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Fascículo #20: Las recetas de Cristo (Parte 1) 
INSTITUTO BÍBLICO DEL AIRE 
FASCÍCULO INTERNACIONAL NÚMERO VEINTE 
Las recetas de Cristo 
(Primera parte) 
1
Fascículo #20: Las recetas de Cristo (Parte 1) 
Introducción 
En este fascículo, y en el próximo, queremos examinar las 
respuestas de Jesucristo a algunas de las preguntas más 
inquietantes de la vida. Encontramos estas “recetas” de Cristo 
en la Biblia. La Palabra de Dios provee recetas para todos 
nosotros, pero debemos reconocer que necesitamos su ayuda; 
debemos admitir que estamos “enfermos”. Cuando estamos muy 
enfermos, el doctor nos receta los medicamentos necesarios para 
curar la enfermedad. Jesús dijo: “Los sanos no tienen necesidad 
de médico, sino los enfermos” (Mateo 9:12). 
Los creyentes enfrentan problemas que van desde las 
tensiones en las relaciones interpersonales hasta las luchas con 
el pecado. Por ello, antes de poder cumplir con nuestro 
cometido, debemos ayudar a los creyentes a hallar las soluciones 
a sus problemas. Éstas se pueden hallar en las Escrituras, que 
contienen recetas inspiradoras para los problemas que 
enfrentamos. A medida que aplicamos estas recetas bíblicas a 
nuestras vidas, la iglesia se transforma en algo más que un 
lugar donde los creyentes se ocupan de su salvación y se 
preparan para el ministerio (Filipenses 2:12; Efesios 4:12). La 
iglesia pasa a ser un lugar donde encuentran las soluciones a 
sus problemas y se convierten en ministros fructíferos para la 
gloria de Dios. 
En este primer fascículo sobre las recetas bíblicas, vamos 
a estudiar las recetas de Dios para las relaciones difíciles, el 
enojo, la comunicación con Dios y el hombre, el pecado y la 
culpa. Mi ruego es que este fascículo lo lleve a internarse en 
la Palabra de Dios y que ella a su vez lo penetre a usted, 
porque es precisamente en su Palabra donde encontraremos las 
recetas de Cristo para nuestros problemas más difíciles. 
2
Fascículo #20: Las recetas de Cristo (Parte 1) 
Capítulo 1 
Recetas bíblicas para las relaciones difíciles 
“Pero desecha las cuestiones necias e insensatas, sabiendo 
que engendran contiendas. Porque el siervo del Señor no debe ser 
contencioso, sino amable para con todos, apto para enseñar, 
sufrido; que con mansedumbre corrija a los que se oponen, por si 
quizá Dios les conceda que se arrepientan para conocer la 
verdad, y escapen del lazo del diablo, en que están cautivos a 
voluntad de él” (2 Timoteo 2:23-26). 
Mientras que muchos creen que la iglesia debería funcionar 
como un hospital, que atiende y cura a todos los que traspasan 
sus puertas, aprendemos de la carta de Pablo a los Efesios que 
la iglesia debería ser un lugar donde los creyentes son 
preparados para el ministerio. Pablo escribe la declaración de 
la visión de la iglesia en un solo versículo. Cuando nos 
reunimos como iglesia, siempre nuestro objetivo debería ser: “A 
fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio” 
(Efesios 4:12). Sin embargo, muchos de los problemas a los que 
nos enfrentamos como humanos y como creyentes impiden el 
desarrollo de un ministerio efectivo. Atender estos problemas 
debería ser parte de la preparación de los creyentes para un 
ministerio efectivo. 
La receta que se encuentra en el pasaje citado más arriba 
está destinada a un creyente que se encuentra en una relación 
difícil. Esta relación podría ser con su esposa, sus hijos, sus 
padres, otro creyente o lo que hoy consideramos una relación de 
consejería. Pablo en realidad le escribe esta receta a Timoteo 
3
Fascículo #20: Las recetas de Cristo (Parte 1) 
para mostrarle cómo debía pastorear él, un pastor joven, a los 
creyentes difíciles de su ministerio. 
Al enseñarnos cómo ser sal de la tierra y luz del mundo, 
nuestro Señor nos indicó que debemos arreglar nuestra relación 
con nuestro hermano primero, y luego atender a nuestra relación 
con Dios (Mateo 5:24). Es posible que Jesús haya compartido este 
valor con nosotros porque sabía que no podemos ganar al mundo si 
nos perdemos unos a otros. 
Probablemente, ésta sea la razón por la cual encontramos 
frecuentemente en el Nuevo Testamento recetas que abordan los 
problemas que tienen los creyentes en sus relaciones con sus 
hermanos y hermanas en Cristo (Mateo 18:15-18). “Vivir arriba 
con los santos que hemos amado, ¡cuán glorioso será!, pero vivir 
abajo con los santos que conocemos, ¡ese es otro cantar!”. Los 
problemas en las relaciones entre creyentes que hacen necesarias 
estas recetas existen desde que Caín mató a su hermano, Abel, y 
siguen siendo un desafío para los creyentes de hoy. 
Si examina esta receta con cuidado, notará que el amado 
apóstol Pablo le dice a Timoteo que el diablo es el origen y el 
poder que se encuentra tras los problemas que causan estas 
relaciones difíciles que deben resolver los creyentes en sus 
comunidades espirituales. En última instancia, el maligno es el 
motivo por el cual las relaciones entre creyentes llegan a ser 
tan difíciles. 
Este pasaje, en la segunda carta de Pablo a Timoteo, le 
dice cómo debía responder a quienes enseñaba, pues mucha de la 
enseñanza en las iglesias del primer siglo se hacía en el 
contexto de las relaciones. La enseñanza del Nuevo Testamento se 
hacía en la esfera del discipulado personal o en pequeñas 
iglesias caseras. A menudo, personas rebeldes y difíciles 
ingresaban a esas pequeñas iglesias caseras y alteraban 
seriamente a los integrantes de aquellos cuerpos íntimos de 
4
Fascículo #20: Las recetas de Cristo (Parte 1) 
creyentes. Esto se desprende de la lectura de las cartas de 
Pablo a sus iglesias, y de las cartas generales escritas por los 
apóstoles, como el Apóstol del amor, Juan (3 Juan 9,10). 
Pastores como Juan y Timoteo se enfrentaban con relaciones 
difíciles, tanto con aquellos que generaban los alborotos como 
con aquellos que resultaban afectados. La carta de Pablo a 
Timoteo explica cómo debía hacerse esto, y le ha dado a la 
iglesia de Jesucristo una receta inspirada como respuesta divina 
a una relación difícil. 
Si usted se encuentra en una relación difícil, considere 
esta receta de a un aspecto por vez. Lo primero que le dice 
Pablo a Timoteo es que, para ser parte de la solución de Dios en 
una relación difícil, uno debe asumir el compromiso de ser un 
siervo humilde del Señor. Sólo Dios puede resolver estos 
problemas de relaciones, pero para ello Dios utiliza un siervo 
suyo como vehículo de su solución. 
Cuando usted despierta cada mañana, posiblemente se 
confronte con su relación más desafiante y difícil: la relación 
con su cónyuge. Es muy posible que él o ella, a su vez, 
considere que usted es su relación más difícil. Según Pablo, el 
punto en cuestión es: ¿cuál de ustedes dos va a ser el siervo 
del Señor, y cuál, el del diablo? 
Pablo escribe a Timoteo y le dice que hay ciertas cosas que 
uno puede hacer que abren la puerta para que Dios intervenga en 
esa relación y dan un portazo al diablo, y también hay ciertas 
cosas que dan un portazo a Dios y abren la puerta al diablo. Por 
eso, su receta es que el siervo del Señor no debe ser 
contencioso. Si en su relación dificultosa usted es llevado a 
discutir, y se enoja, esto equivale a darle un portazo a Dios y 
abrir la puerta al diablo (2 Timoteo 2:23-26). 
Si ambas personas en la relación son espirituales, deben 
comprender lo siguiente: todos poseemos un doble potencial 
5
Fascículo #20: Las recetas de Cristo (Parte 1) 
asombroso. Podemos ser siervos del Señor o de Satanás. Santiago 
escribe que “La ira del hombre no obra la justicia de Dios” 
(Santiago 1:20). ¿Sabe lo que significa esto? Significa que si 
usted es parte de una contienda y está enojado, no puede ser 
utilizado por Dios como instrumento. Cuando esté enojado, el que 
obrará a través de usted será Satanás. 
Vea, tal como le sucedió a Pedro, todos tenemos el 
potencial de decir en un instante: “Tú eres el Cristo, el Hijo 
del Dios viviente” (Mateo 16:16), y luego, en el instante 
siguiente, decir algo que obligará al Señor a dirigirse a 
nosotros como en Mateo 16:23: “¡Quítate de delante de mí, 
Satanás!”. Satanás puede trabajar a través de nosotros de la 
misma forma que lo puede hacer el Señor. Así que la primera 
aplicación que encontramos en estos cuatro versículos que Pablo 
recetó a Timoteo es que debemos comprometernos a actuar como 
siervos del Señor en nuestras relaciones difíciles. 
Si la otra persona no es creyente, y si Dios ha de 
intervenir en esta relación, obviamente deberá obrar a través 
del creyente. Si ambos son creyentes, la pregunta a hacerse es: 
¿quién de ustedes tomará el compromiso de actuar como siervo del 
Señor en esta relación? 
El segundo paso de esta receta requiere centrarse en el 
carácter preciso del problema que tiene la persona difícil. 
Pablo utiliza una terminología muy intrigante en este pasaje. En 
el griego original, escribe que estas personas “se oponen a sí 
mismas” (2 Timoteo 2:25). 
El concepto del “yo” en las Escrituras es muy interesante y 
suele aplicarse mal. El diccionario define al “yo” como “sujeto 
humano en cuanto persona”. La psicología lo define como “parte 
consciente del individuo, mediante la cual cada persona se hace 
cargo de su propia identidad y de sus relaciones con el medio”. 
Ese es su verdadero “yo”. Con esa definición en su mente, 
6
Fascículo #20: Las recetas de Cristo (Parte 1) 
observe la manera en que ese concepto es utilizado en las 
Escrituras. Jesús dijo que si alguno le ofreciera el mundo a 
cambio de su alma (su “yo”), usted sería un perdedor si aceptara 
esa oferta. Según Jesús, nunca debería renunciar a usted mismo 
(Marcos 8:36). Nunca debería venderse por un plato de sopa, como 
lo hizo Esaú (Génesis 25:29-34). Nunca renuncie a esa 
individualidad única que Dios le dio y a esa persona que Dios 
quiere que usted sea, distinta de toda otra sobre la faz de la 
tierra. 
Pablo escribe que una parte del problema de la persona 
difícil es que “se opone a sí misma”. Se opone a la 
individualidad, la singularidad que Dios desea para ella. Es 
posible que esté conformándose a lo que todos los demás creen 
que debería ser y hacer con su vida en Cristo. Probablemente 
esté imitando la vida de otro creyente que admira y con quien se 
compara. Puede estar dominada o controlada por personas fuertes 
que no le quieren dar la libertad para ser la persona singular 
que Dios quiere que sea. 
En todas estas formas de conducirse, la persona difícil 
está viviendo en oposición a lo que Pablo denomina, en otro 
pasaje, “la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta” 
(Romanos 12:1,2). Pablo, además, la define como cautiva de 
Satanás. Se encuentra en un calabozo del diablo, y solo Dios la 
puede liberar y permitir que se recupere. 
Así que, ¿cuál es el objetivo de esta receta? Es que el 
cautivo pueda “recuperarse” y volver a ser libre. Puesto que es 
Dios el único que puede hacer esto, lo mejor a que uno puede 
aspirar en esa relación es a actuar como siervo del Señor 
mediante el cual los cautivos son liberados. 
En esta enseñanza, la receta de Pablo es que si uno desea 
ser siervo del Señor en una relación difícil, también debe 
comprometerse a ser el agente del Espíritu Santo. Observe que 
7
Fascículo #20: Las recetas de Cristo (Parte 1) 
menciona tres frutos del Espíritu (Gálatas 5:22,23): benignidad, 
mansedumbre y paciencia. Dice que si usted da el primer paso - 
ser el siervo del Señor en esta relación - y luego da el segundo 
- ser benigno, manso y paciente - podrá ser el vehículo que Él 
utilice para liberar a esta persona. 
Concéntrese en los tres frutos del Espíritu que receta 
Pablo. Piense en la mansedumbre. Posiblemente esta sea la 
palabra que menos se comprenda de la Biblia. La mansedumbre no 
es debilidad. La mansedumbre es docilidad. Es como un caballo 
brioso que es domado y finalmente cede al control del freno en 
su boca. Imagine un caballo que se resiste al freno y destroza 
su boca. Al resistirse a la acción del freno, rechaza someterse 
al control del jinete. 
Cuando Pablo preguntó “Señor, ¿qué quieres que yo haga?” 
(Hechos 9:6) “mordió el freno” y se sometió al control de 
Cristo. Pasó el resto de su vida sometido a ese control, a la 
voluntad de su Señor, Jesucristo. ¿Ha vivido usted ese tipo de 
crisis? ¿Se ha rendido al yugo de Cristo y vive en diaria 
sumisión a su voluntad? 
La mansedumbre es un fruto del Espíritu, y no un carácter 
espiritual que desarrollamos como consecuencia de nuestras 
disciplinas espirituales. La mansedumbre que Pablo receta se 
refiere al Espíritu Santo que obra en nuestra relación difícil. 
Dado que es vitalmente importante que no peleemos ni nos 
enojemos con esta persona difícil, debemos responder a la 
invitación de nuestro Señor de tomar su yugo sobre nosotros y 
entrar en esta relación con Cristo al control de nuestras 
emociones. 
8 
Paciencia y benignidad 
Pablo receta otros dos frutos del Espíritu: paciencia y 
benignidad. Los seres humanos son muy frágiles. Si usted ha de
Fascículo #20: Las recetas de Cristo (Parte 1) 
ser el medio que utilice el Espíritu Santo para liberar a un 
cautivo de Satanás, debe ser benigno. ¿Sabe lo que es la 
benignidad? Esta cualidad se describe en el capítulo trece de 1 
Corintios. Los versículos cuatro al siete de ese gran capítulo 
del amor describen quince virtudes que detallan cómo se comporta 
el amor, el primer fruto del Espíritu. Si usted hace un estudio 
profundo de estas virtudes, concluirá que ser benigno es 
simplemente una cuestión de amar a esa persona difícil. 
¿Y qué es la paciencia? En nuestra relación con Dios, “la 
paciencia es la fe que espera”. En nuestra relación con la 
gente, “la paciencia es el amor que espera”. Se nos dice que 
debemos imitar la paciencia de Job, que sufrió pacientemente y 
salió de la prueba con una fe robustecida. La paciencia de Job 
era una fe que esperaba. Cuando criamos a nuestros hijos para 
que se conviertan en adultos piadosos, o buscamos ser el siervo 
del Señor en una relación difícil, debemos aprender la 
paciencia, que es el amor que espera. 
Si estudia cuidadosamente la receta en el pasaje de las 
Escrituras con que comencé este capítulo, verá que Pablo le dice 
a Timoteo que la persona difícil juega un papel en su propia 
salvación. Debe cumplir con dos condiciones: aceptar la verdad y 
experimentar el arrepentimiento. Hasta tanto no se cumplan ambas 
condiciones, el siervo del Señor debe tener una paciencia 
sobrenatural, que es otro fruto del Espíritu. 
Existen indicaciones adicionales para desenvolverse en una 
relación dificultosa. Como parte de esta receta, que está 
dirigida al “siervo del Señor”, leemos: “…que con mansedumbre 
corrija a los que se oponen, por si quizá Dios les conceda que 
[ellos] se arrepientan para conocer la verdad” (2 Timoteo 2:25). 
Lo que Pablo receta aquí no significa forzar a la persona 
difícil a enfrentar la verdad que necesita ver. No se nos dice 
que debemos gritar o predicarle la verdad que debe aceptar. 
9
Fascículo #20: Las recetas de Cristo (Parte 1) 
La receta de Pablo es que si mantenemos el fruto del 
Espíritu en esta relación, conseguiremos ser escuchados. Cuando 
ello suceda, se producirá lo que podemos denominar “el momento 
de la enseñanza”. Si somos medios del fruto del Espíritu, en 
cuanto a mansedumbre, benignidad y paciencia, el momento de la 
enseñanza será cuando podamos presentarle a esta persona la 
verdad que necesita comprender, la verdad que puede liberarla. 
En consecuencia, debemos aceptar nuestros límites y el 
alcance de nuestra responsabilidad. ¿Sabía usted que su 
responsabilidad en una relación tiene un punto donde comienza y 
otro donde termina? Pablo nos dice en otro pasaje, en cuanto al 
alcance de nuestra responsabilidad, que debemos vivir en paz con 
todos (Romanos 12:18). Eso significa que nuestra responsabilidad 
comienza en un punto dado y termina en otro. 
Una vez que se ha puesto en la brecha de esta relación como 
siervo del Señor y agente del Espíritu, que ha sabido captar el 
momento de la enseñanza y ha colocado ante la persona la verdad 
que necesita escuchar, usted debe darse cuenta de lo siguiente: 
Quizá Dios le dé espíritu de arrepentimiento para que acepte la 
verdad y se recupere, o tal vez no lo haga. Del mismo modo, la 
persona podría recibir el espíritu de arrepentimiento – que 
significa pensarlo de nuevo -, o no. 
Usted no puede aceptar la verdad por ella ni puede 
arrepentirse por ella. Ahora su liberación depende de que cumpla 
las dos condiciones, y de que Dios le dé el espíritu de 
arrepentimiento. Así que una vez que hemos llegado a este punto 
en esta receta para una relación difícil, debemos admitir 
nuestros límites. Luego debemos aceptar la realidad que su 
liberación no es una cuestión de lo que podamos hacer nosotros, 
sino de lo que sólo Dios puede hacer y la libertad que tiene la 
persona para aceptar o rechazar lo que Dios procura hacer en y a 
través de sus vidas al usarlo a usted. Este sería el momento de 
10
Fascículo #20: Las recetas de Cristo (Parte 1) 
aplicar un secreto espiritual que enuncio de esta forma: “Yo no 
puedo, pero Dios sí”. 
Capítulo 2 
Recetas bíblicas para el enojo pecaminoso 
“Esto, pues, digo y requiero en el Señor: que ya no andéis 
como los otros gentiles, que andan en la vanidad de su mente, 
teniendo el entendimiento entenebrecido, ajenos de la vida de 
Dios por la ignorancia que en ellos hay, por la dureza de su 
corazón; los cuales, después que perdieron toda sensibilidad, se 
entregaron a la lascivia para cometer con avidez toda clase de 
impureza. Mas vosotros no habéis aprendido así a Cristo, si en 
verdad le habéis oído, y habéis sido por él enseñados, conforme 
a la verdad que está en Jesús. 
“En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del 
viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos, 
y renovaos en el espíritu de vuestra mente, y vestíos del nuevo 
hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la 
verdad”. 
“Airaos, pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro 
enojo, ni deis lugar al diablo. Quítense de vosotros toda 
amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia. 
Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos 
unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo. 
“Sed, pues, imitadores de Dios como hijos amados. Y andad 
en amor, como también Cristo nos amó, y se entregó a sí mismo 
por nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios en olor fragante” 
(Efesios 4:17-27,31,32; 5:1,2). 
11
Fascículo #20: Las recetas de Cristo (Parte 1) 
¿Ha luchado usted alguna vez contra el enojo? Es algo que 
les sucede a la mayoría de las personas. Y a la mayoría de los 
creyentes. Tal vez no se lo demuestren a ninguno y es posible 
que esté guardado celosamente en sus corazones, pero tarde o 
temprano aflora. No puede mantenerse encerrado indefinidamente. 
En realidad, ni siquiera debería existir en la vida de un 
creyente. Pero suele existir, y esa es la razón por la que 
debemos buscar en las Escrituras las recetas para saber cómo 
lidiar con el pecado de nuestro enojo. Hay recetas en la Biblia 
que nos indican cómo podemos permitir que Dios nos cambie de 
adentro hacia fuera, y eliminar el pecado. 
Hay dos clases de enojo: el enojo justificado y el 
pecaminoso. El primero, a veces denominado “justa indignación”, 
es el que movió al Señor a volcar las mesas de los cambistas en 
el atrio del templo porque lo estaban convirtiendo en lo que 
Jesús llamó “una cueva de ladrones” (Mateo 21:12,13). 
En el pasaje de las Escrituras con el que comencé este 
capítulo, Pablo utiliza una metáfora profunda e inspiradora. 
Escribe que, como creyente, cada mañana uno debería ir a su 
“ropero espiritual”, y “vestirse” espiritualmente. De un lado 
del ropero del cual nos habla Pablo, están los harapos de la 
vieja vida. El apóstol dice que los viejos harapos que solíamos 
vestir cuando éramos “el viejo hombre”, como él lo llama, están 
completamente arruinados. 
Del otro lado del ropero, tenemos lo que él denomina “la 
ropa de la nueva vida”. Escribe que, cuando uno se viste cada 
día, espiritualmente, uno debe sacarse los viejos harapos de la 
vieja vida y colocarse la ropa de la nueva vida. Pablo enumera 
esos harapos, y ¿sabe una cosa? Uno de esos harapos es la ira. 
Dice que la ira es un harapo podrido que utilizó el “viejo 
hombre”. Es por eso que escribe: “Airaos, pero no pequéis” 
(Efesios 4:31). 
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Fascículo #20: Las recetas de Cristo (Parte 1) 
Algunas traducciones de la Biblia darían a entender que uno 
debería estar enojado. Sin embargo, las mejores traducciones 
disponibles dicen: “Si se enoja, no peque”. 
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Dos clases de enojo 
Cuando la obra y la voluntad de Dios son obstaculizadas, en 
la vida del creyente piadoso brota una justa indignación contra 
aquellos que impiden y frustran los objetivos y la actividad 
divinos. No está mal sentir este tipo de enojo, siempre y cuando 
no conduzca al pecado. Pero la segunda clase de enojo – el 
pecaminoso – es aquél que se anida en la mayoría de nosotros, 
los creyentes, y que no debería tener cabida alguna en la vida 
de un discípulo renacido de Jesucristo. La ira pecaminosa es el 
enojo que surge en nuestros corazones cuando algo o alguien 
bloquea nuestro camino. En este capítulo encontraremos recetas 
de la Palabra de Dios para la ira pecaminosa en la vida de un 
creyente. 
Recetas bíblicas para el enojo pecaminoso 
Aparece una definición bíblica del enojo en un pasaje 
conocido de las Escrituras: “Todos nosotros nos descarriamos 
como ovejas, cada cual se apartó por su camino” (Isaías 53:6). 
Si usted está decidido a apartarse por su propio camino, y un 
obstáculo lo bloquea, tiene varias opciones. Puede treparse a él 
y pasarlo, puede rodearlo o, también, puede cavar un túnel 
debajo de ese obstáculo. La reacción más infantil ante esta 
adversidad sería la de acostarse en el camino, hacer un 
berrinche y simplemente enojarse. Si quiere ver esa clase de 
enojo, observe un bebé mientras realiza lo que denominamos una 
“berrinche”. Esa sería una descripción precisa de muchos de 
nuestros enojos: algo simplemente infantil.
Fascículo #20: Las recetas de Cristo (Parte 1) 
Existe otra descripción del enojo en el Antiguo Testamento, 
donde encontramos una receta para él. Cuando Caín mató a su 
hermano, Dios lo interrogó. Sus preguntas fueron, básicamente: 
“¿Por qué estás enojado?” y “¿Por qué estás deprimido?”. Luego 
le preguntó: “¿Dónde está Abel, tu hermano?”. Y luego, estas 
preguntas: “¿Qué has hecho?” y “Si bien hicieres, ¿no serás 
enaltecido? Y si no hicieres bien, el pecado está a la puerta” 
(Génesis 4:1-7). Cuando uno estudia el contexto, las preguntas 
reales parecerían ser: “¿Qué o quién es el origen, el verdadero 
objeto de tu enojo?” o “¿Con quién estás enojado?” y “¿Qué es lo 
que realmente hiciste cuando mataste a Abel?”. 
Abel no había hecho nada malo. ¿Por qué estaba Caín enojado 
con él? El verdadero objeto del enojo de Caín era él mismo. Su 
ofrenda resultó inaceptable para Dios porque él mismo era 
inaceptable. La verdadera cuestión en esta historia no está en 
las dos ofrendas, sino en los dos hombres. La pregunta más 
importante que le hizo Dios a Caín fue aquella que le indicaba 
cómo podía ser acepto ante Dios y ante sí mismo. Esta pregunta 
le hizo ver que tenía dos opciones. Podía hacer el bien y 
resultar aceptable, o podía atacar a Abel. Escogió lo segundo. 
