El documento describe cómo el Dios cristiano se presenta de una manera peculiar, diferente a como se han descrito tradicionalmente los dioses en otras religiones. Mientras los dioses suelen caracterizarse por su poder y majestuosidad, el Dios cristiano se presenta como un Dios perdedor, niño, esclavo y débil. Aunque tiene nombres extraños para un dios, revela la intimidad de Dios y su naturaleza de amor a través de Jesucristo.
1. 11. Un Dios peculiar
En la historia de las religiones, los dioses siempre se han distinguido por su poder, un poder guiado por su
majestuosidad e incluso por su capricho. En contraste total, los cristianos presentamos un Dios perdedor,
niño, mal negociante, pequeño, tierno, esclavo, no entrometido...
Sí. El Dios cristiano es un Dios peculiar, un Dios con nombres demasiado extraños para un Dios. Sin
embargo, el diablo no tiene nombre sino número. También nos conviene conocer algunas peculiaridades de
esta torcida criatura del número 666.
3. 1.11.2m ........................................................................................................................................................................................................... 9
1.11.2n ............................................................................................................................................................................................................ 9
OJO QUE VE .......................................................................................................................................................................................................... 9
1.11.2o .......................................................................................................................................................................................................... 10
CREADOR ............................................................................................................................................................................................................ 10
1.11.2p .......................................................................................................................................................................................................... 10
ES ........................................................................................................................................................................................................................ 10
1.11.2q .......................................................................................................................................................................................................... 10
UN EXTRAÑO PODEROSO ................................................................................................................................................................................... 10
1.11.2r ........................................................................................................................................................................................................... 10
2.11 SATANÁS ...............................................................................................................................................................................................10
EL NÚMERO DE SATANÁS ................................................................................................................................................................................... 10
2.11.a ............................................................................................................................................................................................................ 10
TIENTA DESAFIANDO .......................................................................................................................................................................................... 10
2.11.b ............................................................................................................................................................................................................ 10
SUS POMPAS ...................................................................................................................................................................................................... 11
2.11.c............................................................................................................................................................................................................. 11
LA TENTACIÓN DEL ÉXITO .................................................................................................................................................................................. 11
2.11.d ............................................................................................................................................................................................................ 11
SE LE DERRUMBAN SUS REINOS ......................................................................................................................................................................... 11
2.11.e ............................................................................................................................................................................................................ 11
3
4. 1.11 DIOS
PLURIPERSONAL
En Jesucristo Dios mismo se hizo hombre y nos concedió, por decirlo así, contemplar en cierto modo la intimidad de Dios mismo. Y allí vemos
algo totalmente inesperado: en Dios existe un "Yo" y un "Tú". El Dios misterioso no es una soledad infinita; es un acontecimiento de amor. Si al
contemplar la creación pensamos que podemos vislumbrar al Espíritu Creador, a Dios mismo, casi como matemática creadora, como poder
que forja las leyes del mundo y su orden, pero luego también como belleza, ahora llegamos a saber que el Espíritu Creador tiene un corazón.
Es Amor. Existe el Hijo que habla con el Padre. Y ambos son uno en el Espíritu, que es, por decirlo así, la atmósfera del dar y del amar que hace
de ellos un único Dios. Esta unidad de amor, que es Dios, es una unidad mucho más sublime de lo que podría ser la unidad de una última
partícula indivisible. Precisamente el Dios trino es el único Dios. A través de Jesús, por decirlo así, penetra nuestra mirada en la intimidad de
Dios. San Juan, en su evangelio, lo expresó de este modo: “A Dios nadie lo ha visto jamás: el Hijo único, que está en el seno del Padre, él lo ha
revelado" (Jn 1, 18).
Plaza de San Pedro. Sábado 3 junio 2006.
1.11.a
Pero Jesús no sólo nos ha permitido penetrar con nuestra mirada en la intimidad de Dios; con él Dios, de alguna manera, salió también de su
intimidad y vino a nuestro encuentro. Esto se realiza ante todo en su vida, pasión, muerte y resurrección; en su palabra. Pero Jesús no se
contenta con salir a nuestro encuentro. Quiere más. Quiere unificación. Y este es el significado de las imágenes del banquete y de las bodas.
Nosotros no sólo debemos saber algo de él; además, mediante él mismo, debemos ser atraídos hacia Dios. Por eso él debe morir y resucitar,
porque ahora ya no se encuentra en un lugar determinado, sino que su Espíritu, el Espíritu Santo, ya emana de él y entra en nuestro corazón,
uniéndonos así con Jesús mismo y con el Padre, con el Dios uno y trino.
Plaza de San Pedro. Sábado 3 junio 2006.
1.11.b
AMOROSO
"Habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo" (Jn 13, 1). Dios ama a su criatura, el hombre; lo ama
también en su caída y no lo abandona a sí mismo. Él ama hasta el fin. Lleva su amor hasta el final, hasta el extremo: baja de su gloria divina. Se
desprende de las vestiduras de su gloria divina y se viste con ropa de esclavo. Baja hasta la extrema miseria de nuestra caída. Se arrodilla ante
nosotros y desempeña el servicio del esclavo; lava nuestros pies sucios, para que podamos ser admitidos a la mesa de Dios, para hacernos
dignos de sentarnos a su mesa, algo que por nosotros mismos no podríamos ni deberíamos hacer jamás.
Basílica de San Juan de Letrán. Jueves santo 13 abril 2006.
1.11.c
TIERNO
Nuestro Dios no es un Dios lejano, intocable en su bienaventuranza. Nuestro Dios tiene un corazón; más aún, tiene un corazón de carne. Se
hizo carne precisamente para poder sufrir con nosotros y estar con nosotros en nuestros sufrimientos. Se hizo hombre para darnos un corazón
de carne y para despertar en nosotros el amor a los que sufren, a los necesitados. Oremos ahora al Señor por todos los que sufren en el
mundo. Pidamos al Señor que nos dé realmente un corazón de carne, que nos haga mensajeros de su amor, no sólo con palabras, sino también
con toda nuestra vida.
