2. Igual parece a los eternos Dioses
quien logra verse frente a ti sentado.
¡Feliz si goza tu palabra suave,
Suave tu risa!
A mí en el pecho el corazón se oprime
Sólo en mirarte; ni la voz acierta
De mi garganta a prorrumpir, y rota
Calla la lengua.
Fuego sutil dentro de mi cuerpo todo
Presto discurre; los inciertos ojos
Vagan sin rumbo; los oídos hacen
Ronco zumbido.
Cúbrame toda de sudor helado;
Pálida quedo cual marchita yerba;
3. Y ya sin fuerzas, sin aliento, inerte,
Muerta parezco.
¿A un día de verano compararte?...
¿A un día de verano compararte?
Más hermosura y suavidad posees.
Tiembla el brote de mayo bajo el viento
y el estilo no dura casi nada.
A veces demasiado brilla el ojo
solar y otras su tez de oro se apaga;
toda belleza alguna vez declina,
ajada por la suerte o por el tiempo.
Pero eterno será el verano tuyo.
No perderás la gracia, ni la Muerte
4. se jactará de ensombrecer tus pasos
cuando crezcas en versos inmortales.
Vivirás mientras alguien vea y sienta
y esto pueda vivir y te dé vida.
DEFINIENDO EL AMOR
Es hielo abrasador, es fuego helado,
es herida, que duele y no se siente,
es un soñado bien, un mal presente,
es un breve descanso muy cansado.
5. Es un descuido, que nos da cuidado,
un cobarde, con nombre de valiente,
un andar solitario entre la gente,
un amar solamente ser amado.
Es una libertad encarcelada,
que dura hasta el postrero paroxismo,
enfermedad que crece si es curada.
Éste es el niño Amor, éste es tu abismo:
mirad cuál amistad tendrá con nada,
el que en todo es contrario de sí mismo
EDGAR ALAN POE
BALADA NUPCIAL
6. En mi dedo el anillo,
la guirnalda nupcial mi sien decora;
de sedas y diamantes busco el brillo,
y soy feliz ahora.
Y mi señor me brinda amor seguro;
pero al decirme ayer cuánto me adora,
tembló mi corazón, como al conjuro,
de "quien cayó en la guerra", al pie del muro,
y que es feliz ahora.
Pero él tranquilízame, y en mi frente
besó la palidez que le enamora.
Y he aquí que en un ensueño, vi presente,
al muerto D'Elormy: -suyo, en mi frente,
fue el beso; y suspiré ( ¡cuán dulcemente! ):
"-¡Ah, soy feliz ahora!"
Y si pude otorgar palabra nueva,
así el voto juré, y aunque traidora,
y aunque un luto de amor el alma lleva,
ved brillar ese anillo que "me prueba"
que soy feliz ahora.
¡Ah! ilumíneme Dios aquel pasado,
pues si sueña o no sueña el alma ignora,
y el corazón se oprime, y conturbado
preguntase, oh Señor, si el "Olvidado"
será feliz ahora
7. No las francesas armas odiosas,
en contra puestas del airado pecho,
ni en los guardados muros con pertrecho
los tiros y saetas ponzoñosas;
no las escaramuzas peligrosas,
ni aquel fiero ruido contrahecho
de aquel que para Júpiter fue hecho,
por manos de Vulcano artificiosas,
pudieron, aunque más yo me ofrecía
a los peligros de la dura guerra,
8. quitar una hora sola de mi hado.
Más infusión del aire en sólo un día
me quitó el mundo, y me hay en ti sepultado,
Partenopeo, tan lejos de mi tierra.
9. FEDERICO GARCIA
LORCA
Adam
Árbol de Sangre riega la mañana
por donde gime la recién parida.
Su voz deja cristales en la herida
y un gráfico de hueso en la ventana.
Mientras la luz que viene fija y gana
blancas metas de fábula que olvida
el tumulto de venas en la huida
hacia el turbio frescor de la manzana,
10. Adam sueña en la fiebre de la arcilla
un niño que se acerca galopando
por el doble latir de su mejilla.
Pero otro Adán oscuro está soñando
neutra luna de piedra sin semilla
donde el niño de luz se irá quemando.
