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La luz
    de la conciencia
    José Manuel Martínez Sánchez








                             



                 

                 

                 



José Manuel Martínez Sánchez


La luz de la conciencia
     Palabras en la no-dualidad
Título: La luz de la conciencia. Palabras en la no-dualidad

Autor: José Manuel Martínez Sánchez, 2012

Imagen de portada: Siddhartha Gautama “Buda”

Autorizada la libre distribución

ISBN: 978-1-4717-9887-0




                                       José Manuel Martínez Sánchez
                             Nacido en Albacete (España) el 11 de marzo
                           de 1983. Licenciado en Filología Hispánica por
                           la Universidad de Murcia. Máster en Psicología
                           Humanista. Maestro de Reiki. Columnista de
                           opinión del diario "La Verdad" de Albacete. Ha
                           publicado los siguientes libros: “Épica del
                           naufragio” (poesía), “Concierto de esperanzas.
(Poesía reunida, 2002-2008)”, “El hombre posmoderno” (ensayo), “Los
hijos del sol” (novela), “Buscando la paz interior” (ensayo/poesía) y
“Hacia el despertar espiritual” (ensayo/poesía).

Tiene un blog sobre espiritualidad cuya dirección es:
www.lasletrasdelaire.blogspot.com


E-mail del autor: martinezsanchezjm@gmail.com
ÍNDICE

Prólogo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 13


1. Ensayos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 14
Amor consciente                                                                              14
Amor es lo que eres                                                                          15
La eterna evidencia de ser                                                                   15
Aquello que siempre eres                                                                     16
Amor universal                                                                               17
De la esencia de Dios (o del Amor)                                                           18
Amor y libertad                                                                              19
Amor y silencio                                                                              20
Conciencia y despertar                                                                       20
Fragancia íntima del ser                                                                     20
Antes de que el mundo surja                                                                  21
Claridad del silencio                                                                        22
Conciencia de amor y luz                                                                     22
Aquí y ahora                                                                                 23
Yo soy eso                                                                                   24
El Todo en todas las partes                                                                  25
El buda que somos                                                                            26
Más allá de la vista: la visión interior                                                     28
Este momento lo incluye todo                                                                 30
Experiencia de la felicidad                                                                  30
Amor sin barreras                                                                            31
Quietud creativa                                                                             32
La libertad de meditar                                                                       32
Luz de la conciencia                                                                         33
Ser consciente                                                                               33
Identidad y realización                                                                      34
Fluir                                                                                        34
Intuición del ser                                                                            36
La aspiración al despertar                                                                   37
La luz del silencio                    38
Siendo lo que el Ser es                39
Conciencia de amor                     39
No hay ilusión en la no-mente          40
¿Quién soy yo?                         41
Sobre la naturaleza del amor           42
Una dicha radiante de ser              43
La búsqueda encontrada                 44
La búsqueda es el encuentro            45
Ya vives en el paraíso                 46
Supraconsciencia                       47
La felicidad es libertad               48
El meditador                           49
El bello misterio de la meditación     50
La fuente del ser                      50
La paz del silencio                    51
Dios es amor                           52
La puerta hacia ti                     53
Libertad interior                      53
Lo que el ahora nos revela             54
Más allá del pensamiento está el Ser   55
La iluminación                         57
El ahora                               58
La meta divina                         59
La luz del corazón                     60
La verdad del amor                     60
Meditación                             61
En busca del conocimiento              61
El yo libre de identificaciones        62
Misterio incesante de ser              63
No dualidad                            64
No hay esfuerzo en la meditación       65
La visión total                        65
Mística y meditación                   66
Ahora es el único momento              67
Más allá del ego                       67
Silencio interior               68
La eternidad del instante       69
La contemplación                69
La búsqueda callada             70
Ser lo que somos                70
Testigo de la conciencia        71
Reconocimiento del amor         72
Ser sin elección                72
Presencia de lo que es          73
Perfectamente encontrado        73
Lo eterno del ahora             74
La mirada silenciosa            74
Silencio escuchado              75
Sin tiempo ni dualidad          77
Quietud reveladora              78
Meditando la realidad           78
Nunca has dejado de conocerte   79
La claridad del presente        80
Ser de amor eterno              81
La certeza                      81
La consciencia autoevidente     82
El gran hallazgo del espíritu   83
El ser lo es todo               84
La desnudez de ser              85
La experiencia de ser           85
La experiencia inefable         86
El ser no condicionado          86
Un bello suceder, el amor       87
Tú eres eso                     88
Todo es ahora                   89
Conocerse es ser                89
La verdad es siempre ahora      90
Presencia de amor               91
Descansa en el amor             91
Realización espiritual          92
El buscador es lo buscado       94
El milagro de la creación                                                                95
Amor hallando su luz                                                                     96
En el momento en que yo no está                                                          97
Todo es un mismo ser                                                                     97
La ausencia que presencia                                                                98
Un mismo corazón                                                                         98
Volver al corazón                                                                        98
Misterioso no-saber                                                                      99
Mundo y manifestación                                                                   100
El hombre del Tao                                                                       101
En la no dualidad                                                                       102
Totalidad                                                                               103
Tierra iluminada                                                                        104


2. Poemas . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 105
Amor hacia el amor                                                                         105
Amor sin tiempo                                                                            106
Conciencia es mi nombre                                                                    107
Vuelo                                                                                      108
De amor creado                                                                             109
Eterno romance                                                                             110
Éxtasis de silencio                                                                        111
Vida hacia su mar                                                                          112
No-ser siendo                                                                              113
Siempre tú                                                                                 114
La vida que respiras                                                                       115
Nacimiento                                                                                 116
El pequeño Buda                                                                            117
Esplendor de lo eterno                                                                     118
Vivir ahora                                                                                119
El milagro del ahora                                                                       120
Fluyendo                                                                                   121
Reencuentro pleno                                                                          122
Luz de la noche                                                                            123
Alma de la tierra                                                                          124
Despertar               126
Nirvana                 127
Estrellas que soñamos   129
Aire                    130
Raíz de lo alto         131
Sueño de amor           132
Noche serena            133
Renacimiento            134
Canción                 135
Reencuentro de la luz   136
Sueño del alma amada    137
Vivir naciendo          138
Instante descubierto    139
Sin esfuerzo, de forma natural
es el estado más alto.
En él, el amor mismo
es el amante y el amado.
       Sri Nisargadatta Maharaj

Abre el corazón y mira este mundo
con los ojos del ser.
           Sri Ramana Maharshi
PRÓLOGO
(LA MÁS BELLA FLOR)

Del silencio surge la más bella flor, aparece en el momento
presente, en la presencia que contiene la luz de un instante
perfecto, intocado por el tiempo, inmaculado de inocencia.
Todo instante llama a tu corazón a la presencia de ti, presencia
del ser completo que se expresa como silencio puro y excelso,
no sometido a lo limitado del espacio.
      La presencia del ser en el silencio dibuja con sus
amaneceres de luz la claridad del alma, el susurro amoroso de
esta siempre sentida totalidad que somos. Esta conciencia que
ahora emerge al mundo, creadora del mundo, de todo lo visible
y lo invisible, receptiva a esa energía sagrada que nos baña de
vida, de paz y unidad inabarcable, es lo que somos, lo que el
corazón reconoce como verdadero, siempre verificable al
observarlo en íntima y serena comunicación con uno mismo:
testigo silencioso de la conciencia.
      Una verdad, la del ser, que no se puede atesorar, que no es
propiedad de nadie, pero que flota en el aire bañándolo todo
como el corazón íntimo de todas las certezas del alma. Esa
verdad, libre, inconquistable, dadora de ilimitadas bendiciones,
florece en el ser, en la vida… En este ahora silencioso de
conciencia está siempre presente, revelado, el manantial infinito
de luz y amor que somos.




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                           ENSAYOS


AMOR CONSCIENTE

El amor es la gran verdad del alma, aquello que sabemos sin
necesidad de interrogar a la mente, pues cuando el amor se
manifiesta somos nosotros mismos los que mostramos nuestra
esencia real, aquella espontánea y genuina que nos comprende.
Para amar no hay que hacer ningún esfuerzo, es una fuerza que
brota del interior, como el aliento cuando exhalamos. El aire
nos llega de forma natural, porque la vida es el corazón de
nuestros actos y como tal, es el centro y vitalidad de lo que
somos. Aquello que somos no puede buscarse fuera, no puede
ser algo que hayamos perdido, pues: ¿qué seríamos entonces si
la razón del ser no se halla en este momento en nosotros?
Cuando aprendemos a ser nada más que lo que somos, la
libertad es plena. Sobra todo esfuerzo, todo intento por forjar
una identidad superficial y adquirida. Este aprender, por tanto,
es -en verdad- un desaprender: ser uno mismo, tal cual, sin
artificios.
       Siendo solamente, comprendemos en el corazón -sin
necesidad de palabras y argumentos- que ahí reside la verdad,
que la totalidad ha sido siempre esa verdad presente. El amor
es la fuerza inmediata que nos presenta tal verdad. Amando, a
uno mismo, a los demás (al ser sin distinciones), recobramos
consciencia de nuestra verdadera sustancia integradora, aquella
que está unida eternamente a lo que ella Es; la verdad, la luz del
corazón: la vida consciente, el amor...




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AMOR ES LO QUE ERES

Si  confías en el amor, te entregas y lo sientes con todo el
corazón, si eres uno con él, no hay ningún obstáculo ni temor
que se interponga, porque el rostro y el aura del amor es la paz,
la confianza, la certeza de que sigues el camino verdadero: el
camino que te conduce de regreso a tu esencia pura y genuina.
Pues Amor es lo que eres.


LA ETERNA EVIDENCIA DE SER

Toda auténtica enseñanza espiritual nos dirá: "sé tú mismo".
Este es el método directo. Quizás uno se pregunte, ¿cómo he de
ser yo mismo?, ¿qué he de hacer para ser yo mismo?; y vemos
que la pregunta es por sí misma tautológica: no se puede hacer
algo en concreto para ser lo que somos. Es por ello que ser uno
mismo es la forma directa de experimentar nuestra verdadera
esencia. La esencia de lo espontáneo y natural, de lo inocente y
eternamente evidente: aquí está la respuesta tan buscada, en lo
que eres, en ti.
      Deja atrás todo esfuerzo y también incluso abandona todo
esfuerzo por liberarte del esfuerzo. Así de sencillo es, no hay
que hacer nada. Sé tu mismo, regresa al punto de partida que es
también el de llegada, el punto cero que es sin tiempo y sin
espacio y por ello absoluto en su real presencia: aquí, ahora y
siempre. El punto que nace del vacío y que todo lo comprende.
El punto del que los mundos son creados y regresan a su
silencio sin nacimiento en el sueño profundo. El punto que todo
lo comprende y que se manifiesta natural, autoevidente, en tu
sensación de ser. Esta es la eterna evidencia que vive en
nosotros: Ser.




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AQUELLO QUE SIEMPRE ERES

Hay algo que siempre está presente, es la consciencia. El hecho
de saber que eres, de ser consciente. En ese momento aparece el
pensamiento yo, el lenguaje, la mente y todo el mundo de las
ideas y las dualidades; el conflicto, el temor, el dolor, el placer,
etc. Todo esto forma parte del juego del yo, del juego de la
mente. No importa lo más mínimo que ocurra esto. No hay que
esforzarse por cortar con ello, por evitar que las cosas sucedan,
por reprender a la mente, etc. Todo lo que hagamos seguirá
entrando en ese juego.
      Lo único real es que eres, que sabes que eres. Viendo eso
comprendemos la realidad primera, intocada y prístina, la
realidad fundamental. Sabemos que todo lo que surja después,
que todo lo que creamos que somos, que cualquier formulación
ya es de la mente. Sin embargo la conciencia no desaparece, es
el fondo bajo el que todo sucede, el gran silencio sobre el que
nacen todos los sonidos. El gran océano que ve nacer y morir
las olas infinitas. El mar está en calma o agitado, pero siempre
es el mar. Los sonidos cambian, la melodía siempre es otra,
pero el silencio es siempre el punto de partida, el mantenedor
de todo, lo único real y constante. Tú eres eso. Tú eres la
conciencia que siempre es. La luz de la conciencia. Lo demás no
importa, no te preocupes por ello, si sabes que eres.
Sé testigo del milagro de ser. No te esfuerces por ser esto o
aquello. Sé lo que eres, nada más. Sé el todo, no te conformes
con la parte. Si lo miras bien, afortunadamente, no tienes
opción alguna, siempre eres lo que eres. Darse cuenta de esto es
lo más evidente que puede ocurrir, es como mirarte en un
espejo y ver tu rostro directamente o señalar un árbol y ver el
árbol. Mira en tu interior y encuentra aquello que siempre está
contigo: la consciencia. Eso que está en ti por encima de todo
fenómeno cambiante, eso que está en todo, que todo lo penetra
e interpenetra. A esa consciencia total también se le llama
felicidad real y completa.




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AMOR UNIVERSAL

Vivir    integrado en la unidad significa no hallar diferencia
alguna entre lo tuyo o lo mío, verlo todo en el mismo plano,
fundidos con todo lo que suceda, formando parte de la cosa en
sí, sea cual sea el foco observado. Hay observación real en el
instante único que vive unificado en la conciencia eterna. La
experiencia de lo místico, de esta unión con el Todo, puede ser
sentida, acaso simbolizada. Puede no hablarse de ella, incluso
conociéndola, porque por mucho que digamos de ella siempre
será poco. En este aspecto, la frase de Wittgenstein que nos
invita a callar ante lo que no se puede hablar es muy sabia. Pero
al menos, se puede corroborar, como tantos místicos han hecho,
su existencia, a través de su mirada de paz y amor, de sus
silencios, de su suave hablar vacío de ego y profundamente
generoso. La ofrenda de amor hacia el otro supone entregar una
verdad mística, llena de belleza, de realidad con sentido.
      Ser todo amor, renacer siempre en esa conciencia. Darlo
todo por el sólo hecho de dar, sin condición de reciprocidad
alguna. Llenarnos el corazón al entregarlo. Esa es la verdadera
palabra del sabio. No decir la verdad con teorías, sino
vivificarla, siendo su acción, su movimiento de virtud el baño
purificador. Siendo su ser mismo la verdad rebosando.
Amanece el camino de quien se encuentra a un ser así, o
comprende esa verdad en sí mismo. Porque esa verdad está
presente en todos, universal como la vida, única y total como
toda esencia, gen de todo lo creado. No se puede olvidar lo que
el corazón memoriza como pulso de sentido, como ritmo de
existencia motivada. La verdad del amor nos ama más que a
nada en el mundo, porque siempre corresponde, responde con
creces, infinita, auténtica. Sólo hay que sentir la llamada del
amor para comprender que somos eso, que formamos parte de
ello; y, por tanto, siempre podemos experimentarlo, regalarlo,
recogerlo.




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DE LA ESENCIA DE DIOS (O DEL AMOR)


Encontramos     en la historia humana un lugar común que
habitualmente llamamos búsqueda del sentido del ser. Llámese
religión, filosofía, poesía o cualquier otra expresión que
sustente esta motivación existencial: el fondo siempre es el
mismo. Ahí el buscador habla la lengua que apremia la
búsqueda, el sonido interior que reclama albergar voz de
sentido a su torbellino de incertidumbre. Las palabras, que
siguen el curso vital del alma que las pronuncia, aprenden la
realidad con la mirada puesta en hilvanar el significado de su
camino. En el comienzo del Svetasvatara Upanisad (1.1) la
pregunta resulta solemne e inspiradora: “¿Es el brahman [Dios]
la causa? ¿De qué hemos sido engendrados, por quién vivimos
y en qué nos sustentamos?”. Una pregunta que sin duda
requiere de respiración tranquila, de motivación sincera y de
una conciencia abierta al ser que recibe las impresiones del
aliento espiritual que desborda su comprensión racional al
tratar de responderla.
      Una emoción asentada en el amor sereno habrá de
desprenderse en el sentimiento de quien busca a Dios y recibe
letras integradoras del ser y su mundo, tal que unicidad
deslumbrante que enseña la grandeza del alma y nos ayuda a
descubrirla en nosotros. El tiempo y la eternidad dejan de ser
dos caras de una misma moneda que a la fuerza hemos de
elegir y ambas se concilian en la visión total del tiempo eterno,
en el acontecer sin rastro de continuidad, en ese eterno ahora
que amplía el corazón desbordándolo de paz infinita. Ahí
reside la semilla de la meditación con sentido, no el simple
ejercicio de dejar la mente en blanco porque sí. Entregada,
integrada en todo y consciente de sí, la mente se abre al amor
puro que respira el reconocimiento intuitivo de la esencia que la
sustenta.
      La mirada del amor registra el prodigio del ser que le
asiste y le permite experimentar la realidad de su
bienaventuranza. Porque, cuando los ojos del amor vislumbran
el mundo, descifran el paraíso que la luz de la conciencia pinta
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en los lienzos del alma. En ese amor uno recibe la luz
entregándola, o solamente asistiendo al espectáculo de verla y
tocarla, ya no dividido ni limitado por los deseos, sino inserto
en todo lo existente, como partículas desplegadas en la
totalidad, compartiendo una esencia sola. Así es el amor, un
continuo dar, que siempre llena.


AMOR Y LIBERTAD

Amar es ser libre, es la entrega del corazón a la dicha perfecta
de la comunión con lo amado. La libertad de ser es tu esencia,
aquello que fue siempre contigo, libertad que se sustenta al
soltar todo aquello que la oprime, encaminándose a la pureza
de su armonía primigenia. Este soltar no es un trabajo, ni un
proyecto que dependa del tiempo, porque la libertad es la
primera condición de tu estado incondicional y eterno.
      Liberación significa despojarse de lo estéril, de aquello que
sólo añade complejidad, pero lo fundamental es darse cuenta
que de lo único que uno se libera es de la ilusión de no ser libre.
Por lo que -si lo miramos bien- no hay nada de qué liberarse al
ser uno lo que es ahora, lo real que acontece (no hay nada que
lleve menos esfuerzo que ser uno mismo en lo que es). Ahí estás
tú, el Ser que es conciencia sin tiempo, para gozar de su
verdadera naturaleza, siempre viva y presente.
      Cuando sabes que nada puede tocar lo real -el amor del
ser, la libertad y el gozo de la consciencia siendo sin segundo-
eres capaz de presenciar la película que pasa por tus ojos sin
pensarte el personaje individual y separado de la misma, y
abrazando en el amor la visión misma: pantalla, personajes,
realidad, ficción, sombras y sueño, en una misma dimensión de
unidad que tu Ser contiene, en perpetua felicidad no nacida
abrazando lo naciente.
      Ama completamente este sueño, pues sólo alimentado de
amor es dulce el despertar.




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AMOR Y SILENCIO

Hay    una voz para el amor que deslumbra en su lúcida
expresión, una voz que se abre a los cielos de la conciencia toda,
atisbando el universo en el instante, más allá de cualquier límite
imaginario, en su esplendor más puro y confirmado. Esa voz,
esa certeza del entendimiento y del amor, es el silencio, la
expresión del todo contenido, del todo continente. Silencio que
es luz de las verdades, imagen de lo inimaginable, el infinito
mismo hallándose, desplegándose en el misterio de la verdad
interior.

CONCIENCIA Y DESPERTAR

Despertar a la conciencia significa ser uno en ella, sin esfuerzo,
sin intento, nada más que surgiendo en la más pura
espontaneidad del no-principio y del no-fin. No hay tiempo, ni
intervalos, ni esperas, ni reposos, para aquello que es eterno,
que siempre es y siempre late verdadero, esencial. Vivir de
acuerdo a ello es vivir de acuerdo a uno mismo, entregándose a
lo natural que nos recorre, a lo vital que nos vive. Ser uno
mismo es ser uno con todo y en todo.
      El principio del amor es la unidad, mirarse y mirar a todo
tal que lo íntimo nuestro, tal que un perfil propio sentido,
descubierto, abrazado. Aquello que más amamos reposa en el
corazón, nos da el latir y la mirada, el gesto y la voz
encaminada. Aquello que más amamos es la brújula del
corazón y también la geografía que recorrer, el descubrimiento,
la aventura del alma hacia sí misma.

FRAGANCIA ÍNTIMA DEL SER

Ver, contemplar, existir en la verdad más sencilla y natural, ese
es el ritmo del espíritu sincero, aquel que permanece idéntico a
lo que es, a la inabordable expresión de su creatividad sin
límites. Identificarse con la mente, con los objetos, con el sujeto,
supone dividir, reducir el cerco, mientras que soltar toda

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identificación, descansar en paz sólo siendo, nos hermana con
la conciencia, con aquello despegado de la mente que se
muestra espontáneo en el sentir, en la sensación de ser, en la
fragancia de lo absoluto tocando lo más intimo, la fibra interna,
el corazón, el aire respirado y el susurro de su ritmo, aquel que
expresa silencioso el "yo soy" ilimitado, natural, constante y
eterno.
      Ser ahí, en el amor del ser, en la unidad de su conciencia,
es conocerse, penetrar el orbe de sus misterios, ubicarse en lo
que no tiene lugar, antes de todo principio, antes de todo surgir
y de toda continuidad. Inmutable y autoluminoso es el estado
sin estado de lo real, aquello que eres, que no has de buscar,
que ya está en ti, que realizas en la conciencia absoluta del
amor, en la unión verdadera que es luz del Corazón.



ANTES DE QUE EL MUNDO SURJA

En el momento del no-pensar el tiempo deja de existir. Tanto la
mente, como el pensar y el existir, son del tiempo. ¿Hay algo
que no pertenezca al tiempo? Claramente sí, el Ser. La pura
consciencia, la visión que es presencia cristalina en el ahora.
Fíjese qué pasa en el no-pensar, en ese intervalo donde ninguna
actividad sucede. Sencillamente, nada pasa, la calma es total,
todo es como es. De esos intervalos, como olas de mar, vuelve a
surgir el mundo, el pensamiento yo y todos sus agregados, es
decir, todo el discurso que hacemos de la vida. Pero en el
silencio la vida está completa, nada le falta, pues es esencia de
quietud llena.
      Los fenómenos del mundo surgen, pero el presenciador,
una vez que abraza en lazo natural su esencia de amor y
silencio, ya no es empujado por los fenómenos, despojado de la
identificación con el 'yo erróneo' (que es limitación), al quedar
absorbido por la verdad ilimitada de su Ser Real: aquel que
siempre es, incluso antes de que el mundo surja.
      Antes de que el mundo surja, el Ser ya es todos los
mundos.


