2. Christine es una chica pasada de vueltas que está triste
con todo y especialmente con sus amantes que nunca llegan a
novios. En estas circunstancias es fácil dejarse afectar por los
sentimientos y es difícil pensar de una forma madura,
poniendo distancia ante las emociones, objetivándolas.
Decimos sí a la primera persona que se fija en nosotros. Por
eso ella está triste, tiene prisa por encontrar su media naranja
y casarse, pues se le pasa la edad.
Un dia se encuentra a Joe, un chico bien plantado que va
en una Harley, se atreve a hablar con él, en un bar musical.
No es como los otros chicos de su ambiente, tiene algo
especial: sus ojos son como un espejo para ella; atisba algo...
esos ojos le hacen ver a Jesús. No durmió aquella noche, por
culpa de la mirada de Joe, le llevaba a pensar en viejas
heridas, escondidas por miedo.
3. Ella rezó a Dios, por primera vez
en mucho tiempo: "quiero saber por
qué dejaste sin respuesta tantas de
mis pregarias. Quiero saber por qué
has hecho tan difícil la vida de tanta
gente, ya sabes, hambre,
enfermedades y todo eso. Y aún más,
¿por qué estableciste un montón de
reglas que no hay manera de seguir
en el noventa por ciento de los casos y
luego nos vendes el cuento de la
culpabilidad cuando infringimos esas
reglas?... esos mandamientos eran
bastante estrictos, ¿no crees? No
daban margen a flaquezas humanas ni
a circunstancias atenuantes..." (Tomo
citas de “God on a Harley”, de Joan
Brady, añadiendo otras
consideraciones mías).
4. Le pareció oír en su interior que alguien le hablaba: "Es
sencillo. Te estoy preparando para vivir. Me refiero a vivir
de verdad, sin reservas...”
Ella hasta ahora había entendido sólo los
mandamientos negativos, el padre que dice al niño "no
toques el fuego", porque es malo.
Había entendido que la felicidad en realidad pasa por el
esfuerzo por el cumplimiento de los mandamientos; el que
los cumple es feliz; pero se había revelado ante esto, no
sabía que esto implicaba “sentirse amada”, y ahora le parecía
oír: "Soy el 'Dios' que piensas que te juzga y te castiga. Pero
no me conoces...
Pero debes creerme, Christine: soy el Dios que te vio
crecer y caer en la desesperanza. Intenté ayudarte muchas
veces, pero en vez de confiar en mí y aceptar mi ayuda,
escogiste enfadarte, ponerte a la defensiva. Puedo
entenderlo, pero espero que tú a tu vez entiendas que nunca
he dejado de quererte ni te he abandonado... conozco tus
opiniones acerca de la religión... la gente también lió
bastante el tema. Interpretaron erróneamente casi todo lo
que dije y luego incluso libraron guerras para ver quién
tenía razón..."
5. Christine sintió una paz especial, aquellos días
fue leyendo y encontraba en los libros justo lo
que necesitaba, como si después de una lección
aprendida se le abriera el libro en la siguiente;
entendió que la Iglesia es una madre que nos
ama y adapta los mandatos a la realidad
cotidiana de los hombres, ahora bien, si
nosotros no podemos cumplirlos, nos perdona
(sacramento de la “reconcilación” -palabra
preciosa-) y nos acoje.
La madre nos ama muchísimo, quiere lo mejor
para nosotros, pero también entiende nuestras
debilitades.
6. Cuando hablaba con gente, ahora encontraba en los
demás como ángeles que le sugerían aquellos puntos que
daban en el clavo, respuesta a lo que tenía en la cabeza, a sus
dudas, veía lo que necesitaba.
Entendía Christine cosas nuevas, una amiga le dijo que
“el día que vivimos en primera persona todo esto, te das
cuenta de que Él siempre ha estado a tu lado, que te quiere
con locura, exclusivamente, entiendes que la fuerza del
AMOR, lo perdona todo, TODO… las palabras de San Pablo
toman vida y encuentran el sentido… y es en este momento
cuando aprendes a no torturarte por el pecado. Es entonces
cuando quieres hacer lo mejor posible las cosas, únicamente
por AMOR a Aquel que te ha mostrado una ternura infinita”.