Roma, Viernes Santo, 6 de abril de 2007
1.11.d
La Iglesia presenta a nuestra contemplación este misterio, el misterio del corazón de un Dios que se conmueve y derrama todo su amor sobre
la humanidad. Un amor misterioso, que en los textos del Nuevo Testamento se nos revela como inconmensurable pasión de Dios por el
hombre. No se rinde ante la ingratitud, ni siquiera ante el rechazo del pueblo que se ha escogido; más aún, con infinita misericordia envía al
mundo a su Hijo unigénito para que cargue sobre sí el destino del amor destruido; para que, derrotando el poder del mal y de la muerte,
restituya la dignidad de hijos a los seres humanos esclavizados por el pecado. Todo esto a caro precio: el Hijo unigénito del Padre se inmola en
la cruz: "Habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo" (Jn 13, 1).
Basílica de San Pedro. Viernes 19 junio 2009.
1.11.e
LOCO
El amor de Dios por nosotros, iniciado con la creación, se hizo visible en el misterio de la cruz, en la kénosis de Dios, en el vaciamiento, en el
humillante abajamiento del Hijo de Dios del que nos ha hablado el apóstol san Pablo... Sí, la cruz revela la plenitud del amor que Dios nos
tiene. Un amor crucificado, que no acaba en el escándalo del Viernes santo, sino que culmina en la alegría de la Resurrección y la Ascensión al
cielo, y en el don del Espíritu Santo, Espíritu de amor por medio del cual, también esta tarde, se perdonarán los pecados y se concederán el
perdón y la paz.
JMJ, Basílica de San Pedro. Jueves 29 de marzo de 2007
1.11.f
El amor de Dios al hombre, que se manifiesta con plenitud en la cruz, se puede describir con el término agapé, es decir, "amor oblativo, que
busca exclusivamente el bien del otro", pero también con el término eros. En efecto, al mismo tiempo que es amor que ofrece al hombre todo
lo que es Dios…, también es un amor donde "el corazón mismo de Dios, el Todopoderoso, espera el "sí" de sus criaturas como un joven esposo
el de su esposa". Por desgracia, "desde sus orígenes, la humanidad, seducida por las mentiras del Maligno, se ha cerrado al amor de Dios, con
el espejismo de una autosuficiencia imposible (cf. Gn 3, 1-7).
JMJ, Basílica de San Pedro. Jueves 29 de marzo de 2007
1.11.g
4
5. ESCLAVO
Jesús se despoja de las vestiduras de su gloria, se ciñe el «vestido» de la humanidad y se hace esclavo. Lava los pies sucios de los discípulos y
así los capacita para acceder al banquete divino al que los invita.
Basílica de San Juan de Letrán. Jueves Santo 20 marzo 2008.
1.11.h
Dios desciende y se hace esclavo; nos lava los pies para que podamos sentarnos a su mesa. Así se revela todo el misterio de Jesucristo. Así
resulta manifiesto lo que significa redención. El baño con que nos lava es su amor dispuesto a afrontar la muerte. Sólo el amor tiene la fuerza
purificadora que nos limpia de nuestra impureza y nos eleva a la altura de Dios. El baño que nos purifica es él mismo, que se entrega
totalmente a nosotros, desde lo más profundo de su sufrimiento y de su muerte.
Basílica de San Juan de Letrán. Jueves santo 13 abril 2006
1.11.i
A esta luz comprendemos también la solemne proclamación con la que se concluye el pasaje evangélico: “Yo, cuando sea levantado de la
tierra, atraeré a todos hacia mí” (Jn 12, 32), así como el comentario del Evangelista: “Decía esto para significar de qué muerte iba a morir” (Jn
12, 33). La cruz: la altura del amor es la altura de Jesús, y a esta altura nos atrae a todos.
Basílica de San Juan de Letrán. Jueves santo 13 abril 2006.
1.11.J
CERCANO
Dios no es un Dios lejano, demasiado distante y demasiado grande como para ocuparse de nuestras bagatelas. Dado que es grande, puede
interesarse también de las cosas pequeñas. Dado que es grande, el alma del hombre, el hombre mismo, creado por el amor eterno, no es algo
pequeño, sino que es grande y digno de su amor. La santidad de Dios no es sólo un poder incandescente, ante el cual debemos alejarnos
aterrorizados; es poder de amor y, por esto, es poder purificador y sanador.
Basílica de San Juan de Letrán. Jueves santo 13 abril 2006.
1.11.K
EXIGENTE
Detengámonos a contemplar esta escena, donde se encuentran frente a frente la miseria del hombre y la misericordia divina, una mujer
acusada de un gran pecado y Aquel que, aun sin tener pecado, cargó con nuestros pecados, con los pecados del mundo entero. Él, que se
había puesto a escribir en la tierra, alza ahora los ojos y encuentra los de la mujer. No pide explicaciones. No es irónico cuando le pregunta:
“Mujer, ¿dónde están? ¿Nadie te ha condenado?” (Jn 8, 10). Y su respuesta es conmovedora: “Tampoco yo te condeno. Vete, y en adelante no
peques más” (Jn 8, 11). San Agustín, en su comentario, observa: “El Señor condena el pecado, no al pecador. En efecto, si hubiera tolerado el
pecado, habría dicho: “Tampoco yo te condeno; vete y vive como quieras... Por grandes que sean tus pecados, yo te libraré de todo castigo y
de todo sufrimiento”. Pero no dijo eso” (In Io. Ev. tract. 33, 6). Dice: “Vete y no peques más”. Queridos amigos, la palabra de Dios que hemos
escuchado nos ofrece indicaciones concretas para nuestra vida. Jesús no entabla con sus interlocutores una discusión teórica sobre el pasaje
de la ley de Moisés: no le interesa ganar una disputa académica a propósito de una interpretación de la ley mosaica; su objetivo es salvar un
alma y revelar que la salvación sólo se encuentra en el amor de Dios. Para esto vino a la tierra, por esto morirá en la cruz y el Padre lo
resucitará al tercer día.
