1. Fascículo #20: Las recetas de Cristo (Parte 1)
INSTITUTO BÍBLICO DEL AIRE
FASCÍCULO INTERNACIONAL NÚMERO VEINTE
Las recetas de Cristo
(Primera parte)
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2. Fascículo #20: Las recetas de Cristo (Parte 1)
Introducción
En este fascículo, y en el próximo, queremos examinar las
respuestas de Jesucristo a algunas de las preguntas más
inquietantes de la vida. Encontramos estas “recetas” de Cristo
en la Biblia. La Palabra de Dios provee recetas para todos
nosotros, pero debemos reconocer que necesitamos su ayuda;
debemos admitir que estamos “enfermos”. Cuando estamos muy
enfermos, el doctor nos receta los medicamentos necesarios para
curar la enfermedad. Jesús dijo: “Los sanos no tienen necesidad
de médico, sino los enfermos” (Mateo 9:12).
Los creyentes enfrentan problemas que van desde las
tensiones en las relaciones interpersonales hasta las luchas con
el pecado. Por ello, antes de poder cumplir con nuestro
cometido, debemos ayudar a los creyentes a hallar las soluciones
a sus problemas. Éstas se pueden hallar en las Escrituras, que
contienen recetas inspiradoras para los problemas que
enfrentamos. A medida que aplicamos estas recetas bíblicas a
nuestras vidas, la iglesia se transforma en algo más que un
lugar donde los creyentes se ocupan de su salvación y se
preparan para el ministerio (Filipenses 2:12; Efesios 4:12). La
iglesia pasa a ser un lugar donde encuentran las soluciones a
sus problemas y se convierten en ministros fructíferos para la
gloria de Dios.
En este primer fascículo sobre las recetas bíblicas, vamos
a estudiar las recetas de Dios para las relaciones difíciles, el
enojo, la comunicación con Dios y el hombre, el pecado y la
culpa. Mi ruego es que este fascículo lo lleve a internarse en
la Palabra de Dios y que ella a su vez lo penetre a usted,
porque es precisamente en su Palabra donde encontraremos las
recetas de Cristo para nuestros problemas más difíciles.
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3. Fascículo #20: Las recetas de Cristo (Parte 1)
Capítulo 1
Recetas bíblicas para las relaciones difíciles
“Pero desecha las cuestiones necias e insensatas, sabiendo
que engendran contiendas. Porque el siervo del Señor no debe ser
contencioso, sino amable para con todos, apto para enseñar,
sufrido; que con mansedumbre corrija a los que se oponen, por si
quizá Dios les conceda que se arrepientan para conocer la
verdad, y escapen del lazo del diablo, en que están cautivos a
voluntad de él” (2 Timoteo 2:23-26).
Mientras que muchos creen que la iglesia debería funcionar
como un hospital, que atiende y cura a todos los que traspasan
sus puertas, aprendemos de la carta de Pablo a los Efesios que
la iglesia debería ser un lugar donde los creyentes son
preparados para el ministerio. Pablo escribe la declaración de
la visión de la iglesia en un solo versículo. Cuando nos
reunimos como iglesia, siempre nuestro objetivo debería ser: “A
fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio”
(Efesios 4:12). Sin embargo, muchos de los problemas a los que
nos enfrentamos como humanos y como creyentes impiden el
desarrollo de un ministerio efectivo. Atender estos problemas
debería ser parte de la preparación de los creyentes para un
ministerio efectivo.
La receta que se encuentra en el pasaje citado más arriba
está destinada a un creyente que se encuentra en una relación
difícil. Esta relación podría ser con su esposa, sus hijos, sus
padres, otro creyente o lo que hoy consideramos una relación de
consejería. Pablo en realidad le escribe esta receta a Timoteo
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4. Fascículo #20: Las recetas de Cristo (Parte 1)
para mostrarle cómo debía pastorear él, un pastor joven, a los
creyentes difíciles de su ministerio.
Al enseñarnos cómo ser sal de la tierra y luz del mundo,
nuestro Señor nos indicó que debemos arreglar nuestra relación
con nuestro hermano primero, y luego atender a nuestra relación
con Dios (Mateo 5:24). Es posible que Jesús haya compartido este
valor con nosotros porque sabía que no podemos ganar al mundo si
nos perdemos unos a otros.
Probablemente, ésta sea la razón por la cual encontramos
frecuentemente en el Nuevo Testamento recetas que abordan los
problemas que tienen los creyentes en sus relaciones con sus
hermanos y hermanas en Cristo (Mateo 18:15-18). “Vivir arriba
con los santos que hemos amado, ¡cuán glorioso será!, pero vivir
abajo con los santos que conocemos, ¡ese es otro cantar!”. Los
problemas en las relaciones entre creyentes que hacen necesarias
estas recetas existen desde que Caín mató a su hermano, Abel, y
siguen siendo un desafío para los creyentes de hoy.
Si examina esta receta con cuidado, notará que el amado
apóstol Pablo le dice a Timoteo que el diablo es el origen y el
poder que se encuentra tras los problemas que causan estas
relaciones difíciles que deben resolver los creyentes en sus
comunidades espirituales. En última instancia, el maligno es el
motivo por el cual las relaciones entre creyentes llegan a ser
tan difíciles.
Este pasaje, en la segunda carta de Pablo a Timoteo, le
dice cómo debía responder a quienes enseñaba, pues mucha de la
enseñanza en las iglesias del primer siglo se hacía en el
contexto de las relaciones. La enseñanza del Nuevo Testamento se
hacía en la esfera del discipulado personal o en pequeñas
iglesias caseras. A menudo, personas rebeldes y difíciles
ingresaban a esas pequeñas iglesias caseras y alteraban
seriamente a los integrantes de aquellos cuerpos íntimos de
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5. Fascículo #20: Las recetas de Cristo (Parte 1)
creyentes. Esto se desprende de la lectura de las cartas de
Pablo a sus iglesias, y de las cartas generales escritas por los
apóstoles, como el Apóstol del amor, Juan (3 Juan 9,10).
Pastores como Juan y Timoteo se enfrentaban con relaciones
difíciles, tanto con aquellos que generaban los alborotos como
con aquellos que resultaban afectados. La carta de Pablo a
Timoteo explica cómo debía hacerse esto, y le ha dado a la
iglesia de Jesucristo una receta inspirada como respuesta divina
a una relación difícil.
Si usted se encuentra en una relación difícil, considere
esta receta de a un aspecto por vez. Lo primero que le dice
Pablo a Timoteo es que, para ser parte de la solución de Dios en
una relación difícil, uno debe asumir el compromiso de ser un
siervo humilde del Señor. Sólo Dios puede resolver estos
problemas de relaciones, pero para ello Dios utiliza un siervo
suyo como vehículo de su solución.
Cuando usted despierta cada mañana, posiblemente se
confronte con su relación más desafiante y difícil: la relación
con su cónyuge. Es muy posible que él o ella, a su vez,
considere que usted es su relación más difícil. Según Pablo, el
punto en cuestión es: ¿cuál de ustedes dos va a ser el siervo
del Señor, y cuál, el del diablo?
Pablo escribe a Timoteo y le dice que hay ciertas cosas que
uno puede hacer que abren la puerta para que Dios intervenga en
esa relación y dan un portazo al diablo, y también hay ciertas
cosas que dan un portazo a Dios y abren la puerta al diablo. Por
eso, su receta es que el siervo del Señor no debe ser
contencioso. Si en su relación dificultosa usted es llevado a
discutir, y se enoja, esto equivale a darle un portazo a Dios y
abrir la puerta al diablo (2 Timoteo 2:23-26).
Si ambas personas en la relación son espirituales, deben
comprender lo siguiente: todos poseemos un doble potencial
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6. Fascículo #20: Las recetas de Cristo (Parte 1)
asombroso. Podemos ser siervos del Señor o de Satanás. Santiago
escribe que “La ira del hombre no obra la justicia de Dios”
(Santiago 1:20). ¿Sabe lo que significa esto? Significa que si
usted es parte de una contienda y está enojado, no puede ser
utilizado por Dios como instrumento. Cuando esté enojado, el que
obrará a través de usted será Satanás.
Vea, tal como le sucedió a Pedro, todos tenemos el
potencial de decir en un instante: “Tú eres el Cristo, el Hijo
del Dios viviente” (Mateo 16:16), y luego, en el instante
siguiente, decir algo que obligará al Señor a dirigirse a
nosotros como en Mateo 16:23: “¡Quítate de delante de mí,
Satanás!”. Satanás puede trabajar a través de nosotros de la
misma forma que lo puede hacer el Señor. Así que la primera
aplicación que encontramos en estos cuatro versículos que Pablo
recetó a Timoteo es que debemos comprometernos a actuar como
siervos del Señor en nuestras relaciones difíciles.
Si la otra persona no es creyente, y si Dios ha de
intervenir en esta relación, obviamente deberá obrar a través
del creyente. Si ambos son creyentes, la pregunta a hacerse es:
¿quién de ustedes tomará el compromiso de actuar como siervo del
Señor en esta relación?
El segundo paso de esta receta requiere centrarse en el
carácter preciso del problema que tiene la persona difícil.
Pablo utiliza una terminología muy intrigante en este pasaje. En
el griego original, escribe que estas personas “se oponen a sí
mismas” (2 Timoteo 2:25).
El concepto del “yo” en las Escrituras es muy interesante y
suele aplicarse mal. El diccionario define al “yo” como “sujeto
humano en cuanto persona”. La psicología lo define como “parte
consciente del individuo, mediante la cual cada persona se hace
cargo de su propia identidad y de sus relaciones con el medio”.
Ese es su verdadero “yo”. Con esa definición en su mente,
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7. Fascículo #20: Las recetas de Cristo (Parte 1)
observe la manera en que ese concepto es utilizado en las
Escrituras. Jesús dijo que si alguno le ofreciera el mundo a
cambio de su alma (su “yo”), usted sería un perdedor si aceptara
esa oferta. Según Jesús, nunca debería renunciar a usted mismo
(Marcos 8:36). Nunca debería venderse por un plato de sopa, como
lo hizo Esaú (Génesis 25:29-34). Nunca renuncie a esa
individualidad única que Dios le dio y a esa persona que Dios
quiere que usted sea, distinta de toda otra sobre la faz de la
tierra.
Pablo escribe que una parte del problema de la persona
difícil es que “se opone a sí misma”. Se opone a la
individualidad, la singularidad que Dios desea para ella. Es
posible que esté conformándose a lo que todos los demás creen
que debería ser y hacer con su vida en Cristo. Probablemente
esté imitando la vida de otro creyente que admira y con quien se
compara. Puede estar dominada o controlada por personas fuertes
que no le quieren dar la libertad para ser la persona singular
que Dios quiere que sea.
En todas estas formas de conducirse, la persona difícil
está viviendo en oposición a lo que Pablo denomina, en otro
pasaje, “la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta”
(Romanos 12:1,2). Pablo, además, la define como cautiva de
Satanás. Se encuentra en un calabozo del diablo, y solo Dios la
puede liberar y permitir que se recupere.
Así que, ¿cuál es el objetivo de esta receta? Es que el
cautivo pueda “recuperarse” y volver a ser libre. Puesto que es
Dios el único que puede hacer esto, lo mejor a que uno puede
aspirar en esa relación es a actuar como siervo del Señor
mediante el cual los cautivos son liberados.
En esta enseñanza, la receta de Pablo es que si uno desea
ser siervo del Señor en una relación difícil, también debe
comprometerse a ser el agente del Espíritu Santo. Observe que
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8. Fascículo #20: Las recetas de Cristo (Parte 1)
menciona tres frutos del Espíritu (Gálatas 5:22,23): benignidad,
mansedumbre y paciencia. Dice que si usted da el primer paso -
ser el siervo del Señor en esta relación - y luego da el segundo
- ser benigno, manso y paciente - podrá ser el vehículo que Él
utilice para liberar a esta persona.
Concéntrese en los tres frutos del Espíritu que receta
Pablo. Piense en la mansedumbre. Posiblemente esta sea la
palabra que menos se comprenda de la Biblia. La mansedumbre no
es debilidad. La mansedumbre es docilidad. Es como un caballo
brioso que es domado y finalmente cede al control del freno en
su boca. Imagine un caballo que se resiste al freno y destroza
su boca. Al resistirse a la acción del freno, rechaza someterse
al control del jinete.
Cuando Pablo preguntó “Señor, ¿qué quieres que yo haga?”