En la actualidad, en este mundo hay personas que eligen lo 
mismo que Caín. Dirigen su enojo contra personas que no son, en 
realidad, el verdadero objeto de su enojo. ¿Cuál es el verdadero 
origen, centro y causa del enojo? En otras palabras, ¿cuál es la 
dinámica involucrada en el enojo pecaminoso? Esta poderosa 
historia en el cuarto capítulo de la Biblia bosqueja esa 
dinámica y ofrece una receta muy profunda para esta clase de 
enojo. La prescripción es ponerse bien, hacer el bien y ser una 
persona acepta ante Dios, ella misma y los demás. Eso es mucho 
mejor que acusar y atacar a otros durante toda la vida, porque 
nosotros mismos no somos aceptables. 
14
Fascículo #20: Las recetas de Cristo (Parte 1) 
Jesús enseñó esta misma verdad mediante una metáfora 
humorística. Preguntó: “¿Y por qué miras la paja que está en el 
ojo de tu hermano, y no echas de ver la viga que está en tu 
propio ojo? ¡Hipócrita! saca primero la viga de tu propio ojo, y 
entonces verás bien para sacar la paja del ojo de tu hermano” 
(Mateo 7:3,5). 
Una vez escuché a una mujer decir: “¡Mis hijos me hacen 
enojar tanto!”. A lo que le respondí con esta pregunta: “¿Sus 
hijos están poniendo el enojo adentro de usted o están haciendo 
que salga de usted? La responsabilidad por su estado emocional 
es demasiado grande como para asignársela a unos niños pequeños. 
¿De esas pequeñas criaturas depende si usted está furiosa, 
triste o alegre? ¿Realmente la hacen enojar? ¿Son el verdadero 
objeto, origen y centro de su enojo?”. Por supuesto, no era así. 
El verdadero objeto de su enojo podría haber sido el portazo que 
dio su esposo al salir para el trabajo. Los niños son 
simplemente el “Abel” contra quienes ella dirige su enojo. 
Mientras buscaba en las Escrituras ayuda para mi propia 
ira, me topé con una pregunta que Dios formuló al profeta Jonás. 
¡Jonás estaba enojado; estaba furioso! Dios se acercó a él 
cuando estaba alterado y le preguntó: “¿Haces tú bien en 
enojarte tanto?” (Jonás 4:4). 
Es una pregunta profunda. Cuando usted se enoja, ¿está bien 
usted? Piense en ello por un minuto. Algunas personas están 
enojadas todo el tiempo. Tienen un hervidero de enojo debajo de 
la superficie de lo que la gente ve de ellos a diario. El enojo, 
especialmente aquel que es suprimido, puede producir un ataque 
cardíaco, palpitaciones y muchas clases de problemas médicos. La 
verdad es que a usted mismo no le hace bien cuando se enoja. 
Cuando piensa en el clima emocional que lo rodea al 
enojarse, se dará cuenta de que su enojo afecta a otras 
personas. ¿Cuántas noches se arruinan porque alguien se enoja? 
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Fascículo #20: Las recetas de Cristo (Parte 1) 
¿Le ocurrió esto alguna vez? Incluso puede ocurrir durante la 
cena. Aun un almuerzo familiar en un día de descanso puede 
echarse a perder emocionalmente porque alguien se enojó. 
Santiago escribe: “Por esto, mis amados hermanos, todo 
hombre sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para 
airarse; porque la ira del hombre no obra la justicia de Dios. 
Por lo cual, desechando toda inmundicia y abundancia de malicia, 
recibid con mansedumbre la palabra implantada, la cual puede 
salvar vuestras almas” (Santiago 1:19-21). 
En otras palabras, Dios no obra a través de usted cuando 
manifiesta ira. Como aprendimos en el capítulo anterior, cuando 
estamos enojados, le damos un portazo a Dios y abrimos la puerta 
al diablo (2 Timoteo 2:23-26). Debemos poner en evidencia 
nuestro enojo. Y llamarlo lo que es. El enojo es un pecado y 
Dios no lo quiere en la vida de un creyente. No podremos 
enfrentar el problema de nuestro enojo hasta que confesemos que 
es un pecado. 
El pasaje de las Escrituras con el que comenzamos este 
capítulo nos da la receta para la ira: “renovaos en el espíritu 
de vuestra mente” (Efesios 4:23). Lo que el apóstol Pablo nos 
dice es que Dios nos puede rehacer desde adentro hacia fuera. 
Esta es la manera que podemos sacarnos la viga de nuestro ojo y 
abandonar nuestro patrón de conducta hipócrita de atacar a los 
“Abeles” de nuestra vida cuando exteriorizamos la ira. 
El apóstol nos da otras buenas recetas para nuestro enojo. 
Les escribe a matrimonios cuando dice que nunca debemos 
acostarnos enojados. El principio aquí es que jamás deberíamos 
reprimir o guardar nuestro enojo. En los últimos versículos de 
este pasaje, enseña que el enojo reprimido conduce a una larga 
lista de emociones negativas y destructivas. 
Contrariamente a lo que muchos creen, Pablo no nos dice en 
este pasaje que no debemos enojarnos. Es suficientemente 
16
Fascículo #20: Las recetas de Cristo (Parte 1) 
realista para aceptar la dura realidad de que habrá momentos en 
que nos enojaremos. En realidad, está diciendo: “Si se enojan, 
asegúrense de que no sea un enojo pecaminoso” (Efesios 4:26). Al 
terminar este capítulo, enseña claramente que no debería existir 
más enojo cuando dice: “Quítense de vosotros todo enojo”. 
El origen de todos los pecados es el orgullo, y casi 
siempre se puede encontrar el orgullo en el centro de la ira 
pecaminosa de una persona. A menos que nuestro enojo sea una 
justa indignación porque la obra de Dios se ve obstaculizada, 
debemos confesar nuestra ira y aplicar estas recetas bíblicas 
para nuestro pecado. 
Capítulo 3 
Recetas bíblicas para el enojo santo 
Es posible que mientras leía el último capítulo, usted se 
haya preguntado: “¿Existirá tal cosa como el enojo santo?”. La 
respuesta a su pregunta es un enfático “¡Sí!”. El enojo no es un 
pecado siempre. Sabemos esto porque se le atribuye el 
sentimiento de enojo a Jesús más de una vez en los cuatro 
evangelios. Jesús se enojó cuando vio que el templo de Salomón, 
que debía ser una casa de oración, se había convertido en un 
mercado corrupto. Los líderes religiosos habían convertido la 
liturgia religiosa decretada por Moisés en una estafa religiosa 
que sacaba provecho de los peregrinos judíos de todas partes del 
mundo que visitaban Jerusalén en los días sagrados especiales 
siguiendo el mandato de la ley de Moisés. 
Les cobraban setenta y cinco veces el precio normal por los 
animales que los peregrinos debían comprar para sus ofrendas, y 
17
Fascículo #20: Las recetas de Cristo (Parte 1) 
les obligaban a comprar sus animales sobrevaluados. Además, para 
sus transacciones solo aceptaban una moneda que ellos mismos 
habían creado, y cobraban a los peregrinos un fuerte sobreprecio 
para efectuar el cambio de moneda. 
Cuando los romanos destruyeron el templo cuarenta años más 
tarde, encontraron el equivalente de siete millones de dólares 
en la caja fuerte del templo. Con razón Jesús se enojó cuando 
volcó las mesas de los cambistas y limpió prácticamente las 6,5 
hectáreas del atrio al grito de que el propósito del templo 
estaba claramente definido en las Escrituras, mientras que ellos 
lo habían transformado en una cueva de ladrones. El enojo del 
Señor era un enojo justo porque estaba motivado por el hecho de 
que la voluntad y la obra de su Padre estaban siendo 
obstaculizadas por un régimen corrupto de líderes religiosos. 
La palabra para “enojo” aparece en la Biblia unas 
trescientas veces. Noventa y ocho por ciento de las veces se 
refieren al enojo o ira de Dios. Si Dios se enoja, entonces 
existe la ira santa. Considere estas dos buenas definiciones del 
enojo de Dios: “La ira de Dios es la reacción aniquiladora de la 
santidad perfecta hacia aquello que no es santo” y “La ira de 
Dios es la reacción aniquiladora de un amante Dios hacia todo 
aquello que destruye los objetos de su amor”. 
Cuando un hombre que había violado y asesinado a una niñita 
de siete años entró en la estación de policía, fue necesaria la 
intervención de ocho policías para contener al padre de la niña. 
Este hombre era un esposo y padre apacible y amoroso, pero 
estaba lleno de ira hacia lo que había destruido el objeto de su 
amor. ¿Se puede ser amoroso y a la vez tener ira? ¡Por supuesto 
que sí! 
Si usted ama a Dios, será llamado a la obra de acuerdo con 
su plan (Romanos 8:28). Si ese versículo de las Escrituras, que 
es tan conocido, refleja la forma en que usted expresa su amor 
18
Fascículo #20: Las recetas de Cristo (Parte 1) 
por Dios y su pasión por la vida, ¿qué sentimiento lo consume 
cuando observa que la voluntad, el plan y la pasión por el Dios 
que usted ama amó son obstaculizados y blasfemados por la gente 
malvada de este mundo? 
Si usted lee historia, descubrirá que algunas de las 
personas que fueron más utilizadas por Dios para llevar a cabo 
su voluntad y su obra en la tierra, fueron muy devotas, 
espirituales y santas. Cuando Abraham Lincoln vio los esclavos 
que eran vendidos como animales en un mercado, ¡se enojó! Creyó 
que la esclavitud no era la voluntad de Dios y se enojó mucho. 
Ese es un enojo santo. 
Hubo otros grandes creyentes, como el gran vocero en contra 
de la esclavitud Wilberforce, que pertenecía al denominado 
“Grupo Clapham”, en Inglaterra. Este grupo de seguidores devotos 
de Cristo dentro de aquella comunidad espiritual provocó la 
abolición de la esclavitud, porque creían que la esclavitud 
entristecía y enfurecía el corazón de su Dios amante. Estaban 
convencidos de que el corazón de Dios estaba dolido y a la vez 
enojado, porque la esclavitud destruía los objetos de su amor. 
En la actualidad, hay creyentes fieles que están consumidos 
por el enojo santo por el aborto en todo el mundo. Mantienen una 
fuerte convicción de que los millones de bebés que son 
cruelmente absorbidos del vientre de sus madres, o destruidos 
por otros métodos abortivos cada año, resultan una injusticia 
mayor que el comercio de esclavos de siglos pasados. 
¿Se enoja usted cuando ve que aquellos a quien Dios ama 
sufren abusos? ¿Ha visto usted alguna vez a niños víctimas de 
abusos o mujeres golpeadas? Si los vio, ¿lo consumió el enojo 
ante esas inocentes e indefensas víctimas de la violencia? Bien, 
entonces ese no era un enojo pecaminoso. Ese enojo era santo. 
Según la Biblia, existe un enojo santo y un enojo 
pecaminoso. Cuando usted es una de esas víctimas de las que 
19
Fascículo #20: Las recetas de Cristo (Parte 1) 
hablamos más arriba, su enojo puede ser pecaminoso o puede ser 
santo. En las Escrituras podrá encontrar recetas para ambas 
clases de enojo. Como pastor, he aprendido a apreciar cuán 
precisas e importantes son estas recetas para el tratamiento del 
enojo en mi vida y en la de aquellos que me han considerado su 
pastor. 
Un ejemplo, que nunca olvidaré, es el enojo que sentía una 
señora muy espiritual que se me acercó para compartir un 
problema. Con su esposo, tenían tres hijos. La más pequeña, de 
tres años de edad, era una criatura encantadora. Esta mujer 
sentía un deseo incontrolable de matar a su hijita. 
Aunque no mostraba ninguna evidencia de estar enojada con 
nadie, le dije: “Me gustaría verla de nuevo, pero antes de que 
vuelva, ¿me haría una lista de las personas de su vida con 
quienes podría estar enojada, especialmente si nunca les ha 
expresado realmente su enojo?”. ¡Quedé horrorizado cuando volvió 
la semana siguiente con una lista de más de treinta personas! 
Debajo de la superficie, hervía de ira hacia estas personas, y 
tenía una buena razón para estar enojada con ellas. 
Durante los dos años siguientes, le exhorté a manifestar su 
enojo y las razones del mismo en la forma correcta, de una 
manera que no fuese pecaminosa. Dado que la mayoría de las 
personas mencionadas en la lista eran de la iglesia, la desafié 
y la ayudé a reconciliarse con todas ellas. A medida que lo 
hizo, a lo largo de dos años, su deseo incontrolable disminuyó 
gradualmente, como el aire que sale de un neumático. Su horrible 
compulsión simplemente desapareció. 
De este caso, aprendí algunas lecciones muy valiosas sobre 
el enojo. La principal es que nunca es bueno reprimir el enojo. 
Por eso, en el pasaje de las Escrituras al comienzo de este 
capítulo, el apóstol Pablo receta que nunca debemos dejar que el 
sol se ponga sobre nuestro enojo. Nunca debemos almacenarlo. Si 
20
Fascículo #20: Las recetas de Cristo (Parte 1) 
reprimimos nuestro enojo, saldrá a luz de otra forma, tal vez de 
una manera perversa, como ser el deseo incontrolable de matar a 
una hermosa niñita. 
También aprendí que una parte vital de una receta bíblica 
para el enojo santo, si la víctima es una persona espiritual, es 
la de perdonar a aquellos que han abusado de ella. Esta señora 
era espiritual, y encontró la gracia de Dios para perdonar a 
toda esa gente que la había ofendido. 
Uno de los mayores impedimentos para la sanidad interior de 
las víctimas del abuso es que aquellos que han sido víctimas no 
quieren perdonar a sus abusadores. Se requiere una gracia 
sobrenatural para perdonar de la misma forma en que hemos sido 
perdonados, pero si suponemos que Dios nos dará la gracia, una 
traducción literal de un ruego de Jesús en la oración que enseñó 
a sus discípulos nos da la receta para nuestro enojo santo: ”Y 
perdónanos nuestras deudas, como también nosotros ya hemos 
perdonado a nuestros deudores” (Mateo 6:12). 
21 
Seis palabras decisivas 
Hay seis palabras que las personas espirituales simplemente 
deben decir en el contexto de sus relaciones. Estas palabras 
son: “Me equivoqué. Lo siento. ¿Me perdonas?”. Esta es la 
primera versión de estas palabras. La segunda forma en que deben 
decirse estas palabras a veces es: “Te equivocaste. Me dolió. Te 
perdono”. Esas palabras han salvado muchos matrimonios, y la 
falta de ellas ha destruido muchos matrimonios y relaciones. 
El enojo santo y sus recetas se presentan de distintas 
maneras. Sea que sintamos indignación porque la sociedad se 
aleja de la cosas de Dios, o sea el dolor personal por ser una 
víctima, siempre debemos examinar el origen de nuestro enojo, el 
verdadero objeto del mismo y luego aplicar las acciones bíblicas 
recetadas. Debemos mirar dentro de nosotros para determinar cuál
Fascículo #20: Las recetas de Cristo (Parte 1) 
es el motivo de nuestro enojo. Debemos pedir a Dios que 
escudriñe nuestros corazones y determine si el motivo de nuestro 
enojo es que su voluntad y su obra están siendo afectados, o si 
estamos enojados porque un obstáculo está bloqueando nuestros 
planes personales. 
Una vez que estas dimensiones de nuestro enojo han sido 
definidas, debemos pedirle a Dios que canalice nuestra santa 
indignación en una fuerza constructiva que Él pueda utilizar 
para revertir injusticias sociales como la esclavitud y el 
aborto. Debemos confesar nuestro enojo pecaminoso, y buscar el 
perdón de aquellos que han sido heridos por nuestro 
comportamiento. A veces, debemos perdonar a quienes han abusado 
de nosotros, y comenzar el proceso de sanidad interior en 
nuestras propias vidas y en las de ellos, por medio de la 
reconciliación con Dios a través de Cristo, y también de unos 
con otros. 
Si necesita ayuda adicional o conoce a alguien que está 
tratando con este problema, estudie estos versículos, por favor. 
Le ayudarán a comprender mejor cómo la receta de Dios para el 
enojo y el perdón contribuye a su propia sanidad interior. 
Salmos 7:11; Efesios 4:26,31,32; 2 Crónicas 7:14; Mateo 18:21- 
35; Colosenses 3:13; Mateo 6:12,15. 
Capitulo 4 
Recetas bíblicas para la comunicación con Dios 
En los primeros tres capítulos de este fascículo, hemos 
considerado recetas bíblicas para nuestros problemas en las 
relaciones difíciles, y para el manejo del enojo pecaminoso y 
22
Fascículo #20: Las recetas de Cristo (Parte 1) 
también el santo. El tema común de estas tres recetas es el de 
la comunicación. 
Cuando nos encontramos en relaciones difíciles, las recetas 
que hemos considerado nos enseñan que deberíamos cultivar el 
fruto del Espíritu en nuestras vidas para lograr, finalmente, 
que la otra persona nos escuche. En esos momentos de enseñanza, 
la parte fundamental de la receta es la capacidad de 
comunicarse. Nunca podremos resolver esos conflictos o ayudar a 
liberar a esas personas si no les comunicamos de una manera 
efectiva las recetas de Dios. 
Cuando se trata del enojo, tanto el pecaminoso como el 
santo, dije que las palabras más importantes eran: “Me 
equivoqué. Lo siento. ¿Me perdonas?”, o “Te equivocaste, me 
dolió, te perdono”. Cuando han sido expresadas, han salvado 
muchos matrimonios; cuando no, han provocado rupturas de muchos 
matrimonios y relaciones, especialmente las difíciles. 
Hay gente que nunca dirá: “Me equivoqué”, y nunca dirá: “Lo 
siento”. Para estas personas, admitir que se equivocaron es un 
signo de debilidad, por lo cual no están dispuestos a hacerlo. 
Por la misma razón, nunca dicen que lo sienten. Y con toda 
seguridad nunca dirán: “¿Me perdonas?”. Creen que eso las 
pondría por debajo de la otra persona. Simplemente no lo harán 
y, en consecuencia, sus relaciones fracasan. Pero estas 
sencillas palabras: “Me equivoqué, lo siento, ¿me perdonas?” o 
“Te equivocaste (sea que lo admitan o no), me dolió, te 
perdono”, pueden salvar un matrimonio; pueden salvar relaciones. 
Expresar estas palabras o dejar de hacerlo es obviamente un tema 
de comunicación. 
Cuando tratamos con el enojo, debemos ser capaces de 
comunicarnos. Si nuestro enojo es egoísta, simplemente debemos 
decir esas palabras vitales y buscar el perdón de aquellos a 
quienes hemos lastimado con nuestro enojo pecaminoso. Si nuestro 
23
Fascículo #20: Las recetas de Cristo (Parte 1) 
enojo es justo, debemos alzar la voz contra la injusticia que se 
opone y obstaculiza la voluntad y la obra de Dios. Cuando somos 
las víctimas de esa acción, debemos comunicar perdón a aquellos 
que nos han herido, como hizo Cristo (Lucas 23:34). 
24 
Comunicación con Dios 
La relación en la que primeramente debemos aprender a 
cultivar las habilidades de la comunicación es la que tenemos 
con Dios. El modelo bíblico de la comunicación en esta relación 
se encuentra en el tercer capítulo de la Biblia, donde Dios les 
habla a Adán y Eva después que pecaron. Leemos: “Y oyeron la voz 
de Jehová Dios que se paseaba en el huerto, al aire del día; y 
el hombre y su mujer se escondieron de la presencia de Jehová 
Dios entre los árboles del huerto. Mas Jehová Dios llamó al 
hombre, y le dijo: ¿Dónde estás tú? Y él respondió: Oí tu voz en 
el huerto, y tuve miedo, porque estaba desnudo; y me escondí. Y 
Dios le dijo: ¿Quién te enseñó que estabas desnudo?” (Génesis 
3:8-11). 
Al comenzar a leer la Biblia, aprendemos dos principios muy 
importantes respecto de la correcta comunicación con Dios. 
Primero, cuando pecamos, Dios inmediatamente nos busca e inicia 
la comunicación en busca de la restauración de la relación con 
nosotros. Aprendemos, también, que solemos escaparnos cuando 
oímos su voz. 
La asombrosa verdad que aparece en esta alegoría es que 
Dios se comunica con sus criaturas. Una voz comunica. Leemos que 
oyeron la voz de Dios que se paseaba en el huerto al aire del 
día, y se escondieron de la presencia del Señor. Su voz 
manifestaba su presencia; era una expresión que procedía de su 
presencia. 
En el comienzo mismo de la Biblia, tenemos un fenómeno 
milagroso, y lo es también hoy. Dios quiere comunicarse y tener
Fascículo #20: Las recetas de Cristo (Parte 1) 
una relación con la humanidad, pero ésta se esconde de esa 
hermosa y elocuente expresión del amor incondicional de Dios. 
Las primeras cuatro cosas que expresó Dios al hombre fueron 
preguntas. La primera fue: “¿Dónde estás tú?”. ¿Por qué hizo esa 
pregunta Dios? ¿Acaso no sabía dónde estaban? Por supuesto que 
sabía. Sabía que necesitaban confesar que ellos no lo sabían, 
porque estaban perdidos. 
Lo primero que deben saber los perdidos es que están 
perdidos. Así que Dios les pregunta: “¿Dónde estás tú?”. Y 
ellos, básicamente, responden: “Bien, podemos decir dónde 
estamos. Podemos oír tu voz. No estamos tan lejos de ti que no 
podamos oír tu voz. Pero cuando oímos tu voz, nos preocupa 
mucho, porque de la misma manera que lo hace una luz brillante, 
nos muestra que estamos desnudos. Sabemos que mientras oigamos 
tu voz, descubrirás nuestra desnudez. Dado que no queremos eso, 
nos escondemos. Ahí es donde estamos”. 
Cuando leemos: “Y oyeron la voz de Jehová Dios que se 
paseaba en el huerto, al aire del día”, es posible que nos deje 
un poco perplejos. ¿Ha visto alguna vez una voz que camine, o ha 
escuchado a una voz caminar? ¿Cómo sería? ¿Lo vería o lo 
escucharía? Tiene que tratarse de un lenguaje alegórico que 
presenta una verdad profunda sobre la forma en que Dios se 
comunica y establece una relación con nosotros, y de la forma en 
que nosotros nos comunicamos con Dios y establecemos una 
relación con Él. Cuando digo que esta historia es una alegoría, 
no digo que sea un mito. Una alegoría es una historia en que las 
personas, los lugares y las cosas tienen un significado más 
profundo. 
Una voz comunica. Ellos escucharon la voz de Dios. Se 
escondieron de la presencia del Señor. Su voz manifestaba su 
presencia; era una expresión que procedía de su presencia. En 
25
Fascículo #20: Las recetas de Cristo (Parte 1) 
realidad, no se escondieron de la voz, sino de la presencia de 
Dios. 
Dios entró al huerto para intentar relacionarse con Adán y 
Eva. Inició la comunicación y una relación con ellos, porque 
sabía que habían pecado. Era una alegoría – y lo sigue siendo – 
de la manera en que Dios va detrás de nosotros e inicia una 
comunicación y una relación con nosotros, a pesar de que la 
realidad del pecado en nuestras vidas demuestra que necesitamos 
desesperadamente esa relación con Dios, que nos ama 
incondicionalmente. En realidad, es por esta misma razón que nos 
busca. Esta historia profunda y hermosa es una alegoría 
magnífica del amor incondicional de Dios por nosotros, los 
pecadores. 
Cuando el primer hombre y la primera mujer le dijeron a 
Dios dónde estaban, Él les respondió: “¿Quién te enseñó que 
estabas desnudo?”. Si usted lee la historia, verá que Dios los 
colocó en el huerto y les mandó que no comiesen de ciertos 
árboles. Leemos que en el momento en que lo hicieron, supieron 
que estaban desnudos. Aunque Dios aún no había comenzado su 
comunicación con ellos, sabían que estaban desnudos. 
Con su segunda pregunta, Dios les hace referencia a aquel 
momento en que supieron que estaban desnudos. Él les está 
diciendo: “En ese momento en que se dieron cuenta de un aspecto 
espiritual de ustedes, que estaban desnudos, ¿quién creen que se 
lo dijo?”. (Literalmente, en hebreo no dice: “¿Quién te enseñó?, 
sino: “¿Quién te hizo saber que estabas desnudo? ¿Quién crees 
que te lo reveló?”). Dios estaba preguntando: “¿No comprendes 
que estaba comunicándome contigo en ese momento, y no te diste 
cuenta de que sucedía ese gran milagro?”. De la misma forma, 
Dios se comunica con nosotros hoy, y no nos damos cuenta de que 
está sucediendo un gran milagro. Como ocurrió en el tercer 
capítulo de la Biblia, y como ocurre hoy, Dios describe el 
26
Fascículo #20: Las recetas de Cristo (Parte 1) 
milagro de la comunión o relación que los seres humanos pueden 
tener con su Creador. 
