Reflexiones sobre el proceso de paz con las FARC y la necesidad de no legitimar la violencia
1. Correo Masivo No. 0169 Reservas Unidas 2014-04-24
Asunto: UNA GRAN OMISION CONCEPTUAL EN EL PROCESO DE
PAZ SANTOS / FARC
REFLEXIONES SOBRE LA PAZ
Rafael Nieto Loaiza
El Colombiano, Medellín - 20 de abril de 2014
Tiempos de reflexión. O deberían serlo, aunque sea tarea dificilísima en
medio del ruido ensordecedor del mundo contemporáneo que, pareciera
inevitable, no conoce el silencio. Y tiempo para la paz, aun para quienes
vivimos convulsos entre nuestros defectos y pecados. Y como de paz se trata,
que esta sea la oportunidad para compartir una opinión inicial sobre lo que
debería ser "el proceso" con la guerrilla.
Para empezar, no puede ser un proceso entre iguales. No se trata de una
negociación entre Estados ni entre partes que tienen similares calidades y
condiciones.En Colombia no hay causas justas para el levantamiento
armado ni guerra civil. De manera que por un lado está el Estado,
democrático y de derecho, que aun con sus debilidades y falencias,
representa al pueblo y cuenta con legitimidad para usar las armas, y por el
otro está una guerrilla criminal, que no duda en acudir al terrorismo y al
narcotráfico, y que solo es expresión de un ínfimo grupo extremista y
violento. Si no se acepta esta premisa de asimetría, el camino que se recorra
en las negociaciones será, como está siendo, equivocado.
Por lo mismo, el fin de las negociaciones no es ni puede ser la
transformación del Estado sino únicamente el fin del terrorismo y el
desmonte de las estructuras criminales de la guerrilla. Sí, se puede negociar
con los terroristas y esa negociación sería legítima, pero solo para ponerle
punto final a la violencia criminal y nada más. Es ese propósito y solo ese el
2. que justifica ética y jurídicamente la negociación con los bandidos.
Desviarse de esa vía y pactar con los terroristas cambios en la estructura del
Estado, en el ordenamiento jurídico o en el sistema económico, supone una
inaceptable legitimación de la violencia como mecanismo de lucha política o
de cambio social o económico. Y envía un mensaje antipedagógico a las
futuras generaciones porque estimula acudir a la violencia para generar las
transformaciones que se creen indispensables.
No estoy diciendo con esto que el país no necesite grandes cambios y que
no sea urgente terminar con la pobreza y disminuir la desigualdad. Lo que
sostengo es que esos cambios y esas políticas públicas no pueden acordarse
con los violentos porque ellos no tienen legitimidad alguna. Son
obligaciones del Estado y la sociedad y nunca deben someterse a
negociación con los terroristas. Se deben pactar exclusivamente con los
grupos políticos que aceptan y respetan las reglas de la democracia y el
ordenamiento jurídico.
Por eso mismo, no es aceptable la premisa de Santos de que la negociación
con la guerrilla es solo la base para "una paz estable y duradera". Esa
hipótesis supone regresar a la errada teoría de las causas objetivas de la
violencia, que los hechos han demostrado que es falsa. Hay sociedades
mucho más pobres y desiguales que la nuestra y que están lejísimos de tener
los grupos terroristas y los niveles de violencia que nos azotan. La pobreza y
la desigualdad ni explican ni justifican la violencia, aunque los grupos
terroristas se excusen en ellas y de ellas se alimenten.
De hecho, no puede perderse de vista que los violentos son corresponsables
de la pobreza, que agudizan al atentar contra la infraestructura, aumentar
los costos de seguridad, disminuir los ingresos por impuestos, amedrentar
el capital humano preparado y emprendedor, y ahuyentar la inversión
nacional y extranjera. Además, la necesidad de combatirlos distrae al
Estado de sus deberes sociales y lo obliga a invertir valiosísimos recursos
3. humanos, económicos y de tiempo para enfrentarlos.
De manera que el único proceso aceptable es el dirigido a poner fin a la
violencia y desmontar la estructura guerrillera. Pero eso no puede hacerse
negociando con los terroristas cambios estructurales del Estado, el orden
jurídico o la economía, por mucho que tales cambios sean necesarios y
convenientes.
Porque, contrario a lo que Santos sostiene, la "paz" no es un valor absoluto
al cual deben rendirse o subordinarse todos los demás. De hecho, la paz es
solo el medio para que la sociedad y los individuos que la componen tengan
plenas libertades y garantías para su desarrollo sin ver amenazadas su
vida, integridad y bienes por parte de los violentos.
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