Parroquia romana de Santa Felicidad e hijos, mártires. Domingo 25 marzo 2007.
1.11.m
MENDIGO-NECESITADO
Con el cántico de amor del profeta Isaías, Dios quiere hablar al corazón de su pueblo y también a cada uno de nosotros. "Te he creado a mi
imagen y semejanza", nos dice. "Yo mismo soy el amor, y tú eres mi imagen en la medida en que brilla en ti el esplendor del amor, en la
medida en que me respondes con amor". Dios nos espera. Quiere que lo amemos: ¿no debe tocar nuestro corazón esta invitación?
Precisamente en esta hora, en la que celebramos la Eucaristía, él viene a nuestro encuentro, viene a mi encuentro. ¿Hallará una respuesta? ¿O
nos sucede lo que a la viña de la que habla Isaías: Dios "esperaba que diese uvas, pero dio agrazones"? ¿Nuestra vida cristiana no es a menudo
mucho más vinagre que vino? ¿Auto-compasión, conflicto, indiferencia?
Basílica Vaticana. Domingo 2 octubre 2005.
1.11.n
Al mismo tiempo que es amor que ofrece al hombre todo lo que es Dios, […], también es un amor donde "el corazón mismo de Dios, el
Todopoderoso, espera el "sí" de sus criaturas como un joven esposo el de su esposa" (L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 16
de febrero de 2007, p. 4). Por desgracia, "desde sus orígenes, la humanidad, seducida por las mentiras del Maligno, se ha cerrado al amor de
Dios, con el espejismo de una autosuficiencia imposible (cf. Gn 3, 1-7)" (ib.).
Pero en el sacrificio de la cruz Dios sigue proponiendo su amor, su pasión por el hombre, la fuerza que, como dice el Pseudo Dionisio, "impide
al amante permanecer en sí mismo, sino que lo impulsa a unirse al amado" (De divinis nominibus, IV, 13: PG 3, 712). Dios viene a "mendigar"
el amor de su criatura. Esta tarde, al acercaros al sacramento de la confesión, podréis experimentar el "don gratuito que Dios nos hace de su
vida, infundida por el Espíritu Santo en nuestra alma para sanarla del pecado y santificarla" (Catecismo de la Iglesia católica, n. 1999), para que,
unidos a Cristo, lleguemos a ser criaturas nuevas (cf. 2 Co 5, 17-18).
Basílica de San Pedro. Jueves 29 marzo 2007.
1.11.o
5
6. RELAJANTE
La presencia del Señor es fuente de gozo, porque donde está él, el mal es vencido, y triunfan la vida y la paz. Quiero subrayar, en particular, la
estupenda expresión de Sofonías que, dirigiéndose a Jerusalén, dice: el Señor "te renovará con su amor" (So 3, 17). Sí, el amor de Dios tiene
este poder: de renovarlo todo, a partir del corazón humano, que es su obra maestra
y donde el Espíritu Santo realiza mejor su acción transformadora. Con su gracia, Dios renueva el corazón del hombre perdonando su pecado, lo
reconcilia e infunde en él el impulso hacia el bien. Todo esto se manifiesta en la vida de los santos. Y así en esta hora también abrimos nuestro
corazón a este amor renovador del hombre y de todas las cosas.
Santuario de Pompeya. Domingo 19 octubre 2008.
1.11.p
QUE VIENE TODOS LOS DÍAS
"Anunciad a todos los pueblos y decidles: Mirad, Dios viene, nuestro Salvador". Detengámonos un momento a reflexionar: no usa el pasado —
Dios ha venido—, ni el futuro —Dios vendrá—, sino el presente:”Dios viene". Como podemos comprobar, se trata de un presente continuo, es
decir, de una acción que se realiza siempre: está ocurriendo, ocurre ahora y ocurrirá también en el futuro. En todo momento "Dios viene".
Sábado 26 noviembre 2005.
1.11.q
Hemos dicho que esta venida del Señor es singular. Sin embargo, no sólo existe la última venida, al final de los tiempos. En cierto sentido, el
Señor desea venir siempre a través de nosotros, y llama a la puerta de nuestro corazón: ¿estás dispuesto a darme tu carne, tu tiempo, tu vida?
Esta es la voz del Señor, que quiere entrar también en nuestro tiempo, quiere entrar en la historia humana a través de nosotros. Busca
también una morada viva, nuestra vida personal. Esta es la venida del Señor. Esto es lo que queremos aprender: que el Señor pueda venir a
través de nosotros.
Sábado 26 noviembre 2005.
1.11.r
El verbo "venir" se presenta como un verbo "teológico", incluso "teologal", porque dice algo que atañe a la naturaleza misma de Dios. Por
tanto, anunciar que "Dios viene" significa anunciar simplemente a Dios mismo, a través de uno de sus rasgos esenciales y característicos: es el
Dios-que-viene.
El Adviento invita a los creyentes a tomar conciencia de esta verdad y a actuar coherentemente. Resuena como un llamamiento saludable que
se repite con el paso de los días, de las semanas, de los meses: Despierta. Recuerda que Dios viene. No ayer, no mañana, sino hoy, ahora. El
único verdadero Dios, "el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob" no es un Dios que está en el cielo, desinteresándose de nosotros y de nuestra
historia, sino que es el Dios-que-viene.
Sábado 26 noviembre 2005.
1.11.s
CON MANOS
He resucitado y siempre estoy contigo; tú has puesto sobre mí tu mano. La liturgia ve en ello las primeras palabras del Hijo dirigidas al Padre
después de su resurrección, después de volver de la noche de la muerte al mundo de los vivientes. La mano del Padre lo ha sostenido también
en esta noche, y así Él ha podido levantarse, resucitar.