                               21

CLARIDAD DEL SILENCIO

Subyace algo muy profundo en el silencio, una apertura llena
de claridad que corrobora al espacio su inmensidad latente.
Esta inmensidad puede ser vista en la propia conciencia, como
paisaje y orbe interior reposando en lo ilimitado. El silencio es
escenario de la creación misma, de todo acontecimiento, a
través de su no-hacer. Es el corazón secreto de las cosas, el
motor invisible de todo nacer. Al estar con él, al no olvidar su
ausente presencia, su pacífica compañía, la conciencia es capaz
de ver el ir y venir de los fenómenos sin ser tocada ni
modificada, pues no hay nada que tocar ni cambiar cuando se
reposa en la desbordante perfección de lo que es. La
presenciación asentada en el silencio es completa por
naturaleza y desde ahí uno ya es y puede ver lo que siempre ha
sido: este momento que sucede, conteniendo el momento solo
del suceder en la claridad del silencio, colmando la raíz misma
del tiempo y del no-tiempo, en una dimensión única y plena: la
del Ser.


CONCIENCIA DE AMOR Y LUZ

No sabemos qué es el tiempo, pero lo presenciamos día a día.
Del mismo modo nos presenciamos a nosotros mismos en el
tiempo y sin embargo, siempre somos, más allá de las
circunstancias, de los cambios y devenires. Siempre somos el
ser, eso es en lo que devenimos siempre, pero solemos agregar
todo tipo de cosas que confundimos como lo esencial en
nosotros, cuando solo son circunstanciales, sin sustancia propia.
Así nace el sufrimiento, al identificarnos con lo que creemos ser,
cuando esta falsa identificación nos gusta nos dejamos llevar
por el placer, un placer momentáneo y con sabor a vacío.
Cuando esta falsa identificación no nos gusta, que es
consecuencia de lo anterior, de descubrir que aquello que
pensábamos que éramos se marcha, termina y queda la
carencia, aparece el dolor, el apego y la desdicha. Este ir y venir,
forma parte del juego de la mente y sus opuestos en constante

                                22

intercambio. Sin embargo, más allá de eso, de esa ilusión
temporal, hay alguien mucho más grande, un testigo inalterable
del espacio de la conciencia, que es constante, puro y completo.
Si intentamos identificarnos, apegarnos a eso, ya estamos
entrando en la falsa identificación, puesto que aquello que es
real e ilimitado, constante dicha y verdad, queda reducido y
limitado al pasarlo por el filtro de la mente condicionada.
      Una mente dispuesta a nacer a cada segundo, en el ahora,
en la pulsión del instante, es una mente iluminada por la
inteligencia, el foco de la luz de la consciencia que nos permite
discernir lo real de lo irreal, lo que somos de lo que no somos.
Una mente así es sencillamente una mente natural, aquella que
no está desorientada por sus condicionamientos externos, sino
que vive en armonía consigo misma, dirigida espontáneamente
por el corazón, raíz y alma de sus actos auténticos, con su sabor
propio, desde el aliento de su íntima verdad. Solo hay que dejar
de buscar fuera la imagen que nos refleje y comprender con el
amor que todo lo que hay fuera es luz y espejo nuestro, mirada
y vislumbre abierto de nuestra alma latiendo de vida, serena al
reconocer en todo su aroma y hogar, constantemente fresca y
renovada por su autenticidad: conciencia de amor dándose a sí
misma y expandiendo su aroma en todas direcciones, de forma
natural, al ser, solo ser, lo que siempre es, la luz del ahora que
todo lo ilumina con la verdad del ser.

AQUÍ Y AHORA

En    cada momento la conciencia está aquí, contigo,
desplegando el mundo. El ser siempre está aquí aunque los
fenómenos –los sueños de la mente- en apariencia lleguen y se
vayan. Tú no vas. Tu existencia es presencia no condicionada,
más allá de las formas. Los condicionamientos mentales
obstaculizan que el ser fluya de un modo absolutamente
consciente; distraen la atención mediante un cúmulo de ideas
que han ido calando en la mente y conformando unos hábitos y
actitudes dependientes de tales ideas y creencias.



                               23

Observar lo que sucede ahora, tu respiración, el mundo, la
simpleza de las cosas, sin llenarlas con juicios y prejuicios
personales, nos ubica inmediatamente en el sendero de la
conciencia, del solo estar -aquí y ahora- sin otro objetivo que
respirar la vida en cada momento presente.
     Cuando nos vaciamos por completo, cuando nos soltamos
de los prejuicios y miedos que nos estancan, fluimos libremente
con lo que es, con lo que sucede, con la vida llamando a nuestra
puerta para mostrarse a sí misma tal como es, inocente y pura, a
nosotros, trasparentes y nacidos a su prístino esplendor,
abiertos a cada instante de vida, de clara conciencia brillando
en su presencia directa.
     Cada momento de presencia es el único en que realmente
somos.
     No hay iluminación que obtener. Tú ya eres la luz que
ilumina.




YO SOY ESO

Eso es la esencia de todo, es lo que no se puede nombrar y está
en cualquier parte. Lo señalamos al señalar cualquier cosa,
porque está ahí, todo lo interpenetra, está a la vista donde
quiera mirarse, de forma directa. Eso es el ser y el ser es eso que
todos somos, en todo espacio ilimitado de percepciones,
vivencias, emociones, pensamientos y no pensamientos. Dentro
y fuera, más allá de cualquier división. Todo eso lo señala la
propia vida en su total manifestación, por ello decimos que la
iluminación sucede, que se traduce en una forma actualizada,
liberada, de presenciar las cosas. Con la mente señalando a eso
que es su ser.




                                24

EL TODO EN TODAS LAS PARTES

La   mente busca identificarse con algo constantemente y al
hacerlo se torna selectiva, de hecho es selectiva por naturaleza.
No obstante, con cualquier cosa que se identifique no será real,
porque es incompleta, restrictiva, toma una parte del todo. La
mente no sabe lo que sabe, porque no lo observa, lo obvia.
Saber y sabor tienen la misma raíz etimológica; sabe –pues- el
que conoce el sabor de las cosas. Y ese sabor se experimenta, se
prueba; y de esta forma es como se adquiere el conocimiento.
En toda acción hay el sabor del conocimiento al atender
claramente al movimiento que conduce del observador hacia lo
observado, comprendiendo su no escisión, es decir, mediante la
atención a la propia experiencia y su integración de la
multiplicidad consecuente –o no dualidad- de los hechos o
fenómenos acontecidos. Vemos así que toda diferencia
conforma un todo global, una unidad mayor, una plenitud
inherente a su diversidad aparente, al igual que fonemas
distintos constituyen una unidad de sentido que llamamos
“palabra”, muchas palabras una frase, etc. En la Bhagavad Gita
(IV.24) se nos dice que “Brahman es la ofrenda”, que “Brahman
está en toda acción”. Y a ello Shankara comenta que tanto quien
ofrenda, como lo que se ofrenda, como el acto mismo de
ofrecer, es ese Absoluto o Brahman mismo. Al ver a lo Absoluto
en toda acción, nos sincronizamos, nos unificamos con la
conciencia total. Nace con ello la experiencia de la sabiduría, al
emprender los pasos que destilan el sabor de su senda.
      En el Atma Puya Upanishad leemos: “La mente
constantemente apuntando hacia Eso, es la ofrenda”. Eso señala
al Todo, al Absoluto (la mente que apunta a la conciencia) y
mire a donde mire, no hay restricción alguna, simplemente
libertad, darnos cuenta. Estar ahí, arraigados por entero en lo
sin límite permite a la conciencia ser presencia del hecho
consciente. La desatención es olvido de la conciencia. En la
voluntad hay un sentimiento de que es el yo quien hace las
cosas, de que en su atención está eligiendo la realidad y
creándola (como bien explicó Schopenhauer), pero en el

                               25

profundo ahora son las cosas mismas las que tienen su
voluntad de ser, las que eligen al ser. Una voluntad continua
que no se esfuerza por hacer real lo que es, pues siempre ha
sido. Una voluntad que acontece, que vive en su realización y
que observa a la conciencia como forma misma de su
naturaleza, de un modo no selectivo, no condicionado por el
acto que busca un resultado. Ocurre perfecto el resultado en la
actualización de la realidad, en ese ahora donde todas las cosas
están como deben estar.
      En este mundo vivido, que se libera del lastre del yo
reductor, uno comprende como manifestó Nisargadatta, que
“yo soy el mundo” y que “el mundo es yo mismo”. El jnani,
esto es, el conocedor de la verdad, tal como lo escribió Robert
Adams, es quien “ve el Sí mismo Infinito en todo y todo en el Sí
mismo Infinito, que es su Ser”, esto apunta a una visión
trascendental pero que se asienta en su ahora, en la visión
ordinaria, en la objetividad permanente donde aflora el ser, allí
por entero las cosas son vistas, lo visto es la visión
trascendental, lo Supremo es el estar aquí, completamente. Es
una visión desde dentro y no por ello anula lo que ve afuera, lo
comprende instantáneamente desde su asentado Sí mismo en
un acceso continuo a ese Sí mismo que vive consigo.


EL BUDA QUE SOMOS

Buda    alcanzó la iluminación al comprender las causas del
sufrimiento, de este modo se liberó de la ignorancia y de las
ataduras del deseo. En el sentido más profundo, comprendió
que no había nada que alcanzar. La comprensión le trajo el
despertar, lo sacó de la ignorancia y le llevó más allá del apego
a la existencia y el consecuente deseo de devenir. Partió firme
hacia el conocimiento, liberándose de todo el enjambre -
logrando la cesación completa- del deseo y de sus causas. Esto
lo realizó meditando, yendo hacia dentro. Es decir, no
evadiéndose de sí mismo, sino viendo a través suyo lo que el
ser es. Nos trasmitió que esto se podía lograr (que había un

                               26

camino medio, equilibrado, para experimentar el claro
despertar), que todos podemos acceder a esa dicha del
autoconocimiento, a esa liberación que consiste en saber vivir
sin ser presa de las emociones, pasiones, deseos y motivos
egoístas.
      Fue su propia luz desde entonces, el devenir dejó de ser
causa de aflicción involuntaria y se trasladó al gran dominio de
la comprensión de la verdad en todo momento, en todo
movimiento, en toda acción y palabra, consciente, compasiva y
profundamente atenta. Esta es parte de la valiosa sabiduría que
Buda nos trasmitió, que él supo al encontrarla en su interior,
fue la verdad que llevaba consigo el buda que también todos
tenemos dentro como fermento, semilla, parte evolutiva, de la
conciencia que somos.
      La historia de Buda nos habla de nosotros mismos, de la
propia historia interior del hombre, de un hombre que se trata
con profundo respeto, que busca encontrarse porque se ama y
porque quiere cuidar lo que hay dentro de él, porque sabe que
el sufrimiento, el egoísmo o el odio nada le aportan y que esa
liberación anhelada es sencillamente un acto de amor, el
límpido acto de amor hacia el ser que sabe que vive en él así
como en todos (al puro ser, no al sentimiento de individualidad
–no hay tal atman: anatman- sino al ser en todo) por eso Buda
predicó ese encuentro con la conciencia, predicó esa forma de
estar en el mundo completamente en armonía, consigo mismo y
con los demás, completamente aquí, ahora, y no en otro lugar,
abierto a la verdad que se traduce de la contemplación no
enturbiada por nada, directamente fijada en lo que está aquí (el
dharma).
      En el Isha Upanisad encontramos estas bellas palabras:
“Quien ve en todos los seres al yo y al yo en todos los seres, a
nadie odia”. Es así que el amor no conoce de destinatarios
concretos sino que es el amor por sí mismo el que se revela en
todo acto hacia dentro o hacia fuera, es su propia
personificación, donde entramos nosotros, ellos, aquellos y
todos los seres, es la identidad auténtica con lo Absoluto, con el
Brahman. Leemos en el Brihad Araniaka Upanisad: “Hay
identidad entonces entre el Atman, el yo individual, miel de

                               27

todos los seres, y Brahman”, una identidad total con lo sin
nombre, aquello que es todo y nada o ni todo ni nada, la verdad
interior, inmaterial, pero viva, consciente, en el corazón de los
hombres: el amor compasivo. Qué bella verdad la que trae el
conocimiento, el despertar. Sólo nos queda añadir entonces,
como expresa el Dammapada: “Feliz es el nacimiento de los
Budas”.


MÁS ALLÁ DE LA VISTA: LA VISIÓN INTERIOR

Es trascendental aquello que va más allá de la medida. En la
vivencia espiritual la escala pronto deja de tener sentido pues se
trasciende todo sentido de medir lo que en sí mismo ya es
altura sin límite: la entrada a la conciencia. Trascender deriva de
trans-scandere: “más allá de la escala”. La mente fija patrones
trazados de medición (meditar deriva de medir) y el hecho
trascendental consiste precisamente en el abandono de esa
lógica establecida de los hechos. Por tanto, aunque meditar
derive de medir ciertamente hablamos de desmedir, de soltar, de
ampliarse continuamente fuera de toda medición previa,
dejando que la realidad sea lo que tenga que ser. Wittgenstein
ya dedujo que el propio sujeto era el hecho trascendental y
místico, al no hallar otra forma “lógica” de definirlo.
      En meditación, esto es, en el proceso de autoconocimiento
del ser, no hay un lugar al que llegar, la escala se trasciende,
hablamos de una meditación, al estar bien enfocada, atenta y
consciente, puesta en el momento presente, en la vivencia del
ahora, en el ahora, sin camino que alcanzar, sin ascenso ni
descenso, sin ruta, sin escala marcada. Esa zona consciente en el
Vedanta, especialmente en la Mandukya Upanisad, se
corresponde con el cuarto estado o turiya, integrador,
supraconsciente, más allá y abarcador a la vez de los tres
anteriores: vigilia, ensueño y sueño profundo o sin ensueños.
En otras etimologías como en la de ascetismo, vemos también
esa forma de entender la espiritualidad en forma de ascenso
hasta lo sagrado, palabra que en sánscrito (tapas) nos habla de

                                29

calor o purificación y que en la mística cristiana ha tenido un
valor en ocasiones semejante. Junto al ascetismo en el
hinduismo, concretamente en el yoga, y como se señala en los
Yoga Sutras de Patanjali (II,1), el autoconocimiento (o estudio
de sí mismo) y la devoción al Ser Supremo (o Brahman)
configuran el estado de yoga, siendo así éstas las acciones que
hay que tomar para tal consecución unitiva (kriya yoga).
      La meditación, en primer término, supone un proceso de
purificación o eliminación de los obstáculos que impiden al ser
mostrarse a sí mismo, siendo luego el trabajo un trascender los
límites del pensamiento para conectar con lo Absoluto, Sí-
Mismo, No Dualidad o Ser no condicionado. Es la entrada a la
visión interior, el acceso a “formas” interiores que
corresponden a otro espacio y a otro tiempo distinto al que
captamos ordinariamente, el otro espacio es el infinito y el otro
tiempo es la eternidad. ¿Y cómo la mente puede alcanzar ese
estado tan extraordinario? Porque deja de ser mente al
reconocerse como conciencia. A partir de ahí se va hacia dentro,
y ya no es la mente la que se reconoce como conciencia, sino la
propia conciencia ante sí misma. Ese es el primer proceso de
evolución de la conciencia, el reconocimiento de una identidad
mucho mayor que el yo, la del ser; después se inicia un ir hacia
dentro que revierte el proceso en desidentificación, esto es,
ocurre la liberación de cualquier identificación (que supone una
libertad aún mucho mayor), ya que este proceso descrito, como
Ramesh Balsekar señala, “no se refiere a la evolución de ningún
tipo de identidad, no hay tal cosa como una identidad”. Si no,
volveríamos a aferrarnos a algo que creemos ser que somos y
he ahí otra vez la egoicidad. El Yo soy queda despojado de
identidad, porque se baña en la totalidad silente de la verdad
indescriptible, esa que nace antes del mismo sentimiento de Yo
soy; y en ese misterio hallado sencillamente aparece lo que es.
Hablamos así de la visión interior: la del ser que es.




                               29

ESTE MOMENTO LO INCLUYE TODO

Es un misterio ver que la sustancia de la vida radica en este
momento presente. La mente, mediante una idea o concepto
cree que hubo un pasado, que habrá un futuro, pero lo cierto es
que siempre es ahora, que la vida vibra y brota ahora, que el ser
no tiene tiempo sino que es un milagro que aparece a cada
instante, vacío de memoria, libre en su acontecer, prístino y
fresco como la nieve más clara. Sí, claridad es la palabra.
Transparente, sin mácula es este momento, este silencio de
amor infinito en que todo es, sencillamente, lo que es.
      Uno se enamora de esta perfección en que se experimenta
la no-experiencia, el solo estar aquí en una vacuidad sin límite,
fluyendo como el vuelo de un pájaro, como la corriente del río
incesante que todo lo atraviesa y a nada opone resistencia. Este
momento eres tú, y tú eres libre, absolutamente, en este
instante. La verdad es siempre ahora. Este ahora es todo lo que
hay.
      Este momento presente lo incluye todo. Incluso la mente y
la dualidad surgen de él y se disipan en él. Ningún concepto
puede atrapar Eso, pero está aquí todo el tiempo y más allá de
él. Todas las cosas están envueltas por este misterio radiante
que es la vida. Nada suma ni resta a lo que es perfecto por
siempre. A lo que es todo siendo nada... a lo que siendo nada lo
es Todo. Nada puede decirse al caer en el misterio del ahora.


EXPERIENCIA DE LA FELICIDAD

La vida puede ser experimentada como un continuo descubrir
cuando todo lo que queda es presente. El pasado nos entrega
informaciones (recuerdos) que empañan la vivencia del ahora,
que nos llena de miedos prefabricados, de complejos, culpas o
juicios subjetivos acerca de la realidad. Pero la realidad no tiene
una historia propia, no se basa en su memoria sino en su
espontánea aparición. Por ello, cuando vivimos en la raíz
misma del ahora, vacíos de pensamientos, del yo limitativo,

                                30

nuestra percepción del hecho se ensancha infinitamente.
Aquietar la mente supone entrar al ser, tener conciencia del ser;
y esto trae automáticamente la felicidad. Aquietar la mente
significa abandonar todo proceso mental, todo pensamiento.
Significa ser testigos de lo que sucede, experimentando ese ser
que va más allá de nosotros mismos, que deja de diferenciarse,
que cesa de dividirse continuamente entre el sujeto (yo) y el
objeto (lo visto como lo otro). Entonces –en la quietud imparcial
y atentamente presenciada- aparece la conciencia de totalidad,
de unidad, de felicidad y de amor. Pues no hay felicidad que no
tenga su seno en el amor y no hay amor que no se experimente
como pura felicidad, como pura unidad eterna.


AMOR SIN BARRERAS

Cuando     la vida se hace una, cuando no necesitamos de la
mente para construir al yo, aparece la experiencia del “yo real”:
aquel que no necesita de nada para existir, sino que es
existencia auténtica en todo momento. La más grande sencillez
de la experiencia muestra la esencia de lo que somos, pues en
ella se realiza, sin medio o apoyo secundario alguno. Llegar ahí,
de forma directa, es también el paso más sencillo que podemos
dar, y quizá el más valiente (ya que supone abandonar el ego,
con todos sus deseos de devenir) teniendo lugar la conciencia
de presencia, aquella que se integra con la realidad universal en
donde todos los fenómenos están surgiendo al ritmo de la
vastedad del misterio interior, el gran descubrimiento silente: la
esencia nuestra; el origen que da luz a todo y al que nos unimos
como amante y amado fundidos en el Amor mismo. La vivencia
del amor es lo que verdaderamente nos hace plenos, pues
consiste en vivir aquello que somos.




                               31

QUIETUD CREATIVA

Al     pasar de ser meros integrantes de la apariencia
(pasivamente movidos por la fenomenología que los
pensamientos imaginan protagonizar) y al asentarnos en la
quietud como veedores del Todo en todas las cosas,
unificadores de la realidad, sin duda alguna hemos llegado a la
Fuente, en la que el veedor es lo visto, donde ya no queda nada
que no sea Él y donde todo, sin excepción, forma parte de su
ser: siempre completo, autosuficiente. Entonces un ser gozoso
aparece, despierto en la quietud -sin esfuerzo alguno- de su
conciencia plena, creativamente espontánea y natural.
      La fuente del ser es pura, silente y armoniosa. De ella nace
todo. El “yo real” no es movido por ilusión alguna, es siempre
completo y no necesita de más. Es ser-conciencia-felicidad en
todo momento, porque vive integrado con la totalidad. En su
silencio experimenta el ser, se da cuenta del mismo, es continua
presencia de sí gozando de su esencialidad. Y ese silencio
dichoso es el amor mismo: el “yo real”.


LA LIBERTAD DE MEDITAR

Meditar implica abrazar la libertad, igual que si abrazáramos
el aire, supone ser uno con el todo, ser capaces de ser sin partir
o ir hacia un fin en particular, ser solamente por el hecho de ser,
vivir solamente por el hecho de vivir. Sin nada a cuestas, sin el
peso del pasado o del futuro, la presencia del ahora es el hecho
de la libertad. No hay nada que buscar para el hallazgo de la
totalidad, entonces, el buscador comprende que él mismo era el
esfuerzo de la búsqueda, la energía que miraba constantemente
hacia fuera en busca de algo se estabiliza en sí misma al ver
claramente el motivo, la razón, de su búsqueda: uno mismo. Y
en esa toma de conciencia, natural y espontánea, uno ya ha
encontrado lo que buscaba y queda, por tanto, liberado de toda
búsqueda.




                                32

LUZ DE LA CONCIENCIA

Meditar    es encender la luz de la conciencia, arribar a la
claridad del ser y a la verdad de aquello que somos. Accedemos
al principio de todo, al origen y a la esencia de la vida. Cada
instante de meditación es el comienzo del comenzar, la
contemplación del aire en el alma, del aire en el ahora, del
amor. Meditar significa un fundirse en el espacio de la
totalidad, en la gracia de lo amplio, en la gracia de lo eterno. Lo
que acontece no puede narrarse ni describirse por medio del
lenguaje; acontece un océano sin tiempo, una dicha profunda
bañada por el aroma de lo cierto. Tiene lugar el encuentro, el
regreso al hogar verdadero. Tiene lugar la entrega al Ser, el
ofrecimiento de la parte a su todo inconmensurable, donde el
alma -en su realidad de unión inseparable- es el origen sin fin
de la bienaventuranza, la compasión y la felicidad que deviene
de Ser Uno con la luz de la conciencia y el amor.



SER CONSCIENTE

Refleja este instante todo lo que ha de ser, la realidad más pura
y única. Todo lo que eres está aquí frente a ti, obsérvalo con
libertad espontánea, sin aferrarte a nada, sin lucha, entregado a
lo que sucede.
     Eso es ser consciente, estar en ti, en lo que sucede ahora. La
conciencia se expresa a cada momento y tú eres el testigo
silencioso que vive en ella, libre de juicios, abierto a su
acontecer. Cada instante en que eres consciente toda tu energía
vital se vuelve creativa e inteligente, es una con la vida.
      La inteligencia espiritual consiste en vivir completamente
la dicha de tu ser, aquí y ahora, en la libertad regalada que
aflora contigo inocentemente. Deja pasar aquello que te saca del
espacio infinito de la presencia atenta y verás cómo regresas a
tu hogar, a lo que es, a este instante de libertad sin fin mecido
por la desnuda conciencia del ser.


