Libro complementario | Capítulo 4 | La esencia del discipulado cristiano | Escuela Sabática
1. 4
La esencia del discipulado
cristiano
S
i me pidieran que mencione el nombre de alguien que haya sido su
mamente exitoso en esta tierra, no pestañaría dos veces antes decir:
Eric Walsh. Él es graduado de la Universidad Adventista de Oakwood,
de la Universidad de Miami y de la Universidad de Loma Linda. Posee una
maestría y un doctorado en Salud Pública. Fue director del Departamento
de Salud de la ciudad de Pasadena, California. Recibía un salario anual de
aproxidamente doscientos cincuenta mil dólares. Además ha servido como
profesor de la Universidad de Loma Linda y de la Universidad de California
en Irvine. Es miembro del Consejo Asesor Presidencial Estadounidense del
VIH. Fue presidente de la Asociación de Medicina Preventiva de California
y era uno de los principales canditados para dirigir el Departamento de
Salud del Norte del Estado de Georgia.
Sin embargo, durante la primavera de 2014 su vida dio un giro de ciento
ochenta grados. Todo comenzó cuando el Dr. Walsh fue invitado a presen
tar el discurso de graduación del Pasadena City College [PCC]. En realidad,
el orador que había sido seleccionado para la ceremonia era el guionista y
ganador del Óscar, Dustin Black; pero cuando circularon en Internet varias
fotografías en las que Black aparece sosteniendo relaciones sexuales con su
novio, las autoridades del PCC decidieron revocarle la invitación. Así que
pensaron que Walsh sería un buen sustituto.
Por supuesto, a Dustin Black no le gustó la decisión que tomó el PCC y
la consideró un acto discriminatorio a causa de sus preferencias sexuales.
Un miembro del movimiento estudiantil Justicia Social se dedicó a buscar
2. 44 • Lucas: El Evangelio de la gracia
la manera de descalificar a Walsh. Como no enconttó nada que pudiera man
char su gestión como funcionario público, el estudiante indagó respecto a su
vida religiosa. ¿Y qué halló? Encontró unos sermones en los que el Dr. Walsh
presentaba la postura bíblica con respecto a la homosexualidad y, siguiendo
lo dicho por las Sagradas Escrituras, la catalogó como un pecado.
Esto fue suficiente para acusar a Walsh de fomentar el odio contra los
homosexuales. El consejo administrativo del PCC canceló la participación
de Walsh en la graduación y a unanimidad decidió pedir disculpas a Dustin
Black, y nuevamente lo invitaron a tener el discurso de graduación.1
La ciudad de Pasadena suspendió a Walsh de su cargo y el estado de
Georgia le retiró la oferta que le había hecho.2 Él llegó a conocer por expe
riencia propia el significado de este pasaje: «El que no lleva su cruz y viene
en pos de mí, no puede ser mi discípulo» (Luc. 14: 27).
La llamada de Jesús al seguimiento
¿Qué implica seguir a Jesús y llegar a ser uno de sus discípulos? Lucas nos
ayudará a obtener la respuesta a dicha interrogante a través de varios pasajes
de su libro, especialmente el relato del llamamiento de los primeros discípu
los. En el capítulo 5 nos cuenta que una gran multitud se congregó a orillas
del Lago de Genesaret ávida de escuchar «la palabra de Dios» (vers. 1). A di
ferencia de la gente de Nazaret cuyo mayor deseo era ver a Jesús realizando
milagros en su territorio, los que acudieron al lago no buscaban una señal
portentosa que confirmara la identidad mesiánica de Jesús; no querían seguir
oyendo el palabrerío de los rabinos, ni las enmarañadas explicaciones teoló
gicas de los escribas. Lo que deseaban era escuchar a alguien que les enseñara
«la palabra de Dios». Las enseñanzas del Maestro no estaban basadas en los
dichos de Hillel o Shamai, ni en las tradiciones populares, sino en la revela
ción divina; esa revelacióíi que él mismo se había encargado de transmitir a los
patriarcas, poetas, cronistas y profetas de la antigüedad.
