Los niños víctimas de abuso sexual enfrentan un trauma secundario en la crisis de descubrimiento. Sus intentos para reconciliar sus experiencias privadas con las realidades del mundo exterior son asaltados por la incredulidad, la culpa y el rechazo que ellos experimentan de los adultos. Su conducta normal de enfrentarse a los problemas contradice las creencias y expectativas reafirmadas y típicamente sostenidas por los adultos. Los padres, los tribunales y los clínicos estigmatizan al niño con acusaciones de mentir, manipular o ser sugestionable. Dicho abandono por los mismos adultos más cruciales para la protección y recuperación del niño impulsa al niño más profundamente en la culpa, el auto-desdén, la alienación y la revictimización. En contraste, la abogacía por parte de un clínico empático dentro de una red de tratamiento apoyador puede proporcionar credibilidad y respaldo vitales para el niño.
La evaluación de las respuestas de niños normales ante el ataque sexual proporciona una clara evidencia que las definiciones de la sociedad de la conducta “normal” de la víctima son inapropiadas, y sirven a los adultos como aisladores míticos contra el dolor del niño. Dentro de este clima de prejuicio, las opciones de sobre vivencia disponibles para la víctima fomentan la alienación del niño de cualquier esperanza de credibilidad o aceptación externa. Irónicamente, la elección inevitable del niño de las opciones “erróneas” refuerza y perpetúa los mitos perjudiciales.
Las reacciones más típicas de los niños son clasificadas en este artículo como el sindrome de acomodación al abuso sexual infantil.
El sindrome está compuesto de cinco categorías, de las cuales dos definen la vulnerabilidad básica de la niñez y, tres son secuencialmente contingentes en la agresión sexual:
(l) el secreto, (2) el desamparo, (3) el entrampamiento y acomodación, (4) la revelación tardía y no convincente, y (5) la retractación. El sindrome de acomodación esta propuesto como un modelo simple y lógico a utilizar por los clínicos para mejorar la comprensión y aceptación de la posición del niño en las dinámicas complejas y controvertidas de la victimización sexual. La aplicación del sindrome tiende a desafiar los mitos y prejuicios consolidados, proporcionando credibilidad y defensoría para el niño dentro del hogar y los tribunales, y a través de todo el proceso de tratamiento.
El artículo también proporciona discusión de las estrategias de enfrentamiento de los niños como análogos para los subsiguientes problemas conductuales y psicológicos, incluyendo las implicaciones para las modalidades específicas de tratamiento.
Culpa o responsabilidad terapia con madres de niñas y niños que han sufrido ...
Síndrome de Acomodación al Abuso Sexual Infantil
1. Síndrome de Acomodación al Abuso Sexual Infantil por Roland C. Summit, M.D.
El Síndrome de Acomodación al Abuso Sexual Infantil por Roland C. Summit, M.D.
Resumen: Los niños víctimas de abuso sexual enfrentan un trauma secundario en la crisis de
descubrimiento. Sus intentos para reconciliar sus experiencias privadas con las realidades del mundo
exterior son asaltados por la incredulidad, la culpa y el rechazo que ellos experimentan de los adultos. Su
conducta normal de enfrentarse a los problemas contradice las creencias y expectativas reafirmadas y
típicamente sostenidas por los adultos. Los padres, los tribunales y los clínicos estigmatizan al niño con
acusaciones de mentir, manipular o ser sugestionable. Dicho abandono por los mismos adultos más
cruciales para la protección y recuperación del niño impulsa al niño más profundamente en la culpa, el
auto-desdén, la alienación y la revictimización. En contraste, la abogacía por parte de un clínico empático
dentro de una red de tratamiento apoyador puede proporcionar credibilidad y respaldo vitales para el
niño.
La evaluación de las respuestas de niños normales ante el ataque sexual proporciona una clara evidencia
que las definiciones de la sociedad de la conducta “normal” de la víctima son inapropiadas, y sirven a los
adultos como aisladores míticos contra el dolor del niño. Dentro de este clima de prejuicio, las opciones
de sobre vivencia disponibles para la víctima fomentan la alienación del niño de cualquier esperanza de
credibilidad o aceptación externa. Irónicamente, la elección inevitable del niño de las opciones
“erróneas” refuerza y perpetúa los mitos perjudiciales.
Las reacciones más típicas de los niños son clasificadas en este artículo como el sindrome de acomodación
al abuso sexual infantil. El sindrome está compuesto de cinco categorías, de las cuales dos definen la
vulnerabilidad básica de la niñez y, tres son secuencialmente contingentes en la agresión sexual:
(l) el secreto, (2) el desamparo, (3) el entrampamiento y acomodación, (4) la revelación tardía y no
convincente, y (5) la retractación. El sindrome de acomodación esta propuesto como un modelo simple y
lógico a utilizar por los clínicos para mejorar la comprensión y aceptación de la posición del niño en las
dinámicas complejas y controvertidas de la victimización sexual. La aplicación del sindrome tiende a
desafiar los mitos y prejuicios consolidados, proporcionando credibilidad y defensoría para el niño dentro
del hogar y los tribunales, y a través de todo el proceso de tratamiento.
El artículo también proporciona discusión de las estrategias de enfrentamiento de los niños como análogos
para los subsiguientes problemas conductuales y psicológicos, incluyendo las implicaciones para las
modalidades específicas de tratamiento.
Palabras claves: Abuso Infantil, Abuso sexual, Hostigamiento sexual, Incesto, Victimización, Pedofilia,
Defensoría infantil, Testimonio experto, Estrés post-traumático.
INTRODUCCION
2. Síndrome de Acomodación al Abuso Sexual Infantil por Roland C. Summit, M.D.
El abuso sexual infantil ha estallado dentro de la conciencia pública durante un espacio de tiempo de
menos de cinco años. Más de treinta libros (1-34) sobre el tema han aparecido así como un torrente de
diarios, revistas y programas de televisión. De acuerdo a una encuesta conducida por Finkelhor (35), casi
todos los norteamericanos respondientes recordaban alguna discusión en los medios sobre abuso sexual
infantil durante el año anterior.
El mensaje resumido en esta explosión de información es que el abuso sexual de los niños es mucho más
común y más dañino para los individuos y para la sociedad de lo que se había reconocido por los clínicos o
los cientistas sociales. El soporte para estas afirmaciones proviene de relatos en primera persona y de los
hallazgos preliminares de los programas especializados de tratamiento sobre abuso sexual. Hay un
comprensible escepticismo entre los cientistas y una resistencia para aceptar tales reclamaciones sin
precedente a partir de tales muestras sesgadas. Hay también una contra-afirmación predecible de que en
tanto los contactos sexuales del niño con adultos pueden ser relativamente comunes, la invisibilidad de
tales contactos prueba que la experiencia para el niño no es uniformemente dañina, sino más bien neutral
o aún beneficiosa (20, 36-40). Cuales fueren los méritos de los variados argumentos, debería quedar claro
que todo niño que está tratando de enfrentarse con una relación sexualizada con un adulto encara una
respuesta incierta y altamente variable de cualquiera sean los recursos personales o profesionales de
quienes puedan conseguir ayuda.
La explosión de interés crea nuevos peligros para el niño víctima de abuso sexual, ya que aumenta la
probabilidad de descubrir pero fracasa en proteger a la víctima contra los hostigamientos secundarios de
un sistema de intervención inconsistente. El niño víctima identificado enfrenta un mundo adulto el cual
otorga un reconocimiento a regañadientes a un concepto abstracto de abuso infantil, pero que desafía y
reprime al niño quien presenta una demanda específica de victimización. Las creencias adultas son
dominadas por una mitología reafirmada y auto-protectiva que pasa por el sentido común. “Todo el
mundo” sabe que los adultos deben protegerse a sí mismos de las acusaciones infundadas o vengativas de
la gente joven. Persiste una imagen de las adolescentes casaderas realizando peligrosos juegos surgidos de
su floreciente fascinación sexual. Lo que todos no saben, y no les gustaría saber, es que la vasta mayoría
de acusaciones investigadas se prueban como válidas y que la mayoría de las personas jóvenes tenían
menos de ocho años al momento de iniciarse el abuso.