Le decía esta amiga: “Con respecto al silencio del Señor,
yo he constatado en mi persona que Él nos habla
continuamente, yo no creo en las casualidades. El que suele
pasar es que nosotros no lo queremos escuchar, demasiado
inmersos en nuestras preocupaciones (lo cual es una
absurdidat total, la preocupación no lleva a ninguna parte, es
“un sentimiento autodestructivo, cuando llegan las cosas ya
nos nos ocuparemos de ellas, el Señor nos da medios para
afrontar cada momento...”
7. Ella se confiaba en Joe, el chico de la mirada de Jesús. Cada día descubría en él cosas nuevas,
hablaran de lo que hablaran, ella leía algo más profundo que las palabras, entendía el amor; era como
si su oración hubiera sido atendida, como si Dios le hubiera dicho: "voy a darte tu lista de
mandamientos personalizados que seguir. Mandamientos que cobrarán sentido para ti y que te
guiarán a la paz más grande que hayas conocido jamás. Tengo una lista para cada persona. Hay
gente que necesita más y otra menos. Todo depende de en qué medida hayan complicado su
existencia".
La idea de algo maravilloso abre las puertas del corazón de Christine a la esperanza, y a una
imagen nueva de Dios que es la que ella buscaba sin saber, un Dios que no fuera para gente perfecta,
sino que aceptara y la amara con todas sus limitaciones; le parecía oír: "Christine, tu mente puede
llegar a entender muchas cosas maravillosas. No derroches tu capacidad concentrándote en antiguos
resentimientos o pensamientos negativos. Hay mucho bueno ahí fuera que puedes aprender. Confía
en mí. Créeme. Tenemos mucho que hacer pero no representará un esfuerzo, te lo prometo. Será
absolutamente maravilloso".
8. Y entendió que su "lista" comenzaba así: "éste
es el primero de tus mandamientos personales. 'No
levantes muros: aprende a traspasarlos'".
Y Christine rezó otra vez: "supongo que quizá
he levantado algunos muros bastante sólidos a lo
largo de los años. Ya sabes, muros que te han
dejado fuera a ti. Muros que me impiden creer en ti,
aunque estés aquí mismo, delante de mí. Y también
he utilizado esos muros para mantener a raya a
otra mucha gente... y me gustan mis muros. Me han
protegido. También han impedido que me hicieran
daño".
Y le pareció oír: "y también han mantenido
mucho miedo encerrado dentro. Es por eso por lo
que son tan peligrosos. Te impiden ver lo que es
real”.
-Vale -admití-, pero ¿qué es eso de
traspasarlos? ¿Estás diciendo que tengo que
derrumbar esos muros a los que tantos años he
dedicado, hasta construirlos a la perfección?
9. - No –volvió a entender -. “Eso sería demasiado trabajoso. Es más sencillo saltar por
encima de ellos. Ya sabes, funcionar a pesar de ellos. Es simple: ignorarlos. No es tan
duro como piensas. La parte difícil es aprender a no construir más. Concéntrate en
superarlos por muy aterrador que a veces te resulte... sé que no es fácil -susurró-, pero es
la única posibilidad que tienes si quieres que tu vida cobre algún sentido". Y ella, que
"deseaba con desesperación creer en él pero no quería volver a sufrir un desengaño" como
tantas veces en la vida, dijo: "de acuerdo -lloriquée-. Me rindo." (55). Y añadió: "siempre
me ha asustado tanto la posibilidad de que no existieras -admití entre lágrimas.
-Eso es porque yo te daba miedo y lo más cómodo era no creer.
-Pero no paraban de suceder cosas dolorosas en mi vida y siempre me sentía
abandonada por ti -repliqué- . Parecía lo más lógico culparte de todo lo que salía mal...
-Haz un esfuerzo por comprender que cuando me culpas de las cosas, en realidad
te estás culpando a ti misma. Recuerda, yo soy tú y tú eres yo. Estamos conectados para
siempre y nunca te voy a abandonar, por mucho que intentes desterrarme de tu vida...
Las tenues arrugas de viejas heridas y desengaños pasados se habían borrado y
algo indefinible y hermoso emanaba de mis ojos. Me quedé sin habla y él soltó una risa
ahogada al comprobar mi asombro.
-Te acostumbrarás a ello -sonrió-. Se llama paz."
10. "¿Volveré a verte? -Pregunté con sin asomo de timidez...
-¿Lo ves? ¡Acabas de hacerlo!
-¿Hacer el qué?
-Traspasar tu primer muro, sin tan siquiera darte
cuenta. Has preguntado si volverías a verme. Sé que en
circunstancias normales no harías eso con ningún hombre,
aunque te estuvieras muriendo de ganas. Son muros como ésos lo
que te han estado matando lentamente"
11. "-Entonces hay esperanza para mí -dije medio en broma.
