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Consejo Diocesano de Pastoral
En el V Centenario del nacimiento de Santa teresa
y en el Año de la Vida Consagrada
LA ORACIÓN CRISTIANA
Diócesis Ciudad Real
Edita: Diócesis de Ciudad Real
Imprime: Gráficas Garrido, SL - Ciudad Real
La oración cristiana
Índice
Introducción���������������������������������������������������������������������� 5
I. Llamados a encontrarnos con Dios��������������������������������� 7
II. En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo���� 7
III. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén .��������������������������� 9
IV. Padrenuestro �������������������������������������������������������������� 11
V. Oramos con el Espíritu Santo��������������������������������������� 12
VI. Oramos con la Iglesia������������������������������������������������� 13
VII. Lectura orante de la Biblia������������������������������������������ 15
VIII. La oración, clave de toda la vida cristiana���������������� 16
IX. El encuentro con Jesús, fuente de evangelización����� 17
X. Quien ama a Dios, ama a su hermano������������������������ 19
XI. Maestros y lugares de oración������������������������������������ 21
XII. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros������ 24
Sumario��������������������������������������������������������������������������� 27
5
Introducción
1. El Consejo Diocesano de Pastoral ha dedicado las tres
sesiones a reflexionar sobre la oración cristiana porque ha
sido la acción prioritaria de la Programación del curso pasa-
do en el contexto de la celebración del V Centenario del na-
cimiento de Santa Teresa y en el Año de la Vida Consagra-
da. La Iglesia, y en ella el papa Francisco, insiste una y otra
vez en que la oración es como el manantial que fecunda la
acción misionera. Sin oración, la vida cristiana y la acción
pastoral languidecen como la siembra a la que le falta el
agua. Nos recuerda el Papa que «sin momentos detenidos
de adoración, de encuentro orante con la Palabra, de diálo-
go sincero con el Señor, las tareas fácilmente se vacían de
sentido, nos debilitamos por el cansancio y las dificultades,
y el fervor se apaga» (Evangelii gaudium, 262).
2. En nuestra Iglesia se ora. Son miles las personas
anónimas que mantienen una relación personal con Dios y,
también, son muchos los lugares de oración en nuestra dió-
cesis: monasterios femeninos, comunidades de religiosos
y religiosas, parroquias, santuarios, ermitas. Sin embargo,
esta realidad no nos impide reconocer que los que rezamos,
debemos rezar más y mejor; que los que rezan esporádica-
La oración cristiana
6
mente han de hacerlo de forma más habitual; y que los que
nunca rezan, han de ser invitados a que descubran que el
trato con Dios los capacita a ofrecer a los demás lo mejor
de sí mismos. Estamos llamados a ser testigos, también de
oración. A los laicos les corresponde dar testimonio de que
rezan y de que su compromiso de vida encuentra su fuerza
en la oración personal y comunitaria.
Todos los miembros del pueblo de Dios estamos llama-
dos a mantener trato de comunión con Dios sea cual sea
la vocación personal y el estado de vida de cada uno. El
encuentro individual y comunitario con Dios es constitutivo
de la vida cristiana. Urge que los cristianos seamos testi-
gos de oración en medio de una sociedad que ha perdido
la referencia espiritual tratando de expulsar a Dios de ella.
Es de suma actualidad lo que decía Santa Teresa de Jesús
de que «en estos tiempos es menester amigos fuertes de
Dios» (V 15,5).
3. Este documento está destinado a los fieles laicos de
las parroquias, movimientos y asociaciones y quiere ser una
herramienta que ayude a mejorar la práctica de la oración.
Lo ofrecemos a quienes no tienen práctica de oración y les
recomendamos que después de la lectura de cada aparta-
do se deje un espacio de silencio para reflexionar y rezar.
Nos parece que puede ser también un instrumento válido
para algún grupo parroquial de personas adultas alejadas
de la Iglesia.
Rogamos a las parroquias que hagan llegar el documen-
to a las familias cristianas y al mayor número posible de cris-
tianos. Y pedimos a los padres cristianos a que continúen
enseñando a sus hijos a expresar los primeros balbuceos
de la oración vocal como la señal de la cruz, el gloria al Pa-
dre, el Padrenuestro, el Ave María, etc.
Consejo Diocesano de Pastoral
7
I. Llamados a encontrarnos con Dios
4. Dios nos ha creado por amor para que seamos felices
y para mantener un diálogo personal con cada uno de noso-
tros. Dios siempre lleva la iniciativa: Sale a nuestro encuen-
tro para estar con nosotros porque goza con nosotros: «Mis
delicias están con los hijos de los hombres» (Prov 8,31).
Podemos relacionarnos con Dios de muchas maneras, pero
es la oración el medio más adecuado donde se encuentran
el deseo de Dios de estar con los hombres y el deseo de
los hombres de estar con Dios. Como dice S. Agustín: Dios
tiene sed de que el hombre tenga sed de Él.
5. Sin embargo, en muchas ocasiones, no encuentra Dios
la respuesta esperada de los hombres. Dejamos la oración
porque no vemos en ella la eficacia inmediata que espera-
mos; porque huimos del silencio, que es el medio para per-
cibir la presencia de Dios en nosotros y fuera de nosotros;
porque pensamos equivocadamente que la oración nada
tiene que ver con la vida; y porque en lugar de buscar la glo-
ria de Dios buscamos nuestra vana-gloria. Olvidamos que
cuando nos alejamos de Dios nos parecemos a aquel que
se alejó del manantial del agua fresca y construyó cisternas
agrietadas (cf Jr 2, 13).
Deseamos que todos los miembros de nuestra Iglesia
Diocesana descubran la necesidad de encontrarse con
Dios y de perseverar en la oración.
II. En el nombre del Padre,
y del Hijo, y del Espíritu Santo
6. El contenido y nuestra manera de orar se distinguen
del modo de orar de otras religiones y de diversas técnicas
de concentración, meditación y autoayuda. En la oración
La oración cristiana
8
cristiana el protagonista es Dios uno y trino. Así nos lo ha
manifestado Jesucristo. Nuestra vida está referida a Dios,
Padre, que nos manifiesta su amor dándonos a su Hijo y
enviándonos al Espíritu Santo. Hemos sido creados a ima-
gen de Dios y habitados por la Santísima Trinidad desde
el instante en que fuimos bautizados en el nombre del Pa-
dre, del Hijo y del Espíritu Santo (Mt 28,18). El Credo que
confesamos está articulado sobre la referencia a las tres
divinas personas. Decía San Juan de Ávila, nuestro querido
paisano, celebrando el misterio del nacimiento de Cristo que
«desde hoy en adelante no nos tendrá en poco Dios Padre,
pues que me da a su Hijo; ni Dios Hijo me tendrá en poco,
pues se me da por hermano, ni Dios Espíritu Santo, pues
fue el que concertó este negocio» (Sermón, 4,18). Esta ver-
dad la experimentaron de tal forma los santos, los grandes
orantes, que llenó plenamente su vida.
7. Rezamos a la Santísima Trinidad porque creemos en
ella, tal y como lo confesamos en el Credo. El Catecismo de
la Iglesia Católica en el número 197 nos dice que «recitar
con fe el Credo es entrar en comunión con Dios Padre, Hijo
y Espíritu Santo, es entrar también en comunión con toda la
Iglesia que nos trasmite la fe». Esta dimensión trinitaria de
la oración está en el origen de nuestra fe. Así lo entendie-
ron nuestros mayores que nos enseñaron, cuando éramos
pequeñitos, a hacer el gesto de la señal de la cruz acom-
pañándolo con el nombre de cada una de las tres divinas
personas, y a orientar todo nuestra actividad a dar gloria al
Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. No podemos quedarnos
impasibles ante la gran pérdida que supone la desaparición
de esta costumbre milenaria trasmitida de padres a hijos por
medio de la cual nos ponemos en presencia de Dios.
En primer lugar, pedimos a los padres a que habitúen
a sus hijos a hacer la señal de la cruz, al menos, en el
momento de levantarse, antes de las comidas y al acos-
Consejo Diocesano de Pastoral
9
tarse. En segundo lugar,pedimos a los catequistas a que
empiecen la sesión de catequesis santiguándose, y a
que la finalicen rezando el gloria al Padre... Y en tercer
lugar,hagamos la señal de la cruz sabiendo que nos une
a Dios y a los hermanos.
III. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén
8. Así es como suelen terminar todas las oraciones que
dirigimos a Dios. En la Carta que nuestro Obispo, Antonio,
ha dirigido a los sacerdotes, les dice que «la esencia de la
oración es dialogar con Dios, que nos ha hablado y nos ha-
bla, sobre todo, por medio de Jesucristo, (la Palabra hecha
carne) y que quiere abrir el diálogo con nosotros» (Carta
pastoral sobre la oración en la vida y misión del presbíte-
ro). Nuestra oración es cristiana porque tiene su origen en
Jesucristo. Por Cristo pasa lo que Dios quiere decirnos y
por Cristo pasa lo que queremos decir a Dios. «Nadie va
al Padre sino por mí» (Juan 14, 5). Este oficio mediador de
Cristo se destaca sobre todo en la Misa. En ella ocupa el
lugar central la Plegaria Eucarística que concluye con una
fórmula de alabanza final: El celebrante dice: «Por Cristo,
con Él y en Él, a Ti, Dios, Padre omnipotente, en la unidad
del Espíritu Santo, todo honor y toda gloria por los siglos de
los siglos». Y el pueblo le responde: «Amén», es decir, ¡Sí,
así es!, ¡Es verdad lo que has dicho y lo que a través de tu
palabra se ha realizado!
9. Por Cristo conocemos lo que Dios nos dice ya que es
la última y definitiva Palabra del Padre, y, por Cristo conoce-
mos el amor del Padre a la humanidad. En Cristo ponemos
nuestros ojos y tratamos de corresponderle con nuestra
amistad. Somos sus amigos: «a vosotros os llamo amigos
porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a cono-
cer» (Juan 15, 15). Necesitamos trato personal con Jesús,
La oración cristiana
10
pero no un trato cualquiera, sino, como decía santa Teresa,
un trato constante de amistad con quien sabemos nos ama
(cf. Libro de la Vida, 8, 5). Es en la relación de amistad don-
de entramos en contacto con la mente y el corazón de Jesús
hasta el punto de sentirnos transformados en él. Como de-
cía Pablo: «vivo, pero no yo, sino que es Cristo quien vive en
mí» (Gálatas 2, 20).Así lo vemos en la vida de los apóstoles
y de los grandes orantes de nuestra Iglesia: Benito, Francis-
co de Asís, Teresa de Ávila, Juan de Ávila, Tomás de Villa-
nueva, Juan Bautista de la Concepción, etc. Estas vidas dan
testimonio de este intercambio amoroso entre Jesús y ellas.
10. Nos urge fortalecer y renovar nuestra relación amisto-
sa con Jesús. En ella está una de las claves principales de
nuestras dificultades para orar. Hay algo en nuestro interior
que hace que no estemos en paz con Él y con nosotros.
Sabemos muchas cosas, pero no las hemos asimilado in-
teriormente.
Hacemos nuestras las palabras del Papa Francisco al co-
mienzo de la exhortación Evangelii gaudium: «Invito a cada
cristiano, en cualquier lugar y situación en que se encuen-
tre, a renovar ahora mismo su encuentro personal con Jesu-
cristo o, al menos, a tomar la decisión de dejarse encontrar
por Él, de intentarlo cada día sin descanso»… «Éste es el
momento para decirle a Jesucristo: «Señor, me he dejado
engañar, de mil maneras escapé de tu amor, pero aquí
estoy otra vez para renovar mi alianza contigo. Te nece-
sito. Rescátame de nuevo, Señor, acéptame una vez más
entre tus brazos redentores». (Evangelii gaudium, 3).