11. CHARLES
BAUDELAIRE
5. La voz
Se encontraba mi cuna junto a la biblioteca,
Babel sombría, donde novela, ciencia, fábula,
Todo, ya polvo griego, ya ceniza latina
Se confundía. Yo era alto como un infolio.
Y dos voces me hablaban. Una, insidiosa y
firme:
«La Tierra es un pastel colmado de dulzura;
Yo puedo (¡y tu placer jamás tendrá ya
término!)
Forjarte un apetito de una grandeza igual.»
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12. Y la otra: «¡Ven! ¡Oh ven! a viajar por los
sueños,
lejos de lo posible y de lo conocido.»
Y ésta cantaba como el viento en las arenas,
Fantasma no se sabe de qué parte surgido
Que acaricia el oído a la vez que lo espanta.
Yo te respondí: «¡Sí! ¡Dulce voz!» Desde entonces
Data lo que se puede denominar mi llaga
Y mi fatalidad. Detrás de los paneles
De la existencia inmensa, en el más negro
abismo,
Veo, distintamente, los más extraños mundos
Y, víctima extasiada de mi clarividencia,
Arrastro en pos serpientes que mis talones
muerden.
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13. JHON MILTON
.EL PARAÍSO PERDIDO (FRAGMENTO)
Canta celeste Musa la primera desobediencia
del hombre.
Y el fruto de aquel árbol prohibido cuyo
funesto manjar
Trajo la muerte al mundo y todos nuestros
males
Con la pérdida del Edén, hasta que un Hombre,
más grande,
Reconquistó para nosotros la mansión
bienaventurada.
En la secreta cima del Horeb o del Sinaí tú
inspiraste
A aquel pastor que fue el primero en enseñar
a la escogida grey
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14. Cómo en su principio salieron del caos los
cielos y la tierra;
Y si te place más la colina de Sión o el arroyo
de Si loé
Que se deslizaba rápido junto al oráculo de
Dios,
Allí invocaré tu auxilio en favor de mi osado
canto;
Que no con débil vuelo pretendo remontarme
Sobre el monte Aonio al empeñarme en un
asunto
Que ni en prosa ni en verso nadie intentó
jamás.
Y tú singularmente ¡Oh Espíritu! que prefieres
A todos los templos un corazón recto y puro,
Inspírame tu sabiduría. Tú estabas presente
desde el principio
Y desplegando como una paloma tus
poderosas alas
Cubriste el vasto abismo haciéndolo fecundo,
Ilumina mi oscuridad; realza y alienta mi
bajeza
Para que desde la altura de este gran
propósito
Pueda glorificar a la Providencia eterna
15. Justificando las miras de Dios para con los
hombres.
Di ante todo, ya que ni la celestial esfera
Ni la profunda extensión del infierno ocultan
nada a tu vista,
Di qué causa movió a nuestros primeros
padres,
Tan favorecidos del cielo en su feliz estado,
A separarse de su Creador e incurrir en la
única prohibición
Que les impuso siendo señores del mundo todo.
¿Quién fue el primero que los incitó a su
infame rebelión?
La infernal Serpiente. Ella con su malicia
animada
Por la envidia y el deseo de venganza
Engañó a la Madre del género humano.
Por su orgullo había sido arrojada del cielo
Con toda su hueste de ángeles rebeldes
Y con el auxilio de éstos, no bastándole
eclipsar
La gloria de sus próceres, confiaba en
igualarse
Al Altísimo si el Altísimo se le oponía.
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16. ARTHURT RIMBAUD
EL ÁNGEL Y EL NIÑO
El nuevo año ha consumido ya la luz del
primer día;
luz tan agradable para los niños, tanto
tiempo esperada y tan pronto olvidada,
y, envuelto en sueño y risa, el niño adormecido
se ha callado...
Está acostado en su cuna de plumas; y el
sonajero ruidoso calla, junto a él, en el
suelo.
Lo recuerda y tiene un sueño feliz:
tras los regalos de su madre, recibe los de
los habitantes del cielo.
Su boca se entreabre, sonriente, y parece que
17. sus labios entornados invocan a Dios.