(Hechos 9:6) “mordió el freno” y se sometió al control de
Cristo. Pasó el resto de su vida sometido a ese control, a la
voluntad de su Señor, Jesucristo. ¿Ha vivido usted ese tipo de
crisis? ¿Se ha rendido al yugo de Cristo y vive en diaria
sumisión a su voluntad?
La mansedumbre es un fruto del Espíritu, y no un carácter
espiritual que desarrollamos como consecuencia de nuestras
disciplinas espirituales. La mansedumbre que Pablo receta se
refiere al Espíritu Santo que obra en nuestra relación difícil.
Dado que es vitalmente importante que no peleemos ni nos
enojemos con esta persona difícil, debemos responder a la
invitación de nuestro Señor de tomar su yugo sobre nosotros y
entrar en esta relación con Cristo al control de nuestras
emociones.
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Paciencia y benignidad
Pablo receta otros dos frutos del Espíritu: paciencia y
benignidad. Los seres humanos son muy frágiles. Si usted ha de
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ser el medio que utilice el Espíritu Santo para liberar a un
cautivo de Satanás, debe ser benigno. ¿Sabe lo que es la
benignidad? Esta cualidad se describe en el capítulo trece de 1
Corintios. Los versículos cuatro al siete de ese gran capítulo
del amor describen quince virtudes que detallan cómo se comporta
el amor, el primer fruto del Espíritu. Si usted hace un estudio
profundo de estas virtudes, concluirá que ser benigno es
simplemente una cuestión de amar a esa persona difícil.
¿Y qué es la paciencia? En nuestra relación con Dios, “la
paciencia es la fe que espera”. En nuestra relación con la
gente, “la paciencia es el amor que espera”. Se nos dice que
debemos imitar la paciencia de Job, que sufrió pacientemente y
salió de la prueba con una fe robustecida. La paciencia de Job
era una fe que esperaba. Cuando criamos a nuestros hijos para
que se conviertan en adultos piadosos, o buscamos ser el siervo
del Señor en una relación difícil, debemos aprender la
paciencia, que es el amor que espera.
Si estudia cuidadosamente la receta en el pasaje de las
Escrituras con que comencé este capítulo, verá que Pablo le dice
a Timoteo que la persona difícil juega un papel en su propia
salvación. Debe cumplir con dos condiciones: aceptar la verdad y
experimentar el arrepentimiento. Hasta tanto no se cumplan ambas
condiciones, el siervo del Señor debe tener una paciencia
sobrenatural, que es otro fruto del Espíritu.
Existen indicaciones adicionales para desenvolverse en una
relación dificultosa. Como parte de esta receta, que está
dirigida al “siervo del Señor”, leemos: “…que con mansedumbre
corrija a los que se oponen, por si quizá Dios les conceda que
[ellos] se arrepientan para conocer la verdad” (2 Timoteo 2:25).
Lo que Pablo receta aquí no significa forzar a la persona
difícil a enfrentar la verdad que necesita ver. No se nos dice
que debemos gritar o predicarle la verdad que debe aceptar.
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10. Fascículo #20: Las recetas de Cristo (Parte 1)
La receta de Pablo es que si mantenemos el fruto del
Espíritu en esta relación, conseguiremos ser escuchados. Cuando
ello suceda, se producirá lo que podemos denominar “el momento
de la enseñanza”. Si somos medios del fruto del Espíritu, en
cuanto a mansedumbre, benignidad y paciencia, el momento de la
enseñanza será cuando podamos presentarle a esta persona la
verdad que necesita comprender, la verdad que puede liberarla.
En consecuencia, debemos aceptar nuestros límites y el
alcance de nuestra responsabilidad. ¿Sabía usted que su
responsabilidad en una relación tiene un punto donde comienza y
otro donde termina? Pablo nos dice en otro pasaje, en cuanto al
alcance de nuestra responsabilidad, que debemos vivir en paz con
todos (Romanos 12:18). Eso significa que nuestra responsabilidad
comienza en un punto dado y termina en otro.
Una vez que se ha puesto en la brecha de esta relación como
siervo del Señor y agente del Espíritu, que ha sabido captar el
momento de la enseñanza y ha colocado ante la persona la verdad
que necesita escuchar, usted debe darse cuenta de lo siguiente:
Quizá Dios le dé espíritu de arrepentimiento para que acepte la
verdad y se recupere, o tal vez no lo haga. Del mismo modo, la
persona podría recibir el espíritu de arrepentimiento – que
significa pensarlo de nuevo -, o no.
Usted no puede aceptar la verdad por ella ni puede
arrepentirse por ella. Ahora su liberación depende de que cumpla
las dos condiciones, y de que Dios le dé el espíritu de
arrepentimiento. Así que una vez que hemos llegado a este punto
en esta receta para una relación difícil, debemos admitir
nuestros límites. Luego debemos aceptar la realidad que su
liberación no es una cuestión de lo que podamos hacer nosotros,
sino de lo que sólo Dios puede hacer y la libertad que tiene la
persona para aceptar o rechazar lo que Dios procura hacer en y a
través de sus vidas al usarlo a usted. Este sería el momento de
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11. Fascículo #20: Las recetas de Cristo (Parte 1)
aplicar un secreto espiritual que enuncio de esta forma: “Yo no
puedo, pero Dios sí”.
Capítulo 2
Recetas bíblicas para el enojo pecaminoso
“Esto, pues, digo y requiero en el Señor: que ya no andéis
como los otros gentiles, que andan en la vanidad de su mente,
teniendo el entendimiento entenebrecido, ajenos de la vida de
Dios por la ignorancia que en ellos hay, por la dureza de su
corazón; los cuales, después que perdieron toda sensibilidad, se
entregaron a la lascivia para cometer con avidez toda clase de
impureza. Mas vosotros no habéis aprendido así a Cristo, si en
verdad le habéis oído, y habéis sido por él enseñados, conforme
a la verdad que está en Jesús.
“En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del
viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos,
y renovaos en el espíritu de vuestra mente, y vestíos del nuevo
hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la
verdad”.
“Airaos, pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro
enojo, ni deis lugar al diablo. Quítense de vosotros toda
amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia.
Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos
unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo.
“Sed, pues, imitadores de Dios como hijos amados. Y andad
en amor, como también Cristo nos amó, y se entregó a sí mismo
por nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios en olor fragante”
(Efesios 4:17-27,31,32; 5:1,2).
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12. Fascículo #20: Las recetas de Cristo (Parte 1)
¿Ha luchado usted alguna vez contra el enojo? Es algo que
les sucede a la mayoría de las personas. Y a la mayoría de los
creyentes. Tal vez no se lo demuestren a ninguno y es posible
que esté guardado celosamente en sus corazones, pero tarde o
temprano aflora. No puede mantenerse encerrado indefinidamente.
En realidad, ni siquiera debería existir en la vida de un
creyente. Pero suele existir, y esa es la razón por la que
debemos buscar en las Escrituras las recetas para saber cómo
lidiar con el pecado de nuestro enojo. Hay recetas en la Biblia
que nos indican cómo podemos permitir que Dios nos cambie de
adentro hacia fuera, y eliminar el pecado.
Hay dos clases de enojo: el enojo justificado y el
pecaminoso. El primero, a veces denominado “justa indignación”,
es el que movió al Señor a volcar las mesas de los cambistas en
el atrio del templo porque lo estaban convirtiendo en lo que
Jesús llamó “una cueva de ladrones” (Mateo 21:12,13).
En el pasaje de las Escrituras con el que comencé este
capítulo, Pablo utiliza una metáfora profunda e inspiradora.
Escribe que, como creyente, cada mañana uno debería ir a su
“ropero espiritual”, y “vestirse” espiritualmente. De un lado
del ropero del cual nos habla Pablo, están los harapos de la
vieja vida. El apóstol dice que los viejos harapos que solíamos
vestir cuando éramos “el viejo hombre”, como él lo llama, están
completamente arruinados.
Del otro lado del ropero, tenemos lo que él denomina “la
ropa de la nueva vida”. Escribe que, cuando uno se viste cada
día, espiritualmente, uno debe sacarse los viejos harapos de la
vieja vida y colocarse la ropa de la nueva vida. Pablo enumera
esos harapos, y ¿sabe una cosa? Uno de esos harapos es la ira.
Dice que la ira es un harapo podrido que utilizó el “viejo
hombre”. Es por eso que escribe: “Airaos, pero no pequéis”
(Efesios 4:31).
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13. Fascículo #20: Las recetas de Cristo (Parte 1)
Algunas traducciones de la Biblia darían a entender que uno
debería estar enojado. Sin embargo, las mejores traducciones
disponibles dicen: “Si se enoja, no peque”.
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Dos clases de enojo
Cuando la obra y la voluntad de Dios son obstaculizadas, en
la vida del creyente piadoso brota una justa indignación contra
aquellos que impiden y frustran los objetivos y la actividad
divinos. No está mal sentir este tipo de enojo, siempre y cuando
no conduzca al pecado. Pero la segunda clase de enojo – el
pecaminoso – es aquél que se anida en la mayoría de nosotros,
los creyentes, y que no debería tener cabida alguna en la vida
de un discípulo renacido de Jesucristo. La ira pecaminosa es el
enojo que surge en nuestros corazones cuando algo o alguien
bloquea nuestro camino. En este capítulo encontraremos recetas
de la Palabra de Dios para la ira pecaminosa en la vida de un
creyente.
Recetas bíblicas para el enojo pecaminoso
Aparece una definición bíblica del enojo en un pasaje
conocido de las Escrituras: “Todos nosotros nos descarriamos
como ovejas, cada cual se apartó por su camino” (Isaías 53:6).
Si usted está decidido a apartarse por su propio camino, y un
obstáculo lo bloquea, tiene varias opciones. Puede treparse a él
y pasarlo, puede rodearlo o, también, puede cavar un túnel
debajo de ese obstáculo. La reacción más infantil ante esta
adversidad sería la de acostarse en el camino, hacer un
berrinche y simplemente enojarse. Si quiere ver esa clase de
enojo, observe un bebé mientras realiza lo que denominamos una
“berrinche”. Esa sería una descripción precisa de muchos de
nuestros enojos: algo simplemente infantil.
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Existe otra descripción del enojo en el Antiguo Testamento,
donde encontramos una receta para él. Cuando Caín mató a su
hermano, Dios lo interrogó. Sus preguntas fueron, básicamente:
“¿Por qué estás enojado?” y “¿Por qué estás deprimido?”. Luego
le preguntó: “¿Dónde está Abel, tu hermano?”. Y luego, estas
preguntas: “¿Qué has hecho?” y “Si bien hicieres, ¿no serás
enaltecido? Y si no hicieres bien, el pecado está a la puerta”
(Génesis 4:1-7). Cuando uno estudia el contexto, las preguntas
reales parecerían ser: “¿Qué o quién es el origen, el verdadero
objeto de tu enojo?” o “¿Con quién estás enojado?” y “¿Qué es lo
que realmente hiciste cuando mataste a Abel?”.
Abel no había hecho nada malo. ¿Por qué estaba Caín enojado
con él? El verdadero objeto del enojo de Caín era él mismo. Su
ofrenda resultó inaceptable para Dios porque él mismo era
inaceptable. La verdadera cuestión en esta historia no está en
las dos ofrendas, sino en los dos hombres. La pregunta más
importante que le hizo Dios a Caín fue aquella que le indicaba
cómo podía ser acepto ante Dios y ante sí mismo. Esta pregunta
le hizo ver que tenía dos opciones. Podía hacer el bien y
resultar aceptable, o podía atacar a Abel. Escogió lo segundo.
En la actualidad, en este mundo hay personas que eligen lo
mismo que Caín. Dirigen su enojo contra personas que no son, en
realidad, el verdadero objeto de su enojo. ¿Cuál es el verdadero
origen, centro y causa del enojo? En otras palabras, ¿cuál es la
dinámica involucrada en el enojo pecaminoso? Esta poderosa
historia en el cuarto capítulo de la Biblia bosqueja esa
dinámica y ofrece una receta muy profunda para esta clase de
enojo. La prescripción es ponerse bien, hacer el bien y ser una
persona acepta ante Dios, ella misma y los demás. Eso es mucho
mejor que acusar y atacar a otros durante toda la vida, porque
nosotros mismos no somos aceptables.
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Jesús enseñó esta misma verdad mediante una metáfora
humorística. Preguntó: “¿Y por qué miras la paja que está en el
ojo de tu hermano, y no echas de ver la viga que está en tu
propio ojo? ¡Hipócrita! saca primero la viga de tu propio ojo, y
entonces verás bien para sacar la paja del ojo de tu hermano”
(Mateo 7:3,5).