Todos los que acuden a Jesús lo hacen porque reconocen que su instruc
ción no se fundamenta ni en fábulas ni en tradiciones. Su mensaje deslum
bra por su sencillez, porque llena los corazones de quienes lo escuchan, por
que da esperanza. De sus labios fluye a raudales «la palabra de Dios»; esa pala
bra que tiene el poder de engendrar una nueva vida en el corazón que la
3. 4. La esencia del discipulado cristiano • 45
recibe con fe. No quieren una palabra que les informe, anhelan un mensaje
que los transforme. Y esa transformación solo se toma real cuando se expo
ne «la palabra de Dios».
Tras haber concluido su presentación de la palabra divina, el Señor le or
denó a Pedro que desatracara y que llevara la barca a la parte más profunda
del lago. Estando en medio del lago, el Señor le ordenó que echara las redes.
En principio, Pedro creyó que era un sinsentido aventurarse a la faena, pues
to que habiendo trabajado durante toda la noche anterior no habían pescado
absolutamente nada. Con sumo respeto se dirigió a Jesús: «Maestro, toda la
noche hemos estado trabajando y nada hemos pescado; pero en tu palabra
echaré la red». De inmediato, una cantidad enorme de peces atiborró la red,
de tal modo que estaba a punto de romperse. Como la pesca era abundante
tuvieron que solicitar la ayuda de otra barca, y era tanta que las dos embarca
ciones coman el peligro de hundirse (Luc. 5: 5-7).
En los primeros pasajes de Lucas 5 hay varios elementos que están estrecha
mente relacionados con el discipulado cristiano. En primer lugar, como cual
quier rabino de la época, Cristo expuso sus enseñanzas «sentado» (vers. 3).
Con independencia del lugar en el que estuvieran, ya sea en el templo, en la
sinagoga o en las calles, los rabinos exponían sus cátedras sentados; y así lo
hizo Jesús.
En segundo lugar, Pedro usa el vocativo «Maestro» para dirigirse a Jesús.
La palabra griega traducida «Maestro» es epistdtes, un vocablo que en el Nue
vo Testamento nada más aparece en este Evangelio.3Epistdtes conlleva la idea
de «uno que está sobre» otro. Los griegos solían usar esta palabra para referir
se al director de una escuela de filosofía.4Al dirigirse a Jesús como epistdtes,
Pedro lo consideró como alguien superior a él y como un verdadero maestro,
el fundador de nueva escuela, la escuela del reino de Dios.
Como Jesús poseía los atributos que lo cualificaban como maestro, era
preciso que también tuviera discípulos que estuvieran dispuestos a «seguirlo»
y poner en práctica sus enseñanzas. Y eso es exactamente lo que hicieron
Pedro, Juan y Jacobo. He aquí su decisión: «Dejándolo todo, lo siguieron»
(vers. 11).
Lucas nada más nos ofrece una fotografía instantánea del llamamiento
de los discípulos. Si queremos obtener un cuadro completo de este asunto
hemos de fijamos en los retratos que aparecen en los demás Evangelios, y
así podremos contemplar todo el álbum.
4. 46 • Lucas: El Evangelio de la gracia
De acuerdo con el Evangelio de Juan, los primeros en seguir a Jesús fue
ron Andrés y otro del cual no se menciona su nombre (Juan 1: 40). Según
Elena G. de White el personaje anónimo era Juan, el autor del Evangelio (El
Deseado de todas las gentes, cap. 14, p. 117). Un día después de este primer en
cuentro con el Mesías, lo primero que hizo Andrés fue buscar a su hermano
Pedro. Quizá nos sorprenda que Felipe haya sido el primero en recibir el
llamamiento de seguir a Jesús (Juan 1: 43). Felipe buscó a Natanael y le dijo
que habían hallado al Mesías. A la luz del Evangelio de Juan los primeros
seguidores de Jesús fueron Andrés, Juan, Pedro, Felipe y Natanael.