Junto a su cabeza, un ángel aparece
inclinado:
espía los susurros de un corazón inocente y,
como colgado de su propia imagen,
contempla esta cara celestial: admira sus
mejillas, su frente serena, los gozos de su
alma,
esta flor que no ha tocado el Mediodía:
«¡Niño que a mí te pareces, vente al cielo
conmigo! Entra en la morada divina;
habita el palacio que has visto en tu sueño;
¡eres digno! ¡Que la tierra no se quede ya con
un hijo del cielo!
Aquí abajo, no podemos fiamos de nadie; los
mortales no acarician nunca con dicha
sincera;
incluso del olor de la flor brota un algo
amargo;
y los corazones agitados sólo gozan de
alegrías tristes;
nunca la alegría reconforta sin nubes y una
lágrima luce en la risa que duda.
¿Acaso tu frente pura tiene que ajarse en
esta vida amarga, las preocupaciones
turbar
los llantos de tus ojos color cielo y la
18. sombra del ciprés dispersar las rosas de tu
cara?
¡No ocurrirá! te llevaré conmigo a las
tierras celestes,
para que unas tu voz al concierto de los
habitantes del cielo.
Velarás por los hombres que se han quedado
aquí abajo.
¡Vamos! Una Divinidad rompe los lazos que te
atan a la vida.
¡Y que tu madre no se vele con lúgubre luto;
que no mire tu féretro con ojos diferentes de
los que miraban tu cuna;
que abandone el entrecejo triste y que tus
funerales no entristezcan su cara,
sino que lance azucenas a brazadas,
pues para un ser puro su último día es el más
bello!»
De pronto acerca, leve, su ala a la boca
rosada...
y lo siega, sin que se entere, acogiendo en sus
alas azul cielo el alma del niño,
llevándolo a las altas regiones, con un
blando aleteo.
Ahora, el lecho guarda sólo unos miembros
19. empalidecidos, en los que aún hay belleza,
pero ya no hay un hálito que los alimente y
les dé vida.
Murió... Mas en sus labios, que los besos
perfuman aún, se muere la risa,
y ronda el nombre de su madre;
y según se muere, se acuerda de los regalos
del año que nace.
Se diría que sus ojos se cierran, pesados, con
un sueño tranquilo.
Pero este sueño, más que nuevo honor de un
mortal,
rodea su frente de una luz celeste
desconocida,
atestiguando que ya no es hijo de la tierra,
sino criatura del Cielo.
¡Oh! con qué lágrimas la madre llora a su
muerto
¡cómo inunda el querido sepulcro con el
llanto que mana!
Mas, cada vez que cierra los ojos para un
dulce sueño,
le aparece, en el umbral rosa del cielo, un
ángel pequeñito que disfruta
llamando a la dulce madre que sonríe al que
sonríe.
De pronto, resbalando en el aire, en tomo a
20. la madre extrañada,
revolotea con sus alas de nieve
y a sus labios delicados une sus labios divinos
PAUL VERNAIDEL
SERENATA
Como la voz de un muerto que cantara
desde el fondo de su fosa,
amante, escucha subir hasta tu retiro
mi voz agria y falsa.
Abre tú alma y tú oído al son
de mi mandolina:
para ti he hecho, para ti, esta canción
cruel y zalamera.
21. Cantaré tus ojos de oro y de ónix
puros de toda sombra,
cantaré el Leteo de tu seno, luego el
de tus cabellos oscuros.
Como la voz de un muerto que cantara
desde el fondo de su fosa,
amante, escucha subir hasta tu retiro
mi voz agria y falsa.
Después loare mucho, como conviene,
A esta carne bendita
Cuyo perfume opulento evoco
Las noches de insomnio.
Y para acabar cantaré el beso
de tu labio rojo
y tú dulzura al martirizarme,
¡Mi ángel, mi gubia!
Abre tú alma y tú oído al son
de mi mandolina:
para ti he hecho, para ti, esta canción
cruel y zalamera.
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22. WILLIAM BLCK
CANTO PARA ACUÑAR
Dulces sueños, formad una pantalla
Sobre la linda cabeza de mi niño;
dulces sueños de agradables corrientes
bajo rayos de luna felices y silenciosos.
Dulce sueño, que tus cejas tejan
con suave felpa una corona infantil;
dulce sueño, Ángel terso,
fluctúa sobre mi niño dichoso.