¿Le da usted el suficiente valor a la comunicación con Dios 
como para dedicarle tiempo? D. L. Moody dijo: “Si ha de tener 
momentos de quietud a solas con Dios, debe temerlos antes de que 
la gente se levante o después de que se hayan ido a la cama”. 
¿Vale la pena levantarse temprano, antes que los demás, o 
quedarse después de que se acostaron, para comunicarse con Dios? 
En Juan, capítulo cuatro, leemos que Jesús se encontró con 
una mujer junto a un pozo, y le dijo algo que, para un judío o 
un samaritano, era una verdad extraordinaria, relacionada con la 
adoración. Discutían las diferencias entre la manera de 
acercarse a Dios del judío, por un lado, y del samaritano, por 
otro. La mujer había dicho: “Ustedes, los judíos, dicen que 
tienen a Dios en su templo en Jerusalén. Nosotros decimos que lo 
tenemos aquí, en el monte Gerizim. Entonces, ¿quién tiene la 
razón?” (Juan 4:20). En nuestros días, esa pregunta es formulada 
de la siguiente manera: “Hay tantas diferentes denominaciones 
cristianas hoy en día. ¿Cuál es la correcta?”. 
Cuando Jesús respondió su pregunta, en esencia dijo esto: 
“Nadie tiene el monopolio de Dios. Dios es un Espíritu y 
aquellos que le adoran en verdad, le adoran en Espíritu. Dios 
busca adoradores que le adoren en Espíritu y en verdad”. El ya 
fallecido A. W. Tozer solía decir: “Dios no busca especialmente 
trabajadores; tiene muchos de ellos. Busca adoradores; tiene muy 
pocos”. 
La liturgia de adoración judía que menciona la mujer 
samaritana se remonta al comienzo de las instrucciones para la 
adoración de Dios para su pueblo, cuando Dios dijo a Moisés la 
manera en que debían acercarse a Él en adoración. Moisés 
escribió ese mandato en el libro del Éxodo. 
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Fascículo #20: Las recetas de Cristo (Parte 1) 
Dios dijo a Moisés que levantara una pequeña tienda para la 
adoración. La tienda tenía un Lugar Santísimo, una sala interior 
donde se guardaba el arca del testimonio. Dios le dijo: “Mi 
presencia morará en el arca del testimonio”. Las personas como 
David estaban continuamente en la tienda de adoración procurando 
acercarse a la divina presencia de Dios. La gloria (Shekiná) de 
Dios moraba literalmente en ese mueble sagrado. Por eso Daniel, 
cuando estaba en cautividad, siempre oraba de cara a Jerusalén. 
La presencia de Dios moraba, literalmente, en el Templo de 
Jerusalén. 
En esencia, Jesús dijo a la mujer en el pozo: “Ya no es 
así. Dios está donde tú quieras acudir a Él, acercarte a Él, 
adorarle y conocerlo en Espíritu y en verdad”. Tal vez estaba 
describiendo proféticamente la verdad más dinámica del Nuevo 
Testamento: “¿Ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu 
Santo?” y “Cristo en vosotros, la esperanza de gloria” (1 
Corintios 6:19; Colosenses 1:27). Así que, para nosotros, la 
comunicación con Dios significa que todo lo que tenemos que 
hacer es apartarnos un tiempo y un lugar para poder comunicarnos 
con Dios, no importa dónde estemos. 
Natanael, cuando oyó de Jesús, preguntó: “¿De Nazaret puede 
salir algo de bueno?” Cuando Jesús se encontró con Natanael, 
dijo: “He aquí un verdadero israelita, en quien no hay engaño” 
(Juan 1: 46,47). Natanael preguntó: “¿De dónde me conoces?”. 
Jesús lo sorprendió cuando le dijo: “Cuando estabas debajo de la 
higuera, te vi” (48). 
Natanael exclamó: “Tú eres el Hijo de Dios; tú eres el Rey 
de Israel”. Él era un hombre piadoso. Aparentemente, adoraba a 
Dios a diario debajo de una higuera. Y podría ser que, aparte de 
Dios y Natanael, nadie más lo sabía. ¿Tiene usted una higuera? 
¿Tiene un lugar y un momento del día para tener comunión con 
Dios? 
28
Fascículo #20: Las recetas de Cristo (Parte 1) 
Mi definición favorita de la oración es que es una 
conversación con Dios. Si se considera un gran conversador, 
sabrá que cada conversación tiene dos dimensiones: cuando usted 
habla, y cuando lo hace la otra persona. Y esta es una verdad 
aguda cuando usted conversa con Dios. Hay cosas que a Dios le 
gusta escuchar, como cuando confesamos nuestros pecados y cuando 
le adoramos. Pero nunca le decimos algo que no sepa o que le 
pueda sorprender. Sin embargo, cuando Él se comunica con 
nosotros, nos hace saber cosas que de otra forma no llegaríamos 
a conocer. También comparte cosas que realmente nos sorprenden. 
En Génesis tres, Dios dice: “Yo estoy comunicándome con 
ustedes y quiero que se comuniquen conmigo. Quiero mantener una 
relación con ustedes. Los conozco y quiero que me conozcan. Me 
comunico con ustedes y quiero que ustedes se comuniquen conmigo 
de la misma forma. Entren a mi presencia, comuníquense conmigo, 
conózcanme y establezcan una relación conmigo. Yo me reuniré con 
ustedes si apartan un momento y un lugar para su relación 
conmigo”. 
Lo que Moisés ha descrito aquí es la relación y la 
comunicación más importantes del mundo. ¿Cuál es el propósito de 
esa comunicación? Es llegar a conocer a Dios y adorarlo. 
Conocerlo es amarlo. La adoración es simplemente expresar su 
amor por Él. Otro propósito es el de orar a Él, y de venir, como 
dijo Pedro: “Echando toda vuestra ansiedad sobre él” y luego 
descubrir que Él se ocupa de usted. El propósito de esta 
comunicación es acudir “al trono de la gracia para alcanzar 
misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro” (1 Pedro 
5:7; Hebreos 4:16). 
Comunicación con nosotros mismos 
Un hombre que vivía solo, como un ermitaño, visitó la 
oficina de correo cercana a la humilde cabaña donde vivía. Allí 
29
Fascículo #20: Las recetas de Cristo (Parte 1) 
se encontró con un hombre que salía de la oficina postal con un 
manojo de cartas en su mano, obviamente muy contento por haber 
recibido tanta correspondencia. El hombre solitario le preguntó: 
“¿Hace cuánto que no recibe noticias de usted mismo?”. 
¿No es interesante? ¿Hace cuánto tiempo que no oye algo de 
usted mismo? Se entera de cosas acerca de otras personas, pero 
¿cuánto hace que no sabe algo de usted mismo? ¿Es posible tener 
noticias de uno mismo? ¿Cree que si habla consigo está loco? Una 
vez escuché a un hombre decir: “Hablo conmigo mismo porque ese 
es el único momento en que hablo con o acerca de una persona 
inteligente”. 
La pregunta del hombre que vivía en el bosque, describe la 
disciplina espiritual de escucharse a uno mismo y de estar 
atento a lo que está ocurriendo en nuestro corazón y mente. 
Coincide con algunas palabras escritas por David: “Meditad en 
vuestro corazón estando en vuestra cama, y callad” (Salmos 4:4). 
Cuando meditamos en silencio, con nuestros corazones callados, 
estamos en condiciones de reflexionar sobre las cosas que Dios 
quiere que sepamos, y estaremos capacitados para dar una 
respuesta meditada a ellas. Si no practicamos esos momentos de 
quietud y soledad, no tendremos un claro entendimiento del lugar 
donde Dios desea indicarnos que debemos estar para su gloria. 
David, en el Salmo Cuatro, nos exhorta seriamente a hablar 
con uno mismo – a mantener una pequeña reunión durante la noche 
con nosotros mismos. Obviamente David está en aflicción cuando 
escribe este Salmo. No puede dormir, así que tiene una 
comunicación consigo mismo. Estando en su cama, tiene comunión 
con su propio corazón. ¿Cuál es el propósito de esa comunión? Lo 
denominamos meditación; también reflexión. David tiene que 
meditar la forma en que va a responder a las cosas que Dios le 
hace saber cuando le habla. 
30
Fascículo #20: Las recetas de Cristo (Parte 1) 
Existe otra dimensión de la comunicación con Dios que se 
describe en el Salmo Cuatro. David dice que ya ha descubierto la 
dimensión humana de una conversación con Dios. Escribe: “Sabed, 
pues, que Jehová ha escogido al piadoso para sí; Jehová oirá 
cuando yo a él clamare” (Salmos 4:3). David sabe que ha 
experimentado aquella parte de la oración cuando el hombre habla 
con Dios. 
También ha descubierto esto: “Cuando estaba en angustia, tú 
me hiciste ensanchar”. ¿Cuándo tenemos realmente comunión con 
Dios? ¿Acaso no es cuando tenemos un problema y simplemente no 
sabemos qué hacer? Es en ese momento cuando la mayoría de 
nosotros le hablamos a Dios. No quiero desanimarlo de practicar 
este tipo de comunión con Dios. Agradezco a Dios por lo que 
algunos llaman “la teología de la tormenta”: la teología que 
busca a Dios cuando vienen las tormentas de la vida. 
Cualquier crisis o calamidad que nos lleve a Dios es fruto 
de la intervención divina y una oportunidad espiritual para que 
Dios haga crecer nuestra fe. Me he encontrado con muchas 
personas devotas que podrán testificar que esa intervención 
resultó ser el suceso más significativo de sus vidas. La 
comunicación con Dios más genuina que experimentan los seres 
humanos se produce en el contexto de momentos de gran tensión. 
La esencia de lo que David nos dice en este Salmo es: “Cuando 
estaba en aflicción, ese fue el momento en que te hiciste real 
para mí. Realmente te comunicaste conmigo y yo me comuniqué 
contigo cuando estaba sufriendo” (Salmo 4:1). Si usted está 
familiarizado con el perfil biográfico de la vida de David que 
obtenemos de los libros de historia y de estos Salmos de David, 
podrá ubicar, con una imaginación santificada, varios lugares de 
su peregrinaje espiritual en donde David puede haber orado este 
Salmo. 
31
Fascículo #20: Las recetas de Cristo (Parte 1) 
David dice que ha descubierto esas cosas, pero luego nos 
habla de otra dimensión vital de una conversación con Dios, 
cuando escribe: “Ofreced sacrificios de justicia, y confiad en 
Jehová. Muchos son los que dicen: ¿Quién nos mostrará el bien?” 
(Salmos 4:5-6). 
Podemos suponer que David lucha con una de esas decisiones 
a las cuales solemos tenemos enfrentar nosotros. Puede hacer lo 
correcto o hacer lo que es expeditivo y beneficioso. Si hace lo 
correcto, está convencido de que las consecuencias van a ser 
desastrosas. En realidad, no ve cómo podrá sobrevivir si obra lo 
correcto. Así que decide hacer lo expeditivo, pero entonces no 
puede dormir, porque es un hombre que desea complacer a Dios y 
está comprometido con valores morales indiscutibles y con la 
integridad moral. Por esa razón no puede dormir. Ese es el 
contexto de la conversación que mantiene David con Dios y 
consigo mismo. 
Después de estar en contacto con Dios y con su propio 
corazón, decide hacer cualquier sacrificio que sea necesario y 
colocar su confianza en el Señor. Una de las motivaciones que 
impulsan su decisión es que está rodeado de personas que buscan 
que haya alguno con la suficiente fe e integridad para hacer lo 
que es correcto, y no volcarse a lo expeditivo, como hacen todos 
los demás. Si le formuláramos la segunda pregunta que Dios 
efectuó a Adán y Eva, “¿Quién te lo dijo?”, indudablemente nos 
diría que Dios le hizo saber que debía hacer cualquier 
sacrificio que fuese necesario para hacer lo correcto y confiar 
en Dios para sobrevivir. 
A lo largo de los Salmos, usted encontrará ejemplos de 
oraciones como ésta de David, que son conversaciones con Dios. A 
medida que lee los Salmos, observe que el esquema de los 
salmistas es primeramente presentar sus peticiones a Dios y 
luego recibir una palabra de Dios que es su parte de la oración 
32
Fascículo #20: Las recetas de Cristo (Parte 1) 
conversada. El Salmo Veintidós es un ejemplo extraordinario de 
una de esas oraciones conversadas. 
Los salmistas son buenos conversadores porque saben que la 
parte más importante de una oración conversada es cuando Dios 
les habla en respuesta a sus oraciones. Esto les permite saber 
que Dios ha escuchado la oración, que experimentan la dimensión 
más importante de su conversación con Él y que simplemente deben 
hacer lo que Dios les ha indicado. ¿Cuándo usted ora, ¿sabe 
conversar con Dios? La madre de Jesús nos da una regla absoluta 
que debemos seguir cuando oímos la parte de Dios en una 
conversación con nosotros. María dijo a los sirvientes en las 
bodas de Caná, donde Jesús transformó el agua en vino: “Haced 
todo lo que os dijere” (Juan 2:5). 
Capítulo 5 
Recetas para la comunicación con las personas 
En esta serie de mensajes, hemos descubierto juntos que 
Dios nos ha dado sesenta y seis pequeños e inspirados libros 
santos porque sabe que tenemos todo tipo de problemas. Si 
abrimos la Palabra de Dios con expectativa y confianza, 
descubriremos que, efectivamente, Dios ha escrito recetas 
prácticas en su Libro inspirado para los muchos problemas que 
experimentamos. 
Hemos considerado juntos las recetas bíblicas para las 
relaciones difíciles. ¿Está usted atravesando hoy una relación 
de esta naturaleza? ¿Su actitud entorpece la relación con otra 
persona? Si es así, las Escrituras tienen mucho que decir sobre 
el tema. Luego analizamos el tema del enojo pecaminoso. El enojo 
33
Fascículo #20: Las recetas de Cristo (Parte 1) 
suele ser un factor en una relación difícil. También 
consideramos las recetas para el enojo santo, o justa 
indignación justa, como suele denominarse. De acuerdo con la 
Biblia, hay momentos en que es correcto estar enojado. 
Hay un común denominador en estas recetas: la comunicación. 
En la receta que nos indicaba cómo encarar una relación difícil, 
estudiamos cómo mantener el fruto del Espíritu Santo y fuimos 
exhortados a hacerlo, porque eso permite mantener la puerta 
abierta para que Dios pueda obrar en esa relación. Si la 
mantenemos abierta para Dios, lograremos que esa persona difícil 
nos escuche, y eso nos puede dar una oportunidad para instruir a 
aquellos que “se oponen”. De ser así, podremos instruirlos al 
utilizar lo que a veces se ha denominado “el momento de la 
enseñanza”. En ese instante podremos enfrentarlos con la verdad 
de la Palabra de Dios que podrá liberarlos (2 Timoteo 2:23-26). 
Estas recetas nos guían en el desarrollo de la comunicación 
en nuestras relaciones difíciles. Cuando se trata del enojo, 
tanto el pecaminoso como el justo, compartí con usted que, 
cuando tratamos con el enojo, las palabras más importantes en 
cualquier relación son estas: “Me equivoqué, lo siento, ¿me 
perdonas?” o “Te equivocaste, me dolió, te perdono”. Estas 
palabras han salvado muchos matrimonios y otros tipos de 
relaciones; la falta de estas palabras ha provocado la ruptura 
de muchas relaciones. 
Hay personas que nunca dicen: “Me equivoqué”. Nunca 
pronuncian estas dos palabras. Hay personas que nunca dicen: “Lo 
siento”. Para ellos, sería reconocer que estaban equivocados, y 
nunca lo están. Nunca dicen: “¿Me perdonas?”. Desde su 
perspectiva, eso sería colocarse en una posición inferior 
respecto de la otra persona de la relación. Simplemente nunca lo 
hacen, así que la relación se desintegra y fracasa. 
34
Fascículo #20: Las recetas de Cristo (Parte 1) 
Estas simples palabras: “Me equivoqué, lo siento, ¿me 
perdonas?” o “te equivocaste (sea que lo admita o no), me dolió, 
te perdono” pueden salvar un matrimonio; pueden salvar una 
relación. Decir estas palabras o dejar de hacerlo es una 
cuestión de comunicación. 
35 
¿Qué es la comunicación? 
Un profesor universitario de oratoria decidió emplear una 
lección objetiva poco común para enseñar a sus alumnos los 
principios de la comunicación. Un día llegó tarde a propósito a 
su clase y, como era de esperar, encontró a sus estudiantes 
conversando ruidosamente. Se dirigió rápidamente al frente del 
aula y golpeó con fuerza el escritorio con la palma de su mano. 
“¡Quiero un caos total!” gritó al tiempo que golpeaba con su 
mano la tapa del escritorio y provocaba un estruendo similar a 
un tiro de pistola. Los estudiantes quedaron en silencio 
inmediatamente. 
Logrado su objetivo, el profesor explicó a los alumnos que 
los expertos coinciden en señalar que solo el siete por ciento 
de lo que comunicamos es transmitido por las palabras. Cuarenta 
y cuatro por ciento se transmite por el lenguaje corporal y el 
cuarenta y nueve por ciento restante es comunicado por las 
inflexiones de voz cuando hablamos. El profesor enseñó a sus 
estudiantes que lo que les dijo - “¡Quiero un caos total!” – era 
solo el siete por ciento de su mensaje. El noventa y tres por 
ciento restante fue comunicado por sus gestos de enojo y el alto 
volumen de su voz. Ambos transmitían el mensaje: “¡No hablen 
más!”. 
Estos mismos principios de la comunicación son totalmente 
válidos para el matrimonio o para cualquier otra clase de 
relación. Muchas parejas le dicen a su pastor o consejero 
matrimonial: “No tenemos comunicación. Simplemente no nos
Fascículo #20: Las recetas de Cristo (Parte 1) 
comunicamos”. Pero, basados en la lección objetiva que 
aprendimos del profesor, podemos estar muy seguros de que un 
esposo y su esposa se comunican, aun cuando no se hablen. Su 
comunicación será cuestión de cómo lo hacen y qué es lo que 
están comunicando, pero un esposo y su esposa casi siempre están 
en comunicación. 
El diccionario define la comunicación como “dar y recibir 
información, mensajes e ideas a través del habla, gestos u otros 
medios”. Es a través de estos “otros medios” que se produce la 
comunicación en un matrimonio u otras relaciones. Una sonrisa 
puede comunicar una gran cantidad de pensamientos positivos y 
afectivos mientras que un ceño fruncido o una sonrisa de 
desprecio pueden transmitir mucho sarcasmo o furia. Cuando una 
mujer pega un portazo, o un hombre da un puñetazo contra la 
pared, ¿acaso no comunican algo? 
Cuando un hombre o una mujer dejan de hablarse, cuando se 
tratan con silencioso desprecio, ¿acaso no están comunicándose? 
Una vez escuché a una sabia mujer decir: “Cuando mi esposo no 
habla, tienes que escuchar con detenimiento para entender lo que 
dice”. 
36 
Encienda la luz 
Las bacterias se multiplican en la oscuridad, pero la 
mayoría no puede vivir expuesta a la luz. Si los esposos quieren 
construir y mantener una fuerte relación matrimonial, su buena 
comunicación puede pensarse como una “luz” brillante que pueden 
encender sobre las “bacterias” de los problemas de sus problemas 
de comunicación. Cuando lo hagan, la mayoría de esa “bacterias” 
morirá, y con la buena comunicación podrán ocuparse de las que 
quedaron. Este principio es válido para toda clase de 
relaciones. 
Basados en esta definición de la comunicación, la segunda
Fascículo #20: Las recetas de Cristo (Parte 1) 
observación que podemos hacer es que siempre existen dos 
dimensiones de la comunicación. Mi definición operativa de la 
comunicación nos informa que es “dar y recibir información, 
mensajes e ideas”. En consecuencia, la comunicación en una 
relación matrimonial o cualquier otra clase de relación tiene 
una dimensión de dar y otra de recibir. De acuerdo con esta 
definición, también puedo llegar a la conclusión de la 
existencia de dos dimensiones en los problemas de comunicación 
en las relaciones. A veces, el origen del problema es el dador y 
otras veces la fuente del problema es la persona que recibe la 
comunicación. 
Una señora describió el problema de comunicación en su 
matrimonio de esta forma: “Es como si mi esposo viviera en una 
isla misteriosa y yo la hubiera estado rodeando por veinte años 
buscando encontrar infructuosamente un sitio donde amarrar mi 
bote”. 
Imagine que usted y su cónyuge realmente viven en islas que 
están separadas entre sí, y que su único medio de comunicación 
es una radio. Para que ambos se puedan comunicar, deben ocurrir 
dos cosas: uno de ustedes debe decidirse a prender la radio y 
enviarle un mensaje al otro. Y el otro cónyuge, a quien se le 
envía el mensaje, también debe decidirse a prender la radio, 
buscar la frecuencia correcta y recibir el mensaje. 
Tal como aprendimos en el último capítulo, aun la 
comunicación que mantenemos con Dios tiene esas dos dimensiones: 
dar y recibir. La comunicación en un matrimonio o en otra clase 
de relación consta de estas dos dimensiones tan distintas entre 
sí como lo sería estar en dos islas distintas. 
A veces, el origen de un problema de comunicación 
matrimonial radica en que el emisor no enciende su radio y envía 
un mensaje. Y cuando lo hace, hay veces que el mensaje es 
distorsionado y confuso. Cierta vez, una esposa le explicó a su 
37
Fascículo #20: Las recetas de Cristo (Parte 1) 
esposo: “Yo sé que piensas que entiendes lo que dije, pero lo 
que debes saber es que lo que dije no es lo que quise decir”. 
También hay veces cuando la fuente del problema es que la radio 
receptora no está encendida, o no está sintonizada en la 
frecuencia correcta. 
A lo largo de más de cuatro décadas de pastorado, he 
preguntado a parejas que me han dicho que no tienen comunicación 
si en realidad han tenido en algún momento algo que se parezca a 
una buena comunicación. Dado que es muy raro que dos personas se 
casen si no tienen comunicación, la mayoría de las parejas 
contestaron que, efectivamente, su comunicación era buena al 
comienzo de su matrimonio. 
Cuando concordamos en que obviamente algo había sucedido 
para averiar las líneas de comunicación entre ellos, les 
proponía una tarea. Les pedía que confeccionaran una lista con 
todas las razones por las que creían que sus líneas de 
comunicación se habían dañado. De esas listas, descubrí dos 
síntomas obvios y típicos de un problema de comunicación 
matrimonial. Uno de los síntomas era que uno de ellos, o ambos, 
habían dejado de hablar, y el otro síntoma era que había habido 
momentos en uno u ambos se habían enojado al intentar 
comunicarse. 
Si su problema de comunicación radicaba en que uno u ambos 
habían dejado de hablar, le pedía a quien había quedado sin 
hablar (o a ambos) que hiciera una lista de los motivos que lo 
había llevado a esta actitud. En los casos en que uno o ambos se 
enojaban al intentar comunicarse, le pedía al que se enojaba (o 
a ambos) que hiciera una lista con los motivos que lo hacían 
enojar. 
Les decía que las razones por las que dejaban de hablar o 
se enojaban cuando intentaban comunicarse, se debía a los 
“disyuntores” de la comunicación. Un disyuntor es un aparato que 
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Fascículo #20: Las recetas de Cristo (Parte 1) 
corta la electricidad de un circuito que está próximo a la 
sobrecarga y ante peligro de fuego u otro daño al sistema 
eléctrico en los hogares o edificios. Les pedía que no hablaran 
sobre sus listas de “disyuntores” hasta que pudiésemos hacerlo 
juntos en nuestra próxima reunión de asesoramiento. 
Al tratar uno a uno sus “disyuntores” con ellos, los 
desafiaba a pensar acerca de lo que se necesitaría para 
restaurar cada uno de estos cortes en su comunicación. Este 
proceso me permitió ver, junto con las parejas involucradas, la 
innegable realidad que la buena comunicación es una propuesta de 
dar y recibir. Estos “disyuntores” frecuentemente estaban todos 
referidos a la manera en que la comunicación de un cónyuge era 
recibida por el otro. 
Por ejemplo, una esposa escribió: “No me escucha” como la 
razón por la cual dejó de hablar. Comentó que cuando le dijo a 
su esposo: “Hoy el bebé dijo algunas palabras nuevas”, se dio 
cuenta de que su esposo había cambiado la sintonía y ya no la 
escuchaba. Dado que la comunicación no debe ser un monólogo, 
había decidido dejar de hablar. Antes de deshacerse en lágrimas, 
nos dijo a su esposo y a mí que, al no ser escuchada, lo 
interpretaba como que su esposo no estaba interesado; y si no 
estaba interesado se traducía en que no le importaba y esto, en 
consecuencia, quería decir que ¡no la amaba a ella ni tampoco al 
bebé! 
