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CIM-OEA y el multilateralismo americano
1. COMISIÓN INTERAMERICANA DE MUJERES Y LOS ORÍGENES DEL
MULTILATERALISMO AMERICANO1
Notas para pensar una relación
Briseida Allard O.
Mi patria es el continente de la América…
Manuelita Sáenz
La Comisión Interamericana de Mujeres (CIM), una de las organizaciones que conforma
el actual sistema interamericano de Estados, nació durante la Sexta Conferencia Internacional
Americana, celebrada en La Habana en 1928. Fue el primer organismo de carácter
intergubernamental en el mundo fundado expresamente para fomentar el ejercicio de los
derechos ciudadanos de las mujeres en las Américas. Con más exactitud, para “extender el
reconocimiento del derecho al voto para las mujeres” (Durán y Lalaguna, 2007: 129).
Después de ochenta años de aquel momento político fundacional en el largo proceso de
construcción de ciudadanía en el continente americano, es muy poco lo que conocemos de
aquella experiencia singular de los movimientos de mujeres de la región y su impacto en la
estructura internacional2. Se trata de un tema marginal que involucra a “gente sin historia” en
las narrativas predominantes de la política internacional. De ahí que no se cuenten con
descripciones de los modos como las subjetividades femeninas lograron vencer las
1 La primera versión de este artículo fue presentada como ponencia en el XXV Congreso Científico Nacional, convocado por
la Vicerrectoría de Investigación y Postgrado, Universidad de Panamá, el 22 de octubre de 2008, en homenaje a los 80 años de
la CIM-OEA.
2
Hay referencias útiles en el portal de la Comisión Interamericana de Mujeres. Sobre aspectos relativos al origen e
importancia del organismo en González, 2006; Durán y Lalaguna, 2007 y Marco, 2007.
2. 2
resistencias, estructurar sus demandas e incluirla en las agendas de las institucionalidades
multilaterales emergentes.
Aunque el surgimiento de la CIM supuso un salto cualitativo en la configuración de
la sociedad internacional de las primeras décadas del siglo XX, ha sido más fuerte el código
del silencio disciplinar que según Ferrero y Filibi (2005) “incluso determina la propia
noción de „lo científico‟ en un momento y lugar histórico determinado” (p. 29).
En las presentes notas intento mapear algunos puntos de referencia en el periodo
comprendido entre 1928-1948, que estimo importantes para delimitar nuestra comprensión
del proceso.
Sister, outsider3
La específica exclusión de las mujeres de lo público-exterior no es una cuestión
nueva ni mucho menos. Se trata de un terreno milenariamente ocupado por varones, lugar
donde, al decir de Heráclito (s.f.), “la guerra es la madre de todo”.
Desde el siglo XVI, el sistema interestatal es, junto al económico y a la geocultura,
uno de los ejes articuladores del sistema-mundo moderno (Wallerstein, 1984), en tanto
sistema político basado en estados soberanos, independientes jurídicamente pero
vinculados a través de un sistema interestatal donde las diferencias y desigualdades son
constitutivas del mismo.
Justamente, en la intersección de las condiciones y procesos internos y externos,
„nacionales‟ e „internacionales‟ – o como dice Merle (2000), entre el “derecho público
3
Título de un ensayo de Audre Lorde, feminista afroamericana, en el que reivindica la subjetividad de los marginados o
excluidos por diferentes regímenes de opresión en los que se interrelacionan el racismo, el clasismo, el machismo y la
homofobia.
3. 3
interior” y el “derecho público exterior” (p. 344)- quedaron determinados los atributos del
Estado, entre ellos el lugar y los modos como hombres y mujeres se sitúan en esa relación.
En 1938, en su memorable libro Tres Guineas, Virginia Woolf (1979) se refiere a la
relación entre masculinidad, autoritarismo y cultura de la guerra. Bedregal (2006) explica que
“se trata de la primera obra que ha sido capaz de desmenuzar el logos masculino, la simbólica
viril que construye la relación entre autoritarismo, cultura de privilegios/poder masculino
(patriarcado) y la generación de la guerra y la única hasta hoy que lo ha hecho de manera tan
global”.