IV. Padrenuestro
11. Jesús nos da lo que más quiere: nos da a su Padre y
nos enseña a dirigirnos a Él. Los discípulos, que compartían
Consejo Diocesano de Pastoral
11
vida con Él, recordaban que les había dicho: «Pedid y se
os dará, llamad y se os abrirá, buscad y hallaréis» (Lucas
11,9), y habían sido testigos de que no sólo recitaba las ora-
ciones habituales de los judíos, sino que se retiraba a so-
las a orar, especialmente en los momentos difíciles y antes
de tomar una decisión importante. Uno de estos discípulos
esperó a que Jesús terminara su oración para preguntarle:
«Señor, enséñanos a orar». Él les respondió con la oración
del Padrenuestro (Lucas 11, 1 – 4/ Mateo 6,7 – 13).
12. Dice el Catecismo de la Iglesia Católica que la oración
del Padrenuestro es resumen de todo el Evangelio y la más
perfecta de las oraciones. Así lo ha entendido la Iglesia a lo
largo de los siglos y lo ha puesto de relieve al situarla dentro
de la Celebración Eucarística. El Padrenuestro es la oración
de los que son hijos de Dios en el Hijo y, como Él, están in-
vitados a confiar siempre en Dios, Padre, y a desear que su
Reino se implante en la tierra. El cristiano nunca debe sentir-
se huérfano ni solo. Esta oración forma parte de la herencia
que dejó Jesucristo a sus hermanos de todos los tiempos
y, por eso, nos gozamos en recitarla diariamente. Escribía
santa Teresa: «Es cosa para alabar mucho al Señor cuán
subida en perfección es esta oración evangélica […] Espán-
tame ver que en tan pocas palabras está toda la contempla-
ción y perfección encerrada, que parece no hemos menester
otro libro sino estudiar en él» (Camino de Perfección 37.1).
Bien recomienda nuestro Obispo Antonio a los sacerdotes
que «un estudio sencillo y pormenorizado de la oración del
Padrenuestro puede ser un buen método para introducir a
nuestro pueblo en la vida de oración» (Carta sobre la oración
en la vida y misión del presbítero. Cuestiones prácticas, 6).
Recuperemos el gozo del rezo diario del Padrenuestro.
Invitamos a todas las familias cristianas a que lo recen en
el hogar y recomendamos a las parroquias a que lo desta-
quen en las catequesis de niños, jóvenes y adultos.
La oración cristiana
12
V. Oramos en el Espiritu Santo
13. Lo mismo que Jesucristo es el camino para ir al Pa-
dre, de igual modo no podemos conocer a Jesucristo ni vivir
como Él si no es por el Espíritu Santo. «Nadie puede decir
Jesús es Señor si no es bajo la acción del Espíritu Santo»
(1Cor 12,3).El Espíritu completa y lleva adelante en nosotros
la acción de Jesús. Es quien continúa en nosotros su obra.
Decía San Juan de Ávila que «así como Jesucristo predi-
caba, ahora el Espíritu Santo predica; así como enseñaba,
así el Espíritu Santo enseña; así como Cristo consolaba,
así el Espíritu Santo consuela y alegra. ¿Qué pides? Qué
buscas? ¿Qué quieres más? ¡Que tengas tú un consejero,
un rayo, un administrador, uno que te guíe, que te aconse-
je, que te esfuerce, que te encamine, que te acompañe en
todo y por todo! (Sermón 30, 19). El Espíritu lleva adelante
nuestra filiación: «Todos los que son guiados por el Espíritu
de Dios son hijos de Dios. Pues no recibisteis un espíritu de
esclavitud para recaer en el temor; antes bien, recibisteis un
espíritu de hijos adoptivos que nos hace exclamar: ¡Abba,
Padre!» (Romanos 8, 14 – 15).
14. El Espíritu es a la Iglesia, lo que el alma es a los
miembros del cuerpo. Le da vida y unidad, la embellece y
rejuvenece, la guía y la lanza a la misión (Cf. Gaudium et
spes, 4). El papa Francisco reclama hoy una evangelización
con espíritu, es decir, una evangelización con Espíritu Santo.
Para tal fin se necesitan evangelizadores con Espíritu, «que
se abran sin temor a la acción del Espíritu Santo” para “salir
de sí mismos” […] “ para anunciar la novedad del Evangelio
con audacia (parresía), en voz alta y en todo tiempo y lugar,
incluso a contracorriente, apoyados en la oración» (Evange-
lii gaudium, 259). «Evangelizadores con Espíritu —continúa
afirmando el Papa— quiere decir, evangelizadores que oran
y trabajan» (Evangelii gaudium, 262).
Consejo Diocesano de Pastoral
13
15. La fuerza del Espíritu nos une a los cristianos y nos
envía a ser auténticos testigos de Jesucristo. Sólo su pre-
sencia hace verdadera nuestra oración: «el Espíritu viene
en ayuda de nuestra flaqueza. Pues nosotros no sabemos
pedir como conviene; mas el Espíritu mismo intercede por
nosotros con gemidos inefables» (Rm 8, 26 – 27).
Pidamos al Espíritu Santo que venga a nosotros,trans-
forme nuestros corazones,nos consuele,nos reconforte,
encienda en nosotros la llamada de su amor y nos capa-
cite para la misión.
VI. Oramos con la Iglesia
16. El papa Francisco nos recuerda que «la Iglesia nece-
sita imperiosamente el pulmón de la oración” y se alegra de
“que se multipliquen en todas las instituciones eclesiales los
grupos de oración, de intercesión, de lectura orante de la
Palabra, las adoraciones perpetuas de la Eucaristía» (Evan-
gelii gaudium,262). Los cristianos formamos el Cuerpo mís-
tico de Cristo y sería una contradicción que no tuviéramos
relación con Él. Somos miembros de un pueblo orante. En la
Iglesia hemos aprendido a orar y desde ella oramos. Como
nos recuerda el Papa, «si creemos, si sabemos rezar, si co-
nocemos al Señor y podemos escuchar su Palabra, si lo
sentimos cercano y lo reconocemos en los hermanos, es
porque otros, antes que nosotros, han vivido la fe y luego
nos la han transmitido» (Audiencia, 25 de junio de 2014).
17. Rezar con la Iglesia y en la Iglesia nos lleva a partici-
par en los sacramentos, que son las grandes oraciones de
la Iglesia, sobre todo, en la Eucaristía. La misa es la gran
oración de Cristo y, al mismo tiempo, es la gran oración de
la Iglesia. La participación en ella es una exigencia para los
seguidores de Jesús porque nos unimos a su muerte y re-
La oración cristiana
14
surrección, nos alimentamos con su Cuerpo y Sangre, forta-
lecemos la fraternidad entre nosotros, dinamizamos nuestra
caridad con los pobres y avivamos nuestra esperanza en la
llegada de un cielo nuevo y una tierra nueva.
18. Orar en la Iglesia y con la Iglesia lleva además a
tratar de rezar la Liturgia de las Horas. Este modo de ora-
ción es importante porque «es la voz de la misma Esposa
la que habla al Esposo; más aún, es la oración de Cristo,
con su mismo Cuerpo, al Padre» (Sacrosantum concilium,
84). Los religiosos y sacerdotes tienen el deber de rezar
todo el oficio divino. Nuestro obispo, Antonio, anima a los
sacerdotes a valorar que «insertos en este diálogo eter-
no aportamos nuestra pequeñísima y necesaria oración
de las horas con la Iglesia extendida por toda la tierra»
(Carta sobre la oración en la vida y misión del presbítero).
Esto no quiere decir que el resto de cristianos no estemos
invitados a hacer lo mismo, dado que «cuando los fieles
son convocados y se reúnen para la Liturgia de las Horas,
uniendo sus corazones y sus voces, visibilizan a la Iglesia,
que celebra el misterio de Cristo» (Ordenación General de
la Liturgia de las Horas, 22).
Desde este Consejo, animamos a la participación en
la misa, sobre todo, de los domingos, porque en ella nos
alimentamos con el pan de la Palabra y del Cuerpo de
Cristo, fortalecemos la comunión entre los hermanos y
renovamos conjuntamente nuestro compromiso de vida
y nuestro testimonio en el mundo. Al mismo tiempo os
invitamos a que os reunáis en vuestras parroquias para
rezar alguna de las Horas como Laudes y Vísperas y, si
por diversas razones no fuera posible, tratad de hacerlo
en vuestro propio hogar.
Consejo Diocesano de Pastoral
15
VII. Lectura orante de la Biblia
19. El concilio Vaticano II nos recuerda que «a la lectura
de la Sagrada Escritura debe acompañar la oración para
que se realice el diálogo de Dios con el hombre, pues a Dios
hablamos cuando oramos y a Dios escuchamos cuando
leemos su Palabra» (Dei verbum, 25). Siglos antes, había
escrito san Juan de Ávila: «Si no queréis errar en el camino
del cielo, inclinad vuestra oreja, quiero decir, vuestra razón,
sin temor de ser engañada; inclinadla con profundísima re-
verencia a la palabra de Dios, que está dicha en toda la Es-
critura» (Audi Filia, 45,3). A los cristianos se nos invita leer
la Palabra para escucharla y orarla.
20. En continuidad con la exhortación postsinodal Verbum
Domini 87, el papa Francisco, nos dice que «hay una forma
concreta de escuchar lo que el Señor nos quiere decir en su
Palabra y de dejarnos transformar por el Espíritu. Es lo que
llamamos lectio divina. Consiste en la lectura de la Palabra
de Dios en un momento de oración para permitirle que nos
ilumine y nos renueve» (Evangelii gaudium, 152). La finalidad
de la lectura de un texto bíblico no es conocer lo que Dios dijo,
sino preguntarnos: «Señor, ¿Qué me dice a mí este texto?
¿Qué quieres cambiar en mi vida con este mensaje? ¿Qué
me molesta en este texto? ¿Por qué no me interesa?, o bien:
¿Qué me agrada? ¿Qué me estimula de esta Palabra? ¿Qué
me atrae? ¿Por qué me atrae?» (Evangelii gaudium, 153). La
lectura orante de la Palabra nos ha de llevar a un compromi-
so de vida para que lleguemos a ser un regalo para los de-
más. Orar no es colocarse fuera de nuestro mundo real, sino
en medio de él porque es allí donde Dios habita, donde Dios
escucha y donde Dios habla. La persona que reza descubre
que no está sola en el mundo, sino que Alguien le acompaña.
Nuestras parroquias han de invitar a los cristianos a
hacer una lectura creyente de la Palabra a través de la
La oración cristiana
16
constitución de grupos donde se ejercite la lectio divina
y han de poner los medios oportunos para que se lea“el
Evangelio de cada día”en los hogares cristianos.
VIII. La oración, clave de toda la vida cristiana
21. Así titula nuestro Obispo uno de los apartados de su
Carta a los sacerdotes. Les invita y nos invita a que no ore-
mos sólo en ciertos momentos, sino en todo tiempo y en
los acontecimientos de cada día. Escribe: «Me fijo especial-
mente en este aspecto, pues, como advierte el mismo Papa
Francisco, hemos de estar atentos a las falsas espiritualida-
des que pueden estar asentadas en nuestras comunidades
y en nosotros mismos. El Catecismo de la Iglesia Católica
—dice— es concluyente: «Orar en los acontecimientos de
cada día y de cada instante es uno de los secretos del Rei-
no revelados a los “pequeños”, a los servidores de Cristo, a
los pobres de las bienaventuranzas. Es justo y bueno orar
para que la venida del Reino de justicia y de paz influya en
la marcha de la historia, pero también es importante impreg-
nar de oración las humildes situaciones cotidianas. Todas
las formas de oración pueden ser la levadura con la que el
Señor compara el Reino (cf. Lc13, 20-21) (Catecismo, 2660)
De ahí brotará la necesidad y, a la vez, la exigencia de per-
fección y de santidad en la vida...Será la respuesta a la in-
vitación “sed perfectos”». (Carta a los sacerdotes, sobre la
oración en la vida y misión del presbítero).
