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EL CURRÍCULUM
PEDAGOGÍA
Introducción. Aproximaciones para pensar la enseñanza en la escuela hoy | El marco de la discusión: ¿desde dón-
de hablamos sobre el currículum? | Algunas precisiones sobre el término "currículum" y sus alcances | Norma y
prácticas | La historia del currículum: inclusiones y exclusiones | El currículum en Argentina | Currículum y escuela
secundaria | Los debates del currículum en la actualidad: ¿cuáles son los saberes básicos que debería transmitir
hoy la escuela? | La nueva alfabetización | Consideraciones finales
Autores: Dra. Inés Dussel (FLACSO) | Coordinación Autoral: Dra. Myriam Southwell (UNLP / CONICET / FLACSO)
PROGRAMA
DE CAPACITACIÓN
MULTIMEDIAL
EXPLORALAS CIENCIAS EN EL MUNDO CONTEMPORÁNEO
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Es común que en las escuelas se nos con-
voque a hablar del currículum. Se nos
pide que pensemos en torno a la forma que
le damos al proyecto de enseñanza, ya sea
cuando hay que redactar el proyecto curri-
cular institucional, cuando se discute alguna
reforma o cuando aparece algún desacuer-
do sobre qué enseñar.
Sin embargo, no siempre tenemos en claro
de qué hablamos cuando hablamos del
currículum. ¿Se trata del plan de estudios o
de los programas de las asignaturas? ¿Se tra-
ta del diseño curricular de la jurisdicción o de
lo que enseñamos todos los días? ¿El currí-
culum tiene que hablar de todo lo que suce-
de en la escuela? Pero sobre todo, desde las
escuelas y en las aulas, ¿tenemos incidencia
en la definición del currículum, o es algo que
compete a las autoridades y a los expertos?
Para responder algunas de esas pregun-
tas, este fascículo propone abrir la cuestión
del currículum desde distintas perspectivas.
2 EXPLORA PEDAGOGÍA
En primer lugar, nos preocupa ubicarla en tér-
minos históricos y políticos: ¿por qué se vol-
vió tan común hablar de currículum? ¿Qué
demandas se condensan en este reclamo de
volver sobre el currículum? Ello implica preci-
sar la definición del currículum, sus contornos
y tradiciones más importantes. En segundo
lugar, quisiéramos plantear algunas ideas
sobre el currículum de las escuelas primarias y
secundarias argentinas. Considerándolo
expresión de la selección de la cultura que
hacen la sociedad y la escuela, ¿a qué cues-
tiones se dio prioridad y cuáles se dejaron de
lado en las escuelas de nuestro país? Esa pre-
gunta nos permite introducir una tercera
cuestión, la de pensar qué debería enseñar la
escuela hoy. Creemos que es necesario discu-
tir cuáles son las renovaciones y aperturas
que habría que plantear en el currículum
actual, en un marco de transformaciones
políticas, culturales y tecnológicas muy
importantes. En todo ese recorrido, buscare-
mos desplegar un cuarto tema: la tensión
entre el carácter prescriptivo del currículum
(como documento público que enmarca lo
que todos deben aprender) y su carácter
abierto (como propuesta que se recrea en
cada escuela y en cada aula). ¿Cómo plante-
arse el lugar de cada uno sin desconocer que
hay un marco curricular que organiza al con-
junto del sistema y que reúne contribuciones
que sería difícil articular a nivel local, pero sin
negar el aporte singular de los individuos y las
instituciones a esa construcción de lo
común? En esa relación entre prescripción y
apertura se juega la posibilidad de una ense-
ñanza que simultáneamente aporte a lo
común, a lo público, a lo que deben aprender
todos, y que también contribuya a que cada
uno recree y nutra eso en común desde su
propia posición, desde su contexto y su visión
original, para que ese común sea plural y
democrático y pueda ir reelaborándose y
redefiniéndose colectivamente.
INTRODUCCIÓN.
APROXIMACIONES PARA PENSAR LA ENSEÑANZA EN LA ESCUELA HOY
Hay un carácter prescriptivo del currículum, que indica lo que los alumnos deben aprender y que se expresa en las asignaturas escolares.
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3EL CURRÍCULUM
EL MARCO DE LA DISCUSIÓN:
¿DESDE DÓNDE HABLAMOS SOBRE EL CURRÍCULUM?
El uso del término "currículum" en nues-
tro sistema educativo viene creciendo
desde hace unos cuarenta años. Si antes
solía referirse a las enseñanzas de las escue-
las como "programas" o "planes de estu-
dio", desde los años sesenta y setenta, de la
mano de la influencia anglosajona, la pala-
bra currículum fue ganando lugar (véanse
sobre esto Dussel, 1994; De Alba, 1991).
Pero es sobre todo en la reforma de los
noventa que el término se impuso definiti-
vamente para pensar en el contenido y la
forma de la enseñanza. Ello se debe, en gran
parte, a que fue una de las estrategias pre-
feridas por las administraciones educativas
de la región para responder a la situación crí-
tica de los sistemas educativos en esa déca-
da. Hubo consenso, en diversos sectores, en
cuanto a que era necesario resolver el pro-
blema desde los saberes prescriptos para la
enseñanza. Este consenso abarcó un amplio
espectro, desde los reformadores, los sindi-
catos docentes, los académicos, hasta los
especialistas de los organismos multilaterales
de crédito. Por ejemplo, un documento del
BID señala que: "el currículum es el corazón
de cualquier emprendimiento educacional y
ninguna política o reforma educativa puede
tener éxito si no coloca al currículum en el
centro" (Jallade, 2000, citado por Casimiro
Lopes, 2004: 110).
Puede argumentarse, no sin razón, que
habría que desconfiar de esta preeminencia
del currículum como estrategia preferida de
cambio. La idea de que la llave de la transfor-
mación escolar se encuentra en la prescrip-
ción de planes y programas es una manera
de pensar el cambio y de identificar a los
sujetos que pueden dirigirlo. Pero sobre
todo, puede sospecharse que su elección tie-
ne más que ver con que es más económico y
menos conflictivo reformar el currículum
escrito que transformar la organización de
las escuelas, las condiciones de trabajo
docente, la pedagogía de las aulas, los recur-
sos disponibles y la formación docente, entre
otras cuestiones que asegurarían más solidez
y sustentabilidad a los cambios. También
habría que señalar un segundo problema: la
política curricular se volvió equivalente a la
reforma curricular. Durante unos cuantos
años, parecía que lo único que se podía
hacer con el currículum era reformarlo,
actualizarlo, ajustarlo a los tiempos actuales
(Terigi, 2005). Eso puso muchas veces a las
escuelas y a los ministerios bajo la presión de
la innovación permanente, del "volver a
comenzar de cero", y convirtió a esa innova-
ción en un valor en sí mismo y no en un
medio para definir qué está bien y qué mere-
ce o necesita ser modificado.
Pese a esta sobrestimación de la reforma
curricular en la que, creemos, se incurrió en
décadas pasadas, nos parece necesario vol-
ver a plantear la cuestión del currículum, ya
no tanto −o no sólo− en términos de lo que
urge cambiar desde la letra, sino como una
ocasión para pensar lo que efectivamente
enseñan las escuelas. Son muchas las tareas
que hoy se les demandan a las instituciones
escolares, desde la asistencia, la contención
afectiva, la organización de espacios recrea-
tivos, la formación de actitudes y disposicio-
nes, al punto que la enseñanza de lo que tra-
dicionalmente pensamos como "materias
escolares" queda muchas veces desdibuja-
do, y relegado a segundo o tercer plano.
¿Cómo producir, entonces, un trabajo sobre
el currículum que no lo subestime, pero que
tampoco pretenda que ese trabajo produzca
aquello que no puede hacer? ¿Cómo hacer-
le lugar a la realidad de cada contexto y de
cada institución, sin perder de vista que hay
parámetros que deben ser comunes, si que-
remos plantearnos un horizonte de justicia y
un sistema educativo más integrado e iguali-
tario? ¿Y cómo pensar de nuevo lo que cons-
tituye enseñar hoy en este mundo, en esta
realidad, que impone otros desafíos y proble-
mas que no habíamos contemplado? Se trata
de buscar, probablemente, una posición más
humilde desde la cual hablar sobre el currícu-
lum, sin pretender encontrar la llave mágica
del cambio escolar, pero con la voluntad de
identificar y precisar las cuestiones que hoy
están en juego y de encontrar algunas orien-
taciones que nos señalen hacia dónde habría
que dirigirse. Ese es el recorrido que propone-
mos a lo largo de este fascículo.
La enseñanza de lo que tradicionalmente se entiende por materias escolares abarca sólo un
aspecto de lo que hoy se demanda a las instituciones educativas.
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4 EXPLORA PEDAGOGÍA
Antes de seguir, creemos conveniente
definir mejor qué entendemos por
currículum. Señalamos anteriormente que el
currículum siempre involucra una selección
de la cultura; dado que es imposible transmi-
tir todos los conocimientos existentes, el sis-
tema educativo selecciona algunos saberes
del universo de conocimientos disponibles.
Esta selección se expresa en un texto o dise-
ño curricular. Podemos entonces avanzar una
primera definición: el currículum constituye
un documento público que expresa acuerdos
sociales sobre lo que debe transmitirse a las
nuevas generaciones en el espacio escolar.
Los acuerdos pueden ser más o menos con-
sensuados, más amplios o más restringidos,
pero en cualquier caso tienen un carácter
público que trasciende lo que cada institu-
ción o docente puede resolver por sí mismo.
La transmisión de la cultura es un asunto
importante para toda la sociedad, y por eso
no es algo que pueda ser resuelto solamente
en el interior del sistema educativo. Esto, que
suele ser motivo de tensiones en las escuelas,
muchas veces tironeadas por demandas de
las familias o del contexto, debe ser, sin
embargo, un elemento claro de la acción
escolar. La legitimidad de nuestro accionar
tiene que ver con la capacidad de dar
cauce, ampliar o nutrir lo que la sociedad
considera que es importante y relevante de
enseñar a las nuevas generaciones. Es cier-
to que "la sociedad" es un concepto
demasiado general y poco preciso, porque
engloba a un conjunto bien heterogéneo y
contradictorio de dinámicas, presiones e
intereses. Volveremos sobre las tensiones y
contradicciones, pero mientras tanto, resal-
tamos que el currículum tiene una línea
directa con la dimensión pública de la esco-
laridad, con su contribución a la construc-
ción de lo común. Que ese proceso sea
heterogéneo, que no siempre sea armonio-
so, que involucre conflictos y desencuen-
tros, no quiere decir que no haya que abor-
darlo, y mucho menos que se pierda del
horizonte de nuestro accionar.
Estamos en la escuela para transmitir la
cultura a las nuevas generaciones; esa es
una tarea de primer orden para la socie-
dad, en la que todos deben (deberían)
tener una voz.
Focalicemos un poco más la lente. El currí-
culum es un documento público que busca
organizar y regular lo que sucede en la escue-
la. Otra definición viene a nuestro auxilio.
Como alguna vez lo señaló el inglés Ivor
Goodson, el currículum es una guía del mapa
institucional de la escuela. ¿Qué quiere decir
esto? El currículum es lo que permite ver qué
tipo de organización de los saberes, de las
experiencias y de los vínculos con los alumnos
y con el mundo, propone la escuela. El currí-
culum "fija patrones de relación, formas de
comunicación, grados de autonomía acadé-
mica" (Feldman y Palamidessi, 1994: 70). El
currículum no es sólo un listado de experien-
cias y contenidos que deben saber los alum-
nos, sino también (y algunos dicen que sobre
todo) "un modo de regular y legislar la vida
de los docentes" (idem), cuya acción va a ser
medida por su adecuación a ese parámetro.
El currículum establece sentidos de la acción
escolar y autoriza voces y discursos. Al esta-
blecer qué se enseña, y cómo se enseña (en
asignaturas, en espacios-talleres, en áreas,
etc.), plantea una organización de la escuela,
de sus horarios y de su distribución de tareas
que afecta toda la vida de la institución. Por
eso es un buen mapa de lo que es la escuela.
En la didáctica, hay una distinción clásica
entre el currículum prescripto y el currículum
real. Para algunos, esta guía que es el currícu-
lum está constituida por el marco restringido
de la letra escrita, de la normativa curricular
oficial a distintos niveles (lo que se ha llamado
currículum preactivo, currículum prescripto,
diseño curricular). Es el texto que llega a las
escuelas, el documento escrito que se decide
a nivel de los ministerios y que dice lo que hay
que enseñar. Para otros, el currículum hace
referencia a todo lo que sucede en la escuela,
y esto ha sido llamado la definición amplia
del currículum (que se conoce como currícu-
lum "real", "en la acción", "enseñado",
"práctico", "oculto", etcétera).
¿Cuál de las dos variantes elegir? La defi-
nición amplia de currículum, criticada por
algunos por su inespecificidad, permite sin
ALGUNAS PRECISIONES SOBRE EL TÉRMINO "CURRÍCULUM" Y SUS ALCANCES
Si bien constituye un documento público que busca organizar el espacio escolar, el currí-
culum incluye todas las experiencias no escritas de enseñanza y aprendizaje.
DirecciónGeneraldeCulturayEducación.GobiernodelaProvinciadeBuenos
Aires
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enseñanzas que se producen en la escuela, o
nos limitamos al currículum prescripto?
¿Habría que hacer un currículum larguísimo y
omniabarcador para que incluya todas esas
experiencias que suceden en la escuela? En
una época se creyó que sí, y se fueron
"engordando" los diseños curriculares para
incluir fundamentaciones, actividades,
secuencias del aula, actividades extracurricu-
lares, entre otras cosas. Como puede obser-
varse desde el presente, esa estrategia no fue
muy efectiva en cuanto a ayudar a pensar
mejor qué debemos enseñar, y por qué.
Lo cierto es que algunas de estas experien-
cias que suceden en la escuela, que no están
escritas en el diseño curricular, son importan-
tes y tienen consecuencias graves para la vida
futura de nuestros alumnos. Retomemos el
caso del recreo: cuando se aprende a discrimi-
nar o segregar, o se aprende a aguantarse o
resignarse ante el abuso de otros, creemos
que es necesario intervenir, aunque habría
que ser cuidadosos a la hora de pensar el
cómo de esa intervención. Quizá deberíamos
pensar en modos de abordaje más "obli-
cuos", menos directos, y vinculados a los con-
tenidos escolares, para no reproducir aquella
posición de vigilancia y sospecha casi obsesiva
que mostraba el pedagogo inglés del que
hablábamos. ¿Qué cuestiones de las que
enseñamos en el área de lengua, por ejemplo,
podrían ayudar a relacionarse mejor, escu-
charse, entender el efecto de los insultos, o
pensar en otras formas de expresión? ¿Qué
elementos de las ciencias sociales podrían
contribuir a pensar el uso del espacio en la
escuela, la distribución de lugares en los
patios o las relaciones de poder en los gru-
pos? Más allá de las formas que encontremos
para abordar estos problemas (que habrá que
evaluar en cada caso y en cada contexto), lo
importante es reconocerlas como parte de la
vida escolar, y poner en cuestión qué se ense-
ña y qué se aprende en las variadas experien-
cias que propone la escuela. Muchas de ellas
están por fuera de nuestra voluntad y capaci-
dad de acción, pero otras tantas sí pueden ser
objeto de reflexión y de acción.
NORMA Y PRÁCTICAS
¿Cuál es la relación entre el currículum
prescripto y el currículum real? Aun recono-
ciendo que la letra escrita deja muchas
5EL CURRÍCULUM
embargo poner el acento en todas las cosas
que se aprenden en la escuela, y en ese sen-
tido permite responder mejor a la pregunta
que nos preocupa sobre qué saberes nece-
sita la sociedad actual y cómo están respon-
diendo hoy los sistemas educativos a este
desafío que incluye, en parte, lo que está
en la letra escrita del currículum pero que
también abarca lo que surge en la experien-
cia vivida en los establecimientos escolares.
Es claro, desde la teoría y la investigación
pedagógica pero también desde el sentido
común, que en la escuela se aprenden
muchas cosas más que lo que los planes,
programas y libros dicen. Entre otras cosas,
se aprenden modos de relacionarnos, de
percibirnos a nosotros mismos y a los otros,
de actuar frente a las normas, de plantear
acuerdos y disensos. A veces esos aprendi-
zajes son explícitos y otras veces son implíci-
tos. A veces son productivos, y otras veces
lastiman y generan resistencias y violencias.
Podemos poner un ejemplo: hace una déca-
da, Mariano Narodowski escribió sobre el
manejo de la disciplina escolar en las escuelas
secundarias, y consideró que en realidad los
alumnos secundarios aprenden, sobre todo, a
especular: cuántas faltas me quedan disponi-
bles para ausentarme, cuánta nota necesito
para aprobar, cuántas amonestaciones puedo
tener, entre otros aspectos (Narodowski,
1989). Esa especulación no está planteada
como contenido escolar legítimo, y es difícil
que alguien la reconozca como objetivo edu-
cativo, y sin embargo, según su investigación,
estructura buena parte de los intercambios
entre docentes y alumnos y de los aprendiza-
jes escolares que hacen los estudiantes. Esta
interacción, que se da por fuera del currícu-
lum prescripto pero que está normada y orga-
nizada por otras reglas de la escuela (sistema
disciplinario y de convivencia, reglamento
escolar, organigrama escolar), resulta de
mucho peso a la hora de pensar qué es lo que
se aprende efectivamente en la escuela.