Evans (1980) da cuenta cómo en Occidente desde mediados del siglo XIX y comienzos
del XX, las mujeres y sus organizaciones bregaron por incorporarse a la esfera pública tanto
en el ámbito interno como en el externo.
Según Eley (citado en Fraser, 1997), la esfera pública es el escenario estructurado en
donde tiene lugar la competencia y/o la negociación cultural e ideológica entre una variedad
de públicos, desiguales y privilegiados unos, y en desventaja otros. Desde esas zonas de la
soberanía estatal las mujeres organizadas intentaron alterar y transformar las articulaciones
entre regulación social y autonomía y libertad (Sousa Santos, 1998).
En 1926, dos años antes de la creación de la CIM, cuando se celebró en Panamá el
Congreso Interamericano de Mujeres, en un artículo publicado en la revista Orientación
Feminista, órgano del Partido Nacional Feminista, Clara González (2006), escribe:
Conjuntamente con el Congreso Bolivariano que ha de verificarse en esta Capital,
en junio próximo, tendrá lugar la reunión de un Congreso representativo de las
intelectualidades femeninas de toda la América. Este acontecimiento..., ha de
marcar, sin duda, una época verdaderamente trascendental para las mujeres de
nuestro continente empeñadas en la liberación del elemento femenino mundial.
4. 4
Los muchos beneficios que del Congreso organizado por Doña Esther Neira de
Calvo, esperamos los que siempre optimistas preferimos ver el lado mejor de las
cosas a fin de sacar de ellas el mayor provecho para la causa que defendemos,
podríamos sintetizarlos en dos: uno de índole internacional y otro de carácter
local... Ahora que la oportunidad le es propicia, con motivo de la celebración del
Congreso Interamericano de Mujeres, [la mujer hispanoamericana] no debe
desperdiciar un instante, ni perder detalle alguno que tienda a crear una corriente
de simpatía, de fraternidad y de cultura entre las delegadas a fin de hacer factible
el acercamiento que tanto los intereses morales como materiales requieren para el
progreso y la constitución de una unidad política hispanoamericana…
Continuamos optimistas y creemos que el Congreso Interamericano de Mujeres,...,
unirá en un solo abrazo no sólo a las mujeres de todos los países
hispanoamericanos, sino a todas las que en nuestro país, por diversos caminos y
con más o menos comprensión se esfuerzan en la persecución del ideal social, de
justicia (p. 151).
Tiene razón Feijoó (2008) cuando sostiene que “el hecho más llamativo referido al
surgimiento y expansión de los movimientos de mujeres a lo largo de toda su historia es el
carácter de internacionales o globalizados que los mismos tienen desde sus inicios” (p. 14).
En efecto, en la intersección nacional/internacional las sufragistas cuestionaron los
límites discursivos establecidos y politizaron problemas hasta entonces despolitizados, crearon
nuevos públicos para sus discursos, nuevos espacios e instituciones en los cuales estas
interpretaciones opositoras pudieran desarrollarse y desde donde pudieran llegar a públicos
más amplios (Vargas, s.f.).
5. 5
Sin embargo, no hay que perder de vista que en las décadas iniciales del siglo XX, la
praxis internacional feminista se enmarca en lo que Fraser (1997) denomina contra-públicos
subalternos, esto es, espacios discursivos paralelos donde las mujeres organizadas inventaron
e hicieron circular contra-discursos, lo que a su vez les permitió formular interpretaciones
alternativas de sus identidades, intereses y necesidades (p. 115).
Aunque esos contra-públicos surgieron como respuesta a exclusiones dentro de los
públicos dominantes y contribuyeron a alargar el contenido material y discursivo de la esfera
pública internacional (Fraser, 1997), lo cierto es que tales avances fueron muy disputados,
muchos de ellos negados y/o minimizados en el nivel territorial, nacional, de la política.