                                33

IDENTIDAD Y REALIZACIÓN

Los    procesos mentales no representan lo que somos, son
únicamente manifestaciones temporales, impermanentes. Toda
identificación, toda realidad concebida como algo que delimito,
supone una ficción para la identidad, pues la identidad se
identifica en su “desidentificación”, es cuando gana su
verdadero nombre, el nombre sin nombre, no coartado, no
restringido, el nombre que todo lo nombra, la voz que a toda
luz da voz, el sujeto que se mece mezclándose en la conciencia
pura e ilimitada, siendo ella, tal identidad en apertura, en toda
manifestación que se presenta.
      ¿Qué sujeto no desea realizar tal liberación? Serlo todo sin
obligarse a ser algo en concreto, ser eterno sin cargar con el
peso de la eternidad, ser uno y diverso y libre, libre solamente,
para andar en el constante encuentro de su libertad. Pues si
todo fuera ganado, si algo hubiera que ganar, tendría que haber
un final cuando lo ganado es conquistado, pero todo trasciende
esa línea, cuando la búsqueda es el camino y el camino es la
meta misma. Cuando la realización está siempre aquí mismo, al
permitirse ser uno en todo y con todo, el ahora entonces se
unifica con la eternidad.


FLUIR



Dejarse llevar por la vida es un aspecto fundamental que está
quedando muy relegado en nuestro modo de vida actual.
Acostumbrados a pensar que somos los hacedores de todo, a
sentirnos responsables de lo que hacemos, de los resultados,
vivimos continuamente en una situación de profunda
inestabilidad, a expensas de los efectos exteriores, los cuales
motivan o desmotivan nuestro comportamiento ulterior. Vivir
para el mañana equivale a abandonar lo que ahora somos, que
es todo lo que en verdad podemos ser. La realización siempre
es presente. Siempre está aquí, desplegada y visible.

                               34

Vivir dejándose llevar no supone dejar de hacer sino
comprender que todo lo que sucede ocurre porque ha de ser
así, es decir, porque la vida, en su fluir natural, nos va llevando
a donde ha de ir. Mediante una actitud tranquila, de
observadores de nosotros mismos, nos desidentificamos de
aquello que afecta al ego, trascendiendo la ilusión de lo que no
somos y entrando en un espacio de libertad interior, fluida y
espontánea, donde no hace falta ser algo en concreto para ser,
pues libres de elegir, de dividirnos, estamos abiertos a la gracia
del presente, el cual nos da todo sin pedir nada a cambio. No
llevamos ni arrastramos a la vida, somos llevamos por ella. Esta
es la semilla de una libertad capaz de crecer por sí sola, pues
toda semilla lleva inserta la conciencia de crecer, madurar, dar
frutos.
      La tranquilidad es el resultado de una mente liberada, que
no es afectada por las circunstancias exteriores. Cuando la
tranquilidad es la base firme, hagamos lo que hagamos, pase lo
que pase, nada nos puede afectar, nada puede modificar ese
estado íntimo de ánimo dichoso. En ningún modo hablamos de
un estado superficial, prefabricado, sino de una desembocadura
hacia lo que somos, hacia ese océano pleno y pacífico que es el
encuentro con el Ser. Ahí ya todo es, somos, efectivamente el
Todo, y esa conciencia, la nuestra propia, tal llegada al origen
que siempre nos ha acompañado, supone un reencuentro
fundamental con la raíz básica del árbol de la vida, aquel que
crece y da frutos por sí solo, por el mero hecho de estar vivo,
enraizado a su fuente. Esta es la dicha que nos es dada,
tranquilidad genuina, felicidad suprema de la conciencia de ser.
Esta es la dicha total del ser consciente. Del sentirse vivo y uno
con la Vida plena.




                                35

INTUICIÓN DEL SER

Hay     un cambio profundo en el paso de una atención
controlada a una atención espontánea, no sujeta, expandida. En
los Yoga Sutras, Patanjali formula la posibilidad del
conocimiento liberador (tarakajnana) mediante un destello de
luz sapiente (pratibah), a través del conocimiento intuitivo.
Supone un estado que trasciende los demás, en el que la
concentración (dharana), la meditación (dhyana) y la
interiorización (samadhi) a partir de su dominio completo
(samyama) conducen a un conocimiento de todo en conjunto
(sarva), que deviene espontáneo y que medita –por tanto- en
atman, el sí mismo, en la verdad plena de vivir “lo que es”. “A
partir de ese destello iluminador [pratibah] el yogui lo conoce
todo [esto es, al atman]”, señala Vyasa. Pues atman significa yo
por encima del ego, conciencia del Sí mismo, no identificación
con la individualidad que el yo ilusiona, sino experiencia en sí
misma, observación entregada y fundida con lo observado.
      Sin duda que puede el ser entregarse a su consciencia, en
esa verdad tan relajante, tan interna. En la respiración se
experimenta tal absoluto. Afirmó Kabir en absorción mística:
“Dios es el aliento de todo lo que respiro”. La respiración se
realiza a sí misma en un néctar de presencia, de auténtico ser no
condicionado. Ya no queda nada por controlar, nunca hubo por
qué controlar nada, la realización meditativa es profunda
libertad: profundo hallazgo de la integración de las partes, de la
unidad. En la exhalación -tras todo el conocimiento adquirido,
tras toda la vida y experiencia adquirida- solamente hay la
exhalación misma, purificación que guía al vacío a su origen; y
luego de vuelta al nacimiento, la renovación, tras el encuentro
previo con lo no nacido. Leemos en el Tao Te King: “Mantente
vacío, y serás llenado”, en esa redentora experiencia de soltar,
de relajar la mente de sus mareas, sucede que todo se reanima y
vibra y amanece. Hay que repetirlo nuevamente: el ser nunca
ha nacido ni nunca morirá, siempre lo supimos.




                               36

LA ASPIRACIÓN AL DESPERTAR


                       Por rebeldía, apagué la luz de mi casa,
                       pero tu cielo me ha sorprendido con sus estrellas.
                                                             R. Tagore



La desesperanza, el canto del vacío, esa noche oscura donde
luchar contra la vida sin mirar a la vida misma, ciegamente, con
el dolor a cuestas de la soledad y la insatisfacción, requiere con
seguridad de un momento de renovada conciencia, de clara
visión de las cosas, no en el tumulto del deseo o de las palabras,
sino en el silencio cálido que surge al acercar la vista al corazón
siempre naciente. La enseñanza espiritual, ese dharma o ley que
nos muestra las cosas tal como son, seLa esconde a veces entre
sombras y trabadas ilusiones, pero no deja de acompañarnos el
acontecimiento de la verdad espiritual: aquella que nos llena de
eternidad, que supera la limitación mente-cuerpo y se enfoca en
el sabor nuevo que todo instante celebra. No hay verdad
permanente, la verdad se descubre en cada llamarada de
atención a “lo que es”.
      El dharma siempre es incondicionado, permanece
vibrando y transformándose en todos los objetos de la
experiencia y más allá de ella. Imprime el frescor del
nacimiento espontáneo, libre, por nada limitado, de la
comprensión verdadera. La práctica de la Vía, del Dharma,
como afirmó Dogen: “es simple y sencilla”. Tanto, como
observar la lluvia cuando llueve o el canto de los pájaros
cuando cantan. En la contemplación de la naturaleza brota el
verdadero dharma a cada segundo, cuando la atención se
integra con ella. Ahí todo es un continuo nacer, continua
renovación. Lo que afuera acontece –como dentro de nosotros-
es el Sí mismo en perfecta unión. Observar, estar ahí donde la
vida está, es despertar. La aspiración al despertar nos conduce a
él, así como la aspiración de dar un paso nos conduce a
caminar. Más allá de este mundo impermanente está la
                                 37

Conciencia intocada y pura, el océano del Sí mismo, que nos
integra en todo desde la claridad del sereno asombro,
ecuánime, discerniente; y desde su paz dichosa, completa,
rebosada y rebosante.


LA LUZ DEL SILENCIO

Hay instantes en los que el silencio se instala en nosotros –o
bien nos instalamos nosotros en él- y todo se aquieta y fluye en
ese reposo completo cuya palpitación se iguala con la presencia
interior; y también con lo que afuera acontece. En un profundo
descanso atento se hace idóneo adentrarnos en los silencios
ocultos que sacan su luz pacificadora, mostrando a la mente el
infinito latente de su maravilla.
      Sólo es necesaria la intención para encontrar ese gran cofre
de sorpresas que la calma interior nos regala. Con sólo querer
oír el silencio, éste se nos pone en frente de la percepción y nos
enseña la grandeza de su misterio primordial. Nos despierta y
aviva haciendo grande lo debilitado, y fuerte lo pequeño.
“Cuando los pensamientos se disipan, el ser brilla por sí
mismo”, declaró Ramana Maharshi, sabedor de esa altura
vibrante e insondable que es habitar el Todo en ninguna parte,
morando en la cavidad estática del alma conectada a su fuente
divina, siendo en el no ser para serlo todo en sincronía, en
encadenado nacimiento constante.
      Allí todo es no nacido, verdad que no necesita ser
escuchada ni respondida, como cualquier llegada al hogar todo
es reconocimiento íntimo, donde rebosa la presencia sabedora
de sí misma, con plenitud amorosa, agradecida y por siempre
recompensada. No hay día que no se busque la felicidad ni
camino más directo para llegar a ella que entrar en la morada
íntima de la conciencia silente y atenta.




                               38

SIENDO LO QUE EL SER ES

En la meditación el silencio aparece como realidad esencial en
que nos ubicamos, pues lo sereno hace ahí morada y el ser
encuentra su reposo natural, sin sufrir los habituales reclamos
de la mente. Es muy probable, si la paz interior no se ha
estabilizado aún, que surjan frecuentes distracciones. La actitud
a tomar en ese momento marcará el porvenir de los momentos
siguientes. Si nos identificamos con la distracción -supongamos,
un determinado pensamiento- nos iremos yendo -sin darnos
cuenta- del estado meditativo; pero si observamos, indiferentes
al pensamiento, el silencio como morada segura y pacífica, la
mente podrá aquietarse de nuevo, hacerse trasparente para la
conciencia: dejando el espacio abierto al presente calmo y
silencioso del Ser en su toda infinita presencia.
      No hay nada que buscar sino contemplar al Ser morando
silente alrededor nuestro y en la propia mente. Él está con
nosotros en todas partes, sólo hay que comprender que siempre
ha estado ahí y que nunca dejará de estarlo. Así que, ¿de qué
preocuparse? Usted es el Ser que le acontece a cada instante y el
silencio es el espacio sagrado en donde surge pleno y radiante.
No hay dualidad: ambos, usted y el Ser, son la misma cosa.
      Al comprenderlo, el velo desaparece y se muestra la rosa
tal cual es.


CONCIENCIA DE AMOR

Las puertas de la conciencia se abren en el ahora infinito. Amor
es el fruto, amor fue la semilla. Esa energía total, que nos
completa y sentimos nos rodea abarcándolo todo, es
experimentada en la conciencia como puro amor, experiencia
más allá de la experiencia, visión y comprensión de eso que
somos y que todo es. Amor en expansión unificado y universal.




                               39

NO HAY ILUSIÓN EN LA NO-MENTE

Aquello a lo que trates de aferrarte no será real, no te lo podrás
llevar contigo, forma parte de la ilusión, del sueño del deseo.
Tu vida sólo es este momento, a él pertenece, en él se asienta.
Pero este momento no es nada que podamos adquirir, no tiene
una sustancia propia, su naturaleza es irse, siempre irse y nunca
quedarse. A ello se denomina en el budismo: impermanencia.
Aferrarse a algo que se va constantemente sin duda es lógico
que provoque sufrimiento, pues tal aferramiento, como dijimos,
es una ilusión, un deseo de pertenencia de algo que no existe,
para alguien que tampoco existe: tu ego. Creer que eres alguien,
un cuerpo y un nombre concreto también es erróneo, es el error
básico. Este cuerpo no es de nadie. La mente dice que es suyo,
que le pertenece, y el cuerpo sin embargo desde que nace se
está yendo, a pesar de que la mente intente atraparlo a través
del pensamiento. ¿Y de quién es la mente? Si no hay cuerpo, si
no hay nombre, ¿a quién llama la mente constantemente? Y
algo más importante, ¿dónde se encuentra la mente si el cuerpo
que busca nunca es permanente? En ningún lugar, aparece y
desaparece sin dejar rastro. Si intentas observarla, callado,
atento, ves que no está. Cuando la mente calla, la vida total
aflora. Cuando estás presente, la mente desaparece, la
distracción, lo dual, queda fuera, pues tú te haces uno con lo
que es, con lo que realmente está sucediendo. Al ver esto
descubres lo impermanente, el río fluyendo constante, y con
ello lo eterno se manifiesta: la conciencia. El ser que siempre es,
a pesar de todo cambio y sin ningún esfuerzo. Por eso se dice
que el ser es perfecto, porque está siempre aquí y ahora, porque
es lo que verdaderamente siempre eres.
      En el silencio, en la claridad del no-pensar, la mente está
ausente, y con ella todas esas ideas insistentes de posesión y
egoicidad. Ahí ves que todo es una ilusión. Ahí comprendes
que aquello que eres trasciende todos los fenómenos que
buscan atrapar lo inaprensible, tu esencia propia, ya que es
imposible llenar lo completo si no hay objeto alguno que llenar.
Lo completo está siempre lleno, y para reconocerlo, para ser eso
completo, lo único que hay que hacer es dejar de buscarlo, de

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intentar conquistarlo y de rellenarlo vanamente. Este hacer
inclusive, es otra ilusión, pues dejar de buscar equivale a dejar
de hacer, a no implicar a un ego que creemos ser para llevar
algo a cabo. Así, desposeído de todo intento de posesión, libre y
vacío, eres conquistado por la verdad, cuando la maleza queda
despejada y miras directamente, sin medios, ni fines, ni
expectativas, ni proyecciones, ni identificaciones, a la gracia que
reside en este momento presente, sólo aquí, ahora y siempre.
Más allá del tiempo, más allá de la mente. Aquello que miras y
aquello que es visto son uno solo. La Unidad es inequívoca,
inmediata. No es necesario seguir sumando cuando lo infinito
es principio y fin de todo instante. No es necesario seguir
hablando cuando descubrimos que la verdad solo se manifiesta
silenciosamente, es decir, en una mente silenciosa, es decir, en
una no-mente.


¿QUIÉN SOY YO?

“¿Quién     soy yo?” Cada vez que hacemos esta pregunta
conectamos con nosotros. Llegar a este conocimiento último, a
la respuesta, no requiere de tiempo ni de espacio, no hace falta
ir a ningún lugar en concreto ni tampoco pasar por un largo
proceso de días, meses o incluso años de aprendizaje. La
maravillosa esencia del Ser es que está todo el tiempo contigo,
que te acompaña y vive en ti a cada instante, a cada paso que
das. Ese ser que buscamos, esa verdad que indagamos para
liberarnos de nuestro dolor, preocupaciones y limitaciones, está
dentro de nosotros, está más cerca de nosotros que nosotros
mismos. Y es, por esta razón, algo exclusivamente vivencial.
      Cuando hacemos esa pregunta: “¿Quién soy yo?”, puede
que la mente, siempre dispuesta a crear y resolver problemas, a
recoger ideas, palabras, identidades… quiera responder, pero la
mente aparece a ese mismo ser que ya lo es todo, como una ola
aparece en el inmenso océano y no por ello esa ola es el océano.
La entrada al ser es la apertura total a la conciencia, no requiere
de puerta pues nunca ha estado cerrada. Es la entrada a ese


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vasto espacio sin límites cuyo sonido, cuyo sentido, es
sustanciado por el silencio.
      El silencio es la música del ser. Es aquello que expresa la
libertad en la paz de su canto; un canto capaz de hacernos
habitar el infinito. Preguntarse “¿quién soy yo?” es señalar la
esencia nuestra, y esta esencia no deja ni por un segundo de
susurrarnos la respuesta. Escucha, pues, con la luz del ser, ese
silencio revelador donde desaparece el que pregunta, el que
responde, y donde sólo queda lo que es, la completa calma y
quietud del silencio, del amor, de la dicha.


SOBRE LA NATURALEZA DEL AMOR

El    verdadero amor no tiene fronteras, ni experimenta
separación alguna. El verdadero amor nada pide ni exige, pues
solo se expresa como entrega, libertad y dicha plenas. El
verdadero amor es lo que queda cuando nos desprendemos
incluso de nosotros mismos, del sentimiento de individualidad,
que es el que crea separación y conflicto. Por eso el amor es
sinónimo de no-dualidad. No es un estado, pues para que haya
un estado alguien ha de estar ahí experimentando ese estado.
¿Y quién está ahí cuando el amor es? Este amor esencial del que
hablo desintegra todo átomo de individualidad.
      Amor es presencia plena, desapegada, en comunión con la
realidad, en el aquí y ahora. Este tipo de amor sana siempre, es
amor espiritual. El amor espiritual es la consecuencia de la
dicha y de la paz en uno mismo, es decir, de un profundo y
absoluto amor propio, no en el sentido del ego sino amor hacia
la naturaleza real de uno: el ser, lo que nunca cambia, el gozo
profundo de la comprensión del Sí-mismo (lo Absoluto). Solo
alguien que parte completo, que comprende su naturaleza real,
que sabe que nunca ha estado separado ni le faltaba nada para
ser, solo ese puede amar de una forma completa, porque todo
su amor, su amor sin límites, ya va con él: y este amor jamás se
agotará ni un ápice aunque no cese de derramarlo por doquier
allá donde vaya. Esa es la naturaleza real del amor: tu
naturaleza. Este amor sana. Es compasión, es un bálsamo para

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la persona amada. Es lo mejor que podemos ofrecer de nosotros
mismos a los demás, porque es auténtico.
      El amor no nace ni muere. Por eso es eterno. No tiene ni
principio ni fin. Por eso es infinito. Está aquí, pero la mente (el
ego) no lo puede atrapar, al igual que uno no puede atrapar el
vuelo de un pájaro: puede tomar al pájaro (el concepto), pero
no su vuelo, no la belleza de su libertad siendo. El apego es el
esfuerzo por atrapar lo inaprensible. El desapego es
simplemente el fluir en la expresión de la realidad: aquí y
ahora. Ligero, sin artificios, sin cargar a tus espaldas el peso de
las piedras que vas recogiendo en tu camino. Eres libre. Para
volar y planear por el cielo de tu felicidad has de liberarte de
todo lo que llevas cargando a tus espaldas. Para volar has de
arrojar todo temor, viendo que todo lo que eres es aquí y ahora
y que este instante -siempre pacífico y directo- es la completa
expresión que tienes ante ti de tu naturaleza. Así pues, "ama y
haz lo que quieras", porque cuando todo lo que haces es hecho
con amor, eso siempre es verdadero y puro, natural.


UNA DICHA RADIANTE DE SER

La   vida, en su canto dichoso, proclama la verdad a cada
instante. Más directo que el instante incluso es el ahora, este
aquí sin tiempo y de realidad total e inigualable. Ya eres todo.
Tú eres la paz. Tú estás aquí antes que la mente y el mundo.
Eres el testigo que todo lo presencia, testigo silente e
inamovible que es paz perpetua, conciencia desnuda, rebosante
reposo de amor y luz.
      Abraza esta dicha, la dicha de Ser lo que eternamente
nunca has dejado de Ser. La verdad nunca puede ser borrada
por las apariencias, la verdad siempre resplandece. Sólo hay
que mirar adentro, desde el corazón, desde el amor que confía
en su Ser, en su pálpito natural, en su sentido íntimo, para ver
lo que Somos, lo evidente.
      Qué gran paz es esa: amar al amor, a ti mismo, a tu Ser.
¿Cómo no abrazar la totalidad? ¿Cómo no escuchar esa canción
de amor que pronuncia constante tu nombre? ¿Cómo no

                                43

navegar por ese mar calmo que hace bailar al alma en sereno
oleaje de silencio?
      La dicha de ser te abraza siempre en la conciencia.
Entrégate pues, sin reservas, a ella. Y encontrarás mucho amor,
infinito amor, un amor que ama naturalmente, como un sol
radiante, derramando vida y luz ilimitadas.


LA BÚSQUEDA ENCONTRADA

El corazón siente en profundidad el baile de su dicha, el íntimo
resplandor de la respiración, del ser palpitando en cada fibra de
sentimiento, en cada infinitud silente del armónico sentir. Todo
en el cuerpo se hace uno, integrado, unívoco, resoplando la
energía de la conciencia tranquila y reposada. El cuerpo ya no
es de nadie, la entidad individual se ha fundido en sus adentros
sin tiempo y sin espacio, se ha evaporado en la inmensidad de
la verdad callada, desvelada, aclarada en la cristalina estancia
de un no-lugar que comprende todos los lugares y tiempos,
todos los destinos y estancias, todos los sueños y realidades. El
sonido del corazón brilla en el silencio; el Todo está aquí,
abrazando, entregando y entregándose, cobijando al Ser.
      La palabra, la vibración sagrada de la invocación, de la
búsqueda de lo que eres, de la llamada genuina a tu interior
perpetuo y deslumbrante, se acalla y penetra, sin voz, sin
sombra, sin apariencias… ya liberada, calma y completa,
enamorada de la eterna bienvenida a la dicha de tu Ser, a lo
profundo de lo profundo, al inenarrable sendero del despertar.
El sendero es el ahora. Todo saber se revela desde el más
desbordante no-saber. El espíritu se ve, iluminándose. Es ya su
amor encontrado, el matrimonio sagrado. Y en el misterio de su
alegría primigenia e inocente, el espíritu se reconoce, sonríe y
comprende, en lo hermoso de su quietud infinita y
omnipresente, que siempre fue lo que es.




                               44

LA BÚSQUEDA ES EL ENCUENTRO

La   búsqueda es el encuentro. Si nos movemos hacia la
búsqueda posponemos el encuentro, pero al mirarlo cara a cara
ya estamos en él. En todo hecho espiritual ocurre esto, tiempo y
espacio desaparecen y todo se desprende en la inmediatez. La
velocidad de la luz al cuadrado se queda incluso corta para
definir esta inmediatez. Por eso se dice que “el buscador es lo
buscado”, la búsqueda es el hecho completo sin necesidad de
proyección, es la realidad clara que podemos presenciar. No
hay objetivo ni meta en el ser que se vive intensamente,
constantemente. La plenitud es vivida en su esplendor. La
búsqueda está aquí, en el mismo sentir del ser que se busca, en
la atención plena al hecho vital. La pregunta “¿Quién soy?”
conlleva una sensibilidad intrínseca hacia el hecho vital.
      Tras cada palabra, tras cada pregunta queda un silencio.
Es el pensamiento el que desea responder y romper ese silencio
imaginando una realidad paralela llamada lenguaje. Pero tras
cada pensamiento también hay un silencio. Justo tras la
pregunta, palabra y pensamiento enmudecen por un instante:
pues reside ahí la energía que los enciende. Esa es la vacuidad
primordial de todo proceso: el ahora al que adentrarnos para ir
hacia dentro, para revelar al ser desde su desnuda identidad,
desde su incognoscible realidad, siempre presente aunque no la
notemos. Al darnos cuenta del pensamiento éste se detiene y
eso nos devuelve al presente, desde el reconocimiento del
pensar (la observación) a la quietud observante. Podemos
entrar en ese estado sin estado, y en verdad no hay que entrar
porque supone la presencia misma. Podemos acceder a esa
búsqueda sin buscador, donde solamente lo buscado sin
nombre se nos presenta; y he ahí que todo ya es encuentro
pleno.