-Siempre la ha habido -respondió él en serio" (58).
Y se dedica a poner en práctica el mandamiento, y cuando aprende a vivirlo, entonces él
vino, y –sigue contando ella- "recitó el mandamiento número dos:
-'Vive cada momento de tu vida, pues todos son preciosos y no debes malgastarlos'.
Permanecí en silencio durante unos instantes. Sin duda ése era un mandamiento muy
apropiado para mí. Acababa de 'malgastar' muchos momentos preciosos esperando una llamada de
Joe. No quise ni pensar en la de veces que había hecho eso mismo a lo largo de los años... me había
perdido un montón de puestas de sol y brisas veraniegas y había distraído mi atención de
muchísimas cosas bellas que sucedían en torno a mí en cada momento. Si esas dos últimas semanas
se convirtieran en momentos, probablemente habría cometido un pecado mortal.
12. -Intenta no pensar en función de pecados -oí que Joe me decía con dulzura en el
oído-. Estás aquí para aprender, no para reconcomerte con el sufrimiento pasado. Olvida
todo el asunto del pecado... limítate a vivir ese preciso momento, e intenta amar lo que ves"
(66); es obvio que la referencia al pecado es un error basado en el sentimentalismo de
pensar que el remordimiento por el pecado es una estructura, ya sabemos que Jesús nos
enseña no a tapar el remordimiento, que queda dentro y se pudre, sino a transformarlo en
arrepentimiento, por amor llegar al perdón).
13. "Ejercitarme en la habilidad de vivir el momento era una tarea muy difícil para
alguien como yo que quiere saber si alguna vez se casará o tendrá hijos o perderá
cinco kilos o se comprará una casa o como mínimo un apartamento. Lo admito,
pienso en el futuro. Siempre había pensado que ésa era la forma adecuada de vivir.
Constituía mi idea de la responsabilidad. Pero si iba a empezar a vivir el momento,
tendría que acometer una serie de cambios que parecían lejos de producirse" (p.
66). Le anima a pensar "cosas del mundo en las que no has reparado antes. No hace
falta que sean importantes. Concéntrate en lo sencillo. Ya sabes, fenómenos
cotidianos que tienes tendencia a dar por sentados y que has dejado de valorar.
Luego quiero que riegues las plantas y pienses en el modo en que absorven el agua y
cómo el agua las conserva verdes y flexibles.." (67).
14. En su trabajo de enfermera, comenzó a
disfrutar donde antes se aburría: "me dejaba
pasmada que un abdomen fuera cortado con el
escalpelo yun día y al siguiente la piel se
hubiera cerrado sobre la herida... empecé a
contemplar esas recuperaciones como
pequeños milagros en vez de como una
aburrida y penosa rutina, y me sentí
privilegiada por formar parte de todo ello.
Sobre todo, comencé a apreciar y admirar l
buena salud y bienestar del que yo gozaba"
(73).
15. Entonces Joe le habla del tercer mandamiento: "cuida de ti misma ante
todo y sobre todo. Pues tú eres yo y yo soy tú, y cuando cuidas de ti,
cuidas de mí. Juntos, nos cuidamos el uno al otro" (76). Y le habla de
"trasplantarse".
Ella, que vivía en un sitio lujoso para mantener un “status” social y
pescar novio y para eso trabajaba muchas horas y “no vivía”; y estaba
muy preocupada por el aspecto que ofrecía y todo esto... se fue a vivir en
una casita al lado del mar, y trabajó menos horas, y aprendió a vivir...
Le dijo Joe que "el amor propio es la raíz de todos tus problemas.
Renuncia al ego y dejarás sitio sólo a la felicidad... y quizá también a
algunas de tus ropas -añadió jocoso" (89). Le hace un "expolio" de la
ropa que no usa, y mucha parte de su vestuario fue a parar a la pila de
desecho, para conseguir la pobreza de espíritu.
16. "Cuando sepas con exactitud quién y qué eres, con todos tus defectos y cualidades, entonces
no tendrás que gastar tiempo y energía tratando de ser distinta. Y el siguiente paso será aceptar
tus defectos y ahondar en tus virtudes, y amar todo lo que constituye tu persona: igual que yo te
amo" (99-100).