Género, transnacionalidad y ciudadanía
A diferencia de la concepción territorializada que estructuraron los modos ciudadanos
antiguos y modernos, la idea de ciudadanía que impulsaron los movimientos sufragistas desde
su origen estuvo estrechamente vinculada a la interacción entre lo local y lo global, a las
relaciones que mezclan elementos nacionales y no nacionales.
Justamente, en una época en que era indiscutible la preeminencia de la escala nacional y
de la autoridad exclusiva del Estado sobre su territorio y los sujetos que actuaban en él, todo
indica que con la práctica política sufragista americana4emergen procesos cosmopolitas de
“localización de lo global y desnacionalización de lo nacional” (Sassen, 2007: 13). En aquel
momento, este modo político de actuar rompió los esquemas establecidos. Una transgresión
que también implicó significativos costos políticos y personales para las sufragistas, sobre
todo en países pobres y periféricos como los de América Latina, donde el estado de derecho ha
sido desde siempre precario y lábil. En este sentido, el caso panameño ha sido emblemático.
4
A menos que se diga lo contrario, en este trabajo el término americano indica que procede del continente llamado América.
6. 6
Este rasgo de la interacción nacional/internacional, aunque todavía impreciso, fortaleció
el diferencial de género en la concepción dominante de ciudadanía. A mi modo de ver, esta
circunstancia tiene al menos dos consecuencias para las complejas relaciones entre personas,
colectividades y el Estado, y las maneras en que las relaciones de género los afectan y son
afectadas por ellos (Yuval Davis, 1996).
Por una parte, mientras que la ciudadanía moderna fue asumida como un derecho
político, esto es, un ordenamiento normativo coactivo de la potencia estatal; el derecho de
ciudadanía de las mujeres que las sufragistas logran impulsar se origina como un derecho
humano, esto es, como un programa “reformador y emancipatorio de la vida social y personal”
(Ortiz Rivas, 2002: 22). Algo de lo que quiero decir se insinúa en el siguiente párrafo de Nari
(2004), “A diferencia de la maternidad, la paternidad no era definida a partir de los
sentimientos sino de la presencia (a veces, abusiva) o ausencia de poder, del reconocimiento
jurídico y de la manutención de los hijos” (p. 252).
En este sentido, sobre el ideal cosmopolita y solidario que sostiene el conjunto de ideas
ético-jurídicas y políticas denominado derechos humanos, permanece la condición básica de
los mismos: ir a la zaga de la “razón de Estado” (Allard, 1998), manteniendo distancia de la
tendencia de cada Estado a imponer su propia voluntad y sus propios intereses.
Como sostiene Ortiz Rivas (2002):
A pesar de [la] grandeza de los derechos humanos, desde su formulación jurídica
procedente de la modernidad hasta nuestro tiempo…, han estado siempre
marcados por una contradicción desafiante entre su alta teoría bimilenaria y su
baja praxis social que los niega, entre su rica normatividad moral, jurídica y
política y su pobre vida cotidiana que los viola, contradicción que los hace
universales en la letra, pero sin ser universales en la vida (p. 18).
7. 7
Décadas más tarde, correspondió a los feminismos de la segunda ola la repolitización de
la idea y práctica ciudadana como derecho humano, legadas por el feminismo sufragista
(Ungo, 2002).
Por otra parte, está la compleja y espinosa relación entre la cuestión nacional y las
mujeres. Desde hace tiempo se afirma que los discursos nacionales constituyen una práctica
reguladora ligada a los sistemas patriarcales para imponer una vigilancia sobre el cuerpo de
las mujeres. McClintock ( citada por Ruiz Martínez, 2001) sostiene que, desde sus inicios "el
nacionalismo se constituyó como un discurso con carácter de género y, por tanto,… no puede
entenderse sin una teoría sobre el poder y el género” (p. 56).
Ruiz Martínez (2001) al examinar los debates sobre la cuestión nacional y la mujer
durante la revolución mexicana, concluye que “cuando se examina el nacionalismo de los
años veinte desde la perspectiva de género, se observan más continuidades que rompimientos
en la forma en que la nación mexicana era imaginada” (p. 56).
