2. La solidaridad
La solidaridad nace del ser humano y se dirige esencialmente al ser
humano.
La verdadera solidaridad, aquella que está llamada a impulsar los
verdaderos vientos de cambio que favorezcan el desarrollo de los
individuos y las naciones, está fundada principalmente en la
igualdad universal que une a todos los hombres. Esta igualdad es
una derivación directa e innegable de la verdadera dignidad del
ser humano, que pertenece a la realidad intrínseca de la persona,
sin importar su raza, edad, sexo, credo, nacionalidad o partido.
La solidaridad trasciende a todas las fronteras: políticas, religiosas,
territoriales, culturales, etc. Para instalarse en el hombre, en
cualquier ser humano, y hacer sentir en nuestro interior la
conciencia de una “familia” al resto de la humanidad.
3. Por eso podemos identificar una de las facetas básicas de la generosidad
es la apreciación del valor de lo que poseemos.
La primera responsabilidad es ser generoso con los más cercanos por
ejemplo: repartir todo lo que tenemos de tal manera que la familia no
tenga lo suficiente para vivir dignamente no es un acto generoso.
Es importante dar de acuerdo a la necesidad de la otra persona y no de
acuerdo a lo que nos sobra.
Ser solidario con el tiempo que se tiene; esto significa estar dispuesto a
sacrificar para el bien de los demás algo que se guarda para la propia
utilización.
No se trata solo de dar…también de recibir y estar dispuesto a que los
demás sean generosos y agradecerlo.
Perdonar: para perdonar hace falta tener una gran seguridad interior y un
gran deseo de servir a los demás. Se trata de reconocer la necesidad de
amor, de recibir nuestra generosidad, esforzándonos en mostrar al otro
que no le hemos rechazado por lo que ha hecho.