El documento discute si los graffitis deben considerarse arte o vandalismo. Señala que los graffitis nacieron en las calles y la sociedad ha tenido dificultades para aceptarlos como arte. Define el arte como un producto creado por el ser humano con una intención estética y comunicativa, mientras que el vandalismo destruye la propiedad ajena. Reconoce que la noción de arte es subjetiva y deja al criterio personal juzgar si los graffitis específicos son obras de arte o no.