Más que ser calculador o práctico, el niño es más a menudo temeroso, tentativo y confuso acerca de la
naturaleza de la experiencia sexual continuada y del resultado de la revelación. Si un adulto razonable y
respetable es acusado de conducta perversa y ofensiva por un niño dudoso, turbado emocionalmente, la
mayoría de los adultos que escuchan la alegación, culparán al niño. La incredulidad y el rechazo por los
cuidadores adultos incrementarán el desamparo, la desesperanza, el aislamiento y la auto-culpa que
construye los aspectos más dañinos de la victimización sexual del niño. Al mirar hacia atrás, las víctimas
se sentirán más amargadas hacia quienes rechazaron sus súplicas que hacia quien inició las experiencias
sexuales. Cuando ningún adulto interviene para reconocer la realidad de la experiencia abusiva o para
3. Síndrome de Acomodación al Abuso Sexual Infantil por Roland C. Summit, M.D.
fijar responsabilidad sobre el adulto ofensor, hay un reforzamiento de la tendencia del niño para tratar
con el trauma como un evento intrapsíquico y para incorporar una monstruosa aparición de culpa, auto-
culpabilidad, dolor y rabia.
La aceptación y validación son cruciales para la sobrevivencia psicológica de la víctima. Un niño acosado
por un padre u otro hombre en el rol de padre y rechazado por la madre está psicológicamente huérfano y
casi indefenso contra las múltiples consecuencias nocivas. Por otra parte, una madre que puede defender
al niño y protegerlo contra el re-abuso parece conferir al niño el poder de ser auto-aprobatorio y
recobrarse con mínimas secuelas (22,41).
Sin la intervención profesional o del grupo de auto-ayuda, la mayoría de los padres no están preparados
para creerle a su hijo ante las negaciones convincentes de un adulto responsable. Ya que la mayoría de los
adultos, quienes molestan a los niños, emplean una relación amistosa o confiada (8, 22, 49, 50), el niño es
puesto a la defensiva por atacar la credibilidad del adulto de confianza, y por crear una crisis de lealtad la
cual desafía una resolución confortable. En el momento en que el niño necesita más amor, respaldo y
disculpa la figura parental no preparada responde típicamente con horror, rechazo y culpa hacia el niño
(22,24).
El profesional en salud mental ocupa un rol central en la crisis de la revelación. Ya que los eventos
representados por el niño a menudo son percibidos como increíbles, los cuidadores escépticos recurren a
los expertos para una aclaración. En la práctica presente, no es inusual que la evaluación clínica
estigmatice a las víctimas legítimas ya sea como confusas o maliciosas. A menudo una evaluación
respaldará las quejas del niño y convencerá a los acusadores que la acción criminal es apropiada, en tanto
que una evaluación adversaria certificará la normalidad de su defendido y convencerá al juez o al jurado
de que el niño miente. En un crimen donde usualmente no hay un testigo ocular de tercera parte y no hay
evidencia física, el veredicto, la validación de la percepción del niño de la realidad, la aceptación por los
cuidadores adultos y aún la sobrevivencia emocional del niño pueden depender del conocimiento y
habilidad del clínico evaluador. Cada clínico debe ser capaz de comprender y articular la posición del niño
en el extendido desequilibrio adulto de credibilidad. Sin conciencia de la realidad del niño, el profesional
tenderá a reflejar la mitología tradicional y otorgar el sello de autoridad científica para continuar la
estigmatización del niño.
El estudio clínico de grandes números de niños y sus padres en casos probados de abuso sexual proporciona
contradicciones enfáticas de los puntos de vista tradicionales. Lo que emerge es un patrón conductual
típico o un sindrome de variables mutuamente dependientes, lo que facilita la sobrevivencia inmediata
del niño dentro de la familia pero lo cual tiende a aislar al niño de la aceptación eventual, la credibilidad
o empatía dentro de la sociedad mayor. La mitología y la negación protectiva que rodea al abuso sexual
pueden ser vistas como una consecuencia natural tanto de los mecanismos de enfrentamiento
estereotípicos de la víctima niño, como de la necesidad de casi todos los adultos para aislarse a sí mismos
de las realidades dolorosas de la victimización de la niñez.
4. Síndrome de Acomodación al Abuso Sexual Infantil por Roland C. Summit, M.D.
El proceso de acomodación intrínsico para el mundo del abuso sexual infantil inspira prejuicio y rechazo
de todo adulto quien escoge permanecer lejos del desamparo y el dolor del dilema del niño o de quien
espera que el niño pudiera comportarse de acuerdo con los conceptos adultos de auto-determinación y
autonomía, de elecciones racionales. Sin una clara comprensión del sindrome de acomodación, los
especialistas clínicos tienden a reforzar la creencia confortante que los niños son solo víctimas raramente
legítimas del abuso sexual unilateral, y que dentro de las escasas quejas que se hacen visibles, la mayoría
puede ser descartado como fantasía, confusión, o un desplazamiento de los propios deseos del niño por
poder y conquista seductiva.
El conocimiento clínico del sindrome de acomodación al abuso sexual es esencial para proporcionar una
explicación contrajudicial a la conducta de la víctima de otra forma auto-camuflada y auto-estigmatizada.
El propósito de este artículo entonces, es proporcionar un vehículo para una respuesta más sensitiva, más
terapéutica para legitimar a las víctimas de abuso infantil y para invitar a una respuesta legal más
efectiva, más activa para el niño dentro de la familia y dentro de los sistemas de protección infantil y
justicia criminal.
FUENTES Y VALIDEZ
Este estudio es extraído en parte desde suposiciones estadísticamente validadas considerando la
prevalencia, la relación de edad y la característica del rol del abuso sexual infantil; y en parte de las
correlaciones y observaciones que han emergido como evidentes dentro de una red extendida de
programas de tratamiento del abuso infantil y las organizaciones de auto-ayuda. La validez del sindrome
de acomodación, como ha sido definido aquí, ha sido probada dentro de un período de cuatro años en la
práctica del autor, la cual se ha especializado en consulta comunitaria para diversos programas y
profesionales clínicos que tratan el abuso sexual. El sindrome ha producido intensas aprobaciones tanto de
profesionales experimentados como de las víctimas, ofensores y otros miembros familiares.
Cientos de simposios de adiestramiento compartidos con especialistas por todos los Estados Unidos y
Canadá han llegado a miles de individuos quienes han tenido implicación personal y/o profesional en
abuso sexual. La discusión del sindrome típicamente abre las compuertas del reconocimiento de
observaciones previamente no consideradas. Los adultos quienes han guardado un secreto avergonzado
por toda una vida encuentran autorización para recordar y discutir su victimización de infancia. Los
miembros de la familia quienes han desconocido a las víctimas identificadas encuentran una base para la
compasión y la reunificación. Los niños aún atrapados en el secreto y en la auto-culpabilidad encuentran
esperanza para su protección. Y los profesionales quienes han desestimado las indicaciones de abuso
sexual descubren una nueva capacidad para el reconocimiento y el compromiso.
Un sindrome no debería ser visto como un diagnóstico que define y dicta una estrecha percepción de algo
tan complejo como es el abuso sexual infantil. Cuando la elección de sexualizar la relación con un niño
incluye un amplio espectro de adultos actuando bajo motivaciones y racionalizaciones ampliamente
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diversas (43), las opciones para el niño son también variables. Un niño que busca ayuda inmediatamente o
quien logra intervención efectiva no debería ser descartado como contradictorio, nada más que el
sindrome podría ser descartado si éste fracasa en incluir cualquier variante posible. El sindrome
representa un denominador común de las conductas más frecuentemente observadas en las víctimas.
En el estado actual del arte la mayoría de las víctimas disponibles para estudio son niñas jóvenes
molestadas por adultos hombres confiadas a su cuidado. Las víctimas varones jóvenes son menos
frecuentes, al momento de ser más desamparados y aún más estigmatizados que las niñas jóvenes (9, 44,
45).
Debido al rechazo extremo de los hombres para admitir las experiencias de victimización sexual y debido
a la mayor probabilidad de un niño de ser molestado por alguien ajeno al núcleo familiar, menos se sabe
acerca de posibles variaciones en los mecanismos de acomodación de los varones sexualemte abusados.
