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Lectio Divina, XVII Domingo Ordinario, Ciclo ‘A’
El tesoro, la perla y la red
Mateo 13, 44-52, Juan José Bartolomé, sdb
No podemos entender las exigencias de Jesús, ni sus parábolas, ni
siquiera su propio modo de comportarse, si no partimos de que el Reino
es, antes que nada, la Buena Noticia que Él quiso que comprendiéramos
y sobre todo que viviéramos.
No somos asalariados ni gente castigada, sino hijos, dueños, herederos,
destinados a la vivir en la Casa de nuestro Padre, encargados de cuidar
sus intereses.
Dios no es una carga más, una amenaza o un amo al que tengamos que
pagarle tributo. Por el contrario Él nos ama y nos llama a estar con Él... Le necesitamos
para vivir,y encontrarle sentido a lo que nos sucede, para tener esperanza, para realizarnos
como personas, como creyentes y como comunidad.
Si recibimos su Palabra como Buena Noticia, viviremos con alegría, con entusiasmo, con
seguridad y sobre todo con responsabilidad. Haciéndola vida ’podremos cambiar nuestra
relación con Dios, siendo sus hijos y también hermanos de Cristo Jesús y de los demás.
Jesús quiso que la multitud que lo escuchara comprendiera cómo es su Reino; uso las
parábolas para que todos comprendieran qué quería decirles. Utilizó signos que todos
conocían y estando familiarizados con ellos descubrieran el mensaje que quería
comunicarles. Usa episodios sencillos con los que entendieran lo importante que era
encontrarse con Él, dándole el lugar que merece tener, porque es nuestro Padre.
SEGUIMIENTO
En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente:
44. «El Reino de los cielos se parece a un tesoro escondido en el campo: el que lo encuentra
lo vuelve a esconder y, lleno de alegría va a vender todo lo que tiene y compra el campo.
45. El Reino de los cielos se parece también a un comerciante en perlas finas,
46. que al encontrar una de gran valor, se va a vender todo lo que tiene y la compra.
47. El Reino de los cielos se parece también a la red que echan en el mar y recoge toda
clase de peces:
48. cuando está llena, la arrastran a la orilla, se sientan, y reúnen los buenos en cestos y los
malos los tiran.

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49. Lo mismo sucederá al final del tiempo: saldrán los ángeles, separarán a los malos de los
buenos
50. y los echarán al horno encendido. Allí será el llanto y el rechinar de dientes.
51. ¿Entendéis bien todo esto?» Ellos le contestaron: «Sí.»
52. Él les dijo: «Ya ven, un escriba que entiende del Reino de los cielos es como un padre
de familia que va sacando del arca lo nuevo y lo antiguo. »
LEER: entender lo que dice el texto fijándonos cómo lo dice
Ya que “nada decía a la gente sin utilizar
parábolas” (13,34), Jesús concluye el
discurso sobre el Reino de Dios con tres
más. Las dos primeras explican la
naturaleza escondida de ese Reino, su
apariencia y la irresistible atracción que
despierta en quien lo descubre.
El acento está en la reacción de quien
encuentra el tesoro o ha buscado con afán
la perla. Jesús quiere confirmar a sus
oyentes que éste Reino no está al
alcance de todos, pero que si puede ser de
todos… está, como el tesoro o la piedra
preciosa, esperando ser descubierto y
aprovechado.
Les da un criterio para que piensen y
actúen: el que sabe dónde está, lo da todo
a cambio; se desprende de lo que tiene
para poseer bien el tesoro o la perla… La
renuncia más radical impone, si es
preciso, dejar lo que era su seguridad,
para tener el Reino. Quien no es capaz de
desprenderse de lo que tiene lo pierde.