Dulces sonrisas, durante la noche
meceos sobre mi encanto;
23. dulces sonrisas, sonrisas de Madre,
cautivad la noche interminable.
Dulces lamentos, suspiros de paloma,
no alejéis el letargo de tus ojos,
dulces lamentos, sonrisas aún más dulces,
cautivad todos los lamentos de paloma.
Duerme, duerme, niño afortunado,
que toda la creación duerme y sonríe;
duerme, duerme felices sueños,
mientras tu madre llora sobre ti.
Dulce bebé, en tu rostro
puedo discernir la santa imagen;
dulce bebé, otrora como tú
yacía tu hacedor y lloraba por mí.
Lloró por mí, por ti, por todos
cuando era apenas un pequeñito.
Su imagen siempre verás,
rostro celestial que sobre ti sonríe,
A ti, a mí, a todos les sonríe;
quien se volvió un pequeñito.
Las sonrisas infantiles son sus mismas
sonrisas;
y cautivan con paz el cielo y la tierra
24. CONSTANTINO
CAVAFYS
Una comparsa invisible
con músicas maravillosas, con vocerío -
tu suerte que ya declina, tus obras
que fracasaron, los planes de tu vida
que resultaron todos ilusiones, no llores
inútilmente.
Como preparado QUE EL DIOS ABANDONABA A
ANTONIO
Cuando de repente, a medianoche, se escuche
pasar desde tiempo atrás, como valiente,
di adiós a Alejandría que se aleja.
Sobre todo no te engañes, no digas que fue un
25. sueño, que se engañó tu oído:
aceptes tales vanas esperanzas.
Como preparado desde tiempo atrás, como
valiente,
como te corresponde a ti que de tal ciudad
fuiste digno,
acércate resueltamente a la ventana,
y escucha con emoción, mas no
con los ruegos y lamentos de los cobardes,
como último placer los sones,
los maravillosos instrumentos del cortejo
misterioso,
y dile adiós, a la Alejandría que pierdes
26. DE "CANTO A MÍ MISMO":
1. Me celebro y me canto a mí mismo.
Y lo que yo diga ahora de mí, lo digo de ti,
porque lo que yo tengo lo tienes tú
y cada átomo de mi cuerpo es tuyo también.
Vago... e invito a vagar a mi alma.
Vago y me tumbo a mi antojo sobre la tierra
para ver cómo crece la hierba del estío.
Mi lengua y cada molécula de mi sangre
nacieron aquí,
de esta tierra y de estos vientos.
Me engendraron padres que nacieron aquí,
de padres que engendraron otros padres que
nacieron aquí,
27. de padres hijos de esta tierra y de estos
vientos también.
Tengo treinta y siete años. Mi salud es
perfecta.
Y con mi aliento puro
comienzo a cantar hoy
y no terminaré mi canto hasta que muera.
Que se callen ahora las escuelas y los
credos.
Atrás. A su sitio.
Sé cuál es su misión y no la olvidaré;
que nadie la olvide.
Pero ahora yo ofrezco mi pecho lo mismo al
bien que al mal,
dejo hablar a todos sin restricción,
y abro de par en par las puertas a la
energía original de la naturaleza
desenfrenada
28. FERNANDO PESOA
EL GUARDADOR DE REBAÑOS
Desde la ventana más alta de mi casa,
con un pañuelo blanco digo adiós
a mis versos, que viajan hacia la humanidad.
Y no estoy alegre ni triste.
Ése es el destino de los versos.
Los escribí y debo enseñárselos a todos
porque no puedo hacer lo contrario,
como la flor no puede esconder el color,
ni el río ocultar que corre,
ni el árbol ocultar que da frutos.
He aquí que ya van lejos, como si fuesen en la
diligencia,
29. y yo siento pena sin querer,
igual que un dolor en el cuerpo.
¿Quién sabe quién los leerá?
¿Quién sabe a qué manos irán?
Flor, me cogió el destino para los ojos.
Árbol, me arrancaron los frutos para las
bocas.
Río, el destino de mi agua era no quedarse en
mí.
Me resigno y me siento casi alegre,
casi tan alegre como quien se cansa de estar
triste.