Parecen reaccionar más exageradamente en varios aspectos del secreto, desamparo, y auto-alienación, lo
que lleva a un aislamiento aún mayor de la validación y la aprobación de parte de padres incrédulos y de
otros adultos. Existe una suposición casi universal de que un hombre que molesta a un niño debe ser
homosexual. Ya que el molestador habitual de niños es raramente atraído por adultos varones (46), él
encuentra una rápida disculpa en el examen clínico y en los respaldos de sus conocidos. En tanto que hay
alguna capacidad pública para creer que las niñas pueden ser víctimas desamparadas de abuso sexual,
existe un repudio casi universal de la víctima niño-varón.
Por razones de brevedad y claridad el sindrome de acomodación al abuso sexual infantil es presentado en
este artículo como éste se aplica a la víctima más típica femenina. No hay intento de minimizar ni de
excluir las privaciones substanciales de las víctimas masculinas, ni de ignorar la minoría visiblemente
pequeña de ofensoras que son mujeres. Una discusión más comprensiva de las variantes del rol dentro de
un sindrome extendido es presentada en otra parte (47). En la siguiente discusión el pronombre femenino
es usado genéricamente para el niño más bien que el más incómodo el/ella. Esta convención no significa
desanimar la aplicación del sindrome de acomodación a las víctimas masculinas.
EL SINDROME DE ACOMODACION AL ABUSO SEXUAL INFANTIL
El sindrome incluye cinco categorías, dos de las cuales son precondiciones para la ocurrencia del abuso
sexual. Las tres categorías restantes son contingencias necesarias que se encargan de la creciente
variabilidad y complejidad de la experiencia abusiva. Cada categoría refleja una realidad apremiante para
la víctima, y representa también una contradicción para las más comunes suposiciones de los adultos. Las
cinco categorías del sindrome son:
1. Secreto
2. Desamparo
3. Entrampamiento y acomodación
4. Revelación tardía, conflictiva y no convincente
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5. Retractación
1. Secreto
La iniciación, la intimidación, la estigmatización, el aislamiento, el desamparo y la auto-culpa dependen
de una realidad aterradora del abuso sexual infantil: Este ocurre sólo cuando el niño está solo con el
adulto ofensor, y jamás debe ser compartido con nadie más.
Virtualmente ningún niño está preparado para la posibilidad de ser molestado por un adulto de confianza;
esa posibilidad es un secreto bien guardado aún para los adultos. El niño por lo tanto, queda enteramente
dependiente del intruso ante cualquier realidad que sea asignada a la experiencia. De todas las
explicaciones inadecuadas, ilógicas, auto-complacientes o auto-protectoras proporcionadas por el adulto,
la única impresión consistente y significativa lograda por el niño, es el resultado peligroso y atemorizante
basado en el secreto (22, 48). “Este es nuestro secreto; nadie más lo comprenderá”. “No se lo digas a
nadie”. “Nadie más te creerá”. “No se lo cuentes a tu mamá; (a) “Ella te va a odiar, (b) ella me odiará (c)
ella te matará (d) ella me matará (e) esto la matará (f) ella te echará (g) ella me mandará lejos, o (h)
esto destruirá la familia y tú terminarás en un orfanato”, “Si tú se lo cuentas a alguien (a) yo nunca más
te querré, (b) yo te daré una tanda, (c) yo mataré a tu perrito, o (d) yo te mataré a ti”.
Ya sea que la intimidación pueda ser gentil o amenazante, el secreto le deja claro al niño que esto es algo
malo y peligroso. El secreto es la fuente tanto del temor como de la promesa de seguridad: “Todo va a ir
bien, sólo si tú no lo cuentas”. El secreto adquiere proporciones mágicas, monstruosas para el niño. Un
preescolar sin conciencia del sexo y aún sin dolor o vergüenza de experiencia sexual en sí misma, será no
obstante estigmatizado con un sentimiento de maldad y de peligro a partir del penetrante secreto.
Cualquiera de los intentos del niño por iluminar el secreto será contrarestado por una conspiración de
silencio y descrédito por parte del adulto. “No te preocupes de cosas como ésta; eso no podría ocurrir en
nuestra familia”, “Los niños buenos no hablan sobre cosas como esas”, “Tío John no te desea ningún daño;
esta es su forma de demostrarte cuánto te quiere”, “¿Cómo podías haberte imaginado una cosa tan
terrible?”, “No me hagas escuchar cosas como esto nuevamente”.
El niño promedio nunca pregunta y nunca cuenta. Contrario a la expectativa general de que la víctima
normalmente podría buscar ayuda, la mayoría de las víctimas en los exámenes retrospectivos nunca le han
contado a nadie durante su niñez (22, 42, 49, 50). Los respondientes expresaban temor de que fuesen
culpados por lo que había ocurrido o de que una figura parental no sería capaz de protegerlos de la
represalia. Muchos de quienes buscaron ayuda informaron que los padres se ponían histéricos o los
castigaban o fingían que nada estaba ocurriendo (42).
Sin embargo la expectativa adulta domina el juicio aplicado a las revelaciones de abuso sexual. Cuando el
niño no se queja inmediatamente, es dolorosamente aparente para todo niño que ya no hay una segunda
oportunidad. “¿Por qué no me lo dijiste?” “¿Cómo pudiste mantener esa cosa en secreto?” “¿Qué estas
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tratando de ocultar?” “¿Porqué esperaste hasta ahora si esto realmente ocurrió hace mucho tiempo?”
“¿Cómo quieres que te crea tan fantástica historia?”.
A menos que la víctima pueda contar con alguna autorización y poder para compartir el secreto y a menos
que exista la posibilidad de una respuesta de compromiso, no castigadora para revelar, es muy probable
que el niño se gaste toda una vida en lo que viene a ser un exilio auto-impuesto para la intimidad, la
confianza y la auto-validación.
2. Desamparo
La expectativa adulta de la auto-protección del niño y la revelación inmediata ignora la subordinación y el
desamparo básico de los niños dentro de relaciones autoritarias. Los niños pueden ser autorizados para
evitar las atenciones de extraños, pero se les requiere que sean obedientes y cariñosos con cualquier
adulto de confianza que los tenga a cargo. Los extraños, los “raros”, los raptores y otros monstruos
proporcionan un conveniente contraste tanto para el niño como para los padres contra un riesgo mucho
más espantoso e inmediato: la traición de las relaciones vitales, el abandono por parte de los cuidadores
confiables y la aniquilación de la seguridad familiar básica. Toda la investigación disponible es
notablemente consecuente con una estadística inconfortable: es tres veces más probable que un niño sea
molestado por un adulto conocido, de confianza, que por un extraño (9, 42, 44, 50). El riesgo no es del
todo remoto. Aún la más conservadora de las encuestas implica que cerca del l0% de todas las mujeres han
sido sexualmente victimizadas como niñas por un pariente adulto, incluyendo casi un 2% en que había un
hombre comprometido en el rol de padre (42). La última encuesta, y la más representativa, informan una
prevalencia de l6% de acoso de parte de parientes. Un total de 4.6% de las 930 mujeres entrevistadas
informaron de una relación incestuosa con su padre o una figura paterna (50).
Un corolario para la expectativa de auto- protección es la suposición general que si los niños no se quejan,
están actuando dentro de una relación que consienten. Esta expectativa es dudosa aún para la mítica
adolescente seductora. Dado la suposición que una adolescente pueda ser sexualmente atractiva,
seductora y aún deliberadamente provocativa, debería quedar claro que ningún niño tiene igual poder
para decir no a una figura parental o para anticipar las consecuencias del compromiso sexual con un
adulto cuidador. Las éticas comunes demandan que el adulto en tal desigualdad, soporte la exclusiva
responsabilidad por cualquier actividad sexual clandestina con un menor (51).
En realidad, no obstante, el compañero infantil a menudo no es ni sexualmente atractivo ni seductor en
ningún sentido convencional. El estereotipo de la adolescente seductora es un artefacto tanto de la
revelación tardía como del adulto predominante que desea definir el abuso sexual infantil dentro de un
modelo que se aproxima a la lógica de la conducta adulta.