Una vez escuché a una mujer decir: “¡Mis hijos me hacen
enojar tanto!”. A lo que le respondí con esta pregunta: “¿Sus
hijos están poniendo el enojo adentro de usted o están haciendo
que salga de usted? La responsabilidad por su estado emocional
es demasiado grande como para asignársela a unos niños pequeños.
¿De esas pequeñas criaturas depende si usted está furiosa,
triste o alegre? ¿Realmente la hacen enojar? ¿Son el verdadero
objeto, origen y centro de su enojo?”. Por supuesto, no era así.
El verdadero objeto de su enojo podría haber sido el portazo que
dio su esposo al salir para el trabajo. Los niños son
simplemente el “Abel” contra quienes ella dirige su enojo.
Mientras buscaba en las Escrituras ayuda para mi propia
ira, me topé con una pregunta que Dios formuló al profeta Jonás.
¡Jonás estaba enojado; estaba furioso! Dios se acercó a él
cuando estaba alterado y le preguntó: “¿Haces tú bien en
enojarte tanto?” (Jonás 4:4).
Es una pregunta profunda. Cuando usted se enoja, ¿está bien
usted? Piense en ello por un minuto. Algunas personas están
enojadas todo el tiempo. Tienen un hervidero de enojo debajo de
la superficie de lo que la gente ve de ellos a diario. El enojo,
especialmente aquel que es suprimido, puede producir un ataque
cardíaco, palpitaciones y muchas clases de problemas médicos. La
verdad es que a usted mismo no le hace bien cuando se enoja.
Cuando piensa en el clima emocional que lo rodea al
enojarse, se dará cuenta de que su enojo afecta a otras
personas. ¿Cuántas noches se arruinan porque alguien se enoja?
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¿Le ocurrió esto alguna vez? Incluso puede ocurrir durante la
cena. Aun un almuerzo familiar en un día de descanso puede
echarse a perder emocionalmente porque alguien se enojó.
Santiago escribe: “Por esto, mis amados hermanos, todo
hombre sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para
airarse; porque la ira del hombre no obra la justicia de Dios.
Por lo cual, desechando toda inmundicia y abundancia de malicia,
recibid con mansedumbre la palabra implantada, la cual puede
salvar vuestras almas” (Santiago 1:19-21).
En otras palabras, Dios no obra a través de usted cuando
manifiesta ira. Como aprendimos en el capítulo anterior, cuando
estamos enojados, le damos un portazo a Dios y abrimos la puerta
al diablo (2 Timoteo 2:23-26). Debemos poner en evidencia
nuestro enojo. Y llamarlo lo que es. El enojo es un pecado y
Dios no lo quiere en la vida de un creyente. No podremos
enfrentar el problema de nuestro enojo hasta que confesemos que
es un pecado.
El pasaje de las Escrituras con el que comenzamos este
capítulo nos da la receta para la ira: “renovaos en el espíritu
de vuestra mente” (Efesios 4:23). Lo que el apóstol Pablo nos
dice es que Dios nos puede rehacer desde adentro hacia fuera.
Esta es la manera que podemos sacarnos la viga de nuestro ojo y
abandonar nuestro patrón de conducta hipócrita de atacar a los
“Abeles” de nuestra vida cuando exteriorizamos la ira.
El apóstol nos da otras buenas recetas para nuestro enojo.
Les escribe a matrimonios cuando dice que nunca debemos
acostarnos enojados. El principio aquí es que jamás deberíamos
reprimir o guardar nuestro enojo. En los últimos versículos de
este pasaje, enseña que el enojo reprimido conduce a una larga
lista de emociones negativas y destructivas.
Contrariamente a lo que muchos creen, Pablo no nos dice en
este pasaje que no debemos enojarnos. Es suficientemente
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17. Fascículo #20: Las recetas de Cristo (Parte 1)
realista para aceptar la dura realidad de que habrá momentos en
que nos enojaremos. En realidad, está diciendo: “Si se enojan,
asegúrense de que no sea un enojo pecaminoso” (Efesios 4:26). Al
terminar este capítulo, enseña claramente que no debería existir
más enojo cuando dice: “Quítense de vosotros todo enojo”.
El origen de todos los pecados es el orgullo, y casi
siempre se puede encontrar el orgullo en el centro de la ira
pecaminosa de una persona. A menos que nuestro enojo sea una
justa indignación porque la obra de Dios se ve obstaculizada,
debemos confesar nuestra ira y aplicar estas recetas bíblicas
para nuestro pecado.
Capítulo 3
Recetas bíblicas para el enojo santo
Es posible que mientras leía el último capítulo, usted se
haya preguntado: “¿Existirá tal cosa como el enojo santo?”. La
respuesta a su pregunta es un enfático “¡Sí!”. El enojo no es un
pecado siempre. Sabemos esto porque se le atribuye el
sentimiento de enojo a Jesús más de una vez en los cuatro
evangelios. Jesús se enojó cuando vio que el templo de Salomón,
que debía ser una casa de oración, se había convertido en un
mercado corrupto. Los líderes religiosos habían convertido la
liturgia religiosa decretada por Moisés en una estafa religiosa
que sacaba provecho de los peregrinos judíos de todas partes del
mundo que visitaban Jerusalén en los días sagrados especiales
siguiendo el mandato de la ley de Moisés.
Les cobraban setenta y cinco veces el precio normal por los
animales que los peregrinos debían comprar para sus ofrendas, y
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18. Fascículo #20: Las recetas de Cristo (Parte 1)
les obligaban a comprar sus animales sobrevaluados. Además, para
sus transacciones solo aceptaban una moneda que ellos mismos
habían creado, y cobraban a los peregrinos un fuerte sobreprecio
para efectuar el cambio de moneda.
Cuando los romanos destruyeron el templo cuarenta años más
tarde, encontraron el equivalente de siete millones de dólares
en la caja fuerte del templo. Con razón Jesús se enojó cuando
volcó las mesas de los cambistas y limpió prácticamente las 6,5
hectáreas del atrio al grito de que el propósito del templo
estaba claramente definido en las Escrituras, mientras que ellos
lo habían transformado en una cueva de ladrones. El enojo del
Señor era un enojo justo porque estaba motivado por el hecho de
que la voluntad y la obra de su Padre estaban siendo
obstaculizadas por un régimen corrupto de líderes religiosos.
La palabra para “enojo” aparece en la Biblia unas
trescientas veces. Noventa y ocho por ciento de las veces se
refieren al enojo o ira de Dios. Si Dios se enoja, entonces
existe la ira santa. Considere estas dos buenas definiciones del
enojo de Dios: “La ira de Dios es la reacción aniquiladora de la
santidad perfecta hacia aquello que no es santo” y “La ira de
Dios es la reacción aniquiladora de un amante Dios hacia todo
aquello que destruye los objetos de su amor”.
Cuando un hombre que había violado y asesinado a una niñita
de siete años entró en la estación de policía, fue necesaria la
intervención de ocho policías para contener al padre de la niña.
Este hombre era un esposo y padre apacible y amoroso, pero
estaba lleno de ira hacia lo que había destruido el objeto de su
amor. ¿Se puede ser amoroso y a la vez tener ira? ¡Por supuesto
que sí!
Si usted ama a Dios, será llamado a la obra de acuerdo con
su plan (Romanos 8:28). Si ese versículo de las Escrituras, que
es tan conocido, refleja la forma en que usted expresa su amor
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19. Fascículo #20: Las recetas de Cristo (Parte 1)
por Dios y su pasión por la vida, ¿qué sentimiento lo consume
cuando observa que la voluntad, el plan y la pasión por el Dios
que usted ama amó son obstaculizados y blasfemados por la gente
malvada de este mundo?
Si usted lee historia, descubrirá que algunas de las
personas que fueron más utilizadas por Dios para llevar a cabo
su voluntad y su obra en la tierra, fueron muy devotas,
espirituales y santas. Cuando Abraham Lincoln vio los esclavos
que eran vendidos como animales en un mercado, ¡se enojó! Creyó
que la esclavitud no era la voluntad de Dios y se enojó mucho.
Ese es un enojo santo.
Hubo otros grandes creyentes, como el gran vocero en contra
de la esclavitud Wilberforce, que pertenecía al denominado
“Grupo Clapham”, en Inglaterra. Este grupo de seguidores devotos
de Cristo dentro de aquella comunidad espiritual provocó la
abolición de la esclavitud, porque creían que la esclavitud
entristecía y enfurecía el corazón de su Dios amante. Estaban
convencidos de que el corazón de Dios estaba dolido y a la vez
enojado, porque la esclavitud destruía los objetos de su amor.
En la actualidad, hay creyentes fieles que están consumidos
por el enojo santo por el aborto en todo el mundo. Mantienen una
fuerte convicción de que los millones de bebés que son
cruelmente absorbidos del vientre de sus madres, o destruidos
por otros métodos abortivos cada año, resultan una injusticia
mayor que el comercio de esclavos de siglos pasados.
¿Se enoja usted cuando ve que aquellos a quien Dios ama
sufren abusos? ¿Ha visto usted alguna vez a niños víctimas de
abusos o mujeres golpeadas? Si los vio, ¿lo consumió el enojo
ante esas inocentes e indefensas víctimas de la violencia? Bien,
entonces ese no era un enojo pecaminoso. Ese enojo era santo.
Según la Biblia, existe un enojo santo y un enojo
pecaminoso. Cuando usted es una de esas víctimas de las que
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20. Fascículo #20: Las recetas de Cristo (Parte 1)
hablamos más arriba, su enojo puede ser pecaminoso o puede ser
santo. En las Escrituras podrá encontrar recetas para ambas
clases de enojo. Como pastor, he aprendido a apreciar cuán
precisas e importantes son estas recetas para el tratamiento del
enojo en mi vida y en la de aquellos que me han considerado su
pastor.
Un ejemplo, que nunca olvidaré, es el enojo que sentía una
señora muy espiritual que se me acercó para compartir un
problema. Con su esposo, tenían tres hijos. La más pequeña, de
tres años de edad, era una criatura encantadora. Esta mujer
sentía un deseo incontrolable de matar a su hijita.
Aunque no mostraba ninguna evidencia de estar enojada con
nadie, le dije: “Me gustaría verla de nuevo, pero antes de que
vuelva, ¿me haría una lista de las personas de su vida con
quienes podría estar enojada, especialmente si nunca les ha
expresado realmente su enojo?”. ¡Quedé horrorizado cuando volvió
la semana siguiente con una lista de más de treinta personas!
Debajo de la superficie, hervía de ira hacia estas personas, y
tenía una buena razón para estar enojada con ellas.
Durante los dos años siguientes, le exhorté a manifestar su
enojo y las razones del mismo en la forma correcta, de una
manera que no fuese pecaminosa. Dado que la mayoría de las
personas mencionadas en la lista eran de la iglesia, la desafié
y la ayudé a reconciliarse con todas ellas. A medida que lo
hizo, a lo largo de dos años, su deseo incontrolable disminuyó
gradualmente, como el aire que sale de un neumático. Su horrible
compulsión simplemente desapareció.
De este caso, aprendí algunas lecciones muy valiosas sobre
el enojo. La principal es que nunca es bueno reprimir el enojo.
Por eso, en el pasaje de las Escrituras al comienzo de este
capítulo, el apóstol Pablo receta que nunca debemos dejar que el
sol se ponga sobre nuestro enojo. Nunca debemos almacenarlo. Si
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21. Fascículo #20: Las recetas de Cristo (Parte 1)
reprimimos nuestro enojo, saldrá a luz de otra forma, tal vez de
una manera perversa, como ser el deseo incontrolable de matar a
una hermosa niñita.
También aprendí que una parte vital de una receta bíblica
para el enojo santo, si la víctima es una persona espiritual, es
la de perdonar a aquellos que han abusado de ella. Esta señora
era espiritual, y encontró la gracia de Dios para perdonar a
toda esa gente que la había ofendido.
Uno de los mayores impedimentos para la sanidad interior de
las víctimas del abuso es que aquellos que han sido víctimas no
quieren perdonar a sus abusadores. Se requiere una gracia
sobrenatural para perdonar de la misma forma en que hemos sido
perdonados, pero si suponemos que Dios nos dará la gracia, una
traducción literal de un ruego de Jesús en la oración que enseñó
a sus discípulos nos da la receta para nuestro enojo santo: ”Y
perdónanos nuestras deudas, como también nosotros ya hemos
perdonado a nuestros deudores” (Mateo 6:12).