22.Dios quiere encontrarse con nosotros en todo momen-
to y circunstancia, también cuando nos sentimos obligados
a una gran actividad. Decía Teresa a sus monjas: «Pues,
¡ea!, hijas mías, no haya desconsuelo, cuando la obediencia
os trajere empleadas en cosas exteriores, entender que, si
es en la cocina, entre los pucheros anda el Señor, ayudán-
doos en lo interior y exterior» (Fundaciones 5, 8). El cristiano
Consejo Diocesano de Pastoral
17
ha de aprender a orar con la vida. Todos estamos invitados
a orar, pero no de la misma manera. Dios quiere encontrar-
se con nosotros desde nuestra situación personal y desde
nuestro estado de vida. Dios se manifiesta en el “hoy” de la
historia, también de nuestra historia personal. Orar con la
vida significa orar en medio del mundo. A los seglares les
corresponde principalmente establecer un diálogo con Dios
en medio de sus ocupaciones, preocupaciones y desvelos
por transformar la sociedad en la que viven.
Cada uno estamos llamados a orar desde nuestra
propia vocación. Los sacerdotes, religiosos y seglares
deberemos estar muy atentos para descubrir lo que Dios
quiere decirnos cada día.
Orar con la vida diaria significa incluir en la oración la
familia de la que formamos parte y nuestro papel en ella,
el trabajo que realizamos y cómo lo llevamos a cabo, la
situación social en la vivimos y nuestra respuesta a ella,
sobre todo, a los problemas que sufre nuestro prójimo.
IX. El encuentro con Jesús,
fuente de evangelización
23.En el encuentro con Jesús «está el manantial de la ac-
ción evangelizadora. Porque si alguien ha acogido ese amor
que le devuelve el sentido de la vida, ¿cómo puede contener
el deseo de comunicarlo a otros?» (Evangelii gaudium, 8).
El encuentro con Jesús engendra misioneros. Dice el papa
Francisco que «si uno de verdad ha hecho una experiencia
del amor de Dios que lo salva, no necesita mucho tiempo de
preparación para salir a anunciarlo, no puede esperar que
le den muchos cursos o largas instrucciones. Todo cristiano
es misionero en la medida en que se ha encontrado con el
amor de Dios en Cristo Jesús; ya no decimos que somos
La oración cristiana
18
discípulos y misioneros, sino que somos siempre discípulos
misioneros» (Evangelii gaudium, 120).
24. El Evangelio posee en sí mismo una fuerza trans-
formadora de la persona y de la sociedad. El anuncio del
Evangelio —acaban de escribir los obispos españoles—
«es fermento de libertad y de fraternidad, ha ido acompa-
ñado siempre de la promoción humana y social de aque-
llos a los que se anuncia» (Iglesia servidora de los pobres,
39). Como resalta con fuerza el Papa Francisco, la evan-
gelización tiene una clara implicación social (cf. Evange-
lii gaudium, 176). Animamos a que nuestra oración tenga
siempre presente nuestro compromiso evangelizador y las
situaciones que manifiestan tanto la ausencia como la pre-
sencia de Dios en la historia. Los miembros del Consejo
Diocesano de Pastoral nos preguntamos: ¿No será que la
falta de pasión por anunciar el Evangelio y la debilidad de
testimonio cristiano en la familia, en el centro educativo,
en el puesto de trabajo, en la calle o en la plaza, etc., es
resultado de la falta de encuentro personal con Jesús? El
Papa trata de responder a esta situación y escribe: «si no
sentimos el intenso deseo de comunicarlo, necesitamos
detenernos en oración para pedirle a El que vuelva a cau-
tivarnos. Nos hace falta clamar cada día, pedir su gracia
para que nos abra el corazón frío y sacuda nuestra vida
tibia y superficial» (Evangelii gaudium, 264) Siglos antes,
Teresa de Jesús decía a sus monjas: «Creed, hermanas,
que los soldados de Cristo, que son los que tienen contem-
plación y tratan de oración, están esperando con ansia la
hora de pelear» (Camino de Perfección, 38, 2).
Queremos ser, con toda la Iglesia, sal y levadura que
ofrezca a la sociedad lo aprendido en la oración. Como
nos recuerdan nuestros obispos: «El Evangelio afecta
al hombre entero y lo interpela en todas su estructuras:
personales, económicas y sociales».
Consejo Diocesano de Pastoral
19
X. Quien ama a Dios, ama a su hermano
25. El que ora pone su corazón en contacto con el co-
razón de Dios. Y el corazón de Dios, que es compasivo y
misericordioso, oye el clamor y el grito de los que sufren,
y toma partido por ellos. Así, el que entra en contacto con
Dios recibe de Él el encargo de tomar parte en la tarea de
liberar a los que sufren. El cristiano que ora no puede per-
manecer indiferente ante el dolor de los hermanos, sino que
escucha sus quejas, ve su sufrimiento y se compromete en
llevar adelante los deseos de Dios. La oración debe tener
presente los rostros concretos de nuestros hermanos, espe-
cialmente de quienes sufren. Dicen nuestros obispos en el
Documento, Iglesia servidora de los pobres, que «es muy
importante no disociar acción y contemplación, lucha por la
justicia y vida espiritual» (n.º 37).
26. Oración y caridad van juntas. A mayor espíritu de
oración, mayor amor al prójimo porque quien está cerca de
Dios recibe mucho amor. El amor al prójimo es garantía del
amor verdadero a Dios. Si no crece el amor al prójimo, hay
que revisar la oración que se hace porque puede ser un
ejercicio de egoísmo auto-referencial y de búsqueda perso-
nal. La oración nos centra en Dios y nos descentra de noso-
tros mismos. Dice el Papa que sólo gracias al encuentro con
Jesús «somos rescatados de nuestra conciencia aislada y
de la auto-referencialidad. Llegamos a ser plenamente hu-
manos cuando somos más que humanos, cuando le per-
mitimos a Dios que nos lleve más allá de nosotros mismos
para alcanzar nuestro ser más verdaderos» (Evangelii gau-
dium, 8) El contacto con Dios contagia de tal forma a quien
ora cristianamente que trata de que su vida refleje el modo
de ser y de comportarse de Dios.
27. Dios tiene preferencia por los pobres. «El corazón de
Dios –dice el Papa Francisco– tiene un sitio preferencial
La oración cristiana
20
para los pobres, tanto que él mismo se hizo pobre» (Evan-
gelii gaudium, 197). Los pobres son para nosotros sacra-
mentos de la presencia de Dios. «Es necesario que todos
nos dejemos evangelizar por ellos. La nueva evangelización
es una invitación a reconocer la fuerza salvífica de sus vidas
y a ponerlos en el centro del camino de la Iglesia. Estamos
llamados a descubrir a Cristo en ellos, a prestarles nuestra
voz en sus causas, pero también a ser sus amigos, a escu-
charlos, a interpretarlos y a recoger la misteriosa sabiduría
que Dios quiere comunicarnos a través de ellos» (Evangelii
gaudium, 198).
28. El papa Francisco nos recuerda que «se debe re-
chazar la tentación de una espiritualidad oculta e indivi-
dualista, que poco tiene que ver con las exigencias de
la caridad y con la lógica de la Encarnación» (Evange-
lii gaudium, 262). Santa Teresa ponía en guardia a sus
monjas para que no desconectaran la oración del amor al
prójimo. Les decía: «Que no, hermanas, no; obras quiere
el Señor; y que si ves a una enferma a quien puedes dar
algún alivio, no se te dé nada de perder esa devoción y
te compadezcas de ella; y si tiene algún dolor, te duela a
ti; y si fuere menester, lo ayunes porque ella lo coma; no
tanto por ella, como porque sabes que tu Señor quiere
aquello (Moradas Quintas, 3, 11)». El ejercicio de la cari-
dad es el sello que autentifica la oración verdadera: «Si
alguno dice: “Amo a Dios”, y aborrece a su hermano, es un
mentiroso, pues quien no ama a su hermano, a quien ve,
no puede amar a Dios a quien no ve. Y hemos recibido
de Él este mandato: quien ama a Dios, ame también a su
hermano» (1Jn 4, 20 – 21).
Nuestra oración debe tener presente los rostros de
nuestros hermanos, especialmente de quienes más
sufren.
Consejo Diocesano de Pastoral
21
XI. Maestros y lugares de oración
(Catecismo de la Iglesia Católica, 2685-2690).
29. La persona que ora no surge por generación espon-
tánea sino que necesita unos testigos, unos servidores y
también unos lugares.
a) Testigos son los santos: Éstos son modelos de ora-
ción porque son modelos de vida. «Los grandes hombres
y mujeres de Dios son grandes intercesores […] Pode-
mos decir que el corazón de Dios se conmueve por la
intercesión» (Evangelii gaudium, 283). A ellos podemos
acudir y a ellos podemos imitar.
b) Servidores son, entre otros:
• La familia cristiana. En ella se aprende a orar. La
oración familiar marca la vida de sus miembros, so-
bre todo, de los más pequeños. Animamos a nuestras
familias a que enseñen a orar y tengan espacios de
oración común.
• Los ministros ordenados. Estos han sido llama-
dos para ser guiar a la comunidad cristiana a las fuen-
tes de la oración como son la Palabra de Dios, la litur-
gia, la vida teologal y el hoy de Dios en las situaciones
concretas.
• Los religiosos. Todas las personas consagradas,
no sólo las de vida contemplativa, consideran la ora-
ción como razón fundamental, apoyo y propaganda de
su vida.
• Los catequistas. No es suficiente que los cate-
quistas hablen de la importancia de la oración para la
vida cristiana, si ellos no rezan. El mejor servidor de
oración es el que ora. Los catequistas están llamados
La oración cristiana
22
a enseñar a los niños a orar y a dar ejemplo de que
ellos también oran en privado y comunitariamente, so-
bre todo, a través de la participación en la Misa.
• Los grupos de oración o “escuelas de oración”
son signos y acicates de la renovación de la oración
de la Iglesia, con tal de que salvaguarden la comunión
y beban en las auténticas fuentes de la oración cris-
tiana.
c) Lugares favorables para la oración:
Podemos hablar con Dios en todo momento y lugar, sin
embargo, no es indiferente la elección del espacio. De entre
los innumerables lugares, destacamos dos:
• El templo o iglesia. Dice el Catecismo de la Igle-
sia Católica que es el lugar propio de la oración litúr-
gica y lugar privilegiado para la adoración de la pre-
sencia real de Cristo en el Sagrario. Es conveniente
que recordemos que la Eucaristía es fuente de ora-
ción comunitaria y de oración personal. Para que los
cristianos puedan orar en las templos, hace falta que
estén abiertos. Dice el Papa Francisco que la Iglesia,
«está llamada a ser siempre la casa abierta del Padre.
Uno de los signos concretos de esa apertura es tener
templos con las puertas abiertas en todas partes. De
ese modo, si alguien quiere seguir una moción del Es-
píritu y se acerca buscando a Dios, no se encontrará
con la frialdad de unas puertas cerradas» (Evangelii
gaudium, 47). En esta misma dirección, nuestro Obis-
po en su Carta pastoral sobre la oración dirigida a los
sacerdotes les recomienda que dediquen «un tiempo
a la oración, abierto el templo, junto al sagrario» y que
vean el modo de «ampliar horarios para que nuestros
templos estén abiertos y con ambientes preparados
Consejo Diocesano de Pastoral
23
que faciliten la interioridad y desde ahí el encuentro
personal con el Señor. Unos materiales sencillos que
se puedan llevar a casa (sin excluir los modernos
medios electrónicos). Hacerse cargo de la apertura
del templo en las horas más apropiadas, es un buen
apostolado que debemos ofrecer a las buenas gentes
que se saben turnar para tener abierto y mantener vi-
gilado el templo, cuando nuestras ocupaciones no nos
permiten otra cosa» (Carta sobre la oración en la vida
y misión del presbítero. Cuestiones prácticas, 1 y 8).