Nosotros podemos creer que un hombre puede ser normalmente atraído por una niña-mujer en edad
casadera. Solo la perversión podría explicar la atracción hacia una niña o un niño no desarrollado, y los
hombres involucrados en la mayoría de los acosos sexuales a niños no desarrollados obviamente no están
8. Síndrome de Acomodación al Abuso Sexual Infantil por Roland C. Summit, M.D.
completamente pervertidos. Ellos tienden a ser buenos trabajadores, hombres dedicados a la familia.
Ellos pueden ser mucho mejor educados, más respetuosos de la ley y más religiosos que el promedio.
En la medida en que la experiencia clínica se ha incrementado en la intervención sexual infantil, se
descubre que la edad de iniciación es aún menor.
En 1979, la edad promedio típica era, sorprendentemente, los prepúberes de nueve años. En 1981, los
modelos de entrenamiento financiados federalmente informaron la edad promedio de iniciación como de
siete años (52). En el Harborview Rape Crisis Center de Seattle, 25% de los niños presentados para
tratamiento tenían cinco años de edad y menos (53).
La realidad predominante para la víctima más frecuente de abuso sexual no es la experiencia de la calle o
el patio del colegio, ni tampoco alguna vulnerabilidad a las tentaciones edípicas, sino la intrusión
implacablemente progresiva, sin precedente, en actos sexuales por parte de un adulto dominante en una
relación unilateral de víctima-perpetrador. El hecho que el perpetrador es a menudo alguien en una
posición de confianza y aparentemente cariñosa sólo aumenta el desequilibrio de poder y subraya el
desamparo del niño.
Los niños a menudo describen sus primeras experiencias como el despertarse para encontrar a su padre (o
padrastro, o compañero de su madre) explorando sus cuerpos con manos o boca. Menos frecuentemente,
los niños pueden descubrirse con un pene en su boca o sintiéndolo entre sus piernas. La sociedad le
permite al niño un aceptable conjunto de reacciones ante tal experiencia. Al igual que la víctima adulta
de violación, la víctima niño se espera que resista por la fuerza, que llore pidiendo ayuda y que intente
escapar del acoso. Bajo tales medidas, todo niño falla.
La reacción normal es “jugar al dormido”, esto es fingirse dormido, cambiar de posición o tirar las
frazadas. Las criaturas pequeñas simplemente no recurren a la fuerza para manejar una amenaza tan
abrumadora. Cuando no tienen donde arrancar, ellos no tienen otra opción que tratar de esconderse.
Generalmente, los niños aprenden a enfrentarse silenciosamente con terrores en la noche. Las frazadas de
la cama adquieren poderes mágicos contra los monstruos, pero ellas no logran igualar a los vejadores
humanos.
Es muy triste escuchar a los niños siendo atacados por abogados defensores y siendo desacreditados por
los jurados debido a que ellos han denunciado ser molestados aún admitiendo que ellos no han protestado
ni llorado en voz alta. El punto a enfatizar aquí no es tanto el error judicial como lo es el asalto continuo
sobre el niño. Si el testimonio del niño es rechazado en tribunales, hay probablemente también un
rechazo por parte de la madre y otros parientes que pueden estar ansiosos de restablecer la confianza en
el adulto acusado y de etiquetar al niño como malicioso. La experiencia clínica y el testimonio experto
pueden proporcionar defensoría para el niño. Los niños son fácilmente avergonzables e intimidados por su
desamparo y por su incomodidad de comunicar sus sentimientos hacia los incomprensivos adultos. Ellos
necesitan un defensor clínico adulto para traducir el mundo infantil hacia un lenguaje aceptable para el
adulto.
9. Síndrome de Acomodación al Abuso Sexual Infantil por Roland C. Summit, M.D.
El desamparo intrínsico de un niño desentona con el adorado sentido adulto de libre voluntad. Los adultos
necesitan una guía cuidadosa para arriesgarse a empatizar con la indefensión absoluta del niño; los
adultos han pasado años reprimiendo y distanciándose ellos mismos del horror de la indefensión infantil.
Los adultos tienden a menospreciar el desamparo y a condenar quienquiera que se someta muy fácilmente
ante la intimidación. Una víctima será juzgada como un cómplice complaciente a menos que la
conformidad se haya logrado a través de una fuerza abrumadora o la amenaza de violencia. Se les debe
recordar a los adultos que la acción sin palabras o el gesto de un padre es una fuerza absolutamente
irresistible para un niño dependiente, y la amenaza de perder el amor o la seguridad familiar es más
atemorizante para el niño que cualquier amenaza de violencia.
Los asuntos de voluntad libre y la conformidad no son sólo retórica legal. Es necesario para la
sobrevivencia emocional del niño que los cuidadores adultos le den permiso y aprobación ante el
desamparo y la no complicidad del abuso. El prejuicio adulto es contagioso. Sin una afirmación
terapéutica consistente de inocencia, la víctima tiende a llenarse de auto-alienación y auto-odio. El
terapeuta que no insiste en la protección del niño, invita y permite las vejaciones sexuales.
Tanto en terapia como en tribunales, es necesario que un abogado por el niño reconozca que sin importar
las circunstancias, el niño no tiene elección más que someterse pasivamente y mantener el secreto. No
importa si la madre estaba en la pieza del lado o si los hermanos estaban dormidos en la misma cama.
Mientras más ilógica e increíble pudiera ser para los adultos la escena de abuso, es más probable que la
descripción penosa del niño sea válida. Un padre cariñoso no podría actuar lógicamente como el niño lo
describe; si no hay nadie más, parece increíble que él pudiera asumir tan llamativos riesgos. Este análisis
lógico contiene al menos dos ingenuas suposiciones: (1) el acoso es sensato y (2) es riesgoso. El acoso
hacia un niño no es un gesto sensato de cariño, sino una búsqueda desesperada, compulsiva de aceptación
y sumisión (54). El riesgo de ser descubierto es muy pequeño si el niño es lo suficientemente chico y si hay
una relación establecida de autoridad y afecto. Los hombres quienes buscan a niños como compañeros
sexuales descubren rápidamente algo que resulta increíble para los adultos menos impulsivos: los niños
dependientes son impotentes para resistir o quejarse.
Una carta a Ann Landers (célebre consejera en los diarios americanos) ilustra muy bien el secreto
continuamente desamparado y penetrante asociado con el abuso incestuoso:
Querida Ann:
La semana pasada mi hermana mayor de 32 años me contó que ella había sido molestada sexualmente por
nuestro padre desde los 6 a los 16 años. Yo quedé aturdida debido a que por 20 años yo había mantenido
el mismo secreto. Ahora tengo 30 años. Nosotras decidimos contarlo a nuestras tres hermanas, todas en
los 20 años. Resultó que nuestro padre había molestado sexualmente a todas y cada una de nosotras.
Todas pensamos que habíamos sido la única en sufrir esta humillación, una fea experiencia, y estábamos
demasiado avergonzadas y atemorizadas para contarlo a alguien, así es que todas mantuvimos la boca
cerrada.
10. Síndrome de Acomodación al Abuso Sexual Infantil por Roland C. Summit, M.D.
Papá tiene ahora 53 años. Al mirarlo, tú podrías pensar que es el papá de todos los norteamericanos.
Mamá tiene 51 años. Ella podría haber muerto si hubiese tenido alguna idea de lo que él estaba haciendo
con sus hijas todos estos años (55).
3. Entrampamiento y Acomodación
Para el niño que está dentro de una relación de dependencia en la relación sexual, el acoso no es
típicamente de una sola ocurrencia. El adulto puede estar atormentado por los remordimientos, la culpa,
el temor y las resoluciones de detenerse, pero la cualidad prohibida de la experiencia y la inesperada
facilidad de realización parecen invitar a la repetición. Tiende a desarrollase un patrón compulsivo,
adictivo el cual continúa ya sea hasta que el niño alcanza autonomía o hasta que el descubrimiento o la
prohibición forzada se impone sobre el secreto.
Si el niño no busca o si no recibe una intervención protectiva inmediata, no hay otra opción para detener
el abuso. La única opción saludable que le queda al niño es aprender a aceptar la situación y sobrevivir.
