Joan Miró nació en Barcelona y desde muy pequeño le encantaba pintar animales, objetos de la naturaleza e incluso a sus amigos de formas imaginativas, con más ojos, patas o colas de lo normal. A medida que crecía, Miró continuó explorando su imaginación a través de la pintura, mezclando diferentes dibujos y usando mucho color para crear un mundo alegre y divertido.