Esas palabras están tomadas del Salmo 138, en el cual tienen inicialmente un sentido diferente. Este Salmo es un canto de asombro por la
omnipotencia y la omnipresencia de Dios; un canto de confianza en aquel Dios que nunca nos deja caer de sus manos. Y sus manos son manos
buenas. El suplicante imagina un viaje a través del universo, ¿qué le sucederá? “Si escalo el cielo, allá estás tú; si me acuesto en el abismo, allí
te encuentro. Si vuelo hasta el margen de la aurora, si emigro hasta el confín del mar, allí me alcanzará tu izquierda, me agarrará tu derecha. Si
digo: «Que al menos la tiniebla me encubra…», ni la tiniebla es oscura para ti, la noche es clara como el día” (Sal 138 [139],8-12).
Basílica Vaticana. Sábado Santo, 7 abril 2007
1.11.t
DETALLISTA
Las misericordias de Dios nos acompañan día a día. Basta tener el corazón vigilante para poderlas percibir. Somos muy propensos a notar sólo
la fatiga diaria que a nosotros, como hijos de Adán, se nos ha impuesto. Pero si abrimos nuestro corazón, entonces, aunque estemos
sumergidos en ella, podemos constatar continuamente cuán bueno es Dios con nosotros; cómo piensa en nosotros precisamente en las
pequeñas cosas, ayudándonos así a alcanzar las grandes. Al aumentar el peso de la responsabilidad, el Señor ha traído también nueva ayuda a
mi vida. Constato siempre con alegría y gratitud cuán grande es el número de los que me sostienen con su oración; de los que con su fe y su
amor me ayudan a desempeñar mi ministerio; de los que son indulgentes con mi debilidad, reconociendo también en la sombra de Pedro la luz
benéfica de Jesucristo. Por eso, en esta hora, quisiera dar gracias de corazón al Señor y a todos vosotros.
Domingo 15 abril 2007.
1.11.u
MAL COMERCIANTE
El escritor ruso León Tolstoi, en un breve relato, narra que había un rey severo que pidió a sus sacerdotes y sabios que le mostraran a Dios para
poder verlo. Los sabios no fueron capaces de cumplir ese deseo. Entonces un pastor, que volvía del campo, se ofreció para realizar la tarea de
los sacerdotes y los sabios. El pastor dijo al rey que sus ojos no bastaban para ver a Dios. Entonces el rey quiso saber al menos qué es lo que
hacía Dios. “Para responder a esta pregunta —dijo el pastor al rey— debemos intercambiarnos nuestros vestidos”. Con cierto recelo, pero
impulsado por la curiosidad para conocer la información esperada, el rey accedió y entregó sus vestiduras reales al pastor y él se vistió con la
ropa sencilla de ese pobre hombre. En ese momento recibió como respuesta: “Esto es lo que hace Dios”. En efecto, el Hijo de Dios, Dios
verdadero de Dios verdadero, renunció a su esplendor divino: “Se despojó de su rango, y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de
tantos. Y así, actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse incluso a la muerte” (Flp.2, 6 ss). Como dicen los santos Padres,
Dios realizó el sacrum commercium, el sagrado intercambio: asumió lo que era nuestro, para que nosotros pudiéramos recibir lo que era suyo,
6
7. ser semejantes a Dios. En efecto, el Hijo de Dios, Dios verdadero de Dios verdadero, renunció a su esplendor divino.
JMJ. Plaza de San Pedro. Domingo 9 abril 2006.
1.11.v
CON CLASE
“En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y nos envió a su Hijo como propiciación por
nuestros pecados” (1 Jn 4, 10). Aquí radica el corazón del Evangelio, el núcleo central del cristianismo. La luz de este amor abrió los ojos de san
Agustín, le hizo encontrar la “belleza antigua y siempre nueva” (Las Confesiones, X, 27), en la cual únicamente encuentra paz el corazón del
hombre.
Roma Viernes Santo, 6 de abril de 2007
1.11.w
PERDEDOR
En el pasaje evangélico del lavatorio de los pies, la conversación de Jesús con Pedro presenta otro aspecto de la práctica de la vida cristiana, en
el que quiero centrar, por último, la atención. En un primer momento, Pedro no quería dejarse lavar los pies por el Señor. Esta inversión del
orden, es decir, que el maestro, Jesús, lavara los pies, que el amo realizara la tarea del esclavo, contrastaba totalmente con su temor
reverencial hacia Jesús, con su concepto de relación entre maestro y discípulo. “No me lavarás los pies jamás” (Jn 13, 8), dice a Jesús con su
acostumbrada vehemencia. Su concepto de Mesías implicaba una imagen de majestad, de grandeza divina. Debía aprender continuamente
que la grandeza de Dios es diversa de nuestra idea de grandeza; que consiste precisamente en abajarse, en la humildad del servicio, en la
radicalidad del amor hasta el despojamiento total de sí mismo. Y también nosotros debemos aprenderlo sin cesar, porque sistemáticamente
deseamos un Dios de éxito y no de pasión; porque no somos capaces de caer en la cuenta de que el Pastor viene como Cordero que se entrega
y nos lleva así a los pastos verdaderos
San Juan de Letrán. Jueves Santo 20 marzo 2008.
1.11.x
PERDONADOR
Jesús puede dar el perdón y el poder de perdonar, porque él mismo sufrió las consecuencias de la culpa y las disolvió en las llamas de su amor.
El perdón viene de la cruz; él transforma el mundo con el amor que se entrega. Su corazón abierto en la cruz es la puerta a través de la cual
entra en el mundo la gracia del perdón. Y sólo esta gracia puede transformar el mundo y construir la paz.
Domingo 15 mayo 2005.
1.11.y
PARADÓJICO
2.13; 3.13; 4.13N
En el Niño de Belén Dios se reveló en la humildad de la "forma humana", en la "condición de siervo", más aún, de crucificado (cf. Flp 2, 6-8). Es
la paradoja cristiana.
Precisamente este ocultamiento constituye la "manifestación" más elocuente de Dios: la humildad, la pobreza, la misma ignominia de la Pasión
nos permiten conocer cómo es Dios verdaderamente. El rostro del Hijo revela fielmente el del Padre. Por ello, todo el misterio de la Navidad
es, por decirlo así, una "epifanía".