No hay camino, ni lugar para arrancar. El niño saludable, normal, emocionalmente resiliente aprenderá a
acomodarse a la realidad de abuso sexual que continúa. Existe el desafío de acomodación no sólo ante las
demandas sexuales que van escalando, sino ante una creciente consciencia del engaño y la objetificación
por parte de alguien quien es ordinariamente idealizado como una figura parental querida, protectiva,
altruísta. Mucho de lo que es eventualmente denominado como psicopatología adolescente o adulta puede
ser rastreada desde las reacciones naturales de un niño saludable a un medio ambiente pariental
profundamente anormal e insano. La dependencia patológica, el auto-castigo, la auto-mutilación, la
reestructuración selectiva de la realidad y las personalidades múltiples para nombrar unos pocos,
representan los vestigios habituales de las habilidades de sobrevivencia dolorosamente aprendidas durante
la infancia. Al tratar con los mecanismos de acomodación del niño o con las cicatrices vestigiales del
sobreviviente adulto, el terapeuta debe tener cuidado en evitar el reforzamiento de un sentimiento de
maldad, inadecuación o de locura al condenar o estigmatizar los síntomas.
El niño enfrentado ante una continua victimización por desamparo debe aprender de alguna forma a lograr
un sentimiento de poder y control. El niño no puede conceptualizar con seguridad que un padre puede ser
despiadado y autosirviente: una conclusión de este tipo es equivalente al abandono y la aniquilación. La
única alternativa aceptable para la niña es creer que ella ha provocado los encuentros penosos, y esperar
que aprendiendo a ser buena, ella puede ganar el amor y la aceptación. La suposición desesperada de
responsabilidad y el fracaso inevitable de obtener alivio establece el fundamento para auto-odiarse y lo
que Shengold describe como un corte vertical en la prueba de realidad.
Si el mismo padre es quien abusa y es experienciado como malo debe ser transformado para aliviar la
desdicha que el ha ocasionado, entonces la niña debe, como una necesidad desesperada, registrar al
padre –ilusoriamente- como bueno. Solo la imagen mental de un buen padre puede ayudar a la niña a
tratar con la intensidad aterradora de temor y rabia, el efecto de las experiencias atormentantes. La
11. Síndrome de Acomodación al Abuso Sexual Infantil por Roland C. Summit, M.D.
alternativa -la mantención de estimulación abrumadora y de una mala imagen del padre - significa la
aniquilación de la identidad, del sentimiento de si misma. De manera que lo malo deber ser registrado
como bueno. Esta es una defensa emocional y una operación de fragmentación de la mente (56).
El uso de Shengold de la palabra “ilusoriamente” no supone un proceso psicótico o un defecto en la
percepción, sino más bien la habilidad práctica para reconciliar realidades contradictorias. Como él
continúa más tarde en la misma página:
Yo no estoy describiendo la esquizofrenia… pero el establecimiento de divisiones aisladas de la mente que
proporcionan el mecanismo para un patrón en el cual imágenes contradictorias del yo y de los padres no
se les permite unirse (Esta división vertical comportamentalizada trasciende las categorías diagnósticas;
Estoy deliberadamente evitando meterme en las formaciones patológicas correlacionables de Winnicott,
Kohut y Kernberg) (56).
El padre sexualmente abusivo proporciona ejemplo gráfico e instrucción en cómo ser buena, esto es, la
niña debe estar disponible sin queja para las demandas del padre. Hay una promesa explícita o implícita
de recompensa. Si ella es buena y si guarda el secreto, ella puede proteger a sus hermanos del
compromiso sexual (“Es buena cosa que yo pueda contar contigo para amarte; de otra manera tendría que
recurrir a tu hermana chica”), proteger a su madre de la desgracia (“Si tu madre lo descubre, podría
matarla”), proteger a su padre de la tentación (“Si yo no pudiera contar contigo, tendría que frecuentar
los bares y buscar otras mujeres”), y más vitalmente, preservar la seguridad del hogar (“Si alguna vez lo
cuentas, ellos podrían enviarme a la cárcel o poner a todos los chicos en un orfanato”).
En la inversión de roles clásica del abuso sexual, a la niña se le da el poder para destruir la familia y la
responsabilidad de mantenerla junta. La niña, no el padre, debe movilizar el altruismo y auto-control para
asegurar la sobrevivencia de los otros. La niña, en resumen, debe asumir secretamente muchas de las
funciones del rol ordinariamente asignado a la madre.
Hay una división inevitable de los valores morales originales. Sostener una mentira para mantener el
secreto es la virtud última, en tanto que contar la verdad podría ser el más grande pecado. Una niña así
victimizada parecerá aceptar o buscar el contacto sexual sin quejarse.
Ya que la niña debe estructurar su realidad para proteger al padre, ella también descubre los medios para
construir áreas de sobre vivencia donde pueda encontrar alguna esperanza de bondad. Ella puede volverse
hacia compañeras imaginarias para resguardarse. Ella puede desarrollar personalidades múltiples,
asignando desamparo y sufrimiento a una personalidad mala, rabia a otra, poder sexual a otra, amor y
compasión a otra, etc. Ella puede descubrir estados alterados de conciencia para cortar el dolor o para
disociarse de su cuerpo como si buscase una distancia. Los mismos mecanismos que permiten la sobre
vivencia psíquica para la niña, se convierten en desventajas para la integración psicológica efectiva como
persona adulta.
Si la niña no puede crear una economía psíquica para reconciliar el ultraje continuo, la intolerancia del
desamparo y el sentimiento creciente de rabia buscarán una expresión activa. Para la niña esto a menudo
12. Síndrome de Acomodación al Abuso Sexual Infantil por Roland C. Summit, M.D.
conduce a la auto-destrucción y el reforzamiento del odio a sí misma; típicas son la auto-mutilación, la
conducta suicida, la actividad sexual promiscua y las huidas del hogar repetidas. Ella puede aprender a
explotar al padre por favores, privilegios y recompensas materiales, reforzando su auto-castigada imagen
como “prostituta” en el proceso.
Ella puede pelear con sus padres, pero probablemente su mayor ira se focaliza sobre su madre, a quien
ella culpa por abandonarla a su padre. Ella supone que su madre debe saber del abuso sexual, y que es
demasiado descariñada o demasiado poco afectiva para intervenir. Por último, la niña tiende a creer que
ella está tan intrínsicamente podrida que nunca ha sido digna de cariño. El fracaso del vínculo madre-hija
refuerza la desconfianza de la jovencita hacia sí misma como una mujer, y la hace completamente
dependiente de la patética esperanza de ganar aceptación y protección con un hombre abusivo.
Para muchas víctimas de abuso sexual, la rabia incubada sobre años de fachada, de enfrentamiento y de
frustración, falsifica los intentos de intimidad, solo para reventar como un patrón de abuso contra la
generación siguiente. La conducta imperfecta no gratificante de la niñita, y la difusión de los límites del
ego entre el padre y la niña, invita a la proyección de lo malo introyectado y proporciona una salida recta,
impulsiva para la ira expresiva.
La víctima masculina de abuso sexual con mayor probabilidad vuelve su rabia hacia afuera en conducta
agresiva y antisocial. El es aún más intolerante de su desamparo que la víctima femenina, y más tendiente
a racionalizar que está explotando la relación para su propio beneficio. El puede aferrarse tan tenazmente
a una relación idealizada con el adulto que lo mantiene fijado a un nivel preadolescente en su elección de
objeto sexual, como si estuviese tratando de mantener vivo el amor con una interminable sucesión de
muchachitos. Varias mezclas de depresión, violencia contrafóbica, misoginia (nuevamente, la madre es
vista no preocupada y no protectora), acoso infantil y violación parecen ser el legado de la rabia generada
en el muchacho sexualmente abusado (45).
El abuso de substancias es una invitante vía de escape para la víctima de ambos géneros Como Myers
recuerda: “Drogado, yo podría ser cualquier cosa que yo quisiera ser. Podría construir mi propia realidad:
podría ser hermosa, tener una buena familia, un padre agradable, una madre fuerte, y ser feliz... el beber
tiene un efecto opuesto al de las drogas... la bebida me devuelve a mi dolor; me permite experienciar mi
herida y mi rabia” (57).