Pensemos en otro ejemplo, esta vez desde la
historia, pero que permite también pensar el
presente: el recreo en el patio escolar. La idea
del receso necesario entre clase y clase surgió
varias décadas después de que se organizaran
las escuelas en formas parecidas a las que
conocemos hoy. Fue alrededor de 1870 que
supervisores y directores de escuela empeza-
ron a plantear que era necesario quebrar el
continuum de clases para introducir un espa-
cio de descanso y recreación en el marco de la
jornada escolar, de la mano de discursos
médicos y psicológicos sobre la limitada aten-
ción de los niños y niñas. A su vez, empezó a
plantearse que ese recreo debía tener lugar en
un patio de juegos que había que diseñar y
estructurar cuidadosamente, para que todas
las experiencias que tenían lugar en él fueran
de una orientación adecuada. El patio había
sido una innovación de la década de 1820;
hasta ese momento, los niños jugaban en la
calle, y no había un perímetro escolar clara-
mente delimitado (situación que subsiste en
algunas escuelas de poblaciones pequeñas,
donde los chicos juegan en la calle o en el
espacio abierto que rodea a la escuela). En
aquel momento, se pensó que había que
organizar un espacio para el juego, ya que era
allí donde afloraba la verdadera naturaleza de
los niños, y donde debían identificarse con-
ductas desviadas o inmorales. El patio escolar
surge, entonces, a partir de una voluntad de
vigilancia y de sospecha sobre los niños, y de
una suerte de obsesión con proveerles, todo
el tiempo y en toda ocasión, situaciones de
aprendizaje. El pedagogo inglés Samuel
Wilderspin, maestro y director de una escuela,
escribía en 1824 que los patios escolares debí-
an tener árboles frutales y flores no para orna-
mentarlos y embellecerlos, sino para acos-
tumbrar a los chicos a resistir la tentación de
apropiarse de bienes ajenos y formarse como
personas honestas (Dussel y Caruso, 2000).
Va poniéndose en evidencia que todos los ele-
mentos que organizan la vida cotidiana de la
escuela tienen un sentido educativo, nos gus-
te o no, seamos conscientes de ello o no. El
recreo y el patio escolar hoy tienen otros senti-
dos, y están organizados por otras lógicas y
fundamentaciones que las que proponía
Wilderspin. En algunas ocasiones, probable-
mente subsista esta idea de vigilancia y sospe-
cha de los adultos sobre lo que hacen los
niños y niñas. A veces, los recreos son una
especie de explosión de energía un poco des-
bordada y hasta violenta. Pero siempre son
espacios de encuentro con los pares, de
aprendizaje de reglas de convivencia, de inter-
cambio, y en ocasiones también de separa-
ción y segregación.
Una pregunta surge ante esta idea del currí-
culum como todo lo que sucede en la escue-
la. ¿Tenemos que intervenir sobre todas estas
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con lo que se ha definido colectivamente. El
currículum es una suerte de "ley" en la
escuela, de norma que establece conteni-
dos y regula lo que debe enseñarse.
¿Qué poder efectivo tiene esa norma para
regular las prácticas? Hay que considerar
que la relación entre la norma y la práctica
tiene una concreción histórica y política
particular. Si en todos los países del mundo
la letra de la ley es distinta a su ejercicio dia-
rio (y Lawrence Stenhouse, entre muchos
otros teóricos del currículum, ya puso el
dedo en la llaga al señalar que el verdadero
lugar de transformación curricular es el aula
y no el diseño escrito), en América Latina se
suma otra particularidad. Hay un elemento
de la cultura política que hace que el poder
regulador de la ley y las normas sea aún
más relativo. Una frase conocida de Getúlio
Vargas ilustra esta relación con la ley: "para
mis amigos todo, para mis enemigos la ley"
(en O'Donnell, 2002). Estados corruptos y
dictatoriales han hecho poco favor a la for-
mación de una cultura política que se orga-
nice en torno a un orden normativo; como
señala Guillermo O'Donnell, la ley parece
en nuestras sociedades hecha para los débi-
les, para los tontos, para los que no pueden
escaparse de ellas, y la impugnación
muchas veces se procesa como transgre-
6 EXPLORA PEDAGOGÍA
MaríaCelesteIglesias
El recreo hoy constituye un espacio en el que también se aprenden reglas de convivencia e intercambio entre pares.
cosas por fuera, el diseño curricular tiene
un valor y una significación que no hay que
subestimar. Como dijimos inicialmente,
organiza espacios de enseñanza, autoriza
voces y discursos, establece que hay que
hablar de ciertas cuestiones y no de otras
en el aula. Mariano Palamidessi plantea que
"la normativa curricular [...] es una de las
instancias donde se define buena parte de
las prevenciones, énfasis y atenciones que
se dan cita en la cotidianidad de la escuela
[...] Al formalizar los contenidos, recomen-
daciones metodológicas, fundamentacio-
nes, bibliografías, el currículum organiza el
campo posible de acción de maestros y
alumnos, delimitando los objetos con los
que debe interactuar en su experiencia"
(Palamidessi, 2000: 216). Todo ello amerita
que lo consideremos de cerca, y que refle-
xionemos sobre lo que propone y lo que
debería proponer. Si bien es importante
considerar la dimensión más amplia del
currículum, reflexionando sobre todas las
experiencias de enseñanza y aprendizaje
que tienen lugar en la escuela, la dimensión
más específica del currículum en tanto tex-
to escrito es fundamental para estar aten-
tos a su carácter público, para conservar
parámetros comunes sobre lo que se ense-
ña en la escuela, y que éstos tengan que ver
sión y no como respuesta organizada e ins-
titucional para volver más democráticas las
normas. En términos de la normativa curri-
cular, esto se expresa como el dejar a un
lado, desconocer u "olvidar" lo que dice el
currículum que debe enseñarse, en vez de
discutir y confrontar para cambiar la norma,
si es que creemos que es inadecuada o
injusta. Es importante llamar la atención
sobre este factor de la cultura política (no
privativo de nuestro país, debe aclararse)
porque también influye en cómo nos rela-
cionamos desde las escuelas con la norma
curricular. La pregunta sobre qué regula el
currículum en este caso debe ser respondi-
da atendiendo a este contexto, que hace al
cuánto y al cómo regula, a sus márgenes de
acción y sus niveles de eficacia, a la capaci-
dad coercitiva, a la capacidad persuasiva y a
la legitimidad de esa norma. Pero además,
hay que recordar que el currículum "encar-
na" en las escuelas en un movimiento que
involucra la vida real, las formas de interac-
ción de los actores educativos, la estructura
de gobierno escolar, los límites que impone
la organización escolar actual (contratacio-
nes, perfiles existentes, etc.), entre otros
aspectos. Todo ello debe considerarse cuan-
do aparece esta pregunta acerca de qué es y
qué regula el currículum.
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7EL CURRÍCULUM
Debido al lugar privilegiado que ocupó el
currículum en la reforma de los noventa,
los maestros y profesores tienen la expe-
riencia de que se han multiplicado las tare-
as que se les exigen en relación con él; por
ejemplo, la construcción de proyectos insti-
tucionales. Muchos experimentan una
suerte de extrañamiento ante estas tareas,
como si sus saberes profesionales quedaran
desacomodados por una demanda que es
vivida como enteramente nueva.
Frente a las altas expectativas y a la fuer-
te carga de novedad que experimentan los
docentes y que suelen enfatizar las políticas
curriculares, es importante tener en cuenta
que, cuando hoy en día se habla del currícu-
lum, se enfocan problemas similares a los
que se enfocaban años atrás cuando se
hablaba de contenidos mínimos o de planes
de estudios: se trata de poner el acento
sobre lo que se enseña en cada escuela,
considerando lo que colectivamente se
entiende que las escuelas deberían enseñar
y que se expresa en el currículum. El currícu-
lum no está exento de problemas, pero
constituye la herramienta con la que cuen-
tan los sistemas educativos para comunicar
a las escuelas algo que es estratégico y que
les confiere unidad en la diversidad: qué
tipo de experiencias educativas se espera
que ofrezcan a los alumnos y alumnas.
La definición de currículos oficiales pro-
cura asegurar a todos los chicos y chicas su
derecho a acceder a distintos tipos de expe-
riencias de aprendizaje valiosas para su cre-
cimiento personal y social. Pero los currícu-
los no pueden hacer esto por sí mismos:
constituyen un marco genérico para la
enseñanza. La contextualización de los
currículos "en vistas a la enseñanza"
requiere decisiones que corresponden a las
escuelas y a sus docentes, y que pueden sin-
tetizarse bajo la siguiente pregunta: ¿cuá-
les son las condiciones para que los chicos y
chicas puedan aprender lo que el currícu-
lum les asegura? ¿Cuáles de ellas son insti-
tucionales? ¿Cuáles dependen del trabajo
de enseñanza que realiza cada docente?
Hay una dimensión pedagógico-didácti-
ca de las oportunidades de aprendizaje,
que queda muchas veces oscurecida detrás
de las condiciones materiales y sociocultu-
rales. Se trata de tomar como insumo críti-
co la documentación curricular, y diseñar
las oportunidades concretas que los chicos
y chicas tendrán en esta escuela para acce-
der a los aprendizajes expresados en el
currículum. Tanto se ha escrito sobre este
trabajo institucional, que caben algunas
recomendaciones para proteger su dimen-
sión pedagógico-didáctica:
En lugar de lanzarse a establecer priorida-
des institucionales, a formular proyectos
curriculares integrando áreas, etc., es
importante identificar los aspectos en que
se vuelven indispensables los cambios en
la enseñanza, a la vez que proteger la
continuidad de las experiencias valiosas.
Se trata no sólo de pensar lo excepcional
o lo novedoso, sino de identificar el sen-
tido del trabajo cotidiano y las vías para
sostenerlo.
La diversidad de convicciones de los
docentes de una escuela no autoriza a
sostener criterios tan disímiles que impi-
dan garantizar ciertos parámetros comu-
nes para la formación y evaluación de
los alumnos.
Junto con el trabajo conceptual que
requiere todo lo anterior, debe alcanzarse
un planteo operativo, evitándose tanto
definir proyectos de tal envergadura que
terminen siendo imposibles, como esta-
blecer metas que, por su vaguedad y
generalización, no sirvan para orientar las
acciones de enseñanza.
Flavia Terigi
EL CURRÍCULUM EN LAS ESCUELAS
7.qxd 17/12/2007 02:42 p.m. PÆgina 7
8 EXPLORA PEDAGOGÍA
d. el reconstruccionismo social, que tuvo
importancia en las décadas del 30 y del
40, y que, tras la crisis de 1930, postula-
ba la importancia de la reforma social
como eje del currículum y pensaba los
contenidos de Lengua y Ciencias Sociales
como la posibilidad de formar una nueva
ciudadanía.
Estas cuatro tradiciones tenían, en mayor
o menor medida, algunos equivalentes en
el currículum argentino, como veremos
más abajo. Pero lo interesante es que
Kliebard, al identificar diversas tradiciones,
nos alerta sobre las distintas lógicas y gru-
pos que organizan el currículum. No hay
una sola manera de pensar o definir el
currículum: mirarlo desde las disciplinas,
desde la psicología evolutiva, desde el mer-
cado de trabajo o desde la necesidad de
reforma social, implican lentes distintas, y
señalan orientaciones y prioridades muy
diferentes. Otra cuestión importante que
abre esta perspectiva es la historia del
currículum no como algo que está en el
pasado, sino como un elemento que sigue
operando hoy. Las distintas tradiciones que
analiza Kliebard van quedando como capas
de sentido, casi geológicas, que siguen
teniendo sus adeptos en el sistema, se afir-
man en territorios, disciplinas o institucio-
nes, y negocian e intervienen ante cada
nueva reforma. Kliebard termina su análisis
en la década de 1950, cuando en Estados
Unidos se impone la idea de que el currícu-
lum debe ser "ajustado a los requerimien-
tos de la vida", incluyendo educación vial,
educación sexual y materias vinculadas a la
sociabilidad. Vale la pena preguntarse por
qué este currículum no tiene equivalentes
en nuestro país, y por qué esta idea del
"ajuste a la vida" nunca predominó sobre
la enseñanza de las disciplinas más tradi-
cionales. El análisis de este autor acentúa
cómo las distintas tradiciones fueron sur-
giendo unas en relación con otras, super-
poniéndose, oponiéndose, articulándose,
configurando así un espacio plural al que
no es posible dotar de un solo sentido ni de
una consistencia unívoca.
Dijimos inicialmente que la legitimidad
de nuestro accionar tiene que ver con
la capacidad de dar cauce a lo que la socie-
dad considera que es importante y relevan-
te para enseñar a las nuevas generaciones,
y que la sociedad es un concepto demasia-
do general porque engloba a un conjunto
heterogéneo y contradictorio de dinámicas,
presiones e intereses. Cuando vemos la his-
toria del currículum, se vuelve evidente que,
lejos de ser un texto unívoco, el diseño
curricular es en realidad el producto de
numerosas mediaciones y dimensiones, y
que las contradicciones y tensiones de lo
social también se expresan en el currículum,
aunque con su especificidad y característi-
cas propias.
Un estudioso del currículum estadouni-
dense, Herbert Kliebard, sostiene que el
currículo es un híbrido que combina distin-
tas tradiciones y movimientos disciplinarios,
construyendo coaliciones que dan lugar a
consensos particulares (Kliebard, 1986). En
su trabajo sobre el currículum norteamerica-
no de fines del siglo XIX y principios del siglo
XX, identifica cuatro tradiciones:
a. la humanista, centrada en las disciplinas
tradicionales y en una psicología de las
facultades que planteaba que ciertas asig-
naturas, como Latín y Lógica, eran impor-
tantes antes que nada para el desarrollo
intelectual de los alumnos, y como conoci-
mientos que incorporaban a una tradición
occidental común, que fue fundamental en
las últimas décadas del siglo XIX;
b. la pedagogía centrada en el niño o pai-
docentrismo, que creció en importancia en
la primera mitad del siglo XX y sigue siendo
muy relevante hoy, sustentada en la psicolo-
gía evolutiva conductista y luego en la cons-
tructivista, que planteaba que el currículum
debía ajustarse a las etapas y modos de
aprendizaje de los niños, definidos muchas
veces en condiciones de laboratorio;
c. el eficientismo social, propio de los años
veinte y treinta, que creía que la escuela
debía ajustarse mecánicamente a las deman-
das de la industria y del mercado de trabajo,
y que planteaba que el currículum debía
proveer, antes que nada, un modo de orga-
nización eficiente de las experiencias de
enseñanza, desglosado en objetivos y pasos;
Dir.Gral.deTránsitoRosario/ÁreadeEducaciónVial
El currículum debe también incorporar aprendizajes vinculados a los requerimientos de la vida
en sociedad.
LA HISTORIA DEL CURRÍCULUM: INCLUSIONES Y EXCLUSIONES
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9EL CURRÍCULUM
Un ejemplo del autoritarismo de la
denominada "Cruzada patriótica"
puede encontrarse en libros de texto
del período, que enfatizaban la nece-
sidad de renunciar a los héroes y sím-
bolos identitarios de otras naciones
de origen y "abrazar" la narrativa
nacionalista sobre la Argentina
(Braslavsky, 1993). El libro de Lola
Bourget, Agua mansa (1932), narra la
historia de un niño hijo de inmigran-
tes alemanes que concurre a la escue-
la en la Argentina. La autora contra-
pone abiertamente la cultura y nacio-
nalidad de los padres inmigrantes a
las del hijo argentino: "Érase un niño
que tendría tu edad: ocho o nueve
años. Iba al colegio y ya sabía leer.
Esperaba estudiar mucho y ser útil a
los demás, cuando sus padres resol-
vieron irse a Alemania, donde ellos
habían nacido. Nuestro niño no oía
hablar allí más que en alemán, veía
por todas partes la bandera alemana,
y sus padres le decían que, siendo
ellos alemanes, él también lo era. El
niño había aprendido aquí que toda
persona nacida en la República
Argentina, es argentina; y guardaba,
en el silencio, el amor al suelo donde
naciera y al dulce idioma que comen-
zó a hablar..." (Bourget, 1932: 21-22).
En esta historia, parece que no pue-
den convivir las dos patrias, que está
mal que el niño alemán mantenga
algún lazo con la patria de sus
padres, y que una excluye a la otra.
La patria argentina, además, tiene un
carácter casi mitológico: es una espe-
cie de esencia dulce que se inoculó en
el niño, y no una construcción social
de memorias (seguramente dulces)
que lo ligaban a su propia experien-
cia infantil.