                              45

YA VIVES EN EL PARAÍSO

Este instante es tu morada. Si buscas el paraíso, míralo aquí, en
este preciso momento. No puede estar en otro lugar, no es un
concepto, ni una idea, ni una visión proyectada. El único
espacio que representa el paraíso vive en tu corazón, late
contigo en el ahora. Este instante de búsqueda es también el
final de la misma, este instante significa completamente el lugar
del hallazgo, la entrada perpetua al espacio interior, real y
visible, de tu paraíso más certero: la conciencia. Darse cuenta de
que hay un buscador que desea llegar a la meta suprema, a la
iluminación, a la liberación de todo sufrimiento, es darse cuenta
de la esencia misma del ego (o, mejor dicho, de su falta de
esencia propia: siempre cambiante, impermanente), es darse
cuenta de que hay una mente llena de energía indagando
continuamente para sí, buscándose, llamándose; y por encima
de ella, de la mente, del ego limitador, estás Tú, la esencia real e
infinita de todo, el testigo puro y silente, que observa la
manifestación de la vida. Ese testigo, esa conciencia, es la
felicidad misma, el paraíso, el espacio eterno de la verdad. Fija
tu atención ahí, en el que ve, en el que observa, en el que Es.
      Ese que es, en su ser ya está completo, ese que es no
necesita de nada, pues ya es todo. "Yo soy, yo soy, yo soy...",
repítelo cuantas veces quieras, date cuenta de ello, date cuenta
de que eres, y sé, sé, sé... Tu vida será pura dicha, auténtica
eternidad, porque habrás conocido tu paraíso, en el que
siempre has estado, en el que siempre serás lo que eres. Una
vez que estés ahí, la búsqueda será también una ilusión, ya no
tendrá lugar, porque vivirás en un total encuentro contigo
mismo. Recuérdalo, ese paraíso sólo podrás verlo aquí y ahora:
porque eres Tú.




                                46

SUPRACONSCIENCIA

Todavía más allá de todo está el Todo, infinito e inabordable,
fuente de aquello posible e imposible, mundo que nace a cada
instante colmando de posibilidades al ser. En la contingencia
gozosa, nada tiene su opuesto, no hay elección que nos limite ni
lleve la atención al conflicto. Cuando ponemos la mente en
dirección a la fuente primordial, al Todo que concilia en su
calma y refulge en su acontecer de vida plena, la continuidad se
concentra en un eterno presente. Comienza diciéndonos el
Atma Puya Upanishad: “Meditación es la constante
contemplación de Eso”. Esa contemplación no se puede
nombrar, porque quedaría limitada. La verdad plena es dicha
sin segundo, reconocimiento de todo lo que es e intuición de
esa grandeza inabordable que baña de cognición lo infinito.
Verdad sagrada que sobreviene de todo nacimiento, de cada
respiración, de cada aliento de conciencia.
      Apuntó Sri Aurobindo que “la conciencia del
Purushottama [el más alto espíritu] es la conciencia del Ser
Supremo y el hombre puede vivir en ella mediante la pérdida
de su ego y la realización de su esencia verdadera”. Esto es la
conciencia de Brahman, siempre hemos sido esa conciencia,
estamos hechos de ella y empezar a comprenderla sintoniza
nuestra voluntad con la Voluntad Suprema. He aquí la entrega
gratificante, la voluntad limpia de aspiraciones egoicas, la
comprensión del que ya no necesita saber para ser sino para
seguir siendo lo que es. Eso es la realización del Ser, el camino
en la continua sintonía de la verdad, la intuición del susurro de
Brahman, la apertura a la totalidad que nos pertenece, porque
llegar a ella significa haber regresado a casa.
      Perder el ego significa ganarse a uno mismo. Sin condición
alguna, sin ausencia de nada, pura completitud, auténtica
liberación que nos lleva a la paz creativa de la autoconsciencia.
Sin conflicto ni esfuerzo alguno, cuando el ser se instala en su
siempre naciente eternidad ya todo es y nunca más podrá dejar
de ser. Y esa certeza nos llena de una paz que no conoce límites.



                               47

LA FELICIDAD ES LIBERTAD

Toda persona quiere liberarse del sufrimiento, lo que también
se llama alcanzar la felicidad. En el deseo la visión de esa
verdad se turbia con la ilusión de un futurible que atisbamos
como aquello que nos aliviaría de esa carencia vital que parece
poseer nuestro presente y nos proyecta hacia una especie de
paraíso perdido que nos completase. Sin embargo, todo lo que
anhelamos puede obtenerse en el presente, cuando, aunque
parezca paradójico, dejamos de anhelar. Pero, no hay nada más
lógico que eso. Porque el anhelo más puro del ser es aquel que
no tiene proyección alguna en tiempo y espacio. Su anhelo es su
ser y su ser está consigo, siempre presente, acompañándole.
      Desear es olvidarse a uno mismo. Amar es recordarse,
hallar al ser en sincronía con el mundo. Desear y amar son,
ineludiblemente, antagónicos. Epicuro dijo: “Si quieres hacer
feliz a alguien, no incrementes sus riquezas, reduce sus deseos”.
Ese es el gran principio de la sabiduría. El único motor que
puede incrementar la dicha a través de su virtuoso
desprendimiento. Como afirmara el Maestro Eckart: “Quien
quiera ser sereno y puro sólo necesita una cosa:
desprendimiento”. Esta doctrina choca de frente con los ideales
materialistas que reinan nuestra sociedad. Resulta difícil de
comprender porque se expresa en una lengua distinta a la que
nuestra civilización contemporánea gusta de hablar. Si lo
pensamos bien, cualquier acto humano desea proyectarse, y en
su afán, pugna con la realidad neutra que nada necesita para su
continuidad salvo la naturaleza que la salvaguarda e impregna
de evolución. Una frase de Krishnamurti puede tocar la fibra
sensible del ego occidental: “La libertad es el cese absoluto de
llegar a ser algo”. Estas palabras son capaces de romper muchos
esquemas pero también, en consecuencia, y ese es su sentido,
envolvernos en la calma sencilla de la verdad que revela.
Siendo lo que somos, en este momento, serenos en el presente
que nos manifiesta, la libertad es todo cuanto vemos. En la
mirada interior de esta verdad se halla la respuesta. En el amor
consecuente de esta deducción, aquel que lo da todo sabiendo
                               48

que no necesita nada para que su ofrenda le llene de gozo. Eso
es la felicidad, reconocer en este momento, la inmensa
maravilla de lo que somos.


EL MEDITADOR

El meditador sabe que en el fondo de su alma se encuentra un
silencio; y también conoce –y se le desvela- la sílaba sagrada del
comienzo, aquella que se abre a la conciencia y surca los mares
de la quietud, entrelazando su ánimo con la dicha serena y el
amor. El corazón del meditador late en apertura al ahora, se
unifica en un saber que todo lo contiene, de donde nace todo lo
posible: el espacio infinito del ser intensamente observado, las
aguas cristalinas de la visión interior reposando en la región
flotante de lo etéreo, de lo inabarcable, de lo intangible… donde
afloran la luz y los fenómenos que sueñan soñarse a través de
su lúcida vigilia. Y reconoce en el silencio a esa luz misma que
da forma al mundo, al sol y a sus sonoros amaneceres en
expansión. El meditador despierta a la luz del ser y camina
junto a ella, hallando las formas nacientes que dan vida al ritmo
del mundo, siendo testigo de ello, como aire que se suspira a sí
mismo y vuela libre en su eterna dimensión de espacio
fluyente, de tiempo abierto al sin fin de su ahora, siendo
consciencia asentada en su gozo de clara bienaventuranza.




                               49

EL BELLO MISTERIO DE LA MEDITACIÓN


                                                Tú no eres el reflejo,
                                                pero el reflejo eres tú.
                                                    Maestro Tozan
                                                 (Hokyo Zan Mai)



Ni siquiera la forma que observamos de nosotros, tan íntima
como hermosa, es el reflejo completo de lo que somos. Mucho
más supone lo que nos brinda la realidad interior. Tanto, que
captar apenas en algo su intensidad nos eleva al momento sin
tiempo, sin mácula, del despertar. Todo lo observado es lo que
somos. Y esa aprehensión se trasluce en el desapego hacia el
fenómeno maravilloso. Mucho más es lo que brinda vivir en la
estela del estar siendo, sin nada que tomar como nuestro y, en
consecuencia, sin nada que nos cueste dejar. La meditación por
ello, es indescriptible, porque en ella hay un nacimiento
constante, donde la admiración del descubrimiento propio, de
la grandeza del corazón que se deslumbra y emociona con el ser
que le respira, y la fluidez de esta respiración que se deja ir y no
se aferra a engrandecer o ilusionar lo vivido, forman la
simbiosis de una perfección entregada al instante que, gozosa y
generosamente, dejamos marchar hacia un regreso que
envuelve. El meditar, como comprendió el maestro Tozan, “es
inocente y misterioso, ni siquiera pertenece a la ilusión o al
satori [iluminación]”. Tan íntimo como no nuestro, así es el
regalo que nos enseña la conciencia atenta a su misterio. Un
vendaval de libertad que acoge al espíritu y lo serena,
conduciéndolo al centro de su infinitud.


LA FUENTE DEL SER

Hay una vivencia del yo que implica saberse consciencia, que
trasciende lo ordinario. En la búsqueda de uno mismo, en ese
camino necesario en la vida basado en la experiencia vital, en
                                50

una comprensión de la misma, en un aprendizaje que reclama
tenerse en cuenta, hay un eco del ser que nos guía la
experiencia de búsqueda. Así, puesta la atención en nosotros,
con la motivación encendida, enfocada en el ser que se nos
muestra cada vez más tangible y directo, comenzamos a
observar lo que nuestros ojos, antes, eran incapaces de ver. La
visión extiende su alcance, el paisaje se enriquece de matices y
elementos antes no percibidos, el camino se torna
fructuosamente transitable, la perspectiva que averiguamos
llama al caminante, le invita al viaje y lo llena en su transcurso
con la vivencia plena del descubrimiento.
      Una vivencia nueva, donde el instante renueva lo vivido,
como un soplo de aire fresco, subraya la libertad que solicita el
alma para expresar su verdad. Todo momento puede ser algo
nuevo, no hacen falta grandes cambios aparentes, pues el viaje
interior puede surcar lo infinito con una sola inspiración
consciente, con un destello espontáneo de intuición espiritual,
con una realidad que nos avisa de lo eterno. No hace falta
convencernos ni que nos convenzan de esta verdad. La verdad,
sólo es real para quien la sabe (para quien conoce su sabor).
Para quien la recuerda, para quien comprende que no hay
olvido que la empañe a partir de entonces. Encontrar la verdad
significa haber llegado a la fuente; y entonces ya siempre
podremos beber de ella.


LA PAZ DEL SILENCIO

El sabio no trata de llegar a ninguna conclusión, a ninguna
comprensión intelectual sobre la vida, sino que únicamente
vive de lleno el misterio de ser, sabe que no es cuestión
desvelarlo y por ello solo mora de forma espontánea en él. Él
mismo es ese misterio, experimentando eso ya se conoce por
siempre: pues vive lo que él mismo es. En el silencio aparece
ese misterio, ahí nada lucha con nada, sólo queda paz eterna,
unión total sin dualidad alguna. Cualquier aparente dualidad
se disuelve en comunión serena con el silencio. Cuando ya no

                               51

                               

queda nada por hacer, comenzamos a ser. Ahora mismo puede
ser el momento apropiado para ello.
      Todo momento presenciado vivamente llama a la quietud
en el abrazo hondo del silencio, en la mirada contemplativa que
se funde en las cosas; siendo ellas mismas -prodigio presente- la
respiración del ritmo natural del mundo y sus instantes. No hay
separación en el ser, todo aparece por sí mismo y su acontecer
se funde en la visión no-dual. No hay lucha mental, ningún
conflicto ni anhelo alguno, pues todas cosas siempre han sido y
son lo que son, sin nada que añadir o quitar. Cuando el sujeto,
la identidad individual que prefigura la separación, está
ausente, no hay objeto al que agarrarse y tiene lugar la libertad
total, la unidad, la no-dualidad. La paz del silencio es un vasto
océano cuya esencia palpita en el corazón del ser, en la luz
brillante de la conciencia.


DIOS ES AMOR

El   amor nos lleva hacia nosotros mismos, es la fuente de
nuestro corazón y de nuestro ser, en él está todo, todo aquello
que somos, todo aquello que vive en la conciencia nuestra.
Somos algo que trasciende formas, nombres, tiempo, espacio...
Nuestro corazón es una partícula de lo infinito y a su vez es
todo lo infinito, pues ni siquiera lo infinito puede dividirse, ni
siquiera una partícula es menos que su todo. Ahí dentro, en
nosotros, en la conciencia, está contenido el universo. Dios está
ahí, en el ser que late interiormente, al que estamos conectados,
unidos, en comunión con una misma dimensión total y eterna.
En conexión con Él, el amor y la paz brillan como la luz del sol.
Nosotros somos esa luz que ilumina el mundo: la vida, la luz
del amor. Ama tu vida, ama lo que eres y el mundo en que
vives ahora, todo eso es Dios, y entonces, allí donde pongas tu
amor nunca habrá error, siempre estarás viéndolo a Él,
amándolo a Él, amándote a Ti.




                               52

LA PUERTA HACIA TI

Todos los problemas son del ego. Vienen al identificarse con
ellos, al pensar que esos problemas nos pertenecen. Pero,
¿quién es el que se identifica? Si indagamos en ello,
descubrimos que no hay nadie allí, que el ego se llama a sí
mismo, pero no hay nadie que lo llame. Viendo que todo
aquello que llega no es nuestro, que son solamente fenómenos
cambiantes y sin sustancia alguna, la libertad empieza a tener
lugar. Una libertad que se experimenta al dejarse ser, al soltar
los lazos de la búsqueda de identidad y de sentido. Abandonar
la búsqueda supone la resolución natural del comprender que
ésta no puede ser un deseo de ganar algo, de poseer una
verdad, sino, al contrario, el hallazgo de la profunda liberación
de la necesidad de adquirir algo para ser.
      Al perder todo lo que es del ego, ganamos todo lo que
verdaderamente es. Esta ganancia, y no es paradoja, sucede en
el despojamiento. Toda necesidad de adquisición, es el ego.
Saber que no hay nada que ganar o perder, que somos siempre
lo completo, el océano de la conciencia, el todo en vez de la
parte, es ver que al ser lo que somos trascendemos cualesquiera
limitaciones por medio de la conciencia integradora de la
unidad total. No hay un sendero para ello. Tú eres la puerta de
entrada y esa puerta al hogar del ser se abre a ti mismo. Tu
hogar siempre está contigo, en el corazón, en tu interior
sagrado.


LIBERTAD INTERIOR

¿Puede el hombre sentirse libre interiormente? ¿No padecer
constantemente la censura de las circunstancias exteriores, de
las creencias y prejuicios, de las normas impuestas explícita e
implícitamente? ¿Puede una persona sentirse libre en esta
sociedad? La respuesta se atisba contradictoria porque a
primera vista parece que no depende de nosotros. Parece que
depende más de las circunstancias del entorno que de uno

                               53

mismo. Pero la libertad no es algo que pueda verse o tocarse,
sino que opera en el interior, conformando nuestros actos y
pensamientos, haciéndolos que surjan espontáneos o por el
contrario coartados, cohibidos.
      De nosotros depende que el próximo acto que arrojemos
al mundo surja de verdad, del interior del ser, o salga ya
frustrado, reprimido. Es posible que eso lo hayamos aprendido,
que la sociedad nos imponga veladamente la autocensura
necesaria para una convivencia preestablecida. Las condiciones
son tan sutiles que apenas podemos darnos cuenta de las
cadenas que nos sujetan. Sin embargo, sí que depende de
nosotros el darnos cuenta de ello, el no acostumbrarnos al
silencio impuesto y preservar esa parcela interior que nada ni
nadie pueda tocar, que es la libertad interior. Si la cuidamos, si
advertimos su valor, si crecemos en ella y por ella, veremos que
brotará espontáneamente, al unísono con nuestros actos, con
nuestros pensamientos y emociones. Entonces comienza la
transformación, el acto creativo del ser reconciliándose con su
naturaleza esencial.


LO QUE EL AHORA NOS REVELA

Algo nace en el ser, en lo más profundo, que revela todas las
cosas. Cuando miramos dentro de nosotros, sin temor a lo que
podamos encontrar (o sabiendo que no hay por qué evitar ese
temor naciente), totalmente abiertos y receptivos a esa mirada
sincera, se produce una conexión puramente esclarecedora, la
conexión con lo que siempre fuimos, mediante el solo observar,
sin interpretar o seleccionar lo que miramos, nada más que
atentos a lo que pasa en nosotros en ese momento tan real que
es el ahora. Pues lo real somos nosotros, ése que siempre ve,
que siempre ha sido el veedor y que se descubre una y otra vez
en el ahora como la misma cosa, intocada y sin tiempo.
      En el ahora, la vida ilimitada y pura del ser se confirma, se
ve siendo, aparece, y nosotros en ella, de nosotros a ella, con
ella, en un único suceso de ‘presencia’. Lo profundo en el ser

                                54

puede revelarse en una especie de instante eterno, en una forma
de espacio que no necesita del tiempo cuando hay la
observación espiritual. Lo interior está aquí, tal que el corazón,
latiendo y presente como raíz del vivir, del sentir, del ser. Y
para mirar en lo interior sólo se requiere mirarse a uno mismo
tal y como se es: en la observación directa y sin dirección que el
ahora desnuda y eterniza.


MÁS ALLÁ DEL PENSAMIENTO ESTÁ EL SER


                                La muerte es un sueño
                                en el que la individualidad se olvida;
                                todo el resto del ser tiene su despertar,
                                o, mejor, no cesa de estar despierto.
                                            Arthur Schopenhauer


Cuando vemos la vida con los ojos del pensamiento creamos
una historia, nos unimos a una cierta experiencia y surge un
nuevo apego; mientras que en el silencio interior, en el cultivo
de la no-mente, uno renace en todo momento, con los ojos de la
conciencia, en cada respiración, en cada instante de ser (y se
convierte en el Ser mismo, aquel que siempre ha sido y será,
aquel que simplemente “es”). Uno se abre –de esta forma- a lo
nuevo –a lo no nacido- (a lo eterno), y se siente a sí mismo
inéditamente, bañándose en el fresco ahora purificador; y es,
nada más.
      En la constante sensación de “yo soy” la persona se va
despojando de su individualidad, de sus identificaciones,
porque ve que lo que permanece es esa constante verdad,
perciba lo que perciba, esté donde esté, sienta lo que sienta. Más
allá de esos fenómenos, de esas apariencias de realidad,
subyace la realidad última y primera, la sensación de ser. Esta,
nos acompaña durante toda la vida.



                               55

¿Y quién siente que “yo soy”? El testigo o la presencia de
eso. El que nunca cambia, el que siempre ve al ser allá donde
mire (pues se halla consigo mismo).
      Al identificarnos como algo separado de la Realidad Total,
el individuo, que se ve a sí mismo diferente del resto,
experimenta la egoicidad, lo que inevitablemente le trae el
sufrimiento, que no es más que el deseo de plenitud. Ese olvido
de nosotros como Esencia Primera, como verdad con todo
unificada, experimenta desde que nace el deseo de liberación de
tal sentimiento de separación (al igual que el río –separado de
los demás ríos- camina hasta fundirse en su inmenso mar, al
que llegan todos los ríos).
      El yo se busca a sí mismo y en ese buscar siempre
encuentra algo más grande, pues es su naturaleza y su fuente la
conciencia plena, un Yo oceánico capaz de acoger a la pequeña
gota extraviada y de decirle: tú eres Yo, siempre lo fuiste.
      Más allá de la mente, la conciencia silente es ese océano en
calma que da hogar al beatífico despertar del ser en toda su
extensión. Con tan solo un simple darse cuenta de tan
magnánima esencia, estamos ahí, de repente, en ella, por el
hecho mismo de que nunca estuvimos en otro sitio más que en
ese lugar del Todo. El lugar del no-lugar, el Sí mismo, la
Consciencia; el “yo soy” experimentando de lleno su verbo en
infinitivo e infinito: Ser.




                               56

LA ILUMINACIÓN

La conciencia es el alma. En los Shiva Sutras podemos obtener
la realidad manifiesta de la naturaleza de Shiva, la divinidad.
De nosotros mismos y de todo cuanto hay. Meditar en ello
significa estar iluminado. Meditar es entrar en la iluminación y
cuando el estado de meditación es constante la iluminación lo
es. Estar liberado en vida (jivan mukta) llena al alma de gozo y
deleite (abhoga). Es el estado más puro del alma y una vez
instalada ahí los conocidos estados ordinarios (vigilia, sueño,
sueño profundo) quedan bañados de esta agua límpida de
conocimiento.
      No es difícil. Solamente hace falta sensibilidad (apertura)
para acceder a la belleza. El conocimiento supremo es la verdad
última y primera. Así nos integramos en la conciencia de Shiva.
En los Shiva Sutras (I, 5) leemos: “Udyamo bhairavah”. Lo que
significa que un destello o elevación repentina se produce
cuando el Ser supremo nos envuelve. A partir de aquí ya todo
puede ser elevación y destello sagrado. “Todos los fenómenos
son el cuerpo”, “Drsyam sariram”, (Sh.S. I, 14). Externos o
internos, para el ser iluminado ya todo es Shiva.
      Dirá Sai Baba, despertándonos: “¡Este preciso momento es
el momento! ¡El minuto que ha transcurrido está fuera de
vuestro alcance; así también, el minuto que se acerca, no es
vuestro! Solamente aquel Jiva [Ser viviente] que se ha grabado
esta comprensión en su corazón puede fundirse con Shiva”. Si
te mantienes firme y constante en esta verdad sencilla y
profunda sin duda te hará libre. El conocimiento del ser
(atmajñanam) se fundamenta en un claro discernimiento
(viveka) acerca de la verdad del yo, no empañado por el ego,
capaz de establecerse en su estado natural, en su fuente
original, en su realidad suprema no condicionada de
realización permanente. No inmóvil ni estéril sino tan viva y
tan creativa como lo es, admirablemente, toda la Creación. La
conciencia es el alma. Y libre es, en sí misma, iluminada y en
constante revelación de incalculables verdades, colmando de
deleite su esplendor. ¡Qué puede impedir que no vivamos ya

                               57

esta dicha tan íntima! Absolutamente nada. El Todo está
siempre llamando a nuestra puerta. Abrámosla.