1.11.2a
DA PISTAS
El pensamiento cristiano compara el cosmos con un "libro" —así decía también Galileo— considerándolo como la obra de un Autor que se
expresa mediante la "sinfonía" de la creación. Dentro de esta sinfonía se encuentra, en cierto momento, lo que en lenguaje musical se llamaría
un "solo", un tema encomendado a un solo instrumento o a una sola voz, y es tan importante que de él depende el significado de toda la
ópera. Este "solo" es Jesús, al que precisamente corresponde un signo regio: la aparición de una nueva estrella en el firmamento.
1.11.2b
Los escritores cristianos antiguos comparan a Jesús con un nuevo sol. Según los conocimientos astrofísicos actuales, lo deberíamos comparar
con una estrella aún más central, no sólo para el sistema solar, sino incluso para todo el universo conocido. En este misterioso designio, al
mismo tiempo físico y metafísico, que llevó a la aparición del ser humano como coronación de los elementos de la creación, vino al mundo
Jesús, "nacido de mujer" (Ga 4, 4), como escribe san Pablo. El Hijo del hombre resume en sí la tierra y el cielo, la creación y el Creador, la carne
y el Espíritu. Es el centro del cosmos y de la historia, porque en él se unen sin confundirse el Autor y su obra.
En el Jesús terreno se encuentra el culmen de la creación y de la historia, pero en el Cristo resucitado se va más allá: el paso, a través de la
muerte, a la vida eterna anticipa el punto de la "recapitulación" de todo en Cristo (cf. Ef 1, 10). En efecto, "todo fue creado por él y para él",
escribe el Apóstol (Col 1, 16). Y, precisamente con la resurrección de entre los muertos, él obtuvo "el primado sobre todas las cosas" (Col 1,
18). Lo afirma Jesús mismo al aparecerse a los discípulos después de la resurrección: "Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra"
(Mt 28, 18).
1.11.2c
PEQUEÑO
Más aún, en Jesucristo, el Hijo de Dios, Dios mismo, Dios de Dios, se hizo hombre. El Padre le dice: “Tú eres mi hijo”. El eterno hoy de Dios ha
descendido en el hoy efímero del mundo, arrastrando nuestro hoy pasajero al hoy perenne de Dios. Dios es tan grande que puede hacerse
pequeño. Dios es tan poderoso que puede hacerse inerme y venir a nuestro encuentro como niño indefenso para que podamos amarlo. Dios
es tan bueno que puede renunciar a su esplendor divino y descender a un establo para que podamos encontrarlo y, de este modo, su bondad
nos toque, se nos comunique y continúe actuando a través de nosotros. Esto es la Navidad: “Tu eres mi hijo, hoy yo te he engendrado”. Dios se
ha hecho uno de nosotros para que podamos estar con él, para que podamos llegar a ser semejantes a él. Ha elegido como signo suyo al Niño
en el pesebre: él es así. De este modo aprendemos a conocerlo. Y en todo niño resplandece algún destello de aquel “hoy”, de la cercanía de
Dios que debemos amar y a la cual hemos de someternos; en todo niño, también en el que aún no ha nacido.
1.11.2d
7
8. NECESITADO
La señal de Dios es la sencillez. La señal de Dios es el niño. La señal de Dios es que Él se hace pequeño por nosotros. Éste es su modo de reinar.
Él no viene con poderío y grandiosidad externos. Viene como niño inerme y necesitado de nuestra ayuda. No quiere abrumarnos con la fuerza.
Nos evita el temor ante su grandeza. Pide nuestro amor: por eso se hace niño. No quiere de nosotros más que nuestro amor, a través del cual
aprendemos espontáneamente a entrar en sus sentimientos, en su pensamiento y en su voluntad: aprendamos a vivir con Él y a practicar
también con Él la humildad de la renuncia que es parte esencial del amor. Dios se ha hecho pequeño para que nosotros pudiéramos
comprenderlo, acogerlo, amarlo.
1.11.2e
INCLINADO
« ¿Quién como el Señor, Dios nuestro, que se eleva en su trono y se abaja para mirar al cielo y a la tierra?». Así canta Israel en uno de sus
Salmos (113 [112],5s), en el que exalta al mismo tiempo la grandeza de Dios y su benévola cercanía a los hombres. Dios reside en lo alto, pero
se inclina hacia abajo... Dios es inmensamente grande e inconmensurablemente por encima de nosotros. Esta es la primera experiencia del
hombre. La distancia parece infinita. El Creador del universo, el que guía todo, está muy lejos de nosotros: así parece inicialmente. Pero luego
viene la experiencia sorprendente: Aquél que no tiene igual, que «se eleva en su trono», mira hacia abajo, se inclina hacia abajo. Él nos ve y me
ve. Este mirar hacia abajo es más que una mirada desde lo alto. El mirar de Dios es un obrar. El hecho que Él me ve, me mira, me transforma a
mí y al mundo que me rodea. Así, el Salmo prosigue inmediatamente: «Levanta del polvo al desvalido...». Con su mirar hacia abajo, Él me
levanta, me toma benévolamente de la mano y me ayuda a subir, precisamente yo, de abajo hacia arriba. «Dios se inclina». Esta es una palabra
profética. En la noche de Belén, esta palabra ha adquirido un sentido completamente nuevo. El inclinarse de Dios ha asumido un realismo
inaudito y antes inimaginable. Él se inclina: viene abajo, precisamente Él, como un niño, incluso hasta la miseria del establo, símbolo toda
necesidad y estado de abandono de los hombres. Dios baja realmente. Se hace un niño y pone en la condición de dependencia total propia de
un ser humano recién nacido. El Creador que tiene todo en sus manos, del que todos nosotros dependemos, se hace pequeño y necesitado del
amor humano. Dios está en el establo.