EL CURRÍCULUM EN ARGENTINA
¿Qué sucedió en el caso de las escuelas
argentinas? Veamos en primer lugar algunas
cuestiones de la enseñanza primaria. Fue la
Ley 1420 de Educación Común que se san-
cionó en 1884 la que sentó las bases de lo
que se iba a considerar escuela primaria. Esta
ley establecía la escolaridad obligatoria, gra-
tuita y "laica",
1
y su primer capítulo está dedi-
cado a las escuelas primarias, a las que se
considera el espacio privilegiado para "favo-
recer y dirigir simultáneamente el desarrollo
moral, intelectual y físico de todo niño de 6 a
14 años de edad" (en Braslavsky y Krawczyk,
1988: 11). En ella, y en la legislación subsi-
guiente, se hizo evidente la filosofía educati-
va de la generación del ochenta, represen-
tante de la elite oligárquica: todos debían ser
socializados de la misma forma, sin importar
sus orígenes nacionales, la clase social o la
religión, y esta forma de escolaridad fue con-
siderada un terreno "neutro", "universal",
que abrazaría por igual a todos los habitan-
tes. Entre esos contenidos, la enseñanza de la
lectoescritura fue fundamental, y contribuyó
a que la Argentina fuera un país con una
"ciudadanía letrada" mucho más extendida
que en otros países latinoamericanos. Sin
embargo, estos mismos contenidos establecí-
an algunos parámetros comunes que plante-
aban inclusiones y exclusiones, y que suponí-
an desigualdades de género, de clase y de
raza. Veamos por ejemplo lo que señalaban
para varones y mujeres: "Para las niñas será
obligatorio, además, el conocimiento de
labores de mano y nociones de economía
doméstica. Para varones el conocimiento de
ejercicios y evoluciones militares más senci-
llas; y en las campañas nociones de agricul-
tura y ganadería" (idem).
Nenas y varones aprendían algunos conte-
nidos similares y otros diferenciados. En líne-
as generales, puede señalarse también que
el trabajo, como contenido vinculado a los
sectores productivos, quedó marginado a los
circuitos "menores" del sistema (como las
escuelas de artes y oficios, que eran conside-
radas "primarias superiores"), o bien a expe-
riencias sindicales u obreras por fuera de las
instituciones oficiales. Los saberes humanis-
tas y abstractos estaban mucho más jerar-
quizados que los saberes productivos vincu-
lados al hacer de las clases laboriosas.
Pero antes que nada, la escuela primaria
debía enseñar a ser súbdito de la nación (y la
palabra "súbdito" expresa bien la idea de que
había que subordinarse y someterse a una defi-
nición autoritaria del "nosotros"). Esta nación
se consideraba algo intangible, ahistórico, defi-
nido "desde arriba", y excluía lo que inmigran-
tes, indígenas, mujeres, gauchos o la "gente
común" podían aportar. Para convertirse en
"argentinos de ley", ellos debían abandonar
sus lenguas, sus costumbres, sus héroes y sus
formas de vestirse y relacionarse. El sistema
escolar participó activamente en la campaña
de nacionalización de la población, campaña
que a partir de 1908 recibió el pomposo título
NACIÓN Y AUTORITARISMO
de "Cruzada patriótica", vigilando de cerca
que se practicaran y respetaran el español
"correcto", las memorias "correctas" y las
reglas sociales "correctas" (Puiggrós, 1990).
La nación debía aprenderse a través de los
contenidos pero también de los rituales, y
aquí podemos recuperar la idea de la defini-
ción amplia del currículum. Las fiestas y
actos escolares adoptaron crecientemente
formas militaristas, con ideas sobre la autori-
dad, la comunidad y la educación del cuer-
po muy autoritarias (Amuchástegui, 2002).
Si en la época de Sarmiento una de las fies-
tas principales era la del árbol, concebida
como una celebración de la naturaleza y de
la evolución, con el auge de la "Cruzada
patriótica" las efemérides pasaron a ser las
de la muerte de los próceres patrios,
muchos de ellos recordados por sus hazañas
militares antes que por sus logros cívicos.
1
Algunos señalan que esta ley no instaura la laicidad sino más bien una religiosidad restringida. Así, por ejemplo, en el art. 8 se establece que "La enseñanza reli-
giosa sólo podrá ser dada en las escuelas públicas por los ministros autorizados de los diferentes cultos, a los niños de su respectiva comunión, y antes o después de
las horas de clase" (en Braslavsky y Krawczyk, 1988: 11). No es cierto, entonces, que se excluya a la religión, sino que se la enseña en el recinto escolar fuera del
horario regular.
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10 EXPLORA PEDAGOGÍA
Tampoco es casual que se recordaran las
muertes y no los nacimientos: en este imagi-
nario chauvinista, tomando las ideas más
conservadoras de los nacionalismos europe-
os, lo importante para cimentar la unión era
el panteón de los caídos, la deuda con los
muertos, y no la suerte de los vivos y el futuro
de todos.
En síntesis, el currículum de la escuela
primaria de las primeras épocas del siste-
ma educativo argentino fue una selección
arbitraria de la cultura que incluyó algu-
nos contenidos básicos pensados para
convertir a los alumnos en "súbditos
nacionales" y excluyó otros, que se consi-
deraban amenazantes para esa unidad
nacional definida autoritariamente y "des-
de arriba".
VioletaRosemberg
Las imágenes de próceres son símbolos de la identidad nacional que la escuela definía
en su currículum.
CURRÍCULUM Y ESCUELA
SECUNDARIA
Veamos, ahora, algunos elementos de la his-
toria del currículum de la escuela secundaria,
profundizando lo que se ha planteado en fas-
cículos anteriores. El currículum secundario se
definió como un compendio de cultura huma-
nista y enciclopedista, donde las referencias
fueron las ciencias humanas y naturales, y se
dio especial importancia a la relación con la
historia y la cultura occidentales. Los colegios
nacionales se crearon en 1863 por un decreto
del presidente Mitre, en medio de un debate
con Sarmiento en torno a si debía priorizarse
la formación de la elite (escuelas secundarias)
o la enseñanza primaria. En aquel momento
ganó Mitre, pero a los pocos años Sarmiento,
ya presidente de la Argentina, daría impulso a
su perspectiva sobre la escuela común. Lo cier-
to es que el proceso que inició Mitre no se
detendría. Los colegios nacionales fueron
expandiéndose en todas las capitales de pro-
vincia, y tuvieron como objetivo formar a las
capas dirigentes con una perspectiva "nacio-
nal", es decir, centralista.
El primer currículum de los colegios nacio-
nales se basó en una propuesta escrita por
Amadeo Jacques (1813-1865), un emigrado
francés que escapaba de la represión contra
la revolución republicana de 1848, y a quien
seguramente muchos recordamos por la lec-
tura del Juvenilia de Miguel Cané como el
profesor al que se respetaba y por eso "no se
le devolvían los golpes" (anécdota que debe-
ría recuperarse cuando se hace referencia a
una época mítica anterior para oponerse a la
"reciente epidemia de violencia escolar":
¿qué pasado se añora?). Presentado en 1865,
este currículum combinaba las materias litera-
rias (basadas en las lenguas extranjeras, sobre
todo francés y alemán, y el latín) y las discipli-
nas científicas, como Historia Natural,
Matemática y Química. Jacques estaba en
contra de la diferenciación entre los estudios
literarios y científicos, y pensaba que la
Argentina no debía imitar a Europa en sus
errores; más bien, debía avanzar hacia un
nuevo humanismo que incluyera el conoci-
miento científico. A pesar de su inclinación
hacia una visión más moderna de las humani-
dades, el latín era la materia que tenía más
cursos y horas en el currículum, debido a que
se creía que tenía valor para desarrollar las
facultades psicológicas y a su capacidad para
"traer a nuestros ancestros de vuelta a la vida,
incluirse en una conversación en los temas
más altos y delicados" (Jacques, 1865: 11).
Volviendo a las corrientes que estudió
Kliebard, y que fueron señaladas más arriba,
Amadeo Jacques puede englobarse clara-
mente en los humanistas que suscriben a la
psicología de las facultades y que piensan el
currículum desde las disciplinas.
Pero la propuesta de Jacques tuvo corta
vida, como su creador, que murió al poco
tiempo de finalizar de escribirla. Entre 1863 y
1916 hubo diecisiete currículum diferentes
(es decir, un cambio de plan cada tres años).
Estos diseños curriculares incluyeron y exclu-
yeron materias (como Latín, Lenguas Extran-
jeras, Economía Política, Estenografía, Trabajo
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11EL CURRÍCULUM
MaríaCelesteIglesias
El Colegio Nacional de Buenos Aires se constituyó como institución pionera en el estableci-
miento de un currículum para colegios secundarios.
cambiar el orden y la secuencia de los cono-
cimientos que aquél organizó, no sólo por-
que no triunfaron, sino además porque ellas
mismas, en las asignaturas que incluyeron,
lo replicaron, aunque sea parcialmente.
El currículum humanista que se consolidó
frente a estos embates de reforma se afirmó
como la expectativa más deseable y democrá-
tica para los ciudadanos argentinos. Sin
embargo, creemos que revisar estas tradicio-
nes fundantes ayuda a pensar más detenida-
mente en qué tipo de autoridad cultural se
construyó a través de esta selección de cono-
cimientos y disposiciones. La no inclusión del
trabajo, la desconfianza hacia la cultura con-
temporánea, la negación de la voz adolescen-
te, el predominio de las formas y corrientes
científicas y estéticas menos dinámicas son
elementos que fundaron un tipo de autori-
dad cultural que permitió muy raramente la
experimentación, la curiosidad y la libertad de
los sujetos que enseñaban y aprendían, y esto
seguramente tuvo muchos efectos en la cul-
tura política más general que se afirmó a lo
largo del siglo XX. También debe leerse en
esta clave la oposición frontal que enfrentará
el primer peronismo, que buscó introducir el
trabajo como contenido relevante y promovió
una jerarquía cultural donde "las manos
valen más que la cabeza" (como decían
espantados los estudiantes de Ingeniería de la
UBA en 1945; véase Dussel y Pineau, 1996).
Hoy, cuando se escuchan clamores por
volver a la "vieja y gloriosa secundaria",
sería bueno recordar que el currículum
humanista tradicional se estableció sobre la
base de muchas exclusiones que reproduje-
ron por mucho tiempo una jerarquía cultu-
ral que legitimaba desigualdades sociales y
regionales muy agudas. No quiere decir
esto que haya que negar el valor del huma-
nismo; antes bien, creemos que habría que
buscar incluir sus mejores tradiciones sin
sumarse a su elitismo, poder introducirse a
las disciplinas rigurosamente sin por eso
negar la posibilidad del ensayo y la experi-
mentación, y sin dejar de abrirse a otros
saberes que circulan en la sociedad por fue-
ra de las disciplinas. En otras palabras:
¿cómo producir una articulación más
democrática de los saberes en la escuela?
¿Cómo construir una autoridad cultural
más democrática? Sobre esto nos detendre-
mos a continuación.
Por otro lado, hubo distintas propuestas
alternativas a este currículum humanista
que fracasaron por motivos diversos. Por
ejemplo, la propuesta de Magnasco (1899)
de crear institutos de enseñanza práctica
industrial y agrícola en vez de más colegios
nacionales, tenía un discurso social conser-
vador y autoritario como fundamento y fue
rechazada en el Parlamento. La propuesta
de Víctor Mercante (reforma Saavedra
Lamas de 1916) de crear una escuela inter-
media entre la primaria y la secundaria que
incluyera elementos técnico-vocacionales
tenía una legitimación científica y psicológi-
ca, y fue parte de un impulso modernizador
ligado a las innovaciones técnicas y sociales
del período, aunque también de corte auto-
ritario. Fue la primera reforma en que empe-
zó a hablarse de la psicología de la pubertad
y la adolescencia. La tercera propuesta, pro-
veniente de Ernesto Nelson y que no llegó
a implementarse, fue elaborada en 1915
y estuvo inspirada por la pedagogía de
Dewey, con una psicología orientada por
cuestiones filosófico-políticas: la emancipa-
ción, la democracia, la libertad del individuo.
Las tres trajeron al debate temas como la
ciencia, el progreso, la democracia, el traba-
jo, la relación con el mundo, y también la
relación con el pasado hispánico (al que las
tres propuestas coincidieron en rechazar).
Las propuestas criticaron el currículum
humanista, pero ninguna fue totalmente
exitosa en desarmar sus jerarquías ni en
Manual, Trabajo Agrícola). Sin embargo, en el
largo plazo, el balance entre las disciplinas
literarias, las científicas y las "prácticas"
(Trabajo Manual, Gimnasia, Música) perma-
neció sorprendentemente estable: el primer
grupo representó más del 50% del horario
escolar en todos los casos, salvo en dos pla-
nes de estudio (Dussel, 1997).
¿Por qué había tanto consenso en que las
humanidades eran lo mejor para la formación
de las capas dirigentes? Por un lado, las huma-
nidades eran un signo de distinción cultural,
pero también implicaban un trabajo sobre los
individuos, una definición de sujeto que
expresaba las jerarquías y disposiciones que se
requerían de esa clase dirigente. Ser capaz de
especular y contemplar la naturaleza, o las
"altas obras de arte" era parte de una trans-
formación más general en las formas en las
que los individuos debían ser gobernados y
gobernarse a sí mismos (Hunter, 1988). Por
ejemplo, hay una discusión interesante a fines
del siglo XIX sobre si los estudiantes de los
colegios nacionales debían ser obligados a
escribir poesía. Leopoldo Lugones, un aclama-
do escritor y también inspector de escuelas
secundarias, pensó que esta escritura denigra-
ba a la poesía, ya que ese "arte excelso" podía
dañarse en manos de adolescentes incultos.
Pero perdió la batalla, porque la disciplina
Literatura terminó incluyendo ejercicios de
escritura de poesía para desarrollar las sensibi-
lidades estéticas que moldeaban al sujeto
romántico (Dussel, 1997: 41 y ss.).
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12 EXPLORA PEDAGOGÍA
Al inicio de este trabajo, señalamos que
pensar sobre el currículum es una
buena ocasión para revisar qué enseñamos
desde las escuelas. ¿Qué están enseñando
hoy las escuelas? ¿Qué prescriben los dise-
ños curriculares? Creemos que las escuelas
están atravesadas por múltiples dinámicas y
demandas contradictorias, que organizan su
tarea de manera mucho más efectiva que los
diseños curriculares. Los problemas mayores
a que deben responder encuentran hoy
poca respuesta u orientación en los diseños
curriculares. ¿Qué elementos dejan afuera?
¿Cómo incluirlos, sin pretender que los dise-
ños sean omniabarcadores e intenten regu-
larlo todo, algo que, como vimos, no sólo no
es posible sino tampoco deseable?
Hay que señalar que hubo una importante
oleada de reformas en las últimas dos déca-
das. Todos los diseños curriculares se cambia-
ron dos o tres veces en lo que va del período
que se inicia en 1983, con la recuperación de
la posibilidad de elegir gobiernos. La renova-
ción de contenidos que se viene dando inclu-
ye dos cuestiones centrales: por un lado, la
actualización de los saberes disciplinarios clá-
sicos (sobre todo la lectoescritura, las mate-
máticas, las ciencias naturales y las ciencias
sociales); y por otro lado, la inclusión de sabe-
res "nuevos" sobre tecnologías, computa-
ción, espacios para la vida juvenil, educación
sexual y para la salud, y en algunos casos
comunicación, estéticas contemporáneas o
espacios de convivencia. Hay que señalar que,
en muchas ocasiones, para resolver el proble-
ma de una cierta irrelevancia de la transmi-
sión cultural a las nuevas generaciones se
priorizó una estrategia de reforma que signifi-
có "engordar" el currículum, sumar más
materias y contenidos. En la mayoría de los
casos, se mantuvo una clasificación disciplina-
ria rígida y se optó por incluir espacios "nue-
vos" en el currículum. En algunas experien-
cias, esta demarcación rígida empobreció tan-
to la enseñanza de las disciplinas (aquejada
por los mismos problemas anteriores a las
reformas) como la introducción de nuevos
contenidos (desgajados del conocimiento
escolar, percibidos como menos legítimos, y
en general a cargo de profesores menos for-
mados, desplazados de otras materias o en
lugares marginales de las instituciones).
Creemos, por el contrario, que habría que
esforzarse por demostrar el aporte que la
reflexión y la introducción más profunda y sis-
temática en algunos dominios de saberes
pueden hacer a resolver conflictos, a elaborar
proyectos de vida y a convivir y a enriquecerse
con el vivir con otros. Esto exigiría, sin duda,
revisar los programas de estudio existentes,
pero sobre todo plantearía la necesidad de
organizar de otra forma la escuela, para evitar
una gestión burocrática del conocimiento
("lo doy porque lo dice el programa") y para
promover una relación más vital y abierta con
las disciplinas a cargo de los docentes.
LA NUEVA ALFABETIZACIÓN
Nos gustaría centrarnos en dos "nuevos
contenidos" que empiezan a aparecer, más
o menos definidamente en un caso y más
tímidamente en el otro, como saberes que la
escuela debe reconocer como valiosos, y
enseñar como parte del currículum. Nos
referimos a la alfabetización digital y a la
alfabetización audiovisual. Parece necesario
ampliar la idea de alfabetizaciones básicas
para incluir los saberes, relaciones y tecnolo-
gías que hoy son dominantes en nuestra
sociedad, y formar a las nuevas generaciones
para que puedan vincularse con ellas de for-
mas más creativas, más libres y más plurales.
Una primera objeción que aparece frecuen-
temente cuando se introduce lo visual y lo
gestual es que esto implica dejar de lado la
exclusividad de la lectoescritura como saber
fundante y casi único de la escuela. Quizás es
hora de cuestionar este centramiento tan
excluyente de la transmisión escolar en lo
escrito, no porque deba dejar de enseñarse,
sino porque hay que pensarlo como una
práctica que se transforma, tanto como se
transforman los soportes y las tecnologías de
escritura, y tanto como se transforman la
sociedad y la cultura. Creemos que es útil
pensar la escritura como un "modo de repre-
sentación", como una de las formas en que
los seres humanos construimos el sentido
sobre nuestra experiencia y nos comunica-
mos, entendiendo que no es un modo único
ni total. La imagen, el sonido y el gesto, por
ejemplo, son otros modos de representación
ProgramaSubitealColectivo
La educación en medios de comunicación y la producción con nuevas tecnologías se han ido
incorporando progresivamente al currículum.