• Los hogares cristianos: El hogar es la principal
escuela de oración. En él se aprende a ser cristiano y,
por tanto, a orar. La Iglesia doméstica también necesi-
ta la oración para llevar adelante su compromiso en la
Iglesia y en la sociedad. Las oraciones y los compor-
tamientos que aprendimos en casa, no se olvidan. En
los Lineamenta para el próximo Sínodo sobre la fami-
lia se afirma que «toda la pastoral familiar deberá de-
jarse plasmar interiormente y formar a los miembros
de la Iglesia doméstica mediante la lectura orante y
eclesial de la Sagrada Escritura» porque «no es solo
una buena nueva para la vida privada de las personas,
sino también un criterio de juicio y una luz para el dis-
cernimiento de los diferentes desafíos a los que se en-
frentan los cónyuges y las familias» (Proposición 34).
30. Tiempo para la creatividad en todos los campos
pastorales, también en este de la oración individual y co-
munitaria. Dice nuestro obispo, citando al Catecismo, que
«deberemos poner nuestra atención personal y pastoral en
facilitar espacios de contemplación y reflexión de los creyen-
tes que conservan en su corazón los acontecimientos y las
palabras de la economía de la salvación» (Carta sobre la
oración en la vida y misión del presbítero). No tenemos por-
qué reducirnos a utilizar espacios y fórmulas recibidas que
La oración cristiana
24
han sido fruto de la iniciativas anteriores. También nosotros
estamos llamados a crear espacios y expresiones que sean
adecuados para que los cristianos de hoy recemos. El papa
Francisco nos anima a «...imaginar espacios de oración y
de comunión con características novedosas, más atractivas
y significativas para los habitantes urbanos» (Evangelii gau-
dium, 73). La llamada a la creatividad no sólo afecta a la
actividad pastoral sino también a la oración.Y es que iniciar
en la oración, junto con la caridad, es la acción pastoral más
hermosa.
Este Consejo invita a todos los cristianos, miembros
de la Iglesia que camina en Ciudad Real —sacerdotes,
religiosos y laicos— a tomar iniciativas para animar,faci-
litar y acrecentar el encuentro individual y comunitario
con Jesús.
XII. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros
31. María era una mujer creyente que oraba. Su vida en-
tera la puso a disposición de los planes de Dios: «He aquí
la esclava del Señor. Hágase en mí según tu Palabra» (Lc
1,38). Ora al Padre reconociendo su acción maravillosa en
ella (Lc 1, 46-55). Ora e intercede ante su Hijo, Jesús, en
las bodas de Caná (Jn 2, 3-5). Está al pie de la cruz (Jn
19,25). Acompaña a los apóstoles en la oración a la espera
del Espíritu Santo (Hech 1,14). El modo de orar de María es
ejemplo para los cristianos.
32. Cristo nos da a su Madre. María -dice el Papa Fran-
cisco- es «el regalo de Jesús a su pueblo». Es la Madre
de todos y «como Madre de todos…camina con nosotros,
lucha con nosotros y derrama incesantemente la cercanía
del amor de Dios» (Evangelii gaudium, 286). Esta verdad
forma parte de la entraña del pueblo cristiano. Podemos
Consejo Diocesano de Pastoral
25
orar con ella y a ella. El amor filial a la Virgen María, a través
de tantas advocaciones, es un testimonio de esta realidad.
Nos recuerda el mismo Papa que «es allí, en los santuarios
donde puede percibirse cómo María reúne a su alrededor a
los hijos que peregrinan con mucho esfuerzo para mirarla y
dejarse mirar por ella.Allí encuentran la fuerza de Dios para
sobrellevar los sufrimientos y cansancios de la vida» (Evan-
gelii gaudium, 286).
33. María es la mujer contemplativa «en salida». Es la
Madre de la Iglesia «en salida». «Es la mujer orante y traba-
jadora de Nazaret, y también es nuestra Señora de la pron-
titud, la que sale de su pueblo para auxiliar a los demás “sin
demora (Lc 1, 39)» (Evangelii gaudium, 288). En esta etapa
misionera de la Iglesia en la que se nos invita a salir de
nosotros para encontrarnos con los que viven en las perife-
rias, debemos centrar nuestra mirada en María para percibir
cómo sus «ojos misericordiosos» están siempre pendientes
de sus hijos más necesitados.
La Iglesia nos recomienda unas oraciones marianas de
larga tradición:
a) El rezo del Ave María. En ella existe un doble movi-
miento: de una parte, de reconocimiento de las maravillas
que Dios hizo en ella y por ella; y de otra, de confianza en
que ella escucha nuestras súplicas y alabanzas.
b) El rezo del Rosario, del que Pio XII dijo que era
«compendio de todo el evangelio» porque de él se saca
el enunciado de los misterios de la vida de Cristo para
contemplarlos con la compañía e intercesión de la Virgen
María.
c) Y el rezo de la oración del Angelus con la que trae-
mos a nuestra memoria el papel de María en el misterio
La oración cristiana
26
de la encarnación. El papa Benedicto recomendó que
«es conveniente que el pueblo de Dios, las familias y las
comunidades de personas consagradas sean fieles a
esta plegaria mariana… porque en el rezo del Angelus
Domini pedimos a Dios que, por intercesión de María,
nos sea dado también a nosotros el cumplir como Ella
la voluntad de Dios y acoger en nosotros su Palabra»
(Verbum Domini, 88).
Fijamos nuestra mirada en María para perseverar
como ella en la oración que nos asegura la presencia
del Espíritu Santo y nos hace testigos del Reino de Dios.
SumariO
Sumario del documento sobre la Oración Cristiana
28
Introducción
1.	 El Consejo Diocesano de Pastoral ha dedicado las
tres sesiones a reflexionar sobre la oración cristiana porque
ha sido la acción prioritaria de la Programación del curso
pasado en el contexto de la celebración del V Centenario del
nacimiento de Santa Teresa y en el Año de la Vida Consa-
grada. La Iglesia, y en ella el Papa Francisco, insiste una y
otra vez en que la oración es como el manantial que fecunda
la acción misionera. Sin oración, la vida cristiana y la acción
pastoral languidecen como la siembra a la que le falta el
agua. Nos recuerda el Papa que «sin momentos detenidos
de adoración, de encuentro orante con la Palabra, de diálo-
go sincero con el Señor, las tareas fácilmente se vacían de
sentido, nos debilitamos por el cansancio y las dificultades,
y el fervor se apaga» (Evangelii gaudium, 262).	
2.	 En nuestra Iglesia se ora. Son miles las personas
anónimas que mantienen una relación personal con Dios y,
también, son muchos los lugares de oración en nuestra dió-
cesis: monasterios femeninos, comunidades de religiosos
y religiosas, parroquias, santuarios, ermitas. Sin embargo,
esta realidad no nos impide reconocer que los que rezamos,
debemos rezar más y mejor; que los que rezan esporádica-
mente han de hacerlo de forma más habitual; y que los que
nunca rezan, han de ser invitados a que descubran que el
trato con Dios los capacita a ofrecer a los demás lo mejor
de sí mismos. Estamos llamados a ser testigos, también de
oración. A los laicos les corresponde dar testimonio de que
rezan y de que su compromiso de vida encuentra su fuerza
en la oración personal y comunitaria.	
3.	 Todos los miembros del pueblo de Dios estamos lla-
mados a mantener trato de comunión con Dios sea cual sea
la vocación personal y el estado de vida de cada uno. El
encuentro individual y comunitario con Dios es constitutivo
Consejo Diocesano de Pastoral
29
de la vida cristiana. Urge que los cristianos seamos testigos
de oración en medio de una sociedad que ha perdido la re-
ferencia espiritual tratando de expulsar a Dios de ella. Es de
suma actualidad lo que decía Santa Teresa de Jesús de que
«en estos tiempos es menester amigos fuertes de Dios» (V
15,5). 	
4.	 Este documento está destinado a los fieles laicos de
las parroquias, movimientos y asociaciones y quiere ser una
herramienta que ayude a mejorar la práctica de la oración.
Lo ofrecemos a quienes no tienen práctica de oración y les
recomendamos que después de la lectura de cada apartado
se deje un espacio de silencio para reflexionar y rezar. Nos
parece que puede ser también un instrumento válido para
algún grupo parroquial de personas adultas alejadas de la
Iglesia. 	
5.	 Rogamos a las parroquias que hagan llegar el do-
cumento a las familias cristianas y al mayor número posi-
ble de cristianos. Y pedimos a los padres cristianos a que
continúen enseñando a sus hijos a expresar los primeros
balbuceos de la oración vocal como la señal de la cruz, el
gloria al Padre, el Padrenuestro, el Ave María, etc.	
Contenido
Facilitamos a continuación un resumen con las conclu-
siones de cada uno de los 12 puntos que han guiado nues-
tra reflexión:
1. Llamados a encontrarnos con Dios
Deseamos que todos los miembros de nuestra Iglesia
Diocesana descubran la necesidad de encontrarse con Dios
y de perseverar en la oración.
Sumario del documento sobre la Oración Cristiana
30
2. En el nombre del Padre,
y del Hijo,y del Espíritu Santo.	
En primer lugar, pedimos a los padres a que habitúen a
sus hijos a hacer la señal de la cruz, al menos, en el mo-
mento de levantarse, antes de las comidas y al acostarse.
En segundo lugar, pedimos a los catequistas a que em-
piecen la sesión de catequesis santiguándose, y a que la
finalicen rezando el gloria al Padre...
Y en tercer lugar, hagamos la señal de la cruz sabiendo
que nos une a Dios y a los hermanos.
3. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
Hacemos nuestras las palabras del papa Francisco al co-
mienzo de la exhortación Evangelii gaudium: «Invito a cada
cristiano, en cualquier lugar y situación en que se encuen-
tre, a renovar ahora mismo su encuentro personal con Jesu-
cristo o, al menos, a tomar la decisión de dejarse encontrar
por Él, de intentarlo cada día sin descanso»… «Éste es el
momento para decirle a Jesucristo: «Señor, me he dejado
engañar, de mil maneras escapé de tu amor, pero aquí es-
toy otra vez para renovar mi alianza contigo. Te necesito.
Rescátame de nuevo, Señor, acéptame una vez más entre
tus brazos redentores» (Evangelii gaudium, 3).
4. Padrenuestro.
Recuperemos el gozo del rezo diario del Padrenuestro.
Invitamos a todas las familias cristianas a que lo recen en el
hogar y recomendamos a las parroquias a que lo destaquen
en las catequesis de niños, jóvenes y adultos.
Consejo Diocesano de Pastoral
31
5. Ven, Espíritu Santo.	
Pidamos al Espíritu Santo que venga a nosotros, trans-
forme nuestros corazones, nos consuele, nos reconforte,
encienda en nosotros la llamada de su amor y nos capacite
para la misión
6. Oramos con la Iglesia.	
Desde este Consejo, animamos a la participación en la
misa, sobre todo, de los domingos, porque en ella nos ali-
mentamos con el pan de la Palabra y del Cuerpo de Cristo,
fortalecemos la comunión entre los hermanos y renovamos
conjuntamente nuestro compromiso de vida y nuestro testi-
monio en el mundo.
Al mismo tiempo os invitamos a que os reunáis en vues-
tras parroquias para rezar alguna de las Horas como Lau-
des y Vísperas y, si por diversas razones no fuera posible,
tratad de hacerlo en vuestro propio hogar.
7. Lectura orante de la Biblia.
Nuestras parroquias han de invitar a los cristianos a ha-
cer una lectura creyente de la Palabra a través de la consti-
tución de grupos donde se ejercite la lectio divina y han de
poner los medios oportunos para que se lea “el Evangelio
de cada día” en los hogares cristianos.
8. La oración, clave de toda la vida cristiana.	
Cada uno estamos llamados a orar desde nuestra propia
vocación. Los sacerdotes, religiosos y seglares deberemos
estar muy atentos para descubrir lo que Dios quiere decir-
nos cada día.
Sumario del documento sobre la Oración Cristiana
32
Orar con la vida diaria significa incluir en la oración la
familia de la que formamos parte y nuestro papel en ella, el
trabajo que realizamos y cómo lo llevamos a cabo, la situa-
ción social en la vivimos y nuestra respuesta a ella, sobre
todo, a los problemas que sufre nuestro prójimo.