Para Yuval-Davis (citada por Rayas, 2008), ningún discurso, y desde luego el de nación
no es una excepción, puede aislarse de las esferas determinadas por el género y la orientación
sexual, en especial cuando éstas se emplean continuamente para marcar y territorializar los
límites nacionales y/o comunitarios. Desde este punto de vista, cuando se representa a la
nación se suele traer al imaginario una estampa de mujer, esto es, se recurre a la metáfora de la
mujer como nación que tiene como contraparte la idea del Estado como un ente masculino. En
este sentido, la nación se refiere a la dimensión de la reproducción y continuidad –tareas de
mujeres- en los sentidos biológico, cultural y simbólico (Yuval Davis citada por Carmona,
2004).
Quizá como en ningún otro país del continente la experiencia vivida por las feministas
panameñas puede ser, en este sentido, emblemática. Un acontecimiento ocurrido a finales de
8. 8
la década del treinta, muy cerca al inicio de la segunda guerra mundial, permite ilustrar cómo
los comportamientos políticos que se alejan de la norma nacional-estatal establecida pueden
ser etiquetados como perniciosos y situados en el margen del colectivo humano.
En efecto, en 1938, diez años después del nacimiento de la CIM, y durante un período
crítico en el desarrollo de la militancia nacional por el derecho al sufragio, la abogada
feminista Clara González (2006), escribe una larga carta personal al ex presidente y
diplomático panameño, Dr. Ricardo J. Alfaro, en la que expone con detalles los pormenores de
un enfrentamiento sombreado por componentes ideológicos nacionalistas. Vale la pena citar
con largueza su contenido.
González (2006) da cuenta del apoyo que el público da al Partido Nacional
Feminista (PNF) que preside, señalando “el movimiento crecía. Se hablaba en parques
y corrillos del feminismo como cuestión de actualidad y los hombres, entre ellos
funcionarios públicos…, contribuían con dinero a la campaña reiniciada con tan buenos
auspicios” (p. 164).
Clara González (2006) reitera “las comunes conexiones [del PNF] con la
Comisión Interamericana de Mujeres de Washington, y de éstas con las organizaciones
femeninas de la Zona del Canal” (p. 164). Y es que las relaciones entre las
organizaciones de mujeres de Panamá y las estadounidenses localizadas en la Zona del
Canal tienen lugar en el marco institucional de la CIM, por tanto no eran privadas ni
secretas. Justamente, en la coyuntura de 1938 “de la manera más solidaria y fraternal,
se dispusieron a colaborar con nosotras tanto en la celebración del Congreso
proyectado, como en los demás puntos de nuestro programa feminista” (González,
2006: p.164).
9. 9
Justamente, durante una actividad realizada en el Palacio Municipal que, recuerda
Clara, “constituyó una verdadera manifestación de fuerza”, estuvieron “las
organizaciones de la Zona representadas por la señora Evelyn Moore y la señorita Ruth
Williams, quienes trajeron la voz del Club de Mujeres Universitarias, del Club de
Mujeres de Pedro Miguel y de la Liga Femenina” (González, 2006: p. 164)
Clara señala en su carta a Alfaro que “Ruth Williams tomó la palabra para
ratificarnos el apoyo que las organizaciones de la Zona prestaban al movimiento
nuestro, como una demostración de solidaridad que a través de la Comisión
Interamericana de Mujeres, venía cultivándose entre las mujeres del Continente” (p.
164). Una actividad, como señala Clara, sin “ninguna estridencia, todo legal, dentro de
los ideales que desde hace 16 años perseguimos como a usted le consta” (p. 164).
Este hecho provocó una desproporcionada reacción estatal. Siguiendo el
testimonio de Clara González (2006),
El mismo día lunes aparecieron en los periódicos las declaraciones
despampanantes del Excmo. Presidente de que vetaría la ley que concediera
el voto a la mujer para salvar así su “responsabilidad ante la historia”.