¡Idos, idos de mí!
Pasa el árbol y se queda disperso por la
Naturaleza.
Se marchita la flor y su polvo dura siempre.
Corre el río y entra en el mar y su agua es
siempre la
que fue suya
30. ELIZABETH BARRET
BROWNING
CATALINA A CAMONES
No entrarás por esta puerta
que contemplo sin cesar.
¡Adiós! Se va la esperanza,
viene la muerte, no tú.
Ven, amor mío,
ven a cerrar
estos ojos que llamaste
los de más dulce mirar.
Cuando oía tu canción
en antiguas primaveras,
olvidando otros elogios
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31. sólo escuchaba los tuyos,
y repetía
el corazón:
Benditos sean mis ojos
si le parecen tan dulces.
Todo cambia y esta tarde
baña un sol frío la puerta.
¿Susurrarías ahora
igual que antes: Te amo mucho...
cuando la muerte
nubla triunfal
los ojos que ayer llamaste
los de más dulce mirar?
Si estuvieras a mi lado
junto a la cama en que muero,
aunque antaño desdeñaste
su hermosura, sé que ahora
los llamarías
siendo veraz,
por el amor que hay en ellos,
los de más dulce mirar.
Y si entonces los mirases
y ellos te viesen a ti,
todo su brillo perdido
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32. olvería a tener.
Por el amor
y de verdad
fueran belleza radiante
los de más dulce mirar.
Pero, ay, que sólo me ves
con ojos de enamorado
como una leve sonrisa
soñando tras abanicos;
así repites
sin saber más
en tus serenos ensueños:
los de más dulce mirar.
Mientras el alma se sale
de mi cuerpo lento y pálido,
siempre ansioso por oír
estas palabras de amor,
¡oh, mi poeta,
ven a mí ya!
Tardío amor, ven, son tuyos
los de más dulce mirar.
Poeta mío, profeta,
al alabar su dulzura,
¿es que no viste que está
33. apagándose su luz?
¿Es que no viste
que ya jamás
devolvería la tumba
los de más dulce mirar?
Silencio. Sólo se escucha
el surtidor en el patio,
cae el agua sobre el mármol
como cae el corazón
desde el suspiro
hasta la muerte,
muerte que anuncia su triunfo
sobre los ojos más dulces.
¿Vendrás? Me siento muy sola,
todo es amargo a mi lado,
y tu voz, amado mío,
no me despierta los párpados.
Ha muerto amor,
llorad, llorad,
junto al ciprés si es que fuisteis
los de más dulce mirar.
Sonaba el ángelus, cerca
de aquel convento paseábamos
y los coros atraían
34. los ángeles al coloquio.
Veía el cielo
el alma audaz.
Sonreíste. ¿Es eso impuro,
los de más dulce mirar?
Al pasar en tu caballo
y ver tras la celosía
de aquel palacio otro rostro
que no es el rostro de siempre,
¿en un murmullo
repetirás:
Desde aquí me contemplasteis,
los de más dulce mirar?
Cuando las damas en torno
de tu guitarra te digan:
Canta, poeta, los versos
de la dama que murió,
¿entre las lágrimas,
no fingirás
entonando la canción
de la del dulce mirar?
¡Oh, melodiosas palabras
muchas veces repetidas!
Entre todas tus canciones
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35. la mejor ésta será,
la escucha el alma
una vez más
entre el ruido de este mundo...
Los de más dulce mirar.
El clérigo va a rezar,
el coro está de rodillas,
otras músicas solemnes
el alma pronto oirá.
¡Oh, miserere,
oh, ten piedad!
Ya no será Catalina
la de más dulce mirar.
Guarda esta cinta que es mía
(me la quité del cabello),
y cuando llores sobre ella
no te sentirás tan solo,
pues desde el cielo
yo sin cesar
en ti posaré estos ojos,
los de más dulce mirar.
Pero ahora, cuando aún
estoy aquí, brillan más;
tú, amor mío, echa en olvido
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36. todo lo que es mi pasado:
estas palabras
dedicarás
a otra más bella que yo:
la de más dulce mirar.
Pero, ¿qué hacéis, ojos míos?
Sois desleales si el llanto
dejáis caer por el bien
de su esperanza y su vida.