LOS DEBATES DEL CURRÍCULUM EN LA ACTUALIDAD:
¿CUÁLES SON LOS SABERES BÁSICOS QUE DEBERÍA TRANSMITIR HOY LA ESCUELA?
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13EL CURRÍCULUM
importantes y no menos desafiantes intelec-
tual o emocionalmente (Kress, 2005). La
escritura es un modo importantísimo de
representación, pero no es necesariamente
cierto que sea el más completo o el que debe
"dominar" a todos los otros. Esta jerarquiza-
ción excluyente de la escritura más bien
habla de una sociedad que valora y privilegia
ciertas prácticas sobre otras, y que considera
que su monopolio o su distribución definen
reglas sociales de participación y posiciones
culturales diferentes. Cuestión que, por otra
parte, sigue siendo cierta: un sujeto analfa-
beto no podrá moverse en esta sociedad
libremente, ni conseguir trabajo, ni disponer
con libertad de los bienes y la cultura que
quizá tenga a su alcance.
Lo que debe discutirse es que la lectoescri-
tura sea el único modo de representación del
que debe ocuparse la escuela. Kress propo-
ne, acertadamente, reconocer que ninguna
forma de representación es total ni logra
atrapar el conjunto de la experiencia huma-
na; y que si bien la escritura y la lectura tie-
nen enormes beneficios como prácticas de
conservación, producción y transmisión de la
cultura, no son las únicas dignas de enseñar-
se y de aprenderse masivamente.
Hay muchas cosas que se han modificado
desde fines del siglo XIX hasta ahora: si
antes la única forma de guardar un registro
era por escrito, hoy las posibilidades tecno-
lógicas de "capturar" una imagen y hacerla
perdurable a través de la fotografía y el
cine/video rompieron ese monopolio. Y cre-
emos que aún está pendiente una indaga-
ción seria y menos prejuiciosa sobre el
potencial simbólico de la imagen, que es
también desafiante, estimulante, que nos
exige abstracción y procesamiento.
Pensar en los "modos de representación"
ayuda también a analizar los medios tecnoló-
gicos por los que se representa. Kress señala
que la escritura en la época de la pantalla
tiende a adoptar aspectos de la gramática
visual de ese formato antes que de la página
del libro,
2
como sucedía hasta hace poco
tiempo. Los libros de texto son buenos indi-
cadores de estos cambios: actualmente, la
organización visual de las páginas de esos
libros asume formatos hipertextuales, con
ilustraciones, profundizaciones, resaltados; y
muchas veces la escritura viene a cumplir
una función subsidiaria de la imagen −el tex-
to escrito se introduce para explicar y de-
sarrollar la imagen−, que reacomoda la eco-
nomía textual de la página. Antes, la organi-
zación de la página no constituía un proble-
ma complejo, y se decidía de acuerdo con las
posibilidades técnicas y gráficas disponibles;
hoy, "esa organización se ha convertido en
un recurso para el significado de los nuevos
conjuntos textuales" (Kress, 2005: 90).
Decidir dónde se ponen negritas y subraya-
dos, dónde se incluyen las profundizaciones,
qué tamaño se otorga a la imagen y cuál al
texto escrito son todos elementos que defi-
nen qué se busca decir en esa página.
La segunda objeción que aparece es que
no resulta conveniente usar el término "alfa-
betización" como metáfora (Kress, 2005;
Braslavsky, 2004). Kress destaca dos razones:
por un lado, que este uso provoca una
extensión de los supuestos y prácticas de la
lectura y de la escritura a otras formas de
representación (por ejemplo, la imagen o los
gestos), lo que no necesariamente ayuda a
ver las profundas diferencias que las estruc-
turan; por el otro, denuncia una especie de
"colonialismo cultural" que está dado por la
extensión del uso anglosajón de literacy a
otros contextos en los cuales las nociones
específicas (por ejemplo "alfabetización" en
el caso del español) no se adecuan demasia-
do estrictamente al original inglés.
Sin desconocer las críticas mencionadas,
consideramos que es más lo que se gana que
lo que se pierde en esta adopción de la metá-
fora de "alfabetizaciones" para hablar de los
saberes básicos que debe transmitir la escue-
la primaria hoy. Hablar de alfabetización
permite referirse a la necesidad de aprender
lenguajes, y estos lenguajes no son sola-
mente −ni deben ser− los del lenguaje oral u
escrito. Desde hace al menos dos siglos, la
cultura occidental viene considerando al
mundo como un texto, y esta consideración
permea buena parte de nuestras prácticas y
concepciones (Blumenberg, 2000).
3
Es cierto
que las discusiones recientes sobre la posmo-
dernidad han puesto en relieve la opacidad
de lo social y la dificultad de encontrar res-
puestas certeras a todas las preguntas; pero
también es cierto que esa crítica sigue
haciéndose en términos de la capacidad de
leer, de la posibilidad de leer de otros modos
y de leer otros textos (Larrosa, 1996).
En una reflexión que abarca la enseñanza
de la lectoescritura, las matemáticas, la infor-
mática y los medios, se señala que las nuevas
prácticas de alfabetización hacen referencia a
la capacidad de leer y escribir distintos tipos
de textos, signos, artefactos, matices e imá-
genes a través de las cuales nos vinculamos y
comprometemos con la sociedad en un senti-
do amplio (Lankshear y otros, 2000). Es evi-
dente que las prácticas de lectura y escritura
ya no son más logocéntricas, sino que deben
comprender la multiplicidad y complejidad de
las maneras en que lo escrito, lo oral, lo ges-
tual y lo audiovisual se integran en sistemas
de hipertextos accesibles en la Internet y la
red mundial.
En relación con la alfabetización digital o
electrónica, en el mundo anglosajón hoy se
habla de e-literacy para referirse a la educa-
ción que permite conformar una relación crí-
tica y productiva con las nuevas tecnologías.
La "alfabetización digital" debería ayudar a
promover otras lecturas (y escrituras) sobre la
cultura que aportan las nuevas tecnologías,
que les permitan a los sujetos entender los
contextos, las lógicas y las instituciones de
producción de esos saberes, la organización
de los flujos de información, la procedencia y
los efectos de esos flujos, y que también los
habiliten a pensar otros recorridos y otras for-
mas de producción y circulación. No se trata
de mantener apagada la computadora, o
pelearse como ludditas (los destructores de
máquinas de principios del siglo XIX) con las
redes, sino de pensar otros usos y posibilida-
des que se abren a partir de los nuevos de-
sarrollos. Como suele decirse, lo importante
no es la tecnología sino lo que hagamos con
ella, lo que enseñemos sobre sus usos y posi-
bilidades, y también sobre sus límites.
2
La página del libro, obviamente, también tenía una gramática visual, pero esta era decidida por mecanógrafos, linotipistas, impresores.
3
En un libro sugerente, Blumenberg rastrea la metáfora de la legibilidad del mundo, que emparenta a toda la ciencia moderna, desde la interpretación de los sue-
ños al desciframiento del código genético. Blumenberg dice que esta metáfora tiene tanto de verdad como de dolor, y que lo que habría que discutir es la voluntad
de hacer todo inmediatamente disponible, familiar, y por ende negar su alteridad.
7.qxd 17/12/2007 02:43 p.m. PÆgina 13
14 EXPLORA PEDAGOGÍA
En esta dirección, es importante pensar en
una inclusión de las nuevas tecnologías que
no las considere solamente un recurso didác-
tico que amplía las posibilidades materiales
del aula, sino también, y sobre todo, un ámbi-
to productivo y de recreación de la cultura, la
política y la economía contemporáneas que
tiene muchos efectos sobre nuestras propias
vidas, las de los docentes y las de los alumnos.
En ese sentido, creemos que no es suficiente
con "enseñar computación" y los programas
de software (como si fueran técnicas asépti-
cas y neutrales), sino que deberían sumarse
otros saberes, disposiciones y sensibilidades
que permitan enriquecer la vida de los alum-
nos, que los ayuden a plantearse preguntas y
reflexiones a los que solos no accederían, y
que les propongan caminos más sistemáticos
de indagación, con ocasiones para compartir
y aprender de y con otros.
Es fundamental, por ejemplo, enseñar la
noción de red y su extensión en muchas acti-
vidades humanas, y ayudar a develar las jerar-
quías, desigualdades y subordinaciones que
siguen operando pese a su apariencia hori-
zontal e igualitaria (también, en este punto,
sería interesante enseñar sobre las transgre-
siones, sobre la creatividad y la productividad
de muchos emprendimientos individuales o
de pequeñas asociaciones que elaboran
cadenas alternativas de noticias, de solidari-
dades o de creaciones artísticas y sociales). Es
fundamental también hacer lugar a otros
conocimientos y experiencias que circulan en
Internet, o que se almacenan en CD, discu-
tiendo qué se transformó de las viejas biblio-
tecas de papeles a las nuevas formas virtuales,
e indagando sobre las posibilidades y los lími-
tes que ofrecen los buscadores actuales para
rastrear información, experiencias, relatos;
ayudarnos a pensar qué encontramos y qué
no encontramos con esos buscadores, y pen-
sar criterios con los que leer y organizar
(poner en relación, dar sentido, interpretar) lo
que hallamos. Todo ello hace a la relación con
el saber, con la lengua, con los otros, con el
conocimiento acumulado; y hace a nuestro
lugar en una sociedad humana que se forma
de muchas herencias, lugar que debería per-
mitirnos dejar una huella propia para que
otros la retomen más adelante. También sería
interesante proponernos investigar sobre
usos diferentes de las nuevas tecnologías en
distintos países, para poder reflexionar así
sobre los condicionamientos económicos,
culturales, geográficos, políticos y sociales
que presenta la relación con la tecnología y
que no se dejan simplificar en la presencia o
ausencia de una máquina (Snyder et al.,
2002). Finalmente, otro elemento importante
que podría abrirse con las nuevas tecnologías
es la capacidad de crear recorridos y pro-
ducciones originales de cada uno de los
alumnos, cosa que muchos de ellos hacen
sin pedirnos permiso, al crear fotologs o
páginas web. Eso implica pensar a los chi-
cos como "productores culturales por dere-
cho propio" (Buckingham, 2002: 225), lo
que tendrá consecuencias tanto en cómo
encaren su propio proceso de aprendizaje y
su capacidad de proyectarse hacia el futuro,
como en ocupar un lugar distinto como
sujetos políticos con igualdad de derechos.
En relación con la alfabetización audiovisual
o mediática, creemos que es importante pro-
poner también formas de trabajo con la ima-
gen y con los productos de la cultura audiovi-
sual que enriquezcan el trabajo escolar. La
imagen es uno de los modos de representa-
ción más extendidos hoy en día, mucho más,
probablemente, que las palabras. Vivimos en
una sociedad dominada por las imágenes,
desde la televisión y la publicidad. La "cultura
de la imagen" aporta mucho a las identida-
des y los conocimientos de este tiempo, por-
que provee géneros, modos, texturas, espe-
sor, y hasta sonidos a la imaginación que
tenemos de la sociedad y de la naturaleza.
Aprender a "leer" esas imágenes y analizar la
carga que contienen, "abriéndolas" hacia
contextos más amplios y poniéndolas en rela-
ción con otros relatos y discursos que inter-
pretan esa realidad es una tarea educativa de
primer orden.
¿Qué elementos debería contener una
alfabetización audiovisual? Hay que dejar en
claro que, así como las computadoras no son
meramente máquinas sino tecnologías
sociales, la imagen no es un artefacto pura-
mente visual o icónico, sino una práctica
material que al producirse se inscribe en un
marco social particular, y que involucra a
MinisteriodeEducaciónyCienciadeEspaña
La interacción con las tecnologías de la imagen es una práctica social relevante, que puede
ser a la vez crítica y productiva.
7.qxd 17/12/2007 02:43 p.m. PÆgina 14
15EL CURRÍCULUM
CONSIDERACIONES FINALES
El lenguaje audiovisual es hoy un pode-
roso medio de formación de las nuevas
generaciones, y eso es especialmente rele-
vante en términos de su formación ética y
política. Por ejemplo, hoy el sufrimiento
humano se nos aparece con una cara o un
rostro que vimos en alguna fotografía o
documental; al mismo tiempo, estamos tan
acostumbrados a ver imágenes de hambre,
guerra o penurias que ya difícilmente nos
conmueven. Esto genera condiciones muy
complejas para la formación política y ética
de los ciudadanos. Hoy en día el lenguaje
audiovisual está hecho para impactarnos,
para golpearnos, hasta que llegue la próxi-
ma imagen fuerte que nos conmueva y nos
golpee. Un elemento importante es pensar
qué se hace con las emociones que despier-
tan las imágenes; como lo señala Sontag
(2003), es allí donde se juega la posibilidad
de la reflexión ética y política, y es allí donde
el trabajo educativo debería ser más soste-
nido, más denso y más complejo. Parece
que se hubiera olvidado que la relación con
otros se apoya también en sensibilidades y
disposiciones éticas y estéticas, en dejarse
conmover, en poder escuchar otras historias
y en ser capaces de pensar y contar las
nuestras. También en poder juntar estas his-
torias con otros saberes, en cruzar lo singu-
lar con lo universal, en pensar reglas más
complejas y más interesantes para los des-
afíos que nos presenta la vida en común.
Al mismo tiempo, es necesario reiterar la
importancia de trabajar hacia relaciones
más abiertas y productivas entre educación
y medios de comunicación de masas.
Creemos que es conveniente moverse de
una visión lineal, unidireccional, adversativa
y descontextualizada que prevalece en el sis-
tema educativo y en muchas críticas peda-
gógicas de los medios de comunicación,
hacia una visión más compleja. El sentido
que construyen los niños se da en la interac-
ción entre una audiencia y un texto audiovi-
sual; distintos estudios muestran que la mis-
ma película, o la misma imagen, mostrada
en comunidades distintas, produce lecturas
distintas (Tobin, 2000). Por eso, el desafío es
tanto enseñar otra forma de ser espectado-
res (lo que se denomina alfabetización
mediática) como producir textos audiovisua-
les que estimulen y desarrollen esa capaci-
dad. No es sólo enseñar a "leer" de otras
maneras lo que existe, sino mostrar otros
"textos", otras imágenes, otros objetos que
ayuden a ver lo que falta o lo que sobra en
lo que muestra, por mencionar sólo un
ejemplo, la TV convencional. Por eso nos
parece importante insistir en la necesidad de
trabajar para una alfabetización audiovisual:
una enseñanza que promueva otras lecturas
(y escrituras) sobre la cultura que portan los
medios, y sobre las imágenes que circulan
en la sociedad.
En síntesis, retomando algunas concep-
tualizaciones de quienes trabajan en la alfa-
betización en medios y en la alfabetización
digital, podría decirse que existe, entonces,
un doble desafío: por un lado, hay que
enseñar otras formas de ser usuarios y pro-
ductores de la tecnología informática y de
los medios de comunicación de masas, y
por el otro, enseñar a producir textos (foto-
grafías, películas, pinturas, hipertextos,
softwares, contextos y experiencias con las
nuevas tecnologías) que estimulen y de-
sarrollen esas capacidades (Kinder, 1999).
Poner muchas computadoras, videos o fil-
madoras en las escuelas no resolverá el pro-
blema de producir estas nuevas experien-
cias de escolarización que nos parecen
necesarias. Es la interacción entre nuevas
tecnologías estimulantes y productivas y
contextos y usuarios-productores más críti-
cos lo que puede producir mejores resulta-
dos en términos de las herramientas inte-
lectuales y las disposiciones éticas y políticas
que quisiéramos que estén disponibles para
las nuevas generaciones.
Abrir el currículum hacia estos nuevos sabe-
res no implica dejarse arrastrar por las modas.
Antes bien, sugiere que desde la escuela se
retome la iniciativa para decidir qué de todo
lo que circula en la sociedad vale la pena dejar
entrar al currículum, ponerlo a discusión y en
interacción con otros saberes, y evitar que se
nos imponga en las peores condiciones. La
escuela tuvo que ver, desde su origen, con la
apertura de otros mundos posibles, que sir-
vieron para enriquecer el mundo del presen-
te: los de la escritura, los de la ciencia, los de
otras lenguas, los del pasado, los del futuro.
Hoy también corresponde plantearse qué
otros mundos posibles pueden ofrecerse des-
de la escuela, en diálogo y en relación con el
mundo en el que vivimos. Como dijimos más
arriba, en una época en la que todo es fluido
e instantáneo, vale la pena insistir con el valor
de la reflexión y de la inducción en saberes sis-
temáticos de las disciplinas, pero sin que se
conviertan en cosas viejas y con sentido sólo
al interior de la escuela, sino como saberes
sometidos al tamiz de su valor social, de su
capacidad para responder viejas y nuevas pre-
guntas de las sociedades humanas. Esto es,
en definitiva, lo que debería constituir el obje-
tivo de la educación: enseñar a vivir mejor, a
estar más preparados para enfrentar la tarea
de renovar el mundo común.
imagen, cómo circula, qué produce, qué
saberes convoca. Trabajar los géneros, las
tecnologías y la historia de las imágenes,
ayudar a detenerse y trabajar con esas imá-
genes, abrir sus sentidos, discutirlos, es algo
que debería incorporarse a la práctica esco-
lar cotidiana.
creadores y receptores, productores y consu-
midores, poniendo en juego una serie de
saberes y disposiciones que exceden en
mucho a la imagen en cuestión. Por ejemplo,
una fotografía será una cosa en el contexto
de un diario sensacionalista, y otra muy dis-
tinta en una exhibición de arte, aunque se
trate de la misma foto. Explicitarlo y trabajar-
lo es un aspecto fundamental para "educar
la mirada". Y no se trata sólo de la consabida
"crítica ideológica" que sigue a las típicas
preguntas sobre quién produjo esa imagen y
para qué; importa, más bien, ayudar a pen-
sar en cómo se construye la relación con la
7.qxd 17/12/2007 02:43 p.m. PÆgina 15
16 EXPLORA PEDAGOGÍA
Bibliografía
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Nueva York y Londres, Teachers' College Press, 2000.