El relato del llamamiento de los discípulos que aparece en Mateo y Mar
cos es paralelo al de Lucas; pero su fotografía conúene detalles que la de Lucas
no captó. Por ejemplo, mientras que Lucas no menciona a Andrés, los otros
dos Evangelios sinópticos sí lo hacen (Mat. 4: 18; Mar. 1: 16). Mateo y Mar
cos señalan que Andrés y Pedro recibieron el llamamiento: «Venid en pos de
mí» (Mat. 4: 18; Mar. 1: 17); y que Jesús también «llamó» a Juan y a Jacobo
(Mat. 4: 21; Mar. 1: 20). Lucas no dice nada de estos llamamientos, pues solo
dice que ellos siguieron a Cristo.
Hay una diferencia radical entre la fotografía de los sinópdcos y la de
Juan. El Evangelio de Juan menciona los primeros seguidores de Jesús. Los
Evangelios sinópticos no están hablando de seguidores, sino de los prime
ros que llegaron a ser «pescadores de hombres»; es decir, de quiénes fueron
los seguidores que dieron el paso de convertirse en discípulos. Un seguidor
no es un discípulo; pero un discípulo siempre es un seguidor. Aunque mucha
gente «siguió» a Jesús, la razón de dicho seguimiento no siempre lo impul
só el discipulado, sino el deseo de obtener algún beneficio personal.
¿Qué tiene que hacer un seguidor para convertirse en un discípulo? Volva
mos a Lucas 5.
Lo que se esper.a de un discípulo:
que reconozca su condición y acepte su misión
Aunque los otros dos Evangelios sinópticos hacen mención del llama
miento de los primeros discípulos, Lucas es el único que resalta el papel prota-
gónico de Pedro (ver Mat. 4: 18-22; Mar. 1: 29-31). Nadie más registró estas
palabras de Pedro: «Apártate de mí, Señor, porque soy hombre pecador»
5. 4. La esencia del discipulado cristiano * 47
(Luc. 5: 8). Y es que solo puede ser discípulo el que se sabe perdonado, y
únicamente se sabe perdonado el que ha aceptado su condición de peca
dor. Admitir nuestra humanidad es un requisito ineludible para todo el que
quiera ser discípulo del Señor. De hecho, en este mismo capítulo Jesús hace
la siguiente declaración: «No he venido a llamar a justos, sino a {secadores
al arrepentimiento» (vers. 32).
Si había algo que les faltaba a los discípulos era ser «justos». Cuando lee
mos detenidamente lo que dice de ellos el registro evangélico, uno no pue
de más que asombrarse de la maravillosa misericordia de Dios. No fueron
elegidos a causa de su condición, sino a pesar de ella. Simón el zelote era con
siderado un «terrorista». Mateo se dedicaba a extorsionar y engañar a la gente.
Juan y Jacobo tenían el grandilocuente apodo de «Hijos del trueno». Judas
era ladrón. Tomás era un incrédulo empedernido. En fin...
Siempre he creído que muchos de nosotros no nos atreveríamos a pro
poner a ninguno de los apóstoles para que desempeñen un cargo en nues
tras iglesias. Cuando uno se encuentra con lo que los Evangelios dicen de los
«fundadores» de la iglesia primitiva, creo que tendríamos razones suficien
tes para sentimos tentados a suponer que Cristo no tenía idea de quiénes
eran aquellos individuos. Pero él sabía muy bien que había elegido no solo
pescadores sino pecadores. «Todas sus debilidades y errores estaban abiertos
delante de él [...]; y su corazón [el de Cristo] amaba tiernamente a estos
elegidos» (El Deseado de todas las gentes, cap. 30, p. 263). Si Jesús conocía que
eran pecadores con «debilidades y errores», ¿por qué insistió en permitirles
que formaran parte de su círculo íntimo? Simplemente porque los amaba. No
hay otra explicación. Fueron llamados por gracia. Punto.