Sería indigno
para el mortal
que un llanto ruin enturbiara
los de más dulce mirar.
Velaré por su futuro,
bendeciré su esplendor;
quiero que cante a otros ojos
de mirar mucho más dulce.
Que los proteja
su ángel guardián,
y que sean para él
los de más dulce mirar.
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37. RAINEL MARIA
RILKER
DER PANTHER
Su mirada se ha cansado de tanto observar
esos barrotes ante sí, en desfile incesante,
que nada más podría entrar ya en ella.
Le parece que sólo hay miles de barrotes
y que detrás de ellos ningún mundo existe.
Mientras avanza dibujando una y otra vez
con sus pisadas círculos estrechos,
el movimiento de sus patas hábiles y suaves
va mostrando una rotunda danza,
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38. en torno a un centro en el que sigue alerta
una imponente voluntad.
Sólo a veces, permite en silencio, la
apertura
de los cortinajes que ocultaban sus pupilas;
y cruza una imagen hacia adentro,
se desliza a través de los tensos músculos
cae en su corazón, se desvanece y muere.
GUSTAVO ADOLFO
BACQUER
RIMA IX
Besa el aura que gime blandamente
las leves ondas que jugando riza;
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39. el sol besa a la nube en occidente
y de púrpura y oro la matiza;
la llama en derredor del tronco ardiente
por besar a otra llama se desliza;
y hasta el sauce, inclinándose a su peso,
al río que le besa, vuelve un beso
RUBEN DARIO
Mía
Mía: así te llamas.
¿Qué más harmonía?
Mía: luz del día;
mía: rosas, llamas.
¡Qué aroma derramas
en el alma mía
si sé que me amas!
¡Oh Mía! ¡Oh Mía!
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40. Tu sexo fundiste
con mi sexo fuerte,
fundiendo dos bronces.
Yo triste, tú triste...
¿No has de ser entonces
mía hasta la muerte?
PABLO NERUDA
ODA A CESAR VALLEJO
A la piedra en tu rostro,
Vallejo,
a las arrugas
de las áridas sierras
yo recuerdo en mi canto,
tu frente
41. gigantesca
sobre tu cuerpo frágil,
el crepúsculo negro
en tus ojos
recién desencerrados,
días aquéllos,
bruscos,
desiguales,
cada hora tenía
ácidos diferentes
o ternuras
remotas,
las llaves
de la vida
temblaban
en la luz polvorienta
de la calle,
tú volvías
de un viaje
lento, bajo la tierra,
y en la altura
de las cicatrizadas cordilleras
yo golpeaba la puertas,
que se abrieran
los muros,
que se desenrollaran
los caminos,
42. recién llegado de Valparaíso
me embarcaba en Marsella,
la tierra
se cortaba
como un limón fragante
en frescos hemisferios amarillos,
te quedabas
tú
allí, sujeto
a nada,
con tu vida
y tu muerte,
con tu arena
cayendo,
midiéndote
y vaciándote,
en el aire,
en el humo,
en las callejas rotas
del invierno.
Era en París, vivías
en los descalabrados
hoteles de los pobres.
España
se desangraba.
Acudíamos.
43. Y luego
te quedaste
otra vez en el humo
y así cuando
ya no fuiste, de pronto,
no fue la tierra
de las cicatrices,
no fue
la piedra andina
la que tuvo tus huesos,
sino el humo,
la escarcha
de París en invierno.
Dos veces desterrado,
hermano mío,
de la tierra y el aire,
de la vida y la muerte,
desterrado
del Perú, de tus ríos,
ausente
de tu arcilla.
No me faltaste en vida,
sino en muerte.
Te busco
gota a gota,
polvo a polvo,
44. en tu tierra,
amarillo
es tu rostro,
escarpado
es tu rostro,
estás lleno
de viejas pedrerías,
de vasijas
quebradas,
subo
las antiguas
escalinatas,
tal vez
estés perdido,
enredado
entre los hilos de oro,
cubierto
de turquesas,
silencioso,
o tal vez
en tu pueblo,
en tu raza,
grano
de maíz extendido,
semilla
de bandera.