9. El encuentro con Jesús, fuente de evangelización. 	
Queremos ser, con toda la Iglesia, sal y levadura que
ofrezca a la sociedad lo aprendido en la oración. Como nos
recuerdan nuestros obispos: «El Evangelio afecta al hombre
entero y lo interpela en todas su estructuras: personales,
económicas y sociales»
10. Quien ama a Dios, ama a su hermano.	
Nuestra oración debe tener presente los rostros de nues-
tros hermanos, especialmente de quienes más sufren.
11.Testigos y lugares de oración.
Este Consejo invita a todos los cristianos, miembros de la
Iglesia que camina en Ciudad Real -sacerdotes, religiosos y
laicos- a tomar iniciativas para animar, facilitar y acrecentar
el encuentro individual y comunitario con Jesús.
12. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros.
Fijamos nuestra mirada en María para perseverar como
ella en la oración que nos asegura la presencia del Espíritu
Santo y nos hace testigos del Reino de Dios.
Diócesis Ciudad Real

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La oración cristiana: encuentro con Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo

  • 1. Consejo Diocesano de Pastoral En el V Centenario del nacimiento de Santa teresa y en el Año de la Vida Consagrada LA ORACIÓN CRISTIANA Diócesis Ciudad Real
  • 2. Edita: Diócesis de Ciudad Real Imprime: Gráficas Garrido, SL - Ciudad Real
  • 3. La oración cristiana Índice Introducción���������������������������������������������������������������������� 5 I. Llamados a encontrarnos con Dios��������������������������������� 7 II. En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo���� 7 III. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén .��������������������������� 9 IV. Padrenuestro �������������������������������������������������������������� 11 V. Oramos con el Espíritu Santo��������������������������������������� 12 VI. Oramos con la Iglesia������������������������������������������������� 13 VII. Lectura orante de la Biblia������������������������������������������ 15 VIII. La oración, clave de toda la vida cristiana���������������� 16 IX. El encuentro con Jesús, fuente de evangelización����� 17 X. Quien ama a Dios, ama a su hermano������������������������ 19 XI. Maestros y lugares de oración������������������������������������ 21 XII. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros������ 24 Sumario��������������������������������������������������������������������������� 27
  • 4.
  • 5. 5 Introducción 1. El Consejo Diocesano de Pastoral ha dedicado las tres sesiones a reflexionar sobre la oración cristiana porque ha sido la acción prioritaria de la Programación del curso pasa- do en el contexto de la celebración del V Centenario del na- cimiento de Santa Teresa y en el Año de la Vida Consagra- da. La Iglesia, y en ella el papa Francisco, insiste una y otra vez en que la oración es como el manantial que fecunda la acción misionera. Sin oración, la vida cristiana y la acción pastoral languidecen como la siembra a la que le falta el agua. Nos recuerda el Papa que «sin momentos detenidos de adoración, de encuentro orante con la Palabra, de diálo- go sincero con el Señor, las tareas fácilmente se vacían de sentido, nos debilitamos por el cansancio y las dificultades, y el fervor se apaga» (Evangelii gaudium, 262). 2. En nuestra Iglesia se ora. Son miles las personas anónimas que mantienen una relación personal con Dios y, también, son muchos los lugares de oración en nuestra dió- cesis: monasterios femeninos, comunidades de religiosos y religiosas, parroquias, santuarios, ermitas. Sin embargo, esta realidad no nos impide reconocer que los que rezamos, debemos rezar más y mejor; que los que rezan esporádica-
  • 6. La oración cristiana 6 mente han de hacerlo de forma más habitual; y que los que nunca rezan, han de ser invitados a que descubran que el trato con Dios los capacita a ofrecer a los demás lo mejor de sí mismos. Estamos llamados a ser testigos, también de oración. A los laicos les corresponde dar testimonio de que rezan y de que su compromiso de vida encuentra su fuerza en la oración personal y comunitaria. Todos los miembros del pueblo de Dios estamos llama- dos a mantener trato de comunión con Dios sea cual sea la vocación personal y el estado de vida de cada uno. El encuentro individual y comunitario con Dios es constitutivo de la vida cristiana. Urge que los cristianos seamos testi- gos de oración en medio de una sociedad que ha perdido la referencia espiritual tratando de expulsar a Dios de ella. Es de suma actualidad lo que decía Santa Teresa de Jesús de que «en estos tiempos es menester amigos fuertes de Dios» (V 15,5). 3. Este documento está destinado a los fieles laicos de las parroquias, movimientos y asociaciones y quiere ser una herramienta que ayude a mejorar la práctica de la oración. Lo ofrecemos a quienes no tienen práctica de oración y les recomendamos que después de la lectura de cada aparta- do se deje un espacio de silencio para reflexionar y rezar. Nos parece que puede ser también un instrumento válido para algún grupo parroquial de personas adultas alejadas de la Iglesia. Rogamos a las parroquias que hagan llegar el documen- to a las familias cristianas y al mayor número posible de cris- tianos. Y pedimos a los padres cristianos a que continúen enseñando a sus hijos a expresar los primeros balbuceos de la oración vocal como la señal de la cruz, el gloria al Pa- dre, el Padrenuestro, el Ave María, etc.
  • 7. Consejo Diocesano de Pastoral 7 I. Llamados a encontrarnos con Dios 4. Dios nos ha creado por amor para que seamos felices y para mantener un diálogo personal con cada uno de noso- tros. Dios siempre lleva la iniciativa: Sale a nuestro encuen- tro para estar con nosotros porque goza con nosotros: «Mis delicias están con los hijos de los hombres» (Prov 8,31). Podemos relacionarnos con Dios de muchas maneras, pero es la oración el medio más adecuado donde se encuentran el deseo de Dios de estar con los hombres y el deseo de los hombres de estar con Dios. Como dice S. Agustín: Dios tiene sed de que el hombre tenga sed de Él. 5. Sin embargo, en muchas ocasiones, no encuentra Dios la respuesta esperada de los hombres. Dejamos la oración porque no vemos en ella la eficacia inmediata que espera- mos; porque huimos del silencio, que es el medio para per- cibir la presencia de Dios en nosotros y fuera de nosotros; porque pensamos equivocadamente que la oración nada tiene que ver con la vida; y porque en lugar de buscar la glo- ria de Dios buscamos nuestra vana-gloria. Olvidamos que cuando nos alejamos de Dios nos parecemos a aquel que se alejó del manantial del agua fresca y construyó cisternas agrietadas (cf Jr 2, 13). Deseamos que todos los miembros de nuestra Iglesia Diocesana descubran la necesidad de encontrarse con Dios y de perseverar en la oración. II. En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo 6. El contenido y nuestra manera de orar se distinguen del modo de orar de otras religiones y de diversas técnicas de concentración, meditación y autoayuda. En la oración
  • 8. La oración cristiana 8 cristiana el protagonista es Dios uno y trino. Así nos lo ha manifestado Jesucristo. Nuestra vida está referida a Dios, Padre, que nos manifiesta su amor dándonos a su Hijo y enviándonos al Espíritu Santo. Hemos sido creados a ima- gen de Dios y habitados por la Santísima Trinidad desde el instante en que fuimos bautizados en el nombre del Pa- dre, del Hijo y del Espíritu Santo (Mt 28,18). El Credo que confesamos está articulado sobre la referencia a las tres divinas personas. Decía San Juan de Ávila, nuestro querido paisano, celebrando el misterio del nacimiento de Cristo que «desde hoy en adelante no nos tendrá en poco Dios Padre, pues que me da a su Hijo; ni Dios Hijo me tendrá en poco, pues se me da por hermano, ni Dios Espíritu Santo, pues fue el que concertó este negocio» (Sermón, 4,18). Esta ver- dad la experimentaron de tal forma los santos, los grandes orantes, que llenó plenamente su vida. 7. Rezamos a la Santísima Trinidad porque creemos en ella, tal y como lo confesamos en el Credo. El Catecismo de la Iglesia Católica en el número 197 nos dice que «recitar con fe el Credo es entrar en comunión con Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, es entrar también en comunión con toda la Iglesia que nos trasmite la fe». Esta dimensión trinitaria de la oración está en el origen de nuestra fe. Así lo entendie- ron nuestros mayores que nos enseñaron, cuando éramos pequeñitos, a hacer el gesto de la señal de la cruz acom- pañándolo con el nombre de cada una de las tres divinas personas, y a orientar todo nuestra actividad a dar gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. No podemos quedarnos impasibles ante la gran pérdida que supone la desaparición de esta costumbre milenaria trasmitida de padres a hijos por medio de la cual nos ponemos en presencia de Dios. En primer lugar, pedimos a los padres a que habitúen a sus hijos a hacer la señal de la cruz, al menos, en el momento de levantarse, antes de las comidas y al acos-
  • 9. Consejo Diocesano de Pastoral 9 tarse. En segundo lugar,pedimos a los catequistas a que empiecen la sesión de catequesis santiguándose, y a que la finalicen rezando el gloria al Padre... Y en tercer lugar,hagamos la señal de la cruz sabiendo que nos une a Dios y a los hermanos. III. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén 8. Así es como suelen terminar todas las oraciones que dirigimos a Dios. En la Carta que nuestro Obispo, Antonio, ha dirigido a los sacerdotes, les dice que «la esencia de la oración es dialogar con Dios, que nos ha hablado y nos ha- bla, sobre todo, por medio de Jesucristo, (la Palabra hecha carne) y que quiere abrir el diálogo con nosotros» (Carta pastoral sobre la oración en la vida y misión del presbíte- ro). Nuestra oración es cristiana porque tiene su origen en Jesucristo. Por Cristo pasa lo que Dios quiere decirnos y por Cristo pasa lo que queremos decir a Dios. «Nadie va al Padre sino por mí» (Juan 14, 5). Este oficio mediador de Cristo se destaca sobre todo en la Misa. En ella ocupa el lugar central la Plegaria Eucarística que concluye con una fórmula de alabanza final: El celebrante dice: «Por Cristo, con Él y en Él, a Ti, Dios, Padre omnipotente, en la unidad del Espíritu Santo, todo honor y toda gloria por los siglos de los siglos». Y el pueblo le responde: «Amén», es decir, ¡Sí, así es!, ¡Es verdad lo que has dicho y lo que a través de tu palabra se ha realizado! 9. Por Cristo conocemos lo que Dios nos dice ya que es la última y definitiva Palabra del Padre, y, por Cristo conoce- mos el amor del Padre a la humanidad. En Cristo ponemos nuestros ojos y tratamos de corresponderle con nuestra amistad. Somos sus amigos: «a vosotros os llamo amigos porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a cono- cer» (Juan 15, 15). Necesitamos trato personal con Jesús,
  • 10. La oración cristiana 10 pero no un trato cualquiera, sino, como decía santa Teresa, un trato constante de amistad con quien sabemos nos ama (cf. Libro de la Vida, 8, 5). Es en la relación de amistad don- de entramos en contacto con la mente y el corazón de Jesús hasta el punto de sentirnos transformados en él. Como de- cía Pablo: «vivo, pero no yo, sino que es Cristo quien vive en mí» (Gálatas 2, 20).Así lo vemos en la vida de los apóstoles y de los grandes orantes de nuestra Iglesia: Benito, Francis- co de Asís, Teresa de Ávila, Juan de Ávila, Tomás de Villa- nueva, Juan Bautista de la Concepción, etc. Estas vidas dan testimonio de este intercambio amoroso entre Jesús y ellas. 10. Nos urge fortalecer y renovar nuestra relación amisto- sa con Jesús. En ella está una de las claves principales de nuestras dificultades para orar. Hay algo en nuestro interior que hace que no estemos en paz con Él y con nosotros. Sabemos muchas cosas, pero no las hemos asimilado in- teriormente. Hacemos nuestras las palabras del Papa Francisco al co- mienzo de la exhortación Evangelii gaudium: «Invito a cada cristiano, en cualquier lugar y situación en que se encuen- tre, a renovar ahora mismo su encuentro personal con Jesu- cristo o, al menos, a tomar la decisión de dejarse encontrar por Él, de intentarlo cada día sin descanso»… «Éste es el momento para decirle a Jesucristo: «Señor, me he dejado engañar, de mil maneras escapé de tu amor, pero aquí estoy otra vez para renovar mi alianza contigo. Te nece- sito. Rescátame de nuevo, Señor, acéptame una vez más entre tus brazos redentores». (Evangelii gaudium, 3). IV. Padrenuestro 11. Jesús nos da lo que más quiere: nos da a su Padre y nos enseña a dirigirnos a Él. Los discípulos, que compartían
  • 11. Consejo Diocesano de Pastoral 11 vida con Él, recordaban que les había dicho: «Pedid y se os dará, llamad y se os abrirá, buscad y hallaréis» (Lucas 11,9), y habían sido testigos de que no sólo recitaba las ora- ciones habituales de los judíos, sino que se retiraba a so- las a orar, especialmente en los momentos difíciles y antes de tomar una decisión importante. Uno de estos discípulos esperó a que Jesús terminara su oración para preguntarle: «Señor, enséñanos a orar». Él les respondió con la oración del Padrenuestro (Lucas 11, 1 – 4/ Mateo 6,7 – 13). 12. Dice el Catecismo de la Iglesia Católica que la oración del Padrenuestro es resumen de todo el Evangelio y la más perfecta de las oraciones. Así lo ha entendido la Iglesia a lo largo de los siglos y lo ha puesto de relieve al situarla dentro de la Celebración Eucarística. El Padrenuestro es la oración de los que son hijos de Dios en el Hijo y, como Él, están in- vitados a confiar siempre en Dios, Padre, y a desear que su Reino se implante en la tierra. El cristiano nunca debe sentir- se huérfano ni solo. Esta oración forma parte de la herencia que dejó Jesucristo a sus hermanos de todos los tiempos y, por eso, nos gozamos en recitarla diariamente. Escribía santa Teresa: «Es cosa para alabar mucho al Señor cuán subida en perfección es esta oración evangélica […] Espán- tame ver que en tan pocas palabras está toda la contempla- ción y perfección encerrada, que parece no hemos menester otro libro sino estudiar en él» (Camino de Perfección 37.1). Bien recomienda nuestro Obispo Antonio a los sacerdotes que «un estudio sencillo y pormenorizado de la oración del Padrenuestro puede ser un buen método para introducir a nuestro pueblo en la vida de oración» (Carta sobre la oración en la vida y misión del presbítero. Cuestiones prácticas, 6). Recuperemos el gozo del rezo diario del Padrenuestro. Invitamos a todas las familias cristianas a que lo recen en el hogar y recomendamos a las parroquias a que lo desta- quen en las catequesis de niños, jóvenes y adultos.