Un esposo escribió que cuando compartía algo que era 
realmente importante para él, como ser la idea de poder 
concurrir a un seminario, su esposa se reía de él. En 
consecuencia, anunció que nunca más compartiría sus sentimientos 
profundos con su esposa. 
Cuando usted comparte su corazón con otra persona, es como 
si hubiese colocado su corazón en la mano de ella. Y cuando 
tienen su corazón en su poder, pueden hacer cualquier cosa con 
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Fascículo #20: Las recetas de Cristo (Parte 1) 
él. Pueden apretarlo; tirarlo al piso y pisarlo, o pueden reírse 
de él. Lo peor que pueden hacer con su corazón es ignorarlo, 
porque lo opuesto al amor no es el odio. Es la indiferencia. 
El ignorar a una persona es lo opuesto a amarla. Una forma 
posible de responder a los sinceros intentos de comunicación con 
usted de parte de su cónyuge sería simplemente ignorarlos. El no 
prestar atención a los intentos de comunicación de su cónyuge es 
ignorar su corazón. 
Un esposo escribió que su esposa era “una francotiradora 
verbal”. Según su relato, cuando él se volvía vulnerable al 
tratar de mantener una comunicación a nivel profundo, a menudo 
ella aprovechaba su vulnerabilidad “disparándole por la 
espalda”. Me pareció interesante que en aquella misma sesión de 
consejería, su esposa registró en su lista de “disyuntores” que 
su esposo era “un asesino verbal”. Ella estaba asustada de 
comunicarse con él sobre varios temas porque la “asesinaba” 
verbalmente si trataba de decirle algo que él necesitaba, pero 
no quería escuchar. 
Hay una idea recurrente en la dinámica de la comunicación 
entre esposos que se repite en todos estos ejemplos. La 
comunicación no es solo una cuestión de cómo se entrega; la 
comunicación, en una relación matrimonial o en cualquier otra, 
también involucra la forma en que una persona recibe la 
comunicación de parte de la otra. En cada uno de estos ejemplos, 
la forma en que cada cónyuge recibía la comunicación del otro se 
transformaba en un disyuntor. Al poner en práctica las recetas 
bíblicas para la comunicación en nuestras relaciones, este hecho 
básico de la comunicación nos muestra que debemos disciplinarnos 
para transformarnos en buenos receptores, es decir, buenos 
escuchadores. 
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Fascículo #20: Las recetas de Cristo (Parte 1) 
41 
El síndrome de la tortuga 
Al compartir estos “disyuntores” de la comunicación con 
parejas, les dije a varias de ellas que se estaban comportando 
como un par de tortugas. Si uno molesta demasiado a una tortuga, 
ésta reacciona replegándose dentro del caparazón y no se dejará 
ver por mucho tiempo. Cuando nuestra comunicación no es recibida 
correctamente, nos replegamos adentro de nuestros caparazones 
como tortugas. Muchos matrimonios viven juntos como tortugas, y 
necesitan desesperadamente entender que la comunicación tiene 
dos dimensiones: la de dar y la de recibir. 
Ambas dimensiones de la comunicación son vitalmente 
importantes y deben ser aceptadas, apreciadas y abordadas por 
cualquier matrimonio o relación entre creyentes que deseen tener 
la herramienta que les posibilite mantener su unidad en Cristo. 
El síndrome del puercoespín 
Hay una pequeña poesía pintoresca sobre dos puercoespines 
que están tratando de expresarse amor y afecto en una noche 
fría. Ante la pregunta: “¿Cómo se abrazan los puercoespines?”, 
la respuesta es: “¡Con mucho cuidado!”. Ambos están firmemente 
decididos a expresar su amor y afecto por el otro, pero cada vez 
que intentan acercarse, quedan trabados. 
La esencia de la aplicación de la poesía es obvia. Cuando 
intentamos comunicarnos como esposo y esposa en un nivel de 
intimidad, o como creyentes, generalmente nos quedamos trabados 
en las “espinas” de la forma en que nuestro cónyuge u otro 
creyente reciben nuestros intentos de apertura y comunicación. 
La aplicación de la hermosa metáfora de esta poesía es que no 
debemos replegarnos ni tomar distancia en las relaciones por la 
forma en que otros han recibido nuestros intentos de 
comunicarnos. ¡Por eso se requiere valor para la comunicación!
Fascículo #20: Las recetas de Cristo (Parte 1) 
42 
En síntesis: 
La comunicación no es solo lo que se dice; es lo que se 
oye. 
La comunicación no es solo lo que se dice; es lo que se 
siente. 
La comunicación no es solo lo que se dice; es lo que la 
gente quiere oír. 
La comunicación no es solo lo que se dice; es lo que se 
dice; es todo lo que se transmite por medio del habla, los 
gestos u otros medios. 
La regla de oro de la comunicación 
En su Sermón del Monte, la esencia de la verdad que enseñó 
Jesús respecto las relaciones humanas está resumida en: “Todas 
las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así 
también haced vosotros con ellos” (Mateo 7:12). Esta enseñanza 
de Jesús es conocida como “La Regla de Oro”. 
En cierto sentido, todos los ejemplos que he descrito de 
cónyuges que reciben la comunicación de sus esposos o esposas en 
forma inadecuada se pueden rastrear hasta llegar a una misma 
fuente y se pueden expresar con una sola palabra: egoísmo. La 
misma verdad se aplica a la comunicación que mantenemos con 
nuestros hermanos y hermanas en Cristo y en todas las relaciones 
que tenemos en este mundo. La Regla de Oro es la solución 
general de Jesús para los problemas de comunicación que 
enfrentamos en todas nuestras relaciones, sean o no difíciles. 
Cuando se proponga aplicar seriamente la Regla de Oro de 
Jesús, descubrirá que antes que pueda poner en práctica este 
gran compendio de enseñanzas sobre las relaciones, primeramente 
tendrá que ponerse en el lugar de la otra persona. 
Por ejemplo, para transformarse en un buen receptor al 
comunicarse con su esposa o esposo, un creyente o en una
Fascículo #20: Las recetas de Cristo (Parte 1) 
relación secular, póngase en el lugar de la persona que intenta 
comunicarse con usted. Pregúntese: “Si yo fuera la otra persona 
y procurara decir lo que quiere comunicarme en este preciso 
momento, ¿cómo querría yo que ella recibiese mi mensaje?”. 
Cuando sepa la respuesta a esa pregunta, hágalo. Sencillamente 
hágalo, porque su respuesta a la pregunta es la Regla de Oro de 
la comunicación relacional. 
Si se disciplina para pensar de esa forma, se dará cuenta 
de que querrá que los demás reciban su comunicación 
adecuadamente. En primer lugar, querrá que oigan hasta que 
realmente hayan escuchado lo que usted quiso decir. Obviamente, 
no querrá que su cónyuge u otra persona reciban su comunicación 
de alguna de las maneras inadecuadas que describí en los 
ejemplos anteriores. No deseará que sean contenciosos o estén 
preparados para la pelea, francotiradores verbales o asesinos 
verbales. No querrá que su cónyuge o un creyente cambie la 
sintonía y deje de escucharlo, porque no está interesado en lo 
que tiene que decir o porque no le importa lo que tenga que 
comunicarle, o porque no lo ama. 
A medida que identifique sus “disyuntores” de la 
comunicación y considere qué implicaría restaurar los circuitos 
rotos en su comunicación con otras personas, permita que la 
Regla de Oro de Jesús le guíe. Si desea aplicar seriamente este 
gran principio y compendio de la ética relacional de Jesús, 
entonces debe estar centrado en los demás. Para ello, debe estar 
centrado en Dios, Cristo y el Espíritu Santo, porque estar 
centrado en los demás es algo que está totalmente a contramano 
de la naturaleza humana. Cuando decida comprometerse a estar 
centrado en los demás en vez de estar centrado en usted, 
recuerde que está intentando lo imposible, a menos que 
manifieste el fruto del Espíritu Santo (Gálatas 5:22,23). 
Hay otra enseñanza de Jesús que suple y complementa la 
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Fascículo #20: Las recetas de Cristo (Parte 1) 
Regla de Oro. Ésta también debería ser aplicada a la 
comunicación con nuestros cónyuges y en todas nuestras 
relaciones. Según Pablo, Jesús dijo: “Más bienaventurado es dar 
que recibir” (Hechos 20:35). 
Dado que la comunicación es una propuesta de dar y recibir, 
deberíamos considerar cuidadosamente y en oración la 
comunicación que necesitan escuchar aquellos con los cuales 
mantenemos alguna relación. Luego deberíamos tomar la iniciativa 
y contribuir con nuestra comunicación como un obsequio para 
ellos. De acuerdo con Jesús, tendremos más felicidad (bendición) 
en dar la comunicación adecuada que la que podamos experimentar 
al simplemente reaccionar a la comunicación de otros (Efesios 
4:21-25,29,31,32). 
Los principios de comunicación de Pablo 
Cuando consideremos la calidad de la comunicación que 
deberíamos presentar a otros como si fuera un regalo, deberíamos 
tener en cuenta algunas palabras que Pablo escribió a los 
efesios cuando les enseñó que cada vez que abrieran sus bocas se 
convertirían en canales de la gracia de Dios. Pablo les exhortó 
a usar palabras que edificaran o desarrollaran al receptor de su 
comunicación. También los desafió a que ninguna palabra que 
saliera de sus bocas pudiese corromper o destruir a los oyentes 
(Efesios 4:29). 
Hay varios pasajes profundos en la segunda carta del 
apóstol Pablo a los creyentes en Corinto que bosquejan las dos 
dimensiones vitalmente importantes del dar y recibir en la 
comunicación. Por ejemplo, Pablo escribe: “Nuestra boca se ha 
abierto a vosotros, oh corintios; nuestro corazón se ha 
ensanchado. No estáis estrechos en nosotros, pero sí sois 
estrechos en vuestro propio corazón. Pues, para corresponder del 
mismo modo (como a hijos hablo), ensanchaos también vosotros” (2 
44
Fascículo #20: Las recetas de Cristo (Parte 1) 
45 
Corintios 6:11-13). 
Si queremos parafrasear y resumir este pasaje, Pablo les 
dice a los corintios - y, como aplicación, a usted y a mí - que 
es como si tuviésemos “aletas” de comunicación en nuestros 
corazones. Está diciendo a los creyentes corintios que tiene una 
actitud abierta hacia ellos, con su “aleta” de comunicación 
abierta, pero ellos han cerrado las suyas hacia él, y le han 
dado la espalda. 
Como hombre y mujer que Dios ha unido y ha hecho uno, y 
como creyentes que deben ser uno en Cristo, Dios desea que 
estemos con nuestras “aletas” de la comunicación siempre 
abiertas. Tristemente, la verdad es que pasamos demasiado de 
nuestro tiempo de matrimonio y, como hermanos y hermanas en 
Cristo, de espaldas uno al otro y con las “aletas” cerradas. 
Pablo también escribe: “Porque si yo os contristo, ¿quién 
será luego el que me alegre, sino aquél a quien yo contristé?” 
(2 Corintios 2:2). Este pasaje también puede aplicarse a las dos 
dimensiones del dar y recibir en la comunicación relacional. Si 
usted siempre entrega y recibe comunicación de tal forma que 
desanima a otros, ¿quién cree que lo animará después a usted? 
Posiblemente pase dos tercios de su vida con su cónyuge y pasará 
la eternidad con sus hermanos y hermanas en el Señor. Desde 
ahora hasta la eternidad, sería una buena idea cultivar la buena 
comunicación con aquellos que ama ahora y amará eternamente. A 
su cónyuge y a sus hermanos creyentes se les ha encargado la 
responsabilidad de comunicarse con usted de una forma que 
contribuya a su felicidad personal, y usted es responsable de 
edificarlos a ellos. 
Pablo comparte con nosotros otra visión de la comunicación 
que tenemos como creyentes y matrimonios. Les dice a estos 
mismos corintios que ha renunciado a las cosas ocultas y que no 
anda con astucia al comunicarse con ellos (2 Corintios 4:2). Los
Fascículo #20: Las recetas de Cristo (Parte 1) 
desafía a que se comuniquen con él de la misma forma. 
Aquí debo hacer una advertencia. En nombre de la 
honestidad, uno puede llegar a causar un gran daño a su cónyuge, 
o a otro creyente, cuando en realidad está encarando el problema 
de su propia culpa. Veamos ejemplo: Una vez una pareja me 
preguntó si deberían hablar la verdad en amor, y decir a su hija 
adolescente que la habían concebido antes de haberse casado. Les 
pregunté si lo hacían por una necesidad de su hija de saber algo 
o por la culpa que sentían ellos. En nombre de la honestidad, 
podemos llegar a hacer lo mismo con nuestro cónyuge o con 
nuestros hermanos creyentes. 
Hay veces que deberíamos restringir cierta comunicación 
honesta con otros, porque tienen un problema de salud, como por 
ejemplo una enfermedad cardíaca. Es posible también que sufran 
un problema emocional y que no estén lo suficientemente estables 
como para manejar nuestra honestidad. Deberíamos hacer pasar 
nuestra culpa o necesidad de ser conocidos como personas 
honestas por el prisma de nuestro amor por otros y nuestro 
compromiso por su bienestar, antes de causarles daño con nuestra 
honestidad. 
Habiendo dicho esto, los creyentes sanos, estables y 
físicamente y espiritualmente saludables deberían esforzarse por 
mantener relaciones francas y honestas. Lo que he llamado 
“bacterias”, el apóstol Pablo denomina: “lo oculto y vergonzoso” 
y “andar con astucia”, que yo llamo “jugar juegos de 
comunicación”. Cuando estamos seguros de que nos estamos 
ocupando del bienestar de otros más que de nuestra propia culpa, 
y tenemos el coraje de comunicarnos, deberíamos “encender la 
luz” sobre las cosas ocultas y vergonzosas y, cuando nos 
comunicamos, nunca andar con astucia. 
46
Fascículo #20: Las recetas de Cristo (Parte 1) 
Capítulo 6 
La receta para el pecado 
El problema más grande que tengo es el pecado, y sea que 
usted lo sepa o no, su problema más grande también es el pecado. 
Es más, el mayor problema que tiene todo ser humano en este 
mundo es el pecado. En un sentido, la diferencia entre los 
creyentes y los incrédulos es que los creyentes sabemos 
ciertamente que el problema más grande que tenemos es el pecado 
mientras que el resto del mundo, que no ha creído y no ha vuelto 
a nacer, no sabe esto. 
Las muchas y diferentes palabras que la Biblia usa para el 
pecado terminan dándonos una definición de él. Estas palabras 
son conceptos como: violar una norma, errar el blanco, no 
alcanzar el objetivo, seguir nuestro camino, o actuar 
independientemente de Dios. El punto es: ¿haremos la voluntad de 
Dios o estamos decididos a hacer lo que nos plazca? 
Una de las recetas bíblicas más profundas para la solución 
al pecado se encuentra en la carta de Pablo a los creyentes en 
Roma (Romanos 7:15-8:13). La última mitad del capítulo siete 
registra el discurso famoso de Pablo respecto de la lucha que él 
mismo tenía con el pecado. Centra el problema del pecado en su 
propio corazón y mente. En este pasaje, descubre su corazón y su 
mente y, con una asombrosa transparencia, nos permite ver la 
lucha que mantiene con el pecado en ellos. Al hacerlo, nos da 
una visión de la lucha que tenemos nosotros en nuestros propios 
corazones y mentes. 
Antes de considerar el discurso de Pablo y la solución de 
Dios, debemos hacer la siguiente observación: Pablo no toca 
principalmente el tema del pecado en la vida de un inconverso. 
47
Fascículo #20: Las recetas de Cristo (Parte 1) 
Ya ha tratado ese problema y su solución en los primeros cuatro 
capítulos de su carta a los Romanos. En los siguientes cuatro 
capítulos, se concentra en el tema del pecado en la vida del 
creyente. También debería añadir esta observación: aborda el 
tema del pecado en la vida del creyente que desea ser santo. 
La Palabra de Dios nos dice que debemos ser santos porque 
Dios es santo. Sólo el creyente que desea la santidad puede 
darse cuenta de la fuerza y el poder del pecado. Si usted no 
está intentando vivir una vida santa, el pecado será de poca 
importancia para usted; tampoco representa un gran problema para 
usted. En cambio, si desea la santidad fervientemente, como lo 
hacía Pablo, tendrá mayor conciencia del efecto del pecado en 
usted. Si bien la enseñanza de Pablo de este tema es larga, 
quiero citar todo el discurso y la receta para el pecado que 
viene a continuación. He parafraseado, resumido y traducido el 
pasaje, porque creo que nunca antes ha habido un momento en el 
cuerpo de Cristo, en que hemos necesitado entender tanto sobre 
estos temas como hoy. Tenemos muchas personas hoy que dicen ser 
seguidores de Cristo, que no conocen nada sobre esta receta de 
profundo significado que Pablo comparte con nosotros en este 
gran pasaje de las Escrituras (Romanos 7:14 – 8:13). 
48 
Una sinfonía de insuficiencia 
“No entiendo lo que hago. No hago las cosas que 
sinceramente deseo hacer, sino aquellas cosas que odio hacer, 
son precisamente las que en realidad hago. Ahora, si no quiero 
hacer estas cosas malas, y si de hecho odio hacerlas, y si mi 
conciencia me recrimina cuando las hago, entonces, debo creer 
que las leyes de Dios que quebranto cuando hago estas cosas 
malas, son leyes buenas y justas”. 
“Si no hago lo que quiero, sino más bien aquello que no 
quiero hacer, en un sentido, no soy yo el que hace estas cosas,
Fascículo #20: Las recetas de Cristo (Parte 1) 
sino el pecado que mora en mí. Me he convencido, a través de 
varios años de experiencias vergonzosas y dolorosas, de que no 
hay nada bueno en mí, es decir, en mi carne, y con ello me 
refiero a mi naturaleza humana separada de Dios o sin su 
asistencia. Oh, puedo desear hacer lo que es correcto, pero no 
encuentro dentro de mí el poder para hacer lo que deseo. 
Simplemente sigo día tras día sin hacer las cosas buenas que 
quiero hacer, pero aquellas cosas que me prometí no hacer, 
aquellas cosas pecaminosas que aborrezco, simplemente las hago 
de todas maneras”. 
“Ya no puedo seguir negándome a aceptar la dura realidad de 
que no controlo mi vida. Encuentro que es una ley: cuando quiero 
hacer el bien, el pecado está presente en mí. En mi mente, me 
deleito en obedecer la ley de Dios, pero cuando lo hago, 
descubro otra ley en mis miembros. Esta otra ley está en guerra 
con la ley de mi mente y me hace un prisionero del pecado, que 
está muy vivo en mí”. 
“Así que, se reduce a lo siguiente: en mi mente, confieso 
ser, y realmente deseo ser esclavo de la ley de Dios. Pero, la 
dolorosa realidad es que, en mi carne, en realidad soy un 
esclavo de la ley del pecado. ¡Oh, qué hombre tan miserable soy! 
¿Quién me librará de este cuerpo de muerte? Doy gracias a Dios, 
porque esa pregunta ya ha sido contestada para mí. Jesucristo, 
mi Señor, me ha librado de la dolorosa tensión y el conflicto de 
esta agonía espiritual”. 
49 
Una sinfonía de suficiencia 
“Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en 
Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino 
conforme al Espíritu. Porque la ley del Espíritu de vida en 
Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte. 
Porque lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil
Fascículo #20: Las recetas de Cristo (Parte 1) 
por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de 
pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne; 
para que la justicia de la ley se cumpliese en nosotros, que no 
andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu. 
“Porque los que son de la carne piensan en las cosas de la 
carne; pero los que son del Espíritu, en las cosas del 
Espíritu. Porque el ocuparse de la carne es muerte, pero el 
ocuparse del Espíritu es vida y paz. Por cuanto los designios 
de la carne son enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la 
ley de Dios, ni tampoco pueden; y los que viven según la carne 
no pueden agradar a Dios. 
“Mas vosotros no vivís según la carne, sino según el 
Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si 
alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él. Pero si 
Cristo está en vosotros, el cuerpo en verdad está muerto a causa 
del pecado, mas el espíritu vive a causa de la justicia. Y si 
el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en 
vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús 
vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que 
mora en vosotros. 
“Así que, hermanos, deudores somos, no a la carne, para que 
vivamos conforme a la carne; porque si vivís conforme a la 
carne, moriréis; mas si por el Espíritu hacéis morir las obras 
de la carne, viviréis”. 
Con la descripción más preciosa que podamos encontrar en 
cualquier otra parte de las Escrituras, Pablo presenta el 
problema del pecado y la receta de Dios para solucionar este 
problema en la vida del creyente. Podría decirse que toda la 
Biblia puede denominarse “Una receta para el pecado”. La cruz es 
un símbolo de la receta y la solución de Dios al problema del 
pecado en la vida de los inconversos, y para el creyente sigue 
50
Fascículo #20: Las recetas de Cristo (Parte 1) 
siendo la llave de su victoria sobre el pecado. Esta es la 
esencia de la Biblia. 
La receta para el pecado en la vida de los creyentes que 
desean vivir vidas santas está descrita de muchas maneras y en 
muchos lugares de la Biblia, pero nunca la encontrará tan 
maravillosamente descrita y prescripta como en este pasaje que 
he citado aquí. Uno de mis eruditos favoritos, el Dr. William 
Barclay, quien por cuarenta años fue profesor de Biblia en la 
Universidad de Edimburgo, Escocia, denomina la enseñanza de 
Pablo sobre el pecado “Una sinfonía de insuficiencia”. Creo que 
es una visión maravillosa de la confesión honesta de Pablo. 
De la forma en que este amado apóstol comparte su lucha 
contra el pecado, de una manera tan transparente y honesta, nos 
está diciendo que ciertas recetas para el pecado son 
inadecuadas. Este pasaje nos muestra, por ejemplo, la ineficacia 
de una receta meramente física para el pecado. Cuando Pablo 
utiliza esta expresión: “en mi carne”, o “en la carne”, William 
Barclay nos dice que Pablo quiere decir, como ya lo hemos 
observado, “en mi naturaleza humana, apartado de Dios, o sin la 
ayuda de Dios”. 
Después de haber comenzado esta serie de mensajes sobre las 
recetas para problemas, invité a mis oyentes a que me enviaran 
sugerencias de problemas que quisieran que yo abordara. Alguien 
me solicitó que tratara el problema del “cristiano carnal”. Su 
pregunta en realidad era: “¿Por qué tantos cristianos 
profesantes hoy son cristianos carnales?”. 
La expresión “cristiano carnal” es aparentemente 
contradictoria. La palabra “carnal” proviene de la palabra 
“carne”. La palabra “cristiano” significa literalmente “uno como 
Cristo”. Si una persona es como Cristo, no será carnal, alguien 
que vive según su naturaleza humana sin la ayuda de Dios. Nunca 
51
Fascículo #20: Las recetas de Cristo (Parte 1) 
podríamos aplicar este concepto a la vida que llevó Jesucristo 
aquí en la tierra. 
Lo que llamamos un “cristiano carnal” es un cristiano 
profesante que aún no ha descubierto la receta de Dios para la 
solución del problema del pecado en la vida del creyente, según 
la describe Pablo. Si la ha descubierto, no la entiende. Si la 
entiende, no sabe cómo aplicarla. Incluso es posible que no haya 
descubierto que el problema más grande que tiene, aun como 
creyente, es el problema del pecado. 
El reconocer la lucha con el pecado de la forma en que lo 
hace Pablo en este pasaje, resulta ser un problema para muchos 
estudiosos, que dicen que es imposible que Pablo haya estado 
hablando de sí mismo cuando escribió esta honesta confesión 
personal de su lucha contra el pecado. Su razonamiento es que el 
apóstol Pablo, tan espiritualmente maduro, nunca podría haber 
escrito estas cosas respecto de la batalla que tiene contra el 
pecado. 
De los escritos de Pablo, este pasaje es uno de los que con 
mayor frecuencia son mal interpretados o aplicados. He escuchado 
a algunas personas decir, después de leer el pasaje, que si 
Pablo tuvo tanta dificultad con el pecado, entonces, cuando 
somos tentados a pecar, deberíamos ceder inmediatamente y evitar 
la lucha. Otros que leen este pasaje dicen que, si nos basamos 
en esta afirmación de Pablo, es imposible vencer al pecado. 
Puedo ver cómo llegaron a esa conclusión si terminaron su 
lectura al final del capítulo siete. El capítulo siete presenta 
las malas noticias. Las buenas comienzan en el capítulo ocho. 