Puede resultar paradójico que nosotros, siendo tan pecadores como ellos,
encontremos bastante ilógica la decisión de Jesús. Sin embargo, lo que el
Maestro hizo fue tomar la decisión más lógica. Si él vino a «llamar pecado
res», su mayor argumento habría de ser que sus más cercanos colaboradores
no formaban parte de la esfera santa y religiosa de Jerusalén, más bien eran
«pecadores» reconocidos por todos. ¿No le parece? Era como si él les hubie
ra dicho a sus oyentes: «Si yo he permitido que estos pecadores permanez
can a mi lado, entonces ustedes también pueden ser alcanzados por mi la
bor. Yo no busco hombres y mujeres santos, porque en esta tierra no existe
gente así; he venido a socorrer a los que quieran llegar, con mi ayuda y
poder, a ser santos. Necesito a mi lado pecadores que deseen arrepentirse.
6. 48 • Lucas: El Evangelio de la gracia
Si eres de esos, puedes venir y haré contigo lo que he hecho con estos». Mi es
timado lector, no hay mérito alguno en ocultar nuestra miseria espiritual; más
bien hemos de reconocerla y creer que Dios nos acepta tal y como somos.
Como dice Darrel L. Bock, «la confesión de Pedro se convierte en su currícu-
lo para el servicio. La humildad es el ascensor que nos eleva a la grandeza espi
ritual. [... ] Una cosa es ser pecador y negarlo, y otra saber quién eres delan
te de Dios y doblegarte humildemente ante él».5
En la persona de Pedro, el llamamiento de los primeros discípulos nos
remite al de Isaías. Tanto en el llamamiento del profeta como en el del após
tol ocurre una revelación de la presencia divina (Isa. 6: 1-4; cf. Luc. 5: 5-7);
hay un reconocimiento de su condición pecaminosa por parte del que ha
recibido el llamamiento (Isa. 6: 5, 7; Luc. 5: 8) y le sigue una asignación mi
sionera (Isa. 6: 8-13; Luc. 5: 10, ll).6 En Lucas, el Señor le asignó la tarea de
predicary sanar no solo a los discípulos, sino también a los setenta (Luc. 9:1-6;
10: 1-16), y luego a los ciento veinte (Hech. 1: 8). Todos tenemos una misión
que ha de ser llevada a cabo. Fuimos escogidos para ser enviados. Un verdadero
discípulo desempeña una parte activa en la «agenda misionera» del Señor.7
«Cuando llegó el día, llamó a sus discípulos y escogió a doce de ellos, a los
cuales también llamó apóstoles» (Luc. 6: 13). Lucas es el único evangelista
que contiene la última frase: «a los cuales también llamó apóstoles». El voca
blo «apóstol» significa «el enviado». La palabra se usa en textos extrabíblicos
para aludir a quien ha sido comisionado con un mensaje especial.8 Jesús
eligió a los doce para enviarlos al mundo como embajadores del reino de los
cielos. Ser discípulo no constituye una experiencia estática, ensimismada en
los dilemas intemos de la iglesia o nuestras practicas religiosas. Ser discípulo
conlleva «ir» en busca de la gente que ha de conocer el mensaje de salvación
que les ha sido enviado a través de nosotros.
Con respecto de lo que venimos diciendo, Elena G. de White indica: «Cada
uno ha de trabajar en cooperación con Cristo para la salvación de las almas.
Tan ciertamente como hay un lugar preparado para nosotros en las mansio
nes celestiales, hay un lugar designado en la tierra donde hemos de trabajar
para Dios» (El ministerio de la bondad, p. 56).
Las experiencias de Isaías y Pedro nos enseñan que ser llamado al discipu
lado no significa que estamos listo para ello, pero sí que Dios hará su obra en
nosotros y a través de nosotros. Son muchos los que simpatizan con Jesús, se
declaran seguidores del Maestro, pero rehúyen dar el paso hacia el discipula
7. 4. La esencia del discipulado cristiano • 49
do porque no se sienten espiritualmente aptos. Pero lo primero que hace el
verdadero discípulo es reconocer que no es apto y, al mismo tiempo, creer
que la gracia divina lo hace apto.