Vale la pena restablecer que todos estos mecanismos de acomodación- el martirio doméstico, la ruptura
de la realidad, la consciencia alterada, el fenómeno histérico, la delincuencia, la sociopatía, la proyección
de la rabia, aún la auto-mutilación - son parte de las habilidades de sobrevivencia de la niña. Ellos pueden
ser superados sólo si la niña puede llegar a confiar en un ambiente seguro, el cual pueda proporcionar
consistencia, aceptación no contingente y cuidado. En el intertanto, cualquiera que trabaje
terapéuticamente con la niña (o la víctima crecida, aún trastornada) puede ser probado y provocado para
mostrar que la confianza es imposible (22) y que la única realidad segura son las expectativas negativas y
el odio hacia sí misma. Es demasiado fácil para el aspirante a terapeuta unirse a los padres y a toda la
13. Síndrome de Acomodación al Abuso Sexual Infantil por Roland C. Summit, M.D.
sociedad adulta para rechazar a una niña así, observando los resultados del abuso para suponer que tal
“pícara imposible” debe ser interrogada y que merece cualquier tipo de castigo ocurrido, si en realidad el
problema total no es una fantasía histérica o vengativa.
4. Revelación Tardía, Conflictiva y No Convincente
La mayor parte del abuso sexual en desarrollo nunca es revelado, al menos fuera de la familia inmediata
(8, 22, 49, 50). Los casos tratados, informados o investigados son la excepción, no la norma. La revelación
es una consecuencia ya sea de un conflicto familiar arrollador, el descubrimiento incidental por una
tercera parte, o el resultado de la educación de la comunidad por parte de las agencias de protección.
Si el conflicto familiar gatilla la develación, esto es usualmente después de algunos años de continuo
abuso sexual y de algún quiebre eventual en el mecanismo de acomodación. La víctima de abuso
incestuoso tiende a permanecer en silencio hasta que ella llega a la adolescencia, cuando se hace capaz
de demandar una vida más independiente para sí misma y desafiar la autoridad de sus padres. La
adolescencia hace también que el padre se torne más celoso y controlador, tratando de secuestrar a su
hija contra los “peligros” de las amistades o del mundo exterior. Los efectos corrosivos de la acomodación
parecen justificar cualquier extremo en el castigo. ¿Qué padres no impondrían restricciones severas para
controlar las fugas del hogar, el abuso de drogas, la promiscuidad, la rebelión y la delincuencia?
Después de una pelea en una familia especialmente castigadora y de un enfrentamiento despreciable de
autoridad por parte del padre, la niña finalmente es dominada por la rabia para seguir con el secreto. Ella
busca comprensión e intervención al mismo tiempo que tiene mínima probabilidad de conseguirlo. Las
autoridades están alienadas por el patrón de delincuencia y rebelión airada expresada por la niña. La
mayoría de los adultos confrontados con una historia así tienden a identificarse con los problemas de los
padres al tratar de enfrentarse con una quinceañera rebelde. Ellos observan que la chica parece más
furiosa respecto al castigo inmediato que acerca de las atrocidades sexuales que ella está alegando. Ellos
suponen que no es verdad tan fantástica denuncia, especialmente ya que la niña no se quejó años antes
cuando ella reclama fue vejada por la fuerza. Ellos presumen que ha inventado la historia en desquite a
los intentos de su padre de lograr un control y disciplina razonables. Mientras más irrazonable y abusivo es
el castigo disparado, es mayor la suposición de que la niña estaría haciendo algo para irse, aún hasta el
punto de incriminar falsamente al padre.
A menos que estén específicamente entrenados y sensibilizados, los adultos promedio, incluyendo madres,
parientes, profesores, consejeras, doctores, psicoterapeutas, investigadores, acusadores, abogados de
defensa, jueces y jurados, no pueden creer que una niña normal, sincera podría tolerar el incesto sin
denunciarlo inmediatamente, o que un padre aparentemente normal pudiera ser capaz de vejaciones
sexuales repetidas e indiscutidas a su propia hija. La niña de cualquier edad enfrenta a una audiencia
incrédula cuando ella se queja de abuso sexual en curso. La adolescente aproblemada, furiosa arriesga no
solo no ser creída, sino también ser el chivo expiatorio, la humillación y el castigo.
14. Síndrome de Acomodación al Abuso Sexual Infantil por Roland C. Summit, M.D.
No todas las adolescentes denunciantes parecen furiosas y no confiables. El patrón alternativo de
acomodación existe en el cual la niña tiene éxito en esconder cualquier indicación de conflicto. Una niña
así puede ser inusualmente talentosa y popular, ansiosa de agradar tanto a sus profesores como a sus
compañeras.
Cuando la estudiante afamada o el capitán del equipo de fútbol trata de describir la historia de
compromiso sexual en curso con un adulto, la reacción es de lo más incrédula, “¿Cómo podría ocurrirle
una cosa así a una jovencita tan agradable?” “Nadie tan talentosa y bien ajustada podría estar involucrada
en algo tan sórdido.” Obviamente, esto no sucedió o, si fue así, ciertamente no daño a la niña.
De manera que no hay causa real para quejarse. Ya sea que la niña es delincuente, hipersexual,
contrasexual, suicida, histérica, psicótica, o perfectamente ajustada, y sea que la niña está furiosa,
evasiva o serena, el afecto inmediato y el patrón de ajuste de la niña será interpretado por los adultos
para invalidar la queja de la niña.
Contrario al mito popular, la mayoría de las madres no tiene consciencia del abuso sexual en curso. El
matrimonio demanda una confianza ciega considerable, y negación para la sobrevivencia. Una mujer no
confía su vida y su seguridad a un hombre a quien cree capaz de acosar a sus propios niños. Los indicios
“obvios” sobre el abuso sexual son generalmente obvios solo en retrospectiva. Nuestra suposición de que
la madre “debe saber” meramente se compara a la demanda de la niña de que la madre debe estar en
contacto intuitivo con el disconfort deliberadamente oculto de la familia.
Típicamente, la madre reacciona ante las alegaciones de abuso sexual con incredulidad y negación
protectora. ¿Cómo podía ella no haberlo sabido? ¿Cómo podía la niña esperar tanto para contárselo? ¿Qué
clase de madre podía permitir que ocurriese una cosa así? ¿Qué podrían pensar los vecinos? Cómo alguien
que es substancialmente dependiente de la aprobación y generosidad del padre, la madre en el triángulo
incestuoso está confrontada con un dilema de división mental análoga a la de la niña abusada. Ya sea que
la niña es mala y merece el castigo o que el padre es malo e injustamente castigador. Uno de ellos está
mintiendo y es indigno de confianza. La seguridad total de la madre, su ajuste vital y mucho de su sentido
de autovalía adulta demanda una confianza en la seriedad de su compañero. El aceptar la alternativa
significa la aniquilación de la familia y un gran trozo de su propia identidad. Su temor y ambivalencia son
reafirmados por el desafío lógico del padre, “¿Le vas a creer a esa marrana chica mentirosa?”, “¿Puedes
creer que yo podría hacer tal cosa?, ¿Cómo algo como eso podría haber estado ocurriendo en tus propias
narices por años? Tu sabes que no podemos confiar en ella si está lejos de nuestra mirada. Justo cuando
estábamos tratando de restringirla y le di un pequeño refregón, ella vuelve con una historia ridícula como
ésta. Esto es lo que he logrado por tratar de mantenerla alejada de los problemas.”