  • 12. La oración cristiana 12 V. Oramos en el Espiritu Santo 13. Lo mismo que Jesucristo es el camino para ir al Pa- dre, de igual modo no podemos conocer a Jesucristo ni vivir como Él si no es por el Espíritu Santo. «Nadie puede decir Jesús es Señor si no es bajo la acción del Espíritu Santo» (1Cor 12,3).El Espíritu completa y lleva adelante en nosotros la acción de Jesús. Es quien continúa en nosotros su obra. Decía San Juan de Ávila que «así como Jesucristo predi- caba, ahora el Espíritu Santo predica; así como enseñaba, así el Espíritu Santo enseña; así como Cristo consolaba, así el Espíritu Santo consuela y alegra. ¿Qué pides? Qué buscas? ¿Qué quieres más? ¡Que tengas tú un consejero, un rayo, un administrador, uno que te guíe, que te aconse- je, que te esfuerce, que te encamine, que te acompañe en todo y por todo! (Sermón 30, 19). El Espíritu lleva adelante nuestra filiación: «Todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Pues no recibisteis un espíritu de esclavitud para recaer en el temor; antes bien, recibisteis un espíritu de hijos adoptivos que nos hace exclamar: ¡Abba, Padre!» (Romanos 8, 14 – 15). 14. El Espíritu es a la Iglesia, lo que el alma es a los miembros del cuerpo. Le da vida y unidad, la embellece y rejuvenece, la guía y la lanza a la misión (Cf. Gaudium et spes, 4). El papa Francisco reclama hoy una evangelización con espíritu, es decir, una evangelización con Espíritu Santo. Para tal fin se necesitan evangelizadores con Espíritu, «que se abran sin temor a la acción del Espíritu Santo” para “salir de sí mismos” […] “ para anunciar la novedad del Evangelio con audacia (parresía), en voz alta y en todo tiempo y lugar, incluso a contracorriente, apoyados en la oración» (Evange- lii gaudium, 259). «Evangelizadores con Espíritu —continúa afirmando el Papa— quiere decir, evangelizadores que oran y trabajan» (Evangelii gaudium, 262).
  • 13. Consejo Diocesano de Pastoral 13 15. La fuerza del Espíritu nos une a los cristianos y nos envía a ser auténticos testigos de Jesucristo. Sólo su pre- sencia hace verdadera nuestra oración: «el Espíritu viene en ayuda de nuestra flaqueza. Pues nosotros no sabemos pedir como conviene; mas el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos inefables» (Rm 8, 26 – 27). Pidamos al Espíritu Santo que venga a nosotros,trans- forme nuestros corazones,nos consuele,nos reconforte, encienda en nosotros la llamada de su amor y nos capa- cite para la misión. VI. Oramos con la Iglesia 16. El papa Francisco nos recuerda que «la Iglesia nece- sita imperiosamente el pulmón de la oración” y se alegra de “que se multipliquen en todas las instituciones eclesiales los grupos de oración, de intercesión, de lectura orante de la Palabra, las adoraciones perpetuas de la Eucaristía» (Evan- gelii gaudium,262). Los cristianos formamos el Cuerpo mís- tico de Cristo y sería una contradicción que no tuviéramos relación con Él. Somos miembros de un pueblo orante. En la Iglesia hemos aprendido a orar y desde ella oramos. Como nos recuerda el Papa, «si creemos, si sabemos rezar, si co- nocemos al Señor y podemos escuchar su Palabra, si lo sentimos cercano y lo reconocemos en los hermanos, es porque otros, antes que nosotros, han vivido la fe y luego nos la han transmitido» (Audiencia, 25 de junio de 2014). 17. Rezar con la Iglesia y en la Iglesia nos lleva a partici- par en los sacramentos, que son las grandes oraciones de la Iglesia, sobre todo, en la Eucaristía. La misa es la gran oración de Cristo y, al mismo tiempo, es la gran oración de la Iglesia. La participación en ella es una exigencia para los seguidores de Jesús porque nos unimos a su muerte y re-
  • 14. La oración cristiana 14 surrección, nos alimentamos con su Cuerpo y Sangre, forta- lecemos la fraternidad entre nosotros, dinamizamos nuestra caridad con los pobres y avivamos nuestra esperanza en la llegada de un cielo nuevo y una tierra nueva. 18. Orar en la Iglesia y con la Iglesia lleva además a tratar de rezar la Liturgia de las Horas. Este modo de ora- ción es importante porque «es la voz de la misma Esposa la que habla al Esposo; más aún, es la oración de Cristo, con su mismo Cuerpo, al Padre» (Sacrosantum concilium, 84). Los religiosos y sacerdotes tienen el deber de rezar todo el oficio divino. Nuestro obispo, Antonio, anima a los sacerdotes a valorar que «insertos en este diálogo eter- no aportamos nuestra pequeñísima y necesaria oración de las horas con la Iglesia extendida por toda la tierra» (Carta sobre la oración en la vida y misión del presbítero). Esto no quiere decir que el resto de cristianos no estemos invitados a hacer lo mismo, dado que «cuando los fieles son convocados y se reúnen para la Liturgia de las Horas, uniendo sus corazones y sus voces, visibilizan a la Iglesia, que celebra el misterio de Cristo» (Ordenación General de la Liturgia de las Horas, 22). Desde este Consejo, animamos a la participación en la misa, sobre todo, de los domingos, porque en ella nos alimentamos con el pan de la Palabra y del Cuerpo de Cristo, fortalecemos la comunión entre los hermanos y renovamos conjuntamente nuestro compromiso de vida y nuestro testimonio en el mundo. Al mismo tiempo os invitamos a que os reunáis en vuestras parroquias para rezar alguna de las Horas como Laudes y Vísperas y, si por diversas razones no fuera posible, tratad de hacerlo en vuestro propio hogar.
  • 15. Consejo Diocesano de Pastoral 15 VII. Lectura orante de la Biblia 19. El concilio Vaticano II nos recuerda que «a la lectura de la Sagrada Escritura debe acompañar la oración para que se realice el diálogo de Dios con el hombre, pues a Dios hablamos cuando oramos y a Dios escuchamos cuando leemos su Palabra» (Dei verbum, 25). Siglos antes, había escrito san Juan de Ávila: «Si no queréis errar en el camino del cielo, inclinad vuestra oreja, quiero decir, vuestra razón, sin temor de ser engañada; inclinadla con profundísima re- verencia a la palabra de Dios, que está dicha en toda la Es- critura» (Audi Filia, 45,3). A los cristianos se nos invita leer la Palabra para escucharla y orarla. 20. En continuidad con la exhortación postsinodal Verbum Domini 87, el papa Francisco, nos dice que «hay una forma concreta de escuchar lo que el Señor nos quiere decir en su Palabra y de dejarnos transformar por el Espíritu. Es lo que llamamos lectio divina. Consiste en la lectura de la Palabra de Dios en un momento de oración para permitirle que nos ilumine y nos renueve» (Evangelii gaudium, 152). La finalidad de la lectura de un texto bíblico no es conocer lo que Dios dijo, sino preguntarnos: «Señor, ¿Qué me dice a mí este texto? ¿Qué quieres cambiar en mi vida con este mensaje? ¿Qué me molesta en este texto? ¿Por qué no me interesa?, o bien: ¿Qué me agrada? ¿Qué me estimula de esta Palabra? ¿Qué me atrae? ¿Por qué me atrae?» (Evangelii gaudium, 153). La lectura orante de la Palabra nos ha de llevar a un compromi- so de vida para que lleguemos a ser un regalo para los de- más. Orar no es colocarse fuera de nuestro mundo real, sino en medio de él porque es allí donde Dios habita, donde Dios escucha y donde Dios habla. La persona que reza descubre que no está sola en el mundo, sino que Alguien le acompaña. Nuestras parroquias han de invitar a los cristianos a hacer una lectura creyente de la Palabra a través de la
  • 16. La oración cristiana 16 constitución de grupos donde se ejercite la lectio divina y han de poner los medios oportunos para que se lea“el Evangelio de cada día”en los hogares cristianos. VIII. La oración, clave de toda la vida cristiana 21. Así titula nuestro Obispo uno de los apartados de su Carta a los sacerdotes. Les invita y nos invita a que no ore- mos sólo en ciertos momentos, sino en todo tiempo y en los acontecimientos de cada día. Escribe: «Me fijo especial- mente en este aspecto, pues, como advierte el mismo Papa Francisco, hemos de estar atentos a las falsas espiritualida- des que pueden estar asentadas en nuestras comunidades y en nosotros mismos. El Catecismo de la Iglesia Católica —dice— es concluyente: «Orar en los acontecimientos de cada día y de cada instante es uno de los secretos del Rei- no revelados a los “pequeños”, a los servidores de Cristo, a los pobres de las bienaventuranzas. Es justo y bueno orar para que la venida del Reino de justicia y de paz influya en la marcha de la historia, pero también es importante impreg- nar de oración las humildes situaciones cotidianas. Todas las formas de oración pueden ser la levadura con la que el Señor compara el Reino (cf. Lc13, 20-21) (Catecismo, 2660) De ahí brotará la necesidad y, a la vez, la exigencia de per- fección y de santidad en la vida...Será la respuesta a la in- vitación “sed perfectos”». (Carta a los sacerdotes, sobre la oración en la vida y misión del presbítero). 22.Dios quiere encontrarse con nosotros en todo momen- to y circunstancia, también cuando nos sentimos obligados a una gran actividad. Decía Teresa a sus monjas: «Pues, ¡ea!, hijas mías, no haya desconsuelo, cuando la obediencia os trajere empleadas en cosas exteriores, entender que, si es en la cocina, entre los pucheros anda el Señor, ayudán- doos en lo interior y exterior» (Fundaciones 5, 8). El cristiano
  • 17. Consejo Diocesano de Pastoral 17 ha de aprender a orar con la vida. Todos estamos invitados a orar, pero no de la misma manera. Dios quiere encontrar- se con nosotros desde nuestra situación personal y desde nuestro estado de vida. Dios se manifiesta en el “hoy” de la historia, también de nuestra historia personal. Orar con la vida significa orar en medio del mundo. A los seglares les corresponde principalmente establecer un diálogo con Dios en medio de sus ocupaciones, preocupaciones y desvelos por transformar la sociedad en la que viven. Cada uno estamos llamados a orar desde nuestra propia vocación. Los sacerdotes, religiosos y seglares deberemos estar muy atentos para descubrir lo que Dios quiere decirnos cada día. Orar con la vida diaria significa incluir en la oración la familia de la que formamos parte y nuestro papel en ella, el trabajo que realizamos y cómo lo llevamos a cabo, la situación social en la vivimos y nuestra respuesta a ella, sobre todo, a los problemas que sufre nuestro prójimo. IX. El encuentro con Jesús, fuente de evangelización 23.En el encuentro con Jesús «está el manantial de la ac- ción evangelizadora. Porque si alguien ha acogido ese amor que le devuelve el sentido de la vida, ¿cómo puede contener el deseo de comunicarlo a otros?» (Evangelii gaudium, 8). El encuentro con Jesús engendra misioneros. Dice el papa Francisco que «si uno de verdad ha hecho una experiencia del amor de Dios que lo salva, no necesita mucho tiempo de preparación para salir a anunciarlo, no puede esperar que le den muchos cursos o largas instrucciones. Todo cristiano es misionero en la medida en que se ha encontrado con el amor de Dios en Cristo Jesús; ya no decimos que somos
