2. ¿QUÉ ES EL
ESPÍRITU?
¿Es el Espíritu el viento?
-preguntaba al profesor
el alumno distraído-.
No,
-era clara la respuesta del Maestro-.
Aunque como la brisa refresca
o como el huracán azota.
No hay muros que lo contengan
y otras veces ni se nota.
Como el viento no se puede coger
y se escapa entre los dedos;
donde quiere sopla o se detiene,
pero no, no es el viento.
3. ¿Es el Espíritu un fuego?
-fue la segunda pregunta-.
Tampoco, -dijo el Maestro-.
Aunque es verdad que es capaz
de hacer saltar del asiento al cristiano acomodado,
que derrite los sentimientos marchitos
y los corazones fríos.
Pero no es un fuego indiscriminado
que nos impida acercarnos.
A su paso no sólo quedan cenizas,
queda calor y tibieza,
rescoldos y resplandores
y por eso han confundido
al fuego con el Espíritu.
4. ¿Es el Espíritu un pájaro?
-esperaba el alumno acertar en su pregunta-.
Quizá,
-dudó esta vez el Maestro-.
Ciertamente sobrevuela
nuestras cabezas e ideas,
y, al aletear, golpea
las contraventanas de nuestros corazones.
Como las aves más avispadas,
es capaz de esquivar la más sofisticada escopeta,
de sortear cualquier trampa
y de evadirse de la más segura jaula.
Son sus mensajes de paz
y de libertad serena
los que han hecho que a veces
se confunda a la paloma y al Espíritu.
5. Entonces,
-dijo el alumno-
si el Espíritu no es …
ni viento, ni fuego, ni pájaro…
6. ¿¿Qué es el ESPÍRITU??
El AMOR,
el AMOR y la FUERZA de DIOS.
Y puso punto el maestro.
7. “Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos juntos
en el mismo lugar. De repente vino del cielo un ruido,
semejante a un viento impetuoso, y llenó toda la casa
donde se encontraban. Entonces aparecieron lenguas
como de fuego, que se repartían y se posaban sobre
cada uno de ellos. Todos quedaron llenos del Espíritu
Santo y comenzaron a hablar en lenguas extrañas,
según el Espíritu Santo les movía a expresarse.
Se hallaban por entonces en Jerusalén judíos
piadosos venidos de todas las naciones de la tierra. Al
oír el ruido, acudieron en masa y quedaron
estupefactos, porque cada uno los oía hablar en su
propia lengua. Todos, atónitos y admirados, decían:
-¿No son galileos todos los que hablan? Entonces
¿cómo es que cada uno los oímos hablar en nuestra
lengua materna? Partos, medos, elamitas y los que
viven en Mesopotamia, Judea y Capadocia, el Ponto y
Asia, Frigia y Panfilia, Egipto y la parte de Libia que
limita con Cirene, los forasteros romanos, judíos y
prosélitos, cretenses y árabes, todos los oímos
proclamar en nuestras lenguas las grandezas de
Dios.”
Hechos de los Apóstoles 2, 1-11
8. Estaban todos juntos en el mismo lugar. Juntos y
encerrados por miedo a los judíos y a los romanos.
Ruido: Signo de la presencia de alguien, en este caso
del Espíritu Santo.
Viento impetuoso: Fuerza que nos empuja, nos anima.
Llenó toda la casa donde se encontraban: El
Espíritu Santo nos inunda, nos llena con su presencia.
Lenguas como de fuego: Nos da calor y nos ilumina,
quema todo lo malo y purifica.
Se posaban sobre cada uno de ellos: El Espíritu
Santo viene a cada uno de nosotros, está en cada ser
humano.
Todos quedaron llenos del Espíritu Santo. Una vez
reciben el Espíritu Santo, pierden el miedo a todo y
salen a predicar.
Comenzaron a hablar en lenguas extrañas: El
Espíritu Santo y el Evangelio, el Mensaje de Jesús son
para todo el mundo, sin ningún tipo de distinción.
Proclamar las grandezas de Dios: Todo creyente,
tras haber recibido el Espíritu Santo, no puede
quedarse para él la Buena Noticia de Jesucristo.
9. Y nosotros, cristianos de
nuestros días,
llenos del Espíritu Santo,
también hemos de
ID POR TODO
cumplir la misión
EL MUNDO Y
que el mismo Jesús
PREDICAD EL
nos encomendó:
EVANGELIO
Ésta es
nuestra
MISIÓN,
Ésta es
la MISIÓN
de la IGLESIA.
10. ORACIÓN AL ESPÍRITU SANTO
Ven, Espíritu divino, Riega la tierra en sequía,
manda tu luz desde el cielo, sana el corazón enfermo,
Padre amoroso del pobre, lava las manchas, infunde
don, en tus dones espléndidos, calor de vida en el hielo,
luz que penetra las almas, doma al espíritu indómito,
fuente del mayor consuelo. guía al que tuerce el sendero.
Ven, dulce huésped del alma, Reparte tus siete dones
descanso de nuestro esfuerzo. según la fe de tus siervos.
tregua en el duro trabajo, Por tu bondad y tu gracia
brisa en las horas de fuego, dale al esfuerzo su mérito;
gozo que enjuga las lágrimas, salva al que busca salvarse
y reconforta en los duelos. y danos tu gozo eterno.
Entra hasta el fondo del alma,
divina luz y enriquécenos.
Mira el vacío del hombre
si tu le faltas por dentro;
mira el poder del pecado
cuando no envías tu aliento.
Secuencia de Pentecostés