Agradecimiento
El equipo de Publicaciones de la Dirección Nacional de Gestión Curricular y
Formación Docente agradece al Instituto Felix F. Bernasconi-D.E. 06 por la
autorización para fotografiar la institución.
Coordinadora del Área de Desarrollo
Profesional Docente, Lic. Silvia Storino
Coordinadora del Programa de
Capacitación Explora, Lic. Viviana Celso
Coordinación editorial,
Lic. Rafael Blanco
Edición, Lic. Germán Conde
Diseño y diagramación,
DG María Eugenia Más
Corrección, Lic. Paola Pereira
Documentación,
María Celeste Iglesias
www.me.gov.ar/curriform
Ministro de Educación, Ciencia y Tecnología, Lic. Daniel Filmus
Secretario de Educación, Lic. Juan Carlos Tedesco
Subsecretaria de Equidad y Calidad, Lic. Alejandra Birgin
Directora Nacional de Gestión Curricular y Formación Docente,
Lic. Laura Pitman
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Dussel 2010 el currículum

  • 1. EL CURRÍCULUM PEDAGOGÍA Introducción. Aproximaciones para pensar la enseñanza en la escuela hoy | El marco de la discusión: ¿desde dón- de hablamos sobre el currículum? | Algunas precisiones sobre el término "currículum" y sus alcances | Norma y prácticas | La historia del currículum: inclusiones y exclusiones | El currículum en Argentina | Currículum y escuela secundaria | Los debates del currículum en la actualidad: ¿cuáles son los saberes básicos que debería transmitir hoy la escuela? | La nueva alfabetización | Consideraciones finales Autores: Dra. Inés Dussel (FLACSO) | Coordinación Autoral: Dra. Myriam Southwell (UNLP / CONICET / FLACSO) PROGRAMA DE CAPACITACIÓN MULTIMEDIAL EXPLORALAS CIENCIAS EN EL MUNDO CONTEMPORÁNEO 7.qxd 17/12/2007 02:42 p.m. PÆgina 1
  • 2. Es común que en las escuelas se nos con- voque a hablar del currículum. Se nos pide que pensemos en torno a la forma que le damos al proyecto de enseñanza, ya sea cuando hay que redactar el proyecto curri- cular institucional, cuando se discute alguna reforma o cuando aparece algún desacuer- do sobre qué enseñar. Sin embargo, no siempre tenemos en claro de qué hablamos cuando hablamos del currículum. ¿Se trata del plan de estudios o de los programas de las asignaturas? ¿Se tra- ta del diseño curricular de la jurisdicción o de lo que enseñamos todos los días? ¿El currí- culum tiene que hablar de todo lo que suce- de en la escuela? Pero sobre todo, desde las escuelas y en las aulas, ¿tenemos incidencia en la definición del currículum, o es algo que compete a las autoridades y a los expertos? Para responder algunas de esas pregun- tas, este fascículo propone abrir la cuestión del currículum desde distintas perspectivas. 2 EXPLORA PEDAGOGÍA En primer lugar, nos preocupa ubicarla en tér- minos históricos y políticos: ¿por qué se vol- vió tan común hablar de currículum? ¿Qué demandas se condensan en este reclamo de volver sobre el currículum? Ello implica preci- sar la definición del currículum, sus contornos y tradiciones más importantes. En segundo lugar, quisiéramos plantear algunas ideas sobre el currículum de las escuelas primarias y secundarias argentinas. Considerándolo expresión de la selección de la cultura que hacen la sociedad y la escuela, ¿a qué cues- tiones se dio prioridad y cuáles se dejaron de lado en las escuelas de nuestro país? Esa pre- gunta nos permite introducir una tercera cuestión, la de pensar qué debería enseñar la escuela hoy. Creemos que es necesario discu- tir cuáles son las renovaciones y aperturas que habría que plantear en el currículum actual, en un marco de transformaciones políticas, culturales y tecnológicas muy importantes. En todo ese recorrido, buscare- mos desplegar un cuarto tema: la tensión entre el carácter prescriptivo del currículum (como documento público que enmarca lo que todos deben aprender) y su carácter abierto (como propuesta que se recrea en cada escuela y en cada aula). ¿Cómo plante- arse el lugar de cada uno sin desconocer que hay un marco curricular que organiza al con- junto del sistema y que reúne contribuciones que sería difícil articular a nivel local, pero sin negar el aporte singular de los individuos y las instituciones a esa construcción de lo común? En esa relación entre prescripción y apertura se juega la posibilidad de una ense- ñanza que simultáneamente aporte a lo común, a lo público, a lo que deben aprender todos, y que también contribuya a que cada uno recree y nutra eso en común desde su propia posición, desde su contexto y su visión original, para que ese común sea plural y democrático y pueda ir reelaborándose y redefiniéndose colectivamente. INTRODUCCIÓN. APROXIMACIONES PARA PENSAR LA ENSEÑANZA EN LA ESCUELA HOY Hay un carácter prescriptivo del currículum, que indica lo que los alumnos deben aprender y que se expresa en las asignaturas escolares. 7.qxd 17/12/2007 02:42 p.m. PÆgina 2
  • 3. 3EL CURRÍCULUM EL MARCO DE LA DISCUSIÓN: ¿DESDE DÓNDE HABLAMOS SOBRE EL CURRÍCULUM? El uso del término "currículum" en nues- tro sistema educativo viene creciendo desde hace unos cuarenta años. Si antes solía referirse a las enseñanzas de las escue- las como "programas" o "planes de estu- dio", desde los años sesenta y setenta, de la mano de la influencia anglosajona, la pala- bra currículum fue ganando lugar (véanse sobre esto Dussel, 1994; De Alba, 1991). Pero es sobre todo en la reforma de los noventa que el término se impuso definiti- vamente para pensar en el contenido y la forma de la enseñanza. Ello se debe, en gran parte, a que fue una de las estrategias pre- feridas por las administraciones educativas de la región para responder a la situación crí- tica de los sistemas educativos en esa déca- da. Hubo consenso, en diversos sectores, en cuanto a que era necesario resolver el pro- blema desde los saberes prescriptos para la enseñanza. Este consenso abarcó un amplio espectro, desde los reformadores, los sindi- catos docentes, los académicos, hasta los especialistas de los organismos multilaterales de crédito. Por ejemplo, un documento del BID señala que: "el currículum es el corazón de cualquier emprendimiento educacional y ninguna política o reforma educativa puede tener éxito si no coloca al currículum en el centro" (Jallade, 2000, citado por Casimiro Lopes, 2004: 110). Puede argumentarse, no sin razón, que habría que desconfiar de esta preeminencia del currículum como estrategia preferida de cambio. La idea de que la llave de la transfor- mación escolar se encuentra en la prescrip- ción de planes y programas es una manera de pensar el cambio y de identificar a los sujetos que pueden dirigirlo. Pero sobre todo, puede sospecharse que su elección tie- ne más que ver con que es más económico y menos conflictivo reformar el currículum escrito que transformar la organización de las escuelas, las condiciones de trabajo docente, la pedagogía de las aulas, los recur- sos disponibles y la formación docente, entre otras cuestiones que asegurarían más solidez y sustentabilidad a los cambios. También habría que señalar un segundo problema: la política curricular se volvió equivalente a la reforma curricular. Durante unos cuantos años, parecía que lo único que se podía hacer con el currículum era reformarlo, actualizarlo, ajustarlo a los tiempos actuales (Terigi, 2005). Eso puso muchas veces a las escuelas y a los ministerios bajo la presión de la innovación permanente, del "volver a comenzar de cero", y convirtió a esa innova- ción en un valor en sí mismo y no en un medio para definir qué está bien y qué mere- ce o necesita ser modificado. Pese a esta sobrestimación de la reforma curricular en la que, creemos, se incurrió en décadas pasadas, nos parece necesario vol- ver a plantear la cuestión del currículum, ya no tanto −o no sólo− en términos de lo que urge cambiar desde la letra, sino como una ocasión para pensar lo que efectivamente enseñan las escuelas. Son muchas las tareas que hoy se les demandan a las instituciones escolares, desde la asistencia, la contención afectiva, la organización de espacios recrea- tivos, la formación de actitudes y disposicio- nes, al punto que la enseñanza de lo que tra- dicionalmente pensamos como "materias escolares" queda muchas veces desdibuja- do, y relegado a segundo o tercer plano. ¿Cómo producir, entonces, un trabajo sobre el currículum que no lo subestime, pero que tampoco pretenda que ese trabajo produzca aquello que no puede hacer? ¿Cómo hacer- le lugar a la realidad de cada contexto y de cada institución, sin perder de vista que hay parámetros que deben ser comunes, si que- remos plantearnos un horizonte de justicia y un sistema educativo más integrado e iguali- tario? ¿Y cómo pensar de nuevo lo que cons- tituye enseñar hoy en este mundo, en esta realidad, que impone otros desafíos y proble- mas que no habíamos contemplado? Se trata de buscar, probablemente, una posición más humilde desde la cual hablar sobre el currícu- lum, sin pretender encontrar la llave mágica del cambio escolar, pero con la voluntad de identificar y precisar las cuestiones que hoy están en juego y de encontrar algunas orien- taciones que nos señalen hacia dónde habría que dirigirse. Ese es el recorrido que propone- mos a lo largo de este fascículo. La enseñanza de lo que tradicionalmente se entiende por materias escolares abarca sólo un aspecto de lo que hoy se demanda a las instituciones educativas. 7.qxd 17/12/2007 02:42 p.m. PÆgina 3
  • 4. 4 EXPLORA PEDAGOGÍA Antes de seguir, creemos conveniente definir mejor qué entendemos por currículum. Señalamos anteriormente que el currículum siempre involucra una selección de la cultura; dado que es imposible transmi- tir todos los conocimientos existentes, el sis- tema educativo selecciona algunos saberes del universo de conocimientos disponibles. Esta selección se expresa en un texto o dise- ño curricular. Podemos entonces avanzar una primera definición: el currículum constituye un documento público que expresa acuerdos sociales sobre lo que debe transmitirse a las nuevas generaciones en el espacio escolar. Los acuerdos pueden ser más o menos con- sensuados, más amplios o más restringidos, pero en cualquier caso tienen un carácter público que trasciende lo que cada institu- ción o docente puede resolver por sí mismo. La transmisión de la cultura es un asunto importante para toda la sociedad, y por eso no es algo que pueda ser resuelto solamente en el interior del sistema educativo. Esto, que suele ser motivo de tensiones en las escuelas, muchas veces tironeadas por demandas de las familias o del contexto, debe ser, sin embargo, un elemento claro de la acción escolar. La legitimidad de nuestro accionar tiene que ver con la capacidad de dar cauce, ampliar o nutrir lo que la sociedad considera que es importante y relevante de enseñar a las nuevas generaciones. Es cier- to que "la sociedad" es un concepto demasiado general y poco preciso, porque engloba a un conjunto bien heterogéneo y contradictorio de dinámicas, presiones e intereses. Volveremos sobre las tensiones y contradicciones, pero mientras tanto, resal- tamos que el currículum tiene una línea directa con la dimensión pública de la esco- laridad, con su contribución a la construc- ción de lo común. Que ese proceso sea heterogéneo, que no siempre sea armonio- so, que involucre conflictos y desencuen- tros, no quiere decir que no haya que abor- darlo, y mucho menos que se pierda del horizonte de nuestro accionar. Estamos en la escuela para transmitir la cultura a las nuevas generaciones; esa es una tarea de primer orden para la socie- dad, en la que todos deben (deberían) tener una voz. Focalicemos un poco más la lente. El currí- culum es un documento público que busca organizar y regular lo que sucede en la escue- la. Otra definición viene a nuestro auxilio. Como alguna vez lo señaló el inglés Ivor Goodson, el currículum es una guía del mapa institucional de la escuela. ¿Qué quiere decir esto? El currículum es lo que permite ver qué tipo de organización de los saberes, de las experiencias y de los vínculos con los alumnos y con el mundo, propone la escuela. El currí- culum "fija patrones de relación, formas de comunicación, grados de autonomía acadé- mica" (Feldman y Palamidessi, 1994: 70). El currículum no es sólo un listado de experien- cias y contenidos que deben saber los alum- nos, sino también (y algunos dicen que sobre todo) "un modo de regular y legislar la vida de los docentes" (idem), cuya acción va a ser medida por su adecuación a ese parámetro. El currículum establece sentidos de la acción escolar y autoriza voces y discursos. Al esta- blecer qué se enseña, y cómo se enseña (en asignaturas, en espacios-talleres, en áreas, etc.), plantea una organización de la escuela, de sus horarios y de su distribución de tareas que afecta toda la vida de la institución. Por eso es un buen mapa de lo que es la escuela. En la didáctica, hay una distinción clásica entre el currículum prescripto y el currículum real. Para algunos, esta guía que es el currícu- lum está constituida por el marco restringido de la letra escrita, de la normativa curricular oficial a distintos niveles (lo que se ha llamado currículum preactivo, currículum prescripto, diseño curricular). Es el texto que llega a las escuelas, el documento escrito que se decide a nivel de los ministerios y que dice lo que hay que enseñar. Para otros, el currículum hace referencia a todo lo que sucede en la escuela, y esto ha sido llamado la definición amplia del currículum (que se conoce como currícu- lum "real", "en la acción", "enseñado", "práctico", "oculto", etcétera). ¿Cuál de las dos variantes elegir? La defi- nición amplia de currículum, criticada por algunos por su inespecificidad, permite sin ALGUNAS PRECISIONES SOBRE EL TÉRMINO "CURRÍCULUM" Y SUS ALCANCES Si bien constituye un documento público que busca organizar el espacio escolar, el currí- culum incluye todas las experiencias no escritas de enseñanza y aprendizaje. DirecciónGeneraldeCulturayEducación.GobiernodelaProvinciadeBuenos Aires 7.qxd 17/12/2007 02:42 p.m. PÆgina 4
  • 5. enseñanzas que se producen en la escuela, o nos limitamos al currículum prescripto? ¿Habría que hacer un currículum larguísimo y omniabarcador para que incluya todas esas experiencias que suceden en la escuela? En una época se creyó que sí, y se fueron "engordando" los diseños curriculares para incluir fundamentaciones, actividades, secuencias del aula, actividades extracurricu- lares, entre otras cosas. Como puede obser- varse desde el presente, esa estrategia no fue muy efectiva en cuanto a ayudar a pensar mejor qué debemos enseñar, y por qué. Lo cierto es que algunas de estas experien- cias que suceden en la escuela, que no están escritas en el diseño curricular, son importan- tes y tienen consecuencias graves para la vida futura de nuestros alumnos. Retomemos el caso del recreo: cuando se aprende a discrimi- nar o segregar, o se aprende a aguantarse o resignarse ante el abuso de otros, creemos que es necesario intervenir, aunque habría que ser cuidadosos a la hora de pensar el cómo de esa intervención. Quizá deberíamos pensar en modos de abordaje más "obli- cuos", menos directos, y vinculados a los con- tenidos escolares, para no reproducir aquella posición de vigilancia y sospecha casi obsesiva que mostraba el pedagogo inglés del que hablábamos. ¿Qué cuestiones de las que enseñamos en el área de lengua, por ejemplo, podrían ayudar a relacionarse mejor, escu- charse, entender el efecto de los insultos, o pensar en otras formas de expresión? ¿Qué elementos de las ciencias sociales podrían contribuir a pensar el uso del espacio en la escuela, la distribución de lugares en los patios o las relaciones de poder en los gru- pos? Más allá de las formas que encontremos para abordar estos problemas (que habrá que evaluar en cada caso y en cada contexto), lo importante es reconocerlas como parte de la vida escolar, y poner en cuestión qué se ense- ña y qué se aprende en las variadas experien- cias que propone la escuela. Muchas de ellas están por fuera de nuestra voluntad y capaci- dad de acción, pero otras tantas sí pueden ser objeto de reflexión y de acción. NORMA Y PRÁCTICAS ¿Cuál es la relación entre el currículum prescripto y el currículum real? Aun recono- ciendo que la letra escrita deja muchas 5EL CURRÍCULUM embargo poner el acento en todas las cosas que se aprenden en la escuela, y en ese sen- tido permite responder mejor a la pregunta que nos preocupa sobre qué saberes nece- sita la sociedad actual y cómo están respon- diendo hoy los sistemas educativos a este desafío que incluye, en parte, lo que está en la letra escrita del currículum pero que también abarca lo que surge en la experien- cia vivida en los establecimientos escolares. Es claro, desde la teoría y la investigación pedagógica pero también desde el sentido común, que en la escuela se aprenden muchas cosas más que lo que los planes, programas y libros dicen. Entre otras cosas, se aprenden modos de relacionarnos, de percibirnos a nosotros mismos y a los otros, de actuar frente a las normas, de plantear acuerdos y disensos. A veces esos aprendi- zajes son explícitos y otras veces son implíci- tos. A veces son productivos, y otras veces lastiman y generan resistencias y violencias. Podemos poner un ejemplo: hace una déca- da, Mariano Narodowski escribió sobre el manejo de la disciplina escolar en las escuelas secundarias, y consideró que en realidad los alumnos secundarios aprenden, sobre todo, a especular: cuántas faltas me quedan disponi- bles para ausentarme, cuánta nota necesito para aprobar, cuántas amonestaciones puedo tener, entre otros aspectos (Narodowski, 1989). Esa especulación no está planteada como contenido escolar legítimo, y es difícil que alguien la reconozca como objetivo edu- cativo, y sin embargo, según su investigación, estructura buena parte de los intercambios entre docentes y alumnos y de los aprendiza- jes escolares que hacen los