1. De la hebra y el ritmo
Raquel Tibol
El artista no sólo razona la composición, no sólo razona el color, también razona las texturas.
La voluntad de textura (que es necesidad de textura) se ha resuelto muchas veces, y se sigue
resolviendo, fuera del catálogo de materiales consagrados por la academia. En la textura
pueden preponderar los valores que le otorga la materia plástica misma o aquellos derivados
del instrumento que se ha utilizado para aplicarla. Un pincel, una espátula, un cepillo, un palo,
la yema de los dedos, una bola de estopa o un aerógrafo harán que una misma sustancia
alcance texturas diferentes. Pero hay materias cuyo rendimiento textural está íntimamente
ligado a una forma de artesanía. Tal es el caso de los estambres que los huicholes usan para
sus tablas. La particularidad manual de una artesanía surge de un sentido de estilo que no es
individual sino colectivo. En una escuela de artesanías se puede enseñar a pegar hebras de
lana sobre una tabla utilizando cera de Campeche, aunque ni el más aventajado estudiante
alcanzará el imponderable del espíritu tribal. ¿Quiere esto significar que la refinada técnica
huichol no es accesible al creador individual? El arquitecto y diseñador Eduardo Terrazas
descubrió que la única manera como un artista podía razonar, imaginar o crear en técnica
huichol es aprovechando la materia y su artesano para una finalidad diferente de la
tradicional. Ante la imposibilidad de aprehender lo que es producto de una condición
etnológica, Terrazas aceptó que toda posibilidad creadora en ese campo comenzaba en la
indivisibilidad entre la sustancia y su diestro. Desde el momento que en el concepto de
materia quedaban incluidos la hebra de lana y la mano de obra, la labor creadora podía
instalarse en las fronteras de una personalidad individual. El estilo personal se configuró no
sólo a través del diseño sino también en el trazo. La hebra adelgazada al máximo adquirió un
carácter gráfico que compite con lápices o finos plumones. Sin perder los valores táctiles y
2. ópticos propios de la lana, ganó calidades rítmicas delicadamente expresivas y
sorprendentemente musicales. (El mismo diseño resuelto con lacas automotivas daría un fruto
en todo diferente.) Porque esta aventura de Terrazas viene a demostrar una vez más el
impositivo atributo de los materiales. Los blancos sobre blancos consagrados por Kazimir
Malevich se matizan de sombras variables, fugaces, diminutas, audibles. Al asimilar
conceptos muy precisos de valor y contraste, el repertorio cromático típico de la artesanía
huichol queda libre de toda carga pintoresca. El diseño duro, que tantos adeptos ha ganado
entre los pintores contemporáneos, encuentra en la actual obra de Terrazas un alcance inédito.
Texto escrito para la exhibición en el Palacio de Bellas Artes. Ciudad de México, 1972.