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Seis palabras decisivas
Hay seis palabras que las personas espirituales simplemente
deben decir en el contexto de sus relaciones. Estas palabras
son: “Me equivoqué. Lo siento. ¿Me perdonas?”. Esta es la
primera versión de estas palabras. La segunda forma en que deben
decirse estas palabras a veces es: “Te equivocaste. Me dolió. Te
perdono”. Esas palabras han salvado muchos matrimonios, y la
falta de ellas ha destruido muchos matrimonios y relaciones.
El enojo santo y sus recetas se presentan de distintas
maneras. Sea que sintamos indignación porque la sociedad se
aleja de la cosas de Dios, o sea el dolor personal por ser una
víctima, siempre debemos examinar el origen de nuestro enojo, el
verdadero objeto del mismo y luego aplicar las acciones bíblicas
recetadas. Debemos mirar dentro de nosotros para determinar cuál
22. Fascículo #20: Las recetas de Cristo (Parte 1)
es el motivo de nuestro enojo. Debemos pedir a Dios que
escudriñe nuestros corazones y determine si el motivo de nuestro
enojo es que su voluntad y su obra están siendo afectados, o si
estamos enojados porque un obstáculo está bloqueando nuestros
planes personales.
Una vez que estas dimensiones de nuestro enojo han sido
definidas, debemos pedirle a Dios que canalice nuestra santa
indignación en una fuerza constructiva que Él pueda utilizar
para revertir injusticias sociales como la esclavitud y el
aborto. Debemos confesar nuestro enojo pecaminoso, y buscar el
perdón de aquellos que han sido heridos por nuestro
comportamiento. A veces, debemos perdonar a quienes han abusado
de nosotros, y comenzar el proceso de sanidad interior en
nuestras propias vidas y en las de ellos, por medio de la
reconciliación con Dios a través de Cristo, y también de unos
con otros.
Si necesita ayuda adicional o conoce a alguien que está
tratando con este problema, estudie estos versículos, por favor.
Le ayudarán a comprender mejor cómo la receta de Dios para el
enojo y el perdón contribuye a su propia sanidad interior.
Salmos 7:11; Efesios 4:26,31,32; 2 Crónicas 7:14; Mateo 18:21-
35; Colosenses 3:13; Mateo 6:12,15.
Capitulo 4
Recetas bíblicas para la comunicación con Dios
En los primeros tres capítulos de este fascículo, hemos
considerado recetas bíblicas para nuestros problemas en las
relaciones difíciles, y para el manejo del enojo pecaminoso y
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23. Fascículo #20: Las recetas de Cristo (Parte 1)
también el santo. El tema común de estas tres recetas es el de
la comunicación.
Cuando nos encontramos en relaciones difíciles, las recetas
que hemos considerado nos enseñan que deberíamos cultivar el
fruto del Espíritu en nuestras vidas para lograr, finalmente,
que la otra persona nos escuche. En esos momentos de enseñanza,
la parte fundamental de la receta es la capacidad de
comunicarse. Nunca podremos resolver esos conflictos o ayudar a
liberar a esas personas si no les comunicamos de una manera
efectiva las recetas de Dios.
Cuando se trata del enojo, tanto el pecaminoso como el
santo, dije que las palabras más importantes eran: “Me
equivoqué. Lo siento. ¿Me perdonas?”, o “Te equivocaste, me
dolió, te perdono”. Cuando han sido expresadas, han salvado
muchos matrimonios; cuando no, han provocado rupturas de muchos
matrimonios y relaciones, especialmente las difíciles.
Hay gente que nunca dirá: “Me equivoqué”, y nunca dirá: “Lo
siento”. Para estas personas, admitir que se equivocaron es un
signo de debilidad, por lo cual no están dispuestos a hacerlo.
Por la misma razón, nunca dicen que lo sienten. Y con toda
seguridad nunca dirán: “¿Me perdonas?”. Creen que eso las
pondría por debajo de la otra persona. Simplemente no lo harán
y, en consecuencia, sus relaciones fracasan. Pero estas
sencillas palabras: “Me equivoqué, lo siento, ¿me perdonas?” o
“Te equivocaste (sea que lo admitan o no), me dolió, te
perdono”, pueden salvar un matrimonio; pueden salvar relaciones.
Expresar estas palabras o dejar de hacerlo es obviamente un tema
de comunicación.
Cuando tratamos con el enojo, debemos ser capaces de
comunicarnos. Si nuestro enojo es egoísta, simplemente debemos
decir esas palabras vitales y buscar el perdón de aquellos a
quienes hemos lastimado con nuestro enojo pecaminoso. Si nuestro
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24. Fascículo #20: Las recetas de Cristo (Parte 1)
enojo es justo, debemos alzar la voz contra la injusticia que se
opone y obstaculiza la voluntad y la obra de Dios. Cuando somos
las víctimas de esa acción, debemos comunicar perdón a aquellos
que nos han herido, como hizo Cristo (Lucas 23:34).
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Comunicación con Dios
La relación en la que primeramente debemos aprender a
cultivar las habilidades de la comunicación es la que tenemos
con Dios. El modelo bíblico de la comunicación en esta relación
se encuentra en el tercer capítulo de la Biblia, donde Dios les
habla a Adán y Eva después que pecaron. Leemos: “Y oyeron la voz
de Jehová Dios que se paseaba en el huerto, al aire del día; y
el hombre y su mujer se escondieron de la presencia de Jehová
Dios entre los árboles del huerto. Mas Jehová Dios llamó al
hombre, y le dijo: ¿Dónde estás tú? Y él respondió: Oí tu voz en
el huerto, y tuve miedo, porque estaba desnudo; y me escondí. Y
Dios le dijo: ¿Quién te enseñó que estabas desnudo?” (Génesis
3:8-11).
Al comenzar a leer la Biblia, aprendemos dos principios muy
importantes respecto de la correcta comunicación con Dios.
Primero, cuando pecamos, Dios inmediatamente nos busca e inicia
la comunicación en busca de la restauración de la relación con
nosotros. Aprendemos, también, que solemos escaparnos cuando
oímos su voz.
La asombrosa verdad que aparece en esta alegoría es que
Dios se comunica con sus criaturas. Una voz comunica. Leemos que
oyeron la voz de Dios que se paseaba en el huerto al aire del
día, y se escondieron de la presencia del Señor. Su voz
manifestaba su presencia; era una expresión que procedía de su
presencia.
En el comienzo mismo de la Biblia, tenemos un fenómeno
milagroso, y lo es también hoy. Dios quiere comunicarse y tener
25. Fascículo #20: Las recetas de Cristo (Parte 1)
una relación con la humanidad, pero ésta se esconde de esa
hermosa y elocuente expresión del amor incondicional de Dios.
Las primeras cuatro cosas que expresó Dios al hombre fueron
preguntas. La primera fue: “¿Dónde estás tú?”. ¿Por qué hizo esa
pregunta Dios? ¿Acaso no sabía dónde estaban? Por supuesto que
sabía. Sabía que necesitaban confesar que ellos no lo sabían,
porque estaban perdidos.
Lo primero que deben saber los perdidos es que están
perdidos. Así que Dios les pregunta: “¿Dónde estás tú?”. Y
ellos, básicamente, responden: “Bien, podemos decir dónde
estamos. Podemos oír tu voz. No estamos tan lejos de ti que no
podamos oír tu voz. Pero cuando oímos tu voz, nos preocupa
mucho, porque de la misma manera que lo hace una luz brillante,
nos muestra que estamos desnudos. Sabemos que mientras oigamos
tu voz, descubrirás nuestra desnudez. Dado que no queremos eso,
nos escondemos. Ahí es donde estamos”.
Cuando leemos: “Y oyeron la voz de Jehová Dios que se
paseaba en el huerto, al aire del día”, es posible que nos deje
un poco perplejos. ¿Ha visto alguna vez una voz que camine, o ha
escuchado a una voz caminar? ¿Cómo sería? ¿Lo vería o lo
escucharía? Tiene que tratarse de un lenguaje alegórico que
presenta una verdad profunda sobre la forma en que Dios se
comunica y establece una relación con nosotros, y de la forma en
que nosotros nos comunicamos con Dios y establecemos una
relación con Él. Cuando digo que esta historia es una alegoría,
no digo que sea un mito. Una alegoría es una historia en que las
personas, los lugares y las cosas tienen un significado más
profundo.
Una voz comunica. Ellos escucharon la voz de Dios. Se
escondieron de la presencia del Señor. Su voz manifestaba su
presencia; era una expresión que procedía de su presencia. En
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26. Fascículo #20: Las recetas de Cristo (Parte 1)
realidad, no se escondieron de la voz, sino de la presencia de
Dios.
Dios entró al huerto para intentar relacionarse con Adán y
Eva. Inició la comunicación y una relación con ellos, porque
sabía que habían pecado. Era una alegoría – y lo sigue siendo –
de la manera en que Dios va detrás de nosotros e inicia una
comunicación y una relación con nosotros, a pesar de que la
realidad del pecado en nuestras vidas demuestra que necesitamos
desesperadamente esa relación con Dios, que nos ama
incondicionalmente. En realidad, es por esta misma razón que nos
busca. Esta historia profunda y hermosa es una alegoría
magnífica del amor incondicional de Dios por nosotros, los
pecadores.
Cuando el primer hombre y la primera mujer le dijeron a
Dios dónde estaban, Él les respondió: “¿Quién te enseñó que
estabas desnudo?”. Si usted lee la historia, verá que Dios los
colocó en el huerto y les mandó que no comiesen de ciertos
árboles. Leemos que en el momento en que lo hicieron, supieron
que estaban desnudos. Aunque Dios aún no había comenzado su
comunicación con ellos, sabían que estaban desnudos.
Con su segunda pregunta, Dios les hace referencia a aquel
momento en que supieron que estaban desnudos. Él les está
diciendo: “En ese momento en que se dieron cuenta de un aspecto
espiritual de ustedes, que estaban desnudos, ¿quién creen que se
lo dijo?”. (Literalmente, en hebreo no dice: “¿Quién te enseñó?,
sino: “¿Quién te hizo saber que estabas desnudo? ¿Quién crees
que te lo reveló?”). Dios estaba preguntando: “¿No comprendes
que estaba comunicándome contigo en ese momento, y no te diste
cuenta de que sucedía ese gran milagro?”. De la misma forma,
Dios se comunica con nosotros hoy, y no nos damos cuenta de que
está sucediendo un gran milagro. Como ocurrió en el tercer
capítulo de la Biblia, y como ocurre hoy, Dios describe el
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27. Fascículo #20: Las recetas de Cristo (Parte 1)
milagro de la comunión o relación que los seres humanos pueden
tener con su Creador.
¿Le da usted el suficiente valor a la comunicación con Dios
como para dedicarle tiempo? D. L. Moody dijo: “Si ha de tener
momentos de quietud a solas con Dios, debe temerlos antes de que
la gente se levante o después de que se hayan ido a la cama”.
¿Vale la pena levantarse temprano, antes que los demás, o
quedarse después de que se acostaron, para comunicarse con Dios?
En Juan, capítulo cuatro, leemos que Jesús se encontró con
una mujer junto a un pozo, y le dijo algo que, para un judío o
un samaritano, era una verdad extraordinaria, relacionada con la
adoración. Discutían las diferencias entre la manera de
acercarse a Dios del judío, por un lado, y del samaritano, por
otro. La mujer había dicho: “Ustedes, los judíos, dicen que
tienen a Dios en su templo en Jerusalén. Nosotros decimos que lo
tenemos aquí, en el monte Gerizim. Entonces, ¿quién tiene la
razón?” (Juan 4:20). En nuestros días, esa pregunta es formulada
de la siguiente manera: “Hay tantas diferentes denominaciones
cristianas hoy en día. ¿Cuál es la correcta?”.
Cuando Jesús respondió su pregunta, en esencia dijo esto:
“Nadie tiene el monopolio de Dios. Dios es un Espíritu y
aquellos que le adoran en verdad, le adoran en Espíritu. Dios
busca adoradores que le adoren en Espíritu y en verdad”. El ya
fallecido A. W. Tozer solía decir: “Dios no busca especialmente
trabajadores; tiene muchos de ellos. Busca adoradores; tiene muy
pocos”.
La liturgia de adoración judía que menciona la mujer
samaritana se remonta al comienzo de las instrucciones para la
adoración de Dios para su pueblo, cuando Dios dijo a Moisés la
manera en que debían acercarse a Él en adoración. Moisés
escribió ese mandato en el libro del Éxodo.
