Textos de estudiantes de tercer grado de secundaria, Módulo de educación ambiental “Ecosistema de manglar y tortugas marinas”. Todas las imágenes y textos fueron elaborados en el contexto de la práctica de campo al Parque Nacional Lagunas de Chacahua. Oaxaca, realizada en el mes de abril del año 2013
BIOMETANO SÍ, PERO NO ASÍ. LA NUEVA BURBUJA ENERGÉTICA
Textos de estudiantes de tercer grado de secundaria (Albert Sofia)
1. Textos de estudiantes de tercer grado de secundaria, Módulo de educación ambiental
“Ecosistema de manglar y tortugas marinas”. Todas las imágenes y textos fueron
elaborados en el contexto de la práctica de campo al Parque Nacional Lagunas de
Chacahua. Oaxaca, realizada en el mes de abril del año 2013
Sofía Antonieta Reyes Casarrubias, grupo 3º. A
Emoción al extremo
Me sentía súper emocionada, ya que la hora de ver a los cocodrilos en su hábitat natural
me asustaba un poco.
Cuando nos encaminamos hacia el lugar en donde encontraríamos a los demás, me entro
una emoción gigante, ya que era lo que más había esperado de todo el viaje.
Al momento en el cual ya estaba en la lanchita y empezamos a avanzar me
emocioné mucho, disfruté de la vista tan bonita que se podía ver hasta que llegamos al
punto en donde estarían los cocodrilos. Cuando el señor que nos llevaba empezó a decir
que no era muy probable de que se acercaran a nosotros, sentí una tranquilidad muy
grande, ya que yo creía que los cocodrilos que veríamos ahí serían de 2 o 3 metros.
En un cierto punto del viaje, al estar buscando si había algo con la linterna, vi dos bolitas
naranjas a lo lejos, me asusté mucho, creí que sería un cocodrilo grande y me asuste más
cuando mis compañeros dijeron que sus ojos con la luz se ven naranjas, así que para
tranquilizarme un poco, seguí viendo el paisaje tan bonito que nos acompañaba esa
noche.
Había unas partes en donde la lancha se quedaba atorada en la arena y el señor tenía
que bajar a ayudar a mover la lancha, creí que cuando estuviera ahí un cocodrilo se le
acercaría y podría hacerle algo, avanzamos y de pronto uno de mis compañeros dice
“¡Ahí hay uno! ¡Puedo ver sus ojos! ¡Vean todos!”, entonces todos nos quedamos en
shock de que estábamos a punto de atrapar a un cocodrilo, el señor se acerco con
muchísimo cuidado, para no espantarlo, al momento de atraparlo hizo que se viera tan
fácil, tal vez porque él tiene mucha práctica, pero que valor. Lo tomó con mucho cuidado y
nos empezó a platicar un poco sobre los cocodrilos que hay ahí, cuando termine de
escuchar todo, me sentí aliviada, ya que no corríamos peligro de ser atacados por un
cocodrilo gigante como en las películas, le amarró la trompa y nos dejo cargarlo y sentirlo.
Se podía ver a simple vista una gran diferencia entre los cocodrilos del cocodrilario y el
que encontramos ahí. Después de observarlo un buen rato y hablar sobre los cocodrilos,
seguimos nuestro emocionante viaje, pero llegamos a un punto en donde ya no nos era
posible seguir con nuestro recorrido porque el nivel del agua era muy poco para que las
lanchitas pasaran por ahí.
El viaje de regreso estuvo hermoso, me había quitado la preocupación de ser atacada por
un cocodrilo gigante y disfrute de la perfecta combinación que había en el manglar, el
cielo estrellado de una forma tan pero tan bonita, el agua se podía ver un poco
fosforescente y el sonido que hacían las aves, hacían una combinación perfecta para
hacer que nuestro viaje fue el mejor.
2. Diego Albert García Soldevila, grupo 3º. B
Éramos cinco en la piragua, cuatro hombres y una chica: un guía, un profesor, dos chicos
asustadizos (uno, yo mismo) y una compañera nuestra; podría decir que estábamos
solos, en medio del lago del manglar, a la luz de las estrellas, de una luna en pleno cuarto
creciente…Pero no era así, la chica señaló con su linterna una zona del manglar, dirigí mi
objetivo de la linterna y mi vista: sólo se observaban las frondosas raíces que tenían las
plantas de mangle, mi imaginación los describió como arpones hundidos en la arena,
llenos de moho y fango, restos de un barco estratosférico perdido en la memoria…
Le di mi mano -No pasa nada, está todo controlado- el hombre que conducía la piragua
nos gritó- ¡Allá al fondo, miren!- El profesor con su linterna también se dirigió hacia el
punto señalado, nos quedamos todos de piedra: En la orilla del mangle un par de luces
parpadeantes rojo carmín sobresalían del agua ¡Por fin un cocodrilo!, dijo sonriendo el
profesor, yo quedé impactado, en tan solo un segundo detallé en mi mente las
posibilidades de que algo sucediera si el cocodrilo se tomaba la molestia de acecharnos o
acercarse a voltear nuestra embarcación, que ya en sí se encontraba a escasos
centímetros de la superficie del agua; el animal decidió irse momentos después, supongo
que nuestra carne no era la de su gusto… la chica seguía espantadísima, al momento del
encuentro con el reptil me había dado un buen apretón en mi mano y dejado una marca
rojiza que me incomodaría por toda la noche…
A medida que avanzamos encontramos una gran cantidad de especímenes, con sus ojos
carmín, nos observaban silenciosamente sin acercarse, se sentía el temor nuestro, pero el
suyo era el que tensaba el aire…
El clímax de la expedición se dio al momento en que alcanzamos a otra embarcación, sus
tripulantes, con una cara más desanimada que la nuestra se mostraron orgullosos de
dejarnos ver lo que habían capturado: una cría de cocodrilo.
Mientras todos reían y acariciaban al pequeño, yo me dediqué a buscar a su madre (si de
repente desaparece tu cría, siendo tú una madre cocodrilo, por lógica lo buscarás y
defenderás; lo último, la razón de mi pequeña búsqueda). Después de unos cinco minutos
mi linterna captó a otro individuo, mucho más grande de los ya antes vistos…Luego más
puntos rojizos emergieron del manglar: Sabían que habíamos “raptado” a una cría… El
grupo, descartando la posibilidad de verse atacado, liberó al pequeño cocodrilo y
emprendió su marcha; al final nosotros los seguimos, en mi mente sólo resonaba una
frase: ¡Qué suerte tuvimos!