Este documento discute cómo los paradigmas contemporáneos de administración han influenciado a la escuela, reemplazando su lenguaje pedagógico con términos de gestión como "calidad", "eficiencia" y "efectividad". También argumenta que la escuela ha caído en las redes de la globalización al adoptar un enfoque economicista en lugar de uno basado en la pedagogía. El autor sostiene que la escuela ya no es autónoma y ha quedado supeditada a los intereses del mercado.
1. Acerca de Paradigmas y Creencias
Enrique Araujoviedo, Diciembre 2004.
La Escuela es una organización, por supuesto; y por tanto ha sido influenciada por los
paradigmas contemporáneos de administración. Es así como la Escuela cambia su lenguaje
y la Pedagogía su metalenguaje estrenándose en un nuevo vocabulario: calidad, gestión,
indicadores, evaluación (no en el sentido clásico educativo) por eficiencia y efectividad del
producto (los alumnos). Es así –insisto- que la Escuela cayó en las redes de la
globalización: la panacea de finales del siglo XX y albores del nuevo milenio. Imposible
estar en desacuerdo, porque ya fue declarado el fin de las ideologías.
El lenguaje, o mejor las escasas palabras del vocabulario economicista de la administración
de personal, procesos, obras y tareas del neoliberalismo se antepusieron y se fueron
imponiendo a la –ésta sí- riqueza tanto del vocabulario como de las palabras consideradas
en sí mismas que forman parte estructural de la pedagogía. Para la muestra un botón:
cambiamos la riqueza del “paradigma” por las “creencias institucionales”. De hecho la
palabra paradigma encierra una riqueza de contenido en sí misma que una definición tan
simple como “plataforma conceptual desde la que se valida lógica, instrumental y
teóricamente una(s) propuesta(s) modelar y sistémica” demuestra la profundidad de la
expresión –que ya no sólo palabra:- “paradigma”. Mientras que una “creencia” en el
sentido clásico (y único que posee) es la “simple aceptación –sin cuestionamiento- de una
cuestión relativa a algún fenómeno”. Por favor! Trocar “paradigma” por “creencias”? Así
de simple lo vé el administrador. El administrador no es un teórico, es un sujeto formado
pragmáticamente para generar resultados sujetos a unas exigencias externas del mercado.
Me contradecirán muchos, lo imagino: pero la Escuela no es un mercado y menos una bolsa
de valores donde capitalizamos acciones a futuro con la incertidumbre precisamente del
mercado: la bolsa se derrumba fácilmente por un rumor. La Escuela no. En la escuela se
validan los saberes que se han decantado a través de un proceso eminentemente científico.
La Escuela en sí no es especulativa en sus saberes, los que promueve obedecen a una
comunidad validamente interlocutora que convalida sus saberes y conocimientos, de ahí la
importancia de las competencias. Equivocadamente se han venido copiando las
competencias del sector productivo y en particular del segmento terciario: los servicios.
En éste maremagnum de tecnócratas (que no de la educación) se promulgan planes desde
su óptica, no desde el punto de vista de la pedagogía y menos desde la concepción de la
Escuela misma. Éstos (los tecnócratas o como quiera llamárseles) obedecen a los designios
del mercado y ajustan sus planes a éstas proyecciones y no a las de la Escuela que
provienen de la Cultura; y ésta, para los que han estudiado un poco la teoría del caos, es un
sistema dinámico multiatractor. En palabras simples (que tampoco le pertenecen a la
Pedagogía) «la Cultura no obedece al mercado, podrá haber un mercado único mundial,
pero jamás una Cultura única mundial» (y ésta afirmación podría pensarse como una ley
universal, si se quiere).
Por ahora, se ha impuesto un “sistema de creencias” por decreto, de manera autoritaria
desde la administración central (al año 2003). No podemos desconocer que ella trabajan
personas competentes, ¿competentes para qué? Pues para obedecer los designios del
mercado, saben hacer cómo la Escuela debe convertirse en una organización rentable,
2. autosostenible y de alta competitividad. Hé aquí parte del meollo del problema: La
Escuela debe ser competente y el alumno (producto de ésta) debe ser competente: la
Escuela en el sentido Keynesiano y el alumno...también!. La Escuela en el sentido
Habermasiano y el alumno...también!. Pero mejor aún: la Escuela debe tener un carácter de
competitividad y el alumno....también!