A mi juicio, la palabra clave es la palabra “carne”. Pablo 
simplemente dice: “Alejado de Dios, sin la ayuda de Dios, mi 
lucha con el pecado me trajo al lugar donde me consideré un 
miserable”. Si usted no es una persona de logros espirituales, 
es posible que le resulte más fácil aprender algunas de estas 
52
Fascículo #20: Las recetas de Cristo (Parte 1) 
cosas. Es más difícil para aquellos que obtienen logros. Pablo 
era un hombre que había obtenido logros, un superhombre en este 
aspecto, por eso le llevó tanto tiempo aprender. Esta es la 
razón por la cual su lucha era tan grande. 
Nadie intentó lograr justicia, santidad y salvación fuera 
de Dios y sin la ayuda de Dios tan intensamente como Saulo de 
Tarso. Pero, mientras procuraba resolver su problema de pecado 
fuera de Dios y sin su ayuda, se encontró en una terrible 
tensión y una tremenda dicotomía, que lo llevó al lugar donde se 
consideró a sí mismo un “hombre miserable”. 
Utiliza una metáfora muy grotesca. Exclama: “¿Quién me 
librará de este cuerpo de muerte?”. En la zona alrededor de 
Tarso, donde se crió Pablo, los crueles conquistadores romanos 
practicaban una horrible forma de pena capital. Si una persona 
era condenada por homicidio, la desnudaban. Luego el cuerpo 
desnudo del que había sido asesinado era encadenado – espalda 
contra espalda - al cuerpo del homicida, con grilletes o cadenas 
a sus tobillos, rodillas, caderas y así hasta la cabeza. Luego 
lo enviaban al desierto. La descomposición del cuerpo muerto 
infectaba al condenado hasta producirle la muerte. Era una 
muerte indescriptiblemente horrible. 
A esto se refiere Pablo al final del pasaje en el capítulo 
siete. Trata de decirnos cómo intentó, fuera de Dios y sin su 
ayuda, ser santo y ganar su batalla con el pecado. Dijo: “¿Quién 
me librará de este cuerpo de muerte?”. Literalmente, quería 
decir: “¿Quién me librará del cuerpo muerto que está encadenado 
a mí?”. 
De acuerdo con la enseñanza de Pablo sobre el pecado, o la 
sinfonía de insuficiencia que lo lleva a su sinfonía de 
suficiencia, la solución al problema del pecado no puede 
encontrarse dentro de nosotros; debe venir de afuera de 
nosotros. La visión que tiene Pablo del pecado en este pasaje 
53
Fascículo #20: Las recetas de Cristo (Parte 1) 
nos muestra la insuficiencia de una mera receta física para 
sobreponerse al problema del pecado. La verdadera victoria sobre 
el poder del pecado solo se puede encontrar en la receta de 
Dios: “Ninguna condenación hay para los que están en Cristo 
Jesús, los que no andan conforme a al carne, sino conforme al 
Espíritu” (Romanos 8:1). 
Si usted, al igual que Pablo, ha procurado solucionar el 
problema del pecado con sus propias fuerzas, entonces acepte 
hoy, y cada día, la receta de Dios. 
Capítulo 7 
La receta para la culpa 
Nadie tuvo mayor necesidad de resolver el problema de la 
culpa que David. Si quiere apreciar la causa de su culpa, lea el 
relato del capítulo más oscuro en la vida de David, en el libro 
histórico de 2 Samuel, capítulos 11 al 18. David fue el segundo 
y el mejor rey de todos los que tuvo Israel. Luego de catorce 
años de reinado, cayó en pecado, como todos sabemos. Cometió el 
pecado de adulterio con una mujer llamada Betsabé, y luego 
orquestó el asesinato de su esposo en una batalla. 
Cuando se repasa su vida en el primer libro de Reyes, 
capítulo quince, leemos: “David había hecho lo recto ante los 
ojos de Jehová, y de ninguna cosa que le mandase se había 
apartado en todos los días de su vida, salvo en lo tocante a 
Urías heteo”. Cuando Dios recuerda este terrible episodio en la 
vida de David, la peor parte de su pecado fue lo que hizo a 
Urías y no lo que le hizo a la mujer de éste. 
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  • 1. Fascículo #20: Las recetas de Cristo (Parte 1) INSTITUTO BÍBLICO DEL AIRE FASCÍCULO INTERNACIONAL NÚMERO VEINTE Las recetas de Cristo (Primera parte) 1
  • 2. Fascículo #20: Las recetas de Cristo (Parte 1) Introducción En este fascículo, y en el próximo, queremos examinar las respuestas de Jesucristo a algunas de las preguntas más inquietantes de la vida. Encontramos estas “recetas” de Cristo en la Biblia. La Palabra de Dios provee recetas para todos nosotros, pero debemos reconocer que necesitamos su ayuda; debemos admitir que estamos “enfermos”. Cuando estamos muy enfermos, el doctor nos receta los medicamentos necesarios para curar la enfermedad. Jesús dijo: “Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos” (Mateo 9:12). Los creyentes enfrentan problemas que van desde las tensiones en las relaciones interpersonales hasta las luchas con el pecado. Por ello, antes de poder cumplir con nuestro cometido, debemos ayudar a los creyentes a hallar las soluciones a sus problemas. Éstas se pueden hallar en las Escrituras, que contienen recetas inspiradoras para los problemas que enfrentamos. A medida que aplicamos estas recetas bíblicas a nuestras vidas, la iglesia se transforma en algo más que un lugar donde los creyentes se ocupan de su salvación y se preparan para el ministerio (Filipenses 2:12; Efesios 4:12). La iglesia pasa a ser un lugar donde encuentran las soluciones a sus problemas y se convierten en ministros fructíferos para la gloria de Dios. En este primer fascículo sobre las recetas bíblicas, vamos a estudiar las recetas de Dios para las relaciones difíciles, el enojo, la comunicación con Dios y el hombre, el pecado y la culpa. Mi ruego es que este fascículo lo lleve a internarse en la Palabra de Dios y que ella a su vez lo penetre a usted, porque es precisamente en su Palabra donde encontraremos las recetas de Cristo para nuestros problemas más difíciles. 2
  • 3. Fascículo #20: Las recetas de Cristo (Parte 1) Capítulo 1 Recetas bíblicas para las relaciones difíciles “Pero desecha las cuestiones necias e insensatas, sabiendo que engendran contiendas. Porque el siervo del Señor no debe ser contencioso, sino amable para con todos, apto para enseñar, sufrido; que con mansedumbre corrija a los que se oponen, por si quizá Dios les conceda que se arrepientan para conocer la verdad, y escapen del lazo del diablo, en que están cautivos a voluntad de él” (2 Timoteo 2:23-26). Mientras que muchos creen que la iglesia debería funcionar como un hospital, que atiende y cura a todos los que traspasan sus puertas, aprendemos de la carta de Pablo a los Efesios que la iglesia debería ser un lugar donde los creyentes son preparados para el ministerio. Pablo escribe la declaración de la visión de la iglesia en un solo versículo. Cuando nos reunimos como iglesia, siempre nuestro objetivo debería ser: “A fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio” (Efesios 4:12). Sin embargo, muchos de los problemas a los que nos enfrentamos como humanos y como creyentes impiden el desarrollo de un ministerio efectivo. Atender estos problemas debería ser parte de la preparación de los creyentes para un ministerio efectivo. La receta que se encuentra en el pasaje citado más arriba está destinada a un creyente que se encuentra en una relación difícil. Esta relación podría ser con su esposa, sus hijos, sus padres, otro creyente o lo que hoy consideramos una relación de consejería. Pablo en realidad le escribe esta receta a Timoteo 3
  • 4. Fascículo #20: Las recetas de Cristo (Parte 1) para mostrarle cómo debía pastorear él, un pastor joven, a los creyentes difíciles de su ministerio. Al enseñarnos cómo ser sal de la tierra y luz del mundo, nuestro Señor nos indicó que debemos arreglar nuestra relación con nuestro hermano primero, y luego atender a nuestra relación con Dios (Mateo 5:24). Es posible que Jesús haya compartido este valor con nosotros porque sabía que no podemos ganar al mundo si nos perdemos unos a otros. Probablemente, ésta sea la razón por la cual encontramos frecuentemente en el Nuevo Testamento recetas que abordan los problemas que tienen los creyentes en sus relaciones con sus hermanos y hermanas en Cristo (Mateo 18:15-18). “Vivir arriba con los santos que hemos amado, ¡cuán glorioso será!, pero vivir abajo con los santos que conocemos, ¡ese es otro cantar!”. Los problemas en las relaciones entre creyentes que hacen necesarias estas recetas existen desde que Caín mató a su hermano, Abel, y siguen siendo un desafío para los creyentes de hoy. Si examina esta receta con cuidado, notará que el amado apóstol Pablo le dice a Timoteo que el diablo es el origen y el poder que se encuentra tras los problemas que causan estas relaciones difíciles que deben resolver los creyentes en sus comunidades espirituales. En última instancia, el maligno es el motivo por el cual las relaciones entre creyentes llegan a ser tan difíciles. Este pasaje, en la segunda carta de Pablo a Timoteo, le dice cómo debía responder a quienes enseñaba, pues mucha de la enseñanza en las iglesias del primer siglo se hacía en el contexto de las relaciones. La enseñanza del Nuevo Testamento se hacía en la esfera del discipulado personal o en pequeñas iglesias caseras. A menudo, personas rebeldes y difíciles ingresaban a esas pequeñas iglesias caseras y alteraban seriamente a los integrantes de aquellos cuerpos íntimos de 4
  • 5. Fascículo #20: Las recetas de Cristo (Parte 1) creyentes. Esto se desprende de la lectura de las cartas de Pablo a sus iglesias, y de las cartas generales escritas por los apóstoles, como el Apóstol del amor, Juan (3 Juan 9,10). Pastores como Juan y Timoteo se enfrentaban con relaciones difíciles, tanto con aquellos que generaban los alborotos como con aquellos que resultaban afectados. La carta de Pablo a Timoteo explica cómo debía hacerse esto, y le ha dado a la iglesia de Jesucristo una receta inspirada como respuesta divina a una relación difícil. Si usted se encuentra en una relación difícil, considere esta receta de a un aspecto por vez. Lo primero que le dice Pablo a Timoteo es que, para ser parte de la solución de Dios en una relación difícil, uno debe asumir el compromiso de ser un siervo humilde del Señor. Sólo Dios puede resolver estos problemas de relaciones, pero para ello Dios utiliza un siervo suyo como vehículo de su solución. Cuando usted despierta cada mañana, posiblemente se confronte con su relación más desafiante y difícil: la relación con su cónyuge. Es muy posible que él o ella, a su vez, considere que usted es su relación más difícil. Según Pablo, el punto en cuestión es: ¿cuál de ustedes dos va a ser el siervo del Señor, y cuál, el del diablo? Pablo escribe a Timoteo y le dice que hay ciertas cosas que uno puede hacer que abren la puerta para que Dios intervenga en esa relación y dan un portazo al diablo, y también hay ciertas cosas que dan un portazo a Dios y abren la puerta al diablo. Por eso, su receta es que el siervo del Señor no debe ser contencioso. Si en su relación dificultosa usted es llevado a discutir, y se enoja, esto equivale a darle un portazo a Dios y abrir la puerta al diablo (2 Timoteo 2:23-26). Si ambas personas en la relación son espirituales, deben comprender lo siguiente: todos poseemos un doble potencial 5
  • 6. Fascículo #20: Las recetas de Cristo (Parte 1) asombroso. Podemos ser siervos del Señor o de Satanás. Santiago escribe que “La ira del hombre no obra la justicia de Dios” (Santiago 1:20). ¿Sabe lo que significa esto? Significa que si usted es parte de una contienda y está enojado, no puede ser utilizado por Dios como instrumento. Cuando esté enojado, el que obrará a través de usted será Satanás. Vea, tal como le sucedió a Pedro, todos tenemos el potencial de decir en un instante: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente” (Mateo 16:16), y luego, en el instante siguiente, decir algo que obligará al Señor a dirigirse a nosotros como en Mateo 16:23: “¡Quítate de delante de mí, Satanás!”. Satanás puede trabajar a través de nosotros de la misma forma que lo puede hacer el Señor. Así que la primera aplicación que encontramos en estos cuatro versículos que Pablo recetó a Timoteo es que debemos comprometernos a actuar como siervos del Señor en nuestras relaciones difíciles. Si la otra persona no es creyente, y si Dios ha de intervenir en esta relación, obviamente deberá obrar a través del creyente. Si ambos son creyentes, la pregunta a hacerse es: ¿quién de ustedes tomará el compromiso de actuar como siervo del Señor en esta relación? El segundo paso de esta receta requiere centrarse en el carácter preciso del problema que tiene la persona difícil. Pablo utiliza una terminología muy intrigante en este pasaje. En el griego original, escribe que estas personas “se oponen a sí mismas” (2 Timoteo 2:25). El concepto del “yo” en las Escrituras es muy interesante y suele aplicarse mal. El diccionario define al “yo” como “sujeto humano en cuanto persona”. La psicología lo define como “parte consciente del individuo, mediante la cual cada persona se hace cargo de su propia identidad y de sus relaciones con el medio”. Ese es su verdadero “yo”. Con esa definición en su mente, 6
  • 7. Fascículo #20: Las recetas de Cristo (Parte 1) observe la manera en que ese concepto es utilizado en las Escrituras. Jesús dijo que si alguno le ofreciera el mundo a cambio de su alma (su “yo”), usted sería un perdedor si aceptara esa oferta. Según Jesús, nunca debería renunciar a usted mismo (Marcos 8:36). Nunca debería venderse por un plato de sopa, como lo hizo Esaú (Génesis 25:29-34). Nunca renuncie a esa individualidad única que Dios le dio y a esa persona que Dios quiere que usted sea, distinta de toda otra sobre la faz de la tierra. Pablo escribe que una parte del problema de la persona difícil es que “se opone a sí misma”. Se opone a la individualidad, la singularidad que Dios desea para ella. Es posible que esté conformándose a lo que todos los demás creen que debería ser y hacer con su vida en Cristo. Probablemente esté imitando la vida de otro creyente que admira y con quien se compara. Puede estar dominada o controlada por personas fuertes que no le quieren dar la libertad para ser la persona singular que Dios quiere que sea. En todas estas formas de conducirse, la persona difícil está viviendo en oposición a lo que Pablo denomina, en otro pasaje, “la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta” (Romanos 12:1,2). Pablo, además, la define como cautiva de Satanás. Se encuentra en un calabozo del diablo, y solo Dios la puede liberar y permitir que se recupere. Así que, ¿cuál es el objetivo de esta receta? Es que el cautivo pueda “recuperarse” y volver a ser libre. Puesto que es Dios el único que puede hacer esto, lo mejor a que uno puede aspirar en esa relación es a actuar como siervo del Señor mediante el cual los cautivos son liberados. En esta enseñanza, la receta de Pablo es que si uno desea ser siervo del Señor en una relación difícil, también debe comprometerse a ser el agente del Espíritu Santo. Observe que 7
  • 8. Fascículo #20: Las recetas de Cristo (Parte 1) menciona tres frutos del Espíritu (Gálatas 5:22,23): benignidad, mansedumbre y paciencia. Dice que si usted da el primer paso - ser el siervo del Señor en esta relación - y luego da el segundo - ser benigno, manso y paciente - podrá ser el vehículo que Él utilice para liberar a esta persona. Concéntrese en los tres frutos del Espíritu que receta Pablo. Piense en la mansedumbre. Posiblemente esta sea la palabra que menos se comprenda de la Biblia. La mansedumbre no es debilidad. La mansedumbre es docilidad. Es como un caballo brioso que es domado y finalmente cede al control del freno en su boca. Imagine un caballo que se resiste al freno y destroza su boca. Al resistirse a la acción del freno, rechaza someterse al control del jinete. Cuando Pablo preguntó “Señor, ¿qué quieres que yo haga?” (Hechos 9:6) “mordió el freno” y se sometió al control de Cristo. Pasó el resto de su vida sometido a ese control, a la voluntad de su Señor, Jesucristo. ¿Ha vivido usted ese tipo de crisis? ¿Se ha rendido al yugo de Cristo y vive en diaria sumisión a su voluntad? La mansedumbre es un fruto del Espíritu, y no un carácter espiritual que desarrollamos como consecuencia de nuestras disciplinas espirituales. La mansedumbre que Pablo receta se refiere al Espíritu Santo que obra en nuestra relación difícil. Dado que es vitalmente importante que no peleemos ni nos enojemos con esta persona difícil, debemos responder a la invitación de nuestro Señor de tomar su yugo sobre nosotros y entrar en esta relación con Cristo al control de nuestras emociones. 8 Paciencia y benignidad Pablo receta otros dos frutos del Espíritu: paciencia y benignidad. Los seres humanos son muy frágiles. Si usted ha de
  • 9. Fascículo #20: Las recetas de Cristo (Parte 1) ser el medio que utilice el Espíritu Santo para liberar a un cautivo de Satanás, debe ser benigno. ¿Sabe lo que es la benignidad? Esta cualidad se describe en el capítulo trece de 1 Corintios. Los versículos cuatro al siete de ese gran capítulo del amor describen quince virtudes que detallan cómo se comporta el amor, el primer fruto del Espíritu. Si usted hace un estudio profundo de estas virtudes, concluirá que ser benigno es simplemente una cuestión de amar a esa persona difícil. ¿Y qué es la paciencia? En nuestra relación con Dios, “la paciencia es la fe que espera”. En nuestra relación con la gente, “la paciencia es el amor que espera”. Se nos dice que debemos imitar la paciencia de Job, que sufrió pacientemente y salió de la prueba con una fe robustecida. La paciencia de Job era una fe que esperaba. Cuando criamos a nuestros hijos para que se conviertan en adultos piadosos, o buscamos ser el siervo del Señor en una relación difícil, debemos aprender la paciencia, que es el amor que espera. Si estudia cuidadosamente la receta en el pasaje de las Escrituras con que comencé este capítulo, verá que Pablo le dice a Timoteo que la persona difícil juega un papel en su propia salvación. Debe cumplir con dos condiciones: aceptar la verdad y experimentar el arrepentimiento. Hasta tanto no se cumplan ambas condiciones, el siervo del Señor debe tener una paciencia sobrenatural, que es otro fruto del Espíritu. Existen indicaciones adicionales para desenvolverse en una relación dificultosa. Como parte de esta receta, que está dirigida al “siervo del Señor”, leemos: “…que con mansedumbre corrija a los que se oponen, por si quizá Dios les conceda que [ellos] se arrepientan para conocer la verdad” (2 Timoteo 2:25). Lo que Pablo receta aquí no significa forzar a la persona difícil a enfrentar la verdad que necesita ver. No se nos dice que debemos gritar o predicarle la verdad que debe aceptar. 9
  • 10. Fascículo #20: Las recetas de Cristo (Parte 1) La receta de Pablo es que si mantenemos el fruto del Espíritu en esta relación, conseguiremos ser escuchados. Cuando ello suceda, se producirá lo que podemos denominar “el momento de la enseñanza”. Si somos medios del fruto del Espíritu, en cuanto a mansedumbre, benignidad y paciencia, el momento de la enseñanza será cuando podamos presentarle a esta persona la verdad que necesita comprender, la verdad que puede liberarla. En consecuencia, debemos aceptar nuestros límites y el alcance de nuestra responsabilidad. ¿Sabía usted que su responsabilidad en una relación tiene un punto donde comienza y otro donde termina? Pablo nos dice en otro pasaje, en cuanto al alcance de nuestra responsabilidad, que debemos vivir en paz con todos (Romanos 12:18). Eso significa que nuestra responsabilidad comienza en un punto dado y termina en otro. Una vez que se ha puesto en la brecha de esta relación como siervo del Señor y agente del Espíritu, que ha sabido captar el momento de la enseñanza y ha colocado ante la persona la verdad que necesita escuchar, usted debe darse cuenta de lo siguiente: Quizá Dios le dé espíritu de arrepentimiento para que acepte la verdad y se recupere, o tal vez no lo haga. Del mismo modo, la persona podría recibir el espíritu de arrepentimiento – que significa pensarlo de nuevo -, o no. Usted no puede aceptar la verdad por ella ni puede arrepentirse por ella. Ahora su liberación depende de que cumpla las dos condiciones, y de que Dios le dé el espíritu de arrepentimiento. Así que una vez que hemos llegado a este punto en esta receta para una relación difícil, debemos admitir nuestros límites. Luego debemos aceptar la realidad que su liberación no es una cuestión de lo que podamos hacer nosotros, sino de lo que sólo Dios puede hacer y la libertad que tiene la persona para aceptar o rechazar lo que Dios procura hacer en y a través de sus vidas al usarlo a usted. Este sería el momento de 10
  • 11. Fascículo #20: Las recetas de Cristo (Parte 1) aplicar un secreto espiritual que enuncio de esta forma: “Yo no puedo, pero Dios sí”. Capítulo 2 Recetas bíblicas para el enojo pecaminoso “Esto, pues, digo y requiero en el Señor: que ya no andéis como los otros gentiles, que andan en la vanidad de su mente, teniendo el entendimiento entenebrecido, ajenos de la vida de Dios por la ignorancia que en ellos hay, por la dureza de su corazón; los cuales, después que perdieron toda sensibilidad, se entregaron a la lascivia para cometer con avidez toda clase de impureza. Mas vosotros no habéis aprendido así a Cristo, si en verdad le habéis oído, y habéis sido por él enseñados, conforme a la verdad que está en Jesús. “En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos, y renovaos en el espíritu de vuestra mente, y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad”. “Airaos, pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo, ni deis lugar al diablo. Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia. Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo. “Sed, pues, imitadores de Dios como hijos amados. Y andad en amor, como también Cristo nos amó, y se entregó a sí mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios en olor fragante” (Efesios 4:17-27,31,32; 5:1,2). 11
  • 12. Fascículo #20: Las recetas de Cristo (Parte 1) ¿Ha luchado usted alguna vez contra el enojo? Es algo que les sucede a la mayoría de las personas. Y a la mayoría de los creyentes. Tal vez no se lo demuestren a ninguno y es posible que esté guardado celosamente en sus corazones, pero tarde o temprano aflora. No puede mantenerse encerrado indefinidamente. En realidad, ni siquiera debería existir en la vida de un creyente. Pero suele existir, y esa es la razón por la que debemos buscar en las Escrituras las recetas para saber cómo lidiar con el pecado de nuestro enojo. Hay recetas en la Biblia que nos indican cómo podemos permitir que Dios nos cambie de adentro hacia fuera, y eliminar el pecado. Hay dos clases de enojo: el enojo justificado y el pecaminoso. El primero, a veces denominado “justa indignación”, es el que movió al Señor a volcar las mesas de los cambistas en el atrio del templo porque lo estaban convirtiendo en lo que Jesús llamó “una cueva de ladrones” (Mateo 21:12,13). En el pasaje de las Escrituras con el que comencé este capítulo, Pablo utiliza una metáfora profunda e inspiradora. Escribe que, como creyente, cada mañana uno debería ir a su “ropero espiritual”, y “vestirse” espiritualmente. De un lado del ropero del cual nos habla Pablo, están los harapos de la vieja vida. El apóstol dice que los viejos harapos que solíamos vestir cuando éramos “el viejo hombre”, como él lo llama, están completamente arruinados. Del otro lado del ropero, tenemos lo que él denomina “la ropa de la nueva vida”. Escribe que, cuando uno se viste cada día, espiritualmente, uno debe sacarse los viejos harapos de la vieja vida y colocarse la ropa de la nueva vida. Pablo enumera esos harapos, y ¿sabe una cosa? Uno de esos harapos es la ira. Dice que la ira es un harapo podrido que utilizó el “viejo hombre”. Es por eso que escribe: “Airaos, pero no pequéis” (Efesios 4:31). 12
  • 13. Fascículo #20: Las recetas de Cristo (Parte 1) Algunas traducciones de la Biblia darían a entender que uno debería estar enojado. Sin embargo, las mejores traducciones disponibles dicen: “Si se enoja, no peque”. 13 Dos clases de enojo Cuando la obra y la voluntad de Dios son obstaculizadas, en la vida del creyente piadoso brota una justa indignación contra aquellos que impiden y frustran los objetivos y la actividad divinos. No está mal sentir este tipo de enojo, siempre y cuando no conduzca al pecado. Pero la segunda clase de enojo – el pecaminoso – es aquél que se anida en la mayoría de nosotros, los creyentes, y que no debería tener cabida alguna en la vida de un discípulo renacido de Jesucristo. La ira pecaminosa es el enojo que surge en nuestros corazones cuando algo o alguien bloquea nuestro camino. En este capítulo encontraremos recetas de la Palabra de Dios para la ira pecaminosa en la vida de un creyente. Recetas bíblicas para el enojo pecaminoso Aparece una definición bíblica del enojo en un pasaje conocido de las Escrituras: “Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino” (Isaías 53:6). Si usted está decidido a apartarse por su propio camino, y un obstáculo lo bloquea, tiene varias opciones. Puede treparse a él y pasarlo, puede rodearlo o, también, puede cavar un túnel debajo de ese obstáculo. La reacción más infantil ante esta adversidad sería la de acostarse en el camino, hacer un berrinche y simplemente enojarse. Si quiere ver esa clase de enojo, observe un bebé mientras realiza lo que denominamos una “berrinche”. Esa sería una descripción precisa de muchos de nuestros enojos: algo simplemente infantil.