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28. Fascículo #20: Las recetas de Cristo (Parte 1)
Dios dijo a Moisés que levantara una pequeña tienda para la
adoración. La tienda tenía un Lugar Santísimo, una sala interior
donde se guardaba el arca del testimonio. Dios le dijo: “Mi
presencia morará en el arca del testimonio”. Las personas como
David estaban continuamente en la tienda de adoración procurando
acercarse a la divina presencia de Dios. La gloria (Shekiná) de
Dios moraba literalmente en ese mueble sagrado. Por eso Daniel,
cuando estaba en cautividad, siempre oraba de cara a Jerusalén.
La presencia de Dios moraba, literalmente, en el Templo de
Jerusalén.
En esencia, Jesús dijo a la mujer en el pozo: “Ya no es
así. Dios está donde tú quieras acudir a Él, acercarte a Él,
adorarle y conocerlo en Espíritu y en verdad”. Tal vez estaba
describiendo proféticamente la verdad más dinámica del Nuevo
Testamento: “¿Ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu
Santo?” y “Cristo en vosotros, la esperanza de gloria” (1
Corintios 6:19; Colosenses 1:27). Así que, para nosotros, la
comunicación con Dios significa que todo lo que tenemos que
hacer es apartarnos un tiempo y un lugar para poder comunicarnos
con Dios, no importa dónde estemos.
Natanael, cuando oyó de Jesús, preguntó: “¿De Nazaret puede
salir algo de bueno?” Cuando Jesús se encontró con Natanael,
dijo: “He aquí un verdadero israelita, en quien no hay engaño”
(Juan 1: 46,47). Natanael preguntó: “¿De dónde me conoces?”.
Jesús lo sorprendió cuando le dijo: “Cuando estabas debajo de la
higuera, te vi” (48).
Natanael exclamó: “Tú eres el Hijo de Dios; tú eres el Rey
de Israel”. Él era un hombre piadoso. Aparentemente, adoraba a
Dios a diario debajo de una higuera. Y podría ser que, aparte de
Dios y Natanael, nadie más lo sabía. ¿Tiene usted una higuera?
¿Tiene un lugar y un momento del día para tener comunión con
Dios?
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29. Fascículo #20: Las recetas de Cristo (Parte 1)
Mi definición favorita de la oración es que es una
conversación con Dios. Si se considera un gran conversador,
sabrá que cada conversación tiene dos dimensiones: cuando usted
habla, y cuando lo hace la otra persona. Y esta es una verdad
aguda cuando usted conversa con Dios. Hay cosas que a Dios le
gusta escuchar, como cuando confesamos nuestros pecados y cuando
le adoramos. Pero nunca le decimos algo que no sepa o que le
pueda sorprender. Sin embargo, cuando Él se comunica con
nosotros, nos hace saber cosas que de otra forma no llegaríamos
a conocer. También comparte cosas que realmente nos sorprenden.
En Génesis tres, Dios dice: “Yo estoy comunicándome con
ustedes y quiero que se comuniquen conmigo. Quiero mantener una
relación con ustedes. Los conozco y quiero que me conozcan. Me
comunico con ustedes y quiero que ustedes se comuniquen conmigo
de la misma forma. Entren a mi presencia, comuníquense conmigo,
conózcanme y establezcan una relación conmigo. Yo me reuniré con
ustedes si apartan un momento y un lugar para su relación
conmigo”.
Lo que Moisés ha descrito aquí es la relación y la
comunicación más importantes del mundo. ¿Cuál es el propósito de
esa comunicación? Es llegar a conocer a Dios y adorarlo.
Conocerlo es amarlo. La adoración es simplemente expresar su
amor por Él. Otro propósito es el de orar a Él, y de venir, como
dijo Pedro: “Echando toda vuestra ansiedad sobre él” y luego
descubrir que Él se ocupa de usted. El propósito de esta
comunicación es acudir “al trono de la gracia para alcanzar
misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro” (1 Pedro
5:7; Hebreos 4:16).
Comunicación con nosotros mismos
Un hombre que vivía solo, como un ermitaño, visitó la
oficina de correo cercana a la humilde cabaña donde vivía. Allí
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30. Fascículo #20: Las recetas de Cristo (Parte 1)
se encontró con un hombre que salía de la oficina postal con un
manojo de cartas en su mano, obviamente muy contento por haber
recibido tanta correspondencia. El hombre solitario le preguntó:
“¿Hace cuánto que no recibe noticias de usted mismo?”.
¿No es interesante? ¿Hace cuánto tiempo que no oye algo de
usted mismo? Se entera de cosas acerca de otras personas, pero
¿cuánto hace que no sabe algo de usted mismo? ¿Es posible tener
noticias de uno mismo? ¿Cree que si habla consigo está loco? Una
vez escuché a un hombre decir: “Hablo conmigo mismo porque ese
es el único momento en que hablo con o acerca de una persona
inteligente”.
La pregunta del hombre que vivía en el bosque, describe la
disciplina espiritual de escucharse a uno mismo y de estar
atento a lo que está ocurriendo en nuestro corazón y mente.
Coincide con algunas palabras escritas por David: “Meditad en
vuestro corazón estando en vuestra cama, y callad” (Salmos 4:4).
Cuando meditamos en silencio, con nuestros corazones callados,
estamos en condiciones de reflexionar sobre las cosas que Dios
quiere que sepamos, y estaremos capacitados para dar una
respuesta meditada a ellas. Si no practicamos esos momentos de
quietud y soledad, no tendremos un claro entendimiento del lugar
donde Dios desea indicarnos que debemos estar para su gloria.
David, en el Salmo Cuatro, nos exhorta seriamente a hablar
con uno mismo – a mantener una pequeña reunión durante la noche
con nosotros mismos. Obviamente David está en aflicción cuando
escribe este Salmo. No puede dormir, así que tiene una
comunicación consigo mismo. Estando en su cama, tiene comunión
con su propio corazón. ¿Cuál es el propósito de esa comunión? Lo
denominamos meditación; también reflexión. David tiene que
meditar la forma en que va a responder a las cosas que Dios le
hace saber cuando le habla.
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31. Fascículo #20: Las recetas de Cristo (Parte 1)
Existe otra dimensión de la comunicación con Dios que se
describe en el Salmo Cuatro. David dice que ya ha descubierto la
dimensión humana de una conversación con Dios. Escribe: “Sabed,
pues, que Jehová ha escogido al piadoso para sí; Jehová oirá
cuando yo a él clamare” (Salmos 4:3). David sabe que ha
experimentado aquella parte de la oración cuando el hombre habla
con Dios.
También ha descubierto esto: “Cuando estaba en angustia, tú
me hiciste ensanchar”. ¿Cuándo tenemos realmente comunión con
Dios? ¿Acaso no es cuando tenemos un problema y simplemente no
sabemos qué hacer? Es en ese momento cuando la mayoría de
nosotros le hablamos a Dios. No quiero desanimarlo de practicar
este tipo de comunión con Dios. Agradezco a Dios por lo que
algunos llaman “la teología de la tormenta”: la teología que
busca a Dios cuando vienen las tormentas de la vida.
Cualquier crisis o calamidad que nos lleve a Dios es fruto
de la intervención divina y una oportunidad espiritual para que
Dios haga crecer nuestra fe. Me he encontrado con muchas
personas devotas que podrán testificar que esa intervención
resultó ser el suceso más significativo de sus vidas. La
comunicación con Dios más genuina que experimentan los seres
humanos se produce en el contexto de momentos de gran tensión.
La esencia de lo que David nos dice en este Salmo es: “Cuando
estaba en aflicción, ese fue el momento en que te hiciste real
para mí. Realmente te comunicaste conmigo y yo me comuniqué
contigo cuando estaba sufriendo” (Salmo 4:1). Si usted está
familiarizado con el perfil biográfico de la vida de David que
obtenemos de los libros de historia y de estos Salmos de David,
podrá ubicar, con una imaginación santificada, varios lugares de
su peregrinaje espiritual en donde David puede haber orado este
Salmo.
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32. Fascículo #20: Las recetas de Cristo (Parte 1)
David dice que ha descubierto esas cosas, pero luego nos
habla de otra dimensión vital de una conversación con Dios,
cuando escribe: “Ofreced sacrificios de justicia, y confiad en
Jehová. Muchos son los que dicen: ¿Quién nos mostrará el bien?”
(Salmos 4:5-6).
Podemos suponer que David lucha con una de esas decisiones
a las cuales solemos tenemos enfrentar nosotros. Puede hacer lo
correcto o hacer lo que es expeditivo y beneficioso. Si hace lo
correcto, está convencido de que las consecuencias van a ser
desastrosas. En realidad, no ve cómo podrá sobrevivir si obra lo
correcto. Así que decide hacer lo expeditivo, pero entonces no
puede dormir, porque es un hombre que desea complacer a Dios y
está comprometido con valores morales indiscutibles y con la
integridad moral. Por esa razón no puede dormir. Ese es el
contexto de la conversación que mantiene David con Dios y
consigo mismo.
Después de estar en contacto con Dios y con su propio
corazón, decide hacer cualquier sacrificio que sea necesario y
colocar su confianza en el Señor. Una de las motivaciones que
impulsan su decisión es que está rodeado de personas que buscan
que haya alguno con la suficiente fe e integridad para hacer lo
que es correcto, y no volcarse a lo expeditivo, como hacen todos
los demás. Si le formuláramos la segunda pregunta que Dios
efectuó a Adán y Eva, “¿Quién te lo dijo?”, indudablemente nos
diría que Dios le hizo saber que debía hacer cualquier
sacrificio que fuese necesario para hacer lo correcto y confiar
en Dios para sobrevivir.
A lo largo de los Salmos, usted encontrará ejemplos de
oraciones como ésta de David, que son conversaciones con Dios. A
medida que lee los Salmos, observe que el esquema de los
salmistas es primeramente presentar sus peticiones a Dios y
luego recibir una palabra de Dios que es su parte de la oración
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33. Fascículo #20: Las recetas de Cristo (Parte 1)
conversada. El Salmo Veintidós es un ejemplo extraordinario de
una de esas oraciones conversadas.
Los salmistas son buenos conversadores porque saben que la
parte más importante de una oración conversada es cuando Dios
les habla en respuesta a sus oraciones. Esto les permite saber
que Dios ha escuchado la oración, que experimentan la dimensión
más importante de su conversación con Él y que simplemente deben
hacer lo que Dios les ha indicado. ¿Cuándo usted ora, ¿sabe
conversar con Dios? La madre de Jesús nos da una regla absoluta
que debemos seguir cuando oímos la parte de Dios en una
conversación con nosotros. María dijo a los sirvientes en las
bodas de Caná, donde Jesús transformó el agua en vino: “Haced
todo lo que os dijere” (Juan 2:5).
Capítulo 5
Recetas para la comunicación con las personas
En esta serie de mensajes, hemos descubierto juntos que
Dios nos ha dado sesenta y seis pequeños e inspirados libros
santos porque sabe que tenemos todo tipo de problemas. Si
abrimos la Palabra de Dios con expectativa y confianza,
descubriremos que, efectivamente, Dios ha escrito recetas
prácticas en su Libro inspirado para los muchos problemas que
experimentamos.
Hemos considerado juntos las recetas bíblicas para las
relaciones difíciles. ¿Está usted atravesando hoy una relación
de esta naturaleza? ¿Su actitud entorpece la relación con otra
persona? Si es así, las Escrituras tienen mucho que decir sobre
el tema. Luego analizamos el tema del enojo pecaminoso. El enojo
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34. Fascículo #20: Las recetas de Cristo (Parte 1)
suele ser un factor en una relación difícil. También
consideramos las recetas para el enojo santo, o justa
indignación justa, como suele denominarse. De acuerdo con la
Biblia, hay momentos en que es correcto estar enojado.
Hay un común denominador en estas recetas: la comunicación.
En la receta que nos indicaba cómo encarar una relación difícil,
estudiamos cómo mantener el fruto del Espíritu Santo y fuimos
exhortados a hacerlo, porque eso permite mantener la puerta
abierta para que Dios pueda obrar en esa relación. Si la
mantenemos abierta para Dios, lograremos que esa persona difícil
nos escuche, y eso nos puede dar una oportunidad para instruir a
aquellos que “se oponen”. De ser así, podremos instruirlos al
utilizar lo que a veces se ha denominado “el momento de la
enseñanza”. En ese instante podremos enfrentarlos con la verdad
de la Palabra de Dios que podrá liberarlos (2 Timoteo 2:23-26).