De la minoría de los secretos de incesto que son revelados a la madre o descubiertos por la madre, muy
pocos son subsiguientemente informados a las agencias de protección(50). La madre no creerá en la queja
o tratará de negociar una resolución dentro de la familia. Ahora que se requiere a profesionales de
informar cualquier sospecha de abuso infantil, un número creciente de quejas son investigadas por las
15. Síndrome de Acomodación al Abuso Sexual Infantil por Roland C. Summit, M.D.
agencias protectivas. Los investigadores de la policía y las trabajadoras de los servicios de protección con
probabilidad darán crédito a la queja, en cuyos casos todos los niños pueden ser recogidos
inmediatamente dentro de custodia protectiva hasta que el tribunal de menores tome una decisión en la
audiencia de dependencia. En la continua paradoja de un sistema judicial dividido, el juez del tribunal
juvenil probablemente sustanciará una colocación fuera de la familia ante “la preponderancia de la
evidencia” de que la niña está en peligro, en tanto que aún no se han formalizado cargos en el tribunal
del crimen, el cual podría considerar la responsabilidad criminal del padre. Los abogados saben que el
testimonio no corroborado de una niña no condenará a un adulto respetable. La prueba en la corte
criminal requiere prueba específica “más allá de una duda razonable”, y todo miembro del jurado
razonable tendrá razón en dudar de las fantásticas acusaciones de una niña. Los acusadores se resisten a
someter a la niña al humillante examen cruzado justo cuando ellos están poco dispuestos a entablar
demandas en casos que ellos no pueden ganar. Por lo tanto, ellos rechazan típicamente la denuncia sobre
la base de evidencia insuficiente.
Los molestadores fuera de la familia son también efectivamente inmunes de incriminación si ellos tienen
algún grado de prestigio. Aún si varias niñas se han quejado, su testimonio será acusado de discrepancias
triviales en sus relatos, o por el contracargo de que las niñas eran conspiradoras intencionadas y
seductoras.
La ausencia de cargos criminales es equivalente a una convicción de perjurio contra la víctima. “Un
hombre es inocente hasta que se pruebe su culpabilidad”, dicen los parientes que protegen al adulto “La
niñita reclamaba haber sido molestada pero no hay nada de ello. La policía investigó y ellos aún no han
formulado cargos”. A menos que haya un abogado experto para la niña en el tribunal del crimen, la niña
probablemente será abandonada como el custodio desamparado de un secreto auto-incriminatorio que
ningún adulto responsable puede creer.
El psiquiatra u otros consejeros especialistas tienen un papel crucial en la detección temprana, la
intervención de tratamiento y la defensoría experta en la corte. El especialista debe ayudar a movilizar a
los cuidadores escépticos hacia una posición de creencia, aceptación, apoyo y protección para la niña. El
especialista primero debe ser capaz de asumir la misma posición. La consejera que aprende a aceptar el
secreto, el desamparo, la acomodación y la revelación retrasada aún puede ser alienada por el quinto
nivel del sindrome de acomodación.
5. Retractación
Sea lo que fuere que una niña diga acerca del abuso sexual, ella probablemente lo cambiará totalmente.
Por debajo de la rabia, de la revelación impulsiva, permanece la ambivalencia de culpa y la obligación
martirizada de preservar la familia. En la caótica consecuencia de la develación, la niña descubre que los
temores y amenazas que subyacen al secreto son ciertas. Su padre la abandona y la califica de mentirosa.
Su madre no le cree o se descompensa dentro de la histeria y la ira. La familia es separada y todos los
16. Síndrome de Acomodación al Abuso Sexual Infantil por Roland C. Summit, M.D.
niños son puestos en custodia. El padre es amenazado con desgracia y prisión. La niña es culpada por
causar esta confusión total, y todos parecen tratarla como una rareza. Ella es interrogada acerca de todos
los detalles indignos, y animada a incriminar a su padre, aunque éste permanece intocable,
manteniéndose en el hogar, en la seguridad de la familia. Ella es mantenida en custodia con ninguna
esperanza aparente de retornar al hogar, y la petición de dependencia es sustentada.
El mensaje desde la madre es muy claro, a menudo explícito, “¿Porqué insistes en contar esas horrorosas
historias sobre tu padre? Si tú lo mandas a prisión, nunca más seremos una familia. Nos suspenderán el
bienestar y no tendremos donde estar ¿Eso es lo que tú quieres hacernos?”.
Una vez más, la niña sostiene la responsabilidad ya sea de preservar o de destruir la familia. La inversión
de roles continúa con la “mala” elección de contar la verdad y la “buena” elección de capitular y
restaurar una mentira por el bien de la familia.
A menos que haya un apoyo especial para la niña y una intervención inmediata para forzar la
responsabilidad del padre, la niña seguirá el curso “normal” y se retractará de su denuncia. La chica
“admite” que inventó la historia. “Me volví loca con mi padre por castigarme. El me golpeó y me dijo que
nunca más volvería a ver a mi pololo. Por años he estado realmente mal y nada parece haberme
mantenido fuera de problemas. Mi papá tenía mucha razón para enojarse conmigo. Pero me volví loca y
tenía que buscar la forma de arrancar de ese lugar. Así es que inventé esta historia de que el se andaba
haciendo el tonto conmigo y todo. Yo no quería meter a nadie en tanto problema”.
Esta simple mentira tiene más credibilidad que las quejas más explícitas de entrampamiento incestuoso.
Ella confirma las expectativas adultas de que no se puede confiar en las niñas. Ella restaura el equilibro
precario de la familia. Los niños aprenden a no quejarse. Los adultos aprenden a no escuchar, y las
autoridades aprenden a no creerle a los niños rebeldes quienes tratan de utilizar su poder sexual para
destruir.
DISCUSION
Debería ser obvio que, dejado sin poner a prueba, el sindrome de acomodación al abuso sexual tiende a
reforzar tanto la victimización de los niños como la complacencia e indiferencia de la sociedad ante las
dimensiones de esa victimización. Debería ser obvio para los clínicos que el poder de desafiar y de
interrumpir el proceso de acomodación lleva un potencial sin precedente para la prevención primaria del
dolor e incapacidad emocional, incluyendo una interrupción en la cadena intergeneracional del abuso
infantil.
Lo que no es tan obvio es que los especialistas en salud mental puedan estar más escépticos de los
informes de abusos sexuales y más vacilantes de comprometerse ellos mismos como abogados de los niños
que muchos otros profesionales menos específicamente entrenados. Las relaciones aparentes de causa-
efecto y el énfasis sobre las intrusiones unilaterales por adultos poderosos pueden parecer ingenuas y
regresivas a alguien entrenado en dinámicas familiares más sofisticadas, donde los hechos son vistos como
17. Síndrome de Acomodación al Abuso Sexual Infantil por Roland C. Summit, M.D.
un equilibro de necesidades y provocaciones dentro del sistema como un todo (58). Freud representó una
tendencia a partir del concepto víctima-ofensor hacia un punto de vista más universal e intelectualmente
aceptable en 1897 cuando él renunció a su propia teoría de seducción infantil de la histeria por la tesis de
seducción infantil del complejo de Edipo (l6, 59-61). Aún si un número substancial de descripciones de
victimización sexual se prueban como válidas, ¿cómo pueden ellas ser distinguidas de aquellas que
deberían ser tratadas como fantasía o engaño? Rosenfeld (62) ha tratado estas cuestiones en un sentido
general pero persiste una incertidumbre molestosa.
La víctima de abuso infantil está en una posición algo análoga a lo que estaba la víctima adulta de
violación en l974. Sin una comprensión clínica consistente del clima psicológico y los patrones de ajuste de
la violación, se presumía que las mujeres eran provocativas y substancialmente responsables por invitar o
exponerse ellas mismas al riesgo de ataque. El hecho que la mayoría de las mujeres prefieren no informar
su propia victimización solo confirmó la sospecha no puesta a prueba de que ellas tenían algo que ocultar.
Aquellas quienes la informaron a menudo se arrepintieron de su decisión por cuanto que ellas se
encontraron sujetas a repetidos ataques sobre su reputación y credibilidad.
El cambio para las víctimas adultas vino con la publicación de un artículo famoso en la literatura clínica
durante una época de protesta levantada por el movimiento femenino. El Síndrome de Trauma de
Violación de Burgess y Holmstrom apareció en l974 (63). Este proporciona guías para el reconocimiento y
manejo de las secuelas psicológicas traumáticas y estableció una secuencia lógica de la vergüenza de la
víctima, la propia culpa y el secreto que típicamente camuflan el ataque. Su publicación inició lo que
probó ser una tendencia hacia una recepción más simpática de las víctimas de violación tanto en las
clínicas como en los tribunales.
