1. Érase Rubén, que había nacido en el lado abundante del mundo. Un lugar en el que la
comida sobra, un lugar donde el dinero se cuenta con muchas cifras, un lugar en el que son
frecuentes las preguntas referidas a la ropa, la música o el cuidado del cuerpo.
Rubén había sido afortunado. Le había correspondido nacer en el lado opulento y amable de
la Tierra pero, lo que Rubén no sabía era que su caja de la vida encerraba un secreto: era la caja
del quot;si yo fuese túquot;. Aquí acabaron las comodidades y el confort. Ahora a Rubén le correspondía
cambiarse al lado donde cada bocado es
una conquista, donde el agua potable
mana a varios kilómetros y
donde vivir es una lucha diaria contra la
desesperanza.
Al instante, y sin saber cómo, Rubén
apareció en un lugar muy diferente al
suyo. Se miró a sí mismo y se vio sucio y
muy delgado. Su madre yacía sobre un
camastro aquejada de una grave dolencia
sin que nadie la atendiera, y su padre
hacía ya tres meses que había
sido asesinado por miembros de un clan.
Los ayes de su madre le empujaron a
salir de la choza en busca de ayuda, pero
allí no había urgencias ni medicinas, tan
sólo algo de un brebaje adormilante
preparado por el hechicero del poblado.
El brebaje calmó el dolor y sirvió para
que su mamá pasase con menos
sufrimiento los últimos días de su vida.
Tras sequías, hambrunas, epidemias
y conflictos por las únicas fuentes de agua potable del entorno, apenas quedaba vida en el
poblado. Rubén lloraba con la impotencia de quien lo tenía todo perdido; sentía en sus entrañas
lo que es la sed, el hambre, la soledad, la injusticia, el dolor,... Le gustaba acurrucarse, cerrar
los ojos y evadirse recordando que él vivió en un lugar en el que la
comida sobraba; un lugar en el que sus únicas preocupaciones aparentes eran la ropa o las
diversiones. La boca seca y los retortijones del hambre le hacían abrir de nuevo los ojos y
preguntarse: ¿cómo sobrevivir? ¡Cuánto cambia la vida según en el
lado del mundo en el que te haya tocado vivir!
A la mañana siguiente, Rubén tomó la decisión de salir de allí.
Sin darse cuenta fue llenando su maltrecha caja de la vida de ilusión, de esperanza y de sueños
en un mañana mejor. Y, con las pocas fuerzas que aún le quedaban emprendió su carrera hacia
el mar.
Cuatro días con sus cuatro noches duró su ilusión. Nadie volvió a ver a Rubén en el lado
mísero. Cuando preguntas por él, unos pocos dicen que Rubén quedó tendido entre los
cañaverales de la playa; otros, los más, creen que pudo embarcar en el último cayuco que partió
del Puerto de quot;Si Yo Fuese Túquot;.
(Julia González Blanco en Aldabarán nº 10)