1.11.2f
FIEL
El amor fiel y tenaz de Dios, que mantiene siempre su alianza de generación en generación. Este es el "misterio" del que habla san Pablo en
sus cartas(…) El Apóstol afirma que este misterio le "fue comunicado por una revelación" (Ef 3, 3) y él se encargó de darlo a conocer.
Este "misterio" de la fidelidad de Dios constituye la esperanza de la historia. Ciertamente, se le oponen fuerzas de división y atropello, que
desgarran a la humanidad a causa del pecado y del conflicto de egoísmos. En la historia, la Iglesia está al servicio de este "misterio" de
bendición para la humanidad entera. En este misterio de la fidelidad de Dios, la Iglesia sólo cumple plenamente su misión cuando refleja en sí
misma la luz de Cristo Señor, y así sirve de ayuda a los pueblos del mundo por el camino de la paz y del auténtico progreso.
1.11.2g
ESPOSO
La verdad del matrimonio y de la familia, que hunde sus raíces en la verdad del hombre, se ha hecho realidad en la historia de la salvación, en
cuyo centro están las palabras: "Dios ama a su pueblo". En efecto, la revelación bíblica es, ante todo, expresión de una historia de amor, la
historia de la alianza de Dios con los hombres; por eso, la historia del amor y de la unión de un hombre y una mujer en la alianza del
matrimonio pudo ser asumida por Dios como símbolo de la historia de la salvación.
El hecho inefable, el misterio del amor de Dios a los hombres, recibe su forma lingüística del vocabulario del matrimonio y de la familia, en
positivo y en negativo: en efecto, el acercamiento de Dios a su pueblo se presenta con el lenguaje del amor esponsal, mientras que la
infidelidad de Israel, su idolatría, se designa como adulterio y prostitución.
Roma, Lunes 6 de junio de 2005
1.11.2h
PERMISIVO
No sé por qué han omitido en el texto italiano la palabra "omnipotente", pero es verdad que nos sentimos casi como amenazados por la
omnipotencia: parece que limita nuestra libertad, parece un peso demasiado pesado. Pero tenemos que aprender que la omnipotencia de
Dios no es un poder arbitrario, pues Dios es el Bien, es la Verdad, y por este motivo Dios lo puede todo, pero no puede actuar contra el bien,
no puede actuar contra la verdad, no puede actuar contra el amor y contra la libertad, porque Él mismo es el bien, es el amor, y la verdadera
libertad. Por eso, todo lo que hace no puede estar nunca en contraposición con la verdad, con el amor y la libertad. La verdad es lo contrario.
Dios es el custodio de nuestra libertad, del amor, de la verdad. Este ojo que nos ve no es un ojo malo que nos vigila, sino que es la presencia de
un amor que no nos abandona nunca y nos da la certeza de que el bien es ser, el bien es vivir: es el ojo del amor que nos da el aire para vivir.
Aosta. 24 julio 09
1.11.2i
Dios omnipotente y misericordioso. Una oración romana, ligada al resto del Libro de la Sabiduría, dice: "Dios, muestra tu omnipotencia en el
perdón y en la misericordia". La cumbre de la potencia de Dios es la misericordia, es el perdón. En nuestro actual concepto mundial de poder,
pensamos en uno que tiene grandes propiedades, que en economía tiene algo que decir, dispone de capitales para influir en el mundo del
mercado. Pensamos en uno que tiene el poder militar, que puede amenazar. La pregunta de Stalin: "¿Cuántos ejércitos tiene el Papa?" sigue
caracterizando la idea común del poder. Tiene el poder quien puede ser peligroso, quien puede amenazar, quien puede destruir, quien tiene
en su mano tantos instrumentos del mundo. Pero la Revelación nos dice: "No es así"; el verdadero poder es el poder de gracia, y de
misericordia. En la misericordia, Dios demuestra el verdadero poder.
Aosta. 24 julio 09
1.11.2j
CON NOMBRE
8
9. Escuchamos un texto bíblico que nos presenta la revelación del nombre de Dios. Es Dios mismo, el Eterno, el Invisible, quien lo proclama,
pasando ante Moisés en la nube, en el monte Sinaí. Y su nombre es: "El Señor, Dios compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en gracia y
fidelidad" (Ex 34, 6). San Juan, en el Nuevo Testamento, resume esta expresión en una sola palabra: "Amor" (1 Jn 4, 8. 16). Lo atestigua
también el pasaje evangélico de hoy: "Tanto amó Dios al mundo que le entregó a su Hijo único" (Jn 3, 16).
Génova. Domingo 18 mayo 2008.
1.11.2k
Así pues, este nombre expresa claramente que el Dios de la Biblia no es una especie de mónada encerrada en sí misma y satisfecha de su
propia autosuficiencia, sino que es vida que quiere comunicarse, es apertura, relación. Palabras como "misericordioso", "compasivo", "rico en
clemencia", nos hablan de una relación, en particular de un Ser vital que se ofrece, que quiere colmar toda laguna, toda falta, que quiere dar y
perdonar, que desea entablar un vínculo firme y duradero.
Génova,. Domingo 18 mayo 2008.
1.11.2L
La sagrada Escritura no conoce otro Dios que el Dios de la alianza, el cual creó el mundo para derramar su amor sobre todas las criaturas (cf.
Misal Romano, plegaria eucarística IV), y se eligió un pueblo para sellar con él un pacto nupcial, a fin de que se convirtiera en una bendición
para todas las naciones, convirtiendo así a la humanidad entera en una gran familia. Jesús nos manifestó el rostro de Dios, uno en esencia y
trino en personas: Dios es Amor, Amor Padre, Amor Hijo y Amor Espíritu Santo.
Génova. Domingo 18 mayo 2008.
1.11.2m
A primera vista esto parece alejarnos del mundo y de sus problemas, pero en realidad se descubre que precisamente conociendo a Dios más
de cerca se reciben también las indicaciones fundamentales para nuestra vida: como sucedió a Moisés que, al subir al Sinaí y permanecer en la
presencia de Dios, recibió la ley grabada en las tablas de piedra, en las que el pueblo encontró una guía para seguir adelante, para encontrar la
libertad y para formarse como pueblo en libertad y justicia. Del nombre de Dios depende nuestra historia; de la luz de su rostro depende
nuestro camino.