estudiantes. Esta interacción, que se da por fuera del currícu- lum prescripto pero que está normada y orga- nizada por otras reglas de la escuela (sistema disciplinario y de convivencia, reglamento escolar, organigrama escolar), resulta de mucho peso a la hora de pensar qué es lo que se aprende efectivamente en la escuela. Pensemos en otro ejemplo, esta vez desde la historia, pero que permite también pensar el presente: el recreo en el patio escolar. La idea del receso necesario entre clase y clase surgió varias décadas después de que se organizaran las escuelas en formas parecidas a las que conocemos hoy. Fue alrededor de 1870 que supervisores y directores de escuela empeza- ron a plantear que era necesario quebrar el continuum de clases para introducir un espa- cio de descanso y recreación en el marco de la jornada escolar, de la mano de discursos médicos y psicológicos sobre la limitada aten- ción de los niños y niñas. A su vez, empezó a plantearse que ese recreo debía tener lugar en un patio de juegos que había que diseñar y estructurar cuidadosamente, para que todas las experiencias que tenían lugar en él fueran de una orientación adecuada. El patio había sido una innovación de la década de 1820; hasta ese momento, los niños jugaban en la calle, y no había un perímetro escolar clara- mente delimitado (situación que subsiste en algunas escuelas de poblaciones pequeñas, donde los chicos juegan en la calle o en el espacio abierto que rodea a la escuela). En aquel momento, se pensó que había que organizar un espacio para el juego, ya que era allí donde afloraba la verdadera naturaleza de los niños, y donde debían identificarse con- ductas desviadas o inmorales. El patio escolar surge, entonces, a partir de una voluntad de vigilancia y de sospecha sobre los niños, y de una suerte de obsesión con proveerles, todo el tiempo y en toda ocasión, situaciones de aprendizaje. El pedagogo inglés Samuel Wilderspin, maestro y director de una escuela, escribía en 1824 que los patios escolares debí- an tener árboles frutales y flores no para orna- mentarlos y embellecerlos, sino para acos- tumbrar a los chicos a resistir la tentación de apropiarse de bienes ajenos y formarse como personas honestas (Dussel y Caruso, 2000). Va poniéndose en evidencia que todos los ele- mentos que organizan la vida cotidiana de la escuela tienen un sentido educativo, nos gus- te o no, seamos conscientes de ello o no. El recreo y el patio escolar hoy tienen otros senti- dos, y están organizados por otras lógicas y fundamentaciones que las que proponía Wilderspin. En algunas ocasiones, probable- mente subsista esta idea de vigilancia y sospe- cha de los adultos sobre lo que hacen los niños y niñas. A veces, los recreos son una especie de explosión de energía un poco des- bordada y hasta violenta. Pero siempre son espacios de encuentro con los pares, de aprendizaje de reglas de convivencia, de inter- cambio, y en ocasiones también de separa- ción y segregación. Una pregunta surge ante esta idea del currí- culum como todo lo que sucede en la escue- la. ¿Tenemos que intervenir sobre todas estas 7.qxd 17/12/2007 02:42 p.m. PÆgina 5
  • 6. con lo que se ha definido colectivamente. El currículum es una suerte de "ley" en la escuela, de norma que establece conteni- dos y regula lo que debe enseñarse. ¿Qué poder efectivo tiene esa norma para regular las prácticas? Hay que considerar que la relación entre la norma y la práctica tiene una concreción histórica y política particular. Si en todos los países del mundo la letra de la ley es distinta a su ejercicio dia- rio (y Lawrence Stenhouse, entre muchos otros teóricos del currículum, ya puso el dedo en la llaga al señalar que el verdadero lugar de transformación curricular es el aula y no el diseño escrito), en América Latina se suma otra particularidad. Hay un elemento de la cultura política que hace que el poder regulador de la ley y las normas sea aún más relativo. Una frase conocida de Getúlio Vargas ilustra esta relación con la ley: "para mis amigos todo, para mis enemigos la ley" (en O'Donnell, 2002). Estados corruptos y dictatoriales han hecho poco favor a la for- mación de una cultura política que se orga- nice en torno a un orden normativo; como señala Guillermo O'Donnell, la ley parece en nuestras sociedades hecha para los débi- les, para los tontos, para los que no pueden escaparse de ellas, y la impugnación muchas veces se procesa como transgre- 6 EXPLORA PEDAGOGÍA MaríaCelesteIglesias El recreo hoy constituye un espacio en el que también se aprenden reglas de convivencia e intercambio entre pares. cosas por fuera, el diseño curricular tiene un valor y una significación que no hay que subestimar. Como dijimos inicialmente, organiza espacios de enseñanza, autoriza voces y discursos, establece que hay que hablar de ciertas cuestiones y no de otras en el aula. Mariano Palamidessi plantea que "la normativa curricular [...] es una de las instancias donde se define buena parte de las prevenciones, énfasis y atenciones que se dan cita en la cotidianidad de la escuela [...] Al formalizar los contenidos, recomen- daciones metodológicas, fundamentacio- nes, bibliografías, el currículum organiza el campo posible de acción de maestros y alumnos, delimitando los objetos con los que debe interactuar en su experiencia" (Palamidessi, 2000: 216). Todo ello amerita que lo consideremos de cerca, y que refle- xionemos sobre lo que propone y lo que debería proponer. Si bien es importante considerar la dimensión más amplia del currículum, reflexionando sobre todas las experiencias de enseñanza y aprendizaje que tienen lugar en la escuela, la dimensión más específica del currículum en tanto tex- to escrito es fundamental para estar aten- tos a su carácter público, para conservar parámetros comunes sobre lo que se ense- ña en la escuela, y que éstos tengan que ver sión y no como respuesta organizada e ins- titucional para volver más democráticas las normas. En términos de la normativa curri- cular, esto se expresa como el dejar a un lado, desconocer u "olvidar" lo que dice el currículum que debe enseñarse, en vez de discutir y confrontar para cambiar la norma, si es que creemos que es inadecuada o injusta. Es importante llamar la atención sobre este factor de la cultura política (no privativo de nuestro país, debe aclararse) porque también influye en cómo nos rela- cionamos desde las escuelas con la norma curricular. La pregunta sobre qué regula el currículum en este caso debe ser respondi- da atendiendo a este contexto, que hace al cuánto y al cómo regula, a sus márgenes de acción y sus niveles de eficacia, a la capaci- dad coercitiva, a la capacidad persuasiva y a la legitimidad de esa norma. Pero además, hay que recordar que el currículum "encar- na" en las escuelas en un movimiento que involucra la vida real, las formas de interac- ción de los actores educativos, la estructura de gobierno escolar, los límites que impone la organización escolar actual (contratacio- nes, perfiles existentes, etc.), entre otros aspectos. Todo ello debe considerarse cuan- do aparece esta pregunta acerca de qué es y qué regula el currículum. 7.qxd 17/12/2007 02:42 p.m. PÆgina 6
  • 7. 7EL CURRÍCULUM Debido al lugar privilegiado que ocupó el currículum en la reforma de los noventa, los maestros y profesores tienen la expe- riencia de que se han multiplicado las tare- as que se les exigen en relación con él; por ejemplo, la construcción de proyectos insti- tucionales. Muchos experimentan una suerte de extrañamiento ante estas tareas, como si sus saberes profesionales quedaran desacomodados por una demanda que es vivida como enteramente nueva. Frente a las altas expectativas y a la fuer- te carga de novedad que experimentan los docentes y que suelen enfatizar las políticas curriculares, es importante tener en cuenta que, cuando hoy en día se habla del currícu- lum, se enfocan problemas similares a los que se enfocaban años atrás cuando se hablaba de contenidos mínimos o de planes de estudios: se trata de poner el acento sobre lo que se enseña en cada escuela, considerando lo que colectivamente se entiende que las escuelas deberían enseñar y que se expresa en el currículum. El currícu- lum no está exento de problemas, pero constituye la herramienta con la que cuen- tan los sistemas educativos para comunicar a las escuelas algo que es estratégico y que les confiere unidad en la diversidad: qué tipo de experiencias educativas se espera que ofrezcan a los alumnos y alumnas. La definición de currículos oficiales pro- cura asegurar a todos los chicos y chicas su derecho a acceder a distintos tipos de expe- riencias de aprendizaje valiosas para su cre- cimiento personal y social. Pero los currícu- los no pueden hacer esto por sí mismos: constituyen un marco genérico para la enseñanza. La contextualización de los currículos "en vistas a la enseñanza" requiere decisiones que corresponden a las escuelas y a sus docentes, y que pueden sin- tetizarse bajo la siguiente pregunta: ¿cuá- les son las condiciones para que los chicos y chicas puedan aprender lo que el currícu- lum les asegura? ¿Cuáles de ellas son insti- tucionales? ¿Cuáles dependen del trabajo de enseñanza que realiza cada docente? Hay una dimensión pedagógico-didácti- ca de las oportunidades de aprendizaje, que queda muchas veces oscurecida detrás de las condiciones materiales y sociocultu- rales. Se trata de tomar como insumo críti- co la documentación curricular, y diseñar las oportunidades concretas que los chicos y chicas tendrán en esta escuela para acce- der a los aprendizajes expresados en el currículum. Tanto se ha escrito sobre este trabajo institucional, que caben algunas recomendaciones para proteger su dimen- sión pedagógico-didáctica: En lugar de lanzarse a establecer priorida- des institucionales, a formular proyectos curriculares integrando áreas, etc., es importante identificar los aspectos en que se vuelven indispensables los cambios en la enseñanza, a la vez que proteger la continuidad de las experiencias valiosas. Se trata no sólo de pensar lo excepcional o lo novedoso, sino de identificar el sen- tido del trabajo cotidiano y las vías para sostenerlo. La diversidad de convicciones de los docentes de una escuela no autoriza a sostener criterios tan disímiles que impi- dan garantizar ciertos parámetros comu- nes para la formación y evaluación de los alumnos. Junto con el trabajo conceptual que requiere todo lo anterior, debe alcanzarse un planteo operativo, evitándose tanto definir proyectos de tal envergadura que terminen siendo imposibles, como esta- blecer metas que, por su vaguedad y generalización, no sirvan para orientar las acciones de enseñanza. Flavia Terigi EL CURRÍCULUM EN LAS ESCUELAS 7.qxd 17/12/2007 02:42 p.m. PÆgina 7
  • 8. 8 EXPLORA PEDAGOGÍA d. el reconstruccionismo social, que tuvo importancia en las décadas del 30 y del 40, y que, tras la crisis de 1930, postula- ba la importancia de la reforma social como eje del currículum y pensaba los contenidos de Lengua y Ciencias Sociales como la posibilidad de formar una nueva ciudadanía. Estas cuatro tradiciones tenían, en mayor o menor medida, algunos equivalentes en el currículum argentino, como veremos más abajo. Pero lo interesante es que Kliebard, al identificar diversas tradiciones, nos alerta sobre las distintas lógicas y gru- pos que organizan el currículum. No hay una sola manera de pensar o definir el currículum: mirarlo desde las disciplinas, desde la psicología evolutiva, desde el mer- cado de trabajo o desde la necesidad de reforma social, implican lentes distintas, y señalan orientaciones y prioridades muy diferentes. Otra cuestión importante que abre esta perspectiva es la historia del currículum no como algo que está en el pasado, sino como un elemento que sigue operando hoy. Las distintas tradiciones que analiza Kliebard van quedando como capas de sentido, casi geológicas, que siguen teniendo sus adeptos en el sistema, se afir- man en territorios, disciplinas o institucio- nes, y negocian e intervienen ante cada nueva reforma. Kliebard termina su análisis en la década de 1950, cuando en Estados Unidos se impone la idea de que el currícu- lum debe ser "ajustado a los requerimien- tos de la vida", incluyendo educación vial, educación sexual y materias vinculadas a la sociabilidad. Vale la pena preguntarse por qué este currículum no tiene equivalentes en nuestro país, y por qué esta idea del "ajuste a la vida" nunca predominó sobre la enseñanza de las disciplinas más tradi- cionales. El análisis de este autor acentúa cómo las distintas tradiciones fueron sur- giendo unas en relación con otras, super- poniéndose, oponiéndose, articulándose, configurando así un espacio plural al que no es posible dotar de un solo sentido ni de una consistencia unívoca. Dijimos inicialmente que la legitimidad de nuestro accionar tiene que ver con la capacidad de dar cauce a lo que la socie- dad considera que es importante y relevan- te para enseñar a las nuevas generaciones, y que la sociedad es un concepto demasia- do general porque engloba a un conjunto heterogéneo y contradictorio de dinámicas, presiones e intereses. Cuando vemos la his- toria del currículum, se vuelve evidente que, lejos de ser un texto unívoco, el diseño curricular es en realidad el producto de numerosas mediaciones y dimensiones, y que las contradicciones y tensiones de lo social también se expresan en el currículum, aunque con su especificidad y característi- cas propias. Un estudioso del currículum estadouni- dense, Herbert Kliebard, sostiene que el currículo es un híbrido que combina distin- tas tradiciones y movimientos disciplinarios, construyendo coaliciones que dan lugar a consensos particulares (Kliebard, 1986). En su trabajo sobre el currículum norteamerica- no de fines del siglo XIX y principios del siglo XX, identifica cuatro tradiciones: a. la humanista, centrada en las disciplinas tradicionales y en una psicología de las facultades que planteaba que ciertas asig- naturas, como Latín y Lógica, eran impor- tantes antes que nada para el desarrollo intelectual de los alumnos, y como conoci- mientos que incorporaban a una tradición occidental común, que fue fundamental en las últimas décadas del siglo XIX; b. la pedagogía centrada en el niño o pai- docentrismo, que creció en importancia en la primera mitad del siglo XX y sigue siendo muy relevante hoy, sustentada en la psicolo- gía evolutiva conductista y luego en la cons- tructivista, que planteaba que el currículum debía ajustarse a las etapas y modos de aprendizaje de los niños, definidos muchas veces en condiciones de laboratorio; c. el eficientismo social, propio de los años veinte y treinta, que creía que la escuela debía ajustarse mecánicamente a las deman- das de la industria y del mercado de trabajo, y que planteaba que el currículum debía proveer, antes que nada, un modo de orga- nización eficiente de las experiencias de enseñanza, desglosado en objetivos y pasos; Dir.Gral.deTránsitoRosario/ÁreadeEducaciónVial El currículum debe también incorporar aprendizajes vinculados a los requerimientos de la vida en sociedad. LA HISTORIA DEL CURRÍCULUM: INCLUSIONES Y EXCLUSIONES 7.qxd 17/12/2007 02:43 p.m. PÆgina 8