  • 14. Fascículo #20: Las recetas de Cristo (Parte 1) Existe otra descripción del enojo en el Antiguo Testamento, donde encontramos una receta para él. Cuando Caín mató a su hermano, Dios lo interrogó. Sus preguntas fueron, básicamente: “¿Por qué estás enojado?” y “¿Por qué estás deprimido?”. Luego le preguntó: “¿Dónde está Abel, tu hermano?”. Y luego, estas preguntas: “¿Qué has hecho?” y “Si bien hicieres, ¿no serás enaltecido? Y si no hicieres bien, el pecado está a la puerta” (Génesis 4:1-7). Cuando uno estudia el contexto, las preguntas reales parecerían ser: “¿Qué o quién es el origen, el verdadero objeto de tu enojo?” o “¿Con quién estás enojado?” y “¿Qué es lo que realmente hiciste cuando mataste a Abel?”. Abel no había hecho nada malo. ¿Por qué estaba Caín enojado con él? El verdadero objeto del enojo de Caín era él mismo. Su ofrenda resultó inaceptable para Dios porque él mismo era inaceptable. La verdadera cuestión en esta historia no está en las dos ofrendas, sino en los dos hombres. La pregunta más importante que le hizo Dios a Caín fue aquella que le indicaba cómo podía ser acepto ante Dios y ante sí mismo. Esta pregunta le hizo ver que tenía dos opciones. Podía hacer el bien y resultar aceptable, o podía atacar a Abel. Escogió lo segundo. En la actualidad, en este mundo hay personas que eligen lo mismo que Caín. Dirigen su enojo contra personas que no son, en realidad, el verdadero objeto de su enojo. ¿Cuál es el verdadero origen, centro y causa del enojo? En otras palabras, ¿cuál es la dinámica involucrada en el enojo pecaminoso? Esta poderosa historia en el cuarto capítulo de la Biblia bosqueja esa dinámica y ofrece una receta muy profunda para esta clase de enojo. La prescripción es ponerse bien, hacer el bien y ser una persona acepta ante Dios, ella misma y los demás. Eso es mucho mejor que acusar y atacar a otros durante toda la vida, porque nosotros mismos no somos aceptables. 14
  • 15. Fascículo #20: Las recetas de Cristo (Parte 1) Jesús enseñó esta misma verdad mediante una metáfora humorística. Preguntó: “¿Y por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, y no echas de ver la viga que está en tu propio ojo? ¡Hipócrita! saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás bien para sacar la paja del ojo de tu hermano” (Mateo 7:3,5). Una vez escuché a una mujer decir: “¡Mis hijos me hacen enojar tanto!”. A lo que le respondí con esta pregunta: “¿Sus hijos están poniendo el enojo adentro de usted o están haciendo que salga de usted? La responsabilidad por su estado emocional es demasiado grande como para asignársela a unos niños pequeños. ¿De esas pequeñas criaturas depende si usted está furiosa, triste o alegre? ¿Realmente la hacen enojar? ¿Son el verdadero objeto, origen y centro de su enojo?”. Por supuesto, no era así. El verdadero objeto de su enojo podría haber sido el portazo que dio su esposo al salir para el trabajo. Los niños son simplemente el “Abel” contra quienes ella dirige su enojo. Mientras buscaba en las Escrituras ayuda para mi propia ira, me topé con una pregunta que Dios formuló al profeta Jonás. ¡Jonás estaba enojado; estaba furioso! Dios se acercó a él cuando estaba alterado y le preguntó: “¿Haces tú bien en enojarte tanto?” (Jonás 4:4). Es una pregunta profunda. Cuando usted se enoja, ¿está bien usted? Piense en ello por un minuto. Algunas personas están enojadas todo el tiempo. Tienen un hervidero de enojo debajo de la superficie de lo que la gente ve de ellos a diario. El enojo, especialmente aquel que es suprimido, puede producir un ataque cardíaco, palpitaciones y muchas clases de problemas médicos. La verdad es que a usted mismo no le hace bien cuando se enoja. Cuando piensa en el clima emocional que lo rodea al enojarse, se dará cuenta de que su enojo afecta a otras personas. ¿Cuántas noches se arruinan porque alguien se enoja? 15
  • 16. Fascículo #20: Las recetas de Cristo (Parte 1) ¿Le ocurrió esto alguna vez? Incluso puede ocurrir durante la cena. Aun un almuerzo familiar en un día de descanso puede echarse a perder emocionalmente porque alguien se enojó. Santiago escribe: “Por esto, mis amados hermanos, todo hombre sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para airarse; porque la ira del hombre no obra la justicia de Dios. Por lo cual, desechando toda inmundicia y abundancia de malicia, recibid con mansedumbre la palabra implantada, la cual puede salvar vuestras almas” (Santiago 1:19-21). En otras palabras, Dios no obra a través de usted cuando manifiesta ira. Como aprendimos en el capítulo anterior, cuando estamos enojados, le damos un portazo a Dios y abrimos la puerta al diablo (2 Timoteo 2:23-26). Debemos poner en evidencia nuestro enojo. Y llamarlo lo que es. El enojo es un pecado y Dios no lo quiere en la vida de un creyente. No podremos enfrentar el problema de nuestro enojo hasta que confesemos que es un pecado. El pasaje de las Escrituras con el que comenzamos este capítulo nos da la receta para la ira: “renovaos en el espíritu de vuestra mente” (Efesios 4:23). Lo que el apóstol Pablo nos dice es que Dios nos puede rehacer desde adentro hacia fuera. Esta es la manera que podemos sacarnos la viga de nuestro ojo y abandonar nuestro patrón de conducta hipócrita de atacar a los “Abeles” de nuestra vida cuando exteriorizamos la ira. El apóstol nos da otras buenas recetas para nuestro enojo. Les escribe a matrimonios cuando dice que nunca debemos acostarnos enojados. El principio aquí es que jamás deberíamos reprimir o guardar nuestro enojo. En los últimos versículos de este pasaje, enseña que el enojo reprimido conduce a una larga lista de emociones negativas y destructivas. Contrariamente a lo que muchos creen, Pablo no nos dice en este pasaje que no debemos enojarnos. Es suficientemente 16
  • 17. Fascículo #20: Las recetas de Cristo (Parte 1) realista para aceptar la dura realidad de que habrá momentos en que nos enojaremos. En realidad, está diciendo: “Si se enojan, asegúrense de que no sea un enojo pecaminoso” (Efesios 4:26). Al terminar este capítulo, enseña claramente que no debería existir más enojo cuando dice: “Quítense de vosotros todo enojo”. El origen de todos los pecados es el orgullo, y casi siempre se puede encontrar el orgullo en el centro de la ira pecaminosa de una persona. A menos que nuestro enojo sea una justa indignación porque la obra de Dios se ve obstaculizada, debemos confesar nuestra ira y aplicar estas recetas bíblicas para nuestro pecado. Capítulo 3 Recetas bíblicas para el enojo santo Es posible que mientras leía el último capítulo, usted se haya preguntado: “¿Existirá tal cosa como el enojo santo?”. La respuesta a su pregunta es un enfático “¡Sí!”. El enojo no es un pecado siempre. Sabemos esto porque se le atribuye el sentimiento de enojo a Jesús más de una vez en los cuatro evangelios. Jesús se enojó cuando vio que el templo de Salomón, que debía ser una casa de oración, se había convertido en un mercado corrupto. Los líderes religiosos habían convertido la liturgia religiosa decretada por Moisés en una estafa religiosa que sacaba provecho de los peregrinos judíos de todas partes del mundo que visitaban Jerusalén en los días sagrados especiales siguiendo el mandato de la ley de Moisés. Les cobraban setenta y cinco veces el precio normal por los animales que los peregrinos debían comprar para sus ofrendas, y 17
  • 18. Fascículo #20: Las recetas de Cristo (Parte 1) les obligaban a comprar sus animales sobrevaluados. Además, para sus transacciones solo aceptaban una moneda que ellos mismos habían creado, y cobraban a los peregrinos un fuerte sobreprecio para efectuar el cambio de moneda. Cuando los romanos destruyeron el templo cuarenta años más tarde, encontraron el equivalente de siete millones de dólares en la caja fuerte del templo. Con razón Jesús se enojó cuando volcó las mesas de los cambistas y limpió prácticamente las 6,5 hectáreas del atrio al grito de que el propósito del templo estaba claramente definido en las Escrituras, mientras que ellos lo habían transformado en una cueva de ladrones. El enojo del Señor era un enojo justo porque estaba motivado por el hecho de que la voluntad y la obra de su Padre estaban siendo obstaculizadas por un régimen corrupto de líderes religiosos. La palabra para “enojo” aparece en la Biblia unas trescientas veces. Noventa y ocho por ciento de las veces se refieren al enojo o ira de Dios. Si Dios se enoja, entonces existe la ira santa. Considere estas dos buenas definiciones del enojo de Dios: “La ira de Dios es la reacción aniquiladora de la santidad perfecta hacia aquello que no es santo” y “La ira de Dios es la reacción aniquiladora de un amante Dios hacia todo aquello que destruye los objetos de su amor”. Cuando un hombre que había violado y asesinado a una niñita de siete años entró en la estación de policía, fue necesaria la intervención de ocho policías para contener al padre de la niña. Este hombre era un esposo y padre apacible y amoroso, pero estaba lleno de ira hacia lo que había destruido el objeto de su amor. ¿Se puede ser amoroso y a la vez tener ira? ¡Por supuesto que sí! Si usted ama a Dios, será llamado a la obra de acuerdo con su plan (Romanos 8:28). Si ese versículo de las Escrituras, que es tan conocido, refleja la forma en que usted expresa su amor 18
  • 19. Fascículo #20: Las recetas de Cristo (Parte 1) por Dios y su pasión por la vida, ¿qué sentimiento lo consume cuando observa que la voluntad, el plan y la pasión por el Dios que usted ama amó son obstaculizados y blasfemados por la gente malvada de este mundo? Si usted lee historia, descubrirá que algunas de las personas que fueron más utilizadas por Dios para llevar a cabo su voluntad y su obra en la tierra, fueron muy devotas, espirituales y santas. Cuando Abraham Lincoln vio los esclavos que eran vendidos como animales en un mercado, ¡se enojó! Creyó que la esclavitud no era la voluntad de Dios y se enojó mucho. Ese es un enojo santo. Hubo otros grandes creyentes, como el gran vocero en contra de la esclavitud Wilberforce, que pertenecía al denominado “Grupo Clapham”, en Inglaterra. Este grupo de seguidores devotos de Cristo dentro de aquella comunidad espiritual provocó la abolición de la esclavitud, porque creían que la esclavitud entristecía y enfurecía el corazón de su Dios amante. Estaban convencidos de que el corazón de Dios estaba dolido y a la vez enojado, porque la esclavitud destruía los objetos de su amor. En la actualidad, hay creyentes fieles que están consumidos por el enojo santo por el aborto en todo el mundo. Mantienen una fuerte convicción de que los millones de bebés que son cruelmente absorbidos del vientre de sus madres, o destruidos por otros métodos abortivos cada año, resultan una injusticia mayor que el comercio de esclavos de siglos pasados. ¿Se enoja usted cuando ve que aquellos a quien Dios ama sufren abusos? ¿Ha visto usted alguna vez a niños víctimas de abusos o mujeres golpeadas? Si los vio, ¿lo consumió el enojo ante esas inocentes e indefensas víctimas de la violencia? Bien, entonces ese no era un enojo pecaminoso. Ese enojo era santo. Según la Biblia, existe un enojo santo y un enojo pecaminoso. Cuando usted es una de esas víctimas de las que 19
  • 20. Fascículo #20: Las recetas de Cristo (Parte 1) hablamos más arriba, su enojo puede ser pecaminoso o puede ser santo. En las Escrituras podrá encontrar recetas para ambas clases de enojo. Como pastor, he aprendido a apreciar cuán precisas e importantes son estas recetas para el tratamiento del enojo en mi vida y en la de aquellos que me han considerado su pastor. Un ejemplo, que nunca olvidaré, es el enojo que sentía una señora muy espiritual que se me acercó para compartir un problema. Con su esposo, tenían tres hijos. La más pequeña, de tres años de edad, era una criatura encantadora. Esta mujer sentía un deseo incontrolable de matar a su hijita. Aunque no mostraba ninguna evidencia de estar enojada con nadie, le dije: “Me gustaría verla de nuevo, pero antes de que vuelva, ¿me haría una lista de las personas de su vida con quienes podría estar enojada, especialmente si nunca les ha expresado realmente su enojo?”. ¡Quedé horrorizado cuando volvió la semana siguiente con una lista de más de treinta personas! Debajo de la superficie, hervía de ira hacia estas personas, y tenía una buena razón para estar enojada con ellas. Durante los dos años siguientes, le exhorté a manifestar su enojo y las razones del mismo en la forma correcta, de una manera que no fuese pecaminosa. Dado que la mayoría de las personas mencionadas en la lista eran de la iglesia, la desafié y la ayudé a reconciliarse con todas ellas. A medida que lo hizo, a lo largo de dos años, su deseo incontrolable disminuyó gradualmente, como el aire que sale de un neumático. Su horrible compulsión simplemente desapareció. De este caso, aprendí algunas lecciones muy valiosas sobre el enojo. La principal es que nunca es bueno reprimir el enojo. Por eso, en el pasaje de las Escrituras al comienzo de este capítulo, el apóstol Pablo receta que nunca debemos dejar que el sol se ponga sobre nuestro enojo. Nunca debemos almacenarlo. Si 20
  • 21. Fascículo #20: Las recetas de Cristo (Parte 1) reprimimos nuestro enojo, saldrá a luz de otra forma, tal vez de una manera perversa, como ser el deseo incontrolable de matar a una hermosa niñita. También aprendí que una parte vital de una receta bíblica para el enojo santo, si la víctima es una persona espiritual, es la de perdonar a aquellos que han abusado de ella. Esta señora era espiritual, y encontró la gracia de Dios para perdonar a toda esa gente que la había ofendido. Uno de los mayores impedimentos para la sanidad interior de las víctimas del abuso es que aquellos que han sido víctimas no quieren perdonar a sus abusadores. Se requiere una gracia sobrenatural para perdonar de la misma forma en que hemos sido perdonados, pero si suponemos que Dios nos dará la gracia, una traducción literal de un ruego de Jesús en la oración que enseñó a sus discípulos nos da la receta para nuestro enojo santo: ”Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros ya hemos perdonado a nuestros deudores” (Mateo 6:12). 21 Seis palabras decisivas Hay seis palabras que las personas espirituales simplemente deben decir en el contexto de sus relaciones. Estas palabras son: “Me equivoqué. Lo siento. ¿Me perdonas?”. Esta es la primera versión de estas palabras. La segunda forma en que deben decirse estas palabras a veces es: “Te equivocaste. Me dolió. Te perdono”. Esas palabras han salvado muchos matrimonios, y la falta de ellas ha destruido muchos matrimonios y relaciones. El enojo santo y sus recetas se presentan de distintas maneras. Sea que sintamos indignación porque la sociedad se aleja de la cosas de Dios, o sea el dolor personal por ser una víctima, siempre debemos examinar el origen de nuestro enojo, el verdadero objeto del mismo y luego aplicar las acciones bíblicas recetadas. Debemos mirar dentro de nosotros para determinar cuál
  • 22. Fascículo #20: Las recetas de Cristo (Parte 1) es el motivo de nuestro enojo. Debemos pedir a Dios que escudriñe nuestros corazones y determine si el motivo de nuestro enojo es que su voluntad y su obra están siendo afectados, o si estamos enojados porque un obstáculo está bloqueando nuestros planes personales. Una vez que estas dimensiones de nuestro enojo han sido definidas, debemos pedirle a Dios que canalice nuestra santa indignación en una fuerza constructiva que Él pueda utilizar para revertir injusticias sociales como la esclavitud y el aborto. Debemos confesar nuestro enojo pecaminoso, y buscar el perdón de aquellos que han sido heridos por nuestro comportamiento. A veces, debemos perdonar a quienes han abusado de nosotros, y comenzar el proceso de sanidad interior en nuestras propias vidas y en las de ellos, por medio de la reconciliación con Dios a través de Cristo, y también de unos con otros. Si necesita ayuda adicional o conoce a alguien que está tratando con este problema, estudie estos versículos, por favor. Le ayudarán a comprender mejor cómo la receta de Dios para el enojo y el perdón contribuye a su propia sanidad interior. Salmos 7:11; Efesios 4:26,31,32; 2 Crónicas 7:14; Mateo 18:21- 35; Colosenses 3:13; Mateo 6:12,15. Capitulo 4 Recetas bíblicas para la comunicación con Dios En los primeros tres capítulos de este fascículo, hemos considerado recetas bíblicas para nuestros problemas en las relaciones difíciles, y para el manejo del enojo pecaminoso y 22
  • 23. Fascículo #20: Las recetas de Cristo (Parte 1) también el santo. El tema común de estas tres recetas es el de la comunicación. Cuando nos encontramos en relaciones difíciles, las recetas que hemos considerado nos enseñan que deberíamos cultivar el fruto del Espíritu en nuestras vidas para lograr, finalmente, que la otra persona nos escuche. En esos momentos de enseñanza, la parte fundamental de la receta es la capacidad de comunicarse. Nunca podremos resolver esos conflictos o ayudar a liberar a esas personas si no les comunicamos de una manera efectiva las recetas de Dios. Cuando se trata del enojo, tanto el pecaminoso como el santo, dije que las palabras más importantes eran: “Me equivoqué. Lo siento. ¿Me perdonas?”, o “Te equivocaste, me dolió, te perdono”. Cuando han sido expresadas, han salvado muchos matrimonios; cuando no, han provocado rupturas de muchos matrimonios y relaciones, especialmente las difíciles. Hay gente que nunca dirá: “Me equivoqué”, y nunca dirá: “Lo siento”. Para estas personas, admitir que se equivocaron es un signo de debilidad, por lo cual no están dispuestos a hacerlo. Por la misma razón, nunca dicen que lo sienten. Y con toda seguridad nunca dirán: “¿Me perdonas?”. Creen que eso las pondría por debajo de la otra persona. Simplemente no lo harán y, en consecuencia, sus relaciones fracasan. Pero estas sencillas palabras: “Me equivoqué, lo siento, ¿me perdonas?” o “Te equivocaste (sea que lo admitan o no), me dolió, te perdono”, pueden salvar un matrimonio; pueden salvar relaciones. Expresar estas palabras o dejar de hacerlo es obviamente un tema de comunicación. Cuando tratamos con el enojo, debemos ser capaces de comunicarnos. Si nuestro enojo es egoísta, simplemente debemos decir esas palabras vitales y buscar el perdón de aquellos a quienes hemos lastimado con nuestro enojo pecaminoso. Si nuestro 23
  • 24. Fascículo #20: Las recetas de Cristo (Parte 1) enojo es justo, debemos alzar la voz contra la injusticia que se opone y obstaculiza la voluntad y la obra de Dios. Cuando somos las víctimas de esa acción, debemos comunicar perdón a aquellos que nos han herido, como hizo Cristo (Lucas 23:34). 24 Comunicación con Dios La relación en la que primeramente debemos aprender a cultivar las habilidades de la comunicación es la que tenemos con Dios. El modelo bíblico de la comunicación en esta relación se encuentra en el tercer capítulo de la Biblia, donde Dios les habla a Adán y Eva después que pecaron. Leemos: “Y oyeron la voz de Jehová Dios que se paseaba en el huerto, al aire del día; y el hombre y su mujer se escondieron de la presencia de Jehová Dios entre los árboles del huerto. Mas Jehová Dios llamó al hombre, y le dijo: ¿Dónde estás tú? Y él respondió: Oí tu voz en el huerto, y tuve miedo, porque estaba desnudo; y me escondí. Y Dios le dijo: ¿Quién te enseñó que estabas desnudo?” (Génesis 3:8-11). Al comenzar a leer la Biblia, aprendemos dos principios muy importantes respecto de la correcta comunicación con Dios. Primero, cuando pecamos, Dios inmediatamente nos busca e inicia la comunicación en busca de la restauración de la relación con nosotros. Aprendemos, también, que solemos escaparnos cuando oímos su voz. La asombrosa verdad que aparece en esta alegoría es que Dios se comunica con sus criaturas. Una voz comunica. Leemos que oyeron la voz de Dios que se paseaba en el huerto al aire del día, y se escondieron de la presencia del Señor. Su voz manifestaba su presencia; era una expresión que procedía de su presencia. En el comienzo mismo de la Biblia, tenemos un fenómeno milagroso, y lo es también hoy. Dios quiere comunicarse y tener
  • 25. Fascículo #20: Las recetas de Cristo (Parte 1) una relación con la humanidad, pero ésta se esconde de esa hermosa y elocuente expresión del amor incondicional de Dios. Las primeras cuatro cosas que expresó Dios al hombre fueron preguntas. La primera fue: “¿Dónde estás tú?”. ¿Por qué hizo esa pregunta Dios? ¿Acaso no sabía dónde estaban? Por supuesto que sabía. Sabía que necesitaban confesar que ellos no lo sabían, porque estaban perdidos. Lo primero que deben saber los perdidos es que están perdidos. Así que Dios les pregunta: “¿Dónde estás tú?”. Y ellos, básicamente, responden: “Bien, podemos decir dónde estamos. Podemos oír tu voz. No estamos tan lejos de ti que no podamos oír tu voz. Pero cuando oímos tu voz, nos preocupa mucho, porque de la misma manera que lo hace una luz brillante, nos muestra que estamos desnudos. Sabemos que mientras oigamos tu voz, descubrirás nuestra desnudez. Dado que no queremos eso, nos escondemos. Ahí es donde estamos”. Cuando leemos: “Y oyeron la voz de Jehová Dios que se paseaba en el huerto, al aire del día”, es posible que nos deje un poco perplejos. ¿Ha visto alguna vez una voz que camine, o ha escuchado a una voz caminar? ¿Cómo sería? ¿Lo vería o lo escucharía? Tiene que tratarse de un lenguaje alegórico que presenta una verdad profunda sobre la forma en que Dios se comunica y establece una relación con nosotros, y de la forma en que nosotros nos comunicamos con Dios y establecemos una relación con Él. Cuando digo que esta historia es una alegoría, no digo que sea un mito. Una alegoría es una historia en que las personas, los lugares y las cosas tienen un significado más profundo. Una voz comunica. Ellos escucharon la voz de Dios. Se escondieron de la presencia del Señor. Su voz manifestaba su presencia; era una expresión que procedía de su presencia. En 25
  • 26. Fascículo #20: Las recetas de Cristo (Parte 1) realidad, no se escondieron de la voz, sino de la presencia de Dios. Dios entró al huerto para intentar relacionarse con Adán y Eva. Inició la comunicación y una relación con ellos, porque sabía que habían pecado. Era una alegoría – y lo sigue siendo – de la manera en que Dios va detrás de nosotros e inicia una comunicación y una relación con nosotros, a pesar de que la realidad del pecado en nuestras vidas demuestra que necesitamos desesperadamente esa relación con Dios, que nos ama incondicionalmente. En realidad, es por esta misma razón que nos busca. Esta historia profunda y hermosa es una alegoría magnífica del amor incondicional de Dios por nosotros, los pecadores. Cuando el primer hombre y la primera mujer le dijeron a Dios dónde estaban, Él les respondió: “¿Quién te enseñó que estabas desnudo?”. Si usted lee la historia, verá que Dios los colocó en el huerto y les mandó que no comiesen de ciertos árboles. Leemos que en el momento en que lo hicieron, supieron que estaban desnudos. Aunque Dios aún no había comenzado su comunicación con ellos, sabían que estaban desnudos. Con su segunda pregunta, Dios les hace referencia a aquel momento en que supieron que estaban desnudos. Él les está diciendo: “En ese momento en que se dieron cuenta de un aspecto espiritual de ustedes, que estaban desnudos, ¿quién creen que se lo dijo?”. (Literalmente, en hebreo no dice: “¿Quién te enseñó?, sino: “¿Quién te hizo saber que estabas desnudo? ¿Quién crees que te lo reveló?”). Dios estaba preguntando: “¿No comprendes que estaba comunicándome contigo en ese momento, y no te diste cuenta de que sucedía ese gran milagro?”. De la misma forma, Dios se comunica con nosotros hoy, y no nos damos cuenta de que está sucediendo un gran milagro. Como ocurrió en el tercer capítulo de la Biblia, y como ocurre hoy, Dios describe el 26
  • 27. Fascículo #20: Las recetas de Cristo (Parte 1) milagro de la comunión o relación que los seres humanos pueden tener con su Creador. ¿Le da usted el suficiente valor a la comunicación con Dios como para dedicarle tiempo? D. L. Moody dijo: “Si ha de tener momentos de quietud a solas con Dios, debe temerlos antes de que la gente se levante o después de que se hayan ido a la cama”. ¿Vale la pena levantarse temprano, antes que los demás, o quedarse después de que se acostaron, para comunicarse con Dios? En Juan, capítulo cuatro, leemos que Jesús se encontró con una mujer junto a un pozo, y le dijo algo que, para un judío o un samaritano, era una verdad extraordinaria, relacionada con la adoración. Discutían las diferencias entre la manera de acercarse a Dios del judío, por un lado, y del samaritano, por otro. La mujer había dicho: “Ustedes, los judíos, dicen que tienen a Dios en su templo en Jerusalén. Nosotros decimos que lo tenemos aquí, en el monte Gerizim. Entonces, ¿quién tiene la razón?” (Juan 4:20). En nuestros días, esa pregunta es formulada de la siguiente manera: “Hay tantas diferentes denominaciones cristianas hoy en día. ¿Cuál es la correcta?”. Cuando Jesús respondió su pregunta, en esencia dijo esto: “Nadie tiene el monopolio de Dios. Dios es un Espíritu y aquellos que le adoran en verdad, le adoran en Espíritu. Dios busca adoradores que le adoren en Espíritu y en verdad”. El ya fallecido A. W. Tozer solía decir: “Dios no busca especialmente trabajadores; tiene muchos de ellos. Busca adoradores; tiene muy pocos”. La liturgia de adoración judía que menciona la mujer samaritana se remonta al comienzo de las instrucciones para la adoración de Dios para su pueblo, cuando Dios dijo a Moisés la manera en que debían acercarse a Él en adoración. Moisés escribió ese mandato en el libro del Éxodo. 27