La pregunta que Jesús dirige a sus
discípulos sigue siendo actual: Entienden
ustedes esto? Quiere que piensen lo que
van a gozar ganando el
Reino. Les deja claro que Dios no impone
la renuncia como meta, pero la supone
como garantía: quien no renuncia y se
apega a los bienes que tiene, demuestra
que no tiene a Dios como SUMO BIEN, y
que se contenta con bienes pasajeros, que
hoy son pero mañana ya no existen…
La parábola de la red, cambia la
perspectiva del discurso de Jesús: De la
exhortación para que se escoja a Dios
dejando todo, les recuerda a sus oyentes
que tendrán que dar cuenta de su vida y
les advierte que si no renuncia a todo para
quedarse con Dios, no tendrá nada al final
de los tiempos.
Quien no opta por Dios no se salva del
“horno encendido”. Si deja para después
su decisión por Dios y su Reino, lo lleva a
la condenación el día del juicio, cuando no
habrá tiempo para cambiar ni decidir; las
oportunidades tienen su tiempo y su
espacio.
MEDITAR: Aplico lo que dice el texto a mi vida
Estas dos parábolas son semejantes y contienen parecido mensaje. Es una explicación más
del misterio del Reino de Dios y del plan que Dios tiene sobre la humanidad.

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El mensaje de Jesús quiere provocar y animar a la gente a buscar la vida que Dios nos
ofrece. Incluso, a renunciar a muchas cosas, aun legítimas, por el Reino.
 La astucia del afortunado que se encuentra con riquezas escondidas y vende todo lo que
tiene hasta alcanzarlas, o el inmediato desprendimiento del comerciante de perlas finas,
son las reacciones lógicas que todos podemos tener frente al verdadero tesoro.
¿Quién no quiere hacerse dueño del tesoro que Dios nos da si vivimos el Reino, aun a
costa de perder todo lo que tenemos? ¿Quién no será capaz de enajenar todos sus
bienes con tal de ganar la perla preciosa?
Jesús pregunta hoy, como aquel día preguntó a la gente de su tiempo. El tesoro escondido
en el campo refleja bien la intención de Jesús. El Reino, la vida con Dios es un tesoro, algo
inapreciable a los ojos humanos, algo que muchos no lo tienen en cuenta.
Es un tesoro escondido para muchos, no porque el Señor no lo dé a conocer, sino porque
muchos tienen su corazón cerrado al mensaje de salvación que Dios nos ofrece
constantemente.
 ¿Por qué nos cuesta decidirnos por Dios y por su Reino?
El descubridor de tesoros, lo mismo que el traficante de perlas, se encontraron con algo que
no esperaban, pero rápido quisieron adueñarse del tesoro y de la perla…. No quisieron
perder más tiempo y dieron sus bienes; supieron que sólo vendiendo cuanto tenían podían
obtenerlo; para hacerse propietarios del Bien recién descubierto, que era mayor, y mejor, de
cuanto poseían; su desprendimiento fue total, porque todo lo que tenían apenas les bastaba
para poder cambiarlo por el tesoro encontrado.
Como la perla fina o el tesoro escondido, así es el Reino de Dios: quien lo halla tiene el valor
de poner todo en venta porque le interesa adquirirlo porque ve que los bienes que tiene no
valen tanto, ni siquiera todos juntos; se deshace de lo que le impide hacerse del Reino que lo
lleva a vivir la justicia, la paz, la hermandad y la solidaridad.
 ¿Por qué seguimos aferrados a los bienes que tenemos, pequeños y escasos en lugar
de ver la posibilidad de hacernos poseedores del Reino? ¿Por qué tememos perder lo
poco de que disponemos a cambio de tener a Dios y todo lo que Él nos ofrece? ¿Por
qué Dios y su Reino no son para nosotros el tesoro más grande, el más valioso hallazgo?
Difícilmente se tiene el valor de renunciar a lo que es bueno: no se quiere correr el riesgo de
perder lo que se ha conseguido, sobre todo si se está convencido que vale la pena tenerlo.