Permítame concluir este apartado con esta maravillosa declaración:
«Dios toma a los hombres tales como son, con los elementos humanos de
su carácter, y los prepara para su servicio, si quieren ser disciplinados y
aprender de él. No son elegidos porque sean perfectos, sino a pesar de sus
imperfecciones, para que mediante el conocimiento y la práctica de la ver
dad, y por la gracia de Cristo, puedan ser transformados a su imagen» (El
Deseado de todas las gentes, cap. 30, p. 265).
Lo que se espera del discípulo: que lo deje «todo»
¿Ha oído usted decir que los discípulos de Jesús eran pobres? No me cabe
la menor duda de que hubo muchas personas pobres que decidieron seguir
a Jesús. Ahora, no me diga que Mateo, el publicano, era pobre. Probablemen
te, los personajes más influyentes del círculo íntimo de Jesús no vivían en
una condición de extrema pobreza como solemos pensar. De los discípulos
del Señor, los principales eran pescadores: Pedro, Andrés, Juan y Jacobo. Sien
do que Felipe era paisano de Pedro, puesto que ambos procedían de Betsai-
da, la «Casa del pescado», es factible suponer que también era un pescador.
Lo mismo podríamos dedr de Natanael. Siendo así la mitad de los discípulos
eran hombres que se ganaban la vida en el negocio de la pesca.
Lucas fue tajante al declarar que ellos lo dejaron «todo». ¿Qué es ese
«todo»? De acuerdo con Lucas, Jesús presentó su mensaje desde la barca de
Pedro; por tanto, el hermano Pedro era dueño de su propio barquito pes
quero. La empresa de Juan y Jacobo era lo suficientemente productiva como
para pagar el salario de varios jornaleros que trabajaban para ellos (ver Mar.
1:-l9, 20). James S. Jeffers explica que en el siglo I, y yo supongo que ahora
también, «el mantenimiento de las redes, las embarcaciones y otros equi
pos era muy costoso».9 Si ese es el caso, nuestros amigos apóstoles tenían
que producir suficientes recursos para que no se les hundiera el negocio.
Gracias al flujo continuo de la venta de pescado, el lago de Genesaret se
había convertido en el eje central de la economía de Galilea y de las ciuda
des vecinas. Estrabón, el geógrafo e historiador griego, dice que el lago de
8. 50 • Lucas: El Evangelio de la gracia
Genesaret es el «lugar que ofrece las mejores salazones de pescado». No cabe
duda de que esta zona era un importante centro mercantil desde el cual se
exportaba pescado a todas las regiones del Imperio romano. Hablando de
ese lago, Josefo hizo esta declaración «Hay aquí muchas clases de pescados,
diferentes de los pescados de otras partes, tanto en sabor como en su géne
ro».10 La fama del pescado de Galilea era tan grande que se dice que de allí
salía el pescado que se consumía en la casa del emperador.
Como pescadores, estos hombres que dejaron «todo», se beneficiaban del
movimiento económico generado en la zona. A mí siempre me ha intrigado
la declaración de Pedro tras el episodio del joven rico. Si usted quiere obtener
el cuadro completo, por favor lea Lucas 18: 18-29. Dice el relato que cuando
Jesús invitó al joven rico a dar «todo» lo que tenía a los pobres y aceptar el
llamamiento a seguirlo, el joven rechazó la invitación y se retiró «muy triste
{jorque era muy rico» (vers. 23). A reglón seguido, Pedro declaró: «Nosotros
hemos dejado nuestras posesiones y te hemos seguido» (vers. 28). En otras
palabras, Pedro se está comparando con el joven rico; ellos hicieron lo que
no hizo el muchacho. ¿Qué? Pues dejar todas sus posesiones y seguir al Maes
tro. ¿No insinúa este episodio que su cuota financiera para seguir a Jesús ha
bría sido muy elevada?