  • 28. Fascículo #20: Las recetas de Cristo (Parte 1) Dios dijo a Moisés que levantara una pequeña tienda para la adoración. La tienda tenía un Lugar Santísimo, una sala interior donde se guardaba el arca del testimonio. Dios le dijo: “Mi presencia morará en el arca del testimonio”. Las personas como David estaban continuamente en la tienda de adoración procurando acercarse a la divina presencia de Dios. La gloria (Shekiná) de Dios moraba literalmente en ese mueble sagrado. Por eso Daniel, cuando estaba en cautividad, siempre oraba de cara a Jerusalén. La presencia de Dios moraba, literalmente, en el Templo de Jerusalén. En esencia, Jesús dijo a la mujer en el pozo: “Ya no es así. Dios está donde tú quieras acudir a Él, acercarte a Él, adorarle y conocerlo en Espíritu y en verdad”. Tal vez estaba describiendo proféticamente la verdad más dinámica del Nuevo Testamento: “¿Ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo?” y “Cristo en vosotros, la esperanza de gloria” (1 Corintios 6:19; Colosenses 1:27). Así que, para nosotros, la comunicación con Dios significa que todo lo que tenemos que hacer es apartarnos un tiempo y un lugar para poder comunicarnos con Dios, no importa dónde estemos. Natanael, cuando oyó de Jesús, preguntó: “¿De Nazaret puede salir algo de bueno?” Cuando Jesús se encontró con Natanael, dijo: “He aquí un verdadero israelita, en quien no hay engaño” (Juan 1: 46,47). Natanael preguntó: “¿De dónde me conoces?”. Jesús lo sorprendió cuando le dijo: “Cuando estabas debajo de la higuera, te vi” (48). Natanael exclamó: “Tú eres el Hijo de Dios; tú eres el Rey de Israel”. Él era un hombre piadoso. Aparentemente, adoraba a Dios a diario debajo de una higuera. Y podría ser que, aparte de Dios y Natanael, nadie más lo sabía. ¿Tiene usted una higuera? ¿Tiene un lugar y un momento del día para tener comunión con Dios? 28
  • 29. Fascículo #20: Las recetas de Cristo (Parte 1) Mi definición favorita de la oración es que es una conversación con Dios. Si se considera un gran conversador, sabrá que cada conversación tiene dos dimensiones: cuando usted habla, y cuando lo hace la otra persona. Y esta es una verdad aguda cuando usted conversa con Dios. Hay cosas que a Dios le gusta escuchar, como cuando confesamos nuestros pecados y cuando le adoramos. Pero nunca le decimos algo que no sepa o que le pueda sorprender. Sin embargo, cuando Él se comunica con nosotros, nos hace saber cosas que de otra forma no llegaríamos a conocer. También comparte cosas que realmente nos sorprenden. En Génesis tres, Dios dice: “Yo estoy comunicándome con ustedes y quiero que se comuniquen conmigo. Quiero mantener una relación con ustedes. Los conozco y quiero que me conozcan. Me comunico con ustedes y quiero que ustedes se comuniquen conmigo de la misma forma. Entren a mi presencia, comuníquense conmigo, conózcanme y establezcan una relación conmigo. Yo me reuniré con ustedes si apartan un momento y un lugar para su relación conmigo”. Lo que Moisés ha descrito aquí es la relación y la comunicación más importantes del mundo. ¿Cuál es el propósito de esa comunicación? Es llegar a conocer a Dios y adorarlo. Conocerlo es amarlo. La adoración es simplemente expresar su amor por Él. Otro propósito es el de orar a Él, y de venir, como dijo Pedro: “Echando toda vuestra ansiedad sobre él” y luego descubrir que Él se ocupa de usted. El propósito de esta comunicación es acudir “al trono de la gracia para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro” (1 Pedro 5:7; Hebreos 4:16). Comunicación con nosotros mismos Un hombre que vivía solo, como un ermitaño, visitó la oficina de correo cercana a la humilde cabaña donde vivía. Allí 29
  • 30. Fascículo #20: Las recetas de Cristo (Parte 1) se encontró con un hombre que salía de la oficina postal con un manojo de cartas en su mano, obviamente muy contento por haber recibido tanta correspondencia. El hombre solitario le preguntó: “¿Hace cuánto que no recibe noticias de usted mismo?”. ¿No es interesante? ¿Hace cuánto tiempo que no oye algo de usted mismo? Se entera de cosas acerca de otras personas, pero ¿cuánto hace que no sabe algo de usted mismo? ¿Es posible tener noticias de uno mismo? ¿Cree que si habla consigo está loco? Una vez escuché a un hombre decir: “Hablo conmigo mismo porque ese es el único momento en que hablo con o acerca de una persona inteligente”. La pregunta del hombre que vivía en el bosque, describe la disciplina espiritual de escucharse a uno mismo y de estar atento a lo que está ocurriendo en nuestro corazón y mente. Coincide con algunas palabras escritas por David: “Meditad en vuestro corazón estando en vuestra cama, y callad” (Salmos 4:4). Cuando meditamos en silencio, con nuestros corazones callados, estamos en condiciones de reflexionar sobre las cosas que Dios quiere que sepamos, y estaremos capacitados para dar una respuesta meditada a ellas. Si no practicamos esos momentos de quietud y soledad, no tendremos un claro entendimiento del lugar donde Dios desea indicarnos que debemos estar para su gloria. David, en el Salmo Cuatro, nos exhorta seriamente a hablar con uno mismo – a mantener una pequeña reunión durante la noche con nosotros mismos. Obviamente David está en aflicción cuando escribe este Salmo. No puede dormir, así que tiene una comunicación consigo mismo. Estando en su cama, tiene comunión con su propio corazón. ¿Cuál es el propósito de esa comunión? Lo denominamos meditación; también reflexión. David tiene que meditar la forma en que va a responder a las cosas que Dios le hace saber cuando le habla. 30
  • 31. Fascículo #20: Las recetas de Cristo (Parte 1) Existe otra dimensión de la comunicación con Dios que se describe en el Salmo Cuatro. David dice que ya ha descubierto la dimensión humana de una conversación con Dios. Escribe: “Sabed, pues, que Jehová ha escogido al piadoso para sí; Jehová oirá cuando yo a él clamare” (Salmos 4:3). David sabe que ha experimentado aquella parte de la oración cuando el hombre habla con Dios. También ha descubierto esto: “Cuando estaba en angustia, tú me hiciste ensanchar”. ¿Cuándo tenemos realmente comunión con Dios? ¿Acaso no es cuando tenemos un problema y simplemente no sabemos qué hacer? Es en ese momento cuando la mayoría de nosotros le hablamos a Dios. No quiero desanimarlo de practicar este tipo de comunión con Dios. Agradezco a Dios por lo que algunos llaman “la teología de la tormenta”: la teología que busca a Dios cuando vienen las tormentas de la vida. Cualquier crisis o calamidad que nos lleve a Dios es fruto de la intervención divina y una oportunidad espiritual para que Dios haga crecer nuestra fe. Me he encontrado con muchas personas devotas que podrán testificar que esa intervención resultó ser el suceso más significativo de sus vidas. La comunicación con Dios más genuina que experimentan los seres humanos se produce en el contexto de momentos de gran tensión. La esencia de lo que David nos dice en este Salmo es: “Cuando estaba en aflicción, ese fue el momento en que te hiciste real para mí. Realmente te comunicaste conmigo y yo me comuniqué contigo cuando estaba sufriendo” (Salmo 4:1). Si usted está familiarizado con el perfil biográfico de la vida de David que obtenemos de los libros de historia y de estos Salmos de David, podrá ubicar, con una imaginación santificada, varios lugares de su peregrinaje espiritual en donde David puede haber orado este Salmo. 31
  • 32. Fascículo #20: Las recetas de Cristo (Parte 1) David dice que ha descubierto esas cosas, pero luego nos habla de otra dimensión vital de una conversación con Dios, cuando escribe: “Ofreced sacrificios de justicia, y confiad en Jehová. Muchos son los que dicen: ¿Quién nos mostrará el bien?” (Salmos 4:5-6). Podemos suponer que David lucha con una de esas decisiones a las cuales solemos tenemos enfrentar nosotros. Puede hacer lo correcto o hacer lo que es expeditivo y beneficioso. Si hace lo correcto, está convencido de que las consecuencias van a ser desastrosas. En realidad, no ve cómo podrá sobrevivir si obra lo correcto. Así que decide hacer lo expeditivo, pero entonces no puede dormir, porque es un hombre que desea complacer a Dios y está comprometido con valores morales indiscutibles y con la integridad moral. Por esa razón no puede dormir. Ese es el contexto de la conversación que mantiene David con Dios y consigo mismo. Después de estar en contacto con Dios y con su propio corazón, decide hacer cualquier sacrificio que sea necesario y colocar su confianza en el Señor. Una de las motivaciones que impulsan su decisión es que está rodeado de personas que buscan que haya alguno con la suficiente fe e integridad para hacer lo que es correcto, y no volcarse a lo expeditivo, como hacen todos los demás. Si le formuláramos la segunda pregunta que Dios efectuó a Adán y Eva, “¿Quién te lo dijo?”, indudablemente nos diría que Dios le hizo saber que debía hacer cualquier sacrificio que fuese necesario para hacer lo correcto y confiar en Dios para sobrevivir. A lo largo de los Salmos, usted encontrará ejemplos de oraciones como ésta de David, que son conversaciones con Dios. A medida que lee los Salmos, observe que el esquema de los salmistas es primeramente presentar sus peticiones a Dios y luego recibir una palabra de Dios que es su parte de la oración 32
  • 33. Fascículo #20: Las recetas de Cristo (Parte 1) conversada. El Salmo Veintidós es un ejemplo extraordinario de una de esas oraciones conversadas. Los salmistas son buenos conversadores porque saben que la parte más importante de una oración conversada es cuando Dios les habla en respuesta a sus oraciones. Esto les permite saber que Dios ha escuchado la oración, que experimentan la dimensión más importante de su conversación con Él y que simplemente deben hacer lo que Dios les ha indicado. ¿Cuándo usted ora, ¿sabe conversar con Dios? La madre de Jesús nos da una regla absoluta que debemos seguir cuando oímos la parte de Dios en una conversación con nosotros. María dijo a los sirvientes en las bodas de Caná, donde Jesús transformó el agua en vino: “Haced todo lo que os dijere” (Juan 2:5). Capítulo 5 Recetas para la comunicación con las personas En esta serie de mensajes, hemos descubierto juntos que Dios nos ha dado sesenta y seis pequeños e inspirados libros santos porque sabe que tenemos todo tipo de problemas. Si abrimos la Palabra de Dios con expectativa y confianza, descubriremos que, efectivamente, Dios ha escrito recetas prácticas en su Libro inspirado para los muchos problemas que experimentamos. Hemos considerado juntos las recetas bíblicas para las relaciones difíciles. ¿Está usted atravesando hoy una relación de esta naturaleza? ¿Su actitud entorpece la relación con otra persona? Si es así, las Escrituras tienen mucho que decir sobre el tema. Luego analizamos el tema del enojo pecaminoso. El enojo 33
  • 34. Fascículo #20: Las recetas de Cristo (Parte 1) suele ser un factor en una relación difícil. También consideramos las recetas para el enojo santo, o justa indignación justa, como suele denominarse. De acuerdo con la Biblia, hay momentos en que es correcto estar enojado. Hay un común denominador en estas recetas: la comunicación. En la receta que nos indicaba cómo encarar una relación difícil, estudiamos cómo mantener el fruto del Espíritu Santo y fuimos exhortados a hacerlo, porque eso permite mantener la puerta abierta para que Dios pueda obrar en esa relación. Si la mantenemos abierta para Dios, lograremos que esa persona difícil nos escuche, y eso nos puede dar una oportunidad para instruir a aquellos que “se oponen”. De ser así, podremos instruirlos al utilizar lo que a veces se ha denominado “el momento de la enseñanza”. En ese instante podremos enfrentarlos con la verdad de la Palabra de Dios que podrá liberarlos (2 Timoteo 2:23-26). Estas recetas nos guían en el desarrollo de la comunicación en nuestras relaciones difíciles. Cuando se trata del enojo, tanto el pecaminoso como el justo, compartí con usted que, cuando tratamos con el enojo, las palabras más importantes en cualquier relación son estas: “Me equivoqué, lo siento, ¿me perdonas?” o “Te equivocaste, me dolió, te perdono”. Estas palabras han salvado muchos matrimonios y otros tipos de relaciones; la falta de estas palabras ha provocado la ruptura de muchas relaciones. Hay personas que nunca dicen: “Me equivoqué”. Nunca pronuncian estas dos palabras. Hay personas que nunca dicen: “Lo siento”. Para ellos, sería reconocer que estaban equivocados, y nunca lo están. Nunca dicen: “¿Me perdonas?”. Desde su perspectiva, eso sería colocarse en una posición inferior respecto de la otra persona de la relación. Simplemente nunca lo hacen, así que la relación se desintegra y fracasa. 34
  • 35. Fascículo #20: Las recetas de Cristo (Parte 1) Estas simples palabras: “Me equivoqué, lo siento, ¿me perdonas?” o “te equivocaste (sea que lo admita o no), me dolió, te perdono” pueden salvar un matrimonio; pueden salvar una relación. Decir estas palabras o dejar de hacerlo es una cuestión de comunicación. 35 ¿Qué es la comunicación? Un profesor universitario de oratoria decidió emplear una lección objetiva poco común para enseñar a sus alumnos los principios de la comunicación. Un día llegó tarde a propósito a su clase y, como era de esperar, encontró a sus estudiantes conversando ruidosamente. Se dirigió rápidamente al frente del aula y golpeó con fuerza el escritorio con la palma de su mano. “¡Quiero un caos total!” gritó al tiempo que golpeaba con su mano la tapa del escritorio y provocaba un estruendo similar a un tiro de pistola. Los estudiantes quedaron en silencio inmediatamente. Logrado su objetivo, el profesor explicó a los alumnos que los expertos coinciden en señalar que solo el siete por ciento de lo que comunicamos es transmitido por las palabras. Cuarenta y cuatro por ciento se transmite por el lenguaje corporal y el cuarenta y nueve por ciento restante es comunicado por las inflexiones de voz cuando hablamos. El profesor enseñó a sus estudiantes que lo que les dijo - “¡Quiero un caos total!” – era solo el siete por ciento de su mensaje. El noventa y tres por ciento restante fue comunicado por sus gestos de enojo y el alto volumen de su voz. Ambos transmitían el mensaje: “¡No hablen más!”. Estos mismos principios de la comunicación son totalmente válidos para el matrimonio o para cualquier otra clase de relación. Muchas parejas le dicen a su pastor o consejero matrimonial: “No tenemos comunicación. Simplemente no nos
  • 36. Fascículo #20: Las recetas de Cristo (Parte 1) comunicamos”. Pero, basados en la lección objetiva que aprendimos del profesor, podemos estar muy seguros de que un esposo y su esposa se comunican, aun cuando no se hablen. Su comunicación será cuestión de cómo lo hacen y qué es lo que están comunicando, pero un esposo y su esposa casi siempre están en comunicación. El diccionario define la comunicación como “dar y recibir información, mensajes e ideas a través del habla, gestos u otros medios”. Es a través de estos “otros medios” que se produce la comunicación en un matrimonio u otras relaciones. Una sonrisa puede comunicar una gran cantidad de pensamientos positivos y afectivos mientras que un ceño fruncido o una sonrisa de desprecio pueden transmitir mucho sarcasmo o furia. Cuando una mujer pega un portazo, o un hombre da un puñetazo contra la pared, ¿acaso no comunican algo? Cuando un hombre o una mujer dejan de hablarse, cuando se tratan con silencioso desprecio, ¿acaso no están comunicándose? Una vez escuché a una sabia mujer decir: “Cuando mi esposo no habla, tienes que escuchar con detenimiento para entender lo que dice”. 36 Encienda la luz Las bacterias se multiplican en la oscuridad, pero la mayoría no puede vivir expuesta a la luz. Si los esposos quieren construir y mantener una fuerte relación matrimonial, su buena comunicación puede pensarse como una “luz” brillante que pueden encender sobre las “bacterias” de los problemas de sus problemas de comunicación. Cuando lo hagan, la mayoría de esa “bacterias” morirá, y con la buena comunicación podrán ocuparse de las que quedaron. Este principio es válido para toda clase de relaciones. Basados en esta definición de la comunicación, la segunda
  • 37. Fascículo #20: Las recetas de Cristo (Parte 1) observación que podemos hacer es que siempre existen dos dimensiones de la comunicación. Mi definición operativa de la comunicación nos informa que es “dar y recibir información, mensajes e ideas”. En consecuencia, la comunicación en una relación matrimonial o cualquier otra clase de relación tiene una dimensión de dar y otra de recibir. De acuerdo con esta definición, también puedo llegar a la conclusión de la existencia de dos dimensiones en los problemas de comunicación en las relaciones. A veces, el origen del problema es el dador y otras veces la fuente del problema es la persona que recibe la comunicación. Una señora describió el problema de comunicación en su matrimonio de esta forma: “Es como si mi esposo viviera en una isla misteriosa y yo la hubiera estado rodeando por veinte años buscando encontrar infructuosamente un sitio donde amarrar mi bote”. Imagine que usted y su cónyuge realmente viven en islas que están separadas entre sí, y que su único medio de comunicación es una radio. Para que ambos se puedan comunicar, deben ocurrir dos cosas: uno de ustedes debe decidirse a prender la radio y enviarle un mensaje al otro. Y el otro cónyuge, a quien se le envía el mensaje, también debe decidirse a prender la radio, buscar la frecuencia correcta y recibir el mensaje. Tal como aprendimos en el último capítulo, aun la comunicación que mantenemos con Dios tiene esas dos dimensiones: dar y recibir. La comunicación en un matrimonio o en otra clase de relación consta de estas dos dimensiones tan distintas entre sí como lo sería estar en dos islas distintas. A veces, el origen de un problema de comunicación matrimonial radica en que el emisor no enciende su radio y envía un mensaje. Y cuando lo hace, hay veces que el mensaje es distorsionado y confuso. Cierta vez, una esposa le explicó a su 37
  • 38. Fascículo #20: Las recetas de Cristo (Parte 1) esposo: “Yo sé que piensas que entiendes lo que dije, pero lo que debes saber es que lo que dije no es lo que quise decir”. También hay veces cuando la fuente del problema es que la radio receptora no está encendida, o no está sintonizada en la frecuencia correcta. A lo largo de más de cuatro décadas de pastorado, he preguntado a parejas que me han dicho que no tienen comunicación si en realidad han tenido en algún momento algo que se parezca a una buena comunicación. Dado que es muy raro que dos personas se casen si no tienen comunicación, la mayoría de las parejas contestaron que, efectivamente, su comunicación era buena al comienzo de su matrimonio. Cuando concordamos en que obviamente algo había sucedido para averiar las líneas de comunicación entre ellos, les proponía una tarea. Les pedía que confeccionaran una lista con todas las razones por las que creían que sus líneas de comunicación se habían dañado. De esas listas, descubrí dos síntomas obvios y típicos de un problema de comunicación matrimonial. Uno de los síntomas era que uno de ellos, o ambos, habían dejado de hablar, y el otro síntoma era que había habido momentos en uno u ambos se habían enojado al intentar comunicarse. Si su problema de comunicación radicaba en que uno u ambos habían dejado de hablar, le pedía a quien había quedado sin hablar (o a ambos) que hiciera una lista de los motivos que lo había llevado a esta actitud. En los casos en que uno o ambos se enojaban al intentar comunicarse, le pedía al que se enojaba (o a ambos) que hiciera una lista con los motivos que lo hacían enojar. Les decía que las razones por las que dejaban de hablar o se enojaban cuando intentaban comunicarse, se debía a los “disyuntores” de la comunicación. Un disyuntor es un aparato que 38
  • 39. Fascículo #20: Las recetas de Cristo (Parte 1) corta la electricidad de un circuito que está próximo a la sobrecarga y ante peligro de fuego u otro daño al sistema eléctrico en los hogares o edificios. Les pedía que no hablaran sobre sus listas de “disyuntores” hasta que pudiésemos hacerlo juntos en nuestra próxima reunión de asesoramiento. Al tratar uno a uno sus “disyuntores” con ellos, los desafiaba a pensar acerca de lo que se necesitaría para restaurar cada uno de estos cortes en su comunicación. Este proceso me permitió ver, junto con las parejas involucradas, la innegable realidad que la buena comunicación es una propuesta de dar y recibir. Estos “disyuntores” frecuentemente estaban todos referidos a la manera en que la comunicación de un cónyuge era recibida por el otro. Por ejemplo, una esposa escribió: “No me escucha” como la razón por la cual dejó de hablar. Comentó que cuando le dijo a su esposo: “Hoy el bebé dijo algunas palabras nuevas”, se dio cuenta de que su esposo había cambiado la sintonía y ya no la escuchaba. Dado que la comunicación no debe ser un monólogo, había decidido dejar de hablar. Antes de deshacerse en lágrimas, nos dijo a su esposo y a mí que, al no ser escuchada, lo interpretaba como que su esposo no estaba interesado; y si no estaba interesado se traducía en que no le importaba y esto, en consecuencia, quería decir que ¡no la amaba a ella ni tampoco al bebé! Un esposo escribió que cuando compartía algo que era realmente importante para él, como ser la idea de poder concurrir a un seminario, su esposa se reía de él. En consecuencia, anunció que nunca más compartiría sus sentimientos profundos con su esposa. Cuando usted comparte su corazón con otra persona, es como si hubiese colocado su corazón en la mano de ella. Y cuando tienen su corazón en su poder, pueden hacer cualquier cosa con 39
  • 40. Fascículo #20: Las recetas de Cristo (Parte 1) él. Pueden apretarlo; tirarlo al piso y pisarlo, o pueden reírse de él. Lo peor que pueden hacer con su corazón es ignorarlo, porque lo opuesto al amor no es el odio. Es la indiferencia. El ignorar a una persona es lo opuesto a amarla. Una forma posible de responder a los sinceros intentos de comunicación con usted de parte de su cónyuge sería simplemente ignorarlos. El no prestar atención a los intentos de comunicación de su cónyuge es ignorar su corazón. Un esposo escribió que su esposa era “una francotiradora verbal”. Según su relato, cuando él se volvía vulnerable al tratar de mantener una comunicación a nivel profundo, a menudo ella aprovechaba su vulnerabilidad “disparándole por la espalda”. Me pareció interesante que en aquella misma sesión de consejería, su esposa registró en su lista de “disyuntores” que su esposo era “un asesino verbal”. Ella estaba asustada de comunicarse con él sobre varios temas porque la “asesinaba” verbalmente si trataba de decirle algo que él necesitaba, pero no quería escuchar. Hay una idea recurrente en la dinámica de la comunicación entre esposos que se repite en todos estos ejemplos. La comunicación no es solo una cuestión de cómo se entrega; la comunicación, en una relación matrimonial o en cualquier otra, también involucra la forma en que una persona recibe la comunicación de parte de la otra. En cada uno de estos ejemplos, la forma en que cada cónyuge recibía la comunicación del otro se transformaba en un disyuntor. Al poner en práctica las recetas bíblicas para la comunicación en nuestras relaciones, este hecho básico de la comunicación nos muestra que debemos disciplinarnos para transformarnos en buenos receptores, es decir, buenos escuchadores. 40
  • 41. Fascículo #20: Las recetas de Cristo (Parte 1) 41 El síndrome de la tortuga Al compartir estos “disyuntores” de la comunicación con parejas, les dije a varias de ellas que se estaban comportando como un par de tortugas. Si uno molesta demasiado a una tortuga, ésta reacciona replegándose dentro del caparazón y no se dejará ver por mucho tiempo. Cuando nuestra comunicación no es recibida correctamente, nos replegamos adentro de nuestros caparazones como tortugas. Muchos matrimonios viven juntos como tortugas, y necesitan desesperadamente entender que la comunicación tiene dos dimensiones: la de dar y la de recibir. Ambas dimensiones de la comunicación son vitalmente importantes y deben ser aceptadas, apreciadas y abordadas por cualquier matrimonio o relación entre creyentes que deseen tener la herramienta que les posibilite mantener su unidad en Cristo. El síndrome del puercoespín Hay una pequeña poesía pintoresca sobre dos puercoespines que están tratando de expresarse amor y afecto en una noche fría. Ante la pregunta: “¿Cómo se abrazan los puercoespines?”, la respuesta es: “¡Con mucho cuidado!”. Ambos están firmemente decididos a expresar su amor y afecto por el otro, pero cada vez que intentan acercarse, quedan trabados. La esencia de la aplicación de la poesía es obvia. Cuando intentamos comunicarnos como esposo y esposa en un nivel de intimidad, o como creyentes, generalmente nos quedamos trabados en las “espinas” de la forma en que nuestro cónyuge u otro creyente reciben nuestros intentos de apertura y comunicación. La aplicación de la hermosa metáfora de esta poesía es que no debemos replegarnos ni tomar distancia en las relaciones por la forma en que otros han recibido nuestros intentos de comunicarnos. ¡Por eso se requiere valor para la comunicación!
