1. Elvira Lindo, “Quiero”.
Con 31 años de experiencia laboral a mis espaldas creo que voy
aprendiendo a sintetizar lo que quiero. Quiero, por ejemplo, que los
directivos de los medios de comunicación sean escrupulosos en el
tratamiento que se les da a las mujeres, no sólo desde la información o el
editorial sino también desde las columnas. La chulería y el desprecio
hacia la condición femenina aún tienen un sorprendente hueco
celebradísimo en el columnismo español. Me gustaría que los sueldos de
las mujeres igualaran a los de los hombres, que se considerara la
promoción de las mujeres a puestos directivos si éstas cuentan con los
mismos méritos que los hombres. Quiero que se respete la maternidad en
los centros laborales porque es algo que, entre otras cosas, nos beneficia
a todos. Quiero que en el trabajo se nos trate con igual consideración que
a los hombres. Es posible que los varones no sean conscientes de ello
pero es habitual percibir un trato condescendiente o paternalista que se
nos concede, para colmo, como un regalo.
Quiero que el sentido común que desprende el documento escrito por el
filólogo Ignacio Bosque y suscrito por varios académicos sobre el
lenguaje no sexista contagie de sentido común otras decisiones de la
Real Academia, que entre elegir a un nuevo ilustre mediocre o a una
nueva ilustre mediocre se suelen decantar con demasiada frecuencia por
la primera opción. Es decir, que traten de predicar con los hechos; al fin y
al cabo, es lo que están defendiendo en su escrito.
No quiero que sindicatos, centros laborales dependientes de un
ministerio o comunidades autónomas, etcétera, presionen a trabajadores
o aspirantes a utilizar el lenguaje de determinada manera. Son tan
fundamentales los aspectos que las mujeres deseamos mejorar que,
francamente, estar incluida en un plural masculino que se entiende como
genérico me importa bien poco.
El texto que vamos a comentar pertenece a la escritora y periodista española
Elvira Lindo. Se titula “Quiero” y fue publicado en el periódico “El País”. No se
dirige a ningún colectivo en concreto; de hecho para facilitar su comprensión,
no emplea tecnicismos, aunque cuida su expresión en todo momento. No
obstante, sí observamos algún coloquialismo, como “para colmo”.
En cuanto a las funciones lingüísticas, destacamos que las presentes en este
texto son la apelativa, la referencial y la expresiva. Llega al lector y lo intenta
convencer (función apelativa) por el empleo de una lengua sencilla,
comprensible para todo el mundo, incluso, como señalamos, se permite el
empleo de coloquialismos. La función referencial se observa a través de
adjetivos especificativos, que aportan objetividad y, por consiguiente, firmeza al
artículo (“experiencia laboral”, “condición femenina”, “columnismo español”…)
o el uso de la tercera persona (“desprende”, “sean”, etc.). El texto tiene un
2. carácter expresivo muy notable que se encuentra en el empleo de adjetivos
explicativos (“sorprendente hueco”, “determinada manera”…). Pero, sobre todo,
la emotividad se advierte en la repetición constante de la primera persona
mediante la cual se incluye ella misma en la argumentación (“mis espaldas”,
“voy aprendiendo”, “nos trate”, etc.) y especialmente destacamos reiterada
utilización del “quiero”, que hace de muletilla durante el texto.
La autora defiende la igualdad entre mujeres y hombres, sobre todo en el
ámbito laboral. A la misma vez que la tesis expuesta hacia el final, nos expresa
que hay asuntos más preocupantes por resolver que el que se incluyan a las
mujeres en un plural masculino, que no es sexista a su parecer. Por ello, la
tesis es inductiva (no le parece relevante estar incluida en un plural
masculino), ya que los argumentos nos llevan hacia ella.
Desconocemos la fecha en la que fue escrito el texto, a pesar de esto, el tema
tratado es, sin duda, de total actualidad, pues la lucha feminista que trata de
resolver las diferencias entre ambos sexos y que en diversas ocasiones batalla
en contra de aspectos que no solventarían nada, es un inconveniente que
sigue afectando hoy en día.
Para reforzar los argumentos y convencernos con una mayor solidez de su
posición ante el tema tratado, se manejan una gran variedad de argumentos,
algunos de los cuales son:
- De experiencia (“con 31 años… columnismo español”) en los que la
autora incluye vivencias propias que establece de anécdota.