Supongamos que usted no está convencido de lo que acabo de sugerir,
en el sentido de que estos hombres, al momento de recibir el llamamiento al
discipulado, no eran pobres, aunque finalmente, por darlo todo en la causa,
acabaron siendo pobres. No obstante, hay un detalle irrefútable: ellos decidie
ron dejarlo todo el día que tuvieron su mejor y más abundante pesca. Por
lo menos en ese instante, nadie puede decir que a los discípulos no les es
taba yendo muy bien en términos financieros. Dejaron su pesca más exito
sa para seguir al Salvador. Abandonaron su negocio en el mundo para ha
cerse socios del negocio del Señor: salvar pecadores.11
En el mismo capítulo 5 de Lucas se nos dice que Mateo, que estaba senta
do en el banco de los tributos públicos,«dejándolo todo, se levantó y lo siguió»
(vers. 28). Esta decisión de dejar todo conlleva un rompimiento completo
con el pasado para dar inicio a un nuevo y prometedor presente.12
En 1873 la señora Francés R. Havergal escribió el himno «Que mi vida
entera esté». En una de sus estrofas, ella escribió:
«Que mis labios al hablar, hablen solo de tu amor.
Que mis bienes ocultar, no los pueda a ti Señor».
9. 4. La esencia dei discipulado cristiano *51
Cuenta la señora Havergal, que tras haber escrito esta estrofa, recordó que
había guardado durante muchos años las joyas que usaba antes de ser cristia
na. Eran tantas que no tenían nada que envidiarle al cofre de una condesa.
Entonces se dijo a sí misma que no seguiría ocultando sus bienes, y decidió
entregar las joyas a una sociedad misionera para que utilizara el dinero en el
avance de la causa de Cristo.
La orden es radical: «Así, pues, cualquiera de vosotros que no renuncie a
todo lo que posee, no puede ser mi discípulo» (Luc. 14: 33). Si el Señor lo
dio todo, él no espera menos de sus seguidores. Sí, ser un discípulo tiene un
costo; pero el costo de dejar de serlo es mucho mayor. Ya lo dijo claramen
te David Platt: «Cuando abandonamos las baratijas de este mundo y res
pondemos a la invitación radical de Jesús, descubrimos el infinito tesoro de
conocerlo y experimentarlo».13
El meollo del discipulado cristiano
En su Discurso LV sobre Homero y Sócrates, el famoso orador y escritor
romano, Dion Crisóstomo, también conocido como Dion de Prusa, sostu
vo que Sócrates fue un aventajado discípulo de Homero. Para justificar su
argumento, Dion dice que Sócrates vivía como Homero, seguía la humil
dad de Homero; como Homero despreció la acumulación de riquezas; como
Homero amaba las virtudes y repudiaba los vicios. En resumen, fue discí
pulo de Homero porque vivió como lo hizo Homero.
Imitar al Maestro: ese es el punto clave del verdadero discipulado. En ese
sentido, el discipulado, en primer lugar, es un proceso continuo, que sabe
mos cuándo inicia pero no podemos prever cuándo terminará. El Señor dijo
en cierta ocasión: «El discípulo no es superior a su maestro; pero todo el
que sea perfeccionado, será como su maestro» (Luc. 6: 40).
- Si bien tenemos que imitar al Maestro nunca hemos de creemos que noso
tros somos los maestros. Es muy común ceder a la tentación de que los verda
deros discípulos han de vivir, comer, hablar, andar como yo supongo que deben
hacerlo. Si no lo hacen, entonces, ellos no pueden ser considerados discípulos.
No vaya usted a creerse que es el dueño de la conciencia de los demás; usted no
es el Maestro, usted es el discípulo. Por favor, nunca olvide cuál es su lugar en la
pirámide. Usted nunca, se lo repito, nunca será el Maestro.
10. 52 • Lucas: El Evangelio de la gracia
Aunque usted jamás podrá ser el Maestro, si usted logra ser «perfeccio
nado» puede llegar a ser «como» el Maestro. ¿Qué conlleva esa «perfección»?
