as) autores(as) estudiados, ubicándolos en el contexto en el cual producen sus obras 6. Destaca las tesis más relevantes de las(os) autoras(es) 7. Logra analizar de manera integrada las intenciones que subyacen en el manejo de las categorías y los conceptos expuestos en la estructura narrativa de las obras estudiadas 8. Observa de manera crítica el manejo de las evidencias 9. Contiene argumentos propios hilvanados de modo efectivo a lo largo del cuerpo del texto D. Conclusiones 10. Las conclusiones rescatan los argumentos centrales del ensayo y permite distinguir la posición historiográfica de su autor(a) E. Manejo del lenguaje escrito 11. El ensayo está escrito con corrección ortográfica y gramatical y un estilo formal apropiado F. Referencias y bibliografía 12. Es puntual en la citación de las referencias 13. La bibliografía sigue un formato de citación uniforme
  • 38. 38 ANEJO II HISTORIOGRAFÍA Y CRÍTICA I: BIBLIOGRAFÍA Esta bibliografía incluye las referencias para el curso de Historiografía y Crítica I que me sirvió de punto de partida para el desarrollo del escrito hoy compartido. Hasta cierto punto, mantengo la versión original de la bibliografía. Es decir, omití los libros y artículos que discutiríamos en aquel curso, pero conservo el resto de referencias que todavía es posible acceder desde la Internet.14 Aprovecho para aclarar, que remito a estudios sobre obras identificadas como parte de la historiografía Grecolatina, Medieval, Renacentista, Indiana y de la Ilustración. Las corrientes historiográficas correspondientes a lo que, sin duda, proyecta un orden cronológico esquemático y no menos arbitrario, quedan sujetas a uso y ampliación por parte de cada estudiante que maneje este escrito. Grecolatina Aguilar, Rosa M. “Hipócrates en Plutarco”. Cuaderno de Filología clásica (Estudios griegos e indoeuropeos) 8.4 (1994): 35-45. Web. 6 diciembre 2014 Allan, David. “The Age of Pericles in the Modern Athens: Greek History, Scottish Politics, and the Fading of Enlightenment”. The Historical Journal 44.2 (June, 2001): 391- 417. Alsina, José. Tucídides: Historia, ética y política. Madrid: Editorial Rialp. 1981. Balsdon, J.P.V.D. “Some Questions about Historical Writing in the Second Century B. C.”. The Classical Quarterly New Series 3.3/4 (Jul – Oct 1953): 154-168. Bravo, Benedetto and Marek Węcowski. “The Hedgehog and the Fox: Form and Meaning in the Prologue of Herodotus”. The Journal of Hellenic Studies 124 (2004): 143- 164. Bravo García, Antonio. “El pensamiento de Plutarco acerca de la paz y la guerra”. Cuadernos de Filología Clásica 5 (1973): 141-191. Web. 6 diciembre 2014. Brown, Truesdell S. “Herodotus and His Profession”. The American Historical Review. 59.4 (July, 1954): 829-843. Bruce, I.A.F. “Theopompus and Classical Greek Historiography”. History and Theory, 9.1 (1970): 86-109. Burrow, John. Historia de las historias de Heródoto al siglo XX. Barcelona: Crítica, 2009. 14 Muchas de las referencias que remiten a artículos de revistas pueden accederse a través de bases de datos suscritas. Es decir, aquellas a las que tengan acceso los estudiantes mediante el sistema de bibliotecas que provean sus respectivas instituciones universitarias. Aunque no siempre mencione que el artículo se encuentra en la Web, sugiero que copien y peguen el título en el motor de búsqueda de preferencia. No duden que no pocas veces podrán encontrar el texto buscado en algún resquicio de la Web. En tal caso, aconsejo que lo descarguen y lo guarden en sus equipos o en algún repositorio gratuito de la Web.
  • 39. 39 Carmona Centeno, David. “Épica, historiografía y retórica: la epipólesis a diferentes naciones en la historiografía grecolatina”. Talia Dixit 4 (2009): 1-28. Web. 6 diciembre 2014. Chatelet, François. El nacimiento de la historia, la formación del pensamiento historiador en Grecia. México: Siglo XXI, 1979. Conde, Juan Luis. “Tiempo y género en la narrativa grecolatina”. Cuadernos Filosofía Clásica y Estudios Latinos 15 (1998): 97-105. Web. 6 diciembre 2014. Chrimes, K.M.T. “Herodotus and the Reconstruction of History”. The Journal of Hellenic Studies 50, Part I (1930): 89-98. Díaz Rolando, Emilio. “Ana Comnena y la historiografía del periodo clásico: aproximación a un debate”. Erytheia 13 (1992): 29-44. Web. 6 diciembre 2014. ---. “Historiografía griega antigua e historiografía bizantina”. Estudios clásicos. 36.105 (1994): 35-48 Web. 6 diciembre 2014 Díaz Tejera, A. “Concordancias terminológicas con la “Poética” en la historia universal: Aristóteles y Polibio”. Habis 9 (1978): 33-48. Web. 6 diciembre 2014. Duby, George. y M. Perrot, eds. Historia de las mujeres. I. La Antigüedad. Barcelona: Taurus, 1992. Finley, M.I., ed. The Portable Greek Historians: The Essence of Herodotus, Thucydides, Xenophon, Polybius. New York: Penguin, 1977. Fordyce Mitchel. “Herodotos' Use of Genealogical Chronology”. Phoenix 10.2 (Summer, 1956): 48-69. Forsdyke, Sara. “Athenian Democratic Ideology and Herodotus‟ “Histories””. The American Journal of Philology 122.3 (Autumn, 2001): 329-358. Fritz, Kurt von. “Herodotus and the Growth of Greek Historiography”. Transactions and Proceedings of the American Philological Association 67 (1936): 315-340. Web. 6 diciembre 2014. Gammie, John G. “Herodotus on Kings and Tyrants: Objective Historiography or Conventional Portraiture?” Journal of Near Eastern Studies 45.3 (July, 1986): 171- 195. García López, José. “Estructura formal y elementos religiosos en las Vidas de Plutarco: Pericles”. Myrtia 23 (2008): 87-99. Web. 6 diciembre 2014. Gómez Lobo, Alfonso. “Las intenciones de Heródoto”. Estudios Públicos 59 (1995): n. pág. Web. 6 diciembre 2014. Grant, Michael. Historiadores de Grecia y Roma. Madrid: Alianza Editorial, 2005. Greenwodd, Emily. Thucydides and the Shaping of History. London: Duckworth, 2005. Harrison, T.H. Divinity and History: The Religion of Herodotus. Oxford: Claredon Press, 2002. Hartog, François. “The Invention of History: The Pre-History of a Concept from Homer to Herodotus”. History and Theory 39 (Oct, 2000): 384-395. ---. El espejo de Heródoto. Argentina: Siglo XXI, 2003. Hunter, Virginia. Past and Process in Herodotus and Thucydides. Princeton: Princeton University Press. 1982. Iglesias Zoido, Juan Carlos. “El sistema de engarce narrativo de los discursos de Tucídides”. Talia Dixit 1 (2006): 1-28. Web. 6 diciembre 2014.
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