Enseguida siguieron las declaraciones del Secretario de Educación,
amenazando a las maestras que tomaran parte en actividades feministas…
Pero la cuestión no quedó únicamente a nivel del Poder Ejecutivo,
Los Concejales que en la sesión a que me he referido se habían deshecho en
elogios y en promesas de apoyo, al día siguiente, lunes, nos botaron a la calle
10. 10
sin ninguna excusa después que espontáneamente nos habían cedido el salón
del Consejo para nuestras reuniones ordinarias (González, 2006: p. 165)
En cuanto a la feminista norteamericana Ruth Williams, ésta fue acusada
personalmente por el presidente Juan D. Arosemena ante el Gobernador de la Zona del
Canal, “por haber asistido a la sesión y haber tomado la palabra, actitud que el gobierno
de Panamá consideraba como una intromisión de las mujeres de la Zona del Canal en la
política panameña prohibida por las leyes de esa misma jurisdicción” (González, 2006:
165),
….A Ruth la llamaron a la Jefatura del servicio de inteligencia y le dijeron
que por orden del Gobernador le informaban que si continuaba en
comunicación siquiera telefónica con alguna de nosotras tres [Elida de
Crespo, Otilia de Tejeira y Clara González. B.A] sería deportada
inmediatamente pues el gobierno en la forma que acabo de expresar, se había
quejado de su intervención en la política del país. No valieron protestas, y
adiós colaboración…. Un corresponsal del New York Times vino a
entrevistar a una de nosotras, pero nos negamos a dar ninguna información,
temerosas de… que el público sepa que en la Zona nos tienen fichadas, por
decirlo así, como personas non gratas. Miss Stevens conoce todo esto5… (pp.
164-167)
Como bien reconoció Clara González, esta coyuntura significó “un golpe mortal” al
PNF. Aunque el partido no cesó en su trabajo, “por efecto de las medidas represivas se ha
5
Hasta ahora, no tengo referencia sobre alguna reacción de la CIM, de su dirigencia o membresía, ante estos
serios acontecimientos ocurridos en Panamá, que afectaron a organizaciones que integraban tal organismo
multilateral.
11. 11
transformado en una organización semiilegal después de haber gozado de 16 años de libertad”
(p. 166).
Refiriéndose a Argentina, Nari (2004) plantea que “En la década de 1930 las mujeres se
movilizaron no sólo por sus derechos sino por la paz: la guerra civil española, la Segunda
Guerra Mundial” (p. 264). En realidad, fue un escenario frecuente en la mayor parte de los
países latinoamericanos, y Panamá no fue una excepción (González, 2006; Marco, 2007). En
consecuencia, la persecución a las feministas panameñas invocando el discurso nacionalista
no parece casual. Ocurría justamente en momentos en que, por una parte, tal como Boersner
(2004) documenta, “Estados Unidos realizaba las gestiones político-militares encaminadas a
tratar de crear un sistema de seguridad regional bajo su hegemonía y una comunidad
hemisférica dominada por el capital norteamericano” (pp. 172- 173). Refiriéndose a estos
años Pizzurno y Araúz (1996) mencionan una serie de acontecimientos que evidencian que el
proyecto estadounidense en las Américas contó con el apoyo activo de la diplomacia
panameña.
La CIM y la diplomacia multilateral
Para Borja (1998) el multilateralismo “se refiere a la negociación, trato contratación,
conversación, comercio u otra relación entre varios países considerados partes en el asunto de
que se trata. Las organizaciones mundiales, regionales y subregionales de Estados son
multilaterales. Ciertas entidades internacionales de crédito –el Banco Mundial, el Fondo
Monetario Internacional, el Banco Interamericano de Desarrollo, la Corporación Andina de
Fomento y varias otras- lo son también.” (p. 690), mientras que la diplomacia multilateral es
“la encargada de manejar las relaciones simultáneas entre varios Estados sobre asuntos
12. 12
específicos, las relaciones de un Estado con los organismos internacionales y la representación
de los Estados en los cada vez más frecuentes foros y conferencias internacionales” (p. 691).