Estas recetas nos guían en el desarrollo de la comunicación
en nuestras relaciones difíciles. Cuando se trata del enojo,
tanto el pecaminoso como el justo, compartí con usted que,
cuando tratamos con el enojo, las palabras más importantes en
cualquier relación son estas: “Me equivoqué, lo siento, ¿me
perdonas?” o “Te equivocaste, me dolió, te perdono”. Estas
palabras han salvado muchos matrimonios y otros tipos de
relaciones; la falta de estas palabras ha provocado la ruptura
de muchas relaciones.
Hay personas que nunca dicen: “Me equivoqué”. Nunca
pronuncian estas dos palabras. Hay personas que nunca dicen: “Lo
siento”. Para ellos, sería reconocer que estaban equivocados, y
nunca lo están. Nunca dicen: “¿Me perdonas?”. Desde su
perspectiva, eso sería colocarse en una posición inferior
respecto de la otra persona de la relación. Simplemente nunca lo
hacen, así que la relación se desintegra y fracasa.
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35. Fascículo #20: Las recetas de Cristo (Parte 1)
Estas simples palabras: “Me equivoqué, lo siento, ¿me
perdonas?” o “te equivocaste (sea que lo admita o no), me dolió,
te perdono” pueden salvar un matrimonio; pueden salvar una
relación. Decir estas palabras o dejar de hacerlo es una
cuestión de comunicación.
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¿Qué es la comunicación?
Un profesor universitario de oratoria decidió emplear una
lección objetiva poco común para enseñar a sus alumnos los
principios de la comunicación. Un día llegó tarde a propósito a
su clase y, como era de esperar, encontró a sus estudiantes
conversando ruidosamente. Se dirigió rápidamente al frente del
aula y golpeó con fuerza el escritorio con la palma de su mano.
“¡Quiero un caos total!” gritó al tiempo que golpeaba con su
mano la tapa del escritorio y provocaba un estruendo similar a
un tiro de pistola. Los estudiantes quedaron en silencio
inmediatamente.
Logrado su objetivo, el profesor explicó a los alumnos que
los expertos coinciden en señalar que solo el siete por ciento
de lo que comunicamos es transmitido por las palabras. Cuarenta
y cuatro por ciento se transmite por el lenguaje corporal y el
cuarenta y nueve por ciento restante es comunicado por las
inflexiones de voz cuando hablamos. El profesor enseñó a sus
estudiantes que lo que les dijo - “¡Quiero un caos total!” – era
solo el siete por ciento de su mensaje. El noventa y tres por
ciento restante fue comunicado por sus gestos de enojo y el alto
volumen de su voz. Ambos transmitían el mensaje: “¡No hablen
más!”.
Estos mismos principios de la comunicación son totalmente
válidos para el matrimonio o para cualquier otra clase de
relación. Muchas parejas le dicen a su pastor o consejero
matrimonial: “No tenemos comunicación. Simplemente no nos
36. Fascículo #20: Las recetas de Cristo (Parte 1)
comunicamos”. Pero, basados en la lección objetiva que
aprendimos del profesor, podemos estar muy seguros de que un
esposo y su esposa se comunican, aun cuando no se hablen. Su
comunicación será cuestión de cómo lo hacen y qué es lo que
están comunicando, pero un esposo y su esposa casi siempre están
en comunicación.
El diccionario define la comunicación como “dar y recibir
información, mensajes e ideas a través del habla, gestos u otros
medios”. Es a través de estos “otros medios” que se produce la
comunicación en un matrimonio u otras relaciones. Una sonrisa
puede comunicar una gran cantidad de pensamientos positivos y
afectivos mientras que un ceño fruncido o una sonrisa de
desprecio pueden transmitir mucho sarcasmo o furia. Cuando una
mujer pega un portazo, o un hombre da un puñetazo contra la
pared, ¿acaso no comunican algo?
Cuando un hombre o una mujer dejan de hablarse, cuando se
tratan con silencioso desprecio, ¿acaso no están comunicándose?
Una vez escuché a una sabia mujer decir: “Cuando mi esposo no
habla, tienes que escuchar con detenimiento para entender lo que
dice”.
36
Encienda la luz
Las bacterias se multiplican en la oscuridad, pero la
mayoría no puede vivir expuesta a la luz. Si los esposos quieren
construir y mantener una fuerte relación matrimonial, su buena
comunicación puede pensarse como una “luz” brillante que pueden
encender sobre las “bacterias” de los problemas de sus problemas
de comunicación. Cuando lo hagan, la mayoría de esa “bacterias”
morirá, y con la buena comunicación podrán ocuparse de las que
quedaron. Este principio es válido para toda clase de
relaciones.
Basados en esta definición de la comunicación, la segunda
37. Fascículo #20: Las recetas de Cristo (Parte 1)
observación que podemos hacer es que siempre existen dos
dimensiones de la comunicación. Mi definición operativa de la
comunicación nos informa que es “dar y recibir información,
mensajes e ideas”. En consecuencia, la comunicación en una
relación matrimonial o cualquier otra clase de relación tiene
una dimensión de dar y otra de recibir. De acuerdo con esta
definición, también puedo llegar a la conclusión de la
existencia de dos dimensiones en los problemas de comunicación
en las relaciones. A veces, el origen del problema es el dador y
otras veces la fuente del problema es la persona que recibe la
comunicación.
Una señora describió el problema de comunicación en su
matrimonio de esta forma: “Es como si mi esposo viviera en una
isla misteriosa y yo la hubiera estado rodeando por veinte años
buscando encontrar infructuosamente un sitio donde amarrar mi
bote”.
Imagine que usted y su cónyuge realmente viven en islas que
están separadas entre sí, y que su único medio de comunicación
es una radio. Para que ambos se puedan comunicar, deben ocurrir
dos cosas: uno de ustedes debe decidirse a prender la radio y
enviarle un mensaje al otro. Y el otro cónyuge, a quien se le
envía el mensaje, también debe decidirse a prender la radio,
buscar la frecuencia correcta y recibir el mensaje.
Tal como aprendimos en el último capítulo, aun la
comunicación que mantenemos con Dios tiene esas dos dimensiones:
dar y recibir. La comunicación en un matrimonio o en otra clase
de relación consta de estas dos dimensiones tan distintas entre
sí como lo sería estar en dos islas distintas.
A veces, el origen de un problema de comunicación
matrimonial radica en que el emisor no enciende su radio y envía
un mensaje. Y cuando lo hace, hay veces que el mensaje es
distorsionado y confuso. Cierta vez, una esposa le explicó a su
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38. Fascículo #20: Las recetas de Cristo (Parte 1)
esposo: “Yo sé que piensas que entiendes lo que dije, pero lo
que debes saber es que lo que dije no es lo que quise decir”.
También hay veces cuando la fuente del problema es que la radio
receptora no está encendida, o no está sintonizada en la
frecuencia correcta.
A lo largo de más de cuatro décadas de pastorado, he
preguntado a parejas que me han dicho que no tienen comunicación
si en realidad han tenido en algún momento algo que se parezca a
una buena comunicación. Dado que es muy raro que dos personas se
casen si no tienen comunicación, la mayoría de las parejas
contestaron que, efectivamente, su comunicación era buena al
comienzo de su matrimonio.
Cuando concordamos en que obviamente algo había sucedido
para averiar las líneas de comunicación entre ellos, les
proponía una tarea. Les pedía que confeccionaran una lista con
todas las razones por las que creían que sus líneas de
comunicación se habían dañado. De esas listas, descubrí dos
síntomas obvios y típicos de un problema de comunicación
matrimonial. Uno de los síntomas era que uno de ellos, o ambos,
habían dejado de hablar, y el otro síntoma era que había habido
momentos en uno u ambos se habían enojado al intentar
comunicarse.
Si su problema de comunicación radicaba en que uno u ambos
habían dejado de hablar, le pedía a quien había quedado sin
hablar (o a ambos) que hiciera una lista de los motivos que lo
había llevado a esta actitud. En los casos en que uno o ambos se
enojaban al intentar comunicarse, le pedía al que se enojaba (o
a ambos) que hiciera una lista con los motivos que lo hacían
enojar.
Les decía que las razones por las que dejaban de hablar o
se enojaban cuando intentaban comunicarse, se debía a los
“disyuntores” de la comunicación. Un disyuntor es un aparato que
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39. Fascículo #20: Las recetas de Cristo (Parte 1)
corta la electricidad de un circuito que está próximo a la
sobrecarga y ante peligro de fuego u otro daño al sistema
eléctrico en los hogares o edificios. Les pedía que no hablaran
sobre sus listas de “disyuntores” hasta que pudiésemos hacerlo
juntos en nuestra próxima reunión de asesoramiento.
Al tratar uno a uno sus “disyuntores” con ellos, los
desafiaba a pensar acerca de lo que se necesitaría para
restaurar cada uno de estos cortes en su comunicación. Este
proceso me permitió ver, junto con las parejas involucradas, la
innegable realidad que la buena comunicación es una propuesta de
dar y recibir. Estos “disyuntores” frecuentemente estaban todos
referidos a la manera en que la comunicación de un cónyuge era
recibida por el otro.
Por ejemplo, una esposa escribió: “No me escucha” como la
razón por la cual dejó de hablar. Comentó que cuando le dijo a
su esposo: “Hoy el bebé dijo algunas palabras nuevas”, se dio
cuenta de que su esposo había cambiado la sintonía y ya no la
escuchaba. Dado que la comunicación no debe ser un monólogo,
había decidido dejar de hablar. Antes de deshacerse en lágrimas,
nos dijo a su esposo y a mí que, al no ser escuchada, lo
interpretaba como que su esposo no estaba interesado; y si no
estaba interesado se traducía en que no le importaba y esto, en
consecuencia, quería decir que ¡no la amaba a ella ni tampoco al
bebé!
Un esposo escribió que cuando compartía algo que era
realmente importante para él, como ser la idea de poder
concurrir a un seminario, su esposa se reía de él. En
consecuencia, anunció que nunca más compartiría sus sentimientos
profundos con su esposa.
Cuando usted comparte su corazón con otra persona, es como
si hubiese colocado su corazón en la mano de ella. Y cuando
tienen su corazón en su poder, pueden hacer cualquier cosa con
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40. Fascículo #20: Las recetas de Cristo (Parte 1)
él. Pueden apretarlo; tirarlo al piso y pisarlo, o pueden reírse
de él. Lo peor que pueden hacer con su corazón es ignorarlo,
porque lo opuesto al amor no es el odio. Es la indiferencia.
El ignorar a una persona es lo opuesto a amarla. Una forma
posible de responder a los sinceros intentos de comunicación con
usted de parte de su cónyuge sería simplemente ignorarlos. El no
prestar atención a los intentos de comunicación de su cónyuge es
ignorar su corazón.
Un esposo escribió que su esposa era “una francotiradora
verbal”. Según su relato, cuando él se volvía vulnerable al
tratar de mantener una comunicación a nivel profundo, a menudo
ella aprovechaba su vulnerabilidad “disparándole por la
espalda”. Me pareció interesante que en aquella misma sesión de
consejería, su esposa registró en su lista de “disyuntores” que
su esposo era “un asesino verbal”. Ella estaba asustada de
comunicarse con él sobre varios temas porque la “asesinaba”
verbalmente si trataba de decirle algo que él necesitaba, pero
no quería escuchar.
Hay una idea recurrente en la dinámica de la comunicación
entre esposos que se repite en todos estos ejemplos. La
comunicación no es solo una cuestión de cómo se entrega; la
comunicación, en una relación matrimonial o en cualquier otra,
también involucra la forma en que una persona recibe la
comunicación de parte de la otra. En cada uno de estos ejemplos,
la forma en que cada cónyuge recibía la comunicación del otro se
transformaba en un disyuntor. Al poner en práctica las recetas
bíblicas para la comunicación en nuestras relaciones, este hecho
básico de la comunicación nos muestra que debemos disciplinarnos
para transformarnos en buenos receptores, es decir, buenos
escuchadores.
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41. Fascículo #20: Las recetas de Cristo (Parte 1)
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El síndrome de la tortuga
Al compartir estos “disyuntores” de la comunicación con
parejas, les dije a varias de ellas que se estaban comportando
como un par de tortugas. Si uno molesta demasiado a una tortuga,
ésta reacciona replegándose dentro del caparazón y no se dejará
ver por mucho tiempo. Cuando nuestra comunicación no es recibida
correctamente, nos replegamos adentro de nuestros caparazones
como tortugas. Muchos matrimonios viven juntos como tortugas, y
necesitan desesperadamente entender que la comunicación tiene
dos dimensiones: la de dar y la de recibir.