EL AHORA

El presente es una nube que pasa. Así lo experimentó Buda, así
podemos experimentarlo nosotros cuando meditamos, es decir,
cuando vivimos completamente en el ahora. Tal vez –en
ocasiones- la realidad se entrecruce con los sueños y el
pensamiento desatienda la atención que la vida notifica. Pero
siempre hay momento en que uno puede darse cuenta de ello,
dejando de alimentar esa estancia paralela de los pensamientos
inacabables, que consumen nuestra energía y nos separan de la
conexión con la vivencia exacta de los objetos de la experiencia.
Siempre hay un momento que representa un comienzo: el
principio de la consciencia plena. Sin que el ego obstruya la
experiencia, donde el yo realmente pueda sentirse unido con lo
que es, dejando ya de lado la identificación con lo que quisiera
ser o con lo que deseara que aconteciese a su ser. Entonces –
cuando el ser es vivido en la simultaneidad de su ahora- se
halla la plenitud, el equilibrio, la realización completa, esto es, a
la que no le falta nada.
      ¿Qué le puede faltar al ser si siempre ha de ser completo
por sí mismo para que realmente sea? Es su necesidad
ontológica. Y experimentarlo así supone la prueba
intransferible –acaso mística- de su existencia. Siempre está ahí
el ser, si lo miramos fijamente en el interior. No le falta nada, es
el punto infinito que brilla en el espíritu y que da vida al
corazón. Es un conocimiento vivido. Se vive en el ahora.
Posiblemente la forma más bella y verídica de conocer. Tan
bello que se difumina como un puñado de arena –en unos
segundos- entre las manos. Hasta que volvemos a tomar otra
porción de arena; y el ser se vuelve a hacer presente. Ahora. Esa
es su magia, su misterio. Tan real y palpable como la vida, que
no deja nunca de asombrarnos.




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La luz de la conciencia. Palabras en la no-dualidad (advaita vedanta) - José Manuel Martínez Sánchez

  • 1. La luz de la conciencia José Manuel Martínez Sánchez 
 
 
 
 
 

  • 2.
  • 3. José Manuel Martínez Sánchez La luz de la conciencia Palabras en la no-dualidad
  • 4. Título: La luz de la conciencia. Palabras en la no-dualidad Autor: José Manuel Martínez Sánchez, 2012 Imagen de portada: Siddhartha Gautama “Buda” Autorizada la libre distribución ISBN: 978-1-4717-9887-0 José Manuel Martínez Sánchez Nacido en Albacete (España) el 11 de marzo de 1983. Licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de Murcia. Máster en Psicología Humanista. Maestro de Reiki. Columnista de opinión del diario "La Verdad" de Albacete. Ha publicado los siguientes libros: “Épica del naufragio” (poesía), “Concierto de esperanzas. (Poesía reunida, 2002-2008)”, “El hombre posmoderno” (ensayo), “Los hijos del sol” (novela), “Buscando la paz interior” (ensayo/poesía) y “Hacia el despertar espiritual” (ensayo/poesía). Tiene un blog sobre espiritualidad cuya dirección es: www.lasletrasdelaire.blogspot.com E-mail del autor: martinezsanchezjm@gmail.com
  • 5. ÍNDICE Prólogo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 13 1. Ensayos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 14 Amor consciente 14 Amor es lo que eres 15 La eterna evidencia de ser 15 Aquello que siempre eres 16 Amor universal 17 De la esencia de Dios (o del Amor) 18 Amor y libertad 19 Amor y silencio 20 Conciencia y despertar 20 Fragancia íntima del ser 20 Antes de que el mundo surja 21 Claridad del silencio 22 Conciencia de amor y luz 22 Aquí y ahora 23 Yo soy eso 24 El Todo en todas las partes 25 El buda que somos 26 Más allá de la vista: la visión interior 28 Este momento lo incluye todo 30 Experiencia de la felicidad 30 Amor sin barreras 31 Quietud creativa 32 La libertad de meditar 32 Luz de la conciencia 33 Ser consciente 33 Identidad y realización 34 Fluir 34 Intuición del ser 36 La aspiración al despertar 37
  • 6. La luz del silencio 38 Siendo lo que el Ser es 39 Conciencia de amor 39 No hay ilusión en la no-mente 40 ¿Quién soy yo? 41 Sobre la naturaleza del amor 42 Una dicha radiante de ser 43 La búsqueda encontrada 44 La búsqueda es el encuentro 45 Ya vives en el paraíso 46 Supraconsciencia 47 La felicidad es libertad 48 El meditador 49 El bello misterio de la meditación 50 La fuente del ser 50 La paz del silencio 51 Dios es amor 52 La puerta hacia ti 53 Libertad interior 53 Lo que el ahora nos revela 54 Más allá del pensamiento está el Ser 55 La iluminación 57 El ahora 58 La meta divina 59 La luz del corazón 60 La verdad del amor 60 Meditación 61 En busca del conocimiento 61 El yo libre de identificaciones 62 Misterio incesante de ser 63 No dualidad 64 No hay esfuerzo en la meditación 65 La visión total 65 Mística y meditación 66 Ahora es el único momento 67 Más allá del ego 67
  • 7. Silencio interior 68 La eternidad del instante 69 La contemplación 69 La búsqueda callada 70 Ser lo que somos 70 Testigo de la conciencia 71 Reconocimiento del amor 72 Ser sin elección 72 Presencia de lo que es 73 Perfectamente encontrado 73 Lo eterno del ahora 74 La mirada silenciosa 74 Silencio escuchado 75 Sin tiempo ni dualidad 77 Quietud reveladora 78 Meditando la realidad 78 Nunca has dejado de conocerte 79 La claridad del presente 80 Ser de amor eterno 81 La certeza 81 La consciencia autoevidente 82 El gran hallazgo del espíritu 83 El ser lo es todo 84 La desnudez de ser 85 La experiencia de ser 85 La experiencia inefable 86 El ser no condicionado 86 Un bello suceder, el amor 87 Tú eres eso 88 Todo es ahora 89 Conocerse es ser 89 La verdad es siempre ahora 90 Presencia de amor 91 Descansa en el amor 91 Realización espiritual 92 El buscador es lo buscado 94
  • 8. El milagro de la creación 95 Amor hallando su luz 96 En el momento en que yo no está 97 Todo es un mismo ser 97 La ausencia que presencia 98 Un mismo corazón 98 Volver al corazón 98 Misterioso no-saber 99 Mundo y manifestación 100 El hombre del Tao 101 En la no dualidad 102 Totalidad 103 Tierra iluminada 104 2. Poemas . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 105 Amor hacia el amor 105 Amor sin tiempo 106 Conciencia es mi nombre 107 Vuelo 108 De amor creado 109 Eterno romance 110 Éxtasis de silencio 111 Vida hacia su mar 112 No-ser siendo 113 Siempre tú 114 La vida que respiras 115 Nacimiento 116 El pequeño Buda 117 Esplendor de lo eterno 118 Vivir ahora 119 El milagro del ahora 120 Fluyendo 121 Reencuentro pleno 122 Luz de la noche 123 Alma de la tierra 124
  • 9. Despertar 126 Nirvana 127 Estrellas que soñamos 129 Aire 130 Raíz de lo alto 131 Sueño de amor 132 Noche serena 133 Renacimiento 134 Canción 135 Reencuentro de la luz 136 Sueño del alma amada 137 Vivir naciendo 138 Instante descubierto 139
  • 10.
  • 11. Sin esfuerzo, de forma natural es el estado más alto. En él, el amor mismo es el amante y el amado. Sri Nisargadatta Maharaj Abre el corazón y mira este mundo con los ojos del ser. Sri Ramana Maharshi
  • 12.
  • 13. PRÓLOGO (LA MÁS BELLA FLOR) Del silencio surge la más bella flor, aparece en el momento presente, en la presencia que contiene la luz de un instante perfecto, intocado por el tiempo, inmaculado de inocencia. Todo instante llama a tu corazón a la presencia de ti, presencia del ser completo que se expresa como silencio puro y excelso, no sometido a lo limitado del espacio. La presencia del ser en el silencio dibuja con sus amaneceres de luz la claridad del alma, el susurro amoroso de esta siempre sentida totalidad que somos. Esta conciencia que ahora emerge al mundo, creadora del mundo, de todo lo visible y lo invisible, receptiva a esa energía sagrada que nos baña de vida, de paz y unidad inabarcable, es lo que somos, lo que el corazón reconoce como verdadero, siempre verificable al observarlo en íntima y serena comunicación con uno mismo: testigo silencioso de la conciencia. Una verdad, la del ser, que no se puede atesorar, que no es propiedad de nadie, pero que flota en el aire bañándolo todo como el corazón íntimo de todas las certezas del alma. Esa verdad, libre, inconquistable, dadora de ilimitadas bendiciones, florece en el ser, en la vida… En este ahora silencioso de conciencia está siempre presente, revelado, el manantial infinito de luz y amor que somos. 13

  • 14. 1 ENSAYOS AMOR CONSCIENTE El amor es la gran verdad del alma, aquello que sabemos sin necesidad de interrogar a la mente, pues cuando el amor se manifiesta somos nosotros mismos los que mostramos nuestra esencia real, aquella espontánea y genuina que nos comprende. Para amar no hay que hacer ningún esfuerzo, es una fuerza que brota del interior, como el aliento cuando exhalamos. El aire nos llega de forma natural, porque la vida es el corazón de nuestros actos y como tal, es el centro y vitalidad de lo que somos. Aquello que somos no puede buscarse fuera, no puede ser algo que hayamos perdido, pues: ¿qué seríamos entonces si la razón del ser no se halla en este momento en nosotros? Cuando aprendemos a ser nada más que lo que somos, la libertad es plena. Sobra todo esfuerzo, todo intento por forjar una identidad superficial y adquirida. Este aprender, por tanto, es -en verdad- un desaprender: ser uno mismo, tal cual, sin artificios. Siendo solamente, comprendemos en el corazón -sin necesidad de palabras y argumentos- que ahí reside la verdad, que la totalidad ha sido siempre esa verdad presente. El amor es la fuerza inmediata que nos presenta tal verdad. Amando, a uno mismo, a los demás (al ser sin distinciones), recobramos consciencia de nuestra verdadera sustancia integradora, aquella que está unida eternamente a lo que ella Es; la verdad, la luz del corazón: la vida consciente, el amor... 14
 

  • 15. AMOR ES LO QUE ERES Si confías en el amor, te entregas y lo sientes con todo el corazón, si eres uno con él, no hay ningún obstáculo ni temor que se interponga, porque el rostro y el aura del amor es la paz, la confianza, la certeza de que sigues el camino verdadero: el camino que te conduce de regreso a tu esencia pura y genuina. Pues Amor es lo que eres. LA ETERNA EVIDENCIA DE SER Toda auténtica enseñanza espiritual nos dirá: "sé tú mismo". Este es el método directo. Quizás uno se pregunte, ¿cómo he de ser yo mismo?, ¿qué he de hacer para ser yo mismo?; y vemos que la pregunta es por sí misma tautológica: no se puede hacer algo en concreto para ser lo que somos. Es por ello que ser uno mismo es la forma directa de experimentar nuestra verdadera esencia. La esencia de lo espontáneo y natural, de lo inocente y eternamente evidente: aquí está la respuesta tan buscada, en lo que eres, en ti. Deja atrás todo esfuerzo y también incluso abandona todo esfuerzo por liberarte del esfuerzo. Así de sencillo es, no hay que hacer nada. Sé tu mismo, regresa al punto de partida que es también el de llegada, el punto cero que es sin tiempo y sin espacio y por ello absoluto en su real presencia: aquí, ahora y siempre. El punto que nace del vacío y que todo lo comprende. El punto del que los mundos son creados y regresan a su silencio sin nacimiento en el sueño profundo. El punto que todo lo comprende y que se manifiesta natural, autoevidente, en tu sensación de ser. Esta es la eterna evidencia que vive en nosotros: Ser. 15
 

  • 16. AQUELLO QUE SIEMPRE ERES Hay algo que siempre está presente, es la consciencia. El hecho de saber que eres, de ser consciente. En ese momento aparece el pensamiento yo, el lenguaje, la mente y todo el mundo de las ideas y las dualidades; el conflicto, el temor, el dolor, el placer, etc. Todo esto forma parte del juego del yo, del juego de la mente. No importa lo más mínimo que ocurra esto. No hay que esforzarse por cortar con ello, por evitar que las cosas sucedan, por reprender a la mente, etc. Todo lo que hagamos seguirá entrando en ese juego. Lo único real es que eres, que sabes que eres. Viendo eso comprendemos la realidad primera, intocada y prístina, la realidad fundamental. Sabemos que todo lo que surja después, que todo lo que creamos que somos, que cualquier formulación ya es de la mente. Sin embargo la conciencia no desaparece, es el fondo bajo el que todo sucede, el gran silencio sobre el que nacen todos los sonidos. El gran océano que ve nacer y morir las olas infinitas. El mar está en calma o agitado, pero siempre es el mar. Los sonidos cambian, la melodía siempre es otra, pero el silencio es siempre el punto de partida, el mantenedor de todo, lo único real y constante. Tú eres eso. Tú eres la conciencia que siempre es. La luz de la conciencia. Lo demás no importa, no te preocupes por ello, si sabes que eres. Sé testigo del milagro de ser. No te esfuerces por ser esto o aquello. Sé lo que eres, nada más. Sé el todo, no te conformes con la parte. Si lo miras bien, afortunadamente, no tienes opción alguna, siempre eres lo que eres. Darse cuenta de esto es lo más evidente que puede ocurrir, es como mirarte en un espejo y ver tu rostro directamente o señalar un árbol y ver el árbol. Mira en tu interior y encuentra aquello que siempre está contigo: la consciencia. Eso que está en ti por encima de todo fenómeno cambiante, eso que está en todo, que todo lo penetra e interpenetra. A esa consciencia total también se le llama felicidad real y completa. 16
 

  • 17. AMOR UNIVERSAL Vivir integrado en la unidad significa no hallar diferencia alguna entre lo tuyo o lo mío, verlo todo en el mismo plano, fundidos con todo lo que suceda, formando parte de la cosa en sí, sea cual sea el foco observado. Hay observación real en el instante único que vive unificado en la conciencia eterna. La experiencia de lo místico, de esta unión con el Todo, puede ser sentida, acaso simbolizada. Puede no hablarse de ella, incluso conociéndola, porque por mucho que digamos de ella siempre será poco. En este aspecto, la frase de Wittgenstein que nos invita a callar ante lo que no se puede hablar es muy sabia. Pero al menos, se puede corroborar, como tantos místicos han hecho, su existencia, a través de su mirada de paz y amor, de sus silencios, de su suave hablar vacío de ego y profundamente generoso. La ofrenda de amor hacia el otro supone entregar una verdad mística, llena de belleza, de realidad con sentido. Ser todo amor, renacer siempre en esa conciencia. Darlo todo por el sólo hecho de dar, sin condición de reciprocidad alguna. Llenarnos el corazón al entregarlo. Esa es la verdadera palabra del sabio. No decir la verdad con teorías, sino vivificarla, siendo su acción, su movimiento de virtud el baño purificador. Siendo su ser mismo la verdad rebosando. Amanece el camino de quien se encuentra a un ser así, o comprende esa verdad en sí mismo. Porque esa verdad está presente en todos, universal como la vida, única y total como toda esencia, gen de todo lo creado. No se puede olvidar lo que el corazón memoriza como pulso de sentido, como ritmo de existencia motivada. La verdad del amor nos ama más que a nada en el mundo, porque siempre corresponde, responde con creces, infinita, auténtica. Sólo hay que sentir la llamada del amor para comprender que somos eso, que formamos parte de ello; y, por tanto, siempre podemos experimentarlo, regalarlo, recogerlo. 17
 

  • 18. DE LA ESENCIA DE DIOS (O DEL AMOR) Encontramos en la historia humana un lugar común que habitualmente llamamos búsqueda del sentido del ser. Llámese religión, filosofía, poesía o cualquier otra expresión que sustente esta motivación existencial: el fondo siempre es el mismo. Ahí el buscador habla la lengua que apremia la búsqueda, el sonido interior que reclama albergar voz de sentido a su torbellino de incertidumbre. Las palabras, que siguen el curso vital del alma que las pronuncia, aprenden la realidad con la mirada puesta en hilvanar el significado de su camino. En el comienzo del Svetasvatara Upanisad (1.1) la pregunta resulta solemne e inspiradora: “¿Es el brahman [Dios] la causa? ¿De qué hemos sido engendrados, por quién vivimos y en qué nos sustentamos?”. Una pregunta que sin duda requiere de respiración tranquila, de motivación sincera y de una conciencia abierta al ser que recibe las impresiones del aliento espiritual que desborda su comprensión racional al tratar de responderla. Una emoción asentada en el amor sereno habrá de desprenderse en el sentimiento de quien busca a Dios y recibe letras integradoras del ser y su mundo, tal que unicidad deslumbrante que enseña la grandeza del alma y nos ayuda a descubrirla en nosotros. El tiempo y la eternidad dejan de ser dos caras de una misma moneda que a la fuerza hemos de elegir y ambas se concilian en la visión total del tiempo eterno, en el acontecer sin rastro de continuidad, en ese eterno ahora que amplía el corazón desbordándolo de paz infinita. Ahí reside la semilla de la meditación con sentido, no el simple ejercicio de dejar la mente en blanco porque sí. Entregada, integrada en todo y consciente de sí, la mente se abre al amor puro que respira el reconocimiento intuitivo de la esencia que la sustenta. La mirada del amor registra el prodigio del ser que le asiste y le permite experimentar la realidad de su bienaventuranza. Porque, cuando los ojos del amor vislumbran el mundo, descifran el paraíso que la luz de la conciencia pinta 18
 

  • 19. en los lienzos del alma. En ese amor uno recibe la luz entregándola, o solamente asistiendo al espectáculo de verla y tocarla, ya no dividido ni limitado por los deseos, sino inserto en todo lo existente, como partículas desplegadas en la totalidad, compartiendo una esencia sola. Así es el amor, un continuo dar, que siempre llena. AMOR Y LIBERTAD Amar es ser libre, es la entrega del corazón a la dicha perfecta de la comunión con lo amado. La libertad de ser es tu esencia, aquello que fue siempre contigo, libertad que se sustenta al soltar todo aquello que la oprime, encaminándose a la pureza de su armonía primigenia. Este soltar no es un trabajo, ni un proyecto que dependa del tiempo, porque la libertad es la primera condición de tu estado incondicional y eterno. Liberación significa despojarse de lo estéril, de aquello que sólo añade complejidad, pero lo fundamental es darse cuenta que de lo único que uno se libera es de la ilusión de no ser libre. Por lo que -si lo miramos bien- no hay nada de qué liberarse al ser uno lo que es ahora, lo real que acontece (no hay nada que lleve menos esfuerzo que ser uno mismo en lo que es). Ahí estás tú, el Ser que es conciencia sin tiempo, para gozar de su verdadera naturaleza, siempre viva y presente. Cuando sabes que nada puede tocar lo real -el amor del ser, la libertad y el gozo de la consciencia siendo sin segundo- eres capaz de presenciar la película que pasa por tus ojos sin pensarte el personaje individual y separado de la misma, y abrazando en el amor la visión misma: pantalla, personajes, realidad, ficción, sombras y sueño, en una misma dimensión de unidad que tu Ser contiene, en perpetua felicidad no nacida abrazando lo naciente. Ama completamente este sueño, pues sólo alimentado de amor es dulce el despertar. 19
 

  • 20. AMOR Y SILENCIO Hay una voz para el amor que deslumbra en su lúcida expresión, una voz que se abre a los cielos de la conciencia toda, atisbando el universo en el instante, más allá de cualquier límite imaginario, en su esplendor más puro y confirmado. Esa voz, esa certeza del entendimiento y del amor, es el silencio, la expresión del todo contenido, del todo continente. Silencio que es luz de las verdades, imagen de lo inimaginable, el infinito mismo hallándose, desplegándose en el misterio de la verdad interior. CONCIENCIA Y DESPERTAR Despertar a la conciencia significa ser uno en ella, sin esfuerzo, sin intento, nada más que surgiendo en la más pura espontaneidad del no-principio y del no-fin. No hay tiempo, ni intervalos, ni esperas, ni reposos, para aquello que es eterno, que siempre es y siempre late verdadero, esencial. Vivir de acuerdo a ello es vivir de acuerdo a uno mismo, entregándose a lo natural que nos recorre, a lo vital que nos vive. Ser uno mismo es ser uno con todo y en todo. El principio del amor es la unidad, mirarse y mirar a todo tal que lo íntimo nuestro, tal que un perfil propio sentido, descubierto, abrazado. Aquello que más amamos reposa en el corazón, nos da el latir y la mirada, el gesto y la voz encaminada. Aquello que más amamos es la brújula del corazón y también la geografía que recorrer, el descubrimiento, la aventura del alma hacia sí misma. FRAGANCIA ÍNTIMA DEL SER Ver, contemplar, existir en la verdad más sencilla y natural, ese es el ritmo del espíritu sincero, aquel que permanece idéntico a lo que es, a la inabordable expresión de su creatividad sin límites. Identificarse con la mente, con los objetos, con el sujeto, supone dividir, reducir el cerco, mientras que soltar toda 20

  • 21. identificación, descansar en paz sólo siendo, nos hermana con la conciencia, con aquello despegado de la mente que se muestra espontáneo en el sentir, en la sensación de ser, en la fragancia de lo absoluto tocando lo más intimo, la fibra interna, el corazón, el aire respirado y el susurro de su ritmo, aquel que expresa silencioso el "yo soy" ilimitado, natural, constante y eterno. Ser ahí, en el amor del ser, en la unidad de su conciencia, es conocerse, penetrar el orbe de sus misterios, ubicarse en lo que no tiene lugar, antes de todo principio, antes de todo surgir y de toda continuidad. Inmutable y autoluminoso es el estado sin estado de lo real, aquello que eres, que no has de buscar, que ya está en ti, que realizas en la conciencia absoluta del amor, en la unión verdadera que es luz del Corazón. 
 ANTES DE QUE EL MUNDO SURJA En el momento del no-pensar el tiempo deja de existir. Tanto la mente, como el pensar y el existir, son del tiempo. ¿Hay algo que no pertenezca al tiempo? Claramente sí, el Ser. La pura consciencia, la visión que es presencia cristalina en el ahora. Fíjese qué pasa en el no-pensar, en ese intervalo donde ninguna actividad sucede. Sencillamente, nada pasa, la calma es total, todo es como es. De esos intervalos, como olas de mar, vuelve a surgir el mundo, el pensamiento yo y todos sus agregados, es decir, todo el discurso que hacemos de la vida. Pero en el silencio la vida está completa, nada le falta, pues es esencia de quietud llena. Los fenómenos del mundo surgen, pero el presenciador, una vez que abraza en lazo natural su esencia de amor y silencio, ya no es empujado por los fenómenos, despojado de la identificación con el 'yo erróneo' (que es limitación), al quedar absorbido por la verdad ilimitada de su Ser Real: aquel que siempre es, incluso antes de que el mundo surja. Antes de que el mundo surja, el Ser ya es todos los mundos. 21