  • 18. La oración cristiana 18 discípulos y misioneros, sino que somos siempre discípulos misioneros» (Evangelii gaudium, 120). 24. El Evangelio posee en sí mismo una fuerza trans- formadora de la persona y de la sociedad. El anuncio del Evangelio —acaban de escribir los obispos españoles— «es fermento de libertad y de fraternidad, ha ido acompa- ñado siempre de la promoción humana y social de aque- llos a los que se anuncia» (Iglesia servidora de los pobres, 39). Como resalta con fuerza el Papa Francisco, la evan- gelización tiene una clara implicación social (cf. Evange- lii gaudium, 176). Animamos a que nuestra oración tenga siempre presente nuestro compromiso evangelizador y las situaciones que manifiestan tanto la ausencia como la pre- sencia de Dios en la historia. Los miembros del Consejo Diocesano de Pastoral nos preguntamos: ¿No será que la falta de pasión por anunciar el Evangelio y la debilidad de testimonio cristiano en la familia, en el centro educativo, en el puesto de trabajo, en la calle o en la plaza, etc., es resultado de la falta de encuentro personal con Jesús? El Papa trata de responder a esta situación y escribe: «si no sentimos el intenso deseo de comunicarlo, necesitamos detenernos en oración para pedirle a El que vuelva a cau- tivarnos. Nos hace falta clamar cada día, pedir su gracia para que nos abra el corazón frío y sacuda nuestra vida tibia y superficial» (Evangelii gaudium, 264) Siglos antes, Teresa de Jesús decía a sus monjas: «Creed, hermanas, que los soldados de Cristo, que son los que tienen contem- plación y tratan de oración, están esperando con ansia la hora de pelear» (Camino de Perfección, 38, 2). Queremos ser, con toda la Iglesia, sal y levadura que ofrezca a la sociedad lo aprendido en la oración. Como nos recuerdan nuestros obispos: «El Evangelio afecta al hombre entero y lo interpela en todas su estructuras: personales, económicas y sociales».
  • 19. Consejo Diocesano de Pastoral 19 X. Quien ama a Dios, ama a su hermano 25. El que ora pone su corazón en contacto con el co- razón de Dios. Y el corazón de Dios, que es compasivo y misericordioso, oye el clamor y el grito de los que sufren, y toma partido por ellos. Así, el que entra en contacto con Dios recibe de Él el encargo de tomar parte en la tarea de liberar a los que sufren. El cristiano que ora no puede per- manecer indiferente ante el dolor de los hermanos, sino que escucha sus quejas, ve su sufrimiento y se compromete en llevar adelante los deseos de Dios. La oración debe tener presente los rostros concretos de nuestros hermanos, espe- cialmente de quienes sufren. Dicen nuestros obispos en el Documento, Iglesia servidora de los pobres, que «es muy importante no disociar acción y contemplación, lucha por la justicia y vida espiritual» (n.º 37). 26. Oración y caridad van juntas. A mayor espíritu de oración, mayor amor al prójimo porque quien está cerca de Dios recibe mucho amor. El amor al prójimo es garantía del amor verdadero a Dios. Si no crece el amor al prójimo, hay que revisar la oración que se hace porque puede ser un ejercicio de egoísmo auto-referencial y de búsqueda perso- nal. La oración nos centra en Dios y nos descentra de noso- tros mismos. Dice el Papa que sólo gracias al encuentro con Jesús «somos rescatados de nuestra conciencia aislada y de la auto-referencialidad. Llegamos a ser plenamente hu- manos cuando somos más que humanos, cuando le per- mitimos a Dios que nos lleve más allá de nosotros mismos para alcanzar nuestro ser más verdaderos» (Evangelii gau- dium, 8) El contacto con Dios contagia de tal forma a quien ora cristianamente que trata de que su vida refleje el modo de ser y de comportarse de Dios. 27. Dios tiene preferencia por los pobres. «El corazón de Dios –dice el Papa Francisco– tiene un sitio preferencial
  • 20. La oración cristiana 20 para los pobres, tanto que él mismo se hizo pobre» (Evan- gelii gaudium, 197). Los pobres son para nosotros sacra- mentos de la presencia de Dios. «Es necesario que todos nos dejemos evangelizar por ellos. La nueva evangelización es una invitación a reconocer la fuerza salvífica de sus vidas y a ponerlos en el centro del camino de la Iglesia. Estamos llamados a descubrir a Cristo en ellos, a prestarles nuestra voz en sus causas, pero también a ser sus amigos, a escu- charlos, a interpretarlos y a recoger la misteriosa sabiduría que Dios quiere comunicarnos a través de ellos» (Evangelii gaudium, 198). 28. El papa Francisco nos recuerda que «se debe re- chazar la tentación de una espiritualidad oculta e indivi- dualista, que poco tiene que ver con las exigencias de la caridad y con la lógica de la Encarnación» (Evange- lii gaudium, 262). Santa Teresa ponía en guardia a sus monjas para que no desconectaran la oración del amor al prójimo. Les decía: «Que no, hermanas, no; obras quiere el Señor; y que si ves a una enferma a quien puedes dar algún alivio, no se te dé nada de perder esa devoción y te compadezcas de ella; y si tiene algún dolor, te duela a ti; y si fuere menester, lo ayunes porque ella lo coma; no tanto por ella, como porque sabes que tu Señor quiere aquello (Moradas Quintas, 3, 11)». El ejercicio de la cari- dad es el sello que autentifica la oración verdadera: «Si alguno dice: “Amo a Dios”, y aborrece a su hermano, es un mentiroso, pues quien no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios a quien no ve. Y hemos recibido de Él este mandato: quien ama a Dios, ame también a su hermano» (1Jn 4, 20 – 21). Nuestra oración debe tener presente los rostros de nuestros hermanos, especialmente de quienes más sufren.
  • 21. Consejo Diocesano de Pastoral 21 XI. Maestros y lugares de oración (Catecismo de la Iglesia Católica, 2685-2690). 29. La persona que ora no surge por generación espon- tánea sino que necesita unos testigos, unos servidores y también unos lugares. a) Testigos son los santos: Éstos son modelos de ora- ción porque son modelos de vida. «Los grandes hombres y mujeres de Dios son grandes intercesores […] Pode- mos decir que el corazón de Dios se conmueve por la intercesión» (Evangelii gaudium, 283). A ellos podemos acudir y a ellos podemos imitar. b) Servidores son, entre otros: • La familia cristiana. En ella se aprende a orar. La oración familiar marca la vida de sus miembros, so- bre todo, de los más pequeños. Animamos a nuestras familias a que enseñen a orar y tengan espacios de oración común. • Los ministros ordenados. Estos han sido llama- dos para ser guiar a la comunidad cristiana a las fuen- tes de la oración como son la Palabra de Dios, la litur- gia, la vida teologal y el hoy de Dios en las situaciones concretas. • Los religiosos. Todas las personas consagradas, no sólo las de vida contemplativa, consideran la ora- ción como razón fundamental, apoyo y propaganda de su vida. • Los catequistas. No es suficiente que los cate- quistas hablen de la importancia de la oración para la vida cristiana, si ellos no rezan. El mejor servidor de oración es el que ora. Los catequistas están llamados
  • 22. La oración cristiana 22 a enseñar a los niños a orar y a dar ejemplo de que ellos también oran en privado y comunitariamente, so- bre todo, a través de la participación en la Misa. • Los grupos de oración o “escuelas de oración” son signos y acicates de la renovación de la oración de la Iglesia, con tal de que salvaguarden la comunión y beban en las auténticas fuentes de la oración cris- tiana. c) Lugares favorables para la oración: Podemos hablar con Dios en todo momento y lugar, sin embargo, no es indiferente la elección del espacio. De entre los innumerables lugares, destacamos dos: • El templo o iglesia. Dice el Catecismo de la Igle- sia Católica que es el lugar propio de la oración litúr- gica y lugar privilegiado para la adoración de la pre- sencia real de Cristo en el Sagrario. Es conveniente que recordemos que la Eucaristía es fuente de ora- ción comunitaria y de oración personal. Para que los cristianos puedan orar en las templos, hace falta que estén abiertos. Dice el Papa Francisco que la Iglesia, «está llamada a ser siempre la casa abierta del Padre. Uno de los signos concretos de esa apertura es tener templos con las puertas abiertas en todas partes. De ese modo, si alguien quiere seguir una moción del Es- píritu y se acerca buscando a Dios, no se encontrará con la frialdad de unas puertas cerradas» (Evangelii gaudium, 47). En esta misma dirección, nuestro Obis- po en su Carta pastoral sobre la oración dirigida a los sacerdotes les recomienda que dediquen «un tiempo a la oración, abierto el templo, junto al sagrario» y que vean el modo de «ampliar horarios para que nuestros templos estén abiertos y con ambientes preparados
  • 23. Consejo Diocesano de Pastoral 23 que faciliten la interioridad y desde ahí el encuentro personal con el Señor. Unos materiales sencillos que se puedan llevar a casa (sin excluir los modernos medios electrónicos). Hacerse cargo de la apertura del templo en las horas más apropiadas, es un buen apostolado que debemos ofrecer a las buenas gentes que se saben turnar para tener abierto y mantener vi- gilado el templo, cuando nuestras ocupaciones no nos permiten otra cosa» (Carta sobre la oración en la vida y misión del presbítero. Cuestiones prácticas, 1 y 8). • Los hogares cristianos: El hogar es la principal escuela de oración. En él se aprende a ser cristiano y, por tanto, a orar. La Iglesia doméstica también necesi- ta la oración para llevar adelante su compromiso en la Iglesia y en la sociedad. Las oraciones y los compor- tamientos que aprendimos en casa, no se olvidan. En los Lineamenta para el próximo Sínodo sobre la fami- lia se afirma que «toda la pastoral familiar deberá de- jarse plasmar interiormente y formar a los miembros de la Iglesia doméstica mediante la lectura orante y eclesial de la Sagrada Escritura» porque «no es solo una buena nueva para la vida privada de las personas, sino también un criterio de juicio y una luz para el dis- cernimiento de los diferentes desafíos a los que se en- frentan los cónyuges y las familias» (Proposición 34). 30. Tiempo para la creatividad en todos los campos pastorales, también en este de la oración individual y co- munitaria. Dice nuestro obispo, citando al Catecismo, que «deberemos poner nuestra atención personal y pastoral en facilitar espacios de contemplación y reflexión de los creyen- tes que conservan en su corazón los acontecimientos y las palabras de la economía de la salvación» (Carta sobre la oración en la vida y misión del presbítero). No tenemos por- qué reducirnos a utilizar espacios y fórmulas recibidas que
