1. Recuperación de valores familiares, luz de esperanza para la
humanidad.
Saber discernir lo bueno y lo malo, de esta forma debería caracterizarse el ser
humano en la vida, así la humanidad lograría saber cuál es el papel de cada
persona y su verdadera interacción con un contexto social con el que se relaciona
y obtener de ello una verdadera esperanza para la humanidad.
La protección y recuperación de los valores que atesoran la familia es uno de los
desafíos más urgentes de nuestros tiempos.
Sucede que lo que cimentó nuestra comunidad hasta pocos años atrás, hoy está
totalmente controvertido y se han perdido muchos de estos valores que otra eran
moneda corriente.
Hoy todo vale, menos la discusión y el análisis. No hay tiempo para detenerse en
él. La honestidad, la transparencia el amor filial que fueron base de la familia
décadas atrás, son raras en nuestros días.
La familia, célula base de la comunidad, donde se aprendían todos los valores
personales y de comunidad se ha ido deteriorando a punto tal que hoy se
considera “raro” que una pareja comience por planear a futuro y así contribuir a la
humanidad.
Los valores son el cimiento en la estructura social puesto que su principal función
es hacer un juicio moral de las actitudes humanas. En ellos se reflejan el
aprendizaje obtenido a lo largo de la vida de cada individuo.
Nuestros valores se han convertido en antivalores por muchas circunstancias que
ha tenido influencia en la vida humana, donde se torna una transición en
el comportamiento, psíquico, que se adoptan cada vez en la actualidad, se ha
dejado en el olvido la práctica de los valores ancestrales, que son más notables en
el proceder que reflejan la niñez y la juventud hoy en día.
Los valores aprendidos en la casa son la pieza clave en el sentido humano de
cada persona, la casa es donde comprendemos por primera vez lo que es correcto
e incorrecto, lo que consideramos que hace bien y mal a la sociedad, la familia en
un factor predominante es quien nos da esas armas para seguir y comprender el
2. entorno en los axiomas que la sociedad impone así jugar un papel social en un
sentido más humano. El aprecio y enseñanza familiar son el pilar de una buena
conducta, en la que con autonomía y un poco de autoritarismo se llega al punto
crucial del respeto que es el mayor valor que podemos llegar a contribuir a la
familia.
La familia, se afirma, puede educar para la convivencia en los grupos primarios,
pero es incapaz de hacerlo para la convivencia civil, puesto que no puede ofrecer
un marco adecuado de experiencia. Reconozcamos nuestras esencias históricas
en vivencias, y conocimientos de los valores de los ancianos que aún existen a
nuestro alrededor, valores ancestrales que fue transmitiéndose en forma oral por
los abuelos(as) y bisabuelos(as) y que es de emergencia revalorarlo. “Cuando la
familia socializaba, la escuela podía ocuparse de enseñar. Ahora que la familia no
cubre plenamente su papel socializador, la escuela no sólo no puede efectuar su
tarea específica con la eficacia del pasado, sino que comienza a ser objeto de
nuevas demandas para las cuales no está preparada” (Tedesco, 1995, 98).
El núcleo familiar nos da una enseñanza significativa para llegar a la formación
integral en la construcción social para que cada miembro de la familia exprese un
juicio moral y así crear una revolución critica basada en la confianza, ayuda
mutua, agradecimiento y respeto creando así la fomentación de valores por medio
de la educación que es el ejemplo primordial que se ejerce por la familia.
La institución familiar es la parte más productiva de la sociedad en ella recae todos
los sectores tanto económicos, sociales, pedagógicos y un sinfín de actitudes que
se encuentran en el contexto humano, de ahí la principal insistencia por la cual se
necesita la recuperación de buenas actitudes y costumbres basadas en los valores
para la reinserción de todas las personas a un conjunto social que sean capaces
de contribuir valores y principios morales a toda la humanidad.
Ciertamente la hora actual nos supera y perplejiza, lo que es natural porque
estamos inmersos o insertos en el umbral de época.
Es algo inédito teniendo soluciones viejas para resolver problemas nuevos, hace
falta sí un cambio radical de postura, el que resulta factible en lo inmediato, en la
3. medida en que no dejemos los problemas abandonados a su destino, ni que el
desasosiego y la resignación nos ahoguen.
El Nuevo Humanismo ha de aportar las soluciones nuevas en respuesta al reto
impuesto conducente a un nuevo orden, propuesta para la familia del siglo XXI es
la misma familia tradicional pero edificada sobre otras bases, más personales si se
quiere.
La familia como máximo proyecto vital importa estabilidad, continuidad,
perdurabilidad, trascendencia y reconocimiento. No es una sociedad de dos
personas sino una comunidad de vida, de la que se ha dicho que es el connubio
de lo divino y humano
Hay valores nuevos que son la autorrealización de la mujer y el éxito profesional.
Es más, las necesidades de la vida moderna y de la sociedad de consumo con sus
ínsitas exigencias incluyen la autorrealización de los hijos, ya desde pequeños.
En un hábitat de mayor libertad en las costumbres y consecuente laxitud de los
controles sociales los límites en la dimensión personal han de ser autoimpuestos,
evitando por sobre todo dañar al otro, absteniéndose de crear condiciones
propicias para el perjuicio y la interferencia ajenos, esto en sentido bidireccional.
De todos modos existen valores, principios, calidades del ser humano que
realmente no pueden desaparecer, tales como la responsabilidad; la coherencia y
el obrar conforme a la regla de oro (no hagas al otro lo que no te gustaría que te
hicieran a ti) o al imperativo categórico (haz de tu conducta una regla de máxima
universal) Que Kant cita en la crítica de la razón pura
El cambio profundo producido en la sociedad sociológicamente laica, incorporada
a los avances tecnológicos de la información, ha llevado consigo el debilitamiento
de la institución familiar como ámbito autosuficiente y mecanismo básico de
transmisión de valores; pero también ha supuesto la recuperación de un nuevo
discurso sobre la familia, alejado de todo fundamentalismo excluyente, ha puesto
de manifiesto su extraordinaria capacidad de adaptación a un contexto tan
cambiante como el actual, ha permitido la superación de prejuicios y facilitado el
4. estudio riguroso de la dinámica familiar desde las aportaciones de las ciencias
más diversas. En conclusión, ha favorecido la vuelta a la consideración del papel
fundamental de la familia en el proceso de construcción de la personalidad de los
hijos y de integración de las jóvenes generaciones en la sociedad. Nadie puede
hoy razonablemente dudar de que la educación familiar tiene una repercusión
decisiva en la manera cómo los hijos se comportan y se desenvuelven
posteriormente en la sociedad. Ha muerto un modelo familiar que anulaba la
iniciativa individual, pero en su lugar empieza a surgir otro u otros modelos
familiares cuyos valores se impregnan de un modelo social más igualitario y
personalizado, más democrático y más abierto al futuro. (Gimeno, 1999)