Una recepción similar es hace tiempo anhelada para las víctimas juveniles (24). Irónicamente, el mismo
estudio clínico que definió el trauma de violación condujo a los autores a describir un conjunto
relacionado de situaciones observadas en niños tratados dentro del Programa de Consejería de Víctimas
del Hospital de Boston. El Trauma Sexual de Niños y Adolescentes: Presión, Sexo y Secreto fue publicado
en l975 (64). El primer párrafo concluye: “Las reacciones emocionales de las víctimas resultan de haber
sido presionadas hacia actividad sexual y de la tensión añadida de mantener este secreto”.
La narrativa describe los elementos de desamparo y la presión para mantener el secreto. El temor del
rechazo y la incredulidad esta documentado por patéticas viñetas clínicas, como lo están varios
mecanismos de acomodación y los efectos traumáticos de la develación no apoyada. La discusión desafía
estudios anteriores que indicaban una participación voluntaria o seductora.
Al revisar nuestros datos sobre víctimas infantiles y adolescentes, hemos tratado de evitar las formas
tradicionales de ver el problema y en su lugar describir, desde el punto de vista de la víctima, las
dinámicas implicadas entre el ofensor y la víctima, considerando los temas de incapacidad para consentir,
la conducta adaptativa, el secreto, y la revelación del secreto.... Nuestros datos claramente indican que
un sindrome de reacción de síntoma es el resultado de presión para mantener el secreto de la actividad
18. Síndrome de Acomodación al Abuso Sexual Infantil por Roland C. Summit, M.D.
así como el resultado de la revelación… Se puede especular que hay muchas niñas con reacción silenciosa
ante el trauma sexual. La niña que responde a la presión arreglándoselas con la actividad sexual con
adultos puede ser vista como mostrando una respuesta adaptativa para sobrevivir en su ambiente (65).
Si ha habido una despertada protesta por la protección de niños en 1975, las observaciones de vanguardia
de Burgess y Holmstrom pueden haber marcado un cambio hacia una recepción más comprensiva de la
victimización infantil. Ya que la defensoría infantil sufre en competencia con los intereses adultos, ha
habido una evolución más bien que una respuesta revolucionaria dentro de los campos clínicos y
judiciales. Es, por lo tanto, apropiado recordar el sindrome de trauma de violación como un modelo para
aumentar la sensibilidad de los consejeros y de los profesionales legales, y para reformular el trauma
sexual en los niños y adolescentes vistos luego de ocho años adicionales de la experiencia de múltiples
agencias a través de la nación.
CONCLUSION
El abuso sexual de niños no es un fenómeno nuevo, aunque sus verdaderas dimensiones están emergiendo
solo a través del conocimiento y estudio recientes. Los niños han estado sujetos a la vejación, la
explotación y la intimidación por supuestos cuidadores a través de toda la historia (66). Lo que más está
cambiando en nuestra generación presente es la sensibilidad para reconocer la explotación, para
identificar las evidentes inequidades en las calidades parentales de familias aparentemente adecuadas, y
para descubrir de que tales desigualdades tienen un impacto substancial en el desarrollo del carácter, la
integración de la personalidad y el bienestar emocional de los niños abusados.
Freud no podía encontrar precedente en 1897 de algún número de padres respetables que victimizaban a
sus niños. “Entonces existía la cosa asombrosa de que en cada caso, la culpa descansaba en actos
perversos del padre, y la comprensión de la inesperada frecuencia de histeria, en cada caso de los cuales
se aplicaba lo mismo. Resultaba difícilmente creíble de que los actos perversos en contra de los niños
fueran tan generalizados.” (67)
En los años ochenta (1980) ya no podemos permitirnos ser incrédulos acerca de las realidades básicas del
abuso infantil. El creciente cuerpo de literatura emanado del artículo ahora clásico, El Sindrome del Niño
Golpeado (68), publicado en 1962 por el Dr. Henry Kempe, da un amplio precedente y una perspectiva de
20 años para el reconocimiento cierto de que los actos pervertidos contra los niños son, en efecto, tan
generales.
En 1975, Sgroi llamó la ofensa sexual como la última frontera en el abuso infantil. Este médico estaba ya
en una posición para identificar la mala disposición de muchos clínicos para aceptar el problema (69).
El reconocimiento de la ofensa sexual en un niño es enteramente dependiente de la buena voluntad
inherente del individuo de abrigar la posibilidad de que la condición pueda existir. Desafortunadamente, la
buena voluntad para considerar el diagnóstico de ofensa sexual sospechada frecuentemente puede variar
19. Síndrome de Acomodación al Abuso Sexual Infantil por Roland C. Summit, M.D.
en una proporción inversa al nivel de entrenamiento del individuo. Esto es, mientras más avanzado el
entrenamiento de alguien, menos dispuesto se encuentra ante la ofensa sospechada.
Es urgente en los intereses tanto de tratamiento y de defensoría legal y por razones de prevención
primaria, secundaria y terciaria de diversas incapacidades emocionales, que los clínicos en cada campo de
las ciencias conductuales estén más concientes del abuso sexual infantil. Es contraterapéutico e injusto
exponer a las víctimas legítimas a evaluaciones o tratamiento por terapeutas que no pueden sospechar o
“creer en” la posibilidad de una victimización unilateral de los niños por adultos aparentemente normales.
El sindrome de acomodación del abuso sexual es derivado de la experiencia colectiva de docenas de
centros de tratamiento de abuso sexual, al tratar con miles de informes o denuncias de victimización
adulta de niñitos. En la vasta mayoría de esos casos, el adulto identificado clama una total inocencia o
admite solo intentos bien intencionados, triviales de “educación del sexo”, juego de lucha, o cercanía
cariñosa. Después de un tiempo en tratamiento, los hombres casi invariablemente conceden que la niña
había dicho la verdad. De los niños a los que se consideró haber mal representado sus quejas, la mayoría
había buscado subestimar la frecuencia o duración de las experiencias sexuales, aún cuando los informes
fueron hechos con rabia y en una aparente represalia contra la violencia y la humillación. Muy pocos
niños, no más de dos o tres por mil, han buscado alguna vez exagerar o inventar denuncias de acoso sexual
(70). Ha llegado a ser una máxima entre los consejeros e investigadores en la intervención de abuso sexual
infantil que los niños nunca fabrican los tipos de manipulación sexual explícita que ellos divulgan en
denuncias o en interrogaciones (8).
El clínico con una comprensión del sindrome de acomodación al abuso sexual infantil ofrece al niño un
derecho de igualdad con lo adultos en la lucha por credibilidad o abogacía. Ni la víctima, el ofensor, la
familia, la siguiente generación de niños en esa familia, ni el bienestar de la sociedad como un todo se
pueden beneficiar con la continuación del secreto y la negación del abuso sexual en curso. El ofensor que
protege una incómoda posición de poder sobre las víctimas silenciosas no aflojará su control a menos que
sea confrontado con un poder externo suficiente para demandarlo y supervisar un cese total del
hostigamiento sexual (13, 22, 25, 32, 71).
El consejero por si solo no puede esperar cooperación y recuperación en un ofensor por lo demás reacio e
inconfeso. El sistema de justicia por si solo raramente puede probar culpa o imponer sanciones sin
preparación y apoyo continuado de todas las partes, sin un efectivo sistema de tratamiento. Todas las
agencias que trabajan como un equipo dan una promesa máxima de recuperación efectiva para la víctima,
la rehabilitación del ofensor y la sobrevivencia de la familia (24, 71).
El sindrome de acomodación al abuso sexual proporciona un lenguaje común para los varios puntos de
vista del equipo de intervención y un mapa más reconocible de la última frontera en el abuso infantil.
20. Síndrome de Acomodación al Abuso Sexual Infantil por Roland C. Summit, M.D.
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The remainder of the author's references do not seem to be available on the Internet.
"Síndrome de Acomodación en el Abuso Sexual Infantil" escrito por Roland C. Summit, M.D. y
traducido por Ps. Eugenio Araya Olivares el 19 de Enero, 2005. El interés es que la información se
difunda y la ignorancia pierda terreno.