Presentación ZEN sobre cómo enfrentarnos al diseño de un plan de acción orientadora
1. “No tiene el gran artista
ni un concepto
que un mármol sólo en sí
no circunscriba
en su exceso
mas sólo a tal arriba
la mano que obedece
al intelecto”
Miguel Ángel Buonarroti
Apasionante misión: crear un futuro que pase a la historia!
La misión del formador no puede ni debe ser otra que, advertido el potencial de cada formando, afanarse en extraerlo hasta convertirlo en realidad palpable. Es una tarea consistente en hacer patente lo que es latente, en conseguir que lo que nadie ve lo pueda ver cualquiera. Pura sinéctica: volver lo extraño en reconocible y viceversa.
El formador parte de la percepción creativa para concebir nuevas ideas, o combinar con valor las ya existentes para obtener nuevo valor. Expreso pensamiento lateral: desestructurar para reestructurar, deliberadamente.
Ante lo ininteligible, el formador traduce para hacerlo comprensible. Y lo hace con CHISPA.
Y para esa misión no hay obstáculo, sólo reto que demanda lo mejor de sí mismo para superarlo con orgullo. Acción fundamental para coger seguridad, ganar confianza en uno mismo y credibilidad para los demás.
Cuanto mayor es el obstáculo, mayor es la oportunidad que se nos ofrece para darlo todo. Oportunidad de éxito, de logro excelente. Oportunidad para cumplir la misión: estimular a los formandos a asumir la acción responsable de formar-se.
Formar no es posible sin pasión. No se es capaz desde afuera, sin entrar de lleno en la realidad plena, en todas las realidades: la propia, la de los demás y la común a todos.
No es suficiente “pasar por allí”, ni implicarse como quien teme quemarse ante una chispa. Es necesario comprometerse a ser la chispa que encienda…
La experiencia es un camino repleto de huellas, casi todas alineadas en la misma dirección. En ocasiones nos salimos del camino, pero eso no sólo es necesario para darnos cuenta del camino correcto, es incluso obligatorio.
Equivocarse está asociado indisolublemente al aprendizaje. El error forma parte del camino. Todos nos equivocamos.
El error como equivocación (en el proceso de formación) es un derecho. Nos atrevemos a decir que también es una obligación. No yerra quien no lo intenta. Y necio es quien no enmienda sus errores.
Todo se aprende y perfecciona con la práctica (“Per varios usus artem experientia feçit. Sit modus in rebus.”) y disfrutar mientras se consigue es una experiencia deliciosa que merece la pena vivir.
Pero la experiencia hay que vivirla con todo nuestro ser, al completo, desde nuestro cien por cien.
Para eso necesitamos manejar recursos. Manejarlos inteligentemente, es decir, con inteligencia: nuestro principal recurso.
Es cierto que estaremos rodeados de otros recursos, pero…
Pero para formar es imprescindible el formador, su presencia en cuerpo, alma y mente (también espíritu). No es posible descargar la responsabilidad ni el protagonismo en los recursos. Estos son los que están a nuestro servicio, nunca al revés.
Si no se considera así corremos el riesgo de perder la oportunidad de formar y, más grave, nuestra credibilidad como formadores. Nuestro principal recurso es un paquete de inteligencias que, orientadas convenientemente, son insustituibles. Y nosotros somos los directores, conductores, inductores, provocadores… presentadores cuya presencia es imprescindible. Y si hubiera algo prescindible en nuestra presentación, sería todo menos nosotros.
Presentes con nuestra mente, aprovechemos esa ventaja que ofrece nuestro talento con respecto a otros medios y recursos tecnológicos. No es innovador quien dispone y maneja los últimos avances, los más sofisticados. Es innovador el capaz de adecuarlos a sus necesidades comunicativas, adaptarlos a su conveniencia, emplearlos con pertinencia.
Y es creativo el capaz de transmitir de modo alternativo, lo que teniendo previsto no es posible por causas ajenas a su voluntad. Por tanto, la creatividad está en el formador.
Pensar, diseñar, elegir, decidir, planificar y organizar son etapas necesarias para presentar.
También lo es observar la eficiencia de la presentación, prestar atención a las reacciones, respuestas de la audiencia. Pendientes de ese feedback para transformarlo en feedforward. En esa situación, quien aprende es el presentador (la audiencia es la que enseña), para deglutirlo y aprovecharlo como viento a favor, a favor de la propia audiencia (y del propio presentador, de cara a próximas citas formativas). Con esto se distingue al experimentado del veterano.
Y no hay mayor satisfacción que el cumplimiento de la misión. Misión permanentemente presente en la mente del formador/presentador. El proceso se completa con el producto. La presencia, con chispa, es la clave para provocar la acción.
La misión de enseñar necesita un proceso (plagado de presentaciones) que necesariamente ha de desembocar en un producto: el aprendizaje. Si no se obtiene, enseñar es simplemente mostrar. El formador enseña, muestra lo que sabe; nada más.
Enfocado en que los formandos se formen, aprendan, el formador se transforma en un ayudante de aprendices, orientador, facilitador en el proceso de aprendizaje.
Y cuanto más “práctico” (cercano, contextualizado, relevante, significativo) es el ámbito de la formación, mejor se ayuda a aprender.
Dejemos HUELLA!
De algún modo, cuando estamos formando a formadores el proceso se reproduce, somos modelos y referentes que como en la geometría fractal, nos multiplicamos sin fin. Y esperemos que con una mejora sin fin.
O sea, en nuestras manos está el futuro de quienes tienen en sus manos el futuro de nuestros hijos. Y así sucesivamente.
Apasionante misión!
Mente completa de Daniel H. Pink
Trébol de la suerte buscada
Momentos de agobio habrá siempre. Lo importante es aprender de ello… para…
… llegar al éxito, a la satisfacción personal, a DAR LO MÁXIMO.