Ambas dimensiones de la comunicación son vitalmente
importantes y deben ser aceptadas, apreciadas y abordadas por
cualquier matrimonio o relación entre creyentes que deseen tener
la herramienta que les posibilite mantener su unidad en Cristo.
El síndrome del puercoespín
Hay una pequeña poesía pintoresca sobre dos puercoespines
que están tratando de expresarse amor y afecto en una noche
fría. Ante la pregunta: “¿Cómo se abrazan los puercoespines?”,
la respuesta es: “¡Con mucho cuidado!”. Ambos están firmemente
decididos a expresar su amor y afecto por el otro, pero cada vez
que intentan acercarse, quedan trabados.
La esencia de la aplicación de la poesía es obvia. Cuando
intentamos comunicarnos como esposo y esposa en un nivel de
intimidad, o como creyentes, generalmente nos quedamos trabados
en las “espinas” de la forma en que nuestro cónyuge u otro
creyente reciben nuestros intentos de apertura y comunicación.
La aplicación de la hermosa metáfora de esta poesía es que no
debemos replegarnos ni tomar distancia en las relaciones por la
forma en que otros han recibido nuestros intentos de
comunicarnos. ¡Por eso se requiere valor para la comunicación!
42. Fascículo #20: Las recetas de Cristo (Parte 1)
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En síntesis:
La comunicación no es solo lo que se dice; es lo que se
oye.
La comunicación no es solo lo que se dice; es lo que se
siente.
La comunicación no es solo lo que se dice; es lo que la
gente quiere oír.
La comunicación no es solo lo que se dice; es lo que se
dice; es todo lo que se transmite por medio del habla, los
gestos u otros medios.
La regla de oro de la comunicación
En su Sermón del Monte, la esencia de la verdad que enseñó
Jesús respecto las relaciones humanas está resumida en: “Todas
las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así
también haced vosotros con ellos” (Mateo 7:12). Esta enseñanza
de Jesús es conocida como “La Regla de Oro”.
En cierto sentido, todos los ejemplos que he descrito de
cónyuges que reciben la comunicación de sus esposos o esposas en
forma inadecuada se pueden rastrear hasta llegar a una misma
fuente y se pueden expresar con una sola palabra: egoísmo. La
misma verdad se aplica a la comunicación que mantenemos con
nuestros hermanos y hermanas en Cristo y en todas las relaciones
que tenemos en este mundo. La Regla de Oro es la solución
general de Jesús para los problemas de comunicación que
enfrentamos en todas nuestras relaciones, sean o no difíciles.
Cuando se proponga aplicar seriamente la Regla de Oro de
Jesús, descubrirá que antes que pueda poner en práctica este
gran compendio de enseñanzas sobre las relaciones, primeramente
tendrá que ponerse en el lugar de la otra persona.
Por ejemplo, para transformarse en un buen receptor al
comunicarse con su esposa o esposo, un creyente o en una
43. Fascículo #20: Las recetas de Cristo (Parte 1)
relación secular, póngase en el lugar de la persona que intenta
comunicarse con usted. Pregúntese: “Si yo fuera la otra persona
y procurara decir lo que quiere comunicarme en este preciso
momento, ¿cómo querría yo que ella recibiese mi mensaje?”.
Cuando sepa la respuesta a esa pregunta, hágalo. Sencillamente
hágalo, porque su respuesta a la pregunta es la Regla de Oro de
la comunicación relacional.
Si se disciplina para pensar de esa forma, se dará cuenta
de que querrá que los demás reciban su comunicación
adecuadamente. En primer lugar, querrá que oigan hasta que
realmente hayan escuchado lo que usted quiso decir. Obviamente,
no querrá que su cónyuge u otra persona reciban su comunicación
de alguna de las maneras inadecuadas que describí en los
ejemplos anteriores. No deseará que sean contenciosos o estén
preparados para la pelea, francotiradores verbales o asesinos
verbales. No querrá que su cónyuge o un creyente cambie la
sintonía y deje de escucharlo, porque no está interesado en lo
que tiene que decir o porque no le importa lo que tenga que
comunicarle, o porque no lo ama.
A medida que identifique sus “disyuntores” de la
comunicación y considere qué implicaría restaurar los circuitos
rotos en su comunicación con otras personas, permita que la
Regla de Oro de Jesús le guíe. Si desea aplicar seriamente este
gran principio y compendio de la ética relacional de Jesús,
entonces debe estar centrado en los demás. Para ello, debe estar
centrado en Dios, Cristo y el Espíritu Santo, porque estar
centrado en los demás es algo que está totalmente a contramano
de la naturaleza humana. Cuando decida comprometerse a estar
centrado en los demás en vez de estar centrado en usted,
recuerde que está intentando lo imposible, a menos que
manifieste el fruto del Espíritu Santo (Gálatas 5:22,23).
Hay otra enseñanza de Jesús que suple y complementa la
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44. Fascículo #20: Las recetas de Cristo (Parte 1)
Regla de Oro. Ésta también debería ser aplicada a la
comunicación con nuestros cónyuges y en todas nuestras
relaciones. Según Pablo, Jesús dijo: “Más bienaventurado es dar
que recibir” (Hechos 20:35).
Dado que la comunicación es una propuesta de dar y recibir,
deberíamos considerar cuidadosamente y en oración la
comunicación que necesitan escuchar aquellos con los cuales
mantenemos alguna relación. Luego deberíamos tomar la iniciativa
y contribuir con nuestra comunicación como un obsequio para
ellos. De acuerdo con Jesús, tendremos más felicidad (bendición)
en dar la comunicación adecuada que la que podamos experimentar
al simplemente reaccionar a la comunicación de otros (Efesios
4:21-25,29,31,32).
Los principios de comunicación de Pablo
Cuando consideremos la calidad de la comunicación que
deberíamos presentar a otros como si fuera un regalo, deberíamos
tener en cuenta algunas palabras que Pablo escribió a los
efesios cuando les enseñó que cada vez que abrieran sus bocas se
convertirían en canales de la gracia de Dios. Pablo les exhortó
a usar palabras que edificaran o desarrollaran al receptor de su
comunicación. También los desafió a que ninguna palabra que
saliera de sus bocas pudiese corromper o destruir a los oyentes
(Efesios 4:29).
Hay varios pasajes profundos en la segunda carta del
apóstol Pablo a los creyentes en Corinto que bosquejan las dos
dimensiones vitalmente importantes del dar y recibir en la
comunicación. Por ejemplo, Pablo escribe: “Nuestra boca se ha
abierto a vosotros, oh corintios; nuestro corazón se ha
ensanchado. No estáis estrechos en nosotros, pero sí sois
estrechos en vuestro propio corazón. Pues, para corresponder del
mismo modo (como a hijos hablo), ensanchaos también vosotros” (2
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45. Fascículo #20: Las recetas de Cristo (Parte 1)
45
Corintios 6:11-13).
Si queremos parafrasear y resumir este pasaje, Pablo les
dice a los corintios - y, como aplicación, a usted y a mí - que
es como si tuviésemos “aletas” de comunicación en nuestros
corazones. Está diciendo a los creyentes corintios que tiene una
actitud abierta hacia ellos, con su “aleta” de comunicación
abierta, pero ellos han cerrado las suyas hacia él, y le han
dado la espalda.
Como hombre y mujer que Dios ha unido y ha hecho uno, y
como creyentes que deben ser uno en Cristo, Dios desea que
estemos con nuestras “aletas” de la comunicación siempre
abiertas. Tristemente, la verdad es que pasamos demasiado de
nuestro tiempo de matrimonio y, como hermanos y hermanas en
Cristo, de espaldas uno al otro y con las “aletas” cerradas.
Pablo también escribe: “Porque si yo os contristo, ¿quién
será luego el que me alegre, sino aquél a quien yo contristé?”
(2 Corintios 2:2). Este pasaje también puede aplicarse a las dos
dimensiones del dar y recibir en la comunicación relacional. Si
usted siempre entrega y recibe comunicación de tal forma que
desanima a otros, ¿quién cree que lo animará después a usted?
Posiblemente pase dos tercios de su vida con su cónyuge y pasará
la eternidad con sus hermanos y hermanas en el Señor. Desde
ahora hasta la eternidad, sería una buena idea cultivar la buena
comunicación con aquellos que ama ahora y amará eternamente. A
su cónyuge y a sus hermanos creyentes se les ha encargado la
responsabilidad de comunicarse con usted de una forma que
contribuya a su felicidad personal, y usted es responsable de
edificarlos a ellos.
Pablo comparte con nosotros otra visión de la comunicación
que tenemos como creyentes y matrimonios. Les dice a estos
mismos corintios que ha renunciado a las cosas ocultas y que no
anda con astucia al comunicarse con ellos (2 Corintios 4:2). Los
46. Fascículo #20: Las recetas de Cristo (Parte 1)
desafía a que se comuniquen con él de la misma forma.
Aquí debo hacer una advertencia. En nombre de la
honestidad, uno puede llegar a causar un gran daño a su cónyuge,
o a otro creyente, cuando en realidad está encarando el problema
de su propia culpa. Veamos ejemplo: Una vez una pareja me
preguntó si deberían hablar la verdad en amor, y decir a su hija
adolescente que la habían concebido antes de haberse casado. Les
pregunté si lo hacían por una necesidad de su hija de saber algo
o por la culpa que sentían ellos. En nombre de la honestidad,
podemos llegar a hacer lo mismo con nuestro cónyuge o con
nuestros hermanos creyentes.
Hay veces que deberíamos restringir cierta comunicación
honesta con otros, porque tienen un problema de salud, como por
ejemplo una enfermedad cardíaca. Es posible también que sufran
un problema emocional y que no estén lo suficientemente estables
como para manejar nuestra honestidad. Deberíamos hacer pasar
nuestra culpa o necesidad de ser conocidos como personas
honestas por el prisma de nuestro amor por otros y nuestro
compromiso por su bienestar, antes de causarles daño con nuestra
honestidad.
Habiendo dicho esto, los creyentes sanos, estables y
físicamente y espiritualmente saludables deberían esforzarse por
mantener relaciones francas y honestas. Lo que he llamado
“bacterias”, el apóstol Pablo denomina: “lo oculto y vergonzoso”
y “andar con astucia”, que yo llamo “jugar juegos de
comunicación”. Cuando estamos seguros de que nos estamos
ocupando del bienestar de otros más que de nuestra propia culpa,
y tenemos el coraje de comunicarnos, deberíamos “encender la
luz” sobre las cosas ocultas y vergonzosas y, cuando nos
comunicamos, nunca andar con astucia.
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47. Fascículo #20: Las recetas de Cristo (Parte 1)
Capítulo 6
La receta para el pecado
El problema más grande que tengo es el pecado, y sea que
usted lo sepa o no, su problema más grande también es el pecado.
Es más, el mayor problema que tiene todo ser humano en este
mundo es el pecado. En un sentido, la diferencia entre los
creyentes y los incrédulos es que los creyentes sabemos
ciertamente que el problema más grande que tenemos es el pecado
mientras que el resto del mundo, que no ha creído y no ha vuelto
a nacer, no sabe esto.
Las muchas y diferentes palabras que la Biblia usa para el
pecado terminan dándonos una definición de él. Estas palabras
son conceptos como: violar una norma, errar el blanco, no
alcanzar el objetivo, seguir nuestro camino, o actuar
independientemente de Dios. El punto es: ¿haremos la voluntad de
Dios o estamos decididos a hacer lo que nos plazca?
Una de las recetas bíblicas más profundas para la solución
al pecado se encuentra en la carta de Pablo a los creyentes en
Roma (Romanos 7:15-8:13). La última mitad del capítulo siete
registra el discurso famoso de Pablo respecto de la lucha que él
mismo tenía con el pecado. Centra el problema del pecado en su
propio corazón y mente. En este pasaje, descubre su corazón y su
mente y, con una asombrosa transparencia, nos permite ver la
lucha que mantiene con el pecado en ellos. Al hacerlo, nos da
una visión de la lucha que tenemos nosotros en nuestros propios
corazones y mentes.
Antes de considerar el discurso de Pablo y la solución de
Dios, debemos hacer la siguiente observación: Pablo no toca
principalmente el tema del pecado en la vida de un inconverso.