  • 22. CLARIDAD DEL SILENCIO Subyace algo muy profundo en el silencio, una apertura llena de claridad que corrobora al espacio su inmensidad latente. Esta inmensidad puede ser vista en la propia conciencia, como paisaje y orbe interior reposando en lo ilimitado. El silencio es escenario de la creación misma, de todo acontecimiento, a través de su no-hacer. Es el corazón secreto de las cosas, el motor invisible de todo nacer. Al estar con él, al no olvidar su ausente presencia, su pacífica compañía, la conciencia es capaz de ver el ir y venir de los fenómenos sin ser tocada ni modificada, pues no hay nada que tocar ni cambiar cuando se reposa en la desbordante perfección de lo que es. La presenciación asentada en el silencio es completa por naturaleza y desde ahí uno ya es y puede ver lo que siempre ha sido: este momento que sucede, conteniendo el momento solo del suceder en la claridad del silencio, colmando la raíz misma del tiempo y del no-tiempo, en una dimensión única y plena: la del Ser. CONCIENCIA DE AMOR Y LUZ No sabemos qué es el tiempo, pero lo presenciamos día a día. Del mismo modo nos presenciamos a nosotros mismos en el tiempo y sin embargo, siempre somos, más allá de las circunstancias, de los cambios y devenires. Siempre somos el ser, eso es en lo que devenimos siempre, pero solemos agregar todo tipo de cosas que confundimos como lo esencial en nosotros, cuando solo son circunstanciales, sin sustancia propia. Así nace el sufrimiento, al identificarnos con lo que creemos ser, cuando esta falsa identificación nos gusta nos dejamos llevar por el placer, un placer momentáneo y con sabor a vacío. Cuando esta falsa identificación no nos gusta, que es consecuencia de lo anterior, de descubrir que aquello que pensábamos que éramos se marcha, termina y queda la carencia, aparece el dolor, el apego y la desdicha. Este ir y venir, forma parte del juego de la mente y sus opuestos en constante 22

  • 23. intercambio. Sin embargo, más allá de eso, de esa ilusión temporal, hay alguien mucho más grande, un testigo inalterable del espacio de la conciencia, que es constante, puro y completo. Si intentamos identificarnos, apegarnos a eso, ya estamos entrando en la falsa identificación, puesto que aquello que es real e ilimitado, constante dicha y verdad, queda reducido y limitado al pasarlo por el filtro de la mente condicionada. Una mente dispuesta a nacer a cada segundo, en el ahora, en la pulsión del instante, es una mente iluminada por la inteligencia, el foco de la luz de la consciencia que nos permite discernir lo real de lo irreal, lo que somos de lo que no somos. Una mente así es sencillamente una mente natural, aquella que no está desorientada por sus condicionamientos externos, sino que vive en armonía consigo misma, dirigida espontáneamente por el corazón, raíz y alma de sus actos auténticos, con su sabor propio, desde el aliento de su íntima verdad. Solo hay que dejar de buscar fuera la imagen que nos refleje y comprender con el amor que todo lo que hay fuera es luz y espejo nuestro, mirada y vislumbre abierto de nuestra alma latiendo de vida, serena al reconocer en todo su aroma y hogar, constantemente fresca y renovada por su autenticidad: conciencia de amor dándose a sí misma y expandiendo su aroma en todas direcciones, de forma natural, al ser, solo ser, lo que siempre es, la luz del ahora que todo lo ilumina con la verdad del ser. AQUÍ Y AHORA En cada momento la conciencia está aquí, contigo, desplegando el mundo. El ser siempre está aquí aunque los fenómenos –los sueños de la mente- en apariencia lleguen y se vayan. Tú no vas. Tu existencia es presencia no condicionada, más allá de las formas. Los condicionamientos mentales obstaculizan que el ser fluya de un modo absolutamente consciente; distraen la atención mediante un cúmulo de ideas que han ido calando en la mente y conformando unos hábitos y actitudes dependientes de tales ideas y creencias. 23

  • 24. Observar lo que sucede ahora, tu respiración, el mundo, la simpleza de las cosas, sin llenarlas con juicios y prejuicios personales, nos ubica inmediatamente en el sendero de la conciencia, del solo estar -aquí y ahora- sin otro objetivo que respirar la vida en cada momento presente. Cuando nos vaciamos por completo, cuando nos soltamos de los prejuicios y miedos que nos estancan, fluimos libremente con lo que es, con lo que sucede, con la vida llamando a nuestra puerta para mostrarse a sí misma tal como es, inocente y pura, a nosotros, trasparentes y nacidos a su prístino esplendor, abiertos a cada instante de vida, de clara conciencia brillando en su presencia directa. Cada momento de presencia es el único en que realmente somos. No hay iluminación que obtener. Tú ya eres la luz que ilumina. 
 YO SOY ESO Eso es la esencia de todo, es lo que no se puede nombrar y está en cualquier parte. Lo señalamos al señalar cualquier cosa, porque está ahí, todo lo interpenetra, está a la vista donde quiera mirarse, de forma directa. Eso es el ser y el ser es eso que todos somos, en todo espacio ilimitado de percepciones, vivencias, emociones, pensamientos y no pensamientos. Dentro y fuera, más allá de cualquier división. Todo eso lo señala la propia vida en su total manifestación, por ello decimos que la iluminación sucede, que se traduce en una forma actualizada, liberada, de presenciar las cosas. Con la mente señalando a eso que es su ser. 24

  • 25. EL TODO EN TODAS LAS PARTES La mente busca identificarse con algo constantemente y al hacerlo se torna selectiva, de hecho es selectiva por naturaleza. No obstante, con cualquier cosa que se identifique no será real, porque es incompleta, restrictiva, toma una parte del todo. La mente no sabe lo que sabe, porque no lo observa, lo obvia. Saber y sabor tienen la misma raíz etimológica; sabe –pues- el que conoce el sabor de las cosas. Y ese sabor se experimenta, se prueba; y de esta forma es como se adquiere el conocimiento. En toda acción hay el sabor del conocimiento al atender claramente al movimiento que conduce del observador hacia lo observado, comprendiendo su no escisión, es decir, mediante la atención a la propia experiencia y su integración de la multiplicidad consecuente –o no dualidad- de los hechos o fenómenos acontecidos. Vemos así que toda diferencia conforma un todo global, una unidad mayor, una plenitud inherente a su diversidad aparente, al igual que fonemas distintos constituyen una unidad de sentido que llamamos “palabra”, muchas palabras una frase, etc. En la Bhagavad Gita (IV.24) se nos dice que “Brahman es la ofrenda”, que “Brahman está en toda acción”. Y a ello Shankara comenta que tanto quien ofrenda, como lo que se ofrenda, como el acto mismo de ofrecer, es ese Absoluto o Brahman mismo. Al ver a lo Absoluto en toda acción, nos sincronizamos, nos unificamos con la conciencia total. Nace con ello la experiencia de la sabiduría, al emprender los pasos que destilan el sabor de su senda. En el Atma Puya Upanishad leemos: “La mente constantemente apuntando hacia Eso, es la ofrenda”. Eso señala al Todo, al Absoluto (la mente que apunta a la conciencia) y mire a donde mire, no hay restricción alguna, simplemente libertad, darnos cuenta. Estar ahí, arraigados por entero en lo sin límite permite a la conciencia ser presencia del hecho consciente. La desatención es olvido de la conciencia. En la voluntad hay un sentimiento de que es el yo quien hace las cosas, de que en su atención está eligiendo la realidad y creándola (como bien explicó Schopenhauer), pero en el 25

  • 26. profundo ahora son las cosas mismas las que tienen su voluntad de ser, las que eligen al ser. Una voluntad continua que no se esfuerza por hacer real lo que es, pues siempre ha sido. Una voluntad que acontece, que vive en su realización y que observa a la conciencia como forma misma de su naturaleza, de un modo no selectivo, no condicionado por el acto que busca un resultado. Ocurre perfecto el resultado en la actualización de la realidad, en ese ahora donde todas las cosas están como deben estar. En este mundo vivido, que se libera del lastre del yo reductor, uno comprende como manifestó Nisargadatta, que “yo soy el mundo” y que “el mundo es yo mismo”. El jnani, esto es, el conocedor de la verdad, tal como lo escribió Robert Adams, es quien “ve el Sí mismo Infinito en todo y todo en el Sí mismo Infinito, que es su Ser”, esto apunta a una visión trascendental pero que se asienta en su ahora, en la visión ordinaria, en la objetividad permanente donde aflora el ser, allí por entero las cosas son vistas, lo visto es la visión trascendental, lo Supremo es el estar aquí, completamente. Es una visión desde dentro y no por ello anula lo que ve afuera, lo comprende instantáneamente desde su asentado Sí mismo en un acceso continuo a ese Sí mismo que vive consigo. EL BUDA QUE SOMOS Buda alcanzó la iluminación al comprender las causas del sufrimiento, de este modo se liberó de la ignorancia y de las ataduras del deseo. En el sentido más profundo, comprendió que no había nada que alcanzar. La comprensión le trajo el despertar, lo sacó de la ignorancia y le llevó más allá del apego a la existencia y el consecuente deseo de devenir. Partió firme hacia el conocimiento, liberándose de todo el enjambre - logrando la cesación completa- del deseo y de sus causas. Esto lo realizó meditando, yendo hacia dentro. Es decir, no evadiéndose de sí mismo, sino viendo a través suyo lo que el ser es. Nos trasmitió que esto se podía lograr (que había un 26

  • 27. camino medio, equilibrado, para experimentar el claro despertar), que todos podemos acceder a esa dicha del autoconocimiento, a esa liberación que consiste en saber vivir sin ser presa de las emociones, pasiones, deseos y motivos egoístas. Fue su propia luz desde entonces, el devenir dejó de ser causa de aflicción involuntaria y se trasladó al gran dominio de la comprensión de la verdad en todo momento, en todo movimiento, en toda acción y palabra, consciente, compasiva y profundamente atenta. Esta es parte de la valiosa sabiduría que Buda nos trasmitió, que él supo al encontrarla en su interior, fue la verdad que llevaba consigo el buda que también todos tenemos dentro como fermento, semilla, parte evolutiva, de la conciencia que somos. La historia de Buda nos habla de nosotros mismos, de la propia historia interior del hombre, de un hombre que se trata con profundo respeto, que busca encontrarse porque se ama y porque quiere cuidar lo que hay dentro de él, porque sabe que el sufrimiento, el egoísmo o el odio nada le aportan y que esa liberación anhelada es sencillamente un acto de amor, el límpido acto de amor hacia el ser que sabe que vive en él así como en todos (al puro ser, no al sentimiento de individualidad –no hay tal atman: anatman- sino al ser en todo) por eso Buda predicó ese encuentro con la conciencia, predicó esa forma de estar en el mundo completamente en armonía, consigo mismo y con los demás, completamente aquí, ahora, y no en otro lugar, abierto a la verdad que se traduce de la contemplación no enturbiada por nada, directamente fijada en lo que está aquí (el dharma). En el Isha Upanisad encontramos estas bellas palabras: “Quien ve en todos los seres al yo y al yo en todos los seres, a nadie odia”. Es así que el amor no conoce de destinatarios concretos sino que es el amor por sí mismo el que se revela en todo acto hacia dentro o hacia fuera, es su propia personificación, donde entramos nosotros, ellos, aquellos y todos los seres, es la identidad auténtica con lo Absoluto, con el Brahman. Leemos en el Brihad Araniaka Upanisad: “Hay identidad entonces entre el Atman, el yo individual, miel de 27

  • 28. todos los seres, y Brahman”, una identidad total con lo sin nombre, aquello que es todo y nada o ni todo ni nada, la verdad interior, inmaterial, pero viva, consciente, en el corazón de los hombres: el amor compasivo. Qué bella verdad la que trae el conocimiento, el despertar. Sólo nos queda añadir entonces, como expresa el Dammapada: “Feliz es el nacimiento de los Budas”. MÁS ALLÁ DE LA VISTA: LA VISIÓN INTERIOR Es trascendental aquello que va más allá de la medida. En la vivencia espiritual la escala pronto deja de tener sentido pues se trasciende todo sentido de medir lo que en sí mismo ya es altura sin límite: la entrada a la conciencia. Trascender deriva de trans-scandere: “más allá de la escala”. La mente fija patrones trazados de medición (meditar deriva de medir) y el hecho trascendental consiste precisamente en el abandono de esa lógica establecida de los hechos. Por tanto, aunque meditar derive de medir ciertamente hablamos de desmedir, de soltar, de ampliarse continuamente fuera de toda medición previa, dejando que la realidad sea lo que tenga que ser. Wittgenstein ya dedujo que el propio sujeto era el hecho trascendental y místico, al no hallar otra forma “lógica” de definirlo. En meditación, esto es, en el proceso de autoconocimiento del ser, no hay un lugar al que llegar, la escala se trasciende, hablamos de una meditación, al estar bien enfocada, atenta y consciente, puesta en el momento presente, en la vivencia del ahora, en el ahora, sin camino que alcanzar, sin ascenso ni descenso, sin ruta, sin escala marcada. Esa zona consciente en el Vedanta, especialmente en la Mandukya Upanisad, se corresponde con el cuarto estado o turiya, integrador, supraconsciente, más allá y abarcador a la vez de los tres anteriores: vigilia, ensueño y sueño profundo o sin ensueños. En otras etimologías como en la de ascetismo, vemos también esa forma de entender la espiritualidad en forma de ascenso hasta lo sagrado, palabra que en sánscrito (tapas) nos habla de 29

  • 29. calor o purificación y que en la mística cristiana ha tenido un valor en ocasiones semejante. Junto al ascetismo en el hinduismo, concretamente en el yoga, y como se señala en los Yoga Sutras de Patanjali (II,1), el autoconocimiento (o estudio de sí mismo) y la devoción al Ser Supremo (o Brahman) configuran el estado de yoga, siendo así éstas las acciones que hay que tomar para tal consecución unitiva (kriya yoga). La meditación, en primer término, supone un proceso de purificación o eliminación de los obstáculos que impiden al ser mostrarse a sí mismo, siendo luego el trabajo un trascender los límites del pensamiento para conectar con lo Absoluto, Sí- Mismo, No Dualidad o Ser no condicionado. Es la entrada a la visión interior, el acceso a “formas” interiores que corresponden a otro espacio y a otro tiempo distinto al que captamos ordinariamente, el otro espacio es el infinito y el otro tiempo es la eternidad. ¿Y cómo la mente puede alcanzar ese estado tan extraordinario? Porque deja de ser mente al reconocerse como conciencia. A partir de ahí se va hacia dentro, y ya no es la mente la que se reconoce como conciencia, sino la propia conciencia ante sí misma. Ese es el primer proceso de evolución de la conciencia, el reconocimiento de una identidad mucho mayor que el yo, la del ser; después se inicia un ir hacia dentro que revierte el proceso en desidentificación, esto es, ocurre la liberación de cualquier identificación (que supone una libertad aún mucho mayor), ya que este proceso descrito, como Ramesh Balsekar señala, “no se refiere a la evolución de ningún tipo de identidad, no hay tal cosa como una identidad”. Si no, volveríamos a aferrarnos a algo que creemos ser que somos y he ahí otra vez la egoicidad. El Yo soy queda despojado de identidad, porque se baña en la totalidad silente de la verdad indescriptible, esa que nace antes del mismo sentimiento de Yo soy; y en ese misterio hallado sencillamente aparece lo que es. Hablamos así de la visión interior: la del ser que es. 29

  • 30. ESTE MOMENTO LO INCLUYE TODO Es un misterio ver que la sustancia de la vida radica en este momento presente. La mente, mediante una idea o concepto cree que hubo un pasado, que habrá un futuro, pero lo cierto es que siempre es ahora, que la vida vibra y brota ahora, que el ser no tiene tiempo sino que es un milagro que aparece a cada instante, vacío de memoria, libre en su acontecer, prístino y fresco como la nieve más clara. Sí, claridad es la palabra. Transparente, sin mácula es este momento, este silencio de amor infinito en que todo es, sencillamente, lo que es. Uno se enamora de esta perfección en que se experimenta la no-experiencia, el solo estar aquí en una vacuidad sin límite, fluyendo como el vuelo de un pájaro, como la corriente del río incesante que todo lo atraviesa y a nada opone resistencia. Este momento eres tú, y tú eres libre, absolutamente, en este instante. La verdad es siempre ahora. Este ahora es todo lo que hay. Este momento presente lo incluye todo. Incluso la mente y la dualidad surgen de él y se disipan en él. Ningún concepto puede atrapar Eso, pero está aquí todo el tiempo y más allá de él. Todas las cosas están envueltas por este misterio radiante que es la vida. Nada suma ni resta a lo que es perfecto por siempre. A lo que es todo siendo nada... a lo que siendo nada lo es Todo. Nada puede decirse al caer en el misterio del ahora. EXPERIENCIA DE LA FELICIDAD La vida puede ser experimentada como un continuo descubrir cuando todo lo que queda es presente. El pasado nos entrega informaciones (recuerdos) que empañan la vivencia del ahora, que nos llena de miedos prefabricados, de complejos, culpas o juicios subjetivos acerca de la realidad. Pero la realidad no tiene una historia propia, no se basa en su memoria sino en su espontánea aparición. Por ello, cuando vivimos en la raíz misma del ahora, vacíos de pensamientos, del yo limitativo, 30

  • 31. nuestra percepción del hecho se ensancha infinitamente. Aquietar la mente supone entrar al ser, tener conciencia del ser; y esto trae automáticamente la felicidad. Aquietar la mente significa abandonar todo proceso mental, todo pensamiento. Significa ser testigos de lo que sucede, experimentando ese ser que va más allá de nosotros mismos, que deja de diferenciarse, que cesa de dividirse continuamente entre el sujeto (yo) y el objeto (lo visto como lo otro). Entonces –en la quietud imparcial y atentamente presenciada- aparece la conciencia de totalidad, de unidad, de felicidad y de amor. Pues no hay felicidad que no tenga su seno en el amor y no hay amor que no se experimente como pura felicidad, como pura unidad eterna. AMOR SIN BARRERAS Cuando la vida se hace una, cuando no necesitamos de la mente para construir al yo, aparece la experiencia del “yo real”: aquel que no necesita de nada para existir, sino que es existencia auténtica en todo momento. La más grande sencillez de la experiencia muestra la esencia de lo que somos, pues en ella se realiza, sin medio o apoyo secundario alguno. Llegar ahí, de forma directa, es también el paso más sencillo que podemos dar, y quizá el más valiente (ya que supone abandonar el ego, con todos sus deseos de devenir) teniendo lugar la conciencia de presencia, aquella que se integra con la realidad universal en donde todos los fenómenos están surgiendo al ritmo de la vastedad del misterio interior, el gran descubrimiento silente: la esencia nuestra; el origen que da luz a todo y al que nos unimos como amante y amado fundidos en el Amor mismo. La vivencia del amor es lo que verdaderamente nos hace plenos, pues consiste en vivir aquello que somos. 31

  • 32. QUIETUD CREATIVA Al pasar de ser meros integrantes de la apariencia (pasivamente movidos por la fenomenología que los pensamientos imaginan protagonizar) y al asentarnos en la quietud como veedores del Todo en todas las cosas, unificadores de la realidad, sin duda alguna hemos llegado a la Fuente, en la que el veedor es lo visto, donde ya no queda nada que no sea Él y donde todo, sin excepción, forma parte de su ser: siempre completo, autosuficiente. Entonces un ser gozoso aparece, despierto en la quietud -sin esfuerzo alguno- de su conciencia plena, creativamente espontánea y natural. La fuente del ser es pura, silente y armoniosa. De ella nace todo. El “yo real” no es movido por ilusión alguna, es siempre completo y no necesita de más. Es ser-conciencia-felicidad en todo momento, porque vive integrado con la totalidad. En su silencio experimenta el ser, se da cuenta del mismo, es continua presencia de sí gozando de su esencialidad. Y ese silencio dichoso es el amor mismo: el “yo real”. LA LIBERTAD DE MEDITAR Meditar implica abrazar la libertad, igual que si abrazáramos el aire, supone ser uno con el todo, ser capaces de ser sin partir o ir hacia un fin en particular, ser solamente por el hecho de ser, vivir solamente por el hecho de vivir. Sin nada a cuestas, sin el peso del pasado o del futuro, la presencia del ahora es el hecho de la libertad. No hay nada que buscar para el hallazgo de la totalidad, entonces, el buscador comprende que él mismo era el esfuerzo de la búsqueda, la energía que miraba constantemente hacia fuera en busca de algo se estabiliza en sí misma al ver claramente el motivo, la razón, de su búsqueda: uno mismo. Y en esa toma de conciencia, natural y espontánea, uno ya ha encontrado lo que buscaba y queda, por tanto, liberado de toda búsqueda. 32

  • 33. LUZ DE LA CONCIENCIA Meditar es encender la luz de la conciencia, arribar a la claridad del ser y a la verdad de aquello que somos. Accedemos al principio de todo, al origen y a la esencia de la vida. Cada instante de meditación es el comienzo del comenzar, la contemplación del aire en el alma, del aire en el ahora, del amor. Meditar significa un fundirse en el espacio de la totalidad, en la gracia de lo amplio, en la gracia de lo eterno. Lo que acontece no puede narrarse ni describirse por medio del lenguaje; acontece un océano sin tiempo, una dicha profunda bañada por el aroma de lo cierto. Tiene lugar el encuentro, el regreso al hogar verdadero. Tiene lugar la entrega al Ser, el ofrecimiento de la parte a su todo inconmensurable, donde el alma -en su realidad de unión inseparable- es el origen sin fin de la bienaventuranza, la compasión y la felicidad que deviene de Ser Uno con la luz de la conciencia y el amor. SER CONSCIENTE Refleja este instante todo lo que ha de ser, la realidad más pura y única. Todo lo que eres está aquí frente a ti, obsérvalo con libertad espontánea, sin aferrarte a nada, sin lucha, entregado a lo que sucede. Eso es ser consciente, estar en ti, en lo que sucede ahora. La conciencia se expresa a cada momento y tú eres el testigo silencioso que vive en ella, libre de juicios, abierto a su acontecer. Cada instante en que eres consciente toda tu energía vital se vuelve creativa e inteligente, es una con la vida. La inteligencia espiritual consiste en vivir completamente la dicha de tu ser, aquí y ahora, en la libertad regalada que aflora contigo inocentemente. Deja pasar aquello que te saca del espacio infinito de la presencia atenta y verás cómo regresas a tu hogar, a lo que es, a este instante de libertad sin fin mecido por la desnuda conciencia del ser. 33