La CIM emergió en la encrucijada de la primera posguerra, durante “la difícil transición
al siglo XX” (Sepúlveda, 1995), en tiempos que pergeñan una transformación radical de la
naturaleza y el papel del poder político interestatal ya fracturado por la presencia activa en la
arena internacional de Estados Unidos y la Unión Soviética. Fue un nacimiento marcado por
una coyuntura crítica tanto en el ámbito estatal interno como en el interestatal. Justamente, a
este complejo entramado debe la Comisión buena parte de sus luces y sus sombras.
En efecto, el sufragismo americano también combinó sus acciones en los dos ámbitos en
los que el Estado-nación despliega la fuerza de su poder disciplinario: por un lado, en el
espacio- tiempo nacional y, por otro, en el espacio-tiempo internacional. Aquí radica la
complejidad y riqueza de la praxis sufragista en las Américas, en los primeros años del siglo
XX.
Atendiendo a su larga tradición de transnacionalidad pudo ser más razonable para las
mujeres que ya ostentaban la condición de ciudadanas –hasta ese momento, las
estadounidenses-, que, después de la larga marcha que significó la apertura y expansión del
sistema político de su sociedad nacional, intentaran ejercitar los recién adquiridos derechos
políticos justamente en las institucionalidades políticas internacionales existentes, espacios
duros del poder masculino pero que no eran del todo ajenas al nuevo espíritu igualitario de los
tiempos (Sepúlveda, 1995). Tales organizaciones intergubernamentales se convierten,
entonces, en el nuevo objeto del deseo feminista, por lo que aprovechan las fisuras que el
propio sistema interestatal les ofrece. Y por ahí se insertan a partir de 1928, con el nacimiento
de la Comisión Interamericana de Mujeres.
13. 13
Como señala Durán y Lalaguna (2007), si bien “el continente americano tiene una larga
historia de tradición multilateral”, todo lo referido a la igualdad de género “no fue una
cuestión fácil de integrar en la agenda” (p. 131). Quizá estas dificultades tengan relación con
lo que en el fondo apunta Camargo (2000) acerca de las miradas masculinas y femeninas en la
construcción de los problemas sociales y políticos.
El hecho de que fenómenos como el de la exclusión y marginación social, por ser
percibidos subjetivamente, de forma creciente, en términos de identidades –sea
de género, religión etnia u otras- plantean un problema particular para el
multilateralismo, justamente porque éste depende de la capacidad de transformar
la concepción exclusivista de identidad en el reconocimiento de la diferencia…
(p. 71)
El papel de la CIM en el multilateralismo americano
Corrían los años iniciales del multilateralismo, aquel modelo de gobernanza global que
se desarrolló después de la primera guerra mundial cuando la creación de la Sociedad de
Naciones (1919-1946), tradujo la esperanza de que una diplomacia pública y colectiva lograría
la paz definitiva.
Aunque la Sociedad de Naciones tuvo una vida efímera (1919-1946), el debate
multilateral inaugurado por este organismo abrió el sistema internacional por vez primera al
intercambio de ideas, de informaciones y propuestas, al tiempo que permitió apreciar la
convergencia y/o la divergencia en torno de un conjunto de tópicos nacionales. Un empeño
que durante el tiempo que duró se debatió en medio de profundas tensiones y contradicciones,
y las que al final provocaron su posterior colapso.
El debate multilateral, esto es, “la capacidad para crear un espacio de debate y
construcción de consensos” (Rojas, 2000: 29), constituye un intercambio de ideas, de
14. 14
informaciones y propuestas, y, al mismo tiempo, la ocasión de apreciar la convergencia o la
divergencia en torno a un conjunto de actividades de diversa índole. No consiste simplemente
en tratar los problemas, sino de influir sobre la solución, llevando a cabo acuerdos con un
carácter lo más amplio posible, que concilien los planteamientos de los Estados.