¿Será un problema de palabras –que no vocabulario- prestadas? Un problema de
paradigmas, diría un pedagogo. No! Un problema de creencias, diría el autor de “quién me
ha quitado mi queso?”. Un problema de política, diría cualquier vecino. Y sí es un
problema de política como lo es el problema de la pertinencia, la oportunidad y la acción –
que las usaremos en el sentido pedagógico-.
Gracias al discurso de la globalización, la netocracia, la sociedad de la información, la
sociedad del conocimiento (serán la misma?), las nuevas tecnologías de las comunicaciones
y de la información y, por supuesto, tras bambalinas, la microelectrónica, la
nanotecnología, la ecotecnología, las fibrotecnologías (serán éstas también parte de las
tecnocomunicaciones?) y otras tantas tecnologías aún en camino de formación, han mirado
a la Escuela como la partera de la historia, como el huevo primigenio. De ella debe salir no
sólo el futuro ciudadano con la Cultura Única Universal (detentor –que no poseedor- de
competencias, saberes y conocimientos prácticos y giroboscópicos) que permita amoldarse
el ciudadano a las condiciones cambiantes [valgase la interrupción temporal: aún recuerdo
cuando mis maestros decían: Uds. Deben ser agentes de(l) cambio en el sentido que
nosotros cambiaríamos las circunstancias, no que las circunstancias nos cambiarían a
nosotros ]. Dentro de la Nueva Cultura Unica Universal, el sujeto (en el nuevo sentido, será
que ésta palabra se referirá a que la persona está amarrada a las circunstancias) debe
cambiar de empleo por lo menos siete veces en su vida, y con ello de profesión [confunden
aquí, por ejemplo empleabilidad con profesión y profesión con oficio, oficio con puesto de
trabajo y elevan a profesión el oficio o el puesto de trabajo mismo], “debe moverse cuando
se mueva el queso”; debe asimilar como normal el no poseer derecho a pensión,
reivindicaciones laborales, en general prestaciones sociales. Todo eso, si lo desea, debe
proveérselo por sí mismo (como si no hubiera sido así siempre). Debe considerar como
parias y ofensores al régimen todo aquel librepensador que posea alguna ideología o sea
simplemente docente. Porque para el nuevo sistema global, el docente a pesar de ser su
instrumento es su virtual enemigo. Tarde que temprano la Escuela reventará en el modelo
de la mano con los planes propuestos de mejoramiento, de calidad, cobertura y gestión
educativa. Al igual que ocurre con la ropa prestada, más tarde que temprano el que la lleva
puesta se siente incómodo y deseará quitársela para ponerse la propia.
En mis cursos de estadística para economistas y administradores observaba la tendencia a
no considerar la empresa de trabajo como modelo para aplicar la temática en curso, sin
embargo al pedírseles que detectaran los elementos estadigrafiables y con éstos plantearse
un problema por el que atravesase la empresa; de igual manera el camino reverso: detectar
un problema por el que estuviese atravesando la empresa y ubicar los elementos que
mediante aplicación estadística ayudaran a resolver el problema, el desempeño de los
estudiantes era óptimo. La razón? Pensaban como economistas o administradores: el
problema no está en la empresa, está afuera. En la medida que “ellos” mejoren y solucionen
3. sus problemas, yo tengo resueltos los míos. De hecho, yo no tengo problemas. Mi empresa
no tiene problemas. Los problemas de la sociedad son problemas que la Educación debe
resolver, y por tanto la Escuela debe asumir. Fácilmente éstos alumnos pensaban que la
Escuela en su conjunto debería estar orientada a resolver los problemas de la sociedad y en
particular los del sector productivo: la Escuela debe formar y capacitar a los nuevos
trabajadores, debe desarrollarles competencias laborales para no cerrarles oportunidades;
debe fomentar el empresarismo y el emprendimiento por aquello de que si las
oportunidades de empleo estén cerradas, él mismo debe proveérselo al igual que sus
prestaciones y garantizarse el derecho a la salud y la nutrición. La Escuela debe proveer,
según mis estudiantes, la oportunidad de estar capacitados y formados para que las
empresas no pierdan tiempo ni dinero actualizando trabajadores que no le dejan nada a la
empresa sino su trabajo.
La Escuela en éste contexto ya no es Escuela, está totalmente desfigurada y reconfigurada.
Al igual que un sistema computacional, la Escuela ha sido configurada y programada para
“correr” sólo algunas aplicaciones, las del sistema de la globalización de la economía,
perdiéndo por supuesto su autonomía y quedándo supeditada a los intereses del mercado.
En buen castizo: la Escuela queda a la deriva.