  • 34. IDENTIDAD Y REALIZACIÓN Los procesos mentales no representan lo que somos, son únicamente manifestaciones temporales, impermanentes. Toda identificación, toda realidad concebida como algo que delimito, supone una ficción para la identidad, pues la identidad se identifica en su “desidentificación”, es cuando gana su verdadero nombre, el nombre sin nombre, no coartado, no restringido, el nombre que todo lo nombra, la voz que a toda luz da voz, el sujeto que se mece mezclándose en la conciencia pura e ilimitada, siendo ella, tal identidad en apertura, en toda manifestación que se presenta. ¿Qué sujeto no desea realizar tal liberación? Serlo todo sin obligarse a ser algo en concreto, ser eterno sin cargar con el peso de la eternidad, ser uno y diverso y libre, libre solamente, para andar en el constante encuentro de su libertad. Pues si todo fuera ganado, si algo hubiera que ganar, tendría que haber un final cuando lo ganado es conquistado, pero todo trasciende esa línea, cuando la búsqueda es el camino y el camino es la meta misma. Cuando la realización está siempre aquí mismo, al permitirse ser uno en todo y con todo, el ahora entonces se unifica con la eternidad. FLUIR Dejarse llevar por la vida es un aspecto fundamental que está quedando muy relegado en nuestro modo de vida actual. Acostumbrados a pensar que somos los hacedores de todo, a sentirnos responsables de lo que hacemos, de los resultados, vivimos continuamente en una situación de profunda inestabilidad, a expensas de los efectos exteriores, los cuales motivan o desmotivan nuestro comportamiento ulterior. Vivir para el mañana equivale a abandonar lo que ahora somos, que es todo lo que en verdad podemos ser. La realización siempre es presente. Siempre está aquí, desplegada y visible. 34

  • 35. Vivir dejándose llevar no supone dejar de hacer sino comprender que todo lo que sucede ocurre porque ha de ser así, es decir, porque la vida, en su fluir natural, nos va llevando a donde ha de ir. Mediante una actitud tranquila, de observadores de nosotros mismos, nos desidentificamos de aquello que afecta al ego, trascendiendo la ilusión de lo que no somos y entrando en un espacio de libertad interior, fluida y espontánea, donde no hace falta ser algo en concreto para ser, pues libres de elegir, de dividirnos, estamos abiertos a la gracia del presente, el cual nos da todo sin pedir nada a cambio. No llevamos ni arrastramos a la vida, somos llevamos por ella. Esta es la semilla de una libertad capaz de crecer por sí sola, pues toda semilla lleva inserta la conciencia de crecer, madurar, dar frutos. La tranquilidad es el resultado de una mente liberada, que no es afectada por las circunstancias exteriores. Cuando la tranquilidad es la base firme, hagamos lo que hagamos, pase lo que pase, nada nos puede afectar, nada puede modificar ese estado íntimo de ánimo dichoso. En ningún modo hablamos de un estado superficial, prefabricado, sino de una desembocadura hacia lo que somos, hacia ese océano pleno y pacífico que es el encuentro con el Ser. Ahí ya todo es, somos, efectivamente el Todo, y esa conciencia, la nuestra propia, tal llegada al origen que siempre nos ha acompañado, supone un reencuentro fundamental con la raíz básica del árbol de la vida, aquel que crece y da frutos por sí solo, por el mero hecho de estar vivo, enraizado a su fuente. Esta es la dicha que nos es dada, tranquilidad genuina, felicidad suprema de la conciencia de ser. Esta es la dicha total del ser consciente. Del sentirse vivo y uno con la Vida plena. 35

  • 36. INTUICIÓN DEL SER Hay un cambio profundo en el paso de una atención controlada a una atención espontánea, no sujeta, expandida. En los Yoga Sutras, Patanjali formula la posibilidad del conocimiento liberador (tarakajnana) mediante un destello de luz sapiente (pratibah), a través del conocimiento intuitivo. Supone un estado que trasciende los demás, en el que la concentración (dharana), la meditación (dhyana) y la interiorización (samadhi) a partir de su dominio completo (samyama) conducen a un conocimiento de todo en conjunto (sarva), que deviene espontáneo y que medita –por tanto- en atman, el sí mismo, en la verdad plena de vivir “lo que es”. “A partir de ese destello iluminador [pratibah] el yogui lo conoce todo [esto es, al atman]”, señala Vyasa. Pues atman significa yo por encima del ego, conciencia del Sí mismo, no identificación con la individualidad que el yo ilusiona, sino experiencia en sí misma, observación entregada y fundida con lo observado. Sin duda que puede el ser entregarse a su consciencia, en esa verdad tan relajante, tan interna. En la respiración se experimenta tal absoluto. Afirmó Kabir en absorción mística: “Dios es el aliento de todo lo que respiro”. La respiración se realiza a sí misma en un néctar de presencia, de auténtico ser no condicionado. Ya no queda nada por controlar, nunca hubo por qué controlar nada, la realización meditativa es profunda libertad: profundo hallazgo de la integración de las partes, de la unidad. En la exhalación -tras todo el conocimiento adquirido, tras toda la vida y experiencia adquirida- solamente hay la exhalación misma, purificación que guía al vacío a su origen; y luego de vuelta al nacimiento, la renovación, tras el encuentro previo con lo no nacido. Leemos en el Tao Te King: “Mantente vacío, y serás llenado”, en esa redentora experiencia de soltar, de relajar la mente de sus mareas, sucede que todo se reanima y vibra y amanece. Hay que repetirlo nuevamente: el ser nunca ha nacido ni nunca morirá, siempre lo supimos. 36

  • 37. LA ASPIRACIÓN AL DESPERTAR Por rebeldía, apagué la luz de mi casa, pero tu cielo me ha sorprendido con sus estrellas. R. Tagore La desesperanza, el canto del vacío, esa noche oscura donde luchar contra la vida sin mirar a la vida misma, ciegamente, con el dolor a cuestas de la soledad y la insatisfacción, requiere con seguridad de un momento de renovada conciencia, de clara visión de las cosas, no en el tumulto del deseo o de las palabras, sino en el silencio cálido que surge al acercar la vista al corazón siempre naciente. La enseñanza espiritual, ese dharma o ley que nos muestra las cosas tal como son, seLa esconde a veces entre sombras y trabadas ilusiones, pero no deja de acompañarnos el acontecimiento de la verdad espiritual: aquella que nos llena de eternidad, que supera la limitación mente-cuerpo y se enfoca en el sabor nuevo que todo instante celebra. No hay verdad permanente, la verdad se descubre en cada llamarada de atención a “lo que es”. El dharma siempre es incondicionado, permanece vibrando y transformándose en todos los objetos de la experiencia y más allá de ella. Imprime el frescor del nacimiento espontáneo, libre, por nada limitado, de la comprensión verdadera. La práctica de la Vía, del Dharma, como afirmó Dogen: “es simple y sencilla”. Tanto, como observar la lluvia cuando llueve o el canto de los pájaros cuando cantan. En la contemplación de la naturaleza brota el verdadero dharma a cada segundo, cuando la atención se integra con ella. Ahí todo es un continuo nacer, continua renovación. Lo que afuera acontece –como dentro de nosotros- es el Sí mismo en perfecta unión. Observar, estar ahí donde la vida está, es despertar. La aspiración al despertar nos conduce a él, así como la aspiración de dar un paso nos conduce a caminar. Más allá de este mundo impermanente está la 37

  • 38. Conciencia intocada y pura, el océano del Sí mismo, que nos integra en todo desde la claridad del sereno asombro, ecuánime, discerniente; y desde su paz dichosa, completa, rebosada y rebosante. LA LUZ DEL SILENCIO Hay instantes en los que el silencio se instala en nosotros –o bien nos instalamos nosotros en él- y todo se aquieta y fluye en ese reposo completo cuya palpitación se iguala con la presencia interior; y también con lo que afuera acontece. En un profundo descanso atento se hace idóneo adentrarnos en los silencios ocultos que sacan su luz pacificadora, mostrando a la mente el infinito latente de su maravilla. Sólo es necesaria la intención para encontrar ese gran cofre de sorpresas que la calma interior nos regala. Con sólo querer oír el silencio, éste se nos pone en frente de la percepción y nos enseña la grandeza de su misterio primordial. Nos despierta y aviva haciendo grande lo debilitado, y fuerte lo pequeño. “Cuando los pensamientos se disipan, el ser brilla por sí mismo”, declaró Ramana Maharshi, sabedor de esa altura vibrante e insondable que es habitar el Todo en ninguna parte, morando en la cavidad estática del alma conectada a su fuente divina, siendo en el no ser para serlo todo en sincronía, en encadenado nacimiento constante. Allí todo es no nacido, verdad que no necesita ser escuchada ni respondida, como cualquier llegada al hogar todo es reconocimiento íntimo, donde rebosa la presencia sabedora de sí misma, con plenitud amorosa, agradecida y por siempre recompensada. No hay día que no se busque la felicidad ni camino más directo para llegar a ella que entrar en la morada íntima de la conciencia silente y atenta. 38

  • 39. SIENDO LO QUE EL SER ES En la meditación el silencio aparece como realidad esencial en que nos ubicamos, pues lo sereno hace ahí morada y el ser encuentra su reposo natural, sin sufrir los habituales reclamos de la mente. Es muy probable, si la paz interior no se ha estabilizado aún, que surjan frecuentes distracciones. La actitud a tomar en ese momento marcará el porvenir de los momentos siguientes. Si nos identificamos con la distracción -supongamos, un determinado pensamiento- nos iremos yendo -sin darnos cuenta- del estado meditativo; pero si observamos, indiferentes al pensamiento, el silencio como morada segura y pacífica, la mente podrá aquietarse de nuevo, hacerse trasparente para la conciencia: dejando el espacio abierto al presente calmo y silencioso del Ser en su toda infinita presencia. No hay nada que buscar sino contemplar al Ser morando silente alrededor nuestro y en la propia mente. Él está con nosotros en todas partes, sólo hay que comprender que siempre ha estado ahí y que nunca dejará de estarlo. Así que, ¿de qué preocuparse? Usted es el Ser que le acontece a cada instante y el silencio es el espacio sagrado en donde surge pleno y radiante. No hay dualidad: ambos, usted y el Ser, son la misma cosa. Al comprenderlo, el velo desaparece y se muestra la rosa tal cual es. CONCIENCIA DE AMOR Las puertas de la conciencia se abren en el ahora infinito. Amor es el fruto, amor fue la semilla. Esa energía total, que nos completa y sentimos nos rodea abarcándolo todo, es experimentada en la conciencia como puro amor, experiencia más allá de la experiencia, visión y comprensión de eso que somos y que todo es. Amor en expansión unificado y universal. 39

  • 40. NO HAY ILUSIÓN EN LA NO-MENTE Aquello a lo que trates de aferrarte no será real, no te lo podrás llevar contigo, forma parte de la ilusión, del sueño del deseo. Tu vida sólo es este momento, a él pertenece, en él se asienta. Pero este momento no es nada que podamos adquirir, no tiene una sustancia propia, su naturaleza es irse, siempre irse y nunca quedarse. A ello se denomina en el budismo: impermanencia. Aferrarse a algo que se va constantemente sin duda es lógico que provoque sufrimiento, pues tal aferramiento, como dijimos, es una ilusión, un deseo de pertenencia de algo que no existe, para alguien que tampoco existe: tu ego. Creer que eres alguien, un cuerpo y un nombre concreto también es erróneo, es el error básico. Este cuerpo no es de nadie. La mente dice que es suyo, que le pertenece, y el cuerpo sin embargo desde que nace se está yendo, a pesar de que la mente intente atraparlo a través del pensamiento. ¿Y de quién es la mente? Si no hay cuerpo, si no hay nombre, ¿a quién llama la mente constantemente? Y algo más importante, ¿dónde se encuentra la mente si el cuerpo que busca nunca es permanente? En ningún lugar, aparece y desaparece sin dejar rastro. Si intentas observarla, callado, atento, ves que no está. Cuando la mente calla, la vida total aflora. Cuando estás presente, la mente desaparece, la distracción, lo dual, queda fuera, pues tú te haces uno con lo que es, con lo que realmente está sucediendo. Al ver esto descubres lo impermanente, el río fluyendo constante, y con ello lo eterno se manifiesta: la conciencia. El ser que siempre es, a pesar de todo cambio y sin ningún esfuerzo. Por eso se dice que el ser es perfecto, porque está siempre aquí y ahora, porque es lo que verdaderamente siempre eres. En el silencio, en la claridad del no-pensar, la mente está ausente, y con ella todas esas ideas insistentes de posesión y egoicidad. Ahí ves que todo es una ilusión. Ahí comprendes que aquello que eres trasciende todos los fenómenos que buscan atrapar lo inaprensible, tu esencia propia, ya que es imposible llenar lo completo si no hay objeto alguno que llenar. Lo completo está siempre lleno, y para reconocerlo, para ser eso completo, lo único que hay que hacer es dejar de buscarlo, de 40

  • 41. intentar conquistarlo y de rellenarlo vanamente. Este hacer inclusive, es otra ilusión, pues dejar de buscar equivale a dejar de hacer, a no implicar a un ego que creemos ser para llevar algo a cabo. Así, desposeído de todo intento de posesión, libre y vacío, eres conquistado por la verdad, cuando la maleza queda despejada y miras directamente, sin medios, ni fines, ni expectativas, ni proyecciones, ni identificaciones, a la gracia que reside en este momento presente, sólo aquí, ahora y siempre. Más allá del tiempo, más allá de la mente. Aquello que miras y aquello que es visto son uno solo. La Unidad es inequívoca, inmediata. No es necesario seguir sumando cuando lo infinito es principio y fin de todo instante. No es necesario seguir hablando cuando descubrimos que la verdad solo se manifiesta silenciosamente, es decir, en una mente silenciosa, es decir, en una no-mente. ¿QUIÉN SOY YO? “¿Quién soy yo?” Cada vez que hacemos esta pregunta conectamos con nosotros. Llegar a este conocimiento último, a la respuesta, no requiere de tiempo ni de espacio, no hace falta ir a ningún lugar en concreto ni tampoco pasar por un largo proceso de días, meses o incluso años de aprendizaje. La maravillosa esencia del Ser es que está todo el tiempo contigo, que te acompaña y vive en ti a cada instante, a cada paso que das. Ese ser que buscamos, esa verdad que indagamos para liberarnos de nuestro dolor, preocupaciones y limitaciones, está dentro de nosotros, está más cerca de nosotros que nosotros mismos. Y es, por esta razón, algo exclusivamente vivencial. Cuando hacemos esa pregunta: “¿Quién soy yo?”, puede que la mente, siempre dispuesta a crear y resolver problemas, a recoger ideas, palabras, identidades… quiera responder, pero la mente aparece a ese mismo ser que ya lo es todo, como una ola aparece en el inmenso océano y no por ello esa ola es el océano. La entrada al ser es la apertura total a la conciencia, no requiere de puerta pues nunca ha estado cerrada. Es la entrada a ese 41

  • 42. vasto espacio sin límites cuyo sonido, cuyo sentido, es sustanciado por el silencio. El silencio es la música del ser. Es aquello que expresa la libertad en la paz de su canto; un canto capaz de hacernos habitar el infinito. Preguntarse “¿quién soy yo?” es señalar la esencia nuestra, y esta esencia no deja ni por un segundo de susurrarnos la respuesta. Escucha, pues, con la luz del ser, ese silencio revelador donde desaparece el que pregunta, el que responde, y donde sólo queda lo que es, la completa calma y quietud del silencio, del amor, de la dicha. SOBRE LA NATURALEZA DEL AMOR El verdadero amor no tiene fronteras, ni experimenta separación alguna. El verdadero amor nada pide ni exige, pues solo se expresa como entrega, libertad y dicha plenas. El verdadero amor es lo que queda cuando nos desprendemos incluso de nosotros mismos, del sentimiento de individualidad, que es el que crea separación y conflicto. Por eso el amor es sinónimo de no-dualidad. No es un estado, pues para que haya un estado alguien ha de estar ahí experimentando ese estado. ¿Y quién está ahí cuando el amor es? Este amor esencial del que hablo desintegra todo átomo de individualidad. Amor es presencia plena, desapegada, en comunión con la realidad, en el aquí y ahora. Este tipo de amor sana siempre, es amor espiritual. El amor espiritual es la consecuencia de la dicha y de la paz en uno mismo, es decir, de un profundo y absoluto amor propio, no en el sentido del ego sino amor hacia la naturaleza real de uno: el ser, lo que nunca cambia, el gozo profundo de la comprensión del Sí-mismo (lo Absoluto). Solo alguien que parte completo, que comprende su naturaleza real, que sabe que nunca ha estado separado ni le faltaba nada para ser, solo ese puede amar de una forma completa, porque todo su amor, su amor sin límites, ya va con él: y este amor jamás se agotará ni un ápice aunque no cese de derramarlo por doquier allá donde vaya. Esa es la naturaleza real del amor: tu naturaleza. Este amor sana. Es compasión, es un bálsamo para 42
 

  • 43. la persona amada. Es lo mejor que podemos ofrecer de nosotros mismos a los demás, porque es auténtico. El amor no nace ni muere. Por eso es eterno. No tiene ni principio ni fin. Por eso es infinito. Está aquí, pero la mente (el ego) no lo puede atrapar, al igual que uno no puede atrapar el vuelo de un pájaro: puede tomar al pájaro (el concepto), pero no su vuelo, no la belleza de su libertad siendo. El apego es el esfuerzo por atrapar lo inaprensible. El desapego es simplemente el fluir en la expresión de la realidad: aquí y ahora. Ligero, sin artificios, sin cargar a tus espaldas el peso de las piedras que vas recogiendo en tu camino. Eres libre. Para volar y planear por el cielo de tu felicidad has de liberarte de todo lo que llevas cargando a tus espaldas. Para volar has de arrojar todo temor, viendo que todo lo que eres es aquí y ahora y que este instante -siempre pacífico y directo- es la completa expresión que tienes ante ti de tu naturaleza. Así pues, "ama y haz lo que quieras", porque cuando todo lo que haces es hecho con amor, eso siempre es verdadero y puro, natural. UNA DICHA RADIANTE DE SER La vida, en su canto dichoso, proclama la verdad a cada instante. Más directo que el instante incluso es el ahora, este aquí sin tiempo y de realidad total e inigualable. Ya eres todo. Tú eres la paz. Tú estás aquí antes que la mente y el mundo. Eres el testigo que todo lo presencia, testigo silente e inamovible que es paz perpetua, conciencia desnuda, rebosante reposo de amor y luz. Abraza esta dicha, la dicha de Ser lo que eternamente nunca has dejado de Ser. La verdad nunca puede ser borrada por las apariencias, la verdad siempre resplandece. Sólo hay que mirar adentro, desde el corazón, desde el amor que confía en su Ser, en su pálpito natural, en su sentido íntimo, para ver lo que Somos, lo evidente. Qué gran paz es esa: amar al amor, a ti mismo, a tu Ser. ¿Cómo no abrazar la totalidad? ¿Cómo no escuchar esa canción de amor que pronuncia constante tu nombre? ¿Cómo no 43

  • 44. navegar por ese mar calmo que hace bailar al alma en sereno oleaje de silencio? La dicha de ser te abraza siempre en la conciencia. Entrégate pues, sin reservas, a ella. Y encontrarás mucho amor, infinito amor, un amor que ama naturalmente, como un sol radiante, derramando vida y luz ilimitadas. LA BÚSQUEDA ENCONTRADA El corazón siente en profundidad el baile de su dicha, el íntimo resplandor de la respiración, del ser palpitando en cada fibra de sentimiento, en cada infinitud silente del armónico sentir. Todo en el cuerpo se hace uno, integrado, unívoco, resoplando la energía de la conciencia tranquila y reposada. El cuerpo ya no es de nadie, la entidad individual se ha fundido en sus adentros sin tiempo y sin espacio, se ha evaporado en la inmensidad de la verdad callada, desvelada, aclarada en la cristalina estancia de un no-lugar que comprende todos los lugares y tiempos, todos los destinos y estancias, todos los sueños y realidades. El sonido del corazón brilla en el silencio; el Todo está aquí, abrazando, entregando y entregándose, cobijando al Ser. La palabra, la vibración sagrada de la invocación, de la búsqueda de lo que eres, de la llamada genuina a tu interior perpetuo y deslumbrante, se acalla y penetra, sin voz, sin sombra, sin apariencias… ya liberada, calma y completa, enamorada de la eterna bienvenida a la dicha de tu Ser, a lo profundo de lo profundo, al inenarrable sendero del despertar. El sendero es el ahora. Todo saber se revela desde el más desbordante no-saber. El espíritu se ve, iluminándose. Es ya su amor encontrado, el matrimonio sagrado. Y en el misterio de su alegría primigenia e inocente, el espíritu se reconoce, sonríe y comprende, en lo hermoso de su quietud infinita y omnipresente, que siempre fue lo que es. 44

  • 45. LA BÚSQUEDA ES EL ENCUENTRO La búsqueda es el encuentro. Si nos movemos hacia la búsqueda posponemos el encuentro, pero al mirarlo cara a cara ya estamos en él. En todo hecho espiritual ocurre esto, tiempo y espacio desaparecen y todo se desprende en la inmediatez. La velocidad de la luz al cuadrado se queda incluso corta para definir esta inmediatez. Por eso se dice que “el buscador es lo buscado”, la búsqueda es el hecho completo sin necesidad de proyección, es la realidad clara que podemos presenciar. No hay objetivo ni meta en el ser que se vive intensamente, constantemente. La plenitud es vivida en su esplendor. La búsqueda está aquí, en el mismo sentir del ser que se busca, en la atención plena al hecho vital. La pregunta “¿Quién soy?” conlleva una sensibilidad intrínseca hacia el hecho vital. Tras cada palabra, tras cada pregunta queda un silencio. Es el pensamiento el que desea responder y romper ese silencio imaginando una realidad paralela llamada lenguaje. Pero tras cada pensamiento también hay un silencio. Justo tras la pregunta, palabra y pensamiento enmudecen por un instante: pues reside ahí la energía que los enciende. Esa es la vacuidad primordial de todo proceso: el ahora al que adentrarnos para ir hacia dentro, para revelar al ser desde su desnuda identidad, desde su incognoscible realidad, siempre presente aunque no la notemos. Al darnos cuenta del pensamiento éste se detiene y eso nos devuelve al presente, desde el reconocimiento del pensar (la observación) a la quietud observante. Podemos entrar en ese estado sin estado, y en verdad no hay que entrar porque supone la presencia misma. Podemos acceder a esa búsqueda sin buscador, donde solamente lo buscado sin nombre se nos presenta; y he ahí que todo ya es encuentro pleno. 45