No obstante que el principio westfaliano de soberanía absoluta de los estados se
mantuvo intacto junto con la jerarquización del orden internacional, el nacimiento de la CIM,
en 1928, estuvo precedido por una intensa movilización de las mujeres a nivel mundial, en el
afán de transformar las estructuras de dominio político que las desconocían como sujetos.
El organismo experimentó diversos clivajes que marcaron su acción e incidencia en la
política internacional regional y mundial. Desde esta perspectiva, la fase sufragista de la CIM
comprende, a mi juicio, el período que va de 1928 a 1946, esto es, desde la creación del
organismo en el seno de la Unión Panamericana, hasta el inicio de la guerra fría6.
Dentro de este marco de acción, el movimiento sufragista en las Américas siempre
estuvo tensionado y sujeto a desarrollos contradictorios que enfrentaron principios reguladores
y emancipatorios, en un escenario en el que, además, Estados Unidos jugó un papel de
primordial importancia.
6
Los cambios y adecuaciones que el organismo regional experimentó durante las décadas posteriores a la creación de la CIM,
especialmente a partir de 1948 con el inicio de la Guerra Fría, marcaron diferencias sustantivas en la incorporación de las
mujeres en ese espacio multilateral y en la relación entre las mujeres y sus movimientos en cada país de la región. De 1953-
1975: se trata de un momento transicional en el que, por una parte, la política internacional está signada por la dureza del
conflicto Este-Oeste, al tiempo que las sociedades nacionales expresan un gran dinamismo y movilización política. De 1975 a
1991: Durante el Decenio de las Naciones Unidas para la Mujer: Igualdad, Desarrollo y Paz, tuvieron lugar procesos de
reflexividad cada vez más sistemáticos en torno a la situación y condición de las mujeres en las sociedades actuales. En las
Américas estos procesos cristalizaron en numerosos proyectos, reuniones y seminarios, apoyo a la creación de oficinas
nacionales, avances en la acción de los gobiernos, surgimiento de numerosas organizaciones no gubernamentales volcadas a
mejorar la condición de las mujeres, creación de nuevas corrientes de opinión pública y publicaciones, actividades en gran
medida centradas en la llamada perspectiva de género, así como importantes cambios legislativos, entre los cuales destaca la
entrada en vigencia de la Convención sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación contra la Mujer, apoyada
y ratificada por la mayoría de los países de la región. En poco menos de dos décadas culmina esta etapa con la súbita
desaparición de la Unión Soviética y, con ello, el fin de la guerra fría. De 1992 a nuestros días. Es una fase marcada por la
crisis de la OEA como organismo multilateral, en medio de significativos avances de las institucionalidades gubernamentales
y no gubernamentales de género en el contexto regional. En esta fase, ha habido un aumento significativo de los mandatos
encomendados a la CIM por las Cumbres de las Américas y la Asamblea General de la OEA.
15. 15
Dado su carácter transnacional, el proyecto político sufragista trascendió el marco
exclusivo del Estado-nación al tiempo que disputó territorios e instituciones nacionales. Pero
no sólo esto. Como la mayor parte de los movimientos sufragistas de la época, el americano
defendió una indiscutible visión cosmopolita de la idea democrática que impulsó.
Como se puede apreciar, es una historia en gran medida desconocida así como un relato
complejo si tenemos en cuenta que el marco discursivo e institucional que originalmente
cobija a la CIM fue el panamericanismo, aquel viejo concepto aglutinador de todos los
Estados del continente americano que enmascaraba los afanes hegemónicos de dominación
política y económica de los Estados Unidos de América sobre los países del Sur del Río
Grande. En otras palabras, el panamericanismo7 como praxis del destino manifiesto.
El surgimiento de la CIM constituye un episodio fundamental de la historia de la
relación de los sistemas políticos del Continente y los movimientos sociales convertidos desde
finales del siglo XIX y comienzos del XX, en nuevos actores políticos internacionales.
Visto desde la CIM, el sistema interamericano de inicios del siglo XX, produjo una
notable transformación del espacio público internacional regional y paulatinamente tomó
forma un nuevo paradigma sobre el papel del Estado en la regulación de aspectos
concernientes a la vida privada y a los nuevos roles familiares. Todo ello centrado en la
tematización de los derechos de ciudadanía para las mujeres en el marco de una politización
creciente de la maternidad (Nari, 2004).