Tal vez, tal vez ahora
45. transmigres
y regreses,
vienes
al fin
de viaje,
de manera
que un día
te verás en el centro
de tu patria,
insurrecto,
viviente,
cristal de tu cristal, fuego en tu fuego,
rayo de piedra púrpura.
MARIO BENEDETTI
¿DE QUE SE RIE?
46. v (Seré curioso)
En una exacta
foto del diario
señor ministro
del imposible
vi en pleno gozo
y en plena euforia
y en plena risa
su rostro simple
seré curioso
señor ministro
de qué se ríe
de qué se ríe
de su ventana
se ve la playa
pero se ignoran
los cantorales
tienen sus hijos
ojos de mando
pero otros tienen
mirada triste
v
v
v
v
47. aquí en la calle
suceden cosas
que ni siquiera
pueden decirse
los estudiantes
y los obreros
ponen los puntos
sobre las íes
por eso digo
señor ministro
de qué se ríe
de qué se ríe
esté conoce
mejor que nadie
la ley amarga
de estos países
ustedes duros
con nuestra gente
por qué con otros
son tan serviles
cómo traicionan
el patrimoniov
v
48. mientras el gringo
nos cobra el triple
cómo traicionan
esté y los otros
los adulones
y los seniles
por eso digo
señor ministro
de qué se ríe
de qué se ríe
aquí en la calle
sus guardias matan
y los que mueren
son gente humilde
y los que quedan
llorando de rabia
seguro piensan
en el desquite
allá en la celda
sus hombres hacen
sufrir al hombre
y eso no sirve
v v
v v
49. después de todo
este es el palo
mayor de un barco
que se va a pique
seré curioso
señor ministro
de qué se ríe
de qué se ríe.
ADIÓS
¡Adiós! si dicha se concede al hombre
de una plegaria en premio, ésta tu nombre
elevará hasta el trono del Señor.
Promesas, quejas, llanto, fueran vanos;
v
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50. más que el lloro, exprimido, ya sangrante,
de ojos sin luz, tenaz remordimiento
esta palabra dice... ¡Adiós! ¡Adiós!
Secos están mis ojos, extinguida
mi voz, pero al dejarte, de mi vida
se adueña para siempre un gran dolor.
Aunque el pesar y la pasión torturan
mi corazón, quejarse no le es dado...
Yo sólo sé que en vano hemos amado...
Sólo puedo sentir... ¡Adiós! adiós.
PERCY SHELLEY
LA SERENATA INDIA
v
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v
v
51. I
Me levanto desde sueños de ti
En el primer dulce dormir de la noche
Cuando los vientos respiran suave
Y las estrellas relumbran brillantes:
Me levanto desde sueños de ti,
Y un espíritu en mis pies
Me ha llevado -¿quién sabe cómo?-
A la ventana de tu cuarto, ¡Dulce!
II
Los aires vagabundos desmayan
Sobre lo oscuro, la corriente silenciosa-
Los aromas de Champan caen
Como dulces pensares en un sueño
La queja del ruiseñor
Muere sobre su corazón
Como yo sobre el tuyo
¡Oh, amado como tú lo eres!
III
¡Oh elévame de la hierba!
¡Muero!, ¡Desmayo! ¡Caigo!
Deja que tu amor en besos llueva
Sobre mis párpados y labios pálidos.
Mi mejilla es fría y blanca, ay!
Mi corazón late alto y rápido;
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52. ¡Oh! Apriétalo contra el tuyo de nuevo
donde al final se romperá.
SOBRE EL MAR
No cesan sus eternos murmullos, rodeando
las desoladas playas, Y el brío de sus olas
diez mil cavernas llena dos veces, y el
hechizo
de lacéate les deja su antiguo son oscuro.
Pero a menudo tiene tan dulce continente,
que apenas se moviera la concha más menuda
durante muchos días, de donde cayó Cuando
los vientos celestiales Pasaron, sin cadenas.
53. Los que tenéis los ojos dolientes o cansados,
brindadles esa anchura del Ganar, como una
fiesta;
y los ensordecidos por clamoreo rudo
o los que estáis ahítos de notas fatigosas,
sentaos junto a Una antigua caverna,
meditando,
hasta sobresaltaros, como al cantar las
ninfas.
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