- También se utilizan ejemplos, como “quiero que se respete la
maternidad en los centros laborales”, y otros casos de evidente
desigualdad sexista.
- En dos ocasiones emplea argumentos de autoridad apoyándose en
figuras relevantes o como es el caso en una institución (“Ignacio del
Bosque”, “Real Academia”).
En cuanto a las características de la lengua periodística, y analizando el
nivel léxico-semántico, observamos que la autora emplea términos
pertenecientes al mismo campo semántico, pues sin ellos el texto carecería
de coherencia. Ya que el tema tratado tiene relación con algunas
desigualdades entre hombres y mujeres, encontramos multitud de léxico
referente a ambos sexos (“femenina”, “hombres”, “maternidad”, “paternalista”,
etc.) así mismo, es destacable el uso de palabras referidas al ámbito laboral, ya
que es el ejemplo que pone la autora para expresar su postura ante el sexismo
(“directivos”, “sueldos”, “puestos”, “centros laborales”…). Elvira Lindo también
trata de hacer el texto más ágil y ameno. Esto lo consigue mediante el uso de
sinónimos, como la referencia al “trabajo”, que pasa a designar como “centros
laborales”. Más frecuente es la utilización de sinónimos de “mujeres”
(“femenina”), o referirse a los “hombres”, también como “varones”, o
“masculino”.
Dentro del nivel morfosintáctico, y respecto de los adjetivos, como ya
mencionamos anteriormente, se encuentran tanto de carácter explicativo como
3. especificativos. Pero son estos últimos los que abundan en mayor cantidad a lo
largo del artículo.
Continuando con los verbos, habría que destacar el reiterado uso del presente,
relevante por su atemporalidad. Precisamente por esta razón, la tesis (“estar
incluida en un plural masculino que se entiende como genérico me importa bien
poco”) viene expuesta en presente para darnos la sensación de que es
simultánea al momento de lectura. El artículo es accesible a todo individuo que
esté dispuesto a leerlo, ya que se emplean oraciones sencillas, sin dificultad
sintáctica con el objetivo de que el mensaje pueda llegar a un mayor número
de lectores. Destaca el empleo continuado de oraciones desiderativas.
Concluimos el apartado analizando el nivel textual. Si nos centramos en el
análisis de conectores, encontraríamos multitud de ellos, que se emplean para
unir y relacionar las distintas ideas. Se emplean de diversos ejemplos tipo:
- Encontramos conectores de ejemplo (“por ejemplo”).
- El uso común del “y” como marcador de adición influye en este artículo
(“la chulería y el desprecio”).
- Observamos algunos otros de aclaración (“es decir”) y de conclusión (“al
fin y al cabo”)
- Pero con mayor notoriedad distinguimos el repetitivo “quiero” que en
este caso ejerce la función de marcador textual, pues es el constante
conector con el que la autora enlaza las oraciones y que incluso llega a
dar título al texto.
Como bien sabemos, la lengua no es neutra, empleamos distinto género
dependiendo de si hacemos referencia a un hombre o a una mujer y está claro
que para designar a ambos sexos hacemos uso del plural masculino. Ahora
bien, ¿es sexista esta forma generalizadora? Hay quienes insisten en que sí lo
es, pero, sin duda, el uso genérico inclusivo es necesario en una lengua, y si
fuera discriminatorio para alguno de ambos sexos, lo sería para los hombres,
pues el uso del género masculino puede abarcar a las mujeres pero al
contrario, el femenino es "exclusivo" para nosotras. Soy consciente de que en
algunos casos, se rompe con el uso común generalizador en coletillas como
"damas y caballeros", aunque esto no viene a ser más que una frase hecha o
un detalle de cortesía. Pero, salvo algunas excepciones que exigen esa
matización de los géneros para evitar errores, me resultan un tanto rebuscadas
y redundantes frases como "todos y todas, los niños y niñas de esta clase
deben realizar la tarea", aunque sea políticamente correcta.
En conclusión, hay aspectos negativos muchísimo más relevantes que
resolver en cuanto a la relaciones entre hombres y mujeres, y acusar a la
lengua castellana de sexista no es uno de ellos. Deberíamos entender de una
vez que conseguir el respeto entre ambos sexos va más allá de utilizar simples
formas gramaticales.
Beatriz Rodríguez Bernal