7
Desde 1890 hasta 1948, el sistema interamericano sufrió mutaciones institucionales significativas que dependieron en gran
medida de los cambios a nivel macro del sistema internacional, así como, específicamente, de la política exterior de Estados
Unidos y su papel en la región. En 1890, la Primera Conferencia Internacional Americana, efectuada en la ciudad de
Washington, estableció la Unión Internacional de las Repúblicas Americanas (y su Secretaría Permanente, la Oficina
Comercial de las Repúblicas Americanas). A partir de 1910, la Unión de las Repúblicas Americanas se denominó Unión
Panamericana, y desde 1948 a nuestros días, Organización de los Estados Americanos, OEA.
16. 16
En la VII Conferencia de Montevideo (1933) fue adoptada la Convención sobre la
Nacionalidad de la Mujer que permitía a las mujeres mantener su propia nacionalidad en caso
de matrimonio con un hombre de nacionalidad distinta. Este fue el primer instrumento
internacional adoptado en el mundo relativo a los derechos de la mujer. La convención fue
decisiva para que la Liga de las Naciones reconociera la existencia y validez de los
movimientos sobre derechos de la mujer en la región.
De esta manera los movimientos de mujeres de las Américas se convirtieron en actores
no estatales que jugaron un papel novedoso en la arena internacional, haciendo público sus
problemas específicos y contribuyendo activamente a convertirlos en reglamentaciones y
convenciones vinculantes para los Estados de la región.
Por otro lado, el nuevo espacio conquistado también implicó profundas disputas y
divisiones entre los movimientos de mujeres sobre las visiones y concepciones ideológico-
políticas imperantes en la época sobre el papel de la mujer y su relación con el Estado y las
organizaciones internacionales.
Conclusión
En un contexto internacional ambiguo, pletórico de transformaciones y nuevos riesgos,
el surgimiento de la CIM coronó el largo quehacer de los movimientos sufragistas en
Occidente, los que en diversas partes del mundo durante unos ochenta años8, confrontaron a
través de una variopinta práctica política, los diseños hegemónicos relativos a contextos
sociopolíticos, culturales y sexuales en medio de los cuales se desarrollaban.
8
La Convención de Seneca Falls tuvo lugar en 1848.
17. 17
No dudo que estas notas dejan más preguntas y cuestionamientos que respuestas y argumentos
precisos. Queda mucho por trabajo por hacer en el análisis de las relaciones internacionales
con enfoque de género.
C
De: Bri (brirosa14551@gmail.com)
Enviado: viernes, 18 de diciembre de 2009 02:30:31 a.m.
Para: Ura (uungo@hotmail.com)
Querida Ura, please corrígeme el último párrafo de la Conclusión. Debe decir:
Queda mucho trabajo por hacer en el análisis de las relaciones internacionales con
enfoque de género.
br
--
BRISEIDA ALLARD O.
Depto. Relaciones Internacionales
Universidad de Panamá
briseallard@yahoo.com.mx
briseallard@cableonda.net
REFERENCIAS
Allard, Briseida (1998). Género y Relaciones Internacionales Contemporáneas. Revista Lotería 417,
97-105.
Bedregal, Ximena (2006). Virginia Woolf: "Tres Guineas". La Jornada, 20 de diciembre 2006.
Extraído el 15 diciembre 2009, desde http://www.nodo50.org/tortuga/Virginia-Woolf-Tres-
Guineas
Boersner, Demetrio (2004). Relaciones Internacionales de América Latina. Breve historia. Caracas:
Editorial Nueva Sociedad.
18. 18
Durán y Lalaguna, Paloma (2007). Sobre el género y su tratamiento en las Organizaciones
Internacionales. Madrid: Ediciones Internacionales Universitarias.
Evans, Richard J. (1980). Las feministas. Los movimientos de emancipación de la mujer en Europa,
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