Y la que había malgastado tanto tiempo en aventuras con hombres, "ahora entendía. Eso
era verdadero amor, la clase de amor que siempre había estado buscando y que había estado en
mí misma durante todo ese tiempo. Aquella revelación empezó a precipitarse por todo mi cuerpo
como un bolo de epinefrina inyectado a través de un tubo intravenoso. ¡Tantas penalidades!
¡Tanto amor no correspondido en relaciones anteriores! Lo absurdo de todo aquello se extendía a
mi vista con absoluta claridad... Lo que contaba era permitirme sentir algo auténtico, querer de
verdad sin necesidad de recibir algo a cambio..." (101).
17. "-¿Ves?, desde el principio era tu amor propio lo que te
impedía amar. No querías dar nada a menos que te
garantizaran algo a cambio. Aún no sabías que el verdadero
placer está en dar" y cuando ella le pregunta por "la gente
codiciosa que toma todo lo que tú tienes para ofrecer pero
que nunca devuelve nada", le dice Joe: "no pueden
aprovecharse de algo que tú no les das -contestó-. Dales tu
amor pero no les entregues tu persona. Eso sólo te
pertenece a ti" (101) y le pasa a hablar del matrimonio y
del verdadero significado del amor. Le dice que cuando ella
quiera “pescar” a alguien, no finja sino que exprese su
verdad, y esto en todas las demás cosas: "tienes que actuar
de corazón -dijo-. Sé tú misma, sin más. Utiliza tu
verdadera personalidad. Empieza por las cosas con las que
de verdad disfrutas, hazlas cada día, varias veces al día si
te apetece. Ponte la ropa con la que te sientes más a gusto,
sé más tú misma. Escucha la clase de música que de verdad
te conmueve. Confía en que tu cuerpo te diga qué comer en
vez de seguir una dieta demencial. Finalmente, un hombre
de espíritu comprensivo captará todas las vibraciones que
emanan de tu espíritu rebosante y ¡BAM!... ahí lo tendrás,
no se sabe cómo, en la puerta de tu casa. Es así de simple"
(104).
18. Y cuando ella descubre el "tipo de amor que... no pedía nada a cambio... por
primera vez en mi vida, experimentaba algo genuino, sin trampa ni cartón....
el amor verdadero... de repente, me sentí desbordada por mi propia
identidad. Me invadió un amor magnánimo por mí misma. No importaba qué
aspecto tenía o qué conseguía en la vida, ¡ME QUERÍA A MÍ MISMA! Por
primera vez. Por fin" (115).
Al final, le deja Joe de recuerdo una lista de mandamientos, un
medallón en el que hay 7, pero sólo 6 escritos:
"1. No levantes muros, pues son peligrosos. Aprende a traspasarlos.
2. Vive el momento, pues cada uno es precioso y no debe malgastarse.
3. Cuida de tu persona, ante todo y sobre todo.
4. Prescinde del amor propio. Muéstrate tal y como eres, dando tu amor
pero sin renunciar a ti misma.
5. Todo es posible en todo momento.
6. Siente el fluir universal (esto lo dejo, pero para que sirva debe entenderse
en cuanto que Dios está en nosotros, y por eso todos estamos
interconexionados, todos bien unidos porque Jesús se ha unido a mí).
Cuando alguien da, recibir es un acto de generosidad. Pues en esa entrega,
siempre se gana algo" (127).
19. Y en la despedida le dijo Joe: "no tienes que inquietarte por nada -me
tranquilizó mientras me enjugaba una lágrima por última vez-. No voy a
dejarte con las manos vacías. Hay tantas cosas buenas que van a
sucederte que ni siquiera te puedes hacer una idea. Sólo tienes que
prometerme que estarás siempre receptiva y que nunca volverás a ponerme
en duda ni olvidarás este tiempo que hemos estado juntos" (128-129).
Al final, como en los cuentos de hadas la historia acaba bien: un
día escucha un famoso cantante, que a ella le “chifla”, y sin ella esperarlo
comienzan a salir juntos... Cuando va con él en moto se asombra al ver que
él lleva un medallón colgada al cuello, en el que también hay escrita una
lista de mandamientos; y el último es el que a ella le falta; dice: "7. Ten
paciencia y confía en que la encontrarás, pero sólo cuando ella esté
preparada" (133). Entonces es cuando él le dice: "-¿Preparada? -preguntó
con dulzura.
-Preparada -susurré, sabiendo que nunca me había sentido tan
segura de algo en toda mi vida" (133).
Llucià Pou Sabaté