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48. Fascículo #20: Las recetas de Cristo (Parte 1)
Ya ha tratado ese problema y su solución en los primeros cuatro
capítulos de su carta a los Romanos. En los siguientes cuatro
capítulos, se concentra en el tema del pecado en la vida del
creyente. También debería añadir esta observación: aborda el
tema del pecado en la vida del creyente que desea ser santo.
La Palabra de Dios nos dice que debemos ser santos porque
Dios es santo. Sólo el creyente que desea la santidad puede
darse cuenta de la fuerza y el poder del pecado. Si usted no
está intentando vivir una vida santa, el pecado será de poca
importancia para usted; tampoco representa un gran problema para
usted. En cambio, si desea la santidad fervientemente, como lo
hacía Pablo, tendrá mayor conciencia del efecto del pecado en
usted. Si bien la enseñanza de Pablo de este tema es larga,
quiero citar todo el discurso y la receta para el pecado que
viene a continuación. He parafraseado, resumido y traducido el
pasaje, porque creo que nunca antes ha habido un momento en el
cuerpo de Cristo, en que hemos necesitado entender tanto sobre
estos temas como hoy. Tenemos muchas personas hoy que dicen ser
seguidores de Cristo, que no conocen nada sobre esta receta de
profundo significado que Pablo comparte con nosotros en este
gran pasaje de las Escrituras (Romanos 7:14 – 8:13).
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Una sinfonía de insuficiencia
“No entiendo lo que hago. No hago las cosas que
sinceramente deseo hacer, sino aquellas cosas que odio hacer,
son precisamente las que en realidad hago. Ahora, si no quiero
hacer estas cosas malas, y si de hecho odio hacerlas, y si mi
conciencia me recrimina cuando las hago, entonces, debo creer
que las leyes de Dios que quebranto cuando hago estas cosas
malas, son leyes buenas y justas”.
“Si no hago lo que quiero, sino más bien aquello que no
quiero hacer, en un sentido, no soy yo el que hace estas cosas,
49. Fascículo #20: Las recetas de Cristo (Parte 1)
sino el pecado que mora en mí. Me he convencido, a través de
varios años de experiencias vergonzosas y dolorosas, de que no
hay nada bueno en mí, es decir, en mi carne, y con ello me
refiero a mi naturaleza humana separada de Dios o sin su
asistencia. Oh, puedo desear hacer lo que es correcto, pero no
encuentro dentro de mí el poder para hacer lo que deseo.
Simplemente sigo día tras día sin hacer las cosas buenas que
quiero hacer, pero aquellas cosas que me prometí no hacer,
aquellas cosas pecaminosas que aborrezco, simplemente las hago
de todas maneras”.
“Ya no puedo seguir negándome a aceptar la dura realidad de
que no controlo mi vida. Encuentro que es una ley: cuando quiero
hacer el bien, el pecado está presente en mí. En mi mente, me
deleito en obedecer la ley de Dios, pero cuando lo hago,
descubro otra ley en mis miembros. Esta otra ley está en guerra
con la ley de mi mente y me hace un prisionero del pecado, que
está muy vivo en mí”.
“Así que, se reduce a lo siguiente: en mi mente, confieso
ser, y realmente deseo ser esclavo de la ley de Dios. Pero, la
dolorosa realidad es que, en mi carne, en realidad soy un
esclavo de la ley del pecado. ¡Oh, qué hombre tan miserable soy!
¿Quién me librará de este cuerpo de muerte? Doy gracias a Dios,
porque esa pregunta ya ha sido contestada para mí. Jesucristo,
mi Señor, me ha librado de la dolorosa tensión y el conflicto de
esta agonía espiritual”.
49
Una sinfonía de suficiencia
“Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en
Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino
conforme al Espíritu. Porque la ley del Espíritu de vida en
Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte.
Porque lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil
50. Fascículo #20: Las recetas de Cristo (Parte 1)
por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de
pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne;
para que la justicia de la ley se cumpliese en nosotros, que no
andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.
“Porque los que son de la carne piensan en las cosas de la
carne; pero los que son del Espíritu, en las cosas del
Espíritu. Porque el ocuparse de la carne es muerte, pero el
ocuparse del Espíritu es vida y paz. Por cuanto los designios
de la carne son enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la
ley de Dios, ni tampoco pueden; y los que viven según la carne
no pueden agradar a Dios.
“Mas vosotros no vivís según la carne, sino según el
Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si
alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él. Pero si
Cristo está en vosotros, el cuerpo en verdad está muerto a causa
del pecado, mas el espíritu vive a causa de la justicia. Y si
el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en
vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús
vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que
mora en vosotros.
“Así que, hermanos, deudores somos, no a la carne, para que
vivamos conforme a la carne; porque si vivís conforme a la
carne, moriréis; mas si por el Espíritu hacéis morir las obras
de la carne, viviréis”.
Con la descripción más preciosa que podamos encontrar en
cualquier otra parte de las Escrituras, Pablo presenta el
problema del pecado y la receta de Dios para solucionar este
problema en la vida del creyente. Podría decirse que toda la
Biblia puede denominarse “Una receta para el pecado”. La cruz es
un símbolo de la receta y la solución de Dios al problema del
pecado en la vida de los inconversos, y para el creyente sigue
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51. Fascículo #20: Las recetas de Cristo (Parte 1)
siendo la llave de su victoria sobre el pecado. Esta es la
esencia de la Biblia.
La receta para el pecado en la vida de los creyentes que
desean vivir vidas santas está descrita de muchas maneras y en
muchos lugares de la Biblia, pero nunca la encontrará tan
maravillosamente descrita y prescripta como en este pasaje que
he citado aquí. Uno de mis eruditos favoritos, el Dr. William
Barclay, quien por cuarenta años fue profesor de Biblia en la
Universidad de Edimburgo, Escocia, denomina la enseñanza de
Pablo sobre el pecado “Una sinfonía de insuficiencia”. Creo que
es una visión maravillosa de la confesión honesta de Pablo.
De la forma en que este amado apóstol comparte su lucha
contra el pecado, de una manera tan transparente y honesta, nos
está diciendo que ciertas recetas para el pecado son
inadecuadas. Este pasaje nos muestra, por ejemplo, la ineficacia
de una receta meramente física para el pecado. Cuando Pablo
utiliza esta expresión: “en mi carne”, o “en la carne”, William
Barclay nos dice que Pablo quiere decir, como ya lo hemos
observado, “en mi naturaleza humana, apartado de Dios, o sin la
ayuda de Dios”.
Después de haber comenzado esta serie de mensajes sobre las
recetas para problemas, invité a mis oyentes a que me enviaran
sugerencias de problemas que quisieran que yo abordara. Alguien
me solicitó que tratara el problema del “cristiano carnal”. Su
pregunta en realidad era: “¿Por qué tantos cristianos
profesantes hoy son cristianos carnales?”.
La expresión “cristiano carnal” es aparentemente
contradictoria. La palabra “carnal” proviene de la palabra
“carne”. La palabra “cristiano” significa literalmente “uno como
Cristo”. Si una persona es como Cristo, no será carnal, alguien
que vive según su naturaleza humana sin la ayuda de Dios. Nunca
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52. Fascículo #20: Las recetas de Cristo (Parte 1)
podríamos aplicar este concepto a la vida que llevó Jesucristo
aquí en la tierra.
Lo que llamamos un “cristiano carnal” es un cristiano
profesante que aún no ha descubierto la receta de Dios para la
solución del problema del pecado en la vida del creyente, según
la describe Pablo. Si la ha descubierto, no la entiende. Si la
entiende, no sabe cómo aplicarla. Incluso es posible que no haya
descubierto que el problema más grande que tiene, aun como
creyente, es el problema del pecado.
El reconocer la lucha con el pecado de la forma en que lo
hace Pablo en este pasaje, resulta ser un problema para muchos
estudiosos, que dicen que es imposible que Pablo haya estado
hablando de sí mismo cuando escribió esta honesta confesión
personal de su lucha contra el pecado. Su razonamiento es que el
apóstol Pablo, tan espiritualmente maduro, nunca podría haber
escrito estas cosas respecto de la batalla que tiene contra el
pecado.
De los escritos de Pablo, este pasaje es uno de los que con
mayor frecuencia son mal interpretados o aplicados. He escuchado
a algunas personas decir, después de leer el pasaje, que si
Pablo tuvo tanta dificultad con el pecado, entonces, cuando
somos tentados a pecar, deberíamos ceder inmediatamente y evitar
la lucha. Otros que leen este pasaje dicen que, si nos basamos
en esta afirmación de Pablo, es imposible vencer al pecado.
Puedo ver cómo llegaron a esa conclusión si terminaron su
lectura al final del capítulo siete. El capítulo siete presenta
las malas noticias. Las buenas comienzan en el capítulo ocho.
A mi juicio, la palabra clave es la palabra “carne”. Pablo
simplemente dice: “Alejado de Dios, sin la ayuda de Dios, mi
lucha con el pecado me trajo al lugar donde me consideré un
miserable”. Si usted no es una persona de logros espirituales,
es posible que le resulte más fácil aprender algunas de estas
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53. Fascículo #20: Las recetas de Cristo (Parte 1)
cosas. Es más difícil para aquellos que obtienen logros. Pablo
era un hombre que había obtenido logros, un superhombre en este
aspecto, por eso le llevó tanto tiempo aprender. Esta es la
razón por la cual su lucha era tan grande.
Nadie intentó lograr justicia, santidad y salvación fuera
de Dios y sin la ayuda de Dios tan intensamente como Saulo de
Tarso. Pero, mientras procuraba resolver su problema de pecado
fuera de Dios y sin su ayuda, se encontró en una terrible
tensión y una tremenda dicotomía, que lo llevó al lugar donde se
consideró a sí mismo un “hombre miserable”.
Utiliza una metáfora muy grotesca. Exclama: “¿Quién me
librará de este cuerpo de muerte?”. En la zona alrededor de
Tarso, donde se crió Pablo, los crueles conquistadores romanos
practicaban una horrible forma de pena capital. Si una persona
era condenada por homicidio, la desnudaban. Luego el cuerpo
desnudo del que había sido asesinado era encadenado – espalda
contra espalda - al cuerpo del homicida, con grilletes o cadenas
a sus tobillos, rodillas, caderas y así hasta la cabeza. Luego
lo enviaban al desierto. La descomposición del cuerpo muerto
infectaba al condenado hasta producirle la muerte. Era una
muerte indescriptiblemente horrible.
A esto se refiere Pablo al final del pasaje en el capítulo
siete. Trata de decirnos cómo intentó, fuera de Dios y sin su
ayuda, ser santo y ganar su batalla con el pecado. Dijo: “¿Quién
me librará de este cuerpo de muerte?”. Literalmente, quería
decir: “¿Quién me librará del cuerpo muerto que está encadenado
a mí?”.
De acuerdo con la enseñanza de Pablo sobre el pecado, o la
sinfonía de insuficiencia que lo lleva a su sinfonía de
suficiencia, la solución al problema del pecado no puede
encontrarse dentro de nosotros; debe venir de afuera de
nosotros. La visión que tiene Pablo del pecado en este pasaje
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54. Fascículo #20: Las recetas de Cristo (Parte 1)
nos muestra la insuficiencia de una mera receta física para
sobreponerse al problema del pecado. La verdadera victoria sobre
el poder del pecado solo se puede encontrar en la receta de
Dios: “Ninguna condenación hay para los que están en Cristo
Jesús, los que no andan conforme a al carne, sino conforme al
Espíritu” (Romanos 8:1).
Si usted, al igual que Pablo, ha procurado solucionar el
problema del pecado con sus propias fuerzas, entonces acepte
hoy, y cada día, la receta de Dios.
Capítulo 7
La receta para la culpa
Nadie tuvo mayor necesidad de resolver el problema de la
culpa que David. Si quiere apreciar la causa de su culpa, lea el
relato del capítulo más oscuro en la vida de David, en el libro
histórico de 2 Samuel, capítulos 11 al 18. David fue el segundo
y el mejor rey de todos los que tuvo Israel. Luego de catorce
años de reinado, cayó en pecado, como todos sabemos. Cometió el
pecado de adulterio con una mujer llamada Betsabé, y luego
orquestó el asesinato de su esposo en una batalla.
Cuando se repasa su vida en el primer libro de Reyes,
capítulo quince, leemos: “David había hecho lo recto ante los
ojos de Jehová, y de ninguna cosa que le mandase se había
apartado en todos los días de su vida, salvo en lo tocante a
Urías heteo”. Cuando Dios recuerda este terrible episodio en la
vida de David, la peor parte de su pecado fue lo que hizo a
Urías y no lo que le hizo a la mujer de éste.
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