2. Se dice que nuestra vida se puede
representar de diversas maneras, por medio
de plantas, animales, incluso objetos y
lugares.
El lápiz puede ser uno de ellos. Quizá
algunas personas ya pensaron esto en algún
momento de su vida, hace mucho tiempo,
hace algunos años. La historia que yo
narraré no es la que he escuchado, no, es la
que salió de mi imaginación un jueves por la
mañana.
3. Roberto había nacido, y lo había hecho por su propio
esfuerzo, y no por el de su mamá o el doctor que estaba
ese día en la sala de partos. Se había diagnosticado que
Roberto nacería con cáncer. Los doctores no se
equivocaron. Esa horrible enfermedad era hereditaria
en la familia de Patricia, su mamá. Ella no había
soportado el dolor del parto y se había desmayado. El
doctor dijo que era imposible que el niño naciera en
esas condiciones. Pero Roberto se aferró a la vida. Con
su primer llanto en el mundo, el lápiz que de su vida
comenzaría a escribir de la manera en que ningún otro
lápiz lo hubiera hecho.
4. Roberto empezó a andar por la vida con la ayuda de sus
padres, pues como todos los niños pequeños, alguien
debe ayudarles a llevar su lápiz. Para ellos es muy
grande aún, no saben que representa su vida. Cada
gran paso que dan en su vida, ya sea empezar a hablar
o caminar es un aliento para apoyar ese gran lápiz.
A Roberto nunca le importó tener cáncer, pues
aunque se lo dijeran cuando el ya comprendía muy
bien las cosas, sabía lo que eso significaba, pero
consciente de que la vida es siempre una mujer
esquiva, siguió adelante como siempre, con su lápiz
escribiendo con mayor fuerza y claridad.
5. Alguna vez él, cuando era adolescente, había pensado en
hacerse independiente, es decir llevar el rumbo de su lápiz
él mismo.
Pasaría lo mismo que con muchas otros adolescentes, se
tropezaría con los desafíos que tiene la vida. Su lápiz caería
y dejaría de escribir. Sus padres estarían allí como
siempre, para ayudarle a levantar y seguir escribiendo.
Los valores y buena educación que se forjaron en su
infancia lograrían que su lápiz no se rompiera y su vida se
acortara.
Aunque esas caídas no romperían su lápiz, su enfermedad
si lo lograría.
Entrando a la juventud, Roberto empezó a sentir su
enfermedad con mayor fuerza. Las quimioterapias que
recibía tuvieron que ser aumentadas porque ya no surtían
el efecto esperado.
6. Su salud decayó como nunca antes lo había hecho. Le
diagnosticaron poco tiempo de vida. Su lápiz se rompió
quedando un pequeño trozo, que además estaba sin punta.
Los doctores le dijeron que era mejor morir en la
tranquilidad de su casa.
Roberto regresó a su hogar donde todos lo esperaban con
caras tristes y muchas lágrimas. Al contrario, él tenía una
gran cara de alegría. Todos estaban asombrados, ¿cómo era
posible que aún estuviera sonriendo? Él les explicó que
quería vivir feliz los últimos días que le quedaban.
Esto logró que su lápiz se afilara de nuevo, y volviera a
escribir. Pero como a las personas mayores, a él le tuvieron
que ayudar de nuevo a manejar ese lápiz que era muy
pequeño para que lo condujera.
7. Y así tuvieron que esperar a que los días pasaran, y que
el movimiento de rotación de la Tierra siguiera
acabando la punta de todos los lápices, y en especial el
de Roberto.
Y el día final tuvo que llegar, y con ello la muerte de
Roberto. Con sus padres no quedaría nada, sólo los
buenos recuerdos, los buenos momentos en que el
lápiz de Roberto escribió, y los escribió por la gran
fuerza de voluntad que tuvo desde que nació. He visto
historias vacías, donde el lápiz queda nuevo aunque
los años abrumen el rostro de arrugas. Son historias
que jamás iniciaron, planas como un día de en que
nadie asoma su cara por la ventana porque en la calle
no ocurre nada.