  • 42. Fascículo #20: Las recetas de Cristo (Parte 1) 42 En síntesis: La comunicación no es solo lo que se dice; es lo que se oye. La comunicación no es solo lo que se dice; es lo que se siente. La comunicación no es solo lo que se dice; es lo que la gente quiere oír. La comunicación no es solo lo que se dice; es lo que se dice; es todo lo que se transmite por medio del habla, los gestos u otros medios. La regla de oro de la comunicación En su Sermón del Monte, la esencia de la verdad que enseñó Jesús respecto las relaciones humanas está resumida en: “Todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos” (Mateo 7:12). Esta enseñanza de Jesús es conocida como “La Regla de Oro”. En cierto sentido, todos los ejemplos que he descrito de cónyuges que reciben la comunicación de sus esposos o esposas en forma inadecuada se pueden rastrear hasta llegar a una misma fuente y se pueden expresar con una sola palabra: egoísmo. La misma verdad se aplica a la comunicación que mantenemos con nuestros hermanos y hermanas en Cristo y en todas las relaciones que tenemos en este mundo. La Regla de Oro es la solución general de Jesús para los problemas de comunicación que enfrentamos en todas nuestras relaciones, sean o no difíciles. Cuando se proponga aplicar seriamente la Regla de Oro de Jesús, descubrirá que antes que pueda poner en práctica este gran compendio de enseñanzas sobre las relaciones, primeramente tendrá que ponerse en el lugar de la otra persona. Por ejemplo, para transformarse en un buen receptor al comunicarse con su esposa o esposo, un creyente o en una
  • 43. Fascículo #20: Las recetas de Cristo (Parte 1) relación secular, póngase en el lugar de la persona que intenta comunicarse con usted. Pregúntese: “Si yo fuera la otra persona y procurara decir lo que quiere comunicarme en este preciso momento, ¿cómo querría yo que ella recibiese mi mensaje?”. Cuando sepa la respuesta a esa pregunta, hágalo. Sencillamente hágalo, porque su respuesta a la pregunta es la Regla de Oro de la comunicación relacional. Si se disciplina para pensar de esa forma, se dará cuenta de que querrá que los demás reciban su comunicación adecuadamente. En primer lugar, querrá que oigan hasta que realmente hayan escuchado lo que usted quiso decir. Obviamente, no querrá que su cónyuge u otra persona reciban su comunicación de alguna de las maneras inadecuadas que describí en los ejemplos anteriores. No deseará que sean contenciosos o estén preparados para la pelea, francotiradores verbales o asesinos verbales. No querrá que su cónyuge o un creyente cambie la sintonía y deje de escucharlo, porque no está interesado en lo que tiene que decir o porque no le importa lo que tenga que comunicarle, o porque no lo ama. A medida que identifique sus “disyuntores” de la comunicación y considere qué implicaría restaurar los circuitos rotos en su comunicación con otras personas, permita que la Regla de Oro de Jesús le guíe. Si desea aplicar seriamente este gran principio y compendio de la ética relacional de Jesús, entonces debe estar centrado en los demás. Para ello, debe estar centrado en Dios, Cristo y el Espíritu Santo, porque estar centrado en los demás es algo que está totalmente a contramano de la naturaleza humana. Cuando decida comprometerse a estar centrado en los demás en vez de estar centrado en usted, recuerde que está intentando lo imposible, a menos que manifieste el fruto del Espíritu Santo (Gálatas 5:22,23). Hay otra enseñanza de Jesús que suple y complementa la 43
  • 44. Fascículo #20: Las recetas de Cristo (Parte 1) Regla de Oro. Ésta también debería ser aplicada a la comunicación con nuestros cónyuges y en todas nuestras relaciones. Según Pablo, Jesús dijo: “Más bienaventurado es dar que recibir” (Hechos 20:35). Dado que la comunicación es una propuesta de dar y recibir, deberíamos considerar cuidadosamente y en oración la comunicación que necesitan escuchar aquellos con los cuales mantenemos alguna relación. Luego deberíamos tomar la iniciativa y contribuir con nuestra comunicación como un obsequio para ellos. De acuerdo con Jesús, tendremos más felicidad (bendición) en dar la comunicación adecuada que la que podamos experimentar al simplemente reaccionar a la comunicación de otros (Efesios 4:21-25,29,31,32). Los principios de comunicación de Pablo Cuando consideremos la calidad de la comunicación que deberíamos presentar a otros como si fuera un regalo, deberíamos tener en cuenta algunas palabras que Pablo escribió a los efesios cuando les enseñó que cada vez que abrieran sus bocas se convertirían en canales de la gracia de Dios. Pablo les exhortó a usar palabras que edificaran o desarrollaran al receptor de su comunicación. También los desafió a que ninguna palabra que saliera de sus bocas pudiese corromper o destruir a los oyentes (Efesios 4:29). Hay varios pasajes profundos en la segunda carta del apóstol Pablo a los creyentes en Corinto que bosquejan las dos dimensiones vitalmente importantes del dar y recibir en la comunicación. Por ejemplo, Pablo escribe: “Nuestra boca se ha abierto a vosotros, oh corintios; nuestro corazón se ha ensanchado. No estáis estrechos en nosotros, pero sí sois estrechos en vuestro propio corazón. Pues, para corresponder del mismo modo (como a hijos hablo), ensanchaos también vosotros” (2 44
  • 45. Fascículo #20: Las recetas de Cristo (Parte 1) 45 Corintios 6:11-13). Si queremos parafrasear y resumir este pasaje, Pablo les dice a los corintios - y, como aplicación, a usted y a mí - que es como si tuviésemos “aletas” de comunicación en nuestros corazones. Está diciendo a los creyentes corintios que tiene una actitud abierta hacia ellos, con su “aleta” de comunicación abierta, pero ellos han cerrado las suyas hacia él, y le han dado la espalda. Como hombre y mujer que Dios ha unido y ha hecho uno, y como creyentes que deben ser uno en Cristo, Dios desea que estemos con nuestras “aletas” de la comunicación siempre abiertas. Tristemente, la verdad es que pasamos demasiado de nuestro tiempo de matrimonio y, como hermanos y hermanas en Cristo, de espaldas uno al otro y con las “aletas” cerradas. Pablo también escribe: “Porque si yo os contristo, ¿quién será luego el que me alegre, sino aquél a quien yo contristé?” (2 Corintios 2:2). Este pasaje también puede aplicarse a las dos dimensiones del dar y recibir en la comunicación relacional. Si usted siempre entrega y recibe comunicación de tal forma que desanima a otros, ¿quién cree que lo animará después a usted? Posiblemente pase dos tercios de su vida con su cónyuge y pasará la eternidad con sus hermanos y hermanas en el Señor. Desde ahora hasta la eternidad, sería una buena idea cultivar la buena comunicación con aquellos que ama ahora y amará eternamente. A su cónyuge y a sus hermanos creyentes se les ha encargado la responsabilidad de comunicarse con usted de una forma que contribuya a su felicidad personal, y usted es responsable de edificarlos a ellos. Pablo comparte con nosotros otra visión de la comunicación que tenemos como creyentes y matrimonios. Les dice a estos mismos corintios que ha renunciado a las cosas ocultas y que no anda con astucia al comunicarse con ellos (2 Corintios 4:2). Los
  • 46. Fascículo #20: Las recetas de Cristo (Parte 1) desafía a que se comuniquen con él de la misma forma. Aquí debo hacer una advertencia. En nombre de la honestidad, uno puede llegar a causar un gran daño a su cónyuge, o a otro creyente, cuando en realidad está encarando el problema de su propia culpa. Veamos ejemplo: Una vez una pareja me preguntó si deberían hablar la verdad en amor, y decir a su hija adolescente que la habían concebido antes de haberse casado. Les pregunté si lo hacían por una necesidad de su hija de saber algo o por la culpa que sentían ellos. En nombre de la honestidad, podemos llegar a hacer lo mismo con nuestro cónyuge o con nuestros hermanos creyentes. Hay veces que deberíamos restringir cierta comunicación honesta con otros, porque tienen un problema de salud, como por ejemplo una enfermedad cardíaca. Es posible también que sufran un problema emocional y que no estén lo suficientemente estables como para manejar nuestra honestidad. Deberíamos hacer pasar nuestra culpa o necesidad de ser conocidos como personas honestas por el prisma de nuestro amor por otros y nuestro compromiso por su bienestar, antes de causarles daño con nuestra honestidad. Habiendo dicho esto, los creyentes sanos, estables y físicamente y espiritualmente saludables deberían esforzarse por mantener relaciones francas y honestas. Lo que he llamado “bacterias”, el apóstol Pablo denomina: “lo oculto y vergonzoso” y “andar con astucia”, que yo llamo “jugar juegos de comunicación”. Cuando estamos seguros de que nos estamos ocupando del bienestar de otros más que de nuestra propia culpa, y tenemos el coraje de comunicarnos, deberíamos “encender la luz” sobre las cosas ocultas y vergonzosas y, cuando nos comunicamos, nunca andar con astucia. 46
  • 47. Fascículo #20: Las recetas de Cristo (Parte 1) Capítulo 6 La receta para el pecado El problema más grande que tengo es el pecado, y sea que usted lo sepa o no, su problema más grande también es el pecado. Es más, el mayor problema que tiene todo ser humano en este mundo es el pecado. En un sentido, la diferencia entre los creyentes y los incrédulos es que los creyentes sabemos ciertamente que el problema más grande que tenemos es el pecado mientras que el resto del mundo, que no ha creído y no ha vuelto a nacer, no sabe esto. Las muchas y diferentes palabras que la Biblia usa para el pecado terminan dándonos una definición de él. Estas palabras son conceptos como: violar una norma, errar el blanco, no alcanzar el objetivo, seguir nuestro camino, o actuar independientemente de Dios. El punto es: ¿haremos la voluntad de Dios o estamos decididos a hacer lo que nos plazca? Una de las recetas bíblicas más profundas para la solución al pecado se encuentra en la carta de Pablo a los creyentes en Roma (Romanos 7:15-8:13). La última mitad del capítulo siete registra el discurso famoso de Pablo respecto de la lucha que él mismo tenía con el pecado. Centra el problema del pecado en su propio corazón y mente. En este pasaje, descubre su corazón y su mente y, con una asombrosa transparencia, nos permite ver la lucha que mantiene con el pecado en ellos. Al hacerlo, nos da una visión de la lucha que tenemos nosotros en nuestros propios corazones y mentes. Antes de considerar el discurso de Pablo y la solución de Dios, debemos hacer la siguiente observación: Pablo no toca principalmente el tema del pecado en la vida de un inconverso. 47
  • 48. Fascículo #20: Las recetas de Cristo (Parte 1) Ya ha tratado ese problema y su solución en los primeros cuatro capítulos de su carta a los Romanos. En los siguientes cuatro capítulos, se concentra en el tema del pecado en la vida del creyente. También debería añadir esta observación: aborda el tema del pecado en la vida del creyente que desea ser santo. La Palabra de Dios nos dice que debemos ser santos porque Dios es santo. Sólo el creyente que desea la santidad puede darse cuenta de la fuerza y el poder del pecado. Si usted no está intentando vivir una vida santa, el pecado será de poca importancia para usted; tampoco representa un gran problema para usted. En cambio, si desea la santidad fervientemente, como lo hacía Pablo, tendrá mayor conciencia del efecto del pecado en usted. Si bien la enseñanza de Pablo de este tema es larga, quiero citar todo el discurso y la receta para el pecado que viene a continuación. He parafraseado, resumido y traducido el pasaje, porque creo que nunca antes ha habido un momento en el cuerpo de Cristo, en que hemos necesitado entender tanto sobre estos temas como hoy. Tenemos muchas personas hoy que dicen ser seguidores de Cristo, que no conocen nada sobre esta receta de profundo significado que Pablo comparte con nosotros en este gran pasaje de las Escrituras (Romanos 7:14 – 8:13). 48 Una sinfonía de insuficiencia “No entiendo lo que hago. No hago las cosas que sinceramente deseo hacer, sino aquellas cosas que odio hacer, son precisamente las que en realidad hago. Ahora, si no quiero hacer estas cosas malas, y si de hecho odio hacerlas, y si mi conciencia me recrimina cuando las hago, entonces, debo creer que las leyes de Dios que quebranto cuando hago estas cosas malas, son leyes buenas y justas”. “Si no hago lo que quiero, sino más bien aquello que no quiero hacer, en un sentido, no soy yo el que hace estas cosas,
  • 49. Fascículo #20: Las recetas de Cristo (Parte 1) sino el pecado que mora en mí. Me he convencido, a través de varios años de experiencias vergonzosas y dolorosas, de que no hay nada bueno en mí, es decir, en mi carne, y con ello me refiero a mi naturaleza humana separada de Dios o sin su asistencia. Oh, puedo desear hacer lo que es correcto, pero no encuentro dentro de mí el poder para hacer lo que deseo. Simplemente sigo día tras día sin hacer las cosas buenas que quiero hacer, pero aquellas cosas que me prometí no hacer, aquellas cosas pecaminosas que aborrezco, simplemente las hago de todas maneras”. “Ya no puedo seguir negándome a aceptar la dura realidad de que no controlo mi vida. Encuentro que es una ley: cuando quiero hacer el bien, el pecado está presente en mí. En mi mente, me deleito en obedecer la ley de Dios, pero cuando lo hago, descubro otra ley en mis miembros. Esta otra ley está en guerra con la ley de mi mente y me hace un prisionero del pecado, que está muy vivo en mí”. “Así que, se reduce a lo siguiente: en mi mente, confieso ser, y realmente deseo ser esclavo de la ley de Dios. Pero, la dolorosa realidad es que, en mi carne, en realidad soy un esclavo de la ley del pecado. ¡Oh, qué hombre tan miserable soy! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte? Doy gracias a Dios, porque esa pregunta ya ha sido contestada para mí. Jesucristo, mi Señor, me ha librado de la dolorosa tensión y el conflicto de esta agonía espiritual”. 49 Una sinfonía de suficiencia “Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu. Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte. Porque lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil
  • 50. Fascículo #20: Las recetas de Cristo (Parte 1) por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne; para que la justicia de la ley se cumpliese en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu. “Porque los que son de la carne piensan en las cosas de la carne; pero los que son del Espíritu, en las cosas del Espíritu. Porque el ocuparse de la carne es muerte, pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz. Por cuanto los designios de la carne son enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden; y los que viven según la carne no pueden agradar a Dios. “Mas vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él. Pero si Cristo está en vosotros, el cuerpo en verdad está muerto a causa del pecado, mas el espíritu vive a causa de la justicia. Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros. “Así que, hermanos, deudores somos, no a la carne, para que vivamos conforme a la carne; porque si vivís conforme a la carne, moriréis; mas si por el Espíritu hacéis morir las obras de la carne, viviréis”. Con la descripción más preciosa que podamos encontrar en cualquier otra parte de las Escrituras, Pablo presenta el problema del pecado y la receta de Dios para solucionar este problema en la vida del creyente. Podría decirse que toda la Biblia puede denominarse “Una receta para el pecado”. La cruz es un símbolo de la receta y la solución de Dios al problema del pecado en la vida de los inconversos, y para el creyente sigue 50
  • 51. Fascículo #20: Las recetas de Cristo (Parte 1) siendo la llave de su victoria sobre el pecado. Esta es la esencia de la Biblia. La receta para el pecado en la vida de los creyentes que desean vivir vidas santas está descrita de muchas maneras y en muchos lugares de la Biblia, pero nunca la encontrará tan maravillosamente descrita y prescripta como en este pasaje que he citado aquí. Uno de mis eruditos favoritos, el Dr. William Barclay, quien por cuarenta años fue profesor de Biblia en la Universidad de Edimburgo, Escocia, denomina la enseñanza de Pablo sobre el pecado “Una sinfonía de insuficiencia”. Creo que es una visión maravillosa de la confesión honesta de Pablo. De la forma en que este amado apóstol comparte su lucha contra el pecado, de una manera tan transparente y honesta, nos está diciendo que ciertas recetas para el pecado son inadecuadas. Este pasaje nos muestra, por ejemplo, la ineficacia de una receta meramente física para el pecado. Cuando Pablo utiliza esta expresión: “en mi carne”, o “en la carne”, William Barclay nos dice que Pablo quiere decir, como ya lo hemos observado, “en mi naturaleza humana, apartado de Dios, o sin la ayuda de Dios”. Después de haber comenzado esta serie de mensajes sobre las recetas para problemas, invité a mis oyentes a que me enviaran sugerencias de problemas que quisieran que yo abordara. Alguien me solicitó que tratara el problema del “cristiano carnal”. Su pregunta en realidad era: “¿Por qué tantos cristianos profesantes hoy son cristianos carnales?”. La expresión “cristiano carnal” es aparentemente contradictoria. La palabra “carnal” proviene de la palabra “carne”. La palabra “cristiano” significa literalmente “uno como Cristo”. Si una persona es como Cristo, no será carnal, alguien que vive según su naturaleza humana sin la ayuda de Dios. Nunca 51
  • 52. Fascículo #20: Las recetas de Cristo (Parte 1) podríamos aplicar este concepto a la vida que llevó Jesucristo aquí en la tierra. Lo que llamamos un “cristiano carnal” es un cristiano profesante que aún no ha descubierto la receta de Dios para la solución del problema del pecado en la vida del creyente, según la describe Pablo. Si la ha descubierto, no la entiende. Si la entiende, no sabe cómo aplicarla. Incluso es posible que no haya descubierto que el problema más grande que tiene, aun como creyente, es el problema del pecado. El reconocer la lucha con el pecado de la forma en que lo hace Pablo en este pasaje, resulta ser un problema para muchos estudiosos, que dicen que es imposible que Pablo haya estado hablando de sí mismo cuando escribió esta honesta confesión personal de su lucha contra el pecado. Su razonamiento es que el apóstol Pablo, tan espiritualmente maduro, nunca podría haber escrito estas cosas respecto de la batalla que tiene contra el pecado. De los escritos de Pablo, este pasaje es uno de los que con mayor frecuencia son mal interpretados o aplicados. He escuchado a algunas personas decir, después de leer el pasaje, que si Pablo tuvo tanta dificultad con el pecado, entonces, cuando somos tentados a pecar, deberíamos ceder inmediatamente y evitar la lucha. Otros que leen este pasaje dicen que, si nos basamos en esta afirmación de Pablo, es imposible vencer al pecado. Puedo ver cómo llegaron a esa conclusión si terminaron su lectura al final del capítulo siete. El capítulo siete presenta las malas noticias. Las buenas comienzan en el capítulo ocho. A mi juicio, la palabra clave es la palabra “carne”. Pablo simplemente dice: “Alejado de Dios, sin la ayuda de Dios, mi lucha con el pecado me trajo al lugar donde me consideré un miserable”. Si usted no es una persona de logros espirituales, es posible que le resulte más fácil aprender algunas de estas 52
  • 53. Fascículo #20: Las recetas de Cristo (Parte 1) cosas. Es más difícil para aquellos que obtienen logros. Pablo era un hombre que había obtenido logros, un superhombre en este aspecto, por eso le llevó tanto tiempo aprender. Esta es la razón por la cual su lucha era tan grande. Nadie intentó lograr justicia, santidad y salvación fuera de Dios y sin la ayuda de Dios tan intensamente como Saulo de Tarso. Pero, mientras procuraba resolver su problema de pecado fuera de Dios y sin su ayuda, se encontró en una terrible tensión y una tremenda dicotomía, que lo llevó al lugar donde se consideró a sí mismo un “hombre miserable”. Utiliza una metáfora muy grotesca. Exclama: “¿Quién me librará de este cuerpo de muerte?”. En la zona alrededor de Tarso, donde se crió Pablo, los crueles conquistadores romanos practicaban una horrible forma de pena capital. Si una persona era condenada por homicidio, la desnudaban. Luego el cuerpo desnudo del que había sido asesinado era encadenado – espalda contra espalda - al cuerpo del homicida, con grilletes o cadenas a sus tobillos, rodillas, caderas y así hasta la cabeza. Luego lo enviaban al desierto. La descomposición del cuerpo muerto infectaba al condenado hasta producirle la muerte. Era una muerte indescriptiblemente horrible. A esto se refiere Pablo al final del pasaje en el capítulo siete. Trata de decirnos cómo intentó, fuera de Dios y sin su ayuda, ser santo y ganar su batalla con el pecado. Dijo: “¿Quién me librará de este cuerpo de muerte?”. Literalmente, quería decir: “¿Quién me librará del cuerpo muerto que está encadenado a mí?”. De acuerdo con la enseñanza de Pablo sobre el pecado, o la sinfonía de insuficiencia que lo lleva a su sinfonía de suficiencia, la solución al problema del pecado no puede encontrarse dentro de nosotros; debe venir de afuera de nosotros. La visión que tiene Pablo del pecado en este pasaje 53
  • 54. Fascículo #20: Las recetas de Cristo (Parte 1) nos muestra la insuficiencia de una mera receta física para sobreponerse al problema del pecado. La verdadera victoria sobre el poder del pecado solo se puede encontrar en la receta de Dios: “Ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a al carne, sino conforme al Espíritu” (Romanos 8:1). Si usted, al igual que Pablo, ha procurado solucionar el problema del pecado con sus propias fuerzas, entonces acepte hoy, y cada día, la receta de Dios. Capítulo 7 La receta para la culpa Nadie tuvo mayor necesidad de resolver el problema de la culpa que David. Si quiere apreciar la causa de su culpa, lea el relato del capítulo más oscuro en la vida de David, en el libro histórico de 2 Samuel, capítulos 11 al 18. David fue el segundo y el mejor rey de todos los que tuvo Israel. Luego de catorce años de reinado, cayó en pecado, como todos sabemos. Cometió el pecado de adulterio con una mujer llamada Betsabé, y luego orquestó el asesinato de su esposo en una batalla. Cuando se repasa su vida en el primer libro de Reyes, capítulo quince, leemos: “David había hecho lo recto ante los ojos de Jehová, y de ninguna cosa que le mandase se había apartado en todos los días de su vida, salvo en lo tocante a Urías heteo”. Cuando Dios recuerda este terrible episodio en la vida de David, la peor parte de su pecado fue lo que hizo a Urías y no lo que le hizo a la mujer de éste. 54