  • 24. La oración cristiana 24 han sido fruto de la iniciativas anteriores. También nosotros estamos llamados a crear espacios y expresiones que sean adecuados para que los cristianos de hoy recemos. El papa Francisco nos anima a «...imaginar espacios de oración y de comunión con características novedosas, más atractivas y significativas para los habitantes urbanos» (Evangelii gau- dium, 73). La llamada a la creatividad no sólo afecta a la actividad pastoral sino también a la oración.Y es que iniciar en la oración, junto con la caridad, es la acción pastoral más hermosa. Este Consejo invita a todos los cristianos, miembros de la Iglesia que camina en Ciudad Real —sacerdotes, religiosos y laicos— a tomar iniciativas para animar,faci- litar y acrecentar el encuentro individual y comunitario con Jesús. XII. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros 31. María era una mujer creyente que oraba. Su vida en- tera la puso a disposición de los planes de Dios: «He aquí la esclava del Señor. Hágase en mí según tu Palabra» (Lc 1,38). Ora al Padre reconociendo su acción maravillosa en ella (Lc 1, 46-55). Ora e intercede ante su Hijo, Jesús, en las bodas de Caná (Jn 2, 3-5). Está al pie de la cruz (Jn 19,25). Acompaña a los apóstoles en la oración a la espera del Espíritu Santo (Hech 1,14). El modo de orar de María es ejemplo para los cristianos. 32. Cristo nos da a su Madre. María -dice el Papa Fran- cisco- es «el regalo de Jesús a su pueblo». Es la Madre de todos y «como Madre de todos…camina con nosotros, lucha con nosotros y derrama incesantemente la cercanía del amor de Dios» (Evangelii gaudium, 286). Esta verdad forma parte de la entraña del pueblo cristiano. Podemos
  • 25. Consejo Diocesano de Pastoral 25 orar con ella y a ella. El amor filial a la Virgen María, a través de tantas advocaciones, es un testimonio de esta realidad. Nos recuerda el mismo Papa que «es allí, en los santuarios donde puede percibirse cómo María reúne a su alrededor a los hijos que peregrinan con mucho esfuerzo para mirarla y dejarse mirar por ella.Allí encuentran la fuerza de Dios para sobrellevar los sufrimientos y cansancios de la vida» (Evan- gelii gaudium, 286). 33. María es la mujer contemplativa «en salida». Es la Madre de la Iglesia «en salida». «Es la mujer orante y traba- jadora de Nazaret, y también es nuestra Señora de la pron- titud, la que sale de su pueblo para auxiliar a los demás “sin demora (Lc 1, 39)» (Evangelii gaudium, 288). En esta etapa misionera de la Iglesia en la que se nos invita a salir de nosotros para encontrarnos con los que viven en las perife- rias, debemos centrar nuestra mirada en María para percibir cómo sus «ojos misericordiosos» están siempre pendientes de sus hijos más necesitados. La Iglesia nos recomienda unas oraciones marianas de larga tradición: a) El rezo del Ave María. En ella existe un doble movi- miento: de una parte, de reconocimiento de las maravillas que Dios hizo en ella y por ella; y de otra, de confianza en que ella escucha nuestras súplicas y alabanzas. b) El rezo del Rosario, del que Pio XII dijo que era «compendio de todo el evangelio» porque de él se saca el enunciado de los misterios de la vida de Cristo para contemplarlos con la compañía e intercesión de la Virgen María. c) Y el rezo de la oración del Angelus con la que trae- mos a nuestra memoria el papel de María en el misterio
  • 26. La oración cristiana 26 de la encarnación. El papa Benedicto recomendó que «es conveniente que el pueblo de Dios, las familias y las comunidades de personas consagradas sean fieles a esta plegaria mariana… porque en el rezo del Angelus Domini pedimos a Dios que, por intercesión de María, nos sea dado también a nosotros el cumplir como Ella la voluntad de Dios y acoger en nosotros su Palabra» (Verbum Domini, 88). Fijamos nuestra mirada en María para perseverar como ella en la oración que nos asegura la presencia del Espíritu Santo y nos hace testigos del Reino de Dios.
  • 28. Sumario del documento sobre la Oración Cristiana 28 Introducción 1. El Consejo Diocesano de Pastoral ha dedicado las tres sesiones a reflexionar sobre la oración cristiana porque ha sido la acción prioritaria de la Programación del curso pasado en el contexto de la celebración del V Centenario del nacimiento de Santa Teresa y en el Año de la Vida Consa- grada. La Iglesia, y en ella el Papa Francisco, insiste una y otra vez en que la oración es como el manantial que fecunda la acción misionera. Sin oración, la vida cristiana y la acción pastoral languidecen como la siembra a la que le falta el agua. Nos recuerda el Papa que «sin momentos detenidos de adoración, de encuentro orante con la Palabra, de diálo- go sincero con el Señor, las tareas fácilmente se vacían de sentido, nos debilitamos por el cansancio y las dificultades, y el fervor se apaga» (Evangelii gaudium, 262). 2. En nuestra Iglesia se ora. Son miles las personas anónimas que mantienen una relación personal con Dios y, también, son muchos los lugares de oración en nuestra dió- cesis: monasterios femeninos, comunidades de religiosos y religiosas, parroquias, santuarios, ermitas. Sin embargo, esta realidad no nos impide reconocer que los que rezamos, debemos rezar más y mejor; que los que rezan esporádica- mente han de hacerlo de forma más habitual; y que los que nunca rezan, han de ser invitados a que descubran que el trato con Dios los capacita a ofrecer a los demás lo mejor de sí mismos. Estamos llamados a ser testigos, también de oración. A los laicos les corresponde dar testimonio de que rezan y de que su compromiso de vida encuentra su fuerza en la oración personal y comunitaria. 3. Todos los miembros del pueblo de Dios estamos lla- mados a mantener trato de comunión con Dios sea cual sea la vocación personal y el estado de vida de cada uno. El encuentro individual y comunitario con Dios es constitutivo
  • 29. Consejo Diocesano de Pastoral 29 de la vida cristiana. Urge que los cristianos seamos testigos de oración en medio de una sociedad que ha perdido la re- ferencia espiritual tratando de expulsar a Dios de ella. Es de suma actualidad lo que decía Santa Teresa de Jesús de que «en estos tiempos es menester amigos fuertes de Dios» (V 15,5). 4. Este documento está destinado a los fieles laicos de las parroquias, movimientos y asociaciones y quiere ser una herramienta que ayude a mejorar la práctica de la oración. Lo ofrecemos a quienes no tienen práctica de oración y les recomendamos que después de la lectura de cada apartado se deje un espacio de silencio para reflexionar y rezar. Nos parece que puede ser también un instrumento válido para algún grupo parroquial de personas adultas alejadas de la Iglesia. 5. Rogamos a las parroquias que hagan llegar el do- cumento a las familias cristianas y al mayor número posi- ble de cristianos. Y pedimos a los padres cristianos a que continúen enseñando a sus hijos a expresar los primeros balbuceos de la oración vocal como la señal de la cruz, el gloria al Padre, el Padrenuestro, el Ave María, etc. Contenido Facilitamos a continuación un resumen con las conclu- siones de cada uno de los 12 puntos que han guiado nues- tra reflexión: 1. Llamados a encontrarnos con Dios Deseamos que todos los miembros de nuestra Iglesia Diocesana descubran la necesidad de encontrarse con Dios y de perseverar en la oración.
  • 30. Sumario del documento sobre la Oración Cristiana 30 2. En el nombre del Padre, y del Hijo,y del Espíritu Santo. En primer lugar, pedimos a los padres a que habitúen a sus hijos a hacer la señal de la cruz, al menos, en el mo- mento de levantarse, antes de las comidas y al acostarse. En segundo lugar, pedimos a los catequistas a que em- piecen la sesión de catequesis santiguándose, y a que la finalicen rezando el gloria al Padre... Y en tercer lugar, hagamos la señal de la cruz sabiendo que nos une a Dios y a los hermanos. 3. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén. Hacemos nuestras las palabras del papa Francisco al co- mienzo de la exhortación Evangelii gaudium: «Invito a cada cristiano, en cualquier lugar y situación en que se encuen- tre, a renovar ahora mismo su encuentro personal con Jesu- cristo o, al menos, a tomar la decisión de dejarse encontrar por Él, de intentarlo cada día sin descanso»… «Éste es el momento para decirle a Jesucristo: «Señor, me he dejado engañar, de mil maneras escapé de tu amor, pero aquí es- toy otra vez para renovar mi alianza contigo. Te necesito. Rescátame de nuevo, Señor, acéptame una vez más entre tus brazos redentores» (Evangelii gaudium, 3). 4. Padrenuestro. Recuperemos el gozo del rezo diario del Padrenuestro. Invitamos a todas las familias cristianas a que lo recen en el hogar y recomendamos a las parroquias a que lo destaquen en las catequesis de niños, jóvenes y adultos.
  • 31. Consejo Diocesano de Pastoral 31 5. Ven, Espíritu Santo. Pidamos al Espíritu Santo que venga a nosotros, trans- forme nuestros corazones, nos consuele, nos reconforte, encienda en nosotros la llamada de su amor y nos capacite para la misión 6. Oramos con la Iglesia. Desde este Consejo, animamos a la participación en la misa, sobre todo, de los domingos, porque en ella nos ali- mentamos con el pan de la Palabra y del Cuerpo de Cristo, fortalecemos la comunión entre los hermanos y renovamos conjuntamente nuestro compromiso de vida y nuestro testi- monio en el mundo. Al mismo tiempo os invitamos a que os reunáis en vues- tras parroquias para rezar alguna de las Horas como Lau- des y Vísperas y, si por diversas razones no fuera posible, tratad de hacerlo en vuestro propio hogar. 7. Lectura orante de la Biblia. Nuestras parroquias han de invitar a los cristianos a ha- cer una lectura creyente de la Palabra a través de la consti- tución de grupos donde se ejercite la lectio divina y han de poner los medios oportunos para que se lea “el Evangelio de cada día” en los hogares cristianos. 8. La oración, clave de toda la vida cristiana. Cada uno estamos llamados a orar desde nuestra propia vocación. Los sacerdotes, religiosos y seglares deberemos estar muy atentos para descubrir lo que Dios quiere decir- nos cada día.
  • 32. Sumario del documento sobre la Oración Cristiana 32 Orar con la vida diaria significa incluir en la oración la familia de la que formamos parte y nuestro papel en ella, el trabajo que realizamos y cómo lo llevamos a cabo, la situa- ción social en la vivimos y nuestra respuesta a ella, sobre todo, a los problemas que sufre nuestro prójimo. 9. El encuentro con Jesús, fuente de evangelización. Queremos ser, con toda la Iglesia, sal y levadura que ofrezca a la sociedad lo aprendido en la oración. Como nos recuerdan nuestros obispos: «El Evangelio afecta al hombre entero y lo interpela en todas su estructuras: personales, económicas y sociales» 10. Quien ama a Dios, ama a su hermano. Nuestra oración debe tener presente los rostros de nues- tros hermanos, especialmente de quienes más sufren. 11.Testigos y lugares de oración. Este Consejo invita a todos los cristianos, miembros de la Iglesia que camina en Ciudad Real -sacerdotes, religiosos y laicos- a tomar iniciativas para animar, facilitar y acrecentar el encuentro individual y comunitario con Jesús. 12. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros. Fijamos nuestra mirada en María para perseverar como ella en la oración que nos asegura la presencia del Espíritu Santo y nos hace testigos del Reino de Dios.
  • 33.