De esta realidad de Dios, que él mismo nos ha dado a conocer revelándonos su "nombre", es decir, su rostro, deriva una imagen determinada
de hombre, a saber, el concepto de persona. Si Dios es unidad dialogal, ser en relación, la criatura humana, hecha a su imagen y semejanza,
refleja esa constitución. Por tanto, está llamada a realizarse en el diálogo, en el coloquio, en el encuentro. Es un ser en relación.
En particular, Jesús nos reveló que el hombre es esencialmente "hijo", criatura que vive en relación con Dios Padre, y, así, en relación con
todos sus hermanos y hermanas. El hombre no se realiza en una autonomía absoluta, creyendo erróneamente ser Dios, sino, al contrario,
reconociéndose hijo, criatura abierta, orientada a Dios y a los hermanos, en cuyo rostro encuentra la imagen del Padre común.
Génova, Domingo 18 mayo 2008.
1.11.2n
OJO QUE VE
En la historia religiosa de la humanidad, que coincide con la historia de su espíritu e impregna las grandes culturas, Dios aparece por doquier
como el ser cuyos ojos miran en todas direcciones, como la visión sin más. Esta arcaica representación queda estampada en la figura del ojo de
Dios que nos es familiar por el arte cristiano: Dios es ojo, Dios es mirada. Detrás de eso se encuentra, de nuevo, una sensación primordial del
hombre: éste se sabe conocido. Sabe que no hay un postrer ocultamiento; que en todas partes, sin cobijo ni evasión, su vida está, hasta el
fondo, patente a una mirada; sabe que, para él, vivir es ser visto. Lo que formuló como plegaria uno de los salmos más hermosos del Antiguo
Testamento articula una convicción que ha acompañado al hombre a través de toda su historia:
Señor, tú me examinas y me conoces,
Sabes cuándo me siento o me levanto,
Desde lejos penetras mis pensamientos.
Tú adviertes si camino o si descanso,
Todas mis sendas te son conocidas.
No está aún la palabra en mi lengua,
y tú, Señor, ya la conoces.
Me envuelves por detrás y por delante,
Y tus manos me protegen.
Es un misterio de saber que me supera,
Una altura que no puedo alcanzar.
¿Adónde podré ir lejos de tu espíritu,
Adónde escaparé de tu presencia?
Si subo hasta los cielos, allí estás tú,
si me acuesto en el abismo, allí te encuentro.
Si vuelo sobre las alas de la aurora,
y me instalo en el confín del mar,
también allí me alcanzará tu mano,
y me agarrará tu derecha.
Aunque diga: «Que la tiniebla me encubra,
y la luz se haga noche en torno a mí»,
9
10. no es oscura la tiniebla para ti,
pues ante ti la noche brilla como el día [...] (Sal. 139, 1-12).
El Dios de los cristianos, pp. 16-17
1.11.2o
CREADOR
Cuenta Martín Buber en sus leyendas jasídicas que el futuro rabí Leví Isaac hizo un primer viaje, movido por su deseo de saber, y visitó al rabí
Schmelke de Nikolsburg, contra la voluntad de su suegro. A su regreso, éste le preguntó con altanería:
— ¿Y qué has aprendido junto a él?
A lo que Leví Isaac respondió:
—Aprendí que existe el creador del mundo.
El viejo llamó entonces a un criado y le preguntó:
— ¿Sabías que existe el creador del mundo?
—Sí —dijo el criado.
—Por supuesto —exclamó Leví Isaac—, todos lo dicen, pero ¿lo aprenden, además de decirlo?
Intentemos en esta meditación aprender con mayor profundidad lo que significa «Dios es creador»
El Dios de los cristianos, p. 37
1.11.2p
ES
La expresión «Dios es» significa además que todos nosotros somos sus creaturas. Sólo creaturas, pero en cuanto tales, verdaderamente
provenientes de Dios. Somos creaturas queridas por él y destinadas a la eternidad: creatura es el prójimo, la persona —tal vez antipática— que
está a mi lado. El hombre no proviene de la casualidad ni de la mera lucha por la existencia que lleva a la victoria del más apto, del que logra
imponerse: el hombre proviene del amor creador de Dios.
El Dios de los cristianos, p. 27
1.11.2q
UN EXTRAÑO PODEROSO
El poder de Dios es diferente al poder de los grandes del mundo. Su modo de actuar es distinto de como lo imaginamos, y de como
quisiéramos imponerle también a Él. En este mundo, Dios no le hace competencia a las formas terrenales del poder. No contrapone sus
ejércitos a otros ejércitos. Cuando Jesús estaba en el Huerto de los olivos, Dios no le envía doce legiones de ángeles para ayudarlo (cfr. Mt. 26,
53). Al poder estridente y pomposo de este mundo, Él contrapone el poder inerme del amor, que en la cruz —y después siempre en la
historia— sucumbe y, sin embargo, constituye la nueva realidad divina, que se opone a la injusticia e instaura el Reino de Dios. Dios es diverso;
ahora [cuando los Reyes Magos se postran ante el Niño], se dan cuenta de ello. Y eso significa que ahora ellos mismos tienen que ser
diferentes, han de aprender el estilo de Dios.
20 de agosto de 2005
1.11.2r
2.11 SATANÁS
EL NÚMERO DE SATANÁS
El Apocalipsis habla del adversario de Dios, de la bestia. La bestia, el poder adverso, no lleva un nombre, sino un número: «666 es su número»,
dice el vidente (13, 18). Es un número y convierte a la persona en un número. Los que hemos vivido el mundo de los campos de concentración
sabemos a qué equivale eso: su horror se basa precisamente en que borra el rostro, en que cancela la historia, en que hace de los hombres
números, piezas recambiables de una gran máquina. Uno es lo que es su función, nada más. Hoy hemos de temer que los campos de
concentración fuesen solamente un preludio; que el mundo, bajo la ley universal de la máquina, asuma en su totalidad la estructura de campo
de concentración. Pues si sólo existen funciones, entonces el hombre no es tampoco nada más. Las máquinas que él ha montado le imponen
ahora su propia ley. Debe llegar a ser legible por la computadora, y eso sólo resulta posible si es traducido al lenguaje de los números. Todo lo
demás carece de sentido en él. Lo que no es función no es nada.