Quien está apegado a los bienes de este mundo, no ve a Dios como un bien deseado,
porque no considera el Reino como un bien mayo y por ello no arriesga nada para hacerse
su merecedor. Lo que tiene, le impide tener a Dios y lo lleva a estimar cualquier cosa,
persona o proyecto personal, queriendo conservarlo.
 Jesús nos descubre un elemento propio de su pedagogía. Él espera que sepamos
reconocerle y que lo prefiramos a cualquier otro bien… ¿Somos capaces de
desprendernos de lo que nos puede confundir y desorientar, llevándonos a optar por lo
que no es Dios y su Reino?
La reacción de quien encuentra el tesoro es de alegría y de renuncia a todo por quedarse y
disfrutar del tesoro. Es lo mejor que le puede suceder. Cuando ha encontrado el tesoro y la

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perla del Reino, de la vida con Dios, todo lo demás se sacrifica con gusto y con gozo. Dios
no está lejos de sus hijos. Quiere ser encontrado; es como el tesoro o la perla preciosa, que
está para que lo descubramos y lo poseamos.
 ¿Cómo no manifestar la alegría que nos da haber encontrado a Dios y gozar de su
amistad? ¿Cómo no dejar todo por apreciable y bueno que sea, si eso nos hace perder
a Dios y lo que Él nos ofrece?
No sabe donde está Dios quien desconoce que Él tiene fuerza para llenar el corazón del ser
humano. ¡Cuántos cristianos estiman muy poco a Dios y prefieren las cosas y los honores!
Cuántos no saben renunciar a las cosas, a las que les damos más valor y aprecio del que
deberíamos darle a Dios y a lo que Él nos propone. Quien no se siente obligado a liberarse
de todas las posesiones, todavía no se ha encontrado con el Reino de Dios.
 La pregunta que Jesús dirige a sus discípulos y que nos hace hoy a todos nosotros sigue
siendo actual. ¿Están dispuestos a ganar a Dios y su Reino?
La vida con Dios es el mejor tesoro, que debemos descubrir, estimar y cultivar. Todo lo
terreno debe quedar relativizado e iluminado por lo más importante, por el Absoluto que es
Dios; la renuncia a cosas terrenales ha de ser una constante en la vida del cristiano, a favor
de los bienes, del Bien único, que es nuestra felicidad según Dios.
Valorar a Dios y estimarlo sobre todas las cosas no es fácil pero si necesario si queremos
alcanzar la salvación. Si Dios no nos merece ningún esfuerzo, si por Él no sacrificamos nada,
ni cualquier bien vale más que El, no ha llegado a ser Dios verdaderamente para nosotros.
El Reino de Dios es la alternativa a una sociedad consumista, materialista, injusta, que busca
la felicidad por caminos desviados y que no la puede encontrar. El Dios de Jesucristo, que es
Padre y Señor de nuestras vidas nos está ofreciendo lo mejor, su amor, su perdón, su
amistad. si nos quedamos sin Dios hoy y mañana sin su Reino, de que nos servirá tener o
poder …
ORAMOS nuestra vida desde este texto
Padre Bueno, qué manera tan sencilla de hablarnos…
¡Qué importante es que comprendamos lo que quieres decirnos!
¡Qué necesario es estar abiertos a ti, a lo tuyo, a lo que nos
propones, para vivir tu Reino, que nos has preparado para todos tus
hijos!
Danos la sabiduría para hacer a un lado los bienes materiales a los
que nos apegamos tan fácilmente, dejándote a ti y viendo como poca
cosa el dedicarnos a lo tuyo, que debiera ser lo nuestro. Tu Reino
sea nuestro empeño para que trabajemos como discípulos misioneros tuyos siempre y donde
estemos, como lo hizo María y como lo han hecho los hermanos que gozan ya de ese Reino
para siempre, en comunión con tu Hijo, nuestro Hermano y Salvador, que nos hermana en el
Espíritu, por todos los siglos. ¡Amén!