  • 9. 9EL CURRÍCULUM Un ejemplo del autoritarismo de la denominada "Cruzada patriótica" puede encontrarse en libros de texto del período, que enfatizaban la nece- sidad de renunciar a los héroes y sím- bolos identitarios de otras naciones de origen y "abrazar" la narrativa nacionalista sobre la Argentina (Braslavsky, 1993). El libro de Lola Bourget, Agua mansa (1932), narra la historia de un niño hijo de inmigran- tes alemanes que concurre a la escue- la en la Argentina. La autora contra- pone abiertamente la cultura y nacio- nalidad de los padres inmigrantes a las del hijo argentino: "Érase un niño que tendría tu edad: ocho o nueve años. Iba al colegio y ya sabía leer. Esperaba estudiar mucho y ser útil a los demás, cuando sus padres resol- vieron irse a Alemania, donde ellos habían nacido. Nuestro niño no oía hablar allí más que en alemán, veía por todas partes la bandera alemana, y sus padres le decían que, siendo ellos alemanes, él también lo era. El niño había aprendido aquí que toda persona nacida en la República Argentina, es argentina; y guardaba, en el silencio, el amor al suelo donde naciera y al dulce idioma que comen- zó a hablar..." (Bourget, 1932: 21-22). En esta historia, parece que no pue- den convivir las dos patrias, que está mal que el niño alemán mantenga algún lazo con la patria de sus padres, y que una excluye a la otra. La patria argentina, además, tiene un carácter casi mitológico: es una espe- cie de esencia dulce que se inoculó en el niño, y no una construcción social de memorias (seguramente dulces) que lo ligaban a su propia experien- cia infantil. EL CURRÍCULUM EN ARGENTINA ¿Qué sucedió en el caso de las escuelas argentinas? Veamos en primer lugar algunas cuestiones de la enseñanza primaria. Fue la Ley 1420 de Educación Común que se san- cionó en 1884 la que sentó las bases de lo que se iba a considerar escuela primaria. Esta ley establecía la escolaridad obligatoria, gra- tuita y "laica", 1 y su primer capítulo está dedi- cado a las escuelas primarias, a las que se considera el espacio privilegiado para "favo- recer y dirigir simultáneamente el desarrollo moral, intelectual y físico de todo niño de 6 a 14 años de edad" (en Braslavsky y Krawczyk, 1988: 11). En ella, y en la legislación subsi- guiente, se hizo evidente la filosofía educati- va de la generación del ochenta, represen- tante de la elite oligárquica: todos debían ser socializados de la misma forma, sin importar sus orígenes nacionales, la clase social o la religión, y esta forma de escolaridad fue con- siderada un terreno "neutro", "universal", que abrazaría por igual a todos los habitan- tes. Entre esos contenidos, la enseñanza de la lectoescritura fue fundamental, y contribuyó a que la Argentina fuera un país con una "ciudadanía letrada" mucho más extendida que en otros países latinoamericanos. Sin embargo, estos mismos contenidos establecí- an algunos parámetros comunes que plante- aban inclusiones y exclusiones, y que suponí- an desigualdades de género, de clase y de raza. Veamos por ejemplo lo que señalaban para varones y mujeres: "Para las niñas será obligatorio, además, el conocimiento de labores de mano y nociones de economía doméstica. Para varones el conocimiento de ejercicios y evoluciones militares más senci- llas; y en las campañas nociones de agricul- tura y ganadería" (idem). Nenas y varones aprendían algunos conte- nidos similares y otros diferenciados. En líne- as generales, puede señalarse también que el trabajo, como contenido vinculado a los sectores productivos, quedó marginado a los circuitos "menores" del sistema (como las escuelas de artes y oficios, que eran conside- radas "primarias superiores"), o bien a expe- riencias sindicales u obreras por fuera de las instituciones oficiales. Los saberes humanis- tas y abstractos estaban mucho más jerar- quizados que los saberes productivos vincu- lados al hacer de las clases laboriosas. Pero antes que nada, la escuela primaria debía enseñar a ser súbdito de la nación (y la palabra "súbdito" expresa bien la idea de que había que subordinarse y someterse a una defi- nición autoritaria del "nosotros"). Esta nación se consideraba algo intangible, ahistórico, defi- nido "desde arriba", y excluía lo que inmigran- tes, indígenas, mujeres, gauchos o la "gente común" podían aportar. Para convertirse en "argentinos de ley", ellos debían abandonar sus lenguas, sus costumbres, sus héroes y sus formas de vestirse y relacionarse. El sistema escolar participó activamente en la campaña de nacionalización de la población, campaña que a partir de 1908 recibió el pomposo título NACIÓN Y AUTORITARISMO de "Cruzada patriótica", vigilando de cerca que se practicaran y respetaran el español "correcto", las memorias "correctas" y las reglas sociales "correctas" (Puiggrós, 1990). La nación debía aprenderse a través de los contenidos pero también de los rituales, y aquí podemos recuperar la idea de la defini- ción amplia del currículum. Las fiestas y actos escolares adoptaron crecientemente formas militaristas, con ideas sobre la autori- dad, la comunidad y la educación del cuer- po muy autoritarias (Amuchástegui, 2002). Si en la época de Sarmiento una de las fies- tas principales era la del árbol, concebida como una celebración de la naturaleza y de la evolución, con el auge de la "Cruzada patriótica" las efemérides pasaron a ser las de la muerte de los próceres patrios, muchos de ellos recordados por sus hazañas militares antes que por sus logros cívicos. 1 Algunos señalan que esta ley no instaura la laicidad sino más bien una religiosidad restringida. Así, por ejemplo, en el art. 8 se establece que "La enseñanza reli- giosa sólo podrá ser dada en las escuelas públicas por los ministros autorizados de los diferentes cultos, a los niños de su respectiva comunión, y antes o después de las horas de clase" (en Braslavsky y Krawczyk, 1988: 11). No es cierto, entonces, que se excluya a la religión, sino que se la enseña en el recinto escolar fuera del horario regular. 7.qxd 17/12/2007 02:43 p.m. PÆgina 9
  • 10. 10 EXPLORA PEDAGOGÍA Tampoco es casual que se recordaran las muertes y no los nacimientos: en este imagi- nario chauvinista, tomando las ideas más conservadoras de los nacionalismos europe- os, lo importante para cimentar la unión era el panteón de los caídos, la deuda con los muertos, y no la suerte de los vivos y el futuro de todos. En síntesis, el currículum de la escuela primaria de las primeras épocas del siste- ma educativo argentino fue una selección arbitraria de la cultura que incluyó algu- nos contenidos básicos pensados para convertir a los alumnos en "súbditos nacionales" y excluyó otros, que se consi- deraban amenazantes para esa unidad nacional definida autoritariamente y "des- de arriba". VioletaRosemberg Las imágenes de próceres son símbolos de la identidad nacional que la escuela definía en su currículum. CURRÍCULUM Y ESCUELA SECUNDARIA Veamos, ahora, algunos elementos de la his- toria del currículum de la escuela secundaria, profundizando lo que se ha planteado en fas- cículos anteriores. El currículum secundario se definió como un compendio de cultura huma- nista y enciclopedista, donde las referencias fueron las ciencias humanas y naturales, y se dio especial importancia a la relación con la historia y la cultura occidentales. Los colegios nacionales se crearon en 1863 por un decreto del presidente Mitre, en medio de un debate con Sarmiento en torno a si debía priorizarse la formación de la elite (escuelas secundarias) o la enseñanza primaria. En aquel momento ganó Mitre, pero a los pocos años Sarmiento, ya presidente de la Argentina, daría impulso a su perspectiva sobre la escuela común. Lo cier- to es que el proceso que inició Mitre no se detendría. Los colegios nacionales fueron expandiéndose en todas las capitales de pro- vincia, y tuvieron como objetivo formar a las capas dirigentes con una perspectiva "nacio- nal", es decir, centralista. El primer currículum de los colegios nacio- nales se basó en una propuesta escrita por Amadeo Jacques (1813-1865), un emigrado francés que escapaba de la represión contra la revolución republicana de 1848, y a quien seguramente muchos recordamos por la lec- tura del Juvenilia de Miguel Cané como el profesor al que se respetaba y por eso "no se le devolvían los golpes" (anécdota que debe- ría recuperarse cuando se hace referencia a una época mítica anterior para oponerse a la "reciente epidemia de violencia escolar": ¿qué pasado se añora?). Presentado en 1865, este currículum combinaba las materias litera- rias (basadas en las lenguas extranjeras, sobre todo francés y alemán, y el latín) y las discipli- nas científicas, como Historia Natural, Matemática y Química. Jacques estaba en contra de la diferenciación entre los estudios literarios y científicos, y pensaba que la Argentina no debía imitar a Europa en sus errores; más bien, debía avanzar hacia un nuevo humanismo que incluyera el conoci- miento científico. A pesar de su inclinación hacia una visión más moderna de las humani- dades, el latín era la materia que tenía más cursos y horas en el currículum, debido a que se creía que tenía valor para desarrollar las facultades psicológicas y a su capacidad para "traer a nuestros ancestros de vuelta a la vida, incluirse en una conversación en los temas más altos y delicados" (Jacques, 1865: 11). Volviendo a las corrientes que estudió Kliebard, y que fueron señaladas más arriba, Amadeo Jacques puede englobarse clara- mente en los humanistas que suscriben a la psicología de las facultades y que piensan el currículum desde las disciplinas. Pero la propuesta de Jacques tuvo corta vida, como su creador, que murió al poco tiempo de finalizar de escribirla. Entre 1863 y 1916 hubo diecisiete currículum diferentes (es decir, un cambio de plan cada tres años). Estos diseños curriculares incluyeron y exclu- yeron materias (como Latín, Lenguas Extran- jeras, Economía Política, Estenografía, Trabajo 7.qxd 17/12/2007 02:43 p.m. PÆgina 10
  • 11. 11EL CURRÍCULUM MaríaCelesteIglesias El Colegio Nacional de Buenos Aires se constituyó como institución pionera en el estableci- miento de un currículum para colegios secundarios. cambiar el orden y la secuencia de los cono- cimientos que aquél organizó, no sólo por- que no triunfaron, sino además porque ellas mismas, en las asignaturas que incluyeron, lo replicaron, aunque sea parcialmente. El currículum humanista que se consolidó frente a estos embates de reforma se afirmó como la expectativa más deseable y democrá- tica para los ciudadanos argentinos. Sin embargo, creemos que revisar estas tradicio- nes fundantes ayuda a pensar más detenida- mente en qué tipo de autoridad cultural se construyó a través de esta selección de cono- cimientos y disposiciones. La no inclusión del trabajo, la desconfianza hacia la cultura con- temporánea, la negación de la voz adolescen- te, el predominio de las formas y corrientes científicas y estéticas menos dinámicas son elementos que fundaron un tipo de autori- dad cultural que permitió muy raramente la experimentación, la curiosidad y la libertad de los sujetos que enseñaban y aprendían, y esto seguramente tuvo muchos efectos en la cul- tura política más general que se afirmó a lo largo del siglo XX. También debe leerse en esta clave la oposición frontal que enfrentará el primer peronismo, que buscó introducir el trabajo como contenido relevante y promovió una jerarquía cultural donde "las manos valen más que la cabeza" (como decían espantados los estudiantes de Ingeniería de la UBA en 1945; véase Dussel y Pineau, 1996). Hoy, cuando se escuchan clamores por volver a la "vieja y gloriosa secundaria", sería bueno recordar que el currículum humanista tradicional se estableció sobre la base de muchas exclusiones que reproduje- ron por mucho tiempo una jerarquía cultu- ral que legitimaba desigualdades sociales y regionales muy agudas. No quiere decir esto que haya que negar el valor del huma- nismo; antes bien, creemos que habría que buscar incluir sus mejores tradiciones sin sumarse a su elitismo, poder introducirse a las disciplinas rigurosamente sin por eso negar la posibilidad del ensayo y la experi- mentación, y sin dejar de abrirse a otros saberes que circulan en la sociedad por fue- ra de las disciplinas. En otras palabras: ¿cómo producir una articulación más democrática de los saberes en la escuela? ¿Cómo construir una autoridad cultural más democrática? Sobre esto nos detendre- mos a continuación. Por otro lado, hubo distintas propuestas alternativas a este currículum humanista que fracasaron por motivos diversos. Por ejemplo, la propuesta de Magnasco (1899) de crear institutos de enseñanza práctica industrial y agrícola en vez de más colegios nacionales, tenía un discurso social conser- vador y autoritario como fundamento y fue rechazada en el Parlamento. La propuesta de Víctor Mercante (reforma Saavedra Lamas de 1916) de crear una escuela inter- media entre la primaria y la secundaria que incluyera elementos técnico-vocacionales tenía una legitimación científica y psicológi- ca, y fue parte de un impulso modernizador ligado a las innovaciones técnicas y sociales del período, aunque también de corte auto- ritario. Fue la primera reforma en que empe- zó a hablarse de la psicología de la pubertad y la adolescencia. La tercera propuesta, pro- veniente de Ernesto Nelson y que no llegó a implementarse, fue elaborada en 1915 y estuvo inspirada por la pedagogía de Dewey, con una psicología orientada por cuestiones filosófico-políticas: la emancipa- ción, la democracia, la libertad del individuo. Las tres trajeron al debate temas como la ciencia, el progreso, la democracia, el traba- jo, la relación con el mundo, y también la relación con el pasado hispánico (al que las tres propuestas coincidieron en rechazar). Las propuestas criticaron el currículum humanista, pero ninguna fue totalmente exitosa en desarmar sus jerarquías ni en Manual, Trabajo Agrícola). Sin embargo, en el largo plazo, el balance entre las disciplinas literarias, las científicas y las "prácticas" (Trabajo Manual, Gimnasia, Música) perma- neció sorprendentemente estable: el primer grupo representó más del 50% del horario escolar en todos los casos, salvo en dos pla- nes de estudio (Dussel, 1997). ¿Por qué había tanto consenso en que las humanidades eran lo mejor para la formación de las capas dirigentes? Por un lado, las huma- nidades eran un signo de distinción cultural, pero también implicaban un trabajo sobre los individuos, una definición de sujeto que expresaba las jerarquías y disposiciones que se requerían de esa clase dirigente. Ser capaz de especular y contemplar la naturaleza, o las "altas obras de arte" era parte de una trans- formación más general en las formas en las que los individuos debían ser gobernados y gobernarse a sí mismos (Hunter, 1988). Por ejemplo, hay una discusión interesante a fines del siglo XIX sobre si los estudiantes de los colegios nacionales debían ser obligados a escribir poesía. Leopoldo Lugones, un aclama- do escritor y también inspector de escuelas secundarias, pensó que esta escritura denigra- ba a la poesía, ya que ese "arte excelso" podía dañarse en manos de adolescentes incultos. Pero perdió la batalla, porque la disciplina Literatura terminó incluyendo ejercicios de escritura de poesía para desarrollar las sensibi- lidades estéticas que moldeaban al sujeto romántico (Dussel, 1997: 41 y ss.). 7.qxd 17/12/2007 02:43 p.m. PÆgina 11
  • 12. 12 EXPLORA PEDAGOGÍA Al inicio de este trabajo, señalamos que pensar sobre el currículum es una buena ocasión para revisar qué enseñamos desde las escuelas. ¿Qué están enseñando hoy las escuelas? ¿Qué prescriben los dise- ños curriculares? Creemos que las escuelas están atravesadas por múltiples dinámicas y demandas contradictorias, que organizan su tarea de manera mucho más efectiva que los diseños curriculares. Los problemas mayores a que deben responder encuentran hoy poca respuesta u orientación en los diseños curriculares. ¿Qué elementos dejan afuera? ¿Cómo incluirlos, sin pretender que los dise- ños sean omniabarcadores e intenten regu- larlo todo, algo que, como vimos, no sólo no es posible sino tampoco deseable? Hay que señalar que hubo una importante oleada de reformas en las últimas dos déca- das. Todos los diseños curriculares se cambia- ron dos o tres veces en lo que va del período que se inicia en 1983, con la recuperación de la posibilidad de elegir gobiernos. La renova- ción de contenidos que se viene dando inclu- ye dos cuestiones centrales: por un lado, la actualización de los saberes disciplinarios clá- sicos (sobre todo la lectoescritura, las mate- máticas, las ciencias naturales y las ciencias sociales); y por otro lado, la inclusión de sabe- res "nuevos" sobre tecnologías, computa- ción, espacios para la vida juvenil, educación sexual y para la salud, y en algunos casos comunicación, estéticas contemporáneas o espacios de convivencia. Hay que señalar que, en muchas ocasiones, para resolver el proble- ma de una cierta irrelevancia de la transmi- sión cultural a las nuevas generaciones se priorizó una estrategia de reforma que signifi- có "engordar" el currículum, sumar más materias y contenidos. En la mayoría de los casos, se mantuvo una clasificación disciplina- ria rígida y se optó por incluir espacios "nue- vos" en el currículum. En algunas experien- cias, esta demarcación rígida empobreció tan- to la enseñanza de las disciplinas (aquejada por los mismos problemas anteriores a las reformas) como la introducción de nuevos contenidos (desgajados del conocimiento escolar, percibidos como menos legítimos, y en general a cargo de profesores menos for- mados, desplazados de otras materias o en lugares marginales de las instituciones). Creemos, por el contrario, que habría que esforzarse por demostrar el aporte que la reflexión y la introducción más profunda y sis- temática en algunos dominios de saberes pueden hacer a resolver conflictos, a elaborar proyectos de vida y a convivir y a enriquecerse con el vivir con otros. Esto exigiría, sin duda, revisar los programas de estudio existentes, pero sobre todo plantearía la necesidad de organizar de otra forma la escuela, para evitar una gestión burocrática del conocimiento ("lo doy porque lo dice el programa") y para promover una relación más vital y abierta con las disciplinas a cargo de los docentes. LA NUEVA ALFABETIZACIÓN Nos gustaría centrarnos en dos "nuevos contenidos" que empiezan a aparecer, más o menos definidamente en un caso y más tímidamente en el otro, como saberes que la escuela debe reconocer como valiosos, y enseñar como parte del currículum. Nos referimos a la alfabetización digital y a la alfabetización audiovisual. Parece necesario ampliar la idea de alfabetizaciones básicas para incluir los saberes, relaciones y tecnolo- gías que hoy son dominantes en nuestra sociedad, y formar a las nuevas generaciones para que puedan vincularse con ellas de for- mas más creativas, más libres y más plurales. Una primera objeción que aparece frecuen- temente cuando se introduce lo visual y lo gestual es que esto implica dejar de lado la exclusividad de la lectoescritura como saber fundante y casi único de la escuela. Quizás es hora de cuestionar este centramiento tan excluyente de la transmisión escolar en lo escrito, no porque deba dejar de enseñarse, sino porque hay que pensarlo como una práctica que se transforma, tanto como se transforman los soportes y las tecnologías de escritura, y tanto como se transforman la sociedad y la cultura. Creemos que es útil pensar la escritura como un "modo de repre- sentación", como una de las formas en que los seres humanos construimos el sentido sobre nuestra experiencia y nos comunica- mos, entendiendo que no es un modo único ni total. La imagen, el sonido y el gesto, por ejemplo, son otros modos de representación ProgramaSubitealColectivo La educación en medios de comunicación y la producción con nuevas tecnologías se han ido incorporando progresivamente al currículum. LOS DEBATES DEL CURRÍCULUM EN LA ACTUALIDAD: ¿CUÁLES SON LOS SABERES BÁSICOS QUE DEBERÍA TRANSMITIR HOY LA ESCUELA? 7.qxd 17/12/2007 02:43 p.m. PÆgina 12