La bestia es número y convierte en número. Dios, en cambio, tiene un nombre y nos llama por nuestro nombre. Es persona y busca a la
persona. Tiene un rostro y busca nuestro rostro. Tiene un corazón y busca nuestro corazón. Nosotros no somos para él función en una
maquinaria cósmica, sino que son justamente los suyos los faltos de función. Nombre equivale a aptitud para ser llamado, equivale a
comunidad. Por eso Cristo es el verdadero Moisés, la culminación de la revelación del nombre. No trae una nueva palabra como nombre; hace
algo más: él mismo es el rostro de Dios, la invocabilidad de Dios en cuanto tú, en cuanto persona, en cuanto corazón.
El Dios de los cristianos, pp. 22-24
2.11.a
TIENTA DESAFIANDO
«Si eres Hijo de Dios...» Escucharemos nuevamente estas palabras por parte de quienes se burlan de él en la cruz: «Si eres Hijo de Dios, sálvate
y baja de la cruz» (Mt. 27, 40). Esto es una burla, pero al mismo tiempo un desafío: para ser creíble, Cristo debe probar sus pretensiones. Esta
demanda de pruebas aparece durante toda la vida histórica de Jesús, pues continuamente se le echa en cara que él no prueba suficientemente
su identidad, que tiene que hacer el gran milagro que elimine toda ambigüedad y contradicción y esclarezca a cada uno de modo irrebatible
quién y qué es él, o qué cosa no es. Nosotros planteamos esta exigencia a Dios, a Cristo y a su Iglesia a lo largo de toda la historia: si existes,
Dios, entonces también debes mostrarte. Debes rasgar las nubes de tu aislamiento y darnos la claridad a la que tenemos derecho. Si tú, Cristo,
eres realmente el Hijo de Dios y no uno de los iluminados que han aparecido permanentemente en la historia, entonces debes mostrarlo más
claramente de lo que lo haces; debes dar a tu Iglesia, si ésta debe ser tu Iglesia, un carácter unívoco mayor que el que en realidad le es
peculiar.
Caminos de Jesucristo, p. 85
2.11.b
10
11. SUS POMPAS
Satanás lo conduce a un monte muy elevado y le muestra todos los reinos de la tierra con todo su esplendor; se presenta como el verdadero
soberano del mundo que tiene poder y lo reparte. Ofrece a Jesús el poder y sus «pompas» —una expresión que reaparecerá en la fórmula del
bautismo, donde no sólo hay que renunciar al diablo sino, concretamente, a sus pompas para poder ser cristiano—.
Las pompas del poder significan la capacidad de hacer lo que se quiere, de gozar de lo que se quiere, disponer de todo, ocupar siempre los
primeros puestos. Ningún goce te es negado, cualquier aventura te es posible, todos se arrodillan ante ti. Te está permitido hacer lo que
quieras y tienes la posibilidad de hacerlo. De ese engañoso «ser como Dios», de esa caricatura de la imagen y semejanza de Dios se vale el
diablo para enloquecer al hombre y parodiar la libertad de Dios. Satanás ofrece poder, naturalmente, pagando un precio: un poder que se
apoya en el terror, el miedo, la codicia, la violencia contra el otro y el endiosamiento del yo. Pero —parece decir Satanás— esto es
precisamente el poder. De otro modo no se puede tener. El que quiere dominar necesita oprimir, necesita la amenaza de la violencia y ha de
ejercerla. ¿Y cómo va a ser redimido el mundo si el Redentor no tiene poder? Está claro, por tanto, que el Salvador, si quiere hacer algo, ha de
asumir la oferta de poder y plegarse a las reglas del juego [...].
El poder de Dios, esperanza nuestra, pp. 51-52
2.11.c
LA TENTACIÓN DEL ÉXITO
[« ¡Apártate de mí, Satanás!»]: Jesús mantiene con Pedro una relación de confianza y cercanía, por eso tales frases están justificadas. Pedro lo
acepta, comprende que estaba completamente equivocado. En este caso trataba de impedir al Señor el calvario. Le dice: «Eso desentona de tu
misión, debes triunfar, no puedes ir a la cruz.» Pedro repite la tentación del desierto que se nos describe como la tentación de Jesús por
antonomasia, la tentación de ser un mesías del éxito, de apostar por el caballo político. - El Señor le dice aquellas palabras que oímos aquí en
la cima de la montaña, como conclusión de la historia de las tentaciones: «Quítate de mi vista, Satanás» (Mc. 8, 33).
Dios y el mundo, p. 223 - Caminos de Jesucristo, p. 84 (45.7 de ORAR con B16)
2.11.d
SE LE DERRUMBAN SUS REINOS
El poder de Dios en el mundo es discreto, no busca ostentación, tal como lo muestra no solamente la historia de las tentaciones, sino también
toda la historia terrenal de Jesús. Pero éste es el poder verdadero y permanente. La causa de Dios parece continuamente «yacer como en
agonía», pero continuamente se demuestra como lo realmente permanente y salvífico. Los reinos del mundo que en su momento Satanás
podía mostrar al Señor se han ido derrumbando todos. Su gloria, su doxa, ha demostrado ser mera apariencia. Pero la gloria de Cristo, la gloria
humilde y dispuesta al sufrimiento de su amor no ha perecido. En la lucha contra Satanás, Cristo quedó como vencedor: unos ángeles se
acercaron y le servían, dice el evangelista (cfr. Mt. 4, 11).
Caminos de Jesucristo, pp. 95-96
2.11.e
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