  • 46. YA VIVES EN EL PARAÍSO Este instante es tu morada. Si buscas el paraíso, míralo aquí, en este preciso momento. No puede estar en otro lugar, no es un concepto, ni una idea, ni una visión proyectada. El único espacio que representa el paraíso vive en tu corazón, late contigo en el ahora. Este instante de búsqueda es también el final de la misma, este instante significa completamente el lugar del hallazgo, la entrada perpetua al espacio interior, real y visible, de tu paraíso más certero: la conciencia. Darse cuenta de que hay un buscador que desea llegar a la meta suprema, a la iluminación, a la liberación de todo sufrimiento, es darse cuenta de la esencia misma del ego (o, mejor dicho, de su falta de esencia propia: siempre cambiante, impermanente), es darse cuenta de que hay una mente llena de energía indagando continuamente para sí, buscándose, llamándose; y por encima de ella, de la mente, del ego limitador, estás Tú, la esencia real e infinita de todo, el testigo puro y silente, que observa la manifestación de la vida. Ese testigo, esa conciencia, es la felicidad misma, el paraíso, el espacio eterno de la verdad. Fija tu atención ahí, en el que ve, en el que observa, en el que Es. Ese que es, en su ser ya está completo, ese que es no necesita de nada, pues ya es todo. "Yo soy, yo soy, yo soy...", repítelo cuantas veces quieras, date cuenta de ello, date cuenta de que eres, y sé, sé, sé... Tu vida será pura dicha, auténtica eternidad, porque habrás conocido tu paraíso, en el que siempre has estado, en el que siempre serás lo que eres. Una vez que estés ahí, la búsqueda será también una ilusión, ya no tendrá lugar, porque vivirás en un total encuentro contigo mismo. Recuérdalo, ese paraíso sólo podrás verlo aquí y ahora: porque eres Tú. 46

  • 47. SUPRACONSCIENCIA Todavía más allá de todo está el Todo, infinito e inabordable, fuente de aquello posible e imposible, mundo que nace a cada instante colmando de posibilidades al ser. En la contingencia gozosa, nada tiene su opuesto, no hay elección que nos limite ni lleve la atención al conflicto. Cuando ponemos la mente en dirección a la fuente primordial, al Todo que concilia en su calma y refulge en su acontecer de vida plena, la continuidad se concentra en un eterno presente. Comienza diciéndonos el Atma Puya Upanishad: “Meditación es la constante contemplación de Eso”. Esa contemplación no se puede nombrar, porque quedaría limitada. La verdad plena es dicha sin segundo, reconocimiento de todo lo que es e intuición de esa grandeza inabordable que baña de cognición lo infinito. Verdad sagrada que sobreviene de todo nacimiento, de cada respiración, de cada aliento de conciencia. Apuntó Sri Aurobindo que “la conciencia del Purushottama [el más alto espíritu] es la conciencia del Ser Supremo y el hombre puede vivir en ella mediante la pérdida de su ego y la realización de su esencia verdadera”. Esto es la conciencia de Brahman, siempre hemos sido esa conciencia, estamos hechos de ella y empezar a comprenderla sintoniza nuestra voluntad con la Voluntad Suprema. He aquí la entrega gratificante, la voluntad limpia de aspiraciones egoicas, la comprensión del que ya no necesita saber para ser sino para seguir siendo lo que es. Eso es la realización del Ser, el camino en la continua sintonía de la verdad, la intuición del susurro de Brahman, la apertura a la totalidad que nos pertenece, porque llegar a ella significa haber regresado a casa. Perder el ego significa ganarse a uno mismo. Sin condición alguna, sin ausencia de nada, pura completitud, auténtica liberación que nos lleva a la paz creativa de la autoconsciencia. Sin conflicto ni esfuerzo alguno, cuando el ser se instala en su siempre naciente eternidad ya todo es y nunca más podrá dejar de ser. Y esa certeza nos llena de una paz que no conoce límites. 47

  • 48. LA FELICIDAD ES LIBERTAD Toda persona quiere liberarse del sufrimiento, lo que también se llama alcanzar la felicidad. En el deseo la visión de esa verdad se turbia con la ilusión de un futurible que atisbamos como aquello que nos aliviaría de esa carencia vital que parece poseer nuestro presente y nos proyecta hacia una especie de paraíso perdido que nos completase. Sin embargo, todo lo que anhelamos puede obtenerse en el presente, cuando, aunque parezca paradójico, dejamos de anhelar. Pero, no hay nada más lógico que eso. Porque el anhelo más puro del ser es aquel que no tiene proyección alguna en tiempo y espacio. Su anhelo es su ser y su ser está consigo, siempre presente, acompañándole. Desear es olvidarse a uno mismo. Amar es recordarse, hallar al ser en sincronía con el mundo. Desear y amar son, ineludiblemente, antagónicos. Epicuro dijo: “Si quieres hacer feliz a alguien, no incrementes sus riquezas, reduce sus deseos”. Ese es el gran principio de la sabiduría. El único motor que puede incrementar la dicha a través de su virtuoso desprendimiento. Como afirmara el Maestro Eckart: “Quien quiera ser sereno y puro sólo necesita una cosa: desprendimiento”. Esta doctrina choca de frente con los ideales materialistas que reinan nuestra sociedad. Resulta difícil de comprender porque se expresa en una lengua distinta a la que nuestra civilización contemporánea gusta de hablar. Si lo pensamos bien, cualquier acto humano desea proyectarse, y en su afán, pugna con la realidad neutra que nada necesita para su continuidad salvo la naturaleza que la salvaguarda e impregna de evolución. Una frase de Krishnamurti puede tocar la fibra sensible del ego occidental: “La libertad es el cese absoluto de llegar a ser algo”. Estas palabras son capaces de romper muchos esquemas pero también, en consecuencia, y ese es su sentido, envolvernos en la calma sencilla de la verdad que revela. Siendo lo que somos, en este momento, serenos en el presente que nos manifiesta, la libertad es todo cuanto vemos. En la mirada interior de esta verdad se halla la respuesta. En el amor consecuente de esta deducción, aquel que lo da todo sabiendo 48

  • 49. que no necesita nada para que su ofrenda le llene de gozo. Eso es la felicidad, reconocer en este momento, la inmensa maravilla de lo que somos. EL MEDITADOR El meditador sabe que en el fondo de su alma se encuentra un silencio; y también conoce –y se le desvela- la sílaba sagrada del comienzo, aquella que se abre a la conciencia y surca los mares de la quietud, entrelazando su ánimo con la dicha serena y el amor. El corazón del meditador late en apertura al ahora, se unifica en un saber que todo lo contiene, de donde nace todo lo posible: el espacio infinito del ser intensamente observado, las aguas cristalinas de la visión interior reposando en la región flotante de lo etéreo, de lo inabarcable, de lo intangible… donde afloran la luz y los fenómenos que sueñan soñarse a través de su lúcida vigilia. Y reconoce en el silencio a esa luz misma que da forma al mundo, al sol y a sus sonoros amaneceres en expansión. El meditador despierta a la luz del ser y camina junto a ella, hallando las formas nacientes que dan vida al ritmo del mundo, siendo testigo de ello, como aire que se suspira a sí mismo y vuela libre en su eterna dimensión de espacio fluyente, de tiempo abierto al sin fin de su ahora, siendo consciencia asentada en su gozo de clara bienaventuranza. 49

  • 50. EL BELLO MISTERIO DE LA MEDITACIÓN Tú no eres el reflejo, pero el reflejo eres tú. Maestro Tozan (Hokyo Zan Mai) Ni siquiera la forma que observamos de nosotros, tan íntima como hermosa, es el reflejo completo de lo que somos. Mucho más supone lo que nos brinda la realidad interior. Tanto, que captar apenas en algo su intensidad nos eleva al momento sin tiempo, sin mácula, del despertar. Todo lo observado es lo que somos. Y esa aprehensión se trasluce en el desapego hacia el fenómeno maravilloso. Mucho más es lo que brinda vivir en la estela del estar siendo, sin nada que tomar como nuestro y, en consecuencia, sin nada que nos cueste dejar. La meditación por ello, es indescriptible, porque en ella hay un nacimiento constante, donde la admiración del descubrimiento propio, de la grandeza del corazón que se deslumbra y emociona con el ser que le respira, y la fluidez de esta respiración que se deja ir y no se aferra a engrandecer o ilusionar lo vivido, forman la simbiosis de una perfección entregada al instante que, gozosa y generosamente, dejamos marchar hacia un regreso que envuelve. El meditar, como comprendió el maestro Tozan, “es inocente y misterioso, ni siquiera pertenece a la ilusión o al satori [iluminación]”. Tan íntimo como no nuestro, así es el regalo que nos enseña la conciencia atenta a su misterio. Un vendaval de libertad que acoge al espíritu y lo serena, conduciéndolo al centro de su infinitud. LA FUENTE DEL SER Hay una vivencia del yo que implica saberse consciencia, que trasciende lo ordinario. En la búsqueda de uno mismo, en ese camino necesario en la vida basado en la experiencia vital, en 50

  • 51. una comprensión de la misma, en un aprendizaje que reclama tenerse en cuenta, hay un eco del ser que nos guía la experiencia de búsqueda. Así, puesta la atención en nosotros, con la motivación encendida, enfocada en el ser que se nos muestra cada vez más tangible y directo, comenzamos a observar lo que nuestros ojos, antes, eran incapaces de ver. La visión extiende su alcance, el paisaje se enriquece de matices y elementos antes no percibidos, el camino se torna fructuosamente transitable, la perspectiva que averiguamos llama al caminante, le invita al viaje y lo llena en su transcurso con la vivencia plena del descubrimiento. Una vivencia nueva, donde el instante renueva lo vivido, como un soplo de aire fresco, subraya la libertad que solicita el alma para expresar su verdad. Todo momento puede ser algo nuevo, no hacen falta grandes cambios aparentes, pues el viaje interior puede surcar lo infinito con una sola inspiración consciente, con un destello espontáneo de intuición espiritual, con una realidad que nos avisa de lo eterno. No hace falta convencernos ni que nos convenzan de esta verdad. La verdad, sólo es real para quien la sabe (para quien conoce su sabor). Para quien la recuerda, para quien comprende que no hay olvido que la empañe a partir de entonces. Encontrar la verdad significa haber llegado a la fuente; y entonces ya siempre podremos beber de ella. LA PAZ DEL SILENCIO El sabio no trata de llegar a ninguna conclusión, a ninguna comprensión intelectual sobre la vida, sino que únicamente vive de lleno el misterio de ser, sabe que no es cuestión desvelarlo y por ello solo mora de forma espontánea en él. Él mismo es ese misterio, experimentando eso ya se conoce por siempre: pues vive lo que él mismo es. En el silencio aparece ese misterio, ahí nada lucha con nada, sólo queda paz eterna, unión total sin dualidad alguna. Cualquier aparente dualidad se disuelve en comunión serena con el silencio. Cuando ya no 51
 

  • 52. queda nada por hacer, comenzamos a ser. Ahora mismo puede ser el momento apropiado para ello. Todo momento presenciado vivamente llama a la quietud en el abrazo hondo del silencio, en la mirada contemplativa que se funde en las cosas; siendo ellas mismas -prodigio presente- la respiración del ritmo natural del mundo y sus instantes. No hay separación en el ser, todo aparece por sí mismo y su acontecer se funde en la visión no-dual. No hay lucha mental, ningún conflicto ni anhelo alguno, pues todas cosas siempre han sido y son lo que son, sin nada que añadir o quitar. Cuando el sujeto, la identidad individual que prefigura la separación, está ausente, no hay objeto al que agarrarse y tiene lugar la libertad total, la unidad, la no-dualidad. La paz del silencio es un vasto océano cuya esencia palpita en el corazón del ser, en la luz brillante de la conciencia. DIOS ES AMOR El amor nos lleva hacia nosotros mismos, es la fuente de nuestro corazón y de nuestro ser, en él está todo, todo aquello que somos, todo aquello que vive en la conciencia nuestra. Somos algo que trasciende formas, nombres, tiempo, espacio... Nuestro corazón es una partícula de lo infinito y a su vez es todo lo infinito, pues ni siquiera lo infinito puede dividirse, ni siquiera una partícula es menos que su todo. Ahí dentro, en nosotros, en la conciencia, está contenido el universo. Dios está ahí, en el ser que late interiormente, al que estamos conectados, unidos, en comunión con una misma dimensión total y eterna. En conexión con Él, el amor y la paz brillan como la luz del sol. Nosotros somos esa luz que ilumina el mundo: la vida, la luz del amor. Ama tu vida, ama lo que eres y el mundo en que vives ahora, todo eso es Dios, y entonces, allí donde pongas tu amor nunca habrá error, siempre estarás viéndolo a Él, amándolo a Él, amándote a Ti. 52

  • 53. LA PUERTA HACIA TI Todos los problemas son del ego. Vienen al identificarse con ellos, al pensar que esos problemas nos pertenecen. Pero, ¿quién es el que se identifica? Si indagamos en ello, descubrimos que no hay nadie allí, que el ego se llama a sí mismo, pero no hay nadie que lo llame. Viendo que todo aquello que llega no es nuestro, que son solamente fenómenos cambiantes y sin sustancia alguna, la libertad empieza a tener lugar. Una libertad que se experimenta al dejarse ser, al soltar los lazos de la búsqueda de identidad y de sentido. Abandonar la búsqueda supone la resolución natural del comprender que ésta no puede ser un deseo de ganar algo, de poseer una verdad, sino, al contrario, el hallazgo de la profunda liberación de la necesidad de adquirir algo para ser. Al perder todo lo que es del ego, ganamos todo lo que verdaderamente es. Esta ganancia, y no es paradoja, sucede en el despojamiento. Toda necesidad de adquisición, es el ego. Saber que no hay nada que ganar o perder, que somos siempre lo completo, el océano de la conciencia, el todo en vez de la parte, es ver que al ser lo que somos trascendemos cualesquiera limitaciones por medio de la conciencia integradora de la unidad total. No hay un sendero para ello. Tú eres la puerta de entrada y esa puerta al hogar del ser se abre a ti mismo. Tu hogar siempre está contigo, en el corazón, en tu interior sagrado. LIBERTAD INTERIOR ¿Puede el hombre sentirse libre interiormente? ¿No padecer constantemente la censura de las circunstancias exteriores, de las creencias y prejuicios, de las normas impuestas explícita e implícitamente? ¿Puede una persona sentirse libre en esta sociedad? La respuesta se atisba contradictoria porque a primera vista parece que no depende de nosotros. Parece que depende más de las circunstancias del entorno que de uno 53

  • 54. mismo. Pero la libertad no es algo que pueda verse o tocarse, sino que opera en el interior, conformando nuestros actos y pensamientos, haciéndolos que surjan espontáneos o por el contrario coartados, cohibidos. De nosotros depende que el próximo acto que arrojemos al mundo surja de verdad, del interior del ser, o salga ya frustrado, reprimido. Es posible que eso lo hayamos aprendido, que la sociedad nos imponga veladamente la autocensura necesaria para una convivencia preestablecida. Las condiciones son tan sutiles que apenas podemos darnos cuenta de las cadenas que nos sujetan. Sin embargo, sí que depende de nosotros el darnos cuenta de ello, el no acostumbrarnos al silencio impuesto y preservar esa parcela interior que nada ni nadie pueda tocar, que es la libertad interior. Si la cuidamos, si advertimos su valor, si crecemos en ella y por ella, veremos que brotará espontáneamente, al unísono con nuestros actos, con nuestros pensamientos y emociones. Entonces comienza la transformación, el acto creativo del ser reconciliándose con su naturaleza esencial. LO QUE EL AHORA NOS REVELA Algo nace en el ser, en lo más profundo, que revela todas las cosas. Cuando miramos dentro de nosotros, sin temor a lo que podamos encontrar (o sabiendo que no hay por qué evitar ese temor naciente), totalmente abiertos y receptivos a esa mirada sincera, se produce una conexión puramente esclarecedora, la conexión con lo que siempre fuimos, mediante el solo observar, sin interpretar o seleccionar lo que miramos, nada más que atentos a lo que pasa en nosotros en ese momento tan real que es el ahora. Pues lo real somos nosotros, ése que siempre ve, que siempre ha sido el veedor y que se descubre una y otra vez en el ahora como la misma cosa, intocada y sin tiempo. En el ahora, la vida ilimitada y pura del ser se confirma, se ve siendo, aparece, y nosotros en ella, de nosotros a ella, con ella, en un único suceso de ‘presencia’. Lo profundo en el ser 54

  • 55. puede revelarse en una especie de instante eterno, en una forma de espacio que no necesita del tiempo cuando hay la observación espiritual. Lo interior está aquí, tal que el corazón, latiendo y presente como raíz del vivir, del sentir, del ser. Y para mirar en lo interior sólo se requiere mirarse a uno mismo tal y como se es: en la observación directa y sin dirección que el ahora desnuda y eterniza. MÁS ALLÁ DEL PENSAMIENTO ESTÁ EL SER La muerte es un sueño en el que la individualidad se olvida; todo el resto del ser tiene su despertar, o, mejor, no cesa de estar despierto. Arthur Schopenhauer Cuando vemos la vida con los ojos del pensamiento creamos una historia, nos unimos a una cierta experiencia y surge un nuevo apego; mientras que en el silencio interior, en el cultivo de la no-mente, uno renace en todo momento, con los ojos de la conciencia, en cada respiración, en cada instante de ser (y se convierte en el Ser mismo, aquel que siempre ha sido y será, aquel que simplemente “es”). Uno se abre –de esta forma- a lo nuevo –a lo no nacido- (a lo eterno), y se siente a sí mismo inéditamente, bañándose en el fresco ahora purificador; y es, nada más. En la constante sensación de “yo soy” la persona se va despojando de su individualidad, de sus identificaciones, porque ve que lo que permanece es esa constante verdad, perciba lo que perciba, esté donde esté, sienta lo que sienta. Más allá de esos fenómenos, de esas apariencias de realidad, subyace la realidad última y primera, la sensación de ser. Esta, nos acompaña durante toda la vida. 55

  • 56. ¿Y quién siente que “yo soy”? El testigo o la presencia de eso. El que nunca cambia, el que siempre ve al ser allá donde mire (pues se halla consigo mismo). Al identificarnos como algo separado de la Realidad Total, el individuo, que se ve a sí mismo diferente del resto, experimenta la egoicidad, lo que inevitablemente le trae el sufrimiento, que no es más que el deseo de plenitud. Ese olvido de nosotros como Esencia Primera, como verdad con todo unificada, experimenta desde que nace el deseo de liberación de tal sentimiento de separación (al igual que el río –separado de los demás ríos- camina hasta fundirse en su inmenso mar, al que llegan todos los ríos). El yo se busca a sí mismo y en ese buscar siempre encuentra algo más grande, pues es su naturaleza y su fuente la conciencia plena, un Yo oceánico capaz de acoger a la pequeña gota extraviada y de decirle: tú eres Yo, siempre lo fuiste. Más allá de la mente, la conciencia silente es ese océano en calma que da hogar al beatífico despertar del ser en toda su extensión. Con tan solo un simple darse cuenta de tan magnánima esencia, estamos ahí, de repente, en ella, por el hecho mismo de que nunca estuvimos en otro sitio más que en ese lugar del Todo. El lugar del no-lugar, el Sí mismo, la Consciencia; el “yo soy” experimentando de lleno su verbo en infinitivo e infinito: Ser. 56

  • 57. LA ILUMINACIÓN La conciencia es el alma. En los Shiva Sutras podemos obtener la realidad manifiesta de la naturaleza de Shiva, la divinidad. De nosotros mismos y de todo cuanto hay. Meditar en ello significa estar iluminado. Meditar es entrar en la iluminación y cuando el estado de meditación es constante la iluminación lo es. Estar liberado en vida (jivan mukta) llena al alma de gozo y deleite (abhoga). Es el estado más puro del alma y una vez instalada ahí los conocidos estados ordinarios (vigilia, sueño, sueño profundo) quedan bañados de esta agua límpida de conocimiento. No es difícil. Solamente hace falta sensibilidad (apertura) para acceder a la belleza. El conocimiento supremo es la verdad última y primera. Así nos integramos en la conciencia de Shiva. En los Shiva Sutras (I, 5) leemos: “Udyamo bhairavah”. Lo que significa que un destello o elevación repentina se produce cuando el Ser supremo nos envuelve. A partir de aquí ya todo puede ser elevación y destello sagrado. “Todos los fenómenos son el cuerpo”, “Drsyam sariram”, (Sh.S. I, 14). Externos o internos, para el ser iluminado ya todo es Shiva. Dirá Sai Baba, despertándonos: “¡Este preciso momento es el momento! ¡El minuto que ha transcurrido está fuera de vuestro alcance; así también, el minuto que se acerca, no es vuestro! Solamente aquel Jiva [Ser viviente] que se ha grabado esta comprensión en su corazón puede fundirse con Shiva”. Si te mantienes firme y constante en esta verdad sencilla y profunda sin duda te hará libre. El conocimiento del ser (atmajñanam) se fundamenta en un claro discernimiento (viveka) acerca de la verdad del yo, no empañado por el ego, capaz de establecerse en su estado natural, en su fuente original, en su realidad suprema no condicionada de realización permanente. No inmóvil ni estéril sino tan viva y tan creativa como lo es, admirablemente, toda la Creación. La conciencia es el alma. Y libre es, en sí misma, iluminada y en constante revelación de incalculables verdades, colmando de deleite su esplendor. ¡Qué puede impedir que no vivamos ya 57

  • 58. esta dicha tan íntima! Absolutamente nada. El Todo está siempre llamando a nuestra puerta. Abrámosla. EL AHORA El presente es una nube que pasa. Así lo experimentó Buda, así podemos experimentarlo nosotros cuando meditamos, es decir, cuando vivimos completamente en el ahora. Tal vez –en ocasiones- la realidad se entrecruce con los sueños y el pensamiento desatienda la atención que la vida notifica. Pero siempre hay momento en que uno puede darse cuenta de ello, dejando de alimentar esa estancia paralela de los pensamientos inacabables, que consumen nuestra energía y nos separan de la conexión con la vivencia exacta de los objetos de la experiencia. Siempre hay un momento que representa un comienzo: el principio de la consciencia plena. Sin que el ego obstruya la experiencia, donde el yo realmente pueda sentirse unido con lo que es, dejando ya de lado la identificación con lo que quisiera ser o con lo que deseara que aconteciese a su ser. Entonces – cuando el ser es vivido en la simultaneidad de su ahora- se halla la plenitud, el equilibrio, la realización completa, esto es, a la que no le falta nada. ¿Qué le puede faltar al ser si siempre ha de ser completo por sí mismo para que realmente sea? Es su necesidad ontológica. Y experimentarlo así supone la prueba intransferible –acaso mística- de su existencia. Siempre está ahí el ser, si lo miramos fijamente en el interior. No le falta nada, es el punto infinito que brilla en el espíritu y que da vida al corazón. Es un conocimiento vivido. Se vive en el ahora. Posiblemente la forma más bella y verídica de conocer. Tan bello que se difumina como un puñado de arena –en unos segundos- entre las manos. Hasta que volvemos a tomar otra porción de arena; y el ser se vuelve a hacer presente. Ahora. Esa es su magia, su misterio. Tan real y palpable como la vida, que no deja nunca de asombrarnos. 
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