En un contexto de discipulado podríamos suponer que esa «perfección» es
sinónimo de impecabilidad. Sin embargo, la palabra griega que usa Lucas,
katertisménos, nada tiene que ver con ese Upo de perfección.
En el Nuevo Testamento el verbo katartizo posee matices muy interesantes.
Por ejemplo, en Gálatas 6:1 tiene que ver con «restaurar», «ayudar» al hermano
que ha caído. En Efesios 4: 12 aparece vinculado con la «preparación», la «ca
pacitación» que el discípulo necesita para llevar a cabo su ministerio. Somos
«perfeccionados» como discípulos cuando nos empeñamos en ayudar a los
demás, en servir a nuestro prójimo, cuando estamos listos para cumplir con la
tarea que Dios nos ha encomendado.
Ser «perfeccionado» o ser «como el Maestro» implica tratar a la gente como
lo hizo Jesús. Somos como Jesús cuando amamos como lo hizo él, cuando nos
solidarizamos con el pecador como lo hizo él, cuando entregamos todo a la
causa como lo hizo él, cuando nos empeñamos en el bienestar de los demás
como lo hizo él. Si quiero ser como Dios, y él es amor, entonces lo que tengo
que llegar a ser es un discípulo que abrigue el amor de Dios en su corazón.
¿Cuál sería entonces el secreto del discipulado cristiano? ¿Conocer las
28 Creencias Fundamentales? Nunca vemos a Jesús enfrascado en enseñar
doctrinas a sus discípulos. ¿Hacer obra misionera? Los fariseos la hacían y
su sentido de misión los impulsaba a mover cielo y tierra para ganar un
adepto para su causa. ¿Dar diezmo? No necesariamente.
La quintaesencia del discipulado es amar como amó Jesús. Ser un verdade
ro discípulo conlleva vivir este pasaje lucano: «Sean ustedes misericordiosos,
así como su Padre es misericordioso» (Luc. 6: 36, NV1). Jesús quiere que usted
llegue a ser un discípulo así. ¿Qué respuesta dará al llamamiento del Maestro?
Referencias:
1http://touch.latimes.eom/#section/-l/artide/p2p-80079964/
2http://touch.latimes.eom/#seaion/-l/artide/p2p-80226034/
3Ver Luc. 8: 24, 45; 9: 33, 49; 17: 13.
4Albrecht Oepke, «Epistátés» en Theological Dictionary ofthe New Testament, Gerhard Kittel, ed. (Grand
Rapids, Michigan: Wm. B. Eerdmans Publishing Company, 1964), vol. II, p. 623.
5Lucas: del texto bíblico a una aplicación contemporánea (Miami, Florida: Editorial Vida, 2011, p. 142.
6Roben H. Stein, Luke. The American Commentary (Nasville, Tennessee: B&H Publishing Group,
1992), p. 171.
7Joel B. Grenn, The Theology of the Gospel Luke, New Testament Theology (Nueva York: Cambridge
University Press, 1995), p. 109.
11. 4. La esencia del discipulado cristiano • 53
8Graham H. Twelftree, People os the Spirit: Exploring Luke's View ofthe Church (Grand Rapids, Michigan:
Baker Academic, 2009), p. 19; C. F. Evans, Saint Luke, TPI NewTestament Commentaries (Londres:
SCM Press, 1990), p. 320.
9The Greco-Román World ofthe New Testament (Downers Grove, Illinois: InterVarsity Press, 1999), p. 22.
10Citado por Joaquín González Echegaray, Arqueología y evangelios (Estella: Editorial Verbo Divino,
1994), p. 125.
11Charles R. Swindoll, Insights on Luke (Grand Rapids, Michigan: Zondervan, 2012), p. 123.
12James L. Resseguie, Spiritual Landscape: Images ofthe Spiritual Life in the Gospel ofLuke (Peabody, Mas-
sachusetts, 2004), pp. 17, 18.
13David Platt, Radical (Miami, Florida: Editorial Unilit, 2011), p. 24.