Este documento narra la historia de dos hombres, Manuel y José, que roban y matan borregos. José quiere repartir las ganancias por igual pero Manuel se niega y lo apuñala, escondiendo el cuerpo. Doce años más tarde, Manuel pierde dinero jugando cartas y amenaza al ganador diciendo que le pasará lo mismo que a José, revelando así que él lo mató hace años.
La venganza del borrego - Cómo una apuesta en el casino desenmascara a un asesino de hace 12 años
1. EL BORREGO.-
Hacia una noche de perros. Un viento gélido barría el llano y la balsa que estaba en su
extremo sur permanecía helada. Dos sombras jadeantes con un pesado fardo a la espalda
apenas la rodearon y se precipitaron por el incipiente barranco que se abría ante ellos.
Eran dos hombres, uno de ellos fuerte, atlético y cuarentón, el otro unos años mayor y
de perfil más grueso venía jadeando, deteniéndose para recolocar el fardo y recuperarse
aunque procuraba no perder de vista a su compañero.
Esquivando aliagas y sorteando zarzas, llegaron a unos olmos, bajo del ventisquero, y
dejando la carga sobre unas piedras tomaron dos tragos de la bota. El pueblo lo tenían al
alcance de la mano y su propósito era entrar lo antes posible para evitar ser vistos.
- Manuel, hemos de decidir como repartimos los borregos para que no nos echen el
guante – dijo el más joven-.
- Mira, José, aunque el tuyo sea más grande las ganancias tienen que ser a medias,
en cuanto a donde repartirla yo ya la tengo colocada y ni se te ocurra ir a los
mismos sitios que yo…
- Pero Manuel, se razonable…
- A mi no vengas con hostias, y aunque me convenía hacer el viaje contigo, no me
vengo jodiendo más veces que tu para que ahora me vengas con las memeces de
igualdades y demás tonterías ¡faltaría más!.
- Mira si te pones así, a partir de aquí cada uno se apaña con lo suyo y si te he
visto no me acuerdo.
- ¡Peo serás canalla! A mi con esas no ¡eh! Que no sabes con quien te la juegas…
Aun no había acabado de hablar cuando le clavó el cuchillo que llevaba en la faja y
lo
dejaba tieso al pie de un olmo. Sin perder un minuto arrimó el cadáver a un tronco
caído y lo tapó con piedras, ya volvería a por él al día siguiente y lo tiraría a una
sima que conocía más allá del codadillo, donde los pastores tiraban las ovejas
muertas y nadie sospecharía nada, ahora lo urgente era llevar la carne a buen
recaudo.
2. La misma tensión de la situación vivida le hizo hacer los dos viajes en un tiempo
record, bajó por el barranco hasta el puente y entrando por la mena guardó en el
corral las dos reses, aparejó el macho y el carro y se fue a labrar como si nada
hubiera pasado.
En el pueblo hubieron comentarios sobre la misteriosa desaparición de José, más de
uno le miraba distinto desde entonces, pero por una parte la falta de pruebas que lo
acusaran y por otro lo clandestino y arriesgado del extraperlista, hizo que todo el
pueblo corriera un tupido velo de silencio y olvido
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Doce años más tarde….
Un sábado noche, en el reservado del casino cinco hombres miraban concentrados
las cartas que tenían en sus manos, ocho o diez mirones contenían la respiración
esperando el desenlace de la partida más fuerte de la noche. Manuel estaba algo
mareado pues nunca había dejado de beber copa tras copa, el ambiente cargado del
humo del tabaco le hacia estar pegajoso pese al frío que hacía. Tres jugadores iban
restados y tan solo uno aguantaba sus apuestas, toda la seguridad que tenía al
principio se iba esfumando y las dudas le empezaban a agobiar. Si perdía se le iban
las ganancias y un buen pellizco de su dinero, si seguía apostando se podía quedar
sin nada. Su rival subió de golpe cien pesetas y en ese momento supo que estaba
perdido…retirarse era de cobardes por eso sacó el billete de la cartera y dejó hablar a
su orgullo embotado por el alcohol:
- Voy, pero que conste que no me gustan nada los faroleros.
- Todos han visto que los únicos faroles de la noche han sido tuyos a base de
dinero.- le contestó.-
- ¡Boca arriba las cartas!, ¡fanfarrón!
Su cara cambió de color, todo el orgullo que antes demostraba se convirtió en una
3. mueca de rabia y odio, había perdido. Haciendo un verdadero esfuerzo se levantó
bruscamente derribando la silla por el suelo, apoyando las manos por los nudillos en
la mesa se inclinó hacia delante y mirando fijamente ala cara del otro, a escasos
centímetros le espetó arrastrando cada sílaba:
- Eres un maldito tramposo y esto me lo vas apagar, te va a pasar lo mismo que al
del borrego.
Manuel salió pegando un portazo. La habitación quedó en silencio y en la cara de
asombro de los presentes se vieron reflejados los hechos de doce años antes.