  • 13. 13EL CURRÍCULUM importantes y no menos desafiantes intelec- tual o emocionalmente (Kress, 2005). La escritura es un modo importantísimo de representación, pero no es necesariamente cierto que sea el más completo o el que debe "dominar" a todos los otros. Esta jerarquiza- ción excluyente de la escritura más bien habla de una sociedad que valora y privilegia ciertas prácticas sobre otras, y que considera que su monopolio o su distribución definen reglas sociales de participación y posiciones culturales diferentes. Cuestión que, por otra parte, sigue siendo cierta: un sujeto analfa- beto no podrá moverse en esta sociedad libremente, ni conseguir trabajo, ni disponer con libertad de los bienes y la cultura que quizá tenga a su alcance. Lo que debe discutirse es que la lectoescri- tura sea el único modo de representación del que debe ocuparse la escuela. Kress propo- ne, acertadamente, reconocer que ninguna forma de representación es total ni logra atrapar el conjunto de la experiencia huma- na; y que si bien la escritura y la lectura tie- nen enormes beneficios como prácticas de conservación, producción y transmisión de la cultura, no son las únicas dignas de enseñar- se y de aprenderse masivamente. Hay muchas cosas que se han modificado desde fines del siglo XIX hasta ahora: si antes la única forma de guardar un registro era por escrito, hoy las posibilidades tecno- lógicas de "capturar" una imagen y hacerla perdurable a través de la fotografía y el cine/video rompieron ese monopolio. Y cre- emos que aún está pendiente una indaga- ción seria y menos prejuiciosa sobre el potencial simbólico de la imagen, que es también desafiante, estimulante, que nos exige abstracción y procesamiento. Pensar en los "modos de representación" ayuda también a analizar los medios tecnoló- gicos por los que se representa. Kress señala que la escritura en la época de la pantalla tiende a adoptar aspectos de la gramática visual de ese formato antes que de la página del libro, 2 como sucedía hasta hace poco tiempo. Los libros de texto son buenos indi- cadores de estos cambios: actualmente, la organización visual de las páginas de esos libros asume formatos hipertextuales, con ilustraciones, profundizaciones, resaltados; y muchas veces la escritura viene a cumplir una función subsidiaria de la imagen −el tex- to escrito se introduce para explicar y de- sarrollar la imagen−, que reacomoda la eco- nomía textual de la página. Antes, la organi- zación de la página no constituía un proble- ma complejo, y se decidía de acuerdo con las posibilidades técnicas y gráficas disponibles; hoy, "esa organización se ha convertido en un recurso para el significado de los nuevos conjuntos textuales" (Kress, 2005: 90). Decidir dónde se ponen negritas y subraya- dos, dónde se incluyen las profundizaciones, qué tamaño se otorga a la imagen y cuál al texto escrito son todos elementos que defi- nen qué se busca decir en esa página. La segunda objeción que aparece es que no resulta conveniente usar el término "alfa- betización" como metáfora (Kress, 2005; Braslavsky, 2004). Kress destaca dos razones: por un lado, que este uso provoca una extensión de los supuestos y prácticas de la lectura y de la escritura a otras formas de representación (por ejemplo, la imagen o los gestos), lo que no necesariamente ayuda a ver las profundas diferencias que las estruc- turan; por el otro, denuncia una especie de "colonialismo cultural" que está dado por la extensión del uso anglosajón de literacy a otros contextos en los cuales las nociones específicas (por ejemplo "alfabetización" en el caso del español) no se adecuan demasia- do estrictamente al original inglés. Sin desconocer las críticas mencionadas, consideramos que es más lo que se gana que lo que se pierde en esta adopción de la metá- fora de "alfabetizaciones" para hablar de los saberes básicos que debe transmitir la escue- la primaria hoy. Hablar de alfabetización permite referirse a la necesidad de aprender lenguajes, y estos lenguajes no son sola- mente −ni deben ser− los del lenguaje oral u escrito. Desde hace al menos dos siglos, la cultura occidental viene considerando al mundo como un texto, y esta consideración permea buena parte de nuestras prácticas y concepciones (Blumenberg, 2000). 3 Es cierto que las discusiones recientes sobre la posmo- dernidad han puesto en relieve la opacidad de lo social y la dificultad de encontrar res- puestas certeras a todas las preguntas; pero también es cierto que esa crítica sigue haciéndose en términos de la capacidad de leer, de la posibilidad de leer de otros modos y de leer otros textos (Larrosa, 1996). En una reflexión que abarca la enseñanza de la lectoescritura, las matemáticas, la infor- mática y los medios, se señala que las nuevas prácticas de alfabetización hacen referencia a la capacidad de leer y escribir distintos tipos de textos, signos, artefactos, matices e imá- genes a través de las cuales nos vinculamos y comprometemos con la sociedad en un senti- do amplio (Lankshear y otros, 2000). Es evi- dente que las prácticas de lectura y escritura ya no son más logocéntricas, sino que deben comprender la multiplicidad y complejidad de las maneras en que lo escrito, lo oral, lo ges- tual y lo audiovisual se integran en sistemas de hipertextos accesibles en la Internet y la red mundial. En relación con la alfabetización digital o electrónica, en el mundo anglosajón hoy se habla de e-literacy para referirse a la educa- ción que permite conformar una relación crí- tica y productiva con las nuevas tecnologías. La "alfabetización digital" debería ayudar a promover otras lecturas (y escrituras) sobre la cultura que aportan las nuevas tecnologías, que les permitan a los sujetos entender los contextos, las lógicas y las instituciones de producción de esos saberes, la organización de los flujos de información, la procedencia y los efectos de esos flujos, y que también los habiliten a pensar otros recorridos y otras for- mas de producción y circulación. No se trata de mantener apagada la computadora, o pelearse como ludditas (los destructores de máquinas de principios del siglo XIX) con las redes, sino de pensar otros usos y posibilida- des que se abren a partir de los nuevos de- sarrollos. Como suele decirse, lo importante no es la tecnología sino lo que hagamos con ella, lo que enseñemos sobre sus usos y posi- bilidades, y también sobre sus límites. 2 La página del libro, obviamente, también tenía una gramática visual, pero esta era decidida por mecanógrafos, linotipistas, impresores. 3 En un libro sugerente, Blumenberg rastrea la metáfora de la legibilidad del mundo, que emparenta a toda la ciencia moderna, desde la interpretación de los sue- ños al desciframiento del código genético. Blumenberg dice que esta metáfora tiene tanto de verdad como de dolor, y que lo que habría que discutir es la voluntad de hacer todo inmediatamente disponible, familiar, y por ende negar su alteridad. 7.qxd 17/12/2007 02:43 p.m. PÆgina 13
  • 14. 14 EXPLORA PEDAGOGÍA En esta dirección, es importante pensar en una inclusión de las nuevas tecnologías que no las considere solamente un recurso didác- tico que amplía las posibilidades materiales del aula, sino también, y sobre todo, un ámbi- to productivo y de recreación de la cultura, la política y la economía contemporáneas que tiene muchos efectos sobre nuestras propias vidas, las de los docentes y las de los alumnos. En ese sentido, creemos que no es suficiente con "enseñar computación" y los programas de software (como si fueran técnicas asépti- cas y neutrales), sino que deberían sumarse otros saberes, disposiciones y sensibilidades que permitan enriquecer la vida de los alum- nos, que los ayuden a plantearse preguntas y reflexiones a los que solos no accederían, y que les propongan caminos más sistemáticos de indagación, con ocasiones para compartir y aprender de y con otros. Es fundamental, por ejemplo, enseñar la noción de red y su extensión en muchas acti- vidades humanas, y ayudar a develar las jerar- quías, desigualdades y subordinaciones que siguen operando pese a su apariencia hori- zontal e igualitaria (también, en este punto, sería interesante enseñar sobre las transgre- siones, sobre la creatividad y la productividad de muchos emprendimientos individuales o de pequeñas asociaciones que elaboran cadenas alternativas de noticias, de solidari- dades o de creaciones artísticas y sociales). Es fundamental también hacer lugar a otros conocimientos y experiencias que circulan en Internet, o que se almacenan en CD, discu- tiendo qué se transformó de las viejas biblio- tecas de papeles a las nuevas formas virtuales, e indagando sobre las posibilidades y los lími- tes que ofrecen los buscadores actuales para rastrear información, experiencias, relatos; ayudarnos a pensar qué encontramos y qué no encontramos con esos buscadores, y pen- sar criterios con los que leer y organizar (poner en relación, dar sentido, interpretar) lo que hallamos. Todo ello hace a la relación con el saber, con la lengua, con los otros, con el conocimiento acumulado; y hace a nuestro lugar en una sociedad humana que se forma de muchas herencias, lugar que debería per- mitirnos dejar una huella propia para que otros la retomen más adelante. También sería interesante proponernos investigar sobre usos diferentes de las nuevas tecnologías en distintos países, para poder reflexionar así sobre los condicionamientos económicos, culturales, geográficos, políticos y sociales que presenta la relación con la tecnología y que no se dejan simplificar en la presencia o ausencia de una máquina (Snyder et al., 2002). Finalmente, otro elemento importante que podría abrirse con las nuevas tecnologías es la capacidad de crear recorridos y pro- ducciones originales de cada uno de los alumnos, cosa que muchos de ellos hacen sin pedirnos permiso, al crear fotologs o páginas web. Eso implica pensar a los chi- cos como "productores culturales por dere- cho propio" (Buckingham, 2002: 225), lo que tendrá consecuencias tanto en cómo encaren su propio proceso de aprendizaje y su capacidad de proyectarse hacia el futuro, como en ocupar un lugar distinto como sujetos políticos con igualdad de derechos. En relación con la alfabetización audiovisual o mediática, creemos que es importante pro- poner también formas de trabajo con la ima- gen y con los productos de la cultura audiovi- sual que enriquezcan el trabajo escolar. La imagen es uno de los modos de representa- ción más extendidos hoy en día, mucho más, probablemente, que las palabras. Vivimos en una sociedad dominada por las imágenes, desde la televisión y la publicidad. La "cultura de la imagen" aporta mucho a las identida- des y los conocimientos de este tiempo, por- que provee géneros, modos, texturas, espe- sor, y hasta sonidos a la imaginación que tenemos de la sociedad y de la naturaleza. Aprender a "leer" esas imágenes y analizar la carga que contienen, "abriéndolas" hacia contextos más amplios y poniéndolas en rela- ción con otros relatos y discursos que inter- pretan esa realidad es una tarea educativa de primer orden. ¿Qué elementos debería contener una alfabetización audiovisual? Hay que dejar en claro que, así como las computadoras no son meramente máquinas sino tecnologías sociales, la imagen no es un artefacto pura- mente visual o icónico, sino una práctica material que al producirse se inscribe en un marco social particular, y que involucra a MinisteriodeEducaciónyCienciadeEspaña La interacción con las tecnologías de la imagen es una práctica social relevante, que puede ser a la vez crítica y productiva. 7.qxd 17/12/2007 02:43 p.m. PÆgina 14
  • 15. 15EL CURRÍCULUM CONSIDERACIONES FINALES El lenguaje audiovisual es hoy un pode- roso medio de formación de las nuevas generaciones, y eso es especialmente rele- vante en términos de su formación ética y política. Por ejemplo, hoy el sufrimiento humano se nos aparece con una cara o un rostro que vimos en alguna fotografía o documental; al mismo tiempo, estamos tan acostumbrados a ver imágenes de hambre, guerra o penurias que ya difícilmente nos conmueven. Esto genera condiciones muy complejas para la formación política y ética de los ciudadanos. Hoy en día el lenguaje audiovisual está hecho para impactarnos, para golpearnos, hasta que llegue la próxi- ma imagen fuerte que nos conmueva y nos golpee. Un elemento importante es pensar qué se hace con las emociones que despier- tan las imágenes; como lo señala Sontag (2003), es allí donde se juega la posibilidad de la reflexión ética y política, y es allí donde el trabajo educativo debería ser más soste- nido, más denso y más complejo. Parece que se hubiera olvidado que la relación con otros se apoya también en sensibilidades y disposiciones éticas y estéticas, en dejarse conmover, en poder escuchar otras historias y en ser capaces de pensar y contar las nuestras. También en poder juntar estas his- torias con otros saberes, en cruzar lo singu- lar con lo universal, en pensar reglas más complejas y más interesantes para los des- afíos que nos presenta la vida en común. Al mismo tiempo, es necesario reiterar la importancia de trabajar hacia relaciones más abiertas y productivas entre educación y medios de comunicación de masas. Creemos que es conveniente moverse de una visión lineal, unidireccional, adversativa y descontextualizada que prevalece en el sis- tema educativo y en muchas críticas peda- gógicas de los medios de comunicación, hacia una visión más compleja. El sentido que construyen los niños se da en la interac- ción entre una audiencia y un texto audiovi- sual; distintos estudios muestran que la mis- ma película, o la misma imagen, mostrada en comunidades distintas, produce lecturas distintas (Tobin, 2000). Por eso, el desafío es tanto enseñar otra forma de ser espectado- res (lo que se denomina alfabetización mediática) como producir textos audiovisua- les que estimulen y desarrollen esa capaci- dad. No es sólo enseñar a "leer" de otras maneras lo que existe, sino mostrar otros "textos", otras imágenes, otros objetos que ayuden a ver lo que falta o lo que sobra en lo que muestra, por mencionar sólo un ejemplo, la TV convencional. Por eso nos parece importante insistir en la necesidad de trabajar para una alfabetización audiovisual: una enseñanza que promueva otras lecturas (y escrituras) sobre la cultura que portan los medios, y sobre las imágenes que circulan en la sociedad. En síntesis, retomando algunas concep- tualizaciones de quienes trabajan en la alfa- betización en medios y en la alfabetización digital, podría decirse que existe, entonces, un doble desafío: por un lado, hay que enseñar otras formas de ser usuarios y pro- ductores de la tecnología informática y de los medios de comunicación de masas, y por el otro, enseñar a producir textos (foto- grafías, películas, pinturas, hipertextos, softwares, contextos y experiencias con las nuevas tecnologías) que estimulen y de- sarrollen esas capacidades (Kinder, 1999). Poner muchas computadoras, videos o fil- madoras en las escuelas no resolverá el pro- blema de producir estas nuevas experien- cias de escolarización que nos parecen necesarias. Es la interacción entre nuevas tecnologías estimulantes y productivas y contextos y usuarios-productores más críti- cos lo que puede producir mejores resulta- dos en términos de las herramientas inte- lectuales y las disposiciones éticas y políticas que quisiéramos que estén disponibles para las nuevas generaciones. Abrir el currículum hacia estos nuevos sabe- res no implica dejarse arrastrar por las modas. Antes bien, sugiere que desde la escuela se retome la iniciativa para decidir qué de todo lo que circula en la sociedad vale la pena dejar entrar al currículum, ponerlo a discusión y en interacción con otros saberes, y evitar que se nos imponga en las peores condiciones. La escuela tuvo que ver, desde su origen, con la apertura de otros mundos posibles, que sir- vieron para enriquecer el mundo del presen- te: los de la escritura, los de la ciencia, los de otras lenguas, los del pasado, los del futuro. Hoy también corresponde plantearse qué otros mundos posibles pueden ofrecerse des- de la escuela, en diálogo y en relación con el mundo en el que vivimos. Como dijimos más arriba, en una época en la que todo es fluido e instantáneo, vale la pena insistir con el valor de la reflexión y de la inducción en saberes sis- temáticos de las disciplinas, pero sin que se conviertan en cosas viejas y con sentido sólo al interior de la escuela, sino como saberes sometidos al tamiz de su valor social, de su capacidad para responder viejas y nuevas pre- guntas de las sociedades humanas. Esto es, en definitiva, lo que debería constituir el obje- tivo de la educación: enseñar a vivir mejor, a estar más preparados para enfrentar la tarea de renovar el mundo común. imagen, cómo circula, qué produce, qué saberes convoca. Trabajar los géneros, las tecnologías y la historia de las imágenes, ayudar a detenerse y trabajar con esas imá- genes, abrir sus sentidos, discutirlos, es algo que debería incorporarse a la práctica esco- lar cotidiana. creadores y receptores, productores y consu- midores, poniendo en juego una serie de saberes y disposiciones que exceden en mucho a la imagen en cuestión. Por ejemplo, una fotografía será una cosa en el contexto de un diario sensacionalista, y otra muy dis- tinta en una exhibición de arte, aunque se trate de la misma foto. Explicitarlo y trabajar- lo es un aspecto fundamental para "educar la mirada". Y no se trata sólo de la consabida "crítica ideológica" que sigue a las típicas preguntas sobre quién produjo esa imagen y para qué; importa, más bien, ayudar a pen- sar en cómo se construye la relación con la 7.qxd 17/12/2007 02:43 p.m. PÆgina 15
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Paola Pereira Documentación, María Celeste Iglesias www.me.gov.ar/curriform Ministro de Educación, Ciencia y Tecnología, Lic. Daniel Filmus Secretario de Educación, Lic. Juan Carlos Tedesco Subsecretaria de Equidad y Calidad, Lic. Alejandra Birgin Directora Nacional de Gestión Curricular y Formación Docente, Lic. Laura Pitman 7.qxd 17/12/2007 02:43 p.m. PÆgina 16